Batalla Trafalgar Apuntes
Batalla Trafalgar Apuntes
Batalla Trafalgar Apuntes
PRECEDE A LA BATALLA
DE TRAFALGAR
Inglaterra fue la única nación europea que pudo mantenerse firme fren
te a Napoleón. La protegía su insularidad y la superioridad de su poderosa
Flota: el muro de madera de la Gran Bretaña. Ésta, salvo el corto periodo de
paz que siguió al tratado de Amiens de 1802, nunca llegó a una avenencia con
Francia, a la que, mientras Napoleón se mantuvo en el poder, consideró siem
pre como una amenaza para el equilibrio europeo, para su seguridad, la de su
comercio y la de sus colonias. Para Inglaterra, ambas cosas, equilibrio conti
nental y seguridad propia, estaban estrechamente vinculadas. Un estado hege-
mónico en Europa podría disponer de los recursos necesarios para obtener
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una flota que superara a la británica y le arrebatara el dominio del mar. Pero,
para mantener el equilibrio continental no le bastaba con su Armada. A Gran
Bretaña le hubiera hecho falta disponer de un ejército que pudiera presentar
batalla al francés en el continente. Y esto, en 1804, rebasaba sus posibilida
des. Gran Bretaña a principios del siglo XIX era una gran potencia marítima
cuyo comercio la había enriquecido. Su riqueza la utilizó para subvencionar
las coaliciones que en el continente se concertaron contra Francia y para man
tener tropas auxiliares que combatieron junto a las suyas como fueron las por
tuguesas y hannoverianas.
La situación de España
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que consiguiera imponer su voluntad por medio de las armas a las potencias
europeas continentales, la amenaza inglesa seguiría latente: Inglaterra estaba
decidida a promover y financiar nuevas coaliciones en cuanto las naciones
derrotadas empezaran a recuperarse. La solución a su problema estratégico
era, como fue para la España de Felipe II y para la Francia de Luis XV, extir
par el mal de raíz invadiendo Inglaterra. Es decir, el recurso al ataque en el
origen. Pero la flota británica se interponía. Ésta cuantitativamente era supe
rior a la española, francesa y holandesa reunidas, pero cualitativamente lo era
muchísimo más.
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otras muchas causas por la constante permanencia en la mar de los buques bri
tánicos que bloqueaban las bases españolas y francesas donde se mantenían
atracados o fondeados los buques aliados sin poder salir de de ellas. El blo
queo endurecía a las tripulaciones inglesas y adocenaba a las francesas y
españolas.
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tos de la costa del noroeste de Francia. Con ello, indudablemente, se detraje
ron importantes recursos, en materiales y mano de obra, que pudieron ser
dedicados a la construcción de navios y fragatas de los que tan necesitada
estaba la marina francesa para disputar el dominio del mar a la británica.
Significaba empezar la casa por el tejado. Para llevar a cabo un asalto anfibio
de gran entidad, operación clásica de explotación del dominio del mar, lo pri
mero que hay que hacer es adquirirlo. Pero ello requería tiempo y Napoleón
tenía prisa.
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prevenir la salida de una escuadra enemiga que lanzarse en su persecución
con todos los azares de la caza. El bloqueo, además, ofrecía la mejor protec
ción indirecta al tráfico marítimo comercial propio en el que se sustentaba la
pujante economía británica.
Figura 1
El bloqueo de Brest, generalmente cerrado, por la escuadra del almiran
te Cornwalis desde mayo de 1803 a noviembre de 1805, aguantando mares
gruesas y capeando temporales al oeste de la isla de Ouesant, a la entrada del
canal de la Mancha o junto a la costa francesa de Bretaña, ha sido una de las
hazañas más encomiables que registra la Historia Marítima Mundial. Pegadas
a la costa francesa y a veces abatiendo contra ella las fragatas inglesas vigila
ban estrechamente tanto la salida de Brest como los pasos de acceso de Raz
y de Four. (Ver figura 2)
FRANGÍ A
Figura 2
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Únicamente los fuertes vientos del sudoeste proporcionaban un respiro
a Cornwalis ya que impedían a los buques franceses bloqueados salir por la
estrecha boca de la rada de Brest. En estas circunstancias los navios de
Cornwalis solían resguardarse en el fondeadero de Torbey en la costa sur
inglesa y las fragatas y fuerzas sutiles de vigilancia en la bahía de
Douardenez en la costa francesa. Tan pronto como empezaba a rolar el vien
to volvían a sus puestos. Tanto los buques de transporte como las embarca
ciones de desembarco concentrados en los puertos holandeses, belgas y fran
ceses eran estrechamente vigilados por las fragatas y fuerzas sutiles británi
cas del almirante lord Keith que con once navios permanecía con el grueso
de su escuadra fondeado en Las Dunas o patrullaba frente a Texel para que
los holandeses que tenían nueve navios no franquearan el paso de Calais. En
cambio, en la costa francesa del canal de la Mancha no podían mantenerse
en permanencia navios de línea aliados por el poco abrigo y escaso calado de
sus puertos. Con el mismo problema se enfrentaron Medina Sidonia en 1588
y Oquendo en 1639.
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en el canal de la Mancha sino en las lejanas Antillas donde difícilmente
podría impedirla la flota británica, provocando además la atracción hacía allí
de parte de la Fuerza Naval enemiga. Como culminación de la maniobra, la
flota combinada franco-española ya concentrada, cruzaría de nuevo el
Atlántico y, en fuerza, caería por sorpresa en el canal de la Mancha, con
superioridad de medios, aprovechando la dispersión provocada. La idea de
esta maniobra se atribuye a Napoleón aunque hay quien dice que fue Gravina
el que sugirió al ministro de Marina francés vicealmirante Decrés, cuando
era embajador en París, que la concentración lejana se efectuara en La
Martinica, dada la importancia comercial y estratégica que conferían los
ingleses al Caribe como punto focal de su tráfico ultramarino. Lo acertado
de esta sugerencia de Gravina, si es que la hizo, quedó palmariamente
demostrado por el pánico que provocó en la Bolsa de Londres la noticia de
la llegada de la escuadra franco-española de Villeneuve a las Antillas, dada
la amenaza que representaba para el lucrativo tráfico marítimo desde ellas a
Inglaterra y el temor a la pérdida del centro comercial de Jamaica. Como
consecuencia los seguros del Lloyd por fletes se dispararon. De acuerdo con
este plan la escuadra francesa bloqueada en Brest al mando del almirante
Ganteaume debía burlar a la bloqueadora de Cornwalis y dirigirse a Ferrol
para levantar el bloqueo mantenido por la escuadra inglesa de Calder a la
española de Grandallana y a los navios de Gourdon, para que, juntos, espa
ñoles y franceses, se dirigieran a La Martinica. Al mismo tiempo la escuadra
de Villeneuve apostada en Tolón saldría de su base, sortearía a la de Nelson
y se dirigiría a Cádiz levantando el bloqueo de la escuadra de Gravina ejer
cido por la inglesa de Order. Y juntos, Villeneuve y Gravina, arrumbarían a
La Martinica. Allí se concentraría toda la flota combinada hispano-francesa
con unos sesenta navios para volver a cruzar el Atlántico con destino al canal
de la Mancha.
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que cuando llegara Villeneuve con sus barcos, la salida de Ganteaume de
Brest podría coger a la escuadra bloqueadora de Cornwalis entre dos fuegos
sin considerar la alta probabilidad de que un viento favorable para Villeneuve
podría no serlo para Ganteaume.
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Villeneuve, el 9 de junio salió de Martinica para Ferrol con muchos
enfermos abordo de sus barcos pese a los que había ya evacuado en Fort de
France. Contrastaba el estado sanitario de los franco-españoles con la salud
de que gozaban las dotaciones de Nelson. Las escuadras de éste y de
Villeneuve coincidieron en las Pequeñas Antillas cinco días sin avistarse. Esta
vez Clio, la musa de la Historia, no permitió que otra batalla naval de aniqui
lamiento, como la librada entre Rodney y De Grasse en 1782, tuviera lugar en
estas aguas.
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lancia para interceptarlo: una al SW de la isla de Ouessant para hacer frente
al segundo supuesto y otra a cien millas al W de Finisterre para cubrir el pri
mero. Considerando que Calder que está frente a Ferrol, no dispone de fuer
zas suficientes para contender con Villeneuve ordena a Stirling que levante el
bloqueo de Rochefort y se incorpore con su escuadra a la de Calder. De esta
forma este reunió bajo su mando una Fuerza Naval de quince navios de línea
y seis fragatas. Villeneuve contaba con veinte navios y ocho fragatas. La
asombrosa rapidez con que se tomaron todas las disposiciones de Barham
permitió que Calder estuviera en la posición ordenada el 19 de julio y, más
sorprendente aún, que tras tan solo tres días de patrulla, avistara a la escuadra
combinada franco-española de Villeneuve.
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impedir la reunión de la escuadra de Ferrol con la de Villeneuve.
Evidentemente el vicealmirante Robert Calder no era como Horacio Nelson:
éste hubiera intentado destruir la escuadra enemiga sin reparar en pérdidas
propias.
Villeneuve, con toda razón, fue criticado por los españoles, por no inten
tar represar los barcos capturados. El propio Napoleón censuró a Villeneuve y
elogió el comportamiento de los españoles en este combate. El fuerte viento,
entablado del nordeste, obligó a Villeneuve a aprobar a Vigo en vez de dirigir
se a Ferrol. El 29 de julio fondeó en la ría de Vigo dejando a tres navios muy
castigados con los enfermos de toda la escuadra y cubriendo con los sanos de
sus dotaciones las bajas de los restantes. Vientos favorables permitieron a
Villeneuve reanudar su viaje a Ferrol. Cuando el 2 de agosto embocaba la ría
recibió orden de Napoleón, por una embarcación procedente de La Corana, de
no hacerlo sino de dirigirse a La Corana puerto de más fácil salida. Sin duda
Napoleón quería evitar se repitiese lo acaecido con Ganteaume cuando no
pudo salir de Brest, puerto de características muy parecidas a las de Ferrol.
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Cornwalis izada en el Ville de París y dejar sus barcos a las órdenes de éste,
se dirigió con el Victory, necesitado de reparaciones, a Portsmouth, donde fue
recibido en olor de multitud. El Ville de Paris era un navio francés apresado
por los ingleses veintitrés años antes. La Royal Navy seguía la costumbre de
conservar los nombres extranjeros de los barcos capturados cuando los incor
poraban a su flota para que todos lo recordaran.
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te a la canal de salida de la rada de Brest. Villeneuve no era cobarde sino inde
ciso, doctrinario, poco receptivo a los consejos de sus subordinados y, sobre
todo, temía a Napoleón. Según algunos autores desde el combate de
Finisterre, e incluso antes, Villeneuve padecía una aguda depresión y acari
ciaba la idea de retirarse a Cádiz dado el complejo de inferioridad que sentía
respecto a la flota británica, por falta de confianza en si mismo y convenci
miento de la poca valía de sus tripulaciones. Por otro lado consideraba válida
la coartada de que en las instrucciones recibidas de Napoleón, como última
alternativa, éste le recomendaba retirarse a Cádiz si las circunstancias eran
totalmente adversas Y a ello se agarró como a clavo ardiendo.
Comentarios finales
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como hemos visto, su ejecución no resistió el contraste con la realidad. La
idea de concentración lejana de toda la flota franco-española fracasó en la
fase inicial de la ejecución. Ello dio lugar a un plan alternativo que contem
plaba la concentración en el punto sensible lo que ya no era tan original.
Como muchas veces ocurre los imponderables tácticos influyen decisivamen
te en los planteamientos estratégicos.
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Figura 3
a toda costa, sin reparar en pérdidas, a la fuerza anfibia de invasión con sus
fragatas y fuerzas ligeras e impedir la llegada por el paso de Calais de la
escuadra holandesa de Texel que normalmente no podía salir más que con
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mareas vivas. Pero para mí la gran incógnita es, como Napoleón, en la segun
da quincena de agosto de 1805, con el ejército ruso camino de Europa central
y el austríaco movilizándose, se mostrara decidido a correr el riesgo de empe
ñar el grueso del ejército francés (su magnifica Grande Armée) en suelo
inglés sin antes haber neutralizado a sus enemigos continentales. Su teoría de
que cortando la cabeza de la coalición los miembros de ella quedarían parali
zados, en mi opinión, no resulta convincente. Quizás confiara, en última ins
tancia, en la capacidad militar de Francia para hacer la guerra simultánea
mente en dos frentes con nuevas y masivas levas de sus ciudadanos.
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