El Espiritu Del Judo

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ARTES MARCIALES NEGRO a > » ic 3 = ES A a ut mall | rule jeu EL ESPIRITU DEL JUDO “Charlas con mi Maestro” 2 ElEsptritu del Judo Diseiio de Portada: Grupo Budo Internacional Traduccién de: : Maria Dolores Sabido Editorial Eyras. Andrés Mellado, 42. 28015 Madrid. Teléfono 543 90 77. Fax: 544 63 24. Todos los derechos reservados para la edicién en lengua espaiiola. Probibida la reproduccién total 0 parcial por cualquier medio es- crita 0 bablado, o en cualquier soporte, magnético o electrénico sin ‘antorizacién de la empresa editorial. Edicién original Editions du Pavillon 1968, 1972 Edicion francesa revisada y aumentada BUDOSTORE 1993 ISBN: 84-85269-83-7 Depésito legal: M. 42879-1996 Produccién gréfica: SERGRAPH, El Esptritu delJudo 3 * PROLOGO DEL EDITOR FRANCES El Judo tiene Espiritu Conozco muchos paises en los que se practica este arte yen el que los participantes lucen medallas conseguidas en competiciones internacionales, pero que jamas han oido hablar del Kuzushi-Tsukuri-Kake y, por supuesto, tampoco del Shing-Gi-Tai. Su prictica, sin duda brillan- fe, se limita a una lucha agotadora que carece de futuro yal margen de toda tradici6n técnica o espiritual. Y si algunos de estos combatientes, atormentados por la ‘oscuridad que les rodea y con la sensacion de que algo les falta intentan salir del atolladero en que se encuen- tran, tendrin que hacerlo en otra parte, fuera de su pais, pero también, fuera de su disciplina, con el fin de que Meguen a renovarla con la riqueza que supone la practi- ca de adulto de un arte verdadero, capaz de conducirles @ una nueva forma de realizacion. Francia escapa a estas tristes perspectivas porque, si bien nuestra Federaci6n esté basada en la competicion de alto nivel, asume al mismo tiempo la doble identidad feal de la disciplina. Los profesores estén bien cualifica- dos y poseen, por lo general, una noble concepcién de €sta; los participantes alcanzan un buen nivel técnico y a los mas arriesgados se les ofrece la oportunidad de descubrir en los cursillos de perfeccionamicnto o en los lubes de élite, las técnicas mas elevadas, tanto francesas ¢omo de otros paises. Por otra parte, la ideologia del Judo, su misma mitologfa, esta siempre presente como Una garantia para quienes la merecen, como un guia a través de las esferas de la vida. wt 4 El Esptritu del Judo Pero sin la influencia de un hombre como Jean-Louis Jazarin, zque significaria el Judo francés? La Gnica diferencia existente entre los paises practican- tes del Judo, sin arte o espiritu, y el nuestro, en el que la ambicion de Jigoro Kano permanece casi intacta, es la existencia de hombres de pensamiento suficientemente que les permite captar el alcance real de las cosas y la energia suficiente para poder ofrecérsela a los dema El destino de este hombre, inventor, jefe de empresa, administrador, escritor, filsofo... y judoka consagrado a una edad en la que los demas abandonan y sin proble- mas para conseguir la celebridad y la gloria de un Campe6n del Mundo, se dedic6, sin embargo, a trabajar para que el Judo francés pudiera emprender su vuelo, a ayudar en la comprensién de un arte noble, a construir sobre esta idea las estructuras que lo protegerian y lo harian vivir mas allé de si mismo. Sin él, sin su exigen- cia, sin su sentido agudo de lo esencial que él contribu- yO a crear y, sobre todo, sin su trabajo educativo en el que supo convertirse en punta de lanza, la invencién sublime de Jigoro Kano, - poner al servicio de la huma- nidad las propiedades educativas del estudio de un arte marcial -, la esperanza extraordinaria de progreso indivi- dual y colectivo, se habria perdido para nosotros bajo el peso de la impaciencia, de la arrogancia y de los objeti- vos a corto plazo. Me gusta pensar en él como en un hombre que, por su entusiasmo, su energia, su nobleza de espiritu y de esti lo casi anénimo, ha modificado sutilmente el mundo, bajo el surco trazado por el genio indiscutible de Jigoro Kano, para que sea un poco mejor para nosotros, un poco menos sombrio. El Espiritu delJudo 5 x Los dos libros de Jazarin, “Judo, escuela de la vida", y sobre todo éste, “Espiritu del Judo,” son los breviarios del practicante. Cuando en los primeros tiempos, el Judo habia exaltado los “misterios” de esta disciplina oriental en la que el débil derrota al fuerte, 0 se exhibe lo bruto sin esfuerzo, de forma que el entusiasmo nuevo y pro- gresivo del piiblico conducia sutilmente la disciplina hacia los Juegos Olimpicos. Jean-Louis P. Jazarin supo siempre, y a tiempo, dar la dimensi6n espiritual del Budo, fijar sus limites, situarlos en las perspectivas infi nitas del pensamiento oriental, y todo esto sin afectacién y con todo el compromiso de un espiritu elevado y sen- sible, y plenamente adulto. Para él, - y ésta es la raz6n por la que sus libros permanecen actuales para todos los budokas-, la prictica, sin importar cual sea el razo miento, se halla en el centro de todo. Jamas se permitié hablar demasiado y hacer poco a pesar de la edad y las lesiones, y jamas se olvid6 de mostrar la misma humil- dad que todos nosotros ante el ejercicio regular de la dis- ciplina. Lef este libro por consejo de mi padre que le conocia y le admiraba, y toda mi generacion hizo lo mismo. Ahora mi hijo, un joven judoka, ha comenzado a leerlo con el mismo entusiasmo y placer que yo. No hay duda de que esta nueva edici6n llegaré a jovenes practicante: ¥ me siento feliz por ello, “El Espiritu del Judo” no enve- jece y si la practica sincera tiene algo de eterno, esta obra, que es la expresi6n mas pura de una experiencia profunda y verdadera del practicante, no est sometida al tiempo. Thierry Plée | of 6 ELEsptritu del Judo | * a Ja-D6 El Esptritu delJudo 7 #* EL AUTOR Hace exactamente 50 aios, en Julio de 1943, regres ba a casa para las vacaciones de verano. Mi padre, J.L Jazarin me dijo: “Te convendria hacer Judo.” Acababan de abrirse algunas escuelas de Ju Jitsu en Paris, y mi padre y yo fuimos al Jiu-Jitsu Club de Roule, en el pequeito apartamento 121 de la Salle Pleyel. Yo acaba- ba de cumplir 17 anos y mi padre tenia 42 Estabamos en guerra y debo sefalar que, en esta €poca “heroica’, las condiciones para practicar Judo eran pésimas. El tatami estaba formado por diez centimetros de serrin recubiertos por una hoja de contrachapado para evitar los bultos, y todo ello cubierto una tela verde muy estirada. Podriamos decir que era un tatami impro- visado. No tenfamos kimonos y los que el club nos daba estaban hechos de una tela més 4spera que la del fatami. (Alli quedaron muchos trozos de piel de nues- tros nudillos, dedos, codos y rodillas! Estos comienzos no eran faciles para un hombre de 42 aiios, y sin embargo, persever6, estudi6, trabaj6. Pocos aiios antes de su muerte, consiguié el 6° Dan; a titulo péstumo se le concedié el 7° Dan. Fue alumno del Maestro Minosouke Kawaishi, y durante muchos aos, de su asistente, el Maestro Shozo Awazu, actualmente 9 Dan. Fue Presidente’ del Judo Club de Roule y Vicepresidente de la Federaci6n francesa de Judo; mas tarde, en 1953, le nombraron Presidente del Colegio Nacional de Cinturones Negros de Francia permane- Giendo 23 afios en el cargo y, con la ayuda del Ma # 8 El Espiritu del Judo Haku Michigami, 9 Dan, mantuvo alta y pura la ense- fAanza del Judo “original”, lo mismo que ensefio su creador el Maestro Jigoro Kano: ser, ante todo, un ‘Camino’, (Do), para la formacién del hombre; un camino en el que el combate era un medio y no un fin Desde de 1938 fue discipulo y amigo de un gran maestro, un sabio monje hindG, con el que se inici6 en, el estudio de las enseftanzas y filosofias salidas de lo que, de modo ambiguo, se denomina hinduismo. Fue también creador y promotor de una empresa industrial y se comprometié con movimientos sociales y sindica les. Era todo lo contrario a un “sonador’. Su unién con el Judo se debi sobre todo, a lo que él llamé un “Camino”. Camino de accién, practica efi- caz que le permitia aprender a “través del cuerpo” sin pasar necesariamente por el intelecto. Consider6 el Judo como un camino educativo, varonil, excepcional, {que podia convertir a los jévenes en hombres fuertes sanos ¥ pacificos, tiles a sus semejantes, mas sociables y humanos, gracias la renuncia progresiva de los com- plejos de inferioridad que afectan a la mayoria de ellos. Solia decir: “aquellos hombres formados en la escue- la de Judo mediante el trabajo diario, se abren ense- guida’a un conocimiento més profundo de ellos mis mos y de los demas. Una meditaci6n constante dentro del mas intenso trabajo, llegaré a descubrirlos dimen- ynes, generalmente desconocidas, de la existencia susceptibles de iluminar sus vidas” Nos dej6 en 1982, y los actuales dirigentes del Judo francés hacen frecuentes referencias a sus escritos y opiniones. Pierre Jazarin El Espiritu delJudo 9 PROLOGO Elsefor Jazarin me ha hecho el honor de presentar su libro “El Espiritu del Judo”; lo he leido con gran placer y confio en que nuestros més grandes filésofos orien- tales lo bendigan Conoci a Jazarin tras mi llegada a Francia en 1933, y nos encontramos por primera vez en el cursillo de Thonon, en una noche serena, iluminada por una luna maravillosa, y en la que, lejos de los mios, mi pensa- miento se hallaba en mi pais, Japon. Aquel hombre sonriente, dulce, leno del espiritu oriental, se convirti6 en mi amigo inmediatamente. Encontré en él todo el ambiente y la cultura en la que estaba acostumbrado a vivir. Los afios han consolidado este sentimiento y se ha convertido en mi hermano mayor o en un padre. Su conocimiento del espiritu y las filosofias orientales, le hhan permitido liberar y comprender el sentido profundo del Judo Tradicional. Y, como un Samurai, ha luchado siempre para mantener el verdadero Judo a pesar de todo. En esta lucha he permanecido a Su lado con todas mis fuerzas. A veces, ha sido duro pero jamais nos ha fal- tado nuestra fe en la verdad y nuestro entusiasmo En los momentos mas dificiles, su calma, su sereni- dad, su valor han sido perfectos a pesar de las critic Jos ataques y las murmuraciones de quienes solo habi- an visto en el Judo un deporte sin espiritu y sin alma: Jazarin conocié el Judo a una edad en la que la mayoria Se prepara para retirarse. Gracias a un trabajo esforzado y @ pesar de todas las lesiones que sufri6 en las competicio- Res, pudo acceder a los grados mas elevados en Fran Siempre ha mantenido la idea de que el espiritu del 10 ElEsptritu del Judo Judo era inseparable de un trabajo enconado y perse- verante. Muchos han creido, erroneamente, que el esp ritu del Judo era, solamente, fruto de las meditaciones. Jazarin, con su propio ejemplo, ha querido demostrar que la meditaci6n se halla en el centro de la accién mas intensa. Cuando mas duro es el combate, mas bella es la vie~ toria y mas profunda es la lecci6n que se puede, - y se debe -, sacar de ella ‘A través de entrenamientos duros:y largos, adquirié un conocimiento exacto del Judo junto a varios japo- neses expertos, en especial en el Ne-Waza, ¢l Judo al suelo, Los articulos que escribi6 en revistas especializadas en los comienzos del Judo en Francia han servido como alimento espiritual a todos los practicantes. Les ha ayu- dado a comprender el pensamiento oriental y el con- cepto que los japoneses tienen de las artes marciales. Por entonces, Jazarin, fuera de sus responsabilidades como Presidente del Colegio Nacional de Cinturones Negros de Francia, dirigia prosperamente una impor- tante empresa industrial, aplicando a la vida diaria, - como debe hacerse -, las técnicas mentales del Judo. Japén conoce todo su trabajo y, por ello, es un gran honor para mi, presentar su primer libro. Estoy seguro de que su lectura nos aportara a todos, judokas 0 no, una ayuda moral, una forma de cono- cernos a nosotros mismos, de progresar y de encontrar, en este siglo XX, la calma y la serenidad: la Verdad. Maestro H. MICHIGAMI 9° DAN El Espiritu deljJudo 11 #8 CAPITULO 1 jAl fin he conseguido mi Cinturén Negro! jCrei que jamas Ilegaria este momento! Numerosas. competicio- nes, un trabajo agotador y decepcionante, cuatro afios de esfuerzos y altibajos, me habian levado hasta el Cinturén Negro, ler Dan. Con verdadera alegria firmé, en el Colegio de Cinturones Negros, el: compromiso de honor de conti- nuar al servicio del Judo toda mi vida, salvo impedi- mento grave. Permanecer a la gran fraternidad de los Cinturones Negros me causaba una profunda alegria. La camaraderia, la amistad entre ellos, el respeto a una jerarquia en la que habia alcanzado el primer escalén me abrian a un mundo nuevo, como una vida dentro de la vida. Ante mi se hallaba una perspectiva de estu- dios y trabajo. Me habia esforzado mucho en los especiales y habia repetido centenares de veces las entradas de esos movi- mientos. Durante mucho tiempo me result6 inttil y, de repente, un dia aquello comenzé a funcionar. Tenia la costumbre de preguntar constantemente a mi Maestro y cuando le decia: “Maestro, zlo hago bien?”, él me res- pondia invariablemente: “Si, pero mas rapido". Con el tiempo llegué a comprender que el trabajo me iba a descubrir la forma y el tiempo de mis movimientos. El Maestro nos habia ensefado la base fundamental. el Nage-no-Kata, que mostraba la forma clasica y exac- ta del movimiento pero yo tenia que adaptarla a mi morfologia y temperamento mediante el entrenamiento constante. Cuando me excedia en mis preguntas me miraba irritado y, con aquella voz ronca, intensa que #12 El Espiritu del Judo parecia salir del vientre, me decia: “Mental malo; siem- pre hablar, siempre preguntar!”, Con el kimono empa- pado de sudor, dejaba el tatami y, tras saludar al Dojo, pasaba delante del Maestro, camino de la ducha; me miraba sonriente y me decia: “Mental malo!”. Pero en su sonrisa y su mirada habia una cierta bondad, con una mezcla de dulzura y ternura que me estimulaba y me confortaba. Para llegar a Cintur6n Negro tuve que comenzar por Cintur6n Blanco y pasar luego al amarillo, al naranja, al verde, al azul y, finalmente, al marr6n. Recuerdo lo que tuve que sufrir; no me gustaba caer y,en el fondo, la caida me humillaba tanto que legué a temerla. Cuando era Cinturén Verde, era bastante agresivo y nervioso; el resultado, rotura de costillas. Durante un Ushiro-Goshi, en una llave y queriendo evi- tar la caida, quise poner la mano en el suelo con el brazo extendido; resultado, doble fractura del brazo y mes y medio en casa, escayolado y sin poder practicar, interesante experiencia la del sufrimiento. Me emocio- 1n6, aun lo recuerdo, la amabilidad de la gente en gene- el asiento, incluidas las chicas, jovenes y bonitas, Cuando llegé el momento abandoné la escayola, casi con tristeza, para, convertirme de nuevo en un mortal vulgar y corriente. Cuando la levantaron comprendi lo que podia sentir un caracol al que le quitan su concha. {Qué brazo tan pequefio, qué misculos tan flojos, qué frio, qué aspec- to tan lamentable! jEsta la fuerza de la que, a veces, nos sentimos tan orgullosos! Como todo el mundo, habia leido algunos libros sobre Judo y los filésofos orientales; “Zen”, de Adams ral. En el Metro, todo el mundo me cedii El Espiritu delJudo 13 Beck, me encant6; describia el Judo como una discipli- na extraordinaria, susceptible de desarrollar en el hom- bre, no solo poderes casi sobrehumanos, sino también, estados de consciencia reveladores de una realidad trascendente. Aunque los personajes fueran imagina- ios, quedaban en sus relatos acentos de sinceridad que debian corresponder a algo. Por otra parte, ya habia descubierto un cierto cambio en mi vida, no sabria decir exactamente el qué, pero yo me sentia mas fuer- te, mas enérgico y mas tranquilo a la vez. Estaba mas equilibrado. Habia estudiado también una serie de libros hindties sobre Yoga y uno de ellos, también de ‘Adams Beck, “El descubrimiento del Yoga”, que aun- que me gust6 menos que el anterior, me confirmé en Ia idea de que existia un estrecho parentesco entre las disciplinas orientales. Conoci también a un Hatha-Yogi hindG que hacia lo que queria con su cuerpo, contro- Jando los paquetes musculares aisladamente, haciéndo- Jos trabajar juntos o por separado. Actuando sobre los esfinteres de la vejiga y el ano podia llenar su vejiga 0 Su intestino de agua y vaciarlos a voluntad. Era capaz de parar su respiraci6n ¢ incluso su corazon, y todo ello controlado por los médicos con el fonendoscopio en la mano. Semejante dominio solo era posible mediante una educaci6n apropiada; el yogi me lo con- firmé y la prictica de algunos ejercicios que me ense- AG me reafirmaron en esta convicci6n. La lectura sobre las proezas y el extraordinario domi- nio de los Samurai japoneses, su espiritu caballeresco de sacrificio y lealtad, su serenidad ante el sufrimiento y la muerte, me llev6 a encarar mi timidez y el herme- tismo de mi Maestro de Judo. 14. El Espiritu del Judo Nos habia hecho descansar mucho tiempo en silencio, los ojos cerrados, sentados a la japonesa, sobre los talo- nes y las rodillas, en una postura que el denominaba Zazen, una palabra que encerraba Zen. Tras ese rato de descanso, pasaba cerca de nosotros tocando nuestro vientre. Queria que estuviera duro, tenso, mientras que el resto del cuerpo debia permanecer relajado. Luego, con toda la energia concentrada en el bajo vientre suel- to nos hacia lanzar un Kiai fuerte. Le hacia mucha gra- cia nuestro Kiai y decia a algunos: *;Oh! No ser Kiai como grito cachorro.” Queria que el Kiai sonara ronco y profundo como un rugido leonino. Habfa leido un libro sobre la ceremonia japonesa del 1é, que es una expresi6n tipica del Zen, un ceremonial maravillosos, lleno de silencio ¢ intuici6n. En una oca- si6n, me fijé en un dije en forma de flor estilizada que colgaba de la cadena del reloj del Maestro y le pregun- t€ lo que era: “Es flor de té. En Japén, yo ocupar de organizar la ceremonia’. Sin duda, conocia el Zen, Cuando habiamos terminado, muchas veces me que- daba sentado en el tatami en posicién Zazen, con los ojos cerrados e intentando dejar la mente en blanco sin pensar en nada, en total reposo interior. Cada vez que abria los ojos encontraba la mirada del Maestro sobre mi. Una tarde, después de la ducha, me acerqué mien- tras fumaba tranquilamente sentado a su mesa. Habia que echarle valor para hablarle y romper su mutismo: “Maestro, ¢qué es el Zen?”. Un largo silencio respondi6 a mi pregunta, después una sonrisa abierta con una expresi6n indefinible de bondad y dulzura: * Mental malo; dejar de trabajar!” Y aftadio: @Conocer a X? El Esptritu delJudo 15 *#% “No Maestro” sams trabajar con él? + No Maestro Con aire satisfecho me dio un numero teléfono: “Tu llamar X y decir que necesario estar aqui el ju yes, después de comer, a las 2, con kimono, y tu tam- bien.” ‘Me preguntaba qué podia significar esto. Cuando lle- gué el jueves a las 2 de la tarde, X estaba alli; mi Maestro estaba en kimono, con su cinturon de ceremo- nas, rojo y blanco, sentado sobre el tatami. Mi sorpre- sa fue temenda. Jamas se ponia el kimono para las cla- ses normales. Alli estibamos los tres solos. Terminadas las presentaciones, el Maestro pregunto a X: *4Tu conocer. “Nage-No-Kata?” Si, respondié él; hace dos aftos que lo pasé’ “Si hacer dos afios, conocer también Kata” *Si, Maestro”, respondié algo azorado” Bien, entonces empezar Kata’, dijo el Maestro. Desde el momento de las presentaciones me di cuen- ta de que mi adversario estaba muy alterado. Pero la cosa iba a ser peor; habia dejado de trabajar Kata durante esos dos afios y habia olvidado y mezclado las aves y las series En cuanto a mi, no me sentia dema siado seguro de mi propio Kata y hacia esfuerzos desesperados para no mezclarlos. El Maestro, impertur- bable, nos hacia parar y comenzar de nuevo. Cuando terminamos el Nage-no-Kata, cada uno como Tori y Uke, no sospech4bamos lo que nos iba a suceder. El Maestro se sent6 a su mesa y anoté algo en un Papel; luego se acerc6 a nosotros tranquilo y con los brazos cruzados: “Mas Kata”. Durante ocho horas per- #16 El Espiritu del Judo manecimos trabajando Kata, como Tori y Uke, sin con- tar las correcciones. X, que no entendia el sentido de esta prueba, se mostraba abatido en los cortos descan- sos de que disfrutabamos. Por mi parte, desde la segun- da repetici6n, habia comprendido que mi Maestro pre- tendia imponerme una prueba fuera de lo comén en respuesta a mi pregunta sobre el Zen. Desde ese momento permaneci tranquilo en posicién Zazen entre cada Kata, dispuesto a todo, incluso a morir si fuera necesario antes que desfallecer. Al fin comprendimos: * Final de Kata; ahora Randori muy deprisa”, Feliz de ver que mi calvario habia termi- nado, empecé un Randori con toda mi fuerza, con dife- rentes combinaciones. Nos dej6 descansar y luego nos ordené hacer més Randori y mas deprisa. Era incapaz de sentir algo y hubiera podido arrojarme desde un pri- mer piso sin alterarme. Apenas habiamos llegado al vestuario cuando el Maestro nos alcanz6, su mirada grave y dura; toc6 nuestros vientres con las puntas de Jos dedos, especialmente el mio. Bruscamente dijo: “Buen Randori’ luego, se volvi6 y se alejé con su paso deslizante, lento y calmado, como si tanteara el suelo antes de poner el pie Durante mucho tiempo medité sobre el sentido de esta dura prueba. Lejos de criticar a mi Maestro, me sentia un tanto honrado ante la idea de haberme con- siderado capaz de soportarla. Senti que acababa de recibir parte de la respuesta a mi pregunta: ";Qué es el Zen? OO El Espiritu delJudo 17 - CAPITULO 2 Pocos dias después de conseguir mi Cinturén Negro, el Maestro nos reunié a todos los que habiamos ascen- dido e hizo cerrar la puerta con lave con el fin de que nadie penetrara en el Dojo. “Ahora, vosotros, Cinturén Negro, necesario estudiar Kuatsu, pero ser ensefianza secreta; antes, promesa necesaria, nunca hablar’. Cada uno, de rodillas, debimos pronunciar el jura- mento, con la mano derecha levantada, de que jamas revelariamos la ensefianza del Kuatsu, a excepci6n de un Cintur6n Negro © con una autorizaci6n expresa El aprendizaje del Kuatsu era necesario para los Ginturones Negros, ya que al hacerse cargo de la res- ponsabilidad de un curso, deberian estar en condicio- nes para reanimar a cualquiera que se hubiera desma- yado accidentalmente o sufrido un acceso de estrangu- lamiento. Después de que el Maestro nos mostrara los procedi- mientos y los puntos de reanimacién, invité a algunos de nosotros a probar, de forma voluntaria, el estrangu- lamiento y la reanimaci6n. Las reacciones de los que fueron estrangulados variaron segin los temperamen- tos de cada uno, aunque la técnica fue la misma para todos: Gyaku-Jujijime. Unos enrojecieron y otros se pusieron palidos; algunos enmudecieron y otros grita- ton y hubo, también, quien padecié espasmos; noso- tros nos divertiamos viendo a alguno saltar como una tana sobre el tatami cada vez que se le queria hacer reanimaci6n. En mi caso no perdi totalmente el cono- cimiento, pero senti un curioso movimiento de mis bra- 18 El Espiritu del Judo 20s y mis piernas en forma de olas y tenia una sensa- cin agradable de independencia en relaci6n con mi cuerpo, que se agitaba mientras yo le miraba serena- mente, sin poder alguno sobre él. Las técnicas de reanimacion eran muy eficaces y bas taban algunos segundos para “resucitar’ al paciente. Esto nos proporcionaba una sensacion de seguridad. El Maestro insistia en la necesidad de la calma absoluta y la de precipitacion por parte del que reanimaba. Su ejemplo era impresionante; sujetaba sin prisa y con una cierta solemnidad al paciente y, con precision, concen- tracion y resolucion, le aplicaba unas técnicas que eran totalmente eficaces. A esto siguié la ensefanza de algu- nas técnicas de Sei-Fu-Ku, - que no eran secretas -, pata el tratamiento de luxaciones, reducciones de fractura y algunas precauciones de medicina de urgencia. Esta sesion nos permitié adentrarnos mas en la pro- fundidad del Judo € hizo que comenzaramos a sentir- nos Cinturones Negros, con la dignidad y la responsa bilidad correspondiente. La imposici6n solemne de nuestro Cinturén dio lugar a una ceremonia emocionante. Estaban presentes todos los Cinturones Negros antiguos, de rodillas ante el Dojo; nosotros llevabamos el Cintur6n Marron. Todo el mundo saludé al Maestro que llevaba puesto su cintu- r6n rojo y blanco; después nos llam6 uno por uno y nos hizo quitarnos el Cintur6n Marrén; él nos cifé el Cinturon Negro que anud6 con cuidado. Tras el saludo, regresamos a nuestros lugares, mudos por la emocién, Inclinacin general y practica del primer Randori con Jos antiguos que rivalizaban con nosotros en cortesia mientras nos zurraban cordialmente. El Esptritu delJudo 19 * Sin embargo, algo me preocupaba durante el Kuatsu sor qué, si las técnicas de estrangulamiento se ense- faban a cualquiera, se hacia un misterio de las técnicas que permitian reparar el daho causado? Por mas que buscaba, no encontraba una respuesta adecuada, asi que decidi preguntarle al Maestro, a pesar del valor qu hacia falta para hablarle. Le observaba durante la clase buscando el momento idéneo para abordarle. Al final, se presenté la ocasi6n. “Sensei, le dije bruscamente, por qué Kuatsu secreto y Shime-Waza no secreto? ‘Me mir6 pensativo y permanecié un instante en silen- cio; después se rié sin responder. Tras unos momentos que me parecicron cternos, dijo solamente: “En Japén, siempre asi” “Pero Sensei, jhay algunos libros que explican el y no ‘Secreto! Movi6 dulcemente la cabeza: “No vale; explicacin Kuatsu libros no suficiente, no posible buen Kuatsu, necesario practicar con Maestro! Y se sumergié en un silencio hermético. Me decidi a resolver este tema por mi mismo. ;Su explicaci6n no era itil a mi logica occidental: conocer Ja forma de hacer dafio y mantener en secreto el medio de curar! Muchos médicos, conocidos mias, aombrados ante la €ficacia de los procedimientos de reanimacién del Kuatsu, no dudaron en aprender Judo y obtener el Cinturén Negro con el fin de acceder a los diferentes Kuatsu secretos. A fuerza de reflexionar sobre esta contradiccion, y aprendiendo a comprender un poco las técnicas de la » 20 El Espiritu del Judo accion indirecta orientales, decidi que mis pensamientos debian ir encaminados en esa direccion. Después de algan tiempo crei comprender que si, a la vez que se aplicaban los procedimientos de estrangulamiento se realizaban los de reanimaci6n, aquellos que practicaran Judo y Ju-Jutsu careciendo de escripulos, podrian estrangular no importa aquien, como 0 dénde, y todo ello degeneraria muy pron- to en peligrosos abusos susceptibles de producir los peo- res accidentes y acto: Pero, gno habria una forma de mantener en secreto los estrangulamientos? Si, pero las formas de hacer dafto se descubren més facilmente que las de salvamento, y mas de un violento descubriria, por si mismo, algunos estrangula- mientos eficaces. Por lo demas, solo con ver practicar a los antiguos, los nuevos descubririan fécilmente algunas de esas técnicas clasicas de estrangular. El hecho de que los Cinturones Negros debieran mantener en secreto la ensefianza de Kuatsu era, sin duda, una sabia medida que servia para moderar el uso de estrangulamien- tos entre los nuevos practicantes e implicaba la presencia de, ‘al menos, un Cinturén Negro en cada sesion de entrena- miento que, al mismo tiempo, limitaba los posibles compor- tamientos peligrosos de los practicantes, mds © menos cons- cientes del peligro. En la creencia de que habia descubierto una de las razo- nes profundas del’secreto del Kuatsu, decidi mantenerla limpia en mi coraz6n. Intenté buscar un momento en el que pudiera hablar con el Maestro y cuando le vi en su Dojo, fumando un pitillo tranquilamente, con la mirada perdida en la lejania, me atrevi a interrumpir su soledad y le dije “Sensei, creo comprender porqué Kuatsu secreto”. El Espiritu delJudo 21 # Su mirada serena se pos6 en mi sin apenas sorpresa Le expliqué mi hipotesis y sonri6, por decirlo de algan modo, desde su vientre, porque en su enigmitica son- fisa habia algo bueno, sdlido e, incluso, de dureza, que parecia venir del Hara, el centro de la fuerza dominada. “7, mental malo, siempre buscar; mejor practicar, pero, a pesar de todo, comprender algo de Japon. Tu explicacion no mal, algo verdad”. ¥ de nuevo, su mirada se perdié a lo lejos como si yo hubiera desaparecido de su presencia. Me retiré suave- ‘mente con un “gracias, Sensei” que él parecié no escu- char. Si era imposible obtener una respuesta larga a un pregunta, me quedaba la certeza de que, si no habia ‘comprendido todas las razones del secreto del Kuatsu al menos lo que habia descubierto no era falso. En aquella época, el.ntimero de Cinturones Negros Gecia ripidamente, lo que complicaba la ensefanza colectiva de Kuatsu. El Maestro autoriz6 a algunos pro- fesores, clegidos de entre sus m4s antiguos alumnos, a nsefiarlo a los nuevos. Pidié a los recién ascendidos que se dirigieran a sus profesores. Tno de ellos dijo al Maestro: *Yo no aceptar Kuatsu de mi profesor; es mejor que tu me ensefies’ El Maestro le mir6 serenamente. Nosotros esperamos Una de esas duras colocaciones a las que era tan afi Gionado. Para sorpresa nuestra, mir6 al joven de una forma dulce y dura a la vez y le dijo: “Tu no gustar tu Profesor pero yo imposible negar Kuatsu. Pero aqui en. Dojo muchas moscas, - era verano + jnecesario atrapar Yeinte moscas antes! 22. El Espiritu del Judo Ante los Cinturones Negros alli presentes, y que ape- nas podian contener la risa, nuestro compaiero corrio por el Dojo dando manotazos a las moscas que se pars ban en las paredes. Estaba rojo de célera y humillacién, pero queria su Kuatsu. Cuando cogié las veinte moscas se las llev6 al Maestro, quien las puso sobre su mesa y empe76 a contarlas sin prisa y completamente serio como si estuviera contando billetes de banco. La canti- dad era correcta Se levant6 y, dulcemente, con gran interés le ensefié el Kuatsu. No sé si lo que ardia en su interior le permitié aprender algo de esta lecci6n. Pero, tras los saludos rituales, abandons el Dojo bajo la mira- da ironica de sus companeros y jamis regres6. Sila mayoria se rié de lo que parecia ser una tonteria del Maestro es que no comprendieron el sentido, Las conversaciones en el vestuario me demostraron que algunos solo creyeron que se trataba de una prueba 0, incluso, de un castigo, cuyo sentido se les escapaba. En cuanto al protagonista , obstinado y orgulloso, me temo que aun no lo ha entendido. ‘Sin embargo para mi, el sentido de la actitud del Maestro qued6 clara en poco tiempo. En esta forma inmediata pero indirecta de actuar que tienen los maes- tros orientales, esto significaba mds o menos, lo siguiente: “te niegas a recibir la ensefianza del Kuatsu por tu profesor, por orgullo. Dudas de su sabiduria y, sin dudar, humillas también a tu Maestro delante de todos. Por otra parte, y como Cinturén Negro, tenes derecho a recibir la ensefianza y yo no puedo negirte- la, pero antes debo humillarte como tu humillas a tu propio Maestro. Te comportas como un nino y debo tratarte como tal’ El Espiritu delJudo 23 * Mis adelante, le pregunté si mi interpretacién era correcta. Sin responderme, me miré y se echo a reir. Comprendi que habia adivinado el sentido de la pari- ola. ¥, de este modo, progresamos firmemente apo- yados en Ia fuerza interior de nuestro Maestro. Todos Jos que conocimos aquella época heroica guardamos de ella una profunda nostalgia CAPITULO 3 Para comprender determinados métodos orientales educativos a través del Judo, no esti de més contar algunas anécdotas, Si un alumno nuevo solicitaba inscribirse en el club, debia esperar pacientemente a que el Maestro encarga- do de manejar las fichas llenas de ideogramas, se dig- nara fijarse en él. Cuando, por fin, levantaba los ojos, Je preguntaba “qué quieres?” de una forma que hacia balbucear al alumno: “yo... yo quisiera aprender Judo’ #{Ah!", se limitaba a responder y, sin una palabra més, Te entregaba una hoja mimeografiada en la que debi Tesponder muchas preguntas; también le daba un 14 y le decia: *jescribe!”. Pero éso no era todo. El lapiz no efa un lapiz cualquiera; para empezar, era pequefo y Ia punta, que no estaba sujeta a la madera, se escondia al empezar a escribir. Dejando al pobre alumno que se defendiera como pudiera rellenando la hoja, el Maestro fingia ignorarle y seguia rellenando las fichas de ideo- Gramas. Segiin el caracter, el alumno se irritaba, protes- taba 0, por el contrario, buscaba una formula para uti- lizar el dichoso épiz. Algunos, impacientes, lo dejaban @un lado y utilizaban su propia estilografica o lo que #24 = El Espiritu del Judo tuvieran. A continuacién, el Maestro le decia simple- mente: “tal dia a tal hora”. Pero lo que el postulante no sabia era que habia quedado una ficha abierta a su nombre en la que, con caracteres japoneses, el Maestro habia anotado sus reacciones sobre la “prueba lépiz’ En una ocasién, un Cinturén Marrén que vio como sus compajieros se presentaban al examen de Cinturon Negro, se indign6 al ver que le dejaban un lado. Se acerc6 al Maestro y le pregunt6: “Por qué nunca me presenta para examinarme de Cinturén Negro?” El Maestro sacé lentamente la ficha del alumno y le respondié: i “Tu no posible Cinturén Negro porque ti mental malo’. Por qué me llama mental malo, Maestro?", le pre- gunté el alumno. “Tal dia, a tal hora, tu llegar Dojo con nov no saludarme. Novia no educada” “Pero Maestro, si mi novia no ser educada, jno ser culpa mia!” El se agarr6 a esta respuesta para contestarle en tono perentorio: “Cinturén Negro necesario saber elegir novia educa- da” fi Sobra decir que aprendié la leccién y que, poco des- pués, fue presentado al examen. ‘Aquellas fichas pequefias jugaban un papel importan- te. Un dia, el Maestro me cont6 que un alumno, dos afios mas antiguo que yo, durante una competicion de entrenamiento en el Dojo, habia derrotado a otro con determinado movimiento y que este tard6 tres meses , y novia El Esptritu delJudo 25 #* mas en conseguir su Cintur6n Azul porque habia pa do por delante de la mesa del Maestro sin saludar. En otra ocasion, en el vestuario, el Maestro amonest6 guno de sus alumnos, hoy un alto grado del Judo fran- és, y, con la ficha en la mano y una voz calmada y un tanto ronca, le dijo. Tal dia, a tal hora, te secaste con la toalla de Tal; otro dia con otra de Cual .”Y asi, fue recordandole todas Iz yeees que habia utilizado las toallas de otros y, de fepente, cambiando la voz y con su dedo indice pric- ticamente clavado en el pobre alumno acorralado con- ita la pared del vestuario, grit6, con un auténtico Kiai 4¥ hoy usar mi toalla.! El alumno se qued6 mirando, con la cara palida, G6mo el Maestro se daba la vuelta con calma y se ale- jaba con su paso lento y reposado. Tras el estupor se rodujo un estallido de risa ante la idea de que alguien se habia atrevido a utilizar Ia toalla del Maestro. Algunos de los presentes, jamas olvidaron la escena Cuando el Maestro nos llamaba a combatir en com- Peticién, (Shiai), no toleraba la falta de sinceridad en el Combate. En cuanto descubria el menor truco o indo- Tencia, paraba el combate y, por toda explicaci6n, de: ‘Pedia a la pareja un seco *imentales malos!” que hac Pfesagiar un castigo que jamis dejaba de llegar bajo Una forma u ott: Una tarde llamé a dos de sus mejores alumnos para Participar en una competicién. Desde el comienzo, amibos, que estaban cansados después de varias horas de Randori, decidieron hacer una lucha suave y amis- fosa. El Maestro, sentado a su mesa les prestaba una felativa atencién. La lucha seguia minuto tras minuto, y #26 El Esptritu del Judo el Maestro no les mandaba parar... Naturalmente: jse habia marchado! Su capacidad de concentraci6n era extraordinaria; era capaz, en los combates de exhibicién, de arbitrar durante horas sin que su atencion decayera por un segundo. Pero al mismo tiempo, quedaba claro que mis all4 del resultado de la lucha estaba su interés por la formaci6n del carécter de sus alumnos. Demasiada facilidad era perjudicial; era necesario que todo fuera siempre dificil. Aquel que se embriagaba enseguida con sus victorias y se les “subian a la cabeza”, como deca el Maestro, rapidamente se daba cuenta de que la roca Tarpeya no estaba lejos del Capitolio. La modestia es una cualidad esencial para progresar en Judo, como en todo, y mi Maestro se encargaba de entrenarnos en ella sin pronunciar una palabra. Si un compafiero bien preparado, estaba seguro de que ya bia llegado al maximo; nadie como él tenia el arte de elegir a los adversarios susceptibles de hacerle cambiar de opini6n. Si a alguno “se le habia subido a la c za’, le hacia combatir, delante de todos los compane- ros contra un adversario que “casualmente” tenia el tama, los modales o la técnica que no le convenian Nuestro compafiero, tan preparado, se agotaba de forma lamentable; si esto no bastaba, el Maestro ense- fiaba a otro, en secreto, “el movimiento” que le permi- tirfa derrotar a la gran figura. Su c: henchida de orgullo se “desinflaba” por segundos y el resultado de semejante adiestramiento era unos momentos de dis- gusto hacia si mismo, hacia el Judo y- hacia todo, Entonces, el Maestro le decia en un tono inimitable “todavia necesario mucho trabajo, no haber trabajo El Espiritu delJudo 27 # suficiente”. Si el engreido habia sabido encajar la humi- flacion; volvia a su trabajo con la modestia suficiente, cto de una leccin bien aprendida y convirtién dose realmente en lo que habia creido ser. Guando se ascendia de grado, los ex4menes no se rea- fizaban igual que ahora. Cada candidato al ler Dan ter enfrentarse a una linea formada por un Cinturén Naranja, dos Verdes, un Azul y un Marr6n, clegidos por €| Maestro. sobra decir que cuando no queria que un alumno pasara el examen no lo pasaba; elegia para él el Tipo de adversarios que se lo impedirian “Ante los Kata y los eximenes técnicos era despiada- do. Después de tres faltas cometidas paraba el combate sin comentar cual habia sido el ertor cometido. En el fondo, sus conocimientos humanos y técnicos ran tan amplios que él “sabia” cuando uno de sus alumnos Podia alcanzar un Dan determinado. El examen era un Puro formulismo que satisfacia nuestro espiritu occiden- fal tan amigo del automatismo en los resultade Para él era también un test mental que obligaba al can- fo a dominar su miedo, su angustia, su timidez. Elno tenia necesidad de nada de esto: jél sabia! Un me coment6 que si se volvia de repente y-veia Saminar a un Judoka por el tatami por primera vez, fa suficiente para saber lo que daria de si en Judo; #0 me parecia incretble en aquellos tiempos. Hoy fendo que un experio pueda hacerlo. A veces, en eximenes de Kata daba la sensaci6n de estar fbido por algo, pero no se habia perdido una de Jas faltas cometidas, incluso aquellas que s habiamos pasado por alto, a pesar de estar a la lucha 28 El Espiritu del Judo Durante una competici6n en el extranjero, dos 6° Dan japoneses hicieron una exhibicion de Kime-No-Kata (Kata de la decision con daga, sable y Kiai). Una vez terminada me pregunt6, con indiferencia, mi opinion sobre ese Kata, y yo le respondi espontineamente: ‘No me ha gustado mucho’ Se volvi6 lentamente hacia mi y mirandome fria- mente: “Tu conocer Kime-No-Kata?’ Me di cuenta de que habia caido en la trampa ueno, no conocer bien, pero...”. Me interrumpi “Si no conocer bien, no posible juzgar Kata’. Hizo la misma pregunta a unos cuantos compafieros y, antes de que le hubieran respondido les decia mien- tras me Senalaba con el dedo: “preguntar su opini6n, él saber’. Sufri estoicamente, la avalancha que se me vino encima pero, a partir de entonces me aseguré siempre de mis conocimientos antes de dar mi opini6n, y pre- feri escuchar las de los otros. Es menos peligroso. Cuando comprendimos que, tras estas ensefanzas severas, el Maestro solo pretendia nuestra evolucién hacia un estado superior, las aceptamos sin rechistar por muy duras que pudieran restultarnos en ¢ momento. Y, mas 0 menos, és0 era todo; a veces, y en especial al final de los cursos de verano, solia reunirnos alrede- dor de una mesa. Alli, las conversaciones eran libres aunque él hablaba poco pero, de vez en cuando, nos contaba alguna historia de su vida en Japon, en América, Inglaterra, Alemania, etc. Cantaba con fre- cuencia y nos invitaba a hacerlo. Este ambiente de camaraderia tenia un cardcter tan especial que todos los El Espiritu delJudo 29 + que hemos vivido esos momentos guardamos un recuerdo imborrable. En uno de esos raros momentos de intimidad y con- fianza en los que me atrevia a hablar con él, le pre- gunté sobre el aspecto mis profundo del Judo y sobre “su conexi6n con el Zen. Me escuch6 con amabilidad. Este hombre, tan duro, tan hermético, tan cerrado, tenia, algunas veces, momentos de confianza, de dul- zura e, incluso, de ingenuidad infantil, y aquel fue uno de ellos. “(Oh!, conozco bien los temas del Zen , pero no gus- far hablar, fatigarme mucho. Pero tengo un gran amigo, gran sabio y gran Judoka, que hablar bien francés y muchos mds idiomas, que viajar mucho por el mundo iSitu querer, ser muy bueno y gran Maestro para ti!” *Pero, zme aceptari como alumno?” “Si yo pedir, él aceptar. Ser igual que yo pero mejor; 4 poder explicar, yo no” Tentamente, tom6 una hoja de papel que rellené de lina serie de caracteres estéticos que yo no entendia; la metid en un sobre en el que escribié el nombre y la direccion de un lugar a unos kilometros de Paris; delan- fe de mi hablo por teléfono en su idioma, del que solo entendi mi nombre que el repitié varias veces; después Me dijo simplemente: “mafana por la manana 10 . Ni siquiera me pregunt6 si podia o no. Me senti confuso ante la gran aventura que iba a omenzar; le di las gracias efusivamente y me fui con Ta cabeza llena de ‘suefios. Lo que no sabia es que ese Mismo dia comenzaba una vida nueva para mi. * 30 ElEspiritu del Judo CAPITULO 4 ‘Al dia siguiente, antes de las diez de la mafiana y des pués de quedarme libre de todo, recorri los casi trein- ta kilometros que me separaban del lugar donde resi- dia el Maestro al que iba a conocer, con una mezcla de excitaci6n y serenidad. Su residencia estaba rodeada de muros y me parecié que era muy grande a juzgar por la distancia que tuve que recorrer desde Ia valla hasta Ja puerta de entrada. Después de entreabrir una puerta lateral, un hombre pequefio de estatura, japonés, vie namita, chino, -jyo que sé!-, pero asidtico, me abri6 sonriendo amablemente y me indic6 que entrara y me dirigiera directamente hacia el castillo, visible a unos cientos de metros. Caminé por entre dos hileras de rosas plantadas, aparentemente de forma descuidada, al borde del camino de acceso. A cada lado del castillo, rodeado de praderas de hierba en las que pacfan algunas yacas, unos bosquecillos, con 4rboles de diferentes olores, cortaban la perspectiva de las praderas. El cas- tillo era de estilo clasico, s6lido y burgués, pero todo el conjunto producia una sensacién de calma y de paz. Un gato se estiraba perezosamente en una esca- linata fijando en mi sus ojos verdes; las mariposas volaban sobre las flores y los insectos zumbaban, y en el cielo aparecian algunas nubes ligeras mientras que la brisa acariciaba los arbustos. Ganado por este ambiente empecé a subir lenta- mente la escalinata, cuando la gran puerta se abri6 sin ruido apareciendo en el umbral una silueta que, al verla me dej6 mudo. Supe al momento que se trataba El Espiritu delJudo 31 # de mi Maestro que habia salido a recibirme; me senti jnvadido por una extrafa sensacion, intimidado y, a la ez, sosegado. Me acerqué a él espontineamente como si volviera a encontrar a un ser querido al que tno habia visto hacia mucho tiempo. Solo después ana- jicé la complejidad de las sensaciones que me habian envuelto en ese momento: en aquel instante solo sabia que una corriente de simpatia me habia llevado hhacia él y solo sentia confusion pero seguridad ante fodo lo que este encuentro iba a tener de importancia para mi y para mi vida No habia hecho demasiadas conjeturas sobre cémo podria ser mi Maestro antes de llegar hasta alli pero, inconscientemente, me di cuenta de que le habia ima- ginado como un hombre mayor, venerable, bastante ascético e, incluso, con barba; me quedé aténito cuan- do vi que era un hombre alto, de aspecto atlético, que me sacaba la cabeza y que no llevaba barba. Parecia fener unos cuarenta afios y lo que primero me sorpren- did fue su mirada; sus ojos, ligeramente oblicuos, brilla- ban como ascuas y emanaba de ellos una luz célida, a Ta vez dulce, penetrante, inflexible, parecia que me atra- Yesaban como si fueran Rayos X. Era imposible ocultar lgo a esos ojos. Me sentia escrutado pero no juzgado, Solo comprendido, Para resaltar la benevolencia de su Mirada, su cara estaba iluminada por una sonrisa. Los Tabios entreabiertos se elevaban de forma natural en las €omisuras, haciendo resaltar una alegria y una serenidad Permanente. Una ola de afecto inundaba esa cara en la ue una inteligencia evidente armonizaba con una €xtremada amabilidad. Su color eta moreno; su pelo, Regro y bastante largo; un mech6n cruzaba su frente. #32 ElEspiritu del Judo Su estatura hacia resaltar una majestuosidad natural, una actitud noble en la que no existia orgullo 0 afecta- cién, y habia en él, por encima de su bondad y cor- dialidad, una especie de independencia que le hacia parecer mas lejano que proximo. Quiz4 se pudiera alcanzar una cierta intimidad con él, pero jamas una familiaridad. Me tendi6 su larga mano, bella y nerviosa que con- trastaba con la calma olimpica de su persona. Estaba vestido con una tinica de color azafrén rosado que igual podia ser chino, hinda o japonés y que alargaba, aun més su figura. Se excus6 diciéndome: “Te recibo como a un amigo, vestido de diario. Te esperaba impa- ciente porque tu Maestro de Judo me ha hablado de ti de tal forma que ya deseaba conocerte. Debo afiadir que eres tal y como yo habia pensado” Su voz era profunda y bien timbrada, hablaba un fran- cés muy correcto con un pequefio acento indefinible que le daba un encanto sutil y ex6tico a sus palabras. Me invit6 a entrar como si no fuera la primera vez y me conociera de siempre. Parecia como si continuara un encuentro con él que habia sido interrumpido. ‘A través de un amplio recibidor en penumbra, en el que vagamente pude distinguir una decoraci6n sobria a base de algunos objetos de cobre brillante que conte- n flores, me conduyjo hacia el primer piso. Una mesa escritorio occidental y grande, pesadas alfombras que cubrian el suelo y una biblioteca impresionante llena de libros encuademnados en ristica era todo lo que adornaba la habitacion, En el aire se respiraba un per- fume penetrante que exhalaban una vara de incienso y un gran ramo de rosas y lis colocado en un soberbio El Espiritu delJudo 33 + jarron chino. Dos amplios y confortables sillones esta- ban situados frente a una bahia que se abria sobre un magnifico parque. A lo lejos se extendia una gran pra dera rodeada a un lado por hermosos pinos y al otro suntuosos castafos Ilenos de flores. El panorama me dej6 mudo de admiracion. *Siéntate”, dijo mientras acercaba un sill6n; él se senté frente a mi y permanecimos en silencio un instante que se me hizo demasiado largo. Podria decir que entendi ese silencio apenas interrumpido por el tintineo lejano ¥ cadencioso de las esquilas de las vacas. Sobre la mesa centelleaba el extremo de la vara de incienso mientras el humo ascendia recto como un trazo. A mi espiritu Hegaba el canto del poeta: “tu solo eres orden y belle- Za, lujo, calma y voluptuosidad. < El Maestro rompié repentinamente el silencio devol- ‘Yiéndome a la realidad con una pregunta directa mien- tras me miraba ‘Por qué has elegido la vida del Judo?” Era una pregunta que aun no me habia hecho a mi mismo y que me sentia incapaz de respon- der. Se dio cuenta y me hizo la segunda pregunta: “;qué te interesa del Zen? 5 Respondi: “Maestro, conozco muy poco sobre Judo y Solo intuyo mi interés por el Zen, pero algo dentro de Mi me dice que hay una uni6n entre Judo y Zen y ambos pueden ayudarme a comprender la verdad de Ti Vida y a conocerme mejor. Creo que la necesidad de combate del Judo me obliga a ser honesto conmi- ‘BO mismo y con los demas. Los fildsofos, que intentan €Xplicar la vida y nos alimentan con razonamientos Para vivir mejor, solo se limitan a pensar. Pero el pen- Samiento se aleja de los hechos y la verdad debe abar- 34 ElEsptritu del Judo car también la acci6n. El pensamiento como tal, no me satisface, tengo necesidad de sentir, de tocar aque- Ilo que es real. Maestro, :podriais y querriais ayudar me a encontrar lo que busco?”. Esperaba su respuesta casi sin aliento. Me mir6 sonriente: ‘Si, hijo mio, puedo y quiero.” ‘A partir de ese momento su cara se cubrid con una expresi6n solemne. Yo le miraba emocionado y con- el valor de un com- fa vencido de que su respuesta te promiso para abrir las puertas a mi esperanza. No teni edad suficiente para ser mi padre y, sin embargo, no me sorprendi6 que me Ilamara hijo mio. Esto dejaba claro, desde un principio, nuestras relaciones sobre una base que me agradaba. Sin conocer atin nada de él, me daba cuenta de que era sabio y prudente y que, a sus ojos, yo solo era un nifio. “Maestro, gaceptareis responder a todas mis pregun- tas aunque parezcan estipidas? Mi Maestro de Judo me dijo que podria preguntaros sobre cualquier tema”. Se echo a reir, dejando al descubierto una hile- ra de dientes perfectos y blancos, un poco echados hacia fuera. Seguro, haré lo que pueda. He visto y comprendido muchas cosas y he tenido maestros muy sabios y pru- dentes pero, en el fondo, soy muy ignorante. Vuestro Newton, que fue un gran sabio dijo: “jSomos como nifios que juegan con guijarros en la playa, mientras que el océano de lo desconocido se estrella contra todo! Cualquiera que sea la parte de circulo de los conocimientos de un hombre, cuanto més grande es, mayor es la conciencia de lo desconocido. “No crea que soy modesto, soy consciente”, afadi6. El Esptritu delJudo 35 # “Maestro, puesto que sois amigo de mi Maestro de ido supongo que habéis estudiado las artes marciales fen Japon”. Asi es, como casi todos los japoneses que proceden de una familia tradicional, como es mi caso. Siendo muy joven fui confiado a Maestros a los que jamais ‘yeneraré lo suficiente”. Una pregunta me quemaba los labios y no me atrevia @hacerla, pero me lancé: #Cual es vuestro grado en artes Marciales? ®No por mis méritos sino por la gracia de mis Maestros tecibi el 8° Dan de Judo, el 6° Dan de Kendo. También he estudiado el Kyudo, el Aikido y el Karate pero al mismo tiempo y de forma paralela practiqué el Kyudo bajo la direcci6n de Maestros Zen’ Me habia dejado estupefacto, sin saber que decir. Se dio cuenta de mi azoramiento y afadié sonriendo: “ahora procuro ser un hombre sencillo, normal y sin- er, y €s0 es lo mis dificil Esta Gltima frase me parecié algo gracioso; més tarde, descubri que encerraba una profunda verdad. Se levan- 16 con soltura y me llev6 del brazo mientras me decia *esto es s6lo una primera toma de contacto. Me alegro Ge conocerte y creo que nos entenderemos bien. Wamame y ven siempre que quieras” No recuerdo nada de mi regreso a Paris ese dia; no vi el camino, las calles.o los coches; me encontré en cas: Bahtado de una especie de paz que antes no habia ‘conocido. 36 El Esptritu del Judo CAPITULO 5 Aquella mafana, una ligera bruma cubria los Arboles y las praderas con una luz diferente. Parecia que todo estaba més silencioso que de costumbre. El criado que me abrié la puerta me dijo que mi Maestro me espera- ba en su Dojo, bastante alejado de la casa principal. Me condujo por varios caminos, todos cubiertos de rocio, hacia un edificio de madera rodeado de grandes pinos; las tejas estaban pintada de un verde cobrizo que armo- nizaba perfectamente con el tono gris verdoso de las agujas de los pinos. Unas cuantas rocas cubiertas de moho parecian jalonar, como por azar, el sendero que conducia a la entrada del Dojo, mientras que los ramos de flores salvajes brotaban por doquier a sus pies. Un camino de piedras blancas, planas y pulidas pero desi- guales, conducia a un porche de madera barnizada, con un tejadillo bajo el que se suspendia un enorme gong en bronce patinado, a cuyo lado se encontraba un mazo hecho de una vara larga.y flexible que terminaba en una especie de bola de cuero. El criado que me habia acompatiado se inclind pro fundamente y se retir6 después de indicarme una puer- ta lateral de corredera. Solo ante ella, apenas me atre- via a entrar; no sabia lo que me iba a encontrar. {Deberia anunciarme? Ahi estaba el gong, pero si lo tocaba podia interrumpir una meditacién. Permaneci perplejo hasta que resonaron varios Kiai fuertes como el rugido de una fiera a punto de atacar, Sin dudarlo y con decisin pero con suavidad, empujé la puerta Alli estaba mi Maestro, solo, en medio del Dojo, ves tido de Judogi y de una especie de tinica azul oscuro El Espiritu delJudo 37 9 que los practicantes de Kendo llaman Hakama. Su aspecto imponente adquiria aqui el caricter de una divinidad trigica. Con la Katana desenvainada, realiza- ba movimientos flexibles y giles como el rayo, prece- didos por una inmovilidad en la que todas las fuerzas de su ser parecian concentradas, igual que una pante- fa preparada para saltar. En efecto, saltaba precedido 0 seguido del destello de la espada con la que se defen= dia 0 atacaba a un adversario invisible. Un Kiai impre- sionante me invadi6 de una vibracién que me dejé tem- Bloroso como si hubiera sufrido una desintegracion interior. Parecia no verme y continuaba su danza trigi- €a como si yo no estuviera alli. De vez en cuando metia la espaca en Ia vaina sujeta a su cintura con un Movimiento ligero y preciso, para desenvainarla brus- €amente y saltar, de nuevo, como si tuviera que atacar @ muchos enemigos que le rodeaban, y de los que se Gefendia con un movimiento circular y fulminante. Su Gira estaba empapada de sudor. Instintivamente me Rabia quitado los zapatos e, inclinéndome, entré en el Tatami de origen japonés y me senté en un rincén, sin decir una palabra. Al mismo tiempo que contemplaba este baile dramé fico y solitario, miraba la sala sin mobiliario ¢ ilumi- Bada por la luz que se filtraba por las ventanas que Parecian hechas de papel engomado, que dejaba fil- War una luz dulce, apacible y limpia. Por toda decora- 6A, en el tabique del fondo de madera pintada en @2Ul oscuro, figuraba un ideograma en oro que yo ya €ONocia: el Do que se halla en el nombre de todas las Aftes Marciales tradicionales: Ju-Do, Ken-Do, Kyu-Do, Aiki-Do, etc. Do, el Camino. . #38 El Espiritu del Judo Enel rincén opuesto al que yo ocupaba, un Toconoma, de una madera rara y preciosa, sostenia un jarr6n de por- celana fina en el que dos lirios malva, artisticamente colo- cados, mostraban sus elegantes formas que evocaban, la gracia, la fragilidad y la tenacidad audaz de la vida. El fuerte olor que despedia el cuerpo del hombre en combate era resaltado por el perfume de una varita de incienso cuyo humo se elevaba tembloroso. |Qué sim- plicidad y que belleza se encerraba en aquel lugar! Todo sugeria todo. Nada se imponfa, salvo la sinfonia grave, libre, fuerte y serena que nacia esponténeamen- te de mi coraz6n. Entré en una especie de sueio lici- do; mis propios contoros se difuminaban y la propia consciencia apenas se distinguia de la de los objetos que me rodeaban y de la extraordinaria danza que mi Maestro realizaba, del mismo modo que la vida gira alrededor de la muerte. De repente, todo se paraliz6, El Maestro, que comba- tia a una méscara de Samurai, se arrodill6 suavemente de cara al ideograma Do y, tras unos instantes de inmovilidad, se inclin6; luego se volvié hacia mi y vol vi6 a inclinarse del mismo modo. Imiténdole, hice.lo mismo y permanecimos un instante en silencio. Ahora la calma era densa, la mente estaba en blanco y la res- piraci6n lenta La voz serena y profunda de mi Maestro respondi6 a una pregunta que no habia formulado y que acababa de nacer en mi. A pesar del intenso esfuerzo que habia realizado, su calma era perfecta y su respiracion suave. ‘Me inclino ante el signo Do porque representa al fin, el camino a recorrer, al Maestro que me ha ensenado y a mi mismo”. El Espiritu delJudo 39 »* {A vos mismo? yo mismo, es decir, mi verdadero yo". *Maestro, :podriais explicérmelo de forma mis clara?; no puedo entenderlo’ Sonrié y la expresiOn, antes risuefia de sus ojos, se vyolvi6 seria *Hiijo, el cuerpo que tienes delante de ti, ses verdade- famente yo? Si fuera asi, la mas minima modificacin de lese cuerpo deberia modificarme “a mi”. He sido un ‘nio, un joven, soy un hombre y seré un viejo. He esta- do enfermo, sano, he sido fuerte, débil, he perdido algunos dientes, me han extraido el apéndice, he engor- dado y también adelgazado, etc. Me refiero a todas estas modificaciones como incidentes que han afectado a una de mis propiedades; ellas me pertenecen, pero no soy *Y0". Por otra parte, el sentido comin no se equivoca y Por és es correcto que diga “mi cuerpo”. el cuerpo es un instrumento maravilloso para moverse y actuar en €sle mundo. Fst formado de alimento. Si yo no comie- f@, donde estaria mi cuerpo?; podria ser la mitad de Meso y, sin embargo, “yo” me sentiria entero y uno. Y €5 probable que, aunque fisicamente me sintiera débil, Mi conciencia estar viva, més 4gil, més liicida. No, Mi cuerpo no soy yo. Si mi conciencia le abandonara Sfia algo inerte ¢ insensible como cualquier cosa.” Estoy de acuerdo, Maestro, pero entonces, zquien S0is vos y quien soy yo?, y

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