Bloque 5
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fue descubierto y el príncipe de Asturias fue arrestado y obligado a confesar el nombre
de sus cómplices para obtener el perdón de su padre.
Mientras tanto en Francia en 1799 un brillante, ambicioso y joven general llamado
Napoleón Bonaparte culminó un golpe de Estado que señaló el inicio de su dictadura
personal. Napoleón se autoproclamó emperador y emprendió sus planes de expansión
territorial. En 1807 España y la Francia napoleónica firmaron el Tratado de
Fontainebleau con el objetivo de invadir Portugal y repartirse su territorio. Así, Carlos IV
autorizó la entrada en suelo español de unos 60.000 soldados franceses.
Al año siguiente (1808) Fernando vuelve a sublevarse contra su padre en Aranjuez.
Napoleón decidió sacar partido de estos conflictos y, aprovechando la presencia de
tropas francesas en la Península, decidió apoderarse del territorio español. Su plan
consistía en atraer a toda la familia real a Bayona para, una vez allí, obligarles a renunciar
a todos sus derechos al trono. Carlos fue gustoso pensando que Napoleón le ayudaría.
Por su parte, Fernando se vio obligado a asistir por miedo a Napoleón. Así, a finales de
abril de 1808, en Bayona, Carlos IV y Fernando VII renunciaron al trono
(abdicaciones de Bayona). Napoleón proclamó rey de España y de las Américas a su
hermano José I Bonaparte.
El nuevo régimen político monárquico de José I Bonaparte quedó diseñado por el
denominado Estatuto de Bayona, elaborado por el entorno de Napoleón y promulgado
en esa ciudad francesa en julio de 1808. El Estatuto de Bayona es una "carta otorgada"
que jamás fue puesta en práctica. Se trataba de un texto legislativo parcialmente
reformista, ya que incluía en su contenido el reconocimiento de ciertos derechos
individuales (libertad de imprenta, libertad de movimientos, libertad de industria y
comercio, igualdad fiscal) y la supresión de los gremios, de los mayorazgos y de las
torturas a detenidos; aunque también afirmaba la religión católica como única permitida,
garantizaba el mantenimiento de algunos privilegios estamentales y continuaba
reservando al rey la práctica totalidad de los poderes. El Estatuto preveía la celebración
de elecciones a representantes en Cortes mediante sufragio restringido.
El 2 de mayo de 1808, cuando los franceses se disponen a trasladar al infante Francisco
de Paula, hijo menor de Carlos IV, a Francia, comienzan en Madrid los levantamientos
populares contra el ejército invasor. Los tumultos se difundieron rápidamente por toda
la ciudad y los soldados napoleónicos empezaron a ser atacados por una población
enfurecida pero desarmada. Los combates callejeros fueron extraordinariamente
violentos, especialmente en los alrededores de la Puerta del Sol. La rebelión fue
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sofocada por el mariscal Murat, el cual llevó a cabo una brutal represión fusilando a
cientos de civiles. Sin embargo, los levantamientos contra los franceses se repitieron en
numerosos lugares de España, convirtiéndose en una prolongada y cruenta guerra de
resistencia contra los franceses.
Desarrollo de la guerra (1808-1813):
Se iniciaba así una guerra en la que España quedaba dividida en dos bandos, lo que
hará que este conflicto sea, además de una guerra de liberación, una guerra civil. Por
un lado, estaban los territorios ocupados por el ejército francés, que contaba con el apoyo
de los afrancesados, entre los que estaban algunos reformistas ilustrados que
pretendían una modernización pacífica y gradual. Por otro lado, estaba la resistencia
que luchaba en nombre de Fernando VII y se dividía en dos grupos ideológicos: los
liberales, que querían establecer un nuevo tipo de monarquía, y los absolutistas,
partidarios del antiguo régimen. Para controlar la situación, en las zonas no ocupadas se
crearon Juntas locales, integradas después en las Juntas provinciales, que asumieron
la autoridad en nombre de Fernando VII. Quedó constituida, en septiembre de 1808, bajo
la presidencia de Floridablanca, la Junta Central Suprema, que convocó cortes
generales que llevarán a cabo la redacción de la Constitución de 1812 en un primer
intento de transformación liberal.
Fases de la guerra:
1. 1808: El objetivo de las tropas francesas, dirigidas por Murat, era sofocar los
levantamientos y tomar el país en una rápida maniobra. No lo consiguió. Los
españoles dirigidos por el general Castaños vencieron en la batalla de Bailén
(19 de julio) y obligaron a José I a abandonar Madrid. A la vez las tropas británicas,
aliadas ahora a los españoles, expulsaron a los franceses de Portugal y
desembarcaron en Galicia. Estos hechos decidieron a Napoleón a venir a España
para dirigir personalmente las operaciones. Consiguió varias victorias y recuperó
Madrid.
2. 1809-1810: Guerra de desgaste. Los franceses consiguen ocupar Aragón,
Cataluña y casi toda Andalucía, excepto algunas zonas de Huelva y Cádiz, que
permaneció sitiada. Los franceses no lograron controlar por completo el territorio
porque fueron hostigados continuamente por los guerrilleros españoles. Estos
realizaban ataques rápidos y por sorpresa contra las tropas enemigas. Su táctica
se basaba en el aprovechamiento de la máxima movilidad y del mejor
conocimiento del terreno para desgastar al enemigo mediante la realización de
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sabotajes contra sus depósitos de armamentos, contra sus líneas de
comunicaciones y contra sus abastecimientos en la retaguardia. Las partidas de
guerrilleros estaban compuestas por paisanos civiles sin ninguna experiencia en
combate y por exmilitares procedentes del desmantelado ejército español.
Algunos de los cabecillas guerrilleros más famosos fueron Juan Martín "el
Empecinado", Francisco Espoz y Mina, Juan Díaz Porlier y el sacerdote
burgalés Jerónimo Merino ("el cura Merino").
3. 1812-1813: el declive francés. En estos años Napoleón tiene abiertos varios
frentes (España, Rusia, Italia y Alemania). Sus tropas se ven obligadas a
retroceder empujadas por los españoles y por el ejército anglo-portugués dirigido
por el general Wellington. Las batallas más importantes se disputaron en
Arapiles, Vitoria y San Marcial. El tratado de Valençay (diciembre de 1813)
puso fin a la guerra y los últimos soldados franceses abandonaron la península.
Consecuencias: Las pérdidas humanas y materiales fueron enormes. Murieron casi
medio millón de españoles (de un total de 11 millones). Algunas ciudades como
Zaragoza o Gerona quedaron arrasadas por completo y fueron destruidas muchas
cosechas, miles de cabezas de ganado, así como edificios y carreteras. La guerra resultó
desastrosa para las actividades comerciales y para las finanzas públicas. El desgaste
sufrido por los franceses fue decisivo para la derrota final de Napoleón.
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estableció como máximo órgano de gobierno. Las derrotas militares desacreditaron a la
Junta Central, que, refugiada en Cádiz, dio paso en 1810, a una Regencia, especie de
gobierno provisional compuesto por cinco miembros muy conservadores, pero sometidos
a la presión ambiental de la ciudad, sede de una nutrida burguesía y de importantes
colonias de comerciantes extranjeros.
Aunque la idea de una reunión de Cortes para reorganizar la vida pública ya había sido
debatida por la Junta Central, la Regencia no se decidió a convocarlas hasta que llegó a
Cádiz la noticia del establecimiento de poderes locales en distintas ciudades de América
que podían poner en peligro el Imperio español. Finalmente, la Regencia se encarga de
convocar las Cortes, acto que iniciaba claramente el proceso revolucionario. Un conjunto
de decretos y la Constitución de 1812, transforman el país hasta convertirlo en una
monarquía liberal y parlamentaria.
Se decidió que las cortes se celebraran en la gaditana isla de León (San Fernando), en
la iglesia de San Pedro y San Pablo.
El proceso de convocatoria de las Cortes se llevó a cabo como asamblea única, es decir,
sin que hubiera división por estamentos; el hecho de que en la mayoría de las provincias
ocupadas, los diputados fueran elegidos por las Juntas favoreció la representación
individual y no, estamental.
Respecto a la composición de las mismas, la guerra propició que se reunieran unas
Cortes con preponderancia de elementos burgueses y cultos procedentes de las
ciudades comerciales del litoral, y de miembros de las Juntas, que huyendo de la guerra
se habían establecido en Cádiz, ciudad protegida por la marina británica. En ellas
predominaba la burguesía intelectual. No había ni un solo representante de las clases
populares y los diputados de todas las provincias, incluidos los de ultramar, fueron
buscados entre los residentes en Cádiz, dada la imposibilidad de hacer elecciones por
el estado de guerra en que se vivía. Esto dio una gran ventaja a los liberales, puesto que
la población gaditana estaba formada en su mayoría por burgueses de clase media con
tendencias progresistas, y había una escasa presencia de nobles y de miembros del alto
clero. Pronto aparecieron entre los diputados tres grandes tendencias ideológicas
diferentes:
Absolutistas contrarrevolucionarios, llamados despectivamente los “serviles” por
sus adversarios. Eran partidarios del mantenimiento del Antiguo Régimen;
Reformistas o jovellanistas que consideraban necesarias las reformas, pero bajo el
principio de soberanía compartida del rey y la nación.
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Liberales (término que surge ahora por primera vez), defensores de reformas
revolucionarias, inspiradas en los principios de la Revolución Francesa.
La mayoría liberal, aprovechándose de la ausencia del rey, inició la primera revolución
liberal burguesa en España, con dos objetivos: adoptar reformas que acabaran con las
estructuras del Antiguo Régimen y aprobar una Constitución. Las Cortes mediante una
serie de decretos estructuran un nuevo tipo de sociedad. Se pueden señalar dos tipos
de decretos, los que destruyen el viejo Régimen (1810-12) y los que crean uno nuevo
(1812-14), que definen, aún mejor que la Constitución, la revolución burguesa:
a) Entre los primeros decretos están los que buscan la igualdad jurídica. Abolición del
régimen señorial con la supresión del régimen señorial y de los privilegios feudales.
No obstante, la nobleza consiguió salvar casi todos sus bienes porque las viejas
posesiones señoriales se convirtieron en títulos de propiedad privada. Fue también una
decisión fundamental en el proceso de reforzamiento del Estado, ya que numerosos
pueblos y ciudades mantenían todavía alguna dependencia del clero y la nobleza. Se
suprime, también, la Mesta, reconociendo el derecho de los pueblos a acotar sus tierras
comunales y permitiendo que los dueños de las tierras pudieran cercar, cultivar o
arrendar con plena libertad. Desaparece la Inquisición, presentada como un obstáculo
a la libertad de pensamiento y al desarrollo de la Ciencia. Los liberales aprobaron,
finalmente, el decreto de libertad de imprenta y supresión de la censura, lo cual era
clave para un sistema basado en la soberanía nacional y eficaz instrumento de
concienciación política y defensa frente a los abusos del poder.
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En las Cortes de Cádiz también se redactó por primera vez en nuestra historia una
Constitución de carácter liberal que fue promulgada el 19 de marzo de 1812. En su
elaboración participaron de manera destacada los diputados liberales Agustín Argüelles,
Muñoz Torrero y Pérez de Castro. Constaba de 384 artículos y su contenido se basaba
en los siguientes principios:
1. Soberanía nacional: el poder político pertenecía a la nación en su conjunto,
aunque su ejercicio era delegado en los representantes elegidos en votación por
los ciudadanos. Significaba el abandono del antiguo principio absolutista de
soberanía monárquica legitimada por origen divino.
2. División de poderes: El poder legislativo se confiaba a unas Cortes
unicamerales; el poder ejecutivo era asumido por el gobierno; y el poder judicial
quedaba depositado en los tribunales.
3. Sistema político parlamentario y representativo: la potestad del rey quedaba
subordinada al poder superior de las Cortes.
4. Participación de los ciudadanos en las decisiones políticas: los diputados
actuaban en representación de todos los ciudadanos españoles, quienes debían
elegirlos mediante un complejo sistema de sufragio universal indirecto de todos
los varones mayores de 25 años. Para ser diputado se requería, sin embargo,
la condición de propietario, lo que excluía a asalariados y campesinos sin tierra.
5. Reconocimiento de los derechos individuales: igualdad ante la ley,
inviolabilidad del domicilio, libertad de expresión, sufragio, derecho a la propiedad,
educación elemental, garantías procesales y penales, etc. que ponen las bases
para acabar con un modelo social basado en las exenciones y los privilegios.
6. Su idea de nación era la de un estado unitario, que afirmaba los derechos de los
españoles en su conjunto por encima de los históricos de cada reino. De esta
forma, la Constitución daba un nuevo paso en el proceso de centralización
emprendida por los Borbones. No obstante, los regímenes forales de las
provincias vascas y de Navarra no se derogaron explícitamente.
7. Con el fin de conseguir la igualdad de los ciudadanos fijaba una burocracia
centralizada, una fiscalidad común y un ejército. Distinguía entre un ejército
permanente encargado de la defensa exterior y la Milicia Nacional, nuevo cuerpo
militar eventual formado por ciudadanos civiles armados creado para defender el
régimen liberal contra sus enemigos internos.
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8. El catolicismo es la única confesión religiosa permitida. La necesidad de contar
con la colaboración del clero en la lucha contra los franceses explica este rasgo
intolerante que choca con el espíritu avanzado de la Constitución.
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historia de España. Allí mismo, un grupo de sesenta y nueve diputados serviles le
entregan el llamado Manifiesto de los Persas, en el que se le animaba a restaurar la
monarquía absoluta.
Comienza de este modo el SEXENIO ABSOLUTISTA (1814-1820): Contando con el
apoyo de los absolutistas, de parte del ejército, del clero católico y de gran parte de la
población campesina. Fernando VII tardó sólo dos meses en restablecer el absolutismo
mediante un decreto que anulaba todas las leyes aprobadas por las Cortes de Cádiz
y suprimía la Constitución de 1812. De esta forma, el rey recuperó todos los poderes,
disolvió las cortes e impuso el retorno al Antiguo Régimen mediante el restablecimiento
de las exenciones fiscales estamentales, de los derechos señoriales, de las
organizaciones gremiales, de la Inquisición y de los privilegios de la Mesta. Asimismo,
reintrodujo las pruebas de nobleza para ingresar en la oficialidad del ejército y devolvió
los bienes desamortizados a la Iglesia durante los años anteriores, de forma que los
compradores de esas propiedades perdieron su dinero.
Su afán por mantener el sistema del Antiguo Régimen agravó las dificultades de una
España con una economía destrozada por la guerra, los éxitos de los rebeldes
independentistas en las colonias americanas y un caos en la Hacienda. Así, hacia 1818
se llegó a la bancarrota y el gobierno se vio obligado a suspender todos los pagos de
los intereses de la deuda estatal.
A la vez, desató una dura represión política al ordenar la detención y encarcelamiento,
bajo la acusación de traición de los diputados liberales y do todos los simpatizantes de
esa ideología. Lo mismo ocurrió con los afrancesados, que se vieron obligados a salir
del país.
En el ámbito exterior, España se sumó en 1816 a la Santa Alianza, pacto creado en
1815 a iniciativa del zar ruso Alejandro I, y que fue firmado también por Prusia y Austria,
añadiéndose posteriormente otros monarcas europeos cristianos. Su objetivo era
prestarse ayuda mutua y practicar una política acorde con los principios cristianos.
Mientras, por todo el país surgen sociedades secretas de ideología liberal como la
masonería y se suceden pronunciamientos militares con el fin de liquidar el
absolutismo, (Espoz y Mina en Pamplona,1814, Porlier en La Coruña,1815, y Lacy en
Barcelona, 1817) hasta que en 1820, el régimen sucumbe al del Comandante Riego, en
Cabezas de San Juan, que inicia el TRIENIO LIBERAL (1820-1823):
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A la sublevación iniciada por Riego se sumaron otros liberales militares, como el coronel
Antonio Quiroga, y civiles, como Juan Álvarez Mendizábal, extendiéndose el movimiento
revolucionario por Galicia, Asturias, Murcia, Aragón, Cataluña y Navarra. Las tropas
afines al rey fueron incapaces de reaccionar y el Palacio Real de Madrid llegó a ser
asaltado por los liberales. Fernando VII se vio obligado a aceptar el triunfo de los
liberales, que recuperaron el poder a la fuerza y restablecieron la Constitución de
1812.
Los nuevos gobernantes mantuvieron a Fernando VII en el trono y permitieron el regreso
a España de los afrancesados, pero se apresuraron a encarcelar a destacados
partidarios del absolutismo. Aprobaron un conjunto de audaces y radicales medidas
legislativas:
1. La Inquisición fue abolida, el pago del diezmo fue reducido a la mitad y se prohibió
a la Iglesia la compra de nuevos bienes inmuebles. Los jesuitas fueron disueltos
y unos mil monasterios y conventos de todas las órdenes religiosas fueron
cerrados. Sus propiedades fueron nacionalizadas y vendidas.
2. Se suprimieron los mayorazgos y se recuperaron las libertades económicas (de
contratación, producción y comercialización).
3. Las libertades de imprenta, expresión y opinión fueron también restablecidas.
4. Se estableció una contribución fiscal única.
5. La Milicia Nacional fue reintroducida y reforzada para defender el sistema liberal.
No obstante, Fernando VII intentó continuamente bloquear y entorpecer las reformas,
viéndose obligado a firmar muchas veces bajo amenazas.
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Finalmente, los monarcas absolutos reunidos en la ciudad de Verona en 1822,
decidieron actuar en España y Portugal para liquidar a sus respectivos gobiernos
liberales). Fueron los llamados “Cien Mil Hijos de San Luis”, que entraron desde Francia
al mando del duque de Angulema y acabaron con el régimen liberal libertando al rey en
Cádiz y reponiéndolo en su poder absoluto. El rey invalidó la legislación del trienio y puso
fin al segundo intento de revolución liberal. Para respaldar el nuevo viraje, el ejército
francés permanecería en España cinco años.
La tercera y última etapa del reinado de Fernando VII se conoce como DÉCADA
OMINOSA O ABSOLUTISTA (1823-1833): Cuando Fernando VII volvió a gobernar con
poderes absolutos, se entregó a la inmediata destrucción de todo lo realizado por los
liberales durante el trienio. Introdujo nuevamente el diezmo y el mayorazgo, además de
ordenar la devolución de todas las propiedades desamortizadas al clero. Los
compradores de dichos bienes fueron tratados como semidelincuentes y no se les
devolvió su dinero. En los primeros meses desencadenó una feroz represión a través
de la Junta de Purificaciones (Riego fue ejecutado junto con unos 130 militares más).
Las depuraciones afectaron especialmente a los funcionarios, a los profesores, a los
oficiales del ejército y a todos aquellos que habían desempeñado cargos municipales
durante la etapa de gobierno liberal.
Creó y reclutó un nuevo cuerpo paramilitar de civiles armados llamados “voluntarios
realistas”, con la función de defender al gobierno absolutista de sus enemigos interiores.
Aunque no restableció la Inquisición, creo en su lugar las denominadas Juntas de fe.
Sin embargo, esta segunda restauración absolutista se desarrolló con un carácter más
moderado que la primera buscando una cierta modernización administrativa y de la
Hacienda. En estos años se creó el Consejo de Ministros y, también, el Banco de San
Fernando, el Código de Comercio y la Bolsa de Madrid. El rey nombra a algunos ministros
como Cea Bermúdez o López Ballesteros para introducir algunas prudentes reformas.
La preocupación sustancial era no agravar la angustiosa situación de la Hacienda, al
incidir el déficit clásico con la pérdida de las colonias americanas. Se restringieron los
gastos y se introdujo un presupuesto formal para controlar la gestión de Hacienda.
La política económica y la represión va originando una doble oposición. Por un lado,
los liberales seguirán conspirando en su contra. Por otro, los absolutistas más reacios,
que consideraban sospechosas las tímidas reformas, se aglutinan en torno al hermano
del rey, Carlos María Isidro. En 1827 se sublevan en Cataluña, Revuelta de los
Agraviados, llegando a tener 30.000 hombres en armas; la burguesía catalana apoyó
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entonces al rey, que estableció aranceles para proteger su industria. Así, al final de la
década el absolutismo fernandino se encontraba amenazado por los liberales y los
ultraconservadores.
Entretanto, Fernando se casa por cuarta vez, con María cristina de Borbón, y en 1830
nace su hija Isabel. La reina se convierte en la catalizadora de las posturas más
reformista y de ciertos sectores liberales. Para que su hija pueda reinar, el rey emite la
“Pragmática Sanción”, que anula la ley sálica de Felipe V. Pero los absolutistas no se
conforman y, hallándose el rey enfermo de gravedad en La Granja, 1832, los partidarios
de don Carlos, consiguen la derogación de la Pragmática. Pero, recuperado el rey
confirmó los derechos sucesorios de su hija y suprimió los voluntarios realistas. A su
muerte en 1833 estallará la primera guerra carlista.
Surge así el proceso en el que tres ciudades serán los focos principales del movimiento
separatista entre 1810 y 1824: Caracas, Buenos Aires y México.
Los criollos como Manuel Belgrano, Francisco Miranda y Simón Bolivar encabezaron
las sublevaciones en Buenos Aires y Caracas. La debilidad del ejército español tras la
guerra antinapoleónica, sumada al caos político provocado por los enfrentamientos entre
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liberales y absolutistas, a la dificultad para enviar por mar tropas de refuerzo y al
desbarajuste económico durante el reinado de Fernando VII, así como el apoyo dado a
los separatistas por parte de los gobiernos británico y estadounidense (doctrina Monroe
= América para los americanos) facilitaron la victoria de los independentistas.
En el proceso de independencia se distinguen dos etapas:
a. 1810-1815 periodo de organización, se perfilan los centros directores:
México, Venezuela, región del río de la Plata.
b. 1815-1824 se consuma la independencia ya que la restauración del
absolutismo por Fernando VII no deja otra alternativa a las colonias. Los
protagonistas son San Martín (Chile 1816), Bolívar (Colombia 1819 y
Perú 1824), En 1821 México se independiza. Merece destacarse las
batallas de Simón Bolívar en Boyacá en 1819 y Ayacucho 1824 que pone
fin a la presencia española en la mayor parte de América. Solamente
permanecen en manos españolas Cuba y Puerto Rico en las Antillas, y
Filipinas en el sureste asiático.
Para España la pérdida de sus colonias fue catastrófica, supone la pérdida de prestigio
y de importantes ingresos económicos, así como de productos mineros y agrícolas. A
partir de ahora solamente le quedan los productos de las Antillas y Filipinas (cultivos de
azúcar y algodón).
Para los nuevos países surgidos no supone un cambio social, los criollos sustituyen a los
españoles al frente del estado y de la sociedad manteniendo sometidos a los demás
grupos y adaptando las estructuras coloniales a sus intereses. El pueblo americano,
protagonista de la revolución queda marginado del poder.
Los nuevos países están sumergidos en una continua inestabilidad política debido a que
no son capaces de encontrar los mecanismos de equilibrio y control que sustituyan a los
coloniales, de ahí la continua intervención del ejército en la vida política y el caudillismo
(regímenes unipersonales o dictatoriales) y la continua dependencia del exterior. A partir
de este momento pasarán a depender económicamente de británicos y
estadounidenses, quedando truncadas sus posibilidades de modernización económica y
desarrollo industrial.
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