Libro Maya
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El estudio de las relaciones entre Medicina y Literatura tiene una gran tradición en el
ámbito de las Humanidades Médicas, pero también en otros espacios académicos
como la historia o los estudios culturales. Una nueva y muy sugerente aportación a
dichas relaciones es estas Ficciones Psicopatológicas del historiador mexicano José
Antonio Maya. Un libro en el que historia, literatura y medicina son el hilo conductor
de una profunda y brillante reflexión sobre la locura y la cultura en el México del
porfiriato.
Ficciones psicopatológicas es, a mi juicio, una obra de madurez que nos introduce en
las ya mencionadas relaciones entre medicina y literatura desde una perspectiva
novedosa y original tanto por su propuesta metodológica como por sus contenidos. En
cuanto al marco teórico-metodológico, no cabe duda de que la literatura, y en especial
la novela, o el cuento o el relato corto, resultan ser fuentes muy valiosas que permiten
llevar a cabo análisis históricos y sociológicos de determinadas épocas. En las últimas
décadas se han ido ampliando las posibilidades heurísticas y el abanico de fuentes
históricas es cada vez más amplio y abierto. En comparación con otro tipo de fuentes
(documentos oficiales, legislación, textos científicos, historias clínicas, etc.), las obras
de creación literaria tienen la ventaja de no haber estado sujetas -o al menos haberlo
estado en menor medida, o de manera diferente- a los intereses o a las presiones del
poder, sea este político o científico. La narrativa de ficción, tal y como apunta Luis
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Montiel y José Antonio Maya recoge, puede entenderse como una “fuente etnográfica”
en la medida en que ayuda a reconstruir el paisaje cultural de un el periodo histórico
que se considere. Dicho de otro modo, las fuentes analizadas permiten identificar las
peculiaridades del imaginario sociocultural vigente en dicha época en torno a la locura.
Peculiaridades que no eran uniformes ni monolíticas, sino diversas y volátiles.
Esto, para empezar, creo que obliga a repensar o corregir algunas categorías de análisis
muy arraigadas en la crítica literaria sobre todo en la materialista. La literatura como
“reflejo de la realidad”, postulada por autores tan importantes como Georg Lukács y
matizada por otros como Arnold Hauser, debía incorporar la noción del personaje-tipo;
es decir, aquel en el que el lector podía descubrir caracteres típicos en situaciones
típicas. Sin embargo, para autores posteriores las obras literarias no son
necesariamente un “reflejo de la realidad” aunque si pueden llegar a proponer
“realidades posibles” que, tal como sostiene Ivan Jablonka, permiten adentrarse en el
alma humana. Para Jablonka, la literatura tiene un marcado carácter de evocación de la
realidad, llegando a afirmar, de manera todavía más contundente, que la literatura no
es necesariamente sinónimo de ficción.
En todo caso, los personajes de las obras analizadas en el libro que presentamos no son
nada típicos, se salen de “lo normal” para mostrar “lo patológico” a través de lo
psíquico, lo íntimo y lo emocional. Podríamos decir que son “ficciones con sentido de
verosimilitud”, por las que desfilan personajes que no son personajes-tipo (en el
sentido aludido) sino todo lo contrario, sujetos que transgreden las normas y que
habitan la periferia del orden y de la moral. Como el propio José Antonio Maya
enumera, son “delincuentes siniestros, caballeros indulgentes, locos reflexivos,
alcohólicos enfurecidos, jovencitas enamoradas, muchachitas delirantes, sabios
incomprendidos, homicidas refinados”. Todos ellos conforman un amplio mosaico de
personajes y situaciones que simbolizan buena parte de los miedos finiseculares de las
sociedades burguesas en las naciones emergentes.
La historia cultural resulta el marco idóneo para la investigación que Maya ha llevado a
cabo. Como es bien sabido, la historia cultural no es una rama especializada de la
historia (como lo puede ser la historia económica, la historia política, incluso la historia
social), lo que permite asumir un entramado interdisciplinar y un enfoque transversal
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en el que la historia, la literatura, la antropología, los estudios culturales etc., dialogan
y se retroalimentan constantemente. Creo que en estas Ficciones psicopatológicas se
pueden identificar influencias de la cuarta generación de la Escuela de Annales con
Roger Chartier y su historia de las representaciones y de las prácticas, pero también
guiños a Foucault, como en el apartado titulado “vigilar y prohibir”. Además, como no
podía ser de otro modo, la cultura escrita tiene un peso específico considerable. La
historia de la cultura escrita se pregunta quién escribe y por qué, analiza todo el
contexto que rodea la escritura y estudia sus usos y su difusión (desde las estrategias
editoriales a los potenciales lectores). Creo que uno de los grandes aciertos del libro
que comentamos es, precisamente, la atención que presta a los distintos soportes de la
escritura: novelas, cuentos, folletines, novelas por entregas, artículos, noticias y
reportajes periodísticos etc….que permiten valorar hasta qué punto la locura y sus
instituciones llegaron a la opinión pública con fines didácticos unas veces y revulsivos o
críticos otras. La distinción entre médicos-escritores del nacionalismo cultural y
escritores-periodistas del modernismo decadente que se establece resulta útil a la hora
de establecer diferencias en los fines y contenidos de las distintas maneras de escribir
en torno a la locura.
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modo siniestro, del porfiriato ante la alarma generada por la locura de la sociedad
mexicana.
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trágica de Scipio Sighele, quien, de acuerdo con la tradición de la escuela positivista
italiana, consideraba que la literatura del fin de siglo no era sino una vasta clínica y que
las observaciones y los “casos clínicos” descritos por los literatos tienen similar valor
probatorio que los presentados por los médicos en sus sesiones hospitalarias.
Literatura y medicina dialogan y se retroalimentan.
En esa predilección por lo patológico, por las páginas literarias desfilan perversos y
pervertidos, locos y criminales, suicidas e histéricas. Las pasiones se medicalizan y
romanticismo, positivismo y decadentismo se atraviesan con frecuencia. No en vano la
modernidad había traído consigo una nueva concepción de individuo. Un individuo
sensible e intimista, dado a la introspección y a una reflexividad del yo que es percibido
como problemático y que está sujeto a lo que Richard Senet llamó la “tiranía de la
intimidad”. Estamos considerando una época en la que se están produciendo
trasformaciones del estilo y del ritmo de vida -la aceleración y la inquietud que
justificaba la neurastenia, por ejemplo-, en la que la esfera de lo público y lo privado
empieza a entrar en conflicto y en la que determinados patrones de experiencia y
conducta (trastornada, neurótica o incluso psicótica) se hacen socialmente visibles.
Modelo paradigmático de locura femenina, la histeria estará presente en las novelas
sentimentales y en otras muchas. Adúlteras -pero también histéricas, cabría añadir-
representan en muy buena medida la figura de la mujer insatisfecha en la literatura
realista del cambio de siglo, tal como la hispanista Birutė Ciplijauskaitė nos enseñó en
una obra ya clásica y muy conocida.
Rafael Huertas
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Instituto de Historia-CSIC
e-mail: rafael.huertas@cchs.csic.es
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-4543-7180