Canaán
Canaán
Canaán
Canaán (en fenicio, Knʿn; en hebreo, ְּכ נַעַןKanaʿan; en árabe, کنعانKanaʿān; en griego, Χαναάν Janaán)
es la denominación antigua de una región y civilización de Asia Occidental, situada entre el mar
Mediterráneo y el río Jordán y que abarcaba parte de la franja sirio-fenicia conocida también como el
Creciente fértil.
En la actualidad se corresponde con Israel, Palestina (la Franja de Gaza y Cisjordania), la zona
occidental de Jordania y algunos puntos de Siria y Líbano. Sus límites comprenderían desde la antigua
Gaza al sur, hasta la desembocadura del río Orontes al norte, englobando todas las tierras no
desérticas del interior, hasta una profundidad de unos 150 km desde la costa del mar Mediterráneo,
hasta algunos kilómetros más allá de la ribera oriental del río Jordán.
El marco temporal para la utilización del término «Canaán » suele estar comprendido desde el año
3000 a. C. hasta que los romanos durante su extensa dominación le cambiaron el nombre por
Palestina como represalia inmediata contra los hebreos tras sofocar su rebelión de los años 132 a 135
d. C.
Canaán es una zona con una larga historia. Su ocupación se remonta a las fases neolíticas más
tempranas, y ha contado a lo largo de milenios con importantes asentamientos como Jericó, Ugarit,
Jerusalén, Tiro, Sidón, Biblos, Damasco o Gaza. Ha sido habitada por pueblos muy diversos: amorreos,
jebuseos, hicsos, filisteos, fenicios, arameos o hebreos, quienes conquistaron a varios de esos pueblos
y tomaron posesión de la región.[cita requerida]A partir de la investigación de restos humanos, Tyler-
Smith estableció que hace unos 4000 años los cananeos poblaron el actual Líbano, y que fueron los
creadores de uno de los primeros alfabetos que se conocen.
Invasiones
Semitas
A partir de la primera invasión semita en la región (ca. 3000 a. C.) existe unidad de organización,
urbanismo, arte militar, etc., entre todas las ciudades de Canaán y las de la zona montañosa de Judea;
su historia es común, con pequeñas vicisitudes peculiares de cada ciudad. Estos ocupantes parece ser
que entraron por el este.
Los amorreos
Poco antes de finalizar el tercer milenio, una nueva incursión de gentes de vida nómada, al menos
aparentemente, destruye casi por completo las ciudades de la zona montañosa, aunque las del llano,
menos conocidas, puede que no sufrieran tanto, especialmente las bien conocidas de Fenicia, como
Biblos. Ordinariamente se considera amorreos a los nuevos invasores.
Los hicsos
Durante los siglos XVII y XVI a.C. los hicsos dominaron Egipto, y controlaban también a Canaán; hasta
se han hallado en los estratos correspondientes a su ocupación más escarabeos y cerámica suya que
en las propias ciudades egipcias. Con los hicsos se introducen, por razones militares, nuevas técnicas
en las ciudades; los muros, que ya no eran tan sólidos como en la época anterior, se refuerzan con los
característicos glacis hicsos, y las puertas son de tenaza. La opresión de los más poderosos sobre las
mayorías se hace notar: es apreciable una mayor diferencia entre las viviendas de los nobles y las de
los semi-siervos que las rodean. Con la decadencia de los hicsos coincide la llegada de una nueva
oleada de pobladores, esta vez del norte y de origen indoeuropeo: los hurritas.
Los hurritas
Los hurritas llegarán a establecerse de tal forma en Canaán, que en los documentos egipcios de la
época pasa a llamarse Huru, país de los hurritas. El comercio florece y no sólo de productos
manufacturados, sino especialmente de materia prima para la industria artesana: los colorantes para
la cerámica, los minerales metálicos traídos desde muy lejos; pero el bronce es usado principalmente
para fines bélicos: armas y armaduras. La prosperidad económica y el incremento de la población a lo
largo de este periodo (1750-1550 a. C.) es patente en las excavaciones de los estratos
correspondientes. Y dado que el comercio es el motor de esa bonanza, se hacen más numerosas las
ciudades. Algunas surgen totalmente de nuevo, otras se repueblan. El dominio hurrita fue
desmontado en Canaán por los grandes faraones egipcios del Imperio Nuevo. Tutmosis III, ya en el
siglo XV a. C., invadió triunfalmente Canaán por el camino del mar, ocupando Yajó (Joppe), Lidda,
Gézer, Megiddo y Ta'ának, convirtiendo en feudatarias a todas las ciudades.
Los hititas
Pero otro imperio surge al norte, en Anatolia: los hititas, que saldrán al encuentro de los egipcios y
aprovecharán cualquier debilidad del poder faraónico para llevar su influencia hacia el sur,
estableciendo cabezas de puente incluso en Canaán y la parte montañosa de Judea. Cuando decaen
los imperios, las rencillas entre los nobles cananeos y unos grupos misteriosos de hombres armados,
los hapiru, impiden la paz: decae la cultura y reina el miedo. Se compra lo que la falta de paz no
permite fabricar, aumentando las importaciones, incluso de cerámica. Canaán en escritura jeroglífica,
transliterado k3nˁnˁ, grabado en la Estela de Merenptah, siglo XIII a. C.
Los egipcios
La descripción de Canaán en las tablillas de Tell el-Amarna archivo de estado de Ajenatón (Amenofis
IV), no puede ser más desoladora: la anarquía se apodera de Canaán en el siglo XIV a. C.. Los faraones
de la dinastía XIX, a fines del siglo y principios del siguiente, intentan restablecer el dominio del vital
paso de Canaán, pero el neo-imperio hitita les sale al paso hasta que Ramsés II consigue un tratado
de paz perpetua, tras la batalla de Qadesh, con la delimitación de las mutuas esferas de influencia: el
actual Nahar al-Kalb, río que desemboca entre Biblos y Beirut, separará las regiones dominadas por
los hititas, al norte, de las feudatarias de Egipto, al sur; queda por tanto Canaán bajo la dominación
faraónica una vez más. Pero este acuerdo había de durar poco por la decadencia respectiva de ambos
imperios, que no tardó en llegar (ca. 1250 a.C.).
Los Pueblos del Mar
Nuevos invasores se presentan en Canaán: los "Pueblos del Mar" desembarcan en las costas y con sus
armas de hierro, una vez deshecho el monopolio hitita al derrumbarse el imperio de Jattusas
(Bogazköy), se adueñan de la costa de Canaán. Los estudiosos de la Biblia del siglo XIX identificaron la
tierra de los filisteos (Filistea o Plesheth, con el significado hebreo de "invasores") con Palastu y Pilista
de las inscripciones asirias, según el diccionario de la Biblia de Easton (1897). Otros grupos además de
los filisteos eran los tjekker, dananeos y shardana; el contraataque de Ramsés III destruyó la mayoría
de los sitios cananeos. El mismo faraón permitió más adelante a los filisteos y tjekker, y posiblemente
también a los dananeos, reconstruir las ciudades del camino costero. Los filisteos pronto adquirieron
las costumbres de los habitantes locales. En su búsqueda de riquezas, no dudaban en disputarle el
dominio de los territorios al norte de Judá a los hebreos. Se transformaron en una amenaza para
Israel (1ª Sam 9:16). Las cinco ciudades filisteas principales eran Gaza, Ashdod, Ekron, Gath, y
Ascalón. Los israelitas logran con el tiempo dominar todo el territorio, aunque precisamente el
antiguo Canaán, la zona costera, será lo último en caer en sus manos. Con esta victoria finaliza la
historia de antiguo Canaán.
Las tribus hebreas
Las tribus hebreas iniciaron la conquista de Canaán hacia 1400 a. C. Fue un proceso lento, que duró
varios decenios, y en el que los cananeos fueron finalmente expulsados o bien se fundieron en
muchos casos con las tribus israelitas, lo que dejó una impronta cananea en éstas. La Biblia hebrea
identifica a Canaán con el Líbano (principalmente con la ciudad de Sidón) pero extiende la
denominación «Tierra de Canaán» hacia el sur, a través de Gaza hasta el «Río de Egipto» y hacia el
Este hasta el Valle del Jordán, todo lo cual coincide con la «Tierra Prometida» de los judíos. Los
hebreos crearon una genealogía para los pueblos cananeos: según la Biblia, los cananeos eran los
descendientes de Canaán, hijo de Cam.
Pero algunos siglos después de esa etapa salomónica, los reyes de Israel (como Acab), se
comportaban «de manera abominable, yendo tras los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los
amorreos [cananeos], a los cuales expulsó Yahvé ante los hijos de Israel» (1 Reyes 21:25,26).
Aspectos culturales
Canaán se destaca por su cultura escrita y su literatura. En las excavaciones se han hallado
documentos, prácticamente contemporáneos, escritos en egipcio, acadio, y dialectos semitas
cananeos en distintos sistemas de escritura. Estos últimos procedimientos se caracterizan por
simplificar los complejos métodos extranjeros, el jeroglífico egipcio y el silábico cuneiforme que
tienen uno y dos millares de signos, respectivamente, y con frecuencia diversas lecturas para un
signo. La primera simplificación es el silabario de Biblos, que totaliza un centenar aproximado de
signos diferentes.
El alfabeto
Pero el gran hallazgo es el alfabeto, al que se llega por dos caminos: el cuneiforme de Ugarit, con sus
consonantes y el alef con los tres sonidos vocálicos, y el alfabeto del sur o cananeo propiamente
dicho, que se inicia en las inscripciones encontradas en Serabit el-Jadim y dará origen, desde sus
signos originariamente egipcios, al cananeo, o triangular o lineal, del calendario de Gezer o de la
inscripción de Áhiram de Biblos. De este se derivarán el alfabeto griego y el abecedario latino. La
lengua cananea es un dialecto arameo, muy próximo al hebreo. En los textos ugaríticos, muy
abundantes se ve que conserva algún elemento enriquecedor, perdido por el hebreo, como son los
casos del nombre, y que coinciden en líneas generales con las grandes lenguas semitas, árabe y
acadio.
Arte
Las excavaciones arqueológicas han permitido conocer el arte de los cananeos. En general es muy
pobre; no hay arquitectura monumental ni preocupación por embellecer los edificios con motivos
ornamentales. Llama la atención la pobreza de los templos o palacios, sin capiteles en sus columnas,
sin entallados en las puertas, etcétera. La escultura queda relegada, ordinariamente, a relieves y
pequeñas figuras, casi siempre de dioses, y a trabajos de marfil y modelados de cerámica y terracotas.
La mayor pieza hallada en Canaán entre las esculturas de piedra es el ídolo del templo de Hasor de la
época del Bronce Reciente (ca. 1500 a. C.) que no llega al tamaño natural. Los idolillos y exvotos
hallados en los santuarios, especialmente baales de Ugarit, y tablillas de la diosa de la fecundidad
halladas en todas partes, nos hablan de un arte de origen remoto mesopotámico, pero de ejecución
egipcia. Tanto los idolillos como las plaquitas son de algunos centímetros de altura. Una excepción
puede ser la estela de la diosa serpiente de Tell Bayt Mirsim. Los marfiles tallados recuerdan los
egipcios, aunque ya se ven influjos mesopotámicos e incluso elementos de los nómadas del desierto.
Religión
El culto al dios El era propio de los pueblos cananeos en el siglo XXII a. C. Luego se difundiría entre
asirios y babilonios. Era la deidad principal, el rey, creador de todas las cosas, el juez que dictaba lo
que debían hacer tanto los hombres como los dioses.
Dadas esas características, para algunos, El era el apelativo con que se designaba por antonomasia a
Dagan (dios de los cereales).
A su vez era considerado como padre de Baal. La representación de Baal era también un toro joven
(becerro). En Ugarit el templo de Dagan y el de Baal estaban juntos.
Baal (b’l, dueño o señor) era una designación general que pasó a constituir la denominación de
Hadad, el dios de las lluvias, convertido en el «dueño» o «señor» por antonomasia en una sociedad
agrícola que vive pendiente de las lluvias para lograr las cosechas. En las tablas de Ugarit figura
también como el esposo (o hijo) de la diosa Asera (la madre de todos los dioses, la esposa celestial).
Las Cartas de Amarna (ca. 1480-1450 a. C.) han aportado los nombres cananeos de Yamir Dagan y
Dagan Takala (gobernantes de Ascalón), lo cual da testimonio de la antigüedad del culto a Dagan
entre los habitantes de Canaán, e introducida en Egipto en época de los hicsos.
Los antiguos hebreos habían vivido en Egipto bajo la influencia del culto al dios El (difundido por los
hicsos). Esos dioses impregnaban la vida del pueblo (según el Libro de Ezequiel 20:8).
Una vez en su Tierra Prometida, los hebreos quedaron rodeados de pueblos que adoraban al mismo
dios El-Il-Dagan y a su hijo Baal-Hadad-Hammon.
Los líderes hebreos justificaban sus guerras de aniquilamiento contra los pueblos vecinos como el
único medio para desechar el culto pagano a «los Baales» para servir al Dios único Yahvé, que les
permitiría vivir en un ámbito de justicia, verdad, rectitud y compasión, conceptos que los hebreos
aplicaban a sí mismos, mientras afirmaban que los pueblos cananeos eran mercaderes
acostumbrados al engaño para conseguir riquezas. Por eso afirmaban que Israel debía aniquilar a los
demás pueblos vecinos.
Comercio
La situación geográfica de Canaán fue siempre sumamente estratégica. Allí coincidían las rutas más
importantes del comercio mundial de la época. La flota mercante de los fenicios se hallaba muy activa
en el negocio de la púrpura. Las ciudades del interior tenían como patrimonio no solo la agricultura y
la ganadería sino también el comercio. Concurrían allí las caravanas de Asia Menor, Babilonia y Egipto
para el intercambio de una gran variedad de productos industriales y agrícolas. A los israelitas recién
salidos del desierto la vida de los cananeos debe haberles parecido en extremo lujosa.