Ejemplos de Narrador

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Ejemplos de narrador

1. Narrador en primera persona – Autobiografía, de Agatha


Christie

Una de las mejores cosas que le pueden tocar a uno en la vida es una
infancia feliz. La mía lo fue. Tenía una casa y un jardín que me
gustaban mucho, una juiciosa y paciente nodriza, y por padres dos
personas que se amaban tiernamente y cuyo matrimonio y paternidad fueron
todo un éxito.

Mirando hacia atrás, veo que el nuestro era un hogar feliz, gracias, en gran
parte, a mi padre que era un hombre muy complaciente. En nuestros días no se
da mucha importancia a esta cualidad. Se suele preguntar si un hombre es
inteligente e industrioso, si contribuye al bienestar común, si tiene influencias.

2. Narrador en segunda persona – Memorias póstumas de Brás


Cubas, de Joaquim Machado de Assis

Retén esta expresión, lector; guárdala, examínala, y si no llegas a


entenderla, puedes concluir que ignoras una de las sensaciones más
sutiles de ese mundo y de aquel tiempo.*

*En muchas partes de este libro, se utiliza la segunda persona para


hablarle al lector, pero la mayoría de la novela está narrada en primera
persona.

3. Narrador en tercera persona – Ilíada, de Homero

Los demás dioses y hombres, dueños de carros de guerra,


durmieron toda la noche, mas el grato sueño no dominaba a Zeus,
que dudaba en su mente cómo honrar a Aquiles
y aniquilar a muchos sobre las naves de los aqueos.
Y he aquí el plan que se le reveló el mejor en su ánimo:
enviar sobre el Atrida Agamenón al pernicioso Ensueño.

4. Narrador protagonista – David Copperfield, de Charles Dickens

Si soy yo el héroe de mi propia vida o si otro cualquiera me reemplazará, lo


dirán estas páginas. Para empezar mi historia desde el principio, diré que nací
(según me han dicho y yo lo creo) un viernes a las doce en punto de la noche.
Y, cosa curiosa, el reloj empezó a sonar y yo a gritar simultáneamente.

Teniendo en cuenta el día y la hora de nacimiento, la enfermera y algunas


comadronas del barrio (que tenían puesto un interés vital en mí bastantes
meses antes de que pudiéramos conocernos personalmente) declararon:
primero, que estaba predestinado a ser desgraciado en esta vida, y segundo,
que gozaría del privilegio de ver fantasmas y espíritus.

5. Narrador omnisciente – “Las ruinas circulares”, de Jorge Luis

Borges

El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó


sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y
durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad.
Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito;
sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las
ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía
que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el
grito inconsolable de un pájaro.

6. Narrador testigo impersonal – La colmena, de Camilo José Cela

La mujer se va por la acera, camino de la plaza de Alonso Martínez. En una


ventana del Café que hace esquina al bulevar, dos hombres hablan. Son
dos hombres jóvenes, uno de veintitantos y otro de treinta y tantos años; el
más viejo tiene aspecto de jurado en un concurso literario; el más joven
tiene aire de ser novelista.

7. Narrador testigo presencial – El corazón de las tinieblas, de Joseph


Conrad

Guardó silencio. Las llamas se deslizaban por el río, llamas pequeñas y de


color verde, llamas rojas, llamas blancas, que se perseguían y que se
alcanzaban, uniéndose, para luego cruzarse y separarse muy lentamente, o
muy aprisa. El tráfico de la gran ciudad proseguía en una noche cada vez más
densa, sobre un río que jamás dormía. Nos observábamos, esperando,
pacientemente. No había nada que hacer mientras no cambiara la marea, pero
solo después de un largo silencio, al decir Marlow, con vos vacilante,
“Supongo, camaradas, que recordaréis que en cierta ocasión probé suerte
como marino de agua dulce”, nos dimos cuenta de que estábamos condenados
a escuchar, antes de que la corriente comenzara a descender, otra de sus
experiencias ambiguas e inconclusas historias.
8. Narrador testigo informante – El ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra

Cuando yo oí decir «Dulcinea del Toboso», quedé atónito y


suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios
contenían la historia de don Quijote. Con esta imaginación, le di
priesa que leyese el principio, y, haciéndolo ansí, volviendo de
improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don
Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador
arábigo.

Mucha discreción fue menester para disimular el contento que recebí cuando
llegó a mis oídos el título del libro; y, salteándosele al sedero, compré al
muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real; que si él tuviera
discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar
más de seis reales de la compra.

Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me


volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua
castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese.
Contentóse con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de
traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad; pero yo, por facilitar más el
negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde
en poco más de mes y medio la tradujo toda, del mesmo modo que aquí se
refiere.

9. Narrador observador – “El matadero”, de Esteban Echeverría

Sucedió, pues, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa. Los caminos se
anegaron; los pantanos se pusieron a nado y las calles de entrada y
salida a la ciudad rebosaban en acuoso barro.

Una tremenda avenida se precipitó de repente por el Riachuelo de


Barracas, y extendió majestuosamente sus turbias aguas hasta el pie de
las barrancas del alto.

El Plata creciendo embravecido empujó esas aguas que venían buscando su


cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas,
caseríos, y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras. La
ciudad circunvalada del Norte al Este por una cintura de agua y barro, y al Sud
por un piélago blanquecino en cuya superficie flotaban a la ventura algunos
barquichuelos y negreaban las chimeneas y las copas de los árboles, echaba
desde sus torres y barrancas atónitas miradas al horizonte como implorando
misericordia al Altísimo. Parecía el amago de un nuevo diluvio.
10. Narrador equisciente – “Continuidad de los parques”, de
Julio Cortázar

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por


negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca;
se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los
personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y
discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en
la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles.

Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera


molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano
izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los
últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes
de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi enseguida.

11. Narrador múltiple – Mientras agonizo, de William Faulkner

Darl (primer capítulo)

Jewel y yo salimos del campo siguiendo el sendero en fila india. Aunque


voy unos cinco metros por delante, cualquiera que nos esté mirando
desde el cobertizo de algodón verá el sombrero de paja deshilachado y
roto de Jewel sobresaliendo una cabeza por encima de la mía.

Cora (segundo capítulo)

Así que ayer cogí los huevos que tenía apartados e hice los pasteles. Me
salieron muy bien. Dependemos muchísimo de las gallinas.

Dewey Dell (séptimo capítulo)

Íbamos recogiendo el algodón siguiendo la hilera, y el bosque estaba más y


más cerca, lo mismo que la sombra secreta, y seguimos recogiendo y andando
hacia la sombra secreta con mi saco y Lafe con el suyo.
12. Narrador enciclopédico – El vaivén de Borges, de Sergio

Díaz-Luna

Mientras que la historia exhibe incisiones y tajos, busca fechas,


establece periodos, identifica eras, la eternidad es como un suave
continuum, sin marcas. Díaz descubre que mientras la visión
“histórica” de Borges gravita en un contexto de lo público, con sus
contradicciones políticas, los destellos de su linaje criollo, sus temas,
personajes y fetiches “argentinos”, su perspectiva revolucionaria de la historia
literaria y su subversiva concepción del canon.

En el otro sentido,l a visión “eterna”, la efusión incesante, se fija en un contexto


de lo privado, ahí se encuentran los laberintos cósmicos y los acertijos
metafísicos, ese vaivén de enigmas, de referencias esotéricas y apócrifos, de
realidades anidadas en la cuántica y experimentos teológicos, y el contacto
omnipresente con la literatura universal.Díaz observa en esa tensión dos
corrientes, una“institucional” y otra“trascendental”,y las ensambla a un aparato
crítico que conecta en la galaxia de textos de Borges, las salidas, rutas de
acceso, de interpretación, túneles de sentido y avenidas de lectura, señales
para comprender poner en contexto las formas de esa madeja compleja que
diccionarios y lectores absolvemos con el adjetivo de“borgiano”.

Fuente:
"Narrador". Autor: Carla Giani. De: Argentina. Para: Enciclopedia de Ejemplos.
Disponible en: https://www.ejemplos.co/narrador/. Última edición: 22 noviembre, 2022.
Consultado: 16 octubre, 2023.

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