El Mercosur de Perón
El Mercosur de Perón
El Mercosur de Perón
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El Mercosur de Perón
Buenos Aires
- 1999 -
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INDICE
I. Introducción..............................................................................................................................................7
A. La naturaleza del Mercosur
...................................................................................................................................................................9
B. Hacia un verdadero Mercosur.............................................................................................................12
II. La Unidad Latinoamericana en el siglo XIX......................................................................................14
C. Antecedentes en el siglo pasado.........................................................................................................15
D. El caso del Brasil...............................................................................................................................19
1. El enfrentamiento entre Portugal y España.
............................................................................................................................................................19
2. El Brasil durante la Independencia Sudamericana.........................................................................20
3. El Imperio y la creación del Uruguay............................................................................................21
4. La guerra del Paraguay...................................................................................................................22
E. Los nacionalismos de la balcanización...............................................................................................24
F. Los latinoamericanistas de principio de siglo. ...................................................................................26
III. El Barón de Rio Branco y el primer A.B.C.......................................................................................28
G. La “Alianza no escrita” con los EE.UU............................................................................................30
H. El proyecto sudamericano del A.B.C.................................................................................................34
1. El nacionalismo antibrasileño del inepto Zeballos.........................................................................35
2. Roque Sáenz Peña y el apogeo del A.B.C......................................................................................37
IV. La Unidad Latinoamericana en el siglo XX......................................................................................42
I. Brasil, Getulio Vargas y el “Estado Novo” ........................................................................................42
1. Getulio Vargas, un desconocido para los argentinos ....................................................................44
2. ¿Qué fue la Revolución del Treinta en Brasil?...............................................................................47
3. El Estado Novo y el nuevo Brasil..................................................................................................49
4. La Segunda Guerra Mundial..........................................................................................................52
5. Las relaciones de Brasil y Argentina en el período........................................................................54
6. La primera caída de Getulio y la irrupción de Perón en Argentina................................................57
a) El cerco al Régimen del 43........................................................................................................59
b) Un gaúcho más peronista que brasileño....................................................................................60
c) Lusardo y la detención del coronel Perón ................................................................................63
d) Un antiguo admirador de las SS se vuelve democrático y antiperonista..................................66
e) Los cinco años de Dutra y la gestión de Lusardo......................................................................69
J. El viejo A.B.C. es relanzado por Perón...............................................................................................75
1. Los acuerdos de integración con Chile...........................................................................................78
2. Paraguay y la devolución de los trofeos de guerra. Otros acuerdos...............................................83
K. El regreso de Getulio Vargas..............................................................................................................85
1. João Neves da Fontoura, un varguista antiperonista......................................................................86
2. El nuevo Brasil...............................................................................................................................88
3. Lusardo vuelve a Buenos Aires......................................................................................................92
L. El discurso de Perón en la Escuela Superior de Guerra......................................................................93
1. La reacción en el Brasil...............................................................................................................101
2. El fin del getulismo......................................................................................................................102
a) “Salgo de la vida para entrar en la Historia”...........................................................................104
V. El final de un sueño no realizado ......................................................................................................106
I. Introducción
1
Excluimos de esta enumeración el caso paraguayo, dadas las específicas condiciones de su desarrollo
político. El reemplazo de lo que podríamos llamar "el stroessnerato" se produjo por una crisis interior al
propio sistema cívico–militar establecido desde hace décadas por el partido Colorado. El gobierno de
Stroessner, más allá del juicio que merezcan sus evidentes violaciones a los derechos humanos, no fue
exactamente un régimen militar inconstitucional. Las particulares características histórico–políticas del
Paraguay –su temprano aislamiento de las Provincias Unidas y el brutal genocidio que significó la guerra
de la Triple Alianza, entre otras– han impuesto en el país un régimen en el que el Ejército, el partido
Colorado y el Estado forman un todo muy difícil de diferenciar, sostenido, entre otras razones, por la
propia insularidad paraguaya.
2
Spilimbergo, Jorge Enea, Un paso hacia la unidad de América Latina, artículo aparecido en Acción
Popular para la Liberación, Organo del Partido de la Izquierda Nacional, Nº 17, Diciembre de 1994,
Buenos Aires. Este libro le debe al pensamiento de la Izquierda Nacional la rica y compleja estructura
ideológica de esta corriente de pensamiento. En esta tarea, Jorge Enea Spilimbergo ha jugado, desde su
relativo aislamiento y con las dificultades propias de quien se encuentra alejado de los grandes canales de
prestigio, un papel fundamental en estos años oscuros. Con la claudicación de Jorge Abelardo Ramos
frente a la ofensiva imperialista encarnada por el menemismo, Spilimbergo ha sido la figura cuya acción y
pensamiento han mantenido viva esta tradición militante obrera , popular y revolucionaria.
integrado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay en 1994, ha correspondido al
período de más absoluta hegemonía imperialista bajo la fórmula del llamado
“neoliberalismo”. La caída de la Unión Soviética y del bloque socialista retrotrajo el
panorama del mundo a los días previos al Soviet de Petrogrado. Occidente –y con él, el
planeta– ha vuelto a los tiempos del capitalismo liberal, del estado gendarme, de la
cruda y brutal vigencia de la oferta y la demanda, del lucro empresario como única ley.
En la Argentina, este período ha coincidido con las dos presidencias de Menem y
con la adecuación de nuestro país al orden imperialista surgido de la caída del muro de
Berlín. Ello ha significado el desmantelamiento del Estado nacional y de las grandes
empresas estatales que, durante casi cincuenta años, constituyeron el núcleo y la
columna vertebral de cualquier política de soberanía nacional. La llamada
“globalización” adquirió, en nuestro país, carácter de ideología estatal –tomando la
palabra ideología en su originario sentido de “conciencia errónea del mundo”– y ha
servido de justificación a todo tipo de renuncias y traiciones a la independencia nacional
y a las tradiciones conceptuales y políticas de los grandes movimientos populares del
siglo XX3.
Ha sido en este oscuro período de nuestra historia cuando la Argentina violó el
principio de no-intervención –que había regido su política exterior durante todo el
siglo– integrando las fuerzas armadas imperialistas que cobardemente bombardearon
Bagdad en la guerra del Golfo. Ha sido, simultáneamente a la constitución del
Mercosur, que el presidente Menem –representando un partido fundado por el creador
de la doctrina de la Tercera Posición– alejó a la Argentina del Movimiento de Países del
Tercer Mundo, hostilizó diplomáticamente a la Cuba de Fidel Castro bloqueada por
EE.UU., vendió armas a Ecuador, durante la fugaz y deplorable guerra con el Perú, y su
ministro de Relaciones Exteriores estableció el “alineamiento automático” y confesó
“relaciones carnales” con Washington.
Pero, como sostiene el escritor y diplomático Abel Posse 4: “En 1989 se inauguró
esta etapa de globalización que implica mercado más democracias débiles. La única
3
Conf. Buela, Alberto, Globalización y Aldea Planetaria, en revista Línea, Año XVI, Nº 160, pág. 44,
Febrero de 1999, Buenos Aires. El autor distingue con acierto entre los dos conceptos. Atribuye al
concepto de “Aldea Planetaria” o “Planetarización” un carácter fáctico, indiscutible, que, a nuestro
entender erróneamente, atribuye al desarrollo tecnológico, y el de “Globalización” al que define como
“proyecto ideológico”. Seguimos convencidos que el desarrollo tecnológico sigue siendo consecuencia
de la expansión de las fuerzas productivas, a la vez que facilita esa expansión en un nuevo nivel. La
“planetarización”, entonces, sería la última etapa alcanzada por el capitalismo imperialista, en la cual el
desarrollo tecnológico permite la total desaparición de la distancia y la virtual simultaneidad del conjunto
del planeta, algo que Marx había alcanzado a entrever en el “Manifiesto Comunista”, pero que sólo se ha
hecho realidad a ciento cincuenta años de su publicación
democracia fuerte es la del país central y las otras son democracias de sumisión, como
la Argentina. Esta etapa ya termina, implosiona, en un nuevo retorno al Estado–Nación
y al Estado–Región, o sea, las naciones de una misma región que se unen”.
Y ahí está el Mercosur: el hecho político más importante encarado por la
comunidad argentina desde la guerra de Malvinas, en manos de empresarios y
comerciantes. Completamente ajeno a las discusiones y análisis de los políticos
oficialistas u opositores –quienes han renunciado hace tiempo a discutir lo importante–,
es examinado por expertos de mezquino horizonte economicista, calumniado
alternativamente por exportadores o importadores de acuerdo a las meras relaciones
cambiarias y es un arcano insondable para la inmensa mayoría de los argentinos a
quienes se les ha presentado como un vulgar acuerdo mercantil que tan sólo interesa a
los directorios de las empresas involucradas. “Por vez primera, sin embargo, un valioso
planteo de raíz histórica, ideológica y espiritual, perfila un camino de concreciones,
zigzagueando entre los vericuetos que va labrando lo que llamó Hegel ‘la astucia de la
historia’”5.
7
Ibídem.
8
Spilimbergo, Jorge Enea, op. cit.
9
Posse, Abel, op. cit., pág. 11.
10
Voz e Imagen del Mercosur, ATC, emisión del 28 de febrero de 1999. Un mes atrás, Brasil había
dejado flotante la cotización del dólar, como producto de la presión empresarial y sindical contra el
monetarismo del llamado “grupo carioca" de economistas, nombrados por el presidente Cardozo en los
puestos decisivos del Ministerio de Economía y del Banco Central. Esa devaluación sembró el pánico en
el ambiente político y empresarial argentino, que de inmediato comenzó a ver con desconfianza al
Mercosur y la, por ellos considerada, “irresponsabilidad” brasileña.
todo en el hemisferio Norte, para compensar su ‘dependencia’ con el Brasil”. Esto,
insistimos, fue dicho en un programa que pretende reivindicar este Mercosur de
mercachifles. La nueva burguesía comercial portuaria, similar en esto a la de los
tiempos de Mitre, carece, por supuesto, de todo proyecto más allá de su espíritu fenicio.
Ante la inevitabilidad de nuestro bloque semicontinental, ante la inviabilidad política,
histórica y económica de la Argentina aislada, desgajada de Latinoamérica, “Provincia
transoceánica de Europa”11, el vocero de los importadores reivindica tan sólo su
dogmatismo ideológico y se desentiende del Brasil y de nuestro destino común.
Considera que el intento brasileño de romper con el corsé de hierro impuesto por los
organismos internacionales y apostar a la producción y a una política monetaria que
satisfaga sus necesidades quiebra “las leyes de la globalización” y se desentiende de
todo compromiso con el transgresor. Su aceptación mentirosa del Mercosur apenas
oculta una vulgar adecuación a las condiciones impuestas por el imperialismo. Estos son
los hombres a los que la Argentina les ha dado la misión de acordar un gran bloque con
el Brasil. No es extraño, entonces, que el Mercosur haya despertado en la Argentina tan
menguado interés. Por otra parte, y con respecto a la política monetaria del Brasil, tiene
razón el economista argentino Héctor Valle cuando afirma12: “precisamente, entre otros
elementos de juicio, si algo hicieron los genéricamente definidos como ‘paulistas’ y sus
circunstanciales aliados, fue leer fructíferamente la experiencia acumulada por la
Argentina luego de tantos años metida en un esquema de tipo de cambio fijo”.
En efecto, Brasil, sobre todo después del giro político adoptado por Itamaraty, es
el miembro más activo y dinámico de la región y el que plantea permanentemente una
ampliación de los niveles puramente comerciales del acuerdo. Citamos nuevamente a
este notable miembro de nuestro cuerpo diplomático, que es una de las pocas voces que,
en la Argentina, se eleva para reivindicar el carácter estratégico del Mercosur y la
imperiosa necesidad de su ampliación, Abel Posse: “Brasil quiso llevar la éntente con
Argentina a una dimensión superior. Argentina, manejada por una burocracia ajena a
toda idea de gran política y de sentido trágico de la historia, una burocracia de
empleadillos de reparticiones oficiales, no supo consolidar con Brasil intereses
políticos, sociales y estratégicos superiores. Prevalecieron los almaceneros de paso.
11
Spilimbergo, Jorge Enea, op. cit.
12
Valle, Héctor, Brasil pateó el tablero, revista Línea, año XVI, Nº 160, pág. 23, febrero 1999, Buenos
Aires. Este economista, de origen desarrollista, efectúa en este artículo interesantes reflexiones que lo
alejan tanto del rebaño monocorde del liberalismo y sus virtudes teologales “mercado, ajuste y
convertibilidad”, como de la abstracta e imposible reivindicación de la “integración nacional como paso
previo a una integración regional”, planteada tradicionalmente por el frigerismo.
(…) Argentina se negó a crear desde el éxito del Mercosur una alianza estratégica con
Brasil. Nos negamos a crear el gran Estado de Naciones con estrategia y proyecto
propio, con una fuerza disuasiva nuclear (el caso del submarino atómico), y con una
presencia soberana, en los grandes geoespacios de la integración y de nuestra
Sudamérica y en los espacios oceánicos (el caso de la ‘Zona de Paz y seguridad del
Atlántico Sur’)”.
“Argentina, como el patán provinciano, se sentó a la mesa de juego sólo para
ganar sus porotos. No quisimos arriesgar un gran proyecto común. No quisimos ser.
Nos guardamos –y rompimos– los ases de la energía nuclear, del desarrollo en el
Atlántico, de propiciar el puesto permanente de Brasil en el Consejo de Seguridad”. Y
termina afirmando: “Por mi experiencia personal en esta materia, podría afirmar que
Brasil se cansó de los mercaderes argentinos y continúa hoy su propio camino de gran
Nación–continente”13.
Esto es en suma el Mercosur. La única herramienta capaz de hacer entrar a nuestra
región en el siglo XXI con la frente alta ha sido puesta en manos de quienes intentan
“entrar al futuro retrocediendo”, de las mismas clases sociales y sus corifeos que
durante cincuenta años lucharon contra el rumbo industrialista impuesto por Perón y el
peronismo a partir de 1945, al que derrocaron en 1955 y que han logrado, en parte,
volver a la Argentina agroexportadora de 1930, en la que sobran más de la mitad de sus
habitantes, hoy sometidos a las condiciones del desempleo, el subempleo y la
marginalidad. En las vísperas del nuevo siglo, la admonición de Juan Domingo Perón
–“el siglo XXI nos encontrará unidos o dominados– corre el riesgo, merced, entre otras
cosas, a la traición de sus epígonos, de convertirse en su opuesta paradoja, “unidos y
dominados”.
Este trabajo, cuya finalidad última es, obviamente, política antes que académica,
se propone demostrar que el proyecto de unión con el Brasil es, en primer lugar, un
13
Posse, Abel, Nosotros, Brasil y la implosión Occidental, revista Línea, año XVI, Nº 160, pág. 12,
febrero 1999, Buenos Aires. La experiencia a la que se refiere lo ha llevado a Posse a quedar relegado en
sus destinos diplomáticos y separado de toda decisión estratégica en la Cancillería de Di Tella y
solamente su prestigio literario le ha permitido hacer oír su voz acerca de estos temas en columnas de
medios de gran tiraje. De lo contrario, sus opiniones sólo aparecen en medios de distribución militante: el
viejo cerco del silencio que el sistema dominante ha impuesto tradicionalmente a sus más destacados
críticos.
momento, el más alto, de nuestro viejo proyecto de unión Latinoamericana, nacido en
las guerras de la Independencia.
En segundo lugar, al rastrear en el pensamiento y la acción del general Perón el
origen del Mercosur, aparece la concepción de un bloque regional económico, político y
estratégico en respuesta a la constitución del bloque europeo y norteamericano.
Descubrimos entonces, que la idea de la integración nació como respuesta nacional
antiimperialista al intento hegemónico continental angloamericano, inmediatamente
después de la 2ª Guerra Mundial, lejos, por lo tanto, de las nieblas globalizadoras y
aperturistas que hoy impiden ver la naturaleza histórica de nuestro Mercado Común del
Sur. Entendemos que en la profundización y desarrollo de estas ideas expuestas por
Perón, principalmente entre los años 1950 y 55, se encuentra el rumbo hacia un
verdadero Mercosur que, alrededor del eje Buenos Aires–São Paulo, estructure el gran
bloque continental hispanoamericano, bioceánico, desplegado en los dos hemisferios,
industrial, libre y justo.
A ese proyecto hemos llamado el Mercosur de Perón.
II. La Unidad Latinoamericana en el siglo XIX
En su introducción el autor explica el objeto de su obra como “la condición del saber en las sociedades
más desarrolladas. Se ha decidido llamar a esta condición ‘postmoderna’. (…) En origen la ciencia está
en conflicto con los relatos”. (pág. 9 y ss.).
cosas, la absoluta imposibilidad del hombre de cambiar las condiciones de su propia
existencia. En su jerga, tomada del formalismo lingüístico y de los juegos verbales de
Wittgenstein: “La función narrativa pierde sus functores, el gran héroe, los grandes
peligros, los grandes periplos y el gran propósito. Se dispersa en nubes de elementos
lingüísticos, narrativos, etc., cada uno de ellos vehiculando consigo valencias
pragmáticas sui generis”. Lo que sea que este galimatías signifique implica la pérdida
de toda noción de humanidad, de todo destino humano, por lo tanto de toda historia,
disuelta en un juego de apelaciones verbales en los cuales solo se imponen aquellos que
gozan ya del beneficio del poder2.
Nuestro intento, por lo tanto, consistirá en tratar de “re–historizar” lo que
consideramos el principal logro en términos de objetivos nacionales que el país se ha
dado desde la constitución del Estado Nacional por parte del general Roca y la
generación del ´80. Creemos que el accionar de las generaciones pasadas, sus luchas,
sus desvelos, sus triunfos y sus derrotas condicionan el escenario en el cual deben actuar
las mujeres y los hombres de hoy. No somos productos “ex nihilo” de ninguna probeta
de laboratorio. Lo que somos, lo que hemos logrado ser, es el resultado de nuestros
esfuerzos, determinados por lo que hombres y mujeres del pasado formularon,
pensaron, realizaron o fracasaron en realizar.
De ahí el esfuerzo de este trabajo en vincular el actual Mercosur en el marco de lo
que fue, durante años y para muchas generaciones de compatriotas, un objetivo
estratégico: la Unidad Latinoamericana.
Con diferencias de unos pocos años, todas las sociedades criollas de las Indias se
levantan contra el poder español. La revolución hispanoamericana es una consecuencia
directa de la invasión napoleónica a España. El infecundo atraso de la metrópoli y la
imposibilidad de sus sectores dirigentes -la corte borbónica y la parasitaria nobleza
territorial- en transformar la anacrónica sociedad española, disolver sus particularismos
feudales y establecer un régimen capitalista tanto en la metrópoli como en sus
posesiones ultramarinas, acorde al proceso que de manera acelerada se desarrollaba
2
“El saber postmoderno no es solamente el instrumento de los poderes. Hace más útil nuestra
sensibilidad ante las diferencias, y fortalece nuestra capacidad de soportar lo inconmensurable”
(Lyotard J.F. op. cit., pág. 11). El saber, la ciencia, el conocimiento se han convertido tan sólo en la
legitimación del poder económico y en el consuelo, para quienes están marginados del mismo, que otrora
brindara la religión.
allende los Pirineos o trasponiendo el Golfo de Vizcaya, fue resuelto de manera
paradójica por la invasión napoleónica. La guerra de defensa nacional contra el invasor
francés asume las tareas interiores que esos mismos invasores habían desplegado en su
propia patria. Los españoles metropolitanos y ultramarinos, por esos oscuros caprichos
de Clío, se enfrentan a los herederos directos y recientes de la Revolución Francesa con
las mismas banderas políticas y sociales que habían asaltado las Tullerías. La vuelta del
absolutismo de la mano de Fernando VII, al caer Napoleón, disuelve la famosa
“máscara de Fernando” bajo la cual se habían gestado las Juntas y los gobiernos
criollos que desde 1810 se organizan en Hispanoamérica. La vuelta del autócrata y su
intención de retrotraer el imperio a la situación previa a la invasión francesa produce el
afianzamiento de los intentos independentistas y su consecuencia militar, las guerras de
la Independencia.
Jorge Abelardo Ramos precisa, entendemos, con claridad esta cuestión cuando
afirma: “El fracaso de la revolución española abre la etapa de las guerras de la
Independencia en América; la guerra civil se traslada a este continente, donde
combaten en bandos enfrentados españoles contra españoles, criollos contra criollos.
(…) Esta guerra perseguía al principio un doble objetivo: impedir que América
Hispánica recayera bajo el yugo absolutista y conservar la unidad política del sistema
virreinal bajo la forma de una Confederación de los nuevos grandes Estados”3. Hoy
ya no quedan dudas –como en el momento cuando estas palabras fueron escritas– acerca
del carácter unificador de las batallas libradas por San Martín y Bolívar. Y mucho se ha
dicho y escrito sobre las razones que impidieron que esa confederación americana se
frustrase bajo los deseos y apetitos del mediocre particularismo de las oligarquías
locales y sus socios de las burguesías comerciales de los puertos y ciudades
hispanoamericanas. El hecho histórico incontrastable es que nacimos a la vida
independiente con la vocación de establecer en las viejas colonias españolas la misma
3
Ramos, Jorge Abelardo. Historia de la Nación Latinoamericana, Tomo 1, pág. 145 y ss. A. Peña Lillo
Editor, Buenos Aires, 1973. A nuestro entender, Jorge Abelardo Ramos ha sido uno de los más grandes
pensadores políticos argentinos del siglo XX. El autor lo conoció y trató en el período, quizás, más rico de
la larga trayectoria política de Ramos, entre 1969 y 1976. Sus libros más importantes, “Revolución y
Contrarrevolución en la Argentina”, “Historia de la Nación Latinoamericana,”, “Historia del
Partido Comunista en la Argentina” y “Crisis y Resurrección de la Literatura Argentina”, forman
parte del acerbo del pensamiento nacional argentino y latinoamericano. Su final, al servicio de la traición
menemista, no empaña de ninguna manera sus aportes, desde el marxismo, a la constitución de un
sistema de pensamiento revolucionario enfrentado, por un lado, a la vieja Argentina oligárquica y, por el
otro, a las limitaciones del peronismo después de la desaparición de su jefe histórico. Como Alberdi, al
cual admiró, Ramos fue una víctima más, una de las más preclaras, de la dictadura ideológica de la vieja
Argentina oligárquica. Como modesto homenaje a su memoria, recordemos, tan sólo, que murió, unos
días antes que sus amigos se afiliaran al partido presidido por Menem. La dignidad de la muerte le evitó
tan indigno paso.
unidad anfictiónica que permitió a las posesiones británicas de New England convertirse
en el país–continente, del Atlántico al Pacífico, que hoy son los EE.UU.
Uno de los historiadores revisionistas argentinos que ha tenido la osadía
intelectual de comparar el proceso de independencia de los actuales EE.UU. con el de
nuestro continente, Julio Irazusta, menciona que “el hecho es que por la desdichada
combinación de circunstancias enumeradas, los Estados promotores de la revolución
hispanoamericana quedaron controlados por los segundones del movimiento. (…) Esos
hombres resultaron pequeños en comparación con los héroes máximos. Pero formaban
una brillante generación. Inteligentísimos, aun cuando se equivocaban, y diestros para
sostener dialécticamente sus peores extravíos, su primer defecto consistió en el espíritu
imitativo”4.
Esto nos convirtió en argentinos, chilenos, uruguayos o bolivianos. En octubre de
1825, en Potosí, actual Bolivia, Simón Bolívar es huésped de un banquete ofrecido por
los delegados argentinos, el general Carlos María de Alvear y el doctor Díaz Vélez.
Estos habían sido enviados por el gobierno del Río de la Plata, a la sazón en manos de
Bernardino Rivadavia –uno de los segundones a los que se refiere Irazusta– para
felicitar al Libertador por la victoria de Ayacucho, victoria que aseguraba la
independencia del Río de la Plata y que lograba, además, la independencia de las cuatro
provincias rioplatenses del Alto Perú5. Los porteños, que eran también portadores de un
ofrecimiento al Libertador para que se hiciera cargo de las tropas rioplatenses que
lucharían contra el Brasil, acababan de reconocer la Independencia de Bolivia –es decir
de las cuatro provincias rioplatenses del Alto Perú, que formaban parte del virreinato del
Río de la Plata y donde se habían formado, entre otros, Mariano Moreno y Bernardo de
Monteagudo– como modo de granjearse la simpatía de Bolívar, en ese momento el
hombre más importante de Hispanoamérica. En ese banquete, Simón Bolívar pronuncia
un brindis que revela con claridad el juicio que la conducta del partido porteño le
4
Irazusta, Julio, De la epopeya emancipadora a la pequeña Argentina, pág. 302, Ediciones Dictio.
Buenos Aires, 1979. Continúa el autor afirmando: “(…) se aferraron a la idea de obtener una ayuda
exterior que no podían alcanzar, y despreciaron a sus compatriotas provincianos que mejor sostenían la
causa, pero por eso mismo querían compartir la dirección del movimiento. (…) El afán nacional de
dirigir nuestros destinos fue olvidado por ellos, para mendigar en cambio protectorados –brasileño,
inglés o francés– que nos salvaran del absolutismo español. Esto mismo les pareció en cierto momento
preferible a la anarquía resultante de su incapacidad para arreglarse con sus compatriotas”. Los
Rivadavia y los Manuel García, carentes del genio y la voluntad de los San Martín y Bolívar, preferían ser
defendidos por la corte de los Braganza o por Lord Canning antes que sentarse a discutir con Artigas, con
el doctor Francia o con Pancho Ramírez.
5
No olvidemos en este rápido análisis histórico que las Provincias Unidas del Río de la Plata no
terminaban en La Quiaca, sino que comprendían parte de lo que hoy es territorio de Bolivia.
merecía. Dijo entonces: “Brindo por el Congreso de las Provincias Unidas del Río de
la Plata, cuya liberalidad de principios es superior a toda alabanza, y cuyo
desprendimiento con respecto a las provincias del Alto Perú es inaudito (la negrita es
nuestra). Brindo por el gobierno del Río de la Plata por que recobre la integridad de
sus provincias (aludiendo a la Banda Oriental, causa de la futura guerra con el Brasil),
como ha adquirido sus derechos”6.
Cuando los ejércitos españoles se retiran definitivamente de nuestro continente
quedan establecidas pequeñas entidades políticas con débiles o inexistentes estados.
Jorge Canning y la intriga inglesa, la docilidad de Manuel García ante los ingleses y la
estolidez de Rivadavia crean el Uruguay. El Río de la Plata cede voluntariamente sus
provincias altoperuanas, como hemos visto, para fundar un país que paradójicamente es
el único cuyo nombre pretende rendir homenaje al guerrero de la unidad sudamericana,
Bolivia. El Paraguay del doctor Francia, abandonado por Buenos Aires después de la
expedición militar de Belgrano, se sostiene en su aislamiento. Los mezquinos intereses
de las burguesías comerciales de Bogotá, Caracas y Quito hacen pedazos la Gran
Colombia bolivariana, convirtiéndose en Colombia, Venezuela y Ecuador. La avidez
norteamericana y la ceguera provinciana arrancan a Colombia su provincia en el istmo,
dando origen a Panamá7.
La primera gran oportunidad de constituir una nación que se desplegase del
Caribe a Tierra del Fuego y del Atlántico al Pacífico había sucumbido. El Libertador,
sólo y con el único capital con que contaba, un cofre conteniendo un gran juego de
cubiertos de plata, definitivamente enfermo, agoniza lejos de Manuela Sáenz. “Un
antiguo realista, Don Joaquín de Mier, que antes pudo ser su enemigo, enterado de la
situación del gran Bolívar, acudió en persona a caballo para ofrecer su propia
6
Bolívar, Simón, Discursos y Proclamas, pág. 96 y ss. Casa Editorial Garnier Hermanos, París, 1913. El
brindis del gran caraqueño agrega un saludo al “general Alvear, que con su valor plantó el estandarte de
la libertad sobre las fortalezas de Montevideo y que con sus talentos liga las relaciones del género
humano con su patria. Por que la suerte lo eleve a la altura de sus méritos”. Poseía Bolívar, sin duda,
también el arte de la ironía. Por el compañero de la delegación del Río de la Plata brinda también el
Libertador: “Por el señor Díaz Vélez, esclarecido legislador, político virtuoso, modelo de ciudadano”.
No había dudas que ignoraba cuál había sido la colaboración exacta del preclaro porteño a la
emancipación americana.
7
“Los señores Obaldia, Amador y Huertas, al iniciar el separatismo, creyeron quizá sinceramente que
del sometimiento a los Estados Unidos sacaría la región grandes ventajas. Imaginaron que la nueva
entidad usufructuaría los beneficios del intercambio enorme a que daría lugar la nueva vía de
comunicación. Pero con excepción del saneamiento de las poblaciones, la antigua provincia de Panamá
no ha realizado sus esperanzas”. Ugarte, Manuel, El Destino de un Continente, Ediciones de la Patria
Grande, pág. 175, Buenos Aires, 1962. Esto fue escrito en 1913, a pocos años de la separación. No mucho
ha cambiado desde entonces.
hacienda, distantes unos cuantos kilómetros de la localidad”8. En esa casa, en la cama
prestada por un enemigo político, murió Simón Bolívar. Gabriel García Márquez, en El
General y su Laberinto, ha escrito para siempre su dramática derrota, de la que aún hoy
Latinoamérica sigue sin recuperarse plenamente.
Más allá de ello, la cuña que dividió para siempre la península ibérica,
permitiendo el afianzamiento del reino y su posterior transformación en una potencia
marítima, ha tenido permanentemente una conspicua presencia, diplomática o militar,
inglesa. Desde los tiempos de Juan I y su victoria sobre el rey de Castilla, en 1385,
Inglaterra ha estado vinculada a la historia portuguesa, estableciendo un permanente
antagonismo entre los dos estados ibéricos. Ese antagonismo y esa abstracta barrera que
divide a España y Portugal se trasladó a las tierras de América, convirtiendo al Brasil en
un cerrado enigma para los americanos hispanohablantes. El tratado de Tordesillas de
1494, tan sólo a dos años del Descubrimiento, trazó en nuestro continente esa muralla
de incomprensión. Los argentinos ignoramos de nuestro principal vecino todo o casi
todo. Nos es mucho más familiar la figura de Clemenceau o de Bismarck que la del
Barón de Rio Branco. Marcel Proust o James Joyce gozan de mucho mayor prestigio
8
Von Hagen, Víctor W., Las cuatro estaciones de Manuela, pág. 303, Editorial Sudamericana, 1989.
que Euclides da Cunha. Nos ha despertado mucho mayor interés la República de
Weimar que la República de los quilombos de Palmares.9
En 1549 se instala el primer gobernador general de las posesiones portuguesas en
Sudamérica. La ciudad de la Bahía de Todos los Santos se convierte en la capital y en el
centro de una de las principales actividades económicas, el comercio de esclavos. Se
establece sobre todo el país una explotación económica de plantación, en la que
rápidamente a la mano de obra esclava de los indios se suma la de los africanos, traídos
por portugueses, holandeses y franceses. Esta primera etapa de la colonia portuguesa se
caracteriza, sobre todo, por un permanente enfrentamiento en el norte con los
asentamientos de otras potencias coloniales, las Guayanas holandesa y francesa. El
descubrimiento de oro en Minas Gerais en 1693 significó un impulso decisivo para el
crecimiento de la colonia lusitana y la fundación de grandes poblaciones en el interior.
A excepción del período 1580–1640, cuando ambos reinos de Portugal y España
están bajo la corona de los Felipes de Habsburgo, las peleas dinásticas, las querellas
derivadas de las distintas interpretaciones que cada corona hacía sobre el Tratado de
Tordesillas y la política europea profundizaron las diferencias entre ambos países.
A mediados del siglo XVIII, las reformas del marqués de Pombal, gobernador
general del rey en Brasil, alteraron la vida social y administrativa de la inmensa colonia.
El poder se concentró entonces en manos del representante real y se trasladó la capital a
Río de Janeiro.
9
Esta fue una república de esclavos fugados de las plantaciones, ingenios y haciendas, que a principios
del siglo XVII se estableció en el interior de la entonces capitanía de Pernambuco. V. Edison, Carneiro, O
Quilombo dos Palmares, Civilização Brasileira, Río de Janeiro, 1966; Freitas, Décio, Palmares: a
guerra dos escravos, Mercado Aberto, Porto Alegre, 1984; Gomes, F. dos Santos, Liberdade por un
fio, Historia dos Quilombos no Brasil, Companhia dos Libros, São Paulo, 1996.
Pero la instalación de los Braganza en Río de Janeiro no impidió que en el Brasil
se expresaran los mismos intentos independentistas que habían brotado como hongos en
el resto de Hispanoamérica y, como dice un historiador brasileño, “las rebeliones
seguían a las algaradas, la revolución a los motines”10. En 1817 se produce en
Pernambuco un levantamiento popular impregnado de las mismas ideas de los que se
producían en otras regiones hispanohablantes, que es brutalmente reprimido. En 1821,
se extiende desde Pará una insurrección que se une al levantamiento de Bahía al grito de
“Abajo el absolutismo”11.
El príncipe regente Juan, ya instalado en Río de Janeiro, ha traído consigo
también la ayuda inglesa. “Ahora comienza el siglo británico en el estilo de vida de la
ruda sociedad brasileña: la corte portuguesa y los importadores ingleses educarán a
los dueños de plantación”12. El más absoluto librecambismo se instala en el Brasil y la
corte de los Braganza se convierte en el principal centro de conspiración
antiindependentista, además de nido de intrigas diplomáticas británicas.
En 1821, caído Napoleón y establecida la Santa Alianza, el ya rey Juan VI decide
que es hora de volver a Lisboa. Queda como regente de Brasil su hijo, el príncipe Pedro.
Al año siguiente, éste pronuncia su célebre “Eu fico”13, se proclama la independencia
brasileña y el regente es coronado como Pedro I, Emperador de Brasil.
Es a pocos años de estos hechos, en 1825, cuando se produce la guerra entre las
Provincias Unidas del Río de la Plata y el Brasil por la región llamada Banda Oriental
por los porteños y Provincia Cisplatina por el Imperio. La repercusión que esta guerra
tuvo en los oídos de Bolívar lo hemos visto más arriba. Como sabemos, las armas
rioplatenses triunfaron en Ituzaingó, aplastando al desmoralizado ejército imperial.
Como sabemos también, la diplomacia de Rivadavia y Manuel García perdieron para
siempre a la Banda Oriental. Dice Jorge Abelardo Ramos: “Pero los intereses porteños
buscaban desprenderse de la Banda Oriental y concentrarse en la explotación de su
10
Ramos, Arthur, Las poblaciones del Brasil, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1948.
11
Freyre, Gilberto, Interpretación del Brasil, Fondo de Cultura Económica. 1945.
12
Ramos, Jorge Abelardo, op. cit. Tomo 2, pág. 261.
13
El hoy muy difundido turismo a Brasil debería hacer inútil la traducción de la frase. Pero sabemos más
inglés que portugués. “Me quedo” dijo Pedro de Braganza, dando a entender su voluntad de separar al
Brasil de la corona de su padre.
propia pradera y su propio puerto. Esto coincidía con la voluntad inglesa, que había
proyectado la creación de una ‘ciudad hanseática’ en la margen oriental del río”14.
El papel jugado por el reciente Imperio Brasileño y por su monarca, Pedro I, en
este capítulo de la balcanización sudamericana se ajustó exactamente a las necesidades
británicas. Entre su intransigencia en el terreno diplomático para reconocer la derrota
sufrida en el campo de batalla, negándose a devolver a Buenos Aires, la Provincia
Cisplatina, y la inepcia dolosa de Manuel García, cambiando en la mesa de negociación
el resultado logrado por las armas, Lord Ponsomby, el embajador del Foreign Office,
logró su cometido: segregar la Banda Oriental y crear la República del Uruguay, “el
algodón entre dos cristales”.
Resulta sorprendente que uno de los primeros debates en los que participa el joven
diputado en la Asamblea Legislativa del estado de Rio Grande do Sul, el futuro
presidente Getulio Vargas, sostenía en octubre de 1909: “Aunque haga justicia al
talento y gran habilidad de los diplomáticos brasileros de tiempo del Imperio, no se
debe ocultar que ellos quisieron erigirse en árbitros y solucionadores forzados de las
cuestiones internas de las repúblicas del Plata”15. El reformador de la llamada
República Vieja, nacido en el territorio fronterizo de las viejas Misiones Orientales,
sospechaba ya entonces sobre el papel jugado por la diplomacia de Pedro I.
El crimen de la Guerra del Paraguay bañó en sangre, durante cinco dolorosos años
(1864–1865), el corazón de la Cuenca del Plata. Con ello culminaba de manera
dramática el proceso de desmembramiento de la heredad hispánica. La bibliografía
histórica divulgada en los últimos treinta años da cuenta de los saldos de esa guerra
fratricida. El pueblo paraguayo no se reconstruiría jamás de su sacrificio.
El Brasil era gobernado por Pedro II, hijo y sucesor del primer Emperador. Como
ha sostenido con claridad el gran historiador mexicano Carlos Pereyra “El Uruguay y
Mitre aparecen, pues, como meros auxiliares del Brasil en la Guerra del Paraguay” 16.
Fue justamente uno de los más grandes pensadores políticos argentinos del siglo XIX,
Juan Bautista Alberdi, quien, desde el primer momento, definió que esa guerra era una
guerra del Brasil. Sostiene el gran tucumano: “La Guerra del Paraguay es guerra
14
Ramos, Jorge Abelardo, op. cit., Tomo 2, pág. 269.
15
Carrazzoni, André, Getulio Vargas, pág. 74, Librería Anaconda, Buenos Aires, 1953.
16
Pereyra, Carlos, El Pensamiento Político de Alberdi, pág. 253, Editorial América, Madrid, 1913.
brasileña de conquista y de contrarrevolución; guerra dinástica; guerra
antiamericana; guerra por lo mismo de amenaza para las otras repúblicas, y
principalmente las del Plata, que el Brasil podía utilizar como aliadas únicamente
porque eran débiles”17.
El Brasil imperial, con sus marqueses y marquesas, con su esclavitud, su
economía de plantación y su burguesía comercial, era visto por el resto de los pueblos
sudamericanos como el enemigo de su libertad. Desde Buenos Aires se levantan, junto
con el gran exiliado que era Alberdi, las voces de Carlos Guido Spano, José y Rafael
Hernández, Olegario V. Andrade, entre otros, que expresan todavía la vinculación con
el país de las guerras de Independencia. En su proclama, Felipe Varela afirma: “El
pabellón de Mayo que radiante flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho ha
sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí, Curuzú y
Curupaity”18.
En este momento culmina la peor época de la relación con el Brasil. En palabras
de Alberto Methol Ferré, posiblemente el ensayista que con más profundidad y
devoción se ha dedicado al análisis político e histórico entre Brasil y Argentina: “En el
momento de la Independencia todavía se hacían sentir las oposiciones de la ‘Era
conflictiva’ que nos venía desde la separación de Portugal y España de 1640. Era
conflictiva que se prolongaría hasta la Guerra de la Triple Alianza”19.
Al terminar la guerra, llega a Montevideo una misión diplomática brasileña a cuyo
frente se encontraba el Vizconde de Rio Branco y su hijo, José María da Silva Paranhos
Junior. Este último pasará a la historia de su país y de la diplomacia como el Barón de
Rio Branco, futuro ministro de Relaciones Exteriores de la República Federativa de
Brasil y quien, en ese carácter, reaparecerá unas páginas más adelante.
17
Alberdi, Juan Bautista, El Imperio del Brasil ante la democracia de América, pág. XIII y XIV.
Edición del autor, sin consignar año.
18
General Felipe Varela, “Manifiesto a los pueblos americanos sobre los acontecimientos políticos
en la República Argentina en los años 1866 y 1867”, Editorial Sudestada, Buenos Aires, 1968.
19
Methol Ferré, Alberto, Perón y la novedad de la alianza argentino–brasileña, Cuadernos de
Marcha, diciembre de 1995, Montevideo. Curiosamente este texto es una conferencia dada por el
pensador oriental en Buenos Aires, a miembros del partido Justicialista con motivo del cincuentenario del
17 de Octubre. La curiosidad radica en que ninguna editorial argentina, ni los propios organizadores de la
misma, la hayan hecho conocer en su forma impresa.
E. Los nacionalismos de la balcanización
22
Senkman, Leonardo, La lógica populista de la identidad y alteridad en Vargas y Perón: algunas
implicaciones para los inmigrantes, en Cuadernos Americanos, Nº 66 noviembre–diciembre de 1997,
Buenos Aires. Este trabajo es muy interesante porque el autor, en una investigación hecha para la
Universidad de Jerusalén, reconoce el carácter abierto y no discriminatorio del peronismo hacia la
colectividad de origen judío.
con el tráfico de esclavos”23. La República del Brasil se desilusionaba de su desigual
relación con el Reino Unido, en momentos en que la República Argentina solidificaba
la integración de su economía agraria con el imperio británico. El café, principal
producto de exportación del Brasil, lo vincularía cada vez más con los EE.UU.
23
Ricupero, Rubens, Jose Maria da Silva Paranhos, Barão do Rio Branco, Fundación Alexandre de
Gusmão, Río de Janeiro, 1995.
24
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
25
Ibídem.
escritor y historiador de la literatura brasileña, quien propugnó, en sus palabras, “salir
de la insularidad a través del conocimiento de la cultura de América Latina y de sus
literaturas, por nosotros, íntegramente ignoradas. Esa ignorancia es recíproca”26. Y
sigue siéndolo pasados ya más de noventa años.
Los tiempos no estaban todavía maduros para la obra ciclópea. Los políticos y las
dirigencias contemporáneas ignoraron el mensaje de estos precursores que serían
entendidos por generaciones siguientes, cuando las condiciones objetivas estuviesen
más maduras para la integración. Téngase presente, por otra parte, que Manuel Ugarte,
para dar tan sólo un ejemplo, falleció en 1951 y logró votar en las elecciones de ese
mismo año, cuando el General Perón es reelecto por segunda vez.
Un antecedente sorprendente de esta tradición y en relación directa con el joven
oficial Perón, que ha sido exhumado por el investigador argentino Claudio Chaves 27, es
el de quien llegó a ser General José María Sarobe. Coronel en la revolución del ´30, es
un hombre ligado al sector liberal del ejército que voltea a Yrigoyen. Es decir que no
proviene de la vertiente del nacionalismo que se nucleó alrededor de José Felix Uriburu,
sino vinculado al ala de Agustín P. Justo. Alguna vez, el general Perón reconoció que
Sarobe y el coronel Descalzo habían sido sus dos grandes maestros. En un libro
publicado en 1944, como consigna Chaves en su nota, aparece la síntesis del
pensamiento sudamericanista de Sarobe: “Unirse es la misión perentoria y trascendente
de América". Para ello propone: "Desarrollo de una política de cooperación
económica, con vistas a la unión aduanera de todos los Estados. Creación de una
documentación especial de identidad titulada ‘ciudadano de América’. Las economías
del Brasil y de la Argentina son complementarias en lo fundamental y es tan importante
el comercio entre ambas naciones que se lo puede considerar el eje sobre el cual rota
todo el plan revisionista sudamericano”. Como veremos oportunamente, mucho tuvo
que ver este militar con la visita de Getulio Vargas a Buenos Aires en la década del ´30.
Sarobe, que era coronel en 1930, era un hombre nacido en la década del ´80 del siglo
pasado. El hilo de Clío es, muchas veces, delgado, pero firme.
26
Conf. Chacon Vamireh, Brasil: identidad y vecindad a principios de siglo, publicado en la revista
Disenso, en traducción de Alberto Buela. Buenos Aires, 1997.
27
Chaves, Claudio, El Perón Liberal, La Patria Grande, sin fecha. El artículo es interesante en cuanto
reproduce el pensamiento político del coronel Sarobe. El intento oportunista de explicar la capitulación de
Menem ante el imperialismo y su ideología neoliberal con la influencia del liberalismo de Sarobe en
Perón es patética y sólo encuentra respuesta en la necesidad del autor de autojustificar la propia
capitulación frente a algún contrato ofrecido por el cortesano escribidor, Jorge Castro, el redactor del
nuevo credo peronista.
III. El Barón de Rio Branco y el primer A.B.C.
1
Manuel de Oliveira Lima, O Barão do Rio Branco, Editorial Instituto Nacional do Livro, Río de
Janeiro.
2
“Desde el período monárquico, el reclutamiento de la burocracia civil y militar del Imperio se hizo
mediante la selección de personas pertenecientes a familias venidas a menos”. Cardoso, Fernando
Henrique, Ideologías de la burguesía industrial en sociedades dependientes (Argentina y Brasil),
pág. 113, Siglo XXI Editores S.A., 1976, México.
Junior abandona la política para pasar a la diplomacia, y obtiene del presidente del
Consejo de Ministros, el marqués de Caxias, su nombramiento como cónsul general en
Liverpool, en 1876. Nunca más actuará en el país, hasta que, en 1902, el presidente
Rodríguez Alves lo nombra Ministro de Asuntos Extranjeros. Su actividad como
diplomático y la resolución positiva, para el punto de vista brasileño, de resonantes
conflictos le habían otorgado una enorme popularidad que conservó hasta su muerte.
Hombre de una vasta cultura universal, era un profundo conocedor de su país. “Lo que
del Brasil sabía era enorme, como que había leído todo cuanto se había escrito al
respecto: historia, geografía, flora, fauna. Había recorrido bibliotecas enteras en
Europa y América”, dice de él el diplomático argentino José María Cantilo3. Como
todos los militares y políticos brasileños de su época, y hasta ya entrado el siglo XX, era
un profundo admirador de Augusto Comte y su positivismo4, convicción a la que unía
sin contradicciones su declarado monarquismo. En el retrato que, a su muerte, hace el
relativamente crítico historiador pernambucano Manuel de Oliveira Lima, leemos: “Su
personalidad dominante se destacaba de la colectividad para fundirse en la entidad
abstracta a la que él, tan bien y tan eficazmente, sirvió toda la vida, al punto de, sin
guerras, exclusivamente por los medios pacíficos de la negociación y el arbitraje,
haber aumentado tan considerablemente la superficie nacional – lo que a poquísimos
personajes históricos, a un resumidísimo número de privilegiados, le ha sido dado”5.
El prestigio y seguramente los éxitos que la política de Itamaraty ha obtenido a lo
largo de los años se deben, sin duda, a la acción del Barón de Rio Branco. Su labor
como canciller entre 1902 y 1912, se hizo bajo tres presidentes, Rodrigues Alves,
Affonso Pena y Hermes de Fonseca. “Pero al mismo tiempo que declinaban sus
fuerzas, comenzaba a desaparecer no sólo el mundo internacional del Barón, sino
también el Brasil fuerte, próspero y prestigioso que le había permitido realizar, sin
solución de continuidad, su obra diplomática. Las presidencias de Rodrigues Alves y
Affonso Pena marcarán el punto más alto de la República Vieja” 6. En medio de una
crisis política y militar, que incluye el bombardeo a Bahía, murió a los 66 años el Barón
de Rio Branco. No dejó testamento alguno, pues sus bienes eran escasos.
3
Cantilo, José María, Recuerdos de mi vida diplomática, Buenos Aires, 1935.
4
V. Ramos, Jorge Abelardo, op. cit., tomo 2, “El positivismo en América Latina”, pág. 70.
5
Oliveira Lima, Manuel, op. cit.
6
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 123.
Dejando de lado la política territorial, que escapa a los propósitos de este trabajo 7,
la política exterior de Rio Branco tuvo dos ejes: la relación con los EE.UU. y el llamado
A.B.C., la política de relaciones con Argentina y Chile8.
7
“En una palabra: gracias a José María da Silva Paranhos, Brasil incorporará a su patrimonio, sin
disparar un tiro ni generar irredentismos peligrosos, nada menos que 600.000 kilómetros cuadrados
¡dos veces la provincia de Buenos Aires! Con él, Brasil alcanzó las colosales dimensiones que hoy posee
y dio pie al orgulloso dicho O Brasil sempre saiu vencedor. Habría que agregar que siempre tuvo a mano
un Rio Branco”. Scenna, Miguel Angel, Argentina–Brasil, Cuatro Siglos de Rivalidad, Revista Todo es
Historia, Nº 79, pág. 79 y ss., Buenos Aires, diciembre de 1973. Pese al absurdo título –Argentina no
tiene cuatro siglos de historia– este ensayo presenta una muy completa exposición de los encuentros y
desencuentros entre Brasil y las provincias del Plata.
8
“Ya construí el mapa del Brasil. Ahora mi programa es contribuir a la unión y la amistad entre los
países sudamericanos”. Citado por Cárcano, Ramón J, Mis primeros ochenta años, Buenos Aires,
1943.
9
Datos tomados de Burns, E. Bradford, The Unwritten Alliance, Columbia University Press. New York,
1966.
en moneda nacional con la depreciación cambiaria. ( …) La producción brasileña
alcanzaría en 1901–1902 a 16,3 millones de bolsas de 60 kilos”10.
La economía brasileña dependía de las exportaciones a EE.UU del mismo modo
que, en esa época, la Argentina se organizaba alrededor de sus ventas de carne y trigo al
Reino Unido. Esta es, sin duda, una de las bases objetivas para la reformulación de las
alianzas internacionales de Brasil, realizada por Paranhos, al convertirse en Canciller de
la República Vieja.
Desde aquel lejano nombramiento como cónsul general en Liverpool, el Barón de
Rio Branco había estado en permanente actividad diplomática en Europa y Estados
Unidos. Londres, París, San Petersburgo, Berlín, Berna, New York, Washington habían
sido las ciudades por las que había pasado representando los intereses de su país en
espinosas cuestiones limítrofes, en las que su tino, prudencia y voluntad de negociación
consolidaron las gigantescas fronteras del Brasil. Desde la cuestión de las Misiones en
discusión con Argentina, sometida al arbitraje del presidente de los EE.UU., hasta la
cuestión del río Japoc, en la frontera con la Guayana Francesa –conflicto con Francia
que llegó al borde del enfrentamiento armado–, sometido al arbitraje de la Federación
Suiza, Paranhos tuvo oportunidad de conocer de cerca las grandes potencias de la época.
Y pese a que su formación intelectual y moral, así como su corazón, estaban en Europa,
debe reconocer, a poco de asumir como Canciller del presidente Rodrigues Alves, la
aparición incontenible de la gran potencia del Norte del Nuevo Mundo, EE.UU. Son los
tiempos del “Destino Manifiesto”, cuando Rubén Darío se dirige al presidente Teodoro
Roosevelt con su inmortal “¿Es con voz de Biblia / o verso de Walt Whitman / que
habría que llegar hasta ti / Gran Cazador?”. Ha terminado la guerra hispano–
americana y los EE.UU. incorporan a Filipinas y Puerto Rico, establecen su
protectorado sobre Cuba, pretenden invadir Venezuela, amenazan a Méjico y toman el
canal de Panamá. Es el momento en que el propio Roosevelt proclama: “Hemos
comenzado a tomar posesión del Continente”11, en frase que estremeció a Manuel
Ugarte y a Carlos Pereyra12. Como dice Rubens Ricupero: “La emergencia de una gran
potencia que comenzaba a proyectar su sombra inhibidora sobre todo el continente
era, evidentemente, un hecho nuevo imposible de ignorar. Antes, durante el Imperio,
las potencias predominantes, Inglaterra, Francia, Alemania, estaban del otro lado del
10
Furtado, Celso, Formação Econômica do Brasil, pág. 177 y ss., Editorial Nacional, São Paulo, 1975.
11
Ugarte, Manuel, op. cit., pág. 168.
12
V. Pereyra, Carlos, El Mito de Monroe, Ediciones El Búho, Buenos Aires, 1959.
Atlántico, envueltas y enmarañadas en sus juegos de equilibrio. Ahora surgía un poder
cada vez más próximo y cuya fuerza gravitacional pasaba a ser sentida en forma
creciente”13.
Por otra parte, la experiencia personal de Paranhos con los norteamericanos, en su
permanencia en New York y Washington, durante las negociaciones con Argentina y su
ministro Estanislao Zeballos, había sido óptima 14. No disgustaban al Barón, pese a su
formación europea, la ruda franqueza, la falta de ambigüedades, el trato llano y la
soberbia casi adolescente de los norteamericanos.
Pesaba también el hecho de que, desde la época del Imperio, Brasil había ido
perdiendo su tradicional vinculación con el Reino Unido. Como ya se ha dicho, una
serie de conflictos de carácter comercial y diplomático había empeorado las relaciones
con la potencia amiga, situación que terminó en una ruptura formal de relaciones. El
gobierno imperial comienza a rehusar toda propuesta de acuerdos comerciales con
naciones más poderosas, entre otras cosas, porque ello le significa una limitación al
aumento de las tarifas aduaneras de importación, que constituían una de las principales
fuentes de financiamiento del erario público en la época. “No existía gran intimidad
política con Inglaterra (y mucho menos con otras potencias europeas), ni influencia
apreciable de esta última sobre la diplomacia imperial, casi toda ella volcada
prioritariamente para el Plata o para los vecinos sudamericanos”15.
Este vacío en las relaciones diplomáticas del Brasil con las grandes potencias será
ocupado, a partir de la gestión de Río Branco y con la colaboración de su amigo de la
juventud y gran figura intelectual de la República, Joaquín Nabuco, por una relación
preferencial con los Estados Unidos. A partir de la inauguración de la primera embajada
13
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 87.
14
En estas negociaciones se revelan ya las diferencias con que el tema territorial fue asumido por
argentinos y brasileños. “En Estados Unidos, mientras Zeballos desplegaba un agudo sentido gregario,
desarrollando una activa sociabilidad donde no se perdía fiesta, sarao o banquete que saliera al paso,
Rio Branco trabajó a la par del último secretario, cuidando cada argumentación, puliendo pruebas,
pesando las palabras, componiendo lo que al cabo fue un modelo de presentación. El resultado final
estuvo de acuerdo con tales antecedentes. El alegato de Rio Branco es una obra maestra tanto del punto
de vista jurídico como del histórico, preñado de erudición, poblado de documentos que apuntalaban la
posición brasileña, en un grueso volumen donde no hay página de desperdicio. Frente a ello, la
presentación de Zeballos es apenas un modestísimo folleto, anémico y lánguido, carente de convicción y
de fuerza. No había posibilidad de duda en cuanto a la calidad de lo presentado por uno y otro. De ese
modo, el 5 de febrero de 1895, Cleveland estampó su firma en el fallo: sin fundar la decisión entregó
todo el territorio en litigio a Brasil. La gobernación de Misiones se encogió en 11.500 millas
cuadradas”. Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 77. Y aunque esto ya sea una nota dentro de otra nota,
especie de caja china de la memoria, recordemos de paso la célebre Zoncera formulada por don Arturo
Jauretche: “El mal que aqueja a la Argentina es su extensión”.
15
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 85 y ss.
de Brasil en Washington, a cuyo frente queda el propio Nabuco, el Itamaraty de Rio
Branco inicia lo que un autor norteamericano llamará “la Alianza no escrita”16 con
Norteamérica. Las condiciones de la misma serán que cada uno de los aliados se
prestará mutuo apoyo a fin de mejor servir a sus intereses. Lo que en la práctica se
tradujo en contar con el apoyo norteamericano en las relaciones potencialmente
conflictivas del Brasil con dos vecinos coloniales y, a menudo, amenazantes –Gran
Bretaña y Francia– y neutralizar cualquier intriga en Washington de parte de alguno de
los otros vecinos sudamericanos.
Si la relación preferencial de Buenos Aires con el Reino Unido le permitía al
presidente argentino Roque Sáenz Peña exclamar en los propios bigotes de Ted
Roosevelt “América para la humanidad”, oponiéndose a la reinterpretación
imperialista de la ambigua y versátil doctrina Monroe formulada por el “Gran Cazador”,
para regocijo de los patriotas hispanoamericanos saqueados por las tropelías de la
marinería yanqui17, Itamaraty y su gran canciller apostaron a los EE.UU. con la idea de
utilizar a su favor las eventuales rivalidades “interimperialistas” de uno y otro lado del
océano. El eje de la diplomacia brasileña se establecerá por largos años con Washington
y la adopción de esta política tendrá una importancia decisiva en los años siguientes,
frente a las dos guerras mundiales. “Y lo que en un principio había sido concebido
como un instrumento diplomático para dar respuesta a los cambios producidos en la
época se convirtió en un paradigma, supuestamente válido para todas las
situaciones”18.
En el plano sudamericano, esta doctrina llevó a Itamaraty a alinearse
sistemáticamente con los EE.UU., a oponerse a la doctrina Drago –según la cual no
pueden ser usadas las fuerzas militares para cobrar la deuda en caso de que el país
deudor recusase el arbitraje o sus resultados– o a hacer una apología imperialista de la
tan llevada y traída doctrina Monroe que confería a los EE.UU. poder de policía, en
especial en América Central y en el Caribe. Pero a favor de los objetivos de Rio Branco,
debe dejarse sentado que el pragmático y positivista bahiano, –“Orden y Progreso”
reza en la verde bandera brasileña– logró el apoyo norteamericano para sus
16
Burns, E. Bradford, op. cit.
17
El mexicano Carlos Pereyra celebraba así la posición del argentino: “La corriente de los estadistas
profundos, que tienen la prudencia de los hombres prácticos y la videncia de los poetas, Su numen es
Bolívar; su hombre de Estado, Sáenz Peña. Ellos saben que los norteamericanos no llevan a la América
del Sur sino el propósito de la absorción económica y de la dominación política, y que ayudarles en esta
obra es un suicidio...”. Carlos Pereyra, op. cit., pág. 234
18
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 90.
reclamaciones fronterizas con Bolivia, Perú, Francia, Inglaterra y hasta en un abortado
proyecto de invasión por aventureros franceses en 1904. El Barón logró dibujar el mapa
de Brasil con el lápiz de su habilidad y el compás de Washington. Los límites de esta
política los experimentaría pocos años después, en la Segunda Conferencia de Paz en La
Haya, en 1907. A ella concurrió el Brasil con la idea de que su alianza con los EE.UU.
le daría un papel protagónico en la constitución de un Tribunal Internacional
Permanente. Sería el primer país sudamericano en obtener un reconocimiento frente a
las grandes potencias imperiales de la época. Allí el Barón tomó, quizás por primera
vez, conciencia de que el centro de las preocupaciones de Washington pasaba por
Europa y que Brasil era, en ese sentido, nada más que una puerta hacia su patio trasero 19.
Con el desaire de EE.UU. Brasil no pudo integrar el Tribunal.
El otro eje central en el giro dado por Rio Branco a Itamaraty fue el de consolidar
las relaciones diplomáticas de su país con el de su gran vecino del Sur, la Argentina, y
con el otro país que armonizaba en desarrollo político y económico con el suyo y con el
cual no tenía fronteras, Chile. A esto se le llamó, eufónicamente, A.B.C. por las
iniciales de los tres países en cuestión. Este política se armonizaba, en la inteligencia del
Barón, con su relación preferencial con EE.UU. en el “panamericanismo”. En palabras
de Burns, “El Brasil transmitía a los países de la América Española la suficiente
impresión de intimidad con los Estados Unidos para ser capaz de interpretar su
política y a los Estados Unidos de ser indispensable para preparar a América
hispánica para recibir y hasta aceptar sus políticas. Ambos papeles aumentaban el
prestigio del Brasil”20. En su concepción el A.B.C. era un proyecto destinado a
complementar su alianza “no escrita” con los EE.UU en el eje asimétrico de relación,
con un esquema de no agresión, entendimiento y cooperación entre estos tres países,
articulando con ello un eje simétrico con sus principales vecinos 21. No era fácil la
propuesta, especialmente con la Argentina, ya que la desconfianza entre las dos
cancillerías era profunda. Se sumó a ello la animadversión y el rencor que, después del
resultado del arbitraje de Cleveland, profesaba hacia Río Branco el incompetente y
apático negociador de las Misiones, Estanislao Zeballos, ministro de Relaciones
19
Conf. Ibídem, pág. 101.
20
Burns, E. Bradford, op. cit.
21
Conf. Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 93.
Exteriores de Figueroa Alcorta22. La historia de la diplomacia argentino–brasileña tiene
un incidente conocido como “del telegrama 9” que resume, por un lado la ineptitud de
Zeballos, por el otro la extraordinaria habilidad del Barón, y la fragilidad por la que
entonces atravesaban las relaciones entre nuestros dos países. Esta es, en síntesis, la
historia del incidente.
Brasil era, desde 1897 el palacio do Catete, llamado así pues se halla en la calle de ese nombre. Fue
testigo de la República Vieja y del Estado Novo varguista. Allí estaban las oficinas de la presidencia, en
la planta baja, la vivienda para el primer mandatario y su familia en el tercero piso y en los lujosos
salones del segundo se realizaban las recepciones oficiales. Allí funciona hoy el Museo de la República.
Conf. Peixoto, Alzira Vargas do Amaral, Getúlio Vargas, meu pai, pág. 47 y ss. Porto Alegre, Editora
Globo, 1960; Almeida, Cicero Antonio F., Catete, Memória de um Palâcio, Ediciones Ministerio de
Cultura de Brasil, 1994.
27
Luna, Félix, Soy Roca, pág. 390, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1989.
28
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 95.
29
Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 84.
primer lugar, por la subordinación de Mitre al Brasil, fundada básicamente en razones
ideológicas –“las banderas del libre comercio”–, de lo que la infame Guerra de la
Triple Alianza fue ejemplo cruel y paradigmático y, luego, después del triunfo de los
“chinos” de Roca en el ´80, por lo que Scenna define como “un aproximamiento
superficial que no implicaba el menor compromiso para adoptar posiciones ante
terceros países”30. Sáenz Peña es el primer presidente argentino en pensar la relación
con Brasil como un eje alrededor del cual se estableciera un bloque frente a la
hegemonía y el expansionismo norteamericano. Insistimos, claro, en que este punto de
vista, y al margen de su coincidencia con los intereses de la política sudamericana
considerada globalmente, tenía como paisaje de fondo la relación económica y
diplomática con el Reino Unido. Miguel Angel Cárcano, hijo del delegado de Sáenz
Peña y canciller del presidente Arturo Frondizi, ha contado la reunión de su padre con
Paranhos. “El barón recibió a Cárcano en Itamaraty, el palacio del Imperio, en su
gabinete de trabajo amplio y luminoso. Sus ventanales permitían contemplar los
jardines interiores. Cantidad de mapas colgaban de sus muros. En gran escala estaban
indicadas las fronteras del Brasil que el barón había logrado trazar con habilidad y
astucia definiendo los límites inciertos y los intrincados problemas que dejó la herencia
colonial, tarea abrumadora y paciente de la cual se vanagloriaba por haberla llevado a
cabo por negociaciones amistosas y el arbitraje. En el extremo de una de las largas
mesas trabajaba el canciller en un lugar reducido, libre del cúmulo de documentos y
expedientes, amontonados sobre las sillas y en el suelo. Muchas veces sus secretarios
lo hallaron escribiendo en altas horas de la noche alumbrado por un modestísimo
candil que nunca le faltaba. Junto a esa mesa tuvieron lugar las conversaciones
confidenciales con Cárcano”31.
Al llegar al tema de la carrera armamentista, frente a las distintas alternativas que
barajaban, se enfrentaban con el hecho de que los respectivos congresos destrozarían los
acuerdos alcanzados y pondrían la situación en términos iguales o peores a los de ese
momento. El cordobés propuso que se estableciese simplemente un pacto de caballeros
entre ambos presidentes –el brasileño era el recientemente asumido Mariscal Hermes da
Fonseca, sobrino del fundador de la república–, que no se firmase acuerdo ni papel de
ningún tipo. Por ese caballeresco pacto ambos países renunciaban a la compra de
nuevos buques de guerra, sin que ello pasase por las, a veces, poco claras negociaciones
30
Ibídem.
31
Cárcano, Miguel Angel, op. cit., pág. 178.
parlamentarias. El Barón recibió la propuesta con beneplácito, pero debía ser aprobada
por el presidente. “Esa noche Cárcano cenó con Río Branco y el mariscal Fonseca, ya
en tren de despedida. En un momento de la conversación el enviado confidencial
preguntó directamente al mandatario si podía comunicar al presidente argentino que
Brasil limitaba su flota. Tras mover la cabeza, el mariscal se limitó a contestar
‘¡Puede!’”32.
Dos años después murió el Canciller y luego le tocó el turno a Sáenz Peña, no sin
antes haber dado a la Argentina la ley del voto secreto, universal y obligatorio. La
República oligárquica había terminado. Tras los votos de don Hipólito, muchísimos de
ellos de argentinos de primera generación, paradojalmente volvían las fuerzas de la
vieja patria que la incorporación de Argentina al mercado mundial, como proveedor de
carne y trigo al Reino Unido, había proscripto.
También paradojalmente –repetimos, Clío es caprichosa– a la vez que la política
exterior de don Hipólito asumía gestos reparadores frente a Sudamérica, como la
condonación de la deuda del Paraguay de los tiempos de la Guerra, o su solidaridad con
la Santo Domingo ocupada por los marines yanquis, su antibrasileñismo, por un lado, y
el alineamiento del Brasil con la Entente, en la Primera Gran Guerra, frente a la
intransigente neutralidad del jefe radical, dieron por tierra con el primer A.B.C. Como
dice Methol Ferré: “Todavía los tiempos estaban verdes, pues tanto Argentina como
Brasil era agroexportadores y apenas industriales”33. La integración se planteaba en el
mejor de los casos como una cuestión de índole moral o política.
Sólo la industrialización y modernización de nuestros países convertiría la
cuestión de la integración en algo perteneciente al universo de las necesidades y el
mundo objetivo, es decir en una cuestión de cuya respuesta depende la continuidad
histórica y económica de nuestros pueblos.
La democratización del sistema político argentino y de la renta agraria producida
por el yrigoyenismo, así como la más lenta crisis de nuestra economía agro exportadora,
prolongaron la agonía del régimen oligárquico hasta la década del ´40.
La República Vieja, de los ingenios y las plantaciones, del café, del caucho y del
cacao, entró en aguda crisis en la década del ´20. Las pujas entre los distintos estados y
sus monoproducciones para ocupar el centro de las decisiones políticas y económicas,
32
Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 84.
33
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
que el estado republicano había relativamente armonizado durante sus años de
esplendor y sobre la base de los altos precios internacionales, terminaron por quebrarla.
IV. La Unidad Latinoamericana en el siglo XX
1
Ibídem
2
No es un dato intrascendente el del lugar de nacimiento del presidente, ya que la República Vieja se
caracterizó por un rabioso federalismo, opuesto al centralismo burocrático y cortesano del Imperio. Como
hemos dicho más arriba, este federalismo se basaba, más que en concepciones doctrinarias, en el
equilibrio entre los productores de las diferentes materias primas destinadas al mercado externo. Este
equilibrio fue siempre inestable y produjo permanentes conflictos en la vida institucional de la República.
“En Brasil no se vio ni bajo el Imperio ni durante la ‘República de los coroneles’ (1889–1930), la
formación de una ‘unidad de clase’, por parte de las clases dominantes, del mismo estilo que la alianza
hegemónica de la Argentina”, Cardoso, Fernando Henrique, op. cit., pág. 109.
designar al paulista Julio Prestes3. La maniobra da como resultado la rebeldía de un
grupo de fuerzas políticas de los estados de Río Grande do Sul, de Minas Gerais y
Paraíba que se agruparán en la Alianza Liberal, con Getulio Vargas, gobernador
entonces del primer estado mencionado, como candidato a presidente.
La democracia brasileña de entonces estaba en manos del sistema fazendeiro y
exportador y los resultados amañados, el fraude y la manipulación electoral formaban
parte esencial del mismo. Había crecido la población de los grandes centros urbanos y
una lenta industrialización había ido instalándose en el eje São Paulo, Río de Janeiro y
Belo Horizonte, como resultado de la Primera Guerra y las dificultades de
abastecimiento a los países importadores de manufacturas. Una lenta y primitiva
“sustitución de importaciones” había comenzado. Estas importantes modificaciones en
la vida social no tenían correlato alguno en el sistema político vigente.
La década anterior había visto la “Revolución Tenentista”. “El ejército –sobre
todo entre los oficiales de menor graduación provenientes de clase media– que hasta
entonces actuara solamente por vías indirectas, manteniendo el acatamiento al poder
civil y sosteniendo el statu quo político, comenzó a dar signos de incomodidad con su
papel de convidado de piedra”4. En julio de 1924 estalla una sublevación en São Paulo,
encabezada por oficiales del ejército de muy baja graduación –de ahí su nombre– que
logra controlar la ciudad durante un mes. No fue un simple pronunciamiento militar en
busca de algún cambio de gobierno, sino que pretendía un cambio de las estructuras
políticas y económicas del Brasil “café con leche”. Y aunque el movimiento fue
reprimido y vencido, tuvo coletazos de una enorme influencia en el estado de ánimo
colectivo5.
La Alianza, que expresaba básicamente a sectores productivos vinculados al
mercado interno, proponía importantes reformas políticas y sociales, de carácter
nacionalista y de protección industrial. La campaña tuvo un carácter de intensa
agitación y Getulio Vargas no evitó, incluso, referirse al general Prestes y su epopeya.
3
No confundir con el general Luis Carlos Prestes, el legendario militar de la Revolución de los Tenientes
y héroe de la proeza realizada por la Columna que llevó su nombre, y que al frente de unos mil hombres
recorrió más de 25.000 kilómetros, atravesando casi todo el inmenso país. Cuando en 1927 es derrotado,
el general Prestes se refugió en Buenos Aires, donde adscribió al partido Comunista.
4
Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 87.
5
El general Isidoro Dias, jefe de la sublevación, explicó de esta manera el levantamiento: “el Brasil esta
casi en quiebra y no puede pagar las obligaciones de su deuda fabulosa (…) las clases pobres están
acosadas por la miseria y por el hambre (…) los diputados, senadores, presidentes de los Estados y el
Presidente de la República son designados o nombrados (…) por verdaderos trusts de la rendidora
industria política”. Cit. en Ramos, Jorge Abelardo, Historia de la Nación Latinoamericana, tomo 2,
pág. 148.
Las elecciones en el mes de marzo son ganadas por Getulio. Sin embargo, el
Congreso y Washington Luiz reconocieron como ganador a Julio Prestes.
El asesinato, por motivos harto confusos, del candidato a vicepresidente de la
Alianza Liberal, João Pessoa, gobernador de Paraíba, después de los comicios, puso la
situación política al rojo vivo. Muchos seguidores de Getulio creyeron ver detrás de la
pistola asesina la mano del gobierno federal. La Alianza Liberal y un importante sector
del ejército se alzaron en armas en defensa de su victoria electoral y de la legalidad
constitucional, con Getulio Vargas a la cabeza. El movimiento se expandió por todo el
país y logró masivas adhesiones en diversos estados, hasta que el 24 de octubre de 1930
el presidente en ejercicio fue depuesto. Se constituyó una junta militar en Río que
entregó el poder a Vargas el 3 de noviembre de 1930, con facultades discrecionales.
8
Cit. en Carrazzoni, André, op. cit. pág. 59.
9
Darcy Ribeiro, Entrevista, 1990.
2. ¿Qué fue la Revolución del Treinta en Brasil?
14
Cit. en Almanaque Abril, 1988, São Paulo, 1988.
15
Ribeiro, Darcy, op. cit.
16
Como curiosidad vale la pena mencionar que en aquellas dramáticas jornadas nació un llamativo
invento del profesor Otavio Teixeira Mendes, voluntario civil en el batallón insurrecto de Piracicaba,
consistente en una manivela que hacía girar una rueda dentada que tocaba una lámina de acero,
provocando un sonido similar al de la metralla. Con este artificio intentaban los paulistas insurrectos
suplir su carencia de armas. Se lo conoció para siempre con el nombre de "matraca" y ha alegrado desde
entonces todas nuestras fiestas infantiles.
17
Thomas E. Skidmore, Brasil: de Getulio Vargas a Castelo Branco (1930-1964), 4º Edición, Paz e
Terra,
La nuevo constitución, eminentemente centralista, logró disolver para siempre el
particularismo terrateniente y sentar las bases del Brasil que hoy conocemos. Bajo su
vigencia fue electo Getulio como presidente constitucional del Brasil.
El mundo en la primera mitad de la década del ´30 estaba dividido en tres grandes
campos políticos e ideológicos. Por un lado, las potencias imperialistas occidentales,
encabezadas por Gran Bretaña, EE.UU y Francia, triunfantes en la Gran Guerra y con
aceitadas relaciones con los gobiernos sudamericanos. Por el otro, habían comenzado a
alzarse en el continente europeo el fascismo y el nazismo. Estas fuerzas políticas, de
hondo contenido expansionista y de un fuerte ideologismo totalitario, encontraban fácil
eco en los países centrales sacudidos por la crisis del sistema capitalista mundial
expresada en el crash del ´29. En el viejo imperio de los zares se levantaba ya la sombra
ominosa del georgiano José Djugashvili, Stalin, que con mano de hierro imponía su
dictadura personal en la república soviética.
El Brasil de Vargas no pudo quedar al margen de esta situación. La extrema
derecha se organizó en AIB (Ação Integralista Brasileira), dirigido por el paulista Plinio
Salgado. Se trataba de un remedo semicolonial de fascismo mussoliniano, con
llamativas camisas verdes, uniformes, saludo romano y demás parafernalias de su
payasesca estética. El movimiento ganó muchos adeptos, sobre todo en las clases
medias, que veían en el nuevo país una amenaza para la situación privilegiada que
tenían en el viejo régimen fazendeiro18.
El partido Comunista que, en su exilio en Buenos Aires, había logrado afiliar al
general Prestes, crecía en los sindicatos y extendía su influencia en los cuarteles. El caso
de los comunistas en Brasil es especialmente dramático por los acontecimientos que
vendrán. Los comunistas brasileños conseguirán de Moscú una excepción para la línea
de Frente Popular Antifascista, lanzada por la Comintern y Jorge Dimitrov para los
partidos stalinistas. Fundamentaron esta excepcionalidad en la creencia de que, con la
presencia de Prestes, les sería fácil conquistar el poder. En 1935 se lanzaron a una
intentona insurreccional que fracasó estrepitosamente. El fracaso no sólo desarticuló y
destrozo al Partido Comunista, sino que, como sostiene Ribeiro, “el resultado principal
de la cuartelada fue fortalecer enormemente a los integralistas, abriéndoles amplias
áreas de apoyo en muchas camadas de la población, lo que les permitió realizar
grandes manifestaciones con el fin de elegir a Plínio Salgado Presidente de la
República. Getulio terminó por disolver el Partido Integralista, asumiendo el papel de
18
Conf. Scenna, Miguel Angel, op. cit.; Thomas E. Skidmore, op. cit.
Jefe de un ‘Estado Novo’, de naturaleza autoritaria. Quebró el separatismo
aislacionista de los estados, centralizando el poder y enseñando el sentido de la
‘brasileidad’”19.
Respecto al supuesto antidemocratismo de Vargas, que ha sido y es el caballito de
batalla de sus enemigos políticos20, explica el ex ministro de Cultura de Goulart, a quien
venimos citando como testimonio de este período: “La democracia, como estaba
organizada aquí y en la Argentina (antes de Perón), era una democracia del poder
económico. Con las democracias liberales se fortalecía a los ricos a costa de los
pobres. Pero además la ruptura de Vargas es previa al fascismo. Uno de los
argumentos de la derecha era justamente ese: acusaban a Getulio y a Perón de
fascistas, como un modo de combatirlos. Muchos dicen que él se había inspirado, al
alentar la organización sindical, en la Carta del Lavoro de Mussolini. También dicen
lo mismo de Argentina. Pero eso es ignorancia. Lo que influyó en los dos países fue la
decisión de hacer un estado que procurase atender a todas las clases sociales. Hoy, en
cambio, hay una política de caridad”21.
Este fue el Estado Novo que formalmente funda Getulio en 1937, pero que
construyó en la práctica desde la Revolución del Treinta y sobre el cual se asentó el
moderno Brasil. Helio Jaguaribe, el gran sociólogo del nacionalismo brasileño, escribe:
“El desarrollo progresivo de la economía brasileña, iniciado en épocas de la primera
guerra mundial, acrecido con la crisis de 192 e intensamente acelerado después de la
segunda guerra mundial, condujo al país, objetivamente y a despecho de cualquier
acción deliberada, a volverse hacia sí mismo, produciendo para el consumo interno,
adecuando su estructura social a la naturaleza y situación de sus propias clases,
reflexionando sobre sus problemas y modelando sus instituciones bajo la presión de las
propias fuerzas sociales. Esta transformación interior de las condiciones económicas,
19
Ribeiro, Darcy, op. cit.
20
Entre los que se contaba el señor Assis de Chateaubriand, poderosísimo empresario editorial, amo y
señor de la prensa brasileña de la época y vestal impoluta de la libertad de prensa. En 1947 este santo
varón expresó en el Senado de su país: “El Uruguay es una provincia brasileña. Ya, por lo demás,
aconseje a los uruguayos que retornaran a la comunidad brasileña, en una de las veces que estuve allí.
Tengo con este país el complejo de Electra. Soy imperialista nato y creo que debemos cambiar el nombre
de República de los Estados Unidos del Brasil por el de Imperio del Brasil y volver a ser impetuosos
‘imperiales’ del tiempo de la guerra de los Farrapos”. Cit. por Scenna, Miguel Angel, La Cuenca del
Plata, Revista Todo es Historia, Nº 84, pág. 14, Buenos Aires, Mayo de 1974.
21
Ribeiro, Darcy, op. cit.
sociales, culturales y políticas (…) se puede, sin grandes distorsiones, hacer coincidir
con la revolución del 30”22.
Ya en 1933, y por primera vez en la historia del Brasil, el valor de la producción
industrial superó al de la agricultura. Más aún, la industria se convirtió en la principal
fuente de ingresos para el gobierno y la participación de la actividad económica urbana
en el producto bruto se duplicó entre 1929 y 1933. “Se crearon las condiciones para
que el gobierno articulase decisiones fundamentales en relación a la industria
brasileña. Y como éste era el sector que reaccionaba con más rapidez a la crisis, no
tardó mucho para que la formulación de una política industrial se convirtiese en una de
las principales preocupaciones de las autoridades –y los industriales en una sólida
base de apoyo”23.
cualquier otro porque pertenecía a la Alemania oficial, y que el gobierno alemán –Hitler– defendía a los
alemanes fuera de su territorio (…) y que nuestro propio convenio comercial no podría andar sin que se
resolviese este caso. Le respondí que no se podía disfrazar la delicadeza del asunto, que Alemania era
una nación poderosa ante la cual el Brasil era un país pequeño y que justamente por esa razón nuestra
susceptibilidad nacional era mayor; que éramos una nación soberana, que no éramos colonia de nadie, y
que no podríamos aceptar algo que tuviese un carácter de imposición. Éramos, además de eso, un país
de inmigración, y no podríamos hacer a ellos concesiones que pudiesen ser invocadas por otras colonias
extranjeras, con derecho a idénticas reclamaciones. Finalmente que la cuestión no era la existencia de
alemanes pertenecientes al Partido Nazi en el Brasil, sino el modo en que ellos ejercían su actividad.
Esto era lo que precisaba ser examinado y regulado. Que él presentase una exposición de lo que deseaba
y el gobierno brasileño lo examinaría”. (tomo 2, pág. 111 y ss.) ¡Este era el “nazismo” del patriota
brasileño!
26
Conf. Almanaque Abril, 1988, São Paulo, 1988
Disney crean a “Pepe Carioca” (Zé Carioca, en Brasil), el conversador lorito de
sombrero de paja y paraguas que, en la película "Saludos Amigos", representaba a los
brasileños y que, curiosamente, tanto agradó a los propios caricaturizados27.
El hecho de que el año 1930 haya encontrado a Brasil y Argentina frente a dos
políticas radicalmente distintas, no significó, de ninguna manera, un endurecimiento
diplomático. Como es sabido, la conspiración cívico–militar que derrocó a don Hipólito
Yrigoyen tuvo desde el principio el claro designio de restablecer la vieja república
oligárquica que el caudillo radical había democratizado en sus dos gobiernos. Después
del breve interludio de arrestos nacionalistas y fascistoides del obtuso general Uriburu,
el hombre detrás del golpe, el general Agustín P. Justo, se convierte en presidente y da
inicio a lo que en la historia política argentina y gracias a la certera pluma de José Luis
Torre se conoció como “Década Infame”. Con ella, “el país ingresa en los tiempos
modernos. La orgullosa Argentina descubre el siglo XX con la crisis del treinta. Flota
en Puerto Nuevo un tenebroso mundo de náufragos que no provienen del río, sino de la
ciudad hambrienta. Los ex hombres levantan sus ranchos de lata en Villa
Desocupación. Discépolo, poeta del asfalto, escribe sus tangos, penetrados de
amargura siniestra. ¡Un canto a la desesperanza, un himno al fracaso! En todos los
labios se repiten los versos estremecedores de Yira, yira: es la biblia del raté en la
monstruosa ciudad de cemento. Hacen su aparición la ‘voiturette’, el bar automático y
el biógrafo sonoro. ‘Cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga
morfar, te acordarás de este otario que un día cansado se puso a ladrar’. En la
Buenos Aires orgullosa, cantada un día remoto por Darío y Lugones, rezongaban
ahora bardos harapientos”28.
Mientras la revolución brasileña se enfrentaba con la oligarquía agro–exportadora
e impulsaba a la industria, con el golpe del treinta, en nuestro país vuelven los grandes
terratenientes ganaderos y los monopolios exportadores a imponer su dictadura. El
presidente Justo nombra como embajador argentino ante el palacio Catete al mejor
hombre para el cargo. El anciano Ramón J. Cárcano volvía a presentar sus credenciales
27
No es de extrañar que así ocurriera dado que el muñequito resultaba agradable y simpático, muy
distinto a los horribles y holgazanes cuervos, que dormitaban contra un rancho y tocaban eternamente la
guitarra, con los que Disney entendió representar a los mexicanos.
28
Ramos, Jorge Abelardo, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, tomo4, El Sexto Dominio,
pág. 203, 4ª Edición, Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1970.
ante el gobierno de la República de Brasil. “Justo exhumó la política de Roca,
siguiendo paso a paso y calcando al detalle lo hecho treinta años antes por su modelo
político. Era menester volverse hacia Brasil para desalentar a Chile”29. El anciano
cordobés y el riograndense congeniaron de inmediato. Cárcano hablaba portugués y
Vargas, español con el acento correntino propio de un nativo de la orilla del Uruguay.
Entre ellos se estableció una relación que favoreció enormemente el acercamiento entre
ambos países. No debe desestimarse en esto la influencia que pueda haber ejercido el
general José María Sarobe, cercano al círculo justista y, como vimos, vivo impulsor de
la relación con el Brasil30. A tal punto llegó la imitación de lo actuado por Roca que,
como en los tiempos de Campos Salles, Agustín P. Justo fue recibido en Río de Janeiro
y Getulio visitaba la Casa Rosada. También aquí, la sombra del Barón de Rio Branco
imponía la presencia de su genio precursor. Argentina neutralizaba el revivido belicismo
transandino y Brasil tranquilizaba su extensa frontera sur, en el medio de los sacudones
generados por la política varguista.
No faltaron, obviamente, lo roces. La absurda guerra del Chaco, entre Paraguay y
Bolivia, puso las relaciones en tensión. Entre 1932 y 1935 se enfrentaron Paraguay y
Bolivia en una absurda y extenuante guerra por la posesión del territorio del Chaco,
situado entre el río Paraguay al este, el Pilcomayo al sur, los Andes al oeste y el Brasil
al norte. Consecuencia tardía de la Guerra de la Triple Alianza, la guerra del Chaco
enfrentó diplomáticamente a Itamaraty y el Palacio San Martín. El gobierno argentino
apoyaba abierta y decididamente al paraguayo, proveyéndolo de armas y otros
suministros. Brasil, por su parte, sostenía al gobierno boliviano. Las relaciones se
enfriaron, hasta que la gestión del canciller argentino Saavedra Lamas logró dar fin a la
guerra que desangró a ambos pueblos contendientes. El 12 de junio de 1935 logra
firmarse la paz.
En 1937, el régimen de Vargas se ha endurecido. Ha recibido poderes casi
dictatoriales y gobierna por decreto. Sin perder su carácter civil, el régimen tiende a
militarizarse. Se establece “una mezcla de poder paternal, encarnado por Getulio
Vargas –que comienza a transformarse en el ‘padre de los pobres’– y de poder
29
Scenna, Miguel Angel, op. cit. pág. 90. A principios del ´30 se tuvo conocimiento de un intento de
invasión sorpresiva de Chile a la Patagonia. El descubrimiento quitó el factor sorpresa y Chile dio marcha
atrás. Las relaciones pasaron por un momento pésimo, que dejó como saldo, en la Argentina, la creación
de la Gendarmería Nacional.
30
V. nota 26.
burocrático, ejercido por técnicos influenciados por el positivismo”31. Amparado en
esos vientos, los militares brasileños, bajo la conducción de Goes Monteiro, con el
argumento de su debilidad con respecto a las FF.AA. argentinas, dan inicio a una
carrera armamentista de las que, de vez en cuando, se han producido entre los dos
países. Tampoco en esta oportunidad las cosas pasan a mayores y en noviembre de ese
año se despide de Vargas su amigo Ramón J. Cárcano. Ya tiene 77 años y sus fuerzas
no le permiten continuar en el cargo. Se retira con la convicción de que “mientras
Vargas fuera presidente no habría choques violentos con la Argentina” 32. El anciano
compañero de armas de Juárez Celman ha contado la cena celebrada en la embajada
argentina con que despidió al presidente brasileño. Era el 10 de noviembre de 1937, el
día en que Vargas disolvió el parlamento, estableció su poder con atribuciones
dictatoriales y proclamó el Estado Novo. “‘A las 20 horas sonó el teléfono en la
embajada argentina: el presidente Vargas anunciaba su próxima llegada para la
comida. Después de oír esta respuesta el golpe de la mañana me pareció una operación
de geometría. A las 21, en medio de una noche lluviosa, se detuvo el coche que
conducía a Vargas y su familia en la embajada’. Los brasileños sabemos cumplir
nuestras promesas –dijo sonriendo Vargas a Cárcano. –Aunque haga mal tiempo,
contestó con intención el embajador. –La noche está húmeda pero serena, y durante el
día brilló el gran sol de Brasil, retrucó el presidente. –Esperemos que en esta noche
también brillen las estrellas, fue la réplica de Cárcano, Y durante cuatro horas el
hombre que acababa de dirigir un golpe de Estado permaneció departiendo animada y
despreocupadamente. ‘Ni una llamada telefónica, ni un mensaje, la menor interrupción
en su visita, en circunstancias en que sus actos constituyen la preocupación de Brasil,
desde el Amazonas al Uruguay’, anotó con asombro Cárcano”33.
Como queda dicho, Brasil entró en la guerra. La Argentina, por el contrario,
estableció una neutralidad a rajatabla. El presidente Castillo resistió las enormes
presiones de los sectores tradicionales –indignados por las atrocidades nazis e
impávidos ante el encarcelamiento de los patriotas hindúes por el ejército colonial
inglés– que pugnaban por arrastrar a la Argentina a la carnicería europea. Aún así, la
relación con el Brasil de Getulio no sufrió el menor deterioro. El gobierno argentino
31
Caldeira, Jorge, op. cit., pág. 279.
32
Scenna, Miguel Angel, op. cit. pág. 90
33
Ibídem. Conf. Cárcano. Ramón J., op. cit., pág. 406.
consideró al Brasil como país no beligerante, manteniendo con él las prerrogativas
establecidas anteriormente.
El 4 de junio de 1943, con el Ejército nuevamente en la calle, termina, en la
Argentina, la Década Infame. Al riograndense le quedaban tan solo dos años más de
gobierno. De la misma manera que los EE.UU desairaron al Barón de Río Branco en
aquella lejana Segunda Conferencia de La Haya –lo que seguramente le hizo reflexionar
amargamente sobre su “alianza no escrita” con los rudos yanquis–, la relación
preferencial que Vargas estableció con la Casa Blanca, a partir de su ingreso en la
Guerra, fue determinante de su caída en 1945.
35
Ibídem. pág. 286 y ss.
36
En 1939 el general Goes Monteiro fue invitado oficialmente a tomar parte en maniobras militares de la
"Werhmacht", y, junto con el jurista Francisco Campos, fue considerado el jefe del ala profascista del
varguismo. También esos sorpresivos cambios de poncho se han visto en la Argentina.
37
Conf. Almanaque Abril, 1988, São Paulo, 1988
especial con Brasil y los países vecinos. “El punto de unión más importante entre la
realidad brasileña y la argentina a partir de los años 40 fue la ampliación de la
representatividad política de un extenso contingente de trabajadores urbanos. Ambos
procesos tuvieron en común el surgimiento de liderazgos personales únicos, capaces
de asegurar un nuevo status económico y político a las clases trabajadoras de sus
países”38.
El gobierno militar del golpe de junio de 1943, como se sabe, afirmó aún más la
neutralidad argentina en la guerra. Si en algún momento el Departamento de Estado
pensó que el cambio de autoridades podría implicar un alineamiento de la Argentina con
las potencias aliadas, la ilusión se desvaneció rápidamente. El golpe había dado fin a la
preeminencia oligárquica restaurada en el ´30 y, aun con excesos ideológicos y un acre
tufillo a sacristía, el movimiento daba muestras de pretender cambiar las bases
tradicionales de sustentación del poder inglés en Buenos Aires. La respuesta
norteamericana fue la acusación de nazi al gobierno y el establecimiento de un rígido
bloqueo diplomático, político y económico.
Merced a esta situación, según Scenna, “Brasil fue armado hasta los dientes
gracias a la ley de préstamos y arriendos. Nuestro país, que no renovaba equipos desde
los tiempos de Justo, comenzó a retrasarse sideralmente frente a un material novedoso
elaborado en base a la experiencia de guerra. (…) Ello provocó de rebote la reacción
defensiva argentina. En vista de que no vendrían armas de afuera, habría que
fabricarlas adentro. Desde la presidencia del general Farrell el ejército comenzó a
elaborar su propio material, reemplazando la importación de tecnología, circunstancia
totalmente novedosa en Latinoamérica, cuidadosamente observada por Brasil”39.
En este cerco impuesto por el Departamento de Estado, entonces en manos de
Cordell Hull, no faltaron, incluso, intentos de invasión. Argentina era en ese momento
el único país sudamericano que se resistía al embate de Washington y pugnaba
porfiadamente por su neutralidad. Pero, además, y lo que en cierto sentido empeoraba el
agrio humor del cuáquero ministro norteamericano, era que su ejemplo comenzaba a ser
admirado por el resto de los pueblos hermanos, despertando simpatías hasta en el Brasil.
La diplomacia yanqui intentó comprometer al gobierno de Getulio, que, como hemos
38
Hirst, Mónica, Vargas y Perón, las relaciones argentino–brasileñas, Revista Todo es Historia, Nº
224, página 9, Buenos Aires, diciembre de 1985.
39
Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 93.
dicho, recibía todo tipo de atenciones económicas y políticas por parte de Washington,
en la maniobra bélica destinada a aplastar la rebeldía argentina. “Pero había tenido
razón Cárcano: mientras Vargas fuera presidente no tomaría medidas agresivas contra
nuestro país. (…) De modo que el rechazo fue total y definitivo. Brasil mandó 25.000
hombres a luchar en Europa en una guerra que le era ajena, pero se negó a mover un
soldado contra la Argentina”40.
Como tenemos dicho más arriba, el Brasil había entrado en una intensa agitación
contra el varguismo. La llegada del primer regimiento de la Fuerza Expedicionaria
Brasileña, que supuestamente venía de reinstalar la democracia en Europa, contribuyó
grandemente al ambiente de hostilidad al presidente. En agosto de 1945, ese año
decisivo para Brasil y Argentina, se producen muy importantes manifestaciones de
trabajadores que pedían la continuación de Getulio al frente de la presidencia y, por lo
vídeo.
tanto, su presentación como candidato para las elecciones en ciernes. Dado que
desfilaron por la playa de Russell y frente al Catete, bajo la consigna “¡Queremos
Getúlio!” la prensa opositora los denominó “queremistas”. Las movilizaciones
permitieron ver el grado de popularidad que en los sectores más humildes de la
población mantenía “el padre de los pobres”44. La oposición tembló. ¿Nuevamente
habría un nuevo ´37? ¿Intentaría el dictador, llevado por su insaciable sed de poder,
movilizar la parte baja de la sociedad, en busca de su perpetuación en el poder?
En un libro que es una larga conversación con el ya retirado general Goes
Monteiro45, éste hace una insinuación sobre la posibilidad de una participación de
Lusardo en las movilizaciones de los “queremistas”. De manera sinuosa deja entrever
que fue gracias a sus informaciones sobre la “regimentación peronista que Vargas fue
seducido con la posibilidad de una reversión de la crisis del Estado Novo” 46. Como ya
vimos, el general Goes Monteiro había sido un ferviente admirador de las paradas de la
Werhmacht, del paso de ganso y las cruces gamadas del Tercer Reich. En los años más
duros del Estado Novo, su nombre estuvo siempre vinculado a los excesos de la policía
política, a la censura de prensa, a la línea más inclemente en la represión,
encarcelamiento y tortura a los militantes comunistas de la fallida insurrección de
Prestes. Pero estamos en 1945 y los aliados están ganando la guerra. En ese extenso
reportaje dice: “El embajador del Brasil en Montevideo, señor Batista Lusardo, en su
correspondencia personal con el presidente Getulio, se mostraba muy adverso y hostil
al gobierno argentino y al régimen que fuera implantado en 1943. Mas tarde modificó
su opinión, convirtiéndose en uno de los mayores apólogos del ‘dúo’ Perón–Hitler” 47.
La impostura del impávido general no puede ser mayor. El gobierno de Perón, como
sabemos, fue, en el sentido social e ideológico, una antípoda del régimen juniano, pero
el general sabía “hacerse amigo del juez”.
Refiriéndose al 17 de Octubre, sostiene: “No tenga dudas, señor, de que fue bajo
la influencia de esos acontecimientos en el país vecino, mezclado con lo que ocurría en
Brasil, que surgió una cuarta etapa para la actitud final del presidente Getulio (…) Lo
que procuraban entonces, el señor Getulio Vargas y sus aliados, era únicamente
establecer un clima de agitación capaz de dar la apariencia de que las instituciones del
44
Conf. Scenna, Miguel Angel, op. cit; Hirst, Mónica, op. cit.; Almanaque Abril, 1988; Caldeira, Jorge,
op. cit
45
Coutinho, Lourival, O general Goes depoe, Río de Janeiro, 1956.
46
Monteiro, Clauco, Op. cit.
47
Coutinho, Lourival, op. cit. Pág. 402
país estaban en peligro, y, de este modo, arrastrar una vez más, a los responsables de
nuestras Fuerzas Armadas, que, así lubricadas, podrían llegar a convencerse de la
inconveniencia e inoportunidad de las elecciones programadas y, consecuentemente,
sostener en el poder al señor Getulio Vargas, esto es, a saciar su obsesión” 48. (…) El
embajador Batista Lusardo, en Buenos Aires, escribió, entonces, una carta relatorio al
presidente Getulio, comentando los acontecimientos allí ocurridos, según el prisma que
le parecía más conveniente, para una analogía con la situación del Brasil. Después de
ello, en el primer encuentro oficial que tuve con el presidente, él me habló
insistentemente sobre el ‘affaire’ argentino, refiriéndose con entusiasmo al poder de las
masas, y noté que, en esa ocasión, estaba muy impresionado en ese aspecto. Pude,
asimismo, establecer un nexo con lo que ocurría con las manifestaciones populares…”
El admirador de las colonias laborales de Auschwitz y Treblinka se sentía nervioso
frente a la posibilidad de que la movilización popular diese aire a la continuidad de
Vargas, desarticulando los planes de sus nuevos jefes. “En las insinuaciones del
presidente Getulio sobre la reposición del general Perón hizo ciertos comentarios que
me parecían equivocados. Le dije que el caso brasileño era diferente al caso argentino;
que no pensase que Perón fue reconducido al Poder tan sólo por la fuerza de las
masas, sino, y principalmente, por las fuerzas del Ejército, las tropas de Campo de
Mayo, a las órdenes del general Avalos, opuestas a la Marina que antes había detenido
a Perón. Pude notar que al presidente Getulio no le agradó esa interrupción a su
manifestación concordante con lo que aconteciera en la Argentina”. Mucho menos le
hubiera agradado si hubiese sabido que el general, ahora admirador de Patton, le estaba
mintiendo a sabiendas. No había sido la Marina la que había detenido a Perón sino el
propio general Avalos, y habían sido sí las fuerzas populares las que lo habían
liberado49.
Cuando su coterráneo Vargas es derrocado, Lusardo estaba en Mar del Plata. Un
lacónico telegrama le informa de la situación y se vuelve de inmediato al Palacio
Errázuriz y desde allí envía un telegrama de solidaridad con Getulio y otro al ministro
de Relaciones Exteriores, manifestando su dimisión al cargo en Buenos Aires. “Yo no
me podía quedar. Era un elemento de confianza de él”, explica en sus memorias. El
48
Ibídem, pág. 433.
49
Esto dicho al margen de que un importante sector del Ejército apoyaba a Perón y que se montaba sobre
la movilización popular para doblegar a la conducción liberal. Pero no era esto lo que quería decir el
general Goes. Simplemente quería sacar de la cabeza tozuda y revolucionaria de su presidente la idea de
que una gran pueblada podía disolver los planes de la embajada norteamericana.
presidente Farrell le da un avión para que vuelva a su país y el riograndense se dirige a
Uruguayana. Allí se encontrará con los correligionarios que, desde el exilio en la
estancia Santos Reis de Getulio, preparan el candidato para la elección próxima. De esas
conversaciones con los antiguos conmilitones del ´30 saldrá la candidatura de Eurico
Gaspar Dutra.
En estas elecciones João Batista sale electo diputado nacional por su estado. Su
papel en las elecciones ha sido fundamental. En primer lugar, convenció, no fácilmente,
al exiliado en São Borja, que era necesario apoyar al general, cuya lealtad era para
Getulio muy dudosa. De lo contrario, sostenían Lusardo y Neves da Fontoura 50, ganará
el brigadier Eduardo Gomes que es mucho más antigetulista. “E aí voce estará
liquidado de vez…”51. El propio Getulio acepta que João Batista participe junto al
candidato presidencial en la campaña. Con el triunfo de Dutra, Lusardo es elegido
diputado. A los tres meses de jurar, pide licencia a la cámara y asume nuevamente como
embajador en la Argentina.
La recepción que el presidente electo, y aún no asumido, Juan Domingo Perón
brindó al regreso de su amigo fue una experiencia que ningún otro embajador del Brasil
tuvo el placer de atravesar. El propio Lusardo cuenta: “Buenos Aires no vio recepción
igual … Parecía la llegada de alguna alta personalidad porteña”52. Las fotografía de la
época del arribo de Lusardo a Buenos Aires permiten entrever una gentileza y una
atención extrema del presidente de la República y de su esposa y como afirma Glauco
Monteiro: “Un cierto aire de perplejidad por parte de las autoridades del vecino país:
amables y gentiles, se muestran algo incómodas con aquella efusión ante un extranjero.
‘Pero Perón sabe lo que hace’”53.
En el diario "Mediodía" del 21 de mayo de 1946, con el título “Perón da un golpe
efectivo para acercarse a Brasil”, puede leerse: “Juan Perón hizo una abierta
sugerencia de desarrollar una estrecha amistad con el mayor vecino de la Argentina, el
Brasil, al dirigir personalmente una delegación de centenares de sus partidarios
50
Un poco más adelante volveremos sobre este personaje, compañero de universidad de Getulio,
conmilitón en la Revolución del Treinta, y que tendrá un papel fundamental en su caída en 1954. Era la
figura más destacada de la derecha getulista. Pero no nos adelantemos.
51
Monteiro Glauco, op. cit., pág. 303.
52
Ibídem, pág. 305.
53
Ibídem.
políticos que fue a dar una entusiasta bienvenida al embajador brasileño, João Batista
Lusardo. En una ceremonia sin precedentes que tuvo lugar en una estación terminal
ferroviaria de la ciudad, el presidente electo abordó el tren y abrazó públicamente a
Lusardo, al tiempo que la multitud de peronistas gritaba: ‘Viva Brasil’. (…) Lusardo
llevaba entrelazadas las banderas de Argentina y de Brasil, y les dio un beso a ambas
entre los gritos de júbilo de la muchedumbre”54. El general Perón había encontrado en
el embajador brasileño la persona con la cual intentar desarrollar sus ideas sobre la
unidad del continente.
Esta recepción generó una polémica en la Cámara de Diputados del Brasil del que
se hizo eco la prensa. En “O Jornal” aparecen destacadas las palabras de protesta del
diputado general Flores da Cunha, de la UDN. Después de calificar al emperador Pedro
II, el autócrata y esclavista verdugo del pueblo paraguayo, como “incomparable
estadista americano”, da Cunha afirma: “Esta fue siempre la política tradicional del
Brasil: la de marchar al lado y en completa solidaridad con los Estados Unidos. ¿Por
qué trabarla o interrumpirla, cuando juntos y hermanados acabamos de vencer a los
enemigos de la civilización humana?” Y agrega, para terminar: “Estamos en presencia
de una violación flagrante de las prácticas diplomáticas y de los cánones más
rudimentarios de la cortesía y del respeto que se deben los pueblos”. Y después de
celebrar que “la gran nación hermana haya vuelto al régimen de la legalidad”, termina
su discurso el inflamado tribuno: “Por ello los aplaudimos cordial y calurosamente,
porque para nosotros, como para los antiguos Griegos, sólo es democracia la
Organización del Poder que se opone al despotismo”55. Todo Tartufo que se precie
debe apelar a los clásicos.
Ya desde antes de que la voluntad popular lo convirtiese en presidente, el último
caudillo argentino veía que el entrelazamiento de destinos con el Brasil era el único
futuro posible para el continente. Como afirma lúcidamente Alberto Methol Ferré: “Fue
dentro de una perspectiva del proceso histórico mundial, pensado y comprendido
expresamente desde Argentina y América Latina, que Perón formuló su estrategia de
desarrollo esencial para su propio país. Este desarrollo lo concebía íntimamente ligado
a su contexto latinoamericano. Más aún, imposible sin su enlace con Brasil. Esta fue su
54
Cit. ibídem.
55
El recorte aparece transcripto como anexo a la nota R.E. nº 290 de la Embajada de la República
Argentina en Río de Janeiro de fecha 22 de mayo de 1946.
audacia y originalidad mayor”56. El riograndense Lusardo era exactamente el
interlocutor que Perón necesitaba para poner en práctica sus planes.
Archibaldo Lanús, en su libro “De Chapultepec al Beagle”57 no le ha dado el
lugar que se merece a esta etapa de la política exterior de Perón con respecto al Brasil.
Pese al poco eco que despertó en los círculos curialescos de Itamaraty, como ya
veremos más adelante, todas las propuestas y los gestos de Perón dirigidos a la
cancillería brasileña a través de Lusardo –hombre de confianza de Vargas, como
sabemos– eran tan sólo antecedentes de la política que, osadamente, trataría de
desarrollar cuando, llevado por el voto popular, Getulio volvió al palacio del Catete.
Pese a lo afirmado por Miguel Angel Scenna –“El quinquenio que cubre el mandato de
este gobernante (Dutra) se caracterizó por las relaciones formalmente corteses pero
carentes de entusiasmo con la Argentina”58– las gestiones de Lusardo hicieron posible
un acuerdo de suministro de trigo, que no dejó de traerle dolores de cabeza al
embajador, con una interpelación en la Cámara de Diputados. No es del caso aquí narrar
los pormenores59. El hecho es que tanto Lusardo como la diplomacia argentina empiezan
a encontrar sólidas resistencias en los más altos responsables de la política exterior
brasileña.
En 1947 es electo gobernador de Rio Grande do Sul el doctor Walter Jobim.
Hombre vinculado a las intervenciones varguistas en su estado, su sueño había sido y
era un plan estadual de electrificación, tarea que no había logrado por falta de
financiación. Al asumir, vuelve a poner sobre el tapete su viejo sueño. En una entrevista
con Lusardo, Perón le manifiesta haber leído en la prensa brasileña sobre los planes de
Jobim y le ofrece un préstamo en las mismas condiciones favorables que el realizado a
Chile60. Perón, en conocimiento de la imposibilidad constitucional de los estados
federados de asumir empréstitos internacionales, le propone a Lusardo que plantee el
ofrecimiento al presidente Dutra.
56
Methol Ferré, Alberto, op. cit. Pág. 23.
57
Lanús, Archibaldo, De Chapultepec al Beagle, pág. 7, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986.
58
Scenna, Miguel Angel, La cuenca del Plata, pág. 13.
59
Pueden leerse en, Monteiro, Glauco, op. cit., pág. 307 y ss.
60
Obviamente en el ofrecimiento de Perón había algo más que generosidad con el vecino. Toda la tarea
de seducción por parte del presidente argentino hacia el embajador Lusardo y el país al que este
representa tiene como objetivo acercar al Brasil a las propuestas argentinas y aflojar, de esa manera, el
rígido alineamiento de la política exterior brasileña con los dictados de Washington en el Cono Sur. El
objetivo táctico a alcanzar era un diálogo amplio y franco con Dutra.
Lusardo vuelve a su terruño, conversa con el gobernador, quien aceptó
complacido la propuesta, y se dirige a Río para hablar con Dutra. Convence a su
presidente y éste se compromete a recibir toda la papelería del caso y entregarla al
Ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Fernandes. Lusardo, de vuelta en Buenos Aires,
espera ansioso el inicio de las negociaciones por parte de su superior. Pero el tiempo
pasa y no hay novedades. Por fin llega al palacio Errázuriz una nota firmada por el
canciller, en la que se rechaza el ofrecimiento con el argumento de que “el patriotismo
y la sensibilidad brasileña no permitían aceptar el empréstito”61.
Cuando el 21 de mayo de ese mismo año ´47 se reúnen en Paso de los Libres y
Uruguayana ambos presidentes, en ocasión de inaugurar la plaza Argentina en la
localidad brasileña, correspondía al canciller Raúl Fernándes agradecer la plaza de
deportes donada por Argentina. Según el historiador riograndense Tadheo Onar,
Fernandes desapareció y se perdió entre la multitud que presenciaba el acto. Ante su
ausencia Dutra debió solicitar a Lusardo que, en nombre del gobierno y el pueblo
brasileños agradeciese el gesto argentino62. Agrega Onar: “Este hecho muestra como
Itamaraty había desligado los intereses del Brasil en la región de la fascinante
comunidad del Río de la Plata, principalmente en relación a la Argentina, que es la
piedra de toque o la fuerza principal para la realización de cualquier proyecto audaz o
arrojado”63. Raúl Fernandes64, como Neves da Fontoura, había tomado del Barón de Rio
Branco una parte de su concepción diplomática: la que establecía la relación
preferencial con los EE.UU. A ello sumaban un punto de vista de cuño imperial en lo
que se refiere a las relaciones con Argentina. Sabía de qué estaba hablando el general
Perón cuando, el 11 de noviembre de 1953, en su discurso en la Escuela Superior de
Guerra, afirmó: “Señores, sé que el Brasil, por ejemplo, tropieza con una gran
61
Ibídem.
62
Conf. La Razón, 22 de mayo de 1947.
63
El texto de Tadheo Onar esta citado en Carneiro, Glauco, op. cit. Pág. 312.
64
Este Canciller del presidente Dutra pertenecía a la UDN, la coalición antigetulista que había perdido
las elecciones. Fue nombrado en reemplazo del veterano João Neves da Fontoura, por gestión directa de
los EE.UU y en circunstancias altamente humillantes para este último. A mediados de julio del ´46 se
reúnen en Versalles los países aliados. En esta conferencia se discutían las reparaciones de guerra que
cada país exigiría a Alemania. Neves da Fontoura dejó azorado a los curtidos participantes de la reunión
al afirmar que no tenía exigencias para hacer. Su respuesta, contrariamente a lo que había pretendido,
indignó a los norteamericanos y los llenó de desconfianza sobre el canciller brasileño al punto de dirigirse
a Dutra y exigirle su renuncia. El tornadizo presidente pidió y aceptó la dimisión de João Neves durante la
misma conferencia y nombró al udenista Raúl Fernandes, que hasta ese momento era un miembro más de
la delegación brasileña en Versalles. Esta movida significó una alianza del presidente con el partido de la
oposición y el alejamiento relativo de los sectores más getulistas. Una de las condiciones de la asunción
de Fernandes –un ferviente antiperonista– fue el retiro de Lusardo de la Argentina. Conf. Carneiro,
Glauco, op. cit., pág. 318
dificultad: es Itamaraty, que constituye una institución supragubernamental. Itamaraty
ha soñado, desde la época del Emperador hasta nuestros días, una política que se ha
prolongado a través de todos los hombres que han ocupado ese difícil cargo en el
Brasil. Ella los había llevado a establecer un arco entre Chile y Brasil; esa política
debe ser vencida con el tiempo y por un buen proceder de nuestra parte”65. Fue esa
política la que hizo estériles los esfuerzos en este período de Lusardo y Perón, tratando
de que el encuentro de Uruguayana trascendiese la cortesía formal de un encuentro a ese
nivel. Como apunta Archibaldo Lanús: “Ya en este acto protocolar pueden observarse
dos actitudes: la del Jefe de Estado Argentino abierta y confiada, y la del brasileño,
más escéptica y limitativa”66. Los discursos emitidos por ambos mandatarios
testimonian estos dos estados de ánimo. Sostuvo Perón: “No puede hablarse de las
historias de nuestras patrias, sino de una sola historia. Tampoco puede hablarse de
impulsos nacionales sino de un solo impulso americano, porque éstos y aquélla, sin
desconocer los fuertes valores de ambos pueblos, han sido siempre un solo y feliz
camino hacia el porvenir. (…) Son los destinos del Brasil, destinos unidos con los de
Argentina, los de Argentina unidos a los del Brasil, son los de la América misma,
destinos que se encuentran representados en estas reinvindicaciones de virtudes para
la latinidad. (…) Por esta carretera que se abre para el paso de nuestros hombres y de
nuestros pueblos pasará la nacionalidad continental pronosticada por nuestros
visionarios y consolidada por nuestros empeños. (…) Si somos capaces de vencer a la
naturaleza en sus esquemas telúricos, seamos también capaces de vivir sin fronteras en
esta inmensa democracia, donde los afanes son universales y en donde los sentimientos
son fraternos”67. Perón comenzaba a desplegar ante su par brasileño conceptos
doctrinarios que hacían a su visión estratégica sobre la unión latinoamericana. Resulta
difícil sustraerse al magnetismo de estas palabras que, a la vez que expresaban un deseo,
intentaban, al enunciarlo, ponerlo en marcha. Nada más lejos de su pensamiento que el
estrecho molde de un nacionalismo de campanario.
65
Perón, Juan Domingo, América Latina en el año 2000: unidos o dominados, pág. 79, Ediciones de
la Patria Grande, Casa Argentina de Cultura, México, 1990. Este libro contiene una selección de artículos
periodísticos publicados por Perón bajo el seudónimo Descartes, así como los principales discursos
vinculados al tema de este ensayo.
66
Lanús, Archibaldo, op. cit., pág. 8
67
Del discurso del general Juan Domingo Perón, pronunciado en Paso de los Libres el 21 de mayo de
1947. La Razón, Buenos Aires. El l discurso fue pronunciado después de un almuerzo celebrado en el
Casino de Oficiales del Regimiento 27 de Infantería en esa localidad correntina
Estas, en cambio, fueron algunas de las palabras de Dutra: “Este nuestro
encuentro señor presidente, tiene un doble significado. Es una demostración de la
antigua cordialidad argentino–brasileña y al mismo tiempo una refirmación pública de
los propósitos en que están empeñados nuestros dos países de proseguir trabajando en
armonía para bien recíproco, beneficio de América y provecho del orden
internacional.”68 Cordialidad, armonía y orden internacional era el mensaje del
presidente brasileño. No había el menor hálito de una voluntad que recogiese la
propuesta que Perón le formulaba. “Como es de conocimiento común que de la
prosperidad de las partes depende la prosperidad del todo, podemos decir que, como
miembros del sistema interamericano, cuando trabajamos en el orden bilateral estamos
trabajando en interés de todo el continente” 69. Detrás del lugar común se veía la
docilidad a aceptar sin retaceos el punto de vista del “panamericanismo”
norteamericano. El brindis final es revelador: “Es mi deseo, y conmigo lo desea todo el
Brasil, que bajo su esclarecida presidencia pueda su país, señor presidente proseguir
su obra de trabajo, de progreso y de orden” 70. Nuevamente el viejo Augusto Comte
servía para frenar los ímpetus transformadores. Unos días después, el diario “La
Nación”, con su soporífera prosopopeya, editorializaba sobre el encuentro y terminaba
diciendo: “La persistencia de las naciones de este continente en seguir ese rumbo (se
refiere al de formalizar reuniones entre los distintos presidentes) es un hecho que
llevará a la práctica la profecía del gran ministro Canning sobre el papel del Nuevo
Mundo”71. El arquitecto de la balcanización del Plata era elevado al rango de precursor
de los esforzados intentos de unidad. Nunca más acertada la obligada y casi obvia
comparación con la presencia de Poncio Pilatos en el Credo.
Dice Scenna: “Las cosas no se modificaron en los años siguientes. El Brasil de
Dutra siguió siendo dócil satélite con escasa latitud de pensamiento propio. En todas
las conferencias panamericanas siguió al pie de la letra la posición norteamericana.
Cuando estalló la guerra fría entre los viejos aliados de la guerra caliente y el mundo
se escindió en dos bloques encabezados por Estados Unidos y Rusia en puja por el
dominio mundial, Brasil se plegó con entusiasmo al Departamento de Estado” 72. En el
68
Del discurso del general Gaspar Dutra en Paso de los Libres. La Razón, 21 de mayo de 1947.
69
Ibídem.
70
Ibídem.
71
La Nación, 23 de mayo de 1947, pág. 4.
72
Scenna, Miguel Angel, op. cit. Pág. 12.
mejor de los casos trató de mediar entre la Argentina y EE.UU., como en las
negociaciones de Chapultepec, en febrero de 1945, o en la reunión de Río de Janeiro en
1946, a efectos de evitar que Buenos Aires quedara fuera del sistema interamericano.
Esto le permitía a la diplomacia brasileña fortalecer su posición como interlocutor
privilegiado de Washington73.
El 6 de febrero de ese mismo año ´47 João Batista Lusardo se volvía al Palacio
Tiradentes en Río a ocupar su banca de diputado riograndense. El presidente Dutra, por
las razones que ya vimos, le había pedido la renuncia. Pero su ausencia de Buenos Aires
no será para siempre.
73
Conf. Hirst, Mónica, op. cit., pág. 10. Dice la autora: “Algunos sectores políticos en Brasil temían que
la prosperidad de Argentina de postguerra le permitiera una expansión económica y militar que
terminaría afectando el proyecto internacional del país”. En ese lugar, la autora insinúa que la
desconfianza brasileña se basaba en el hecho de que Gran Bretaña era la principal base de sustentación
externa de la Argentina, lo que creaba, según sus palabras, “un margen de autonomía con significados
ambiguos para el Brasil”. La teoría del antinorteamericanismo de Perón por su relación con los ingleses,
que hizo célebre a ciertas interpretaciones izquierdistas antiperonistas, reaparece en una versión más
académica.
74
Cit. En Hirst, Mónica, op. cit.
“El intento de Perón de instituir un ‘Nuevo A.B.C.’ iba mucho más allá que el
primer A.B.C., que no había alcanzado a ser más que un tratado para la solución
pacífica de las controversias. Ahora Perón buscaba, a través de un proceso de
complementación económica y unión aduanera, establecer la alianza Argentina, Brasil
y Chile, con el propósito de extenderla a todo el conjunto de América del Sur. Era una
empresa sin precedentes”75.
En declaraciones a la prensa, en una fecha tan temprana como el 19 de enero de
1948, Perón explicó: “Yo estoy por la constitución inmediata de una unión aduanera
sudamericana, a fin de que formemos un bloque económico capaz de discutir sobre
un pie de igualdad con las grandes masas económicas que se constituyen en otras
latitudes. Es necesario que los latinoamericanos unan sus esfuerzos a fin de que la
gran civilización de la cual son herederos no desaparezca absorbida por los eslavos y
anglosajones, constituidos actualmente en bloques antagónicos pero que en cualquier
momento pueden unirse” (el subrayado es nuestro)76.
Este concepto, planteado al principio mismo de su gobierno guiará toda la política
latinoamericana de Perón hasta su muerte. Como dice Lanús: “La política
latinoamericana de la Argentina, contrariamente a la del Brasil, no se basó en una
alianza militar y política con los Estados Unidos, sino que trató afanosamente de
consolidar un espacio de solidaridad política y económica entre los países de América
Latina y en especial con los del Sur del continente, es decir, Brasil, Chile, Bolivia,
Paraguay y Perú”77.
Unos años después, en 1951, Perón publico, bajó el seudónimo Descartes, un
artículo titulado “Confederaciones Continentales”. En él, expone los fundamentos
centrales de su pensamiento sobre este tema y el A.B.C. es presentado para el gran
público. Comienza afirmando: “Varios estudiosos del siglo XIX ya habían predicho que
al siglo de la formación de las nacionalidades, como se llamó a éste, debía seguir el de
las confederaciones continentales. (…) Hace ya muchos años un brasileño ilustre que
veía lejos, Río Branco, lanzó la idea del A.B.C., pacto político regional destinado a
tener proyecciones históricas. (…) El A.B.C. sucumbió abatido por los trabajos
subterráneos del imperialismo empeñado en dividir e impedir toda unión propiciada o
realizada por los ‘nativos’ de estos países ‘poco desarrollados’ que anhela gobernar y
75
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
76
Cit. en Lanús, Archibaldo, op. cit., pág. 7
77
Ibídem.
anexar, pero como factorías de ‘negros’ y ‘mestizos’ (…) La batalla por esa nueva
forma colonial se decidirá sin duda en el último cuarto del siglo XX. El año 2000
llegará con ese signo o con el triunfo de las confederaciones continentales. (…)
Entretanto, ¿qué hacemos los sudamericanos? Vivimos en pleno siglo XIX en el siglo
XX, cuando el porvenir puede ser nuestro según las reglas del fatalismo histórico y
geográfico, a condición de despertarnos a tiempo”. Y termina esta reflexión
periodística –las notas de Descartes se publicaban en “Democracia”, diario semioficial
que tenía gran penetración popular– con estas palabras: ”La unidad comienza por la
unión y ésta por la unificación de un núcleo básico de aglutinación. El futuro mediato e
inmediato, en un mundo altamente influido por el factor económico, impone la
contemplación preferencial de este factor. Ninguna nación o grupo de naciones puede
enfrentar la tarea que un tal destino impone sin unidad económica” (el subrayado es
de Perón).
“El signo de la Cruz del Sur puede ser la insignia de triunfo de los penates de la
América del hemisferio austral. Ni Argentina, ni Brasil, ni Chile aisladas pueden soñar
con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza. Unidas
forman, sin embargo, la más formidable unidad a caballo sobre los dos océanos de la
civilización moderna. Así podrán intentar desde aquí la unidad latinoamericana con
una base operativa polifacética con inicial impulso indetenible”.
“Desde esa base podría construirse hacia el Norte la Confederación
Sudamericana, unificando en esa unión a todos los pueblos de raíz latina. ¿Cómo?
Sería lo de menos, si realmente estamos decididos a hacerlo”. (…)
“Unidos seremos inconquistables; separados, indefendibles. Si no estamos a la
altura de nuestra misión, hombres y pueblos sufriremos el destino de los mediocres”78.
Argentina, Brasil y Chile unidos económicamente bajo el símbolo de la Cruz
del Sur, en un proyecto de Confederación Sudamericana que se extienda hacia el
Norte, unificando a todos los pueblos de raíz latina, éste era el plan estratégico que
Perón ofrecía a los pueblos vecinos. Europa recién comenzaba a reconstruirse bajo los
designios del Plan Marshall. Era la época de “Alemania hora cero”, la desgarradora
película de Roberto Rossellini que muestra el dolor y la desesperación de la derrota
germana. Berlín todavía estaba dividido en cuatro zonas, uno para cada uno de los
aliados. Comienza a formarse el “bloque socialista”, sobre la base de la ocupación
militar soviética en los países de Europa central y oriental. Son los tiempos iniciales y
78
Perón, Juan Domingo, op. cit., pág. 43.
ásperos de la Guerra Fría. Las potencias triunfadoras han repartido sus esferas de
influencia y Sudamérica ha quedado en la órbita de Washington. Frente a ello, el
presidente argentino ofrece, por primera vez en la historia política latinoamericana, una
salida que recoge y amplia las banderas liberadoras que recorrieron los campos de
batalla, los periódicos y los parlamentos durante el siglo XIX. Como ha dicho
brillantemente Alberto Methol Ferré79: “Perón perteneció a la rara y tan necesaria de
‘políticos intelectuales’ y fue plenamente consciente del proceso histórico en que su
país estaba inserto. Los ‘políticos intelectuales’ son fruto y a la vez respuesta en
tiempos históricos de grandes cambios. Pues de lo contrario, en tiempos normales,
alcanza con el compartir los supuestos más convencionales del status quo. Sólo cuando
se vuelve necesario replantear todo radicalmente y el saber convencional se ha vuelto
ceguera y obstáculos, es que vienen los ‘políticos intelectuales’ que pueden tener los
más diversos y opuestos signos. Como Sarmiento y Alberdi, Lenin y Mao, Bolívar y
Haya de la Torre”.
79
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
80
La Razón, Buenos Aires, 24 de octubre de 1947
enviaría 48.000 cabezas de ganado en pie por la zona central y 45.000 por el norte. De
esto resultaría un saldo favorable para la Argentina, que sería compensado en salitre.
El convenio debía renovarse en 1953, pero la resistencia de los ganaderos chilenos
hizo caerlo. Perón entrevió que este tipo de acuerdos debían ser integrados en
conversaciones más amplias que contemplasen la totalidad de la estructura económica
de los países suscriptores.
En setiembre de 1952 había llegado al poder en Chile el general Carlos Ibáñez del
Campo, imponiéndose, con el 47% de los votos, sobre una coalición de partidos
liberales y de izquierda, liderados por Salvador Allende, quien luego fuera el mártir del
Palacio de la Moneda.81. Sabía Perón que el nuevo presidente chileno tenía una posición
antiimperialista, alejada de las dos potencias que se repartían el mundo y un afán social
que lo acercaban al programa que él desarrollaba en la Argentina y por eso decidió
viajar al país transandino. Téngase presente que las visitas presidenciales no tenía
entonces la frecuencia que hoy tienen. El presidente se trasladó en el tren presidencial.
Esto daba como resultado que los vecinos de las poblaciones por las que atravesaba el
convoy se volcasen a saludarlo. El desplazamiento se convertía en un hecho político en
sí mismo. Los diarios y la radio informaban hora a hora sobre el lugar por el cual
acababa de pasar el convoy. Obvio es que las características del propio Perón y la
admiración y cariño que se le dispensaba hacía de sus viajes un hecho de intensa
movilización popular.
Los sectores más conservadores de la sociedad chilena, al igual que lo que vimos
en Brasil, habían comenzado su campaña acerca de la posible pretensión de Perón de
anexar Chile a la Argentina82. Dolores Vázquez había publicado antes de la llegada de
Perón un reportaje a éste en el que le pregunta su opinión acerca de este tema. Riéndose,
Perón responde: “Estoy dispuesto a aceptar que Chile se anexe a la Argentina. Lo
81
Salvador Allende no era entonces quien luego llegó a ser. De tradición liberal masónica, se había
caracterizado por un exagerado respeto y admiración por el Reino Unido, de tradicional influencia en la
economía y en la políticas chilenas, como la Guerra de Malvinas hizo notar. En la década del '70, una
publicación de la Izquierda Nacional recordó el emocionado recibimiento de Allende a la reina de
Inglaterra en una visita a Chile, artículo que desató la histeria de la prensa izquierdista porteña, que
prefería ocultar el hecho innegable a vislumbrar el enorme camino recorrido por Allende para vincularse
con las aspiraciones políticas de las mayorías populares de su país.
82
Es interesante destacar, sobre todo para los lectores más jóvenes, el peso que la palabra alemana
“anschluss” tenía a principios de la década del ´50 sobre el público de clase media. Apelaba a los
recuerdos sobre la anexión de Austria, por parte de Alemania, anexión que la película de Charles Chaplin,
“El Gran Dictador”, había popularizado. Llevaba el pensamiento y el sentimiento a la invasión a
Polonia, a la represión contra el levantamiento del ghetto de Varsovia, en suma, a Adolfo Hitler y el
nazismo. De ninguna manera establecía vinculación intelectual o afectiva con la anexión de Tejas, de
California o de Puerto Rico. Era la época en que cualquier expresión alemana era una amenaza de
antisemitismo y barbarie.
principal es la unidad, (...) Yo estoy dispuesto a discutir mis puntos de vista... que me
digan qué razones hay para mantener desunidos a Chile y Argentina” 83. No es más que
una versión hiperbólica de la pregunta que se hace en el artículo “Confederaciones
Continentales”: “¿Cómo? Sería lo de menos, si realmente estamos decididos a
hacerlo”. Quiere decir de cualquier manera, como sea, ése no es el problema. Pero el
pequeño nacionalismo de capilla, se puso en guardia. La agitación generada a partir de
esas declaraciones fue considerable.
El día antes de su llegada, el diario “Las Noticias Gráficas” publica un reportaje
de su periodista Carlos Morales Salazar84. En él sostiene el presidente argentino:
“Pienso que América del Sur debe unirse. El resto del mundo está agotando sus
reservas territoriales. Nosotros las tenemos en abundancia y sin explotar. Es lógico
pensar que las luchas del futuro serán económicas y ellas se orientarán hacia los
países que tengan más reservas de territorios y más riquezas que explotar en ellos. El
futuro nos impondrá la Unión Económica de América del Sur. Si no nos adelantamos a
los hechos, es posible también que la lucha nos encuentre desunidos. En este caso
seremos fácil presa del primer ‘vencedor’ que llegue”. Cada vez que el general Perón
habla del tema siente una especie de apremio y de desafío: “Si estamos dispuestos a
hacerlo”, “si nos adelantamos a los hechos”, “si estamos unidos”, “si somos capaces
de cumplir nuestra misión”. Sus palabras dejan la impresión de alguien absolutamente
confiado en la corrección de sus apreciaciones pero que duda sobre la disponibilidad de
sus fuerzas, de su capacidad de convicción, de su habilidad para comunicar sus ideas. Y
que siente la enorme responsabilidad histórica ante la eventualidad del fracaso.
Perón sabe cuál son los argumentos falaces de sus enemigos y se apura a
desbaratarlos. En ese mismo reportaje aclara: “La unión se realiza entre unidades
nacionales. Chile y Argentina pueden unirse. La unión entre nacionales, por otra parte,
exige que se trate de naciones justas, soberanas y libres… Sin esta condición puede
confundirse unión con anexión… Y ésta es una palabra que no se puede pronunciar
entre pueblos que tienen dignidad”.
Conoce también la campaña de prensa que se ha lanzado en Brasil. En una nota
fechada, en Río de Janeiro, el embajador Juan Cooke envía al Palacio San Martín un
despacho dando una síntesis sobre lo publicado en la prensa carioca sobre la entrevista.
El “Jornal do Commercio”, diario conservador liberal, francamente opositor a Vargas y
83
La Nación, Santiago de Chile, 18 de febrero de 1953
84
Reproducido en La Razón, Buenos Aires, 20 de febrero de 1953.
expresión de los viejos intereses exportadores, publica un extenso artículo donde puede
leerse: “Evidentemente nadie está tomando en serio el plan megalomaníaco que surge
de esta entrevista, que sería simplemente habladuría, si no fuera, como es en los
hechos, una expresión de los incorregibles pruritos hegemónicos y totalitarios del
hombre que se convirtió en dictador constitucional de la en otro tiempo libre y
progresista Argentina, y que vive agitado por el sueño de restaurar la política de
esclavitud, de destrucción de la libertad y de agresión a los propios pueblos vecinos,
que marcó el siniestro período de la tiranía de Rosas en Buenos Aires. (…) Lo que el
presidente Perón desearía, pero lo que no conseguirá, es quebrar la unidad y la fuerza
del panamericanismo. (…) No quiere poco el presidente argentino. Desea establecer
una especie de ‘anschluss’ en la América Latina. Una especie de alianza entre algunos
pueblos sudamericanos para la imposición y propagación de las teóricas virtudes del
nuevo orden erigido en las márgenes del Río de la Plata, como instrumento capaz de
resucitar el imperialismo ingenuo y provinciano que hace un siglo fundaba el tirano
Rosas en la derrota y el oprobio”85.
El diario “O Jornal” de la cadena del magnate Assis de Chateaubriand, a quien ya
vimos reclamando la anexión de Uruguay, miente a sabiendas: “Antes de emprender su
viaje el general Perón habló a periodistas chilenos y les anunció que va a realizar el
‘anschluss’ de Chile y Argentina. Los dos países no deberían nunca haberse separado,
porque esa era el pensamiento de O´Higgins y de San Martín”86.
Pero el que con mayor extensión se dedica al tema y que, según el embajador
Cooke contiene “las principales ideas sugeridas en el ambiente brasileño por la
entrevista” entre los dos presidentes, es el “Diario de Noticias”. Allí puede leerse:
“Sucede que mientras Brasil, fiel a sus tradiciones de conducta en materia política
continental tiene en mira solamente los graves problemas de ultramar y las cuestiones
internas, la Argentina, bajo el dominio del general Perón, va creando una peligrosa
hegemonía en la parte sur del hemisferio. El imperialismo argentino procura saltar los
Andes e imponerse en Chile, cruzar el río Paraguay y hacerse sentir en el país guaraní,
proyectarse en el altiplano boliviano y ganar a continuación el Perú y llegar hasta las
selvas tropicales y establecerse en Ecuador. (…) Las aspiraciones de formación del
bloque A.B.C. sólo accidentalmente son recordadas ahora, y esto porque no
85
Nota de Juan Cooke a la Cancillería argentina, 20 de febrero de 1953.
86
Recorte adjunto a ibídem.
encontraría eco en nuestro pueblo cualquier movimiento que nos apartase, por poco
que fuera, del concierto integral de las naciones panamericanistas”87.
Este era el clima de terrorismo ideológico en el que el general Perón buscaba la
unidad fraterna de nuestros pueblos. No hay una sola argumentación sólida. Ni siquiera
se la consideraba una propuesta digna de ser analizada y discutida, aún cuando no se
estuviera de acuerdo. La prensa “seria” adjetivaba, apostrofaba, descalificaba. De esta
forma respondía Perón, bajo la firma “Descartes” a éstas y otras difamaciones: “Al
amparo de la ‘libertad de prensa’ existe toda una organización tenebrosa de carácter
internacional que todos sentimos y todos conocemos. A los brasileños no les importa
nuestra política interna, como a nosotros no nos interesa la suya. Ni la prédica
antiargentina ni su finalidad son brasileñas, sino resortes de un imperialismo a cuyo
azote no escapa casi ningún país de la tierra. (…) Es el sindicato de ‘gángsters’ de
‘protección de los negocios’ llevado a la política internacional. (…) A los gobernantes
de nuestros países se les presenta hoy una disyuntiva de hierro: deben elegir, en lo
interno, entre el imperialismo y su pueblo; en lo internacional, entre el imperialismo y
sus hermanos de sangre. Nuestro gobierno ya eligió: está con nuestro pueblo y con
nuestros hermanos”88.
Perón llegó a Chile el 20 de febrero de 1953 y se quedó hasta el 26 del mismo
mes. La visita constituyó un éxito político extraordinario. Su gira abarcó varias ciudades
entre ellas Concepción, Santiago y Valparaíso y participó de grandes concentraciones
populares y habló en la Universidad de Chile, en Santiago. La actividad del presidente
argentino fue intensa y amplia. El 23 de febrero recibió a una delegación de exilados
peruanos, del APRA, y venezolanos, de Acción Democrática. La delegación estaba
encabezada por el peruano Manuel Seoane quien manifestó al periodismo que venían a
saludar a Perón “porque tenían el convencimiento de que su posición antiimperialista,
de justicia social y de unidad indoamericana está de acuerdo con los postulados de
todos los partidos populares de avanzada de nuestro continente” 89. El ideario de Haya
de la Torre comenzaba a encontrar su realización.
A raíz de la campaña internacional desatada contra los acuerdos firmados que
llegaron a poner en cuestión la dignidad y el respeto debido a su país, el canciller
chileno, Arturo Olavarría, dio a conocer un documento en el que afirmaba: “Chile no
87
Ibídem.
88
Perón, Juan Domingo, op. cit. pág. 50
89
La Razón, Buenos Aires, 24 de febrero de 1953.
propicia bloques políticos que puedan debilitar o comprometer el sistema regional de
la Organización de los Estados Americanos. Pero es igualmente efectivo que la unión
económica entre Chile y Argentina es desde el punto de vista soberano de nuestro país,
condición esencial para el buen de tal política americanista”90. El general Perón había
encontrado, por fin, ecos a su prédica en un país hermano.
Cuando el presidente Ibáñez del Campo le devuelve la visita, en julio del mismo
año, se firma el Tratado de Unión Económica Argentino–Chilena.
El Acta y el Tratado contienen las bases programáticas y fijan los organismos que
deberán crearse para su funcionamiento. El 27 de octubre se establece el Consejo de la
Unión Económica Argentino–Chilena y el 22 de diciembre realizó su primera sesión en
Santiago de Chile, inaugurada por el general Ibáñez del Campo.
El 19 de febrero de 1954 se firmó en Santiago el Convenio de Intercambio
Comercial y Financiero que debía regir hasta el 31 de diciembre de 1958. El
intercambio previsto alcanzaba los 286 millones de pesos. De ese total, 261 millones se
podían importar de un país a otro sin permisos previos.
90
La Razón, Buenos Aires, 13 de marzo de 1953.
91
La Razón, Buenos Aires, 3 de octubre de 1953.
argentinos, dentro del mundo, primero está el continente, y dentro del continente, para
nosotros, los argentinos, primero está la Argentina”92.
Perón sentía que estaba empezando a pisar terreno más firme y no quería, por
nada del mundo, que los enemigos del proyecto, de la mano del Departamento de
Estado, cabalgando sobre los prejuicios localistas o, más aún, sobre viejos rencores
históricos, pudieran obstaculizar sus planes. Esto y la reparación de una herida histórica
infringida al valiente pueblo paraguayo fueron las razones determinantes para que, con
motivo de la asunción del presidente Stroessner, la presencia de Perón tuviera un
carácter especial.
El 14 de agosto de 1954 Perón llegó a Asunción para hacer entrega de las
reliquias y algunos trofeos que la Argentina poseía desde la Guerra de la Triple Alianza.
Esperaba así, según lo expresó en un discurso frente a Stroessner, que se “…selle para
siempre una inquebrantable hermandad entre nuestros pueblos y nuestros países”. Era
plenamente conciente de que con este acto, Perón cicatrizaba para siempre la herida
abierta, no ya con la criminal Guerra sino con el olvido con que Buenos Aires trató a la
tierra del doctor Gaspar de Francia y del mariscal Francisco Solano López y terminaba
la tarea que don Hipólito no había podido realizar por la enconada resistencia que
encontró en su época. Como devolución a ello, el gobierno paraguayo declaró a Perón
ciudadano honorario del Paraguay, uno de los títulos que más lo enorgullecieron en su
larga vida.
El Protocolo con el Paraguay se había firmado el 23 de setiembre, con una
duración de tres años y sus características eran las mismas de los anteriores acuerdos.
Argentina había ya concertado con Ecuador el Acuerdo Complementario, el 22 de
agosto de 1953, con una duración de tres años. El doce de diciembre del mismo año
Ecuador adhería al acta de Santiago. Para nuestro país el acuerdo firmado era
especialmente importante, porque entre los productos que se comprometía a
intercambiar Ecuador figuraba el petróleo, y la Argentina de entonces estaba lejos de
poder autoabastecerse de ese producto.
Igualmente beneficiosa resultó la adhesión boliviana a la Unión Económica, cuyas
listas de acuerdos comerciales también incluían el petróleo, además de estaño, azufre y
antimonio; se liquidaban las deudas bolivianas por la construcción del ferrocarril
Yacuiba-Santa Cruz y la carretera Orán–Tarija, y por último se acordó la reducción de
las barreras aduaneras. El acuerdo se firmó el 9 de setiembre de 1954.
92
Ibídem.
K. El regreso de Getulio Vargas
2. El nuevo Brasil
Los rivales de Vargas eran, como lo habían sido siempre, los dueños de “la
hacienda y la tienda”102, los hacendados del café, los importadores y exportadores y los
productores nacionales de alimentos. Aunque el sector había ido perdiendo peso
político, tenía una gran incidencia como grupo de presión. En términos económicos se
habían favorecido por el alza de los precios del café en 1949 y al estallar la guerra de
Corea.
La presión se ejercía principalmente por medio de las Asociaciones Comerciales,
opuestas a la industrialización. Estas Asociaciones estaban organizadas en el país desde
muy antigua data y eran adversarias decididas de la industrialización, porque ella, en
último análisis, les quitaría el lugar de intermediarios de las fuentes externas de
abastecimiento, a la vez que las medidas de proteccionismo volvían más difíciles y
costosas los negocios de importación.
En el plano político, esos sectores eran representados por la UDN, atada a los
principios liberales en la economía y con una influencia importante en los sectores
medios de la sociedad, incluido un amplio sector de oficiales de las fuerzas armadas.
Los grandes medios de prensa de Río de Janeiro y San Pablo completaban el
circuito antigetulista y cumplirían un importante papel en el acoso generalizado al
Presidente. La cadena “O Globo” de la familia Marinho, vinculada a los importadores
portugueses de Río y el sórdido imperio de nuestro ya conocido Assis de
100
Skidmore, Thomas E., op. cit. pág 168
101
Carneiro Glauco, op. cit. 361 y ss.
102
Ramos, Jorge Abelardo, Historia de la Nación Latinoamericana, tomo 2.
Chateaubriand, “Diarios Asociados”, eran la vanguardia en la difamación al presidente
y su gobierno.
En la década del 50 se verificaba una mayor diferenciación entre las clases
sociales, en comparación con el período presidencial anterior de Vargas, el de la
creación del Estado Novo. Como resultado del lento proceso de industrialización y
urbanización se habían afianzado los sectores industriales, la clase trabajadora y la clase
media urbana.
Los primeros se destacaban en el llamado “triángulo San Pablo, Río y Belo
Horizonte”. Esta nueva burguesía, en rápido desarrollo, no había adquirido una clara
conciencia política. Algunos pocos empresarios se alineaban detrás del pensamiento y la
acción de Roberto Simonsen, un progresista empresario y escritor paulista que durante
toda su vida –murió en 1948– luchó a favor de una vigorosa política de industrialización
–y que curiosamente, por ese falso abismo político que tan a menudo se produce en
nuestros países, fue antigetulista–. La mayoría de los empresarios, sin embargo, limitaba
su acción política a tratar de garantizar medidas gubernamentales favorables al crédito y
subsidios para la industria. En San Pablo, esta burguesía se sentía representada por el
PSD y por el PSP de Ademar de Barros, que, como vimos, obtienen la mayoría de los
ministerios en el nuevo gabinete varguista. De todas maneras era un sector de escaso
dinamismo político –sobretodo en el nivel nacional– y muy dependiente de la actuación
de las organizaciones creadas al favor del Estado Novo103.
La clase obrera tenía una organización incipiente y presentaba pocas
manifestaciones políticas. Vargas planteó la defensa de sus intereses en la campaña del
50, en una actitud que sus críticos tildaron de “populismo”, epíteto aparentemente
despectivo muy usado en esta parte del mundo, tanto por la derecha como por la
izquierda liberales, y aplicado siempre a políticos de amplia y sostenida base popular.
Por su lado, la clase media, sobre todo en las regiones atrasadas del norte y el
nordeste, incluso en las grandes ciudades como Bahia o Recife estaba vinculada a la
arcaica estructura agraria tradicional, “basada en una agricultura de subsistencia, una
actividad pecuaria ineficiente y a primarias industrias extractivas”104, según afirma
Skidmore. Las novelas de Jorge Amado, sobre la ciudad de Bahía en los años ´30
reflejan las características de esta clase media, común a todas las grandes ciudades
latinoamericanas de la época, con su variopinta de vivillos, abogados alquilones de
103
Conf. Skidmore, Thomas E., op. cit.; Caldeira, Jorge, op. cit.
104
Skidmore, Thomas E., op. cit, pág. 112
puños gastados, almaceneros, empleados de escritorio con visera y mangas negras,
bohemios y porteros de casas de citas.
No obstante, en el ya citado “triángulo desarrollado” habían aparecido sectores
medios de nuevo tipo compuestos por burócratas, profesionales liberales y ejecutivos
vinculados al nuevo crecimiento industrial y a los intereses comerciales ligados a éste.
Esta nueva clase media contaba con una imprecisa noción de que su destino se ligaba al
afianzamiento y desarrollo de esta sociedad industrial. No obstante ello, en estos nuevos
sectores medios se podía diferenciar a los sectores ligados a la burocracia estatal, más
influidos por el viejo Brasil fazendeiro y exportador de productos primarios, de los
profesionales y administradores vinculados al moderno Brasil industrial. Estos sectores,
típicos de los nuevos centros industriales, se identificaban con el proceso económico
que les había dado origen y veían con sospecha y hasta con hostilidad los valores
tradicionales prevaleciente en el Brasil prevarguista. Según el ya citado Skidmore: “en
el fondo de su corazón eran aprehensivos con su situación futura, en un sistema
económico y social que se modificaba rápidamente. Esa aprehensión era, a su vez,
profundizada y complicada por la inflación de posguerra, que ya se había instalado
antes de 1950”105.
Había que poner en marcha un plan de inversiones a fin de superar los puntos de
estrangulamiento estructural, los atrasos sectoriales y desequilibrios regionales. Estaba a
la vista la falta de transporte, la insuficiente producción de energía eléctrica y la falta de
fuentes internas de combustibles. Brasil era, y en parte lo sigue siendo, un ejemplo de
doble economía, con desequilibrios entre el centro y sur industrializados y el nordeste
empobrecido. Un típico caso “de desarrollo desigual y combinado”, con polos de una
economía capitalista altamente industrializada y tecnificada, con amplios bolsones de
precapitalismo semifeudal, economías de subsistencia, latifundismo y minifundismo
improductivos y un vasto campesinado sin tierra.
Cuando vuelve a la presidencia, en 1951, Vargas, un político pragmático, no se
había comprometido irrevocablemente con ninguna estrategia de desarrollo, pero estaba
convencido de que era necesario un vigoroso dirigismo estatal. Una de las
características distintivas de su gobierno fue el enfrentamiento con el capital extranjero,
al que acusaba de expoliar al Brasil. En enero de 1952 emitió un decreto que imponía un
límite del diez por ciento para las remesas de ganancias. Perón mismo llegó a hacerse
105
Ibídem.
eco esta medida. Escribe Descartes en el mismo mes y año 106: “Según informa la United
Press, ‘el presidente Vargas ha firmado un decreto por el que restringe el registro
como capitales extranjeros en el Brasil a aquellos traídos realmente desde el exterior y
se limitan las remesas de utilidades al ocho por ciento anual de dichos capitales’”.
Después de una serie de consideraciones el alter ego periodístico del general Perón
sostiene: “No sabemos que ocurrirá con la reglamentación y el discurso de Vargas, a
pesar de reconocer que ‘la víscera más sensible del hombre es el bolsillo’. Podemos
afirmar que esa misma medida, tomada por la Argentina en 1946, produjo no poco de
los inconvenientes de la política internacional”.
Lo que ocurrió fue que la oposición liberal, asociada a esas empresas extranjeras y
financiada por ellas, entró en la conspiración. Los medios de prensa comenzaron a crear
un ambiente de animosidad contra Getulio, con una técnica muy conocida en nuestros
países consistente en que los sectores sociales y los individuos más profundamente
comprometidos con la exacción imperialista y con el estado de atraso del país y de
pobreza de su pueblo acusan a los gobiernos populares de corrupción. Así fue el caso en
Brasil. El escriba Carlos Lacerda, con el ropaje de un verdadero Savonarola, laico se
lanzó a una salvaje campaña de desprestigio. Como también suele ocurrir en nuestros
países, no faltaban razones a las denuncias de inmoralidad pública. “…no faltó
gobernador que llegó a jactarse de ser el más corrupto de todos” 107. Pero la campaña de
Lacerda se centraba en el presidente –hombre, por lo demás, austero, sobrio y honesto–,
pues el objetivo era destituirlo.
En este período funda Petrobrás e intentó la creación de Electrobrás. Con un
sentido más profundo aún que en su etapa anterior, Vargas “aplicaba una fórmula
nueva y más agresiva de nacionalismo económico tanto en los aspectos internos como
en los externos de los problemas brasileños. En el campo interno, defendía la
necesidad de empresas públicas como instrumento básico de la política de
inversiones”108.
106
Perón, Juan Domingo, op. cit. pág. 47.
107
Scenna, Miguel Angel, La Cuenca del Plata, pág. 14.
108
Skidmore, Thomas E.,op. cit. pág. 128.
3. Lusardo vuelve a Buenos Aires
109
Conf. Hirst, Mónica, op. cit. pág. 18.
110
Carneiro, Glauco, op. cit., pág. 373.
111
Ibídem, pág. 374.
Perón llegó a solicitarle, en una oportunidad, su opinión sobre la candidatura de Evita
como Vicepresidente de la República.
En un cable de UP, fechado el 22 de setiembre de 1951, se informa sobre un
discurso del presidente argentino, en un homenaje a Lusardo celebrado en la Bolsa de
Comercio de Buenos Aires. En esa ocasión Perón sostuvo: “Los argentinos
compartimos su manera de pensar (la de Lusardo) de que Brasil y Argentina se
encuentran unidos en ésta hora incierta y que unidos salvaremos nuestros problemas.
Con nuestra unión en esta parte del mundo no sólo seremos ejemplo de unidad, sino
también el punto de apoyo que habrá de servir para lograr la unión del resto de los
países americanos”112.
Como se ve, el punto de vista de Perón sobre la unidad de Brasil y Argentina
como eje de una unión sudamericana era expresado en cada oportunidad que se le
presentaba e intentaba que sus ecos llegaran a Itamaraty. Su amigo Lusardo era el
instrumento adecuado que las circunstancias le habían puesto cerca. Es cierto, por otra
parte, que Lusardo compartía en su totalidad estos puntos de vista de Perón. Pero
contrariamente a lo que la insidiosa campaña de prensa en su país sostenía, en ningún
momento el embajador perdió de vista su misión y su cargo. En las negociaciones sobre
aspectos comerciales, de frontera e incluso políticos que involucraban a ambos países,
Lusardo defendió siempre con claridad los intereses de su país. Llegó incluso a
interceder ante Perón por la situación de algunos políticos y militares perseguidos por su
gobierno, como fue el caso del ex presidente general Rawson y de Marcelo Sánchez
Sorondo, entre otros.
112
Ibídem, pág. 400.
Montevideo y difundido en esa capital por medio de copias mimeográficas, como
prueba del ‘imperialismo argentino’”113. Más adelante veremos con qué consecuencias.
Esta conferencia es a la vez la síntesis y el cuerpo doctrinario del pensamiento
continental de Perón, que a lo largo de todos esos años había tratado de ir formulando, a
la par que poniendo en práctica, con esa virtud que Methol Ferré atribuye a los
“políticos intelectuales”.
Perón comienza formulando cuál es su visión histórica sobre la vida social
humana114. “Las organizaciones humanas, a lo largo de todos los tiempos, han dio,
indudablemente, creando sucesivos agrupamientos y reagrupamientos. Desde la familia
troglodita hasta nuestros tiempos eso ha marcado un sinnúmero de agrupaciones a
través de las familias, las tribus, las ciudades, las naciones y los grupos de naciones, y
hay quien se aventura ya a decir que para el año 2000 las agrupaciones menores serán
los continentes”. Nada más lejos del general Perón que un nacionalismo esencialista,
abstracto e ideologizante. Los estados nacionales son para él, momentos de “la natural
y fatal evolución de la humanidad” y su integración en unidades superiores no es lejana.
Después de exponer a la concurrencia su punto de vista acerca de lo que
consideraba los dos problemas centrales con que se enfrentaba el mundo
“superindustrializado y superpoblado”: el de la alimentación y el de las materias
primas. “Es indudable que nuestro continente, en especial Sudamérica, es la zona del
mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación,
extractiva está la mayor reserva de materia prima del mundo”.
A partir de estas premisas expone lo que considera nuestro principal peligro:
“nosotros estamos amenazados a que un día los países superpoblados y
superindustrializados, que no disponen de alimento ni de materia prima, pero que
tienen un extraordinario poder, jueguen ese poder para despojarnos de los elementos
que nosotros disponemos en demasía con relación a nuestra población y a nuestras
necesidades”.
Es a partir de estas consideraciones que Perón presenta el tema de la unidad
latinoamericana. Después de una breve consideración histórica, el presidente argentino
expone su preocupación: “Yo no querría pasar a la historia sin haber demostrado, por
113
Perón, Juan Domingo, op.cit. pág. 71, nota al pie. El autor de esa nota es Jorge Abelardo Ramos,
editor del libro de Perón, durante su gestión como embajador argentino en México.
114
Todas las citas de esta famosa conferencia son tomadas del libro mencionado en la nota anterior.
lo menos fehacientemente, que ponemos toda nuestra voluntad real, efectiva, leal y
sincera para que esta unión pueda realizarse en el Continente”.
Desde los tiempos de Bolívar no se oía en América Latina la voz de un militar y
jefe de Estado que con más convicción y firmeza comprometiese su paso por la historia
con la tarea unificadora. Y agrega: ”Pienso yo que el año 2000 nos va a sorprender o
unidos o dominados”. Este concepto se convertirá, a partir de esta fecha, en leit motiv
dominante en la política y el pensamiento del general Perón. "Unidos o Dominados"
será la consigna con la que volverá en 1973 y la que presidirá toda su política
internacional, tanto en el exilio como después del regreso al poder.
”En 1946, cuando yo me hice cargo del gobierno, la política internacional
argentina no tenía ninguna definición”.
”No encontramos allí ningún plan de acción, como no existía tampoco en los
ministerios militares ni siquiera una remota hipótesis sobre la cual los militares
pudieran basar sus planes de operaciones. Tampoco en el Ministerio de Relaciones
Exteriores, en todo su archivo, había un solo plan activo sobre la política internacional
que seguía la República Argentina, ni siquiera sobre la orientación, por lo menos, que
regía sus decisiones o designios”.
”Vale decir, que nosotros habíamos vivido, en política internacional,
respondiendo a las medidas que tomaban los otros con referencia a nosotros. (…) Nos
dedicamos a tapar los agujeros que nos hacían las distintas medidas que tomasen los
demás países. Nosotros no teníamos la iniciativa”.
Es esta descripción casi una definición del estado semicolonial de un país. Existe
una independencia formal, una constitución, independencia de poder, ejército y hasta un
lugar en las Naciones Unidas. Pero carece de política internacional propia. Pero
inmediatamente, el general Perón trata de dar una explicación a esto: ”No es tan
criticable el procedimiento, porque también suele ser una forma de proceder, quizá
explicable, pues los pequeños países no pueden tener en el orden de la política
internacional objetivos muy activos ni muy grandes, pero tienen que tener algún
objetivo”.
Respecto a esta última consideración, Methol Ferré hace una interesante reflexión
personal: ”Recuerdo que en mi juventud, cuando leí por primera vez el discurso,
publicado enseguida por el diario ‘El Plata’ del doctor Juan Andrés Ramírez, bajo el
título ‘El imperialismo argentino’ –así se formaban en mi país el clima contra Perón–
lo que más me llamó la atención fue la insistencia de Perón en ubicar a la Argentina
como ‘pequeño país’, cuando lo creíamos ‘grande’. Me dejaron asombrados tanto
Perón como Juan Andrés Ramírez, por razones inversas” 115. Perón quería, justamente,
dejar establecido con esto su absoluta renuncia a cualquier política hegemónica, pues,
como ya hemos visto, sabía que justamente éste era el argumento dado por quienes no
reconocían la existencia del imperialismo norteamericano y alertaban sobre el
imperialismo argentino.
”Por eso, bien claramente entendido, –continúa Perón– como lo he hecho en toda
circunstancia para nosotros: primero la República Argentina, luego el Continente y
después el mundo. (…) Vivimos solamente en una seguridad relativa, pensando,
señores, en la idea fundamental de llegar a una unión en esta parte del Continente”.
Es necesario acudir nuevamente al punto de vista de Methol Ferré para dejar
aclarado que ”en el contexto del discurso, cuando Perón se refiere a ‘parte del
continente’ y a veces a ‘Continente’ significa casi siempre América del Sur”116.
Sigue Perón: “La historia nos demuestra que ningún país se ha impuesto en ese
campo, ni en ninguna lucha, si no tienen en sí una completa, diremos, unidad
económica”. Es la teoría clásica de la aparición del Estado nacional. La unidad
económica es el antecedente y requisito necesarios para la aparición de los estados
nacionales europeos. Justamente el retardo en la constitución del estado alemán estuvo
dado por la dificultad en establecer esa unidad económica. Las barreras aduaneras entre
los pequeños principados que constituían el viejo imperio fueron el impedimento central
a la realización de la unidad alemana. El "Zollverein" – unión aduanera– primero, y la
unidad política después, fueron las tareas que realizó el mariscal Bismarck y que le
permitieron introducir a Alemania en el siglo XIX117.
Y a continuación expone el general Perón el centro crítico de su propuesta: “La
República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco
unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países
unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más extraordinaria
del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad
constituye su reserva. (…) Esto es lo que ordena, imprescriptiblemente, la necesidad de
la unión de Chile, Brasil y Argentina”.
115
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
116
Ibídem.
117
Conf. Hobswaun, Eric J., Las Revoluciones Burguesas.
“Es indudable que, realizada esta unión, caerán a su órbita los demás países
sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo
agrupamiento y probablemente no lo podrán realizar en manera alguna, separado, o
juntos, sino en pequeñas unidades”.
“Apreciado esto, señores, yo empecé a trabajar sobre los pueblos. Tampoco
olvidé de trabajar a los gobiernos, y durante los seis años del primer gobierno,
mientras trabajábamos activamente en los pueblos, preparando la opinión para bien
recibir esta acción, conversé con los que iban a ser presidentes, por lo menos, en los
dos países que más nos interesaban: Getulio Vargas y el general Ibáñez”.
“Getulio Vargas estuvo total y absolutamente de acuerdo con esta idea, y en
realizarla tan pronto él estuviera en el gobierno. Ibáñez me hizo exactamente igual
manifestación, y contrajo el compromiso de proceder lo mismo”.
Efectivamente, a comienzos de 1950 Perón recibió a João Goulart, enviado
personal de Getulio Vargas, y hubo un fructífero intercambio de ideas sobres las
posibilidades de iniciar una complementación económica entre los dos países. Fue
justamente la visita de Goulart lo que usó la prensa brasileña como prueba de que estaba
en marcha, desde mucho tiempo antes, un plan político conjunto entre Vargas y Perón.
Se habló incluso de que el gobierno argentino había financiado la campaña electoral de
Getulio118. Una cuestión que muy bien pudo ser cierta y debe ser mirada sin moralina
alguna, ya que estaba en juego un plan político de gran alcance con vistas a la unidad de
los países.
Lo cierto es que Perón respondió a Vargas con una carta que demuestra su
satisfacción por los contactos iniciados: "Con mucho gusto he recibido la visita del
señor João Goulart, con quien nos hemos puesto perfectamente de acuerdo. Quiero
hacerle notar que de continuo ayudo a mucha gente que recurre solicitando distintas
clases de favores, invocando la situación de ser amigos de usted. Deseo dejar expresa
constancia de que trabajaré con ellos para lograr que se pongan incondicionalmente a
118
El plumífero Lacerda, en agosto de 1956, lanzó en “Tribuna de Imprensa” la acusación de que el
entonces vicepresidente João Goulart había recibido setenta mil dólares del gobierno de Perón para
financiar la campaña de Getulio en 1950. A ese respecto, el embajador argentino en Río en ese entonces,
Felipe Espil, declaró al periodismo que: “Los documentos publicados no son oficiales, no fueron
entregados por funcionarios del gobierno argentino y el simple hecho de aparecer papel timbrado de la
vicepresidencia de la Nación Argentina, no otorga autenticidad a ningún documento”. Según Lacerda el
pago se había hecho por Vicente Carlos Aloé, como parte de una transacción en el monopolio de
importación de madera. Conf. recorte periodístico, La Razón, Buenos Aires, 18 de agosto de 1956.
sus órdenes y al que así no lo hiciere, le retiraré de inmediato toda clase de
atenciones…”119.
“Estoy perfectamente de acuerdo en que la persona indicada por usted sirva de
enlace entre usted y yo y me parece oportuno advertirle que es necesario ponernos a
cubierto en cuanto se refiere a las muchas personas que le verán, arguyendo
representación mía. Para evitarlo le hago llegar mi deseo de que solamente reconozca
carácter de tal, a quien sea portador de carta mía autógrafa y de esa manera
eliminaremos el peligro de los ‘comedidos’ que eligen el pretexto de servir a los demás
para servirse a si mismo”.
Y no pierde la oportunidad de agregar: “Comparto plenamente la opinión acerca
del brillante porvenir de nuestro Continente, si logramos unificar los esfuerzos de todos
los países que lo formamos, en cuyo favor no habremos de omitir ningún sacrificio
realizable. Tengo invariablemente confianza en el efectivismo de la fraternidad
americana y hacia él estará dirigido nuestro mayor empeño”120.
Pero volvamos al texto de la conferencia de 1953.
“Yo no me hacía ilusiones porque ellos hubieren prometido esto, para dar el
hecho por cumplido, porque bien sabía que eran hombres que iban al gobierno y no
iban a poder hacer lo que quisieran sino lo que pudieran”. Y continúa Perón: “(…) sé
también que el Brasil, por ejemplo, tropieza con una gran dificultad: es Itamaraty, que
constituye una organización supergubernamental. Itamaraty ha soñado desde la época
de su emperador hasta nuestros días con una política que se ha prolongado a través de
todos los hombres que han ocupado ese difícil cargo en Brasil. (…) Debe desmontarse
todo el sistema de Itamaraty y deben desaparecer esas excrecencias imperiales que
constituyen, más que ninguna otra razón, los principales obstáculos para que el Brasil
entre a una, diremos, unión verdadera con la Argentina”.
Una breve digresión. En carta fechada el 2 de setiembre de 1953, el embajador
argentino en Río, doctor Juan Cooke, expone ante su ministro, Jerónimo Remorino
algunas consideraciones sobre este tema: “Itamaraty siempre ha contemplado con
recelo cualquier acto de nuestro país que signifique un acercamiento con las demás
naciones del Continente. (…) La geopolítica de Itamaraty se basa en estimar como
lesiva para los intereses del Brasil cualquier unión entre otras naciones del Hemisferio.
(…) En consecuencia, la reacción ante la unidad económica argentino–chilena
119
La propuesta política es obvia: Perón solamente ayudará a aquellos que ayuden a Getulio.
120
La carta de Perón a Vargas aparece reproducida en Hirst, Mónica, op. cit., pág. 33.
consistió en tratar de estrechar los vínculos de todo orden brasileño–peruanos. (…)
Por fortuna, señor ministro, la articulación entre Lima y Río de Janeiro es tan
artificial, y se ha edificado sobre cimientos tan relativos, que puede pronosticarse que,
en su forma política actual, no ha de ser muy duradera”.
“(…) la política de Itamaraty obedece al planteo histórico –que ha heredado del
reino de Portugal en sus luchas contra España por el predomino en América, de un
encauzamiento en sentido de intentar y desear el debilitamiento argentino en el
hemisferio, ante la estimación de que, a la larga, será el único enemigo con potencial
suficiente en cualquier plano que podrá enfrentar a Brasil en Sudamérica. (…) Desde
luego, cabe destacar que, mientras la formulación de la política exterior argentina está
basada como las principales premisas de su gobierno, en la voluntad y tendencias
populares, la conducción internacional de la posición brasileña depende
completamente del pensamiento de una minoría que dirige Itamaraty y que se forma
dentro de las concepciones del Barón de Río Branco, modificándolas muy levemente y
sin seguir el compás de los acontecimientos modernos” 121. La concepción de Perón no
era una ocurrencia personal. Existía todo un sistema de cuadros políticos, militares y
diplomáticos que, o bien habían colaborado en gestar ese pensamiento estratégico, o
bien coincidían plenamente con sus postulados. El excelente informe del doctor Cooke,
que acabamos de leer, lo testimonian. Nótese la coincidencia, incluso terminológica,
con el discurso de Perón , en lo referido a Itamaraty.
A continuación de esta franca exposición de las dificultades que encuentra su
proyecto Perón dice una frase reveladora: “Nosotros con ellos no tenemos ningún
problema, como no sea es sueño de la hegemonía, en el que estamos prontos a decirles:
son ustedes más grandes, más lindos y mejores que nosotros; no tenemos ningún
inconveniente”. De nuevo la hipérbole como recurso retórico para convencer. Y
siempre el mismo mensaje: no importa de qué manera, en qué condiciones, lo que
importa es la unidad. No tenemos que poner ninguna traba, tenemos que aceptar lo que
sea, porque, en su concepción, lo peor es la atomización. “Nosotros renunciamos a todo
eso, de manera que ése tampoco va a ser un inconveniente”, termina diciendo Perón.
“Cuando Vargas subió al gobierno me prometió a mí que nos reuniríamos en
Buenos Aires o en Río y haríamos ese tratado que yo firmé con Ibáñez después: el
mismo tratado. Ese fue un propósito formal que nos habíamos trazado. Más aún,
dijimos: Vamos a suprimir las fronteras si es preciso. Yo ‘agarraba’ cualquier cosa,
121
Cooke, Juan, Nota al Ministerio de Relaciones Exteriores, 2 de setiembre de 1953.
porque estaba dentro de la orientación que yo seguía y de lo que yo creía que era
necesario y conveniente”. Nuevamente el mismo recurso. Y recordemos que estaba
hablando ante altos jefes militares cuya misión, según la concepción de la patria
pequeña, ha sido el cuidar nuestras fronteras. Pero quería dejar establecido para siempre
la idea de que cuando se sabe el “qué"” el “cómo” no importa.
Esta es, por así decir, la parte teórica o doctrinaria de la conferencia. A
continuación de ella, Perón cuenta a sus entorchados oyentes los detalles y las
dificultades de las negociaciones que en ese sentido puso en marcha. Claro que en un
pensamiento, como el de Perón, tan ligado a la práctica concreta, a la experiencia, toda
situación particular lo lleva a una reflexión de orden general.
“Más tarde Vargas me dijo que era difícil que pudiéramos hacerlo tan pronto,
porque él tenía una situación política un poco complicada en las Cámaras y que antes
de dominarlas quería hacer una conciliación. Es difícil eso en política; primero hay
que dominar y después la conciliación viene sola. Son puntos de vista, son distintas
maneras de pensar”122. “El siguió un camino distinto y nombró un gabinete de
conciliación, vale decir, nombró un gabinete donde por lo menos las tres cuartas partes
de los ministros eran enemigos políticos de él y que servirían a sus propios intereses y
no a los del gobierno”. Se refiere Perón al gabinete que Getulio formó al asumir su
gobierno. Como ya vimos, Getulio intentó con ello aliviar a su gobierno de la presión
opositora, cosa que no logró.
“Claro que él creyó que esto en seis meses le iba a dar la solución, pero cuando
pasaron los seis meses el asunto estaba más complicado que antes. Naturalmente, no
pudo venir acá; no pudo comprometerse frente a su parlamento y frente a sus propios
ministros a realizar una tarea que implicaba ponerse los pantalones y jugarse una
carta decisiva frente a la política internacional mundial; a su pueblo, a su parlamento
y a los intereses que había que vencer”.
Narra a continuación el acuerdo con Ibáñez, que ya hemos visto y aclara: “Pero
antes de hacerlo, como tenía un compromiso con Vargas, le escribí una carta que le
hice llegar por intermedio de su propio embajador, a quien llamé y dije: ‘Vea, usted
tendrá que ir a Río con esta carta y tendrá que explicarle todo esto a su presidente.
Hace dos años nosotros nos prometimos realizar este acto. Hace más de un año y pico
122
Es esta afirmación de Perón un interesante punto de partida para analizar su concepción del poder y de
la relación de fuerzas. Coincide con uno de sus famosos aforismos: “Puente de plata al enemigo que
huye”. Pero primero hay que hacerlo huir.
que lo estoy esperando, y no puede venir. Yo le pido autorización a él para que me
libere de ese compromiso de hacerlo primero con el Brasil y me permita hacerlo
primero con Chile. Claro que le pido esto porque creo que estos tres países son los que
deben realizar la unión’” (el subrayado es nuestro).
“El Embajador va allá y vuelve y me dice, en nombre de su presidente, que no
solamente me autoriza a que vaya a Chile liberándome del compromiso, sino que me da
también su representación para que lo haga en nombre de él en Chile. Naturalmente ya
sé ahora muchas cosas que antes no sabía; acepté sólo la autorización, pero no la
representación”'.
Después de relatar la firma de los acuerdos con el general Ibáñez del Campo, dice
Perón: “Al día siguiente llegan las noticias de Río de Janeiro, donde el Ministro de
Relaciones Exteriores del Brasil hacía unas declaraciones tremendas contra el Pacto
de Santiago; ‘que estaba en contra de los pactos regionales, que esa era la destrucción
de la unidad panamericana’ Imagínense la cara que tendría yo al día siguiente cuando
fui y me presenté al presidente Ibáñez. Al darle los buenos días, me preguntó ‘¿qué me
dice de los amigos brasileños?’”.
Como ha dicho Methol Ferré, en la conferencia ya citada: “La preocupación
básica es la alianza con Brasil, las dificultades que encuentra Vargas”123.
Y concluye Perón: “Bien señores. Yo quería contarles esto, que probablemente
no lo conoce nadie más que los ministros y yo; claro está que son todos los documentos
para la Historia, porque yo no quiero pasar a la Historia como un cretino que ha
podido realizar esta unión y no la ha realizado. Por lo menos quiero que la gente
piense en el futuro que si aquí ha habido cretinos, no he sido yo solo; hay otros cretinos
también como yo, y todos juntos iremos en el ‘baile del cretinismo’”. De nuevo ese tono
de ira, casi desesperado, ante las dificultades de la tarea que considera impostergable.
Considera que toda su labor, su paso por la vida, depende de intentar, por todos los
medios, realizar la unión sudamericana. Insisto, hay que retroceder hasta San Martín o
Bolívar para encontrar un tono semejante. Pero vuelve a la finalidad de su mensaje:
“Pero lo que yo no quería dejar de afirmar, como lo haré públicamente en alguna
circunstancia, es que todo la política argentina en el orden internacional ha estado
orientada hacia la necesidad de esa unión” (el subrayado es nuestro).
1. La reacción en el Brasil
123
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
El 4 de abril de 1954 João Neves da Fontoura da una impactante conferencia de
prensa. Este enemigo de Perón y la unión de ambos países había dejado de ser ministro
de Relaciones Exteriores en julio del año anterior. Juan Cooke en una de sus misivas al
palacio San Martín, y refiriéndose a la campaña periodística antiargentina, destaca que
la misma no tiene, en ese momento, la misma virulencia de meses atrás y sostiene que
eso se debe, entre otras razones, a “la salida del gabinete del doctor Neves da
Fontoura, quien no solo actuaba con insidia como Canciller, sino que alentaba la de
los órganos de publicidad, dándoles un alimento con base oficial, así fuera ‘bajo
cuerda’”124.
Pero la trascripción de la conferencia de Perón hecha en Montevideo ha llegado a
sus manos y ve la oportunidad de asestar un golpe mortal al gobierno del cual ha
formado parte. Neves da Fontoura acusó a Getulio de haber estado negociando
secretamente con el presidente Perón la firma de un pacto entre los gobiernos del
A.B.C. a fin de formar un bloque contra los Estados Unidos y el hemisferio occidental.
“Estas negociaciones, alegaba el ex ministro, habían sido llevadas a efecto por Getulio
y Jango (Goulart) sin el conocimiento del Ministerio de Relaciones Exteriores” 125.
Neves da Fontoura consideraba casi un delito que el presidente de la Nación hiciera
negociaciones internacionales que no pasaran por la arcaica y conservadora burocracia
de Itamaraty, tal como Perón lo denuncia en su conferencia. En su denuncia agrega que
el presidente alimentaba esperanzas de formar un estado “sindicalista” inspirado en la
línea peronista. “El antiamericanismo existente en el alegado pacto A.B.C. enfureció a
aquellos antigetulista que identificaban los destinos del Brasil con el prudente
acatamiento al liderazgo de los Estados Unidos en materia de política externa”126.
El presidente Vargas, que dos meses atrás se había visto obligado a pedir la
renuncia de su joven ministro João Goulart, se debatía en una profunda crisis política.
La campaña de Lacerda era implacable. Las denuncias contra la supuesta corrupción
eran, como dijimos, el caballito de batalla. A principios de ese mismo año ´54, la UDN
consigue el apoyo de importantes jefes militares. “Contra esta oposición maciza,
resultante de una creciente coalición entre los antigetulistas civiles y militares, la
124
Cooke, Juan, Nota al Ministerio de Relaciones Exteriores, 14 de agosto de 1953.
125
Skidmore, Thomas E., op. cit., pág. 169.
126
Ibídem, pág. 175.
estrategia política de Getulio probaba ser ineficaz”127. Otro autor sostiene que “la
parálisis de Getulio tenía un sentido. Las acusaciones perdían fuerza y se volvían una
rutina en las que sólo creían los ya convencidos, y mientras tanto él se seguía
manteniendo en el poder”128.
En este ambiente, a la una menos cuarto del 5 de agosto de 1954, un pistolero
disparó sobre Carlos Lacerda, en Copacabana. El periodista salió levemente herido pero
fue muerto el mayor de Aeronáutica Rubens Florentino Vaz que integraba su grupo de
guardaespaldas. El asesinato provocó una onda de repudio que fue asumida
pasionalmente por la Fuerza Aérea, la que constituyó una comisión investigadora. Esta
llegó a la conclusión que el pistolero había actuado a las ordenes de Gregorio, un
gaúcho analfabeto que, desde hacía treinta años, servía a las órdenes de Getulio.
La crisis ya se había instalado y el atentado dio material a la prensa opositora. El
22 de agosto un grupo de oficiales de Aeronáutica lanza un manifiesto exigiendo la
renuncia del presidente. En los dos días siguientes la situación militar empeoró y
Getulio comprobó que la mayoría de los mandos militares estaban en su contra. En la
madrugada del 24 de agosto llama a una reunión de gabinete, donde constata que todos
sus ministros, a excepción de Tancredo Neves129, veían como única solución su
renuncia. Getulio levanta la reunión y decide pedir una licencia a su cargo. El pedido
concluye con una nota desafiante: “Si vienen a deponerme, encontrarán mi cadáver”.
La crisis militar empeora a cada minuto. Por último, su propio ministro de Guerra,
Zenovio da Costa, en nombre de las Fuerzas Armadas, exige la renuncia del presidente.
“Getulio mantiene su palabra. No dudando un solo momento acerca de su
defensa final contra sus enemigos, apuntó cuidadosamente el arma contra el corazón y
apretó el gatillo. Su familia y sus ayudantes se precipitaron a la habitación, pero se
encontraron con el presidente ya muerto. Oswaldo Aranha, compañero de tantas
batallas en el pasado, prorrumpió en lágrimas”130. Antes de morir, había entregado a
João Goulart su Carta Testamento, el documento político más importante y dramático
del Brasil contemporáneo.
127
Ibídem, pág. 174.
128
Caldeira, Jorge, op. cit. 292.
129
El mismo que fue presidente electo con la normalización democrática del Brasil y que murió sin
asumir. Lo sucedería Sarney, quien firmó el Acta de Asunción que dio nacimiento al Mercosur. Mucho
agua había corrido bajo el puente y muchas desgracias habían transitado nuestros pueblos.
130
Skidmore, Thomas E., op. cit., pág. 179.
“El estupor tomó cuenta del Brasil a partir de la edición extra del Repórter Esso.
Las escuelas fueron enviando a casa a sus alumnos, el comercio cerrando y las
fábricas deteniendo sus máquinas. Las personas caminaban como tontas por las calles.
L o s jeeps desobedecían a los semáforos al frente del convoy de los cuales
desembarcaban soldados para apuntar sus ametralladoras contra los locales más
importantes. Getulio había muerto”.
“Impotentes para reaccionar, las multitudes dispersas por las amenazas, volvían
a formarse algunos metros más adelante para llorar. Con el sacrificio de Getulio
Vargas –el pueblo lo sabía aunque ahora no pudiese hacer nada– no desaparecía tan
sólo un gobernante popular, electo contra la voluntad de las elites que en vano, en las
elecciones del 3 de octubre de 1953, intentaron imponer los candidatos de su agrado.
No era solamente el presidente idolatrado quien fuera derrumbado y, en la
desesperación, se autoinmoló. La autoinmolación del presidente impidió que los
conspiradores de la derecha completasen el golpe, más no evitó que fuese preparado
otro, más eficaz, contra su heredero, cuando fuese la hora”131.
Por la importancia y fuerza dramática que encierra, queremos hacer algunas citas
de este texto escrito por un hombre a punto de morir por su propia voluntad y que antes
de su partida quiere dejar hecha una defensa para la posteridad y las nuevas
generaciones:
“Una vez más, las fuerzas y los intereses contra el pueblo se coordinaron y
nuevamente se desencadenan sobre mí. No me acusan, insultan; no me combaten,
calumnian, y no me dan derecho de defensa. Precisan sofocar mi voz e impedir mi
acción, para que yo no continúe defendiendo, como siempre defendí, al pueblo y
principalmente a los humildes”.
(…) “Después de decenios de dominio y expoliación de los grupos económicos y
financieros internacionales, me hice jefe de una revolución y vencí. Inicié el trabajo de
liberación e instauré el régimen de libertad social. Tuve que renunciar. Volví al
gobierno en los brazos del pueblo. La campaña subterránea de los grupos
internacionales se alió a la de los grupos nacionales rebelados contra el régimen de
garantía del trabajo. (…) Quise crear libertad nacional en la potencialización de
131
Koleza, Carlos Alberto, en Brasil hoje, agosto de 1996.
nuestras riquezas a través de Petrobrás y, ni bien comienza ésta a funcionar, la onda
de agitación crece. Electrobrás fue obstaculizada hasta la desesperación”.
“No quieren que el trabajador sea libre”.
“No quieren que el pueblo sea independiente”.
(…)
“Cuando os humillen, sentiréis mi alma sufriendo a vuestro lado. Cuando el
hambre toque a vuestra puerta, sentiréis en vuestro pecho la energía para la lucha por
vosotros y vuestros hijos. Cuando os vilipendien, sentiréis en el pensamiento la fuerza
para la reacción. Mi sacrificio os mantendrá unidos y mi nombre será vuestra bandera
de lucha. Cada gota de mi sangre será una llama inmortal en vuestra conciencia y
mantendrá la vibración sagrada para la resistencia. Al odio respondo con el perdón”.
(…)
"Era esclavo del pueblo y hoy me libero para la vida eterna. Más ese pueblo de
quien fui esclavo no será más esclavo de nadie. Mi sacrificio quedará para siempre en
su alma y mi sangre será el precio de su rescate. Luché contra la expoliación del
Brasil. Luché contra la expoliación del pueblo. He luchado a pecho abierto. El odio,
las infamias, la calumnia no abatirán mi ánimo. A vosotros os di mi vida. Ahora os
ofrezco mi muerte. Nada recelo. Serenamente doy el primer paso en el camino de la
eternidad y salgo de la vida para entrar en la Historia".
El antiguo admirador de Emilio Zola encontraba el mismo destino que algunos de
sus héroes. Esta carta póstuma revela con la luminosidad de los actos más íntimos la
grandeza moral del hombre que dio las bases políticas, económicas y sociales para el
Brasil del siglo XX. Desde hace 55 años es una acusación dirigida a la conciencia de los
intereses que produjeron su sacrificio y a la memoria de su pueblo al cual dedico vida y
muerte.
V. El final de un sueño no realizado