Tema 5. La crisis del Antiguo Regimen 2024_25

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TEMA 5

LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1808-1833)

Esquema
0. Introducción
1. La crisis de la monarquía borbónica (Tema 1 PAU)
1.1. El Tratado de Fontainebleau y el Motín de Aranjuez
1.2. Las abdicaciones de Bayona
2. La Guerra de Independencia española (1808-1814) (Tema 1 PAU)
2.1. El estallido de la guerra y la formación de las Juntas
2.2. El reinado de José I
2.3. El desarrollo de la guerra
2.4 El final de la guerra y sus consecuencias
3. Los inicios del liberalismo en España. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
(Tema 2 PAU)
3.1. Formación y composición de las Cortes
3.2. La Constitución de 1812
3.3. Otras medidas legislativas y valoración de la labor de las Cortes
4. Restauración del absolutismo e intentos liberales durante el reinado de Fernando VII
(1814-1833) (Tema 3 PAU)
4.1. El sexenio absolutista (1814-20)
4.2. El trienio liberal (1820-23)
4.3. La década absolutista (1823-33)

5. Conclusiones

Nota aclaratoria: Los apartados que están en rojo son los que corresponden a los temas que entran en la
PAU en 2024/25

0. Introducción
El siglo XVIII va a terminar de forma muy convulsa para España. En 1788 llegaba
al trono Carlos IV y, tan solo un año después, estallaba la Revolución Francesa. Las
ideas revolucionarias se extenderán por toda Europa como la pólvora y finalmente se
empezarán a aplicar en nuestro país a partir de 1808, produciéndose al mismo tiempo
una guerra contra el invasor y el primer intento liberal de nuestra historia, que
acabaría con el regreso al trono de Fernando VII y la restauración del absolutismo en
1814.

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1. La crisis de la monarquía borbónica (1788-1808)
Carlos IV, hijo de Carlos III, había accedido al trono en 1788. Sólo llevaba un año
reinando cuando se produjo la Revolución Francesa; Carlos IV, ante el peligro de
extensión a España de la revolución liberal, disolvió las Cortes, prohibió por ley la
entrada de propaganda y obras “peligrosas” extranjeras y se estableció una rígida
censura para evitar el contagio de las ideas revolucionarias. Finalmente, la ejecución
del rey de Francia, Luis XVI (primo del monarca español Carlos IV), por los
revolucionarios franceses en 1793 condujo a una guerra contra la República Francesa,
la llamada Guerra de los Pirineos. La guerra finalizó con el acuerdo de paz de Basilea
en 1795, negociado por Manuel Godoy, el nuevo valido de Carlos IV. Pese a este
enfrentamiento, las circunstancias empujaban a un entendimiento con Francia: la
prioridad española era el comercio colonial con América, terreno en el que Inglaterra
era el enemigo indiscutible. Así que, a partir de 1795, una vez desalojados los
revolucionarios del poder en Francia, España y Francia comenzaron a firmar tratados y
alianzas militares encaminadas a derrotar al gran enemigo de ambas: Inglaterra.
No fue esta una alianza beneficiosa para España: la derrota en el cabo de San Vicente
en 1797 y el famosísimo desastre de la batalla de Trafalgar (1805) provocaron la
pérdida de la mayor parte de la marina española y, con ello, el hundimiento definitivo
del comercio colonial español.
La crisis de la Hacienda real fue en aumento, como consecuencia del desastre
naval y de la pérdida del control del comercio colonial. Con el objeto de sanear la
Hacienda, Godoy recurrió al endeudamiento público, aumentó las contribuciones e
impulsó una desamortización de tierras eclesiásticas. Las medidas fueron poco
eficaces, y sólo sirvieron para aumentar la oposición a Godoy. Dicha oposición a Godoy
y a Carlos IV se fue aglutinando en torno al príncipe Fernando, el hijo del rey. Sus
partidarios, fundamentalmente aristócratas y miembros del clero, difundieron una
imagen del príncipe muy positiva, y lo presentaron al pueblo como el único salvador
posible de un país que estaba siendo arrasado por las epidemias y el hambre.

1.1. El Tratado de Fontainebleau y el motín de Aranjuez


Napoleón había decretado en 1806 un bloqueo contra el comercio británico que fue
respaldado por la mayoría de estados europeos. Sin embargo, Portugal, tradicional
aliada de Inglaterra, se negó a cumplirlo. Napoleón se decidió a invadir Portugal, y para
ello firmó previamente unos tratados con Godoy, conocidos como los Tratados de
Fontainebleau, en 1807, mediante los que España autorizaba al ejército francés a
atravesar sus territorios en su marcha hacia Portugal. A cambio Portugal sería
repartido en un futuro entre Francia y España, obteniendo Godoy un principado
propio.
La invasión de Portugal no salió como había planeado Napoleón (la familia real
portuguesa logró huir a Brasil). Pero entre finales de 1807 y comienzos de 1808

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entraron en España varios cuerpos del ejército francés, más de los pactados en
Fontainebleau. La actitud de estas tropas no era la propia de un ejército que está de
paso hacia Portugal sino de un ejército invasor, por lo que la alarma y el descontento
en España fueron en aumento. Los que apoyaban al príncipe Fernando aprovecharon
la ocasión para dar el golpe definitivo, desencadenándose a mediados de marzo de
1808 el llamado Motín de Aranjuez1. Una multitud asaltó el palacio real, y a la mañana
siguiente Godoy fue depuesto y Carlos IV se vio obligado a ceder la Corona a su hijo.

1.2. Las abdicaciones de Bayona


Carlos IV escribió a Napoleón narrándole lo sucedido y reclamándole ayuda. Padre e
hijo fueron llamados por Napoleón a Bayona; Carlos IV y su hijo Fernando pensaban
que Napoleón iba a mediar entre los problemas de ambos, pero lo que hizo el
emperador francés fue exigir la renuncia al trono de la familia al completo. Finalmente,
Napoleón termina cediendo los derechos recién adquiridos sobre la corona española a
su hermano José, a partir de ahora José I de España. A cambio de su renuncia al trono
español, Carlos exigió el mantenimiento de la unidad de la Corona y el exclusivismo de
la religión católica. Tanto Carlos como Fernando recibieron como compensación varios
castillos en Francia y enormes rentas.

2. La Guerra de Independencia española (1808-14)


2.1. El estallido del conflicto y la formación de Juntas
Mientras tanto, el 2 de mayo, ante la salida de España de la familia real, se produjo en
Madrid un levantamiento popular en contra de la presencia francesa. Las tropas
napoleónicas procedieron con una violenta represión. En la madrugada, el 3 de mayo,
un centenar de prisioneros fueron fusilados en la montaña de Príncipe Pío y en el
Pardo (recordad el famoso cuadro de Goya). La resistencia de la población española
frente a los franceses se extendió rápido por todo el territorio y, ante el teórico vacío
de poder creado por las abdicaciones de Bayona, surgieron numerosas Juntas de
armamento y defensa. Se trataban de organismos formados por nobles, oligarcas
locales y grupos mercantiles y en ellas se mezclaban liberales y partidarios del Antiguo
Régimen; su objetivo era organizar la defensa del país frente a la invasión francesa. En
un principio tuvieron un carácter local, pero la necesidad de coordinar la lucha impulsó
la formación de Juntas provinciales que asumieron el poder en ausencia de Fernando
VII, declararon la guerra a Napoleón y buscaron el apoyo de Inglaterra. Finalmente se
formaría una Junta Suprema Central, reunida en Madrid, que se encargaría de
coordinar la guerra así como de dirigir el país. Esta Junta reconoció a Fernando VII
como legítimo rey de España y asumió su autoridad hasta su regreso. Los sucesivos
avances franceses obligaron a la a replegarse hacia Sevilla, y de aquí a Cádiz, la única

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Ante lo que ya parecía una evidente invasión francesa de España, Godoy logró convencer a la
Familia Real española para huir hacia América. En el camino hacia Cádiz para embarcar hacia América,
la primera parada fue en el Palacio Real de Aranjuez, donde se produjo este motín.

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ciudad española que logró resistir al asedio francés durante toda la guerra gracias al
apoyo de los ingleses.

2.2 El reinado de José I (1808-1813)


Con la abdicación de Carlos IV y la renuncia al trono del príncipe Fernando en Bayona,
la Corona recayó en el hermano de Napoleón, José Bonaparte, que reinará en España
como José I. Sin embargo, a ojos de la población española, José I era un rey ilegítimo.
Además, la violenta actuación de las tropas francesas terminó poniendo a la mayoría
de la población en su contra.
La presencia de los franceses en España obligó a los españoles a posicionarse,
destacando varias corrientes:
● Afrancesados: reformistas de la etapa anterior, algunos atraídos por los
cambios políticos y sociales derivados de la revolución en Francia, optaron por apoyar
a José I. Integrado por las minorías ilustradas, funcionarios del Estado, miembros de la
nobleza y del clero y una parte de las clases medias urbanas.
● Frente a ellos, estaban los patriotas, que no reconocían a José I y consideraban
a Fernando VII su soberano. No era un grupo homogéneo:
-Liberales: rechazaban el poder absoluto del monarca, defendían la igualdad ante la ley
y eran partidarios de regirse por una Constitución. Eran una minoría: burguesía, clases
medias urbanas y algunos miembros del clero.
-Tradicionalistas o absolutistas: la inmensa mayoría de la población, anclada en los
planteamientos del Antiguo Régimen y rechazaba toda novedad.
Dentro de las iniciativas que tomó José I como rey de España hay que señalar la
aprobación, al principio de su reinado, del llamado Estatuto de Bayona. Se trata de
una carta otorgada (es decir, un texto constitucional surgido directamente desde la
Corona) que sentaba las bases del modelo político de José I: puso en marcha un
programa reformista con el que pretendía liquidar definitivamente el Antiguo Régimen
de España. Entre sus medidas destacan la abolición del Régimen señorial, la
desamortización de tierras de la Iglesia y la desvinculación de mayorazgos y tierras de
manos muertas.

2.3. Desarrollo de la guerra


En julio de 1808, al poco de iniciarse la guerra, las tropas españolas, dirigidas por el
general Castaños derrotaron a los franceses en Bailén. Suponía la primera derrota del
ejército napoleónico, pero también un espejismo: el ejército español no estaba
preparado para hacer frente al poderoso ejército francés. De hecho, a los pocos meses,
Napoleón contraatacó y se hizo con casi toda España (excepto Cádiz) en apenas un
mes. Sin embargo, el control efectivo del territorio fue mucho más complicado para los
franceses, pues se encontraron con la pertinaz resistencia de la guerrilla. Se trataba de
pequeñas unidades de paisanos armados que se dedicaron a acosar de manera
continua a los franceses. Su técnica de combate básica era la emboscada, el ataque por

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sorpresa y la retirada rápida. Destruían instalaciones y asaltaban convoyes de
avituallamiento, sometiendo a los franceses a una presión permanente. Los
guerrilleros vivían sobre el terreno, apoyados por la población civil, que les ofrecía
víveres, información y refugio.
A partir de 1811 la guerra cambió de rumbo. Los franceses se vieron obligados
a abandonar Portugal y las tropas inglesas comenzaron su avance por el sur. Además,
en 1812 Napoleón decidió atacar Rusia. Para esta campaña tuvo que desplazar desde
España hacia el Este europeo un número considerable de unidades. Las tropas
españolas apoyadas, por las guerrillas y por las tropas británicas mandadas por
Wellington, avanzaron, y, después de la victoria en Arapiles (22 de julio de 1812),
entraron en Madrid.

2.4. Final de la guerra y consecuencias


Ante la incapacidad por parte de Napoleón de mantener los múltiples frentes abiertos,
éste se vio obligado a pactar el final de la guerra en España. Se firmó en 1813 el
Tratado de Valençay, un acuerdo bilateral entre Napoleón y Fernando VII, al que
reconoce a partir de ahora como el rey legítimo de España y de las Indias, con el que se
puso fin a las hostilidades entre Francia y España. La paz definitiva se firmó en París un
año más tarde, el 23 de abril de 1814.
La guerra generó un elevado número de muertes. Se calcula que más de medio millón
de personas perdieron la vida, una cifra considerable si tenemos en cuenta que la
población española de la época rondaba los once millones. Además de las muertes hay
que tener en cuenta el exilio de miles de afrancesados (entre ellos, intelectuales como
Moratín). La crueldad y la devastación que provocó la guerra a todos los niveles fue
plasmada duramente por Goya a través de su serie de grabados Los Desastres de la
Guerra. Las pérdidas materiales fueron igualmente elevadísimas. Numerosas ciudades,
como Zaragoza, Gerona o San Sebastián, fueron arrasadas. A la destrucción material
hay que sumar el expolio de obras artísticas, sólo parcialmente devueltas tras la
guerra. La agricultura y, sobre todo, la ganadería quedaron muy afectadas por la
guerra.
Por otro lado, la guerra activó el proceso de independencia de la América española.
Ante el vacío de poder creado, los grupos criollos comenzaron a organizarse en Juntas
y establecieron un régimen de autogobierno que está en el inicio del proceso de
emancipación de las colonias.

3. Los inicios del liberalismo en España. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
3.1. Formación y composición de las Cortes
Las Juntas provinciales organizadas al inicio de la Guerra de Independencia formaron
una Junta Central que se reunió por primera vez a finales del verano de 1808. Tras la
tremenda derrota en la batalla de Ocaña (1809), la Junta Central se vio obligada a
retirarse a Sevilla primero y luego a Cádiz, única ciudad que resistía el asedio francés.

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Ante esta compleja situación, parecía evidente que cualquiera que fuese el grupo de
hombres que gobernara la España patriótica (es decir, la no controlada por los
franceses) debía buscar fuerza y legitimidad convocando la nación a unas Cortes.
Aunque los sectores más conservadores pretendían unas Cortes a la antigua usanza (es
decir, divididas por estamentos), los elementos liberales lograron que todos quedasen
integrados en una cámara única. Las Cortes, elegidas por un complicado sistema de
sufragio censitario indirecto2, quedarán conformadas con una representación de
liberales mayor a lo que correspondía al sentir general de la población. Esto se
explica porque muchos diputados (americanos o de zonas de España ocupadas por los
franceses), no podían llegar a Cádiz, por lo que eran sustituidos por suplentes elegidos
en la misma capital gaditana en un ambiente claramente favorable a los liberales.
En cualquier caso, las Cortes quedaron inauguradas en septiembre de 1810 con un
discurso de Muñoz Torrero en el que se formularon ya algunos principios del nuevo
régimen: soberanía nacional, división de poderes y la inviolabilidad de los diputados.
Desde un primer momento se apreciaron tres grupos de diputados enfrentados:
● Liberales: partidarios de reformas revolucionarias, inspiradas en los principios
de la Revolución Francesa. Dentro de este grupo encontramos a algunos de los
oradores más destacados de estas Cortes: Argüelles, Muñoz Torrero, Toreno… Aunque
eran minoritarios (sobre todo en la época final), la brillantez de sus oradores y su
mayor claridad de ideas les permitieron sacar adelante muchas de sus propuestas.
● Jovellanistas: Partidarios de reformas pactadas entre la monarquía y las Cortes,
siendo estas de carácter estamental.
● Absolutistas o “serviles”: partidarios del mantenimiento del Antiguo Régimen
(monarquía absoluta, sociedad estamental, economía mercantilista).

Se podría decir que la mayoría liberal inició la primera revolución liberal burguesa en
España. Ésta tuvo dos objetivos fundamentales: adoptar reformas que acabaran con
las estructuras del Antiguo Régimen y aprobar una Constitución que cambiara el
régimen político del país.

3.2. La Constitución de 1812


Esta Constitución fue el texto legal más importante que elaboraron las Cortes de Cádiz.
Fue promulgada el 19 de marzo de 1812 (de ahí su nombre popular, “La Pepa”),
convirtiéndose en la primera Constitución liberal del país y en ejemplo para muchas
constituciones americanas y europeas. Los diputados liberales Agustín Argüelles, Diego
Muñoz Torrero y Pérez de Castro fueron algunas de las figuras más destacadas en su
elaboración.

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El sufragio censitario es un tipo de sufragio restringido, es decir, aquel en el sólo se deja votar a
una parte de la población, aquella que cuente con unas determinadas características. Indirecto es aquel
sufragio en el que los electores no eligen directamente a sus representantes sino a representantes que a su
vez elegirán a representantes y así sucesivamente (puede haber más o menos pasos en estos casos).

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Entre los rasgos más importantes de esta Constitución podemos destacar:
-Soberanía nacional: El poder reside en la nación, idea opuesta a la soberanía
monárquica.
-División de poderes:
* Poder legislativo: Cortes unicamerales. Son las encargadas de aprobar las leyes, los
presupuestos, los tratados internacionales, tienen el mando sobre el ejército. Los
diputados son elegidos por un periodo de dos años por medio de un complejo sistema
de sufragio universal indirecto.
* Poder judicial: Competencia exclusiva de los tribunales. Se elaboran códigos únicos
(civiles, criminales, comerciales…) y se establecen garantías en los procesos.
* Poder ejecutivo: Recae en el rey, pero con importantes limitaciones:
● No puede disolver las Cortes.
● Tiene veto suspensivo transitorio durante dos años, tras ello la decisión
de las Cortes se convierte en una ley.
● Sus órdenes deben ser validadas por la firma del Ministro
correspondiente.
● Nombra a los ministros, pero estos deben ser refrendados por las Cortes
(sistema de “doble confianza”).
-Igualdad de los ciudadanos ante la ley: Esto supuso el fin de los privilegios
estamentales.
-Se establece una completa declaración de derechos del ciudadano: a la educación,
libertad de imprenta, a la libertad, a la propiedad, inviolabilidad del domicilio. Además
se establecerá la igualdad entre los territorios peninsulares y las colonias americanas,
pues se define la nación como el conjunto de todos los ciudadanos de ambos
hemisferios.
-No habrá tanta libertad en el terreno religioso. El catolicismo es la única confesión
religiosa permitida. Este rasgo más conservador de la Constitución es fruto de las
concesiones que tuvieron que hacer los liberales a los sectores más conservadores
para sacar adelante la Constitución. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los
componentes de las Cortes eran eclesiásticos (casi un tercio del total) y convirtieron el
apartado religioso en la bandera de sus reivindicaciones. Además, los liberales eran
conscientes de que la gran mayoría de la sociedad era claramente católica y, por tanto,
evitaron contrariar a gran parte del país.
En general, se puede decir que la Constitución de 1812 fue una de las más
avanzadas de su época (y de hecho, era posiblemente más avanzada de lo que era el
conjunto de la sociedad): era claramente liberal, moderna y progresista, como
demuestran su estricta separación de poderes, las limitaciones a la labor del monarca,
los amplios derechos que se recogen y el establecimiento de un sufragio universal
(aunque fuera indirecto). Quizás el único elemento discordante con este tono general
de la Constitución sea el establecimiento del catolicismo como única religión
permitida. En cualquier caso, como hemos explicado, este aspecto tiene su explicación

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en la propia composición de las Cortes y en las características específicas de la
sociedad española del momento.

3.3. Otras medidas legislativas y valoración de la labor de las Cortes


Además de la elaboración de la Constitución de 1812, que ocupó una buena parte de
las sesiones de las Cortes, en Cádiz se realizó una importante labor legislativa. Entre
las principales reformas económicas, políticas, sociales y jurídicas que se adoptaron en
las Cortes de Cádiz y que suponen un claro inicio de los intentos de imponer el
liberalismo en España, podemos destacar:
-Abolición del régimen señorial: Se suprimen los señoríos jurisdiccionales.
-Supresión de la Inquisición.
-Abolición de los gremios. Se establece la libertad económica, comercial, de trabajo y
de fabricación.
-Tímida desamortización de algunos bienes de la Iglesia.

Como se puede apreciar, la labor de las Cortes de Cádiz fue de una envergadura e
importancia considerable. Sin embargo, adoleció de varios problemas. El primero de
ellos fue su carácter claramente burgués; es verdad que derribaba los cimientos del
Antiguo Régimen pero sus medidas no beneficiaban en prácticamente nada a la
mayoría campesina del país e incluso, en algunos casos, hasta le perjudicaba, por lo
que no se ganará el apoyo del pueblo.
El otro gran problema de las Cortes de Cádiz fue temporal; la mayoría de las leyes
aprobadas apenas pudieron ser puestas en práctica, puesto que en 1814 Fernando VII
regresaría al trono español y anularía todo lo dispuesto por estas Cortes.

4. El reinado de Fernando VII (1814-33)


4.1. El Sexenio absolutista (1814-20)
Fernando VII regresó a España al finalizar la Guerra de Independencia en 1814. El
pueblo lo acogió casi como a un salvador y le apodó “El deseado”. Sin embargo, al
finalizar su reinado casi 20 años después, su figura había quedado desprestigiada y ha
pasado a la Historia como uno de los peores reyes de España.
Como decimos, Fernando VII fue recibido en olor de multitudes; al apoyo popular, el
del ejército y el de la Iglesia, se unió el de un tercio de los diputados de las Cortes.
Estos publicaron el Manifiesto de los Persas, en el que se animaba al rey a reimplantar
el absolutismo y dejar sin valor la Constitución de Cádiz. En este contexto y con una
clara posición de fuerza, Fernando VII decidió anular toda la obra de las Cortes de
Cádiz (incluida la Constitución) y restablecer el absolutismo. La vuelta al absolutismo
fue algo común en Europa tras el Congreso de Viena (1815), pero en ningún lugar esta
vuelta atrás fue tan radical como en España. Fernando VII restableció la Inquisición, el
feudalismo y los antiguos Consejos. Además, suprimió toda libertad de expresión y
persiguió a afrancesados y liberales, que en su mayoría tuvieron que exiliarse.

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En cualquier caso, Fernando VII pretendía un retorno al pasado que las
circunstancias del momento hacían poco factible. Por un lado, la situación económica
del país era desastrosa, más aún tras la Guerra de la Independencia. El sistema
económico del Antiguo Régimen era incapaz de producir lo suficiente para alimentar a
la población. El Estado arrastraba una gigantesca deuda y el sistema fiscal era muy
enrevesado y poco eficiente. La paradoja era que cuando se proponía alguna reforma
lógica e inteligente del sistema de impuestos como la de Martín de Garay, ésta
chocaba con el espíritu inmovilista del Antiguo Régimen. Por si todo esto fuera poco, el
reinado de Fernando VII tenía que hacer frente a la rebelión de las colonias
americanas, lo que reducía los ingresos y aumentaba los gastos de guerra. Tampoco la
forma en que afrontó Fernando VII esta situación fue la más conveniente. No existía
una línea política coherente ni siquiera constante: los cambios de gobierno eran
continuos, y las decisiones políticas solían ser tomadas sin ningún criterio por el grupo
de amigos y confidentes que formaban la “camarilla” del rey.
En este contexto, y pese a que la cultura política liberal apenas había calado en
la sociedad española, la reacción contra el absolutismo se articula por diversos cauces.
Por un lado, a través de las logias masónicas3, donde se agrupan muchos de los
liberales que se han visto obligados a pasar a la clandestinidad. Por otro lado, muchos
de los militares que proceden de la guerrilla, perjudicados por la reducción de oficiales
que lleva a cabo Fernando VII, acaban abrazando las ideas liberales y encabezarán una
serie de pronunciamientos militares contra la monarquía absoluta: el de Espoz y Mina
en 1814, el de Díaz Porlier en 1815 o el de Lacy en 1817. Todos ellos fracasarán y sus
responsables serán ejecutados o tendrán que exiliarse.

4.2. El trienio liberal (1820-23)


Finalmente, sí que triunfó uno de esos pronunciamientos militares contra el rey, el de
Rafael de Riego. Este militar asturiano se hallaba con sus tropas en las Cabezas de San
Juan (Sevilla) esperando embarcar rumbo a América para sofocar la rebelión de las
colonias. Aprovechando la coyuntura, el 1 de enero de 1820, Riego se sublevó contra
la monarquía absoluta de Fernando VII y a favor de la Constitución de 1812. Tras
algunos enfrentamientos entre las tropas de Riego y el sector del ejército que se
mantenía del lado de Fernando VII, el monarca comprobó la escasez de aliados y se
comprometió a jurar la Constitución el 7 de marzo de 1820. Fernando VII seguía
siendo el rey de España, pero ya no como un monarca absolutista, sino sometido a una
Constitución que le dejaba un escaso margen de maniobra.
El compromiso del monarca a favor de la Constitución era únicamente
producto de las circunstancias, pues nada había cambiado en su concepción
absolutista de la política. Sin embargo, el restablecimiento del régimen constitucional

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Serían instituciones de carácter secreto afirman tener como objetivo el conocimiento filosófico
de la conducta humana, las artes y las ciencias. En esta época se convirtieron en los principales focos de
transmisión de la ideología liberal.

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desató un panorama político totalmente nuevo, pues por primera vez se ponía
verdaderamente en marcha un régimen liberal. Hay que tener en cuenta que cuando
se redactó la Constitución de Cádiz las circunstancias eran excepcionales (el país
estaba en guerra con los franceses) y luego fue rápidamente abolida. Fue en este
momento, durante el Trienio Liberal, cuando se vivió un clima de libertad y
entusiasmo político como seguramente nunca antes se había vivido: se multiplicaron
los periódicos y los centros de discusión política (sociedades patrióticas), amparados
en la libertad de imprenta y expresión y el derecho de reunión. Además, se tomaron
numerosas medidas acordes con la mentalidad liberal: se suprimió definitivamente la
Inquisición, se eliminó el diezmo... Sin embargo, pronto comenzaron los problemas
para los liberales:
● Por un lado, se produjo una división interna entre dos facciones enfrentadas
del liberalismo: los moderados (doceañistas) y los exaltados (veinteañistas). Los
moderados representaban la versión más conservadora del liberalismo y pretendían
eliminar los aspectos más radicales de la Constitución de Cádiz; los exaltados, por su
parte, no querían ningún cambio en la Constitución y criticaban a los moderados su
voluntad de pacto con las elites del Antiguo Régimen.
● Por otro lado, las conspiraciones de Fernando VII para volver a reinar como un
monarca absolutista fueron constantes durante todo el periodo. Finalmente, en 1823
contaría con la ayuda de las potencias extranjeras que, reunidas en 1822 en un
Congreso en Verona, acordaron la intervención en España. El 7 de abril de 1823 un
ejército francés, conocido como los “Cien Mil Hijos de San Luis”, al mando del Duque
de Angulema, entró y, sin encontrar resistencia popular, conquistó fácilmente el país.
El 1 de octubre puso fin al último foco de resistencia del gobierno liberal en Cádiz y
repuso como monarca absolutista a Fernando VII.

4.3. La década absolutista (1823-33)


La victoria de los Cien Mil Hijos de San Luis supuso el restablecimiento del
absolutismo en España. Se iniciaba así la llamada Década absolutista u ominosa (1823-
33), que comenzó con una represión aún más dura que la de 1814. Todo parecía
indicar que se iban a repetir los esquemas del Sexenio absolutista. Pero pronto se
demostró que un restablecimiento total del absolutismo era imposible. Presionado
por las potencias extranjeras y por los graves problemas económicos, Fernando VII
tuvo que renunciar a restaurar algunas instituciones como la Inquisición y se vio
obligado a dar paso a algunos ministros más reformistas como López Ballesteros,
ministro de Hacienda durante casi todo este periodo.
Esta relativa moderación del absolutismo de Fernando VII provocó el descontento de
un sector del absolutismo, los llamados ultras o apostólicos. Este grupo, con
importantes apoyos en la Iglesia y la cúpula del poder, desencadenó algunas
conspiraciones contra Fernando VII y comenzó a apoyar a su hermano el infante
Carlos, quien según ellos encarnaba el verdadero absolutismo. De entre estas

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conspiraciones destacó la llamada Guerra dels Malcontents (guerra de los agraviados),
una rebelión de campesinos financiados por la nobleza y el clero que estalló en
Cataluña en 1827. Fernando VII controló la situación, pero quedaba claro que los
absolutistas más ultras estaban del lado del infante Carlos.
Por otro lado, la oposición liberal se encontraba dividida. Mientras los
liberales moderados buscaban un pacto con los sectores más reformistas de la
monarquía, los liberales exaltados buscaban un pronunciamiento que de nuevo los
devolviese al poder. Ése fue el caso del general Torrijos; su intento acabó con su
fusilamiento en 1831. Ese mismo año también era ajusticiada una liberal que se
convertiría en símbolo de la lucha contra la tiranía: Mariana Pineda.
La oposición del sector más conservador del absolutismo se convirtió en el gran
quebradero de cabeza para Fernando VII en sus últimos años de reinado. Este sector
estaba en contra de muchas de las medidas políticas del monarca y comenzó a apoyar
cada vez con más fuerza al infante don Carlos aprovechando la gran debilidad de
Fernando VII: la ausencia de hijos varones para sucederle en el trono. Desde la llegada
de los Borbones al trono español imperaba la Ley Sálica, que impedía reinar a las
mujeres. Pero en 1830, sabiendo del embarazo de su cuarta esposa, María Cristina de
Borbón (que finalmente daría a luz a una niña, Isabel), Fernando VII intenta asegurar
sus derechos dinásticos aprobando la Pragmática Sanción, que anulaba la Ley Sálica,
dejando vía libre a que una mujer asuma el trono español.
Sin embargo, ni el infante don Carlos ni sus partidarios (a partir de ahora
conocidos como carlistas) estaban dispuestos a renunciar tan fácilmente al trono.
Durante los últimos años del reinado de Fernando VII se vivirán continuas intrigas
palaciegas en las que los carlistas tratarán de influir en el rey (enfermo y muy
mermado físicamente) para que revoque la Pragmática Sanción y nombre heredero a
su hermano. Pero Fernando VII mantendrá a su hija como heredera. Cuando el rey
muere, en 1833, los derechos dinásticos pasan a su hija Isabel, de sólo tres años;
mientras alcanza la mayoría de edad la reina María Cristina asumirá la regencia. Sin
embargo, los carlistas no aceptan esta decisión, iniciándose una guerra civil que durará
varios años.

5. Conclusiones
La Revolución Francesa fue un acontecimiento que azotó y conmovió a Europa
a todos los niveles: político, económico y social. En España, la fuerza y el empuje de
Francia y la facilidad con la que se difundieron las nuevas ideas terminaron de
derrumbar un sistema político cuyo tiempo ya había pasado. No cabe ninguna duda de
que, a pesar de su escasa repercusión a corto plazo, fue la Constitución de Cádiz la que
encendió la chispa del fuego que acabó con el Antiguo Régimen en nuestro país y
permitió la instauración de un régimen liberal, además de ser también la fuente de la
que bebieron otros muchos movimientos liberales europeos e hispanoamericanos.

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ANEXO

Definición de liberalismo político:


Se entiende por liberalismo político la doctrina propia de la burguesía durante el siglo
XIX. La base del liberalismo político será la idea de libertad individual.
El liberalismo político defendía un modelo de Estado basado en nociones que
ampliasen la base social implicada en las decisiones políticas (soberanía nacional) y un
gobierno parlamentario que funcione de acuerdo a unas leyes. Estas leyes se recogen
en unas constituciones escritas que reconocen una serie de derechos y libertades
individuales, y la acción política se organiza a través de los partidos políticos, que serán
los representantes del pueblo. Además propugnan la división de poderes. La libertad
de prensa es fundamental para controlar la acción del gobierno y configurar una
opinión pública.
El liberalismo es, por tanto, una ideología revolucionaria contraria a los
planteamientos propios del Antiguo Régimen, pero sería erróneo identificar los ideales
defendidos por el liberalismo como “democráticos”. No hay que olvidar que se trata de
la ideología de la burguesía en el siglo XIX y que por tanto no está dispuesta a que las

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decisiones políticas y económicas estén completamente abiertas: defiende así un
“sistema de filtros” que evite la irrupción de la masa social. El principal de estos
sistemas será el sufragio censitario, vigente en casi toda Europa hasta bien avanzado
el siglo XIX. Sufragio censitario significa que existen elecciones para elegir a diputados,
alcaldes… pero en estas elecciones no puede participar todo el mundo; se establecen
unos requisitos mínimos (normalmente económicos) tanto para votar como para ser
votado.

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