La Conducta Agresiva o Antisocial-1
La Conducta Agresiva o Antisocial-1
La Conducta Agresiva o Antisocial-1
Introducción
Vivimos en un mundo lleno de agresividad y violencia. Como dice Paul Ricoeur, «la historia del
hombre parece identificarse con la historia del poder violento». La cantidad y clase de armas actuales
han hecho que las consecuencias de las conductas agresivas y violentas sean hoy día más desastrosas
A principios del siglo XIX se creía en el «progreso» de la Humanidad y se esperaba que al progreso
científico, cultural y tecnológico le acompañaría una mejora en las relaciones sociales humanas, y que
población occidental, su progreso social, tecnológico, etc, pero en absoluto disminuyen los actos de
agresión y violencia. Por el contrario, las consecuencias de tales actos se han agravado dramáticamente.
Todo ello ha hecho que este tema haya sido uno de los más estudiados en las últimas décadas por
Si hay un tema psicosocial en el que con más frecuencia se acude a explicaciones biologicistas, ése
es el de la conducta agresiva, sobre todo por sus similitudes con la conducta animal. Se ha dicho
frecuentemente, como más adelante tendremos ocasión de ver, que la agresividad es algo instintivo en
el hombre. Pero en todo caso, el hombre tiene medios sociales y culturales suficientemente potentes
(escuela, televisión, etc.) como para reducir, si no eliminar, esos instintos agresivos. Y, sin embargo,
tales medios se utilizan a menudo para potenciar y desarrollar aún más esos instintos.
Concepto y definición
Como apunta Van Rillaer (1978) el término “agresión” aparece en las lenguas románicas a partir del
siglo XIV, mientras que el término “agresividad” es de uso bastante reciente. Por ejemplo, en
castellano se registra el uso del término “agresión” a partir de 1502, y el de “agresividad” desde 1910.
Este se incorpora al Diccionario de la Real Academia a partir de la 16.a edición (1939), y en otros
concepto confuso. De ahí que existan grandes diferencias entre los autores, las cuales suelen deberse a
la mayor o menor tendencia a centrarse en (Krebs y Miller, 1985): 1) las conductas observables versus
los motivos y las intenciones; 2) las consecuencias inmediatas versus las que son a largo plazo; 3) las
ganancias y pérdidas brutas versus netas; y 4) los efectos físicos versus los efectos psicológicos.
En todo caso, y a pesar de que, según Berkowitz (1996), no podemos estar seguros de lo que se
quiere decir al describir a una persona como «agresiva» o al etiquetar a una acción como «violenta», él
define la agresión como «cualquier forma de conducta que pretende herir física o psicológicamente a
alguien».
Ya antes, autores como Dollard y colaboradores (1939) definían la agresión como «una respuesta
que tiene por objetivo causarle daño a un organismo vivo». La intención es, pues, el componente
Según Rodrigues (1980), para que se dé una conducta agresiva se necesitan dos elementos: intención
de hacer daño a otra u otras personas, y que esa intención se materialice en una conducta nociva,
aunque esta definición sólo sería aplicable a fenómenos de interacción social; de esta manera no se
incluyen las fantasías de agresión expresadas en sueños a través de técnicas proyectivas ni tampoco el
problema de la agresividad en los animales. Tampoco las acciones de plantas carnívoras o las que
poseen púas. La definición aquí presentada debe restringirse, pues, a la conducta emitida por personas
en dirección a otras personas y supone intencionalidad y libertad de elección por parte del agente.
Las teorías que se han formulado para explicar y tratar de dar solución al problema de la agresividad
la agresión no sería sino una reacción al ambiente o a la sociedad en su conjunto. Entre las teorías
reactivas hay que destacar dos: la hipótesis de la frustración-agresión y la teoría del aprendizaje social.
Son muchos los autores que piensan que la agresión es inevitable porque es innata. Dentro de este
a) Teorías instintivistas: la agresión no es sino un instinto. Esta teoría afirma que somos agresivos
porque existe en nosotros una tendencia innata a agredir. El supuesto central de esta teoría es la
selección natural de los instintos, y proviene de Darwin. Lorenz considera la agresión como un impulso
anomalía del cromosoma XYY. En la década de los 60, la anomalía XYY se propuso como una posible
causa de la conducta agresiva debido a su alta frecuencia entre los presos, y sus poseedores fueron
llamados «supermachos».
c) Agresión y cerebro: desde hace mucho tiempo se sabe que los animales atacan a otros animales si
se estimulan centros específicos del sistema límbico del mesencéfalo. Y también que dañar o destruir
estas estructuras límbicas puede reducir notablemente la conducta agresiva de los animales. Aunque los
factores biológicos intervienen en el origen de la conducta agresiva, no podemos olvidar los factores
cognitivos inducidos culturalmente. El hecho de que un individuo se sienta enfadado o no, y lo que
haga en tales casos, depende en gran medida de cómo interprete la situación, y tal interpretación
2) Hipótesis de la frustración-agresión
En su formulación original postulaba una relación causal universal entre frustración y agresión, lo
que significa que toda frustración lleva a la agresión y que toda agresión supone una frustración previa.
Dado que esta premisa es a todas luces exagerada, Leonard Berkowitz (1969) la revisó, sugiriendo que
la frustración produce enojo, una disposición emocional a agredir, pero no necesariamente la conducta
agresiva.
concepto intermedio: el de las condiciones o señales ambientales apropiadas para la agresión. De esta
estado de activación emocional, la ira, que es la que produce una disposición interna para la conducta
agresiva. Pero esta conducta se realizará sólo si existen en la situación señales estimulares que posean
un significado agresivo, o sea, si existen claves asociadas con condiciones en que la ira se descarga, o
Uno de los supuestos fundamentales y definitorios del conductismo es que toda conducta que es
reforzada se aprenderá y tenderá a repetirse. Pues bien, los actos agresivos se ven reforzados
positivamente en nuestra sociedad. Patterson, Littman y Bricker (1967) encontraron que en el 80% de
casos las conductas agresivas de los niños (pegar o atacar a otro niño) daban lugar a refuerzos
positivos: pasividad, ceder el juguete, llanto, etc., con lo que resulta poco probable que se extingan
El psicólogo social Bandura demostró que no es imprescindible, como afirmaba Skinner, que un
actor sea recompensado por realizar una conducta para que esta conducta se aprenda y se reproduzca.
Es suficiente con que vea cómo otra persona la realiza. El ser humano utiliza mucho la imitación. Es
decir, que la conducta no es sólo función de sus consecuencias, como decía Skinner, sino también es
función de la observación, máxime cuando observamos cómo otro es recompensado por una conducta
similar. En otras palabras, la conducta es también función de las consecuencias que veo que ha tenido
para otro.
Existen al menos tres fuentes de la conducta agresiva (Bandura y Ribes, 1980): la influencia
Como nos recuerda Luz González (1993), la violencia no es un hecho del que podamos
responsabilizar exclusivamente a los individuos, sino también, y sobre todo, a la estructura social que
esos individuos se encuentran y en la que se marcan sus roles, estatus, derechos, valores o expectativas.
La «culpa» de la violencia, pues, no sería de los individuos sino de las desigualdades que crean las
estructural de los conflictos sociales y la causa, por consiguiente, que hay que atacar para resolverlos
interesados.
Cuanto más violento es el contenido de los programas que el niño ve en la televisión, más agresivo
es el niño (Eron, 1987; Turner y colaboradores, 1986). Aumentaron las tasas de asesinatos cuando y
donde llegó la televisión. Así, en Canadá y Estados Unidos, el índice de homicidios se duplicó entre
1957 y 1974 conforme se difundía la violencia en la televisión. En regiones donde la televisión llegó
¿Por qué procesos la televisión influye en la conducta, agresiva en este caso, de los espectadores?
Esencialmente a través de tres procesos (Geen y Thomas, 1986): 1) la activación producida por la
acción excitante (Zillmann, 1989), ya que un tipo de activación energiza otras conductas; 2) ver
violencia desinhibe, es decir, ver a otros ejecutando un acto antisocial puede desatar nuestras propias
¿Quiénes son más afectados por la agresión televisiva? Un estudio longitudinal realizado en Chicago
(Eron y cols., 1972) encontró, en línea con los datos de otros estudios en este campo, que:
1. Los chicos son más afectados por la agresión televisiva que las chicas.
2. Los niños/as impopulares en la escuela tenían más probabilidades de ser agresivos, y cuanto
3. Los niños/as que rendían menos en la escuela veían más la televisión que quienes rendían
más, y estaban más influidos por los modelos violentos que contemplaban. Cuando agreden a
sus compañeros se hacen impopulares, y a medida que desciende su popularidad entre sus
compañeros más ven la televisión y más se dejan influir por sus modelos agresivos.
autorrestricciones para la agresión. En consecuencia, para que se dé un acto agresivo, es preciso que
conducta agresiva, que puede llevarse a cabo a través de los siguientes mecanismos (Sangrador, 1982,
pág. 27):
agresor queda libre de culpa: el aviador que lanza una bomba atómica puede no
produce así una desinhibición de la agresión, como ocurre por ejemplo en el caso de
agresivos, cada vez el nivel de agresión que puede ejecutarse sin desagrado es mayor.
7) El alcohol: pues puede tener el efecto de reducir las inhibiciones contra la agresión,
Violencia y escuela
La escuela actualmente expone a niños y adolescentes a menos violencia y escenas violentas que en
otras épocas, tanto por parte de los propios compañeros (los niños generalmente se pelean físicamente,
menos hoy que antes, en las aulas y en los patios de recreo), como, sobre todo, en el caso de las figuras
de prestigio o de autoridad, como son los profesores (el castigo físico casi ha desaparecido de nuestras
escuelas, cosa que no ocurría hace tan sólo unas décadas). Por tanto, el aprendizaje por imitación
directa de la violencia es actualmente mucho menor que en otras épocas. Y la poca violencia que
nuestros niños y adolescentes pueden contemplar en las escuelas difícilmente es reforzada, como lo era
en otros tiempos la que ejercían los profesores. Es decir, también por aquí la escuela reduce las
conductas agresivas de los niños y niñas y adolescentes, en comparación con lo que lo hacía hace unos
años.
Pero lo que la escuela sí parece haber incrementado es el grado de frustración de miles de niños,
niñas y adolescentes. En efecto, cuando la escuela no era obligatoria, no estudiar, ir mal en la escuela o
incluso abandonarla no suponía fracaso ninguno, y, por tanto, tampoco suponía una frustración
repetir o abandonar los estudios, supone un auténtico fracaso, con importantes consecuencias
psicosociales. Tal frustración conlleva en muchos casos un cierto o alto grado de sentimientos
agresivos. De hecho, existe una relativamente alta correlación entre fracaso escolar y delincuencia,
aunque esta correlación está contaminada por otras variables intervinientes. El fracaso escolar no está
aleatoriamente repartido, sino que fracasan mucho más los hijos/as de las familias de más bajo estatus
socioeconómico y cultural, que son quienes más frustra la sociedad (poseen menos recursos
económicos, viven en barrios marginados, con menos y peores servicios, etc.). Y ello se agrava aún
más porque en sus casas puede faltar de todo, pero nunca faltará, al menos, un aparato de televisión,
con lo que les llega incesantemente una gran cantidad de publicidad que les empuja al consumo. Pero
ellos, sobre todo los adolescentes, no pueden consumir, lo que produce una nueva y crucial frustración.
Además, el tipo de educación familiar que han recibido les lleva a querer satisfacer sus necesidades
(incluso las creadas artificialmente por la publicidad) inmediatamente, lo que aumenta la probabilidad
de que se lancen a la delincuencia, el tráfico de drogas, etc., es decir, senderos que les pueden
En diferentes aspectos, la escuela puede estar funcionando ahora mismo como una importante fuente
puede estar creando en muchos niños y sobre todo adolescentes. En efecto, la escuela es una
a) Altamente exitosos: serán en cierta medida los llamados a ocupar los cuadros directivos de la
sociedad (del Estado, de la Industria, etc.). Estos alumnos/as suelen provenir de las clases altas,
consiguen, a través de la escuela, ascender de clase social. Porcentualmente son pocos, pero
sirven para justificar el sistema y darle la apariencia de justicia y democracia que hoy día tanto
necesita.
b) Moderamente exitosos: suelen provenir de las clases medias urbanas y de las familias de
c) Fracasados: las tasas son muy elevadas, siendo de entre el 50% y el 70%. Estos adolescentes y
jóvenes, generalmente provenientes de las clases trabajadoras sin cualificar o poco cualificadas,
formarán después las filas de parados y trabajadores, también ellos, poco o nada cualificados (malos
empleos, contratos basura, siempre mal pagados, etc.). De aquí saldrán, igualmente, buena parte de
Por tanto, la escuela desempeña un importante papel, por medio de la frustración que de diferentes
1) Propuestas de etólogos y psicoanalistas: estas propuestas afirman que la mejor manera de reducir
la agresividad, o mejor dicho, sus efectos negativos, es descargar la energía agresiva de algún modo
catarsis: una descarga controlada del impulso agresivo alivia la tensión del individuo, volviéndose, al
menos temporalmente, pacífico. Tal descarga podría tener lugar mediante tres procedimientos:
encontrado que ello no es así. Por el contrario, tales juegos no sólo no reducen la conducta
b) Ejecución de una acción agresiva directa, aunque de carácter leve y no destructivo. Pero
tampoco han sido confirmados los efectos catárquicos y terapeúticos de tal medida, en cambio,
2) Propuestas de tipo fisiológico: quienes ven la raíz y causa de la violencia o la conducta agresiva
directa sobre tales órganos o procesos. En esta línea se han propuesto sobre todo dos tratamientos:
hipotálamo y del sistema límbico implicados en las conductas agresivas o que disminuyen la
activación general del cerebro, como depresores o sedantes del sistema nervioso central,
por ejemplo, en centros activadores, la capacidad de reacción del sujeto disminuiría, en este caso
de forma permanente.
También se han propuesto algunas técnicas de intervención indirecta sobre los procesos fisiológicos:
a) Técnicas de relajación: se basan en que la sugestión mental (que en este caso se refiere al
activación somática. Aunque existen diferentes tipos, todos ellos pretenden reducir la
hiperactivación mental y la estimulación del sistema simpático que llevan emparejados los
fisiológicos relacionados con la agresividad. Son muchos los psicofisiólogos y psicólogos del
deporte que defienden la virtud pacificadora de éste, sobre todo por sus efectos
emocional. Sin duda alguna, parece que el ejercicio físico (no necesariamente deportivo) relaja.
a) Castigo directo al agresor, pues se supone que toda conducta castigada reducirá su probabilidad
de emisión. Los efectos de esta propuesta son complejos y problemáticos, ya que aunque un
castigo leve y razonado puede ser útil, sin embargo un castigo fuerte puede tener efectos
opuestos, dado que resulta frustrante para quien lo sufre, y la frustración es uno de los
b) Castigo de los modelos agresivos a los que nos vemos expuestos. Posiblemente sea ésta una
convendría que en televisión aparecieran más modelos no agresivos, incluso altruistas, que
a) Fomentar empatía hacia los demás: Seymour Feshbach observa que a la mayor parte de la gente
le resulta difícil causar voluntariamente un dolor a otro ser humano, a menos que logre encontrar
algún modo de deshumanizar a la víctima. Como consecuencia, creando empatía entre las
así como en mejorar sus habilidades sociales y sus capacidades críticas ante la programación de
c) Educación: algo imprescindible para controlar la violencia y las conductas agresivas es formar
d) Identidad personal y social adecuada: una propuesta eficaz consistiría en ayudar a niños y
adolescentes a conseguir una identidad personal y social positivas. Por ejemplo, pasando los
padres más tiempo con ellos, escuchándolos y jugando con ellos, o implementando en la escuela
competitiva, no solucionable a nivel individual o psicológico. Sólo una modificación de las estructuras
socioeconómicas que tendiera a una más justa distribución de la riqueza y que estableciera caminos
accesibles a todos para alcanzar metas importantes, resultaría efectivo a la larga. Así, la mejor
prevención de la agresión y la violencia es el fomento de una sociedad más justa, donde las
desigualdades sociales a todos los niveles no sean tan grandes y abusivas como las actuales.
Conclusión
Gran parte de los problemas encontrados a la hora de estudiar el tema de la agresión provienen en de
que generalmente la agresión ha sido vista como un fenómeno individual que necesita ser entendido en
agresión. Sin embargo, la agresión no es un fenómeno individual, sino que se trata de un fenómeno
llegaron en Sevilla, patrocinados por la UNESCO, respecto a lo que los psicólogos pueden hacer para
combatir la violencia.
Lo que pueden hacer básicamente consiste, basándose en sus conocimientos de la conducta humana
y del origen de las conductas agresivas, en desmantelar las falsas creencias que sobre este tema existen,
1. Es científicamente incorrecto decir que hemos heredado una tendencia a guerrear de nuestros
antepasados animales. No hay que confundir la lucha por la existencia a la que están obligadas todas las
2. Es científicamente incorrecto decir que la guerra u otras conductas violentas están programadas
genéticamente en nuestra naturaleza humana. No existe un gen de la conducta violenta, dado que los
genes están implicados a todos los niveles del sistema nervioso y ofrecen potencialidades genéticas que
3. Es científicamente incorrecto decir que en el curso de la evolución humana ha habido una mayor
selección por la conducta agresiva que por otros tipos de conducta. En todas las especies bien
estudiadas, el estatus en el grupo se alcanza por la capacidad de cooperar y realizar funciones sociales
relevantes para la estructura del grupo. La dominancia conlleva vínculos sociales y afiliaciones, no es
una mera cuestión de posesión y uso de la fuerza física. La violencia no está en nuestro legado
4. Es científicamente incorrecto decir que los humanos tienen un «cerebro violento». Actuamos en
función de cómo hemos sido condicionados y socializados. No hay nada en nuestra neurofisiología que
5. Es científicamente incorrecto decir que la guerra es causada por instinto o cualquier otra
motivación única. Las guerras constituyen un complejo entramado en el que convergen características
personales como obediencia, sugestionabilidad e idealismo, habilidades sociales como el lenguaje y
En definitiva, el manifiesto concluye recordándonos que la misma especie que inventó la guerra, es
capaz de inventar la paz, la responsabilidad está en cada uno de nosotros, sin excepción, y en todos los