PD 01 Ecdlp
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Coproducción
Marzo 2013
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PROGRAMAS DIDÁCTICOS N.º 1
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Diseño de cubierta
Pablo Nanclares
Maquetación
Avant Garde Comunicación
Fotos
David Ruano
Impresión
Imprenta Nacional del Boletín Oficial del Estado
Avda. de Manoteras, 54 - 28050 Madrid
N.I.P.O. 035-13-002-3
Dep. Legal M-6991-2013
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Reparto
Cipión
Ramon Fontserè
Berganza
Pilar Sáenz
Dirección Manolo
Ramon Fontserè Xevi Vilà
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Directora
Helena Pimenta
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ÍNDICE
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Cervantes, dibujado por sí mismo
Aspecto físico
Parece que Cervantes fue retratado por un pintor contemporáneo,
Juan de Jáuregui; sin embargo, la pintura original se perdió, y no
hemos conservado más que copias. No obstante, el propio autor hace
de sí mismo una magnífica descripción en el Prólogo de sus Novelas
ejemplares, con estas palabras:*
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Retrato moral e ideas de Cervantes acerca del teatro*
No puedo dejar, lector carísimo, de suplicarte me perdones si vieres
que en este prólogo salgo algún tanto de mi acostumbrada modestia.
Los días pasados me hallé en una conversación de amigos, donde se
trató de comedias y de las cosas a ellas concernientes, y de tal manera
las subtilizaron y atildaron, que, a mi parecer, vinieron a quedar en
punto de toda perfección.
Tratóse también de quién fue el primero que en España las
sacó de mantillas, y las puso en toldo y vistió de gala y apariencia; yo,
como el más viejo que allí estaba, dije que me acordaba de haber visto
representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación
y en el entendimiento. […]
En el tiempo deste célebre español, todos los aparatos de un autor
de comedias se encerraban en un costal, y se cifraban en cuatro pellicos
blancos guarnecidos de guadamecí dorado, y en cuatro barbas y cabelleras
y cuatro cayados, poco más o menos. Las comedias eran unos coloquios,
como églogas, entre dos o tres pastores y alguna pastora; aderezábanlas
y dilatábanlas con dos o tres entremeses, ya de negra, ya de rufián, ya de
bobo y ya de vizcaíno: que todas estas cuatro figuras y otras muchas hacía
el tal Lope con la mayor excelencia y propiedad que pudiera imaginarse.
No había en aquel tiempo tramoyas, ni desafíos de moros y cristianos, a
pie ni a caballo; no había figura que saliese o pareciese salir del centro
de la tierra por lo hueco del teatro, al cual componían cuatro bancos
en cuadro y cuatro o seis tablas encima, con que se levantaba del suelo
cuatro palmos; ni menos bajaban del cielo nubes con ángeles o con almas.
El adorno del teatro era una manta vieja, tirada con dos cordeles de una
parte a otra, que hacía lo que llaman vestuario, detrás de la cual estaban
los músicos, cantando sin guitarra algún romance antiguo. […]
Sucedió a Lope de Rueda, Navarro, natural de Toledo, el cual
fue famoso en hacer la figura de un rufián cobarde; éste levantó algún
tanto más el adorno de las comedias y mudó el costal de vestidos
en cofres y en baúles; sacó la música, que antes cantaba detrás de la
manta, al teatro público; quitó las barbas de los farsantes, que hasta
entonces ninguno representaba sin barba postiza, y hizo que todos
representasen a cureña rasa, si no era los que habían de representar
los viejos o otras figuras que pidiesen mudanza de rostro; inventó
tramoyas, nubes, truenos y relámpagos, desafíos y batallas, pero esto
no llegó al sublime punto en que está agora.
Y esto es verdad que no se me puede contradecir, y aquí entra
el salir yo de los límites de mi llaneza: que se vieron en los teatros de
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Posible retrato de Cervantes, atribuido a Juan de Jáuregui. Tomado de Givanel Mas,
Juan. Historia gráfica de Cervantes y del Quijote. Madrid, Plus Ultra, [1946]. Servicio
Municipal de Archivo y Biblioteca, Ayuntamiento de Alcalá de Henares.
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Madrid representar Los tratos de Argel, que yo compuse; La destruición
de Numancia y La batalla naval, donde me atreví a reducir las comedias
a tres jornadas, de cinco que tenían; mostré, o por mejor decir, fui
el primero que representase las imaginaciones y los pensamientos
escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro, con general y
gustoso aplauso de los oyentes; compuse en este tiempo hasta veinte
comedias o treinta, que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese
ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera
sin silbos, gritas ni barahúndas. Tuve otras cosas en que ocuparme;
dejé la pluma y las comedias, y entró luego el monstruo de naturaleza,
el gran Lope de Vega, y alzóse con la monarquía cómica; avasalló y
puso debajo de su juridición a todos los farsantes; llenó el mundo de
comedias proprias, felices y bien razonadas, y tantas, que pasan de diez
mil pliegos los que tiene escritos, y todas (que es una de las mayores
cosas que puede decirse) las ha visto representar, o oído decir, por
lo menos, que se han representado; y si algunos, que hay muchos, han
querido entrar a la parte y gloria de sus trabajos, todos juntos no llegan
en lo que han escrito a la mitad de lo que él sólo. […]
Algunos años ha que volví yo a mi antigua ociosidad, y, pensando
que aún duraban los siglos donde corrían mis alabanzas, volví a componer
algunas comedias, pero no hallé pájaros en los nidos de antaño; quiero
decir que no hallé autor que me las pidiese, puesto que sabían que las
tenía; y así, las arrinconé en un cofre y las consagré y condené al perpetuo
silencio. En esta sazón me dijo un librero que él me las comprara si un
autor de título no le hubiera dicho que de mi prosa se podía esperar
mucho, pero que del verso, nada; y, si va a decir la verdad, cierto que me
dio pesadumbre el oírlo, y dije entre mí: “O yo me he mudado en otro,
o los tiempos se han mejorado mucho; sucediendo siempre al revés,
pues siempre se alaban los pasados tiempos”. Torné a pasar los ojos
por mis comedias y por algunos entremeses míos que con ellas estaban
arrinconados, y vi no ser tan malas ni tan malos que no mereciesen
salir de las tinieblas del ingenio de aquel autor a la luz de otros autores
menos escrupulosos y más entendidos. Aburríme y vendíselas al tal
librero, que las ha puesto en la estampa como aquí te las ofrece. Él me las
pagó razonablemente; yo cogí mi dinero con suavidad, sin tener cuenta
con dimes ni diretes de recitantes. Querría que fuesen las mejores del
mundo, o, a lo menos, razonables; tú lo verás, lector mío, […] Y con esto,
Dios te dé salud y a mí paciencia.
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la tercera ocasión en que Joglars se acerca a nuestros clásicos.
Lo hicieron por primera vez en 2004 con El retablo de las maravillas y
continuaron en 2005 con En un lugar de Manhattan, siendo todos de
inspiración cervantina. Con esta coproducción la CNTC pretende, tal
como figura en nuestro Plan Director, seguir dando cabida a la libertad
de creación en escena, acogiendo diferentes lenguajes teatrales que
aporten nueva luz sobre nuestros textos del Siglo de Oro. Al tratarse la
obra de Cervantes de una novela ha sido especialmente necesaria una
adaptación dramatúrgica apropiada, a cargo de Boadella, Cabanas y
Fontserè, con dirección de escena de Ramón Fontserè.
Helena Pimenta
Directora de la CNTC
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Historia y trayectoria de Els Joglars
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sido la pirueta más singular de la compañía. Su actitud y sus criterios les
han procurado a lo largo de su historia diversos procesos y polémicas
pero, con el tiempo, la compañía se ha ganado el carisma de ser una de
las voces más críticas y libres de la sociedad española.
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El coloquio de los perros
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Los viejos perros Cipión y Berganza, a lo largo de su periplo, observan
desde su mudez toda la condición humana, toda la miseria, todo lo
ridículo de los bípedos; y antes de que se les acabe la noche y les
desaparezca el don del habla cuentan la realidad auténtica: los
lobos son los pastores, la defensa ofende, los centinelas duermen, la
confianza roba y el que libera mata.
Esos dos canes sabios contemplan con asombro cómo los insensatos
humanos de esta sociedad se emperran en ascenderlos de su cargo de
simples y dignos perros, y les tratan y tutean como si fueran personas.
Seguramente su buen olfato —no en vano nacen con la nariz abierta
quince días antes de que se abran sus ojos— les ha permitido seguir
en su condición de animales sin apartarse de la Naturaleza. Por el
contrario los bípedos llamados racionales, en su delirio mistificador
y prepotente sobre el mundo animal, parece que cada vez se alejan
más de ella. Que sirva este Coloquio actualizado del gran Cervantes
para poner freno a tantos desmanes y refocilarnos con el buen
entendimiento de Cipión y Berganza.
Ramon Fontserè
Director del montaje
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Adaptación y dramaturgia
de El coloquio de los perros
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El tema de la relación hombre-animal y la percepción recíproca que
ambos tienen adquiere hoy nuevos matices en el mundo desarrollado;
la implantación de lo que llamamos sociedad del bienestar ha
promovido cambios muy sustanciales en nuestra relación con las
bestias. En este sentido, nos encontramos con multitud de ciudadanos
contemporáneos los cuales se relacionan con perros y otras mascotas
en la misma medida sentimental que lo hacen con sus semejantes
humanos. Este hecho, menos frecuente en la época de Cervantes,
adquiere en la actualidad unas proporciones singulares que inducen
a conflictos extravagantes, al tiempo que promueven actitudes de un
enorme interés en cuanto al excéntrico retrato de nuestro entorno.
Albert Boadella
Autor de la adaptación y de la dramaturgia
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Lo que pasa en la obra
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Primero se les ve de cachorros en una tienda de mascotas, donde
una señora les compra a los dos por un precio desmedido, producto
de las malas artes del Comerciante. Humildes, los cachorros ganan
la confianza de la Mujer, que se los lleva a su casa en la que viven
regaladamente; Manolo y los perros se cuestionan lo que es la libertad
para uno y otros, leyes y correas frente a frente…
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y Tina, dos señoras ricas que fundan para ellos la sociedad Perros
Discapacitados de Razas Autóctonas, al ver el desastroso estado en que
se encuentran. Tina, harta de las trastadas de los perros en otros chalés
de la urbanización, los hace esterilizar por el Veterinario y su Ayudante.
Tina lleva también a Cipión y Berganza a la peluquería, con la intención
de presentarles en concursos caninos; como todos estos “cuidados”
incluyen una dieta severa, los perros, hartos, vuelven a escaparse. Los
animales dan en acercarse a una alguacil-Policía de aeropuerto, que
los convierte en sus ayudantes para la inspección de las maletas de los
viajeros, compensándoles con alguna raya de cocaína. Seguramente
cansados de esta rutina, los perros dan en cambiar de amo y colocarse
con Gianni, un italiano “punky” que se gana la vida con su flauta y con
los bailes y saltos que enseña a Cipión y Berganza, haciéndolos actuar
en la calle como “perros sabios”. Sin pararse, los perros prosiguen su
historia, temerosos de perder el don del habla cuando amanezca…
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encuentran finalmente un “asilo”, la perrera municipal, donde Braulio,
el guarda de día, les asigna la jaula 46.
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Los personajes
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Manolo, Xevi Vilà
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Cipión, Ramón Fontserè
Berganza, Pilar Sáenz
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Dolors Tuneu y Xavi Sais
Ellos dan vida a todos los personajes, animales y humanos, que aparecen
en las peripecias que narran Cipión y Berganza. Para ello se sirven de
máscaras, que expresan los rasgos distintivos de cada personaje, dando
con ello a entender que son fruto de la memoria de los perros y que los
vemos a través de los ojos de los dos canes, justamente.
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¿Sabías que…?
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Cervantes vio representadas sus obras de teatro en muy pocas
ocasiones, al parecer, y nunca tuvo el éxito que envidiaba en Lope,
porque sus ideas teatrales y su forma de hacer teatro eran muy
distintas a las que estaban de moda en la época.
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En esta colección está El coloquio de los perros, seguramente
escrita durante los años en que vivió en Valladolid, junto con
El casamiento engañoso y El licenciado Vidriera. En el libro se incluyen
también La gitanilla, El amante liberal, Rinconete y Cortadillo,
La española inglesa, La fuerza de la sangre, El celoso extremeño,
La ilustre fregona, Las dos doncellas y La señora Cornelia. Cervantes
las escribió en un orden muy distinto del que aparecen en el libro.
Su cronología, sumamente incierta, empieza en un posible 1604
para Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño, recogidas en
una Compilación de curiosidades españolas de 1604 y por lo tanto
anteriores a El Quijote, como igualmente lo es El curioso impertinente,
recogida en su primera parte. Y seguramente La ilustre fregona y La
gitanilla se escribieron durante los años de Madrid.
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Parece que Shakespeare leyó la traducción de Shelton al inglés
de El Quijote, de 1612. Impresionado e inspirado, escribió una obra de
teatro, Cardenio, hoy perdida, sobre el personaje del mismo nombre
que aparece en la gran novela de Cervantes. La obra de teatro de
Shakespeare y Fletcher parece que se representó dos o tres veces
en el Globe en 1613, pues queda constancia de algunos registros de
pagos a la compañía King´s Men por ese concepto. Sin embargo,
su manuscrito original se perdió en el gran incendio del teatro,
de ese mismo año. La obra reaparece en el siglo xviii de la mano
de Lewis Theobald, autor inglés que, en 1728, publica la que dice
ser una versión del original perdido, restaurado por él mismo, con
el nombre de Double Falsehood (Doble falsedad). Las dudas y la
polémica han acompañado distintas teorías sobre el drama. Según
las últimas investigaciones de Gregory Doran, director asociado a
la Royal Shakespeare Company, se puede hablar de un texto fiable,
aunque la RSC, al poner en escena El Cardenio, en 2011, ha utilizado
para su proyecto una versión elaborada por el autor español Antonio
Álamo en colaboración con Doran. Esta versión tiene en cuenta
la adaptación de Theobald, la traducción de 1612 de El Quijote, de
Thomas Shelton y el propio episodio de la novela de Cervantes.
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