Sartori

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Colegio "del Centenario"

Comunicación, cultura y sociedad ANIMAL SIMBÓLICO

Fragmento de Giovanni Sartori: Homo videns. La sociedad


teledirigida, Barcelona, Taurus, 1997.

“Homo sapiens: de este modo clasificaba Línneo a la especie


humana en su Sistema de la Naturaleza, de 1958.
fisiológicamente, el homo sapiens no posee nada que lo haga
único entre los primates (el género al que pertenece la
especie de la raza humana). Lo que hace único al homo
sapiens es su capacidad simbólica; lo que indujo a Ernst
Cassirer a definir al hombre como un «animal simbólico».
Cassirer lo explica así:

El hombre no vive en un universo puramente físico sino en un universo


simbólico. Lengua, mito, arte y religión [...] son los diversos hilos que
componen el tejido simbólico [...] Cualquier progreso humano en el campo del
pensamiento y de la experiencia refuerza este tejido [...]. la definición del
hombre como animal racional no ha perdido nada de su valor [,..] pero es fácil
observar que esta definición es una parte del total. (1948).

Así pues, la expresión animal symbolicum comprende todas las formas de la vida
cultural del hombre. Y la capacidad simbólica de los seres humanos se despliega en
el lenguaje, en la capacidad de comunicar mediante una articulación de sonidos y
signos «signifìcantes», provistos de significado. Actualmente, hablamos de
lenguajes en plural, por tanto, de lenguajes cuyo significante no es la palabra: por
ejemplo, el lenguaje del cine, de las artes figurativas, de las emociones, etcétera.
Pero éstas son acepciones metafóricas. Pues el lenguaje esencial que de verdad
caracteriza e instituye al hombre como animal simbólico es «lenguaje-palabra», el
lenguaje de nuestra habla. Digamos, por tanto, que el hombre es un animal parlante,
«que continuamente está hablando consigo mismo» y que ésta es la característica
que lo distingue radicalmente de cualquier especie de ser viviente.

A esto se podría replicar que los animales también comunican con un lenguaje
propio. Sí, pero no del todo. El llamado lenguaje animal transmite señales. Y la
diferencia fundamental es que el hombre posee un lenguaje capaz de hablar de
sí mismo. El hombre reflexiona sobre lo que dice. Y no sólo el comunicar, sino
también el pensar y el conocer que caracterizan al hombre como animal simbólico se
construyen en lenguaje y con el lenguaje. El lenguaje no es sólo un instrumento del
comunicar, sino también del pensar.
(…)
Las civilizaciones se desarrollan con la escritura, y es el tránsito de la comunicación
oral a la palabra escrita lo que desarrolla una civilización. Pero hasta la invención de
la imprenta, la cultura de toda sociedad se fundamenta principalmente en la trans-
misión oral. Hasta que los textos escritos son reproducidos a mano, no se podrá
hablar aún del «hombre que lee». Leer, y tener algo que leer, fue hasta mediados
del siglo XV un privilegio de poquísimos. El homo sapiens que multiplica el propio
saber es, pues, el llamado hombre de Gutenberg. Es cierto que la Biblia impresa por
Gutenberg en 1452 tuvo una tirada de 200 copias, pero se podía reimprimir. Se
había producido el salto tecnológico. Así pues, es con Gutenberg con quien la
transmisión escrita de la cultura se convierte en algo potencialmente accesible a
todos.

El progreso de la reproducción impresa fue lento pero constante, y culmina -entre los
siglos XVI y XVII con la llegada del periódico que se imprime todos los días, el
«diario»

Al mismo tiempo, desde mediados del XIX en adelante comienza un nuevo y


diferente ciclo de avances tecnológicos. En primer lugar, la invención del telégrafo,
después la del teléfono (de Alexander Graham Bell). Con estos dos inventos
desaparecía la distancia y empezaba la era de las comunicaciones inmediatas. La
radio, popularizada en la década de 1920 también eliminaba distancias y añade un
nuevo elemento: una voz fácil de difundir en todas las casas. La radio es el primer
gran difusor de comunicaciones; pero un difusor que no menoscaba la naturaleza
simbólica del hombre. Ya que, como la radio «habla», difunde siempre cosas dichas
con palabras. De modo que libros, periódicos, teléfono, radio son todos ellos -en
concordancia- elementos portadores de comunicación lingüística.

La ruptura se produce en la década de 1940 con la llegada del televisor y de la


televisión.

La televisión -como su propio nombre indica- es «ver desde lejos» (tele), es decir.
Llevar ante los ojos de un público de espectadores cosas que puedan ver en
cualquier sitio, desde cualquier lugar y distancia. Y en la televisión el hecho de ver
prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la voz del medio, o de un
hablante, es secundaria, está en función de la imagen, comenta la imagen. Y, como
consecuencia, el telespectador es más un animal vidente que un animal simbólico.
Para él las cosas representadas en imágenes cuentan y pesan más que las cosas
dichas con palabras. Y esto es un cambio radical de dirección, porque mientras que
la capacidad simbólica distancia al homo sapiens del animal, el hecho de ver lo
acerca a sus capacidades ancestrales, al género al que pertenece la especie del
homo sapiens”.

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