Trauma Nuclear II

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TRAUMA NUCLEAR II

Hay que estudiarse los miedos, ir hacia adentro para descubrir a qué le
tenemos miedo. Parece que tenemos una maraña y hay que ir tirando de un
hilo de esta maraña para desvelar qué nos duele, a qué tenemos miedo.
Cuando lo identificamos, lo podemos mirar de frente y empezar a trabajar. 

El tema de los miedos se saca de los libros "La muerte lúcida" y "El trauma
nuclear". En la muerte lúcida hay todo un capítulo que habla sobre los
miedos. 

¿DE DÓNDE PROCEDE EL MIEDO?


El miedo es una energía de naturaleza emocional que se fija y se condensa
en torno a los grandes traumas emocionales del pasado evolutivo (nuestra
historia en la tierra, todas las vidas que hemos experimentado aquí). Estas
memorias traumáticas se conservan en el cuerpo de energía vida tras vida. 

Al cuerpo energético, que es el que queda tras la muerte, se le llama


también cuerpo emocional porque es donde quedan impresas todas estas
memorias de las experiencias vividas y que, de no haberse limpiado,
volverán con nosotros a la próxima vida para poderlo solucionar. 

Mientras no se resuelve, se reedita como un factor de vulnerabilidad en los


sucesivos cuerpos físicos. Renacemos en un cuerpo nuevo, pero con los
patrones ya impresos. Y a nada que actúe cualquier factor en la vida
presente desencadenante del patrón, tendremos activada la conexión con el
viejo trauma. Hemos nacido en un contexto familiar acorde a nuestro
trauma nuclear. Es una estrategia amorosa diseñada desde el cosmos para
poder resolver el trauma que llevamos arrastrando vida tras vida. 

Por eso, conocer los propios miedos, elimina el miedo a lo desconocido. 

El miedo lo sentimos, pero casi nunca nos atrevemos a mirarlo a los ojos.
En el momento en el que nos atrevemos a mirarlo y, sobre todo a ponerle
nombre, podemos empezar a afrontarlo y desaparece el miedo a lo
desconocido. 

El miedo sostiene el circuito de la preocupación y del sin vivir interno.


Cuando un miedo de los que surgen en la mente, se activa, se inicia una
escalada de pensamientos que se instalan en la cabeza y generan los rulos
mentales, que tienen el poder de anclarse y de centrarse en un solo
pensamiento, el que surge de ese miedo o esa preocupación. 

Es la emoción más dañina de todo el repertorio humano, pues tiene el poder


de paralizar, debilitar, distraer, enredar y no dejar ver o actuar con
claridad. 

El miedo es mental, incongruente y se organiza en base a ideas tremendas


que nos hacemos de cosas que, a menudo, ni siquiera conocemos, pero que
anticipamos como fatales o catastróficas. 

Lo que hay que hacer es tomar un miedo y tratar de seguirle la pista. 


Ej. Una persona que cuando habla en público, expone una opinión o un
sentir propio ante un público, le entra inseguridad, una sensación de no
saber si lo que está diciendo está bien, es inteligente  o no, si le va a
aprobar por lo que dice. Esa inseguridad le paraliza y le lleva a una idea fija
que le empezaba a decir cosas como, te van a dejar de querer porque lo
que dijiste no está bien...Detrás de esta inseguridad estaba el miedo, que
parece que son muchos, pero en realidad, es uno solo. El miedo a que la
dejaran de querer por lo que había dicho. Entonces se generan unos
pensamientos que se van retroalimentando entre sí y hacen que solo pueda
pensar en eso y en consecuencia, la persona se paraliza. Le distrae de todo
lo que pueda estar haciendo porque solo puede pensar en ello y en las
consecuencias que le va a traer eso (que no existe, que lo ha inventado a
partir de ese miedo) y por tanto, se descentra y se desequilibra. 

Se queda en la cabeza porque genera unos circuitos neuronales que se


graban en el cerebro y que a posteriori, ante el mínimo estímulo que tenga
que ver con la inseguridad, se activan desencadenando todo el proceso de
parálisis, debilitamiento, etc...

Cuando estamos en este punto, dejamos de percibir lo que realmente está


pasando porque nos hemos generado y asumido una realidad alternativa
catastrófica en la que nos mantenemos en la película que nos hemos creído.
Así estamos la mayoría de nosotros, viviendo en películas que nos hemos
generado a partir de preocupaciones, de miedos y demás. 

Una vez que se crea la película, generamos interpretaciones y asociaciones


que nos llevan a vivir en un lugar equivocado. Son mentiras que nacen a
partir del miedo. 

El miedo, además enhebra toda una serie de patologías con graves


consecuencias en el terreno evolutivo. Por ejemplo, el miedo paraliza a la
conciencia apartándola de su proyecto de vida. 

El miedo de por sí paraliza, te deja en un lugar de indefensión, de


inseguridad, te aleja de la toma de decisiones. Si no se toman decisiones,
no hay evolución. 

El proyecto de vida es la hebra a la que uno se agarra cuando va


descubriendo quién es para no perderse de nuevo. Además el camino del
proyecto de vida conduce a una vida lúcida, que está carente de miedos. 

El miedo aísla al individuo de sí mismo, privándolo de oportunidades. 


Vienen las oportunidades y el miedo paraliza sin poder avanzar. 

El miedo conduce a pautas regresivas y repetitivas del pasado que


incrementan y agravan la historia personal. En este sentido, el miedo es
revelados de inmadurez emocional.

Como uno, con el miedo no resuelve lo que viene a resolver, para


desentrañar el trauma, estaría bien mirar hacia atrás y observar esas
situaciones que se nos repiten. 
Ej: miedo a la soledad afectiva. La persona tenía que estar siempre en
pareja, entraba y salía de parejas constantemente por miedo a estar sola,
que tiene mucho que ver con su trauma nuclear de abandono. 

El miedo acarrea enfermedades por debilitamiento físico y psíquico y


desactiva a la conciencia. Ya venimos desconectados de la propia conciencia
por estar en un cuerpo de materia, pero con el miedo nos desconectamos
aun más. Y cuando vamos liberando estos miedos, no reconectamos con
ella. 

Las emociones no resueltas acaban en el cuerpo biológico, que es el cajón


de sastre de todo lo no resuelto en aspectos más sutiles. 

El miedo somete y manipula a la conciencia hasta niveles que atentan


incluso contra su propia ética. Convierte a la persona un títere del propio
miedo. 

A veces no tenemos miedo a la muerte, pero sí al sufrimiento previo a la


muerte. Esto no lo hemos vivido en esta vida y seguramente nos viene de
otra experiencia vital en la que nos puede haber pasado. Para desmantelar
los miedos vamos a tener que indagar en nuestra propia historia
trascendente. 

CONSECUENCIAS PATOLÓGICAS DE VIVIR CON MIEDO


Como consecuencia de vivir con miedo, la persona puede desarrollar en su
evolución los siguientes trastornos emocionales y mentales: 
1- Pensamiento obsesivo: una intensa focalización mental en torno a ideas
persistentes y recurrentes que limitan y restringen el espacio del
pensamiento de la persona nutriéndolo de miedo y de una excesiva
preocupación. El obsesivo consume su propia energía y crea hábitos de
pensamiento rumiantes muy difíciles de desmantelas aun cuando uno es
consciente de ello. Hay dificultad para en aquietamiento y el silencio
mental. 

Cuando hay una preocupación y entramos en bucle es muy difícil salir de


ahí. Nuestro cerebro no piensa, interpreta. Funciona por repetición para
ahorrar energía. Pero con los pensamientos repetitivos nos va en contra. SI
pensamos siempre negativamente, se generan sinapsis neuronales con
respecto a este pensamiento negativo y ya funcionan automáticamente sin
necesidad de activarlas. 

Hay una serie de ejercicios que ayudan a romper con este recorrido. Si
empezamos a pensar en algo que nos preocupa, en vez de dejar que siga el
curso de este pensamiento, hay que pararlo, por ejemplo con un "no"
rotundo, un "basta!!!", buscar una frase que corte. Si esto se va haciendo
con frecuencia, la energía cerebral, al encontrarse parada por ese camino,
busca otro alternativo. También se puede hacer algo físico, como ejercicio o
algo creativo. 

La curación de la obsesión da paso al pensamiento profundo, el


pensamiento de la conciencia, que es limpio, que no interpreta, que es una
de las cualidades del pensamiento, la no interpretación. 
2- Rigidez mental: vienen dada por una mente controladora, obsesiva que
se ha movido en entornos impuestos o no de ideologías, creencias y
parámetros de realidad muy cerrados, previsibles y controlados que han
terminado dándole seguridad. Hay dificultad para la confianza, la
espontaneidad y para producir cambios en la vida o en la visión de las
cosas. 

La curación de la rigidez mental se traduce en una poderosa determinación. 


3- Hiperactividad: cuando no proviene de una deficiente maduración del
lóbulo prefrontal, nos habla de una persona extremadamente dispersa que
no consigue focalizar la atención para planificar y ordenar adecuadamente
sus intereses por prioridades en el tiempo. Su capacidad de organización se
tambalea en medio de los cientos de temas que acuden a su entro de
interés y que no alcanza a desarrollar ni a concluir y que a menudo lo alejan
de  lo que le importa. Hay dificultad en serenarse y disfrutar de la vida. 

La curación de esto sería la capacidad de adaptarse con rapidez y facilidad a


distintas situaciones. 

4- Impaciencia: es una inmadurez con respecto a la duración de los


procesos temporales que requieren las cosas para adaptarse
convenientemente a los ritmos del tiempo humano y concentrar la atención
en el momento presente. El impaciente vive peleándose con el tiempo, va
por delante de los acontecimientos ligado a acciones desesperadas en una
compensación patológica de su inseguridad personal y desajuste temporal.
Hay desconfianza en las acciones depositadas en el tiempo y en su
culminación y también, dificultad para estar en el presente, confiando en la
cosecha de lo que ya se ha sembrado y ocupando productiva y
saludablemente el tiempo. La impaciencia es el caldo de cultivo de los
trastornos más graves de ansiedad y detrás de la ansiedad siempre hay
miedo, mucho miedo. 

La reflexión y la planificación estiran el tiempo que la impaciencia devora sin


provecho alguno. Es decir, la curación de la impaciencia nos trae la
planificación y la reflexión. 

Cuando hay algo que nos llama la atención sobre un miedo, lo observamos
y empezamos a tirar del hilo porque ese hilo nos va a mostrar algo de
nosotros, que podremos ver y encontraremos caminos para ir despejando
esos miedos. 

Cuanto más nos alejamos de nosotros mismos, más distorsión tenemos del
tiempo. O bien pasa volando, o bien se detiene. Cuanto más estamos en
eje, más nos apoderamos del tiempo. Para tener paciencia, hay que confiar
en los procesos y en el tiempo que estos requieren para darse. También hay
que confiar en lo que cada uno pone en el proceso, las acciones y decisiones
que se toman con respecto a un proyecto para que llegue a un resultado.
Tiene que pasar el tiempo para que estas acciones lleguen a su culminación
y he de confiar en eso que hemos hecho y en el proceso de su desarrollo
para llegar a concluirse. 
CÓMO TRABAJAR CON LOS MIEDOS
La naturaleza de los miedos es escurridiza y ambigua y una manera de
poder desenmascararla es empezando por conocer es carácter de nuestras
preocupaciones. Debajo de la preocupación subyace un miedo y debajo del
miedo hay un trauma emocional importante. 

Como las preocupaciones suelen estar más a la vista, podemos empezar por
localizar todo aquello que nos preocupa en la vida o en el momento actual.
Conviene registrar de forma clara y reflexiva sobre el papel los siguientes
aspectos: 
1 - Observar la naturaleza de lo que nos preocupa, a lo que estamos dando
vueltas continuamente de forma recurrente, lo que vuelve y vuelve y no
podemos apartar de nuestro espacio mental. 
2- Analizar cual es el miedo que se esconde detrás de esta preocupación. 

Ej: Una persona que se preocupa constantemente por el tema laboral. Su


ambiente laboral es hostil y le preocupa mucho y le viene constantemente.
Si miramos detrás de la preocupación, hay un miedo a decir las cosas claras
a los compañeros de trabajo o al jefe. Hay que poner límites, pero le da
miedo hacerlo porque quiere evitar el conflicto. Además si lo hiciera, se
podría quedar sin trabajo. Si se queda sin trabajo, aparece el miedo a
quedarse sin nada, el miedo a la pobreza. Este sería el miedo raíz, que tiene
que ver con el trauma. 

El pensamiento profundo nos ayuda a desvelar todo esto. 

Ej: Una persona adicta al tabaco. Hay un miedo a dejarlo. El primer miedo
que surge es al síndrome de abstinencia y a los altibajos emocionales que
conlleva: irritabilidad, ansiedad, tristeza (es un duelo). Detrás de esto está
el miedo a la locura. 

Parece que hay muchos miedos, pero hay uno de fondo que es el que
nuclea todo. 

Los miedos conviene nombrarlos con claridad, sin ambigüedades,


analizarlos y reagruparlos hasta dar con el miedo raíz. Por muchos miedos
que aparezcan en la lista, al final se termina resumiendo en un único miedo
nuclear. Con esto ya tenemos un 50% del trabajo hecho. 

Conociendo el miedo raíz o miedo nuclear, podemos encararlo, sacarlo de la


clandestinidad y empezar a trabajar con él, desdramatizarlo, familiarizarnos
con esta emoción y ser capaces de compartir lo que tanto tememos con
otras personas o en terapia. 

El miedo, ante todo, crea vacío de experiencia y no sabemos cómo actuar


ante esta situación. 

Ej: Una persona cuyo miedo raíz es la desconexión de sí misma, de su


esencia. Pero cuando miraba sus miedos, la desconexión no aparecía en el
escenario, estaba totalmente oculta y muy atrás. A veces tenía miedo a la
soledad, tenía inseguridad, que la fueran a dejar de querer por no hacer las
cosas bien... 
Una forma de empezar a hilar es pensar qué es lo primero que se nos viene
a la cabeza cuando no estamos trabajando u ocupados en algo o lo primero
que aparece al levantarnos por la mañana o por la noche, cunado no nos
podemos dormir, qué es lo que viene recurrentemente y que va dando
vueltas. Puede ser una preocupación, un sufrimiento, miedo a una situación
violenta, a un robo...Hay que anotarlo e ir haciendo un listado. Luego hay
que ir desvelando cada uno de estos miedos o preocupaciones yendo lo más
atrás o profundamente que podamos. 

Todos los miedos se pueden superar, pero hay que verlos para poder ir
desmontándolos capa a capa. Desarticular los circuitos neuronales lleva un
tiempo, un proceso. 

Lo que nos ayuda a desmantelar los miedos es desdramatizarlos. Como


nuestra mente nos lleva a ver una película cada vez más siniestra, el poder
detectar el  miedo o la preocupación y ponerle nombre, le quita mucho
poder y la capacidad de entristecernos porque el comprender inicia la
sanación. Lo que más nos paraliza es no ver lo que nos está pasando
porque no podemos comprenderlo y en consecuencia, no lo podemos
abordar. Una vez que lo entendemos mentalmente, lo bajamos al sentir y
tenemos una comprensión completa, desde la cual podemos empezar a
desmantelar. 

El siguiente paso es no quedarse a merced de las repercusiones que el


miedo produce, sino que cuando aparece, intentar mantener cierto control
para hacerse preguntas y encontrar respuestas, por ejemplo, tomar notas
de los aspectos de este tipo: 

- ¿Qué pensamiento o qué emoción ha originado este temor? y discriminar


con claridad.
- ¿Cuándo se ha desencadenado este miedo? En qué lugar, en qué
situación, estando con quién...debido a un comentario, un recuerdo.

Siempre conviene relacionarlo con otras situaciones anteriores en las que ya


nos hemos sentido así y establecer asociaciones, relacionar hechos que se
repiten, buscando el elemento común que tal vez, haga referencia a nuestro
trauma nuclear. 

- ¿Dónde me golpea ese miedo?, ¿en qué lugar físico me lo noto? Por
ejemplo, un nudo en la garganta, presión en el pecho, pinzamiento en ele
estómago, temblor...
- ¿En qué aspecto afectivo de afecta? Me siento víctima, me siento inútil,
rechazado...
- ¿En qué aspecto mental se mueve?, ¿Qué ideas irracionales aparecen?,
¿Qué guiones se ponen en marcha?... 

A partir de estas respuestas detectaremos los puntos de vulnerabilidad o


grietas por donde se debilita la estructura interna, así como las
repercusiones en la salud originadas por los reiterados bloqueos en los
puntos energéticos vitales, los cuales terminan en el tiempo, haciéndose
permanentes y materializando una patología de mayor o menor gravedad.
DESMONTAR EL CICLO DE LA PREOCUPACIÓN Y DEL MIEDO
Esta es la etapa que requiere más esfuerzo y trabajo por parte de la
persona, ya que toca ahora recurrir a la voluntad y a la disciplina. 

Hay que acumular grandes dosis de motivación y amor propio para paliar
los momentos de desaliento y tener la confianza absoluta en el éxito de la
tarea. Ya sabemos que el ciclo de la preocupación se instala a través de un
pensamiento que disocia a la persona y la sitúa en un determinado campo
emotivo. También puede desatarse a partir de un acontecimiento emocional
que disocia e instala un campo mental rígido en la persona. 

Ideas, emociones y campos de energía son indisociables. Lo que nos


interesa saber cual es la punta del hilo que tira de todo lo demás y cuándo y
dónde arranca ese circuito disociativo y patológico, que una vez  iniciado, es
tan difícil detener. 

La clave está ahí. Una vez detectado, a la más mínima señal, hay que
actuar con prontitud para detenerlo de inmediato. 

Conviene diseñar actividades alternativas que motiven a la persona y la


distraigan en estos momentos cruciales, aunque esto, al comienzo, suponga
una estrategia un poco forzada. Cada uno tiene que encontrar ese gancho
que le resulte atractivo y eficaz para cambiar el chip y que motive la
actuación de la férrea voluntad. A partir del momento en que se van
acortando los ciclos preocupantes con el esfuerzo sostenido en el tiempo
empiezan a desactivarse las secuencias neurales de esos guiones, pues el
encéfalo si no recibe estímulos se termina regenerando por una cuestión de
economía energética. 

Una vez que detectamos la preocupación, tenemos que prestar mucha


atención a como ha empezado, el momento inicial. Y cortarlo lo antes
posible. 

La disociación es un proceso tan natural en nosotros como respirar. La


disociación se produce cuando nuestro cuerpo de energía se separa un poco
de nuestro cuerpo físico y el campo de energía lo acompaña. El campo de
energía se agranda y acompaña al movimiento que hace el cuerpo de
energía. Este movimiento nos saca del pensamiento lineal, del pensamiento
del presente y nuestro rango de percepción se amplía. 

La preocupación nos genera una disociación, que nos saca del centro y del
eje de la realidad en la que estamos y ni siquiera podemos tirar del
pensamiento para salir de eso, ya que la disociación nos saca del
pensamiento lineal. 

En nuestra vida cotidiana, casi todo nos disocia porque la conciencia no


cabe en nuestro cerebro ni en nuestro cuerpo. La conciencia está por
encima y desde de ahí, con la energía maneja los dispositivos de la persona,
que son el cuerpo físico y el energético a través del campo que los mantiene
yuxtapuestos. Lo importante es educarnos en esta disociación porque si
sabemos manejar la disociación que nos lleva a un estado ampliado de
conciencia, vamos a ser capaces de traer mucha información que nuestros
sentidos no captan y solo lo capta la sensibilidad que se adquiere a partir de
la disociación. 

Por eso es importante aprender a manejarla porque nos va a permitir atraer


nuestra conciencia.  

PRÁCTICA ENERGÉTICA
Esta práctica nos va a llevar a poder sentir nuestros miedos, poder bajar al
cuerpo y hacernos conscientes de estas preocupaciones. Nos va a venir
información y hay que estar atentos a captarla, abiertos de corazón y de
cabeza a recibirla. 

Cerramos los ojos y buscamos una postura cómoda. 


Vamos a sentir el cuerpo, nos focalizamos en nuestro cuerpo físico y lo
recorremos de la cabeza a los pies. vamos a observar si haya algún punto
tenso o algún dolor y nos enfocamos en él. Entonces vamos a sacar energía
por este punto para poder aflojarlo. Llevamos el pensamiento a este lugar y
hacemos que por esta parte del cuerpo salga energía. 

Ahora vamos a ir llevando la atención al cerebro. Una vez ahí, vamos a


traer a nuestro campo mental todo aquello que recurrentemente nos
preocupa, el miedo que nos paraliza, las inseguridades que nos debilitan,
las vergüenzas que nos opacan. 

Vamos a dejar que vengan  a nosotros y las vamos a mirar, nos vamos a
permitir reconocerlos con mucho amor hacia nosotros mismos. Esto es un
ejercicio de amor hacia nosotros. 

Vamos a ir viendo estas cosas reflejadas en nuestro cerebro porque están


ahí. Todo esto empieza en la mente Y ahí, en esta mente se han creado los
circuitos mentales. 

Ahora vamos a tratar de localizar en qué zona del cerebro se localizan, si


están en el hemisferio derecho, el izquierdo, en la parte posterior,
frontal...Podemos sentir un cosquilleo, una pulsación, nos daremos cuenta a
nuestra manera, porque el cuerpo nos habla. 

Una vez localizado, vamos a desmantelar estas estructuras neuronales. 

Me empiezo a dar al orden clara, firme y amorosa de desmontar el área de


información que he localizado en el cerebro, sacarla para que los efectos de
ello ocurran en el tiempo. Darle tiempo significa que aunque esto vuelva, yo
ya sepa que se se está desarmando. 

Voy a sentir la energía que ahora mismo está concentrada en la cabeza


porque esta es la que está realizando la desarticulación de estos circuidos y
lo hace porque lo estamos decidiendo y ordenando con el pensamiento que
es el que moviliza la energía. 

Ahora percibimos como el cerebro, el tejido nervioso ha quedado disponible


nuevo, fresco con neuronas disponibles para nuevas sinapsis que no van a
filtrar más la vieja información. 
Ahora me voy a dar el tiempo de ir repasando lo que he ido sintiendo desde
el inicio, lo que he visto, la información que me ha llegado para poder darle
continuidad en mi trabajo personal. Esta información me está ayudando a
ser consciente de todo esto que estaba tapado. 

Y ahora, poco a poco y cuando sintamos que hemos integrado lo vivido,


vamos a ir moviendo los dedos de las manos, de los pies, para ir cerrando
la disociación, vamos volviendo al presente, al cuerpo, a la sala y al final,
abrimos los ojos. 

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