Estudios de Caso
Estudios de Caso
Estudios de Caso
Soy Benito y curso en tercer semestre de licenciatura; tengo 20 años de edad y aspiro a un
futuro brillante donde pueda desarrollarme como profesionista. Mis sueños e ilusiones
son muchos, como también los fantasmas y miedos que rondan por mi mente y que de
pronto me sumergen en la oscuridad de una noche. Últimamente me he visto sacudido
por la marea de mis pensamientos, en un ir y venir que parece no tener fin. Lo que he
estado viviendo en la Facultad no es para menos: cada día somos más los compañeros y
compañeras que estamos experimentando con sustancias ilícitas que nos son vendidas
por Pepe, el “dealer”, que aparece de manera ocasional en los pasillos de la escuela.
Todo comenzó en aquella noche cuando Tomás y su novia Magaly, sacaron de entre sus
cosas una bolsa pequeña con un polvo blanco… me dijeron que era cocaína y fentanilo y
que me diera un “pase” para entrar en “onda”. Mi personalidad siempre ha sido tímida y
retraída, quizá un tanto ensimismada: me ha costado trabajo relacionarme con las
personas y sentir que pertenezco a algún lugar. Me siento solo y deseo estar cerca de las
personas, pues me agobia una gran sensación de vacío; el que me invitaran a pertenecer a
este grupo de amigos fue una luz en mi camino: por fin siento que soy aceptado, valorado
y tomado en cuenta; sin embargo, algo me dice que las cosas no marchan del todo bien.
Euforia desmedida, libertad, seguridad… sensaciones nunca experimentadas, fueron cosas
que jamás pensé llegaría a sentir después de aquel primer “pase”, además del alcohol que
había tomado con antelación: reí, bailé, abrazaba a las personas… el mundo me
pertenecía, era mío y yo era dueño de él; mi mundo gris y vacío, lleno de miedos, se había
ido… yo era otro, lo que siempre soñé y quise. Mis amigos, invadidos por las sensaciones
de las drogas (supe después que en aquella fiesta había también marihuana, cristal,
fentanilo, tachas…) bailaban de manera conjunta conmigo, en medio de gritos y ritmos
ensordecedores.
Pero la fiesta terminó y regresé a mi casa, muy de madrugada. El efecto de aquellos
“pases” llegaron a su fin y me desperté sintiendo náuseas, vómitos y un caos en mi mente.
Mis amigos me llamaron y entre risas me contaron todo lo que hice en aquel estado de
ebriedad y alucinación: no era yo, era el que los efectos de los alucinógenos habían
creado. En un primer momento sentí vergüenza por mis actuaciones, pero después, al
contarme ellos lo que también habían hecho, sentí alivio: no era el único que había
experimentado tanta efusividad desbordada, ni actuado sin sano juicio.
En los días posteriores Tomás, su novia y otros compañeros del grupo de la Facultad me
invitaron a irnos de paseo y volvieron a ofrecerme aquel “polvo blanco”, que me había
hecho soñar y experimentar tantas sensaciones nuevas. No lo dudé, sin miedo comencé a
inhalarlo y de pronto volví a sentir aquella euforia y sensación de éxtasis. En medio de
aquella música y risas me sentía parte de algo, aceptado por aquellos compañeros que
estudiaban conmigo… me preguntaba si había encontrando un remedio para mi
inseguridad y falta de confianza en mí mismo. Todo parecía inofensivo, sin consecuencias,
natural hasta cierto punto… jamás imaginaba que me estaba metiendo en la oscuridad de
un túnel de donde me costaría salir hasta encontrar la luz.
Experimento cierta culpa y tristeza por mi actuar. Provengo de una familia de clase media,
trabajadora, que se han esmerado por darme lo mejor de sí y mostrarme el camino del
estudio y trabajo como forma de acenso social y progreso. Lamentablemente no tenemos
tiempo de convivir, de conocernos mejor o compartir inquietudes y sueños, el mundo del
trabajo los consume para darnos lo que necesitamos materialmente hablando; ahora con
esto que he estado viviendo, me preocupe se lleguen a enterar y no saber cómo
ayudarme y hacerlos sufrir: sé que ellos no se merecen esto.
Como era de esperarse, el consumo de aquella sustancia fue creciendo lentamente y
sentía que la necesitaba cada vez más. Mis amigos sentían lo mismo que yo y nos
cooperábamos entre todos para logar comprar suficiente producto, el cual era surtido por
el “dealer”: teníamos tanta necesidad de consumir que hasta lo que se nos daba para
comer en la Facultad lo invertíamos en la droga. Aquello se convirtió en una adicción física
y mental; nuestro cuerpo necesitaba de aquella dosis que nos hacía elevarnos, girar en mil
círculos, sumergirnos en el mundo de la fantasía… para después volver a caer en la
realidad.
La escuela, los estudios, las tareas… todo comenzó a irse en picada. Fuimos perdiendo el
horizonte, la alegría de ser universitarios, las motivaciones que nos llevaron un día a elegir
la carrera que en su momento tanto nos había apasionado. Las drogas te llevan a un
mundo de vacío, tristeza, oscuridad y muerte… creo que todas las personas que están
sumergidas en la oscuridad de la adicción las envuelve una sensación de soledad y
abandono, tan difícil de superar y explicar. Nuestro grupo, aquel grupo al que pertenezco
ahora, poco a poco se comienza a desintegrar. No es fácil convivir entre personas
fragmentadas interiormente, con problemas no resueltos… tarde o temprano aparecen los
roses, las contradicciones y las desavenencias. Cuando no hay amor propio no se puede
amar a los demás, ni sentirse unido a ellos.
La tutora de nuestro grupo me mandó llamar y me dice que está preocupada por mi bajo
rendimiento académico: terminé el semestre con 3 materias en tercera oportunidad;
además de eso, he bajado de peso, me he vuelto mitómano, irascible, nervioso y
angustiado… sólo espero salir de clase y ver quién de mis amigos logró conseguir dinero
para surtirnos del “producto”. Al hablar con mi tutora no he podido verle a los ojos…
temo que logre vislumbrar el infierno que llevo en mi alma y la incapacidad que siento
para poder encontrar el camino de regreso hacia una vida feliz y útil; ella es una maestra
comprometida, humana y sensible, que me ha respetado siempre, brindándome una
mano por si deseo tomarla y recibir la ayuda que necesito; en la entrevista de esta
mañana me ha dicho una frase que me ha calado en el alma “el momento más oscuro de
la noche es antes del amanecer”. Creo que al final del túnel está la luz, esa luz que todo lo
puede iluminar.
He tenido la confianza de contarle a mi tutora mi situación y la de mis compañeros: más
que palabras de reproche he podido encontrar empatía, escucha comprensiva y un deseo
de ayudarme a salir adelante. Estoy dispuesto a volver a comenzar, no importando lo que
he hecho. La factura que me ha pasado el consumo de sustancias ilícitas ha sido tal que
me desconozco y ya no sé ni quien soy. No obstante, como el Ave Fénix, estoy dispuesto a
renacer de las cenizas.
1.- ¿Qué rasgos de personalidad puede identificar en el personaje del central del estudio
de caso?
2.- ¿Cuáles son los trastornos de personalidad que comienza a padecer Benito, durante
el consumo de estuperfacientes?
3.- ¿Qué drogas consumen los personajes del relato?
6.- ¿Qué emociones pueden ser identificadas, en el personaje del relato, al irse
sumergiendo en el consumo de drogas?
8.- Desde su perspectiva, ¿Qué acciones debe tomar una institución educativa al conocer
este tipo de problemáticas, en pro de ayudar a los estudiantes?
9.- ¿Con qué programas de atención y apoyo debería contar la institución escolar para
atender problemáticas de adicción en sus estudiantes, si las hubiera?
Mi nombre es Tania y desde hace días ya no sé ni quien soy. Curso el segundo año de
preparatoria y me había caracterizado por ser alegre, jovial, dinámica y decidida; hay
quien dice que era el alma de las fiestas y que tenía liderazgo dentro del grupo, siempre
luchando mis sueños e ideales, propios de la adolescencia en esta etapa de la vida. El
desarrollo de mi existencia transcurría de manera ordinaria hasta que conocí a Azael,
aquel chico que cautivó mi atención desde el primer día que lo conocí.
Con el paso de los días, Azael comenzó a enamorarme y yo, deseosa de vivir la experiencia
de un amor de juventud, fui cediendo a sus cortejos; cuando menos lo pensé ya estaba
enamorada y sentía una atracción poco común: sólo quería estar con él, salir juntos,
pasear y compartir cada momento. La vida escolar me fue dejando de interesar y poco a
poco fui faltando a mis clases, ya no entregaba tarea, ni participaba activamente como
antes; tampoco me interesaban las actividades estudiantiles, en las que antes me
involucrada, simplemente, la escuela pasó a un segundo plano. Para mi novio, lo
académico no era lo prioritario, de tal manera que siempre había una justificación para no
acudir a la prepa.
Un sábado por la noche acudí con mi novio a una fiesta, donde no sólo había alcohol, sino
también drogas como fentanilo, cocaína y cristal; los que estaban en a la reunión
consumían esas drogas de manera natural y sin pena alguna. Hasta ese momento, tenía
ciertos prejuicios sobre el uso de esas sustancias, pero, cuando mi novio de ofreció
probarlas, no reparé en ello y probé el fentanilo, algo tan de moda en el mundo de
muchos jóvenes, dentro de sus pasatiempos y diversiones. Al consumir la droga sentí
euforia, excitación, una adrenalina poco común… sentía que volaba y pienso que llegué a
alucinar; de pronto, me desperté en una cama que no era la mía, al lado de mi novio…
tuvimos intimidad y ni siquiera recuerdo haber utilizado algún método de prevención para
prevenir embarazos o alguna enfermedad de trasmisión sexual.
Después de aquella noche no volví a ser la misma: me sentía culpable, avergonzada, triste
y preocupada por lo que había pasado. Azael me tranquilizó y me dijo que todo ese “rollo”
era normal, que era la moda, lo “pro” de la chaviza como nosotros, que las drogas era un
mito y prejuicio para los adultos, no para nosotros, que “no pasaba nada”. Después de eso
seguí experimentando con las drogas, unas veces sólo fentanilo, otras un coctel de ellas,
aunado, claro está, con sexo de riesgo y el alcohol como eterno acompañante en estas
aventuras que parecían no tener final.
Como era de esperarse, mi rendimiento académico bajó, mi asistencia a las clases se fue
haciendo cada vez más continua, las mentiras que esgrimía para no presentarme a la
escuela fueron cada vez más frecuentes… sólo me interesaba estar con mi novio, consumir
aquellas sustancias que me producían emociones intensas, placeres poco comunes,
adrenalina incontrolable… aunque después, al volver a la realidad, aparecía el vacío, la
soledad, la vida sin sentido y la sensación que algo no iba bien. En el mundo de la fantasía,
producto del consumo de las drogas, los sueños se desvanecen, las risas se vuelven
lágrimas, las ilusiones se esfuman, la vida se acaba lentamente.
Pasó el tiempo y fui cayendo cada vez más bajo…sólo pensaba en drogarme para calmar
un poco la ansiedad que sentía. Me dejó de importar socializar, hacer deporte, salir con
mis amigos, quienes se fueron alejando de mí al ver como me iba sumergiendo en un
mundo lleno de oscuridad. En casa fue todo un drama cuando se dieron cuenta de que
tenía casi todas las asignaturas reprobadas en la prepa, que mi asistencia era más que
irregular, que mi nivel de dedicación a mis estudios había ido desapareciendo
gradualmente. El golpe más duro no fue eso, sino el descubrir que en mi recámara había
residuos de drogas, entre mi ropa, cuestión que provocó dolor y zozobra. Todo se fue
derrumbando lentamente; en es momento vi mi vida como algo que no servía, inútil, gris y
sin futuro.
Mis padres me prohibieron salir con mi novio, dejar a un lado las nuevas amistades que
tenia y establecieron reglas para cuidarme y protegerme, sin embargo, no saben de la
necesidad que tengo de drogarme, de huir de esta realidad que no me convence… el
mundo de las adicciones atrapa, envuelve y esclaviza, no te permite ser libre ni ver más
allá de tu horizonte… ¡Cuánta necesidad de ayuda tienen los que están sumergidos en esta
situación!, ¡Cuánta necesidad de escucha, de alternativas de solución, de programas de
salud mental para la población!. Ahora que me encuentro en esta situación cuánto he
pensado en ello.
En la preparatoria, mi tutora, al observar mi cambio de comportamiento y mi bajo
rendimiento académico se acercó conmigo y conversamos largamente. No hubo juicio,
reproche, censura o descalificación… por el contrario, una escucha activa, empatía y
comprensión; ella me dice que aún puedo volver a empezar, que no todo está decidido,
que siempre, en medio de la tormenta hay un faro que, con su luz, ilumina en medio de la
oscuridad de la noche, para reorientar la navegación. Me he sentido consolada, valorada
como persona… se me ha ofrecido ayuda psicológica y alternativas de nivelación
académica. Creo que mi tutora se ha capacitado en estos temas pues me dice que las
drogas son un escape, una falsa salida, tratando de huir de algo o de alguien… me ha dicho
que una persona sana emocionalmente no tiene necesidad de consumir estupefacientes
para disfrutar el aquí y el ahora, que, si yo quiero, puedo encontrar el camino de regreso
hacia el ser humano que soy y el que debí ser desde siempre.
He platicado con mis padres sobre mi problemática, ayudada por la psicóloga del
departamento psicopedagógico de la prepa y estoy dispuesta a aceptar la ayuda que se
me da. Azael, mi novio, también está invitado a acudir a terapia para resolver su situación,
sin embargo, creo que no ha tocado fondo aún. En mi caso, quisiera salir de este torbellino
en el que me encuentro… quisiera dejar atrás el insomnio, el miedo que te producen las
drogas, el vacío de la soledad lacera mi corazón después de cada consumo… quisiera
encontrar la alegría en las cosas sencillas, en las cosas que no mueres, que colman de
alegrías profundas el ser… quisiera descubrir como lo refiere el cuento del “Principito”, de
Exupery, que “lo esencial está más allá de lo visible”, no en lo efímero, lo imperecedero, lo
que se acaba fácilmente dejando sólo dolor y tristeza. Dijo por allí un sabio que “el
momento más oscuro de la noche está antes del amanecer… en mi caso, se acerca mi
amanecer.
1.- ¿Qué rasgos de personalidad puede identificar en la personaje del central del estudio
de caso?
2.- ¿Cuáles son los trastornos de personalidad que comienza a padecer Tania, al
comenzar a inmiscuirse en el mundo de las drogas?
3.- ¿Qué drogas consumen los personajes del relato?
6.- ¿Qué emociones pueden ser identificadas, en el personaje del relato, al irse
sumergiendo en el consumo de drogas?
8.- Desde su perspectiva, ¿Qué acciones debe tomar una institución educativa al conocer
este tipo de problemáticas, en pro de ayudar a los estudiantes?
9.- ¿Con qué programas de atención y apoyo debería contar la institución escolar para
atender problemáticas de adicción en sus estudiantes, si las hubiera?