2.de Sal y Arena - .Escrito en Las - Elisabeth Deveraux
2.de Sal y Arena - .Escrito en Las - Elisabeth Deveraux
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Y
Arena…
Escrito en las arenas del tiempo…
Segunda parte:
Sombras del Pasado.
Elisabeth Deveraux.
SIPNOSIS:
¿Qué pasa cuando todo en lo que crees no es verdad?
Cuando las emociones tienen su propio lenguaje...
Cuando las palabras cobran poder...
Cuando en todo en lo que crees se desvanece...
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
CAPÍTULO I
Ana cerró la puerta principal apoyándose en ella, estaba agotada. Por fin
se habían ido los últimos invitados. Había sido el día más espectacular de los
últimos años. Pero las tensiones del día, empezaban a pasarle factura. Sus
hijos, estaban en la cocina hablando de mil temas a la vez, ponerse al día
después de casi tres años, llevaría su tiempo. Esa noche, su hijo dormiría en
casa, en su casa, ese era sin duda el mejor regalo que una madre podría
recibir el día de Navidad.
Entró a la cocina y se los quedó mirando, le iba a estallar el corazón de
dicha sólo con verlos allí, reunidos alrededor de la mesa. Tenía hasta ganas
de llorar de alegría. Últimamente iban de sorpresa en sorpresa pero la del día
de hoy, no tenía parangón. Bueno, eso y descubrir que el legado de poder de
su familia, corría por las venas de su hijo, de poco le da algo cuando se enteró
unas horas antes.
─¡Qué pasada! Has viajado por medio mundo. Tiene que ser increíble -
dijo Clara extasiada mientras escuchaba hablar a su hermano de los lugares
que había recorrido - pero podrías haber escrito o llamar para hacernos saber
que estabas vivo - el reproche estaba claro.
Alex miró a su melliza con una mueca. Sabía que tenía razón pero las
cosas no siempre eran blancas o negras.
─Bueno, ahora eso no importa - acotó Ana acercándose a la mesa - lo
importante es que está aquí, con nosotros - dijo dándole un leve apretón en el
hombro a su hijo - lo demás lo iremos poco a poco solucionando.
─No hay una respuesta fácil - dijo Alex arrastrando las palabras.
─No te preocupes, nos hemos vuelto especialistas en complicarnos la
vida - comentó Júlia con una sonrisa traviesa.
Clara sonrió divertida ante el comentario de su hermana. Cuando le
explicaran toooodo lo que había pasado a su mellizo, pensó, seguro que salía
corriendo.
─Mamá. ¿Qué pasó con papá? - no bien hizo la pregunta, el ambiente de
la cocina cambió drásticamente.
Ana miró a su hijo con el dolor reflejado en las pupilas. Había aguantado
el día estoicamente pero entendía su necesidad de saber. Se sentó a su lado
con un suspiro. Sus hijas se apartaron para hacerle sitio. Sabían que la
explicación no sería fácil. Para ninguna.
─Era viernes, tu padre se fue a trabajar antes de la hora acostumbrada
porque tenía trabajo pendiente y quería acabarlo lo antes posible. Ese fin de
semana queríamos hacer una escapada y si no terminaba dentro de los plazos,
tendría que ir el sábado por la mañana. Nos dimos un beso de despedida
como siempre y acordamos que el primero que llegase a casa, se encargaba
de preparar la cena - Ana hablaba despacio, recordando el funesto día que
empezó como cualquier otro - a media mañana, mi jefa se pasó por la planta
donde yo estaba trabajando, para informarme de que papá había ingresado
muy grave en urgencias. No me lo podía creer…Hicieron todo lo que
pudieron pero cuarenta y cinco minutos después...Había muerto - hizo una
pausa, era doloroso recordar aquellos momentos de angustia - chocó
frontalmente contra otro vehículo que se salió de su carril. El otro conductor
falleció en el acto. Al parecer estaba borracho, fue una cena de empresa que
se alargó hasta la madrugada...si hubiera salido a la hora acostumbrada, aún
estaría con nosotros.
─¿Qué pasa y que es tan urgente? - fue su saludo no bien Ana abrió la
puerta.
─Hola para ti también - repuso con ironía.
Entraron a la cocina y Ana se dirigió a la cafetera.
─¿Té o café?
─Café gracias - dijo sin prestar mucha atención - Ana ¿Qué pasa?
Ana se tomó su tiempo en contestar. Sara por su parte se estaba poniendo
ansiosa por momentos. Su amiga no era de las que se paraba a pensar lo que
iba a decir.
─Vamos a tener problemas.
Sara alzó las cejas esperando a que se explicara. Ana se acercó a la mesa
con las tazas y el azucarero.
─Ana, me estás poniendo nerviosa .
─He tenido una visión esta mañana - Sara se había imaginado que sería
algo así - el problema es que ha sido diferente...Me estaba avisando de un
peligro, de hecho he sentido como todo mi cuerpo se ponía
alerta...Exactamente igual que hace veinticinco años.
Ana esperó a que su amiga asimilara lo que le acababa de decir.
─Pero...Tu madre ya no está...Quiero decir que...No sé qué quiero decir...
¿Qué has visto Ana?
─He visto a unos hombres acechando a Elena y a mi hijo corriendo por
un camino oscuro pero no estaba huyendo, era más bien el cazador y a ti
llorando en brazos de mi hermano - ahora venía cuando le daba algo a su
amiga - también he visto a César, estaba en un coche esperando...Su cara era
una máscara de furia, después lo he visto conduciendo a toda velocidad...
─¿César? No lo entiendo...él no tiene nada que ver con nosotros...Quiero
decir que está conmigo pero...
─No he terminado.
─¿Aún hay más? - su cara lo decía todo.
─He tenido la sensación de que me estaban vigilando, mi sexto sentido ha
funcionado como un radar. He visto a un individuo dentro de un coche
observándome, cuando se ha percatado, ha arrancado el coche y se ha ido.
Sara estaba boquiabierta, sabía que su amiga no era una paranoica, pero
un hombre dentro de un coche, podía estar esperando a alguien.
─Ana cielo, no digo que no vieras lo que dices, pero el hombre podía
estar esperando a su esposa...
─Sara mi sexto sentido se ha puesto por decirlo de alguna manera en
piloto automático y cuando he descubierto al tipo ese, se me han encendido
todas las luces rojas de mi cerebro. Sólo sé que es peligroso, que me estaba
siguiendo y que nos va a traer problemas.
─Y ¿Las visiones las has tenido también esta mañana? - Sara estaba
blanca como la tiza. Aunque intentaba que no se le notara, empezaba a estar
asustada.
─Las he tenido un momento antes, cuando ha pasado sabía que era una
advertencia...No sé explicarlo mejor.
─No tiene sentido, quiero decir que no eres una persona famosa ni rica ni
nada de nada...
─Llevo dándole vueltas al asunto desde entonces - dijo Ana frotándose la
parte posterior del cuello, la tensión le estaba pasando factura - no sé cómo
hacer para provocarme las visiones. No pongas esa cara. Llevo todo el día
intentándolo.
Ahora sí que no sabía que pensar. ¿Ana intentando provocarse visiones?
¿Su Ana?
─Dime quién eres y qué has hecho con mi amiga - dijo mordaz.
Ana frunció el ceño.
─Me alegro que te diviertas - dijo cáustica - parece que se te olvida que tu
querido César está involucrado de alguna manera.
El amago de sonrisa en el rostro de Sara, murió sin apenas mostrarse.
─Crees...que corre peligro - no era una pregunta.
Ana dejó escapar un suspiro en voz alta mesándose los cabellos.
- Sara, no lo sé - dijo frustrada - quería hablarlo contigo y ver qué
hacemos.
- Ana dices que sentiste lo mismo que aquella noche, para mí es
suficiente.
─Ya, pero no ocurrió. ¿Entiendes? No tengo una maldita prueba de que
aquello hubiera llegado a pasar, sólo las visiones. ¿Y sí me equivoqué? Hace
poco te vi llorando como si te hubieran roto el corazón, entendí que César
tenía que ver con eso pero estaba equivocada. ¡Fue Gloria! Yo mal interpreté
lo que vi. ¿Y si me estoy equivocando de nuevo?
─No te equivocas - dijo Vicent apoyado en la puerta de la cocina.
Ana y Sara se sobresaltaron al escucharlo. Vicent estaba serio como un
juez. Se acercó a sentarse con ellas, su expresión era una mezcla de dolor y
vergüenza.
─Vicent. ¿Porque dices eso? - preguntó Ana buscando su mirada.
Vicent llevaba un rato escuchando, no había sido su intención, había
bajado para hacerse un vaso de leche caliente pero al oír a su hermana tan
alterada, dudó si irse para no molestar. Cuando escuchó lo que pasó aquella
fatídica noche, no pudo moverse. Supo lo que tenía que hacer, de alguna
manera, se lo debía.
Su hermana y Sara, lo miraban sin entender. Se armó de valor.
─Porque es verdad. Aquella noche yo volvía de trabajar y al pasar por
delante de la habitación de los niños, vi a mamá dirigirse a la cama donde
dormía Júlia con una almohada entre las manos...Algo me alertó...No tenía
claro qué pero su expresión era... Mamá me miró horrorizada, lanzó la
almohada lejos de ella y salió corriendo encerrándose en su dormitorio. Me
quedé allí sentado en el pequeño sillón hasta que te escuché llegar.
Un silencio sepulcral reinó en la estancia
─Ana, no soy el más indicado para decirte lo que tienes que hacer...- la
turbación de Vicent, era más que evidente – pero aquella noche...Llegaste
media hora tarde - esperó a que su hermana asimilara lo que le estaba
tratando de decir.
Ana se levantó como un resorte de la silla. La inquietud que la embargaba
era enorme. Le retumbaba el corazón dentro del pecho, de alguna manera,
siempre guardó la esperanza de que realmente su madre, no había tenido la
intención... ¡Dios mío! ¡Era su madre!
─Creo que te tengo que dar las gracias...Veinticinco años tarde-la voz se
le había enronquecido del esfuerzo de contención que estaba haciendo.
Sara esta pasmada.
─Con el tiempo me dije que me había imaginado lo que pasó aquella
noche...Pero no puedo seguir engañándome, yo quería a mamá y la quiero
pero reconozco que... Tenía momentos de locura... Hiciste lo correcto.
¡Era lo último que esperaba oír! Toda una vida esperando escuchar esas
pocas palabras...
Ana se lanzó sobre su hermano abrazándolo con fuerza.
Vicent se quedó helado. No sabía qué hacer. Su hermana estaba
arrodillada delate de él abrazada a su cintura con la cabeza apoyada en el
regazo. Levantó la vista. Sara asintió mirándolo con infinita pena. Los
sollozos desgarradores de Ana, tocaron algo dentro de él conmoviéndolo
como nada. Sus propios ojos se humedecieron.
Sara se levantó a buscar servilletas de papel y sin decir palabra, se las
pasó a los dos hermanos aunque se quedó una para ella misma.
─Significa mucho para mí…Aceptación, sólo eso – dijo Ana con voz rota
- gracias Vic.
─Lo siento Ana...todo...
Vicent no podía articular más palabras sin avergonzarse, el nudo que
constreñía su garganta amenazaba con ahogarlo.
─No importa Vic, ya no - y lo decía en serio, en poco tiempo tendrían que
separarse y sería algo definitivo. No pensaba desperdiciar lo que les quedaba
de estar juntos, con recriminaciones que no llevaban a ninguna parte.
─Si os parece bien, creo que esto hay que celebrarlo - dijo Sara
emocionada - una copita de algo servirá, mis nervios necesitan un
reconstituyente.
Ana rió, limpiándose las lágrimas. Estaba sentada en el suelo al lado de su
hermano, un brazo seguía apoyado en sus piernas, con un leve apretón
cariñoso, se soltó poniéndose de pie.
─Creo que yo también necesito un reconstituyente - dijo haciendo una
mueca - Sara coge unas copas que yo traigo el licor.
─Yo no puedo...
─Este sí que puedes Vic, no lleva alcohol - dijo guiñándole un ojo.
Se sirvieron una copa de licor de nueces que hacían en un pueblo cercano
y que estaba delicioso. A Sara le encantaba y muchas veces se tomaban una
copita después de comer.
─Bien. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Hablamos con todos? Bueno, quiero
decir que tú hablas. Tenemos pendiente explicarle a Gloria todo lo del legado
de tu familia y la profecía...
─Sigo sin tenerlo claro - dijo Ana dándole vueltas a su copa - creo que
podemos hablarlo con mis hijos y después ver que se nos ocurre.
─Ya. Pero también has visto a César y si le pasa algo...
─Pero yo no he visto que le pase nada. Sólo que conducía rápido.
─Pero has dicho peligro. Luego entonces, César y peligro están en el
mismo contexto.
Ana resopló. Su hermano paladeaba el licor tranquilamente, casi ajeno a
la conversación.
─Vicent. ¿Tú qué opinas?
Vicent se atragantó con el licor. Se le saltaron incluso las lágrimas.
─¿Yo? No sé qué decir...Sí crees que de verdad hay un peligro real,
entonces deberías actuar en consecuencia.
Vicent se había sonrojado. Estaba claro que lo había sorprendido.
─Haremos lo siguiente, nos esperamos un par de días y si se da algún
episodio como el de hoy o tengo más visiones, informo a todos.
─Como veas pero las chicas pueden tomárselo a mal, dijiste que no
volverías a ocultar nada y en cierta manera es lo que estás haciendo –
comentó Sara.
Ana no pudo defenderse. Tenía razón hasta en las comas. Era reacia a
hacer partícipes a más personas de las peculiaridades de su familia y su hijo
acababa de llegar, no quería que nada ensombreciera su relación con él.
Empezaba a dolerle la cabeza.
─Vale. Tienes razón - concedió de mal humor - dame un día de gracia
para prepararme y mañana hablamos con los chicos y con César.
─¿Y Elena y compañía? - preguntó con interés.
─No lo sé. Me esperaré a hablar con los chicos, a ver qué opinión tiene al
respecto, podemos quedar con ellas más tarde.
Sara asintió conforme. No quería vivir ocultándole a César que su familia
tenía poderes extrasensoriales. Al igual se quedaba más tranquilo, pensó,
cuando se enterase el porqué sabían que su perro se llamaba Marvin.
CAPÍTULO II
¡Pensaba matarlo!
Alex estaba haciendo un esfuerzo por contener, la furia asesina que lo
desbordaba.
Le preguntaría a Gloria que sabía de aquel maldito hijo de puta. Se
encargaría de que no volvieran a hacer daño a ninguna niña más. Ni él ni los
cabrones que abusaron de Elena, saldrían indemnes.
─Alex cariño, aunque estás muy guapo con el pelo largo, supongo que
piensas cortártelo ¿Verdad?
─Lo cierto es que no.
Ana frunció el ceño. Su hijo llevaba el pelo tan largo como ella misma.
─¿Y las puntas un poquito? - insistió.
─No.
─Ya. Al igual cuando te lo pienses mejor, cambias de opinión. A las
chicas les gusta más los hombres con el pelo corto.
La sonrisa ladina que asomó a la boca de Alex, no tenía precio.
─Mamá. ¿Estás intentando camelarme con ese cuento para salirte con la
tuya?
Ana abrió mucho los ojos con expresión ultrajada.
─¡Para nada! A mí me da igual, sólo lo decía por ti pero haz lo que
quieras.
Alex se estaba divirtiendo de ver a su madre intentar salirse con la suya,
como cuando era pequeño. Alguna vez le había dicho cosas similares para
conseguir que se pusiera una ropa concreta, claro que entonces era un chaval
sin experiencia.
─Cambiando de tema - dijo molesta por no conseguir convencerlo - ayer
salí con Max hasta el parque a pasear y vi a un hombre dentro de un
coche...Juraría que me estaba espiando. Sé que suena a película de serie B y
que...
─¿Cómo era él hombre? - el cambio radical en Alex fue abrumador.
Había pasado de ser un hombre ocioso a un depredador en cuestión de
segundos.
─Bueno, no lo vi bien, estaba muy lejos, la verdad es que si no hubiera
sido por el sexto sentido, no me habría dado cuenta.
─¿Viste el coche? - insistió.
─Era grande, tipo todoterreno, negro o muy oscuro...Hablé con tía Sara y
con mi hermano y pensamos en decíroslo hoy, sé que puede sonar absurdo,
soy consciente pero mi cuerpo reaccionó como si estuviera ante un auténtico
peligro...
Alex supo por la expresión de su madre que había más.
─Mamá hay más - no era una pregunta.
Ana tenía expresión culpable. Se fue al fregadero a lavarse las manos, en
un intento por ganar tiempo y poner en orden sus ideas.
─Tuve una visión - dijo secándose las manos con un paño de cocina - te
vi a ti y a Elena con un hombre de aspecto sospechoso...a César correr con el
coche a toda velocidad y a tía Sara llorando.
Alex se quedó en silencio pensando en lo que acaba de oír. No le gustaba.
─Cuando vengan mis hermanas las informaré también para que estén
atentas.
─No sé, las asustaras y...
─Mamá...Hay una pequeña posibilidad de que ese hombre tengan algo
que ver conmigo.
El corazón de Ana empezó a latir deprisa.
─Alex, creo que va siendo hora de que me expliques qué has estado
haciendo durante estos años.
─Es complicado.
─Tu hermana tiene psicometría yo soy vidente y tú tienes telekinesia, no
me vengas con esas.
Alex se mesó los cabellos, exasperado. No tenía argumentos ante eso.
─Cuando me marché de aquí, no tenía muy claro a dónde iba a ir. Pese a
las continuas peleas con papá, él fue el que me animó a buscar
respuestas...Me dijo que en Estados Unidos, podría encontrar a más personas
como yo - sonrió con nostalgia - me dijo que Clara veía programas sobre
mentalistas y cosas así...Papá no tenía ni idea de cosas paranormales pero a
su manera intentó ayudarme, me dio dinero y me dijo que cuando me
encontrara preparado, estaríais aquí esperándome.
Ana sintió como los ojos se le anegaban de lágrimas. ¡Xavi había sabido
de su hijo y no le había dicho nada! Esos años de angustia, de padecimiento...
─Mamá no creas que te lo ocultó porque él quisiera. Yo sé lo pedí. En
aquel momento no sabía que tardaría tanto en volver y no quería vínculos de
ningún tipo, papá me dijo que si en un año no sabía nada de mí, hablaría
contigo...Murió antes de poder cumplir su promesa.
Ana lloró en silencio al recordar a su marido. ¡Había intentado entender!
Xavi sabía que ella sabía cosas, y aunque nunca se sintió cómodo, intentó
ayudar a su hijo por amor a ella, su marido se había equivocado, la solución
no pasaba por salir huyendo pero la reconfortó como nada saberlo.
─Cuando llegué a Nueva York, busqué un trabajo pero sin papeles y sin
experiencia, era complicado. El dinero se gastaba con rapidez. Conocí a un
tipo, se llamaba Maclean, era escocés, trabajaba para una compañía de
seguridad. Me ayudó a conseguir un trabajo y una vida nueva... La empresa
de seguridad en cuestión, es realmente una organización que se encarga de la
seguridad privada de cualquiera que pueda pagar sus servicios...Entre otras
cosas...- hizo una pausa valorando qué contarle a su madre - me ayudó a
formarme en las artes marciales y en la lucha cuerpo a cuerpo. Pasé a formar
parte de un comando de élite que se encargaba principalmente de rescatar
objetivos donde las fuerzas, digamos oficiales, no tenían acceso. A través de
estas disciplinas, aprendí a controlar la telekinesia... Mac lo sabía, me forzó
en una ocasión especialmente y perdí el control, después de eso, trabajó
conmigo hasta que fui capaz de estar en situaciones de máximo riesgo sin
perder el dominio. La última misión iba a ser un paseo...Yo ya había tomado
la decisión de volver a casa, tanto Mac como Rodríguez mi otro compañero y
amigo, estaban al corriente, pero...Salió mal, nos emboscaron y mataron a
uno de los nuestros...Hirieron de gravedad a Mac. El cabrón que lideraba al
equipo, decidió dejarlo allí para que muriera, lo enfrenté...Le disparó entre los
ojos...Dijo que iba a morir de todas maneras, que le había ahorrado
sufrimiento. Era mentira. Maclean tenía una herida grave pero podría haberse
salvado. Basta decir que me volví loco… Cuando volvimos, hice mi petate,
me despedí de mi amigo y me marché.
Ana no sabía qué decir. Estaba conmocionada. Su hijo, su pequeño, había
estado combatiendo. Habían muchas clases de guerras, al parecer había huido
de un conflicto interno contra sí mismo para acabar cayendo en uno de
verdad... ¡Podría haber muerto! Sólo de pensarlo se le encogía el alma. Ahora
sabía que los sueños que había tenido durante esos años viendo a su hijo
luchar, no habían sido sólo sueños. ¡Había sido real!
─En ocasiones soñaba contigo, te veía combatiendo...Parecía muy real.
Recuerdo especialmente una vez, estabas luchando con dos hombres a la vez,
otro individuo te atacó por la espalda...Grité en mi sueño, te giraste justo a
tiempo y bueno...Lo más curioso es que sentí que tú me habías oído, no
puedo explicarlo mejor…
─Recuerdo esa misión...Sentí algo...Por un momento creí escuchar a
alguien que me avisaba...tu rostro copó por un segundo mis
pensamientos...Durante días no me lo pude quitar de la cabeza, pensé que me
lo había imaginado, que realmente había sido mi subconsciente que de alguna
manera había presentido el peligro...Intenté buscar una explicación coherente
- dijo con una mueca burlona.
Ana miró a su hijo con infinita pena. El nudo que sentía en su garganta,
iba creciendo.
─¿Y ahora qué hacemos? Quiero decir que si ese hombre que vi, tuviera
hipotéticamente relación con la empresa en la que trabajabas...
Alex se empezó a reír moviendo la cabeza con cierta incredulidad.
─¿De qué te ríes?
─Porque eres única mamá, dices en la empresa en qué trabajé, suena a
algo muy normal.
Ana frunció el ceño. No le veía la gracia.
─Bien. Pues... Sí ese hombre es malo, tenemos un problema porque…
¡No te rías! Alex te voy a dar un sopapo que te voy a poner las orejas rojas -
la situación no era para tomársela a broma - la cosa es que si viene a por ti, no
tenemos la seguridad que no quiera hacer daño a cualquiera de la familia,
sobre todo si mató a sangre fría a tu amigo.
Eso era cierto. Santos era un cabrón de primera.
─No quiero asustar a mis hermanas.
─No las vas a asustar. Las vas a avisar, no es lo mismo. Tus hermanas no
son unas pusilánimes, pero si alguien quiere hacer daño a nuestra familia...-
de pronto se le ocurrió una cosa - ¿Puede ser que venga a buscarte por tus
actitudes especiales?
Alex no tenía una respuesta para eso. Todo podía ser.
─No lo sé.
─Pues entonces tendremos que barajar todas las posibilidades.
─Como digas, quiero que sepas que lamento mucho todos los problemas
que os estoy causando, acabo de llegar y sería mejor que...
─¡Ni se te ocurra decirlo! Eres mi hijo y estas donde corresponde. En tu
casa. ¡Nuestra casa!
Alex apretó los dientes con fuerza.
La puerta de la calle se abrió.
─-Hooolaaaa. Ya estamos aquí - dijo una voz risueña.
Clara apareció por la puerta con Troy trotando a su lado. Sergio la seguía
de cerca.
─Hola viejo - dijo Sergio en cuanto vio a su amigo y cuñado.
Alex le dio una palmada cariñosa en la espalda.
─¿Qué pasa? - preguntó Clara mirándolos a los dos - tenéis caras raras.
─Ahora hablamos - dijo Ana sucinta.
Clara frunció el ceño. Sergio por su parte, abrió una cerveza y con aire
risueño, se sentó en el taburete que quedaba libre. Últimamente se lo pasaba
en grande en esa casa.
Vicent apareció en ese momento, cuando vio a Clara, puso mala cara.
─Hola - dijo suave.
─Hola Vic. La comida estará en pocos minutos - informó Ana con una
sonrisa - Clara, haz el favor de poner la mesa mientras termino.
Clara hizo una mueca de fastidio.
─Me gustaría saber porqué siempre me lo dices a mí y no a tu precioso
niño.
Alex se volvió a mirarla, sorprendido.
─¿En serio acabas de decir eso?
─Pues sí. Llevas aquí un buen rato y entro yo por la puerta y me lo dice a
mí. No es justo, eso es discriminación de género.
Alex puso los ojos en blanco. Después de tantos años su hermana seguía
igual que siempre.
─Clara cielo. ¿Quieres comer? - escuchó unas risitas de Sergio - pues
deja de quejarte. Tu hermano acaba de llegar y no le toca. Pero mañana la
pondrá él - añadió Ana en honor a la justicia.
Alex se llevó las manos a la cabeza en un gesto que hizo las delicias de su
cuñado. Incluso Vicent sonrió.
Ana terminó de hacer la comida mientras los chicos hablaban sobre las
últimas trastadas de los cachorros. Vicent se quejó de que Max, dormía en su
cama, los demás se rieron sin ofrecerle ayuda, aunque por otra parte, tampoco
le puso muchas ganas.
Júlia apareció en esos momentos. Sumándose también a la conversación
contando anécdotas de Max, casi parecía un concurso de quién decía la
hazaña más grande de su perro. Vicent se limitaba a escuchar pero era
evidente que estaba pasándoselo bien.
─Mamá. ¿Cuándo vamos a casa de tu tía? - preguntó Clara con interés,
sacándola de sus lastimosas cavilaciones.
─Pensaba hablarlo con vosotras y decidir - contestó jugando con la
comida.
Después de un rato, llegaron a un acuerdo. El viernes sería el día.
─Vic si quieres, te venir puedes - ofreció Ana con sinceridad.
─No gracias. Lo que quiero decir es que...Supongo que tengo que volver
al hospital...
Ana no se lo había planteado pero tenía claro que no quería que se
marchara de su casa. Vic se quedaría con ella hasta el final. Estaba decidido.
─Bueno, yo no voy a ir - dijo Sergio - alguien se tiene que hacer cargo de
los perros, creo que somos capaces de prepararnos algo para comer decente
durante tres días. ¿Qué dices Vicent?
Vicent estaba sorprendido. Se esperaba cualquier cosa menos ese
ofrecimiento.
─Si te parece bien, me puedo venir aquí a dormir, total serán solamente
dos noches y así no te quedas sólo.
Nada más decirlo, Sergio se dio cuenta de que había puesto a su suegra en
un aprieto.
─Me parece una idea fantástica Sergio - dijo Ana encantada - así Vicent
no te quedaras sólo y yo me iré mucho más tranquila.
─Pero...Quedamos que después de Navidades, volvería al hospital -
susurró Vicent sin mirar a nadie en particular. Se notaba su incomodidad.
─Vic, no vas a volver a ningún sitio. Te quedarás aquí con nosotros todo
el tiempo que sea posible - la rotundidad de su tono, no daba pie a réplica.
─¡Eres el mejor novio que existe! - exclamó Clara con una gran sonrisa -
no todos se quedarían a cuidar a tío Troll.
─¡Clara! Te he dicho que no llames así a tu tío - dijo Ana enfadada. Alex
por su parte, soltó unas risitas que enmudecieron bajo la mirada admonitora
de su madre - Sergio te lo agradezco de verdad.
─No me cuesta - dijo restándole importancia, y lo decía en serio. No le
caía mal el hermano de Ana, vale que no había sido una persona admirable
pero él no lo había conocido entonces, y no podía conciliar la imagen del
hombre que al parecer había sido, con el ser humano enfermo y frágil que
tenía delante. Además, lo había visto acariciar a los cachorros inclusive darles
alguna chuchería cuando estaba seguro que nadie lo veía, una persona que
quería a los animales, bajo su punto de vista, no podía ser tan malo.
─Bien, pues entonces otro punto solucionado - dijo Ana resuelta - ahora
tengo que contaros algo.
Cuatro pares de ojos la miraron con interés manifiesto. Sólo Alex siguió a
lo suyo con aire indiferente, sabía lo que iba a contar
─Ayer tuve una visión diferent...
─¿Has visto ya el viaje a Egipto y sabes porque vamos a ir? - dijo
emocionada su hija pequeña interrumpiéndole.
─¡No! No he visto ningún viaje a Egipto. Clara quieres hacer el favor de
dejarme acabar por una maldita vez en tu vida - dijo exasperada.
Clara por su parte, la miró con cierto aire de frustración, no entendía qué
podía ser más emocionante que ir a un país que había sido cuna de la
civilización, estaba segura que cuando pudiera echarle la mano encima al
libro, de seguro habría alguna referencia sobre eso. Fijo.
─Bien, como iba diciendo…
Ana les narró el episodio que vivió y las visiones.
─¿Un hombre nos está vigilando? - preguntó Júlia mirando por la ventana
un tanto asustada.
─Mamá estás haciendo un lío de todo esto - dijo Alex perdiendo la
paciencia - mamá vio en su visión a un hombre peligroso e inmediatamente
después sintió un radar interior avisándola de un peligro. Fue entonces
cuando vio al tipo ese vigilándola.
Las chicas se quedaron perplejas. Ana por su parte, sintió algo parecido al
alivio, su hijo había resumido sucintamente la situación en pocas palabras.
─¿Quién puede ser y lo peor porqué? - preguntó Clara fascinada.
Ana y Alex se miraron en mudo entendimiento. A Júlia no le pasó
inadvertida ese cruce de miradas. Frunció el ceño. Había más qué no les
estaban contando.
─Alex desembucha lo que sepas - dijo resuelta.
─Como sabéis, durante estos tres años, he trabajado para una compañía
de seguridad…
Durante todo el relato, sólo se escuchaba la voz de Alex, ni siquiera
Clara, lo interrumpió para acribillarlo a preguntas. Vicent estaba perplejo y
no era capaz de disimularlo.
Cuando acabó su relato, Alex respetó el silencio que le siguió. Entendía
que sus hermanas habían vivido toda su vida muy protegidas, no estaban
preparadas para asumir realidades que para él ya eran habituales. Él tenía la
obligación de asumir la seguridad de su familia y era algo que tenía toda la
intención de hacer.
─¡Madre mía! Qué pasada - dijo Clara con cara de total sorpresa.
─Alex...Siento mucho todo lo que te ha pasado - susurró Júlia. Sabía que
para su hermano no había sido fácil.
Alex hizo una mueca burlona mirando a su cuñado.
─Yo no sé qué decirte viejo - comentó Sergio conmocionado. Una cosa
era ver películas de acción y otra, tener conciencia que efectivamente eso
pasaba en la vida real.
─Entonces puede ser que ese tío que mamá ha visto, sea de la compañía
para la que trabajabas – dijo Júlia pensativa. Alex asintió - pero no tenemos
claro el motivo aunque podemos deducir que tiene mucho que ver con tu
telekinesia - Alex volvió a asentir - pero...Mamá no tiene nada que ver,
quiero decir que si la están vigilando a ella, tenemos que dar por supuesto que
también nos están vigilando a nosotros.
Dicho en voz alta sonaba peor. Mucho peor.
─Tenemos que organizar un plan de acción - dijo Ana tomando las
riendas - en todo momento hasta que averigüemos más sobre el tema, no
iremos solos a ningún sitio.
─Lo entiendo. Pero también sería bueno hacer algún reconocimiento del
perímetro de la casa - dijo Sergio con tono reflexivo. Cuando vio que todos lo
miraban, un leve rubor inundó sus mejillas -¿Qué? Yo también veo pelis.
─Tienes toda la razón - dijo Alex - pero no quiero héroes - miró
directamente a su melliza - ese hombre es peligroso, y no sabemos si habrá
más de uno, tenemos que barajar todas las posibilidades. Sí veis algo
levemente sospechoso, llamáis a la Policía. ¿He sido claro?
Sergio asintió intentando que no se le notara lo muy impactado que
estaba. Vicent no había abierto la boca durante todo el tiempo.
─¡Eres como Rambo! - soltó Clara de golpe. Ana cerró los ojos gimiendo
- ¡Es una pasada! Quiero que me enseñes a luchar cuerpo a cuerpo, ya sabes,
técnicas de combate y todo eso... ¡Guau! Es genial, has trabajado con fuerzas
especiales y con espías... No tengo palabras...
Su melliza estaba extasiada. Pensó Alex incrédulo.
No había otra manera de describirlo. ¿Rambo? ¿En serio? Se había
pasado tres pueblos.
Sergio se rió entre dientes.
Júlia estaba entre enfadada y divertida.
─No creo que me parezca mucho a Rambo - dijo Alex con tono neutro -
no tengo la más mínima idea de cómo has llegado a esa conclusión, por
demás absurda.
─¡No es absurda! - se defendió Clara indignada - tiene todo el sentido.
Tienes habilidades especiales y eso te convierte...
─¡Era prácticamente un soldado de fortuna! - acotó levantando el tono -
¿Quieres hacer el favor de ver las cosas como son y no como quieres que
sean?
─Es lo que hago. Sólo que para mí, las dos versiones se complementan,
cobrabas por hacer tu trabajo que por otra parte tenía mucho que ver con
habilidades especiales para el combate, como Rambo - explicó empezándose
a poner a la defensiva. Se lo había dicho como un halago y el muy cretino la
trataba como si estuviera hablando con una cría de seis años.
─Ayer por la noche, tuve la sensación de ver una sombra moverse entre
los arbustos del jardín - dijo Vicent suave - también es cierto que estuve un
buen rato observado cualquier cosa que se moviera pero no hubo nada
sospechoso, así que me fui a la cama.
Alex se alarmó. Por supuesto no dejó entrever nada. Sí su tío creía haber
visto algo, posiblemente fuera verdad. Sobre todo si por la mañana, habían
seguido a su madre.
─Como ha dicho mamá, no quiero que nadie salga sólo a ninguna parte.
Ni siquiera a sacar la basura. Clara no quiero tonterías - advirtió Alex a su
melliza.
─Tranquilo, yo no hago tonterías - repuso ofendida - pero que sepas que
antes eras infinitamente más divertido.
─Mamá. ¿Has hablado con tía Sara? - preguntó Júlia.
─Si. Ayer lo estuvimos comentando.
─Y ¿Te has plantado hablar con Cesar?
─Aún no lo he decidió - confesó.
─Pues creo que se imponen algunas decisiones - Ana era muy consciente
sólo estaba intentando retrasar el momento - sobre todo si también lo has
visto en una visión que a todas luces es un aviso de algo que va a pasar.
Ana sabía que su hija tenía más razón que un santo. Otra cosa era que le
gustara. Suspiró en voz alta, demostrando lo mucho que la alteraba el tema.
─Mamá no pongas esa cara - dijo Clara con una sonrisa - sabemos que
están hechos el uno para el otro y por ende, terminará siendo tío César,
míralo de esa manera.
Júlia y Sergio se rieron entre dientes.
─Creo que...Tendrías que plantearte el tema de Elena. Esa pobre chica ya
ha sufrido más que suficiente - todos miraron a Vicent haciéndole sentir
violento.
─Tienes razón tío Vic - dijo Alex dejándolo patidifuso por el apelativo
cariñoso - pero de eso me encargaré yo.
─No veo cómo - dijo Clara - no tiene ni idea de las peculiaridades de
nuestra familia - añadió con cierta pedantería - esa chica es muy frágil y
cualquier situación puede desestabilizarla.
─No queda otra que hablar con Gloria y explicarle - dijo Ana frustrada.
─De todas maneras tienes que hablar con ella para decirle lo de la
profecía - repuso Júlia – esperemos que sea de mente abierta.
─Estamos hablando de Gloria – dijo Clara escéptica - le va a dar un
ataque de risa en un primer momento y después un tabardillo cuando sea
consciente de que es verdad.
Mucho se temía Ana, que su hija pequeña tenía razón. Gloria era de ese
tipo de mujer que no creía en nada que no fuese tangible, la única excepción
era el aire y porque lo necesitaba para vivir.
─Llamaré a Sara y organizaremos un encuentro tranquilo antes de irnos a
casa de mi tía y que Dios nos ayude.
─Yo puedo hacerme cargo de los niños - ofreció Vicent - no creo que sea
oportuno que estén presentes.
Ana agradeció el detalle de su hermano, sabía que para él era todo un
esfuerzo dada las circunstancias.
─Daría lo que fuese por ser testigo pero me conformaré con las
explicaciones a posteriori - dijo Sergio - ayudaré a Vicent a cuidar a los niños
y los cachorros - dijo con un suspiro de pesar. Clara se acercó a su novio
besándolo en la mejilla con cariño. Sergio le guiñó un ojo a su cuñado que los
miraba divertido.
─Bien, pues decidido. También se lo diré a Sara y compañía...Ya puestos
prefiero pasar sólo una vez por esto – murmuró Ana con abatimiento
Alex la abrazó con cariño. Su madre era una gran mujer que estaba
haciendo esfuerzos titánicos por hacer lo que creía, era lo correcto, aunque
eso acabara con ella.
─Entonces estamos todos de acuerdo - dijo Alex con una sonrisa
intentando rebajar la tensión que flotaba en el ambiente. Todos asintieron,
incluso Vicent - vamos a dar una vuelta Sergio y yo con los cachorros. Mamá
no me mires así, sólo vamos a salir un rato, tranquila.
Ana tragó el nudo que sintió en la garganta.
─Nosotras también vamos - dijo Clara poniéndose de pie de forma
inmediata.
Alex cabeceó, tranquilo. Sergio que se esperaba la explosión, se apartó de
los mellizos.
─¿Por qué no? - preguntó Clara cruzándose de brazos, con expresión
tormentosa.
─Porque me apetece hablar con mi amigo de cosas nuestras y no estás
invitada.
─¡Mentiroso! Vais a...a...Controlar el perímetro - no recordaba las
palabras exactas - y nosotras también somos parte del equipo. Júlia piensa
igual que yo.
Júlia puso cara de sorpresa. Pero no se le ocurrió abrir la boca, sus
hermanos pequeños tenían un temperamento de mil demonios.
─Harás lo que te diga - Alex no levantó el tono pero no dejó dudas, de
que hablaba muy enserio.
─¡Tú no mandas! ¿Quién te crees que eres? Somos adultas y capaces de
hacer cualquier cosa que hagáis vosotros - no había nada que encendiera más
rápidamente su temperamento que sentir que se le cuestionaba por ser mujer.
─Estoy convencido – murmuró Alex con indolencia - por ese motivo
confío en vosotras para que protejáis a mamá y tío Vicent, llegado el caso.
─Eso es una sucia patraña - atacó - lo que de verdad quieres es que nos
quedemos allí donde digas sin abrir la boca y est...
─¡No es un juego! - dijo interrumpiéndola - esos tíos son peligrosos
Clara. ¡Por el amor de Dios! Haz por una maldita vez lo que se te dice - acabó
exasperado - vamos a dar una vuelta, nada más - dijo más tranquilo, a su
recalcitrante melliza.
Clara apretó la boca en un gesto de tozudez pero asintió. Un suspiro
colectivo se escuchó en la cocina.
─Mamá, he visto a Álvaro – dijo Júlia con tono casual - pensaba que se
iba a esquiar pero al parecer no ha sido así.
─No lo sabía-murmuró Ana fingiendo naturalidad. Bastante mal por
cierto.
─Me ha preguntado por ti - Júlia observaba fijamente a su madre,
mientras ésta trajinaba con los platos.
─Que amable por su parte - un leve temblor en sus manos, hizo que los
platos se golpearan entre ellos mientras los apilaba para guardarlos.
─¿Sabes? Lo he tocado.
¡Bummm!
Media vajilla estaba hecha añicos en el suelo.
Ana se quedó blanca como la tiza.
─¿Qué has visto? - susurró Ana.
Júlia se tomó su tiempo en contestar.
─¿Qué crees que he podido ver? - estaba siendo un poco cruel y lo sabía
pero algo la impulsaba a ello. Era un impacto de grandes proporciones pensar
en su madre como mujer.
─Júlia...No ha pasado nada entre Álvaro y yo. No sé lo que...No hay nada
entre nosotros y no lo va haber.
Ana tenía la cara desencajada. La había cogido de improviso y estaba al
borde mismo del llanto.
Clara apareció en ese momento.
─Quiero que sepáis que tengo unas ganas locas... ¿Qué ha pasado aquí? -
se quedó parada en la puerta de la cocina. Su madre estaba en medio de un
estropicio de platos rotos sin moverse y su hermana estaba tranquilamente
sentada mirando.
─¿Holaaaa? Repito. ¿Qué ha pasado aquí? - Ana empezó a recoger la
vajilla rota.
─Nada cielo, se me han caído los platos, eso me pasa por querer cogerlos
todos a la vez...Es culpa mía...Soy una torpe.
Clara notó que su madre estaba nerviosa, bueno, más que nerviosa. Su
hermana contemplaba la escena imperturbable, incluso diría que demasiado
serena. Algo había pasado mientras ella no estaba. ¡Odiaba que hicieran eso!
Sólo había estado fuera cinco minutos. ¿Cuántas cosas podían pasar en ese
lapso de tiempo? Al parecer muchas.
─¿Alguien me va a decir que ha pasado? Advierto. Cómo se os ocurra
decirme nada cielo - dijo con voz de falsete – juro que la lio.
Ana siguió recogiendo, intentando controlar sus nervios.
Júlia por su parte, tenía mucho en que pensar. La reacción de su madre lo
decía todo. ¿Por qué ese secretísimo? En un primer momento, le había
sorprendido pero su madre era una mujer y tenía derecho a rehacer su vida.
─Sí en algún momento de nuestro futuro tengo un secreto, juro que
aunque reviente no pienso compartirlo - dijo Clara con insidia.
─Mamá, se ha puesto nerviosa cuando le he dicho que Álvaro le manda
saludos - dijo Júlia con voz meliflua.
Ana siguió recogiendo sin pedir ayuda, cosa que aún puso más alerta a su
hija pequeña. Era incapaz de resistirse a ordenarles que hicieran esto o
aquello.
─¿Eso es todo? - preguntó escéptica - Tienes que pensar que soy imbécil
si crees que me voy a tragar que por el sólo hecho de...
Se hizo la luz.
Una sonrisa que sólo podía considerarse malévola, asomó al rostro de
Clara.
─Mamá ¿Te gusta Álvaro? - preguntó apoyándose en la silla que había
ocupado su tío antes de irse a descansar un rato.
Ana por su parte, estaba rogando al cielo para que se abriera la tierra y se
la tragara. ¡Nada la había preparado para algo así!
─No entiendo cómo puedes llegar a esas conclusiones sólo porque el
hombre me mande recuerdos.
─No te manda recuerdos. Ha preguntado cómo estabas - puntualizó Júlia.
─Es una manera de hablar.
A veces sus hijas le recordaban a unos dinosaurios pequeños con muy
mala leche que había visto en una peli, que cazaban en equipo. Pensó Ana
con torvo humor. La estaban acorralando.
─Mamá si sigues limpiando el suelo lo vas a desgastar - dijo Clara con
una sonrisa de suficiencia.
─Lo cierto es que no me ha dicho mucho más - dijo Júlia restándole
importancia. Como buena estratega, esperó a que el enemigo se relajara - ha
sido muy esclarecedor cuando me he acercado a darle un abrazo de
despedida.
Clara volvió la cabeza con tanta rapidez a mirar a su hermana, que de no
ir sujeta al resto del cuerpo, abría salido despedida por la inercia del
movimiento.
Ana resignada, se pasó las manos por el rostro sin saber cómo escapar de
esa situación. Se la había buscado sola. Decidió que era una mujer adulta y
que no tenía que dar explicaciones.
─Creo que estáis en un error de concepto. No tengo porqué deciros nada
de mi vida privada y desde luego que seáis mis hijas no os da derecho a
pedirme explicaciones de mi relación con un hombre - no bien lo dijo, fue
consciente del craso error - quiero...Quiero decir, en el supuesto caso de que
tuviera una relación con alguien...Que no es el caso... - sólo les faltaba
relamerse. Pensó Ana con acidez. Desde luego a ella no habían salido. En su
árbol genealógico tenía que haber más de un bicho, no sólo su madre iba a
ostentar tan oneroso título.
─Nadie ha dicho nada sobre relaciones con un hombre - dijo Clara sin
hacer nada por ocultar la sonrisa de oreja a oreja - Júlia sólo ha dicho que
había sido esclarecedor abrazarlo, pudiera ser porque había algo en su
pasado que resultara curioso.
─En todo caso me reafirmo en lo dicho, yo no me he inmiscuido nunca en
vuestras vidas privadas y pido el mismo trato.
─Cierto - concedió Clara con gracia - mandabas a tía Sara a hacer el
trabajo sucio.
─¡Eso es falso!
─Te recuerdo la de veces que casualmente tía Sara pasaba por la puerta
del instituto a la misma hora que acababan las clases, por ejemplo.
O...Cuando empecé a salir con Sergio como acribillaste a Alex a preguntas y
eso que lo conocías o...
─¡Ésta bien! Lo he entendido pero no es lo mismo. Vosotras erais
adolescentes que había que vigilar hasta que llegarais a la edad adulta, cosa
que yo soy. Fin de la discusión.
─Se siente muy atraído por ti, casi de manera obsesiva - Júlia lo dijo muy
suave, pero sonó como un trueno. Clara estaba encantada. Quiso mucho a su
padre, más que las demás, estaba segura, pero no quería que su madre
envejeciera sola y menos después de que tía Sara encontrara a su media
naranja. Una idea empezaba a tomar cuerpo en su mente. ¡No se besaba
porque no podía!
─Me parece muy bien - dijo Ana seca - pero eso no quiere decir que sea
recíproco.
─Mamá, sólo para que conste, si quisieras rehacer tu vida con algún
hombre, que sepas que lo entiendo, es más, me sentiría mucho mejor
sabiendo que no estás sola - dijo Clara en tono demasiado razonable - papá
murió hace ya tiempo y bueno...
─ ¡No pienso mantener esta conversación! – exclamó Ana levantando la
voz.
Las chicas cruzaron una mirada de puro entendimiento. Ana fue
consciente de ese hecho y le dio escalofríos.
─Espero que respetéis mi decisión de no inmiscuiros en mis cosas - dijo
con el tono de madre más profesional, de su arsenal.
Ninguna lo discutió milagrosamente. Ana suspiró mentalmente. Saber
que Álvaro estaba allí, que no se había marchado...Le produjo cierto
desasosiego.
No iba a darle vueltas al asunto. Había tomado una decisión, no podía
desdecirse al minuto siguiente. Tenía por delante tiempos difíciles y no había
sitio en su vida para nada más.
─Explícame por qué estamos dando una vuelta - dijo Sergio cuando
perdieron de vista la casa de su suegra.
─Quiero que estos días, estés más tiempo por aquí pero no vengas cada
día a la misma hora - dijo Alex dejando de fingir que no estaba preocupado -
tampoco vengas siempre por el mismo sitio.
Sergio asintió percibiendo la gravedad de la situación.
─Con la excusa de los cachorros, saldremos a dar paseos pero seguiremos
la misma tónica - añadió - toda cautela es poca.
─Realmente no sabemos si estamos exagerando, entiéndeme, no dudo de
las predicciones de tu madre, pero tenemos sólo eso.
─Para mí es suficiente - dijo rotundo - Santos es un maldito hijo de perra
y no descarto que esté aquí para cobrarse lo que él considera cuentas
pendientes. Puede que haya venido por iniciativa propia y no en nombre de la
compañía.
Sergio miró a su cuñado sin poder ocultar su sorpresa. Era una situación
que se le escapaba, no tenía preparación de ningún tipo. ¡Era informático!
Como no le pegara con un teclado en la cabeza no sabía cómo iba a ser de
ayuda en caso de necesidad.
─Alex... ¿Eres consciente de que no soy de mucha ayuda?
─Al contrario - dijo con seriedad – eres idóneo para vigilar. Te
infravalorará y eso nos dará ventaja - Sergio hizo una mueca burlona.
─No me infravalorará. ¡Tendrá razón! ¿Qué hago si en un momento dado
sí tuviera que enfrentarme a él? - preguntó parándose en seco.
─Correr.
¿Correr? Pensó Sergio incrédulo. Sí pensaba que lo estaba tranquilizando,
no podía estar más equivocado. Su cuñado era único dando ánimos.
─Alex... Esto no va a funcionar.
─Sergio sólo tienes que comportarte como lo haces habitualmente
poniendo más cuidado y observando. Es fácil.
─Si tú lo dices.
Habían llegado al parque y soltaron un rato a los cachorros para que
corrieran. Sergio estaba inmerso en sus pensamientos. Le encantaba los
juegos de rol y todo eso pero de ahí a pasar a ser uno de los protagonistas,
había un mundo. Estaba fascinado con todo el tema de los poderes
paranormales de su familia política y el tema de descifrar la profecía lo
seducía como nada, aunque al final descubrieran una caja roñosa con objetos
absurdos, eso le daba igual, era la búsqueda en sí lo que le atraía. Pero tener
que vérselas con mercenarios... No podía siquiera imaginarlo. No tenía las
cualidades de su cuñado, estaba en forma y le gustaba hacer deporte con
asiduidad pero reconocía que no tenía destreza en combates, claro que nunca
había necesitado ejercitarse en ese tipo de disciplinas
─Sergio no te frías los sesos pensando - comentó Alex con una sonrisa de
medio lado - yo estaré alerta y cuento con el conocimiento de saber su modus
operantis, es metódico y sigue siempre las mismas pautas.
─Estas dando por hecho que se trata de él y qué está solo - repuso
frunciendo el ceño - no puedes prever los movimientos de un grupo
preparado para ese tipo de cosas ni aunque los conozcas, ellos también
cuentan con ese hándicap.
─Por eso es prioritario que intentemos adelantarnos a cualquier
movimiento - contestó con firmeza-sí algo te llama la atención, no lo mires de
frente, te inclinas sobre el perro como si estuvieras jugando con él y lo
observas subrepticiamente, en caso de que veas que alguien se aproxima a ti,
sueltas al cachorro y haces ver que se te ha escapado haciendo todo el ruido
posible, eso los espantará el tiempo suficiente para que llegues a casa.
Sergio asintió con la boca seca. Esperaba acordarse de todo. Reconocía
que para cosas así, Clara tenía más sangre fría que él. Pero no le fallaría.
─¿Eres consciente de que tu hermana tiene más recursos de los que te
imaginas? Ella sola sería capaz de poner en jaque a todo un equipo de
mercenarios. Te doy mi palabra.
Alex sonrió con ironía. Era más que consciente. Lo temía más que a nada.
Su melliza actuaba antes de pensar y por ende era más peligrosa para la
seguridad de los demás y la suya propia. Tenía que protegerla incluso de sí
misma.
─Cuento con ello y te aseguro que me pone de los nervios no poder
prever que hará al minuto siguiente - reconoció exasperado.
Sergio se rió entre dientes. Clara era como un tonel de pólvora listo para
explotar en cualquier momento. En ocasiones tenía la sensación de vivir con
una apisonadora pero no la querría de otra forma. Era parte de su encanto.
─¿Y tú qué piensas hacer? - preguntó temiendo la respuesta.
─Darle caza.
Su viejo amigo había cambiado a más niveles de los que se apreciaban a
simple vista. Pensó Sergio. El talante bromista que siempre lo había
caracterizado, era un tibio recuerdo, no quedaba ni la sombra de su
compañero de juergas.
─No sé si quiero saber lo que piensas hacer - reconoció con una mueca
burlona.
Alex lo miró de soslayo mientras les lanzaba un palo a los cachorros.
─Tranquilo, ese cabrón no tendrá ninguna oportunidad. Además cuento
con un plan B - una sonrisa lobuna acompañó esa afirmación. Sergio levantó
las cejas a modo de pregunta - si todo lo demás falla... Le doy carta blanca a
tu novia y que se los cargue como una plaga.
Las risas de Sergio atenuaron el ambiente.
─Todo va a ir bien viejo - dijo Alex con firmeza - saldremos de esta y nos
reiremos. Te lo prometo.
No muy lejos de allí. Dos hombres estaban pendientes de los dos amigos.
Uno sentía la excitación de la caza. Casi salivaba de placer anticipado. El otro
estaba camuflado en las sombras.
─Carol lo he localizado.
─Síguelo y averigua dónde está alojado - dijo a través de la línea
telefónica.
─Ok.
─No ha informado al viejo de que ha dado con Segarra. Esto se ha
convertido en algo personal - se escuchó un sonido de frustración - odio tener
razón.
─Tenemos que neutralizarlo - dijo tranquilo pero sus ojos no perdían
detalle - y avisar a Segarra.
─Todavía no - ordenó - quiero hablar con tu amigo sin la presión de ese
hijo de perra.
Hubo un silencio.
─Te doy veinticuatro horas, después yo mismo lo informaré.
─Me parece bien. Esta noche iremos a hacerle una visita a Santos.
─Ok.
─¿Qué quieres decir con que se ha esfumado? - preguntó Alex con aire
amenazador.
─Exactamente eso - dijo Carol la mar de tranquila. Estaba acostumbrada
a tratar con hombres y los arrebatos que les daban, no la afectaban lo más
mínimo.
─No tiene sentido Carol. Es simplemente imposible - farfulló Alex
exasperado.
─Al parecer no. Hemos registrado todo el polígono, inclusive las naves
que están ocupadas. En la casa de huéspedes, Rodríguez ha ido incluso al
pueblo de al lado y también ha estado haciendo indagaciones. Ni siquiera hay
nadie que recuerde haberlo visto. No está.
Alex miró a su amigo que estaba repantigado en el sillón. Habían
preferido mantener la conversación en la habitación, que en salón del hotel,
por discreción. Su amigo mantenía una expresión hermética. Lo conocía lo
suficiente como para saber que eso no era indicativo de nada. Podía estar
planeando córtale el cuello y no lo vería venir.
─Di algo maldita sea.
Rodríguez lo miró tranquilo.
─Creo que no está por la zona pero que volverá. Santos es así, no parará
hasta que consiga su objetivo sea el que sea - dijo lentamente - pero nosotros
no podemos quedarnos aquí indefinidamente. Así que tenemos un problema.
Alex entendía lo que le estaba diciendo su amigo.
─Está esperando que nos relajemos, te vio y eso lo ha asustado -
Rodríguez asintió - ¡Maldita sea su estampa! Me enerva no saber cuándo va a
atacar.
─Él ya cuenta con eso - apostilló su amigo.
Alex empezó a pasear por la habitación mascullando maldiciones.
Rodríguez se limitó a observarlo ir y venir en los escasos metros que tenía la
estancia. Sabía que Segarra, pensaba mejor en movimiento que parado.
─Segarra me estás mareando. Haz el favor de estarte quieto - dijo Carol
frotándose la frente - yo por mi parte no puedo quedarme mucho más. El
viernes tengo que marcharme esté el maldito asunto arreglado o no - se le
notaba la frustración.
─Lo entiendo Carol y te agradezco lo que has hecho.
─Ya, pero no es correcto, incluso yo lo sé. No se abandona a un
compañero.
─Tranquila, si puedes quitarme de encima los perros de tu padre, te estaré
eternamente agradecido - dijo sincero.
─Supongo. ¿Estás tan agradecido como para formar parte de mi equipo?
─No tanto - dijo alerta.
No habían tocado el tema pero todos sabían el trasfondo real que había
detrás de su visita.
─No puedo prometerte que mi padre te deje tranquilo - dijo sería - eres un
activo importante y querrá tenerte a cualquier precio.
─¿Puedes hacer algo?
─Depende.
Alex la miró frontalmente. Sabía lo que se estaba jugando en esa
conversación de apariencia ociosa. Su libertad no estaba en venta.
─¿De qué depende? - preguntó mortalmente serio.
─Quiero tu palabra de que si en algún momento te necesito, puedo contar
contigo.
─¿Cómo por ejemplo? - preguntó suspicaz.
─No lo sé Segarra, puede que no te llame nunca pero en caso de llamarte
sería por un motivo importante, incluso personal...Me deberías un favor y
tendrías que devolvérmelo.
Alex valoró la propuesta. Era un buen acuerdo y ambos lo sabían.
─Tienes mi palabra.
─Bien.
─¿Qué le dirás a tu padre?
─Eso no importa - dijo restándole importancia - el viejo es cosa mía.
─El viernes nos iremos a casa de unos familiares que viven al sur del país
- comentó más relajado - entiendo que no nos volveremos a ver.
─Carol se marcha pero yo tengo pendiente unas largas vacaciones y he
decidido quedarme por la zona - dijo Rodríguez con tono neutral.
─No te puedo pedir eso viejo - dijo con brusquedad.
─Y no lo has hecho. Es cosa mía.
─¡Y una mierda! Te quedas para hacer de niñera y lo sabes. ¡Joder Raúl!
Te han dado un tajo y de poco te destripan en el jardín de mi madre. No
quiero cargar con tu muerte.
Raúl lo miró con ironía. Menos mal que no le faltaba confianza en sí
mismo porque si fuera por su amigo, saldría corriendo con el rabo entre las
piernas.
─Gracias amigo - dijo con sarcasmo - me quedo y no hay nada más que
decir. Cuando te vayas a casa de tus familiares, aprovecharé para hacer un
poco de turismo y me relajaré sin tener que vigilar a la arpía de tu hermana.
Alex no pudo evitar reírse.
─Mi hermana es una de las mujeres más dulces que tendrás la dicha de
conocer.
Rodríguez rompió a reír como si le hubieran contado el mejor chiste del
mundo. Alex lo miró incrédulo. ¡Jamás lo había visto reírse así! Ni siquiera
sabía que era capaz de soltar una carcajada, mucho menos reírse a mandíbula
batiente.
Carol estaba perpleja. Rodríguez estaba más raro que un perro verde.
─Rodríguez gracias a una larga amistad, no me voy a tomar tus risas
como algo personal - amenazó observándolo atentamente - Júlia es incapaz
de hacerle daño ni a una mosca...
Otro conato de risas, interrumpió la defensa que estaba haciendo de su
hermana.
─Lamento decirte - dijo intentado ponerse serio - que te tiene sorbido los
sesos. Tu querida hermana esa que "no es capaz de hacerle daño ni a una
mosca". Me ha fustigado con su lengua desde el primer momento, me trata
como si fuera un leproso y tuvo la audacia de preguntarme si era gay.
La cara de Alex era un poema, claro que la de Carol no tenía precio. Se
miraron entre ellos y rompieron a reír como locos. Alex se dejó caer en la
cama agarrándose el vientre del paroxismo de carcajadas del que era preso.
Carol que ya estaba sentada en la cama, estaba doblada sobre sí misma, casi
como Alex. Rodríguez por su parte, se estaba planteando seriamente, darle
una somanta de palos a su amigo hasta dejarlo sin sentido y tirar por la
ventana, a la hija de su jefe.
─No le veo la gracia - dijo conteniéndose.
Otro ataque de risas, recibieron sus palabras. Estaba perdiendo la
paciencia.
─¿En qué momento... - se le escaparon unas risas - en qué momento
salieron tus preferencias sexuales en conversación? - preguntó Alex
limpiándose los ojos. No recordaba haberse reído tanto en mucho tiempo.
─Eso no importa - dijo reacio - la cuestión es que tu hermana es mucho
más de lo que aparenta. Te lo garantizo - Alex por su parte, intentó recobrar
la compostura a duras penas.
─Se me pasó por la cabeza que si te conocían mis hermanas perdieran la
cabeza al verte...Ya sabes, aunque sean mis hermanas no dejan de ser mujeres
y con tu reputación...Perdóname amigo pero algo sí me preocupé - reconoció
con una sonrisa impenitente.
─Pues ya ves que no tenias motivos - dijo Carol intentando también
ponerse seria - tu hermana es inmune a los encantos de Rodríguez.
Raúl tenía el gesto sombrío. A él no le hacía ni pizca de gracia.
─Quiero que sepas que intenté que me explicara porqué te había cogido
esa inquina y lo único que acerté a entender, era que le parecías un engreído
presuntuoso con menos cerebro que un mosquito - soltó disfrutando más que
un cerdo en un charco - después de eso, como comprenderás, me quedé
tranquilo sabiendo que no tendría que consolarla, cuando le rompieras el
corazón... Como recordaras, ha sido un arduo trabajo que he llevado a cabo,
durante estos años en nombre de nuestra amistad.
─Eres un pedazo de cabrón - farfulló Raúl con mala cara - te has
aprovechado de ello, en tu propio beneficio y lo sabes.
─Culpable - reconoció con una gran sonrisa - pero en esta ocasión, como
comprenderás, es diferente, es mi hermana - añadió y con eso para él,
quedaba todo explicado.
─A mí personalmente, me ha caído genial - reconoció Carol - de hecho,
pensaba llamarla mañana para dar una vuelta, me dijo que estaba de
vacaciones y como me marcho pasado mañana, al menos disfrutaré de un día
como turista.
─Me parece bien. No está trabajando, presentó su dimisión hace poco.
─Al parecer es algo habitual en vuestra familia - dijo haciendo referencia
directa a cuando él mismo se marchó sin decir palabra - por cierto, tengo aquí
tu talón. Es tuyo y no quiero oír ninguna objeción - sabía que la última
misión lo había marcado lo suficiente como para no querer ni el salario que le
correspondía por derecho.
─Dónalo a cualquier organización o...no... Dámelo, ya sé lo que haré con
el dinero.
Lo donaría el mismo a la asociación que dirigía Gloria.
Carol lo miró sorprendida. Esperó a que se explicara pero al parecer no
iba a decir mucho más. Se encogió de hombros, la verdad es que tampoco le
importaba lo que hiciera con el dinero, era suyo y se lo había ganado.
─Una cosa más - dijo mirándolo con interés - la telekinesia que dijo
Santos que tenias. ¿Realmente fue para tanto o la situación hizo que pareciera
más de lo que realmente fue? No me entiendas mal. Te he dado mi palabra y
yo la cumplo.
Alex y Raúl se miraron en silencio durante unos segundos. Sabía lo que
realmente le estaba preguntando Carol. Había venido desde Estados Unidos
sólo para salvarle el culo.
Raúl asintió mirando a su amigo. Carol se percató del cruce de miradas.
La maleta empezó a flotar por la estancia. Carol trastabilló y de poco se
cae, cuando notó la cama contra la parte trasera de sus rodillas, se dejó caer
de golpe. No se había sentado cuando la cama se reunió con la maleta en el
aire. No pudo evitar que se le escapara un gemido en voz alta. Se agarró con
fuerza a la colcha, estupefacta.
─Sí se te ocurre hacerme flotar también a mí, piénsatelo dos veces -
amenazó Raúl - porque te prometo que te rompo los dientes.
Alex sonrió burlón. Sabía que a Rodríguez, le producía cierto respeto
todo lo que tuviera que ver con temas paranormales.
─Segarra...Lo he entendido. ¡Bájame! - dijo Carol bastante afectada.
Alex así hizo. Cuando la cama tocó suelo, escuchó como Carol dejaba
salir el aire retenido en sus pulmones.
Se lo quedó mirando con las pupilas dilatadas.
─Cuando quieras y en el momento que quieras, tienes un puesto en mi
equipo - dijo sincera - eres extraordinario. Si te lo piensas mejor, puedo
pagarte el doble.
─Gracias Carol pero no. He vuelto a casa y mi intención es quedarme con
los míos - comentó con lo que era, la verdad más absoluta - me perdí el
último año de la vida de mi padre...Es algo que no me perdonaré jamás, no
volveré a fallarle a mi familia.
Carol entendió todo lo que encerraba aquellas palabras. Lealtad.
─Como quieras, pero recuerda que me debes un favor - dijo señalándolo
con el dedo - Rodríguez, si necesitas refuerzos o cualquier otra cosa,
llámame. No quiero perder a otro de mis hombres.
─¿De tus hombres? - preguntó Raúl enarcando una ceja - hasta donde yo
sé, soy en todo caso, de tu padre.
─Ya no - dijo contundente - a partir de ahora trabajarás para mí. Necesito
a un hombre de confianza que lidere los equipos de intervención, pero yo
trabajo en otros sectores, ya hablaremos cuando regreses.
─Yo soy un hombre de acción - dijo frunciendo el ceño - no voy a
trabajar en un despacho.
─Tranquilo - dijo con una sonrisa - tendrás toda la acción que necesites,
sólo que diferente, creo que te gustará.
Raúl no estaba tan seguro pero decidió no decir más, sin saber qué estaba
rechazando.
─Que sepas que pagó mejor que mi padre - eso despertó su interés.
Patterson pagaba mejor que nadie en el sector. Se jactaba de tener a los
mejores y las cifras astronómicas que se barajaban, eran de vértigo.
─Si os parece, vamos a tomarnos algo, estoy seca - propuso Carol.
─Me apunto - dijo Alex.
Raúl por su parte se limitó a levantarse de su asiento dirigiéndose a la
puerta.
─Pagas tú Segarra.
─¿Y eso? No lo entiendo, siempre me toca a mí, quiero que sepas que
serás un tío muy majo pero eres tacaño hasta decir basta.
Un gruñido fue la única respuesta. Carol sonrió, se sentía cómoda entre
aquellos dos grandullones.
─Espero que me expliques al menos, qué le hiciste a mi hermana para que
te cogiera tanta tirria.
─Que te lo explique ese dechado de virtudes - dijo desabrido. Alex soltó
una carcajada.
─Eres mi amigo - dijo insistiendo. Habían llegado al piano bar del hotel,
que curiosamente no tenía piano - eso tendrá algún peso digo yo.
─No te dejo sin dientes y créeme que como no pares, tienes todos los
números - amenazó sin muchas ganas. Carol entre tanto pidió unas cervezas,
se estaba divirtiendo sólo de escucharlos discutir.
─Sabes que no cejaré - advirtió sin perder la sonrisa - creo que es la
primera mujer que no cae rendida a tus pies. Claro que por otra parte es una
Segarra - añadió como si eso lo explicará todo.
─Esta mañana la he seguido y un tipo de unos cuarenta años con traje
hecho a medida y un deportivo último modelo, la ha parado, al parecer tienen
algo entre ellos, porque la ha besado y tu hermana se ha ido llorando. ¿Sabes
algo al respecto?
Alex se puso serio. Su madre le había contado porqué había presentado
Júlia la dimisión en la empresa en la que llevaba tantos años trabajando, la
cosa es que no entendía el interés de Rodríguez en todo eso. Decidió apuntar
a ver qué pasaba.
─Bueno...hasta donde yo sé, se encariñó con su antiguo jefe pero el muy
cabrón, sólo estaba jugando con ella, cuando mi hermana se enteró, decidió
cambiar de aires.
Rodríguez asintió sin decir ni palabra. El tipejo aquel, parecía bastante
interesado.
─Mi hermana es muy sensible y supongo que todo eso la hizo más daño
del que reconocerá, pero si lo veo cerca de ella, lo hago picadillo.
─Hay tíos que sólo buscan el placer de la caza - dijo Carol desdeñosa - si
ese cerdo es de esos, la seguirá sólo porque le ha dado calabazas...Ya sabes
cómo son esas cosas.
─Hablaré con ella - prometió Alex mirando atentamente a su amigo -
pese a la edad que tiene, es bastante inocente con respecto a los tíos.
─¿Dónde dices que trabajaba? - preguntó Raúl aparentemente sin mucho
interés.
─En un bufete del centro. Es el clásico tipo encantador de sonrisa fácil
que vuelve locas a las mujeres, tiene dinero y mucha clase.
Él también tenía mucho dinero. Claro que eso no tenía importancia.
─No creí que tu hermana fuera de las que se encandilaba, cuando ve una
billetera llena - comentó con cinismo.
─Y no lo es. Por eso es una presa fácil para tíos como ese. Ya estaré al
caso - añadió preocupado.
Ana estaba ansiosa esperando a su amiga. Miró por enésima vez el reloj.
Desde que César andaba por ahí, Sara era incapaz de llegar puntual. Cuando
escuchó el timbre, de poco sale corriendo. Abrió la puerta sonriente pero
cuando vio que Sara venía acompañada, perdió todo rastro de sonrisa. ¿Es
que no podía entender que necesitaba hablar con ella a solas?
─Hola - dijo un tanto desencantada - no sabía que venías César.
César por su parte, sonrío con aire burlón. Ana era más transparente que
el cristal.
─No quiero molestar, si eso me marcho...
Ana no dijo nada y Sara la miró con mala cara.
─Por supuesto que no molestas querido - dijo mirando a su amiga con
toda intención - sólo es que no he avisado y Ana no sabía que venias y se ha
llevado una sorpresa. ¿Verdad querida?
─Seguro - respondió sin muchas ganas - pasar que hago café. He
comprado unas galletas para acompañar - añadió con aire deprimido.
─Sólo café, aún no hemos comido y hemos hecho una reserva en Don
Giovanni - comentó Sara tomando asiento. César hizo lo propio y Ana con un
suspiro, fue a preparar los malditos cafés.
Cuando se unió a los demás en la mesa cada uno con una taza,
curiosamente, se hizo un incómodo silencio. Ana no recordaba que eso pasara
jamás con su amiga.
Sara por su parte, empezaba a ser consciente, que venir con César había
sido una mala idea. Al parecer, su amiga tenía necesidad de hablar con ella y
no lo haría delante de su pareja.
─Creo que querías hablar sobre algo - dijo fingiendo no darse cuenta del
hermetismo de Ana.
─No tiene importancia - dijo sorbiendo su café.
César empezó a sentirse incómodo. Para él estaba clarísimo lo que estaba
pasando.
─Si no os molesta, tengo un par de recados que se me habían olvidado -
dijo levantándose de la silla - vendré en...Digamos una hora - Las dos
mujeres lo miraron con sonrisas agradecidas. Intentó mantener la compostura
pero le costó lo suyo no reírse.
─Me parece bien - dijo Sara encantada con la sensibilidad de César - nos
vemos en un ratito.
Ana lo acompañó a la puerta y cuando iba a salir, lo sujetó por las solapas
y le besó en la mejilla.
─Gracias - César sonrió entendiendo todo lo que no decía.
─Gracias a ti.
Salió tranquilamente, sintiéndose mejor consigo mismo. Las mujeres
necesitaba sus momentos y él lo entendía perfectamente. Decidió ir a la
cafetería que quedaba a un par de calles y probar el chocolate caliente que
decían, era delicioso. Tenía un par de llamadas pendientes, aprovecharía el
tiempo para hacerlas.
Mientras tanto en casa de Ana...
─¿Qué es en nombre de Dios tan importante? - preguntó Sara, no bien
entró Ana por la puerta.
─Sara no me agobies - dijo un tanto alterada, tomando asiento - no es
fácil para mí.
Sara se quedo mirándola estupefacta. ¿Qué narices había pasado? Se
habían visto el día de ayer, habían vivido una situación de juzgado de
guardia... No podían pasar tantas cosas en tan pocas horas. Ni Ana era capaz
de superar los acontecimientos del día anterior.
─Lo siento querida. Pero no entiendo tanto secretísimo.
─Álvaro.
La cara de Sara se transformó. Al parecer sí que podía.
─¿Qué ha pasado?
Ana estaba angustiada. No sabía por dónde empezar. Con un suspiro,
decidió empezar por el principio. Esperaba con eso, aclarar a su vez las miles
de ideas confusas y contradictorias, que copaban su cabeza y que
amenazaban con hacerla estallar.
─Ayer, cuando os fuisteis, escuché ruidos en el jardín delantero, cuando
salí a investigar, cuál sería mi sorpresa al ver a dos individuos peleándose a
brazo partido, uno de ellos era un compañero de Alex que resultó herido, la
cuestión es que llamé a Álvaro para que viniera a atenderlo. Cuando terminó
de coserlo...
─¿Cómo qué coserlo?
─Se llevó un navajazo del cretino que quiere hacer daño a mi Alex, así
que Álvaro lo cosió y le administró un sedante. Lo dejé en mi cama dormido,
bajamos aquí y le mentí un pelín, porque como tú comprenderás, no podía
contarle la verdad - Sara asintió entendiendo perfectamente - la cuestión...es
que después...después...
─Después. ¿Qué?
─Sara... ¡Me hizo el amor! Aquí mismo en la cocina - se tapó la cara con
las manos, muerta de vergüenza. Sentía como le ardía, de lo ruborizada que
estaba.
Sara por su parte se quedó sin palabras. Se esperaba algo, pero no todo.
─Entiendo - dijo muy tranquila - aquí en la cocina, por supuesto, en la
cama estaba el amigo de Alex y era imposible.
Ana miró a su amiga espiando entre los dedos, bajó lentamente las manos
que cubrían su rostro y se la quedó mirando como si le hubiesen brotado dos
cabezas.
─Sara eres idiota.
Sara puso cara de ofendida.
─¿Idiota dices? Perdona bonita pero creo que es lo más lógico dada las
circunstancias.
─¿Dada las circunstancias? Sara ¡Me hizo el amor contra la pared! - dijo
perdiendo los estribos - en el nombre de Dios. ¿Dónde ves tú la lógica?
Sara levantó las cejas, embargada de la más absoluta sorpresa.
¿Ana había hecho el amor contra la pared? Imposible. ¿Su Ana?
Totalmente absurdo.
─-Esto...Ana querida, entiendo que tú creas que te hizo el amor...Pero
unos cuantos besos y algún achuchón, no es hacer el amor...
─¡No soy imbécil! Ya sé lo que es. Soy madre de tres hijos, digo yo que
alguna experiencia tendré sobre el tema - dijo con marcada ironía.
─Supongo - dijo no muy convencida - para dejarlo claro. Defíneme qué
es para ti hacer el amor.
Ana estaba pensando seriamente, estrellarle la taza de café a su querida
amiga. Le estaba hablando con un paternalismo que la estaba crispando los
nervios.
─Si un hombre te lleva al orgasmo. ¿Tú cómo lo definirías? - preguntó
torvamente.
La cara de Sara era un poema. ¿En serio? Clavó la mirada en la pared,
que había señalado su amiga y de nuevo en Ana. Hombre...No estaban para
hacer a esas alturas muchas acrobacias...Las imágenes que le vinieron a la
mente tenían su complicación y no veía a Álvaro tan fuerte como a su César,
para llevar a cabo tal proeza.
─Sólo para asegurarnos - a esas alturas, Ana tenía los brazos cruzados
sobre el pecho y un ceño que no auguraba nada bueno - ¿Álvaro te tomó entre
sus brazos y te hizo el amor contra la pared? - Ana asintió - ya veo...Pues hay
que reconocerle el mérito porque el hombre ya tiene una edad y sostenerte
durante un rato en el aire...
─¡Sara! - gritó escandalizada.
─¿Qué? No me mires así, sólo digo que está en mejor forma física de lo
que parece a simple vista. ¡Era un halago! - dijo defendiéndose - La última
vez que hice eso, tuve agujetas durante una semana.
─Él no...Quiero decir que Álvaro no...Sólo yo...
Ana estaba totalmente ruborizada.
Si seguían subiéndole los colores, le estallaría la cabeza de la presión.
Esto empezaba a ser más complicado, de lo que se pensó en un principio.
─Ana... ¿Me estás diciendo que Álvaro te llevó al orgasmo pero que él no
buscó su propia satisfacción? - Ana asintió incapaz de decir palabra alguna.
Sara estaba empezando a entender lo que le estaba tratando de decir su
amiga. Ana a pesar de su edad y de ser madre de familia, estaba más verde
que una lechuga. Nunca habían hablado abiertamente sobre sexo, pero estaba
segura que su querida amiga, no había pasado del sexo más tradicional en la
vida.
─Ya veo - dijo buscando las palabras necesarias sin ofenderla - y
pregunto yo. ¿Dónde está el problema? Habéis tenido un encuentro
satisfactorio al menos para ti y supongo que la cosa...Tomará el rumbo
natural de una relación...
─¿Cómo puedes decir qué dónde está el problema? - estaba alterada y no
podía disimularlo - ¡Yo no quería que pasara eso! Y no tengo ninguna
relación con Álvaro. Y lo peor es que no puedo tenerla dada las
circunstancias. ¿Es que no lo ves?
Ahora sí que no entendía nada. Pensó Sara. No se llegaba hasta donde
habían llegado esos dos y después decías que no tenías una relación, aunque
fuera sólo de tipo sexual.
─Ana cielo, si no querías que pasara pero pasó, eso indica que sí querías.
Eso lo primero y segundo, al margen de que tipo de relación tengas, no te
quepa la menor duda de que la tienes.
Ana estaba casi catatónica. ¡Eso no era cierto!
Ella no tenía ninguna relación, se les había ido de las manos un
poco...Vale, más que un poco pero eso no era indicativo de nada.
─Puede ser sexo casual - dijo intentando parecer sofisticada.
Sara enarcó una ceja con una sonrisa burlona entre los labios.
─-¿En serio? ¿Sexo casual tú? ¿Desde cuándo?
─Desde ahora - dijo levantando el mentón.
Sara empezó a sonreír lentamente, con un brillo sospechoso en los ojos.
Ana estaba a punto de perder la compostura y avergonzarse a sí misma,
agrediendo físicamente a su amiga.
─Si tú lo dices - comentó Sara disfrutando del evidente malestar de Ana.
─Todo el mundo lo hace - dijo a la defensiva - yo también puedo hacerlo
y no tengo que dar explicaciones a nadie al respecto.
─Seguro. Pero no te veo a ti, teniendo sexo casual con Álvaro - dijo con
suavidad - más bien creo que estás empezando una relación y que eso te tiene
nerviosa, porque hace mucho que no te sientes mujer, al menos no en el
sentido más amplio de la palabra.
Había puesto el dedo en la llaga, haciendo pleno.
Ana estaba transfigurada.
─Sara...No puedo tener nada que ver con un hombre...Me niego a mentir
sobre mis facultades especiales y no voy a seguir ocultándolas como si fuera
un monstruo. Ya no.
─¡Pues claro que no! - empezaba a ver el fondo del problema - sí Álvaro
te quiere, te aceptará tal y como eres y eso incluye tus...Peculiaridades, sean
las que sean.
─Creo que tengo mucho en qué pensar.
─Lo sé cielo. Sé que es complicado para ti, dejar de darle vueltas a las
cosas pero sencillamente vive el momento. Cuando llegues al puente ya lo
cruzarás.
─¿Qué le digo a Álvaro? - preguntó angustiada.
─Nada - aseveró Sara con firmeza - disfruta tu relación con él y llegado el
momento, dile lo que te salga del corazón.
─¿Y si le da un perrenque?
─Le dices que le estabas tomando el pelo y santas pascuas - soltó con
frescura.
Ana puso un gesto de incredulidad, que hizo que Sara se riera.
─No pongas esa cara - dijo mirándola divertida - si llegáis al momento de
la conversación, y resulta que se lo toma tan a mal como tú crees, reculas y
punto. En ese momento es cuándo tendrás que tomar decisiones, no antes
nena. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
─Creo que si - musitó.
─Se que te cuesta imaginarte que al igual sólo es una aventura pero puede
que no lleguéis a nada. ¿Para qué te vas a freír los sesos pensando? Vive Ana,
sólo eso.
─Supongo que tienes razón.
─Sé que tengo razón - dijo utilizando una de sus expresiones favoritas -
tu problema es que no dejas de darle vueltas a todo y siempre te imaginas lo
peor.
─Es verdad - reconoció con una mueca.
─Pues claro que es verdad. En breve veras a tu tía y empezaras a entender
el porqué de muchas cosas y si no me equivoco, posiblemente vivamos en un
futuro no muy lejano, una aventura digna del mejor guión de Hollywood.
Tenemos una boda que planear y tú tienes una aventura amorosa en ciernes.
¿Qué más le puedes pedir a la vida? La mayoría de la gente, se dejaría cortar
su mano derecha por tener la oportunidad que tienes tú. Empieza a creer en ti
nena, yo hace tiempo que ya lo hago.
Ana siempre había creído que tenía una vida normal, incluso aburrida
pero no era así. La vida era un cúmulo de momentos entrelazados. Sólo tenía
que dejarse llevar, dejar el pasado a donde pertenecía, esperar el futuro pero
sobre todo, vivir el presente.
"Búscame". Supo exactamente lo que iba a hacer. Vivir.
─Hola cielo – dijo Sara dándole un beso en los labios, cuando le abrió la
puerta - no hace falta que entres, recojo el abrigo y el bolso y nos vamos.
─¿Y Ana? Al menos le saludo - no entendía nada.
─No te preocupes, Ana ha subido a...A ver a su hermano y no puede
atenderte.
Lo dejó esperando en el porche y al momento salió con el abrigo en un
brazo y el bolso en el otro.
César estaba confuso. No entendía nada. Pero Sara cerró la puerta tras de
sí, sin darle tiempo a que pusiera alguna objeción.
─¿Nos vamos? - dijo con una sonrisa resplandeciente.
─Supongo - dijo resignado a vivir en la inopia.
Cuando subieron al coche y ya en carretera, César la miró de soslayo.
─No tienes porqué pero sería todo un detalle, que me explicaras de qué va
todo esto.
─Ana está pasando por una crisis. Habrías hecho preguntas que no podía
contestarte.
─Ya. ¿Puedo saber que le pasa?
─-Ummmhhh... Creo cariño que es mejor que no - dijo palmeándole la
pierna.
César frunció el ceño.
─No puedo ni imaginarme qué es tan grande que no puedes compartirlo
conmigo, al fin y al cabo, sé que tiene poderes, que toda su familia es rarita y
no he salido huyendo.
Sara sonrió ante el tono ofendido de César.
─Querido son temas delicados, tienen que ver con un hombre y no creo
que necesites saber más.
César sonrió entendiéndolo todo. Así que había sido una de esas
conversaciones. Las mujeres necesitaban hablar con otras mujeres de
hombres. Siempre había sido así. Buscó a tientas la mano de Sara y se la
llevó a los labios besándole los dedos uno a uno. Sara se rió entre dientes,
ante su gesto cariñoso. Cuando empezó a chuparlos lentamente, escuchó
como se le escapaba un gemido involuntario. Le besó el interior de la
muñeca, acariciándola con la punta de la lengua.
─Quiero que mientras comemos, tengas en mente que el postre lo
tomaremos en casa - susurró sobre la piel sensible de su muñeca -
decididamente, me apetece bañarte en chocolate caliente... - volvió a reseguir
con la lengua desde la muñeca hasta el centro de la palma - ver cómo resbala
por tu piel hasta tu mismo centro... - subió un poco con la boca por la parte
interna del brazo - hasta sentir como te derrites contra mi boca pidiendo
clemencia...Pero no tendré piedad y volveré a empezar hasta que llores
gimiendo de placer...
Sara estaba respirando superficialmente, tenía la boca entreabierta y los
párpados entornados sobre unos ojos vidriosos, plenos del más descarnado
deseo.
─No es necesario que vayamos al restaurante. Yo compro el chocolate y
nos vamos a casa ahora mismo - dijo sin esconder su propia necesidad.
César paró el coche en el aparcamiento y se volvió a mirar a la preciosa
mujer que tenía a su lado. Rompió a reír de pura dicha.
Sara se erizó como un gallo de pelea.
─¡No te atrevas a reírte de mí! - dijo golpeándole el brazo - eres un bruto.
César la abrazó sin prestarle atención a los leves manotazos de su dragón.
─Eres la cosita más preciosa que he conocido - dijo poniéndose serio de
repente.
Sara dejó de resistirse.
César la besó con pasión. Era la mujer de su vida, no tenía ninguna duda.
─Tendrás que esperar para aprovecharte de mí - susurró sobre sus labios.
─Podría...Convencerte - dijo acariciándole de forma íntima. César inspiró
profundamente y agarró la mano inquisidora.
─-Podrías pero vas a ser una buena chica.
─Las chicas malas somos infinitamente más divertidas - contestó con voz
gutural tentándolo como nada. César con una mueca burlona, la soltó sin
muchos miramientos y salió del coche con agilidad. Sara no se lo podía creer.
─Querida recuerda que tenemos reserva y no queremos llegar tarde - dijo
apoyado en el coche, con un brillo travieso en los ojos.
Sara suspiró resignada y salió murmurando contra todos los hombres y
especialmente sobre uno en particular. César ensanchó la sonrisa al
escucharla. La abrazó por la cintura y la instó a andar en dirección del
restaurante.
─Eres la cosa más bonita que he visto jamás - susurró contra su oreja.
─Quiero que sepas que en este momento no vas a camelarme con lindas
palabras.
─¿Quieres apostar?
Iba a contestar cuando llegaron a la puerta y un camarero, educadamente,
le cedió el paso.
─Recuerda princesa...El postre en casa - dijo bajito mientras se dirigían a
su mesa.
Sara se volvió a mirarlo por encima del hombro, sacándole la lengua.
César se limitó a sonreír. Era un hombre feliz. No creía que nadie tuviera
derecho a serlo tanto pero desde luego, no sería él quien se quejara de la
suerte que había tenido, el día que su compañero se rompió el brazo, aquel
día cambio su vida y viviría hasta el último de sus días, dando gracias por
ello.
Alex estaba con Rodríguez en el parque, habían quedado esa mañana para
salir a correr y después de unos quince kilómetros y una tabla de ejercicios,
sentía que necesitaba comer algo.
─No sé tú, pero yo mato por un buen almuerzo - dijo Alex secándose el
sudor de la frente con una toalla. Llevaba en la mochila una cantimplora y
unas barritas de proteínas pero lo que le apetecía era comer de verdad.
─Me apunto, te dejo que me invites - dijo Raúl, repantigado en uno de los
bancos del parque.
─Cerca de mi casa hay una cafetería que hace unos bocadillos que te
mueres.
─Necesito darme una ducha primero - dijo mirándose a sí mismo - si
quieres nos vemos allí.
─Vente conmigo a mi casa y te duchas allí si quieres. ¿Llevas una muda
de ropa para cambiarte después? - preguntó sabiendo que su amigo era de los
que llevaba de todo en la mochila.
─Sí, pero no quiero ser una molestia.
─Y no lo eres - comentó - eres mi amigo - dijo palmeándole la espalda
con afecto - además seguro que a mí madre le hace ilusión verte.
Raúl hizo una mueca al escucharlo.
─¿Estará tu hermana por casa?
─Supongo. Pero ha quedado con Carol para ir a la ciudad a dar una
vuelta, al igual ni te la encuentras - dijo con una sonrisa.
─ Pues entonces te cojo la palabra. Llevo en el coche todo lo necesario
para cambiarme.
─Lo sé viejo - era del tipo previsor, en más de una ocasión, había echado
él mismo mano de la bolsa que siempre llevaba a todas partes.
Entonces la vio.
Parecía sacada de un cuento. Con su larga melena negra y brillante y
aquellos preciosos ojos violetas, era la cosa más bonita que había visto en su
vida. Raúl se volvió a mirar qué era lo que había llamado la atención a su
amigo. Lo cierto es que se quedó impresionado al verla, era una belleza.
─¿Quién es esa preciosidad? - preguntó interesado.
─Nadie que te interese - contestó Alex sin quitarle la vista de encima a la
joven que paseaba con un cachorro de dogo, sin ser consciente de las miradas
de admiración que despertaba a su alrededor.
Raúl por su parte, levantó las cejas cuando escuchó la advertencia en la
voz de su amigo. Eso desde luego, había conseguido despertar su interés.
─Creo que es muy joven incluso para ti - dijo sin poder resistirse.
─Un poco - reconoció reacio - tiene dieciocho años recién cumplidos.
En aquel momento, Elena al reconocerlo, levantó la mano a modo de
saludo. Alex hizo lo propio.
─Hola - dijo con una sonrisa tímida - no esperaba encontrarme con nadie
a esta hora, es bastante pronto.
─Nosotros solemos levantarnos temprano, nos gusta correr para
mantenernos en forma - explicó - este es mi amigo Raúl Rodríguez, ha
venido unos días de vacaciones, somos antiguos compañeros - Elena se
retrajo de forma automática.
Cuando Raúl se puso de pie, retrocedió sin querer, era un hombre enorme
y muy musculoso, eso la asustó. Había estado sentado en un banco y un par
de árboles lo tapaban parcialmente, no lo vio hasta que estaba cerca y ya era
tarde para darse la vuelta. Raúl por su parte, sintió el rechazo de la joven casi
como una bofetada, frunció el ceño, últimamente estaba perdiendo su famoso
encanto, o eso o las mujeres españolas eran de otra raza. No lo entendía.
─¿Puedes correr con tu herida? - preguntó con inocencia.
─Bueno...No mucho pero tengo que fortalecer la pierna...- Raúl enarcó
una ceja. No tenía conocimiento de ninguna herida.
─Supongo que eso está bien pero no te esfuerces mucho, llevará su
tiempo - dijo Elena mirándolo con simpatía. Alex rogaba porque su amigo no
preguntara nada. No tenía ni puñetera idea de cómo le explicaría en el jardín
que se había metido él solito.
─Gracias Elena. Significa mucho para mí, que muestres interés - Elena se
ruborizó hasta la raíz del cabello.
─Me ha dicho Gloria que os marcháis unos días a casa de unos familiares
y que tú también vas...- lo miró a través de sus tupidas y largas pestañas.
─En efecto - confirmó - pero si quieres cuando vuelva, te llamo y
podemos quedar...si te parece bien - Elena asintió nerviosa, Alex no lo sabía
pero iba a ser su primera cita.
─Podemos preparar una salida con los niños y los perros y organizamos
un picnic - aventuró esperanzado - puedo decírselo a mis hermanas - ofreció
mirándola con atención.
─Suena divertido - dijo con una pequeña sonrisa - nunca he ido a uno y
me gustaría...Creo...
─No se hable más. Cuando regrese te llamo. Por cierto. ¿Me das tu
número de teléfono? - preguntó intentando ser lo más suave posible - no te
sientas obligada...Mira, hacemos una cosa, te doy yo el mío y tú me llamas.
¿Quieres?
Elena asintió volviéndose a ruborizar. Gloria le había regalado un
teléfono móvil hacia unas semanas pero los únicos números que tenía en la
agenda, se podían contar con los dedos de una mano. Sería el primer amigo
que apuntaría. Le hizo mucha ilusión.
Alex le dio su número pero no insistió para que ella hiciera lo mismo.
Tenía que ser paciente, necesitaba confiar, aprender por ella misma que todos
los hombres no eran iguales.
Durante todo ese tiempo, Raúl se mantuvo al margen. Incluso había
retrocedido dejando espacio entre ellos, sobre todo cuando se percató de que
la joven no paraba de mirarlo con miedo. Había conocido a demasiadas
víctimas, para reconocer a una cuando la tenía delante de las narices. En
ocasiones, en las misiones de rescate en los casos de secuestro, no siempre se
respetaba los pactos, divertirse un poco, era lícito. Cuando llegaban para
liberarlos, las caras de horror, daban escalofríos, no importaban que fueran
chicas o chicos, para pasar el rato lo mismo daba. Se jugaría el salario de un
mes, que algún hijo de perra, le había hecho pasar un mal rato.
─Bueno...Me voy, te deseo un buen viaje...Alex - dijo sin mirarlo a los
ojos. Alex por su parte, sintió un tirón a la altura del esternón. Esa chica lo
enternecía como nada. No podía explicarlo.
─Gracias Elena.
─Adiós - se volvió para irse, cuando se dio cuenta, que estaba muy cerca
de Raúl, retrocedió instintivamente chocando con Alex - yo...Lo siento...
─No pasa nada - dijo Alex sujetándola entre sus brazos - Raúl asusta a
todo el mundo con su tamaño, pero lo cierto es que es un corderillo - Su
amigo lo miró serio como un juez - de hecho precisamente por ese motivo,
tiene muy pocos amigos, pero es como un hermano. Le confiaría mi vida.
Alex quería que se sintiera segura. Notaba como temblaba, si pudiera, la
metería en una urna de cristal para que nadie volviera a hacerle daño.
─Por su aspecto nadie lo diría - susurró mirándolo.
─Pero tú sabes que no se debe juzgar a nadie por su aspecto. ¿Verdad?
Elena asintió avergonzada. Sabía que tenía razón pero en aquel momento
sólo quería irse a casa.
─Lo siento - musitó mirando a Raúl aunque su vista no subió de su
amplio tórax.
─No te disculpes - respondió con la voz más suave que pudo - no pasa
nada.
Elena levantó la vista rápidamente para ver su expresión, la boca podía
mentir pero los ojos decían la verdad. Sólo se encontró con unos ojos azules
que la miraban sin pestañear. No intentó convencerla de nada, eso le gustó.
Elena se marchó despidiéndose con la mano antes de perderse de vista.
Alex y Raúl se quedaron allí de pie, viéndola marchar.
─Dos cosas. ¿Qué herida tienes en la pierna? Y dos. ¿Quién ha hecho
daño a esa criatura?
Alex soltó un suspiro. Sabía que su amigo no lo dejaría pasar.
─Abusaron de ella durante un tiempo indeterminado, el hijo de perra de
su padrastro. Y al parecer cuando andaba corto de pasta, se la pasaba a sus
amigotes - la rabia era palpable en su tono.
─Es apenas una chiquilla - musitó Raúl asqueado.
─Lo sé. Como te he dicho, apenas tiene dieciocho años.
─¿Qué tienes que ver tú con ella?
─Nada. Reconozco que es una belleza pero no tengo nada. Odia a los
hombres y los teme por igual, he pensado en ayudarla a superar sus miedos.
─Para eso existen profesionales altamente cualificados.
─Bueno...Yo tengo mis propios métodos - reconoció un tanto turbado.
Raúl lo miró con cinismo. Una mueca burlona se instaló en su boca.
─ Segarra, ilumíname - dijo sarcástico.
─Le he dicho que me hirieron en mi última misión y que...Bueno que no
puedo... ¡Maldita sea! Le he dicho que soy impotente.
La cara de Raúl no tenía precio. El asombro, la incredulidad y la más
absoluta sorpresa, se mezclaban en su cara dándole un aspecto cómico.
─Tú estás mal colega - dijo cuando recuperó la voz - ¿Y de qué manera le
va a ayudar a esa pobre chica que le mientas diciéndole que eres impotente?
Dime lumbreras.
─Pues de momento, en que pueda estar cerca de un hombre sin echarse a
temblar de puro miedo y ayudarla a confiar en nuestro género.
─¡Está cerca de ti porque cree que no eres un hombre! Eres idiota.
Cuando se entere, todo lo que hallas creído ganar, lo perderás de un plumazo.
─Pero cuando recapacite, se dará cuenta de que pude aprovecharme pero
no lo hice. Ese es el quid de la cuestión. ¿Es que no lo ves?
─Veo que te has metido en un jardín que te va a estallar en la cara - dijo
moviendo la cabeza con pesar - le has dicho a una preciosa chica que eres un
eunuco Alex. ¡Por el amor de Dios! Cuando se entere, si no tiene el suficiente
valor para cortarte los huevos, se lo dirá a la arpía de tu hermana y seguro que
la ayuda.
Alex se quedó mirando a su amigo meditabundo. Podía reconocer que al
igual no había sido una de sus mejores ideas pero a Raúl, le pasaba algo con
su hermana, no venía a cuento y sin embargo la había vuelto a mencionar.
En ese momento le sonó el móvil, indicándole que le había llegado un
mensaje.
"Hola, soy Elena. Sólo te escribo para que tengas mi número. Que te lo
pases bien con tu familia. Cuando vuelvas ya quedaremos".
¡Estaba encantado! Empezaba a funcionar. Sí que había sido una buena
idea. Elena había dado un paso de gigante. Se sintió absurdamente orgulloso.
─Era Elena - dijo con una sonrisa idiota - sólo quería que tuviera su
número.
─Ya - empezó a andar en dirección al coche.
─Oye, míralo como una buena acción - Raúl lo miró de soslayo con una
mueca.
─Tú estás pillado por esa chica, miéntete si quieres pero a mí no me
engañas.
─No estoy...Bueno y si lo estoy da igual, Elena es apenas una niña y
nunca me aprovecharía de ella - repuso indignado.
─No he dicho que lo vayas a hacer. Sólo que te vas a arrepentir -
puntualizó.
Alex frunció el ceño. No entendía por qué. Según su punto de vista,
estaba seguro que su método era muchísimo más efectivo que todas esas
terapias que te volvían medio tonto.
En pocos minutos estaban en casa de Alex. Entraron esperando
encontrarse a todo el mundo en la cocina pero no estaba ni el perro.
─No preguntes, te aseguro que ésta es una casa de locos. Igual llegas y te
encuentra a medio pueblo cenando aquí que no encuentras ni al perro -
comentó Alex resignado.
─No he dicho nada - dijo Raúl, aunque estaba un tanto decepcionado.
─En el armario del baño, hay siempre toallas limpias, sube a ducharte
mientras llamo a ver dónde está todo el mundo - dijo Alex.
Raúl asintió. Mientras subía las escaleras, se quitó la camiseta todavía
húmeda de sudor. Cuando estaba a punto de abrir la puerta del baño, alguien
salió justo en ese momento, chocando de lleno contra su pecho. No fue un
golpecito de nada. Incluso trastabilló a causa del impacto.
Júlia terminó de maquillarse y miró el reloj. Si no se daba prisa, llegaría
tarde a su cita con Carol. Salió corriendo y de golpe se estrelló contra un
muro de ladrillos. Se le saltaron las lágrimas a causa del golpe. Incluso se le
había doblado la nariz, motivo por el cual ahora tenía los ojos cuajados de
lágrimas. Levantó la vista sin entender contra qué se había chocado, cuando
vio los ojos azules de Raúl mirándola con verdadero horror.
─Eres una plaga - pontificó todavía pasmado.
─¿Qué yo soy...? - no podía enfocarlo bien a causa de las malditas
lágrimas.
─Por si no lo sabes esta es mi casa y lo último que me esperaba era
toparme con...Con un hombre medio desnudo, andando por ella tan campante
- dijo clavándole el dedo en medio del pecho, para darle más énfasis a sus
palabras.
─No estoy medio desnudo pero entiendo que una mojigata como tú no
vea la diferencia - apostilló con una sonrisa malévola.
─¡Oooohhh! Eres el hombre más odioso y más egocéntrico que he tenido
la desgracia de conocer - estaba furiosa. Ese cretino la ponía a cien sin casi
proponérselo.
─Por una vez estamos de acuerdo - dijo con sarcasmo - eres la mujer más
recalcitrante y una arpía de cuidado - la cara de Júlia no tenía precio.
─Entiendo que lo creas así, seguro que sólo vas con mujeres tetudas y con
poco seso, que babean como idiotas ante una cara bonita. No reconocerías a
una mujer de verdad ni aunque te estrellaras contra ella - dijo haciendo una
alusión directa a lo que había pasado.
─Cuando me estrelle contra una mujer de verdad, te lo diré - contraatacó
- y por cierto las mujeres tetudas que babean por una cara bonita son
infinitamente más interesantes que las arpías frígidas y rencorosas.
Júlia lo miró horrorizada. Se había pasado tres pueblos. ¿Arpía frígida?
¿En serio?
Le dio una patada en la espinilla con todas sus fuerzas y salió corriendo
pasando por debajo de su brazo. Raúl intentó cogerla pero lo esquivó, con
pericia. Claro que saltado sobre un sólo pie, era difícil que la alcanzara. Júlia
bajó corriendo como una exhalación las escaleras, de poco se mata ella sola
sin ayuda de nadie, llevaba unas botas de tacón alto y bajar como lo estaba
haciendo ella, era un deporte de riesgo. Se escuchaban las maldiciones desde
el recibidor. Cuando estaba a punto de salir por la puerta, apareció su
hermano mirándola sorprendido. Levantó la vista hacia la escalera por donde
se escuchaban las voces de su amigo maldiciendo como un marinero y al
segundo, un portazo. Levantó las cejas en muda pregunta.
─Tu amigo es un cretino, es el ser más odioso que he tenido la desgracia
de conocer y espero que hagas algo al respecto porque me temo que quiere
matarme - la cara de Alex reflejaba perplejidad. Sólo habían transcurrido
unos minutos desde que su amigo había subido a ducharse, por mucho que lo
intentaba, no entendía qué había pasado.
─No creo - dijo apoyándose contra la puerta de la cocina - sabe que si lo
intenta lo hago papilla, pero ayudaría una barbaridad, que no lo provoques
cada vez que lo ves.
─¿Qué yo lo provoco? ¿Yo? - dijo asombrada señalándose a sí misma -
¿Sabes que te digo? Que eres tan cretino como él y si piensas que voy a dejar
que venga un inútil y me avasalle en mi propia casa estás muy equivocado. Y
la próxima vez que se me acerque, me aseguraré de que no pueda andar
durante un mes. Estás advertido.
Abrió la puerta y salió dando un portazo.
Alex no daba crédito. ¿Esa era su tranquila y aburrida hermana mayor?
Salió detrás de ella.
─¿Dónde está todo el mundo? - preguntó. Júlia ni se paró cuando lo
escuchó, al contrario, se subió a su automóvil ignorándolo - podías contestar
al menos - dijo de mal humor.
Júlia bajó la ventanilla de su lado y lo miró con inquina.
─¿No eres tan listo? Pues averígualo tú solito.
Y con eso, salió derrapando.
Alex se quedó mirando cómo se perdía a lo lejos. Como un policía la
parase por exceso de velocidad, se lo tendría merecido. Claro que al igual se
lo merendaba sin despeinarse. Hablaría con su melliza. Esto no tenía para él
ningún sentido. Cuando se marchó de casa, Júlia era una chica tranquila, más
bien aburrida y con la nariz siempre enterrada en algún libro. Tenía un novio
que en su opinión, era imbécil pero como parecía feliz con él, siempre se
abstuvo de hacer ningún comentario. En resumen, que la fiera que había
salido por la puerta de su casa, no tenía nada que ver con la hermana que él
recordaba. Entró pensado en todo aquello, cuando vio bajar a Raúl con cara
de pocos amigos. Para su sorpresa, cojeaba. No recordaba que se hubiera
hecho daño esa mañana cuando salieron a correr.
─Cuando me eche a la cara a la gárgola de tú hermana, pienso retorcerle
su precioso cuello hasta que se ponga morada. Estás advertido.
¿Estás advertido? Resultaba gracioso. Su hermana le había dicho las
mismas palabras.
─Esto...Raúl, supongo que eres consciente de que estás hablando de mi
hermana.
─Si.
─Ya. Y también eres consciente de que no puedo permitirlo.
─Puedes intentar evitarlo, pero ya te auguro que vas a fracasar.
Entró a la cocina y se fue a la nevera directamente a coger una cerveza.
Raúl nunca bebía por las mañanas, de hecho lo hacía en raras ocasiones. Con
un suspiro, Alex se dirigió a los fogones, resignado a cocinar algo, porque
estaba visto que no se iban a ir a desayunar fuera.
─Pásame a mí también una cerveza - dijo mientras buscaba una sartén.
─Haz uno de tus numeritos y te la coges tú mismo – Alex decidió darle
tiempo para que se le pasara un poco el mal humor. Era eso, o dejarlo tieso de
un sartenazo. Sólo por el placer de escucharlo, abrió la nevera y sacó los
huevos y el bacón sin moverse del sitio.
Raúl lo miraba con el ceño fruncido y los labios apretados. Si esperaba
que se riera de sus payasadas, lo llevaba crudo. Jamás había estado tan cerca
de perder los estribos y darle una lección a aquella señoritinga que no
olvidaría mientras viviera. Estaba maravillado de su autocontrol.
─¿Quieres también unas salchichas? - preguntó Alex con parsimonia.
─Me vale cualquier cosa - dijo más tranquilo.
Alex terminó de preparar el desayuno y se dirigió a la mesa con los platos
llenos de comida. Raúl hizo una mueca de incredulidad. En cada plato, había
dos huevos, ocho o diez tiras de bacón y seis salchichas al menos.
─¿Qué? Tengo hambre - dijo defendiéndose - el café te toca prepararlo a
ti mientras me ducho.
Raúl asintió y empezó a comer con ganas. Lo cierto es que no se había
dado cuenta, pero también estaba muerto de hambre.
Al rato y después de devorar casi todo el plato, Raúl estaba de muchísimo
mejor humor.
─Bien. ¿Ahora me puedes explicar qué pasa con mi hermana? - se le
agrió el humor. Con un suspiro miró a su amigo. Cuando cogieran al maldito
hijo de perra de Santos, se iba a encargar personalmente de darle la mayor
paliza que le hubiera dado alguien jamás. Todo lo que estaba pasando era por
su culpa. De otro modo, él nunca habría venido a España, y desde luego no
habría conocido al bicho ese, con forma de mujer.
─Alex, tú hermana es insufrible. En cuanto me ve, me ataca, me ha
lanzado una piedra por protegerla, me ha pegado una patada en la espinilla
que de poco me la rompe. De poco me destripa el desgraciado de Santos y
eso sólo en tres días, tiemblo con pensar que será de mí sí me estoy por aquí
una semana. Voy a volver a casa en una caja de pino.
Alex no tenía palabras. Una sonrisa empezó a tomar forma y poco a poco,
se transformó en sonoras carcajadas. Mientras más se oscurecía el semblante
de su amigo, más risa le daba. No podía parar. Raúl se cruzó de brazos,
mirándolo mortalmente serio.
─Tiemblas de pensar...-más carcajadas - qué será...De ti... - no podía
parar de reír.
─Es una manera de hablar - masculló.
─Yaaaaa...- dijo limpiándose las lágrimas. Intentó ponerse serio pero otro
acceso de risas, lo atacó - mi hermana...De sesenta kilos a lo mucho - más
risas - de poco te rompe la pierna...
─Segarra, estas a punto de quedarte sin dientes - Alex que empezaba a
controlar el paroxismo hilarante, al escuchar la amenaza, estalló otra vez en
carcajadas.
En ese momento, escucharon abrirse la puerta principal. Eran su madre y
su tío. Al parecer habían ido a comprar a juzgar por las bolsas que traían.
Se levantó con rapidez para ayudar a su madre.
─¿Queda alguna bolsa más en el coche? - preguntó.
─Pues la verdad es que si, si me haces el favor - vio al amigo de su hijo y
le sonrió con afecto - hola Raúl, me alegro mucho de verte - se acercó a él y
le dio un beso en la mejilla como si fueran viejos amigos. Raúl que no se lo
esperaba se sintió torpe.
─Alex, ves a ducharte, ya me encargo yo de descargar el coche - dijo
levantándose con agilidad.
─De acuerdo viejo - dijo Alex cogiéndole la palabra. Subió las escaleras
de dos en dos, todavía sonriendo. Aún no le había explicado por qué su
hermana lo había agredido.
─¿Habéis desayunado hijo? - preguntó Ana solicita.
─Si señora.
─No me llames señora, acordamos que sería Ana a secas - le recordó con
una sonrisa.
─De acuerdo Ana.
─Bien, pues si te parece, termino de guardas todo esto y nos hacemos un
café.
─Yo también quiero Ana, pero de los míos - dijo Vicent.
─Ya me lo imaginaba - contestó Ana sonriendo - en cinco minutos
termino.
─Has comprado para un regimiento - comentó Raúl mirando la ingente
cantidad de comida.
─No creas. Además nos vamos tres días y se queda aquí mi yerno, ya lo
conocerás, es capaz de vaciar la nevera él solito y sin ayuda.
─¿No os vais todos? - eso no lo sabía. Había contado con que ningún
miembro de la familia se quedaría por allí.
─Vicent se queda y está el tema del cachorro, así que Sergio, que así se
llama mi yerno, se viene para hacerle compañía y cuidar al perro. Además, el
también tiene otro igual así que estarán entretenidos - explicó contenta.
─Entiendo - bueno, un hombre mayor y un chaval, no eran objetivos para
Santos. Se relajó.
Ana terminó de guardar la compra y se dispuso a preparar un café, miró el
reloj. Estaba ansiosa por ver a Álvaro. En parte sentía todavía un poco de
vergüenza pero a la vez, tenía un nudo en el estómago que le daban ganas de
saltar de pura alegría.
─Raúl cielo. ¿Cómo llevas la herida? - preguntó interesada.
─Bien gracias, los puntos tiene muy buen aspecto - como si hablara al
aire. Ana se acercó y lo comprobó por sí misma. Sonrió satisfecha.
─Está muy bien - al parecer sólo valía si lo decía ella - me alegro.
Supongo que te quedaras a comer - dijo mirándolo a los ojos. Esa mujer
estaba acostumbrada a mandar.
─No lo había pensado.
─Bien, pues entonces no pienses. Voy a hacer pollo al horno con patatas
en salsa y hay tarta de manzana de postre.
─Te lo agradezco pero...
─Si crees que me tienes que devolver el favor, entre Alex y tú, podéis
arreglar un poco el garaje - Raúl se la quedó mirando perplejo. Esa mujer lo
había manejado con suma pericia. Si decía que no se quedaba al almuerzo,
parecería un desagradecido.
─Gracias Ana - dijo con ironía - me encantará ayudar a Alex.
En ese momento apareció el susodicho por la puerta.
─¿Alguien decía mi nombre? - preguntó sonriendo.
─Si cielo, me decía Raúl que estaría encantado de ayudarte a ordenar un
poco el garaje mientras preparo la comida. ¿Verdad que es muy amable?
Alex abrió la boca pero bajo la atenta mirada de su madre y de su amigo,
decidió no decir nada más. Odiaba ordenar el garaje. Incluso su tío sonreía
con un brillo burlón en los ojos. Cuando era adolescente, siempre que lo
castigaban, le mandaban ordenar el garaje. Desde luego, que su madre era
única para amargarle el día.
─Vamos Alex - dijo Raúl disfrutando de ver la cara de su amigo - seguro
que acabamos en un rato - dijo risueño.
─Yo no estaría tan seguro - masculló abatido.
Salieron por la puerta de la cocina, uno cabizbajo y el otro sonriendo,
aunque cojeando levemente.
─Ana, yo he visto el garaje y parece un mercadillo - dijo Vicent con una
sonrisa torcida.
─Cierto, así estarán entretenidos un rato - había sido una inspiración de
último momento, pero algo le dijo que no dejara que se fueran. Había
aprendido a escuchar. No correría riesgos.
─Hola pequeña - dijo Álvaro.
─Ho…hola… - contestó Ana.
Ana sintió como se ruborizaba con sólo verlo. Llevaba todo el día
pensando en él pero ahora, allí en su porche, mil imágenes pasaron a la
velocidad de la luz…Todas ellas sofocándola como a una colegiala.
─Estamos en la cocina, para variar – dijo con una mueca – pasa por favor
– añadió nerviosa.
Álvaro la miró unos instantes evaluándola, supo con claridad meridiana
que Ana estaba cohibida. Claro que de la manera en que se retorcía las
manos, daba pistas.
─Siéntate por favor…No, ahí no…al lado de mi hermana si no te importa,
es que ese es mi sitio – dijo Clara con una sonrisa inocente.
Álvaro la miró sorprendido, no sabía que tuvieran un sitio asignado pero
no discutió. Ana por su parte, empezaba a sospechar de qué iba todo eso.
─Entonces al final no has ido a esquiar – dijo Júlia.
─No me apetecía mucho la verdad.
─Ya. ¿Cuáles son tus aficiones? Quiero decir aparte de esquiar, mi madre
por ejemplo no se ha subido en la vida a unos esquís.
─Bueno, me gusta leer, pasear… Supongo que lo normal – contestó
dudoso.
─A mi madre le encanta pasear – dijo Clara.
─Clara. ¿No tienes que ir a preparar las cosas para mañana? – preguntó
Ana seca.
─Ya lo tengo todo – dijo con una sonrisa impenitente - ¿Qué tipo de
películas te gustan?
Álvaro empezó a darse cuenta de lo que estaba pasando.
─No tengo una preferencia, supongo que cualquiera que tenga una buena
trama.
─A mí me encantan las de aventuras y a mi madre también…Sobre todo
las de Indiana Jones si sabes lo que te quiero decir – dijo Júlia apoyando la
mano en su antebrazo.
En cuanto Ana lo vio, se levantó de golpe. Todos la miraron
sorprendidos.
─Me encantaría ir a dar un paseo ahora…Max tiene que salir… – dijo
tiesa como un palo.
─Por supuesto.
─Seguro que nos vemos pronto – dijo Clara con una enorme sonrisa.
En pocos minutos, estaban paseando con el cachorro por el barrio.
Ana iba sumida en sus pensamientos, sabía lo que pretendían sus hijas y
tenía claro que cuando volviera, la iban a escuchar. Eso era juego sucio. Sólo
de imaginarse que Júlia viera algo de lo que había pasado…Bueno no quería
ni pensarlo…
─Estás muy callada – dijo Álvaro.
─Supongo que hoy ha sido un día agotador. Demasiadas cosas que
preparar.
─Tus hijas no son muy diplomáticas que digamos – comentó con ironía.
Ana cerró los ojos un momento sabiendo a que se refería.
─Lo siento, no sé que les ha dado. Hablaré con ellas – sintió como volvía
a ruborizarse.
─No te preocupes – dijo con una sonrisa al notar lo mortificada que
estaba – es normal que se preocupen por quien sale con su madre.
─No estamos saliendo…
Álvaro la miró de soslayo. Después de lo que había pasado, no entendía
sus reticencias.
─¿Y tú cómo lo llamarías? – preguntó suavemente.
─Bueno…No lo hemos hablado pero…Supongo que somos amigos…
─Yo creo que somos algo más que amigos.
─Yo…Hoy en día, se tienen relaciones abiertas…Sin ningún tipo de
compromiso…Modernas…
Álvaro se detuvo en medio de la acera para mirarla de manera frontal.
─¿Tú quieres una relación así?
─Bueno…Supongo… - le estaba costando aparentar una sofisticación que
no sentía – quiero decir que…Mientras estemos bien juntos, pero no tenemos
obligaciones…Tú tienes amigos y te vas a esquiar y cosas por el estilo y…
Quiero que sigas haciendo todo lo que haces sin obligaciones…
Se le notaba de lejos lo incomoda que se sentía con aquella conversación
que por otra parte, no se esperaba. Mucho le parecía que estaba total y
absolutamente perdida. Llegados a este punto, Álvaro pensó que estar de
acuerdo con ella, era la mejor manera de que se diera cuenta del enorme
despropósito, que estaba diciendo.
─Entiendo.
Un suspiro de alivio, delató su incomodidad.
─Sabía que lo verías como yo…
─No he dicho eso – acotó Álvaro – pero lo haremos a tu manera.
─Entonces todo arreglado. Creo que será lo mejor, las relaciones
modernas son menos complicadas – aseguró – no hay obligaciones y son…
Más distendidas si entiendes lo que quiero decir, cada uno tiene su propia
vida y de vez en cuando nos vemos.
Álvaro la observaba en silencio.
─Si lo he entendido bien, me estas proponiendo que mantengamos
nuestras vidas por separado pero que de vez en cuando nos veamos para tener
un encuentro sexual.
Se le borró la sonrisa de la cara como por ensalmo. Eso no era lo que
quería decir.
─No exactamente…Podemos quedar a cenar y a dar un paseo…Ir al
cine…
─Ya. Pero sin obligaciones.
─Exacto. Amigos íntimos pero sin ir más allá…
─¿Ana tienes miedo?
─¡No! Para nada – contestó muy rápido – es más bien que creo que si nos
marcamos unas reglas básicas…Pues será mucho más fácil…Ya sabes…
─No. No lo sé – repuso.
─Me gusta estar contigo pero no quiero ataduras ni obligaciones…
Esperaba que tú lo vieras de la misma manera.
Álvaro la observaba sin perder detalle, para él estaba clarísimo que a Ana
le asustaba empezar una relación, no la presionaría, irían a su ritmo hasta que
se sintiera más cómoda y adquiriera más confianza.
─Como quieras – al punto, notó como se relajó – lo haremos según tus
normas.
─Gracias – musitó con una tibia sonrisa – creo que si desde un principio
sabemos a qué atenernos, será mucho más fácil para ambos.
─Ya.
─Creo que tendríamos que volver, tengo algunas cosas pendientes y
mañana nos vamos.
─Pensaba que iríamos a mi casa – dijo arrastrando las palabras.
Ana lo miró con absoluta sorpresa. ¡No se lo esperaba!
¡No podía estar pensando en eso! Eran las cuatro de la tarde. ¡Por el amor
de Dios!
─Llevamos a Max y…No creo que estés pensando…Quiero decir – vio
como una sonrisa pirata, cincelaba su boca - ¡Álvaro! Lo has dicho a posta.
─Tengo un jardín pequeño pero Max estaría encantado y nosotros
podemos tomar un café tranquilos…Pero si tienes una sugerencia mejor, soy
todo oídos.
No era lo que le estaba diciendo… ¡Era cómo se lo estaba diciendo!
Enrojeció hasta la raíz del cabello. ¡Jesús! No podía ser que quisiera otra
vez… ¡No podía estar insinuando eso! Le estaba tomando el pelo. Seguro.
─Creo que no me gustan ese tipo de bromas – musitó con gazmoñería –
no son de buen gusto.
─No estaba bromeando – dijo risueño.
─Pues… No puedes estar hablando en serio, quiero decir que hace apenas
dos días que…Bueno que tuvimos relaciones y…No creo que sea normal…
Lo miró esperando que se lo confirmara. ¡Lo estaba diciendo en serio!
Esa mujer era increíblemente inocente.
─Ana, todo lo que pasa entre un hombre y una mujer, es normal.
─Supongo, quiero decir que eso ya lo sé – dijo un poco a la defensiva –
no soy tonta, sólo creo que vamos un poco deprisa.
Álvaro la escrutaba con esos ojos que no perdían detalle. Estaba visto que
con Ana, avanzaban un paso y retrocedían dos.
─¿Estás arrepentida?
─No, ya te lo he dicho, pero…Necesito – no sabía qué necesitaba –
necesito ir despacio, me siento un poco apabullada con todo esto y…
─Creo que estás nerviosa por ir a ver a tu familia después de tantos años
– dijo interrumpiéndola – dejaremos esta conversación para más adelante y
de todas formas, tienes mi palabra de que iremos a tu ritmo.
─Supongo que será lo mejor – concedió – pero aun así, creo que tener
unas reglas es una buena idea – insistió – no nos conocemos más allá del
plano laboral y es posible que cuando sepamos mas el uno del otro, nos
demos cuenta de que no congeniamos, eso pasa.
Ana quería que entendiera porqué era bueno mantener cierta distancia. No
veía otra manera de tener una relación. Había partes de su vida que no
pensaba compartir con él y supuso que a Álvaro también le sucedería algo
parecido.
Álvaro por su parte, empezaba a darse cuenta de que había algo más que
una reticencia natural a cualquier inicio de una relación. Decidió no insistir
más, a su debido momento, seguro que se lo diría. Pero no le gustaba, por
decirlo de una manera suave, que lo mantuviera a distancia.
─Como quieras – dijo lacónico – ¿A qué hora regresáis el domingo?
─Sobre las seis creo que ya estaremos por aquí – contestó sorprendida por
el cambio de conversación.
Álvaro asintió, estaban cerca de casa de Ana, en pocos metros quedaría a
la vista, se acercó acariciándole la mejilla con suavidad. Resiguió con el
pulgar, el contorno de su boca, escuchó como el aire se le quedaba atascado
en la garganta, era la mujer más sensual que había conocido. La besó
suavemente.
─Me harías muy feliz si el domingo aceptaras cenar conmigo – susurró a
escasos milímetros de su boca – será año nuevo y no imagino nada mejor que
estar contigo…Solos…
Ana asintió imperceptiblemente, no era consciente pero se había acercado
más quedando casi apoyada contra su cuerpo, Álvaro se estaba arrepintiendo
de no haber insistido más con respecto a ir a su casa.
─Te estoy echando ya de menos – musitó perdiéndose en sus ojos verdes
mar.
─Eres tonto – dijo con una sonrisa coqueta – son sólo tres días.
─Lo sé, una eternidad.
Ana se rió y de manera espontanea, le dio un suave beso en el mentón.
─Te llamaré.
─Eres preciosa – Ana lo miró sorprendida.
─Gracias pero creo que te hacen falta gafas – repuso con ironía.
─Me gusta todo lo que voy descubriendo sobre ti, tu timidez, tu sentido
del humor, el amor a tu familia, tu generosidad, estoy deseando conocer todos
tus secretos, eres una mujer excepcional.
Ni queriendo le decía algo peor.
El cambio fue radical. Se tensó perdiendo la sonrisa y un velo cubrió sus
ojos. Max aprovechó el momento para tirar de la correa, presintiendo lo cerca
que estaba de la casa. Ana se apartó pasándose la mano por el cabello gesto,
que no le pasó desapercibido al hombre que la miraba con total
concentración.
─Max empieza a ponerse nervioso – dijo andando sin volverse – si no te
importa, será mejor que nos demos prisa.
Álvaro la contempló con las manos en los bolsillos, meditabundo.
─Por supuesto – dijo con voz neutra.
Llegaron en pocos minutos a casa de Ana, en silencio. Se le notaba las
ganas de salir corriendo, Álvaro por su parte, le iba dando vueltas a la
reacción desproporcionada ante lo que había sido un halago sincero.
─¿Quieres entrar? – preguntó cortes.
─Creo que no – repuso mirándola a los ojos.
─Bueno…Pues, nos vemos el domingo – dijo con una sonrisa tensa.
─Que tengas un buen viaje.
─Se miraron unos segundos.
─Adiós.
─Adiós pequeña – dijo bajito.
Ana subió los tres escalones del porche con impaciencia y entró en la casa
sin mirar atrás.
Álvaro por su parte, emprendió el camino a su casa, pensando en qué
diantres había dicho para que se pusiera tan nerviosa. Algo no le encajaba
pero por mucho que se devanó los sesos, no encontró la respuesta.
Ana se levantó temprano, estaba acostumbrada pero era algo más que eso.
Los acontecimientos del día anterior, la tenían de los nervios. Descendientes
de un Dios. Increíble. No paraba de darle vueltas al asunto. El tema de su
videncia, era un juego de críos comparado con todo lo que empezaba a salir a
la luz. Conscientemente sabía que todo era verdad pero seguía sin asumirlo.
Ver a su hija flotando en el aire…Bueno, eso le había robado diez años de
vida como mínimo.
─Buenos días – dijo su tía desde la puerta – ya veo que eres de las
madrugadoras.
─Buenos días, al parecer también viene de familia.
Su tía se rió bajito, mientras se acercaba a la cafetera para servirse una
taza de humeante café.
─Supongo que después de lo de ayer, te ha tenido que costar conciliar el
sueño.
─Supones bien. Mientras más sé sobre el tema, más preguntas me surgen
– dijo preocupada – sé que emprenderemos un viaje en un futuro próximo
pero te juro que el miedo a que les pase algo a mis hijos, me supera – confesó
reflejando el dolor en su mirada.
La mujer mayor, la miro con pesar, era comprensible que siendo madre,
lo viviera con angustia.
─Créeme Anita, te entiendo mejor de lo que imaginas…
─¿Pero?
─Pero sólo tenemos una oportunidad cada mil años de cumplir aquello
que se nos encomendó en su día. Todo lo que somos…De dónde venimos, se
reduce a eso.
─Si lo he entendido bien, si alguno falla, la profecía no se cumpliría – su
tía asintió – pues aquí y ahora, te prometo que al más mínimo peligro, no
permitiré que se juegue con la vida de mis hijos. El faraón y la Yamanik esa y
cualquier otro involucrado, me la traen al viento. ¿Lo entiendes? Me
importan los vivos, no los muertos por muy Dioses que fueran. ¿He sido
clara?
─Lo entiendo – dijo con un suspiro – llegado el momento, tendrás que
tomar decisiones, sólo ruego que sean las correctas.
─¿Decisiones? ¿Qué decisiones?
─Tienes el poder de ver el futuro, es vital para anticiparte a cualquier
peligro y proteger así la vida de todos los que dependen de ti.
Sin sangre. Se había quedado sin sangre.
─Exactamente. ¿Qué significa eso? – preguntó entrecerrando los ojos.
─Cuando emprendáis el viaje a Egipto – explicó serena, ante la cara de
espanto de su sobrina – puede que os encontréis con…Algún tipo de
resistencia, recaerá sobre tus hombros el deber de protegerlos.
─¡Yo no decido cuando veo algo y mucho menos el qué! – dijo
empezando a perder los nervios.
─Pues tendrás que hacerlo – contestó su tía sin amedrentarse ante su
sobrina.
─¿Me puedes decir cómo? – preguntó destilando sarcasmo en cada
palabra.
─Creyendo en ti. Tienes el poder, es una parte intrínseca tuya, sólo tienes
que creer y confiar…Necesitas de una vez por todas aceptarlo y aceptarte, la
vida de tus seres queridos podría depender de ello.
Ana apretó los labios hasta convertirlos en una fina línea.
─Te he dicho que ante el más mínimo peligro, lo mando todo a hacer
gárgaras – musitó con los dientes apretados.
─Ya. Pero para saber que estáis en peligro y mandarlo todo a freír
gárgaras como tú dices, primero tendrás que verlo venir y actuar en
consecuencia.
No tenía contestación a eso.
Ana empezaba a darse cuenta del alcance de las palabras de su tía.
─Puedo no ir ni tan siquiera a Egipto y hacer caso omiso a la maldita
profecía, no me aporta nada y no la necesito a estas alturas de mi vida.
─Tus hijos querrán ir, está en su naturaleza y la llamada es muy intensa –
dijo mirándola ir i venir por la estancia cómo un tigre enjaulado – no les
permitirás ir solos, sabiendo que se pueden exponer a peligros y no estar allí
para protegerlos.
─Si falla uno sólo, no se puede cumplir, ergo si me niego, no habrá
ningún maldito viaje a Egipto.
─Irán de todas formas, no podrán sustraerse a la necesidad. Todos sois
partes necesarias pero sentirán el impulso irrefrenable de intentarlo de todas
formas.
Ana escrutó a su tía. Estaba segura que había gato encerrado.
─¿La llamada?
─Cuando se conjugan todos los poderes en el mismo tiempo, de alguna
manera se buscan entre ellos y sienten el impulso irrefrenable de volver al
lugar de origen.
─Ya. ¿Y ese lugar de origen es?
─Uadyi.
─¡Mierda!
Volvió a pasearse por la cocina ante la atenta mirada de su tía. Ésta por su
parte se sentó cómodamente en su mecedora con la taza de café, dándole
tiempo a su sobrina para que fuera encajando poco a poco las piezas. Mini, su
gato, aprovechó el momento para subirse a su falda, demandando atención.
─¿Me estás diciendo que todos los poderes son de él? – preguntó
parándose a mirarla con los brazos en jarras.
─Si.
─¿Todos?
─Menos el tuyo. Ese proviene de Yamanik.
─No lo entiendo.
─Uadyi era hijo de un Dios por lo tanto estaba preparado para aceptar los
poderes que había heredado de su padre, pero sus descendientes, serían más
humanos que Dioses, por lo cual, decidió pasarlos por separados a sus hijos.
Podía decidir a qué hijos les haría ese honor, por motivos que después os
explicaré, los traspasó en su momento al hijo nonato de Yamanik.
─No tiene sentido – repuso frunciendo el ceño – dices que no estamos
preparados por ser humanos, para asumir la totalidad de los poderes pero por
otra parte, dices que se los transfirió a uno sólo y encima nonato. Es una
contradicción.
Tía Ana soltó un suspiro. Su sobrina le recordaba a su hermana más de lo
que quisiera.
─Cuando se levanten los chicos, terminaré de explicaros la historia y
todas tus preguntas quedaran contestadas.
Ana era consciente de que la estaba presionando pero la impaciencia le
impedía sentir verdaderos remordimientos. ¡Eran sus hijos maldita sea! El
nudo que sentía en el estomago, le estaba impidiendo incluso respirar con
normalidad.
─No creo que la historia esa tenga el poder de contestar a todas las
preguntas – dijo desabrida – recuerda que el futuro no está escrito. Nadie
sabe lo que está por venir.
─Cierto – contestó obviando el talante de su sobrina.
Ana se la quedó mirando, esperando que dijera algo más. Al parecer su tía
no tenía intención de añadir ni una coma. Siguió tomándose su café
tranquilamente, mientras acariciaba al gato que ronroneaba de placer. Era
audible incluso a la distancia que estaba.
─Creo que me voy a dar una vuelta – dijo en un momento de inspiración
– necesito salir de aquí.
─Me parece bien. Si quieres pasar por el cementerio a ver a tu abuela,
sería un detalle bonito.
¡No se le había ocurrido! Su abuela estaba enterrada en el cementerio del
pueblo.
─Creo que haré justo eso.
Se acercó a su tía y le dio un beso en la mejilla. Ella no tenía la culpa de
lo que estaba pasando. Al contrario. Estaba intentando ayudar de la manera
que sabía.
Cuando Ana llegó a casa de su tía, los chicos se habían levantado hacia
un rato y estaban desayunando en la cocina. La conversación oscilaba sobre
temas sin importancia, se fijó que debajo de los preciosos ojos de su hija
pequeña, unas sombras oscuras, delataban lo poco que había dormido. Se
acercó y le besó en la frente, acariciando su suave melena.
Su tía estaba haciendo la comida, apenas eran las diez de la mañana pero
ella ya estaba trajinando, supuso que era su manera de evadirse, Sara hacía lo
mismo.
Tomó asiento al lado de su hijo, dándole un apretón cariñoso en el brazo.
A los pocos minutos, su tía la emuló. La conversación cesó, demostrando lo
tensos que estaban.
─Bueno…Supongo que ha llegado el momento de saber como sigue la
historia – dijo Ana rompiendo el silencio – imagino que no puede ser peor de
lo que ya vivimos ayer.
─Entiendo que la experiencia pudo ser traumática porque no habéis
sabido nada hasta ahora, pero realmente no es mala…Sólo diferente – dijo tía
Ana con su habitual serenidad.
─Hombre, no creo que sea muy normal ver libros mágicos y…Todo lo
demás – comentó Alex mirando a su melliza.
─Lo cierto es que no – reconoció tía Ana – paradójicamente, en la
antigüedad, se aceptaban los conceptos de magia y Dioses con mucha más
normalidad que hoy en día.
─Pero las supersticiones y la religión, tenían su peso – musitó Júlia – hoy
en día sabemos que en muchos casos, era la ignorancia y no el conocimiento,
lo que inducía a creer en esas cosas.
Una mueca irónica, cinceló la boca de Alex.
─Nosotros podemos dar fe de que no todo, eran supersticiones.
─El mundo lleva existiendo millones de años, el hombre lo habita desde
no hace tantos en comparación. Son muchas las culturas y civilizaciones
perdidas que han pasado a lo largo de la historia de este planeta, algunas de
ellas, perdidas para siempre pero eso no quiere decir que no existieron,
sencillamente las desconocemos.
Diferentes grados de sorpresa cruzaron los rostros de todos los que
estaban sentados alrededor de la mesa, ante las palabras de Clara. Ésta por su
parte, sonrió burlona.
─Hubo un momento en que unos seres llamados Dioses, habitaron
algunos lugares que posteriormente los hombres, llamaron templos.
─¿Te lo estas inventando o hablas con conocimiento de causa? –
preguntó Alex alucinando.
─Creo que es mejor que tía Ana explique la segunda parte de la historia –
dijo Clara enigmática.
─Bien. Lo que os conté ayer, es esencialmente la historia que está en los
libros…Más o menos. En los diarios encontrareis anotaciones en tiempo real,
de momentos históricos que al contrastarlos con lo que sabemos, veréis que
en muchos casos, difiere bastante y en otras ocasiones, amplia datos que
tampoco están recogidos. Os recomiendo que los vayáis leyendo y así
aprendáis a ver hechos a través de los ojos de personas que lo vivieron muy
de cerca – hizo una pausa observando las caras de concentración de su
familia – bien. Empecemos. Como os expliqué. El faraón, era un gran
guerrero y un estratega nato, devolvió todo el esplendor a Egipto recuperando
territorios y conquistando ciudades que pasaron a pagar tributos. Pero
también, firmó nuevos tratados con los fenicios que por aquel entonces, eran
los que dominaban las rutas marítimas y por consiguiente, las mercaderías.
Ordenó una de las más grandes expediciones al país de Punt, como os dije,
este país que ha día de hoy no existe, se cree que su enclave geográfico
estaba en las costas de Somalia, o Yemen, más o menos, ya que se desconoce
realmente, porque desapareció hace también miles de años. En el Libro de los
Tiempos, se narra el enclave concreto de Punt como su historia y en los
manuscritos de nuestras antepasadas, también hacen mención. Pero eso lo
dejaremos para más tarde, ahora os voy a contar el papel que desempeñó
Uadyi y el porqué vosotros sus descendientes tenéis poderes – era consciente
de que lo que iban a escuchar a partir de ese momento, pondría a prueba
todas sus creencias – hace millones de años, un Dios vino de las estrellas, no
se sabe con exactitud de cuál de ellas. Creó una tierra bellísima siendo ésta la
verdadera cuna de la civilización, la llamó Atlshara…Nosotros la conocemos
como Atlántida – los sonidos de sorpresa y los rostros de perplejidad, eran
denominador común para los que estaban sentados alrededor de la mesa – Ra
que así se llamaba, era el Dios supremo y un día decidió crear vida. Creó a
más dioses, entre ellos Shu, Tefner, Geb Nut Sekhmet, Hator entre otros,
también estaba el Dios Amón que en sus comienzos fue el Dios del viento
pero que más tarde se fusionó a Ra, y a partir de entonces se le conocería
como Amón-Ra. Dios del sol, también llamado Dios de lo oculto, el que no
puede ser visto. Después creó Egipto, y a los hombres, que en un principio
fueron creados para servir a los dioses. Fue el primer faraón y reinó durante
miles de años. Por entonces, los Dioses interactuaban con los humanos, y los
centros de contacto por así decirlo, eran los templos donde los veneraban.
Ellos vivían, morían y resucitaban. Un día decidieron retirarse del mundo
humano y designaron a un faraón que gobernara en su lugar, por lo que los
faraones se consideraban así mismos, hijos de Ra y por lo tanto su palabra era
ley. Pero en una ocasión, Amón-Ra, vio a una mujer bellísima, bañándose en
el rio Nilo, y quedó prendado de ella, decidió hacerse pasar por humano y la
sedujo, de esa unión nació Uadyi, sus ojos lo delataban como hijo del Dios
Supremo por su inusual color dorado, el color del sol – de manera
inconsciente, todas se giraron hacia Alex y sus inusuales ojos dorados -
cuando Uadyi se hizo hombre, su padre le encomendó la tarea de unificar
Egipto y de crear más templos en favor de los Dioses y acabar con el caos
poniendo a sus órdenes un ejército de hombres con el que saldrá vencedor,
cumpliendo los designios de su padre. Pero mucho antes de todo esto, de que
los hombres gobernaran Egipto, fueron los Dioses los únicos reyes. Osiris
reinó junto a su bella esposa Isis, y su hermano Seth Dios del desierto que
envidiaba el trono, lo mató usurpando el poder, mas tarde su sobrino Horus,
luchó contra él y ganó. Seth terminó relegado a ser el Dios del desierto y el
señor del mal. Bien, al parecer nunca perdonó que Amón-Ra, no interviniera
y lo dejara abandonado a su suerte, entre dunas infinitas, por lo que cuando se
enteró de la existencia de Uadyi, decidió vengarse. Cuando Yamanik es traída
desde el país de Punt como ofrenda al gran faraón, éste queda fascinado con
ella y de sus inusuales ojos verdes, enamorándose perdidamente. La convierte
en su favorita y le regala un anillo con poderes mágicos para que la proteja de
todo mal, ya que él como hijo de un Dios, era poseedor de dones ultra
terrenales. Seth deseoso de vengarse, empieza a susurrar maldades, entre los
servidores del faraón y de algunas mujeres del harén, con la intención de
crear el Caos. Ordena a los vientos del desierto que invadan el país, creando
sequias y hambruna y con ellas llegaron las plagas. Poco a poco se va
fraguando una intriga palaciega en contra del faraón. Llega a oídos de Amón-
Ra, y éste llama a su hijo al templo y le ordena que se deshaga de la mujer
creyéndola la culpable de que su hijo desoyera sus ordenes y que restaurase el
esplendor para que los siervos siguieran adorando y haciendo ofrendas a los
Dioses, cosa que Uadyi, se negó. Es cuando se desata la furia del Dios
supremo, maldiciéndolo y lo abandona a su suerte. A partir de entonces, las
intrigas cobran fuerza y un fiel servidor del faraón, lo avisa de que peligra su
vida. Uadyi, sabedor de que había perdido la gracia de su padre, fleta un
barco para poner a salvo a Yamanik diciéndole que la hará llamar cuando
recupere el control. Estaba convencido de su poder y de hacerse con la
victoria, pero ella estaba embarazada y lo confiesa en el último momento,
Uadyi, la abraza y coloca su mano en el vientre de ella, mientras le susurra en
el oído, una serie de nombres y sortilegios, transmitiéndole todos los poderes
que él ostentaba a través de su padre, al hijo nonato. Cuando regresa al
palacio, como hombre, es emboscado y herido de muerte, el fiel siervo, junto
a sus hijos, lo sacan a escondidas y lo llevan a las montañas a un lugar oculto.
El faraón ya agonizando, le pidió que protegiese su lugar de descanso y le
encomienda que construya una cámara para tal fin. Mientras tanto, Maat,
diosa de la justicia, se entera de la perfidia de Seth y se lo hace saber a
Amón-Ra. Es cuando éste en un arranque de compasión sin precedentes,
encomienda a Anubis que se le aparezca al fiel servidor de su hijo y que le
haga saber mediante un sueño, que será él y sus hijos y los hijos de sus hijos,
los encargados de guardar el lugar de descanso hasta que uno de los
descendientes de Uadyi, reúna los dos cuerpos terrenales y puedan pasar el
sendero del inframundo y ser guiados al más allá. Reconocerá a los elegidos,
porque uno de ellos será un descendiente del siervo llevando su marca de
nacimiento, un ojo de cada color. Isis por su parte, siendo la Diosa de la
fertilidad, la maternidad y también por ser una gran maga, se apiada de
Yamanik y a través de una visión, le hace saber que Uadyi ha muerto y que
en esa vida, no volverían a encontrarse, pero que para poder renacer,
necesitaría todos sus poderes y al haberla puesto, por encima de los deseos de
su padre el gran Amón-Ra, cuando muriese ella, sus descendientes tendrían
que llevar sus restos y unirlos a los de Uadyi para poder seguir su camino por
el inframundo y cruzar hasta el más allá. Hasta entonces, vagarían los dos en
el mundo oscuro sin encontrarse. Le hace saber que no es seguro que se
quede en esas tierras, y la exhorta a que se embarque en un barco fenicio y
marche a tierras lejanas. Cuando desaparece la Diosa, encuentra el Libro de
los Tiempos a sus pies y un saco lleno de oro.
“Querida nieta,
Estoy muy orgullosa de ti, sí has llegado hasta aquí, quiere decir que ya
conoces la procedencia de nuestro linaje. Sé que tiene que resultar difícil
aceptar que descendemos de un Dios pero creo que no somos los únicos con
antepasados singulares, el ser humano de hoy en día, cree conocerlo todo y
saberlo todo pero está equivocado. Mientras más se aleja de los valores
primordiales y desconfía de lo que no entiende, mas ciego es ante las
maravillosas cosas que tenemos en este planeta.
Pero estoy divagando, ante ti, se abre un camino difícil mi querida niña,
y tendrás que prepararte para lo que está por venir. Los hijos de Sami, que
es como se llamaba el siervo, son hoy en día una tribu de guerreros que
viven en el desierto, los reconocerás porque llevan el signo de Amón-Ra
tatuado en el interior de la muñeca derecha. Serán tus aliados, en tanto
vayas con la mujer caída pero hay otra tribu de guerreros que buscan desde
tiempos inmemoriales, la tumba de Uadyi para profanarla, son seguidores de
Seth, pueden hacerte creer que son aliados, son ladinos y traicioneros, no te
fíes. Tuve una visión de estos guerreros venerando a Seth, supe que eso
significaría problemas. Les han inducido a creer que en la tumba de Uadyi,
hay un gran tesoro, los mueve la avaricia, motivo poderoso que corrompe el
alma. Te he visto Anita, eres una poderosa vidente, creo sin temor a
equivocarme, de las más grandes de nuestra estirpe. Si necesitas magnificar
tus poderes y no sabes cómo, utiliza el anillo, los ampliará y si unís los dones
tus hijas y tú, los potenciaras. Os debilitará durante un tiempo así que si lo
hacéis, preocúpate de estar protegidas o seréis presa fácil. Desearte de
corazón que consigáis romper la maldición y liberar de una vez por todas a
Yamanik y también por supuesto a Uadyi pero siempre he sentido una pena
infinita por una mujer que jamás hizo daño alguno, al contrario, vivió su
vida siempre pendiente de sus hijos, los cuidó y los protegió y la recompensa
que consiguió después de morir, fue vagar por el inframundo por un pecado
que no cometió. Mi amor y todos mis buenos deseos, están contigo y con tus
hijos.
Lucia Urquijo.”
Dobló el pliego otra vez y lo dejo entre las hojas del manuscrito. Cerró
los ojos restregándolos cansada, de alguna manera, después de la sorpresa
inicial, estaba aceptando todo lo que estaba pasando de una forma
sorprendente. Incluso diría que con serenidad. Una mueca burlona cruzó su
rostro. Mañana volvían a casa, llevarían con ellos todos los manuscritos de
sus antepasadas y el Libro de los Tiempos. Hablarían con Gloria, ahora si
estaba segura que le daba algo. Tendrían que preparar el viaje
minuciosamente, aunque sabía que irían a Egipto, el lugar concreto seguía
siendo un misterio, las montañas que vio en una de sus visiones, junto con los
guerreros, empezaban a tener sentido. Incluso la leyenda del pueblo de origen
de Tamsim, estaba segura, que tenía relación con su propia historia familiar.
Los mitos estaban hechos de retazos de realidades.
Apagó la luz y se dispuso a dormir. Curiosamente, no despertó en toda la
noche, al contrario, cayó en un sueño reparador, relajando el rictus de
preocupación que marcaba sus facciones, así la encontró el alba, dormida
plácidamente.
Al contrario que el día anterior, ese día se había levantado plomizo, allí
en plena sierra, el viento frio dominaba como el rey absoluto. El calor qué
desprendía la estufa de la cocina, invitaba a sentarse con una suave manta de
lana, que era lo que estaba haciendo exactamente, la tía de Ana. Sus viejos
huesos, lo agradecían y su querido gato, también.
Sabía que en poco tiempo se reuniría con su madre, no estaba enferma
pero la sensación de que su fin estaba cerca, era un conocimiento que nacía
en su interior. Estaba preparada. No le tenía miedo a la muerte, sabía que no
era el final, era un paso hacia otro lugar. Su marido había muerto hacía ya
mucho y lo echaba de menos, su hija tenía su propia vida, era una buena hija,
no tenía quejas pero vivía en la ciudad y la veía cada cierto tiempo. Estaba en
paz con el mundo y después de transmitir el legado familiar a su sobrina,
sabía que había cumplido su cometido, la palabra dada a su madre. Se había
cerrado el círculo y ahora sólo cabía rezar para que tuvieran éxito en la
empresa que se les presentaba. Escuchó ruido en el piso de arriba, señal
inequívoca de que estaban despiertos, no tardarían en bajar, había café y un
bizcocho recién horneado, esperándolos para desayunar, aquel día se irían, le
daba pena, algo le decía que no los volvería a ver, pero la vida era así y hacia
mucho que había aprendido a aceptarla.
En algún lugar…
Álvaro había mandado varios mensajes a Ana pero ni siquiera los había
leído, terminó llamándola pero sólo consiguió hablar con su buzón de voz.
No sabía qué hacer, si acercarse a su casa o seguir intentando localizarla. Al
final decidió ir en persona, esperaba que no hubiera pasado nada malo.
Cuando llegó le extrañó no encontrar ninguna luz encendida salvo la del
porche. Al final decidió no llamar a la puerta, resignado se dio la vuelta y se
marchó a su casa, al entrar, se quedó mirando la mesa preparada para una
cena romántica, con dos bellos candelabros y un centro de flores frescas. La
comida en el horno…con una mueca de auto burla, decidió irse a dormir,
mañana ya recogería todo…en aquel momento, no era bueno para nada,
pensó con pesimismo.
─Llevas el suéter del revés – dijo Sara con una sonrisa traviesa.
Ana se puso como la grana. ¡Maldita fuera su estampa!
─Con las prisas no me he dado cuenta – musitó entrando a la trastienda
para arreglarse la ropa.
─Hombre…tampoco era necesario que por venir a verme salgas a la calle
a medio vestir – repuso con ironía.
─No estoy a medio vestir pero te puedo recordar un par de ocasiones que
cierta persona que yo me sé, llegó con alguna prenda de menos – respondió
mordaz.
Sara enarcó una ceja al escucharla. Se dio cuenta de que su amiga, evitaba
mirarla y tenía las mejillas sonrosadas, pero había algo más. Al observarla
atentamente, vio que tenía el cuello un poco irritado. Empezó a atar cabos y
una sonrisa de suficiencia, afloró a su rostro.
─Querida. ¿Has visto a Álvaro últimamente? – preguntó con voz
meliflua.
─Esto…claro, somos amigos – la cara de culpabilidad de Ana no tenía
precio.
─Me lo figuro. Es muy atractivo me gustan los hombres como él, con ese
aspecto tan masculino – comentó mirando a su amiga sin perder detalle –
seguro que es de esos hombres que se tiene que afeitar todos los días. ¿No te
parece?
─Supongo – dijo incomoda – pregúntaselo a él cuando lo veas si estas tan
interesada.
─No es necesario querida. Tienes el cuello enrojecido y me jugaría una
cena en Don Giovanni a que es culpa de la barba de un hombre.
Concretamente de ese hombre – terminó diciendo muy satisfecha consigo
misma.
Ana miró a su amiga ceñuda. Desde luego la sonrisa de suficiencia que
lucía daba asco.
─Te dejo que me invites a almorzar y me cuentes – propuso con un brillo
travieso en los ojos.
─Eso suponiendo que haya algo que contar – repuso altiva.
Las risas de Sara, le dejaron claro que no la engañaba.
─Ana cielo, vienes con el maquillaje un tanto desastroso, el suéter del
revés y un sarpullido en el cuello – recitó contando con los dedos para darle
más énfasis - ¡Tienes un lio con Álvaro! – exclamó encantada.
─Si te parece grita un poco más, creo que aun no lo ha escuchado todo el
maldito pueblo.
─No seas mojigata – dijo Sara impenitente.
─Bueno…te he hecho caso – admitió renuente – estoy viviendo el
momento y hemos llegado a un acuerdo de que sólo seremos amigos sin
obligaciones.
─¿En serio? – preguntó sorprendida - ¿Álvaro a aceptado tener una
relación de ese tipo?
No le parecía de ese tipo de hombres.
─Bueno, le expliqué que no quería nada más salvo eso…como tú me
dijiste y lo entendió.
─Yo no te dije eso – replicó molesta – te dije que no te frieras los sesos
pensando en el futuro, que si la relación llegaba a algo más que una amistad
pues entonces es cuando tendrías que tomar una decisión.
─Bueno, es lo mismo – dijo encogiéndose de hombros – la cuestión es
que lo ha entendido y no me presionará sobre el tema.
─Ya. ¿Sabes querida? Estas dando por hecho que la relación que
mantienes con Álvaro es unilateral, quiero decir que las decisiones dependen
exclusivamente de ti, y en caso de que madure será sólo si tú lo decides y no
podrías estar más equivocada ni aunque te lo propusieras.
Ana la miró con sorpresa. No le gustaba lo que le estaba diciendo.
─Tengo derecho a decidir qué quiero hacer en mi vida y con quien –
replicó a la defensiva.
─Todo cielo. Pero él también – Sara vio como se ensombrecía el rostro de
su amiga – nunca he sido muy defensora de poner reglas, creo que
básicamente estas con una persona mientras estas bien pero en caso de dar un
paso más desde luego es cosa de dos. Puede que a Álvaro ahora le parezcan
bien pero si lo mantienes a distancia porque tienes miedo y las dos lo
sabemos, se frustre por desconocer los motivos y se marche – le explicó
preocupada.
─Unas pocas de normas para saber que terreno pisamos no es malo.
─Estoy de acuerdo pero si las has puesto para erigir murallas, recuerda
que lo dejas fuera pero tú te quedas sola.
Un silencio incomodo se instaló entre las dos después de eso. Había
llegado a la tienda encantada y feliz. Pero Sara era única para amargarle el
día a cualquiera.
─Te recuerdo que tú misma me dijiste no hace mucho que entre tú y
César no había nada serio y desde la primera noche que os liasteis, duerme en
tú casa – dijo retadora. Sara enarcó una ceja mirándola con una sonrisa
serena.
─Tienes razón. Pero César y yo sabemos a qué atenernos, conocemos las
reglas del juego por así decirlo y…
─¡Y un rábano! César y tu estáis locos el uno por el otro y lo sabes – dijo
con los brazos en jarras – no me vengas a dar lecciones cuando sigues sin
reconocer que es el hombre de tu vida.
─Creo que es el hombre de mi vida pero hace muy poco que estamos
juntos y no quiero precipitarme – reconoció insegura.
─Tienes casi cincuenta años. ¡Por el amor de Dios! ¿Piensas tener un
noviazgo largo sólo por si acaso? ¿En serio?
─No tengo casi cincuenta años – dijo de mal humor. Ana levantó los
brazos al cielo rogando paciencia.
─Tú no tienes una historia familiar con Dioses, maldiciones y objetos
mágicos, puedes tener una vida normal. En cambio yo si se me ocurriera
decirle alguna vez algo, de seguro le da un tabardillo – dijo haciendo
aspavientos.
─¡No me vengas con esas! Después soy yo la dramática – dijo Sara
levantando la voz.
─No soy dramática. Soy realista – dijo defendiéndose – además, César
conoce ya la historia.
─Pues eso tendría que hacerte pensar – repuso Sara con toda intención –
es un hombre normal y no le ha dado un tabardillo como tú dices, no entiendo
porqué a Álvaro le tendría que pasar. Son tus miedos los que te hacen ver
gigantes donde sólo hay molinos.
Ana se quedó mirando a su amiga sin saber muy bien qué contestar. Algo
de verdad, encerraban sus palabras.
─Bueno de todas formas, es muy pronto para saber si tenemos un futuro
juntos.
─¿No puedes verlo?
─Nunca veo mi futuro, sólo el de los demás – reconoció con pesar –
supongo que en cierta forma es normal.
Sara se quedó pensativa. Tenía sentido.
─Bueno, en todo caso es lo que le pasa a la gente normal – puntualizó –
tendrías que estar contenta de que al menos algunos aspectos de tu vida son
normales – añadió con ironía.
─Sabes Sara, en ocasiones creo que tienes a todo el mundo engañado
porque tienes una vena perversa más ancha que el Amazonas
Sara se rió encantada.
─César también lo dice – confesó impenitente – de todas formas querida,
piénsalo, posiblemente a Álvaro tampoco le importe, se llevará una
impresión, eso lo reconozco pero no creo que pase de ahí – se acercó a su
amiga y le dio un suave apretón cariñoso en el brazo – si te parece nos vamos
a comer y me pones al día – dijo cogiendo el bolso y poniéndose el abrigo.
─Qué remedio – exclamó Ana con un suspiro.
─Por cierto no me has dicho aun cómo es Álvaro en ya sabes qué – dijo
con una sonrisa picara ignorando la cara de su amiga.
Ana cerró los ojos cabeceando. Sara era increíble. Estaba aún haciéndose
a la idea de que tenía una relación con un hombre y ella pidiendo detalles.
─No te he dicho que haya pasado nada – Sara la miró haciendo una
mueca. Tenía clarísimo que no lo iba a dejar pasar.
─Si no quieres decirme nada lo acepto pero no me mientas – dijo con
cierto tono de reproche.
─Me hace…feliz – confesó con timidez. Al punto la cara de Sara se
iluminó.
─¡Lo sabía! Sabía que había pasado algo en cuanto te he visto entrar por
la puerta de la tienda – dijo triunfante – es maravilloso, me alegro tanto cielo
– se acercó abrazándola. Sin querer se le escapó una sonrisa. Sara era así.
─Pero a las niñas ni palabra – le advirtió seria.
─Prometido. Ni una palabra.
─Que me las conozco y yo aún no tengo las cosas claras…como tú dices,
puede que la cosa transcienda a más como al igual el mes que viene cada uno
va por caminos diferentes.
Eso lo dudaba. Otra cosa eran los miedos que su amiga era incapaz de
sacudirse de encima.
─No te preocupes, además dices que tenéis reglas y todo eso, seguro que
irá todo genial y llegado el momento, ya lo contaras tú.
─Si, mejor. El otro día se confabularon entre ellas e intentaron sonsacarle
cosas a través de la psicometría – la cara de Sara no tenía precio – no me
mires así. Un poco más y me da algo cuando les vi lo que se traían entre
manos.
─Me lo figuro – dijo posicionándose de su parte – no te preocupes
querida. Mis labios están sellados.
─Gracias nena – dijo con cariño – son mis hijas y las quiero pero confieso
que a veces son agotadoras.
─No le des más vueltas. Vámonos a comer y me explicas cómo fue la
visita con tu tía.
Ana hizo una mueca cuando la escuchó.
─¿Te acuerdas cuando te pedí ayuda con Gloria para ponerla al corriente
de todo?
─Si.
─Pues te voy a necesitar ahora de veras – dijo mirándola con toda
intención.
─Me estas asustando – confesó escudriñándola con la mirada – no puede
ser tan malo lo que habéis encontrado en casa de tu tía.
─Hombre…según se mire…descendemos de un semi Dios y tu
queridísima sobrina, se discutió con
─una Diosa…
─¿Queeeeee? – exclamó alucinada.
─Pues eso. Vámonos o no encontraremos mesa y te voy explicando…
─¿Clara? ¿Me estás hablando de ella? – preguntó Sara mientras se
dirigían a la calle.
─La misma que viste y calza – confirmó asintiendo – Sara cielo, la cosa
se ha complicado un pelín, por eso necesito tu ayuda, eso o la atamos para
que no salga corriendo – haciendo alusión a Gloria.
─¡Madre del amor hermoso! No alcanzo a entender qué ha podido
pasar… ¿Dioses? – preguntó mirando alucinada a su amiga. Ana se limitó a
asentir.
─Ahora te explico, pero ya te adelanto que te va a costar de creer.
Salieron en dirección al restaurante, Sara la acribilló a preguntas pero Ana
se negó a decirle nada más hasta que se sentaran tranquilas.
Bastante más tarde…
─No puedo creerlo – susurró Sara fascinada – es sencillamente increíble.
Parece que me estés contando un guión de película.
─Ya. Pues es real ciento por ciento – dijo removiendo su café.
─Ana es más de lo que imaginamos jamás – tenía las pupilas dilatadas del
impacto – necesitaremos la ayuda de todos para llevar a cabo semejante
aventura.
─Más que una aventura, será una expedición en toda regla – dijo Ana con
una mueca – esta mañana he tenido una visión…
─¿Esta mañana? – acotó francamente fascinada - perdón es que sólo he
estado sin verte tres días y parece que hayan sido tres años a juzgar por todas
las cosas que han pasado.
─No te preocupes, lo entiendo – se puso seria mirándola frontalmente –
iremos a Egipto, concretamente a la antigua Tebas y desde allí,
emprenderemos un viaje hasta un Oasis y será el último reducto de
civilización que encontraremos en adelante hasta que demos con la tumba de
Uadyi en lo más profundo de unas montañas.
Sara no encontraba la lengua. La tenía pegada al paladar de la impresión.
Era más de lo que jamás se había imaginado. Tenía ganas de llorar de la
emoción. ¡Una aventura en toda regla! Se controló lo mejor que pudo.
─Ana cielo, sé que no quieres escucharlo pero…me encanta saber que
vamos a vivir una experiencia de ese tipo – le apretó la mano con cariño –
como un equipo…como una familia.
─Pues no sabes cómo me alegro de que te haga tanta ilusión porque
tendremos que prepararnos en serio, esto no es un juego nena.
─Lo sé pero me sigue pareciendo irreal y… ¡Me encanta! – reconoció con
una sonrisa enorme – espera que se lo cuente a César. ¿Puedo?
─Seguro. No hay problema.
─Que sepas que estoy loca por ver la cara que va aponer – confesó
emocionada. Ana hizo una mueca burlona. Al menos alguien se lo estaba
pasando en grande.
─Entenderás que necesito tu ayuda para explicárselo a Gloria.
─Gloria ha tomado la decisión de implicarse y cuando toma una decisión,
no da un paso atrás ni para coger impulso – dijo restándole importancia – la
emocionará saber que uno de sus antepasados, jugó un papel tan importante
en la vida de un semi Dios.
─Espero que tengas razón. Hay muchos números que sus familiares,
sigan protegiendo la tumba.
─Tranquila. Estará a la altura. Nunca la he visto arrugarse ante nada –
dijo confiada – se quejará pero es parte de su encanto. ¿Cuándo vas a hablar
con ella?
─Pues, el fin de semana la invitaré a casa y le explicaremos entonces.
Porque el viernes es el día de los niños y no toca, no va a venir de un día.
─Me parece bien, yo le explicaré hoy a César.
─Mejor, así el fin de semana será algo menos de lo qué preocuparme.
Sara la miró con afecto. Imaginó que tenía que ser brutal, conocer los
orígenes de su familia y enterarse de todo eso…era como mínimo alucinante,
pero si a eso le añadías Dioses mitológicos, la cosa alcanzaba proporciones
surrealistas.
Siguieron un rato más hablando del tema, pidieron un segundo café
saltando de una cosa a otra, como llevaba siendo los últimos veinticinco años.
Había echado de menos esas largas conversaciones con su amiga, desde que
César había entrado a formar parte de su vida, se habían espaciado, era
normal y lo entendía, incluso se alegraba por Sara pero en ocasiones no podía
evitar ser un poco egoísta y quererla sólo para ella.
Era miércoles por la mañana y aunque hacía frio, lo cierto es que hacia un
día maravilloso. Estaba en el parque esperando a Elena y a los niños, supuso
que el inútil de su cuñado aparecería en cualquier momento pero lo que en
realidad lo tenía preocupado, es que desde que Raúl había salido el lunes por
la mañana de su casa, no lo había vuelto a ver. Le había dejado varios
mensajes en el contestador pero no se había conectado y eso no le gustaba ni
un pelo. En un principio no le dio mucha importancia habida cuenta que
evitaba a su hermana mayor como a la peste pero no era normal que no le
dijera nada de nada. De hecho esa misma mañana había salido a correr
temprano como tenía por costumbre, esperando verlo pero no fue así. Miró el
reloj, decidió acercarse al hotel, al igual se había tomado un descanso pero de
igual forma, hubiera dado señales de vida. Cada vez más inquieto, esperó a
que apareciera su cuñado y hablaría con él. En pocos minutos, Sergio asomó
con su habitual sonrisa con Troy de la correa. No esperó a que llegara hasta
donde estaba sino que salió a su encuentro. Una sensación que no le gustaba
nada, se había instalado en su estómago y le estaba creando desasosiego.
─Necesito que vayas al hotel donde se aloja Raúl y verifiques que está
bien – dijo borrando la sonrisa que lucía su cuñado.
─¿Qué pasa?
─No lo sé, pero he intentado contactar con él y no ha sido posible, lleva
cuarenta y ocho horas sin dar señales de vida.
La cara de Sergio se transformó.
─Yo tampoco lo he visto – dijo confirmando lo que ya sabía - ¿Crees que
el Santos ese tiene algo que ver? – preguntó preocupado.
─Si Raúl no aparece en las próximas horas, Santos está por medio seguro.
Necesito verificarlo porque si es así, me pondré en contacto con Carol y
pediré refuerzos.
Sergio dejó escapar un silbido. Esto se estaba poniendo feo.
─Quiero pensar que no – dijo mirando a su cuñado esperando una
confirmación que no llegó – quédate con Troy, te digo algo en cuanto sepa
qué pasa.
─Gracias viejo – dijo con gesto tormentoso - ¡Maldita sea! Si le pasa algo
no me lo perdonaré jamás. Estoy tan absorbido con tantas cosas que no he
pensado en él hasta esta mañana.
─No te hagas mala sangre Alex – comentó Sergio intentando calmarlo –
no puedes estar en todo, eres humano. Tranquilo seguro que es una falsa
alarma.
─Espero que tengas razón – dijo preocupado – vete ya por favor.
Sergio se marchó de prisa. A Alex se le escapó un suspiro de malestar. Él
sabía lo que pasaba y sí era responsable, vale que el asunto de su familia los
llevaba un poco de cabeza pero lo que realmente le tenía sorbido los sesos era
una fémina llamada Elena.
Si algo le pasaba a Raúl, era enteramente culpa suya. Su amigo se había
quedado para salvarle el culo y él mientras tanto, andaba en otros menesteres.
¡Maldita fuera su estampa! A lo lejos, vio aparecer a la mujer que copaba
últimamente, todos sus pensamientos, lo saludó con la mano y pudo ver que
sonreía. Estaba encantado con la relación que empezaba a surgir entre ellos,
Elena cada día confiaba más en él e incluso había llegado a compartir
secretos de su pasado que sabía, no había dicho a nadie más. Estaba orgulloso
de ella por los pasos de gigante que estaba dando. Incluso lo tocaba por
iniciativa propia, eran gestos casuales pero él los atesoraba como lo que eran,
los primeros pasos hacia la libertad. El infierno que había vivido aquella
chiquilla, eran las cadenas más pesadas que nadie pudiera imaginar,
reponerse a todo aquello, requería valor y verla florecer, lo enternecía como
nada.
─Hola - dijo con una sonrisa sincera - ¿Y Sergio? – preguntó mirando a
su alrededor.
─Ha ido a ver a un amigo – dijo evasivo – no tardará en llegar. Me ha
dejado al perro y creo que empieza a quererlo más que a mi hermana.
Una risa suave, surgió de la garganta de Elena, enviándole una corriente
por toda la columna vertebral. Incluso su risa era preciosa.
─Creo que cuando vea a tu hermana se lo voy a decir – dijo bromeando.
─Ya me parece bien, con suerte lo mandará a dormir al sofá con el
chucho – contestó jovial. Otro despliegue de risas musicales, calentaron sus
oídos.
─Primo Alex. ¿Por qué estas preocupado? – preguntó María.
Alex se quedó helado.
─No estoy preocupado princesa – dijo agachándose a la altura de la
pequeña - ¿Por qué lo dices?
─Por el color de…
─¡María! – gritó Lucas. La niña dio un respingo y al punto se calló
bajando la vista con expresión culpable. Alex se percató de inmediato de qué
algo estaba pasando. Cruzó una mirada con Elena pero ésta sólo acertó a
encogerse de hombros.
─María cielo, sabes que puedes contarme cualquier cosa. ¿Verdad? – la
niña asintió pero siguió mirando al suelo cabizbaja – ahora sois de mi familia
y eso quiere decir que entre nosotros no existen los secretos – observó que
Lucas estaba asustado. No lo entendía.
─Cuando una persona está enfadada…sus colores se oscurecen…
─¿Sus colores se oscurecen? – algo se le estaba escapando - ¿Sus ojos
quieres decir?
La niña negó con la cabeza. Lucas apretó los labios.
─Los de su alrededor – musitó en un susurro.
Alex y Elena se quedaron helados. Empezaban a entender lo que estaba
intentando decirles. ¡María veía el aura de las personas! Era increíble. Sabia
de casos de niños que tenían la capacidad de verlos pero jamás se había
topado con ninguno.
─Eso me alegra mucho. ¿Sabes por qué? - preguntó con suavidad
apartándole el pelo de su preciosa carita. María levantó la vista para mirarlo
de frente – porque eso significa que si un hombre malo se acerca a vosotros,
lo veras de lejos y podrás avisar a tu hermano y salir corriendo – una tenue
sonrisa, fue emergiendo poco apoco en el rostro de la pequeña. Incluso Lucas
empezó a relajarse.
─Mi hermano me ha dicho que es un secreto y que no podemos decírselo
a nadie porque si no nos querrán – explicó con su suave voz.
─Y tiene razón pero sólo en lo que respecta a contárselo a los demás.
Pero yo no soy los demás, soy el primo Alex. ¿Cierto? – la niña asintió –
bien, pues a la familia sí que se lo podéis contar.
─No se lo hemos dicho ni a mamá Gloria ni a mamá Tamsim – confesó
Lucas.
─¿Tú también ves los colores de las personas?
─No pero eso no quiere decir que no sea cierto – dijo defendiendo a su
hermana – María no miente.
─Estoy seguro de que no miente campeón – contestó Alex sereno – yo la
creo y es más, quiero que sepáis que hay más personas que tienen dones
especiales. María no es la única – abrazó a la pequeña que se apretó contra él
descansando la cabecita en su hombro. Por un momento, cerró los ojos.
¿Cuántos niños serian diferentes en el mundo? Empezaba a darse cuenta de
que más de los que había supuesto en un principio. Desde luego esos
pequeños, iban a tener todo el apoyo de su excéntrica y singular familia.
─¿Me dirás ahora por qué estas enfadado? – preguntó María con
inocencia.
─No estoy enfadado pero es cierto que estoy preocupado – confesó
sereno.
─¿Por qué? – insistió con la tenacidad de un niño.
─Porque tengo un amigo del que hace días no sé nada y estoy preocupado
– levantó la vista para mirar a Elena – es por ese motivo que Sergio se ha
marchado. Para comprobar que esté todo bien – explicó.
─¿Se ha perdido? – preguntó Lucas – porque si es así no te preocupes
porque Elena puede encontrarlo – miró a Elena con una sonrisa esperando
confirmación – es el primo Alex, a él sí se lo podemos contar. ¿Verdad?
Elena se quería morir. Jamás tendría que haberles dicho nada. Pero
cuando unos días antes, se enteró por casualidad al escucharlos hablar entre
ellos del tema, quiso tranquilizarlos contándoles a su vez, su secreto. Mala
idea. Estaba visto que a los niños no se les tenía que contar según qué cosas.
─¿Elena puede encontrarlo? – preguntó Alex interesado.
─Si que puede – dijo Lucas asintiendo.
─Me parece muy interesante – comentó arrastrando las palabras
observando el rubor que cubría el rostro de Elena – creo que los cachorros
quieren correr un rato. ¿Por qué no vais a jugar un poco mientras nosotros
nos sentamos en ese banco?
Los niños asintieron y se marcharon a jugar con los perros, mientras que
Alex se incorporaba en toda su estatura y miraba fijamente a Elena.
─Creo que tenemos que hablar – dijo suavemente para no asustarla.
─No es necesario, en serio – contestó nerviosa – es una tontería que le
conté a los niños el otro día, no tiene importancia.
Alex la observaba concentrado. Estaba mintiendo. La instó a acompañarlo
al banco. Elena estaba nerviosa hasta decir basta. Se retorcía las manos y
evitaba mirarlo de frente.
─Hay personas que tiene capacidades especiales y eso no es malo de
hecho…
─¡No me hables como si fuera una niña! – le espetó de golpe – se
perfectamente que eso no es cierto.
─Ya. ¿Entonces lo que le ocurre a María es mentira?
Ante eso no tenía argumentos. La niña le había demostrado que era
verdad cuando le explicó los colores de Gloria y Tamsim y los suyos propios.
Una niña no podía saber algunas cosas si de verdad no tuviera capacidades
especiales.
─Mira Elena, conozco a personas como María y al parecer como tú y no
son bichos raros, sólo son personas normales con algunos sentidos más
desarrollados, nada más.
Elena seguía encerrada en un mutismo que empezaba a preocuparle.
Decidió otro plan de acción.
─Mi amigo, del que no sabemos que le ha podido pasar. Ha venido para
ayudarme a…apresar a un tipo de los malos de verdad que al parecer, quiere
hacerle daño a mi familia. Si no lo encontramos puede estar en grave peligro
por lo que si tú puedes ayudarme, te estaría inmensamente agradecido –
Elena levantó la vista y se lo quedó mirando seria.
─¿Por qué alguien querría hacerle daño a tu familia? – preguntó con
sorpresa.
─Es una historia muy larga – dijo haciendo una mueca burlona – pero te
puedo garantizar que así es. Si quieres en otro momento te lo explico pero
ahora quiero saber si es verdad lo que ha dicho Lucas y si es así, sí puedo
contar contigo – por un momento creyó que no daría el paso de confiar en él.
Lo miraba con los ojos muy abiertos, casi con aprensión. Sabía que la estaba
presionando pero si era cierto, sería un golpe de suerte por el que estaba
inmensamente agradecido. Elena asintió observándolo con fijeza. Él por su
parte, dejó escapar el aire del que no era consciente que retenía – bien. Me
gustaría que me lo explicaras tú.
─No sé exactamente cuando me di cuenta de que me pasaba…pero lo
cierto es que si huelo algo de alguien, soy capaz de llegar hasta donde esté –
hizo una mueca – como los perros rastreadores – añadió con cierto matiz
burlón – no es nada del otro mundo pero siempre me ha dado vergüenza
contarlo porque no quería que pensaran de mí que soy un bicho raro.
─Creo que no eres un bicho raro. Es más, creo que eres un regalo de los
Dioses – Elena lo miró con franca extrañeza por la expresión que había
usado. La gente normal no decía Dioses, en todo caso se referían a Dios.
Supuso que sería una forma de hablar, aunque era curiosa.
─Si es cierto que tu amigo está perdido, puedo ayudar a encontrarlo –
ofreció con timidez.
─Te lo agradezco de veras – dijo mirándola con un brillo enigmático en
los ojos – cuando pase todo esto, te explicaré porqué creo firmemente en
personas con capacidades especiales e incluso te puedo decir de dónde les
provienen…otra cosa será si me creerás.
Elena lo miró con franca curiosidad. Había despertado su interés, de la
manera que lo había dicho, parecía que hablara con conocimiento de causa
pero lo que de verdad le llamó poderosamente la atención, era que supiera de
donde provenían. Ella se había devanado los sesos en muchas ocasiones
intentando buscar razones pero nunca fue capaz de hallar las respuestas. Se
dio cuenta del brillo peligroso que lucían los ojos de Alex. Por extraño que
pareciera, no le dio miedo. Seguía pareciendo un depredador, pero se sentía
absurdamente segura. Su radar interno, nunca más se había encendido
después del primer momento en que lo conoció. Saber que no era un hombre
en todo el sentido de la palabra, le había quitado un peso de encima pero
reconocía que era mucho más que eso. Tenía completa seguridad en que Alex
jamás le haría daño. Era de fiar. No sabía por qué lo sabía pero lo sabía.
En esos momentos vieron aparecer a Sergio con gesto serio. Su amigo
tenía siempre una sonrisa sempiterna en el rostro. Eso le dijo cómo nada que
las cosas estaban mal.
─No ha dormido las últimas dos noches en el hotel, la recepcionista me
ha comentado que debido al…incidente de la semana pasada, esta semana
corría por parte del hotel los gastos de alojamiento pero aun así no saben
nada de él – Sergio estaba preocupado en serio. Sabía lo que aquello
significaba y se le había vuelto del revés el estómago pensando en lo que le
podría haber sucedido a Raúl.
─Creo que nos vamos todos a mi casa. Sergio ¿Crees que es posible que
te dejen entrar a la habitación de Raúl?
─No creo. ¿Por qué?
─Pues en todo caso. Vamos a tener que entrar con lo cual, nos pasaremos
al mediodía que es cuando hay cambio de turno y entraremos.
─¿Entraremos? – repitió Sergio confuso - ¿Qué me he perdido? – miró a
Elena que lucía un leve rubor pero que no emitía sonido alguno.
─Te lo contaré de camino al hotel – dijo resuelto – Elena te vamos a
acompañar a casa de Gloria a ti y a los niños y más tarde nos vemos en mi
casa. Dile a Gloria que o bien te acompañen ellas o te esperas a que pasemos
a recogerte. ¿Lo has entendido?
─No es necesario de veras…
─Lo es. No quiero asustarte pero el tipo ese que te he dicho que es un mal
bicho, es un psicópata y todo cuidado que pongamos es poco así que haremos
las cosas a mi manera – el tono no admitía replicas. Había asumido el mando
y esperaba que todos obedecieran.
─Como digas – musitó un tanto apabullada.
─No te preocupes – dijo intentando tranquilizarla con una sonrisa pero
ésta no le llegó a los ojos. Tenía a cabeza puesta en mil cosas y se le notaba –
tienes mi palabra de que nadie os hará daño.
Llamaron a los pequeños y en pocos minutos, los dejaban en casa de
Gloria.
─No abras a nadie y cerciórate de que están todas las puertas y las
ventanas cerradas. Nosotros nos quedaremos aquí hasta que nos digas que
está todo bien – Elena hizo lo que le ordenó con cierto nerviosismo. Se
asomó a la ventana y les hizo una señal. Sólo entonces se marcharon no sin
antes revisar todo el perímetro.
Cerca del hotel y ya habiendo puesto a Sergio al tanto, le informó porqué
era tan importante entrar a la habitación de Raúl, necesitaban coger algo de su
ropa para poderlo rastrear…si aún seguía con vida.
Tal y como dijo Alex, el cambio de turno, era el momento ideal para
colarse en una habitación, durante unos preciosos minutos, el personal
estaban pasándose el parte del cambio de turno con las anomalías que
hubieran sucedido así como de cualquier otra ocurrencia. Llegaron a la
tercera planta sin contratiempos, excepto por el retumbar del corazón de
Sergio que podía oírse a lo lejos.
─Cálmate Sergio. ¡Por el amor de Dios! ¿Quieres dejar de mirar para
todos lados? Van a creer que queremos hacer algo ilegal.
─¡Es que queremos hacer algo ilegal! – repuso su cuñado un poco
histérico.
─Vamos a ver a un amigo, nada más – repuso Alex mirándolo con toda
intención – pero al llegar la puerta estará abierta, casualmente.
─Ya. Abierta – farfulló Sergio – si infarto y no puedo llegar a casarme
con tu hermana, espero que te mueras de remordimientos – barbotó con los
nervios a flor de piel.
─Si vas a ponerte así, espérame en la calle – acotó Alex perdiendo la
paciencia.
─No te pienso dejar solo – dijo contrito – lo siento, es que cuando estoy
nervioso me da por parlotear como las chicas – Alex lo miró de soslayo, si su
melliza lo escuchara decir eso del sopapo que se llevaba le sacudía todas las
tonterías.
Llegaron a la habitación de Raúl y con suma pericia, Alex abrió la puerta
ante la cara de total sorpresa de su cuñado. Entraron cerrando suavemente,
Alex revisó la habitación pero no encontró nada que le indicara dónde podía
estar su amigo. Estaba todo impoluto. Cogieron una camiseta y salieron con
rapidez cerrando tras de sí. En pocos minutos estaban en la calle. Sergio se
apoyó en un árbol inspirando profundamente.
─Creo que no serviría para agente secreto – dijo con una mueca.
─Pues ya puedes ir poniéndote las pilas viejo porque en unos meses nos
vamos a Egipto y te necesito – los dos amigos se miraron a los ojos – no sé si
eres consciente de que tenemos a nuestro cargo un batallón de mujeres
incluida tu recalcitrante novia por lo que si esto que ha sido un juego de niños
te altera los nervios, tendremos un problema.
Sergio empezaba a darse cuenta de ello. Jamás había tenido madera de
aventurero todo y que la historia de la familia de su novia le atraía como un
imán, lo más allá que había ido en lo referente a aventuras, había sido con
una consola y sus videojuegos.
─Yo estaré en segunda línea más al estilo logístico y todo eso – repuso
esperanzado.
─Eso no te lo crees ni borracho – soltó Alex – no existe segunda línea
Sergio, sólo estaremos tú y yo y si se apunta César. ¡No hay más! ¿Lo
entiendes? Serán cinco mujeres y con suerte tres hombres. Tendremos que
cruzar un desierto con todo lo que ello implica, luchar contra los elementos,
las altas temperaturas, intentar pasar desapercibidos, hay grupos de bereberes
que aunque en su mayoría son buena gente, no podemos fiarnos y puede que
nos topemos con un grupo de seguidores de Seth que busca la tumba de
Uadyi, porque creen que esconde un fabuloso tesoro. Esos no se andarán con
chiquitas. ¿Empiezas a entender el alcance de lo que te estoy diciendo?
Su cuñado sólo acertó a asentir mientras lo miraba con ojos vidriosos. Su
amigo tenía razón, eso no iba a ser un juego, para nada. Si el sólo hecho de
entrar a buscar una simple camiseta al hotel de su pueblo, le había disparado
la presión arterial. No quería ni imaginarse lo que sería vivir una situación de
peligro real.
─Creo que empiezo a verlo – dijo serio como un juez.
─Bien. Pues empieza a prepararte porque te necesito como nunca antes.
No puedes fallarme hermano – lo decía en serio, Sergio fue consciente de
ello.
─No te fallaré – prometió – aunque no tengo la menor idea de lo que
tengo que hacer pero no te fallaré, tienes mi palabra.
─No te preocupes por lo que tienes que hacer, el día que nos reunamos
todos, os daré instrucciones y será mucho más sencillo – si algo había
aprendido los años que estuvo trabajando para los Patterson, fue a mantener
el control. Idearían un plan y lo seguirían. Estaba seguro que no sería fácil
pero no podía pensar en el fracaso, era impensable. Tenían que visualizar en
positivo porque de lo contrario, entonces sí sería una expedición destinada a
fracasar.
─Vámonos a casa – dijo pasándole un brazo a su amigo por los hombros
– llamaré a Elena y si ya han llegado Gloria y Tamsim de la asociación,
pasaremos a recogerla.
─Me parece bien. Mientras menos lo sepan mejor. A ver si podemos
tenerlo todo solucionado en un rato y que se enteren cuando se lo
expliquemos nosotros más tarde – dijo Sergio esperanzado.
─Eso sería genial – dijo Alex con una mueca burlona – sobre todo si no
se entera tu novia.
─También tienes razón – repuso pensando en la cara de su futura mujer
cuando se enterara de que la habían dejado fuera. De seguro lo hacía dormir
en el sofá una semana entera. Pero era por su bien. Esperaba que ella lo viera
igual.
Se encaminaron a casa de Alex, cada uno sumido en sus propios
pensamientos. Alex por su parte, no se quitaba de encima la sensación de
peligro. No le gustaba nada, ni un pelo.
Salieron en dos coches. En uno iban ellos tres y habían quedado que diez
minutos después, saldrían las chicas. Elena se apuntó a acompañarlas cosa
que sorprendió al resto pero nadie se opuso. Cuando se marchaban ellas, las
mujeres restantes, se pusieron en pie sin ser casi conscientes, habían acordado
no salir a despedirlas, como si fuera una noche cualquiera pero la inercia les
empujaba a hacer justamente eso, sólo las acompañaron hasta el recibidor y
después de varios abrazos, se despidieron. Cuando escucharon el sonido del
motor arrancar para luego, perderse en la distancia, Sara rompió a llorar y
Vicent que la tenía a su lado, la abrazó ofreciéndole consuelo.
Ana se quedó de piedra. ¡Igual que en sus visiones! Un nudo de angustia
se instaló en la boca del estómago. Jamás había sido paciente pero en esos
momentos, sólo de pensar que alguno de sus hijos corriera peligro…mejor no
pensar, porque de lo contrario era muy capaz de salir ella sola en busca de
aquel cretino. Lo había pensado pero entendió que en aquella ocasión su
lugar estaba en casa, tenía que dejar que ellos se desenvolvieran por sí solos
pero era lo más duro que había hecho jamás.
Por otra parte, tenía que llamar a Álvaro, pero no sabía muy bien qué
decirle sin decirle la verdad.
─¿Con qué escusa llamo a Álvaro? – preguntó a su hermano. Éste la miró
sabiendo a lo que se refería.
─Dile que vamos a jugar una timba de póquer y que está invitado –
sugirió.
─Pero no traerá las cosas…ya sabes por si son necesarias…
─Coméntale que vendrá Raúl y que se traiga el maletín para mirarle los
puntos.
─Creo que le diré justamente eso – dijo intentando aparentar una
serenidad que no sentía – si me disculpáis, voy a llamarlo – y con estas, salió
de la cocina buscando un poco de privacidad.
Ya en su habitación inspiró varias veces para tranquilizarse. Cuando
estaba lo suficiente bien como para que no le notara nada extraño en la voz,
se dispuso a llamarlo.
- ¿Álvaro?
- Hola pequeña – dijo encantado de escucharla.
- Hola….mira vamos a hacer una timba de póquer y mi hermano me ha
dicho que te invite a jugar que…bueno que nos gustaría mucho que vinieras y
a lo mejor viene el amigo de mi hijo…ese al que cosiste, entonces…hemos
pensado que mejor si te parece, te traes tu maletín para curarle los putos…que
al igual no viene y te hacemos cargar con el maletín arriba y abajo…ya sabes
pero bueno si no te importa sería buena idea…
Un silencio al otro lado de la línea la puso de los nervios.
─Entiendo – dijo con su tono habitual - ¿Ana pasa algo?
─Nooo…nada. ¿Qué va a pasar? No seas tonto…sólo es una invitación a
jugar al póquer también vendrán Gloria y su mujer y quieren jugar ellas y
hemos pensado que…
─Ya lo he entendido – acotó la verborrea indicativo claro de que primero
estaba nerviosa y segundo que estaba mintiendo – estaré por ahí en diez
minutos.
─Gracias…quiero decir que muy bien, que me alegro mucho.
─Nos vemos ahora – dijo cortando la comunicación.
Ana soltó el teléfono y se dejó caer en la cama. ¡Jesús! Sabía que se había
puesto nerviosa pero mirándolo en retrospectiva, pensó que había salvado
bastante bien la situación. Estaba segura de que Álvaro no sospechaba nada,
al igual en un rato, la llamaban sus hijas para informarles que todo había
salido bien y ya estaba y sólo sería una velada entre adultos jugando al
póquer…en caso de que algo se complicara…rogó que no, ya vería qué se
inventaba. Había que ser positivos. Seguro que estaba exagerando. Con un
suspiro decidió bajar a la cocina con los demás.
Álvaro se quedó mirando el teléfono pensativo. Le enervaba que le
mintiera porque estaba seguro que le estaba mintiendo. Desde que vio al
hombre aquel que decía ser amigo de su hijo, sabía que tenía problemas pero,
no confiaba lo suficiente en él como para decírselo. Ahora que tenían una
relación abierta significase eso lo que significara, con las malditas reglas que
había puesto, no podía preguntarle sin faltar a su palabra. Sabía que era un
hombre paciente, todo el mundo lo decía, era un rasgo de su carácter pero,
por Dios que Ana estaba poniéndolo a prueba.
Se había dicho que le daría tiempo que poco a poco se iría abriendo y
después de estrechar su relación y haber mantenido relaciones íntimas, creyó
ingenuamente que estaba un paso más cerca. Craso error. Cogió su maletín y
añadió varias cosas por si acaso, el tono de Ana, lo había alertado y aunque
no tenía la certeza de absolutamente nada, decidió ir preparado para casi
cualquier cosa.
Minutos más tarde, estaba picando el timbre de la casa de la mujer que sin
duda conseguiría sacarlo de sus casillas perdiendo en el proceso su legendaria
paciencia.
─Hola – dijo Ana abriendo la puerta con una sonrisa tensa que no le
llegaba a los ojos.
─Hola – dijo Álvaro escudriñándola – he traído mi maletín y vengo
preparado para operar a alguien si es menester – Ana se sobresaltó ante esas
palabras. Si antes tenía alguna duda de que pasaba algo, se las había
despejado todas. Tenía que saber mejor que nadie que lo que acababa de
decir era una absurdez.
─No creo que sea necesario…sólo estamos jugando a las cartas – dijo con
lo que intentó pareciese una sonrisa divertida. Álvaro pensó que si sonreía
más, se le rompería la cara de lo tensa que estaba.
Entraron a la cocina donde estaban los demás. Todos lucían aspectos
tensos, indicativo de que eran conocedores de lo que pasaba. Haciendo gala
de una paciencia que empezaba a dar signos de agotamiento, saludó a los
demás y después de un rato de conversación trivial, empezaron a jugar a las
cartas. Ana adujo que nunca se le había dado bien y que en el fondo no le
apetecía con lo cual se quedó al margen mirando a cada momento el teléfono
móvil. Álvaro por su parte, fingió no darse cuenta y se dispuso a jugar
aunque la sensación que tenía era que estaba jugando a un juego en el que
desconocía las reglas y a los participantes…y no se refería precisamente al
póquer.
─Reparte – le dijo a Vicent lacónico. Éste sonrió encantado y empezaron
la partida.
Cerca de allí…
Una hora más tarde, Alex entró por la puerta de su casa exhausto. Había
esperado al equipo de limpieza que le había mandado Carol. Esa mujer era
increíble. Tenía unos tentáculos que llegaban hasta el mismísimo infierno.
Cuando le explicó sucintamente lo que había pasado, tomó el control con una
eficacia abrumadora. La Víbora Blanca, hacia honor a su nombre. Silenciosa
y letal. Cuando entró, se encontró a su tío dormido sobre la mesa y a su
amigo despatarrado en una silla en una postura que cuando despertara, le
pasaría factura. Se acercó a su tío y lo despertó suavemente.
─Hola… - dijo adormilado – ya estás aquí…
─Si, ya veo que todos se han ido a dormir.
─Todos no – comentó Vicent espabilándose. En unas pocas frases, le
resumió lo que había pasado.
Alex escuchó impertérrito.
─Vete a dormir tío – dijo apretándole el hombro en un gesto cariñoso.
Vicent asintió agotado y dolorido y subió con Max pegado a sus talones.
Alex por su parte, se acercó a su cuñado y lo despertó. Éste abrió los ojos un
poco desorientado y al momento se llevó las manos al cuello con una mueca.
─¿Todo bien? – preguntó con signos evidentes de dolor.
─Todo bien viejo. Vete a dormir, mañana ya hablaremos.
─Creo que me quedaré aquí…no me encuentro con ánimos de irme a mi
casa.
─Si quieres te acerco – ofreció Alex preocupado.
─No es necesario. tu madre ha dejado varios sacos de dormir en el salón
por si hacían falta…creo que voy a coger uno y me acostaré un rato.
─Me parece bien. yo creo que llamaré a mi madre…en estos momentos
no me veo con capacidad de conducir hasta el hospital – confesó con una
mueca.
─Creo que será lo mejor, habrá que ir a relevarlos para que vengan ellos a
descansar un rato.
─Supongo que tienes razón – dijo asintiendo – vete a dormir.
Sergio se marchó agotado. Alex por su parte, llamó a su madre, dejándose
caer con pesadez en una silla quitándose las botas de cualquier manera.
─Hola mama. ¿Hay novedades?
─¡Alex! ¿Estás bien cielo?
─Yo no diría tanto - dijo con una mueca de cansancio – pero estoy entero.
¿Cómo está Raúl?
─Todavía está en quirófano. Estamos aquí en la sala de espera.
─Mamá, se que va a sonar mal pero no me veo para coger en estos
momentos el coche y…
─No es necesario – acotó Ana – descansa lo que puedas, habrán muchos
días de estar aquí en el hospital. No te preocupes si hubiera alguna novedad,
te aviso.
─De acuerdo – dijo mansamente – gracias mamá…te quiero.
─Y yo a ti hijo.
Cuando colgó el teléfono, se levantó con un suspiro de cansancio y se
encaminó a la sala a dormir en uno de los sacos, estaba destrozado. La pelea
con Santos, le estaba pasando factura, tenía la ligera sospecha que tenía una
fractura en una costilla a juzgar por el dolor insoportable que tenía en el
costado. Con cuidado, se quitó la camiseta y se metió en el saco, un feo
hematoma, empezaba a verse en el zona, cuando su madre lo viera pondría el
grito en el cielo por no haberla informado, pensó, pero realmente no era algo
de mucha importancia, Raúl sin embargo, era arena de otro costal. Su amigo
había venido a ayudarlo y casi le cuesta la vida. Tenía con él una deuda de
gratitud difícil de saldar.
Con ese pensamiento, se quedó dormido casi sin darse cuenta.
─Ana cielo…hay hombres que viven las mentiras aunque sean con las
mejores intenciones, como una traición…tú no sabes qué experiencias de
vida han condicionado a Álvaro pero sí sabes que todos somos las sumas de
nuestras vivencias – dijo Sara haciendo gala de su inestimable sabiduría.
─Me da igual – dijo Ana con tozudez – si de verdad quieres algo, luchas
por ello y si no es que no merece la pena.
─También es posible que esperara un movimiento por tu parte – musitó
intentando que no se cerrara en banda.
─Me deseó que me fuera bien – dijo con emoción contenida – no me dejó
explicarme aunque después me hubiese mandado a paseo, no necesito a un
hombre en estos momentos de mi vida que ante el primer obstáculo sale
corriendo.
─Si tú lo dices pero creo que al igual te estás equivocando…
─Para nada. te digo que es mejor así, imagínate su cara si se enterase de
todo, saldría corriendo horrorizado…Sara si hubiese llegado ese momento,
creo que me…en fin, no tiene caso hablar sobre el tema – dijo resuelta
aunque un rictus de tensión, marcaba pequeñas arrugas alrededor de sus ojos
– está fuera de mi vida y es lo mejor.
─Como digas cielo – dijo Sara, notando el malestar de su amiga –
también quería decirte que Gloria me ha llamado, se casan el próximo viernes
en el juzgado de paz – añadió encantada.
─Me alegro mucho nena. ¿Qué rápido no? – inquirió con cierta sorpresa.
─La verdad es que si pero al parecer las fechas más problemáticas son a
partir de primavera y eso me lleva a la siguiente cuestión. ¿Clara y Sergio han
decidido por fin la fecha?
─La verdad es que creo que no – murmuró – esta semana querían ir a
informarse con el párroco pero no sé mucho más.
─Pues si quieren casarse en apenas cuatro meses, te digo que van tarde,
un amigo de César tiene un restaurante con unos preciosos jardines y
podríamos ir a hablar con él pero tenemos primero que tener la fecha
concreta.
Ana suspiró cansada. La boda de su hija pequeña iba a ser todo un
acontecimiento pero les iba a llevar de calle a toda la familia.
─Sara habla con ella si no te importa – pidió agobiada – a ti te hace más
caso.
─Ya lo tenía pensado – contestó Sara haciendo una mueca – además
tenemos que ir a mirar vestidos y todo lo demás. Esa niña tiene que ponerse
las pilas.
─Pues acuerda con ella qué día vamos y me dices algo.
─Perfecto. Bueno querida, me tengo que marchar, César llegará en breve
y tenemos que ir a hacer algunas compras.
Se levantaron de la mesa de la cocina y Ana acompañó a su amiga hasta
la puerta.
─Por cierto. ¿Cuándo te traen los muebles? Dijeron a mediados de mes y
estamos a finales.
─Creo que esta semana – dijo esperando que fuese cierto. Llevaban dos
meses sin muebles en el salón.
─Ya me dirás.
Sara se marchó y Ana se dirigió a la cocina a recoger y preparar la cena.
Hablar de Álvaro sólo la había hecho pensar más si cabía en él. Aunque ahora
le parecía absurdo todo el tema relacionado con las normas que se había
empecinado en poner, lo cierto es que se había llegado a imaginar que podían
tener un futuro, incluso se había planteado contarle todo lo relacionado con
su familia más adelante pero al final no había hecho falta que se exprimiera
tanto el cerebro pensando. Él había tomado la decisión por los dos. De eso
hacía más de tres semanas. Ahora sentía vergüenza de imaginarse
encontrárselo después de haber compartido relaciones intimas. Siempre supo
que esa posibilidad podía existir pero ahora que realmente tenía que
enfrentase a ella, le sobrepasaba. Reconocía que le faltaba experiencia para
conducirse con normalidad, no era sofisticada ni tenía soltura en esos
menesteres. Suspirando intentó despejar la mente y olvidarse del tema. Se
distrajo haciendo quehaceres rutinarios pero una parte de ella, no dejó de
pensar en como se comportaría cuando se lo encontrara la primera vez. Era
horrible saber que había significado tan poco.
Sara se marchó dándole vueltas a la conversación que había mantenido
con su amiga. Sabía que había quedado tocada después de que Álvaro se
marchó sin más. Entendía el punto de vista de Ana. Aunque reconocía que
había cometido errores, en cierto modo no le perdonaba a Álvaro, la
pasividad de la que había hecho gala. Era comprensible. Ana era apasionada
para todo. Quería a su familia con todas las fibras de su ser, luchaba con todo
lo que tenía sin flaquear. En los últimos tiempos, había renacido su espíritu
combativo con más fuerza si cabía. Se había sobrepuesto a los miedos que
habían condicionado su vida y ahora era más guerrera. Para ella, el hecho de
que no mostrara deseo de luchar, que no se hubiera enfurecido, equivalía a
que no la valoraba y por consiguiente no la quería. Con Ana las cosas eran
blancas o negras, sin medias tintas. No sólo la había abandonado, había
herido su orgullo restándole confianza cuando empezaba a probar sus alas.
Estaba meditando una idea, lo hablaría con César pero empezaba a tener
claro que una conversación con Álvaro, era necesaria, y conociendo como
conocía a su amiga, si de verdad quería formar parte de su vida, le iba a hacer
sudar sangre. Por su parte si llegaba a la conclusión después de hablar con él
de que no la merecía, no interferiría. Ana ya había tenido su cuota de
infelicidad para siete vidas. Con las ideas más claras y después de haber
tomado una decisión, se sintió mucho mejor.
─Bueno Raúl, ya estás en casa, bienvenido hijo – dijo Ana con una gran
sonrisa – me han llamado los de la tienda de muebles y mañana los traerán así
estarás más cómodo.
─Gracias Ana pero no estaré el suficiente tiempo, en pocos días me
marcho a mi país – dijo seco, sentándose con cierta dificultad en una de las
sillas de la cocina.
─Bueno, pero esos días, estarás mejor – insistió empecinada - ¿Tienes
hambre?
─He comido en el hospital antes de que me dieran el alta – explicó con
gesto serio.
─Bien. pues si quieres subir a descansar un rato, Alex te enseñará tu
dormitorio – dijo solicita.
─No tengo ganas de ver una cama en mucho tiempo – dijo desabrido.
Ana decidió que ese muchacho necesitaba un par de sopapos.
─Raúl cielo, creo que por alguna razón que no alcanzo a comprender,
crees que tienes derecho a descargar tu mal humor sobre nosotros, cosa que
no es así, te sugiero que subas a descansar o a lavarte la cara para despejarte
pero cuando bajes espero que hayas recobrado los buenos modales que estoy
segura, tu madre te enseñó porque de lo contrario es posible que ceda a la
tentación de darte un buen pescozón. ¿Me he explicado con claridad?
Un silencio ensordecedor, siguió al rapapolvo. Incluso Alex que estaba de
pie en la entrada de la puerta de la cocina, levantó las cejas en un gesto
sorpresivo.
─Lamento mis malos modales – dijo con voz ronca – creo que subiré a
descansar un rato. Si me disculpa – se levantó despacio y con la espalda
rígida, salió de la cocina en dirección a las escaleras. Alex se quedó sin saber
muy bien qué hacer.
─Acompáñalo – ordenó Ana cosa que su hijo hizo sin rechistar.
Cuando salieron los dos hombres como dos castillos, Ana sonrió
cabeceando. Al parecer su tono de voz de madre, seguía funcionado.
Decidió preparar una buena cena y un bizcocho de postre, para celebrar
que Raúl estaba en casa. Ese muchacho había sufrido lo indecible por ayudar
a su hijo. La deuda de gratitud por su parte, no se saldaría jamás. Le había
cogido cariño pero de ahí a que le permitiera protagonizar una rabieta, iba un
mundo.
─Tengo que decir que ha sido una de las bodas más especiales a las que
he asistido – dijo Raúl sentado en el cómodo sofá del salón de casa de Ana.
─¿A cuántas bodas has ido? – preguntó Alex burlón.
─A unas pocas – contestó sonriendo – tengo familia. ¿Sabes? – unas
risitas ahogadas por parte de Alex, fueron la respuesta a su comentario.
─Mamá, no recordaba lo que era sentarme en un sofá – reconoció
estirando las piernas.
─Estoy con Alex – dijo Júlia – han tardado lo suyo pero reconozco que
son preciosos – dijo haciendo referencia a los muebles que adornaban el
salón.
─Cuando vine el primer día, no me podía creer que no tuviera ni un triste
sillón – dijo Vicent acomodado en un confortable sillón parecido al que tenía
en la cocina pero infinitamente mejor.
─Tengo que reconocer que las cortinas son una maravilla – dijo Clara – y
eso que tú pensabas que tía Sara no tenía gusto – dijo Clara mirando a su
madre con toda intención, recordando cierto día en particular y las peripecias
para conseguir la tarjeta de visita de César.
─Lo cierto es que es verdad – reconoció Ana admirando su flamante y
nuevo salón – cuando los vi ayer aparecer por la puerta – dijo refiriéndose a
los transportistas – casi me pongo a llorar de emoción – las risas de su
familia, corearon su comentario.
─¿Sabéis para cuando tienen pensado casarse? – preguntó Sergio
cogiendo un cojín para ponerse más cómodo.
─Ni idea – dijo Ana – me ha cogido totalmente por sorpresa – miró a sus
hijos sospechosa - ¿Alguno de vosotros sabíais algo? – Clara sonrió con un
brillo especial en la mirada.
─Culpable - dijo con una gran sonrisa – César me lo comentó el otro día
pero me hizo jurar que no diría nada – explicó esperando que lo entendieran.
─Hombre pues me parece mal, yo soy su mejor amiga y por consiguiente
me lo tendría que haber dicho a mí – dijo un poco molesta.
─Venga mamá. César sabe que has estado muy liada últimamente y no
quería crearte más ansiedad…eso y que yo le dije que entre vosotras no
habían secretos con lo cual era factible que tía Sara te sonsacara algo o
empezara a sospechar – las miradas de los demás junto con las risitas de
complicidad, le obligaron a reconocer que era cierto.
─Bueno, me da igual – reconoció – sigo estando feliz por cómo ha
acabado todo. Ha sido un día fantástico y con un gran final.
─Eso es cierto – dijo Júlia con un suspiro – ha sido tan romántico…
Raúl enarcó una ceja al escuchar el tono ensoñador. Decidió enterrar el
hacha de guerra por un día pero le costó lo suyo reprimirse.
─Estoy de acuerdo – dijo Clara – César es un gran tipo y me alegro de
que ahora forme parte de la familia oficialmente.
─Bien…chicos, aunque mis maravillosos sofás son muy cómodos, se me
están cerrando los ojos, así que si no os importa, me voy a dormir – dijo Ana
poniéndose de pie – buenas noches.
─Yo también me voy – dijo Vicent agotado – aunque ha sido un gran día,
reconozco que estoy exhausto. Buenas noches – Ana abrazó a su hermano de
la cintura y salieron juntos del salón.
─Pues creo que nosotros también nos vamos. Yo trabajo mañana – dijo
Clara haciendo una mueca – no tengo la suerte de otros de tener fiesta los
fines de semana.
─Pues sí que es una pena – dijo su novio bromeando – pero no te
preocupes, Troy y yo te estaremos esperando, tirados en el sofá mientras tú
levantas al país.
Clara le lanzó un cojín a modo de respuesta pero lo único que consiguió
fue hacerlo reír con más ganas. Al final también se despidieron y se fueron
entre abrazos y risas.
─Esos dos no son capaces de tomarse nada en serio – comentó Alex
sonriendo.
─Pero son felices – dijo Júlia – al final es lo único que importa – añadió
con expresión soñadora.
─¿Quién eres y que has hecho con Júlia? – dijo Raúl con una sonrisa
malévola.
─¿Sabes qué? Eres tan cínico que no reconocerías el amor ni aunque se
plantara delante de tus narices. Espero que un día alguien te ponga de rodillas
– dijo con los brazos en jarras delante de él mirándole con absoluto
desprecio.
─Antes nevará en el infierno – musitó mordaz.
─Eres insoportable.
─Reconoce que en el fondo estas encariñada conmigo. Te sentirás mejor
después – apostilló Raúl con ironía.
─Te quiero tanto como a un dolor de muelas – dijo desabrida – eres el ser
más insoportable de la creación – una sonrisa malévola, asomó al rostro del
hombre.
─Y eso lo dice la mayor bruja de todos los tiempos – atacó disfrutando de
verla echar humo.
─Chicos, chicos…me encanta ver lo mucho qué os queréis pero sí
mancháis los muebles nuevos de mamá cuando empecéis a despedazaros, es
posible que se enfade – saltó Alex cuando su hermana estaba a punto de
contestar y a juzgar por el brillo asesino de sus ojos, con intenciones nada
inocentes – propongo irnos a dormir, mañana será otro día.
Júlia se los quedó mirando a los dos, haciendo verdadero esfuerzos por
controlarse, mientras que Raúl, seguía sentado con aspecto relajado y una
estúpida sonrisa en el rostro.
─Creo qué haré exactamente eso – dijo seca – y tú, espero que te muerdas
y te envenenes – soltó saliendo muy digna. Las risas de los dos hombres, la
acompañaron hasta que salió del salón.
─¿Exactamente qué significa eso último qué me ha dicho? – preguntó
Raúl con interés. Alex miro a su amigo divertido.
─Es una expresión muy nuestra. Hace referencia a que si te muerdes la
lengua…
─Entiendo – contestó pensando en la recalcitrante y odiosa mujer que
acababa de marcharse.
─La has provocado a conciencia y por demás, de manera gratuita –
apuntó Alex mirando a su amigo – creo que disfrutas haciéndola saltar.
Háztelo mirar viejo.
─Reconozco que saca lo peor de mi – reconoció burlón – pero te aseguro
que ella me provoca en más ocasiones de las que te imaginas, sólo que no la
ves.
─Si tú lo dices – contestó Alex no muy seguro – Júlia es la mujer más
dulce y tranquila que…
Las carcajadas de Raúl sonaron por todo el salón.
─Alex es tu hermana y entiendo que la quieras pero no podrías estar más
equivocado ni aunque te lo propusieras – dijo limpiándose los ojos a causa de
la risa – tengo entendido que su novio de toda la vida la dejó porque no
llegaba a los estándares que ella marcaba.
Alex perdió todo rastro de buen humor. Raúl no lo sabía, pero acababa de
meterse en un cenagal.
─El imbécil que estaba con mi hermana, era un snob sin mierda en las
tripas que se creía mejor que el resto de la humanidad reprimiendo su
personalidad a base de continuas quejas, haciéndola sentir torpe e insegura.
La frialdad en Alex, no sólo se veía, era incluso palpable.
─Lo siento, no lo sabía – repuso Raúl incomodo.
─Mi hermana ha sido siempre un ratón de biblioteca y cuando el chico
guapo del grupo se fijó en ella, creyó que era la mujer con más suerte del
mundo – añadió más apaciguado – confió en el hombre equivocado y tardó
mucho tiempo en recuperarse.
Raúl empezó a sentirse realmente mal. No podía conciliar la mujer que
describía su amigo con el dragón que dormía en la planta de arriba.
─Perdóname amigo, lo he dicho sin pensar, jamás le haría daño y la
protegería con mi vida al igual que a toda tu familia. Tienes mi más solemne
promesa.
Alex observó a su amigo con gesto adusto. Estaba seguro de eso. Raúl era
leal hasta la medula. Sabía que todos los miembros de su familia sin
excepción, ahora estaban bajo su protección. Una idea peregrina, empezó a
rondarle por la cabeza.
─Tranquilo viejo – dijo con su habitual sonrisa – sé que en el fondo la
quieres – la cara que puso Raúl, no tenía precio – sólo que has tocado una
tecla complicada.
─Lo entiendo y me disculpo nuevamente.
─No es necesario – dijo Alex restándole importancia – una cosilla,
cambiando de tema. ¿Te plantearías venirte con nosotros a Egipto?
El estupor más absoluto, se reflejaba en el rostro de su amigo. Al igual se
había pasado. Tendría que haberlo dicho con más tacto.
─Supongo que estas de broma – contestó Raúl anonadado.
─Lo cierto es que no pero olvídalo, ha sido una torpeza por mi parte –
suspiró con cansancio frotándose la parte posterior del cuello – creo que el
cansancio me está pasando factura. Me voy a dormir, ha sido un día muy
largo.
─Te acompaño – musitó Raúl aun reponiéndose de la última ocurrencia
de su amigo.
Se fueron cada uno a su cuarto, sumidos en sus propios pensamientos.
Alex se recriminó su falta de sutileza, era igual que su melliza en ese
aspecto. Pensaba que los años fuera del núcleo familiar lo habían atemperado
y aunque en parte era cierto, su carácter impulsivo, hacía acto de presencia
cuando menos se lo esperaba.
Raúl por su parte, seguía dándole vueltas a la última ocurrencia de su
amigo. Lo conocía lo suficiente como para saber que algo estaba tramando y
se jugaba los huevos a que ese algo, era peligroso. No tenía sentido que un
viaje en apariencia inocente, con toda su familia, fuera a ser otra cosa qué lo
que parecía pero…se masajeó la frente cansado. Al igual estaba exagerando
la situación. Le había afectado saber que un imbécil había hecho daño a Júlia,
al menos a la Júlia a la que hizo su amigo referencia porque a la de ahora, era
imposible tenerle pena, era un bicho de la peor especie. Se durmió pensando
que no le importaría echarse a la cara al cretino aquel…
─En resumidas cuentas, si esto es cierto y yo creo que sí – dijo Júlia con
gesto serio – la teoría de que los Dioses son los mismos seres desde el
principio de los tiempos, cobra fuerza. Las distintas civilizaciones los han
llamado de una forma u otra pero en esencia los han relacionado con los
mismos atributos aunque con diferentes nombres.
─No puedo establecer en mi mente que la religión que profesamos,
realmente derive de las mismas deidades del pasado – susurró Alex
profundamente impactado.
─Pero si lo analizas fríamente, tendría sentido – dijo Clara que ya conocía
la teoría a la que habían llegado los demás, no en balde se habían ido
reuniendo en su casa para recabar información y contrastarla entre ellos –
sabemos por los manuscritos, que en un principio vivieron en lo que nosotros
conocemos como el continente perdido, la Atlántida y que a partir de ahí,
cada uno de ellos, tuvo más o menos protagonismo en las diferentes culturas
que nacieron a posteriori. También sabemos que los hombres fueron creados
para servirlos, denominador común a todas las culturas conocidas y los
atributos de todos, eran los mismos o parecidos en cada una de ellas. La raíz
es esencialmente la misma Alex.
─Podría añadir algunos ritos religiosos que también tiene su origen en lo
que hoy llamamos ritos paganos – añadió Vicent – incluso algunos de ellos
han sobrevivido hasta nuestros días.
─En esencia, todo el mundo conocido en los diferentes continentes,
hablan de seres poderosos que convivían con los humanos e incluso, se
apareaban con ellos – dijo Júlia.
─¿Se apareaban? Mira que eres rebuscada – exclamó Clara mirando a su
hermana con escepticismo.
─Bueno…tenían relaciones carnales con mujeres…
─Eso no es exactamente así – musitó Vicent – también hay textos que
recogen las relaciones entre seres del mismo sexo no sólo en lo referente a la
civilización grecorromana sino también entre Dioses y hombres o mujeres.
─Bueno, eso es lo de menos, el amor es amor en cualquier manifestación
ya lo sabes – espetó Clara a su tío. Este asintió demostrando su conformidad.
─Encontré una historia que me llamó la atención y que no he apuntado
porque no creí que tuviera relación pero al parecer, incluso el nacimiento de
los licántropos tiene que ver con unos ritos paganos que el rey Licaon llevaba
a cabo y enfureció a Zeus que lo maldijo convirtiéndolo en lobo, de ahí el
nombre, que viene del griego, lykánthropos. De hecho también a lo largo de
estas semanas que hemos estado recabando información, he encontrado que
en todas las culturas, hacen referencia a esta figura llamada de diferentes
formas. En México por ejemplo lo llaman nahual y proviene de una leyenda
azteca y se refiere a un hechicero que tiene el poder de convertirse en lobo a
placer. Al parecer algunas tribus indígenas que han sobrevivido hasta
nuestros días, siguen teniendo dichas creencias.
Un silencio pesado recayó sobre todos los allí presentes.
─Tío no estarás intentando decir que los hombres lobos existen. ¿Verdad?
– preguntó Alex mortalmente serio – porque desde luego no necesito saber
eso.
─Sólo digo que me llamó la atención. También guarda muchos
paralelismos con diferentes culturas y la creencia se extendió desde no se
sabe cuándo pero ha sobrevivido hasta nuestros días.
─Sólo nos faltaba que un licántropo pique a nuestra puerta – soltó Clara
alucinada – bastante tengo con creer que los Dioses existen para que ahora
resulte que hay por ahí seres mitológicos pululando a sus anchas.
─Supongo y digo supongo…que de la misma manera que existimos
nosotros con nuestros poderes, o Elena con su capacidad para el rastreo o
María que puede ver los auras, pueden existir mas seres diferentes mezclados
por todo el mundo – dijo Júlia con expresión concentrada.
─Hombre, lo que si resulta curioso es que de golpe, las personas que han
ido apareciendo en nuestra puerta, tengan todas alguna capacidad especial –
repuso Sergio en la misma línea.
─Hay una ley física que habla de la atracción que ejerce una fuerza sobre
otra – comentó Vicent pensativo.
─Pues no me hace ni pizca de gracia, que lo sepáis – dijo Clara con
frescura – bastante tenemos nosotros con todo esto para que encima resulte
que somos como un imán para bichos raros – añadió con cara de desagrado –
que cada uno de ellos se las arreglen como puedan – pontificó cruzándose de
brazos.
─Era sólo un dato que me resultó llamativo – dijo Vicent intentando
atemperar los ánimos – también hay que tener en cuenta, que en todas estas
historias, habrá la parte basada en algún hecho concreto y la que será pura
invención.
─Supongo – dijo Alex intentando procesar toda esa información.
─De todas maneras no estamos siendo justos con Elena y María. Las
hemos conocido por pura casualidad y las capacidades que ellas tienen, hay
mucha gente que las comparten – comentó Sergio – mi madre sin ir más lejos
tiene una vecina que trabaja los campos energéticos que hay alrededor de las
personas y se basa en el tema de los auras y todo eso.
Todos se volvieron a mirar a Sergio de tal manera que lo hicieron
ruborizar.
─Que sepáis que siempre he creído que estaba como una regadera – dijo
defendiéndose – pero a partir de ahora la miraré con mucho mas respeto.
─En resumidas cuentas, todo esto nos lleva a la conclusión de que son los
mismos Dioses con diferentes nombres y que al parecer, pueden haber más
seres qué como nosotros, desciendan de alguno de ellos y tengan alguna clase
de poder – dijo Júlia intentando encontrar el equilibrio – y algunos de esos
descendientes, tengan alguna capacidad especial aunque muy diluida por las
muchas generaciones que han pasado, como puede ser el caso de Elena o de
María… o la vecina de tu madre – dijo con una mueca mirando a su cuñado.
─Yo no he dicho que esa mujer tenga alguna habilidad especial he
dicho…
─¡Ya sabemos lo que has dicho! – acotó Alex perdiendo la paciencia –
puede ser Júlia – reconoció mirando a su hermana – lo que no podemos hacer
nosotros, es caer en el mismo error que ha cometido la humanidad desde los
albores de los tiempos, y es creernos que somos los únicos con capacidades
especiales. También puede ser que al tener nosotros dichos poderes, seamos
capaces de reconocer a otros como nosotros.
─Puede ser – reconoció Clara – pero sigo diciendo que como me
encuentre con un licántropo me da algo, les he tenido pavor desde pequeña –
reconoció con cierto pudor. Todos se sonrieron ante ese comentario – miró el
reloj y saltó como un resorte de la silla - ¡Dios mío! Mamá me va a matar. He
quedado con ella y tía Sara para mirar los dichosos vestidos hace más de
media hora.
─No me había dado cuenta de que era tan tarde –reconoció Júlia – venga
vamos que te llevo.
Se despidieron de todos y salieron corriendo como alma que lleva el
diablo.
─Yo también tengo que irme, he dejado a Troy en el jardín pero tengo
que ir a darle una vuelta – dijo Sergio poniéndose de pie.
─Te acompaño – repuso Alex – tengo que pasar forzosamente por tu casa
de camino al centro.
─¿Has quedado con alguien? – preguntó Sergio con una sonrisa picara.
─Eso mi querido cuñado, no es de tu incumbencia – las risas por parte de
su amigo, fueron su única respuesta.
─Pues yo creo que subiré a acostarme un ratito – dijo Vicent – después
vendrá tu madre y de seguro querrá hacer algo, últimamente me lleva loco –
comentó pero se notaba a lo lejos, que era pura pose.
─Lo entiendo tío – dijo Alex con una sonrisa – sube a descansar un rato.
En pocos minutos, todos habían desaparecido.
Raúl se levantó del sofá blanco como la tiza. Se había quedado dormido
viendo la televisión, cuando se despertó, escuchó los sonidos que empezaban
a serle familiares y decidió unirse a los demás en la cocina. Pero cuando
empezó a escuchar la conversación que mantenían, se quedó clavado en el
sofá. Apagó la televisión y agudizó el oído. Conforme iba pasando el rato, le
fue quedando más claro que Alex y su familia estaban metidos en algo
realmente peligroso. Al principio creyó que estaban explicando alguna
película de ciencia ficción, cuando empezó a entender, la frecuencia cardiaca
se le disparó.
No pudo entender todo lo que decían pero desde luego, el nombre
Belcebú le sonó alto y claro. ¿En qué demonios estaba metida esa familia? Le
pareció entender que tenían que enfrentarse al Maligno pero era tan absurdo
que de seguro lo tenía que haber malinterpretado. Fijo. Pero cuando
empezaron a hablar de licántropos y otras criaturas mitológicas…ahí se vino
abajo. “¿Quieres acompañarnos a Egipto?”. Las palabras de su amigo, le
vinieron a la cabeza. Se marcharía en pocos días pero antes tendría una
conversación muy seria y muy esclarecedora con Alex.
─Esta niña llega tarde – murmuró Ana enfadada – y eso es que es ella la
que se casa.
─No te preocupes querida – dijo Sara – tampoco es que tengamos prisa,
estamos muy a gusto aquí tomando un chocolate calentito.
─Ya Sara, pero ese no es el tema – refunfuño Ana mirando por enésima
vez el reloj – es que no tiene una gota de formalidad.
─Bueno, enfadarte te va a servir para bien poco, tómate el chocolate. Por
cierto. ¿Has sabido algo de Álvaro? – Ana se tensó de golpe.
─Sara te he dicho más de una vez que Álvaro es agua pasada. No sé nada
de él y no creo que sepa y además no quiero saber, que es lo más importante.
─Entiendo. ¿Eso quiere decir que no te lo has cruzado ni por los pasillos
del hospital? – preguntó insistiendo.
─No.
─Ya.
Sara se calló unos momentos ante la seca contestación de su amiga.
─¿Lo has perdonado por salir corriendo? – preguntó muy suave.
─¡Maldita sea Sara! Te he dicho que no me importa y me da igual que
saliera corriendo. Me equivoqué pero ahora ya no lo veo así – dijo
torvamente.
─¿Qué es lo que no ves igual, cielo? – insistió Sara sin hacer caso al mal
humor de su amiga.
─En cierto modo pienso que si bien es cierto que le oculté información, la
reacción de él fue desproporcionada por lo que creo que al final fue algo
positivo. Álvaro parecía un tipo de hombre pero era todo fachada.
─Ana cielo, no sólo le ocultaste información. ¡Le mentiste! Tenía
motivos fundados para enfadarse. Aunque creo que no obró de manera
adecuada – reconoció apenada.
─Pero no es de fiar Sara – dijo Ana pasándose la mano por el pelo de esa
manera tan característica suya qué indicaba que estaba nerviosa – viví con un
buen hombre veinte años, sé que me quiso y yo a él pero por diferentes
motivos y asumiendo la parte que me per toca, oculté qué soy por miedo a
perderlo y los resultados fueron desastrosos – dijo haciendo referencia a
todos los problemas a los que tuvieron que enfrentarse sus hijos por culpa de
su cobardía – no cometeré otra vez ese error.
─Eso puedo entenderlo pero Álvaro no sabe nada con lo cual no puedes
hacerlo responsable de tus errores pasados – Sara intentaba que entendiera
pero era imposible. Era como hablar con una pared – él lo único que sabe es
que te puso en bandeja la posibilidad de confiar pero decidiste utilizarlo.
─Me dio a entender que me quería…pero su pretendido amor era una
quimera, cuando vio a la mujer real de carne y hueso, no estuve a la altura de
sus expectativas y se marchó. Final de la historia – la rabia y el rencor eran
patentes – han pasado casi dos meses y no ha hecho el menor intento. Puedo
garantizarte que si se me acercara, le estrellaba lo qué tuviese más a mano.
─Hace poco más de un mes – rectificó Sara.
─Me da igual. Para mí el tema está muerto y enterrado y te sugiero que
no lo saques más a colación, ese hombre forma parte del pasado y no estoy
muy orgullosa de lo ingenua que fui, posiblemente sólo quería pasar un buen
rato, no todos son como ese maravilloso hombre tuyo.
Una lenta sonrisa, asomó al rostro de Sara. Era nombrarle a su prometido
y se volvía de mantequilla.
─En eso tienes razón – dijo encantada – es el mejor hombre del mundo
pero creo que Álvaro…
─¡Sara! Se acabó – explotó levantando la voz. Varias personas de las
mesas cercanas se volvieron a mirarlas – perdóname…lo siento, pero no sigas
insistiendo.
Sara asintió consciente de que la herida seguía abierta. Había dejado pasar
el tiempo suficiente como le había pedido César, por si Álvaro se decidía a
dar el paso. No esperaría mucho más. Si tenía razón Ana y Álvaro sólo había
ido a disfrutar de una relación sin ataduras y lo demás le sobraba, pensaba
decirle un par de cosas pero si era como ella creía, era posible que se sintiera
tan herido y traicionado que no viera mucho más. Pensaba comprobarlo en
breve.
─¡Mira! Por ahí vienen las niñas – dijo encantada.
─Pues menos mal porque como tardemos más en ir, nos vamos a
encontrar las puertas cerradas.
─Eres exagerada hasta decir basta.
─Seguro. Por cierto, ya mismo habrá que ir a mirar el tuyo – dijo
mirándola con toda intención.
─Supongo, aunque nosotros celebraremos una ceremonia muy intima –
musitó un tanto ruborizada – nada que ver con la boda de Gloria y Tamsim.
─Veremos. Porque tu prometido invitó a medio pueblo – dijo con una
sonrisa malévola.
─Pero fue algo espontaneo llevado por el momento – César era un
hombre apasionado en todos los aspectos de su vida – pero nadie se lo tomó
en serio.
─Si tú lo dices – dijo insinuando lo contrario – pero de igual forma hay
que mirar un vestido especial.
─¿Un vestido especial? ¿Para quién? ¿Tía, vamos a mirar también uno
para ti? – dijo Clara que escuchó lo último que había dicho su madre – hola,
lo siento por llegar tarde, Júlia no encontraba las llaves del coche.
Júlia abrió los ojos como platos. ¡Su hermana era una mentirosa de tomo
y lomo!
─¡Eso es falso! – exclamó indignada – mamá hemos estado liadas con
todo el tema de la investigación poniendo al corriente a Alex.
─No pasa nada, tía Sara y yo hemos dado una vuelta por el centro
comercial y nos hemos parado aquí a tomarnos un chocolate la mar de
tranquilas – la cara de Sara era de incredulidad absoluta.
─Bien pues si queréis, nos vamos. Tía no me has contestado. ¿Vas a
mirar también para ti un vestido? –insistió Clara.
─Bueno…no lo había pensado pero si veo alguno bonito, al igual me lo
pruebo, ya veremos – dijo Sara encantada ante esa posibilidad en la que no
había caído. Aun tenía que recordarse que ella también se casaría en poco
tiempo.
─Después cuando llegue a casa, le diré a mi hermano que me ponga al
corriente de todo – dijo Ana a su hija mayor – le encanta el tema de la
mitología y disfruta como un niño buscando información. El otro día me
obligó a llevarlo a la ciudad a la biblioteca principal para buscar no sé qué
información en concreto – estaba encantada con el cambio tan positivo que
había hecho su hermano. En cierto modo todo el asunto de la maldición,
paradójicamente lo había despertado de su apatía habitual.
─Eso seguro – confirmó su hija mayor – que sepas que ha sido el que más
ha aportado buscando textos antiguos y confrontándolos con Sergio.
─La verdad es que estoy sorprendida de la cantidad de conocimientos que
tiene sobre mitología – dijo Clara – incluso en una libreta lleva anotado
minuciosamente todos los ritos y costumbres paganas que tuvieran algo que
ver con el culto a determinados Dioses.
─Siempre le gustó leer – explicó Ana – en cierto modo es como tú – dijo
a su hija mayor.
─Sí, yo también lo he pensado – reconoció Júlia con una mueca.
─Bueno, ahora dejemos los temas de Dioses y bichos raros y
centrémonos en cosas más terrenales como es mi vestido de novia y el de tía
Sara – dijo Clara con desparpajo.
─Tienes razón. Últimamente parece que sólo tengamos mono tema – dijo
Ana con un suspiro.
Unas risas corearon su comentario y de tácito a cuerdo, olvidaron por un
rato las preocupaciones, centrándose en disfrutar de una tarde de mujeres en
un centro comercial.
Fue una tarde memorable, compartieron risas, abrazos…incluso alguna
lágrima se escapó al ver a Clara ataviada en un vestido de novia.
Sara y Ana, sentadas cogidas del brazo mientras Clara desfilaba con
diferentes vestidos…
Las chicas y Ana emocionadas cuando era Sara la que se probaba algún
vestido de ceremonia, negándose a ponerse un vestido de novia al uso
aduciendo de que no tenía edad para tales extravagancias…al final cedió
obligada por todas…
Júlia probándose pamelas enormes de intrincados diseños…
Incluso Ana cedió a la tentación enfundándose en algún que otro vestido
para el gran día.
La alegría compartida era más que evidente para cualquier espectador.
Llamaban la atención por el aura de felicidad que brillaba alrededor de ellas.
Se querían, se amaban y retroalimentaban esos sentimientos con gestos
cariñosos, abrazos, besos…
Disfrutaron de ser lo que eran…cuatro hermosas mujeres que se querían
compartiendo un día especial y maravilloso que quedaría impreso en sus
retinas para siempre.
CAPÍTULO X
─Estoy encantado de invitar a cenar a las dos mujeres más guapas de este
lado del hemisferio – dijo César sonriendo ante tanto sentimentalismo
femenino - ¿Qué decís bellas damiselas?
Unas risas corearon su ocurrencia.
─Estaremos encantadas de acompañarte. ¿No es cierto querida? –
preguntó Sara abrazada todavía por la cintura a su amiga.
─Y tanto – afirmó con una sonrisa lastimera – pero si no os importa
pasaré a buscar a mi hermano, no quiero que se quede sólo en casa.
─Por mi perfecto – dijo César.
Mucho más tranquila, se dirigió a su casa, una ducha y salir un rato,
harían maravillas con su estado de ánimo. Ver a Álvaro y después la jugada
sucia que le había hecho, le había afectado más de lo que estaba dispuesta a
admitir. Su primera reacción si se lo echaba a la cara, era romperle la crisma
pero después de hablar con Sara, entendía que quizás había sido un poco
intensa.
─¿Sí? – dijo Sara mirándolo con interés – me alegro querido. Esos dos
necesitan ayuda – pontificó mientras se soltaba el recogido y se cepillaba el
pelo – yo le he dicho a Ana que tiene que sentarse a hablar con Álvaro
tranquilamente y arreglar sus diferencias – dijo observando a su pareja por el
espejo del tocador - ¿Y tú? ¿qué le has dicho a Álvaro?
─Mas o menos lo mismo – dijo sin mucho interés. Sara sonrió satisfecha
y orgullosa de hombre que la miraba desde la cama.
─Es lo más importante de todo – dijo convencida – la comunicación en la
pareja es fundamental.
─Me gusta eso de la comunicación – ronroneó César levantándose de la
cama perezosamente en busca de su mujer – tengo que explicarte ciertas
cosas que requieren de tu colaboración – musitó quitándole de las manos el
cepillo y envolviéndola contra sí. Sara dejó escapar una risita coqueta
mientras se perdía entre los brazos del hombre que le robaba el aliento – es
fundamental para una comunicación al más alto nivel, que no existan barreras
entre nosotros – murmuró besando el hombro femenino mientras retiraba el
fino tirante del camisón – así la comprensión es infinitamente más fácil – dijo
deslizando la prenda por el cuerpo femenino hasta convertirla en un trozo de
seda a sus pies. Con un sólo movimiento, la levantó entre sus brazos,
mientras besaba la boca invitadora y la dejaba lentamente en el centro de la
cama – espero que seas una buena chica y estés atenta a todo lo que tengo
que decirte – dijo apoderándose de un pezón chupándolo con fuerza mientras
con su mano, friccionaba torturando el otro pecho – es necesario que te
concentres – dijo lamiendo su abdomen bajando lentamente hacia el vértice
de sus piernas, mientras la abría con sus dedos. Los sonidos inarticulados de
Sara, contestaban sin duda a sus requerimientos. Cuando enterró su boca
profundamente en el núcleo ardiente que sabía a mujer, se excitó más si eso
era posible, endureciéndose hasta el punto de tener una dolorosa palpitación
que pulsaba en la parte baja de los riñones hacia aquella tumescencia
imposible. Excitó el duro botón con su lengua, mordiéndolo como sabia que
la enloquecería, necesita enterrarse dentro de aquella vaina y sentir como los
músculos de su vagina exprimían hasta la última gota de su esencia. Supo el
momento exacto en el que Sara estaba llegando peligrosamente a ese punto
sin retorno, se apartó lo justo para embestirla con una sola estocada,
introduciéndose hasta el fondo. Un gemido se escapo entre sus dientes
fuertemente apretados. Casi podía sentir el útero femenino de tan
profundamente que estaba enterrado, quería ir lento, hacer que durase lo más
posible, pero la necesidad marcó su propio ritmo, quedando a merced de las
sensaciones que poco a poco lo envolvieron en una espiral sin retorno.
Mucho más tarde, abrazados y saciados, Sara volvió a pensar en su
amiga. Estaba profundamente convencida de lo que le dijo. La comunicación
era esencial en una pareja. Acurrucándose contra su prometido, se dejó
vencer por el sueño, totalmente satisfecha y feliz.
CAPÍTULO XI
Cerca de allí…
─¡Ha sido una noche fantástica! – dijo Elena emocionada – muchas
gracias por todo – dijo mirando a los dos hombres que iban en los asientos
delanteros del coche.
─Gracias a ti princesa – contestó Alex de buen humor – lo cierto es que
he disfrutado. Hacía mucho tiempo que no iba al cine. ¿Tú qué dices viejo?
─Por supuesto. Ha sido una gran película – contestó el aludido.
─Estoy encantada de ver que no os habéis peleado esta noche, creo Raúl
que empezáis a toleraos.
─Seguro – si ella supiera. A punto estuvo de dejarse llevar por el impulso
de tomarla en el cine y besarla hasta que bizqueara de placer. Ante su más
profundo estupor, sintió una erección al imaginarlo.
─Estoy segura que terminareis siendo amigos. Ya lo veras – musitó
Elena, que de manera espontanea, le dio un ligero apretón en el hombro a
modo de consuelo.
─Elena, es bastante improbable que ocurra eso pero gracias por ser tan
amable – contestó Raúl con cariño. Ver como empezaba a confiar en él, lo
llenaba de satisfacción.
Aparcaron en la puerta de casa de Gloria, las luces estaban apagadas por
la hora que era. Alex se bajó raudo del coche, para acompañar a Elena los
pocos metros hasta la puerta, bajo la burlona mirada de su amigo.
─Te acompaño – explicó sin necesidad.
─No es necesario – dijo riéndose.
─Un caballero acompaña a su dama hasta el final – dijo guiñándole un
ojo.
─Como quieras – se despidió de Raúl y ya en la puerta, se volvió para
mirar de frente a Alex y despedirse – muchas gracias por esta noche
maravillosa – dijo con los ojos brillantes – nunca he sido tan feliz como ahora
ni he tenido tantos amigos y…bueno sé que en parte es por ti y yo…
Alex se acercó muy despacio mirándola a los ojos. Elena supo con su
instinto de mujer, que la iba a besar pero aun cuando el pensamiento
consciente irrumpió con fuerza, era incapaz de moverse.
La besó con delicadeza, por nada del mundo quería asustarla. Atrapó su
labio inferior entre los suyos con una suavidad exquisita, lentamente se
separó aun cuando todas las fibras de su ser, le gritaban lo contrario. Volvió a
perderse en aquellos ojos que lo miraban con estupor pero sin rastro de
miedo. Con los labios entreabiertos a causa del beso, era lo más bonito que
había visto en su vida.
─Buenas noches princesa.
─Buenas…noches – balbuceó.
Se marchó rápidamente por miedo a no controlarse y besarla como se
moría por hacer. Ya desde el coche, vio como entraba cerrando la puerta tras
de sí, sólo entonces, arrancó el motor y se marchó.
─Te va el masoquismo – dijo Raúl burlón – no hay otra explicación. Para
cuando esa chica esté preparada para lo que tú quieres, habrás muerto por
combustión espontanea.
─Es mi problema – dijo seco.
─Y tanto que es tu problema. Te garantizo que ningún hombre querría
estar en tus zapatos.
─Sólo necesita tiempo para confiar en mí – murmuró con tozudez.
─Eso es simplificar mucho las cosas – contestó su amigo - puede confiar
en ti y sin embargo no estar jamás preparada para una relación amorosa o
para el caso, de ningún tipo, ya me entiendes – dijo mirándolo de soslayo.
─Estoy convencido de que con paciencia, aprenderá a confiar en mí y
perderá el miedo. La he besado y no he visto en sus ojos ni rastro de miedo.
─Eso no ha sido un beso y lo sabes – dijo chasqueando la lengua – si la
hubieras cogido entre tus brazos y la hubieras besado como un hombre besa a
una mujer, esa chiquilla habría salido corriendo como alma que lleva el
diablo.
─Poco a poco – repitió aunque no sabía si quería convencer a su amigo o
a él mismo – ha vivido una pesadilla siendo apenas una niña, necesita tiempo
para curarse.
─¡Es una niña! Alex por favor, apenas tiene dieciocho años y tú casi
veintisiete, en otra pareja no sería mucha diferencia pero entre vosotros, es
una vida entera.
─Me da igual – murmuró – es especial. Sé que es especial y esperaré lo
que sea necesario.
─Pues no es por amargarte la noche pero, es posible que la ayudes a
superar sus traumas y después se enamore del hijo del panadero – habían
llegado a casa de Alex, paró el motor volviéndose a mirar a su amigo con
rabia contenida.
─ No, si no quiere morir el hijo del panadero – la sonrisa divertida que
lucía Raúl, se quedó congelada en su rostro.
─Alex…te brillan los ojos…y me está dando muy mal rollo – murmuró
Raúl alucinado – pareces un maldito demonio – Alex inspiró con fuerza
cerrando los ojos. Él también notaba al igual que su madre, como aumentaba
dentro de sí, el poder de sus ancestros.
─Lo siento Raúl…no ha sido mi intención – comentó un tanto cohibido –
cuando me enfado, al parecer, eso también se enfada – explicó con una
mueca burlona aunque sin rastro de humor.
─Te he visto innumerables veces enfadado y nunca te había visto…ya me
entiendes…sólo te faltan los colmillos y…- Alex clavó su dorada mirada en
él con firmeza – era una broma – musitó.
─Pues es un asco de broma.
─Ya me imagino que no te tiene que hacer ni pizca de gracia – reconoció
Raúl – creo que me debes una conversación amigo – le recordó – y empieza a
ser muy necesaria si no quieres que vaya a buscar un par de estacas y…lo
siento…no he podido resistirme – añadió con una sonrisa pirata.
─Raúl, me importa un bledo si aun no estás en plena forma, otra como
esa y te quiebro todos los huesos – amenazó Alex pero los dos sabían que era
una balandronada sin fundamento.
─Seguro – convino su amigo – invítame a una cerveza y me pones al día
– dijo con firmeza – en pocos días me marcho y no quiero irme sin haber
resuelto esta conversación.
─¿Te han dado ya el alta?
─Esta mañana – dijo sucintamente – la semana que viene, tengo intención
de volver a casa.
─Lo entiendo – dijo asintiendo – vamos, al menos ahora ya tenemos sofás
y no se nos quedará el trasero como una piedra. Empezaba a odiar las sillas
de mi madre – unas risillas en sordina, le dijeron que su amigo estaba de
acuerdo con él.
Entraron en silencio, cogieron un par de cervezas y se dirigieron al salón,
que verdaderamente lucia de una manera magnifica. Había que reconocer que
tanto su madre como su tía, tenían un gusto exquisito. Le habían sabido dar el
punto exacto de elegancia y confort que cualquier diseñador mataría por
conseguir. Cerraron las puertas para no despertar a los demás miembros de la
familia y se relajaron cada uno en un sofá estirando las piernas con
satisfacción masculina. Por un momento, reinó el silencio tranquilo que sólo
podían entender los de su género.
─El salón ha quedado espectacular – murmuró Raúl.
─Ya te digo. Se han tomado su tiempo pero ha quedado de lujo – dijo
admirado.
─Bueno amigo, soy todo oídos – dijo Raúl rompiendo el encanto.
─Ante todo te he de pedir, que mantengas la mente abierta, algunas cosas
que te voy a contar, sencillamente te dejaran sin palabras y es muy posible
que las restricciones mentales propias de los humanos, te impida darle crédito
a todo lo…
─Espera. ¿Humanos? – dijo con una sonrisa de medio lado – entonces, tú
qué eres. ¿Extraterrestre?
─En cierto modo, es muy posible que una parte muy pequeña, si lo sea –
dijo mirando a su amigo serio como un juez. Raúl soltó una risotada pero al
punto se percató de que Alex no reía.
─¿Me estás hablando en serio?
─Totalmente – Raúl lo miró sin dar crédito – Raúl esto es en serio. Si ves
que no estás preparado, no hay problema, no es para sentirse avergonzado…
─Empieza – acotó dándole un trago largo a su cerveza. Alex lo evaluó
por un momento y con un suspiro de resignación, empezó a relatarle la
historia más fantástica y alucinante que jamás escucharía en toda su vida.
Bastante tiempo después tras un par de emparedados y varias cervezas,
los dos hombres se sumieron en un silencio tranquilo. Faltaba apenas una
hora para que amaneciera. Alex le había explicado todo a su amigo, no se
saltó ni las comas y Raúl por su parte, iba haciendo las preguntas concretas
que cabían hacerse en su situación. Cuando terminó se sintió realmente
aliviado, en cierta forma poder compartir con su amigo todo lo que le estaba
sucediendo, era una alegría. Raúl por su parte, se parapetó detrás de una
máscara que no dejaba entrever nada. La concentración en la narrativa era
absoluta. Sólo en un par de ocasiones, su expresión se volvió tormentosa y las
dos tuvieron relación directa con Júlia. Aun así no dijo absolutamente nada.
─Tenía pensado irme y lo haré pero volveré para la boda de tu hermana y
os acompañaré a Egipto.
─Supongo que eres consciente de que puede entrañar cierto peligro – el
bufido de Raúl y su mueca burlona lo decía todo – ya, pero realmente no
sabemos a qué peligros podemos enfrentarnos, por otra parte, cabe la
posibilidad que sea un viaje sin contratiempos.
─Eso no te lo crees ni tú.
─Sabes que intento siempre ser positivo – dijo burlón.
─Y lo entiendo, otro en tu lugar, ya se habría cortado las venas – comentó
con una mueca.
─Seremos sólo cuatro hombres y tendremos a nuestro cargo a cinco
mujeres – añadió Raúl reflexivo, aunque su cerebro iba a mil por hora – de
los cuales, sólo tú y yo tenemos formación militar, César es un hombre de
gran constitución pero tu cuñado, lamento decirte que no lo veo en un
combate cuerpo a cuerpo.
─Lo sé. Da más miedo mí hermana – respondió divertido – pero no lo
infravalores, su capacidad analítica es brutal. Además es un genio con los
ordenadores.
─No creo que en el desierto contemos con mucha cobertura – dijo mordaz
– tienes tres meses para entrenarlo, tenemos que ir lo más preparados posibles
para estar a la altura de cualquier contratiempo que surja.
─Ya lo había pensado – dijo asintiendo – pero el tema de las mujeres es
un poco más complicado – reconoció con un suspiro – miedo me da decirles
que tienen que prepararse físicamente.
─Tenemos que contar con todo el equipamiento necesario. Hablaré con
Carol.
─No tenía planeado explicarle a nadie más el asunto.
─No te preocupes, no le diré nada, Carol sabe cuando no tiene que
preguntar. Me debe un par de favores y creo que es el momento de que me
los pague.
─De momento no sé cuantos días estaremos en el desierto, cuando tenga
más datos, podré planificar mejor el viaje.
─Supongo que cuando dices más datos, te refieres a que tu madre o tu
hermana tengan una de sus visiones – dijo con una sonrisa de medio lado.
─Pues sí. Aunque supongo que una semana tiene que ser tiempo
suficiente para ir hacer lo que tenemos que hacer y marcharnos.
─El tiempo en ese sitio para los mortales es finito. No se creó como un
lugar de descanso eterno sino como un sitio de paso hacia el siguiente nivel.
Si no lo cruzamos en breve, los más antiguos…desapareceremos…
─Eso no está escrito en ningún sitio – exclamó afectada - ¡No es justo!
─Lo sé hija pero en todo caso será lo que pasará – explicó serena.
─Nosotros desconocemos muchas cosas…mi abuela…
─Lo sé – dijo cortando suavemente la explicación que ya conocía – pero
hemos llegado a la conclusión de que eso no es malo, al contrario, no estáis
sujetos a las normas preestablecidas que nos inculcaron a los demás desde
nuestro nacimiento, no sentís la reverencia ancestral hacia las divinidades,
más bien al contrario, poseéis la valentía de mirarlos de frente sin venerarlos.
Creemos que esa…frescura os da ventaja y en estos momentos sois la última
esperanza que tenemos.
─Eso está muy bien, pero supongo que tenéis un plan para ayudar…
espero – dijo Clara con una mueca pero muy consciente del alcance de lo que
le estaba contando.
─Una vez, fui hechicera y…
─¿Perdona? ¿Hechicera? – su sorpresa era mayúscula – se supone que los
dones que pasan de madres a hijos son siempre los mismos, de hecho sólo
una vez cada mil años, se da la circunstancia de que nazcan tres hijos de dos
partos, cosa que sigo sin entender, y entre los cuatro, poseen los poderes
originales de Uadyi. Nadie ha dicho nada de poderes diferentes.
Cuando abrió los ojos, la luz del amanecer se colaba tímidamente por la
ventana. Se levantó con cuidado de no despertar a Sergio y fue a buscar el
Libro de los Tiempos que guardaba en el armario. Bajó a la cocina con el
cofre dejándolo encima de la mesa. El corazón le martilleaba con fuerza pero
aun así, abrió la tapa y lo tomó en sus manos. Visualizó a la anciana y el libro
se abrió y empezaron a pasar las páginas a gran velocidad ante sus
estupefactos ojos, parándose en un sitio concreto donde había unos dibujos
preciosos de una mujer en una cueva delante de una fogata. Los rasgos de la
mujer estaban claramente definidos. Leyó rápidamente todo cuanto decía de
la mujer que era lo mismo que le había contado ella.
Curiosamente, en los manuscritos donde las mujeres de su linaje habían
ido escribiendo todo cuanto creyeron oportuno, casi no había menciones a las
Guardianas. La tía de su madre también había sido Guardiana pero…
visualizó a la tía Ana y el libro volvió a pasar las páginas en una sucesión de
hojas con rapidez hasta casi el final. Allí estaba, sentada tejiendo. La letra
manuscrita de su tía era fácilmente legible, resumida en pocas frases, decía
que había cumplido su cometido de salvaguardar el legado hasta la siguiente
generación. Poco más. Sin embargo había sido Guardiana. ¿Dónde estaban
sus poderes mágicos? No bien se hizo la pregunta, empezó a aparecer un
texto que explicaba que todo lo que ella tejía con sus manos, llevaba el Don
de la protección siendo salvaguardas para todo aquel que las utilizara. Siguió
invocando a Guardianas haciendo memoria de los nombres que había leído en
el libro de registro donde llevaban un control de todas las mujeres desde
Yamanik hasta el presente. Cada una de las Guardianas que fueron
apareciendo, canalizaban su magia de diferentes formas, ya fuese la sanación
como Araminta, o confeccionando ropa del hogar que a su vez eran
salvaguardas o siendo grandes horticultoras…el libro explicaba que muchas
de ellas jamás supieron que tenían esa capacidad. Estaba impactada. Habían
cumplido su cometido creyendo que todo el poder lo ostentaba la hermana
mayor cuando no era cierto pero aun así hicieron lo que pensaban era su
obligación. ¡Ellas tenían su propio poder! Dios santo. Esas pobres mujeres,
habían pasado prácticamente inadvertidas incluso para sus propias familias.
Guardaron y protegieron el libro hasta que llegara a manos de la verdadera
Guardiana de la profecía. Siguió leyendo todas aquellas páginas que estaban
vedadas y que conforme ella visualizaba la pregunta, se materializaba delante
de sus ojos la respuesta. Sólo unas pocas llegaron a saber el verdadero
alcance de su poder. Pero ¿por qué?
Las páginas volaron hasta pararse en un grabado bellísimo. Las palabras
empezaron a aparecer… Sólo las que nacen con la marca de la Gran Maga
tiene derecho a conocer sus secretos…una estrella de ocho puntas… ¡Ella no
tenía esa marca! Al punto, una pequeña estrella, empezó a aparecer en la
parte interior de su muñeca izquierda. ¡Santa Madre de Dios! Ahora sí que le
daba algo. Durante las siguientes horas, leyó sin parar. Para cuando bajó
Sergio medio dormido, ella llevaba su segundo café y estaba sentada en la
mesa de la cocina leyendo el libro que descansaba encima de la mesa con
total concentración.
─Buenos días cariño – dijo Sergio con voz pastosa – se acercó a darle un
beso en los labios – ¿A qué hora te has levantado? La cama estaba fría, así
tienes que llevar rato aquí – dijo contestándose él mismo, mientras se servía
un café. Se apoyó en la encimera mirando a su novia totalmente concentrada
en la lectura, cuando vio que las hojas se pasaban solas. De poco se atraganta
- ¡Clara! Por Dios. ¿Qué narices pasa?
─¡Jolín que susto! ¿Qué te pasa Sergio? - preguntó enfadada.
─¿Qué qué me pasa? ¿En serio? El maldito libro está pasando las hojas
solas. ¡Eso me pasa!
─Ya sabias que era mágico – dijo empezando a sonreír al notar que su
novio se había puesto verde.
─Yo eso lo interpreto como que contiene pócimas mágicas y conjuros…
─Pues hace muchísimas cosas más – dijo cruzándose de brazos y
reclinándose en la silla.
─¿Eso lo sabe tu hermano? – preguntó mirando el libro como si esperase
que saliera volando.
─Digamos que he tenido una epifanía y después la compartiré con los
demás.
─Clara estas muy rara y… ¿Eso que llevas ahí es un tatuaje? No me lo
puedo creer. ¿Te has hecho un tatuaje sin decirme nada? – Sergio estaba
empezando a enfadarse. Odiaba que le ocultara algo.
─Me ha salido hace un rato – la cara de Sergio era cómica.
─¿En serio? ¿Te has propuesto enfadarme nada más levantarme de la
cama?
─Sergio cariño. ¿Confías en mí? – preguntó seria.
─Sabes que sí. No me cambies de tema, si querías hacerte un tatuaje no
me importa y lo sabes pero que me lo ocultes…- el café de Sergio se salió de
la taza formando algo parecido a un cono, a Sergio se le cayó la taza de la
impresión y del susto Clara perdió la concentración y el café termino
desparramado encima del pobre hombre - ¡Jesús! ¡Me estoy quemando! – se
quitó corriendo la parte de arriba del pijama tirándola al suelo encima de todo
el estropicio. No le prestó a tención. Ni a los ladridos de Troy. Sólo tenía ojos
para su novia – Clara ¿Qué has hecho?
─Familia tengo algo que contaros – dijo Clara a voces entrando por la
puerta seguida por Sergio y Troy - ¿Dónde están todos? – dijo mirando a su
alrededor.
─Durmiendo – dijo Vicent bajándose las gafas sobre el puente de la nariz
para ver a su sobrina – algo que nos hubiera gustado hacer a los demás si nos
hubieran dejado – añadió.
Clara levantó una ceja en muda pregunta mirando a su madre, pero
viendo que esta se sonreía, no le dio más importancia al comentario.
─¡Tengo que contaros algo! – exclamó emocionada - ¡Es una pasada!
Díselo Sergio – dijo mirando a su novio que había visto los cruasanes y ya se
estaba agenciando uno de ellos con sumo placer.
─Es una pasada – repitió Sergio con aire resignado – Clara cariño, intenta
que no les dé un tabardillo, tu tío está delicado, recuérdalo – el aludido
levantó la vista del periódico, mirando a sus sobrinos con aire de sospecha.
─Me empiezas a dar miedo – dijo Ana con cara seria. Clara se rió en
cantada.
─He tenido un sueño donde he visto a una de nuestras antepasadas y me
ha explicado un montón de cosas y además me ha dado un cursillo acelerado
para saber manejarlas y así poder combatir a los Dioses…bueno realmente es
sólo Seth pero en cierta manera, se ha equilibrado la balanza y…
─Clara cielo. ¿De qué demonios estás hablando? – preguntó Ana
cortando su diatriba.
─Te he dicho que fueras despacio – musitó Sergio arrastrando las
palabras – pero tú como si escucharas llover.
─Mamá, las guardianas del libro de los Tiempos, han tenido siempre
magia pero en cada generación se revelaba de diferentes formas. Algunas han
sido grandes sanadoras como Araminta pero…
─¿Araminta? – preguntó Vicent interesado.
─La mujer que me ha visitado en sueños. Tío presta atención – dijo
molesta por la interrupción. Ana levantó las cejas mirando a su yerno que a
su vez, le sonrió beatíficamente – bien, como decía, esas mujeres siempre han
tenido la capacidad para hacer cosas a través de la magia pero sólo unas
pocas, nacían con dicha capacidad de manera más pronunciada por así
decirlo, a esas pocas elegidas, les fue revelado el gran secreto y el verdadero
motivo de porqué eran llamadas las Guardianas del Conocimiento y
protectoras del Libro de los Tiempos. El libro fue una creación de Isis para
igualar la lucha dispareja que sabía que en su día tendría lugar, y por ese
motivo traspasó parte de sus poderes a ciertas descendientes que serian las
encargadas de protegerlo. Dichas mujeres vendrían a ser como hijas suyas y
por lo tanto, tendrían el poder de convocar la magia y de ese modo combatir
en igualdad de condiciones contra otras divinidades. Al parecer a lo largo de
los siglos, los Dioses han tomado partido por semi Dioses y los han
favorecido otorgándoles ciertos poderes para enfrentarse a obstáculos o a
seres de gran poder, o incluso a otros Dioses, como por ejemplo el gran
Hércules, bien pues Isis hizo algo parecido otorgando sus favores a las
mujeres que custodiaban el libro que ella mismo creó para tal fin. En cierta
manera se puso de nuestro lado para vengarse de su hermano por matar en su
día a su marido y todo eso, al parecer las venganzas entre los dioses son algo
común, supongo que se aburren, la cuestión es que las mujeres que nacemos
con su marca, poseemos dichos poderes. En otras palabras… ¡Soy una
hechicera!
Sin palabras. Se habían quedado sin palabras. Clara lo entendía
perfectamente. Era un impacto enterarse de algo así, menos mal que ella
estaba hecha de otra pasta.
Ana y Vicent se miraron entre ellos con estupefacción, al momento, unas
sonrisas empezaron a emerger dando paso al mayor ataque de risa que habían
tenido en muchos años.
Al principio Clara se sonrió ante semejante ataque de hilaridad, pero
después de varios minutos, empezaba a perder la paciencia y a enfadarse de
veras.
El imbécil de su novio, de ver a los demás reírse, terminó como ellos. Su
madre se sujetaba el abdomen presa de las carcajadas cosa que al parecer, aun
dio pie a que los demás se rieran con más ganas, si es que eso era posible. Su
tío estaba apoyado en su madre que a punto estuvo de caerse de la silla.
─La marca de la maga es una estrella de ocho puntas – dijo levantando la
voz para que la escucharan – y esta mañana me ha aparecido – dijo
enseñando el dibujo en su muñeca izquierda.
El paroxismo después de su última declaración fue de órdago. Las
carcajadas se intensificaron.
─Quiero que sepáis que sois una panda de idiotas descerebrados – dijo
cruzándose de brazos a punto de perder la paciencia.
─¿Qué pasa aquí? – preguntó Alex con los ojos hinchados por haber
dormido poco – se os escucha desde arriba – dijo de mal humor. Nadie le
contestó. Claro que no eran capaces. Sólo su melliza estaba seria y con cara
de pocos amigos.
─Pasa que tienes una familia que son todos unos idiotas – dijo mirándolos
con verdadera inquina – tú sigue así bonito, que se va a casar contigo tu tía –
dijo mirando a su novio con ganas de estrellarle algo en la cabeza.
─Lo siento – dijo Sergio haciendo verdaderos esfuerzos. Al punto, varias
risotadas, se le escaparon sin querer. No había nada más complicado que
intentar dejar de reír cuando a tu alrededor, se estaban riendo a mandíbula
batiente.
─¿Nos ha tocado la lotería o algo así? – preguntó Alex con una sonrisa.
Era imposible no hacerlo cuando el ambiente tenía ese aire festivo.
─He vendo corriendo para revelarles un sueño que he tenido y los muy
cenutrios se están muriendo de la risa – murmuró Clara mirándolos con
severidad.
─Necesito un café - dijo Alex dirigiéndose a la cafetera – sois únicos para
liarla en una tranquila mañana de sábado.
─Eso díselo a ellos – añadió Clara tomando la determinación de hacer lo
mismo que su mellizo y deseando que alguno colapsara de un perrenque.
Poco a poco, fue remitiendo el ataque, volviendo la normalidad aunque de
vez en cuando, aun se escuchaba algún conato de risa seguida por un suspiro.
Alex y su melliza se sentaron a la mesa con sendos cafés y unos
cruasanes, ignorando al resto. Uno porque no era persona hasta después de un
par de cafés, la otra por enfado manifiesto.
─Cuando os dé la real gana, me explicáis qué pasa – murmuró Alex
observando a los demás por encima del borde de su taza.
─Que te lo explique tu hermana – dijo Vicent con una gran sonrisa – es el
azote de los Dioses – otro ataque colectivo de risas, siguió a ese comentario.
Alex se volvió a mirar a su melliza, que estaba a un tris de perder los papeles.
─Melli ignóralos que es lo que yo hago y explícame que ocurre – dijo con
arrogancia y una mirada llena de condescendencia. Clara suspiró y medio
volviéndose en la silla para no mirarlos, procedió a explicarle a su hermano
todo lo que le había pasado y la marca que le había salido. En honor a la
verdad, había que reconocer los ingentes esfuerzos de su mellizo por no
echarse a reír, cuando comprendió a qué se refería su tío cuando dijo “el
azote de los Dioses”. Lo bordaba. Nada menos que su melliza que era famosa
por su temperamento de mil demonios y que actuaba antes de pensar, era
poseedora de poderes equiparables al menos en apariencia, a los de los
Dioses. Jamás la expresión, justicia divina, adquirió tanto significado.
─Bueno Atilina – dijo Vicent disfrutando como nunca – eres nuestra arma
secreta.
─¿Atilina? – preguntó belicosa.
─Bueno querida sobrina, tú eres la de los motes, entenderás que este te
viene como anillo al dedo.
─¿Y eso porqué? – preguntó Sergio con ojos brillantes.
─Porque así llamaban a Atila. El azote de los Dioses – explicó Vicent con
gran satisfacción.
─Que sepas que no tienes gracia eligiendo apodos – dijo Clara altanera.
─Qué le vamos a hacer – dijo impenitente su tío.
─¿Los controlas? – preguntó Alex interesado.
─Lo cierto que no mucho – admitió – Araminta me ha dicho que tengo
que practicar.
─Espera que se entere Júlia. Va a alucinar – añadió Alex emitiendo un
suave silbido.
─Creo que empieza a ser prioritario que todos empecemos a practicar –
dijo Ana recobrando la seriedad – si es cierto y no lo pongo en duda, lo que te
ha dicho Araminta, yo puedo usar vuestros poderes y vosotros unir los
vuestros, pero tenemos que poder hacerlo cuando así lo decidamos no cuando
estemos bajo presión porque perdemos la capacidad de controlarlos – todos
asintieron.
─También debemos estar en optimas condiciones físicas porque atravesar
el desierto no es moco de pavo – añadió Alex – con lo cual, hay que
implementar una tabla de ejercicios que seguiremos todos de forma rigurosa.
─Alex no exageres – soltó Ana exasperada – la gente hace tours por el
desierto y no se preparan.
─Cierto – dijo con displicencia – pero ellos no se van a enfrentar a un
Dios.
─¿De verdad te crees que por estar en forma lo vamos a ganar? –
preguntó Ana con incredulidad manifiesta.
─No. Pero a los hombres que él controla sí – exclamó Alex rotundo.
Se quedaron callados digiriendo esas palabras.
─Si por casualidad tenemos que enfrentarnos a esos indeseables, tenéis
que conocer al menos, las técnicas mínimas para tener alguna posibilidad. Y
todo ello en unas condiciones extremas como es el clima desértico.
─Tiene sentido – dijo Sergio reflexivo.
─¿Tú nos enseñaras? – preguntó Clara interesada.
─Con mi ayuda – dijo Raúl entrando por la puerta de la cocina. La cara
de los presentes era de total asombro.
─Le he explicado a Raúl todo – el tono de Alex no admitía replicas –
necesitamos ayuda y él se ha ofrecido a acompañarnos.
─Creo, y no te ofendas Raúl – dijo Ana – que tendrías que haberlo
consultado con nosotros.
─La magnitud de la empresa en la que estamos metidos, me da cierta
autoridad para tomar decisiones y Raúl es uno de los mejores y además es mi
amigo – contestó Alex serio como un juez – si nos encontramos en alguna
situación de peligro, creerme que os alegrareis que esté en nuestro equipo.
─Eso no lo pongo en duda – comentó Ana – pero no es un tema para
andar por ahí divulgándolo.
─Créeme Ana si te digo que aun estoy en estado de shock – murmuró
Raúl con una mueca, mientras se servía con naturalidad un café – pero en
cierto modo, sois parte de mi familia. Sencillamente no puedo permitiros que
os embarquéis en todo esto y yo mientras quedarme al margen – Clara lo
observaba con la cabeza ladeada y cierto aire reflexivo.
─¿Estarás en condiciones? – preguntó a bocajarro.
─Quedan casi cuatro meses. Para entonces me habré recuperado
totalmente – explicó – ayer me dio el médico el alta, esta semana vuelvo a
casa pero estaré de vuelta con tiempo suficiente para asistir a vuestra boda,
sumarme a los entrenamientos y acompañaros a Egipto.
─Mientras tanto, de igual forma. Empezaré a enseñaros técnicas de
combate y llaves para noquear al contrario – dijo Alex sereno – no os pido
que os convirtáis en un comando de elite – dijo irónico – pero sí que en un
momento dado, seáis capaces de defenderos.
Empezaban a comprender la peligrosidad que entrañaba. Cuando todo
empezó a surgir, era casi un viaje de fantasía pero en aquellos momentos los
tintes de realidad, les daba la medida de la enormidad de la empresa en la que
estaban inmersos.
─De acuerdo. ¿Cuándo empezamos? – dijo Clara resuelta.
─Si pensáis que me voy a poner a correr y a sudar como una cerda, es que
no me conocéis – dijo Gloria tajante.
─No queda otra cielo – dijo Sara – tenemos que estar preparadas. En el
fondo, debo reconocer que me hace ilusión.
─Eres rara hasta decir basta – le espetó Gloria frunciendo el ceño a su
amiga.
─Pero tiene sentido cariño, además estaré mucho más tranquila si sé que
te puedes defender llegado el caso – dijo Tamsim mirando a su mujer con
talante conciliador.
─Me niego a ponerme un puñetero chándal – afirmo con tozudez.
─Eso es fácil, ponte unas mallas – dijo Clara resuelta.
─Póntelas tú bonita – contestó belicosa.
─Sea como fuere, tenemos que prepararnos y vosotras sois el eslabón
débil por lo …
─¿El eslabón débil? – interrumpió Gloria – te demuestro cuando quieras
lo que soy capaz de hacer niñito – dijo con una sonrisa cargada de maldad.
─Me parece bien – contestó Alex con parsimonia – si eres capaz de
soltarte o incluso de noquearme, te libras del entrenamiento – dijo retador.
─No quiero hacerte daño – dijo Gloria con suficiencia.
─Lo asumiré – dijo con una gran sonrisa – vamos al jardín – propuso.
─¿Ahora? – la cara de Gloria no tenía precio – hemos venido a tomar un
tranquilo café. Desde luego Ana que cada vez que nos invitas te superas –
añadió mordaz.
─Alex hijo, no creo que sea necesario…
─Al contrario. Es imperativo saber realmente el alcance de nuestras
capacidades. Gloria tú decides, si me noqueas te salvas, si pierdes acataras
mis órdenes – Alex intentaba aparentar que no estaba disfrutando aunque el
brillo de sus ojos daba pistas.
─Yo también quiero probar – exclamó Clara decidida.
─Cállate mocosa – dijo Alex provocador – Gloria, estoy esperando.
─¿Vale cualquier cosa?
─Cualquier cosa – afirmó asintiendo.
─Si te hago daño…
─Te garantizo que por una vez, si consigues hacerme daño, me harás el
hombre más feliz del mundo – murmuró burlón.
─Vamos entonces – dijo levantándose del sofá.
─¡Oh Dios! – exclamó Ana cerrando los ojos.
Todos siguieron a Gloria y a Alex. Raúl estaba disfrutando de la
expectación que de pronto se había apoderado de la familia. Desde luego que
en los dos meses que llevaba allí viviendo, no podía decir que se había
aburrido. Aquella tranquila tarde de domingo, empezaba a ponerse
interesante.
César no podía dejar de sonreír. Miró a Sara que por cierto le había
sorprendido gratamente. Cuando Alex les explicó que tenían que prepararse
los próximos meses, esperaba quejas o cualquier otra cosa pero una vez más
lo dejó sin palabras. Sara estaba encantada.
Salieron al jardín, Gloria se quitó los zapatos de tacón a pesar del frio.
─Te estoy esperando corazón – dijo burlona haciéndole gestos con las
manos – cuando quieras.
Alex con una sonrisa de suficiencia, se acercó a la mujer que estaba
alerta, con un gesto rápido, la volteó dejándola caer con suavidad contra el
césped. Había pasado tan deprisa que casi no había habido tiempo para verlo
en acción. Todos estaban mudos de asombro.
─¡Otra vez! – dijo levantándose con rapidez – no te he visto venir – dijo
retadora. Nadie tuvo el coraje de decir que a los malos tampoco los vería.
─Como quieras – dijo Alex divertido. Esta vez se acercó más lentamente,
dándole margen a que se defendiera. Gloria lanzó un gancho de derecha que
si le da, lo deja fino pero que pasó de largo. Alex la inmovilizó por detrás
impidiéndole ningún movimiento – intenta soltarte – dijo con tranquilidad.
Gloria lo intentó todo. Pisarlo, morderlo, romperle la nariz de un cabezazo…
pero lo único que consiguió fue agotarse y terminar otra vez en el suelo.
─Os enseñaré a utilizar la fuerza del adversario a vuestro favor – dijo
Alex mirando a todas las mujeres de su familia – a soltaros y golpear para
que tengáis el tiempo suficiente para poneros a salvo, incluso a inmovilizar y
noquear a un atacante con unas pocas llaves – el silencio entre las mujeres era
total – un par de veces por semana, quedaremos para clases de auto defensa y
os sugiero que además, hagáis cualquier actividad de fondo. Como puede ser
correr o bicicleta o algo por el estilo. Tenéis que estar en óptimas condiciones
físicas para la expedición que llevaremos a cabo en cuatro meses. La cuenta
atrás ha empezado.
Decir que estaban pasmadas era quedarse cortos…muy cortos.
─Una cosilla – dijo Sergio bastante impresionado – nosotros…quiero
decir los hombres. ¿También tenemos que prepararnos? ¿No?
─Y tanto viejo amigo – dijo con una sonrisa pirata – sólo que un pelín
más intenso – la cara de su cuñado no tenía precio. César por su parte, sonreía
divertido.
─¿Cuándo empezamos? – preguntó el novio de Sara.
─Esta semana. Las chicas entrenaran los martes y jueves y nosotros, los
lunes, miércoles y viernes.
─Hijo. ¿No crees que estas exagerando un poquito? – dijo Ana que ya se
veía llena de cardenales.
─Os digo lo mismo que a Gloria. Cuando me noqueéis, paramos – la
sonrisilla de Alex era exasperante.
─Entre todas te dejamos para el arrastre – dijo Clara.
─Me parece que en este momento ni entre todas conseguís tirarme al
suelo – dijo con suma arrogancia. Como si lo hubieran ensayado, se miraron
por un segundo y las seis mujeres se lanzaron contra él, que sólo lo vio venir
un segundo antes de salir volando por los aires, cayendo con un golpe sordo
contra el suelo. Las risas por parte de los hombres, escocieron más de lo
esperado. Alex se levantó intentando disimular el tremendísimo golpe que
había recibido, al caer se le vaciaron los pulmones de aire y el costalazo fue
de impresión –me retracto de mis palabras – dijo con una mueca – las seis
sois una fuerza a tener en cuenta. Claro que Tamsim no vendrá así que…
─Si quieres repetimos – dijo Clara con una sonrisa cargada de
malignidad.
─No es necesario – dijo al instante – como he dicho, empezamos mañana.
Todos entraron a la casa, las mujeres chocando las manos como los
jugadores de baloncesto, mientras que las sonrisillas irónicas de los hombres
las seguían. Raúl le dio un fuerte palmetazo en la espalda a su amigo, con una
sonrisa de oreja a oreja.
─Te has coronado amigo – dijo dejándole ver lo mucho que estaba
disfrutando.
─Vete a la mierda – masculló Alex con mala cara. Las carcajadas de Raúl
resonaban por todo el pasillo.
─Por un momento pensé que tendríamos que intervenir para rescatarte –
añadió impenitente.
─Yo incluso temí por tu vida – prosiguió Sergio en la misma línea.
─¿Tú no dices nada? – preguntó Alex a César retador.
─Hombre, bastante tenía con recoger los pedacitos de tu orgullo
diseminados por todo el jardín – dijo con una sonrisa pirata. Los demás
aullaron de la risa mientras Alex, se masajeaba el costado dolorido.
─Mañana voy a disfrutar dándoos la mayor paliza que halláis recibido –
amenazó con insidia. Las risas de los demás, le dijeron el poco miedo que
daba.
Ana estaba de los nervios. ¡Se habían ido! Y al parecer el perro también.
Como dos viejos amigos a pasear. A quien se lo contara no se lo creía. Su...
¡No sabía como llamarlo! Amigo, ahora resultaba que seguiría viéndolo
porque se había convertido en intimo de su hermano. De juzgado de guardia.
Y después decían que si en las pelis esto, que si en las pelis aquello… ¡Su
vida era un culebrón de primera! Y era de verdad. ¡Maldita sea! ¿De qué
estarían hablando? Porque su hermano de todos era sabido que no aguantaba
la presión, rememoró todas las conversaciones que habían mantenido sobre
Álvaro…realmente no recordaba nada comprometedor pero con Vicent nunca
se sabía. Se había mordido la uña del pulgar como una adolescente, hasta el
punto que ahora le dolía. Se miró la mano con el ceño fruncido, era la mujer
más idiota del mundo entero.
Sonó el timbre de la calle y dio un respingo que saltó medio metro, ese
era el estado nervoso en el que se encontraba. A ese paso le daba un infarto
fijo. Además estaba en la edad crítica, los porcentajes más elevados de
infartos fulminantes, se daban entre los cuarenta y los cincuenta, vamos que
ni bordado.
─¿Álvaro? - ¿Qué hacía allí? – ¿No te habías ido a dar una vuelta con mi
hermano?
─¿Sabes? Creo que me he equivocado desde el principio – dijo
avanzando lentamente, ignorando su pregunta. Por instinto Ana fue
retrocediendo sin entender qué pasaba – primero acepté una serie de normas–
siguió avanzando mirándola con un brillo especial en sus ojos grises –
después te di espacio esperando que te adaptaras. Craso error. Me has tenido
todo este tiempo dando vueltas como una peonza, totalmente a ciegas – Ana
iba retrocediendo con ojos como platos – y por último – dijo acorralándola
contra la pared con un brazo a cada lado de su cabeza – me he disculpado mil
veces por ser simplemente humano. Te lo diré sólo una vez – dijo mirándola
con fijeza – te quiero aunque juro por Dios que me estas volviendo loco.
Aspiraba llegar a esta edad y vivir con cierta tranquilidad pero has vuelto mi
mundo del revés. Quiero formar parte de tu vida, sin normas, sin condiciones,
sólo tú y yo…y creo que tú también quieres lo mismo – los ojos del hombre
se volvieron plata liquida manteniéndola cautiva sin permitirle que desviara
la vista – me equivocaré muchas veces, pero tienes mi palabra que no me
volveré a marchar…nunca volveré a cometer la equivocación de abandonar
sin luchar, salvo que tú me lo pidas – la voz ronca de Álvaro era casi un
susurro sobre su piel, sentía su aliento rozando sus propios labios – dime que
me aceptas Ana…dime que sí – jamás nadie le había dicho algo tan bonito…
¡Le había dicho que la quería! Y…que lucharía por ella…
─Si – por un segundo pensó que Álvaro no la había escuchado cuando de
pronto, sin cruzar palabra, se abalanzó sobre su boca devorándola con ansia,
sin medida, preso de una necesidad sin precedentes. Sus manos la sujetaron
con fuerza, la mesura suya tan característica, había quedado relegada a un
segundo lugar, olvidada en la vorágine de pasión que lo engullía, apretando
su cuerpo contra el suyo con firmeza, haciéndole saber su necesidad.
─Te necesito – susurró sin dejar de besarla – Ana…te he echado tanto de
menos…cuando saliste de mi vida, te llevaste todo lo bueno que había…te
llevaste mi luz, dejándome en la oscuridad…
─Álvaro…
─Haces que quiera ser un hombre mejor sólo por ti… - acariciaba con los
labios todo su rostro, las cejas, los pómulos, bajó por el cuello con pequeños
besos para volver a subir hasta su boca – prefiero vivir en esta locura, me
haces sentir más vivo de lo que me he sentido jamás…
─¿Sara?
─¿Ana? ¿Ha pasado algo? – preguntó Sara asustada. César se despertó
también con el sonido del teléfono.
─No, lo siento…no me he dado cuenta de que era tan tarde…
─¿Qué pasa? – miró el reloj. ¡Era casi la una de la mañana!
─Nada perdona…
─Ana querida. ¿Qué sucede? – César se sentó en la cama completamente
despierto, también preocupado.
─Sólo quería decirte que Álvaro y yo estamos juntos… - un suspiro de
alivio y una sonrisa, iluminó la cara de Sara – lamento haberte despertado
pero…tenía que decírtelo…
─No pasa nada querida – dijo encantada con la noticia – me alegro
mucho, pero si no te importa, hablamos mañana y ya me lo cuentas.
─Si claro, por supuesto…buenas noches.
─Buenas noches cielo y… ¿Ana?
─¿Dime?
─Me hace muy feliz.
─Gracias. Yo también estoy feliz.
Colgó el teléfono y se volvió a mirar a César que estaba con los brazos
cruzados apoyado en el respaldo, mirándola atentamente.
─Han vuelto – dijo sucintamente.
─¡Alabado sea Dios! Por fin tendremos un poco de paz – una sonrisa
iluminó la cara de Sara.
─Está tan contenta que no se ha dado cuenta de la hora.
─Bueno, me alegro por ella y por Álvaro, el pobre hombre iba más
perdido que un esquimal en un desierto – Sara se rió mirándolo con cariño –
tú ríete pero ese hombre no sabe donde se mete, espera que sepa que en junio
se va a Egipto.
─Cariño, no creo que Ana le haya explicado nada sobre eso – dijo
acomodándose entre sus brazos.
─Pero se lo dirá – Sara levantó la cara para mirarlo.
─Creo que después de lo que ha pasado, tendrá todavía más cuidado y no
querrá que nada enturbie su relación – dijo pensativa – creo que te equivocas.
─A ver como le oculta un viaje de esa magnitud y si él le dice que la
acompaña. ¿Qué le dice? ¿Qué mejor que no? – preguntó mirándola con
marcado cinismo – no va a tener más remedio que explicárselo y te puedo
asegurar que de lo que conozco a Álvaro, no le quitará el ojo de encima. Ese
hombre está colado por Ana, créeme.
─Puede ser – viéndolo desde esa perspectiva, tenía números – pero Ana
es bastante insegura con respecto a los hombres, su marido era un hombre
maravilloso pero nuca quiso saber nada de sus capacidades especiales y eso
la marcó.
─Pero ha llovido mucho desde entonces – exclamó seguro de lo que
hablaba – no conocí a Ana en aquella época pero por lo que cuentas no tiene
nada que ver con la mujer que es hoy en día.
─Eso es verdad. Ha cobrado confianza en sí misma – reconoció Sara.
─Créeme, Ana le explicará todo a Álvaro y yo quiero estar cerca cuando
Alex le haga el numero del cuchillo – la sonrisa picara le confería un
atractivo brutal. Al menos así le parecía a la mujer que tenía entre sus brazos.
─Sabes que eres un demonio. ¿Verdad? – César se rió divertido.
─Pero te encanta y estas total y absolutamente enamorada de tu demonio
– murmuró apretándola contra su cuerpo – creo que me he despejado
completamente – dijo mirándola con toda intención.
─¡César! Es tarde y tenemos que madrugar y…
─Pues entonces no pierdas más tiempo – dijo besándola con pasión –
mañana le echas la culpa a tu querida amiga – dijo absorbiendo las risas de su
mujer con su propia boca.
Mucho más tarde, se quedaron dormidos saciados y agotados pero
felices…muy felices.
─Sergio si vuelves a poner así los brazos, te pego – dijo Alex exasperado
por enésima vez. Las risas de los demás se podían escuchar perfectamente.
─¿Sabes que creo? Que te falta paciencia para ser monitor – dijo el
aludido indignado.
─¡No soy monitor! – dijo de mal humor – en todo caso soy entrenador.
─Es lo mismo. No tienes madera y punto – Alex miró a su cuñado
planteándose seriamente estrangularlo con sus propias manos.
─¡Tienes que bloquear el golpe!
─¡Ya lo hago!
─Creo que puedo ayudar – dijo Raúl divertido – Sergio vamos a repetirlo.
─Tú estás convaleciente – musitó Sergio preocupado.
─Para enseñarte un par de golpes, estoy perfectamente – contestó
restándole importancia – venga vamos a empezar de nuevo.
─César, practicamos nosotros mientras tanto – dijo Alex dándose por
vencido con su cuñado.
César asintió disfrutando de lo lindo. Vicent se había abrigado por tres
hombres y había sacado una vieja hamaca, sentándose a mirar como
entrenaban en el jardín trasero.
─¿Y decís que mañana le toca a las chicas?
─Si tío.
─Pues eso no me lo pierdo – dijo encantado – quiero ver como le gritas a
tu madre sin llevarte un sopapo – las carcajadas de los demás, hacían
imposible un entrenamiento riguroso. Alex empezaba a darse cuenta de la
magnitud de la tarea que se había echado a la espalda.
─Raúl si de verdad me tienes algún aprecio. Por favor no te vayas – rogó
con cara de sufrimiento. Su amigo se rió con ganas.
─Seguro que estas más que a la altura del trabajo Segarra – contestó con
maldad.
─Lo dudo – murmuro este con abatimiento.
Durante más de una hora siguieron practicando y al finalizar les quedó
dos cosas claras. La primera que César era un activo importante, la segunda
es que Sergio era más inútil que un ventilador en una moto. Incluso Raúl
terminó perdiendo la paciencia, Sergio era un hombre joven deportista y ágil
pero en cuanto intentaban que se concentrara en una serie de llaves fáciles sin
ningún tipo de complejidad, se liaba de una manera incomprensible.
Agotados y sudando a pesar del frio que hacía, dieron por terminada la
clase del primer día. Alex miró a su tío con expresión angustiada.
─Para final de semana han acabado conmigo – vaticinó. Pero su tío lejos
de solidarizarse con él. Se rió impenitente.
El martes amaneció como cualquier otro día, con la salvedad, de que sin
motivo aparente, Ana estaba contenta. El día anterior, salieron a pasear
Álvaro y ella por la tarde, no hablaron de ningún tema espinoso de tácito
acuerdo. Decidieron simplemente disfrutar de la mutua compañía. Se
despidieron en la puerta de su casa con un beso y poco más. Sabía que tenían
una conversación pendiente, tenía derecho a saber al menos qué pasó aquella
noche, había decidido explicarle todo lo ocurrido con Santos y los motivos de
tanto secretismo. Sobre todo lo demás, prefería no pensar. Había aprendido
de sus errores. Llegado el momento, se armaría de valor y le explicaría la
historia familiar y el papel que jugaban los miembros de su familia pero sólo
cuando estuviera segura que realmente tenían un futuro juntos. Álvaro le
había confesado que la quería pero después de aquel primer instante, no
habían vuelto a tocar el tema. Por su parte, ella no estaba preparada para
ahondar en sus sentimientos en busca de respuestas. Era consciente de que
había un nexo de unión especial pero no quería precipitarse.
Había quedado a comer con Sara y lo cierto es que estaba loca por
explicarle todo lo que había pasado. Esa tarde tenían la primera clase de auto
defensa y no sería el mejor momento para confidencias. Hizo una mueca
pensando en lo que se le venía encima. No le apetecía en lo más mínimo
liarse a mamporros para aprender a defenderse, estaba segura de que era algo
que no necesitaban pero el histérico de su hijo, se había empecinado en lo
contrario. De todas maneras si realmente se encontraban con los seguidores
de Seth, con dejarle carta blanca a su hija pequeña, huirían despavoridos. De
todos sus hijos, era con mucho la más belicosa y ahora a tenor de los últimos
acontecimientos, también la más peligrosa. Una sonrisa emergió sin querer,
recordando el episodio cuando les contó que al parecer era una hechicera. En
otro momento le hubiera dado un jamacuco sólo de imaginarlo, eso le daba la
medida exacta del largo camino recorrido desde entonces. Estaba orgullosa
de su familia, de todos ellos, pero sin lugar a dudas, también de sí misma.
Había aprendido a vencer el miedo a sus capacidades especiales y asumía el
papel que jugaba en todo aquello. Sabía que se enfrentarían a situaciones
desconocidas pero aunque le producía cierto desasosiego, la confianza en sus
capacidades como en el resto, era absoluta. Estaba convencida de que
conseguirían su objetivo y de una vez por todas, romperían la maldición.
Todos sus antepasados se merecían pasar a donde fuera que fuese y desde
luego, Uadyi y Yamanik, se habían ganado el derecho a estar juntos. Había
ido practicando con el anillo para mejorar sus capacidades, no siempre veía lo
que quería pero empezaba a dominarlo. Tenía la intención de hacer una
prueba de poder, uniendo todas las capacidades de los cuatro para ver el
alcance, era absolutamente necesario probar los límites y como les afectaría
después, no había olvidado las palabras de su abuela. Como había dicho su
hijo. La cuenta atrás había empezado.
Llegaron a su casa bromeando sobre las clases de auto defensa. Habían
pasado un buen rato juntas hablando mientras comían y desde el restaurante,
decidieron ir directamente a su casa donde esperarían a las demás. En un
principio ese no había sido el plan original pero se les fue el santo al cielo
hablando de hombres como no podía ser de otra forma con lo que Sara pasó
un segundo por su casa a coger la ropa para entrenar y salieron casi a la
carrera, no era cosa de llegar tarde el primer día. Cuando entraron por la
puerta entre risas, se quedaron de piedra, ante la ingente cantidad de personas
que las estaban aguardando. ¡Estaba todo el mundo! Incluso Elena y los
niños.
─Esto… ¿Me he perdido algo? – preguntó Ana confundida.
─Hola. No nada – dijo Vicent con un brillo divertido en la mirada – al
parecer la expectación que habéis levantado es enorme.
─¿Me estás diciendo que estáis tooodos aquí para vernos? – preguntó
abarcándolos a con la mirada – porque os mando ahora mismo a la calle con
viento fresco.
─Los niños y Elena nos escucharon hablar sobre las clases de auto
defensa que Alex…amablemente se ha ofrecido a darnos – explicó Gloria
mirándola con toda intención – y han decidido venir para animarnos…Elena
ha preguntado si se puede también ella apuntar – añadió con una sonrisa
ladina.
─Entiendo – dijo asintiendo para hacerle saber que le había llegado el
mensaje - ¿Y los demás?
─Mamá no seas quejica – exclamó Clara – vienen para apoyarnos, Sergio
dice que así aprende.
─Ya. Si escucho una puñetera risa…
─Jamás se nos ocurriría reírnos de las mujeres más guapas del mundo –
dijo César divertido.
─Pienso lo mismo – dijo Raúl pero se le iba la vista hacia Júlia. Estaba
deseando verla en acción, de hecho pensaba sumarse al entrenamiento sólo
por fastidiar.
─Vale. Subimos a cambiarnos y empezamos – informó Ana con el ceño
fruncido – aviso – dijo saliendo por la puerta del muy concurrido salón –
desconozco las artes de la auto defensa pero lo compenso con creces,
infringiendo dolor en ciertas partes de la anatomía masculina que sí sé – la
sonrisa cargada de maldad, daba escalofríos.
─Tú hermana tiene una vena de crueldad que desconocía – murmuró
César.
─Lo sé – confirmó Vicent asintiendo con una gran sonrisa.
─No te veo muy preocupado – apuntó Raúl terminándose la cerveza de
un trago.
─Porque soy su muy querido y único hermano, a mí no me va a hacer
nada – explicó encantado.
─Tío Vicent, soy su muy querido y único hijo y te garantizo que eso no la
va a frenar – anunció con una sonrisa irónica – casi que en un principio, no
me importaría que me ayudases – dijo mirando a su amigo – las podemos
repartir en dos grupos. ¿Qué me dices?
─Por mi no hay problema – contestó disfrutando anticipadamente del
momento.
Cuando bajaron las mujeres de cambiarse, los hombres junto con los
niños y tres cachorros, las esperaban en el porche trasero, donde sin saber
como, habían aparecido varias sillas y una mesa.
Tamsim decidió que de momento sólo observaría aunque la invitaron a
unirse a las demás, tomó asiento al lado de Sergio, César y Vicent.
En el césped, las dividieron en dos grupos. Alex se hizo cargo de Gloria,
Elena y Sara. Mientras que Raúl tomó bajo su mando a las demás.
La expectación era máxima.
─Te apuesto lo que quieras a que acaban antes de diez minutos –
murmuró César con los brazos cruzados y una gran sonrisa mirando a las
chicas.
─Eso no vale. Mas concreción – dijo Vicent con los ojos brillantes de
anticipación – yo digo que la lía mi hermana. Me apuesto un desayuno
completo.
─Acepto. Yo apuesto por Gloria – dijo César mirándolo de soslayo.
─Estáis equivocados – dijo Sergio sin perder detalle – entro en la apuesta
y la subo. Digo que Júlia noquea a Raúl antes de diez minutos – añadió
exultante. Las risas de los otros dos, atrajo la atención de Tamsim.
─Sois verdaderamente malos – musitó sonriendo – Clara pierde los
papeles la primera – añadió sin poder contenerse.
─No va mas – exclamó César – el domingo que viene desayuno gratis.
Sergio sí Júlia noquea a Raúl, te pago el mayor almuerzo que te puedas
imaginar – añadió con malicia.
─Te vas a tragar tus palabras. No conoces a mi cuñada – dijo misterioso
con una gran sonrisa.
Alex empezó explicándoles las llaves que iban a practicar y los momentos
para utilizar cada una de ellas. Para hacerlo pidió la colaboración de su tía
que se prestó encantada. Comenzaron entre risas pero pronto se vio una
marcada competitividad por parte de Gloria. La cosa parecía marchar bien.
Raúl por su parte hizo lo mismo pero con Ana. Las dos chicas observaron
atentas, y empezaron a efectuar entre ellas los mismos movimientos. Raúl
corregía continuamente a Júlia con una sonrisa de suficiencia que empezaba a
irritarla pero aguantó estoicamente. Cuando llevaban unos minutos
practicando, era evidente incluso para un ciego, que para Raúl, Júlia no hacía
nada bien. Cada vez que se acercaba a corregirla, Júlia se llevaba un golpe sin
querer.
─Empiezo a sospechar que tienes dos pies izquierdos – dijo Raúl soltando
un suspiro exagerado. Júlia apretó los labios aguantándose las ganas de
contestar.
─Espera que te lo enseño – dijo con un brillo especial en la mirada.
Júlia no supo cómo, pero en un segundo la había volteado por los aires y
estaba tirada en el suelo, el impacto le hizo que le castañetearan los dientes.
─¿Entiendes o lo repetimos? – preguntó con condescendencia.
─Creo que lo he entendido – murmuró sin dejarse vencer.
Siguieron unos minutos más, pero volvió a corregirla, tomándola por la
cintura. Era una llave para escaparse si el agresor la cogía por la espalda. En
esa ocasión, la golpeó sin querer en el trasero.
Júlia empezaba a darse cuenta de su juego. Se las iba a pagar.
─Lo siento. ¿Te he hecho daño? No era mi intención – dijo pero el brillo
de sus ojos, desmentían sus palabras.
─No pasa nada – contesto ella restándole importancia – ¿Me podrías
enseñar otra vez, esa llave con los pies? – pidió con inocencia – es que no la
he entendido bien.
Raúl asintió disfrutando más que un cerdo en un charco. Pensaba cobrarse
todas las veces que se había comportado con él como una arpía. Que eran casi
todas.
─Por supuesto - se colocaron transversalmente con un pie adelantado en
posición de combate – la intención de este ejercicio es noquear al contrario en
caso de no poder huir – explicó como si hablara con un niño de cuatro años –
con el brazo neutralizas el golpe y con la pierna golpeas. ¿Lo has entendido o
te lo explico otra vez? – preguntó con una gran sonrisa.
─Creo que lo he entendido – dijo con expresión inocente.
─Chicas mirar el ejercicio que vamos a realizar. Es importante que
aprendáis a neutralizar el ataque y a devolver el golpe. Estar atentas, lo
haremos en tiempo real – explicó mirando a sus alumnas.
No le dio tiempo de contar. Cuando iba a decir “uno…”. Algo lo golpeó
con fuerza en la ingle. Bizqueó del intenso dolor. Se dobló sobre sí mismo,
cayendo al césped lentamente. Todos pararon de hacer ejercicios, las
conversaciones en la improvisada tribuna, cesaron. Sólo acertaban a mirar al
hombretón de casi dos metros tirado en el césped y a la fémina de apenas
sesenta kilos frente a él.
─Juro…que cuando me…levante…te mato – masculló con los dientes
apretados. Se le marcaban los tendones del cuello del esfuerzo de contención,
para no gritar como un loco.
─Esto…Raúl, Júlia lo ha hecho sin querer, son gajes…- dijo Alex
conciliador.
─Esa bruja lo ha…hecho a propósito...me ha convertido en un eunuco…
─Es que a lo mejor no entendí el ejercicio…como soy tan torpe – dijo
Júlia sin una pizca de compasión – no podría decir con cual de mis dos pies
izquierdos, te he pegado sin querer.
─Corre – apremió su hermano cuando vio que su amigo hacia el amago
de lanzarse sobre ella, aun tirado en el suelo - ¡César! – rugió. Al momento el
hombre vino raudo a sujetar al animal que soltaba espuma por la boca y tenía
los ojos inyectados en sangre.
─¿Puede decirse que he ganado aunque hayan aguantado sin matarse casi
media hora? – preguntó Sergio a Vicent.
─Mejor no digas nada de la apuesta o nos sueltan dos sopapos – aconsejó
Vicent. Sergio asintió sin despegar la vista de Raúl que seguía lanzando
improperios como un poseso.
Júlia entró en casa sin hacer apenas ruido. Se quitó las botas y subió
descalza las escaleras para no despertar a nadie. Cuando vio que no había
ninguna luz encendida salvo la del porche, suspiró de alivio. No es que
tuviera miedo pero su instinto de conservación le advertía que mejor no
cruzarse con cierta persona. Entró a su cuarto a oscuras cerrando la puerta
tras de sí. Cuando iba a encender la luz, una mano le tapó la boca y se
encontró atrapada por una inmensa mole contra la pared.
─No sé si retorcer tu bonito cuello o darte la azotaina más grande de tu
vida – susurró Raúl contra su oreja – eres la peor bruja que he conocido y he
conocido unas pocas – le dio la vuelta con pericia sin quitarle la mano de la
boca. Júlia lo miró con una mezcla de miedo y rabia a partes iguales. De poco
la mata del susto - ¿Sabes? Te he traído un regalo – murmuró enseñándole
una cuerda. Los ojos de la mujer, se abrieron como platos – pensaba
maniatarte y llevarte a otro lugar para darte tú merecido – Júlia empezó a
forcejear para soltarse pero Raúl simplemente ejerció más presión. Una
sonrisa siniestra asomó al rostro del hombre. Apenas podían verse los rasgos
con la luz de las farolas que entraba tenuemente por la ventana – lo hiciste a
propósito. Eres sanguinaria pero ahora no eres tan valiente. ¿Verdad bruja? –
Júlia intentó nuevamente zafarse levantando la rodilla con toda intención.
Raúl por su parte, introdujo su musculosa pierna entre las de ella, quedando
casi suspendida en el aire. De manera imperceptible, hubo un cambio en el
ambiente. Raúl ejerció más presión en esa zona, moviendo el fuerte muslo
aparentemente sin notar como intentaba contorsionarse para zafarse aunque
sólo conseguía más bien lo contrario – claro que por otra parte, te prometí
besarte hasta que perdieras el sentido – como amenaza funcionó mejor que
las anteriores. Júlia se volvió loca, incluso intentó morderle la mano -
¡Maldita sea! Sí no te estás quieta juro que te ato como pensé en un principio
y nos vamos a dar un paseo – paró de moverse, con verdadero pánico a que
cumpliera su palabra. Si salía de casa, no tendría ninguna oportunidad –
parece ser que te dan más miedo mis besos que una buena azotaina – dijo con
una sonrisa sin rastro de humor. Había acicateado su orgullo como ninguna
fémina lo había hecho jamás – como soy un tipo muy majo, he decidido darte
a elegir…me besas sin trucos ni trampas o nos vamos a dar una vuelta para ya
sabes qué – por un momento se temió que aceptara eso último. Si fuera el
caso lo dejaba sin argumentos porque era un farol en toda regla. Júlia asintió -
¿Si quieres besarme? – preguntó mirándola sin parpadear – porque es parte
del trato. Tienes que querer besarme y hacerlo con verdadera pasión, si
intentas engañarme, que Dios se apiade de mi porque haré que te arrepientas
– Júlia volvió a asentir. Había cruzado una fina línea sin retorno y sabía que
el hombre se estaba conteniendo apenas. Quería su libra en carne.
Raúl bajó poco a poco la mano que cubría la boca de la mujer pero sin
soltar sus muñecas que sujetaba sobre su cabeza. Se quedaron por unos
segundos mirándose a los ojos sin emitir un sonido. Se acercó los pocos
centímetros que los separaba quedándose a milímetros de su boca.
Esperando. Júlia dudó, acarició con sus labios apenas la boca masculina, Raúl
la entreabrió para facilitarle el acceso nada más, le estaba dejando claro quién
tenía que tomar la iniciativa.
Júlia se alejó un segundo para mirarlo a los ojos pero la pared le impedía
echar la cabeza hacia atrás, Raúl se apretó más contra ella pensando que
pretendía apartarse en el mismo momento en que ella tomó la decisión de
lanzarse y acabar de una vez. Sus bocas chocaron con la fuerza de una
colisión de trenes. Se besaron con rabia, Raúl imprimió fuerza a su beso con
la sola intención de marJúlia, quería hacerle daño. El calor corporal
traspasaba las barreras de la ropa, convirtiendo una forma de supremacía, de
dominación más vieja que el tiempo, en algo sensual…tórrido…la sangre
corría con ímpetu por el torrente sanguíneo, agolpándose en cierta parte de su
anatomía con la fuerza de la tormenta que se estaba gestando en su interior.
¡Estaba ardiendo por ella! Se estaban devorando como hambrientos. No había
ternura…la locura los hizo prisioneros convirtiéndolos en dos posesos más
allá de todo raciocinio. Las manos del hombre estaban por todas partes,
acariciando, pellizcando, apretando al punto que rayaba con el dolor…ella le
acariciaba con la misma ansia, clavándole las uñas en la espalda…bajándolas
por ella mientras dejaba su propia marca…la pasión más arrolladora los
envolvió en un capullo, dejando al mundo exterior alejado…nada
importaba…el más puro frenesí los mantenía prisioneros mientras sus bocas
se alimentaban entre ellas…mordiendo…chupando…absorbiendo la esencia
de cada uno con el deseo del último aliento…habían perdido toda patina
civilizada, la parte más primigenia de ambos, dominaba sus cuerpos…sus
mentes, sin dejarles espacio para nada más, la manos del hombre se clavaron
como garfios sobre los glúteos femeninos, imprimiendo un vaivén sobre su
propio muslo friccionando con intensidad mientras seguía devorando la boca
de la mujer como un poseso…estaban acercándose peligrosamente a un punto
sin retorno cuando en un rincón de la mente masculina, se encendió una
alarma, se tensó percatándose de que su control pendía de un hilo. Se apartó
de ella con los últimos resquicios de cordura que le quedaba, la respiración de
ambos estaba alterada…la miró con frialdad percibiendo el momento exacto
en que ella con la mirada perdida, empezaba a ser consciente enfocando su
mirada sobre él. Lo miró horrorizada. Una sonrisa cínica cinceló la boca
masculina, confiriéndole el aspecto de un sanguinario pirata.
─Tengo que reconocer que eres mujer de palabra – murmuró con la voz
ronca – has puesto tantas ganas que por un momento me has hecho creer que
estabas disfrutando.
─Lárgate – siseó con rabia. La sonrisa de pura arrogancia, marcó los
ángulos del rostro del hombre.
─Por supuesto ricura, no hay nada aquí que me impulse a quedarme –
dijo arrastrando las palabras haciéndolas sonar como un insulto – eres una
mujer fogosa pero…te falta experiencia para retener a un hombre de verdad.
─No veo ningún hombre de verdad, más bien a un pedazo de mi… - la
boca del hombre cayó sobre la suya como una plaga. No la estaba besando, la
estaba castigando pero su cuerpo la traicionó aferrándose a él como a una
tabla de salvamento.
─Podría hacer contigo lo que quisiera y me lo permitirías – murmuró
sobre sus labios.
─¡Eres un maldito hijo de perra! – repuso con odio visceral. Raúl se
apartó sin perder la sonrisa, alejándose de ella mirándola con frialdad.
─Posiblemente bruja – contestó con evidente dominio – creo que eso que
sientes, se llama frustración. Que descanses…si puedes – dijo con calma
absoluta saliendo del cuarto sin volverla a mirar siquiera.
Júlia se quedó allí contra la pared sin poder moverse. Lentamente se dejó
caer al suelo. Lágrimas amargas recorrían su rostro en un llanto silencioso.
Tenía razón y esa verdad la quemaba por dentro como ácido corrosivo.
Podría haber hecho lo que hubiese querido y ella se lo hubiera permitido…los
dos lo sabían…el muy bastardo se había encargado de que le quedara muy
claro.
Raúl entró a su dormitorio soltando con fuerza, el aire que retenía en sus
pulmones. Había sido lo más difícil que había hecho en toda su vida.
Abandonarla. Todas las células de su cuerpo aullaban de pura necesidad. Su
masculinidad pulsaba con fuerza recordándole el deseo ardiente que recorría
su torrente sanguíneo.
¡Jamás había deseado a una mujer de esa manera! Se quitó la ropa con
movimientos rápidos, necesitaba una ducha como respirar pero se negaba a
que ella lo escuchara y darle esa satisfacción. Antes ardería en el infierno que
era donde se encontraba en esos precisos momentos. Al pasar por delante del
espejo del tocador, vio en el reflejo algo que le llamó la atención. Se paró
observando los arañazos que recorrían toda su espalda. Parecía que se había
peleado con una gata. Cierta parte de su anatomía le iba a estallar en los
pantalones al ver la prueba de la pasión de aquella mujer. Acostarse con ella
equivaldría a hacerlo con un volcán en erupción. Era pura fogosidad, daba
tanto como recibía. Las imágenes que inundaban su mente, le estaban
subiendo la temperatura varios grados. ¡Necesitaba salir de allí! Volvió a
vestirse y sin hacer ruido salió de la casa. El frio de la noche fue un bálsamo,
estaba ardiendo de necesidad y su calenturienta mente no ayudaba. Empezó a
correr decidido a agotarse. En poco más de veinticuatro horas volvería a su
casa, esperaba conseguir subirse al avión sin haber muerto antes por
combustión espontanea.
“Esto es una pasada – dijo Clara alucinada - ¿Has visto que profusión
de colores?”
“Desde luego sabían vivir bien, eso es indudable – contestó su madre
sorprendida”
“¿Dónde se supone que estamos Júlia?”
“No tengo ni idea. Las veces anteriores nuca fui al mismo sitio – explicó
observando la gran sala con varias columnas ricamente decoradas – el
anillo me lleva a donde él quiere supongo que para mostrarme escenas que
tienen cierta relevancia”
“Supongo – dijo Clara alucinando con todo aquel esplendor - ¿Eso qué
huelo es incienso? Rectifico. ¿Podéis oler también además de ver?”
“Es exactamente como si estuviéramos aquí sólo que no estamos –
explicó Júlia – puedes oler, tocar…sencillamente es maravilloso”
“Tengo que confesar que estoy alucinada – dijo Ana disfrutando de todo
lo que estaba viendo y sintiendo - ¿Eso de allí es una piscina? – preguntó
instando a su hija a que se acercara”
“Eso parece – murmuró Júlia. No tenía las dimensiones de una piscina al
uso pero desde luego era lo que parecía – puede que tenga unos seis metros
de largo por unos cuatro de ancho…aproximadamente aunque no es
profunda”
“O puede ser una bañera gigante – dijo Clara - ¿Habéis visto qué
vistas?”
Júlia se acercó al exterior a través de unas columnas que hacían las veces
de separador de espacios, saliendo a una enorme terraza desde donde se podía
divisar las murallas del recinto a lo lejos. Un gran jardín lleno de palmeras y
árboles varios, quedaba a la izquierda de donde se encontraba y otro edificio
de enormes proporciones se divisaba a su derecha. El centro era una avenida
embaldosada muy ancha con efigies a cada lado y más palmeras. Por todas
partes había verdor. Maceteros de piedra llenos de flores colgantes,
descansaban por doquier. Esa no era la imagen que tenían de Egipto. Había
también muchísima gente pululando por todas partes.
“Fijaros bien en las vestimentas para después saber más sobre ellos –
dijo Clara”
“No es necesario so tonta. Ya sabemos cuándo ocurrió todo – murmuró
Júlia riendo”
“Es verdad – reconoció su hermana – con todo esto me he despistado”
Siguieron observando todo lo que sucedía delante de ellos. Era un día
normal en la vida de aquellas personas. Podía divisarse en un lateral a
soldados ejercitándose, a varios siervos cuidando y arreglando los jardines…
a otros cargados de cestos con lo que parecían viandas…estaban
maravilladas…escucharon ruido a sus espaldas y se giraron para ver que
sucedía. Volvió al interior, quedando por un segundo atrapada con unas finas
cortinas de lino que junto a las columnas, hacían las veces de división de
estancias. Júlia apartó el suave tejido y entró quedando parada en una
esquina. Por las grandes puertas del fondo también ricamente talladas,
aparecieron Uadyi y Yamanik.
“¿Son ellos? - preguntó Clara.”
“Si lo son - susurró su hermana.”
Varios siervos los acompañaban portando bandejas cargadas de fruta y
bebida. Las depositaron en una mesa para tal fin cerca de unas sillas de
grandes respaldos. Otros llevaban algo parecido a sabanas blancas dobladas
que dejaron cerca de la piscina junto con varias jarras que parecían aceites…
Uadyi cogió a la mujer del brazo acompañándola hasta las sillas doradas que
tenían las patas con formas de garras. A Clara le llamó la atención que una de
esas sillas, tenía el respaldo bastante más alto y una especie de ave con las
alas extendidas, la coronaba. Fue en esa concretamente donde se sentó el
faraón.
─¿Te apetece un poco de vino mi diosa de ojos verdes? – preguntó Uadyi.
“¡Lo entiendo! ¡Puedo entenderlo! – exclamó Júlia emocionada – Dios
mío…tengo hasta ganas de llorar”
“Pues ni se te ocurra que dejamos de ver – dijo Clara con su habitual
pragmatismo – además puedes entender todo lo que digan porque yo puedo –
añadió encantada – esto es lo que significa poder unir nuestros poderes”
“Creo que esto es increíble – murmuró Ana”
─Gracias – contestó Yamanik con una voz preciosa. Nunca la había oído
hablar…oír su voz las emocionó a todas por igual...estaban ante su
antepasada. La primera.
En el otro plano…
“Esto es la fuerza de tres hija – dijo Ana – podemos hacer más cosas de
las que crees.”
“Estoy con mamá – dijo Clara – tenemos que tener mucho cuidado”
En este plano…
─Alex cielo, posiblemente en ese punto tengas razón pero desde luego no
pienso darte explicaciones y hasta donde yo sé, el cabeza de familia es la
persona más mayor luego soy yo – Alex frunció el ceño cruzándose de brazos
mirando a su tío y a su madre, pero negándose a torcer el brazo.
─Si no me quieres explicar nada, al igual interrogo al buen doctor –
amenazó suavemente. Su madre perdió todo rastro de buen humor y
entrecerrando los ojos se inclinó hacia delante mirándolo fijamente.
─Si te atreves a meterte donde no te llaman, te vas a llevar dos sopapos
dignos de mención.
─Ya no soy un adolescente para que me amenaces como a un crío – dijo
levantando la voz.
─¡Pues no te comportes como tal! Yo no te pregunto con quien vas o si
sales con una chica o cosas por el estilo. Te pido el mismo respeto.
─Creo que me voy a dar una vuelta – dijo levantándose y saliendo dando
un portazo. Ana se quedó mirando a su hermano sin saber muy bien qué
hacer.
─Déjalo – dijo Vicent sabiamente – ya se le pasará. Es un hombre joven y
siente las cosas con mucha intensidad. Saber que su madre tiene una relación
sentimental le ha pillado por sorpresa y en cierta forma se siente responsable
de tu felicidad.
Ana asintió levantándose a prepararse otro café. Odiaba tomárselo frio y
el que tenía en la taza, iba camino del fregadero.
─¿Quieres un café?
─Si gracias.
─Bien. ahora explícame por qué piensa que voy a casarme con Álvaro y
qué pasó anoche – dijo cuando regresó a la mesa con sendas tazas iguales.
Vicent le explicó lo acontecido la velada anterior y todo cuanto dijo
Álvaro, la cara de Ana era un poema.
─Nunca hemos hablado de formalizar nuestra relación…de hecho aun
estamos conociéndonos…
─Ana creo que a estas alturas os conocéis lo suficiente – comentó Vicent
con marcado acento cínico – no os veo haciendo manitas como adolescentes.
─Bueno, en todo caso sigue siendo muy precipitado – dijo con tozudez.
─Como digas pero el viaje a Egipto es en poco más de tres meses y él
está dispuesto a ir, supongo que para entonces tendrás claro qué sois – dijo
mirándola con un brillo divertido en los ojos.
─Tampoco hemos hablado del viaje a Egipto.
─Pues no te preocupes que Álvaro te lo recordará – añadió encantado.
─Supongo – reconoció renuente.
─Bien, pues mientras lo meditas, con tú permiso sigo leyendo el
periódico – dijo colocándose las gafas con una sonrisilla. Ana se marchó a su
dormitorio a darse una ducha y a empezar el día con buen pie. Pensó en su
hijo. Con un suspiro decidió que hablaría con Sara a ver qué pensaba.
Siempre podía contar con su amiga del alma para que le diera una valoración
más objetiva. Además, tenía mucho en qué pensar. no se había planteado que
Álvaro se enterase de todo de forma tan precipitada y desde luego no de esa
manera. A priori, parecía que lo había encajado todo bien, de hecho muy
bien. Estaba sorprendida. Con todo lo que se había estrujado el cerebro
pensando la manera de explicarle el tema y al parecer estaba encantado.
Desde luego que era un hacha juzgando a las personas, pensó torvamente.
Llegados a este punto no sería ella la que se quejara de su buena suerte.
Jamás creyó que podría haber un grado de confianza tal que pudieran hablar
de todo. Al parecer también estaba equivocada en eso. Al paso que iba, se
enteraría la comunidad científica de su procedencia y de seguro que ni
pestañeaban.
─¿Toni? Toni era un vividor que se encontró atado a una chica joven
embarazadísima, al principio intentó sacar adelante nuestra relación pero
simplemente le era totalmente imposible…las responsabilidades le daban
pavor y cuando nacieron los mellizos casi tuve que consolarlo – dijo
recordándolo con cierta melancolía – me tendrías que haber visto – repuso
con una sonrisa triste – ahí estaba yo apenas una niña con dos bebés y una
cría de dos años y mi marido al borde del llanto incapaz de hacerle frente a la
situación. Pocos meses después de que llegaran los mellizos, me separé. Fue
un error con mayúsculas, lo único que puedo decir es que volvería a pasar por
todo aquello por el sólo hecho de tener a mis hijos.
─Entiendo que todo ello te marcó – dijo con voz grave.
─Entiendes bien – dijo intentando sonreír – no me quejo. He tenido una
buena vida desde entonces y cuando murió Xavi quedé destrozada…
reconozco que hubo un tiempo que me quería morir yo también…pero lo
superé, al final es cierto que el tiempo lo cura todo…aprendí a vivir sin él y
guardaré siempre un grato recuerdo de todo lo que compartimos – era
brutalmente sincera. Xavi había sido su piedra angular durante muchos años
y su recuerdo le seguía produciendo dolor. Siempre echaría de menos al
compañero de tantos años. Lo quiso con locura.
─Me alegro de que fueras feliz con él – dijo mirándola profundamente
conmovido – tuvo que ser un gran hombre.
─Lo era – dijo asintiendo – pero aunque sabía que tenía alguna
capacidad, jamás quiso indagar mucho sobre el asunto y yo…tenía miedo de
perderlo…éramos felices y por encima de todo, quería preservar eso.
─Lo puedo entender – dijo comprensivo. Ana se limpió una lagrima
traicionera que se escapó sin querer – cuando tenemos algo que vale la pena,
hacemos lo necesario para no perderlo – dijo apretándole la mano con
firmeza – lo sé porque yo haré lo que sea por el mismo motivo. Te quiero
Ana y aunque fueras la hija del mismísimo demonio, querría estar contigo –
Ana pensó que por poco acierta. Según las investigaciones de su familia,
podría ser que fuera su tío abuelo.
─Yo…
─No necesito que me lo digas sólo porque yo necesite decírtelo – dijo con
ese gesto tan característico suya a caballo entre una mueca y una sonrisa –
sólo quiero que sepas que creo que eres la mujer más maravillosa del mundo,
me gusta todo de ti, tu sonrisa, tu humor, tu carácter impulsivo…el gran amor
que sientes por tu familia, aceptaste en tu casa a tu hermano…la capacidad de
perdonar que tienes es inmensa y eso me hace sentir humilde, crees en
segundas oportunidades, porque en el fondo no has perdido la fe en el ser
humano y eso te engrandece. Me siento orgulloso de que me permitas formar
parte de todo eso…sólo espero convencerte de que merezco la pena y quieras
compartir tu vida conmigo – Ana para entonces lloraba a moco tendido.
Jamás nadie le había dicho algo tan bonito. Con lo guapa que se había puesto
y de seguro que ahora tendría el maquillaje a la altura de los codos. Intentó
limpiarse con la servilleta sin destrozarlo todavía más.
─Creo que eres un hombre horrible por hacerme llorar de esta manera –
murmuró haciendo un precioso mohín que arrancó una carcajada por parte
del hombre que la miraba con total y absoluta adoración. Álvaro se levantó
de su asiento incapaz de resistirse acercándose a besarla entre risas y
lagrimas, imposibilitando un beso propiamente pero que llenó el ambiente de
una carga emocional difícil de eludir. Un beso dulce, puso el broche a ese
momento único, compartido, poniendo de relevancia la ternura como
protagonista…muchos momentos diferentes pero igual de importantes entre
un hombre y una mujer…momentos que atesorarían el resto de sus vidas.
─Mira que eres tonto – dijo Clara burlándose de su hermano – sólo a ti se
te ocurre decirle a mamá que eres el cabeza de familia y pedirle explicaciones
– Alex la miró ofendido cosa que arrancó unas carcajadas por parte de su
melliza.
─No sé nada de ese hombre y me preocupo – se defendió.
─Ya. Pero sí sabes que fue él el que curó a Raúl la primera vez que lo
hirió el cretino aquel y sí sabes que es un invitado asiduo, estuvo incluso el
día de Navidad – dijo mirándolo divertida – tendrías que haber deducido que
para que mamá lo llamara cuando lo de Raúl, tenía que tener un grado de
confianza importante.
─Hombre…visto de ese modo…
─Que sepas que habíamos planeado hacer algo para ayudar – explicó en
el mismo tono desenfadado – porque sabíamos que era un buen tipo y a
mamá le gustaba pero no se decidían a dar el paso.
─¿Cómo lo sabíais?
─¿Te acuerdas de tu hermana la que sabe cosas tocando a las personas? –
preguntó mordaz. Alex hizo una mueca que arrancó más carcajadas a su
hermana – pues eso.
─Me parece que al igual tengo que disculparme – murmuró frunciendo el
ceño.
─Te parece bien – respondió Clara risueña – no sé si llegaran a vivir
juntos o simplemente tendrán una relación formal pero cada uno en su casa
pero de una forma u otra, me alegro por mamá. No quiero que se haga mayor
y se encuentre sola viviendo en esa gran casa.
─Yo también quiero que sea feliz – dijo removiendo su café – que sepas
que le pregunté las intenciones que tenía para con mamá – la cara de
escepticismo y las carcajadas que siguieron lo avergonzaron un poco – tú
ríete pero el hombre me dijo que si mamá lo aceptaba, por él, se casaría
mañana mismo.
─Pues eso te da la medida de lo profundos que son sus sentimientos –
dijo haciendo una mueca – desde luego eres único metiendo la pata – añadió
con una gran sonrisa – para que después digan de mí.
─Bueno, mejor lo dejamos – dijo resuelto - ¿Dónde está Sergio? – había
ido a casa de su hermana a lamerse las heridas en su orgullo vapuleado por su
progenitora y como siempre, acabaron en la cocina. En su familia era
costumbre y lo cierto es que le encantaba.
─Ha ido a correr con Troy – dijo mirando el reloj – no creo que tarde. Por
cierto, esta mañana me acordé de algo que dijiste anoche y me ha llamado la
atención.
─¿Qué cosa? – preguntó aliviado de dejar el tema de su madre. Ahora lo
veía de otra manera y sentía que había hecho el papel de tonto.
─Cuando mamá tomó el control en el otro plano, se desplazó a una
velocidad brutal, la situación de entonces hizo que ni me lo plantease pero
después cuando explicaste que habías sentido como tiraba de tus poderes…
me dio que pensar y yo no te he visto moverte así.
─Puedo hacerlo – respondió serio – de la misma manera que muevo
objetos puedo desplazarme a mí mismo sólo que no lo hago porque y no te
rías, no sé frenar y me he dado algún tortazo de los buenos – las carcajadas
empezaron antes de que acabara de hablar – desde luego eres única dando
ánimos a un hombre.
─Pero es que tiene su gracia – dijo con una gran sonrisa – precisamente tú
que no dejas de repetirnos que practiquemos, resulta que no controlas los
tuyos.
─Sí que los controlo – dijo – sólo me falta aprender a frenar en el lugar
exacto donde quiero y no seis metros después – matizó.
─La parte buena es que en medio del desierto, si haces uso de ellos, no
puedes estrellarte contra nada – dijo haciéndole una mueca burlona.
─Si te crees muy graciosa quiero decirte que das asco – unas risotadas
recibieron su comentario.
─Creo bromas aparte – dijo intentando ponerse seria – que puedo
ayudarte a controlarlo.
─¿Cómo? – preguntó curioso.
─Con magia mí querido hermanito. Con magia.
La cara de sorpresa de Alex lo decía todo.
─Repito. ¿Cómo?
─Vamos al salón – dijo poniéndose de pie – mamá utilizó tus poderes y
fue exactamente donde ella quiso sin más. Y hasta donde yo sé, era la
primera vez que los utilizaba al menos de esa manera.
─El salón es pequeño – se encontró obligado a decir.
─Es más grande que el de casa así que no empieces – era cierto. La casa
de su madre era más grande pero la disposición era diferente y por poco pero
su salón era unos metros mayor.
─Bien, tú dirás – dijo Alex resignado.
─Quiero que visualices a donde quieres ir de esta sala – Alex asintió –
bien, con la imagen fijada en la mente, ahora desplázate hasta allí – casi ni lo
vio moverse. Su hermano la miró asombrado – cuando te mueves con la
mente, debes visualizar a dónde vas y no simplemente desplazarte como si te
llevaran los pies. Cuando caminas no tienes en mente el lugar al que vas,
simplemente andas, esa es la diferencia.
─Creo que entiendo lo que quieres decir – dijo volviendo a desplazarse
para comprobar su teoría – no entiendo cómo siendo tan fácil no se me había
ocurrido – murmuró enfadado consigo mismo.
─Porque los arboles a menudo no nos dejan ver el bosque – dijo Clara
con una sonrisa de suficiencia que lo enervó.
─Te había quedado muy bien pero esa sonrisilla ha estropeado el efecto,
que lo sepas – musitó ceñudo. Las risas de su melliza le hicieron saber lo
poco que le importaba.
─Creo que ya viene Sergio – informó escuchando ruidos familiares –
tiene la vitalidad de un niño, en ocasiones me agota – confesó con una
mueca. Alex sonrió sabedor de que era cierto.
─¡Alex! Qué bien que has venido. Tengo que comentarte un par de
cosas… - las risas de los dos hermanos lo acallaron, no entendía nada – ¿Qué
pasa?
─Nada viejo – dijo echándole el brazo por los hombros en un gesto de
intensa camaradería – que eres un tipo fantástico.
─Vaya gracias – dijo el aludido con una sonrisa incierta. En ocasiones
como esa, nunca sabía qué secretos compartían esos dos pero si eran para
bien, no sería él quien se quejara – he estado buscando información sobre
triadas divinas y alguna cosa he encontrado pero como mañana es domingo,
he pensado comentarlo durante el café cuando venga Gloria – explicó con
una sonrisa de puro divertimento.
─En ocasiones eres tan malo como mi hermana – murmuró Alex
cabeceando – sabes que cada vez que sale el tema se pone mala – las risillas
de su cuñado le dijeron que precisamente ese era el motivo.
─ Lo sé – afirmó impenitente.
Se entretuvo un rato más, hablando de naderías y se marchó más contento
de lo que había llegado. Había quedado con Elena en el parque y no quería
llegar tarde.
Llevaban más de dos meses quedando casi asiduamente. Habían ido al
cine y en un par de ocasiones al burguer, por supuesto siempre acompañados,
incluso se ofreció voluntario para ir al centro comercial cuando fue con sus
hermanas a comprar ropa, ante las burlas de Raúl y la cara de escepticismo de
su cuñado. Durante esos meses, Elena había florecido y estaba más guapa si
ello era posible. Bromeaba con todos no sólo con las chicas y le había
sorprendido gratamente con un sentido del humor agudo e inteligente. Tenía
una mente inquisitiva y una curiosidad por casi cualquier cosa. Se sonrió
pensando que había hablado más con ella en esos dos meses que con Raúl en
años. Era una gran oyente pero para nada pasiva, hacia preguntas clave que
volvían a poner de manifiesto su aguda inteligencia. Había estado dándole
vueltas a un asunto y hoy quería planteárselo, si decía que sí, tenía claro de
qué manera ayudar.
Cuando llegó al parque seguía dándole vueltas a la cabeza para ver de qué
manera abordarlo mejor. A los pocos minutos apareció pero le sorprendió que
viniera sin Bobi y los niños. Era la primera vez que venía sola.
─Hola. ¿Pasa algo? ¿Y los niños? – preguntó no bien llegó a donde estaba
él.
─Hola. No, nada. Gloria y su familia tenían que ir a comprar unas cosas y
de paso llevar a Bobi al veterinario para el tema de las vacunas. Así que…
bueno he venido yo… - terminó tímida. Alex estaba encantado. ¡La tenía sólo
para él! De pronto el día se le antojó más luminoso.
─Me parece perfecto – dijo con una gran sonrisa – si quieres podemos ir a
tomar algo a la cafetería del centro – sugirió.
─Me parece bien – dijo Elena con una sonrisa preciosa. Se fueron
charlando pero siendo muy conscientes de que por primera vez, estaban
solos.
Un rato más tarde ya sentados en la cafetería, Alex pensó en abordar el
tema que llevaba días rondándole la cabeza.
─Elena quería hablar contigo de algo – dijo mirándola fijamente. Elena se
puso seria – en estos meses me he dado cuenta de que eres una chica con una
inteligencia sobresaliente y me gustaría saber porqué no te planteas ir a la
universidad – Elena se quedó pasmada. Se espera cualquier cosa menos eso.
─Nunca lo había pensado – dijo sincera.
─Pues deberías – añadió Alex – creo que sería bueno para ti y creo que
tienes una sensibilidad superior a la media y podrías especializarte en alguna
carrera de ámbito social para ayudar a los demás – Elena no sabía qué decir.
Se sentía halagada pero no tenía recursos para costearse unos estudios
superiores.
─Alex…te agradezco lo que me dices pero…yo no tengo preparación…
─Puedes hacer la prueba de acceso, yo podría ayudarte – terció el
hombre.
─Tampoco puedo permitirme costearme ir a la universidad – reconoció
un tanto turbada.
─Precisamente de eso quería hablar contigo. Tengo intención de hablar
con Gloria y donar una cantidad de dinero para crear una beca para mujeres
que quieran cursar estudios superiores – la mirada de sorpresa de Elena no
tenía precio – tengo unos ahorros y parte de ellos me gustaría que fueran a
una buena causa, he pensado hablar con amigos míos para que también
contribuyan y así crear un fondo.
─¿Sabes de qué cantidad estaríamos hablando? – dijo incrédula – sé que
tus intenciones son buenas pero no veo como puede ser posible salvo que me
digas que eres rico.
─Ya me gustaría – reconoció con una mueca – pero creo que en un
principio se trata más de darle un empuje que de poner una cantidad
astronómica de dinero.
─Pero el empuje que dices, ya es una cantidad importante – dijo
remarcando sus palabras.
─Pero no es imposible – dijo con tozudez – sólo necesitamos que varias
personas se impliquen en el proyecto y creo que eso podemos lograrlo –
Elena se lo quedó mirando pensativa. Si eso fuera posible, sería un sueño
hecho realidad – además posiblemente sólo necesitaría arrancar por decirlo de
alguna manera, las becas para buenos estudiantes que da el estado también
son recursos a los que tendrían acceso.
─No quiero ni pensarlo – dijo emocionada – seria…un sueño…
─Vamos a hacer todo lo posible para que sea una realidad – dijo con
intensidad afectado de ver sus ojos brillantes de ilusión.
─Siempre pensé que sería bonito poder ayudar a otras personas como
hacen Gloria y las psicólogas del centro…incluso Araceli la asistenta…hacen
un trabajo enorme y tener las herramientas necesarias para poder hacerlo yo
también…sería increíble…
─Pues vamos a cumplirlo. Tienes mi palabra – dijo con solemnidad – si
quieres vamos a mi casa y nos informamos por internet de lo que necesitamos
para la prueba de acceso y empezamos a programar…
─Creo que es muy precipitado – acotó preocupada – si después no fuera
posible yo…prefiero esperar.
─Elena si como dices no pudiera ser, yo podría ayudarte igualmente y
adelantaría el dinero. Déjame acabar – dijo levantando la mano – sería un
préstamo que me devolverías cuando empezaras a trabajar.
─¿Por qué harías eso por mí? – preguntó queriendo entender.
─Porque somos amigos y los amigos hacen esas cosas – dijo suavemente.
Elena sintió como se le llenaban los ojos de lágrimas.
─Alex…creo que eres el mejor hombre que he conocido en mi vida –
musitó haciendo un pequeño mohín intentando no llorar.
─¿Sólo lo crees? – dijo risueño – muy mal señorita Elena, muy mal – las
risas de Elena se mezclaron con alguna lagrima que se le escapó sin querer.
─Rectifico. ¡Eres el mejor hombre que conozco! ¿Mejor? – preguntó con
una gran sonrisa.
─Mucho mejor – concedió Alex en el mismo tono – pues si te parece,
vamos a mirar como funcionan las cosas ahora y empezamos a planificar tu
futuro como chica universitaria.
─Nunca nadie ha hecho nada así por mí – confesó con un murmullo de
voz – aunque no sea posible, quiero que sepas que significa mucho para mí –
Alex tragó un nudo más grande que su puño que le impedía respirar con
normalidad.
─Creo que eres una chica…una mujer maravillosa y te mereces probar
tus alas y ser lo que desees ser. Me siento muy orgulloso de poder ayudarte a
conseguirlo.
─¿Sólo lo crees? – dijo intentando bromear y esconder la miríada de
emociones que estaba sintiendo en esos momentos – muy mal señorito Alex,
muy mal – el hombre rompió a reír con ganas, mirándola con verdadero
afecto.
─Anda vámonos que me pareces que eres demasiado inteligente para mi
bien – dijo cogiéndola por los hombros en un rápido abrazo cuando se
levantaron.
Se fueron hablando ilusionados del proyecto en el que se iban a embarcar,
se quitaban la palabra el uno al otro en un intento por decir todo lo que
pasaba por sus mentes. Alex la miraba con un brillo especial en sus ojos, cada
vez que lo callaba sin ser apenas consciente de ello. La confianza adquirida se
notaba en cada gesto, en cada palabra…en una ocasión, incluso intentó
taparle la boca con las manos para impedirle hablar degenerando la situación
en bromas y carcajadas que los acompañaron todo el trayecto hasta casa. Se
estaba enamorando perdidamente de aquella niña-mujer y no sabía qué hacer
para evitarlo.
Cuando llegaron, encontraron a su tío preparando algo para comer ya que
al parecer su madre se había tomado el día libre. Lo convenció sin mucho
esfuerzo y pidieron comida al Don Giovanni, mientras almorzaban, le
explicaron el proyecto y rápidamente su tío se sumó diciendo que le parecía
una idea extraordinaria. Se le ocurrió que hablaría con Raúl y con Carol. Las
becas de estudio serían una realidad. Lo supo con la certeza de que cada día
salía el sol.
Mucho más tarde, acompañó a Elena a su casa mientras seguían hablando
del tema sin parar.
─Quiero que sepas que ha sido el mejor día de mi vida – dijo la chica
mirándolo con una gran sonrisa.
─Eso no me vale – dijo con una mueca – normalmente siempre dices lo
mismo cada vez que vamos a algún sitio.
─Porque es cierto. Siempre consigues que cada día sea mejor que el
anterior – dijo con ingenuidad.
─Entonces estoy predestinado a fracasar porque un día no lo conseguiré y
me dejaras – dijo burlón.
─¡Jamás! Eres el mejor amigo que he tenido y significas mucho para
mí…eres como un hermano…- la sonrisa de Alex se borró como por
ensalmo.
─¡No soy tu hermano! – dijo con más brusquedad de la que pretendía.
─Ya sé que no lo eres… perdona…no quería ofenderte… - lo miró
compungida. Alex se dio cuenta y soltó un suspiro pasándose la mano por el
pelo un tanto exasperado. Ella no tenía la culpa.
─No pasa nada – dijo con una sonrisa sin embargo, esta no le llegó a los
ojos – tranquila, es cosa mía, tú no tienes la culpa – le acarició el pelo siendo
consciente de la cara de consternación que lucía pensando que lo había
ofendido – anda, entra y explícale a Gloria todo lo que hemos pensado, ya
nos veremos mañana – Elena asintió dejándolo allí parado.
─Espero que hoy tengamos una tarde tranquila – dijo Gloria mirando a
Ana con toda intención – porque te confieso que a mediados de semana ya
empiezo a temblar – las risas de Tamsim por la exageración de su mujer,
corearon sus palabras.
─Gloria cielo, no te he visto temblar de miedo en la vida…al igual te
estás haciendo mayor – comentó Sara con malicia.
─Habla por ti bonita – dijo altanera – yo estoy viviendo una segunda
juventud – ese comentario arrancó más risas por parte de la audiencia.
─Creo que hoy no pasará nada relevante – afirmó Ana sirviendo el
bizcocho que había traído su amiga, en pequeños platos – de hecho creo que
nos aburriremos.
─Tampoco te pases mamá – exclamó Júlia – le tenemos que explicar lo
que hicimos el viernes por la noche – las cejas de Gloria se alzaron ante ese
comentario.
─Si me va a dar indigestión creo que paso – murmuró. César se rió bajito.
─Gloria te encantará – dijo Júlia – pudimos ver el nacimiento de la
historia de amor entre Uadyi y Yamanik.
─¿Y las veces anteriores que la has visto? ¿Qué era? ¿Citas a ciegas? –
murmuró cínica.
─Creo que esas veces fueron cuando llegó del país de Punt como ofrenda
al gran faraón pero aunque saltaban chispas, creo que el comienzo real
empezó después – explicó con afectación.
─Ya pero no entiendes lo que dicen con lo cual sólo te lo imaginas –
machacó con una sonrisa malévola.
─Te equivocas – intercedió Ana – ahora sí entendemos lo que dicen.
─¡Ana! – exclamó Sara – no me habías dicho nada – dijo frunciendo el
ceño – muy mal que lo sepas.
─No he tenido tiempo – dijo defendiéndose – pensaba llamarte, lo
prometo – dijo haciéndose una cruz ficticia a la altura del corazón.
─Y no sabéis lo mejor – comentó Vicent recibiendo el peso de todas las
miradas – hay un nuevo miembro en el equipo – anunció encantado – las
exclamaciones de sorpresa llenaron la cocina.
─Ana querida, si sigue aumentando el número de gente que nos vamos a
Egipto, saldremos en las noticias – dijo Gloria mordaz – de todas maneras.
¿De quién hablamos? – preguntó enarcando una ceja. César se imaginaba
quien era el nuevo integrante y le guiño un ojo a Sara. Gloria se percató y
frunció el ceño.
─Me parece que hay ciertas personas que lo saben y me parece de muy
mal gusto que no lo compartan – dijo con gesto torvo.
Justo en aquel momento sonó el timbre de la puerta principal.
─Salvada por la campana – musitó Ana con una sonrisa. Era Álvaro. La
abrazó por la cintura depositando un suave beso en sus labios entreabiertos.
Gloria de poco se cae de su silla estirando el cuello para ver quién era.
Cuando contempló la escena, sus finas cejas increíblemente bien depiladas,
se alzaron de manera imposible.
─Quiero que sepáis que ya sé quién es el nuevo – soltó sin mirar a nadie –
ya me parece bien que se sume un médico si vamos a ir al fin del mundo.
─¿Un medico? ¿Álvaro? – preguntó Tamsim. Sara y César asintieron al
unísono con una sonrisa.
─Gloria no vamos al fin del mundo – dijo Júlia.
─¡Vamos que no! – exclamó con un bufido – tenemos que internarnos en
el desierto no sabemos cuánto, a cientos de kilómetros de la civilización, sin
agua corriente y sin electricidad y dormir en un saco en el suelo – dijo
enumerando todos los males con los dedos – eso querida es el fin del mundo.
─Hombre…si lo miras así – murmuró Vicent – desde luego razón no te
falta – Gloria le dedicó una sonrisa espectacular que lo aturrulló.
─No me puedo creer que a estas alturas faltando apenas tres semanas para
la boda, me han llamado de la tienda en la que encargué los detalles para los
invitados y me han dicho que por unos problemas de distribución, no me los
tendrán para el día señalado – dijo Sara histérica.
─Pero. ¿No es en aquella tiendecita tan adorable del centro? – preguntó
Ana intentando no ponerse como su amiga.
─Esa misma.
─¿Y no se suponía que eran artesanos hechos por ella?
─Al parecer ni tan artesanos ni hechos por ella – dijo Sara torciendo el
gesto – Ana esto es una crisis – dijo con su vena más dramática.
─¿Has llamado a Clara?
─¡Pues claro que la he llamado! – exclamó atacada de los nervios.
─¿Y que ha dicho mi hija?
─Que si no hay detalles para regalar, que obsequiará piruletas – Sara esta
verde pero Ana fue incapaz de no reírse. Eso era muy típico de su hija.
─Bueno, siempre podemos hacerlo nosotras – sugirió – podríamos regalar
un anillo servilletero de esos que tienes tan bonitos en la tienda…
─¿Eres tonta o me quieres terminar de poner histérica?
─Creo que para eso no necesitas ayuda – dijo caustica. Sara se levantó de
la silla incapaz de seguir sentada, tal era su nivel de ansiedad – tranquilízate,
seguro que se nos ocurre algo y…
─¡Ya lo tengo! – dijo interrumpiéndola – hablaré con Tamsim, ella tiene
ideas fantásticas y de seguro se le ocurre algo y las chicas de la asociación
pueden ayudar.
─Eso no es una idea – dijo cruzándose de brazos – eso es pasarle el
problema a otro.
─Pero seguro que sale bien – dijo con una sonrisa – además, lo más
importante es saber gestionar los problemas no la solución en sí – dijo
resuelta.
─Sí tú lo dices.
─Si no, también puedo hablar con César haber si puede tirar de contactos.
─Seguro – dijo risueña. Sara era única para hacer una tormenta en un
vaso de agua.
─Voy a llamar ahora mismo a Tamsim – dijo haciendo exactamente eso.
Mientras llamaba Ana siguió tranquilamente sorbiendo su té pensativa.
Aquellos meses habían corrido de manera espectacular. Estaban a mediados
de mayo y su hija pequeña se casaba en poco más de tres semanas. Le parecía
mentira. Apenas ayer la tenía en sus brazos y ahora estaban planificando su
boda. Habían pasado muchas cosas ese año y lo más gordo estaba por llegar.
Decidieron ir a Egipto justo después de que llegaran de la luna de miel.
Concretamente el diecinueve cogían el avión. Ya lo tenían prácticamente
todo a excepción de pequeños detalles. No se habían aburrido. Entre la boda
y preparar todo lo necesario, los días habían corrido sin ser apenas
consciente.
─¡Arreglado! – exclamó Sara exultante – dice Tamsim que ella se
encarga de todo. ¿No es fantástico?
─Es fantástico.
─Podrías poner un poco más de ganas, es la boda de Clara – dijo
regañándola.
─Tienes razón nena pero es que hoy estoy exhausta – confesó con un
suspiro – he tenido un día demoledor en el trabajo y desde que salí no he
parado hasta ahora y son casi las seis de la tarde.
─Lo entiendo querida – dijo mirándola con cariño – llevamos un ritmo
que va acabar con nosotras y tu queridísimo hijo dice que el sábado nos
vamos a correr no sé cuantos kilómetros. Todos juntos, dice que así
fomentamos el espíritu de equipo. Quiero que sepas que es un tirano aunque
lo quiero mucho, no soy ciega a sus defectos.
─Lo sé – dijo con un suspiro – estoy más en forma ahora que cuando
tenía veinte años – dijo con una mueca – si le pego una patada a una pared,
de seguro la tiro – las carcajadas de Sara le levantaron el ánimo – tú ríete pero
hablo muy en serio – dijo exagerando con una sonrisa.
─Reconozco que César está increíble, siempre ha sido un hombre fuerte
pero ahora está…
─Sé a lo que te refieres – dijo con ironía. Las dos amigas se miraron por
un momento y rompieron a reír como adolescentes. Vicent entró en esos
momentos con expresión de dolor - ¿Te encuentras bien? – dijo preocupada.
─Si es sólo un poco de dolor pero ya me he tomado el calmante, en un
rato se me pasará – dijo sentándose lentamente.
─No tienes muy buena cara – dijo Sara frunciendo el ceño.
─En serio, estoy bien – dijo un poco seco. Sara enarcó una ceja al
escuchar el tono – Sara lo siento, perdona…pero estoy bien – repitió.
─Como digas querido – dijo dándole un apretón cariñoso en el brazo –
Ana tenemos que marcharnos a la prueba del vestido.
─¿Clara no viene aquí?
─No, hemos quedado directamente en la boutique con Júlia – explicó.
─Vicent. ¿Estás bien para quedarte solo?
─Si claro, no te preocupes – dijo con una sonrisa – ve con Sara y las
niñas para las pruebas, no pasa nada – Ana se lo quedó mirando evaluando si
era verdad. Al final con un suspiro asintió.
─Si pasa algo no dudes en llamarme o cuando venga me escuchas –
advirtió.
─Te lo prometo.
Se fueron en pocos minutos y Vicent se quedó allí sentado esperando a
que remitiera el dolor. Estaba teniendo un día verdaderamente malo. Al cabo
de unos minutos, decidió que subiría a recostarse un rato pero, al ponerse de
pie sintió un dolor atroz que lo mareó. Se apoyó en la baranda con Max a su
lado cuando la puerta de la calle se abrió entrando Clara. Al momento se fue
hacia él asustada.
─¿Tío qué pasa? – preguntó sujetándolo por el brazo. Vicent estaba
blanco y tenía la frente perlada en sudor.
─Creo…que no me encuentro muy bien – musitó con esfuerzo.
─Necesitas ir al hospital. ¿Dónde está mi madre? – dijo acompañándolo a
una silla para que se sentara.
─Se acaba de ir con Sara a las pruebas de tu vestido…se supone que te
encontrarías allí con ellas.
─Creo que malinterpreté donde quedábamos – dijo con una mueca –
tienes que ir al hospital – repitió – sacó su móvil para llamar a su madre pero
su tío se dobló de dolor y tuvo que dejarlo para sujetarlo – tío…- Vicent
estaba pasando una crisis importante, era incapaz de hablar en esos
momentos. Clara vio el coche de su madre aparcado en la puerta y las llaves
encima de la repisa como siempre. Hacía casi tres años que no conducía.
Desde la muerte de su padre, era incapaz de ponerse al volante. Lo había
intentado en varias ocasiones pero sencillamente se quedaba bloqueada. El
corazón le martilleaba con fuerza. Miró a su tío, no podía esperar. Tomó una
decisión.
─Vamos tío que nos vamos al hospital – su tío la miró con incredulidad.
─Clara…tú no conduces…
─Sí que lo hago sólo que no en los últimos tres años – dijo con expresión
torva. Lo tomó del brazo acompañándolo al coche.
─Creo que me encuentro mejor – dijo Vicent bajando los escalones.
─Ya. Pues que me lo diga un medico – dijo Clara resuelta. Lo ayudó a
subirse y le puso ella misma el cinturón de seguridad. Dio la vuelta corriendo
y se subió inspirando con fuerza. Le temblaba el pulso de forma evidente.
─Clara, no te sientas obligada…
─No me siento obligada – dijo con firmeza – es que me encanta la idea de
salir a pasear en este preciso momento.
Arrancó el motor y aceleró, pero el coche no se movió.
─Quita el freno de mano – murmuró Vicent.
Clara sintió como se ruborizaba. Salieron del aparcamiento y en pocos
minutos empezó a conducir con mayor confianza. Seguía temblando y el
corazón parecía que se le quería salir del pecho pero eso ahora no era
importante.
Llegaron al hospital sin contratiempos. En cuanto la vieron bajar del
coche, unos sanitarios la ayudaron trayendo una silla de ruedas. Al cabo de
media hora, después de haber hecho el ingreso en urgencias ya más tranquila,
llamó a su madre.
─¿Clara? ¿Se puede saber donde estas? Llevamos esperándote más de
media hora y…
─Mamá estoy en el hospital con tío Vicent – por un momento, se hizo un
silencio.
─Estoy ahí en veinte minutos – dijo con voz grave - ¿Quién lo ha llevado
al hospital? ¿Sergio?
─Lo he traído yo – dijo sucintamente – te dejo. He salido del box sólo
para llamarte. No tardes.
Ana colgó el teléfono blanca como la tiza.
─Ana. ¿Dónde está Clara? Ya le vale a esa tunanta que… ¿Ana qué pasa?
– preguntó preocupada viendo la cara de su amiga.
─Vicent está en el hospital y lo ha llevado Clara conduciendo ella – la
cara de Sara era un poema – me voy. ¿Vienes?
─Por supuesto. Me ofendes que me lo preguntes.
En poco más de media hora, estaban entrando por la puerta del hospital.
Sara se encargó de llamar a toda la familia mientras Ana conducía con cierta
temeridad.
Cuando vio a su hermano en la camilla dentro del box con el gotero se le
cayó el alma a los pies. La cara de Vicent reflejaba las líneas de tensión que
el dolor le estaba produciendo.
─¡Eres idiota! – dijo enfadada – la próxima vez que me engañes te
arrepentirás, ya te aviso.
─¡Mamá! Eres increíble – le espetó Clara enfadada – está el pobre
sufriendo horriblemente y vienes tú a pegarle la bronca – Vicent se rió bajito
al escuchar la discusión entre su hermana y su sobrina. Ana estaba
preocupada y era su manera de demostrarle que lo quería pero su sobrina no
lo entendía. Todavía era muy joven.
─Yo no quería venir pero tu hija me obligó – dijo con un halito de voz –
ya sabes como se pone cuando se le mete algo en la cabeza – Clara abrió la
boca indignada pero la cerró sin decir lo que pensaba. Una lenta sonrisa le
iluminó la cara.
─Es un teatrero – dijo con una sonrisa cargada de cariño – quería verme
conducir y no sabía como hacerlo – Ana los miró a los dos y ya más tranquila
se acercó a darle un beso a su hermano y un abrazó a su hija. Dejó a todos en
el box y se fue a hablar con el médico de guardia para saber el verdadero
alcance de la situación de su hermano.
Le confirmó lo que ya sabía. La enfermedad avanzaba. Poco podían hacer
por él salvo administrarle sedantes para controlarle el dolor. Cuando volvía
otra vez al box, Álvaro la interceptó en el pasillo. Cuando lo vio, se abrazó
sin mediar palabra llorando sobre su pecho.
─Tranquila pequeña – le susurró acariciándole la espalda. Cuando se
calmó, lo miró con infinita pena.
─No quiero perderlo tan pronto – dijo con la voz rota – no quiero Álvaro.
─Lo sé cariño – dijo profundamente conmovido – haremos todo lo que
podamos para que se recupere lo antes posible y vuelva a casa.
─¿De verdad lo crees? – preguntó esperanzada.
─Estoy convencido – dijo con gravedad – es una crisis. Cuando lo
estabilicen le darán el alta.
─¿Has hablado con el médico verdad?
─Si – dijo suave – le van a empezar a administrar quimioterapia paliativa
para que tenga mejor calidad de vida – explicó sucintamente – ya sabes que
es la mejor solución – Ana asintió – le prescribirán un jarabe de morfina para
que lo tome por las noches y pueda descansar.
─Sabes que Vicent se ha negado a tomar mórficos.
─Estamos en un punto que le ayudaran Ana. Tu hermano lo sabe.
También puedes pedir que le hagan un seguimiento desde casa, funcionan
muy bien y …
─De momento no es necesario, me encargaré de cubrir sus necesidades y
cuando llegue el momento posiblemente coja un permiso para estar con él
hasta el final – explicó intentando que no se le rompiera otra vez la voz.
Álvaro volvió a abrazarla transmitiéndole sin palabras su apoyo
incondicional.
─Vamos con Vicent – murmuró besándola en la sien – le diremos que
esta noche se queda aquí y que mañana le darán el alta. Veras como eso lo
alegra.
En contra de los deseos de su hermano, Ana se quedó toda la noche a su
lado. Todos volvieron a casa sin ganas de marcharse. Álvaro por su parte se
quedó hasta tarde, a instancias de Ana, se fue a su casa a descansar pero antes
de las seis de la mañana, volvió con un par de cafés y se sentó a su lado a
esperar. Hablaron poco pero saber que estaba allí a su lado, la reconfortó
como nada.
─Tío Vicent juro que ese perro se tiró toda la noche llorando sobre de tu
cama – dijo Alex exasperado – si lo llego a saber, me quedo en el hospital, al
menos hubiera dormido algo – Vicent se sonrió ante las palabras de su
sobrino. Toda su familia estaban a su alrededor pendiente de cualquier cosa
que necesitara. Los quería pero empezaban a agobiarlo.
─Todo eso me parece muy bien – dijo Ana con frescura – ahora perderos
todos un ratito por ahí que estáis demasiados empalagosos.
─Desde luego mamá eres borde hasta decir basta – dijo Clara con mala
cara.
─Qué le vamos a hacer – dijo con una sonrisa – tío Vicent está bien, sólo
ha sido una pequeña crisis, por lo tanto no hagamos de esto una tormenta en
un vaso de agua.
─Vuestra madre tiene razón – dijo Sara apoyándole como siempre.
Los chicos empezaron a entender lo que su madre trataba de decir sin
mucha sutileza. Se fueron cada uno a sus cosas. Sara se fue, acordando que
pasaría al día siguiente con César.
Cuando se quedaron solos, Vicent la miró agradecido.
─Los quiero mucho pero en ocasiones son muy intensos – dijo con una
sonrisa triste – me recuerdan mucho a su madre – añadió con cariño. Ana
sonrió – Ana…tenemos que hablar.
─Vicent no empieces. El tratamiento que te han prescrito es el idóneo y…
─Ya lo sé – acotó – no es de eso de lo que quiero hablarte – se miraron
por unos segundos en silencio. Ana asintió y se sentó junto a él, esperando –
no me queda mucho tiempo…los dos lo sabemos…hay una serie de cosas
que quiero dejar arregladas. Por favor, no me interrumpas – dijo cuando vio
que su hermana abría la boca – hablé con Alex y le dije que me gustaría que
se quedara con la granja, sé que tiene el sueño de montar su propia yeguada y
dedicarse a criar caballos y quisiera que hiciera realidad su sueño…me
gustaría que me apoyaras y hablaras con él…también…
Durante un rato, Vicent habló de todo lo que necesitaba decir. Ana lo
escuchó serena…entendía como nadie la necesidad de dejarlo todo en orden.
Sabía que eso le daría paz. Acercarse al final de la vida, era el trance más
duro por el que pasaba un ser humano. Cada persona lo vivía de una manera
diferente y todas eran las correctas. Su hermano quería dejar todo en orden,
habían ido al notario meses atrás para el tema del testamento pero eso no era
suficiente. Con el tratamiento que le habían prescrito, volvería a encontrarse
bien pero los dos sabían que sería durante un tiempo…las fuerzas lo iban
abandonando…sería duro para todos…la entereza que estaba demostrando la
sorprendía y la enorgullecía. Había aceptado su destino de una manera suave,
tranquila…lagrimas ardientes le quemaban la garganta pugnando por salir
pero las reprimió, Vicent no necesitaba lagrimas, necesita de su fuerza y era
lo que le daría.
CAPÍTULO XIV
Ha sido todo un éxito la prueba del menú – dijo Sara encantada – y los
padres de Sergio son encantadores.
─Es cierto – dijo Ana con una sonrisa de satisfacción – el restaurante es
todo un acierto.
─La verdad es que el dueño es un tipo muy majo, al parecer es amigo de
César hace no sé cuánto tiempo – explicó por enésima vez. Ana asintió
sabedora de que su amiga se estaba tomando la boda casi como si fuera la
madre de la novia. Ya le parecía bien. llevaban más de media vida juntas y
Clara era su ojito derecho.
─Parecía imposible que consiguiéramos organizar una boda con tan
pocos meses de antelación pero lo hemos conseguido – dijo Ana con un
suspiro de satisfacción.
─Cierto, pero casi que nos volvemos loca en el proceso – murmuró Sara
con una mueca – por cierto los detalles que se le darán a los invitados, están
quedando preciosos. Sabía que Tamsim haría algo maravilloso – dijo
extasiada. Ana se rió de la cara que puso su amiga.
─Es verdad. Por cierto me dijo Gloria, cambiando de tema, que llevan
muy adelantado el fondo para becas, incluso ha conseguido más mecenas que
al parecer se han sumado al proyecto.
─Eso parece – dijo asintiendo – quiere que esté todo el tema burocrático
terminado antes del próximo curso…ya le he dicho que si se retrasa un poco
no pasa nada, está también liada con la remodelación del edificio para
ampliar las clases, pero ya sabes como es… - comentó encogiéndose de
hombros – por cierto esta limonada casera te ha quedado de lujo.
─Es una receta de mi abuela – explicó con una sonrisa nostálgica –
recuerdo que siempre tenía en la nevera una jarra en verano.
─Tu abuela tuvo que ser una mujer increíble.
─Lo fue – dijo con la mirada perdida – aun a día de hoy, sigo echándola
de menos.
─¿Cómo sigue Vicent? – preguntó preocupada.
─Bien. El tratamiento está funcionando muy bien – contestó con una
sonrisa agridulce – ha salido a dar una vuelta con Max, no creo que tarde
mucho en volver.
─Me alegro – musitó – sé que para él es muy importante la boda y llevar
a la novia al altar – añadió recordando el susto que se llevaron cuando lo
ingresaron en el hospital – por cierto. ¿Qué sabemos de Raúl?
─Alex me dijo que tiene previsto llegar a finales de mes, con lo cual en
pocos días lo veremos – explicó Ana – espero que se lleven mejor esos dos en
esta ocasión o nos darán el viaje – dijo refiriéndose a Raúl y a su hija. Sara
asintió totalmente de acuerdo.
─Esperemos. Estoy encantada aquí contigo pero tengo que marcharme,
César me espera para ir a comprar y ya llego tarde – dijo con una mueca
mirando el reloj.
─Tranquila, yo me parece que me quedaré un ratito más aquí sentada
muy cómodamente – dijo reclinándose en la tumbona – seguro que con la
suerte que tengo, viene alguno y me lo amarga – añadió torciendo el gesto.
Sara se rió al verla.
─Creo que todo lo que tenía que pasar, ya ha pasado. No creo que nos
llevemos más sorpresas ni aunque se conjugaran todos los astros.
─No lo digas muy alto – avisó con una mueca.
─Creo que a estas alturas, estoy en posición de decirlo – dijo Sara
altanera – somos a pruebas de bombas.
─Espero que todo ese positivismo te acompañe al desierto querida amiga
– murmuró Ana mordaz.
─Jamás he estado en mejor forma – dijo pasándose la mano por la cintura
– he perdido incluso una talla – Ana se sonrió al escucharla – bueno, te dejo
aquí muy relajadita. Nos vemos mañana como cada domingo.
─Seguro. Por cierto, esta semana te toca a ti hacer los pasteles – le
recordó. Sara asintió y poco después se marchaba.
Ana se quedó como había dicho, tumbada en la hamaca en el porche
trasero, disfrutando de un rato de paz. Era finales de mayo pero ya hacía
bastante calor, ese año el verano tenía intención de adelantarse y avisaba de
que sería de los buenos. Estaba satisfecha de cómo habían salido las cosas.
Los preparativos de la boda iban sobre ruedas, el lunes tenían que ir a recoger
el vestido de Clara. Habían decidido que saldría desde su casa junto con su
tío. El restaurante era precioso. Tenía unos jardines enormes y muy cuidados,
incluso había un estanque con cisnes. Las fotos serian espectaculares, un
bonito recuerdo para toda la vida. El tema del viaje era otro cantar, lo tenían
casi a punto pero lo suyo les había costado ponerse de acuerdo. Hacer planes
con un grupo tan grande de gente, conllevaba en ocasiones algún rifirrafe
pero lo habían conseguido. Por otro lado, los entrenamientos habían dado sus
frutos y todos estaban en mejor forma física de la esperada. Incluso Sergio
había conseguido desentrañar los misterios de la auto defensa y era capaz de
hacer un par de llaves sin romperse la crisma. Su hermano se había
recuperado bastante bien y se le notaba, el susto había quedado atrás, al
menos por el momento. Su relación con Álvaro iba a buen ritmo aunque no
hablaban de futuro. En resumen, estaba contenta. Con un suspiro cerró los
ojos con pereza, en esos momentos se sentía en paz con el mundo.
─¡Raúl! Qué alegría más grande hijo de volverte a ver – dijo Ana
abrazándolo afectuosamente. Raúl le devolvió el abrazo levantándola del
suelo casi medio metro. Ana se rió encantada.
Había echado de menos a esa familia más de lo esperado.
─¿Por qué no has dicho nada? – le increpó regañándole – hubiéramos ido
a recogerte al aeropuerto.
─Porque no era necesario – dijo sonriéndole con cariño – espero que
hayáis entrenado en serio.
─Ni te lo imaginas – dijo Ana haciendo una mueca – que te diga Vicent,
mi hijo ha sido un tirano – Raúl se rió con ganas ante el gesto de asentimiento
del hombre.
─Pues la semana próxima me sumaré yo también y ya veremos si ha sido
un buen profesor.
─Me da igual si ha sido el peor del mundo – dijo con gesto torvo – me
niego a pasar por esto dos veces, que lo sepas. Sube a dejar las cosas a tu
habitación y ahora hablamos tranquilos. Hay limonada casera por si te
apetece.
─Es mi favorita – le dijo guiñándole un ojo – ahora os veo – dijo. Subió
las maletas al dormitorio y se quedó parado en la puerta del cuarto de Júlia
que estaba abierta…los recuerdos le volvieron con fuerza…le había faltado
tiempo para buscarse a otro. ¿Otro? Ellos no habían sido nada, sólo fue un
momento que nunca tendría que haber pasado. ¡Maldita sea! ¿Entonces
porqué estaba tan alterado? Mejor dejar de pensar en aquella noche, todo
apuntaba que a ella no le había afectado. Se negaba a ponerle etiqueta a lo
que estaba sintiendo. Estaba agotado del largo viaje pero decididamente
pensaba ir a donde hiciera falta para ver con sus propios ojos al lechuguino
que se había echado por novio. Sólo era curiosidad, se dijo. Dejó las maletas
sobre la cama y con un suspiro salió por la puerta a probar la limonada
casera.
─¡No te rías! – dijo enfadada – el muy cretino me mira con ese aire de
superioridad y al minuto de verme me dice que olvidemos lo que pasó y que
seamos amigos.
─Hombre, no le puedes reprochar que quiera enterrar el hacha de guerra –
dijo su hermana divertida.
─No pienso ser su amiga y desde luego no voy a olvidar – siseó rencorosa
– de todas maneras le he dicho que si y he sido encantadora, fíjate que le he
dicho que se venga a tomar algo esta noche con nosotros y Daniel.
─¿Le has hablado de Daniel? – preguntó sorprendida.
─Salió en la conversación – dijo Júlia evasiva.
─¿Cómo pudo salir en conversación si ni siquiera lo conoce? – dijo
escéptica.
─Bueno…pues salió – dijo su hermana con tozudez. Clara se la quedó
mirando con fijeza.
─Como tú digas – murmuró con tono neutro – espero de todas maneras
que sepas dónde te estás metiendo, juntarlos en el mismo espacio puede no
ser la mejor idea que hayas tenido – Júlia apretó la boca gesto inequívoco que
indicaba que se había enrocado.
─Yo puedo salir con quien me dé la real gana, Raúl y yo jamás hemos
sido pareja y para el caso ni amigos.
─Yaaa…pero habéis compartido un momento intimo que no acabó bien y
eso es lo mismo que una historia sin acabar – dijo Clara con tono conciliador.
─Por mi parte esa historia está más que acabada, es más, ni siquiera me
acuerdo – dijo altanera – y un encuentro no equivale a una historia sin acabar,
es un mal recuerdo que no se volverá a repetir – dijo con firmeza. Clara
observó a su hermana como removía su refresco de cola con la pajita
totalmente concentrada. Se jugaba el sueldo de un mes a que tendrían fuegos
artificiales.
─Como digas nena. Seguro que tienes razón – dijo viendo como la
miraba con desconfianza – lo digo en serio – añadió sonriendo – si tú dices
que Raúl es historia, pues es historia y si te es indiferente, pues mejor que
mejor…además, está Daniel… - Júlia asintió más tranquila.
─Pues eso…está Daniel – remarcó Júlia – es un hombre muy atractivo, es
elegante, sofisticado y encantador. Es el sueño de cualquier mujer.
─Júlia cariño, no sé sí me quieres convencer a mí o a ti misma – dijo
Clara mordaz. Su hermana la miró con fijeza.
─Si esa es tu manera de apoyarme quiero que sepas que es un asco – dijo
malhumorada.
─Oh…yo te apoyo sólo que no creo que sepas muy bien lo que quieres.
─¡Sí lo sé! – dijo levantando la voz – quiero que se coma sus palabras –
dijo con rabia – y además Daniel ha cambiado, está arrepentido y…
─Júlia, si eres feliz me alegro por ti – acotó – sólo espero que sepas lo
que haces. ¿De acuerdo? – Júlia asintió – bien. Lo demás no importa – estaba
convencida que Raúl había afectado a su hermana mucho más de lo que ella
decía y sospechaba que lo único que pasó entre ellos, fue algo más que un
beso – si dejas de darle vueltas al refresco y te lo terminas, nos iremos a
comprar.
─Ya no quiero más – dijo con una mueca de asco.
─Pues vámonos – dijo levantándose – quiero tú opinión sobre el reloj que
te comenté para Sergio – Júlia asintió y salieron de la cafetería perdiéndose
entre la marabunta de gente que había aquel día en el centro comercial. Clara
abrazó a su hermana por los hombros dándole un apretón cariñoso, su
hermana la miró por un momento sorprendida pero una sonrisa emergió a su
rostro, poniendo de manifiesto su belleza natural. Por muchos problemas que
se presentaran, sabía que su familia estaría siempre allí cuando los
necesitara…era un buen motivo para sonreír.
Continuará…
2ª parte de la trilogía De Sal y Arena…
Elisabeth Deveraux.
Adelanto de:
De Sal y Arena…
Escrito en las Arenas del Tiempo…
3ª parte:
El Mundo Perdido.
En otro sitio…
─¿Cuándo dices que llegará? – preguntó Elena por enésima vez.
─No tardará. Tranquila – contestó Clara – le he dicho que era importante.
─Espero que salga bien – murmuró Raúl serio – que sepáis que tengo mis
dudas.
─Tranquilo. Mi hermano es cabezota pero no es rencoroso – dijo Clara –
le estamos haciendo un favor.
─Si tú lo dices – musitó Sergio – pero quiero que conste que no estoy de
acuerdo.
─Pues te aguantas – respondió con frescura.
Estaban todos en casa de Clara esperando a que apareciera Alex. Habían
tenido que improvisar, habida cuenta de los acontecimientos que se habían
propiciado ese día. El fin de semana tenían pensado hacerle una encerrona a
Alex y llevarlo a la granja y así, que Elena pudiera hablar con el
tranquilamente pero dado que la familia había decidido otra cosa.
Adelantaron los planes para esa misma noche.
─¿Qué le has dicho a Gloria? – preguntó Júlia.
─Que me quedaba a dormir en casa de Clara, para terminar de preparar el
examen – explicó nerviosa.
─¡Esconderos! – exclamó Clara – está aparcando.
Todos salieron disparados de la cocina.
─Tú no Sergio – dijo cabeceando. El hombre tenía cara de sufrimiento –
y cambia esa cara o sospechará.
─No le faltaran motivos – murmuró.
─¿Qué has dicho?
─Nada.
─Hola melli – Alex se acercó a su hermana y le dio un beso en la mejilla -
¿Qué es eso tan importante que no podía esperar a mañana? Estoy agotado,
llevo conduciendo todo el día.
─Bueno, es que…Sergio tiene que explicarte algo – el aludido, de poco se
cae de la silla de la sorpresa. Alex enarcó una ceja a modo de pregunta - ¿Y
qué es?
─Bueno…- Sergio no tenía la menor idea de qué decirle a su cuñado. La
lumbreras de su novia no había pensado en una excusa plausible y le pasó a él
la patata caliente – es que no sé por dónde empezar – repuso buscando
tiempo.
─¿Ha pasado algo? – Alex se preocupó esperándose lo peor, al ver que su
amigo era incapaz de explicarle, lo que fuese que hubiera ocurrido.
─Toma, bebe – dijo Clara ofreciéndole un vaso de limonada. Alex lo
aceptó de buen grado, bebiéndose la mitad casi sin respirar.
─Gracias, estaba seco. No he parado para llegar pronto.
─¿Dónde has estado? – preguntó Sergio esperando ganar tiempo.
─Con unos criadores pero aunque me ha ofrecido que pasara la noche
allí, he preferido volver y francamente estoy agotado. Bien. ¿Dime qué pasa?
─Tu hermana y yo hemos decidido no casarnos – Alex se quedó blanco.
─¿Por qué? – preguntó incrédulo mirando de hito en hito a los dos.
─No estoy preparada – fue lo primero que se le ocurrió a Clara, después
de semejante mentira.
─Pero, está todo preparado. ¡Os casáis en tres semanas! – estaba pasmado
y se le notaba – chicos si habéis tenido algún problema…
─Alex. ¿Te pasa algo? – preguntó Sergio.
─No…no lo sé…estoy mareado – repuso llevándose las manos a la
cabeza.
Clara miraba con profundo interés a su mellizo. Esperaba no haberse
pasado con los somníferos. Alex levantó la cabeza pero se notaba que no
enfocaba bien.
─Clara…
─Esto… ¿No crees que está haciendo efecto demasiado rápido? –
preguntó Sergio inseguro.
─No lo sé. Es la primera vez que drogo a alguien – la cara de Alex era de
incredulidad.
─Clara…te voy a matar – dijo antes de desplomarse encima de la mesa.
Los demás aparecieron y se quedaron mirando a Alex.
─Espero que tengas razón y no sea rencoroso – murmuró Raúl con las
manos en los bolsillos – porque de lo contrario, nos hará picadillo.
─¡Oh Dios! – exclamó Sergio – a mí con poca cosa me parte en dos.
─¡Sois unos conbardicas! – dijo Clara con los brazos en jarras – venga,
cogerlo y lo llevamos al coche. ¿Has traído las cuerdas? – le preguntó a su
hermana.
─Si – repuso esta con la vista clavada en su hermano – si mamá se entera,
estamos muertos.
─Tranquila. No se lo dirá – dijo confiada. Los demás la miraron
esperando a que se explicara – antes se muere que reconocer, que le hemos
dejado cao y lo hemos secuestrado – dijo con una sonrisa malévola.
─En esta familia tenéis una vena de maldad muy profunda – dijo Raúl.
Clara sonrió impenitente, como si le hubiera hecho el mejor de los
cumplidos.
Llegaron a la granja y lo subieron con no poco esfuerzo entre los dos
hombres. Alex era un hombre de pesada osamenta y de una altura
considerable. Bajo las instrucciones que Clara impartía como si de un
pequeño general se tratase, lo llevaron a un dormitorio depositándolo con
suavidad en la cama. Lo maniataron al cabezal de hierro forjado, y se
quedaron mirándolo en silencio.
─¿Cuánto crees tú que tardará en despertarse? – preguntó Elena.
─No sé – todos se volvieron a mirarla - ¿Qué? No tengo la menor idea.
─¿Cuántos somníferos le has dado? – preguntó Raúl con gesto serio.
─Creo que tres.
─¿Crees?
─¡Clara! Uno era más que suficiente. Con razón se ha desplomado tan
deprisa – Júlia se acercó a su hermano preocupada, tomándole el pulso.
─Se puede tirar durmiendo hasta mañana por la noche sin problemas –
dijo mirando acusadora a su hermana.
─¡Oh Dios! Nos van a pillar – dijo Sergio angustiado – cuando tu madre
pregunte donde está Alex. ¿Qué le decimos?
─Pues no lo sé – dijo Clara perdiendo la paciencia – la culpa es tuya por
no explicarme cuantos tenía que ponerle – dijo volviéndose hacia Raúl.
─Te dije uno – la miraba escéptico ante esa acusación injusta.
─Pues a lo mejor se me olvidó con los nervios – reconoció mordiéndose
el labio - ¿Y ahora qué hacemos?
─Ahora vengo – dijo Raúl saliendo por la puerta. En pocos minutos,
estaba de vuelta con una jeringuilla en la mano.
─¿Qué vas a hacer? – pregunto Júlia aprensiva.
─Aplicarle un revulsivo – el silencio reinaba en la habitación con las
miradas fijas en Raúl y el durmiente – ya está. En pocos minutos, empezará a
despertar.
─¿Lo llevabas preparado? – preguntó Clara entrecerrando los ojos.
─Yo siempre voy preparado – contestó con arrogancia – nunca se sabe
cuando uno va a necesitar utilizarlo, con un amigo – añadió burlón.
─Creo que es mejor que os marchéis – musitó Elena con evidente
nerviosismo – prefiero estar sola cuando despierte – había perdido todo rastro
de color y se notaba que estaba haciendo verdaderos esfuerzos por aparentar
calma.
─Como quieras – dijo Clara – si pasa cualquier cosa, no tienes más que
llamar y estaremos aquí en pocos minutos – le aseguró dándole un abrazo.
─Te he dejado ahí la mordaza por si no te deja hablar y tienes que taparle
la boca – dijo Júlia. Raúl levantó las cejas en un gesto de asombro.
─Supongo que a nadie se le escapa lo que parece esta escena – exclamó
Sergio profundamente concentrado, en la visión del hombre atado a la cama.
Clara lo fulminó con la mirada.
─¿No querrás que lo atemos a una silla verdad bonito? – preguntó su
novia - ¡Ya sé lo que parece! Pero es mi hermano y no quiero que sufra.
─Tu amor fraternal me deja sin palabras – murmuró Raúl irónico –no
importa que esté atado, sólo que no sufra. Impresionante.
─¿He oído alguna idea mejor? – preguntó encarándose a los dos hombres
– porque hasta donde yo sé, ninguno aportó mucho.
─Hombre, alguna cosa se nos hubiera ocurrido, algo que no pasara por
drogar, secuestrar, y maniatar a nuestro amigo, casi hermano y cuñado –
contestó Sergio. Alex empezó a moverse aun con los ojos cerrados.
─Pues ya es tarde – dijo Elena con ansiedad – por favor, marcharos. Yo
asumo toda la responsabilidad y…muchas gracias – dijo mirándolos con
cariño – sois la mejor familia del mundo.
─Seguro – dijo Raúl saliendo por la puerta – hemos cometido al menos
tres delitos, y sólo en esta ocasión, sin contar la vez anterior.
─¿La vez anterior? – preguntó Sergio mientras lo seguía escaleras abajo.
─Cuando me secuestraron a mi – dijo mirándolo de soslayo.
─¡Ah! Bueno. Eso fue diferente.
─Creo que entonces te salvamos, pero el mundo está lleno de
desagradecidos – dijo Júlia desdeñosa.
─Yo no he dicho que no esté agradecido, sólo señalo el hecho, que esta
familia tiene una vena delictiva.
─Pues da gracias a esa vena delictiva o estarías criando malvas – atacó
con desprecio.
─Te tiene que costar un gran esfuerzo.
─¿El qué?
─Fingir delante del maravilloso Daniel, que eres dulce y cariñosa y no
una arpía artera y viperina – un sonido ahogado le llegó arrancándole una
sonrisa de satisfacción.
─¡No tengo que fingir! Daniel es un hombre maravilloso y saca lo mejor
que hay en mi – escupió.
─Me lo creo – respondió parsimonioso – pero tiene que ahondar mucho
para encontrarlo.
─Tú…tú… ¡Oh!...eres el mayor cretino…
─¡Parad de una vez! – exclamó Clara – espero que en algún momento,
arregléis vuestras diferencias de una maldita vez.
─¿Cómo puedes decir eso? – exclamó Júlia ultrajada - ¡Es él! ¿Has
escuchado lo que me ha dicho?
─Has empezado tú.
─¿Qué yo… - levantó el mentón en actitud arrogante metiéndose en el
coche con un tremendo portazo. Los otros tres, se sobresaltaron al unísono.
─No te rías o te suelto un sopapo – dijo Clara entre dientes a Raúl – si no
fuera porque es imposible, diría que lo haces a posta para verla saltar – Raúl
se rió entre dientes pero tuvo la prudencia de no decir nada.
Se marcharon en un silencio incomodo, roto sólo por la música del dial.
Mientras tanto, Elena estaba completamente concentrada, en el hombre
que estaba maniatado a la cama. Fue consciente del momento exacto, en que
enfocó la vista y toda la fuerza de su mirada, recayó sobre ella.
─¿Elena?
ÍNDICE
De sal Y Arena…
SIPNOSIS:
INDICE
CAPÍTULO I
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
CAPÍTULO V
CAPÍTULO VI
CAPÍTULO VII
CAPÍTULO VIII
CAPÍTULO IX
CAPÍTULO X
CAPÍTULO XI
CAPÍTULO XII
CAPÍTULO XIII
CAPÍTULO XIV
Adelanto de:
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