G. Civil
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Guerra Civil por antonomasia1920 o, simplemente, la Guerra, fue un conflicto bélico —que
más tarde repercutiría también en una crisis económica— que se desencadenó en España
tras el fracaso parcial del golpe de Estado del 17 y 18 de julio de 1936 perpetrado por una
parte de las fuerzas armadas contra el Gobierno electo de la Segunda República. Tras el
bloqueo del estrecho de Gibraltar y el posterior puente aéreo que, gracias a la rápida
colaboración de la Alemania nazi y la Italia fascista, trasladó las tropas rebeldes desde el
territorio marroquí a la España peninsular en las últimas semanas de julio,2122 comenzó así
una guerra civil que concluiría el sábado 1 de abril de 1939 con el último parte de guerra
firmado por Francisco Franco, quien declaró su victoria y estableció una dictadura que
duraría hasta su muerte en 1975.
La guerra tuvo múltiples facetas, pues incluyó lucha de clases, guerra de religión,
enfrentamiento de nacionalismos opuestos, lucha entre dictadura militar y democracia
republicana, entre contrarrevolución y revolución, entre fascismo y comunismo.23
A las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y bando sublevado:
Ambos bandos cometieron graves crímenes en el frente y en las retaguardias, como sacas
de presos, paseos, desapariciones de personas o tribunales extrajudiciales. La dictadura de
Franco investigó y condenó severamente los hechos delictivos cometidos en la zona
republicana, llegando incluso a instruir una Causa General con escasas garantías procesales.
Por su parte, los delitos de los vencedores nunca fueron investigados ni enjuiciados, a pesar
de que algunos historiadores25 y juristas2627 defienden que, además de subvertir el orden
institucional, los sublevados habrían intentado exterminar a la oposición política.c
Las consecuencias de la guerra civil han marcado en gran medida la historia posterior de
España, por lo excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto las demográficas —
mortandad y descenso de la natalidad que marcaron la pirámide de población durante
generaciones— como las materiales —destrucción de las ciudades, de la estructura
económica y del patrimonio artístico—, intelectuales —fin de la denominada Edad de Plata
de las letras y ciencias— y políticas —la represión en la retaguardia de ambas zonas,
mantenida por los vencedores con mayor o menor intensidad durante todo el franquismo, y
el exilio republicano—, y que se perpetuaron mucho más allá de la prolongada posguerra,
incluyendo la excepcionalidad geopolítica del mantenimiento del régimen de Franco hasta
1975.
Antecedentes
Artículo principal: Segunda República española
El resultado de las elecciones de febrero de 1936 fue un reparto muy equilibrado de votos
con una leve ventaja de las izquierdas (47,1 %) sobre las derechas (45,6 %), mientras el
centro se limitó a un 5,3 %. Pero como el sistema electoral primaba a los ganadores, esto se
tradujo en una holgada mayoría para la coalición del Frente Popular.41
El miércoles 19 de febrero de 1936, Manuel Azaña, el líder del Frente Popular, formaba un
gobierno que, conforme a lo pactado con los socialistas, solo estaba integrado por ministros
republicanos de izquierda (nueve de Izquierda Republicana y tres de Unión Republicana).42
Una de sus primeras decisiones fue alejar de los centros de poder a los generales más
antirrepublicanos: el general Manuel Goded fue destinado a la Comandancia militar de
Baleares; el general Francisco Franco, a la de Canarias; el general Emilio Mola al gobierno
militar de Pamplona. Otros generales significados como Luis Orgaz, Rafael Villegas,
Joaquín Fanjul y Andrés Saliquet quedaron en situación de disponibles.43
La «cuestión agraria» fue otro problema que el nuevo gobierno tuvo que abordar con
urgencia a causa de la intensa movilización campesina que se estaba produciendo con el
apoyo decidido de las autoridades locales repuestas y que amenazaba con provocar graves
conflictos en el campo, especialmente en Extremadura.4748 Así el 19 de abril el ministro de
Agricultura, Mariano Ruiz Funes, presentaba varios proyectos de ley, entre ellos uno que
derogaba la Ley de reforma de la Reforma Agraria de agosto de 1935, que se convirtió en
ley el 11 de junio, por lo que volvía estar en vigor plenamente la Ley de Reforma Agraria
de 1932. Gracias a varios decretos y a esta ley entre marzo y julio de 1936 se asentaron
unos 115 000 campesinos, más que en los tres años anteriores.49 Sin embargo, continuó la
alta conflictividad en el campo, debida sobre todo a la actitud de los propietarios y a la
radicalización de las organizaciones campesinas, saldándose todo ello con incidentes
violentos. El caso más grave se produjo en la localidad albaceteña de Yeste, donde a finales
de mayo de 1936 «la detención de unos campesinos que pretendían talar árboles en una
finca particular condujo a un sangriento enfrentamiento entre la Guardia Civil y los
jornaleros, en los que murieron un guardia y 17 campesinos, varios de ellos asesinados a
sangre fría por los agentes».50
La actividad del parlamento estuvo paralizada casi todo el mes de abril debido al proceso
de destitución del presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora, iniciado y aprobado
por la izquierda, y su sustitución por Manuel Azaña, que fue investido en su nuevo cargo el
10 de mayo de 1936, siendo sustituido al frente del gobierno por su compañero del partido
Izquierda Republicana, Santiago Casares Quiroga,5152 quien asumiría a su vez la cartera de
Guerra.
El nuevo gobierno de Casares Quiroga continuó con la política reformista que ya había
iniciado el gobierno Azaña que consistía fundamentalmente en volver a poner en vigor los
decretos que habían sido derogados o modificados durante el bienio radical-cedista, a los
que se añadieron algunos otros.53
Uno de los problemas a los que tuvo que hacer frente el gobierno fue la oleada de huelgas
que se produjeron declaradas y sostenidas muchas veces por comités conjuntos de la CNT y
la UGT, en muchas de las cuales se hablaba de revolución,54 pero ni UGT ni CNT
preparaban ningún movimiento insurreccional después de los fracasos continuos de 1932,
1933 y 1934, y la única posibilidad de que se produjese alguno sería como respuesta a un
intento de golpe militar.55
José María Gil-Robles, líder de la CEDA, José Calvo Sotelo, líder de los monárquicos
alfonsinos y José Antonio Primo de Rivera, líder de la Falange.
Otro de los problemas del gobierno de Casares Quiroga fue la división interna del PSOE, el
partido más importante del Frente Popular,56 que enfrentaba a los sectores «prietista» y
«largocaballerista», ya que Francisco Largo Caballero, que dominaba UGT y el grupo
parlamentario del PSOE, continuó oponiéndose a la entrada en el gobierno de los socialistas
y defendiendo el entendimiento entre las «organizaciones obreras» para esperar el momento
en que el fracaso de los «burgueses republicanos» facilitara la conquista del poder por la
clase obrera.57 Otro problema fue que el sector de la CEDA liderado por Gil Robles se
decantaba por realizar un boicot a las instituciones republicanas y por apoyar la posición
defendida de la derecha monárquica del Bloque Nacional de José Calvo Sotelo, que
propugnaba abiertamente por la ruptura violenta del orden constitucional mediante un golpe
de Estado militar en cuya preparación ya estaban colaborando (por su parte los
monárquicos carlistas aceleraron la formación de sus milicias requetés con vistas al
alzamiento militar con cuyos dirigentes mantenían contactos).58
La violencia política
Los gobiernos del Frente Popular también tuvieron que hacer frente a un aumento de la
violencia política provocada por grupos armados de las organizaciones obreras y por el
partido fascista Falange Española, que a principios de 1936 era una fuerza política
marginal, pero que tras el triunfo del Frente Popular recibió una avalancha de afiliaciones
de jóvenes de derechas dispuestos a la acción violenta.59 El primer atentado importante que
cometieron los falangistas fue el perpetrado el 12 de marzo de 1936 contra el diputado
socialista y «padre» de la Constitución de 1931 Luis Jiménez de Asúa, en el que este
resultó ileso, pero su escolta, el policía Jesús Gisbert, murió.60 La respuesta del gobierno de
Azaña fue prohibir el partido y detener el 14 de marzo a su máximo dirigente José Antonio
Primo de Rivera, aunque el paso a la clandestinidad no impidió que siguiera perpetrando
atentados y participando en reyertas con jóvenes socialistas y comunistas.5961 También
continuó realizando una labor de violencia e intimidación contra los elementos del orden
institucional de la República. En la noche del 13 de abril, dos pistoleros falangistas
asesinaban en la calle a Manuel Pedregal, magistrado del Tribunal Supremo, como
represalia por haber actuado como ponente en el juicio por intento de asesinato a Jiménez
de Asúa. El juez ya había recibido amenazas de muerte con anterioridad por este motivo.
Varios de los implicados huyeron a Francia en avión pilotado por el entonces colaborador
de Falange, Juan Antonio Ansaldo.626364 De hecho, Falange difundió listas negras de jueces
con el propósito de intimidarlos, y su boletín clandestino No Importa amenazó a
magistrados como Ursicino Gómez Carbajo o Ramón Enrique Cardónigo, que habían
intervenido en causas con sentencia desfavorable a sus intereses.65
José Calvo Sotelo hablando en un mitin en el frontón
Urumea (San Sebastián), en 1935.
Entre abril y julio los atentados y las reyertas protagonizadas por falangistas causaron más
de cincuenta víctimas entre las organizaciones de izquierda obrera, la mayoría de ellas en
Madrid. Unos cuarenta miembros de Falange murieron en esos actos o en atentados de
represalia de las organizaciones de izquierda.61 También fueron objeto de la violencia los
edificios religiosos (un centenar de iglesias y conventos fueron asaltados e incendiados)66
aunque entre las víctimas de la violencia política de febrero a julio no hubo ningún
miembro del clero.67
Según un estudio publicado en 2006 sobre las víctimas mortales como resultado de la
violencia política entre febrero y julio de 1936, antes de iniciarse el golpe de Estado, hubo
un total de 189 incidentes y 262 muertos, de ellos 112 causados por la intervención de las
fuerzas de orden público. De las 262 víctimas, 148 serían militantes de la izquierda, 50 de
la derecha, 19 de las fuerzas de orden público y 45 sin identificar. Además ese estudio
constata que el número de víctimas mortales causadas por la violencia política fue
disminuyendo en esos cinco meses.71
La violencia política de los meses de gobierno en paz del Frente Popular, de febrero a julio
de 1936, fue utilizada después por los vencedores en la Guerra Civil como justificación de
su «alzamiento». Hoy en día, el debate sigue abierto, aunque hay historiadores que opinan
que en absoluto puede hablarse de una «primavera trágica» en la que el gobierno del Frente
Popular hubiera perdido el control de la situación.72 Y la conclusión de la mayoría de ellos
es clara: «La desestabilización política real en la primavera de 1936 no explica en modo
alguno la sublevación militar [de julio de 1936] y menos aún la justifica».72 «La política y
la sociedad españolas mostraban signos inequívocos de crisis, lo cual no significa
necesariamente que la única salida fuera una guerra civil»
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