Libro Maya

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 6

Maya González, José Antonio. Ficciones psicopatológicas.

Prensa, locura y literatura en


México (1882-1903). Ciudad de México, Universidad Autónoma Metropolitana,
2023.255 páginas [ISBN: 978-607-28-2844-5 (papel) 978-607-28-2845-2 (digital)]

El estudio de las relaciones entre Medicina y Literatura tiene una gran tradición en el
ámbito de las Humanidades Médicas, pero también en otros espacios académicos
como la historia o los estudios culturales. Una nueva y muy sugerente aportación a
dichas relaciones es estas Ficciones Psicopatológicas del historiador mexicano José
Antonio Maya. Un libro en el que historia, literatura y medicina son el hilo conductor
de una profunda y brillante reflexión sobre la locura y la cultura en el México del
porfiriato.

El libro tiene su origen en la tesis doctoral de su autor y es el resultado de una


investigación de largo aliento desarrollada en el marco de una línea de trabajo sobre
historia cultural de la psiquiatría en la que se ha prestado especial atención al estudio
de las representaciones sociales de la locura. Cabe destacar, en este mismo sentido, la
reciente obra colectiva Literatura, medicina y escritura en Iberoamérica, editada por la
Universidad Nacional Autónoma de México y coordinada por José Antonio Maya y Ana
Laura Zabala.

Ficciones psicopatológicas es, a mi juicio, una obra de madurez que nos introduce en
las ya mencionadas relaciones entre medicina y literatura desde una perspectiva
novedosa y original tanto por su propuesta metodológica como por sus contenidos. En
cuanto al marco teórico-metodológico, no cabe duda de que la literatura, y en especial
la novela, o el cuento o el relato corto, resultan ser fuentes muy valiosas que permiten
llevar a cabo análisis históricos y sociológicos de determinadas épocas. En las últimas
décadas se han ido ampliando las posibilidades heurísticas y el abanico de fuentes
históricas es cada vez más amplio y abierto. En comparación con otro tipo de fuentes
(documentos oficiales, legislación, textos científicos, historias clínicas, etc.), las obras
de creación literaria tienen la ventaja de no haber estado sujetas -o al menos haberlo
estado en menor medida, o de manera diferente- a los intereses o a las presiones del
poder, sea este político o científico. La narrativa de ficción, tal y como apunta Luis

1
Montiel y José Antonio Maya recoge, puede entenderse como una “fuente etnográfica”
en la medida en que ayuda a reconstruir el paisaje cultural de un el periodo histórico
que se considere. Dicho de otro modo, las fuentes analizadas permiten identificar las
peculiaridades del imaginario sociocultural vigente en dicha época en torno a la locura.
Peculiaridades que no eran uniformes ni monolíticas, sino diversas y volátiles.

Esto, para empezar, creo que obliga a repensar o corregir algunas categorías de análisis
muy arraigadas en la crítica literaria sobre todo en la materialista. La literatura como
“reflejo de la realidad”, postulada por autores tan importantes como Georg Lukács y
matizada por otros como Arnold Hauser, debía incorporar la noción del personaje-tipo;
es decir, aquel en el que el lector podía descubrir caracteres típicos en situaciones
típicas. Sin embargo, para autores posteriores las obras literarias no son
necesariamente un “reflejo de la realidad” aunque si pueden llegar a proponer
“realidades posibles” que, tal como sostiene Ivan Jablonka, permiten adentrarse en el
alma humana. Para Jablonka, la literatura tiene un marcado carácter de evocación de la
realidad, llegando a afirmar, de manera todavía más contundente, que la literatura no
es necesariamente sinónimo de ficción.

En todo caso, los personajes de las obras analizadas en el libro que presentamos no son
nada típicos, se salen de “lo normal” para mostrar “lo patológico” a través de lo
psíquico, lo íntimo y lo emocional. Podríamos decir que son “ficciones con sentido de
verosimilitud”, por las que desfilan personajes que no son personajes-tipo (en el
sentido aludido) sino todo lo contrario, sujetos que transgreden las normas y que
habitan la periferia del orden y de la moral. Como el propio José Antonio Maya
enumera, son “delincuentes siniestros, caballeros indulgentes, locos reflexivos,
alcohólicos enfurecidos, jovencitas enamoradas, muchachitas delirantes, sabios
incomprendidos, homicidas refinados”. Todos ellos conforman un amplio mosaico de
personajes y situaciones que simbolizan buena parte de los miedos finiseculares de las
sociedades burguesas en las naciones emergentes.

La historia cultural resulta el marco idóneo para la investigación que Maya ha llevado a
cabo. Como es bien sabido, la historia cultural no es una rama especializada de la
historia (como lo puede ser la historia económica, la historia política, incluso la historia
social), lo que permite asumir un entramado interdisciplinar y un enfoque transversal

2
en el que la historia, la literatura, la antropología, los estudios culturales etc., dialogan
y se retroalimentan constantemente. Creo que en estas Ficciones psicopatológicas se
pueden identificar influencias de la cuarta generación de la Escuela de Annales con
Roger Chartier y su historia de las representaciones y de las prácticas, pero también
guiños a Foucault, como en el apartado titulado “vigilar y prohibir”. Además, como no
podía ser de otro modo, la cultura escrita tiene un peso específico considerable. La
historia de la cultura escrita se pregunta quién escribe y por qué, analiza todo el
contexto que rodea la escritura y estudia sus usos y su difusión (desde las estrategias
editoriales a los potenciales lectores). Creo que uno de los grandes aciertos del libro
que comentamos es, precisamente, la atención que presta a los distintos soportes de la
escritura: novelas, cuentos, folletines, novelas por entregas, artículos, noticias y
reportajes periodísticos etc….que permiten valorar hasta qué punto la locura y sus
instituciones llegaron a la opinión pública con fines didácticos unas veces y revulsivos o
críticos otras. La distinción entre médicos-escritores del nacionalismo cultural y
escritores-periodistas del modernismo decadente que se establece resulta útil a la hora
de establecer diferencias en los fines y contenidos de las distintas maneras de escribir
en torno a la locura.

Tampoco se puede olvidar la importancia de la prensa en los proyectos de modernidad


nacional burguesa como el que representa en México los gobiernos de Porfirio Díaz.
Una prensa que además de los artículos estrictamente periodísticos albergaba mucha
literatura (novelas por entregas, etc.) y constituía un elemento fundamental en la
aparición de una cultura de masas cuyas opiniones e inquietudes se fueron modelando
a través, en buena medida, de esa “civilización del periódico” tan arraigada a finales del
siglo XIX y comienzos del XX. Y tampoco parece una casualidad, la amplia presencia de
la locura en la literatura y en la prensa del porfiriato, lo que pone de manifiesto la
preocupación por una sociedad higiénica y ordenada a la que el porfiriato, con el apoyo
de la ciencia positivista, aspiraba. No en vano, el manicomio de La Castañeda fue
inaugurado en 1910, ya al final del mandato de Porfirio Díaz. La fundación de este
establecimiento psiquiátrico, el más grande de México -que se mantuvo en
funcionamiento hasta 1968- podría interpretarse como un legado postrero, y en cierto

3
modo siniestro, del porfiriato ante la alarma generada por la locura de la sociedad
mexicana.

José Antonio Maya desarrolla sus Ficciones psicopatológicas a lo largo de siete


capítulos, cuyos títulos nos ofrecen, en sí mismos, una información precisa sobre sus
contenidos: “La medicalización de las pasiones”; “Dementes en la prensa capitalina”;
“Escritores moralistas”; “Sentimentales, violentos e histéricas”; “Escritores perversos,
narrativas malsanas”; “Pervertidos, suicidas y locos-criminales”. La locura, medicalizada
o no, aparece con toda su fuerza simbólica en la prensa y en la literatura de finales del
XIX y comienzos del XX, pero es necesario insistir que se trata -la locura- es un
concepto polisémico y ambiguo sujeto a apropiaciones y resignificaciones. Por un lado,
la locura entendida como enfermedad mental, que los psiquiatras observan y
clasifican; y, por otro lado, la locura como una dimensión esencial de nuestra cultura: la
extrañeza, la amenaza, la alteridad radical, todo aquello que una civilización ve como
su límite, su contrario, su otro. Pues bien, estas dos acepciones, aparecen y se
combinan de manera inteligente en el texto de José Antonio Maya. En el primer
sentido, el de enfermedad mental, es interesante valorar la recepción popular, a través
de la prensa y las novelas estudiadas, de unos saberes psiquiátricos en un momento en
el que, como ha señalado Andrés Ríos, aun no estaba consolidada en México la
psiquiatría como profesión o como especialidad médica, existiendo tan solo ciertos
médicos interesados por la psicopatología. A esto yo añadiría que, al igual que en otros
países alejados de los núcleos de producción original, en México se produce una
recepción y una asimilación simultánea del primer alienismo francés (Pinel y Esquirol),
del degeneracionismo moreliano o de la antropología criminal lombrosiana, lo que da
lugar a una amalgama de ideas y discursos tanto en la literatura científica como de
ficción. En el segundo sentido, el de la alteridad, el loco y la loca, tal como nos explica
José Antonio, funciona como la imagen negativa de las “virtudes burguesas”, es decir,
de la norma y la moral hegemónicas.

Especialmente interesante me parecen las páginas dedicadas a analizar la influencia de


Max Nordau sobre la intelectualidad mexicana en relación con el arte degenerado y
decadente, así como la fascinación por las “literaturas malsanas” del catalán Pompeyo
Gener. Estas literaturas malsanas podrían emparentarse, a mi juicio, con la Literatura

4
trágica de Scipio Sighele, quien, de acuerdo con la tradición de la escuela positivista
italiana, consideraba que la literatura del fin de siglo no era sino una vasta clínica y que
las observaciones y los “casos clínicos” descritos por los literatos tienen similar valor
probatorio que los presentados por los médicos en sus sesiones hospitalarias.
Literatura y medicina dialogan y se retroalimentan.

En esa predilección por lo patológico, por las páginas literarias desfilan perversos y
pervertidos, locos y criminales, suicidas e histéricas. Las pasiones se medicalizan y
romanticismo, positivismo y decadentismo se atraviesan con frecuencia. No en vano la
modernidad había traído consigo una nueva concepción de individuo. Un individuo
sensible e intimista, dado a la introspección y a una reflexividad del yo que es percibido
como problemático y que está sujeto a lo que Richard Senet llamó la “tiranía de la
intimidad”. Estamos considerando una época en la que se están produciendo
trasformaciones del estilo y del ritmo de vida -la aceleración y la inquietud que
justificaba la neurastenia, por ejemplo-, en la que la esfera de lo público y lo privado
empieza a entrar en conflicto y en la que determinados patrones de experiencia y
conducta (trastornada, neurótica o incluso psicótica) se hacen socialmente visibles.
Modelo paradigmático de locura femenina, la histeria estará presente en las novelas
sentimentales y en otras muchas. Adúlteras -pero también histéricas, cabría añadir-
representan en muy buena medida la figura de la mujer insatisfecha en la literatura
realista del cambio de siglo, tal como la hispanista Birutė Ciplijauskaitė nos enseñó en
una obra ya clásica y muy conocida.

En suma, Ficciones psicopatológicas es un libro riguroso y brillante en el que su autor


analiza con gran solvencia las relaciones entre literatura y medicina, recogiendo las
inquietudes y las discusiones médicas, sociales y culturales en torno a la locura que, en
cierto modo, aludían a miedos, fantasías y deseos, a experiencias, emociones y
sensibilidades del México del porfiriato. De escritura fluida y amena, con rigor
académico, pero sin artificios academicistas, su lectura interesará a los especialistas y
académicos, pero también a un público más general interesado en el fascinante mundo
en el que José Antonio Maya nos introduce.

Rafael Huertas

5
Instituto de Historia-CSIC
e-mail: rafael.huertas@cchs.csic.es
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-4543-7180

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy