De Siervos A Hijos

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De Siervos

a
Hijos

Sam Fife
DE SIERVOS A HIJOS

Col. 2:6. Por lo tanto, de la manera que habéis re-


cibido al Señor Jesucristo, andad en él.

Nadie puede entender esta declaración excepto


los que están listos a entrar en el estado de ser hijos
de Dios. Para aquellos que están en un nivel más ba
jo en su crecimiento cristiano, la frase “andad en él”
será demasiado difícil para su entendimiento.
Porque los libros de Efesios y Colosenses son los
libros acer ca de los hijos de Dios en el Nuevo
Testamento y difí ciles de entender por los
adolescentes espirituales.
Un estudio cuidadoso de la Palabra de Dios reve-
la que hay alimento allí para bebés en Cristo, para ni
ños de la etapa adolescente, y luego para los hijos, o
los que están listos para entrar en el estado de ser
hijos. Los Evangelios y el libro de los Hechos son los
libros a los cuales el Espíritu usualmente nos guía
cuando somos bebés. Allí encontramos tales declara
ciones sencillas como Jn.3:16 y Hch.16:31, “Cree en
el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”, que
son fáciles de entender. Luego para los niños que es
tán entrando en la etapa adolescente tenemos 1ªCo.
con sus experiencias gloriosas de los dones del Espí
ritu. Es un hecho trágico que la iglesia de hoy piensa
que la experiencia del bautismo del Espíritu y los do-
nes del Espíritu son lo último en la revelación y
expe-riencia cristiana. La verdad es, como aclaró el
Após-tol Pablo en su epístola de los Corintios, que la
expe riencia de estas cosas es aún una etapa infantil
en nuestro crecimiento cristiano, porque en el primer
ca- pítulo de su epístola él les dijo a los Corintios,
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“Gra cias doy a mi Dios...porque en todas las cosas
fuis- teis enriquecidos en él, en toda palabra y en
toda ciencia...de tal manera que nada os falta en
ningún don” (vs. 4, 5, 7). Sin embargo, en el capítulo
tres di-jo, “De manera que yo, hermanos, no pude
hablaros como a espirituales, sino como a carnales,
como a ni ños en Cristo”.
Piénselo, aquí había Cristianos a los cuales no les
faltó ningún don del Espíritu, enriquecidos en toda
palabra y en toda ciencia, tuvieron lenguas, profecía,
dones de sanidad y milagros operando en medio de
ellos. Sin embargo, Pablo por el Espíritu dijo que e-
ran aún niños carnales a los cuales no pudo enseñar
las verdades más profundas del Espíritu. El dijo,
“Ha-blamos sabiduría entre los que han alcanzado
madu-rez”, pero no pudo hablar sabiduría a los
Corintios, porque todavía eran carnales y andaban
como hom-bres. Luego en 1ªCo.3:3, él reveló que
eran aún car- nales porque había entre ellos
contiendas y disensio nes. Cualquiera, que puede
ver con el ojo discerni-dor del Espíritu el cuadro
completo de la Iglesia hoy, sin duda puede observar
que este es más o menos el punto al cual la Iglesia
ha sido traída en su creci-miento y entendimiento en
Cristo. Durante sesenta años el Espíritu ha sido
derramado a través de la tie- rra en el gran
avivamiento Pentecostal. Ahora dentro de los últimos
diez años, ha alcanzado cada denomi-na ción y sus
ministros han recibido el Bautismo del Espíritu, y
ellos también están hablando en lenguas,
profetizando, operando en dones de sanidad, mila-
gros, palabra de ciencia y sabiduría. Verdaderamen-
te se puede decir de ellos también que “nada les fal-
ta en ningún don”, y en todas las cosas son enrique-
cidos en él, en toda palabra y en toda ciencia”.

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Pero también tiene que decirse de ellos todos los
Pentecostales y las otras denominaciones por igual
que Dios no les puede hablar como a espirituales, si-
no como a carnales, como a niños en Cristo, porque
aun son camales y andan como hombres.
La grande señal de su carnalidad y puerilidad es lo
mismo hoy como fue en la Iglesia de Corinto. Es el
hecho de que están todavía divididos, aun hay con-
tienda y disensiones entre ellos. Mientras antes oí-
mos de Bautistas y Metodistas, Episcopales y Pente-
costales, el único cambio es que ahora oímos de
Bautistas llenos del Espíritu, y Metodistas llenos del
Espíritu, y Episcopales llenos del Espíritu y Pentecos
costales llenos del Espíritu. Están siempre divididos
en sus mismos campamentos antiguos y aun los
Pen tecostales están divididos en sus grupos
sectarios, y uno dice, “Soy de la Asambleas de Dios”
y el otro di- ce, “Soy de la Iglesia de Dios”, y otro,
“Soy de la Igle sia de Dios Pentecostal”, y otro “Soy
de la Iglesia de Dios del Nombre de Jesús”. Los
Independientes a tra vés de la tierra, con sus
campañas evangelísticas usan su verdad y sus
dones para procurar separar el pueblo de Dios de la
esclavitud en que se encuentra y separarle para sí
mismos y para sus ministerios y reinos. Y todos son
marcados por la Palabra de Dios como aun
carnales, pues habiendo entre ellos conti-endas y
disensiones, ¿no son carnales y andan co-mo
hombres, en la carne? Mientras haya una onza de
divisionismo denominacional, sectario en ellos, aun
son niños carnales, usando la preciosa Palabra y
dones de Dios para dividir las ovejas de Dios para
ellos mismos. Y los Independientes que se han des-
ligado de las organizaciones que procuran dividir a
los hombres para sus ministerios independientes
aún están andando en división también.
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Hasta que nos entreguemos a nosotros mismos
para cumplir la oración de Jesús cuando dijo:
“Padre, ruego...para que todos sean Uno; como tú,
oh Pa- dre, en mí, y yo en ti, que también sean uno
en noso tros”, somos todavía carnales. No hemos
discernido el Cuerpo del Señor. Las denominaciones
no tienen revelación de que somos el Cuerpo de
Cristo y miem bros en particular, y aunque seamos
judíos o grie-gos, esclavos o libres, Bautistas o
Pentecostales, blanco o negro, rojo o amarillo, y aun
cuando este-mos en niveles diferentes de
crecimiento y entendi- miento, todavía somos todos
bautizados por un solo Espíritu en un Cuerpo, y no
podemos vivir la vida de Dios separados y divididos
el uno del otro. Tenemos que llegar a ser uno a fin
de que el Cuerpo sea “Con certado y unido entre sí
por todas las coyunturas que se ayudan
mutuamente”, como dice en Ef.416. Por lo tanto, no
importa cuán grande sea la organización de uno, o
cuántos dones tenga, o cuán grande sea su tienda
de campaña o cuántos milagros haya visto en su
ministerio, hasta que haya sido librado de su di
visionismo y haya discernido el Cuerpo del Señor y
esté procurando cumplir la oración de Jesús, “que
seamos uno”, aún es niño carnal en el Reino de
Dios. Dios nunca podrá hablarle en gran sabiduría
acerca de ser hijos de Dios que se encuentra en los
libros de Colosenses y Efesios.
Es un hecho interesante que Efesios y Colosen-
ses fueron las dos de las epístolas de Pablo que no
fueron escritas para tratar con problemas en la Igle-
sia, sino para descubrir los misterios más profundos
de Cristo. Los niños Gálatas tuvieron el problema de
los judaizantes y estaban volviendo a la ley de Moi-
sés. Los Corintios tuvieron toda clase de problemas,
acerca de seguir a los predicadores, de matrimonio,
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de fornicación, y del mal uso de dones espirituales.
Pablo tuvo que usar todas sus epístolas ministrando
a sus problemas, y no pudo seguir hablándoles sabi-
duría más profunda hasta que arreglara los proble-
mas de los niños. Pero cuando escribió a los Colo-
senses y Efesios, no tuvo que tomar tiempo para tra-
tar con sus problemas, pudo usar toda su epístola
hablando la sabiduría profunda de Dios.
Así es en la iglesia de hoy. Los adolescentes siem
pre tienen problemas. Siempre se preocupan acerca
de cuál es la iglesia verdadera, o el método correcto
de bautizar, o sobre su doctrina. Y mientras aún hay
contienda y disensión entre ellos, Dios nunca podrá
hablarles como a maduros la sabiduría maravillosa
acerca de los hijos de Dios que se encuentra en Efe-
sios y Colosenses, y especialmente en esta declara-
ción gloriosa en nuestro texto para este mensaje:
“Por tanto, de la manera que habéis recibido al
Señor Jesucristo, andad en él”.
Si los que leen esta palabra tienen corazones que
están abiertos hacia la verdad de ser hijos de Dios,
entonces miren conmigo la primera parte de esta pa-
labra gloriosa, y permitan que Dios hable su gloria a
ustedes.
DE LA MANERA QUE HABEIS RECIBIDO
AL SEÑOR JESUCRISTO

Abre tu corazón y recibe entendimiento, querido hi


jo de Dios. Has recibido en tu corazón al Señor
Jesu-cristo. Si tu nombre es Juan, no has recibido a
Juan, él está muerto. Has recibido al Señor
Jesucristo. Aun corno dijo Pablo, “Yo (el Pablo viejo)
estoy juntamen-te crucificado con Cristo, y ya no
vivo yo, más vive Cristo en mí”. Pablo estuvo
muerto. Aun es así conti-go. Tú estás muerto, sin

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embargo vives, pero El que ahora está viviendo no
eres tu, sino Cristo que vive en ti, porque no has
recibido a Juan con todas sus li-mitaciones viejas,
débiles, carnales, más has recibi-do al Señor
Jesucristo. No he recibido a Samuel, con todas sus
viejas debilidades y carnalidad. He recibi-do en mí, y
tú has recibido en ti, al Señor Jesucristo no
solamente a Cristo Jesús, sino al Señor Jesucris-to,
quien es Señor sobre todo, Señor sobre el peca-do,
enfermedad, tristeza. A éste hemos recibido en
nosotros, y nuestro viejo hombre está muerto, por lo
tanto debemos dejar de andar en nuestro viejo hom-
bre con todas sus debilidades, y de la manera que
hemos recibido al Señor Jesucristo debemos andar
en El en su verdad, en su .amor, en su poder. Muy a
menudo oímos a los Cristianos decir, “considerando-
lo todo, todavía soy humano, ¿no sabes?” Esta es
una mentira del infierno. Los que hemos nacido del
Espíritu de Dios no somos humanos; somos sobrehu
manos. No somos el hombre natural; somos el hom-
bre sobrenatural. No somos el viejo Adán; somos el
nuevo Adán. No somos el hombre de la vieja crea-
ción; somos el hombre de la nueva creación. Hemos
nacido sobrenaturalmente de arriba, y somos criatu-
ra nueva. Si alguno está en Cristo, nueva criatura es,
las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas
nuevas, dice la Biblia (1ªCo.5:17). Los ministros Pen-
tecostales tomaban el texto y lo aplicaban a cambios
externos. Dijeron que significa que las mujeres dejen
de cortar su pelo y usar maquillaje, y comiencen a
usar vestido con manga larga. No tiene nada que ver
con esa necedad carnal. Quiere decir, que si alguno
está en Cristo, es una nueva creación, un hombre de
la nueva creación, quien ha nacido sobrenaturalmen-
te de arriba. Todas sus antiguas limitaciones débiles
y humanas ya pasaron, y he aquí todas son hechas
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nuevas, porque él ya ha recibido al Señor Jesucristo.
De modo que tenemos que cesar de andar en el vie-
jo hombre que fuimos, con todas sus limitaciones hu-
manas y débiles, y caminar en El a quien hemos re-
cibido, quien no tiene limitación alguna.
Muy pocos de nosotros tenemos un entendimiento
pleno de aquella palabra “andad en El”. Significa vi-
vir en El. Para que nuestros lectores puedan com-
prenderla completamente, es necesario que comprar
tamos con ustedes las cuatro etapas de nuestro cre-
cimiento cristiano. Son:
1. Siervos
2. Discípulos
3. Amigos
4. Hijos
Sin duda podemos hallar todas las cuatro etapas
reveladas a nosotros en la Biblia.
La primera es la de ser siervos, la etapa infantil,
cuando recién nacemos de nuevo, y nos vemos co-
mo siervos de Dios, y nos llamamos siervos de Dios.
Esto es porque solamente tenemos revelación acer-
ca de ser siervos, la revelación de la ley. Esto tam-
bién es lo que llamo la etapa Bautista, porque nues-
tros queridos hermanos Bautistas solamente minis-
tran en el área de ganar almas, o producir bebés,
que es maravilloso, pero ellos nunca siguen adelante
al Bautismo del Espíritu, Los dones del Espíritu, y el
llegar a ser hijos de Dios, y por eso nunca llegan
más allá de la revelación de ser siervos.
Cuando nacimos de nuevo como bebés en Cristo,
entramos en la etapa de siervos, y en esta etapa to-
do lo que oímos es “trabajar para Dios, trabajar para
Dios”. Cuando yo era un joven predicador bautista
en el Seminario, esto es todo lo que oí, y pronto me
encontré corriendo tanto que tuve úlceras estomaca-

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les, y me agoté físicamente. Asistí al seminario ocho
horas por día visitando en el campo de la iglesia ca-
da noche, y luego estudiando hasta la 1 o 2 de la ma
drugada. Me puse tan abrumado que un día cuando
estaba yendo por la carretera en mi auto, me quedé
dormido en el timón, pasé una señal de “alto”, y cho-
qué con otro auto, y casi me maté.
Los que se mueven en la revelación de este nivel
de ser siervos tienen un refrán. Dice así, “Somos sal-
vos para servir”. Suena muy bien al niño en Cristo
que no sabe que no es así, pero en efecto está muy
lejos de la verdad, es un error grande. No somos
salvados para servir. Nuestro Padre no nos llamo del
mundo y no salvó para ser sus siervos por toda la
eternidad. Nos creó, nos llamó, y nos salvó a fin de
ser Hijos con los cuales El podría tener comunión
por toda la eternidad.
LA FIDELIDAD DE UN SIERVO CONTRA
LA FIDELIDAD DE UN HIJO

Cuando somos bebés y tenemos solamente la re-


velación de ser siervos, manifestamos únicamente la
fidelidad de un siervo. Pero hay mucha diferencia
en-tre fidelidad como siervo y fidelidad como hijo.
Moi-sés demostró la fidelidad de siervo, pero Jesús
de-mostró la fidelidad de hijo.
“Moisés...fue fiel en toda la casa de Dios, como
siervo...pero Cristo como hijo sobre su casa” (He.3:
5, 6). Hay una vasta diferencia entre fidelidad como
siervo en la casa y fidelidad de hijos sobre su casa.
Moisés únicamente manifestó la fidelidad de siervo,
porque no fue perfectamente fiel. El no alcanzó per-
fecta obediencia cuando Dios le mandó hablar a la
roca, y en vez de hacerlo, la golpeó. Pero Cristo fue

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fiel como hijo sobre su casa, y El demostró obedien-
cia perfecta aun hasta la muerte de cruz.
Usted y yo, querido lector, no vivimos en el tiempo
de Moisés, el tiempo de la revelación acerca de ser
siervos. Vivimos en el día de Cristo, el día de la
reve- lación acerca de ser hijos. De modo que
somos res-ponsables, no para ser fieles como
siervos, sino para ser fieles como hijos. Moisés
nunca pudo ser otra co-sa que un siervo, porque
sólo tuvo revelación acerca de ser siervo, la
revelación de la ley. La revelación
sobre ser hijos de Dios no llegó hasta que vino
Jesús
hace mil novecientos años.
Aun así, los que no pueden ir más allá de la reve-
lación de la letra de la ley hoy en día nunca pueden
ser otra cosa que siervos, y pueden manifestar única
mente la fidelidad de siervo, porque solamente tie-
nen revelación de ser siervos. Vamos a ilustrar la di-
ferencia entre la fidelidad de siervo y la fidelidad de
hijo.
Supongamos que hay un hombre que tiene su ne-
gocio grande, y tiene un siervo que trabaja para él
en el negocio. El siervo solamente trabaja por su re-
compensa. No le importa del negocio. El trabaja por
el sueldo que va a recibir el sábado por la tarde, y va
a hacer el trabajo necesario para ganar ese sueldo y
ni un ápice más. No sólo eso, el Señor del negocio
tiene que contratar un capataz o superintendente pa-
ra vigilarle para estar seguro que haga siquiera esto,
porque él es no más que un siervo trabajando para
su recompensa, y solamente va a demostrar la fide-
lidad de un siervo. Pero cuando hay un hijo sobre su
casa, él sabe que es heredero del negocio. El traba-
ja hombro a hombro con su padre, no solamente por
recompensas, sino porque él es hijo, y comparte el
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in terés de su padre por el negocio. Se encuentra
traba jando hasta altas horas de la noche, mucho
después de las horas de la noche, y muy de mañana
antes de que se comience el día de trabajo. Su
fidelidad será mucho mayor que la de un siervo,
porque él es hijo sobre su casa.
Esta es la razón que vemos solamente la fidelidad
de un siervo en las iglesias de hoy, porque los minis-
tros han predicado solamente la revelación acerca
de siervos. No ha habido nada de revelación acerca
de hijos. Por eso la gente se ve como siervos y única
mente trabajan por su pago que van a recibir en el
cielo algún día, y solamente van a hacer lo suficiente
para obtener esas recompensas. De consiguiente
Di-os debe tener un pastor (superintendente)
vigilando-les y rogándoles y visitándoles para
arrastrarles a la iglesia, y poniendo un plato de
ofrenda debajo de sus narices para hacer que den a
Dios; y todo por-que nunca van a manifestar otra
cosa que el ser sier vos hasta que alguien les lleve a
la revelación acer- ca de ser hijos.
Hace algún tiempo, mientras un hermano estaba
ministrando en una Convención, él ilustraba muy cla-
ramente la diferencia entre la fidelidad de siervos y
la de hijos. Primero nos recorrió que la Biblia dice,
“En- tre tanto que el heredero es niño, en nada
difiere del esclavo yo, aunque es Señor de todo”
(Gá.4:1). Lue-go dijo, “Cuando yo era niño en la
granja de mi pa-dre, a pesar de ser el heredero, no
fui diferente de un siervo en cuanto a la fidelidad.
Cuando vi la cerca rota en el pasto sur y todo el
ganado saliendo, no avi se a mi padre que la cerca
estaba rota, porque sabía que él me enviaría a
repararla y no quería hacerlo. Pero, dijo, “pasaron
los años y tenía casi 21 años, e iba a hacerme
heredero de aquella granja. Me daba cuenta que no
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era solamente la granja de mi padre, sino mi granja
también, y la clase de granja que iba a heredar
dependía de qué clase de cuidado demostra ba yo.
Entonces cuando encontraba las cercas rotas en el
pasto sur, nadie tenía que decirme que la repa-rase,
iba a repararla, porque al fin había llegado a ser hijo
sobre mi casa y andaba en la fidelidad de un hijo.
Hay muchos herederos del Reino en la iglesia hoy
quienes son todavía niños, que no difieren de los es-
clavos en fidelidad. Cuando ven las cercas derriba-
das y las ovejas de Dios descarriándose, miran para
el otro lado, porque temen que el Espíritu del Padre
les llame para reparar las cercas. Pero, gracias a Di-
os, hay algunos herederos hoy en día que están cre-
ciendo para ser hijos de Dios. De repente nos hemos
dado cuenta que somos herederos del Reino de
Dios. No es únicamente el negocio de nuestro Pa-
dre, sino es nuestro negocio también, y la clase de
reino que heredaremos depende de la manera en la
cual cuidamos de él. De modo que cuando vemos
las cercas rotas y las ovejas de Dios descarriándo-
se, no es necesario que nuestro Padre nos predique
o que nos ruegue para repararlas. Únicamente plan-
tamos nuestros pies en la brecha y comenzamos a
reparar las cercas. No es necesario que se nos
supli-que para orar, para predicar, para dar al Reino
de Di- os. Nos vemos como hijos de Dios, y vamos a
ser fie les, no como siervos en la casa, sino como
hijos so-bre la casa. No necesitamos que pongan
“platos de ofrenda” delante de nosotros a fin de
obligarnos a dar a Dios, ni que nos visiten para que
nos reuna-mos. Nuestro motivo para servir es
nuestra herencia delante de nosotros, no la ley
detrás de nosotros.
DISCIPU LOS

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Durante muchos años, como joven ministro Bautis
ta, conocí solamente la revelación y la fidelidad de
siervo. Entonces vi la enseñanza sobre discípulos en
las Escrituras. Yo había supuesto que, en vista de
ser yo cristiano, ya fui un discípulo, pero el Espíritu
me demostró en las Escrituras que hay una diferen-
cia marcada entre un discípulo y un cristiano, y que
no todos los cristianos son discípulos. La palabra tra
ducida discípulo quiere decir estudiante o aprendiz.
Sin duda podemos ver que no todos los cristianos
son estudiantes de Jesucristo. Muchos que asisten a
la Escuela Dominical y a la iglesia de vez en cuando
no se preocupan si aprenden la mente de Cristo o
no, y muchos que asisten con regularidad a la Igle-
sia, no tienen interés en aprender la mente de Cristo.

En los tiempos de Jesús, el término discípulo signi


ficaba mucho más de lo que la mayoría de Cristianos
entienden. En aquel entonces había muchos profeso
res religiosos en Israel llamados maestros. Uno de
los mayores se llamó Hillel, otro fue Gamaliel, a cu-
yos pies se sentó Pablo como su discípulo. A causa
de no ser aceptado Jesús como el Cristo por los Ju-
díos, fue considerado únicamente como uno de los
maestros.
Cuando uno se hizo discípulo de uno de estos ma
estros, tuvo que tomar todo lo que poseía y ponerlo
a los píes del maestro, y trasladarse a la casa del
maestro, y dondequiera que fuese el maestro, si aun
solamente al mercado, todos los discípulos le seguí
an, y el maestro continuamente les enseñaba, una
verdad aquí, y otra allá.
Si Jesús no dijo que para esto somos llamados,
entonces la Biblia está equivocada. Porque El dijo,
“Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no

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puede ser mi discípulo...Así, pues, cualquiera de vo-
sotros que no renuncia a todo lo que posee, no pue-
de ser mi a discípulo” (Lc.14:27,33). “Si alguno viene
a mí, y no aborrece su padre, y madre, y mujer, e hi
jos, y hermanos, y hermanas, y aun también su pro-
pia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc.14:26). Con
esto como medida, ¿Cuántos cristianos que usted
conoce son discípulos de Jesús?
Durante varios años anduve solamente en la esfe-
ra de siervo, con únicamente la revelación y fidelidad
de siervo. Luego vi el discipulado verdadero en las
Escrituras. Cuando lo vi, dejé atrás el Seminario y
sus sistemas carnales, tiré todos mis libros, tomé to-
do lo que fui y todo lo que tuve y lo puse a los pies
del Maestro, recibí el Bautismo del Espíritu, y entré
en la casa juntamente con el Gran Maestro, del cual
dijo Jesús, “Cuando venga el Espíritu de verdad, él
os guiará a toda la verdad...y os hará saber las co-
sas que habrían de venir” (Jn.16:1 3) -hablando del
Espíritu Santo. Entonces empezó a enseñarme las
24 horas del día. Me enseñó acerca de la sanidad
divina, de los dones del Espíritu, cómo echar fuera
demonios, y comenzó a enseñarme sobre el plan
eterno de Dios para perfeccionar a los santos. “Y él
mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profe-
tas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maes-
tros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra
del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cris-
to, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y
del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfec-
to, a la medida (le la estatura de la plenitud de
Cristo”. (Ef.4:11-13).
AMIGOS

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Después de que el Gran Maestro me hubo enseña
do el plan eterno de mi Padre celestial para su reino,
luego me mostró la amistad en las Escrituras. En Jn.
15:15, cuando los discípulos de Jesús habían estado
con El y habían sido instruidos por El durante tres
años, El les dijo:”Ya no os llamaré siervos, porque el
siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he lla-
mado amigos, porque todas las cosas que oí de mi
Padre, os las he dado a conocer”. Cuando vi esto,
entendí que un siervo en un negocio nunca conoce
los planes y propósitos de su Señor para el negocio.
Cuando Jesús había enseñado a sus discípulos du-
rante tres años todas las cosas que su Padre le ha-
bía mostrado acerca de su propósito para su Reino,
fue tiempo para que dejasen de ser siervos y discípu
los y que entraran en Amistad. Aun así, cuando el
Gran Maestro. El Espíritu Santo, me había enseñado
el plan eterno de mi Padre para su Reino, fue tiempo
que yo entrase en Amistad. Permítame ilustrar esto
para usted. Aquí tenemos un Señor que tenía un ne-
gocio grande, y él tenía un Siervo que trabajaba para
él en una maquinaria. Ese siervo no sabía todo acer
ca del negocio de su Señor. Únicamente sabía de su
maquinaria, pero era fiel como siervo. Trabajaba du-
ramente, siempre llegaba a la hora. El daba al Señor
del negocio un día cabal de trabajo. El Señor del ne-
gocio ve su fidelidad como siervo, y un día le pone
su mano en el hombro y le dice, “Sube más arriba”.
Le lleva arriba a un cuarto donde hay un gran maes-
tro que está comisionado por el Señor del negocio
para enseñarle todo acerca del negocio, y él llega a
ser un discípulo. Ahora él es fiel como discípulo. Nun
ca falta en la escuela, siempre está a tiempo, estudia
bien, y aprende todo acerca de los planes del Señor
para todo ramo del negocio. Luego un día el Señor
le dice, “Ya no te llamo siervo, porque el Siervo, por-
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que el siervo no sabe lo que hace su Señor, pero te
he llamado amigo, porque te he enseñado todo acer
ca de mi negocio”. De modo que le lleva a la oficina
principal y le hace socio en el negocio.
Durante varios años yo trabajaba como siervo en
el comercio de mi Padre, únicamente sabiendo una
clase de trabajo, el de ganar almas. Fui fiel como
siervo, lo mejor que pude. Luego un día el Señor del
comercio me dijo, “Sube más arriba”, y recibí el Bau-
tismo del Espíritu, y El me trasladó a un cuarto espe-
cial donde el Gran Maestro, el Espíritu Santo, empe-
zó a enseñarme todo sobre el negocio de mi Señor,
aun como dijo Jesús, “Tomará de lo mío, y os lo hará
saber” (Jn.16: 14).
Fui fiel como discípulo, y cuando el Gran Maestro,
el Espíritu Santo, me había enseñado los planes de
mi Padre para su Reino, oí su voz decir, “Sube más
arriba’, y entré en Amistad. Allí me mostró el texto
glorioso en 1ª Co.3:9 donde dice que somos colabo-
radores de Dios. Este fue un andar diferente. Cuan-
do somos discípulos, andamos tras él siendo enseña
dos, pero cuando entramos en Amistad, andamos
con Dios, porque somos colaboradores de Dios.
Cuando entré en la Amistad, pensé que esa fue ma-
ravillosa, lo mejor. El me dio una avioneta para viajar
muchos miles de kilómetros a través del mundo, y un
ministerio de alimentar y cuidar sus ovejas. Estuve
muy contento porque creía que esto fue lo más alto
que se podría subir en Dios, un amigo de Dios, labo-
rando juntamente con Dios, andando con Dios. Pero
después vi que fue a la iglesia corintia que Pablo di-
jo, “Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que
han alcanzado madurez” (1ªCo.2:6) sabiduría que no
pudo hablar a los Corintios. Entonces el Señor me
mostró en el libro de Colosenses, el libro acerca de
ser hijos, y me enseñó un andar más alto que de sier
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vo, o discípulo, o amigo, en la palabra gloriosa, “Por
tanto, de la manera que habéis recibido al Señor
Jesucristo, andad en él”. Aquí tenemos el andar de
los hijos de Dios al cual el Señor desea que llegue-
mos. Cuando somos siervos, trabajamos para Dios;
cuando somos discípulos, andamos tras El siendo
en señados; cuando somos amigos, andamos con
El; pero cuando llegamos a ser hijos, andamos en
El.
Cuando somos siervos, trabajando por Jesús,
esta mos siempre bajo El. Cuando somos discípulos,
ca-minamos tras El. Cuando somos amigos,
caminamos junto a El. Pero cuando está andando
con alguien, todavía es posible caminar un paso
detrás de él, y allí es donde la mayoría nos
quedamos. Pero cuan-do andamos en El, es
imposible o ir adelante un pa-so o quedar atrás un
paso, porque no nos movemos hasta que El nos
mueva.
Esta es la plenitud del significado de la Palabra,
“De la manera que habéis recibido al Señor Jesucris-
to, andad en él”. Este es el andar al cual Dios procu-
ra llevar a cada uno de nosotros; un andar en El, don
de no nos movemos hasta ser movidos por El Enton
ces ministraremos vida el uno al otro en lugar de
muerte.
Para terminar, regresemos a nuestra ilustración
donde el Señor del gran negocio siguió ascendiendo
a su siervo. La verdad es que aquel siervo era su pro
pio hijo, heredero del comercio y Señor de todo, pero
porque era niño, en nada difería del siervo, como di-
ce la Biblia, y su Padre no podía darle su herencia y
ponerle sobre el negocio, hasta que le hubiere traído
al nivel de ser un hijo. De modo que le hizo empezar
con una maquinaria como siervo. Cuando él fue fiel
como siervo, el Padre le trasladó al cuarto del disci-
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pulado, para aprender todo acerca del negocio.
Cuan do fue fiel como discípulo, y aprendió todo
sobre el negocio, su Padre le puso en la oficina prin-
cipal como amigo y socio. Cuando fue fiel en ser ami
go y socio, entonces un día el Padre le dijo, “Hijo, yo
quiero retirarme completamente del negocio, y des-
cansar, y entregártelo todo, para poder dirigirlo por
medio de ti. Recibe tu herencia. Aun así, nosotros so
mos herederos de todo cuanto tiene nuestro Padre
celestial, pero Gá.4:1, 2 dice que entre tanto que so-
mos niños, en nada diferirnos del esclavo, aunque
somos señor de todo. Nuestro Padre no puede entre
garnos nuestra herencia hasta que nos haya enseña
do todo acerca de su Reino. Por eso, El tiene que ha
cernos comenzar como siervos, luego discípulos, lue
go amigos, luego hijos. Y un día nuestro Padre celes
tial entregará a nosotros todo su Reino, y reinará, no
sobre nosotros, ni con nosotros, sino por medio de
nosotros como hijos de Dios, diciendo, “RECIBE TU
HERENCIA”.

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