Columna Lucas Diario Constitucional

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SANCIONES ADMINISTRATIVAS Y NUEVA CONSTITUCIÓN: Una

relación asincrónica

En el marco del actual proceso constitucional, se aprobó una


norma que limita al Estado en el ejercicio de sus potestades
sancionatorias, consagrando una inédita reserva legal absoluta
en esta materia. La discusión ha revivido viejos debates en torno
a la comprensión de la administración y su rol en el ejercicio de
derechos y potestades públicas. Amenazando con enterrar una
serie de proyectos de ley actualmente en curso.

A partir del texto constitucional de 1980, una parte importante de la


doctrina administrativa chilena ha concebido al derecho
administrativo principalmente como un instrumento para limitar
al poder de la Administración estatal. Bajo la idea de una
preeminencia natural y a todo evento del despliegue de la libertad
individual, se ha considerado la intervención administrativa como una
expresión de “despotismo” y “totalitarismo”, características que
expresan una severa desconfianza frente al poder estatal radicado en la
Administración y que encuentra un correlato en la jurisprudencia más
reciente del Tribunal Constitucional, que se ha encargado de
limitar, por la vía de control preventivo, un conjunto de
“potestades” y “privilegios” propios de cualquier administración.

Este trabajo ha sido desarrollado, principalmente, al amparo de la


escuela liderada por el profesor Eduardo Soto Kloss quien, en la
década de 1970, propuso una versión específica de la idea de
despotismo administrativo que terminaría por sepultar nuestro viejo
derecho administrativo y lo transformaría en un mero mecanismo de
control de potestades en resguardo de los derechos. Lo anterior, desde
luego, propició las condiciones para establecer un sistema de control
judicial estricto, escéptico de la discrecionalidad, que reprende
constitucionalmente cualquier propósito de intervención pública y que
controla férreamente los poderes sancionatorios de la administración,
consagrando así un nuevo paradigma en la historia constitucional
chilena.

Esta comprensión del fenómeno jurídico, que intentó verse


interrumpida en el fallido proceso anterior, parece encontrar
sentido y continuidad al alero del momento constituyente en curso. A
saber, durante la trigésima cuarta semana del proceso, específicamente
en el marco de la tercera jornada de votación plenaria, se aprobó una
norma que despertado gran interés:

Artículo 16, numeral 9 inciso tercero:

“Las competencias sancionadoras administrativas solo se


ejercen a través de un proceso previo, racional y justo,
legalmente tramitado por conductas determinadas en su núcleo
esencial por ley, y cuya comisión haya sido evitable para el
supuesto infractor. Las sanciones administrativas están sujetas
a los principios de legalidad, irretroactividad en perjuicio,
proporcionalidad y necesidad”.

La disposición constitucional no pasó desapercibida. El tenor literal de su


redacción ofrece, en términos de la comisión, una insoportable
restricción a la administración. Al respecto, el primero en salir a la
palestra fue el Comisionado Experto Gabriel Osorio (PS), quien
señaló́: “a propósito del núcleo o conducta que debe estar determinado
por la ley para sancionar administrativamente, les tengo una noticia:
con la norma propuesta, todas actuaciones administrativas del segundo
gobierno del Presidente Piñera devienen en inconstitucionales, como
también el Código Sanitario” y agregó “estamos asistiendo a un intento
deliberado por jibarizar al Estado frente a una próxima pandemia”.

Por otra parte, desde la Asociación de Derecho Constitucional,


mediante su secretaria, Tania Busch, también expresaron su
preocupación, haciendo énfasis en lo incomprensible de la disposición
que controvierte siglos de tradición constitucional, exportando la
doctrina del núcleo esencial, propia de la teoría general de los derechos
fundamentales hacia las sanciones administrativas.

Sin embargo, es importante señalar que la norma omite un aspecto


esencial: En el marco de un Estado Administrativo moderno, resulta
crucial comprender que la efectividad de la legislación y su alcance para
lograr los objetivos propuestos son pilares fundamentales. Esta situación
no solo incide en la concepción del Derecho Administrativo, sino también
en la forma en que se evalúan las políticas públicas. En este contexto, la
función de la Administración es crucial, ya que se encarga de
materializar las disposiciones de un legislador que, por su estructura, no
está capacitado para hacerlas cumplir por sí solo.

Por ende, es tarea del legislador crear estructuras institucionales con la


flexibilidad necesaria para ejercer la potestad sancionatoria. Esto implica
otorgar a la Administración las herramientas y el margen de
discrecionalidad adecuados para aplicar estas medidas. Cabe destacar
que los intentos de limitar estos mecanismos administrativos
sancionatorios mediante criterios uniformes conllevan riesgos
significativos.
En efecto, la eventual aprobación de esta disposición podría generar
estragos sin precedentes en el entramado jurídico del país. Más allá de
simplemente reducir la capacidad del próximo gobierno para afrontar
crisis sanitarias, esta medida podría socavar la autoridad y la efectividad
de organismos clave como la Dirección del Trabajo en su rol
fundamental de garantizar la seguridad laboral e higiene en el entorno
laboral.

A su vez, la apertura a cuestionamientos sobre la constitucionalidad de


reformas en pleno proceso legislativo, entre las que se cuentan la
revisión del Sistema de Evaluación Ambiental (SEA), la Ley
Nº21.521 que impulsa la competencia e inclusión financiera (Fintech)
y la recientemente anunciada “Ley SERNAC te protege”, podría
desencadenar una crisis de legitimidad institucional sin precedentes y
poner en tela de juicio la estabilidad del marco legal vigente.

Este escenario podría adentrarnos en un periodo de incertidumbre


jurídica y política de proporciones inimaginables, poniendo en peligro los
logros obtenidos tras meses de debates parlamentarios arduos y
acuerdos políticos ya consolidados. Es crucial abordar este asunto con la
máxima prudencia y cautela, tomando en cuenta no solo los posibles
impactos inmediatos, sino también las repercusiones a largo plazo que
podrían poner en riesgo la estabilidad y la seguridad jurídica de nuestra
nación.

Lucas Chavez Grille


Unidad de Estudios Harboe y Compañía Abogados

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