Resumen Spitz
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INTRODUCCIÓN TEÓRICA
Lo que se estudiará en este libro será la relación entre madre e hijo y qué ocurre entre ellos,
y la forma en que esa relación garantiza la supervivencia y se encarga del despliegue
psíquico de la personalidad. Se realizan los estudios a través de observaciones directas y
experimentos con niños.
Durante todo el primer año de vida (0-1 año) el infante está completamente desamparado.
El objetivo en ese periodo es mantenerse con vida, objetivo que requiere que la madre (o
quien cumpla su función) atienda a sus necesidades. Así se crea una relación
complementaria, una diada. A medida que pasa el primer año de vida el niño se va haciendo
más independiente. El crecimiento y desarrollo psicológico dependen del establecimiento y
despliegue progresivo de las relaciones de objeto cada vez más significativas (relaciones
sociales).
El pensamiento de Spitz se basa en el concepto de neonato de Freud: un organismo
psicológicamente indiferenciado (que carece de las funciones psíquicas - consciencia,
percepción, sensación…). Lo considera como una totalidad indiferenciada. Luego se
diferenciarán las funciones, estructuras, impulsos instintuales, como resultado de dos
procesos:
1. Maduración: despliegue de las funciones de la especie, innatas, que emergen en el
transcurso del desarrollo embrionario;
2. Desarrollo: aparición de formas, funciones y conductas, resultados de intercambios
entre el organismo y el medio (interno y externo).
En ese organismo psicológicamente indiferenciado no hay “yo” alguno, no existe Complejo
de Edipo o un superyó; tampoco existe ni simbolismo ni pensamiento por medio de
símbolos, por lo tanto no hay interpretación. No hay lenguaje ni mecanismos de defensa.
Proposiciones psicoanalíticas
● El punto de vista genético: todo fenómeno psicológico puede ser estudiado a través
de su ontogénesis, hasta su origen psicológico. Ésto nos hace retroceder al
nacimiento, a la embriología y la filogenia;
● La teoría de la libido y las zonas erógenas. Libido: la fuerza (concebida como
cuantitativamente variable y mensurable) de los instintos sexuales dirigidos hacia un
objeto. Agresión: indica la presión y la dirección en relación con el objeto.
● Las series complementarias;
● El punto de vista adaptativo: la explicación psicoanalítica de todo fenómeno
psicológico incluye la relación con el medio ambiente.
Factores congénitos
El equipo congénito es aquello con que el recién nacido está dotado y lo hace único. Consta
de tres partes:
1. el equipo heredado, que determina los genes, el adn, el arn etc;
2. las influencias intrauterinas durante la gestación;
3. las influencias durante el parto.
El objeto libidinal
Spitz no está de acuerdo con la proposición del trauma del nacimiento ya que como Freud
afirma, al nacer no hay consciencia.
Para confirmar ésto, hizo registros de 35 partos, efectuados sin anestesia ni sedantes, y de
las dos semanas siguientes. El resultado fue que la reacción del recién nacido no puede ser
llamada traumática. La reacción es pasajera y dura muy pocos segundos. Es un breve
estado de excitación que demuestra displacer (emoción). Se suscitaba cuando el neonato
era expuesto a una estimulación suficientemente fuerte para rebasar la barrera. La
contraparte no son manifestaciones de placer, sino de sosiego ya que esa situación
negativa constituye un proceso de descarga (procesos fisiológico).
¿Cómo percibe el recién nacido los estímulos venidos del exterior? Lo explica haciendo
referencia al experimento de Von Senden.
Von Senden investigó a 63 sujetos ciegos de nacimiento que luego fueron operados de
cataratas congénitas. La “bendición” que les era otorgada no era tomada así por ellos, en
cuanto a que tuvieron que aprender a ver con gran esfuerzo. Con esfuerzo, porque habían
establecido sus relaciones con el medio con los sentidos que les quedaban y adquirieron un
código firme de signos y señales significativos. A partir de ellos formaron su “imagen”del
mundo.
Cuando pueden ver, después de la operación, los estímulos recibidos no tenían significación
y perturbaron el código de señales ya existente.
Esa misma experiencia puede aplicarse al neonato (primeros 6 meses) pero con una
diferencia. Al contrario de las personas luego operadas, los neonatos no tienen un sistema
de señales ya organizado, por tanto los estímulos que le llegan desde lo visual son igual de
nuevos que los otros sentidos. Cada estímulo debe primero ser transformado en una
experiencia significativa, para luego convertirse en una señal a la cual se le agregarían otras
para ir construyendo la imagen del mundo.
Esa experiencia requiere de ciertas condiciones:
1. la creación de la barrera contra los estímulos;
2. el proceso de dotar de significación lo estímulos debe ser gradual;
3. el clima creado por la madre deber proteger al sujeto de los estímulos fuertes;
4. la madre ayuda al neonato a tratar con los estímulos que provienen de su interior;
5. la reciprocidad entre madre e hijo.
En fin, los datos de Von Senden mostraron que la percepción se aprende, se coordina, se
integra, se sintetiza.
Hasta ahora no sabemos si el neonato percibe cosa alguna. Lo que pueda llegar a percibir
lo podemos inferir. Una base sobre lo que inferir son los estudios de Von Senden sobre la
percepción visual de los ciegos de nacimiento operados, luego, de cataratas congénitas.
El caso número 65 es el de una muchacha de 18 años. Ella cuenta que lo que miraba no
significaba nada, eran una multitud de resplandores distintos. Ni siquiera estaba segura de
que esas sensaciones le llegarán de los ojos hasta comprobarlo cerrando los párpados.
Las informaciones esenciales que este caso nos proporciona son:
1. la percepción empieza como una totalidad: con el desarrollo se van separando cada
una de las modalidades perceptivas. La maduración también aporta a este proceso.
2. La percepción, en el sentido en cómo perciben los adultos, no está presente desde
el principio, debe aprenderse.
Algunos problemas surgidos por las referencias de estos pacientes fueron estudiados
experimentalmente por Fantz. Él quería validar (o no) la posición de que la percepción de la
forma es innata y hereditaria, tanto en el animal como en el ser humano.
Esta tesis logró confirmarla en el caso de los pollitos. Éstos son capaces desde el
nacimiento de percibir formas tridimensionales de manera innata, sin aprenderla. Esta
capacidad es de gran valor para su supervivencia. Siendo el pollito un animal precocial,
osea un animal cuya cría nace cubierta de plumón o vello y son capaces de andar, debe
procurarse alimento desde el primer momento. Para eso debe ser capaz de percibir el
objeto alimenticio.
El hombre, por el contrario, es altricial, es decir pertenece a una especie cuyos pequeños
nacen desamparados por lo que requieren de crianza durante un tiempo luego del
nacimiento. El hombre, al nacer, es incapaz de locomoción, de toda conducta volitiva,
requisitos indispensables para la supervivencia. No así es necesaria la discriminación
visual. Pero es de vital importancia el cuidado paternal (de lo contrario moriríamos).
Los resultados de Fantz parecerían indicar que el niño recién nacido podría percibir formas.
Cosa que sería contradictorio con lo afirmado por Von Senden a través de sus referencias
de los nacidos invidentes. Pero se salva la contradicción en cuanto a que a pesar de que los
invidentes no distinguen formas, sí distinguen diferencias desde el primer momento. En todo
caso no se puede afirmar ciertamente que el infante perciba formas. Sí se puede afirmar
que percibe diferencias.
Al nacer el niño únicamente responde a las sensaciones del propio cuerpo. El estudio de
Von Senden demuestra que las sensaciones son generalizadas, extensivas y sin
localización. Pero hay una zona perceptual que actúa de forma específica desde el
nacimiento: la zona de la boca y la cavidad oral. Ahí se encuentran las sensaciones venidas
del exterior con las del interior.
La estimulación de esta zona suscita un movimiento de la cabeza hacia el estímulo, además
del chasqueamiento de los labios. Así se origina el reflejo de mamar, el cual es seguido del
reflejo de asir (cerrar el puño cuando se siente un estímulo en la palma). El reflejo de asir el
pezón con la boca seguido con el de succionar es la única conducta dirigida del bebé.
La cavidad oral (incluyendo la faringe) representa lo externo y lo interno por lo que es
intrarreceptora y extrerreceptora. Su estimulación comporta una conducta dirigida, además
toda percepción empieza ahí.
El desarrollo va de la percepción por contacto a la percepción a distancia. El cambio se
produce por medio del instrumento de las relaciones de objeto.
Al mamar, el bebé siente el pezón en la boca (percepción por contacto), y además ve el
rostro de la madre (percepción a distancia). La fusión de las dos percepciones abre camino
a un cambio gradual de la orientación a través del contacto a la orientación a través de la
visión.
El contacto oral es discontinuo. Es diferente de la percepción visual, la cual aporta
seguridad, continuidad pero no contigüidad. Ésto es lo que hace a la perceptividad guiadora
del hombre. Comporta el comienzo de la permanencia y de la formación del objeto.
En el neonato el sistema perceptual central de la cavidad oral subordina las sensaciones de
los tres órganos perceptuales ancilares presentes al nacer (osea la mano, el laberinto
auditivo y la epidermis), que actúan conjuntamente. Sus sensaciones son “sentidas” como
una experiencia situacional unificada. Esa experiencia es de naturaleza consumatoria, es
decir procura la satisfacción de la necesidad y reduce la tensión tras un periodo de
excitación no grata. Además, es iterativa, se repite cotidianamente cinco o seis veces por
dia.
En el neonato los afectos pueden observarse de manera rudimentaria, por eso el autor
habla de excitación negativa y de, su contrario, la quiescencia, precursores de los afectos.
Por ejemplo en el “grito del nacimiento” la necesidad y la satisfacción son muy manifiestas.
A partir de esas dos (la necesidad y la satisfacción) surgen las primeras percepciones.
En la vida del neonato las necesidades se repiten reiteradamente con breves intervalos.
Pero su satisfacción no siempre llega de inmediato, puede existir una demora. Esa demora
tiene un papel muy importante en el desarrollo adaptativo. La frustración que la acompaña
está en el origen de la conducta adaptativa.
La respuesta sonriente hacia el rostro de una persona se da desde el comienzo del 3er mes
de vida hasta los 6 meses. Deben existir ciertas condiciones para que surja, por ejemplo
que el rostro se muestre de frente para que el niño pueda ver los dos ojos y que el
semblante tenga movimiento (o la boca o la cabeza deben estar moviéndose).
.La configuración determinada al cual el niño sonríe es el sector formado por la frente, los
ojos y la nariz. Además se requiere del movimiento porque es la manera más simple de
separar la figura, del fondo. Igualmente, según el estudio de Spitz, no hay certeza de que en
los dos primeros meses el niño sonría. Por el contrario, sí hay certeza de que luego de los
6 meses el niño solo sonríe a un rostro humano conocido y no frente a un extraño.
La respuesta sonriente consiste (durante el 3er mes de vida hasta el 6to) en la primera
manifestación activa de conducta, dirigida e intencional, pero no es una respuesta en cuanto
a que reconoce un congénere humano sino que es solo en respuesta a un signo. Es
demostrado por el hecho de que sonríe también frente a una máscara y no así cuando la
cabeza está de perfil y/o no se ve el rostro entero.
Luego de 4 o 6 meses recién puede el bebé reconocer el rostro de una persona u otra. Dota
ese rostro con los atributos del objeto. Es el indicador visual externo del proceso
intrapsíquico de la formación del objeto libidinal.
Spitz habla de preobjeto, como referencia a la Gestalt signo del rostro que el niño reconoce
a los tres meses. Es la transición de una “cosa” al establecimiento del objeto libidinal. El
objeto libidinal se distingue de los otros dos por haber sido dotado de cualidades esenciales
en el curso del intercambio entre la madre y el hijo. En ese intercambio, el que luego será
objeto libidinal, es investido de catexia libidinal.
En consecuencia una muñeca mecánica no podría nunca educar a los niños porque es la
relación del intercambio con un congénere o con la madre la que proporciona un circuito de
conducta en donde es primordial el afecto. Cuando el infante experimenta una necesidad,
eso provocará en ella (la madre) un afecto que le llevará al intercambio de conducta. Ella
obrará como si “hubiera entendido” cual es la necesidad del niño. Además, uno es
complemento del otro. La madre proporciona lo que el niño necesita y el bebé también
proporciona a la madre lo que ella necesita, aunque esto sea menos evidente.
Durante el 1er año de vida, el infante pasa de tener una percepción pasiva a tener
relaciones de objeto activas. El ejemplo de la adquisición de la palabra ayuda a la
explicación.
Al principio la vocalización del infante sirve para descargar la tensión. Luego sufre
modificaciones y se convierte en un juego en donde el pequeño imita y repite los sonidos
que él mismo produce. Hasta el tercer mes no identifica de dónde vienen los sonidos, no se
da cuenta que provienen de él. A partir de la maduración de los sentidos, en el tercer mes,
se da cuenta de los sonidos que él produce y se divierte con ellos (obtiene placer en
producir el mismo un estímulo). Hay una transición desde un nivel narcisístico (el niño se
toma a él mismo como objeto) a un nivel de las relaciones de objeto (final del primer año de
vida; el niño repite sonidos de la madre).
El afecto de la madre es importantísimo para el desarrollo del neonato, porque su afecto
servirá para orientar los afectos del niño. Las conductas patológicas de una persona pueden
ser originadas a partir de una perturbación en la relación madre-hijo.
Las consecuencias y significación del establecimiento del primer precursor del objeto
libidinal son:
A. En este período el infante se vuelve desde la recepción del estímulo venido desde
adentro, hacia la percepción del estímulo venido desde afuera.
B. Empieza a funcionar el principio de la realidad.
C. El hecho de reconocer y sonreir a un rostro humano implica que se produjo la
división del aparato psíquico en consciente, preconsciente e inconsciente porque se
han depositado rastros de recuerdos.
D. Hay un cambio catéxico desde la representación sensorial del precepto al rastro
mnémico comparable de dicho objeto.
E. El d) implica el pensamiento.
F. Se marca el albor de un yo rudimentario, se separa el yo del ello y ese yo
rudimentario comienza a funcionar. Este mismo es llamado por Freud, yo corporal.
G. La función protectora de la barrera.
H. Cambio de la pasividad a la actividad dirigida.
I. Comienzos de las relaciones sociales del hombre.
El primer año de vida es un período muy plástico. Hay muchos cambios y progresos en un
corto período de tiempo. Durante este período, el niño va pasando por distintas etapas.
Cuando surge la respuesta sonriente es el fin de la primera etapa (etapa de la no
diferenciación, el desamparo y la ausencia de un yo firme son las causas de esa
plasticidad).
Luego, sigue una etapa transicional, en donde las experiencias del infante tienen
consecuencias trascendentales en la constitución de la psique ( si es expuesto a trauma en
esas etapas transicionales las consecuencias son graves). Cada etapa transicional es
vulnerable a ciertos traumas y a otros no porque en cada una se desarrollan dispositivos
adaptativos apropiados para la edad en la que se encuentra el niño.
Por la existencia de la etapas transicionales, un mismo estímulo toma significados
diferentes de acuerdo con la etapa en la que se encuentra. Por ejemplo; se le muestra una
careta de Halloween a un niña a los tres meses, a los 7 meses y medio y a los 14 meses
(son periodos transicionales). Los resultados de los cambios de significado y de respuesta
son:
1. A los tres meses, provocó una respuesta sonriente. La niña estaba en transición de
la etapa sin objeto a la preobjetal. En presencia de la Gestalt signo, la niña responde
sonriendo, queda integrado un yo rudimentario.
2. A los 7 meses y medio la niña se rió de la máscara, se le acercó sin temor y trató de
arrancarle las canicas que le servían de ojos, mientras intentaba subirse a las
rodillas del observadora. La transición era de la etapa de la Gestalt signo a la de
Las diferencias entre infante y adulto son citadas en el texto. Por ejemplo que un infante
soporta mejor el dolor que un adulto y asimismo que soporta mejor la apnea que el adulto. Y
también que un cambio en el medio de un adulto no le afecta tanto cuanto le afecta al niño,
tanto que podría tener graves consecuencias. El desarrollo del niño en el primer año de vida
no es una línea curva perfecta, sino que presenta cambios de dirección que coinciden con
la transformación de la psique. Para abordar el estudio de esas transformaciones Spitz
utilizó el concepto de “organizador” (derivado de la embriología). Los organizadores son
puntos críticos en el desarrollo del infante. Una convergencia de diversas corrientes del
desarrollo dentro del aparato psíquico. Son importantes para el progreso y el orden sin
obstáculos del desarrollo infantil. Cuando la consolidación del organizador se desvía, el
desarrollo se detiene (aunque la maduración puede seguir su curso).
El papel de yo
El yo es la esfera de la psique que media entre las relaciones con el exterior y el interior.
Sirve para el dominio y la defensa. O sea que realizan las descargas de tensión
innecesarias y dañinas, además de que excluyen estímulos inoportunos y admiten los
deseables. También realizan la adaptación a esos estímulos.
El yo no está presente en el neonato. Si los estímulos son muy fuertes y pasan la barrera,
pueden provocar la modificación de la personalidad, hasta ahora no diferenciada.
A través del desarrollo del yo rudimentario, los estímulos exteriores comienzan a modificar
esa organización rudimentaria que está formándose. Al desarrollarse el yo, podrá contener a
los estímulos y dominarlos. Esa dominación determinará su estructura y organización.
Como se ha dicho previamente, durante el 1er año de vida, el sensorium del infante cambia
desde la percepción cenestésica hacia la percepción diacrítica. Esta recepción y las
respuestas correspondientes a las sensaciones cenestésicas son evocadas por las señales
y los estímulos, señales no verbales, no dirigidas.
Aquí, surgen tres preguntas (con respectivas respuestas):
1. ¿Cómo y porqué logra recibir el infante las señales cenestésicas a una edad en que
es incapaz de percibir las señales diacríticas?
2. ¿En qué categorías de la conducta adulta humana pueden hallarse esa señales?
Las señales afectivas maternas se convierten en una forma de comunicación para el niño.
Esa comunicación ejerce una presión constante que conforma la psique infantil junto con el
aflojamiento, alternándose entre ellos, influyendo ahora una función ahora otra, retardando
unas, facilitando otras.
Los afectos placenteros surgen a partir de los 3 primeros meses. La respuesta sonriente es
la manifestación más notoria.
Las manifestaciones de displacer se vuelven cada vez más específicas también en los
primeros 3 meses. Y se manifestarán sólo si su compañero humano de juego lo abandona
(y no por ejemplo si le sacas un juguete de la mano). Recién a los 6 meses, manifiesta su
placer o displacer relacionándolo con “cosas”.
Los dos tipos de afectos son las dos experiencias afectivas principales de la primera
infancia, porque facilitan y aseguran el almacenamiento de los rastros mnémicos de los
hechos situacionales externos. Éstos además, son los resultados finales percibidos de los
procesos de descarga. El papel de ambos es igual de importante en el desarrollo psíquico y
de la personalidad. Así como también el papel de la frustración, porque la naturaleza misma
lo impone.
Al nacer estamos sujetos a la frustración de la asfixia, que nos obliga a adquirir la
respiración pulmonar. Siguen las reiteradas frustraciones de sed y hambre, que nos obligan
a buscar e incorporar alimento y a activar y desarrollar la percepción.
Por lo tanto entonces, la frustración va implícita en el desarrollo y la afirmación del yo.
Entre el sexto y el octavo mes se produce un cambio decisivo en la conducta del niño hacia
los otros. La capacidad perceptiva diacrítica ya está bien diferenciada por lo que ahora el
infante distingue claramente entre amigo y extraño.
Si un extraño se le acerca puede:
La angustia del 8vo mes es el segundo organizador. Señala una nueva etapa del desarrollo
infantil en el cual su conducta y personalidad sufren un cambio considerable.
El segundo organizador comporta que la forma en que se expresa el desagrado, como la
percepción y el reconocimiento del estímulo que provoca displacer se hacen más
específicos. Implica también el establecimiento del objeto libidinal que, además, comporta
que la persona dotada con los atributos del objeto ya no puede intercambiarse con cualquier
otro individuo.
Hay tres corrientes del desarrollo que deben marchar paralelas:
1. la cristalización de la respuesta sonriente;
2. la integración del yo;
3. la consolidación de las condiciones de objeto.
Otros cambios que lleva consigo el establecimiento del 2do organizador:
1. en la esfera somática: la consolidación del funcionamiento diacrítico del aparato
sensorial;
En capítulos anteriores, el autor afirmó que el impulso libidinal y agresivo participan en igual
medida en la formación de las relaciones de objeto. Esos dos impulsos se diferencian entre
sí en los primeros 3 meses (como resultado de los intercambios entre madre e hijo). En ese
periodo los impulsos se “apoyan” en la satisfacción de las necesidades orales del infante. La
madre satisface estos deseos orales del infante.
Spitz supone que en ese periodo (durante los primeros 3 meses) el infante tiene dos
objetos:
● el objeto malo: contra el cual está dirigido la agresión;
● el objeto bueno: hacia el cual se vuelve la libido.
Este periodo se llama etapa ambivalente. Es la etapa en donde se desarrolla el yo
rudimentario. Por ese desarrollo del yo el niño puede distinguir entre los dos objetos. Luego,
aproximadamente a los 6 meses, se produce una síntesis. Se combinan “madre buena” con
“madre mala” y surge una sola madre: el objeto libidinal propiamente dicho. El impulso
libidinal predomina sobre el agresivo (porque la madre satisface las necesidades del niño).
Por eso también se denomina objeto amoroso.
Reprimiendo o facilitando unos de los dos impulsos, se pueden deformar las relaciones de
objeto. Sólo puede hacerlo la madre. Sus conductas y actitudes dependen por completo de
las instituciones y de la cultura en que se encuentra ella.
El autor menciona dos casos para explicar ésto:
- primero, probablemente bajo el influjo de la psicología de la conducta, el objeto malo
se acentuó en la crianza del niño de EEUU luego de la Primera Guerra Mundial
hasta el 1942. Durante ese periodo se los crió sujetos a un horario rígido, con
cantidad de alimento prescrita, se instruian a las madres que no “mimaran” a sus
hijos;
- luego de 1940 se instó a las madres a seguir el horario de autodemanda que
consiste en dar de mamar o alimentar al niño cuando éste manifieste que lo desea.
La primacía del instinto libidinal sobre el agresivo, servirá para cuando las frustraciones
serán más intensas y con más duración. La capacidad de tolerar la frustración es el
comienzo del principio de realidad. Es la formulación de una función de rodeo, la
satisfacción inmediata del impulso debe de ser aplazada, pospuesta, para así lograr una
satisfacción más adecuada.
Eso es un paso más en la humanización del hombre. El paso siguiente es el de pensar y
juzgar. Permiten la regulación de los impulsos canalizando su descarga en actos volitivos.
Luego de la aparición de la angustia del 8vo mes, aparecen muchos patrones nuevos de
conducta, y aún más importante, nuevas formas de relaciones sociales; además el niño
empieza a comprender prohibiciones y órdenes. También aumenta su participación en
juegos de reciprocidad (por eso si se le tira una pelota rodando, la tira de vuelta).
Imitación e identificación.
Luego del segundo organizador, los cambios más importantes son la comprensión
progresiva del niño a las prohibiciones y el comienzo de los indicios de identificación.
El gesto negativo “no” es el primer concepto abstracto porque imita el gesto seleccionando
las situaciones para usarlo.
Cómo lo adquiere? explicación proveniente de la Gestalt: el niño memoriza más las
acciones inconclusas que las conclusas. La madre, al prohibir las cosas, esas quedan
inconclusas y son favorecidas para la memorización.
Explicación proveniente del psicoanálisis: cada “no” de la madre representa una frustración
emotiva para el niño. Además, la prohibición interrumpe una iniciativa del niño. Lo empuja
de la actividad a la pasividad, ésto provocará intolerancia. El niño se encuentra atrapado
entre: el vínculo libidinal (que lo atrae hacia la madre), y la agresividad (provocada por la
frustración inducida por la madre). El niño entonces deberá recurrir a una solución de
compromiso, osea la “identificación con el agresor”. Cuando esto ocurre, irá seguida por un
ataque contra el mundo exterior. Ese ataque toma la forma de “no”, comienza la fase de la
obstinación (alrededor de los 2 años).
El tercer organizador.
El gesto negativo de la cabeza tiene sus orígenes en el reflejo de mamar (ya a los 3 meses
luego de la concepción, en el feto ya está presente la conducta de mamar). Biológicamente
es una conducta anticipatoria.
Enseguida luego del nacimiento, el bebé comete movimientos rotativos con la cabeza para
encontrar el pezón y adquirir su alimento.
Luego de los 6 meses, ese movimiento rotativo de la cabeza lo utiliza (cuando ya está
satisfecho) para rehuir al alimento.
Todavía, esos movimientos son conductas (no gestos semánticos).
Durante el desarrollo, los patrones motores del movimiento de cabeza negativo, recorren
tres etapas:
1. al nacer: el hociquear es una conducta afirmativa, puesto que Freud afirma que el
“no” no existe en el inconsciente, y el recién nacido no es consciente;
Así como hay predecesores del movimiento negativo de cabeza desde el nacimiento (y
antes aún), se esperaría que haya lo mismo para la afirmación. Pero no hay indicios de
movimientos verticales en la conducta hociqueante.
Ese prototipo de gesto afirmativo, también se encuentra entre los patrones de conducta
conectados con el amamantamiento. No se halla presente al nacer (aparece a los 3 meses).
De los 3 a los 6 meses, ya puede mover libremente la cabeza, y entonces cuando está
mamando si se le retira el pezón buscará aproximarse de nuevo con movimientos verticales.
Se asemejan al patrón motor de la cabeza que saluda (son sus primeros prototipos).
En el 2do año de vida, adopta un significado semántico convirtiéndose en gesto afirmativo
(puede ocurrir varios meses después del de negación).
Hay un promedio estadístico que indica la normalidad en términos del logro medio del
infante en un nivel dado de edad.
Los tests, son otro criterio de normalidad. Dividen los logros del infante y sus realizaciones
en el primer año de vida en 6 sectores, en cada uno de esos sectores el infante debe
avanzar en distinta proporción. En algunos niños se encuentra que la proporción entre los
sectores individuales permanecen invariables mes a mes. El desarrollo ha sido inhibido por
alguna influencia originada en la relación madre-hijo.
Cuando la relación de objeto es normal, es satisfactoria sea para la madre que para el hijo
(aunque a ellos les satisfacen cosas distintas).
Comenzamos con la madre. Cuando todavía está embarazada, su apego al bebé no puede
distinguirse del apego a su propio cuerpo. Cuando a través del parto el bebé se distingue
del cuerpo de la madre, debe renunciar al sentimiento de que el niño era aún algo idéntico a
ella.
Es un proceso gradual. Durante largo tiempo los logros del niño serán sus propios logros y
todos los defectos del infante su propio fracaso. Para la madre su niño es el principal objeto
amoroso y por ende una fuente de satisfacción. La satisfacción que cualquier madre puede
obtener de sus relaciones con su hijo está determinada por numerosos elementos:
A. a través de la naturaleza de los elementos constitutivos de su propia personalidad;
B. a través de la transformación que esos elementos han sufrido hasta el momento en
que ha parido su hijo;
C. de la manera en ese hijo determinado, en virtud a su equipamiento congenital, tiene
la capacidad de efectuar la síntesis de esos distintos elementos en la personalidad
de la madre, así como de encajar en las circunstancias de la realidad exterior.
Con respecto al niño, el organismo del niño está en constante despliegue y desarrollo por lo
que las satisfacciones cambian también rápido en cada nivel sucesivo. En el nivel más
primitivo, las satisfacciones están más ligadas a lo fisiológico que a lo psicológico. Cuando
surge el yo, las satisfacciones de infante se satisfacen a medida que se complejizan las
relaciones con la intervención de la relación con la madre.
Cuando uno de los participantes (de la relación madre-hijo) obtenga satisfacción, el otro
también. Si esa armonía falta (más comunmente por malas influencias del medio de la
madre), puede conllevar a grandes perturbaciones.
Hay varios cuadros clínicos para tales perturbaciones, cada uno vinculado con una
incorrección determinada. El cuadro clínico parece ser en consecuencia de un patrón de
conducta maternal dada. Se puede decir que la personalidad materna actúa como agente
provocador de la enfermedad (como una toxina psicológica). Por esta razón, Spitz llamó a
este grupo de perturbaciones en las relaciones de objeto enfermedades psicotóxicas de la
infancia.
Spitz distinguió una serie de conductas maternales dañinas, cada una vinculada con una
perturbación psicotóxica específica del infante:
- franca repulsa primaria;
- tolerancia excesiva angustiosa primaria;
- hostilidad enmascarada de angustia;
- fluctuaciones entre el mimo y la hostilidad;
- oscilaciones cíclicas del humor de la madre;
- hostilidad consciente compensada.
Privar al infante en su primer año de vida de las relaciones de objeto lleva a graves
perturbaciones emocionales. Por ejemplo cuando se los priva de la madre sin ofrecerles un
sustituto adecuado, les privamos de los suministros libidinales.
En el caso de la privación parcial, obtienen ese suministro insuficientemente. Se denomina
esta segunda categoría enfermedades defectivas psicogénitas emocionales. Las
consecuencias de la deficiencia emocional se dividen en dos categorías (según la extensión
de la privación del niño):
- defectividad parcial;
- defectividad total.
Hostilidad enmascarada de
Eczema infantil.
angustia.
Hostilidad consciente
Hipertimia agresiva.
compensada.
La reacción del recién nacido hacia la madre que no quiere aceptarlo, en los casos
extremos, es que el bebé se vuelve comatoso, extremadamente pálido y de sensibilidad
reducida. Parecen hallarse en estado de shock. El tratamiento consiste en enema salino,
glucosa en inyección intravenosa o transfusión de sangre. Luego de curarse esos niño
deben aprender a succionar mediante estimulaciones.
El autor describe 2 casos de esta repulsa masiva:
- el primero es de una adolescente de 16 años que queda embaraza. El embarazo y el
parto fueron acompañados por un sentimiento de culpabilidad muy grande.
El proceso de amamantamiento no tuvo éxito, ya que la madre pretendía no tener
leche. Durante el amamantamiento la madre se comportó como si su bebé fuera
completamente ajeno a ella y ni siquiera se tratara de un ser viviente. Luego de 5
días, el bebé era mantenido con la leche exprimida del pecho de la madre. En uno
de los intentos, se ve al bebé sumirse en un estado de estupor semicomatoso. Hubo
que emplear métodos energéticos, que incluían la alimentación con sonda para
sacarlo de ese estado.
Al mismo tiempo se hizo un intento de educar la madre para que hiciese posible el
amamantamiento. Luego de esas instrucciones, el amamantamiento prosiguió con
cierto éxito y el bebé se repuso. A causa de esa repulsa masiva desde el principio, el
bebé sufrirá secuelas psicosemánticas.
- El segundo caso se trata de un bebé que desde el principio es alimentado del pecho
de la madre. Luego la madre se niega a hacerlo y lo alimenta con biberón. Durante
los 2 tipos de alimentación la madre rebosaba de quejas y recriminaciones, todo
porque el niño vomitaba. Luego de tres semanas la madre se enferma y es
hospitalizada y separada del hijo. Los vómitos del niño cesan y regresan cuando la
madre vuelve. En este caso la repulsa pasiva no está dirigida contra el niño en sí,
sino contra haberlo tenido, contra la maternidad (repulsa sin objeto). Pero cuando el
niño empieza a desarrollarse y su personalidad especificarse, la hostilidad materna
se hace más dirigida a él. Esa hostilidad proviene de su historia personal, de su
relación con el padre del niño, de la forma en que ambos lograron (o no) resolver el
conflicto edipiano. La respuesta del infante, ya que se encuentra en la primera etapa,
la etapa oral, es completamente lógica que los síntomas de las perturbaciones
descritas, sean síntomas orales (como la parálisis de incorporación alimenticia -
caso 1- o el vómito - caso 2).
Es una actitud maternal que puede ser considerada una forma especial de protección
maternal excesiva. Relacionado con este tipo de conducta es el “cólico del tercer mes”
(pueden empezar a partir de la tercera semana hasta el final del tercer mes).
Los cólicos del tercer mes fueron denominados diátesis espásticas. Se atribuía su origen a
una incapacidad para asimilar la leche materna.
Algunos pediatras españoles y sudamericanos estudiaron este fenómeno y encontraron que
niños provenientes de instituciones no eran afectados por este fenómeno. Luego Spitz
también lo confirmó.
La explicación de Soto (uno de los pediatras) era que en las instituciones no se “miman” a
los niños. Observó un caso de una excepción. Un niño de 6 semanas fue adoptado por una
señora que según él le daba al niño “demasiadas atenciones”. La rutina de la alimentación
en punto, que prevalecía en el orfanato, así como la ausencia completa de solicitud
maternal son las explicaciones que da Soto para la inmunidad al cólico del tercer mes.
Esta explicación fue confirmada por Spock, que también creer que la solicitud demasiado
ansiosa de la madre puede ocasionar cólicos.
Estudiaron a 28 bebés con cólicos, todos eran criados en sus hogares según el horario de
la autodemanda, osea dar la leche al bebé cuando él la desea (puede ocasionar la
tolerancia angustiosa excesiva). Ésto llevó a un caso de una mamá que le dio la leche al
bebé 28 veces en 24 horas.
Levine y Bell mencionaron además otro factor. Los 28 bebés mostraban un tono muscular
de una elevación notable sobretodo en el abdomen. Afirmaron que el remedio del cólico era
el uso del chupete, que ayuda a desaparecer el cólico.
Consideraciones teóricas.
De los hallazgos de los diversos observadores, emerge que si los recién nacidos con
hipertonicidad congénita son criados por una madre que tiene un exceso de preocupación
angustiosa, padecerán el cólico del tercer mes. Se establece un círculo vicioso entre esos
dos aspectos en particular cuando se pone en práctica el plan de alimentación de
autodemanda. Una madre extremadamente solicita reacciona a toda manifestación del bebé
alimentándolo. También lo provoca el sentimiento de culpabilidad de la madre, que le quiere
dar más de comer para aliviar la culpa.
Con respecto al infante hipertónico, esa tensión debe descargarse más frecuentemente que
un “bebé normal”. El órgano de descarga de la primera infancia es la boca. Cuando el niño
está mamando, a parte de alimentarse, descarga la tensión.
Así se crea el círculo vicioso:
¿Por qué desaparece el cólico luego de los tres meses? Primero porque la madre aprende a
interpretar el llanto del bebé, y luego porque el niño comienza a efectuar sus primeras
respuestas dirigidas hacia su medio ambiente, por lo que las actividades corporales
aumentan y sirven de descarga de tensión.
Consideraciones prácticas.
El chupete propuesto por Levine y Bell es un método ingenioso que interrumpe el círculo
vicioso descrito previamente. Porque le proporciona un medio de descarga. Otro método es
acunarlo o mecerlo. En algunas culturas indígenas donde los bebés se los acarrea
atandolos con una tela en la espalda o en la cintura, hace que descarguen más tensión y
además proporcionan una estimulación perceptual en el nivel de la receptividad.
Cuando los niño presentan eczema infantil se observó que las madre manifestaban angustia
acerca de sus hijos. Esa angustia corresponde a la presencia de cantidades inusualmente
grandes de hostilidad inconsciente reprimida.
Los estudios psiquiátricos presentados por el autor son de niños que viven en una
institución penal para muchachas de 14 a 23 años. Ellas daban a la luz durante su condena
y podían quedarse con su niño en esa institución (todas tenían conflictos penales).
Así que, había una elevada cantidad de niños que sufrían de eczema infantil a partir de la
segunda mitad del primer año (desaparecía a los 12-15 meses). El médico de la institución
trató de buscar soluciones fisiológicas para el problema, pero éste persistía. El problema
debía originarse por factores psicológicos.
Así estudiaron todos los datos de todos los bebés y encontraron que las diferencias entre
aquellos que sufrían de eczema y los que no, se basaban en dos factores: una
predisposición congénita, y un factor psicológico, originado en el medio, que en esa
institución se limitaba a la relación madre-hijo.
Las diferencias entre los dos grupos de bebés con respecto a los reflejos era que había una
diferencia estadísticamente significativas en los reflejos cutáneos. Los bebés que luego
presentarían eczema tenían una exitabilidad cutánea mucho más elevadas que el otro
grupo de bebés. Pero como el eczema se presentaba luego de los 6 meses, había que
descartar la vulnerabilidad de la piel. La diferencia central entonces se encontraba en las
relaciones de objeto.
Habría una gran diferencia en las manifestaciones de la angustia del 8vo mes. En los niños
con eczema se presentaba muy poco la angustia del octavo mes. Por el contrario en los que
no presentaban eczema, la angustia del octavo mes se manifestaba en la mayoría de los
casos.
Todo eso indica la presencia de algo patológico, nos previene que el niño ha quedado
retrasado en su desarrollo afectivo debido a perturbaciones de las relaciones de objeto
(osea de la relación madre e hijo). Se exploró psiquiátricamente las madres de los niños con
eczema. Ellas mostraron una actitud de angustia manifiesta acerca de sus hijos. Bajo esa
angustia igualmente se hallaba una grande hostilidad inconsciente reprimida. La mayoría de
esas muchachas estaban encarceladas por mal comportamiento sexual. En realidad es la
conducta sexual media de la mayoría de la población femenina no casada. Pero esas
muchachas habían sido sorprendidas en el acto delictivo y en un medio rural que no admite
el quebrantamiento de las costumbres. Ellas tenían personalidades manifiestamente
infantiles. Además otra particularidad era que no les gustaba tocar a sus hijos y tenían una
preocupación exagerada (como algo compensativo al exceso de hostilidad inconsciente).
Los gráficos del desarrollo de los niños, revelaron otra particularidad en esos niños.
Mostraron un retraso característico en el adquirir conocimientos y también en el de las
relaciones sociales. El sector de la adquisición de conocimientos representa el dominio de la
imitación y la memoria, ya que la madre no tocará el niño en sus primeros 6 meses harán
que sea difícil la identificación primaria.
Procesos psicodinámicos.
El autor establece un paralelo entre lo que los pavlovianos denominan “un temperamento
lábil” en los perros y lo que él ha llamado “excitabilidad refleja” en el niño que padece
eczema. Lo que los pavlovianos estudian es el quebrantamiento del procesos normal de
aprendizaje. Dicho proceso de aprender está reemplazado por una o dos perturbaciones. La
mayoría de los perros generaban una “neurosis experimental”, la minoría con
“temperamento lábil” generaban eczema.
Cuando empezaron a estudiar los afectados, todavía no tenían una organización psíquica y
se hallaban en el proceso de desarrollar el yo.
El cese del eczema infantil se da cuando empieza el segundo año de vida, ya que al adquirir
la locomoción puede avanzar sin tanto contacto con la madre. Todo fue corroborado por
dermatólogos, inclusive la causa de su origen. Según palabras suyas: es por falta de tacto
de la madre.
Las perturbaciones del cabeceo de los infantes, es muy frecuente en las instituciones. Se
convierte en actividad patológica cuando se adopta como actividad principal del niño y
sustituye todas las demás actividades habituales para la edad. Comportan una violencia y
un gasto de energía excesivo para la edad.
El autor, con la colaboración de otros científicos estudiaron una población de 170 niños en
una institución, “casa cuna”. Encontraron que prácticamente la mitad de los niños
cabeceaban en el primer año de vida.
Los factores etiológicos posibles se dividían en:
- factores congénitos: encontraron que no había una disfunción congénita importante;
- factores hereditarios: no tenían mucha información pero llegaron a la conclusión que
no era de mucha relevancia;
- factores del medio: fue el decisivo. Investigaron las actitudes maternales y las
conductas de las madres de los dos grupos. Las madres de los bebés cabeceantes
eran de personalidad extrovertida, con una predisposición al contacto intensivo,
positivo. Además eran de personalidades infantiles que carecían de control contra la
agresividad, la cual se expresaba en explosiones de fuertes emociones negativas y
de una hostilidad manifestada violentemente.
Sus bebés eran sus vías de escape para sus emociones lábiles, se hallaban
expuestos a oscilaciones rápidas del mimo a la hostilidad.
En cuanto a los bebés, encontraron ciertos retrasos con respecto a la adaptación social y a
la habilidad manipuladora. Esa falta de desarrollo en esos sectores se debe a que el niño ha
sido entorpecido en el establecimiento de un objeto libidinal unificado, lo que conlleva a que
sean difíciles las relaciones de objeto posteriores.
Acá el autor describe un caso de una niña que practicaba juegos fecales. La mayoría de los
niños que lo practican son además coprófagos.
El origen de esta conducta también se encuentra en perturbaciones de la relación madre-
hijo. En cuanto a la personalidad de la madre, la mayoría sufría de depresión y además
tenían variaciones de humor (que podían variar su duración desde los 2 hasta 6 meses)
hacia sus hijos. Esos humores iban desde la hostilidad extrema con repulsa, hasta la
La mayoría de los niños coprófagos estudiados, tenían una apariencia depresiva. Pero
aunque parezcan deprimidos, los niños coprófagos se muestran predispuestos socialmente.
Por ejemplo combidaban sus heces a los observadores y a otros niños.
La diferencia entre las actitudes inconsecuentes de las madres de los niños cabeceantes,
con los cambios de humor de las madres con niños coprófagos es que lo niños cabeceantes
son expuestos alternativamente a explosiones intensas pero breves de amor y cólera.
Mientras que las variaciones de humor de las madres de los niño coprófagos son mucho
más duraderas (pueden durar meses).
En común tienen que tanto los niño coprófagos como los cabeceantes encuentran
obstáculos para hallar un objeto y relaciones de objetos. Los cabeceantes se encuentran en
un nivel preobjetal (en el cual su objeto es primordialmente narcisístico) y patologiza en
cuanto la conducta autoerótica (normal en los primeros 8 meses) se convierte en la
conducta principal y persiste hasta después del primer año. El juego fecal, en cambio,
presupone en cierto modo relaciones de objeto. Previamente al surgimiento de los juego
fecales, hay juegos genitales por lo que se deduce que las relaciones de objeto normales
habían sido logradas pero que luego se perturbaron..
¿Porqué surgen los juegos fecales y la coprofagia? Uno de los aspectos más destacados de
la depresión, es la incorporación oral del objeto perdido. Los niños coprofagos se “infectan”
con las tendenncias inconscientes manifestadas en sus madres y esa infección les lleva a la
incorporación oral.
El autor habla de “infección” haciendo referencia al concepto de Anna Freud. Infección: que
el niño toma del clima emocional (madre-hijo) y que por eso adquiere el humor depresivo de
la madre (sin que esté en efecto deprimido).
El niño coprófago sufre lo que equivale a la pérdida “del objeto bueno” de la madre, no
pérdida física, sino una pérdida emotiva.
Factores etiológicos.
Los niños que presentaron esas condiciones fueron niños cuyas madres fueron separadas
de ellos entre el sexto y el octavo mes.
Por las expresiones faciales, fueron denominados “depresión anaclítica”. Si durante el
periodo desde los 3 hasta los 5 meses desde que adquieren esas condiciones:
● la madre regresa: el niño se recupera (aunque pueden quedar cicatrices de esto
para el futuro);
● si la madre no regresa dentro de esos 5 meses: la sintomatología se transforma en
“hospitalismo”.
Para que haya “depresión anaclítica” el niño, antes de separarse, debe haber tenido una
buena relación con la madre.
Observaron la privación total y sus consecuencias en una Casa de Expósitos situada fuera
de los EEUU. Eran criados a pecho durante los 3 primeros meses. Durante ese periodo el
niño tenía apariencias normal. Luego los niños y las madres eran separados, y presentaban
empeoramiento progresivo característico de la privación parcial. Luego de los 3 meses
presentaban un cuadro clínico nuevo. El retraso motor se hacía evidente por completo
(yacían postrados bocarriba en sus camitas), ni siquiera podían darse vuelta bocabajo. La
coordinación ocular era defectuosa y tampoco podían hablar, sentarse, pararse o andar.
El empeoramiento progresivo y el aumento a la propensión a las infecciones llevaban a un
porcentaje tristemente elevado de casos de marasmo y de muerte.