Filosofía-Eje N°5.
Filosofía-Eje N°5.
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Introducción
La cuestión de qué es lo bueno para el hombre, tanto a nivel individual como a nivel
político, se presenta como una cuestión que atañe a la misma naturaleza humana. De
allí que la referida cuestión esté presente, de un modo insoslayable, en los planteos
que hoy se formula el mundo contemporáneo.
El hombre, como todos los demás seres, se mueve hacia un fin. La peculiaridad del
hombre consiste en dirigirse a ese fin de un modo libre. Esta singularidad que se
registra en él establece lo que se denomina moralidad.
Ahora bien, el problema será el de determinar cuándo esa acción libre se ordena al
fin que conviene al hombre y, de ese modo, llegue a completarlo y perfeccionarlo. En
este punto, precisamente, está implicada la cuestión del bien.
Sin embargo, hay un aspecto que debemos resolver: para determinar qué sea el bien
para el hombre, tendremos que saber, previamente, aquello que el hombre sea
(terreno de la antropología). Y para saber lo que el hombre sea, nos será requerido
saber del ser, por lo cual nos estamos colocando en el ámbito filosófico de la
metafísica (punto 1).
Una vez determinado el fin, que es el bien, estudiaremos, por un lado, los actos
humanos (punto 4) mediante los cuales la criatura racional se ordena hacia ese fin, y
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por otro lado la norma de moralidad (la recta razón) que me permite distinguir lo
bueno de lo malo (punto 5).
Ahora bien, esa bondad o maldad se predica de un acto bueno o uno malo,
respectivamente. Para determinarlo, será menester considerar aquellos elementos
que entran en la calificación moral del acto libre, esto es, el objeto, el fin y las
circunstancias. La encargada de formular este juicio del intelecto práctico sobre el
acto a realizar o realizado se llama conciencia moral.
Finalmente, trataremos acerca de la libertad – una de las condiciones para que exista
acto humano-, sus dimensiones y condicionamientos (punto 8) y su relación con la
responsabilidad moral (punto 9).
La ética, como todo saber, tiene un objeto formal propio. ¿Qué estudia la ética? La
ética estudia los denominados actos humanos. Estos actos son todos aquellos que
proceden de una voluntad libre.
En este sentido, no todo acto que realiza el hombre es considerado humano (por ej.,
mover una mano estando dormido, hacer la digestión, etc.)
Ahora bien, sucede que también la antropología filosófica estudia los actos humanos.
Consecuentemente será menester determinar qué aspecto de esos actos humanos
estudia la ética.
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2. Algunas corrientes de la filosofía moral
Maritain la denomina ética cósmica por estar “fundada sobre una visión de la situación
del hombre en el mundo”, y realista por estar “fundada en realidades extra-mentales
que constituyen el objeto de una metafísica y de una filosofía de la naturaleza. 1
Por lo tanto, refiere Maritain, “En esta perspectiva ética, el bien moral está fundado en
la realidad extramental: Dios, la naturaleza de las cosas, y especialmente la naturaleza
humana, la ley natural.”2
1
Cfr. Jacques Maritain. Lecciones fundamentales de la filosofía moral. Bs. As., Club de Lectores, 1966, p. 7
2
Ibidem, p. 8.
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Veamos. Para Kant, la razón es la medida de los actos humanos, pero no es la recta
razón de los clásicos, sino la razón pura. Es decir, se trata de una razón puramente
formal, considerada sólo a partir de las exigencias de la universalidad lógica.
Kant coloca, al lado de esta razón formal, a la ley. Y cabe otra aclaración: no se trata
de la ley natural sino de la ley que se da (que establece para sí) la propia razón. Y esta
ley es el “tú debes”. Esta ley del deber, entonces, es la forma a priori de los actos
humanos.
¿Y cuándo resulta buena, según Kant, una acción humana? Este filósofo, fiel a las
categorías anteriores, nos dirá que un acto es bueno en la medida en que su máxima
de acción (principio subjetivo) pueda ser universalizada, es decir, establecida como
regla que rija universalmente el comportamiento de todo ser humano.
b) Las líneas que se configuran en contra del sistema de Kant. Quienes la sostienen
rechazan todo modelo de ética normativa y establecen un modelo ético fundado en
las ciencias naturales. Esta posición corresponde al sociologismo desarrollado,
primeramente, en Francia, y luego extendido por el mundo.
c) Finalmente, tenemos otra línea que se presenta como una vuelta, en cierto aspecto,
a la concepción clásica. Es el caso de John Dewey quien intenta fundar una moral de
corte pragmatista asentada en la sola naturaleza.
Bergson, por su parte, intenta fundar una ética sobre un fundamento natural-
metafísico en su escrito Las dos Fuentes de la Moral y de la Religión.
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2.4 Sociologismo
3. El bien
Se designa como bueno a todo aquello que puede perfeccionar a un ente y que, por
lo tanto, resulta apetecible para él. Claro está que, antes de la existencia de este deseo
de perfeccionamiento por parte del ente, existe el ente en sí mismo.
En este sentido, entonces, debe afirmarse que todo ente, por el mismo hecho de
existir, es bueno en sí mismo. A este bien se lo denomina bien ontológico o metafísico.
Al respecto, comenta Maritain: “Toda cosa es buena en la medida que ella es, en la
medida en que tiene el esse…”4
3
Augusto Del Noce. I cattolici e il progresismo. Milano, Leonardo, 1994, p. 121.
4
Jacques Maritain. Lecciones fundamentales de la filosofía moral. Op. cit., p. 41.
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el útil (el bien considerado como medio para alcanzar un fin), y el moral (el ser al que
aspiro se encuentra en consonancia con mi naturaleza y con los fines propios que
derivan de ella).
Y como estamos hablando de actos, es necesario saber que el acto forma parte del
ente. No solo el acto sino también la potencia: ambos constituyen la trama de todo
ente, de toda realidad finita. El acto, en oposición a la potencia, denota una realidad
desplegada.
Ahora bien, el hombre es capaz de desplegar esa realidad mediante un acto libre.
Precisamente se designa con el nombre de actos humanos a aquellos actos que son
realizados libremente (remitimos al lector al módulo anterior en el que exponemos la
cuestión del libre albedrío).
Sin embargo, nos parece importante recordar que la voluntad está siempre libre de
necesidad en lo que respecta al ejercicio de su acto. En este sentido, la voluntad
puede no querer el Soberano Bien porque puede, simplemente, no querer pensar en
él.
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5. La recta razón como norma
próxima de moralidad
¿Qué entendemos por recta ratio (recta razón)? Es la razón iluminada por los primeros
principios del orden moral.
Es preciso advertir que esta norma objetiva no se identifica con la norma subjetiva de
moralidad, es decir, con la conciencia. La conciencia moral supone un acto en el que
se aplican las normas universales a un acto particular.
5
René Simon. Moral. Barcelona, Herder, 1978, 3ª edición ampliada con un apéndice, p. 205.
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Podemos decir, a modo de conclusión de este punto, que existe un orden de normas
y valores morales inmediatamente constituidos por la razón en función de las
finalidades esenciales de la naturaleza humana. 6
Toda vez que calificamos un acto humano como bueno o como malo, tenemos en
cuenta tres elementos del acto: el objeto, las circunstancias y el fin del acto.
Ya Aristóteles distinguía en la obra de arte dos fines: el fin de la obra y el fin del que
obra. El fin de la obra es, de suyo, la manifestación de la belleza; el fin del que obra
(quien la realizó) puede coincidir con ese fin o perseguir uno distinto: ganar dinero,
fama, etc.
De allí que en todo acto moral se distinga el fin del sujeto que realiza el acto (el fin del
que obra), del fin del acto mismo. Así, por ejemplo, dar una limosna al necesitado es
un acto bueno en sí mismo. Pero su bondad objetiva se desdibuja si yo lo hago para
adquirir buena fama o alcanzar determinadas ventajas sociales. Si doy esa limosna
cuando me falta el dinero y mi situación económica es delicada, entonces mi acto
será más meritorio. Las circunstancias en que se realiza el acto, en este caso, lo hacen
más loable. Podría suceder que robe un camión de leche para dárselo a los pobres.
En ese caso, el fin del sujeto es bueno (ayudar a los necesitados), pero es malo el
objeto: robar, de suyo, es malo.
Resulta claro que para que un acto sea moralmente bueno se requiere que sean
buenos tanto el fin del objeto como el fin subjetivo. Ahora bien, las circunstancias,
¿determinan la calificación del acto moral como bueno o malo, o, simplemente, sin
llegar a determinarse su calificación moral, lo hacen más o menos malo?
6
Cfr. ibidem, p. 206.
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especie. Un ejemplo de esto es el robo perpetrado en una iglesia. Ese robo, por haber
sido realizado en una iglesia (circunstancia), lo convierten, además, en un sacrilegio.
6. La Ley
Tomás de Aquino define a la ley como la “ordenación de la razón con miras al bien
común, promulgada por el que tiene a cargo la comunidad” 7
Recordemos, al respecto, que para Tomás el término lex deriva de ligare, esto es, ligar,
obligar. Y en este sentido, solo obliga una ley que proceda de una razón ajustada al
orden establecido por la ley natural.
Ahora bien, de esa definición de ley en general pueden derivarse diferentes especies
de ley. Así, entonces, existirá una ley eterna, una ley natural y una ley positiva humana.
Tomás nos dice que la ley eterna es la “razón del gobierno de las cosas existente en
Dios como Príncipe de la universalidad”. 8 Y, más adelante, añade esto: “la razón de la
divina Sabiduría, en cuanto es directiva de todos los actos y mociones”9.
7
Summa Theologiae, I-II, q. 90, a. 4.
8
Ibidem, I-II, q. 90, a. 1.
9
Ibidem, I-II, q. 93, a 1.
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Dado que esta ley se identifica con la razón divina, con Dios mismo, al hombre le
resulta incognoscible en sí misma. No obstante, la podemos conocer de modo
refractario, esto es, por la impronta que el acto creador de Dios deja impresa en la
creatura.
Todo ser humano procura, naturalmente, conservar su propio ser; también tiende a
multiplicar la especie, y asimismo desea vivir como un ser racional, esto es, vivir en
sociedad y reconocer su radical dependencia de Dios.
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► de la ley natural se derivan determinados preceptos que tienen la misma
universalidad que la ley natural misma;
► las variaciones que sufre la ley natural no son variaciones de su contenido
ontológico, que permanece siempre igual, sino del conocimiento que el hombre
situado históricamente tiene de ella y de la aplicación que debe hacer del precepto
de acuerdo a circunstancias de tiempo y lugar;
► el conocimiento de la ley natural está sujeto a toda clase de desviaciones a causa
de las pasiones o costumbres perversas propias del hombre.
La ley humana se presenta como una particularización de la ley natural. Refiere Tomás
de Aquino: “… así como en la razón especulativa de principios indemostrables
naturalmente conocidos se deducen conclusiones relativas a diversas ciencias, cuyo
conocimiento no lo tenemos naturalmente, sino que lo adquirimos por la industria de
la razón, así también de los preceptos de la ley natural, como de ciertos principios
comunes e indemostrables, es necesario que pase la razón humana a disponer más
particularmente algunas cosas. Y estas disposiciones particulares descubiertas según
la razón humana se llaman leyes humanas…”10
Refiere Simon: “La ley humana se deriva de la ley natural. En efecto, la ley humana es
una ley auténtica porque es justa. Y es justa en la medida en que obtiene su rectitud
de la regla de la razón. Y la primera regla de la razón es la ley natural. La ley humana
debe, pues, evitar la arbitrariedad. Solo lo evitará si, de una forma y otra, es conforme
a las exigencias de la razón que se expresan en la ley natural.” 11
Por otra parte, Simon aclara que la aludida derivación se puede dar de dos maneras:
una, a modo de conclusión (por ejemplo, del precepto de la ley natural “no hay que
hacer mal a nadie”, se deduce por vía de razonamiento el siguiente precepto: “no
11
René Simon. Moral. Op. cit., p. 264.
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matarás”); la otra, a modo de determinación. Esta última es una consecuencia de la
generalidad de la ley que exige una determinación más concreta. Así, por ejemplo, el
precepto del castigo que debe padecer quien comete una falta, exigirá, por parte del
legislador, determinar la naturaleza del castigo. Pero incluso en el caso de la
derivación por modo de determinación, la ley humana no tiene valor sino por su
relación con la ley natural.12
7. La virtud
La virtud es definida como “el hábito operativo bueno”. Con el término hábito se
quiere designar una manera de ser, una modalidad de la substancia que la afecta y la
configura desde el interior, además de facilitar el buen obrar.
Para Tomás, el hábito es una disposición permanente, estable, que inhiere en una de
las potencias del alma humana y la dispone, a esta última, tanto para el bien como
para mal. Ahora bien, puesto que la naturaleza es principio del obrar, el hábito supone
una relación a la acción. El hábito dispone indirectamente a la acción cuando este es
“entitativo” (un buen estado de salud favorece la acción); y dispone directamente
cuando es “operativo” (un hombre de ciencia tiene el hábito del pensamiento riguroso
que le permite ordenarse fácilmente a lo verdadero). Concluye Simon: “El hábito
aparece, pues, como una calificación del ser, que perfecciona las virtualidades de su
naturaleza y de sus potencias de operación.”14
12
Cfr. ibidem, p. 264.
13
Ibidem, p. 324.
14
Ibidem, p. 327.
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Cuando un hábito es conforme a la naturaleza, resulta virtuoso. Cuando no lo es, se
califica de vicioso.15
Las virtudes, por su parte, se dividen en dos grupos de acuerdo al sujeto en el que
radiquen. Si la virtud modifica a la inteligencia, entonces esa virtud será intelectual; si
modifica a la voluntad, entonces esa virtud será calificada como moral.
Las virtudes del orden práctico son dos: arte y prudencia. El arte es un conocimiento
que le permite al hombre producir obras exteriores bellas; la prudencia es el hábito
intelectual de la conducta humana.
15
Cfr. Tomás de Aquino. Summa Theologiae, I-II, q. 54, a. 3.
// 15
7.2 Virtudes morales
Existen cuatro virtudes morales que se designan con el nombre de cardinales. Ellas
constituyen las condiciones generales comunes a toda virtud moral. La prudencia nos
da la estimación del bien; la justicia, la rectitud del espíritu al dar lo que le corresponde
al otro; la fortaleza, la firmeza del alma frente a lo difícil o arduo; la templanza, la
moderación de las pasiones.
8. La libertad
La libertad humana es una de las notas que definen a la persona. Ésta, al poseer el ser
en sí mismo es capaz de realizar operaciones, las que puede ir perfeccionando a través
del tiempo dando lugar a lo que denominamos autorrealización. Esa realización se
produce de un modo dinámico, existencial, a partir de un principio que está en su
interior y sólo se puede dar en el plano del obrar, no del ser; pues no se “hace persona”
porque no es un “ser en potencia”. 16 De este modo, el sujeto se convierte en
protagonista de su propia historia.
Por la inteligencia la persona puede conocer el fin y moverse hacia él, es capaz de
conocer la razón de sus acciones. Pero esto no es suficiente, se necesita que la
voluntad se autodetermine a quererlo; o sea, la capacidad de elegir de manera
16
Cfr. García Cuadrado, José Ángel. Antropología filosófica: Una introducción a la Filosofía del hombre. Pamplona, EUNSA, 2011. Pág. 152.
17
Cfr. Corazón, Rafael (ed.) Persona y libertad. Obras completas de Leonardo Polo. Serie A, volumen XIX. Pamplona, Universidad de Navarra, 2017. Pág. 78
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deliberada y libre, ya sea para hacer lo más conveniente o para hacer lo menos
conveniente.
El hombre posee una experiencia habitual en su vida de la capacidad que posee para
elegir entre diferentes alternativas de acción. La persona es dueña de sus actos, por
ser dueña de su propia interioridad, del principio de sus acciones. Al tratar de tomar
una decisión, reflexiona, analiza las ventajas o desventajas de las distintas alternativas
y se percata que, al decidir, es protagonista efectivo de lo que eligió, se siente dueño
de sus decisiones y actos y tiene que asumir la responsabilidad de la acción realizada.
Es allí donde la persona vive la experiencia de la libertad, advirtiendo el dominio sobre
las cosas o sobre sí misma, sabiendo que la decisión tomada es intransferible.
Por otra parte, también experimentamos la libertad cuando nos percatamos sobre la
no necesidad de nuestras acciones, cuando no existe algo que nos fuerce a actuar de
una determinada manera. Y, a su vez, al ser dueños de los propios actos se pone en
evidencia la responsabilidad moral.
8.1.Dimensiones de la libertad
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Antonio Millán Puelles 18 considera que existen cuatro dimensiones o planos de la
libertad.
18
Millán Puelles, Antonio. Economía y libertad. Confederación Española de las Cajas de Ahorros. Madrid, 1974.
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Las dos primeras libertades le son dadas a la persona, son naturales, no son buscadas,
ya que derivan de su propia esencia. En tanto que las dos siguientes son adquiridas,
dependen del propio ser humano y de su autodeterminación.
8.2.Condicionamientos de la libertad
19
Yepes Stork señala por ello, que no existe una libertad pura sino condiciones
prácticas de la libertad. Estamos condicionados por la situación en la que vivimos, por
el tiempo en que nacimos, por una determinada constitución bio-psicológica, por un
entorno social y cultural.
9. La responsabilidad
La responsabilidad moral consiste, como expresa Melé, en “la capacidad del ser
humano de responder por los actos realizados y de las consecuencias de esos actos
en su contenido ético” 20.
19
Yepes Stork, Ricardo. Fundamentos de antropología. Pamplona, EUNSA, 1996. Pág. 162.
20
Melé Carné, D. Ética en la dirección de empresas. Barcelona, Ediciones Folio, 1997.Pág 47.
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voluntariedad del acto. Y de acuerdo al grado de voluntariedad de la acción será el
grado de responsabilidad imputable a la acción realizada.
Aristóteles sostenía que la acción tiene que originarse en el propio sujeto para que el
acto sea imputable al mismo; es decir, que se necesita la ausencia de coacción
(interna o externa) al agente moral para responder por los actos; así también, que el
agente conozca las circunstancias particulares de la acción y, finalmente, que
dependa de éste su realización o no. En tal caso, sus acciones pueden ser dignas de
elogio o de reproche.
Ahora bien, ¿ante quién somos responsables de los actos que realizamos? En primer
lugar, la responsabilidad se da en relación a sí mismo, a la propia conciencia que
aprueba o reprueba la acción. Luego, ante quienes nos rodean, ante la sociedad y
ante Dios.
9.1.Formas de responsabilidad
Se precisa aclarar que no todas las acciones voluntarias son iguales, razón por la cual
éstas no tienen que ser evaluadas de la misma manera.
21
Melé Carné. Ibidem, pág. 53
// 20
La responsabilidad directa es aquella en que existe conocimiento y consentimiento;
se trata de un acto deliberado y libre, en que el estado consciente del sujeto es pleno
y, por esto, conlleva la máxima responsabilidad del acto.
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Bibliografía
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