Filosofía-Eje N°5.

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Índice

1. La ética como disciplina filosófica .................................................................................................................... 4


2. Algunas corrientes de la filosofía moral .......................................................................................................... 5
2.1 Ética cósmico - realista .................................................................................................................................... 5
2.2 Ética acósmica e idealista de Kant ................................................................................................................. 5
2.3 La filosofía moral poskantiana......................................................................................................................... 6
2.4 Sociologismo...................................................................................................................................................... 7
3. El bien..................................................................................................................................................................... 7
4. Los actos humanos ............................................................................................................................................. 8
5. La recta razón como norma próxima de moralidad .................................................................................... 9
5.1 La recta razón ..................................................................................................................................................... 9
5.2 Las fuentes de la moralidad ........................................................................................................................... 10
6. La Ley .................................................................................................................................................................... 11
6.1 La Ley eterna...................................................................................................................................................... 11
6.2 La Ley natural ................................................................................................................................................... 12
6.3 La Ley humana ................................................................................................................................................. 13
7. La virtud ............................................................................................................................................................... 14
7.1 Virtudes intelectuales ...................................................................................................................................... 15
7.2 Virtudes morales .............................................................................................................................................. 16
8. La libertad ............................................................................................................................................................ 16
8.1.Dimensiones de la libertad ..............................................................................................................................17
8.2.Condicionamientos de la libertad ............................................................................................................... 19
9. La responsabilidad ............................................................................................................................................. 19
9.1.Formas de responsabilidad ............................................................................................................................ 20
Bibliografía ............................................................................................................................................................... 22

// 2
Introducción

La cuestión de qué es lo bueno para el hombre, tanto a nivel individual como a nivel
político, se presenta como una cuestión que atañe a la misma naturaleza humana. De
allí que la referida cuestión esté presente, de un modo insoslayable, en los planteos
que hoy se formula el mundo contemporáneo.

El hombre, como todos los demás seres, se mueve hacia un fin. La peculiaridad del
hombre consiste en dirigirse a ese fin de un modo libre. Esta singularidad que se
registra en él establece lo que se denomina moralidad.

Ahora bien, el problema será el de determinar cuándo esa acción libre se ordena al
fin que conviene al hombre y, de ese modo, llegue a completarlo y perfeccionarlo. En
este punto, precisamente, está implicada la cuestión del bien.

Sin embargo, hay un aspecto que debemos resolver: para determinar qué sea el bien
para el hombre, tendremos que saber, previamente, aquello que el hombre sea
(terreno de la antropología). Y para saber lo que el hombre sea, nos será requerido
saber del ser, por lo cual nos estamos colocando en el ámbito filosófico de la
metafísica (punto 1).

Este aspecto ya lo planteamos en el módulo anterior. De allí, entonces, que en este


segundo módulo presentamos un panorama de las principales corrientes de la
filosofía moral (punto 2).

Luego nos ocuparemos de una categoría fundamental de la moral que es la idea de


bien (punto 3).

Una vez determinado el fin, que es el bien, estudiaremos, por un lado, los actos
humanos (punto 4) mediante los cuales la criatura racional se ordena hacia ese fin, y

// 3
por otro lado la norma de moralidad (la recta razón) que me permite distinguir lo
bueno de lo malo (punto 5).

Ahora bien, esa bondad o maldad se predica de un acto bueno o uno malo,
respectivamente. Para determinarlo, será menester considerar aquellos elementos
que entran en la calificación moral del acto libre, esto es, el objeto, el fin y las
circunstancias. La encargada de formular este juicio del intelecto práctico sobre el
acto a realizar o realizado se llama conciencia moral.

A continuación, nos abocaremos al estudio, por un lado, de aquel principio extrínseco


que me prescribe el acto moralmente bueno, y que se denomina ley (punto 6); por
el otro, analizaremos aquel principio intrínseco que ordena nuestro acto hacia lo
bueno y que se denomina virtud (punto 7).

Finalmente, trataremos acerca de la libertad – una de las condiciones para que exista
acto humano-, sus dimensiones y condicionamientos (punto 8) y su relación con la
responsabilidad moral (punto 9).

1. La ética como disciplina filosófica

La ética, como todo saber, tiene un objeto formal propio. ¿Qué estudia la ética? La
ética estudia los denominados actos humanos. Estos actos son todos aquellos que
proceden de una voluntad libre.

En este sentido, no todo acto que realiza el hombre es considerado humano (por ej.,
mover una mano estando dormido, hacer la digestión, etc.)

Ahora bien, sucede que también la antropología filosófica estudia los actos humanos.
Consecuentemente será menester determinar qué aspecto de esos actos humanos
estudia la ética.

A la ética le interesa establecer la moralidad de esos actos humanos, es decir, quiere


determinar si son buenos o son malos. La ética, de este modo, será aquella parte de
la filosofía cuya finalidad sea la de determinar la moralidad de los actos humanos.

// 4
2. Algunas corrientes de la filosofía moral

Mostraremos, en este punto, la concepción moral que Maritain denomina ética


cósmico-realista, la ética kantiana y la ética poskantiana, haciendo hincapié en la ética
sociologista tan difundida por nuestros días.

2.1 Ética cósmico - realista

Maritain la denomina ética cósmica por estar “fundada sobre una visión de la situación
del hombre en el mundo”, y realista por estar “fundada en realidades extra-mentales
que constituyen el objeto de una metafísica y de una filosofía de la naturaleza. 1

Pongamos un ejemplo. Para el pensamiento metafísico griego, la razón es la regla o


medida inmediata de los actos humanos. Y esta razón está regulada o medida, a su
vez, por la ley natural y los fines esenciales de esa ley presentes en el ser humano.

Lo bueno se identifica con el acto conforme a la razón, y esta razón se funda, a su


vez, en la finalidad intrínseca que brota de la naturaleza humana. Esta conformidad
de la razón natural con la ley natural conduce, en última instancia, a una conformidad
con Dios.

Por lo tanto, refiere Maritain, “En esta perspectiva ética, el bien moral está fundado en
la realidad extramental: Dios, la naturaleza de las cosas, y especialmente la naturaleza
humana, la ley natural.”2

2.2 Ética acósmica e idealista de Kant

Contrariamente a la corriente anteriormente descripta, la ética de Kant es elaborada


al margen de toda concepción acerca de la situación del hombre en el mundo y el
universo. La ética kantiana no se funda ni en la metafísica ni en la filosofía de la
naturaleza: esta ética posee un carácter deductivo-normativo.

1
Cfr. Jacques Maritain. Lecciones fundamentales de la filosofía moral. Bs. As., Club de Lectores, 1966, p. 7
2
Ibidem, p. 8.

// 5
Veamos. Para Kant, la razón es la medida de los actos humanos, pero no es la recta
razón de los clásicos, sino la razón pura. Es decir, se trata de una razón puramente
formal, considerada sólo a partir de las exigencias de la universalidad lógica.

Kant coloca, al lado de esta razón formal, a la ley. Y cabe otra aclaración: no se trata
de la ley natural sino de la ley que se da (que establece para sí) la propia razón. Y esta
ley es el “tú debes”. Esta ley del deber, entonces, es la forma a priori de los actos
humanos.

¿Y cuándo resulta buena, según Kant, una acción humana? Este filósofo, fiel a las
categorías anteriores, nos dirá que un acto es bueno en la medida en que su máxima
de acción (principio subjetivo) pueda ser universalizada, es decir, establecida como
regla que rija universalmente el comportamiento de todo ser humano.

Advirtamos, de paso, que la bondad no depende ya de la bondad intrínseca del objeto,


sino de la universalidad de la razón.

2.3 La filosofía moral poskantiana

Maritain señala tres líneas principales:

a) Las teorías acósmico-idealistas: fundadas, a diferencia de Kant, en una metafísica


idealista y apriorista. Esta ética es la propia del romanticismo alemán.

b) Las líneas que se configuran en contra del sistema de Kant. Quienes la sostienen
rechazan todo modelo de ética normativa y establecen un modelo ético fundado en
las ciencias naturales. Esta posición corresponde al sociologismo desarrollado,
primeramente, en Francia, y luego extendido por el mundo.

c) Finalmente, tenemos otra línea que se presenta como una vuelta, en cierto aspecto,
a la concepción clásica. Es el caso de John Dewey quien intenta fundar una moral de
corte pragmatista asentada en la sola naturaleza.

Bergson, por su parte, intenta fundar una ética sobre un fundamento natural-
metafísico en su escrito Las dos Fuentes de la Moral y de la Religión.

// 6
2.4 Sociologismo

Detengámonos en una consideración de la ética muy presente en nuestro tiempo: la


perspectiva sociologista.

El sociologismo es el resultado de la aplicación de la noción de ideología acuñada por


Carlos Marx, a toda filosofía (incluido el propio materialismo dialéctico marxista). De
este modo, todas las categorías que empleamos para describir la realidad vehiculizan
intereses socio-históricos.

El destacado filósofo italiano, Augusto Del Noce, define al sociologismo como al


intento de reducir “…las concepciones del mundo a ideologías, en tanto expresiones
de la situación histórico-social de grupos, como superestructuras espirituales de
fuerzas que nada tienen de espiritual…”. Y añade: “… en razón de ello, el progreso de
las ciencias humanas conduciría a la ciencia social como extensión plena de la razón
científica al mundo humano, cumpliendo la sustitución completa del discurso
filosófico por el discurso científico, y clarificando, de esta manera, el origen mundano,
social e histórico del pensamiento metafísico.” 3

3. El bien

Se designa como bueno a todo aquello que puede perfeccionar a un ente y que, por
lo tanto, resulta apetecible para él. Claro está que, antes de la existencia de este deseo
de perfeccionamiento por parte del ente, existe el ente en sí mismo.

En este sentido, entonces, debe afirmarse que todo ente, por el mismo hecho de
existir, es bueno en sí mismo. A este bien se lo denomina bien ontológico o metafísico.
Al respecto, comenta Maritain: “Toda cosa es buena en la medida que ella es, en la
medida en que tiene el esse…”4

Y si consideramos a todo lo que es en relación al apetito del ente humano, podremos


distinguir dos clases de bien: el deleitable (el ser que apetezco deleita a mis sentidos),

3
Augusto Del Noce. I cattolici e il progresismo. Milano, Leonardo, 1994, p. 121.
4
Jacques Maritain. Lecciones fundamentales de la filosofía moral. Op. cit., p. 41.

// 7
el útil (el bien considerado como medio para alcanzar un fin), y el moral (el ser al que
aspiro se encuentra en consonancia con mi naturaleza y con los fines propios que
derivan de ella).

Y como Dios es el creador de todo ente ‒concluimos‒, conducirse conforme a la


naturaleza de algo equivale a obrar de acuerdo a la voluntad de Dios.

4. Los actos humanos

El hombre, a través de los actos humanos, se ordena hacia un fin.

Y como estamos hablando de actos, es necesario saber que el acto forma parte del
ente. No solo el acto sino también la potencia: ambos constituyen la trama de todo
ente, de toda realidad finita. El acto, en oposición a la potencia, denota una realidad
desplegada.

Ahora bien, el hombre es capaz de desplegar esa realidad mediante un acto libre.
Precisamente se designa con el nombre de actos humanos a aquellos actos que son
realizados libremente (remitimos al lector al módulo anterior en el que exponemos la
cuestión del libre albedrío).

Sin embargo, nos parece importante recordar que la voluntad está siempre libre de
necesidad en lo que respecta al ejercicio de su acto. En este sentido, la voluntad
puede no querer el Soberano Bien porque puede, simplemente, no querer pensar en
él.

En síntesis: la voluntad siempre es libre de querer o no querer un objeto cualquiera; y


es siempre libre, cuando quiere, de determinarse por tal o cual objeto particular.

// 8
5. La recta razón como norma
próxima de moralidad

En este apartado se nos plantea el siguiente problema: si todo obrar humano es


calificado de bueno o malo en virtud de su conformidad o no con la norma de
moralidad, ¿cuál es esa norma?

Esa norma es la recta razón. En consecuencia, en esta instancia consideraremos dos


problemas: en primer lugar, determinaremos en qué consiste esta razón de
conformidad o de no conformidad; en segundo lugar, procederemos al examen de
los elementos que entran en la calificación moral del acto humano (objeto, fin y
circunstancias). Este último es el tema de las llamadas fuentes de la moralidad.

5.1 La recta razón

¿Qué entendemos por recta ratio (recta razón)? Es la razón iluminada por los primeros
principios del orden moral.

Aclaremos esta cuestión. Así como la inteligencia humana, en el orden cognoscitivo-


teórico, capta de modo inmediato las primeras verdades (cuales son: el ser, el
principio de no-contradicción, etc.), del mismo modo sucede en el ámbito del orden
práctico.

La primera noción del orden práctico (sindéresis) es la de “hacer el bien y evitar el


mal”. La recta razón es, entonces, “… la que dirige la acción a la luz de la sindéresis o
de ley natural, entendida aquí como norma-piloto o como orden al cual el hombre
debe conformar su obrar para realizar su vocación de hombre.”5

Es preciso advertir que esta norma objetiva no se identifica con la norma subjetiva de
moralidad, es decir, con la conciencia. La conciencia moral supone un acto en el que
se aplican las normas universales a un acto particular.

5
René Simon. Moral. Barcelona, Herder, 1978, 3ª edición ampliada con un apéndice, p. 205.

// 9
Podemos decir, a modo de conclusión de este punto, que existe un orden de normas
y valores morales inmediatamente constituidos por la razón en función de las
finalidades esenciales de la naturaleza humana. 6

5.2 Las fuentes de la moralidad

Toda vez que calificamos un acto humano como bueno o como malo, tenemos en
cuenta tres elementos del acto: el objeto, las circunstancias y el fin del acto.

Ya Aristóteles distinguía en la obra de arte dos fines: el fin de la obra y el fin del que
obra. El fin de la obra es, de suyo, la manifestación de la belleza; el fin del que obra
(quien la realizó) puede coincidir con ese fin o perseguir uno distinto: ganar dinero,
fama, etc.

De allí que en todo acto moral se distinga el fin del sujeto que realiza el acto (el fin del
que obra), del fin del acto mismo. Así, por ejemplo, dar una limosna al necesitado es
un acto bueno en sí mismo. Pero su bondad objetiva se desdibuja si yo lo hago para
adquirir buena fama o alcanzar determinadas ventajas sociales. Si doy esa limosna
cuando me falta el dinero y mi situación económica es delicada, entonces mi acto
será más meritorio. Las circunstancias en que se realiza el acto, en este caso, lo hacen
más loable. Podría suceder que robe un camión de leche para dárselo a los pobres.
En ese caso, el fin del sujeto es bueno (ayudar a los necesitados), pero es malo el
objeto: robar, de suyo, es malo.

Resulta claro que para que un acto sea moralmente bueno se requiere que sean
buenos tanto el fin del objeto como el fin subjetivo. Ahora bien, las circunstancias,
¿determinan la calificación del acto moral como bueno o malo, o, simplemente, sin
llegar a determinarse su calificación moral, lo hacen más o menos malo?

Digamos, primeramente, que las circunstancias son el conjunto de condiciones que


acompañan la realización del acto. Estas circunstancias lo sitúan en un aquí y ahora,
y le añaden una nueva calificación. ¿En qué casos? Solo en los casos en que las
circunstancias agreguen una nueva especificación al acto moral ya constituido en su

6
Cfr. ibidem, p. 206.

// 10
especie. Un ejemplo de esto es el robo perpetrado en una iglesia. Ese robo, por haber
sido realizado en una iglesia (circunstancia), lo convierten, además, en un sacrilegio.

Las circunstancias pueden, en otros actos, ser consideradas como situaciones


agravantes o atenuantes. No determinan la maldad o bondad del acto, sino que,
simplemente, aumentan o disminuyen su grado de maldad o bondad.

6. La Ley

Tomás de Aquino define a la ley como la “ordenación de la razón con miras al bien
común, promulgada por el que tiene a cargo la comunidad” 7

Para Tomás, la ley permite conducirnos a la realización de ciertos fines. Es decir, su


origen no puede ser la voluntad, la decisión arbitraria, sino una razón que ordena de
acuerdo a la razón intrínseca de las cosas. De lo contrario, nos dirá Tomás, no sería
ley sino corrupción de ley.

Recordemos, al respecto, que para Tomás el término lex deriva de ligare, esto es, ligar,
obligar. Y en este sentido, solo obliga una ley que proceda de una razón ajustada al
orden establecido por la ley natural.

Ahora bien, de esa definición de ley en general pueden derivarse diferentes especies
de ley. Así, entonces, existirá una ley eterna, una ley natural y una ley positiva humana.

A continuación, veremos cada uno por separado.

6.1 La Ley eterna

Tomás nos dice que la ley eterna es la “razón del gobierno de las cosas existente en
Dios como Príncipe de la universalidad”. 8 Y, más adelante, añade esto: “la razón de la
divina Sabiduría, en cuanto es directiva de todos los actos y mociones”9.

7
Summa Theologiae, I-II, q. 90, a. 4.
8
Ibidem, I-II, q. 90, a. 1.
9
Ibidem, I-II, q. 93, a 1.

// 11
Dado que esta ley se identifica con la razón divina, con Dios mismo, al hombre le
resulta incognoscible en sí misma. No obstante, la podemos conocer de modo
refractario, esto es, por la impronta que el acto creador de Dios deja impresa en la
creatura.

6.2 La Ley natural

La participación de la ley eterna en la criatura racional, en el hombre, se denomina ley


natural. Sucede que el hombre no solo participa de la ley eterna solo materialmente,
como sucede con toda creatura, sino que lo hace formalmente, es decir, conociendo
esa ordenación en su propia naturaleza.

De este modo, el hombre puede reconocer y acoger el dinamismo ordenado hacia


fines que brota de sus tendencias esencias; pero, a su vez, puede convertirse en
creador de orden y en legislador a través de la creación de la ley humana.

La ley natural tiene un contenido propio. Existe un principio primero al que ya


hiciéramos referencia: la sindéresis. Ahora bien, de este principio se derivan
determinados preceptos. Para precisarlos, será menester determinar cuáles son las
tendencias o inclinaciones fundamentales del hombre para saber cuáles son los
bienes fundamentales de la vida humana y los preceptos correlativos.

Todo ser humano procura, naturalmente, conservar su propio ser; también tiende a
multiplicar la especie, y asimismo desea vivir como un ser racional, esto es, vivir en
sociedad y reconocer su radical dependencia de Dios.

Digamos, finalmente, que esta ley natural es:

► universal e inmutable, como la misma naturaleza humana;


► es el principio fundamental de toda moralidad: hay que hacer el bien y evitar el
mal:

Además, debemos señalar lo siguiente:

// 12
► de la ley natural se derivan determinados preceptos que tienen la misma
universalidad que la ley natural misma;
► las variaciones que sufre la ley natural no son variaciones de su contenido
ontológico, que permanece siempre igual, sino del conocimiento que el hombre
situado históricamente tiene de ella y de la aplicación que debe hacer del precepto
de acuerdo a circunstancias de tiempo y lugar;
► el conocimiento de la ley natural está sujeto a toda clase de desviaciones a causa
de las pasiones o costumbres perversas propias del hombre.

6.3 La Ley humana

La ley humana es necesaria ya que a través de la misma dimanan preceptos más


particulares y más adaptados a las circunstancias que aquellos universales propios de
la ley natural y de sus respectivos preceptos.

La ley humana se presenta como una particularización de la ley natural. Refiere Tomás
de Aquino: “… así como en la razón especulativa de principios indemostrables
naturalmente conocidos se deducen conclusiones relativas a diversas ciencias, cuyo
conocimiento no lo tenemos naturalmente, sino que lo adquirimos por la industria de
la razón, así también de los preceptos de la ley natural, como de ciertos principios
comunes e indemostrables, es necesario que pase la razón humana a disponer más
particularmente algunas cosas. Y estas disposiciones particulares descubiertas según
la razón humana se llaman leyes humanas…”10

Refiere Simon: “La ley humana se deriva de la ley natural. En efecto, la ley humana es
una ley auténtica porque es justa. Y es justa en la medida en que obtiene su rectitud
de la regla de la razón. Y la primera regla de la razón es la ley natural. La ley humana
debe, pues, evitar la arbitrariedad. Solo lo evitará si, de una forma y otra, es conforme
a las exigencias de la razón que se expresan en la ley natural.” 11

Por otra parte, Simon aclara que la aludida derivación se puede dar de dos maneras:
una, a modo de conclusión (por ejemplo, del precepto de la ley natural “no hay que
hacer mal a nadie”, se deduce por vía de razonamiento el siguiente precepto: “no

Summa Theologiae, I-II, q. 91, a.3.


10

11
René Simon. Moral. Op. cit., p. 264.

// 13
matarás”); la otra, a modo de determinación. Esta última es una consecuencia de la
generalidad de la ley que exige una determinación más concreta. Así, por ejemplo, el
precepto del castigo que debe padecer quien comete una falta, exigirá, por parte del
legislador, determinar la naturaleza del castigo. Pero incluso en el caso de la
derivación por modo de determinación, la ley humana no tiene valor sino por su
relación con la ley natural.12

7. La virtud

La adquisición de las virtudes es fundamental en la vida moral de un hombre ya que


la moralidad profunda de este no proviene tanto de la conformidad accidental y
pasajera de un acto singular con la regla de la razón, como de la intención
fundamental y permanente de hacer lo bueno. Sucede, como bien lo expresa Simon,
que la virtud “… es una manera de ser estable, un modo de existencia espiritual que
hace al hombre perfectamente dueño de sí mismo y de su destino.”13

La virtud es definida como “el hábito operativo bueno”. Con el término hábito se
quiere designar una manera de ser, una modalidad de la substancia que la afecta y la
configura desde el interior, además de facilitar el buen obrar.

Para Tomás, el hábito es una disposición permanente, estable, que inhiere en una de
las potencias del alma humana y la dispone, a esta última, tanto para el bien como
para mal. Ahora bien, puesto que la naturaleza es principio del obrar, el hábito supone
una relación a la acción. El hábito dispone indirectamente a la acción cuando este es
“entitativo” (un buen estado de salud favorece la acción); y dispone directamente
cuando es “operativo” (un hombre de ciencia tiene el hábito del pensamiento riguroso
que le permite ordenarse fácilmente a lo verdadero). Concluye Simon: “El hábito
aparece, pues, como una calificación del ser, que perfecciona las virtualidades de su
naturaleza y de sus potencias de operación.”14

12
Cfr. ibidem, p. 264.

13
Ibidem, p. 324.
14
Ibidem, p. 327.

// 14
Cuando un hábito es conforme a la naturaleza, resulta virtuoso. Cuando no lo es, se
califica de vicioso.15

Las virtudes, por su parte, se dividen en dos grupos de acuerdo al sujeto en el que
radiquen. Si la virtud modifica a la inteligencia, entonces esa virtud será intelectual; si
modifica a la voluntad, entonces esa virtud será calificada como moral.

7.1 Virtudes intelectuales

Es preciso distinguir, dentro de las virtudes intelectuales, a las que corresponden al


intelecto especulativo y las que corresponden al práctico.

Las virtudes del intelecto especulativo son:

a) el intelecto de los primeros principios;


b) la sabiduría, es decir, el conocimiento habitual de las cosas por su
vinculación a sus causas primeras;
c) la ciencia o el conocimiento teórico de una región de lo real (botánica,
zoología, etc.).

Las virtudes del orden práctico son dos: arte y prudencia. El arte es un conocimiento
que le permite al hombre producir obras exteriores bellas; la prudencia es el hábito
intelectual de la conducta humana.

Cabe consignar que las virtudes intelectuales no realizan, en plenitud, la noción de


virtud. La virtud es el hábito que nos hace obrar bien, es decir, no solo nos confiere la
capacidad de obrar bien, sino que hace que usemos bien de esa capacidad. Esto
último no sucede con las virtudes intelectuales. De allí, entonces, que no expresan
perfectamente la noción de virtud.

15
Cfr. Tomás de Aquino. Summa Theologiae, I-II, q. 54, a. 3.

// 15
7.2 Virtudes morales

La virtud moral, al darle la capacidad al hombre de obrar bien, lo afecta en lo más


íntimo de su ser, su voluntad y su libertad. Un buen cirujano es bueno moralmente no
sólo en virtud de la ciencia que posea, sino por el buen uso que haga de la misma.

Existen cuatro virtudes morales que se designan con el nombre de cardinales. Ellas
constituyen las condiciones generales comunes a toda virtud moral. La prudencia nos
da la estimación del bien; la justicia, la rectitud del espíritu al dar lo que le corresponde
al otro; la fortaleza, la firmeza del alma frente a lo difícil o arduo; la templanza, la
moderación de las pasiones.

8. La libertad

La libertad humana es una de las notas que definen a la persona. Ésta, al poseer el ser
en sí mismo es capaz de realizar operaciones, las que puede ir perfeccionando a través
del tiempo dando lugar a lo que denominamos autorrealización. Esa realización se
produce de un modo dinámico, existencial, a partir de un principio que está en su
interior y sólo se puede dar en el plano del obrar, no del ser; pues no se “hace persona”
porque no es un “ser en potencia”. 16 De este modo, el sujeto se convierte en
protagonista de su propia historia.

Desde esta consideración, podemos apreciar que la persona es capaz de actos


deliberados, o sea de actos libres en los que interviene la inteligencia y la voluntad.
Por ello, es importante aclarar que la inteligencia y la voluntad son disposiciones de
la libertad, pues “la libertad no es sólo de la inteligencia sino también de la voluntad”,
dice Leonardo Polo17. Si no fuera de este modo no habría problema moral.

Por la inteligencia la persona puede conocer el fin y moverse hacia él, es capaz de
conocer la razón de sus acciones. Pero esto no es suficiente, se necesita que la
voluntad se autodetermine a quererlo; o sea, la capacidad de elegir de manera

16
Cfr. García Cuadrado, José Ángel. Antropología filosófica: Una introducción a la Filosofía del hombre. Pamplona, EUNSA, 2011. Pág. 152.

17
Cfr. Corazón, Rafael (ed.) Persona y libertad. Obras completas de Leonardo Polo. Serie A, volumen XIX. Pamplona, Universidad de Navarra, 2017. Pág. 78

// 16
deliberada y libre, ya sea para hacer lo más conveniente o para hacer lo menos
conveniente.

El hombre posee una experiencia habitual en su vida de la capacidad que posee para
elegir entre diferentes alternativas de acción. La persona es dueña de sus actos, por
ser dueña de su propia interioridad, del principio de sus acciones. Al tratar de tomar
una decisión, reflexiona, analiza las ventajas o desventajas de las distintas alternativas
y se percata que, al decidir, es protagonista efectivo de lo que eligió, se siente dueño
de sus decisiones y actos y tiene que asumir la responsabilidad de la acción realizada.
Es allí donde la persona vive la experiencia de la libertad, advirtiendo el dominio sobre
las cosas o sobre sí misma, sabiendo que la decisión tomada es intransferible.

Tenemos diferentes experiencias de la libertad. Así, cuando se refiere a que el sujeto


no se encuentra obligado por algún agente externo a realizar un acto (coacción
exterior), nos encontramos ante la “libertad de”; en este caso, se usa el término
libertad en sentido negativo, como ausencia de obstáculos. En tanto que cuando la
tomamos en su dimensión positiva, la denominamos “libertad para”, en cuanto
dominio de los propios actos, como capacidad para autodeterminarse.

Por otra parte, también experimentamos la libertad cuando nos percatamos sobre la
no necesidad de nuestras acciones, cuando no existe algo que nos fuerce a actuar de
una determinada manera. Y, a su vez, al ser dueños de los propios actos se pone en
evidencia la responsabilidad moral.

Sin embargo, la libertad humana no es absoluta, ya que se encuentra condicionada


por diferentes factores, externos o internos a cada persona. Así, existen
condicionamientos personales (fisiológicos o psicológicos) o condicionamientos
circunstanciales (económicos, sociales, culturales, religiosos, educativos). Por eso
nuestra libertad está situada, se da en una determinada situación concreta.

8.1.Dimensiones de la libertad

// 17
Antonio Millán Puelles 18 considera que existen cuatro dimensiones o planos de la
libertad.

La dimensión fundamental, constitutiva o trascendente: es el nivel más profundo,


implica la apertura del hombre a la realidad. Las decisiones que la persona toma
implica un elegirse, se encuentra comprometido el propio ser; por eso aparece la
experiencia de la angustia, porque tiene que hacerse cargo de sí mismo descubriendo
dónde buscar su felicidad.

La libertad psicológica o libre albedrío: significa indeterminación inicial ante una


serie de posibilidades que se presentan y se pone de manifiesto cuando se elige una
de ellas. De esta manera, la voluntad se determina a querer o no querer (libertad de
ejercicio) y al determinarse, es capaz de decidir por una u otra cosa (libertad de
especificación).

La libertad moral: la persona se perfecciona desde dentro, en la medida en que


desarrolla un proyecto de vida con la práctica de las virtudes morales. El acto libre
tiene por objeto al propio agente moral, de tal modo que repercute sobre éste y lo
modifica, forjando su ser moral, su ethos.

Al ser mejor persona, puede alcanzar progresivamente la plenitud de la libertad,


fortaleciendo la dignidad humana; al alcanzar su fin, aumenta su capacidad de obrar
humanamente, adquiriendo señorío sobre sí mismo.

La libertad social o libertad política: se refiere a la posibilidad de llevar a cabo los


proyectos vitales, ya sea de una persona, una familia o institución. Las ocasiones que
brinde la realidad en que las personas se relacionan, lo que sea permitido o se
estimule, favorecerá o no la libertad, la autorrealización propia, el despliegue de sus
posibilidades en el ámbito social y político.

18
Millán Puelles, Antonio. Economía y libertad. Confederación Española de las Cajas de Ahorros. Madrid, 1974.

// 18
Las dos primeras libertades le son dadas a la persona, son naturales, no son buscadas,
ya que derivan de su propia esencia. En tanto que las dos siguientes son adquiridas,
dependen del propio ser humano y de su autodeterminación.

8.2.Condicionamientos de la libertad

La libertad humana no es absoluta, ya que se encuentra condicionada por diferentes


factores, externos o internos a cada persona. Así, existen condicionamientos
personales (fisiológicos o psicológicos) o condicionamientos circunstanciales
(económicos, sociales, culturales, religiosos, educativos). Por eso nuestra libertad es
situada, se da en una determinada situación concreta.

19
Yepes Stork señala por ello, que no existe una libertad pura sino condiciones
prácticas de la libertad. Estamos condicionados por la situación en la que vivimos, por
el tiempo en que nacimos, por una determinada constitución bio-psicológica, por un
entorno social y cultural.

9. La responsabilidad

La responsabilidad moral consiste, como expresa Melé, en “la capacidad del ser
humano de responder por los actos realizados y de las consecuencias de esos actos
en su contenido ético” 20.

Respondemos de nuestros actos en la medida en que somos libres y sólo porque


actuamos con verdadera libertad. Por eso, solamente las personas pueden ser sujetos
de responsabilidad moral.

La responsabilidad se relaciona con las grandes facultades humanas: la inteligencia


(posibilita el conocimiento) y la voluntad (brinda el consentimiento); esto da lugar a la

19
Yepes Stork, Ricardo. Fundamentos de antropología. Pamplona, EUNSA, 1996. Pág. 162.

20
Melé Carné, D. Ética en la dirección de empresas. Barcelona, Ediciones Folio, 1997.Pág 47.

// 19
voluntariedad del acto. Y de acuerdo al grado de voluntariedad de la acción será el
grado de responsabilidad imputable a la acción realizada.

Aristóteles sostenía que la acción tiene que originarse en el propio sujeto para que el
acto sea imputable al mismo; es decir, que se necesita la ausencia de coacción
(interna o externa) al agente moral para responder por los actos; así también, que el
agente conozca las circunstancias particulares de la acción y, finalmente, que
dependa de éste su realización o no. En tal caso, sus acciones pueden ser dignas de
elogio o de reproche.

Sostiene Melé, que “La falta de consentimiento puede disminuir la voluntariedad, ya


sea por coacción, miedo, impulsos emocionales espontáneos y otros factores”.21

En cuanto a la ignorancia, si ésta es vencible o evitable es imputable; lo mismo cuando


es procurada, pero es más grave moralmente que la anterior. Ahora, si la ignorancia
es invencible, o sea cuando no es posible superarla a través de medios razonables, no
es imputable al agente moral.

Ahora bien, ¿ante quién somos responsables de los actos que realizamos? En primer
lugar, la responsabilidad se da en relación a sí mismo, a la propia conciencia que
aprueba o reprueba la acción. Luego, ante quienes nos rodean, ante la sociedad y
ante Dios.

9.1.Formas de responsabilidad

Se precisa aclarar que no todas las acciones voluntarias son iguales, razón por la cual
éstas no tienen que ser evaluadas de la misma manera.

Se pueden diferenciar dos formas de responsabilidad: responsabilidad directa y


responsabilidad indirecta o en sentido causal.

21
Melé Carné. Ibidem, pág. 53

// 20
La responsabilidad directa es aquella en que existe conocimiento y consentimiento;
se trata de un acto deliberado y libre, en que el estado consciente del sujeto es pleno
y, por esto, conlleva la máxima responsabilidad del acto.

La responsabilidad moral indirecta (antecedente) es la que se da ante un acto que en


sí mismo no es querido, pero que se imputa al sujeto ya que en forma libre y
consciente se colocó en un estado de falta de consciencia plena y de libertad,
pudiendo prever lo que podría realizar en ese estado. En este caso existe
responsabilidad causal, es decir, en aquello que dio origen a esa acción (es causa
directa y voluntaria de la situación y causa indirecta y voluntaria de los efectos que
produjo).

// 21
Bibliografía

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As., Gladius, 2011.
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Serie A, volumen XIX. Pamplona, Universidad de Navarra, 2017.
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1980.
► GARCÍA CUADRADO, J. A. Antropología filosófica: Una introducción a la
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cristiana. Bs. As., Editorial Lumen, 1994.
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1.997.
► MILLÁN PUELLES, A. Economía y libertad. Confederación Española de las Cajas
de Ahorros. Madrid, 1974.
► PIEPER, J. Las virtudes fundamentales. Madrid, Rialp, 1980, 2ª edición.
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► SPAEMANN, R. Ética: cuestiones fundamentales. Pamplona, Eunsa, 1995.
► SPAEMANN, R. Ética, política y cristianismo. Madrid, Ediciones Palabra, 2007.
► YEPES STORK, Ricardo. Fundamentos de antropología. Pamplona, EUNSA,
1996.

// 22

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