EL007988
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MATEMÁTICA EN
EXPERIENCIAS COMUNITARIAS
Crear nuevos desafíos
Presidente
Dr. Alberto Fernández
Vicepresidenta
Dra. Cristina Fernández de Kirchner
Ministro de Educación
Lic. Jaime Perczyk
Secretaria de Educación
Dra. Silvina Gvirtz
Jaime Perczyk
Ministro de Educación de la Nación
Colección EDUCACIÓN COMUNITARIA
DEL MINISTERIO DE EDUCACIÓN DE LA NACIÓN
EDUCACIÓN Y COMUNIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
5. EN SÍNTESIS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
6. BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
7. RECURSERO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
EDUCACIÓN Y COMUNIDAD
El siglo XXI en su devenir nos muestra un cambio de época que se revela a medida que
acontecen hechos, situaciones, que emergen acompañando –en ocasiones– el despertar
de lo humano en convivencia con los avances tecnológicos, nuevos significantes cultura-
les e incluso con el rugido de la naturaleza. Es ahí donde la convivencia social va tomando
relevancia, otras formas de vincularse y generar aquel sentido que nos hace comunidad.
Si de paradigmas se trata, podemos afirmar que estamos en pleno proceso de recons-
trucción. La pandemia instalada en todo el planeta, en alguna medida, propone y plantea
interrogantes alrededor de los cuales nos encontramos frente a frente las diversas gene-
raciones que convivimos en este despertar a un nuevo siglo.
En este proceso, la educación entra como protagonista en movimiento, aprendiendo
la letra que le toca por estos tiempos.
Otra protagonista es la comunidad, aquella donde personas de diferentes edades,
diversas culturas, historias personales construyen vínculos que hacen a su organicidad.
La educación, como acto de mostrar el mundo a quienes vienen llegando, ha estado
históricamente ligada a la escuela, pero también –de manera menos visible a veces, y más
visible otras– a experiencias comunitarias que, en distintos lugares y territorios, desarro-
llan propuestas educativas para las infancias, juventudes y personas adultas de nuestro
país: bibliotecas populares, bachilleratos, centros educativos y recreativos, espacios para
las infancias, jardines comunitarios, escuelas de gestión social, escuelas de arte, colectivos
de educadoras y educadores, centros de formación en oficios, universidades populares,
centros culturales y otras experiencias que acompañan, fortalecen y garantizan las trayec-
torias educativas de miles de personas.
Con una fuerte tradición de educación popular, las experiencias educativas comuni-
tarias amplían los universos sociales y culturales de quienes las habitan y aportan una
mirada distinta al quehacer pedagógico, ligado a un fuerte arraigo territorial, un profundo
conocimiento de las problemáticas urgentes y estructurales junto con prácticas que pro-
ponen nuevas formas de enseñar y aprender.
La educación comunitaria también es un proceso de construcción de identidad de
educadoras y educadores y de educandas y educandos que aprenden, con otras y otros,
en comunidad, a leer el mundo, a interpretar la realidad, a incomodarse con las injusticias,
a empujar transformaciones y a hacer, de cada acto educativo, un acto de amor. Decía
Paulo Freire que “la esperanza es una necesidad ontológica”, y en esa esperanza radica
ese ímpetu por no acostumbrarse a lo establecido, que se hace palpable en cada expe-
riencia educativa del territorio en distintos rincones de la Argentina.
Para pensar juntas y juntos acerca de la comunidad, tomamos la propuesta de Tönnies,
quien analiza, estudia y propone abordarla como “maneras de relaciones sociales típicas”,
aquellas que están definidas por modos de ser, de juntarse, acercarse y convivir; como un
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organismo vivo que se alimenta, respira, crece, padece y celebra. De esta manera, la co-
munidad a la que nos referimos es la que permanece y se nutre de las relaciones que se
generan, la que presenta proximidad territorial, creencias y tradiciones, vínculos estable-
cidos por la misma comunidad, otros formatos de familia, de crianza.
Estos vínculos influyen en la manera de mirar la realidad. Aquella vecina que vio crecer
a una niña o un niño, que contempló presencias y/o ausencias en la cotidianidad, mirará
su adolescencia desde una valoración que no aprendió en los libros, sino que experimen-
tó en su vida y transforma su realidad actual; tal vez, acompañando con gestos, acciones
o silencios las adolescencias a veces despistadas que ocupan las esquinas de sus barrios.
Las comunidades se organizan en torno a resolver sus problemas. Esta organización
comunitaria apuntala el tejido social y construye alternativas de trabajo, vivienda, alimen-
tación y también educación. Ese vivir en comunidad, como conformación de un grupo
social de pertenencia, construye identidad colectiva, con nuevos sueños y esperanzas.
Las chicas y los chicos que van a la escuela se juntan en la plaza a hacer trap, o van a la
canchita, al club o al comedor. En todos esos espacios intercambian y construyen saberes,
que no están por fuera de la escuela como institución sino que son parte y se reproducen
también en los espacios comunitarios.
Para escuchar y poner en juego las voces del territorio y sumarlas a las voces que se
generan en la escuela, partimos de la propuesta pedagógica de Paulo Freire de aprender
desde la pregunta. Apuntamos a fortalecer la educación comunitaria porque entendemos
que en esos vínculos cotidianos y de confianza surgen las preguntas para acompañar los
procesos de aprendizaje.
La comunidad, con su historia y su heterogeneidad, busca construir tejidos, relaciones
y vínculos que recogen la experiencia de quienes la precedieron, pero también organiza
otros nuevos, que apuntan a poner en cuestionamiento prácticas no democráticas para
construir una pedagogía que ponga en común los sueños, las ideas y los deseos.
En este sentido, la educación comunitaria aporta en la construcción de una pedagogía
que tiene como base ideas democratizadoras de la cultura, de los saberes y de los apren-
dizajes, porque considera que todas y todos podemos brindar nuestros saberes y, en ese
encuentro, construir uno nuevo que nos contenga.
No es posible pensar la educación popular ajena a las prácticas pedagógicas que se ins-
criben en un horizonte emancipador e igualitario. Tanto en sus aspectos pedagógicos como
epistémicos, involucra a sujetos concretos, históricamente determinados, inscriptos en un te-
rritorio del que forman parte. Es también una estrategia pedagógica para la transformación
social, entendiendo que se trata de un proceso de construcción cultural, donde los saberes
no se dan por repetición sino en el diálogo entre las educadoras y educadores, las educandas
y los educandos.
10
“Decir una palabra verdadera es transformar el mundo”.
Paulo Freire
11
BIBLIOGRAFÍA
Freire, Paulo (2015 [1967]), Educación como práctica de la libertad, Buenos Aires, Siglo XXI.
Freire, Paulo (2015 [1970]), Pedagogía del oprimido, Buenos Aires, Siglo XXI.
Freire, Paulo (2010 [1992]), Pedagogía de la Esperanza. Un reencuentro con la Pedago
gía del Oprimido, Buenos Aires, Siglo XXI.
Tönnies, F. (1947), Comunidad y sociedad, Buenos Aires, Losada. Disponible en: https://
www.researchgate.net/publication/277263837_Los_conceptos_de_’comunidad’_y_’socie
dad’_de_Ferdinand_Tonnies
Torres Carrillo, A. (2002), “Vínculos comunitarios y reconstrucción social”, Revista Co
lombiana de Educación (43). Disponible en: https://doi.org/10.17227/01203916.5457
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1. POSICIONARSE DESDE
UN ENFOQUE
13
1.2 Algunos comentarios sobre el ejemplo de la
“regla de tres simple”
y1
y2 = x 2 .
x1
¿Aporta algo significativo una expresión como esta? ¿Se comprende de dónde surge?
Más concretamente la pregunta sería por qué funciona ese artefacto. En realidad,
como en todo mecanismo, no haría falta saber cómo funciona internamente para usarlo
(¿acaso alguien sabe cómo se programa el sistema operativo del celular?). Sin embargo,
dado que es un engranaje bastante sencillo, es posible comprender su funcionamiento, y
de ese modo separarnos de la soberanía de la memoria mecánica. Y, de paso, separarnos
también del mecanismo.
Conociendo las propiedades de las relaciones de proporcionalidad directa, la regla de
tres se vuelve innecesaria. Aparece quizá sin ser nombrada en procedimientos espontá-
neos, decididos, controlados por quien los propone. Tomemos, por ejemplo, un clásico
enunciado con el que se “enseñaba” la regla de tres.
20 caramelos--------------- $8
120 caramelos--------------- x =
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Esta receta deja de lado otros caminos, que incluso pueden ser hasta más cómodos,
pero sobre todo más claros y personales. En este caso, por ejemplo, puede observarse
que 120 es 6 veces 20; por lo tanto, el precio de los 120 caramelos se obtiene fácilmente
multiplicando 6 veces los $8.
El procedimiento automatizado reúne (sin nombrarlos) muchos conocimientos sobre
proporcionalidad directa. Los condensa de manera cerrada, críptica. El método permi-
te resolver problemas de proporcionalidad, pero no favorece la exploración de procedi-
mientos personales, la reflexión sobre la acción o sobre el objeto matemático (en torno al
significado de sus elementos), ni tampoco se avanza en la construcción del conocimiento
como síntesis de esa acción y esa reflexión colectiva.
Retomando entonces la pregunta por aquello que se aprende con este enfoque clási-
co, si suponemos que la enseñanza consiste en explicar cómo se resuelven los problemas,
entonces quizás, en el mejor de los casos, se aprenderá a seguir una orden al pie de la
letra. A repetir un método, una serie estática de instrucciones.
Como señalábamos, este primer enfoque didáctico deja afuera otros procedimientos
posibles. Allí no hay alternativas a las impuestas, porque no hacen falta: si ya está el cami-
no. No hay distintas versiones porque no hay lugar para la elaboración personal.
De este modo, se rompe con las construcciones espontáneas, intuitivas y cotidianas
de las y los estudiantes. Que existen. En su vida ya usan procedimientos matemáticos,
aunque no sepan cómo se llaman.
Muchas y muchos estudiantes saben hacer cuentas, resuelven problemas de canti-
dades, operan con valores y magnitudes por el solo hecho de verlo o escucharlo en sus
hogares. Que si 2 kilos de naranjas cuestan $70, 5 kilos costarán $175, no es un regalo de
la enseñanza escolar. Perfectamente puede ser construcción del andar, fruto de las inte-
racciones cotidianas con los cítricos, los números y sus implícitas propiedades.
¿Cómo es posible que haya quienes sepan hacerlo fuera de la escuela y luego no
puedan resolverlo en las propuestas escolares? ¿Es un problema intelectual de quien se
equivoca en los cálculos? ¿O será un problema de la enseñanza?
Está claro que ni el hijo de la abogada ni la hija del panadero andan por la vida enun-
ciando simbólicamente las propiedades del modelo proporcional. Tampoco descubren la
“regla de tres” en soledad. Ridículo sería esperarlo. Pero inocularles la regla, instalársela
cual si fuera un software (triste metáfora la del cerebro como un chip), es anular y desco-
nocer todo aquello que saben. Por más ahínco con que se endulce el gesto educativo,
la práctica concreta dirá por lo bajo: “Escuche calladamente, que usted no sabe nada”.
En suma, si la educación niega estas estrategias espontáneas, todo es ruptura
con lo ya sabido. Entonces, explícita o tácitamente, alguien puede creer que no está
en condiciones. Y eso es rotundamente falso.
15
1.4 Continuidad y no ruptura
16
Eso es alfabetizar, tanto en matemática como en las diversas ramas del cono-
cimiento: el pasaje de las interpretaciones cotidianas de la realidad hacia la
lectura crítica. Un tránsito de lo superficial a lo profundo, de lo fragmentario a lo
articulado, de lo intuitivo a lo formal, de lo disperso a lo sistemático.
En principio, reconocemos que las personas adultas, las niñas y los niños saben mu-
chas cosas acerca del mundo. Pero no saben todo (desde luego, porque si no ¿para qué
irían a la escuela, no?). No se trata simplemente de reconocer esa sabiduría para que así
quede. El desafío es convocar esos conocimientos para que vayan transformándose. Por-
que, como decíamos, el único modo de hacer nacer lo nuevo es desmenuzando lo viejo
para integrar luego sus resabios.
¿Y cómo se transforma lo anterior? Dicho breve y en criollo: problematizándolo.
Es fundamental el papel de la tensión, de la contradicción. Esas interpretaciones de
la realidad son reinterpretadas en la medida en que chocan con un obstáculo en la expe-
riencia, y también con las miradas diversas de los demás. Ese encuentro produce chispa,
fricción, desequilibrio. En el trabajo por resolver ese conflicto el sujeto acciona, activa, ex-
perimenta, opera, compara, escucha, revisa, ordena, compone y ensambla. Así, en este
dinámico proceso de interacción con los problemas y con los demás, se diferencia y
se integra lo ya sabido por la comunidad. Se recrea conocimiento colectivamente.
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Justamente para que esa continuidad ocurra, no podemos minar con retos imposibles
o desconcertantes. Por el contrario, pensamos los problemas como desafíos intelectuales
que cuestionan y provocan, que atrapan como los enigmas y las adivinanzas. Esa confec-
ción de los problemas no está parametrizada: requiere, en cambio, intervenciones minu-
ciosas y artesanales. Como no se trata de magia, sino de oficio, a continuación ofrecemos
herramientas para construir esas propuestas.
Así, los enunciados se volverán desafíos que inviten a presentarles combate con las
armas que ya tenemos para, en el fragor de la batalla, forjar otras mejores. De esta manera
se convoca al conocimiento anterior para nombrarlo colectivamente, descontextualizarlo
de manera paulatina en el intercambio, transpolarlo a otras situaciones, ser reformulado
y articulado en términos más generales y así confeccionar un verdadero concepto, que
no es más que una idea bien llena de sentido, lejísimos de una cáscara vacía bajo puros
símbolos.
• Calcular el tiempo que tardo en pintar una pared de 3 metros, si para pintar
una de 2 metros tardé seis horas.
2 metros 6 horas (en la primera línea escribo los datos que puedo tomar
de la información)
3 metros x (en la segunda línea escribo lo que debo calcular o averiguar)
Es directa porque cuanto más larga sea la pared, más tiempo voy a tardar en
pintarla. Y es proporcional porque, si tengo que pintar el doble de pared, tar-
daré el doble de tiempo.
*Estudiantes del CENS del barrio 2 de Abril de Lomas de Zamora con el profesor Gustavo.
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2. CONSTRUYENDO LOS PROBLEMAS
19
2.2 La noción de variables didácticas
Las variables didácticas son las condiciones de un problema planteado que pue-
den variarse y que, al ser alteradas, modifican las estrategias disponibles para
resolver y, por lo tanto, el conocimiento movilizado en la situación. Es decir,
cambiando algo en el enunciado (sin cambiar rotundamente el contenido del
problema ni las operaciones involucradas) cambia lo que pueden hacer los es-
tudiantes para encontrar su solución.
20
“Una variable didáctica es un elemento de la situación que puede ser modificado por
el maestro, y que afecta a la jerarquía de las estrategias de solución que pone en fun-
cionamiento el alumno” (en Briand, J. y Chevalier, M.C., 1995, Les enjeux didactiques
dans l’enseignement des mathématiques, París, Hatier; citados por Jesús Macías Sán-
chez en su tesis doctoral “Diseño y estudio de situaciones didácticas que favorecen el
trabajo con registros semióticos”, Universidad Complutense de Madrid, 2016).
Este juego de variación sobre los problemas no es solo para alejar la monotonía o
para hacer más accesible la tarea (fines loables, por supuesto). Es por razones peda-
gógicas y epistemológicas; es decir, tiene que ver con la forma de construcción del
conocimiento y, sobre todo, con una idea acerca de qué es el conocimiento.
Las variables didácticas permiten generar nuevos desafíos dentro del mismo conteni-
do. Estas modificaciones nos ayudan a presentar una propuesta más rica, más compleja,
más abarcadora del concepto. Si siempre ofreciéramos las mismas situaciones (gente que
come chocolates, presta dinero o pierde bolitas), entonces trabajaríamos un solo aspecto,
una sola porción del concepto.
Porque el objeto de estudio no es solo un concepto, menos todavía un mecanismo
para hacer cuentas, sino un “campo conceptual”. Eso es lo que estudiamos. La suma, la
resta y todas las operaciones matemáticas, junto con las demás nociones matemáticas, son
contenidos bien complejos, articulados, con varias relaciones internas y múltiples aristas.
Para abordar una complejidad se requiere una propuesta frondosa, enriquecida, sofis-
ticada. Hay que encararla “por todos los wines”, como se dice en términos futbolísticos.
No tirar siempre el mismo pelotazo frontal.
21
No son infinitos los rumbos, sin embargo. La experiencia en el oficio nos va dando cer-
tidumbre y la capacidad de asombro merma con el tiempo. Lo que aparece se reconoce
fácilmente. Hay, por lo tanto, ideas para entender mejor qué hacen las y los estudiantes al
resolver. Para anticipar (que no es lo mismo que predecir arriesgadamente) y para identi-
ficar (que es distinto a etiquetar definitivamente).
Las distintas formas de resolver no tienen solo que ver con el orden de las decisio-
nes, con si se elige primero un número y luego otro, con si se anota o deja de anotarse.
Las diferencias radican en la estructura de la estrategia, en las características que unen y
separan a ciertas formas de resolver. Con la gran variedad de procedimientos existentes
podemos armar “grupos” de estrategias.
Primero, entonces, entender lo que hacen; luego, intervenir sobre lo que hacen. Si no,
sería imponer o forzar. Una exigencia sobre una imposibilidad genera frustración, tanto en
docentes como en estudiantes. Pedirle peras al peral antes de que florezca es inútil. No es
un problema del árbol, sino del que exige el fruto.
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manera de que lo aprendido tenga sentido, en vez de ser pura reiteración enajenada.
Cuando se convoca lo que ya se sabe, se destaca el lugar de conocedores. Cuando el
problema se resuelve con caminos personales, de trabajo en comunidad, sobre los cuales
el sujeto puede hacerse cargo, se destaca el lugar de producción.
En suma, alfabetizar matemáticamente nos ubica a todas las personas como porta-
doras y productoras de cultura, no como simples y máquinas imitadoras de ideas ajenas.
Entonces, esquemáticamente, los procedimientos posibles para resolver el mentado
enigma de las zanahorias serían:
Una primera posibilidad, bien básica, es dibujar con paciencia las 84 zanahorias y en-
cerrarlas en bolsitas de a 7. Luego contar las bolsitas y listo.
Desde luego que la representación de las zanahorias puede ser icónica (con dibujitos o con palitos).
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¿Vale este procedimiento? ¿Se acepta como matemáticamente válido?
Claro que sí. Claro que se acepta, si la propuesta es hacerse cargo de la propia pro-
ducción y no simplemente seguir las instrucciones de “quien manda”. Esta estrategia es
lógica e indiscutible, si se contó y dibujó bien.
Pero… alguien podría decir que es tedioso (aunque sería una objeción subjetiva). Otro
alguien podría señalar que es un procedimiento lento (sin embargo, el aprendizaje no es
una competencia contra el tiempo). Las objeciones sustanciosas no pasan por allí.
Los obstáculos aparecerían si en vez de 84 zanahorias fuesen, por ejemplo, 540. Y si en
vez de bolsitas de 7 tuviésemos bolsones de 70 zanahorias. Ahí sí: contar sería imposible.
Por eso justamente trabajamos con las variables didácticas. Con ciertas modificacio-
nes, como luego explicaremos, habilitamos y entorpecemos estrategias invitando a avan-
zar, tanto más por necesidad de quien resuelve que por súplicas de quien enseña.
Tenemos las 84 zanahorias. Armamos una bolsa con 7. Entonces nos quedan 84 – 7 =
77 zanahorias sueltas.
Armamos otra bolsa. Ahora nos quedan 77 – 7 = 70 zanahorias sueltas.
Seguimos armando bolsas. Otra más. Nos quedan 70 – 7 = 63 zanahorias.
Y así seguimos embolsando hasta que no quedan más zanahorias disponibles.
84 – 7 = 77
77 – 7 = 70
70 – 7 = 63
63 – 7 = 56
56 – 7 = 49
49 – 7 = 42
42 – 7 = 35
35 – 7 = 28
28 – 7 = 21
21 – 7 = 14
14 – 7 = 7
7–7=0
Muy bien. Todo embolsado. ¿Y cuántas bolsas hemos armado? ¿Dónde lo dice?
Lo dice en la cantidad de veces que sacamos 7. Si contamos, son 12 veces que resta-
mos. Por lo tanto, pudimos armar 12 bolsas.
¿Y vale esta estrategia? Claro que vale. ¿Por qué no?
Restar es incómodo, pero no imposible. Se pueden usar los dedos incluso. Pero vale.
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Nuevamente, como en el caso del conteo, se complicaría si el tamaño de los números
fuera otro.
Pero esta estrategia se adapta con más versatilidad. La modificación de la variable
didáctica debería ser más sutil. Porque si fueran 840 zanahorias y 70 en cada bolsa, la can-
tidad de restas a hacer sería la misma. No se dificultaría el procedimiento, por más que
aumentaran los tamaños.
En cambio, si fueran 840 zanahorias y solo 7 por bolsa, ahí sí: restar sería insufrible.
Tomamos 7 zanahorias y armamos una bolsa. Tomamos otras 7 para hacer otra. Ya lle-
vamos 7 + 7 = 14 zanahorias embolsadas.
Juntamos otras 7 zanahorias más. Y ya embolsamos 14 + 7 = 21 zanahorias.
Y así seguimos coleccionando de a 7 hasta llegar al total de 84.
¿Cuántas bolsas hemos armado en este proceso?
La cantidad de veces que sumamos 7.
Si detalláramos la cuenta, veríamos que son 12, evidentemente.
El procedimiento es análogo al de las restas sucesivas. La única diferencia es que su-
mar suele ser más fácil que restar. Es más cómodo.
Tenemos que juntar de a 7 hasta llegar a 84. Podríamos ir juntando de a una bolsa,
como en la estrategia anterior. Pero también podríamos ir armando de a varias bolsas.
1 bolsa 7 zanahorias
2 bolsas 14 zanahorias (7 + 7)
4 bolsas 28 zanahorias (14 + 14)
8 bolsas 56 zanahorias (28 + 28)
12 bolsas 84 zanahorias (56 + 28)
Es una manera de llegar “más rápido”, con menos pasos, hasta el total.
Otra forma “inteligente”, más pícara, de agrupar es usando los múltiplos de 10, por-
que son resultados fáciles de obtener (disponibles en el repertorio de cálculo).
1 bolsa 7 zanahorias
10 bolsas 70 zanahorias
100 bolsas 700 zanahorias (nos recontra pasamos)
20 bolsas 140 zanahorias (también nos pasamos)
11 bolsas 77 zanahorias (70 + 7)
12 bolsas 84 zanahorias (77 + 7)
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2.5.5 Por tanteo de multiplicaciones
84 | 7
26
¿Y cuál sería el problema de ese modo de enseñanza tan extendido a lo largo de la
historia (y con el cual, seguramente, muchos hemos sido “adiestrados”)?
No es ninguna tragedia, desde luego, pero –como decíamos antes– vale preguntarse
qué se aprende aprendiendo a repetir, qué clase de sujeto se está formando, para qué
concepción de ciudadanía, para qué modelo de sociedad, qué sueños pedagógicos e
ideológicos, en definitiva, nos mueven en la tarea diaria.
Vale aclarar que estas distintas estrategias no son “temas” para enseñar por imposi-
ción, mostrándolas primero a todos para que cada cual aplique después. Por el contrario,
son formas que encuentran niñas y niños en clase (no en la televisión ni en la vereda) a
partir de sus interacciones con los problemas y con sus compañeros. Las construyen y
despliegan en una escena pedagógica, ¿dónde más?
La idea, en principio, es fomentar que aparezcan y así socializarlas. Que circulen. De-
jarlas sobre la mesa para que las tomen en la medida en que quieran. Que se las copien
entre sí, que se las “roben”, que las reinventen. También podemos prestarlas los adultos,
si entendemos que es momento apropiado. O podemos intervenir más delicadamente
para propiciar avances, incentivando que pasen de las más básicas a las más potentes.
Porque si se revisan con atención, se verá que hay cierta continuidad entre unas y
otras estrategias. Que no hay rupturas abruptas, feroces entre cada una y las siguientes.
Justamente, como decíamos, una de las premisas de la alfabetización popular es que
la enseñanza debe dar continuidad a los conocimientos construidos y no presentarles
fuertes rupturas, que nieguen crudamente lo que ya saben. De este modo, sabiendo que
sabemos, y a partir de eso que sabemos, será posible saber más, y con más profundidad.
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3. UNA PROPUESTA PARA ANALIZAR
E INTERVENIR
Decíamos que la herramienta de las variables didácticas permite convertir los proble-
mas para “traccionar” procedimientos y disponer el surgimiento de nuevas ideas. Com-
partimos acá una serie de situaciones en las cuales la división es herramienta de resolu-
ción. Valen como ejemplo, desde luego, para trasladar a otros contenidos matemáticos.
La propuesta para analizarlos es, en principio, notar por dónde pasan las diferencias
entre ellos. Y luego ver si esto condiciona algún cambio en las estrategias que deben
desplegar quienes los resuelven. Es decir, ¿qué es lo que se modifica entre los problemas
de cada grupo? ¿Y qué cambios implican esas modificaciones para quien debe resolver?
Luego de la lista, van algunos comentarios a modo de respuesta o solución.
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3 Esteban tiene 84 caramelos. Quiere armar bolsitas para repartir en su cumpleaños. En
cada bolsita pondrá 7 caramelos. ¿Cuántas bolsitas podrá armar?
4 Esteban tiene 847 caramelos. Quiere armar bolsitas para repartir en su cumpleaños.
En cada bolsita pondrá 7 caramelos. ¿Cuántas bolsitas podrá armar?
5 Esteban tiene 700 caramelos. Quiere armar bolsitas para repartir en su cumpleaños.
En cada bolsita pondrá 7 caramelos. ¿Cuántas bolsitas podrá armar?
6 Esteban tiene un barril con 84 litros de jugo. Quiere poner el jugo en jarras para re-
partir en las mesas de su cumpleaños. En cada jarra pondrá 7 litros. ¿Cuántas jarras
podrá llenar?
7 Esteban tiene un barril con 87 litros de jugo. Quiere poner el jugo en jarras para re-
partir en las mesas de su cumpleaños. En cada jarra pondrá 7 ¼ litros. ¿Cuántas jarras
podrá llenar?
8 Esteban tiene 84 caramelos. Quiere armar bolsitas para repartir en su cumpleaños.
En cada bolsita pondrá 7 caramelos. Escriban las instrucciones para explicarle a otra
persona cómo saber cuántas bolsitas podrá armar Esteban.
9 Esteban tiene 84 caramelos. Quiere armar bolsitas para repartir en su cumpleaños.
En cada bolsita pondrá 7 caramelos. Esteban primero pensó que con 70 caramelos
puede armar 10 bolsas. Como le faltarán 14 caramelos, entonces tendrá 10 + 14 = 24
bolsas. ¿Es correcto su razonamiento?
Como se habrá notado, todos los problemas anteriores giran en torno al contenido
de la división. Pero entre ellos hay variaciones. En cada caso se va modificando alguna
variable didáctica: algún elemento que, al cambiar, altera las estrategias disponibles para
resolver.
Reiteramos: todos estos problemas se resuelven con una división. Si enseñáramos a
aplicar un mecanismo, este texto no tendría sentido alguno. Sería cuestión de explicar una
técnica, pedir que se la repita y listo. Pero la enseñanza no consiste en formar autómatas.
No se trata de “adiestrar” para el seguidismo o de domesticar consumidores dóciles. Se
trata de aprender a hacerse cargo de la propia producción, poniendo de relieve lo que se
sabe y fogoneando las ganas de saber más. Son posiciones pedagógicas diferentes. Son
decisiones éticas que debemos reconocer. Cada quien asumirá la que mejor le cuadre.
Los problemas 1 y 2 son idénticos, salvo por la forma de presentación de la infor-
mación. En el 1 el total de caramelos está expresado con un número en el enunciado.
En el 2 ese mismo total no está escrito, pero sí representado gráficamente.
La distinción es importante porque esos dibujos de los caramelos invitan a contar.
Incluso convocan a trazar entre ellos las bolsas de 7 caramelos y, una vez embolsados
todos, contar la cantidad de bolsas. Es decir, se puede resolver el problema desde luego
sin saber dividir. ¡Es más: sin siquiera tener noticias de la suma o la resta!
Para resolver el problema 1 no está prohibido un procedimiento así. De hecho, ma-
nejar esta idea de variables didácticas nos brinda una posible intervención. Si frente al
enunciado del 1 alguien está muy perdido, podemos ofrecer la representación gráfica.
30
No es lo mismo que “darle” la respuesta ni resolvérselo, haciendo nosotros lo que ella o
él deberían hacer. Es brindar una ayuda, hacer una devolución para sostener su posición
de trabajadores.
El problema 3 tiene la misma estructura que el 1, la única diferencia es el tamaño de
los números. El total, que era 49, ahora se cambia por 84. Creció en tamaño.
Vale la pena afinar esta variable didáctica. Si en vez de 49 hubiéramos puesto 56 o 63
caramelos, el tamaño habría aumentado –desde luego–, pero no sería una variable, por-
que nada cambia de los procedimientos posibles.
¿Y por qué decimos entonces que cambiar 49 por 84 sí lo hace?
Porque el 49 es un número que está en la Tabla Pitagórica (la histórica “tabla” que
mejor que la memoria guardan las paredes), mientras que el 84 no.
Es decir, para saber cuántas bolsas de 7 entran en 49, es posible ir a la tabla y buscar
en la columna (o fila) del 7. Allí encontraremos el 49.
Para el caso del 84 la pregunta es la misma: ¿Cuántas veces entra el 7 en 84? Pero esa
respuesta no está en la tabla. Habrá que hacer otra cosa para averiguarlo.
Por ejemplo, puede verse que 10 veces 7 es 70. Si le agregamos 2 veces más el 7, te-
nemos 14. Y 14 + 70 = 84. Es decir que 84 es 12 veces 7.
X 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
1 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
2 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20
3 3 6 9 12 15 18 21 24 27 30
4 4 8 12 16 20 24 28 32 36 40
5 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50
6 6 12 18 24 30 36 42 48 54 60
7 7 14 21 28 35 42 49 56 63 70
8 8 16 24 32 40 48 56 64 72 80
9 9 18 27 36 45 54 63 72 81 90
10 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
31
En el problema 4 nuevamente se alteró el tamaño de los números. De un total de 84
se pasó a un total de 847. Creció, y mucho.
Nuevamente vale preguntarse: ¿Qué cambia este 847 con respecto al 84, si ninguno de
estos dos números está en la tabla?
Cambia que el 84 todavía admite procedimientos de conteo (aunque muy pesados)
y sobre todo admite procedimientos de sumas reiteradas. Para embolsar caramelos se
podría ir sumando de a 7 hasta llegar a 84. O ir restando de a 7 hasta quedarse sin nada.
Son estrategias válidas y no tan tediosas.
Pero con el 847 esto ya no es posible. No podemos llegar sumando ni regresar restan-
do de a 7. Hay que buscar otras maneras. Por ejemplo, aproximando con multiplicaciones.
Con 100 bolsas tenemos 700 caramelos (100×7). Con 200 bolsas tenemos 1.400 caramelos
(el doble de 700). Nos pasamos. Seguro entonces son más de 100 bolsas y menos de 200.
Con un poco de exploración y algo de “matemagia”, pueden pensarse los 847 cara-
melos separados en tres grupos: uno de 700, otro de 140 y otro de 7 caramelos más. Si
se mira bien, allí habrá 100 bolsas, y luego 20 bolsas y luego 1 bolsa más. Son 121 bolsas.
No hay que asustarse por la delicia. Es un procedimiento válido y bien posible de apa-
recer en las aulas de primaria si se ofrece una propuesta de trabajo creativo, comunitario
y reflexivo. Es promesa y garantía. La experiencia recorrida y la confianza en las niñas y los
niños lo avalan.
En el problema 5 se modifica nuevamente el total de caramelos, pero ya el tamaño
no gravita. Ahora el cambio pasa por la redondez de los números. Esta cantidad (700)
sigue siendo grande como para apelar a procedimientos de conteo y de sumas o restas
reiteradas. Pero, por la elección de la cantidad y por las propiedades de nuestro sistema
de numeración, “salta a la vista” una relación entre el 7 y el 700.
Esos dos ceros del final “muestran” un cálculo: el 700 es 100 veces 7 (100×7 o 7×100).
Se supone acá que en algún momento esta relación pasó a formar parte del repertorio
de cálculo de las y los estudiantes, porque se analizó y se sistematizó (no por revelación
divina ni súbita comprensión individual). En ese caso, por supuesto que vale apelar a esa
relación. Es más, estos vínculos son los que permitirán armar estrategias de cálculo mental
más sofisticadas, como la presentada para el problema anterior.
En el problema 6 se manifiesta un cambio bien interesante. Como se verá, los números
son exactamente los mismos que en el problema 3. Sin embargo, estos problemas difie-
ren sustancialmente. ¿En qué? Pues en el tipo de magnitud involucrada.
En el caso de los caramelos, tenemos una magnitud discreta. En el caso del jugo, te-
nemos una magnitud continua.
Llamamos magnitud a aquello que se mide, a aquella porción del mundo a la que pue-
de atribuírsele un número. Por su naturaleza, las magnitudes pueden ser discretas o conti-
nuas. En el primer grupo encontramos bolitas, chocolates, figuritas o cualquier colección
de objetos identificables por separado. Como ejemplos del segundo tenemos la longitud
de una varilla, el peso de un cuerpo, un intervalo de tiempo o el volumen de un líquido.
Bien vale preguntarse: ¿Y eso qué cambia? Cambia la posibilidad de representación y
de conteo. Los caramelos, al ser una magnitud discreta, pueden representarse con un íco-
no (un palito, un “redondelito”) y luego ser contados. Aunque sean muchos, pueden ser
contados. Son objetos separados entre sí, entes individuales. Son cosas asociables con
números naturales (los enteros de la serie oral, desde el “uno” hasta infinito-punto-rojo).
32
En cambio, la cantidad de jugo (hablamos de su volumen, medido en litros) es una mag-
nitud continua. No hay separación visible entre 1 litro, 2 litros o 7 litros de jugo. Como es un
líquido, puede partirse tantas veces como se quiera. Se puede dividir hasta el infinitésimo.
Entre una porción del líquido y la que tiene “al lado” no hay huecos, no hay agujeros. Es un
continuo. No hay una mínima cantidad de líquido individual: con perdón de la química, no
existe la “gota básica”, la unidad de materia en que pueda separarse una porción de jugo.
Una bolsa con 7 caramelos y otra con 10 caramelos nos muestran claramente su dife-
rencia. El 3 que las separa se puede ver, se puede contar, señalando con el dedo los cara-
melos, uno por uno. Con una jarra de 7 litros y otra de 10 litros, la diferencia no se observa
en términos de una cantidad definida (a no ser que las jarras lleven una escala graduada).
Entonces, ¿sería distinto si en vez de caramelos tuviéramos bolitas, personas, perros,
dinosaurios, protoplasmas? No, en esos casos no. En términos del tipo de magnitud sería
lo mismo. Son cantidades discretas. Aunque sean objetos grandes o pequeños, se pue-
den contar como palitos.
Estas magnitudes no pueden graficarse sencillamente como las discretas. ¿Podría re-
presentar 3 horas con 3 palitos para resolver un problema? ¿Me imagino que 5 metros son
5 "redondeles"? En realidad, podría. Claro que sí. Pero el salto de abstracción es mucho
mayor. Los problemas con magnitudes continuas requieren pararse sobre un manejo más
solvente del cálculo. Si eso todavía no está firme, mejor ofrecer situaciones donde las
magnitudes sean discretas.
Pero si tomamos magnitudes continuas como el tiempo, la longitud o el peso, enton-
ces sí el desafío cambia.
Justamente el problema 7 muestra un salto que permiten las magnitudes continuas:
aparece un nuevo dominio numérico. Una de las cantidades involucradas pertenece a
otro conjunto de números: el de los Números Racionales.
En este caso, el valor está expresado como fracción: 7 ¼ litros. También podría expre-
sarse en su forma decimal: 7,25 litros (o 7,250 l).
Los números racionales tienen propiedades distintas de los números naturales. Evi-
dentemente, hay que conocer algunas para resolver un problema que los involucre.
En este caso, por ejemplo, convendría saber que dos jarras de 7 ¼ litros son 14 ½ litros
(porque 7 + 7 = 14 y ¼ + ¼ = ½). Y que cuatro jarras son 29 litros (porque 14 + 14 = 28 y
½ + ½ = 1 litro más).
Manejarse con fracciones (o con expresiones decimales) requiere más conocimientos
que para operar con los números naturales. De eso no hay duda.
En los problemas 8 y 9 vemos exactamente las mismas cantidades y el mismísimo con-
texto del problema 3. ¿Dónde está la modificación, entonces? En el tipo de tarea pedida.
Ya no se trata solamente de responder por una cantidad (cuántas bolsas). Ahora segu-
ramente habrá que pensar esa respuesta, pero no es lo que se pide.
En el caso del 8 se busca elaborar un instructivo. Es decir, escribir los pasos, redactar
el procedimiento y, como se trata de otra persona la que debe entender, además hay que
justificar las decisiones.
En el caso del problema 9, el tipo de tarea pedida es analizar la validez de un procedi
miento ajeno. Se presenta una estrategia y se propone verificar su pertinencia, su correc-
ción y –eventualmente– hallar algún error.
Variar el tipo de tarea genera una clase de actividades interesantes, en línea con la
concepción de la disciplina. Porque hacer matemática no es solo resolver cuentas para
33
averiguar un valor. Es también comparar resultados, validar respuestas o registrar para
comunicar y convencer, entre otras muchas actividades más. Algunas de ellas, como la de
volver sobre lo hecho para convertirlo en discurso, requieren un arduo trabajo intelectual.
Es frecuente hallar este tipo de propuestas (donde se pide opinión sobre procedi-
mientos presentados, por ejemplo) en los materiales y manuales de circulación escolar.
Por las formas de redactar las consignas, no resultan sencillos de interpretar. Porque hay
un obstáculo en el formato. Es muy difícil leer “lo que pensó” una niña o un niño o una
persona adulta. Es más cómodo –y mucho más interesante– escucharlo de un compañero
o compañera y discutirle, interrumpir, comentar, preguntar, ejemplificar.
Es decir, hay tareas fundamentales que forman parte del hacer matemática que no tie-
ne sentido pedirlas individualmente, como parte de un “listado de ejercicios”, para dejar-
las asentadas en un papel. Comparar producciones, interpretar otros procedimientos,
justificar los propios, armar explicaciones, formular generalizaciones son tareas que
cobran sentido en el marco de la comunidad de aprendizaje. Se compara, conversa,
explica y valida para otras y otros, junto con otras y otros.
• “En la virtualidad, para trabajar figuras geométricas les pedíamos a las y los
estudiantes que miraran la habitación donde estaban. ¿Hay más cuadrados o
círculos? A partir de esa primera consigna hablábamos por WhatsApp sobre las
figuras; algunas y algunos mandaban fotos”.
Matías, educador del Bachillerato Trama, CABA.
Paquetes 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Jabones 6 36
34
3.3 Cuadro de resumen sobre variables didácticas
35
Con respecto a la presentación de la información
Se trata de la actividad que solicita la consigna. Acá algunos ejemplos donde la pro-
ducción final cambia.
36
• Controlar un resultado ya dado, analizando un procedimiento, que ahora se vuel-
ve objeto de estudio (¿Es cierto lo que dice? ¿Hay algún error en…? ¿Está bien
hecho?).
• Decidir el valor de verdad de cierta afirmación (¿Las siguientes frases son verdade-
ras o falsas? ¿Es correcta la siguiente idea?).
• Construir una figura a partir de ciertos datos o condiciones.
• Representar una relación en un gráfico.
• Buscar las condiciones necesarias (¿Qué dato necesito para responder esta pregunta?).
• Producir argumentos para sostener una conclusión ya dada (¿Cómo justificarían
que…?).
• Establecer una generalización (¿Qué ocurre siempre que…?).
37
4. UNA VUELTA POR LA GEOMETRÍA
39
Con los polígonos ocurre algo similar. Podemos trazar varios dibujos de rombos, como
los de aquí a la derecha. Pero ninguno será exactamente un rombo. Porque rombo es una
idea: “un polígono de cuatro lados iguales”. No es entonces una imagen particular, sino
una definición general: unas relaciones establecidas con palabras. Una figura es una idea
y esa idea es un texto.
Pero aunque los dibujos no sean las figuras, de todos modos nos sirven para explorar,
para ayudarnos a pensar, para esbozar nuestros argumentos. Los dibujos son excelentes
apoyos para construir la idea de la figura.
Este pasaje de dibujo a figura es un largo y complejo trabajo de generalización y abs-
tracción. ¿Y cómo se encara este trabajo? Pues como siempre: problematizando.
Sadovsky, P.; Parra, C.; Itzcovich, H.; Broitman, C. (1998), Documento de trabajo Nº 5. La
enseñanza de la geometría en el segundo ciclo, Secretaría de Educación de GCBA.
40
Al resolver estos problemas, al discutirlos y al reflexionar sobre ellos, se van poniendo
en juego relaciones entre los elementos de las figuras. Si estas relaciones se validan des-
pegándose de la constatación empírica, es posible llegar a caracterizar las figuras por sus
propiedades. Así se va estructurando un discurso deductivo.
41
5. EN SÍNTESIS
43
6. BIBLIOGRAFÍA
Broitman, C. (2009), Las operaciones en el primer ciclo. Aportes para el trabajo del aula, Buenos
Aires, Novedades educativas.
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dáctica de las Matemáticas?”, en Revista de Enseñanza de las Ciencias, vol. 9, Nº 1, España.
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[Traducido en Selección Bibliográfica I, Programa para la Transformación de la Formación Do-
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Itzcovich, H. (coord.); Rossia de Moreno, B.; Novembre, A.; Becerril, M. (2007), La matemática
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NAP. Serie “Cuadernos para el aula”: Matemática (1º a 6º año), Buenos Aires, Ministerio de Edu-
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Cuadernillos del área de matemática de la Serie “Piedra Libre”, Ministerio de Educación de la
Nación, 2013. en Educ.ar [enlace].
Cuadernillos del Plan Plurianual para el mejoramiento de la enseñanza, 2004-2007, en Ministerio
de Educación del Gobierno de la CABA [enlace].
Cuadernillos del Programa de Aceleración-Nivelación, Ministerio de Educación del Gobierno de
la CABA. En “Contenedor Digital Escolar” [enlace].
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los tres ciclos de la E.G.B. Documento Nº 2, Buenos Aires, Gabinete pedagógico curricular,
DGCyE [enlace].
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7. RECURSERO
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Matemática en experiencias comunitarias
Impreso en Argentina
Publicación de distribución gratuita
Prohibida su venta. Se permite la reproducción total o parcial de este libro con expresa mención
a las fuentes y a las/os autoras/es.
Agradecimientos:
Agradecemos a todas las educadoras y los educadores comunitarios que compartieron sus experien-
cias en este cuaderno.
Material de distribución gratuita. Prohibida su venta
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