HB (DL #1) Deadly Temptation

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 246

1

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no


tiene costo. Si el libro llega a tu país, te animamos a adquirirlo.

No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en


sus redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando
sus libros e incluso haciendo una reseña en tu blog o foro. 2
¡No subas la historia a Wattpad ni pantallazos del libro a las
redes sociales! Los autores y editoriales también están allí. No
solo nos veremos afectados nosotros, sino también tu usuario.
Sinopsis ________________ 4 22____________________ 155
Prólogo _________________ 6 23____________________ 158
1 ______________________ 19 24____________________ 160
2 ______________________ 30 25____________________ 167
3 ______________________ 35 26____________________ 175
4 ______________________ 42 27____________________ 182
5 ______________________ 51 28____________________ 187
6 ______________________ 62 29____________________ 192
7 ______________________ 66 30____________________ 195 3
8 ______________________ 76 31____________________ 199
9_______________________ 81 32____________________ 206
10 _____________________ 87 33____________________ 210
11 _____________________ 93 34____________________ 213
12 _____________________ 99 35____________________ 217
13 ____________________103 36____________________ 221
14 ____________________109 37____________________ 224
15 ____________________113 38____________________ 229
16 ____________________119 39____________________ 233
17 ____________________124 40____________________ 237
18 ____________________130 Próximo Libro ________ 242
19 ____________________135 Nota de la Autora _____ 244
20 ____________________143 Holly Bloom __________ 245
21 ____________________148
¿Qué pasa si el asesino al que estás persiguiendo es la
persona de la que te estás enamorando?

Todo el mundo cree que Ivy Penrose está muerta, pero no


podrían estar más equivocados.

Después de que el Killers Club me salvó la vida, me entrenaron


4
para convertirme en una asesina despiadada. Ahora estoy lista para
hacer que los hombres que me hicieron daño paguen. He vuelto a
Londres para tachar sus nombres de mi lista de objetivos, pero un
encuentro fortuito con un sexy millonario desvía mis planes de
venganza.

Sebastian Montgomery está decidido a romper mi regla de no


salir con nadie. Lo tiene todo: un título real, una sonrisa traviesa,
lindos hoyuelos y una lengua que es buena para más que dar
cumplidos, pero nunca funcionaríamos. Él no sabe mi verdadera
identidad; somos de mundos diferentes.

Sin embargo, Seb está escondiendo más que músculos tatuados


bajo su traje. Él y sus tres guapos amigos, Freddie, Bram y Callen,
comparten un oscuro secreto. Un secreto que tendrá consecuencias
fatales cuando descubra la verdad.

El amor nunca ha sido más mortal.

Deadliest Love #1
Si alguna vez quisiste pisotear las bolas de un ex novio con tacones

5
altos, esto es para ti.

Estás mejor sin él.


Ivy

Esa noche…

6
Sus ojos queman como láseres, abrasando mi trasero mientras
me dirijo a la barra por mi tercer trago. Una sonrisa se extiende por
mis labios mientras balanceo mis caderas dramáticamente. Si está
mirando, ¿por qué no darle un espectáculo? Después de todo, no
hay mejor manera de superar a alguien que estar con otra persona.

Antes de que tenga la oportunidad de ordenar, el cantinero


desliza otro Pornstar Martini hacia mí, mi favorito. Alcanzo mi bolso,
pero él me detiene.

—Esto es por su cuenta —dice, haciendo un gesto con la cabeza


hacia el hermoso hombre sentado solo en una mesa a unos metros
de distancia.

El mismo extraño sexy que me ha estado mirando toda la noche.


Inclina su vaso en mi dirección. Lindo, pero tendrá que hacerlo
mejor que eso si quiere impresionarme.
Juego tranquila, deslizándome en un taburete alto y
absorbiendo la atmósfera. El bar está goteando en decadencia desde
sus candelabros, bellas artes y suelos de mármol hasta un pianista
que toca de fondo. Aquí es donde Spencer y yo tuvimos nuestra
primera cita. Es lógico que sea ahí donde vengo a olvidar los seis
meses que desperdicié con él. Cabrón. No merece más espacio en
mi cabeza. Dejarlo es la mejor decisión que he tomado, y esta es mi
celebración.

—Brindemos por nuevos comienzos —susurro en un brindis.

Otro vaso repica contra el mío, haciéndome saltar y casi


derramar mi preciada bebida por los lados.

Una voz profunda habla en un murmullo bajo, enviando aleteos


directamente a mis muslos.

—Salud.

7
Es él.

Arqueo mi ceja.

—Gracias por la bebida.

De cerca, es aún más guapo. Estoy hablando del modelo de


Calvin Klein con una mandíbula cincelada que rivalizaría con
Superman. Su cabello oscuro y ondulado se sienta alrededor de sus
hombros, salpicado con algunos mechones de gris. Este no es un
hijo de puta al azar. Es un hombre de verdad con una barba
perfectamente cuidada que huele a una deliciosa loción para
después del afeitado que me debilita las rodillas.

Muevo mi cabello sobre mi hombro y empujo mis pechos hacia


adelante. Su mirada viaja por mi cuerpo y se detiene en mi escote.
¡Gracias a Dios que estoy usando mi sostén bueno!

—¿Estas esperando a alguien? —pregunta. Su voz es suave


como la mantequilla, pero con un matiz tormentoso, como la lluvia
seguida de una tormenta eléctrica.
—No —respondo, girando la cabeza para mirarlo y
pestañeando—. Estoy sola.

El Adonis viste un traje negro costoso, como todos los cabrones


pretenciosos de aquí. Pero a diferencia de ellos, se le ve bien. Él lleva
el traje, no al revés. Los jeans no son parte del código de vestimenta
en uno de los bares más exclusivos de Londres. Necesitas una
membresía para pasar al portero, y solo pasé por la puerta porque
mencioné a mi ex celoso. Spencer Bexley tiene una reputación.

Las comisuras de su boca se contraen, formando una fácil media


sonrisa.

—En ese caso, no te importará si me uno a ti.

Por lo general, le diría a un tipo al azar que me coquetea adónde


ir, pero no lo hago. En cambio, tomo un sorbo de mi bebida para
mostrar mis habilidades para chupar penes como una adolescente
cachonda. Él muerde el anzuelo. Sus pupilas se dilatan mientras
mira mis labios por unos segundos demasiado largos. Jesús, Ive, 8
¿qué estás haciendo? Me detengo de dejarme llevar y hacer una
garganta profunda con la pajita.

Sus ojos no se parecen a ninguno que haya visto antes. Son


brillantes joyas de ámbar, pero su ojo izquierdo parece un sol
poniente que se derrite en un charco de un azul deslumbrante.

—Se llama heterocromía —dice, rompiendo el trance hipnótico.


Balbuceo, rociando mi bebida. Él actúa rápidamente, ofreciéndome
una servilleta para limpiar el desastre que gotea por mi barbilla. Así
que, se acabó la actuación de estar tranquila—. Mis ojos. El color.
Es heterocromía.

—Oh, b-bien —tartamudeo—. Lo sabía.

—Estoy seguro de que lo hiciste —responde en broma.

Es ajeno a un grupo cercano de mujeres que miran


boquiabiertas su hermosura. Tener toda su atención hace que mi
piel se estremezca, y cruzo las piernas, lo cual es una lucha en un
vestido tan ajustado como este.

—¿Cómo te llamas? —No lo he visto por aquí. Tiene un rostro


que memorizarías para tu próxima cita con un vibrador—. No te
reconozco.

—Soy Freddie —dice. Toma su vaso, llamando la atención sobre


las venas prominentes sobre sus manos. Mis ojos vagan más alto.
Su camisa blanca impecable está enrollada hasta los codos,
mostrando antebrazos musculosos. Dame fuerza—. He estado
trabajando en el extranjero durante algunos años, pero ahora estoy
en casa. No hay ningún lugar en el mundo como Londres.

¿Qué hace él para ganarse la vida? Debe ser millonario para ser
miembro aquí. No me parece un banquero: esos bastardos
aburridos son fáciles de detectar porque usan el estado del mercado
de valores para iniciar una conversación. Tampoco es abogado: son

9
estirados, siempre gastan su dinero y se jactan de cuánto cuestan
las cosas. No creo que sea alguien que haya heredado dinero. A los
mocosos de los fondos fiduciarios les encanta la fiesta y tener
vacaciones sin parar, pero no puedo descartarlo como una
posibilidad. Parece tener treinta y tantos años, por lo que sus días
de fiesta podrían haber quedado atrás.

—¿Y cuál es tu nombre? —pregunta.

—Daisy —digo el primer nombre que me viene a la mente.

El nombre de mi hermana.

Spencer no puede enterarse de que su ex estaba tomando una


copa con otro chico tan pronto después de nuestra ruptura. Él no
lo tomaría bien.

—No pareces una Daisy —comenta Freddie. Tiene un elegante


acento británico mezclado con algo más. ¿Francés? ¿Suizo? No
puedo decir. Algo europeo—. La gente dice que nuestros nombres
nos dicen mucho sobre quiénes somos. Una margarita es una flor
hermosa. Sencilla, discreta y delicada. Algunos incluso dirían frágil.
No me pareces ninguna de esas cosas.

—¿Y puedes decir todo eso con solo mirarme? —resoplo,


diciéndole que son tonterías—. Entonces, ¿qué tipo de nombre
debería tener?

Se acerca más, envolviéndome en su delicioso olor y dejándome


sin aliento. Ahumado, dulce, embriagador. Presiono mis muslos
juntos. Santo infierno, ¿qué tipo de feromonas está emitiendo?
Actúo como un vampiro hambriento que despierta de un sueño de
un siglo. Tal vez sea una acumulación de frustración sexual de
Spencer siendo un tonto que termina en un sola embestida.

—Algo de la realeza —ronronea Freddie, apartando un mechón


rebelde de mi rostro con su dedo índice. Un rayo de deseo corre a
través de mi cuerpo con su toque—. Tienes el tipo de rostro que
roba el aliento de un hombre, y ojos que lo harían inclinarse a tus

10
pies y matar por ti.

Si se ofrece a inclinarse ante mí, apúntame. Trato de sacar mi


mente de la cuneta, pero ya estoy bajo su hechizo.

—¿Te ofreces a ser mi caballero de brillante armadura? —


pregunto—. Porque no necesito un hombre que me salve.

—Hermosa e independiente —dice con aprecio—. Me gusta eso.


¿Por qué no me cuentas más sobre ti?

Los chicos que quieren meterse en tus pantalones por lo general


se saltan la pequeña charla, pero Freddie no parece tener prisa por
irse.

—¿Acerca de mí? —Me estoy quedando en blanco después de


acostumbrarme a que Spencer hable durante horas sobre sí
mismo—. Realmente no soy tan interesante.

—Estoy seguro de que eso no es cierto —responde—. Quiero


saber más sobre ti. ¿A qué te dedicas? ¿Tienes novio? ¿Algún niño?
¿Qué hay de tu familia?
—No estoy aquí para un interrogatorio —bromeo, luego pongo
los ojos en blanco—. Pero si quieres saberlo, ahora mismo estoy
entre trabajos. Sin novio ni hijos… y mi familia… bueno, tengo a mi
hermana. —Él me escucha atentamente. Debería dejar de hablar,
pero sigo adelante—. Mis padres murieron en un accidente
automovilístico, así que solo estamos nosotras dos. Somos muy
cercanas, aunque somos completamente opuestas. Siempre hemos
estado ahí la una para la otra. Ella tiene un lindo cachorro llamado
Pippy, que también es parte de nuestra familia... De todos modos,
¡suficiente sobre mí! ¿Cuál es tu historia?

—Tienes suerte de tener a tu hermana —dice con nostalgia,


terminando su bebida—. Ya no me queda familia. Eran... había...
ahora soy solo yo.

Mis ojos se abren. Quiero aprender más pero no quiero


preguntar y parecer una perra insensible.

11
—Pero me he centrado en el trabajo —dice, poniendo fin al
tema—. Me mantengo ocupado y volví a Londres para variar. Tal vez
sea hora de conocer a alguien especial y establecerme.

—¿Quieres niños? —pregunto.

—Sí —responde sin dudarlo. Descansa en paz, ovarios—. Un


día.

Me imagino a lindos niños pelirrojos con mandíbulas impecables


corriendo por un jardín y jugando. ¿Qué demonios es lo que me
pasa?

Me aclaro la garganta cuando él se inclina hacia adelante. Su


cuerpo está a centímetros del mío, una pared de puro músculo y
calidez.

—¿Quieres salir de aquí? —susurra, sus labios rozando el lóbulo


de mi oreja—. Me alojo en el Royal Duchess. Allí estará más
tranquilo.
Conozco el lugar: el único hotel cercano y el más caro de
Londres. La lista de espera para conseguir una habitación es de
meses. A la mierda Esta es mi celebración. La noche que dejo a
Spencer en el pasado. Agarro mi bolso y me bajo del taburete. Mi
falda se sube por mis muslos para mostrarle lo que tiene que
esperar.

Cuando Freddie toma mi mano, una oleada de electricidad


sacude mi cuerpo cuando nuestros dedos se entrelazan. Con un
metro noventa, me empequeñece, a pesar de mis ridículos tacones
de diez centímetros que son un tobillo roto esperando a suceder.

En circunstancias normales, soy una chica de tres citas. Pero


este es un caso excepcional. Un extraño misterioso y apuesto no es
alguien con quien me encuentro todos los días, especialmente en
una parte de la capital llena de multimillonarios. No soy una
cazafortunas. El dinero no importa, pero un tipo amable y rico es
como encontrar un unicornio dorado con cola de arcoíris.

—Disfrute de su velada, señor James —dice el anfitrión,


12
inclinando la cabeza cuando nos vamos. Sus ojos se estrechan
sospechosamente en mi dirección—. Señorita Penrose.

Aprieto mi mano libre en un puño, resistiendo el impulso de


mover mi dedo medio. No volveré. Freddie me abre la puerta y nos
dirigimos a la calle Mayfair bordeada de árboles. Los edificios son
magníficos: hermosos ladrillos grises con ventanas perfectamente
simétricas. Está muy lejos de la finca de Hackney en la que vivía
cuando me mudé a la capital, con contenedores llenos, baches en
la calle y gente que salía a trompicones de las tiendas de kebab
como muertos vivientes. Estamos en la misma ciudad, pero es un
mundo diferente.

—Aquí. —Freddie se detiene para quitarse la chaqueta y


colocarla alrededor de mis hombros—. Debes tener frío.
—Gracias —murmuro agradecida. Es muy grande, colgando
alrededor de mis rodillas, pero todavía está cálida por su calor
residual.

¿Qué tiene él que me hace romper todas mis nuevas reglas? La


caballerosidad es dulce y todo eso, pero debería haber aprendido la
lección. El último hombre que quiso cuidar de mí resultó ser un
psicópata controlador. Pero me recuerdo a mí misma, no soy Ivy
esta noche. Soy otra persona.

—Olvidé el frío que hace —comenta.

La fresca brisa invernal nos enfría las mejillas, y agradezco a las


estrellas que apliqué una generosa capa de bálsamo labial.

—Ajá —digo—. Dicen que podría nevar la próxima semana.

No eres británico a menos que hagas al menos un comentario


sobre el clima en una conversación. Para una isla pequeña, el clima
13
cambiante brinda amplias oportunidades para que un país de
personas socialmente incómodas interactúe.

Pero Freddie tiene razón. Se está congelando. Febrero ha sido


muy frío, el tipo de temperatura que hace palpitar los oídos. Mi
vestido rojo sin tirantes no fue una elección sensata, pero es el
único vestido que Spencer no atacó con unas tijeras en un ataque
de ira cuando le dije que habíamos terminado.

—No tendremos que ir muy lejos hasta que volvamos al calor —


asegura—. Está justo más adelante.

Capto nuestros reflejos en un escaparate cerrado. He perdido


peso en los últimos meses, pero sigo siendo una chica con curvas y
me siento pequeña al lado de Freddie. Su chaqueta me hace ver
como si me hubiera encogido en el lavado. Mi cabello rubio rojizo
rebota alrededor de mis hombros en ondas sueltas mientras
caminamos. Imagino que somos personajes de una película,
entonces… Joder.
Mi escandaloso tacón se desliza entre una grieta en el
pavimento, tomando mi tobillo como rehén mientras manos firmes
alrededor de mi cintura evitan que me caiga.

—Buenos reflejos —comento, agradecida de que mis mejillas


rojas puedan explicarse por el viento y no por su firme agarre.

He leído sobre extraños que tienen una chispa instantánea y lo


he descartado como ficción, pero así es como me siento ahora. Nos
acabamos de conocer, pero es como si nos conociéramos desde hace
años. Estar en su compañía es fácil. Es difícil de describir, pero algo
en él me hace sentir segura. Como si se pudiera confiar en él.

Los ojos de Freddie se encuentran con los míos y dice:

—Siempre te alcanzaré.

Y le creo. Estamos congelados en la calle vacía, encerrados en


una mirada que ninguno de nosotros quiere romper. Una farola en
14
el techo nos envuelve en un resplandor naranja cuando levanto la
barbilla para mirar la luz.

Me acaricia la mejilla y sus callos ásperos me asustan. Los


hombres ricos suelen tener las manos suaves por no haber
trabajado un día en su vida, pero el toque de Freddie cuenta otra
historia. Ha trabajado duro. De verdad, jodidamente duro. Un
escalofrío de deseo se enciende en mi interior. ¿De qué otra forma
este hombre me va a tomar por sorpresa?

Nuestro mundo se ralentiza y un taxi negro pasa lentamente. No


presto atención al vehículo mientras el musculoso brazo de Freddie
se desliza debajo de su chaqueta, descansando en la parte baja de
mi espalda. Luego se inclina para besarme.

Mi ritmo cardíaco se acelera, bombeando al triple de velocidad


cuando nuestros labios se encuentran. Nos dejamos llevar por un
cuento de hadas. Sus labios son suaves y carnosos, gentiles al
principio, pero llenos de un anhelo subyacente y una ardiente
necesidad de más.
Agarro su camisa, tirando de él más cerca.

Sus manos recorren mi cabello mientras empujo mi cuerpo


contra el suyo, presionando mis tetas contra su pecho. Su pene se
endurece, dejándome sin la ilusión de que él me desea tanto como
yo lo quiero... y que va a ser tan grande como parece.

Es un beso que hace que mi estómago se agite con un ejército


de mariposas. Es un beso que despertaría a una princesa de una
larga siesta. Es un beso que sé, por alguna razón subconsciente, se
convertirá en un momento decisivo en mi vida. Después de esto,
nada volverá a ser igual…

Percibo sus sentimientos por cómo nuestras lenguas bailan y


cómo la emoción cubre su beso: tristeza, angustia, felicidad, una
efusión de lo que sea que lo convierte en la persona que es. Está
lleno de un anhelo desesperado y un instinto primario. Una
sensación de que esto está destinado a ser. Que estamos destinados

15
a ser.

Atrapa mi labio inferior entre sus dientes, arrancándome un


gemido imparable. Este es un vecindario acomodado y no una calle
donde se besan en público, especialmente el tipo de beso que hace
que quieran arrancarse la ropa. Pero tener que esperar unos
minutos más para volver al hotel no es suficiente. Su pene se
retuerce, rogando que lo dejen libre.

—Joder. —Freddie se aparta sin aliento por un segundo,


mirándome con asombro—. Eres diferente a cualquier otra mujer
que haya conocido.

Antes de que pueda responder, me besa de nuevo. Sus manos


gigantes se deslizan sobre mi trasero redondo y lo aprietan con
fuerza, mientras paso mis dedos por sus músculos a través de su
camisa. Tiene abdominales duros y un paquete de seis que
avergonzaría a los modelos de ropa interior.

—Te deseo —susurro en su boca entre besos.


—No te deseo —gruñe—. Te necesito.

Un Ford Focus azul frena a nuestro lado, pitando


incesantemente. Reconocería ese viejo montón de mierda en
cualquier lugar, incluso si la voz de desaprobación de mi hermana
no estuviera gritando desde la ventana bajada.

—¡Oye, por aquí! —Daisy es dos años menor que yo, pero
siempre ha sido la sensata. Me protejo los ojos antes de que los
faros brillantes casi me cieguen—. ¿Eres tú?

—Mierda —murmuro—. Olvidé que mi hermana me iba a


recoger. No pensé que estaría aquí tan temprano.

Su pitido se vuelve más frenético a medida que golpea la bocina


sin cesar y grita:

—¡Entra!

16
¿No puede ver que estoy en medio de algo? Daisy no sale a
menudo, prefiere acurrucarse en el sofá y leer libros de romance.
Para alguien que disfruta leyendo obscenidades de monstruos, está
siendo increíblemente desconsiderada con mi situación actual.

—Lo siento, pero voy a tener que irme —digo a regañadientes,


sabiendo que tendrá un ataque de silbido insoportable si le digo que
se vaya sin mí—. Me voy de Londres por unas semanas y regreso a
la casa de nuestra familia. No tengo otro lugar a donde ir mientras
estoy entre lugares. Ella es mi paseo.

Él sonríe.

—Puedes quedarte conmigo.

—Buen intento —digo, aunque no creo que esté bromeando—.


Será mejor que te lleves la chaqueta...

—No, quédatela —insiste, evitando que me la quite como un


verdadero caballero. Un caballero ardiente y humeante, cuyos
huesos quiero saltar—. Puedes devolvérmela cuando nos volvamos
a ver.

—Entonces, ¿quieres volver a verme? —El Focus se detiene junto


a nosotros y toca la bocina. Me giro para gritarle a la cara ceñuda
de Daisy—. ¡Dame un maldito minuto! —Luego miro a Freddie de
nuevo, suavizando mi voz—. Realmente lo siento...

—No tengo la costumbre de invitar a una mujer hermosa a mi


habitación de hotel —dice Freddie. ¿Por qué, oh, por qué, no le dije
a Daisy que se fuera sin mí antes?—. Quiero llegar a conocerte. —
Baja la voz y su aliento me hace cosquillas en el cuello mientras se
inclina para susurrar—: En todos los sentidos.

Mi clítoris se hincha. Sí, más tarde será diezmada por mi nuevo


vibrador. Con suerte, Daisy tiene baterías de repuesto.

—Se volverá loca si no subo al auto en los próximos treinta


segundos —mascullo, esperando que mis palabras sean
coherentes—. Gracias por la bebida. Fue genial conocerte. 17
—Mi número está en el bolsillo de la chaqueta —dice Freddie—.
Llámame cuando vuelvas.

—Podrían ser unas pocas horas. Nuestra cabaña está en la costa


—digo—. Probablemente, estarás dormido.

—No lo estaré hasta que sepa que has llegado a salvo. —Sonríe,
haciendo que las líneas finas se arruguen alrededor de sus ojos
brillantes—. Llámame.

Asiento. Mis piernas tiemblan sin sus brazos alrededor de mí, y


me tambaleo hacia el auto como un niño pequeño aprendiendo a
caminar.

—Te veré pronto, Daisy —promete.

La cabeza de mi hermana se gira bruscamente. Le disparo una


mirada de «no digas una maldita palabra a menos que quieras ser
repudiada». Ella resopla, captando la indirecta, y tamborilea
impacientemente con los dedos sobre el volante.

—Sí, lo harás —respondo. Ver mi lápiz labial rojo manchado en


su cuello me llena de satisfacción—. Adiós, Freddie.

Años después, sigo volviendo a la misma pregunta...

¿Cómo podría una velada que comenzó tan perfectamente,


convertirse en la peor noche de mi vida?

18
Ivy

Cinco años después de aquella noche...

19
Mi cabello de fuego recién teñido se arrastra hasta mi cintura en
rizos sueltos. El rojo es mi favorito color, como los charcos de sangre
en los que dejo a mis objetivos.

Han pasado algunos meses desde que regresé a Inglaterra por


pedido especial de Alaric. Preferiría haberme quedado en Europa,
viajando por Italia, Francia y España. Nunca estuve mucho tiempo
en el mismo lugar, justo como me gustaba. Pero han pasado cinco
años y mi jefe me necesita. Le debo a Alaric mi vida. Ayudarlo es lo
menos que puedo hacer.

Estar de vuelta en Londres es extraño. La ciudad solía ser mi


hogar, pero caminar por las calles familiares me pone nerviosa.
Nunca se puede ser demasiado cuidadoso en mi línea de trabajo,
por lo que siempre estoy mirando por encima del hombro.

Tomo un sorbo de champán y pretendo escuchar mientras el


hombre en el escenario continúa su discurso. Una empresa de
tecnología emergente está organizando una gran fiesta en la oficina
para celebrar su salida a la bolsa, y alrededor de doscientas
personas están aquí. Sin embargo, no tienen una oficina típica. Es
más como un centro turístico. Tiene una suite de entretenimiento,
gimnasio, piscina y una barra de desayuno sin fondo, todo para
garantizar que nunca te vayas.

La multitud se ríe de la cursi broma del orador. Adam Brentwood


es el cofundador de la empresa. Él no es mi objetivo, pero el hombre
a su lado sí lo es. Danny Oliver, el otro cofundador, es el verdadero
cerebro detrás de la operación y el hombre que necesita morir. El
hombre que voy a matar.

No hago preguntas. Ese no es mi trabajo. Cuando la gente paga


por nuestros servicios, nosotros cumplimos. Nuestra promesa de
discreción hace que Killers Club sea el mejor grupo de asesinos para
contratar.

Al otro lado de la habitación, Stephanie, mi pareja de la noche,

20
coquetea con un grupo de hombres con barba que están lo
suficientemente delirantes como para creer que ella está interesada
en ellos. Noticia de última hora: No lo está. Si algo parece demasiado
bueno para ser verdad, por lo general lo es. Dejando a un lado la
genética desafortunada, ¿por qué alguien se sentiría atraído por los
hombres que no se han duchado durante semanas?

Stephanie me mira a los ojos y sonríe. Ella es una bomba rubia


que llama la atención donde quiera que vaya. Es tan buena jugando
al señuelo como limpiando escenas del crimen, y el grupo está
comiendo de la palma de su mano.

Compruebo mi reloj. El discurso debe terminar pronto. Se


servirán bebidas y Danny regresará a su oficina. Nunca se queda
en una fiesta por mucho tiempo, o eso nos dice nuestra fuente.

Mis dedos zumban con la familiar anticipación emocionante


antes de matar. Matar no es solo un trabajo, es mi propósito. Algo
a lo que estoy completamente insensible. Eso, y mi sed de venganza,
es por lo que vivo. Aunque la venganza toma tiempo, así que tengo
que ser paciente. Esperar solo lo hará más dulce.

El discurso termina. Por el rabillo del ojo, veo a Stephanie


asentir, un pequeño movimiento que solo yo detecto. Doy vueltas
por la habitación y me mezclo con los demás. Mi vestido negro es
un nivel aceptable de zorra para la ocasión. Tiene un escote lo
suficientemente pronunciado para destacar, pero llega por encima
de las rodillas para mantener un toque casual de negocios.

Los cofundadores abandonan el escenario entre aplausos y


vítores de una audiencia admirada, mientras suena música de
violín de buen gusto para dar un aire de sofisticación. Asistieron
trabajadores, inversionistas, periodistas y expertos de la industria.
La empresa debe dar una buena impresión antes de su próxima
ronda de financiación.

Los trabajadores, en particular, están aprovechando al máximo

21
la barra libre. ¿Quién puede culparlos cuando pasan el resto del
año atrapados detrás de una pantalla descifrando códigos?

Observo a Adam y a Danny desde la distancia. Adam tiene


mucho que ganar con la muerte de Danny. A primera vista, no
parece el tipo de persona que quiere ver muerto a su compañero.
Parecen llevarse bien, sonriendo y bromeando juntos. No puedo
estar segura de que Adam sea nuestro cliente. Alaric es el único que
conoce sus identidades, pero la mayoría de las veces puedo
averiguarlo.

Ahí. Los ojos de Adam se estrechan mientras le lanza a Danny


una mirada de reojo. Esa mirada. Adam está tratando de ocultarlo,
pero veo el resentimiento enconado, los celos y la codicia
hambrienta que dice que hará cualquier cosa para conseguir lo que
quiere. Cuando sabes qué buscar, es fácil de detectar.

Los hombres se separan. Adam es inteligente al rodearse de un


grupo de cabezas huecas que agitan las pestañas. Serán una
coartada fantástica cuando inevitablemente caiga bajo sospecha,
no es que la muerte de Danny parezca un asesinato cuando
termine.

—Las cámaras están desactivadas —dice Penelope a través de


un auricular. Está escondido detrás de mi cabello y es tan pequeño
que nadie lo detectará. Penélope es nuestra maga tecnológica y
puede piratear cualquier sistema del mundo. También es una
reclusa que rara vez sale de su oficina. Solo la he visto una vez en
cinco años, y solo porque Stephanie la arrastró.

Es tiempo de actuar.

Sigo a Danny por los pasillos sin ventanas. La alfombra


amortigua mis pasos mientras acecho en las sombras. Gira a la
derecha, luego a la izquierda, nuevamente a la derecha, recto y otra
vez a la izquierda. Presiono mi espalda contra la pared mientras
cierra la puerta de su oficina detrás de él.

Pasan unos minutos. No puede pensar que lo han seguido.


Prepararme para la acción. Vuelvo a aplicarme el lápiz labial y 22
alboroto mi cabello antes de girar la manija y tropezar dentro.

—Lo siento —digo con un falso acento estadounidense—. Me


perdí un poco. ¿Estoy buscando el baño?

—Está al final del pasillo. —Danny levanta la vista desde detrás


de sus gruesos lentes y frunce el ceño—. ¿No viste las señales?

—Debo haberlas pasado por alto —digo, girando un rizo


alrededor de mi dedo—. Oh, Dios mío. Eres Danny Oliver, ¿verdad?

Sus labios se presionan en una línea de desaprobación.

—Sí.

—He oído hablar mucho de ti —balbuceo, acercándome a su


escritorio. Sus ojos pequeños y brillantes se desvían hacia mi
pecho—. Te he visto en las noticias. Sé que suena tonto… —Me llevo
la mano a la boca, asegurándome de juntar a las gemelas—. Pero
me encantaría un autógrafo.
Él sale de mi trance de tetas.

—No hago autógrafos.

—Pero he traído una revista —le digo, colocando mi bolso en su


escritorio y rebuscando en su interior.

Mientras saco la revista, tiro torpemente la bolsa. Un bolso, un


paraguas y varios otros objetos, incluido un frasco de pastillas,
ruedan por el suelo de madera. Me pongo de rodillas para recoger
el desorden.

—Habla con Adam —se queja Danny. El hijo de puta ni siquiera


se mueve para ayudarme—. Él lo firmará.

Para alguien que pronto será uno de los hombres más ricos del
país, uno pensaría que estaría de mejor humor.

—Sería genial obtener tu firma también —miento mientras me

23
levanto de nuevo—. Ambos están en la portada.

Sostengo la revista cuidadosamente seleccionada y un bolígrafo.


Parece un bolígrafo común, pero funciona como una jeringa. Lo he
hundido en muchos objetivos para incapacitarlos, pero no le haré
eso a Danny. Quiero que su muerte sea lenta y sutil.

Suspira, dándose cuenta de que no me rendiré.

—Bien.

Él los arrebata y garabatea sobre la portada, dándome una


buena vista del pulso palpitante en su cuello. Un pulso que pronto
se detendrá.

Danny toma Adderall, un estimulante más común en los


Estados Unidos, que aumenta la concentración. Se rumorea que
tiene una adicción y no puede funcionar sin ellos. Se tensa mientras
se recuesta en su asiento, notando la etiqueta de las píldoras que
han aterrizado convenientemente cerca de sus pies y que no he
podido recoger.
—Gracias, Danny —gorjeo mientras empuja la copia firmada
hacia mí.

—No es problema. —Su tono es más agradable ahora que cree


que está recibiendo una dosis gratis—. Espero que disfrutes el resto
de la fiesta.

—Estoy segura de que lo haré —respondo, doblando la revista y


guardándola en mi bolso—. Gracias de nuevo.

Otro trabajo para marcar en mi lista.

Las píldoras están mezcladas con cantidades letales de talio.


Para cuando los efectos surtan resultados días después, ya me
habré ido, y será demasiado tarde para salvarlo. No es mi arma
preferida, pero el método no depende de mí. Nuestros clientes
pueden elegir cómo muere un objetivo. Todo es parte de nuestro
servicio Killers Club.

24
—¿Trabajo hecho? —pregunta Penélope en mi oído.

—Confirmado —susurro—. Pero me voy a quedar por un tiempo.

—Usa la palabra clave si necesitas alertarme —dice Penelope—,


pero me voy a desconectar ahora.

Regreso a la fiesta, ahora en pleno apogeo, mientras Stephanie


se excusa para irse. Ella se dirige a la salida, para gran decepción
de su admirador. No le gusta andar por ahí después de un trabajo,
pero yo, todavía no estoy lista para irme. Danny no se desplomará
sobre su escritorio en ningún momento, y mi estómago está
rugiendo. ¿Quién puede decir que no a un buffet? Me dirijo, agarro
un plato de papel y empiezo a cargarlo con toda la comida que
puede contener cuando...

Mierda.

Mi corazón da un salto.
Veo un rostro que reconozco entre la multitud. Cabello negro y
lacio, hombros anchos y un memorable anillo de bodas grueso en
su dedo grabado con un escudo familiar. Anthony Steel. Él estaba
allí esa noche. La noche que cambió mi vida hace cinco años. La
noche que mataron a mi hermana y me dieron por muerta.

Abandono mi plato y comienzo a abrirme paso a través del


vestíbulo. No tengo un plan. No necesito uno. Todo lo que tengo que
hacer es tenerlo a solas durante el tiempo suficiente para...

—Lo siento. —Un idiota torpe choca contra mi hombro y casi me


derriba—. No vi por dónde iba.

—Tal vez deberías comprarte unos lentes —respondo


bruscamente.

Los hombros del extraño bloquean mi vista.

—¿Por qué no dejas que te lo compense? —sugiere el


25
descuidado.

Se mueve un poco, y no puedo ver a Anthony. Maldición. No


puedo perderlo.

Miro al hombre que ha detenido temporalmente mis planes. Él


aparta su cabello rubio de su rostro, y cae de una manera
naturalmente despeinada por el viento. Tiene los ojos verdes más
penetrantes que he visto en mi vida. Esos ojos, junto con sus
marcados pómulos, podrían hipnotizar a alguien para que compre
cualquier cosa. Tiene una complexión de nadador, pero apostaría a
que es más fuerte de lo que parece por la forma en que su ropa se
ajusta a sus músculos definidos. Debajo de su camisa blanca, se
pueden ver contornos de tatuajes que cubren su pecho cuando la
luz lo golpea desde cierto ángulo. Está ocultando un lado salvaje
bajo su esmoquin.

—Soy Seb. —Extiende su mano con una sonrisa descarada. Una


sonrisa que podría derretir el corazón de un millón de chicas pero
que me pone en guardia al instante.
—Rose —respondo con los dientes apretados, deslizándome
fácilmente en mi identidad falsa—. Ya me estoy yendo.

—Espera. —Agarra mi muñeca cuando paso junto a él. Tiene


suerte de que no le rompa la mano—. ¿Por qué no te invito a un
trago para disculparme?

—Es una barra libre.

—Bien, me has atrapado —dice—. Tal vez he estado buscando


una excusa para hablar contigo.

—¿De verdad? —Planto mis manos en mis caderas—. ¿Esa línea


suele funcionar?

—En realidad, sí —responde con una sonrisa traviesa—. Pero lo


digo en serio. En definitiva, dormiría mejor sabiendo que no estás
conmocionada. Solo quédate otros diez minutos, así puedo estar
seguro de que estás bien.

—Camine hacia ti, no contra una pared —respondo—. Pero está 26


bien, tomaré un trago.

Su rostro se ilumina. Él no se da por vencido, y hasta que vuelva


a ver a Anthony, no estará de más tener una excusa para quedarse.

Sigo a Seb hasta el bar. La multitud se aparta para que pase, y


vamos directamente al frente. Los británicos no rompen las reglas
de las colas a menos que haya alguien importante cerca. ¿Quién es
este hombre? ¿Debería conocerlo?

—¿Champagne? —ofrece Seb—. ¿O vino?

—Champagne —digo, sin apenas prestarle atención mientras


examino el mar de rostros.

Maldita sea. Veo a Anthony, rodeado por otros tres, saliendo del
edificio. Incluso si quisiera llegar a él, no puedo. Hay demasiados
testigos y quiero tomarme mi tiempo con él. Tal como lo hizo con
Daisy.
Seb me pasa una copa flauta. Susurros silenciosos nos siguen
mientras me lleva a una cabina tranquila, lejos de miradas
indiscretas.

—¿Trabajas aquí? —pregunta.

—No —respondo, sacando mi credencial de prensa falsa de mi


bolso—. Estoy escribiendo una historia sobre la salida a la bolsa.
¿Supongo, como me preguntaste, que tú tampoco trabajas aquí?

—No. —Él se ríe—. Pero soy un inversionista.

Por supuesto que lo es. Cumple con los requisitos para ser un
rico e inteligente al que le gusta tirar el dinero.

—Pero no me lo reproches —dice, leyendo mi mente—. No soy


como los otros inversores que podrías haber conocido.

Me cruzo de brazos.

—¿Quién dice que te lo reprocharía? 27


—Tu cara —dice—. Eso, y cómo tus cejas se hundieron cuando
dije la palabra inversionista.

Me siento más erguida. No está mal para un aficionado. Hay más


en él de lo que parece, y ahora estoy intrigada.

—¿Tienes el hábito de leer el lenguaje corporal de un extraño?


—refuto, ladeando mi cabeza hacia un lado para estudiarlo—. A la
mayoría de la gente no le gusta que la psicoanalicen. Es un asesino
de conversaciones.

—Eres periodista —responde—. ¿Leer el lenguaje corporal no es


algo que haces todo el tiempo?

—También hago preguntas —digo—. ¿Por qué sigues aquí, de


todos modos? Los otros inversores se fueron después del discurso.

—Perceptiva, ¿no? —Seb extiende sus brazos sobre el respaldo


de la cabina—. Tal vez me apetecía salir por la noche. La
permanencia funcionó a mi favor, ¿no? Ahora estoy tomando un
trago con la mujer más linda de la habitación.

Su cumplido me deja boquiabierta y evito mirar sus ojos


soñadores.

—¿Se les permite a los inversores coquetear con los invitados de


la fiesta? —pregunto—. ¿Quieres que escriba una buena historia?
¿Ponerle tu toque? ¿Cuál es tu juego final?

Seb se ríe. Por su confianza, supongo que tiene poco más de


treinta años, pero parece más joven y me da una vibra de Leo
DiCaprio en Titanic.

—¿Siempre sospechas tanto de la gente?

Estrecho los ojos.

—Ese es mi trabajo.

Su teléfono suena. Lo comprueba y maldice por lo bajo. 28


—¿Qué ocurre? —bromeo, incapaz de resistirme—. ¿Ya pasó tu
hora de acostarte?

Seb saca su tarjeta de presentación de su bolsillo y la desliza


sobre la mesa. Su camisa se sube por sus muñecas para exponer
un tatuaje que la envuelve. ¿Tiene la manga completa?

—¿Cómo te gustaría terminar nuestra conversación durante la


cena la próxima semana?

—¿Siempre eres así de directo? —lo desafío—. Nos acabamos de


conocer.

—No todos los días conozco a alguien como tú. —Sus palabras
envían un escalofrío de anhelo por mi espalda. No me he sentido así
en mucho tiempo, y la sensación es extraña—. Quiero saber más
sobre ti, Rose…
—Rose Hathaway —termino su oración—. Y tú eres… —Recojo
su tarjeta. Sebastian Montgomery.

¿Por qué suena familiar? Me estoy perdiendo algo, y me patearé


cuando lo recuerde.

—Solo Seb —dice.

—Está bien, solo Seb —digo, dándole la vuelta a la tarjeta entre


mis dedos—. Lo pensaré.

—Bien —responde—, porque me gustaría volver a verte.

Tomo un sorbo de champagne mientras se va. Se sube a un auto


negro con ventanas a prueba de balas que lo espera.

¿Quién eres tú, Sebastian Montgomery?

29
Seb

Es perfecta, y no puedo dejar de pensar en ella. Una belleza


30
natural con pechos, dientes y curvas perfectas en un cuerpo
apretado por el que ha trabajado duro. Luego, su boca sarcástica...
Joder, eso la hace aún más caliente.

Nadie me habla o me desafía así, y me encanta. Ya me he dado


varias duchas frías pensando en lo que le haría si la tuviera a solas.

—¿Todavía estás de mal humor porque acorté tu cita? —


pregunta Freddie, levantando las cejas. Callen se ríe, mientras una
sonrisa maliciosa se extiende por el rostro de Bram. Bastardos.
Todos ellos.

—Todos ustedes pueden irse a la mierda —les digo—. Tenemos


trabajo que hacer.

—Cuando no estás ocupado suspirando por una chica que


conociste durante dos minutos —bromea Callen—. ¿Todavía no ha
llamado? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Una semana?

Ocho días, para ser exactos, pero ¿quién cuenta?


—¿Cuándo vas a volver a Edimburgo? —Lo fulmino con la
mirada—. Se suponía que te ibas a quedar un fin de semana, pero
ha pasado un año.

—¿Qué puedo decir? Empiezo a sentirme como en casa —dice


Callen, apoyando los pies en nuestra mesa de café como si fuera el
puto dueño del lugar—. Me gusta aquí.

—Sabes que esta es mi casa, ¿no? —gruño, queriendo borrar la


mirada de suficiencia de su rostro. Él es irritante—. Puedo echarte
cuando quiera.

Mi casa se convirtió en nuestra base de operaciones comerciales


hace cuatro años. Aunque tenemos un acuerdo privado de que la
casa es mía, las escrituras están a nombre de Freddie. Las
transferimos después de decidir que alguien podría intentar
rastrear a un miembro de la familia real. Sobre el papel, vivo en un
piso vacío al otro lado de la ciudad.

—Pero no lo harás —dice Freddie con frialdad en su tono de cero 31


tonterías. Es nuestro jefe, y lo que dice vale—. Porque ahora esta es
la casa de los Duques.

—¿Ves? —se burla Callen—. No hay nada que puedas hacer.

Aprieto los dientes para contenerme. Al principio, usábamos la


casa únicamente como nuestro lugar de trabajo, pero todos se
quedaban tan a menudo que tenía sentido que se mudaran de
forma permanente. Sin embargo, no puedo decir que esté contento
con nuestra incorporación más reciente. Callen puede ser un
Duque, pero eso no significa que me tenga que gustar.

—Tenemos un problema —dice Freddie, interrumpiendo nuestra


discusión con unos pocos toques en su teclado. La pantalla del
proyector rueda hacia abajo desde el techo. Una gran ventaja de ser
rico es tener los mejores aparatos. Esta es cortesía del pobre hijo de
puta que acaba de aparecer muerto—. La muerte de Danny no fue
un accidente. Fallamos, y ahora tenemos que averiguar quién lo
mató. —Su expresión se endurece—. Nadie se cruza con los
Duques.

Además de no tener noticias de Rose, la muerte de Danny es


otra fuente de mi mal humor. Danny se puso en contacto con
nosotros hace un mes porque temía que pasara algo así. Su
empresa estaba creciendo a un ritmo alarmante. En cinco años, se
prevé que sea una de las empresas más grandes del mundo. Nunca
me gustó el idiota miserable, pero odio que alguien lo haya matado
bajo nuestra vigilancia.

Freddie, Callen, Bram y yo somos los Duques. La gente, como


Danny, nos contrata para protección. Somos mejores que cualquier
empresa de seguridad o banda. Por el precio correcto, somos las
únicas personas que pueden mantener a alguien a salvo. Tenemos
recursos, dinero, poder y discreción, pero ¿lo mejor de todo? No
tenemos putas reglas. Si alguien viene por ti, lo mataremos primero.
Los Duques harán lo que sea necesario para proteger a sus clientes,
y hemos tenido un historial impecable... hasta ahora. 32
Callen hojea nuestra copia del informe del forense que tiene
delante. Érase una vez, solía ser cirujano, de ahí el ego, pero ahora
pone sus habilidades para otros usos.

—Su causa de muerte figura como insuficiencia renal, pero no


lo creo. Estaba sano sin problemas previos —resume Callen,
sacudiendo la cabeza—. Juzgando por sus síntomas, apuesto por
un envenenamiento. No hay un informe toxicológico, así que no
puedo demostrarlo, pero supondría talio. Es una elección inusual
pero efectiva. A menudo se diagnostica erróneamente antes de que
sea demasiado tarde. El talio es de acción lenta, al igual que la
nueva chica de Seb. —Él sonríe y luego continúa—: Tarda días en
hacer efecto. Este no era un trabajo de un aficionado.

Paso saliva.

—¿Cuándo crees que sucedió?


—Difícil de decir. —Callen frunce la nariz para leer una letra que
solo un profesional médico podría descifrar—. Depende de la dosis,
pero la única vez que salió de su casa fue para ir a la fiesta de
lanzamiento. Creo que se cruzó con su asesino esa noche.

Esto es mi culpa. Mi charla de diez minutos con Rose podría


haber sido todo lo que necesitó el asesino para pasar a mi lado.
Había mucha gente en la sala que se beneficiaría de su muerte.
Tenemos que reducir la lista de sospechosos.

Me dirijo a Bram.

—¿Dónde estamos con las cámaras del sistema de circuito


cerrado?

Bram niega con la cabeza. Él no habla. No puede. Alguien cortó


la mitad de su lengua antes de conocernos. Puede hablar con señas
y usar texto a voz en un dispositivo especial que Freddie le compró
para comunicarse, pero rara vez elige hacerlo. He llegado a entender
a Bram por la inclinación de su cabeza y sus expresiones. Para 33
alguien que no puede hablar, puede ser un verdadero dolor en mi
trasero.

No conozco los detalles sobre la historia de Bram, pero conoce a


Freddie desde hace años. Si Freddie confía en él, eso es suficiente
para mí. Sin confianza, no tenemos nada.

—No hay circuito cerrado de televisión —confirma Freddie—.


Alguien pirateó la señal del sistema y lo reprodujo en bucle. El
equipo de seguridad, que se suponía que debía estar observando,
estaba demasiado borracho para notar algo inusual.

—Entonces, ¿alguien se coló en la fiesta, le dio a Danny algún


tipo de veneno y luego le tomó días morir? —Me rasco la barbilla.
No sé si estoy más molesto o impresionado—. Son buenos.

—Pero nosotros somos mejores —dice Freddie, golpeando la


mesa con el puño—. Necesitamos averiguar quién hizo esto antes
de que comprometa más nuestras operaciones. —Se levanta de su
asiento. Su exterior tranquilo esconde su furia ardiente. Le importa
más que nada mantener la reputación de los Duques—. Voy a salir
a cenar con un cliente potencial. Callen, te unirás a mí.

Por lo general, soy el número dos de Freddie. Esta es su forma


de castigarme, pero no es lo suficientemente severo. No importa
cuán jodidamente perfectas sean las curvas de Rose Hathaway,
arruiné un trabajo. Los Duques no cometen errores.

34
Ivy

Lanzo una patada al saco de boxeo y lo envío volando por el


35
gimnasio.

—Agradable —comenta Stephanie, luego guiña un ojo—.


Deberías enviarle un mensaje de texto.

Bebo un trago de agua, aún chorreando sudor por nuestro


entrenamiento de combate.

—Yo no tengo citas —respondo.

Mi vida ya es lo suficientemente complicada como para hacer


malabarismos con asesinatos. No necesito agregar un chico a la
mezcla. ¿Por qué invitar más drama a mi vida?

—Vas a estar en Londres por un tiempo —dice Stephanie—. Ser


parte del club no significa que no puedas disfrutar de tu tiempo
libre. Necesitas más equilibrio. Eres todo trabajo y nada de juego.
Stephanie es la única persona que conozco que puede matar a
alguien sin remordimientos y aun así insistir en meditar para
limpiar tu aura. Habla de una yuxtaposición.

—Será mejor que esto no sea otra excusa para darme lecciones
sobre los huevos de Yoni —digo, dando otro puñetazo en la bolsa
con un golpe satisfactorio—. No me interesa.

—Verlo de nuevo será bueno para ti —insiste—. Dijiste que


estaba caliente, ¿verdad?

Sí, jodidamente caliente. Como si fuera a comer de su cuerpo


como un plato jodidamente caliente.

—Él está bien —miento, pensando en los hermosos ojos verdes


de Seb y la tinta detrás de su ropa.

—Supongo que eso significa que no estás interesada en una


verificación de antecedentes de él, entonces...

—¿Qué? —Me congelo, suspendiendo mi puño en el aire—. 36


¿Hiciste una verificación sobre él?

—Tenía curiosidad —dice—. Es el primer chico que me


mencionas desde que te conozco que no es un objetivo ni está en tu
lista negra.

Stephanie y Alaric saben sobre mi lista. Cuando Alaric juzgue


que es el momento adecuado, me dejará trabajar en ello. Esperar
cinco años ha puesto a prueba mi paciencia, pero no he flaqueado.
Juré mi lealtad al Killers Club, y he cumplido ese juramento porque
sé que la espera valdrá la pena.

—¿Qué decía la verificación?

—Pensé que no querías volver a verlo… —Stephanie sonríe. Ella


me tiene, y lo sabe—. Tú no tienes citas, ¿recuerdas?

Se dirige a través del gran gimnasio a su bolso. Estamos en el


área de entrenamiento de una de las muchas bases globales del
club. Nuestra sede en Londres es la más destacada, y donde ella y
Alaric pasan la mayor parte de su tiempo. Aquí es donde aprendí
todo lo que hay sobre matar y descubrí mi fuerza interior. Es el
lugar más cercano a una hogar que conseguiré.

—Todavía no voy a romper mi regla de no tener citas —le digo—


, pero también puedes mostrarme ahora que has pasado por todos
los problemas.

Ella abanica una carpeta frente a su rostro.

—Entonces, ¿quieres saber más sobre él?

Desde que nos conocimos, he logrado resistirme a realizar una


búsqueda en Internet sobre Seb. Si no planeo volver a verlo, ¿cuál
sería el punto? Pero el impulso de saber más sobre él es demasiado
fuerte cuando lo está poniendo en un plato.

—Dámelo —gruño, lista para abalanzarme sobre ella.

—Lo haré —dice—. Con una condición. 37


—¿Cuál?

—Le envías un mensaje de texto —dice—, y tienes una cita.

Pongo en duda lo que dice.

—No puede haber nada malo en su archivo si quieres que salga


con él.

—Confía en mí, es una lectura jugosa. —Stephanie mueve las


cejas—. No vas a querer dejar pasar esto.

—Está bien, iré, pero no es una cita real. —Suspiro con


exasperación y le quito la carpeta de los dedos—. Solo voy porque
me chantajeaste.

Mira por encima de mi hombro mientras escaneo la página, mi


ritmo cardíaco se acelera al ver su foto. ¿Cómo es justo que algunas
personas ganen el premio gordo de la lotería genética?
—Él es atractivo —dice Stephanie, admirándolo.

—Mierda santa. —Mis globos oculares casi se salen de sus


órbitas. Lo leo de nuevo para asegurarme de que no me he
equivocado—. ¿Es básicamente un maldito príncipe?

Ahora entiendo por qué la multitud se separó como Moisés


estaba en medio de ellos en la fiesta.

—Técnicamente, es el vigésimo en la línea de sucesión al trono


—dice Stephanie—. Aunque tiene sangre azul, parece mantenerse
alejado de la familia real. Piensa en él como una figura tipo Bruce
Wayne. Su familia tiene dinero y él invierte en empresas de
tecnología. Evita la atención del público a menos que tenga que
hacerlo. Aparentemente, no ha tenido citas en años. No puedo
encontrar indicios de que alguna vez haya tenido una relación seria
en ninguna parte.

—¿No tener un historial de relaciones no es una señal de alerta


gigante? Además, tiene un perfil demasiado alto —digo—. ¿O has 38
olvidado que ser parte del club significa tratar de evitar la atención?
Somos fantasmas por una razón.

—Ga-lli-na. —Ella pone sus ojos en blanco—. ¿Cuándo más


tendrás una oportunidad como esta? ¿No quieres saber más sobre
él? —Señala su fotografía—. Mira esos pómulos y hoyuelos. Si no lo
llamas, tal vez lo haga yo.

Ella y Alaric han sido pareja durante años, pero eso no le impide
salir con otros hombres para obtener información. Ella es la trampa
de miel perfecta. Alaric entiende que el trabajo es lo primero, pero
le está dando menos de esos trabajos ahora que tenemos más
agentes. No lo admitirá, pero no quiere compartirla.

—¡No! —Me opongo. Maldita sea, me expuse—. Iré, ¿de acuerdo?


Lo veré una vez más, pero eso es todo.

—Envíale un mensaje de texto ahora —dice—. Necesito pruebas.

Trato de escabullirme de eso.


—Pero no tengo su número conmigo.

—¿Me estás diciendo que aún no lo guardaste en tu teléfono?

—Yo… —De acuerdo, guardé su número, pero solo porque


nunca se sabe cuándo puede ser útil. Stephanie ve a través de mi
acto—. Bien, lo haré ahora.

Agarro mi teléfono y redacto el mensaje de texto. ¿Qué debería


decir? Tengo experiencia en seducir hombres para matarlos,
aunque hace años que no tengo citas. No sé lo que estoy haciendo.

Yo: Entonces... ¿cuándo tendremos la cena que prometiste?

Eso servirá, ¿no? Tal vez piense que soy grosera y exigente, por
lo que no responderá en absoluto. Eso sería mejor para todos.

—Perfecto —dice Stephanie cuando presiono enviar—.


Haciéndote la difícil.

—No estoy jugando nada —me quejo—. Solo estoy haciendo esto 39
por ti.

Ella guiña un ojo.

—Sí, sigue diciéndote eso.

Alaric entra al gimnasio y el rostro de Stephanie se desmorona


cuando lee su expresión. Es espeluznante lo sincronizados que
están los dos.

—¿Qué pasa, cariño? —pregunta ella.

Las fosas nasales de Alaric se ensanchan y sus manos tatuadas


se cierran en puños furiosos. La mayoría de la gente encuentra a
Alaric intimidante. Un monstruo de cuarenta y tantos, con la
cabeza rapada y músculos ridículos que pueden llenar el marco de
una puerta, pero es como una familia para mí. Es despiadado, pero
justo y, en este momento, está jodidamente enojado.

—Es Adam Brentwood —gruñe.


—¿El cliente que ordenó el asesinato de Danny? —pregunto.
Bueno, el tipo a quien supuse que le ordenaron hacerlo. Alaric
nunca confirmó mis sospechas—. ¿Qué hay de él?

El trabajo transcurrió sin problemas. Danny murió, y nadie


sospecha nada. El forense está en nuestra nómina, por lo que no
hubo informe de toxicología, y la insuficiencia renal figuraba como
la causa de su muerte. Es el crimen perfecto, todo limpio y envuelto
en un bonito lazo. Caso cerrado.

—Se han llevado a Adam —dice Alaric.

—¿Se lo han llevado? —Stephanie frunce el ceño—. ¿Cómo,


secuestrado?

Después de que completamos un trabajo, él se mantiene en


contacto con nuestros clientes por un tiempo. Pagan buen dinero,
por lo que nos gusta asegurarnos de que estén felices. Esta es la
primera vez que alguien secuestra a un cliente tan cerca de un
asesinato. No puede ser una coincidencia. 40
—Sí, secuestrado —espeta con impaciencia—. Y hay más.

Levanta su teléfono para mostrarnos una fotografía. Lo está


agarrando con tanta fuerza que es un milagro que no haya sido
aplastado. Una imagen enviada por Adam está en la pantalla.
Entrecierro los ojos para ver una nota garabateada que dice:

Ahora estamos a mano.

Los Duques.

—¿Los Duques? —Me devano los sesos para ver si recuerdo


alguna pandilla con ese nombre, pero nada—. ¿Quiénes son?

—Penélope está trabajando en eso ahora —dice Alaric—. Está


desenterrando todo lo que puede encontrar sobre ellos.

—¿Para quién crees que es el mensaje? —pregunto, aunque ya


sé la respuesta.
—Nosotros —confirma Alaric. Su mandíbula está colocada en
una línea firme. Los cráneos van a ser aplastados—. Los Duques,
quienesquiera que sean, están dibujando líneas de batalla. Si
quieren una batalla, les traeremos una puta guerra.

Los Duques han elegido a las personas equivocadas para


meterse. Será mejor que tengan cuidado.

41
Seb

—Esto podría doler un poco —dice Callen. Su aterradora y


42
maniaca sonrisa, da un destello de su psicopatía interior.

Adam llora como un bebé mientras Callen aprieta su diente con


las pinzas. Bostezo, de pie con la espalda contra la fría pared de
ladrillos de nuestra habitación oculta en el sótano, y observo desde
las sombras.

—¿Qué ocurre? —se burla Callen. Le encanta jugar con ellos—.


¿No te gusta el dentista?

Los Duques son protectores, pero este es un caso especial. Esta


vez, nos estamos protegiendo a nosotros mismos y a nuestra
reputación estelar.

No me estremezco cuando Callen arranca el diente de las encías


de Adam, salpicando sangre por todas partes como una pintura de
Jackson Pollock. La bandeja de metal tintinea cuando deja caer al
canino junto a los demás, alineándolos en una fila ordenada.
—No lo hagas más difícil de lo que debe ser —dice Freddie. Se
sienta en un taburete cercano, observando con indiferencia cómo
Adam gorgotea en su sangre—. Todo lo que tienes que hacer es
decirnos qué le pasó a Danny.

Desde su llegada, el bastardo ha estado mintiendo


descaradamente, de ahí su eliminación. Adam fue el que más se
benefició de la muerte de Danny, y a juzgar por cómo se orinó
cuando aparecimos, esconde algo. Mis instintos rara vez se
equivocan. Adam es la serpiente resbaladiza responsable de la
muerte de Danny, pero carece del coraje para ensuciarse las manos.
Todo lo que nos interesa es a quién contrató para hacerlo.

Callen regresa al banco de trabajo. Está repleto de


herramientas, sierras, cinceles y varias piezas de equipo quirúrgico,
esencialmente el sueño húmedo de un torturador. Estamos en el
negocio de la protección, por lo que extraer información es normal...
y lo hacemos bien. Cuando los Duques terminan, la gente revela
sus secretos más oscuros. Es una pena que ninguno de ellos salga 43
de la habitación, pero por eso somos buenos en lo que hacemos.
Nunca dejamos rastro.

Mi ira aumenta mientras miro mi reloj. Han pasado tres horas,


y mi paciencia está disminuyendo.

—Cuéntanos lo que sepas, Adam —digo—. Llorar o rezar no te


ayudará. Nadie puede oírte aquí abajo.

Las construcciones de iceberg son la última tendencia en


Londres. No hay espacio para expandirse sobre el suelo, por lo que
los ricos están construyendo enormes guaridas subterráneas. La
mayoría quiere una piscina, un spa o una cancha de tenis, pero
nosotros somos más creativos.

—Yo no… —La voz de Adam se apaga mientras solloza, haciendo


que la sangre brote de su boca como una fuente de agua.

Me remango las mangas y me giro hacia Callen.


—Déjame intentarlo. —La siguiente parte se va a complicar.
Puedo persuadir a Adam para que cumpla—. Bram, ¿por qué no me
ayudas?

Es fácil olvidar que Bram está cerca. Observa la escena que se


desarrolla como una estatua, pero entra en acción. Agarra un
taladro eléctrico y lo enchufa en la pared.

Una sonrisa torcida se extiende por mi rostro.

—Perfecto.

—Por favor —suplica Adam, agitándose. No hay adónde ir. Está


atado, con los tobillos y las muñecas amarradas. Las cadenas que
lo sujetan son lo suficientemente fuertes como para contener a un
oso pardo—. No sé de qué están hablando.

Respuesta incorrecta. Mi molestia se amplifica. Aparte de


interrogarlo, lo trajimos aquí para hacer una declaración y advertir
44
al asesino de Danny. Si vuelven a jodernos, iremos tras ellos.

—No saber nada es muy conveniente cuando tu socio comercial


fue envenenado y estás listo para hacerte cargo de toda la empresa
—digo, ignorando las objeciones patéticas de Adam—. ¿Sabías que
Danny estaba en proceso de cambiar su testamento? Quería
proteger sus activos y asegurarse de que las acciones de su empresa
estuvieran protegidas.

—Nadie dijo que estaba envenenado. Murió de insuficiencia


renal —dice Adam—. Nos conocemos desde que éramos niños.
Nunca le haría daño.

Sus mentiras apestan más que su orina empapando sus


pantalones.

—Déjate de idioteces —grito. Enciendo el taladro, y su zumbido


resuena en el sótano como una sentencia de muerte.
Afortunadamente, las paredes están insonorizadas—. Callen, trae
los alicates también.
—No, no, no —objeta Adam mientras Callen le arranca los
zapatos y los calcetines—. ¡Oh, Dios, no!

Callen no espera más instrucciones. Le arranca la uña del pie a


Adam, haciéndolo chillar como un cerdo.

Me acerco y me inclino, pasando el taladro sobre su sien.

—Si fueras amigo de Danny, odiaría ver cómo tratas a tus


enemigos —siseo.

—Sabemos que ordenaste matarlo —interviene Freddie,


haciéndome retroceder—. Todo lo que tienes que hacer es decirnos
a quién le pagaste para hacerlo. Sabemos que no lo hiciste tú
mismo. Eres bueno hablando con las cámaras, pero no eres un
asesino. —Adam no responde, por lo que Freddie suspira—. Te lo
paso a ti, Seb.

Los mocos gotean por el rostro hinchado de Adam. El miedo en


45
sus ojos me alimenta. Puede que no haya alimentado a la fuerza a
Danny con veneno, pero es la razón por la que murió nuestro
cliente.

Vuelvo a encender el taladro, haciendo que Adam se mueva más.


Lucha contra ataduras de las que nunca se librará.

—No tienes mucho tiempo para empezar a hablar —ronroneo,


sosteniendo el taladro en su oído. El sonido sacudirá su cerebro y
hará temblar sus huesos.

Me acerco más y más. La punta del taladro roza su piel, y eso es


todo lo que necesita para decir:

—Está bien, está bien, les diré… Solo no me lastimen, ¿de


acuerdo? Si les lo digo, tienen que dejarme ir.

Hago una pausa.


—No queremos hacerte daño, Adam —miente Freddie,
adormeciendo a la rata con una falsa sensación de seguridad—.
Dinos lo que queremos saber, luego te dejaremos ir.

Adam se relaja un poco, tranquilizado por el hombre con un


bonito traje. Freddie hace de policía bueno, pero es peor que el resto
de nosotros. Se presenta como un caballero encantador, pero en el
fondo es un lobo vicioso. Pasó años en la aplicación de la ley
siguiendo las reglas, pero sabe que la verdadera justicia solo ocurre
cuando la tomas en tus propias manos.

—Alguien me habló de un club —dice Adam—. Cuando


pregunté, descubrí más. Pagas para convertirte en miembro.
Entonces, matarán a quien quieras, de la forma que quieras.

—¿Cómo se llama este club? —pregunta Callen.

—El Killers Club.

46
— Qué jodidamente original —murmuro sarcásticamente.

Bram se tensa. Está prestando atención ahora. Estará pensando


lo mismo que yo. ¿Cuánto tiempo ha vivido un grupo de asesinos
debajo de nuestras narices? Este es el territorio de los Duques. ¿De
cuántas muertes más son responsables y cuánto tiempo pasará
hasta que maten a otro de nuestros clientes? Tienen que ser
detenidos.

—¿Cómo los encontraste? —pregunta Freddie bruscamente.


Intenta no demostrarlo, pero Adam ha despertado su interés.

—Fui a algunos clubes, luego alguien me deslizó una tarjeta una


noche —dice—. No conozco al tipo. Nunca volví a hablar con él.

—¿Como se veía? —pregunta Freddie.

—Es alto —dice Adam.

Enciendo el taladro.

—Necesitamos que seas un poco más descriptivo que eso.


—¡Bien, bien! Solo apaga eso, ¿por favor? —Adam aprieta los
ojos para concentrarse—. Cabello castaño, alrededor de un metro
ochenta de altura, en sus veintitantos años. Esta en buena forma.
De verdad, jodidamente ejercitado. Debe pasar horas en el gimnasio
todas las semanas.

—Estás describiendo la mitad de Londres —le digo.

—Tiene una cicatriz —dice Adam—. Una cicatriz elevada en el


cuello. Es diagonal, va de izquierda a derecha. Parece que le han
cortado la garganta.

—¿El hombre que le dio la tarjeta era la misma persona con la


que hablaste cuando llamaste al número? —sondea Freddie.

—No estoy seguro —dice Adam—. Todo lo que hice fue pagar su
cuota de membresía, y luego me hizo preguntas y me contó sobre
sus diferentes paquetes.

47
—¿Paquetes? —Callen frunce el ceño—. ¿Qué tipo de paquetes?

El Killers Club ha convertido la muerte en un negocio exclusivo


solo para miembros. Genial, pero retorcido.

—Depende de a quién quieras matar, dónde y cuándo. No puedo


recordar exactamente. Me dio un precio y transferí el dinero a una
cuenta en el extranjero, luego se puso en contacto nuevamente y
me hizo más preguntas, y de repente sucedió.

—¿Volviste a ver al hombre de la cicatriz? —presiono.

Adam niega con la cabeza.

No podría haber pasado por alto a un hombre que coincidiera


con esa descripción en la fiesta, aunque no puedo quitarme la
persistente sospecha de que me estoy perdiendo algo.

—¿Cuánto cobran por sus servicios? —pregunta Freddie.

—Un millón para unirse al club, luego siete millones para matar
—responde Adam. Una ganga, considerando que es una pequeña
fracción de lo que ganaría con la muerte de Danny—. Envié la mitad
antes y la otra mitad después. Me dieron instrucciones estrictas
para que pareciera que estaba pagando por otra cosa.

—Hijos de puta —murmura Callen.

—¿Cómo podemos llegar a ellos? —Freddie intenta no sonar


entusiasta—. ¿Todavía tienes su número?

—No —responde Adam—. Cada vez que llamé, usaron un


número diferente. El primer número que me dieron caducó a las
pocas horas. Los hace imposibles de rastrear. Me dijeron que solo
los contactara a través de teléfonos desechables y que los
destruyera después de cada llamada.

Esa es una señal de una operación sofisticada. No es una banda


de un solo hombre, sino una red completa. Un club exclusivo de
asesinos en serie que cubren sus huellas. Pueden ser sofisticados,
pero eso no significa que no podamos encontrarlos.
48
—Les juro que he dicho todo lo que sé —dice Adam—. Ahora
pueden dejarme ir. Prometo que no diré nada.

Freddie sonríe y luego me mira.

—Sabes qué hacer.

Asiento bruscamente mientras se va.

—¿Qué está sucediendo? —pregunta Adam. Sus ojos se lanzan


salvajemente a la puerta cerrada, luego de vuelta a mí. Entonces se
da cuenta de que su vida está a punto de terminar—. Dijiste que
me dejarías ir.

Adam ha dicho suficiente. No hay justicia en dejar que otro


asesino camine por las calles. Tenemos el deber de proteger.

—No irás a ninguna parte —me burlo, sosteniendo el taladro—.


Esto es por Danny, de los Duques.

—¡No! —Los gritos de Adam no me afectan—. ¡Por favor, no!


Al otro lado de la habitación, mi teléfono vibra en el mostrador.

—Parece que tu chica finalmente se puso en contacto, Seb —


grita Callen, mirando la pantalla—. Ella quiere cenar.

Vacilo cuando el taladro se clava en la sien de Adam. Por mucho


que me gustaría terminar el trabajo, la mención de Rose envía
sangre corriendo directamente a mi pene.

—¿Te gustaría hacerte cargo, Callen? —pregunto.

Él asiente con entusiasmo y se apresura a tomar mi lugar. Me


limpio las manos con cuidado mientras Adam pide ayuda a gritos.
Pronto se callará.

Le respondo a Rose:

Yo: ¿Qué tal esta noche? ¿El Orchard Garden a las 8?

—Tendrás que hacer un control sobre ella —dice Callen,


agarrando el taladro con fuerza cuando golpea el cráneo de Adam. 49
Morirá pronto—. ¿Quién sabe de qué tipo de familia es ella? No
podemos tenerte saliendo con alguien que cause indignación
política. ¿Qué diría tu mamá?

Ya no me importa lo que piensen mis padres. A sus ojos, siempre


seré su mayor decepción.

Bram se pone de pie e inclina la cabeza deliberadamente hacia


su mochila.

Levanto mis cejas hacia él.

—¿Ya lo has hecho?

Bram asiente. Maldita sea, es un buen amigo. Le debo una


pinta, bueno, una sin alcohol.

—¿Y ella está limpia?

Bram asiente, ignorando la sangrienta exhibición que se


desarrolla entre nosotros.
—Si ella está limpia, eso es todo lo que necesito saber —le digo—
. Destruye los archivos.

Bram inclina la cabeza. ¿Está seguro?

—Dije, destrúyelos.

No quiero llegar a conocerla leyendo un archivo. Quiero


averiguar sobre Rose hablando con ella. Ha pasado mucho tiempo
desde que una mujer me intrigó.

Es difícil conseguir una reservación en el Orchard Garden. La


lista de espera es de meses, pero puedo conseguir una mesa cuando
quiera. Hay algunas ventajas de estar relacionado con la familia
real.

—Los dejaré a ustedes dos para que limpien —digo. Mi estado


de ánimo ya está mejorando—. Tengo una cita para la cual
prepararme.
50
Ivy

—¿Me veo bien? —Giro en círculos para examinar mi apariencia


51
y frunzo el ceño ante la tela abrazadora que no deja nada a la
imaginación—. ¿Estás segura de que esto no es demasiado?

—No —responde Stephanie con una sonrisa deslumbrante. Se


recuesta sobre su cama con dosel como una diosa. Tiene la mejor
habitación del edificio. Se extiende sobre un piso entero—. Es
exactamente demasiado.

Nunca he estado en Orchard Garden, pero está destinado a ser


increíble. Al parecer, la lista de reservaciones es de semanas.
Stephanie me dio rienda suelta a su guardarropa para la ocasión.
Tomé prestado un vestido verde esmeralda que abraza todas mis
curvas y marca mi cintura mientras me da espacio para respirar.
¿Qué es esta hechicería?

Entrecierro los ojos a los tacones de doce centímetros con cintas


atadas en los tobillos.

—¿Estás segura de ellos?


—Combinan perfectamente —dice, y luego guiña un ojo—, y
tienen una cuchilla escondida en el talón para emergencias.

Ahora ella está hablando mi idioma.

—Entonces, supongo que servirán.

—Lo estás pensando demasiado —dice, poniendo los ojos en


blanco—. Vas a cenar, no a una misión.

Un golpe en su puerta nos sobresalta a ambas.

—Adelante —llama Stephanie.

Giro cuando Jonathon entra. Al pobre le cortaron la garganta y


vivió para contarlo. Irónicamente, ahora es su método de matar
preferido. Ha sido parte del club durante siete años y tiene su base
permanente en nuestra sede de Londres. Cuando llegué por primera
vez, me ayudó con mi recuperación.

—¿Cuál es la ocasión especial? —Sus ojos me recorren y hace 52


un silbido bajo—. ¿Decapitación?

—Ella tiene una cita —responde Stephanie con aire de


suficiencia.

—¿Tú? —Sus cejas se disparan con sorpresa—. ¿Una cita?

Le lanzo una mirada fulminante a Stephanie.

—No es como si tuviera muchas opciones en el asunto.

—Diviértete —dice, pero el brillo en sus ojos desaparece cuando


se dirige a Stephanie—. Alaric quiere hablar.

—¿Qué está sucediendo? —pregunto.

—Nada en lo que debas involucrarte, Ivy —dice él con


severidad—. Tenemos suficiente gente en esto.
—¿Son los Duques? —pregunto. Se están convirtiendo
rápidamente en un gran dolor en nuestro trasero—. ¿Has oído
alguna noticia sobre Adam?

—Se supone que debes tomarte la noche libre. —Stephanie


mueve su dedo y con una mirada que le dice a Jonathon se calle, o
le reventará los huevos, por lo que retrocede lentamente. Da más
miedo que todos aquí, incluido Alaric.

—Vamos, Jonathon —digo, batiendo mis pestañas—. Sabes que


quieres decírmelo.

Él suspira exasperado.

—Buscamos el cuerpo de Adam. Estamos rastreando su teléfono


y está en movimiento.

—¿No me aclaré lo suficiente? —gruñe Stephanie. Mamá Oso no


está feliz.

Él traga saliva y levanta los brazos en señal de derrota. 53


—De todos modos, ella se enterará pronto.

—¿Dejaron su teléfono encendido? —pregunto—. ¿Quién hace


eso?

Alerta de spoiler, solo idiotas que no saben lo que están


haciendo, a menos que...

—Suponemos que es una trampa —dice Jonathon, expresando


lo que estoy pensando—. Pero vamos a seguir su rastro para ver
adónde conduce. Es posible que quieran atraernos, pero estaremos
allí para atraparlos al final.

—No sabrán qué los golpeó —digo con una sonrisa—. Voy a
cancelar la cita.

Soy adicta al trabajo y no me tomo un día libre desde hace años.


Cancelaré mi cena con Seb si me necesitan. El club siempre es lo
primero.
—No —insiste Stephanie—. Vas a ir a esa cita, Ivy. Tenemos todo
cubierto. Los mantendré informados con cualquier actualización.

—¿Tengo que hacerlo? —resoplo como un niño al que obligan a


comer un plato de verduras—. Yo…

—Sí, vas a ir —dice ella—. Y esa es una orden mía y de Alaric.

Por frustrante que sea, tengo que seguir las reglas. Una orden
es definitiva, pero eso no significa que esté contenta por ello. Hago
un puchero y aplico una capa de lápiz labial rojo, luego froto mis
labios.

—Bien —digo a regañadientes—. Pero manténgame informada,


y cuando encuentren a los hijos de puta, hagan que se arrepientan.

Jonathon frota sus manos.

—No te preocupes, lo haremos.

Supongo que una cita con la realeza me distraerá de la diversión 54


que me estoy perdiendo.

Llego temprano al restaurante para observar el lugar desde


afuera. Doy vueltas y cuento todas las salidas, familiarizándome
con las calles circundantes, observando el flujo de tráfico y
evaluando los riesgos. Tengo múltiples rutas de escape si las
necesito.

El Orchard Garden es pequeño y exclusivo. Tiene capacidad


para cincuenta personas, y parece un conservatorio convertido en
salón de baile por dentro. Las exuberantes enredaderas trepan por
sus paredes, mientras que los candelabros de cristal cuelgan de los
techos de vidrio y proyectan reflejos de las velas parpadeantes en
las mesas.
—¿Tiene una reservación? —pregunta la chica presumida de la
recepción. Ella levanta la vista de su portapapeles y frunce el ceño.
Tiene una cara a la que le vendría bien una bofetada—. No
aceptamos clientes sin recervación.

—Estoy aquí para encontrarme con alguien —digo—, pero


podría llegar un poco temprano.

Media hora antes, para ser exactos. Quiero ser la primera aquí
y conocer el entorno.

—¿Cuál es el nombre? —pregunta en un tono que implica que


no me cree.

—Sebastian Montgomery.

—Oh. —Un rubor sube por su cuello y me lanza una sonrisa


falsa—. Por supuesto, señorita Hathaway. Montgomery ya está
sentado. Le mostraré su mesa.

¿Qué clase de psicópata aparece treinta minutos antes para una 55


cita? Bueno, uno que no soy yo, de todos modos.

Caminamos por el restaurante. Reconozco rostros famosos y


hago una nota mental, ya que a Stephanie le encantaría saber de
ellos más tarde. Un árbol gigante está colocado en la parte trasera
de la habitación. El tronco parece estar apuntalando el techo.
Detrás de él, veo los pies de Seb. Cuando doblamos la esquina, se
pone de pie tan pronto como me ve. Los primeros botones de su
camisa azul claro están desabrochados y los ha combinado con
pantalones azul marino elegantes.

—Disfruten de su noche. —La mujer prácticamente se inclina.


Resisto el impulso de poner los ojos en blanco. Debería tener una
nariz marrón por lo lejos que está enterrada en el trasero de Seb—
. Regresaré pronto para tomar su pedido.

Alcanzo mi silla mientras ella se aleja, pero Seb me detiene. La


retira para mí como un caballero.
—Puedo sentarme sola, ya sabes —respondo con irritación—. Es
el siglo XXI. No soy incapaz.

De hecho, soy lo suficientemente capaz como para cortar su


hermoso cuerpo en pedazos y asegurarme de que nadie lo vuelva a
encontrar.

—Sé que no lo eres —responde Seb, con una sonrisa tirando de


sus labios—. Pero fui criado con modales.

Muerdo mi lengua para evitar preguntar sobre sus raíces reales.


Ese parece un tema más adecuado para después del plato principal.

—¿Es por eso que llegas tan temprano? —pregunto mientras se


sienta frente a mí.

—El tráfico siempre es malo en la ciudad —dice—, no quería


llegar tarde. ¿Cuál es tu excusa?

56
Oh, ya sabes... asegurándome de que puedo hacer una salida
rápida si necesito matar a alguien.

—Sí, lo mismo —miento.

—¿Vino? —ofrece, señalando una botella de tinto sobre la mesa


y un blanco que se enfría en un cubo de hielo—. Pedí ambos porque
no estaba seguro de cuál preferirías.

—Rojo —digo sin dudarlo.

Es mi opción preferida, pero también está sin abrir. Es mejor


prevenir que lamentar. Las primeras impresiones no significan
nada. Lo aprendí de la manera difícil.

—Eso pensé —dice, haciendo un gesto para que un camarero la


descorche.

—Buena elección, señor —dice antes de irse a toda prisa.

La camisa de Seb se sube mientras sirve, dándome un vistazo


de sus antebrazos tonificados y coloridos.
—Buenos tatuajes —comento mientras desliza la copa sobre la
mesa.

—Eres observadora —dice. No tiene ni puta idea—. Mi familia


no estaba feliz cuando cubrí mi cuerpo con tatuajes. —Me está
probando—. ¿Estoy seguro de que has leído sobre ellos?

—¿Quién no busca a un extraño en línea antes de tener una


cita? —respondo.

Eso es normal, ¿verdad? Una búsqueda en las redes sociales es


un hecho, no es que pueda confiar en la información en una era de
embaucadores. Seb no necesita saber que mi mejor amiga asesina
en serie ha realizado una verificación completa de sus
antecedentes.

Se ríe. Mis labios también se contraen. ¿Un cuerpo perfecto y


una risa contagiosa? Este tipo debe tener chicas bajando sus
bragas todos los días de la semana.
57
—Entonces, entenderás que mi familia es tradicional —dice—.
Desprecian los tatuajes.

—¿Por qué te tatuaste, entonces? —pregunto—. Seguramente,


son las últimas personas a las que querrías molestar, considerando
que gobiernan el país y todo eso.

—Buena pregunta. —Da un sorbo a su vino, pensativo—.


Supongo que quería algo para mí. Algo permanente. Algo que me
diferencie del resto de ellos. Pero me comprometí eligiendo
únicamente tatuajes que puedan ser cubiertos por un traje. Hace
que las reuniones familiares inevitables sean más llevaderas.

Agito el vino en mi copa. Huele costoso. Rico y afrutado, con


cerezas jugosas y un ligero toque de vainilla.

Arqueo una ceja y bromeo:

—Entonces, ¿tú eres la oveja negra?


—Se podría decir eso —responde. Sus ojos se clavan en los míos.
Están haciendo esa cosa en la que intentan ver directamente en mi
alma, pero tengo la guardia alta—. Pero, ¿qué hay de ti, Rose
Hathaway? ¿Como es tu familia?

Pienso en Daisy y en los recuerdos felices. Nuestra casa de


campo familiar junto al mar. Cómo le gustaba caminar por la playa
de guijarros con su amada y sobreexcitada border collie, Pippy.
Cómo hizo la obra de arte más hermosa... entonces, llega la
oscuridad.

Un golpe de metal.

Cristal triturado.

Sus gritos.

Mi dulce, e inocente Daisy tirada en el suelo.

58
Ensangrentada, golpeada, desnuda.

La risa del hombre.

—¿Rose? —Seb me devuelve a la realidad—. ¿Estás bien?

—Sí, bien —digo, aclarándome la garganta—. Soy hija única y


mis padres murieron cuando yo era más joven. —La mentira fluye
fácilmente—. Pero mis amigos son básicamente mi familia ahora.

Eso es lo que pasa con las mentiras. Tienes que estar cerca de
la verdad para ser convincente. Cuando creé la identidad de Rose
Hathaway, planeé todo hasta el más mínimo detalle. Eso es lo que
tienes que hacer. No es suficiente inventar un cumpleaños falso.
Tienes que saber tu horóscopo, dónde naciste, la historia detrás de
cada momento crucial en la vida de Rose y una explicación de cómo
obtuvo sus cicatrices. Rose es dos años menor que yo. La misma
edad que habría tenido Daisy. La mantiene cerca.

—Lamento lo de tus padres —dice Seb—. ¿Qué les pasó?


Su franqueza me toma por sorpresa. La mayoría de la gente no
pregunta cómo murió la gente, pero su franqueza es refrescante.

—Un accidente de auto —respondo—. Sucedió en mi segundo


año en la universidad.

Eso no es mentira, pero omito que mi verdadero yo se fue para


cuidar de mi inconsolable hermana menor. Probablemente, es la
única vez que actué como la hermana mayor. Daisy creció para ser
la más sensata.

—Ya es bastante difícil cuando tienes esa edad —dice,


sacudiendo la cabeza en lo que parece ser genuina simpatía—.
¿Dónde estudiaste?

—York —miento. Conozco bien el lugar. Es simple piratear un


sistema universitario y falsificar los registros de los estudiantes. El
club tiene el recurso para crear un registro completo en papel. Si
alguien verificara, Rose Hathaway tiene toda su vida documentada
en el registro—. ¿Qué hay contigo? 59
—St. Andrews —responde. Bueno, duh. Ahí es donde van todos
los miembros de la realeza.

Una camarera regresa e interrumpe nuestra conversación para


tomar nuestro pedido. Tienen un menú de temporada, y todo es
orgánico. La mayor parte está escrita en francés, así que estoy
agradecida de que mi tiempo en el extranjero me haya resultado
útil.

—Ambos tomaremos el menú de degustación de diez platos —


dice Seb antes de que pueda hablar y mostrar mi pronunciación
casi perfecta—. No te arrepentirás, confía en mí.

¿Confiar en él? No confío en nadie. No he sido capaz de confiar


en un alma desde esa noche. Alaric y Stephanie son las personas
más cercanas que tengo a la familia, pero no puedo bajar mis
defensas con ellos por completo.
—El menú de degustación de diez platos será —digo. Mi mente
vaga por lo que están haciendo los demás y cómo les va con los
Duques. Debería estar ahí afuera con ellos, no aquí para cenar, pero
sonrío irónicamente—. Suena grandioso.

—¿Cómo llegaste al periodismo? —pregunta Seb. Recuerda lo


que le dije la última vez. Lindo. Pocos hombres prestan atención a
lo que dices la primera vez, y mucho menos lo recuerdan más tarde.
Debe ser un trabajo interesante.

—Es lo que siempre he querido hacer —respondo—. Me gusta la


libertad que me da. No he vuelto al Reino Unido durante mucho
tiempo. He estado viajando por Europa durante los últimos cinco
años.

—¿Cómo se siente estar de vuelta?

Respondo con honestidad.

60
—Es como si nada y todo ha cambiado. Sigue siendo un hogar,
pero eso no siempre es algo bueno. Me gusta viajar y conocer
diferentes lugares.

Estar ocupada no me dio tiempo para pensar. Un entorno


desconocido me mantiene alerta y me obliga a olvidar. Desde que
regresé a Londres, mis pesadillas han comenzado de nuevo.

—Lo entiendo —dice Seb—. Es lo mismo cada vez que visito a


mi familia en Navidad. Viven en el campo. Solía ser mi hogar, pero
bien podría estar en otro planeta. Cada vez que vuelvo, es como
entrar en una máquina del tiempo. —Él se ríe—. Siempre estoy feliz
de volver a la ciudad.

—Realeza e inversor —digo—. Debes tener que usar muchos


sombreros.

—No siempre es fácil —dice mientras nos entregan el primer


platillo—. Aunque supongo que eso es lo que pasa cuando llevas
una doble vida.
Lo entiendo más de lo que él sabe.

61
Seb

Su guardia está alta. Puedo decirlo por la forma en que agarra


62
el tallo de la copa de vino con demasiada fuerza y por cómo se
comporta. Algo la está frenando. ¿Está nerviosa o simplemente no
le gusto?

Hablar con Rose es fácil. Hemos hablado de todo y de nada a la


vez. Sé más detalles sobre ella, pero todavía no estoy más cerca de
conocer a la verdadera, lo que aumenta mi curiosidad. Ella me
mantiene adivinando, y eso me gusta.

He estado comportándome de la mejor manera. Actuando como


un caballero, sin decir nada que la asuste. Hablando de mi familia
y sin comerme con la mirada su perfecto cuerpo curvilíneo, que es
más difícil de lo que parece. Cuando se levantó para ir al baño, mi
pene cobró vida al ver su trasero redondo con ese vestido verde. Ella
me excita, y no puedo joder esto.

—Tengo esto —digo mientras la camarera saca la cuenta.


Rose frunce el ceño pero no discute. Por su reacción cuando le
ofrecí su silla, es obvio que no es fanática de la caballerosidad, pero
eso no significa que me detenga. Quiero tratarla como una reina.

—Gracias —dice después de que hago el pago—. Podría haber


pagado la mitad.

No estoy seguro de cuánto ganan los periodistas, pero me atrevo


a suponer que quinientas libras estarían fuera de su rango de precio
normal para una cena.

—Es un placer —le digo, sosteniendo su mirada mientras sus


pupilas se dilatan. Se siente atraída por mí, pero luego aparta la
mirada. Mierda. Ella se resiste. Eso solo me atrae más.

¿Qué tiene esta chica?

Nos ponemos los abrigos. A pesar de su lucha, me detengo de


ofrecerme a ayudarla. Ella es independiente. Ha viajado. No está
63
acostumbrada a que alguien la cuide. Necesito andar con cuidado.

Rose se dirige la salida del restaurante. Mueve las caderas como


si fuera la dueña del lugar. Las cabezas se giran cuando pasa,
capturando a los hombres bajo su hechizo. Una mirada venenosa
de mí los hace regresar a sus platos y murmurar disculpas a sus
esposas mientras Rose permanece ajena a lo irresistible que es.

—Esperamos volver a verlo pronto, Sr. Montgomery —dice la


anfitriona—. Disfrute de su noche.

Entramos en el frío. Está lloviznando y nos refugiamos debajo


del edificio. ¿Cuándo no llueve en Londres? Ninguno de nosotros
dice una palabra.

—Bueno —Rose rompe el incómodo silencio—, gracias por la


cena.

Por primera vez esta noche, su confianza parece vacilar.


—La noche no tiene que terminar todavía —digo, luego agrego
rápidamente para que no piense que soy un sórdido—. ¿Podríamos
ir a un bar a tomar una copa?

—Realmente debería…

No sé lo que me pasa. Ver sus labios abrirse enciende un


impulso primitivo, y me inclino para besarla. Ella no me aleja. Sus
labios son suaves y envían una corriente eléctrica directamente a
mi pene. Ninguna chica ha tenido este efecto en mí antes. Su cuerpo
se inclina más cerca como una flor girando hacia el sol, cuando de
repente salta hacia atrás como si la hubiera quemado.

—L-lo siento —tartamudeo—. No sé…

—Solo un trago más —interrumpe Rose.

Sus ojos azules brillan. También lo sintió. Nuestra conexión.


Una sonrisa se dibuja en mi rostro cuando deslizo mis dedos entre
64
los suyos y repito:

—Solo un trago más.

Ella tampoco quiere que termine la velada. Cruzamos la calle


hacia un popular bar que se convierte en discoteca por la noche. Es
uno de mis lugares favoritos. Puedo escuchar la música a todo
volumen desde afuera. Ella duda en la entrada. Es pequeño pero
bullicioso. La gente está abarrotada como sardinas.

—En realidad, ¿por qué no vamos a otro lado? —sugiero, leyendo


su reacción—. Mi auto está justo allí. —Muevo mi cabeza en
dirección a una limusina, no tan sutilmente esperando cerca—.
Tengo champagne en hielo.

Muerde su labio inferior. Algo la está molestando.

—Está bien, solo necesito llamar a mi compañera de


apartamento para avisarle que llegaré tarde.
Saca su celular de su bolso, excepto que hace una pausa antes
de llamar.

—Te espero adentro —digo, queriendo darle espacio. ¿No les


gusta a las mujeres hablar sobre cómo van las citas? No podría
hacerlo conmigo merodeando por ahí—. Y si cambias de opinión,
haré que mi conductor te lleve directamente a casa. ¿Suena eso
como un trato?

Asiente.

—Trato.

65
Ivy

No llamo a Stephanie hasta que él ha entrado en la limusina.


66
Para alguien tan rico, sorprendentemente tiene los pies en la tierra.

Stephanie contesta al segundo timbre.

—¿Cómo estás?

—Quiere llevarme a casa en su limusina —digo. Es imposible


que me suba a un auto sin comprobar las matrículas—. ¿Puedes
tomar las placas?

—Sabes que puedo rastrear tu teléfono donde sea que estés,


¿verdad? —No tengo que estar allí para saber que está poniendo los
ojos en blanco—. ¿Por qué estás llamando realmente, Ivy?

—Yo…

¿Para qué estoy llamando? ¿Por consejo? ¿Palabras


tranquilizadoras? ¿Que alguien me diga que no estoy loca por
considerar seriamente romper mi celibato de cinco años por un
chico que acabo de conocer porque besarlo hizo que mi estómago
se revolviera de una manera que solo había sentido una vez antes?

Recuerdo a Freddy. El extraño alto, moreno y apuesto que me


hizo creer que el amor a primera vista, podría no ser un mito
después de todo. El recuerdo es demasiado doloroso para pensar en
él. Nuestro encuentro perfecto se ve ensombrecido por lo que
sucedió después de que nos despedimos. La peor noche de mi vida.
El día que Spencer prendió fuego a mi mundo y lo quemó hasta los
cimientos.

El tono de Stephanie es suave.

—Va bien, ¿no?

—Sí, es agradable —refunfuño. Y sexy, generoso, interesante,


inteligente, divertido, demasiado agradable para alguien como yo.

—Si quieres mi consejo, no es que lo estés pidiendo o lo


67
necesites… —Maldita sea, ella me conoce demasiado bien—. Viviría
el momento. Eres Rose Hathaway esta noche. Haz lo que haría Rose.
Mañana, puedes volver a ser Ivy. Has estado trabajando duro.
Mereces desahogarte un poco.

—Gracias —digo, mirando la limusina—. Pero, ¿de todas formas


puedes tomar las placas?

—Bien —cede—. ¿Cuáles son?

Se las dicto. Ella puede rastrear mi teléfono, pero me gusta


cubrir todas las bases. Ella toca un teclado en el fondo.

—Sin antecedentes —lee en la pantalla—. El auto está registrado


a nombre de Tim Pope. Él y Seb son los únicos conductores con
licencia y Tim ha trabajado para él durante años. Es un hombre de
familia. Nada de que preocuparse.

Eso es un alivio. Sólo que todavía estoy al límite. Sebastian


Montgomery parece perfecto. ¿Cuál es el truco? ¿O estoy demasiada
ocupada buscando un problema que no puedo ver como algo bueno
cuando está justo frente a mí?

—Gracias —murmuro.

—Diviértete.

Tomo una respiración profunda, me pongo mis pantalones de


niña grande y me dirijo a la limusina.

Todavía tienes tiempo de correr, Ive.

Ignoro la voz en la parte posterior de mi cabeza y abro la puerta


para encontrar a Seb acomodándose en los asientos de terciopelo.
Suave jazz suena y las luces parpadeantes en el techo parecen
estrellas. También hay una televisión, frigobar, altavoces grandes y
cortinas que cubren los vidrios polarizados. No querré volver a
tomar el metro después de esto.

68
—Llegas justo a tiempo —dice, abriendo el champagne con
destreza y dejando que la mezcla burbujeante fluya en dos copas—
. Una bebida más.

—Gracias —digo, deslizándome a lo largo del asiento frente a él.


A pesar de ser una limusina enorme, nuestras rodillas casi se tocan
debido a su altura.

Seb toca la pantalla que nos separa del conductor, luego se gira
hacia mí.

—¿Cuál es tu dirección? Haré que Tim nos lleve.

Le digo la dirección de mi modesto apartamento, a unas pocas


calles de la sede del Killers Club. Alaric posee muchos edificios en
la zona circundante, que utilizamos como cobertura para ocasiones
como esta.

Tomo un sorbo cauteloso de mi copa flauta y pregunto:

—¿Siempre eres así de encantador en la primera cita?


—En realidad… —Está ocultando algo—. Esta es la primera cita
en la que he estado en años.

Coincide con lo que encontró Stephanie en la verificación de


antecedentes, pero no puedo estar segura de que esté diciendo la
verdad sin un detector de mentiras que corrobore su historia. Las
mariposas todavía revolotean en mi estómago. Maldita sea, su
habilidad para hacer que las paredes se encojan y hacer que todo
el fondo se desvanezca como si fuéramos las únicas personas
alrededor. Si no tiene citas, ¿por qué me eligió a mí?

—Yo tampoco —admito—. Jamás.

Se recuesta en su asiento.

—¿Por qué siento que hay más de una historia aquí?

Seb es bueno leyendo a la gente. Demasiado bueno. Tengo


cuidado, mantengo mi expresión casual mientras me encojo de
69
hombros como si nada.

—Me mudo demasiado —digo, sacudiendo mi cabello sobre mi


hombro—. Nunca me quedo en el mismo lugar el tiempo suficiente.

Otra mentira basada en una verdad. Esa es una razón, aunque


no la única. Spencer arruinó las relaciones para mí para siempre.
Después de lo que pasó, juré no volver a estar en una nunca más.
Están condenados a terminar sólo en dolor.

Nos alejamos de la banqueta y nos unimos a los otros autos


llamativos que zumban por esta parte de la ciudad. Hay tantos
autos deportivos que podríamos estar en el Grand Prix.

Su voz se vuelve más profunda cuando dice:

—Espero que te quedes en Londres por un tiempo.

Su nuez de Adán se balancea mientras pasa su lengua por los


labios.
—¿Qué pasa contigo? —pregunto, cambiando de tema y
mirando por la ventana para distraerme de la sensación de
hormigueo entre mis piernas—. Pensé que las mujeres caerían a los
pies de la realeza. ¿Eres un loco asesino en serie o algo así?

Se ríe.

—Trabajo demasiado. No tengo mucho tiempo libre en mi


agenda, y no he conocido a alguien a quien quisiera conocer mejor…
hasta ahora.

Seb sigue hablando mientras estudio los rostros que deambulan


por las calles. Es probable que Spencer frecuente esta área, así que
no pasará mucho tiempo hasta que lo vuelva a ver.

He tomado medidas para ocultar mi identidad cambiando mi


apariencia. Mi cabello ahora es de un rojo intenso, mi nariz tiene
un ligero bulto debido a una mala fractura y mi línea de la
mandíbula es diferente después de someterme a una cirugía para
realinearla, otra cosa por la que tengo que agradecerle. Mi piel tiene 70
un brillo saludable después de años bajo el sol y he aprendido a
disfrutar de la comida nuevamente. También perdí peso cuando
estaba con él, pero he recuperado mis voluptuosas curvas. Incluso
uso lentes de contacto de colores para cambiar mis ojos de azul a
marrón.

Spencer no me reconocerá. Además, nunca esperará


encontrarse con una chica muerta.

—Tim conoce estas calles como la palma de su mano —dice Seb,


llevándome de vuelta al presente—. Ha sido mi conductor durante
años.

—Está bien para algunos —murmuro sarcásticamente antes de


que pueda detenerme.

—Crees que me criaron con una cuchara de plata en la boca —


dice. Casi me atraganto con mi champagne—. Quiero decir, lo hice.
—Sonríe—. Sin embargo, no tomo dinero de mi familia. Quería
hacerlo por mi cuenta, así que cuando me fui de casa, nunca miré
hacia atrás. Todo lo que tengo es lo que he construido por mí
mismo.

No lo dice para presumir sino para demostrar que no es un


estereotipo clásico. Quiere que vea que es más que un tipo rico con
derecho.

—¿A través de tus inversiones?

—Sí —responde—. He tenido suerte. Lo sé, aunque mi vida no


es perfecta.

—Dime, ¿qué no es perfecto en tu vida? —Mi voz sale más


sensual de lo que pretendía—. Parece que lo tienes todo resuelto,
Sebastian Montgomery.

—Estoy en una cita con una mujer a la que quiero impresionar


desesperadamente, pero tengo miedo de arruinarlo —confiesa. No
71
lo vi venir—. ¿Tienes alguna sugerencia?

Bebo un sorbo de mi champagne. Esta bien, cuando digo sorbo,


me bebo todo la maldita copa.

—Un trago —dice. Sus ojos se demoran en mi copa vacía, luego


mira hacia afuera—. Parece que llegamos justo a tiempo.

Nos detuvimos frente a mi edificio, y mi corazón se hunde. Joder,


en realidad estoy decepcionada.

—Parece que lo hicimos —respondo, aunque no me muevo.

Debería salir de la limusina, regresar al apartamento y llamar a


Stephanie para averiguar qué está pasando con los Duques, pero
sentarme frente a un chico sexy despierta algo más dentro de mí. O
podrían ser las burbujas hablando.

—Un caballero es fiel a su palabra. —Seb quita el cabello rubio


de sus ojos y alcanza la manija de la puerta. Hace una pausa y
dice—: Que tengas una buena noche, Rose.
Pero no estoy lista para que termine la noche. Me deslizo por los
asientos y mi rodilla roza la suya. Mi adrenalina se dispara. No me
gusta que la gente me toque, ¿pero Seb? Él es diferente.

La mano de Seb todavía se encuentra sobre la manija. Pongo la


mía sobre la suya y digo:

—Puede que seas un caballero, pero yo no soy una maldita


dama.

Entonces sus labios chocan contra los míos. Sus manos se


pierden en mi cabello, acercando mi cuerpo a él. El instinto se hace
cargo y me subo a su regazo.

Mis dedos juguetean con sus botones durante unos segundos.


Que se joda eso. Rasgo su camisa abierta, enviándolos a volar.
Hermosos tatuajes cubren su pecho y me quitan el aliento. Son
impresionantes: un cuervo negro, un paisaje y tantos detalles que
podría pasar horas explorando.
72
La boca de Seb, sin aliento y jadeante, vuelve a la mía. Hundo
mis dientes en su labio inferior y aguanto. Él gruñe mientras sus
cálidas manos acarician mi espalda, moviéndose hacia abajo para
ahuecar mi trasero.

—Joder —gime.

Me acuesta. El terciopelo me hace cosquillas en la espalda


mientras besa mi cuello. Envuelvo mis piernas alrededor de su
torso, subiendo mi vestido hasta la parte superior de mis muslos y
dejando al descubierto mis largas medias.

—Rose —murmura—, ¿de dónde diablos has venido?

Clavo mis uñas en sus anchos hombros en respuesta y


ansiosamente bajo mi mano para desabrochar su cinturón. Su duro
pene se presiona contra mí, listo y esperando.

Lo quiero. Joder, no solo lo quiero a él. Lo necesito. Necesito


sentirlo.
Hace una pausa, a pesar de que su pene palpitante se retuerce
en mis manos.

—¿Segura que quieres hacer esto?

Muevo mis caderas con impaciencia, desesperada y


persiguiendo el momento.

—¡Sí!

Se mueve por mi cuerpo. El asiento es lo suficientemente ancho


para que quepamos los dos. Separa mis piernas y besa mis
sensibles muslos internos, pero no quiero que me provoque.

Necesito que me folle. Jodidamente ahora mismo.

—Fóllame, Seb —exijo—. No quiero esperar. Te deseo.

Desgarra mi tanga con sus dientes, dejando al descubierto mi


suave coño.

Gruñe: 73

—He querido probar tu coño desde el momento en que te vi.

Agarra mi caderas y me tira hacia su rostro. Su lengua es salvaje


y resbaladiza, explorándome con una necesidad desesperada. Mis
muslos tiemblan mientras arqueo mi espalda y me muevo contra él.
Olvidé lo bien que se sentía esto. Los vibradores y mis dedos son
geniales, pero ¿esto? ¿La lengua de Seb? Esto es el jodido cielo.

—¡Sí, justo así! —grito cuando su lengua se hunde dentro de mí,


saboreándome y sorbiendo mis jugos. Luego se mueve para chupar
mi clítoris. Rodeo mis piernas alrededor de su cabeza para
mantenerlo en su lugar—. Joder, Seb. Sí. ¡Sí!

Me deshago, olvidándome de que estamos estacionados en una


calle concurrida y su conductor puede escuchar todo. La primera
ola golpea, dejándome tambaleándome, pero él no se detiene. Usa
sus dedos, acariciando mi entrada, y continúa hasta que chorreo
sobre él. Solo que aún no he terminado. Agarro su cabello y fuerzo
su cabeza hacia atrás, para que pueda mirarme.

—Necesito follarte, Seb.

Se sienta, con los pantalones todavía a la altura de las rodillas,


y me siento a horcajadas sobre él. Gimo mientras me balanceo
contra él, frotando mi humedad sobre su pene, pero aún no está
entrando en mí.

—Rose —jadea—, no sé si puedo esperar.

Lo miro a los ojos.

—Lo harás.

Me deslizo sobre él, tomando un centímetro a la vez. Mis ojos se


cierran y nuestro salvaje abandono toma el control. Las manos de
Seb están sobre mí. Agarra mis tetas, apretando mi carne, mientras

74
sus dientes mordisquean mi cuello, y me susurra al oído lo
jodidamente bien que se siente mi coño envuelto alrededor de su
eje.

Lo monto duro y rápido. Es grande, veinte centímetros por lo


menos, y ancho, llenándome apropiadamente. Ni siquiera la música
a todo volumen puede ahogar la bofetada húmeda de mí
montándolo.

—Joder, Rose —murmura Seb.

Sus manos gigantes agarran mi trasero y me obligan a reducir


la velocidad. El cambio de ritmo me sorprende, permitiéndome
saborear cada centímetro caliente de su eje mientras ruedo mis
caderas.

Mis ojos se abren de golpe mientras él acaricia suavemente mi


pómulo. Hago una pausa mientras él está enterrado dentro de mí.
Nuestros ojos se encuentran y compartimos un momento que es
más que follar. Es más profundo que eso. Mis ojos se abren con
miedo, asustada de que él vea a través de mi acto, pero luego me
besa. Un beso que me roba el aliento y me hace olvidar por una
fracción de segundo que el mundo puede ser un lugar cruel. Las
ondas de placer me marean y mi visión se nubla.

—Eres tan jodidamente especial, Rose —murmura—. Quiero


que te vengas sobre mi pene. Quiero que tu vagina me empape.
¿Puedes hacer eso?

Gimo cuando su eje se frota contra mi punto G.

—Sí.

Y lo hago. Salgo de mi orgasmo y él se viene, disparando una


cálida ráfaga de líquido dentro de mí. Me abraza, acercándome a su
pecho, y no dice una palabra.

No debería haber terminado la noche así. Es demasiado riesgo.


Tan pronto como estoy segura de que puedo moverme sin
desmayarme, salto de su regazo y bajo mi vestido. Su semen gotea
75
por mis muslos.

—¿Estás bien? —pregunta bruscamente, preocupado—. ¿Hice


algo mal?

—Yo… —Necesito salir de aquí—. Realmente tengo que irme,


Seb.

Agarro mis zapatos del suelo que se ha desprendido en algún


lugar del caos y salgo de la limusina, sin preocuparme por cortarme
los pies con algún cristal suelto en la acera.

Seb baja la ventanilla y me llama:

—¿Puedo verte de nuevo?

Lo ignoro y entro en el edificio. Tan pronto como estoy dentro,


me deslizo por la puerta y me abrazo las rodillas. Mis ojos arden
mientras me quito los incómodos lentes de contacto y me deshago
Rose.

¿Qué hice?
Callen

Nuestro plan está funcionando. Rastrearon el teléfono, pero no 76


son estúpidos. Esperaban una trampa. Por desgracia para ellos,
están ansiosos por atrapar al señuelo... y yo soy el mejor jodido
señuelo.

Miro por encima del hombro y el viento azota mi rostro. Estamos


en carreteras tranquilas, corriendo por el campo.

—Eso es todo —ronroneo, acelerando mi motor—. Que te oigan


rugir.

Un coche enorme está justo en mi trasero, pero estar en una


motocicleta me da una ventaja. Me inclino hacia delante y me
agarro con fuerza. Estoy a punto de entrar en el modo Rápido y
Furioso. Ha pasado un tiempo desde que puse a este bebé a toda
velocidad, y ella está rogando por ello. Vamos a llevarla a su límite.

Hemos aprendido mucho esta noche. El Killers Club tiene


recursos y dinero, eso es seguro. Ejecutan una operación
sofisticada. No estoy seguro de la escala, pero derribarlos no me
intimida. Me gustan los desafíos, y están arruinando nuestro
negocio.

Me desvío dramáticamente a la izquierda. Mis ruedas chirrían


bajo el asfalto mientras llevo al auto detrás de mí en la dirección
equivocada. Mientras tanto, Freddie y Bram habrán llegado a Seven
Sisters. Estarán empujando el cuerpo de Adam por los acantilados
en cualquier momento.

Por la investigación de Bram, sabemos que Adam solía vivir en


esa área. No será el primer suicida en ese lugar. Tener el corazón
roto por la muerte de un mejor amigo es una razón plausible para
suicidarte. No pasará mucho tiempo hasta que su cadáver hinchado
llegue a la orilla y el Killers Club lo encuentre. Es una pena que no
estaré allí para ver sus rostros cuando lo hagan, pero no se puede
tener todo.

Se acercan unos faros brillantes. Otra Land Rover llena la calle.

77
Armas apuntan desde sus ventanas.

—Parece que han llegado refuerzos —murmuro.

Esto es por lo que vivo. ¿Quién no quiere un poco de emoción?


La adrenalina me consume mientras disparan. Los esquivo,
zigzagueando. Si no tienen cuidado, enterrarán balas en sus amigos
que se acercan desde la dirección opuesta.

Estoy lo suficientemente cerca para ver al conductor en el auto


de adelante. Tiene una cicatriz en el cuello, tal como la describió
Adam. Deben haber captado nuestro mensaje. ¿Cómo les gusta a
los cazadores ser cazados? Creen que me tienen acorralado, pero
tengo un plan de escape. Siempre lo hago. Sólo un poco más…

—Hasta la vista, hijos de puta —rugo mientras me inclino para


girar a la derecha y atravesar los setos. Un giro que nunca verías a
menos que ya sepas que está ahí.
Me río cuando las ruedas patinan y el metal cruje detrás de mí.
Lo siento, muchachos. Me hubiera gustado ver el espectáculo, pero
tengo lugares donde estar.

Noches como esta me dan otra razón para haber dejado atrás mi
antigua vida. Salvar vidas te da poder, pero quitarlas es un acto de
Dios. Freddie retrata a los Duques como protectores, pero sé
quiénes somos realmente. Asesinos. Matamos para proteger.
Proteger a nuestros clientes y a nosotros mismos. ¿Y yo? Bueno, yo
soy el Duque del puto caos.

Todavía me río histéricamente mientras avanzo por los carriles


oscuros. Después de poner suficientes kilómetros entre nosotros,
me detengo y quito la primera capa de placas falsas en segundos.
Revisarán las cámaras si son tan sofisticados como creo que son.
Aunque no importa. Las placas son falsas y habré desaparecido
antes de que alguien me encuentre.

78
Cuando vuelvo a la casa, son las tres de la madrugada. El auto
de Freddie está en el garaje, así que tirar el cuerpo debe haber ido
sin problemas.

La televisión suena desde la sala de estar. Seb está tirado en el


sofá, pasando los canales sin cesar.

—Has vuelto temprano. Pensé que ibas a mojarte la verga —


comento. Sus ojos se estrechan mientras sonrío con picardía.
Provocarlo es jodidamente fácil—. ¿Qué ocurre? ¿Ha pasado tanto
tiempo desde que te acostaste que solo duraste treinta segundos?

Los labios de Seb se curvan. Salta y se lanza hacia mí, listo para
pelear. Dale.

—No lo hagas —me amenaza con un gruñido bajo, planteándose


frente a mí y presionando su nariz contra la mía—. No digas una
palabra más.
La gente dice que no sé cuándo detenerme, pero eso no es cierto.
Puedo decir cuando han tenido suficiente, pero me gusta seguir
adelante. Empujar los límites es uno de mis muchos talentos.

Naturalmente, no puedo resistirme a decir:

—¿No quiere volver a ver tu pene flácido?

Es una pregunta perfectamente válida. Seb ruge de ira.


Balancea su puño, rozando mi barbilla, luego regresa por más. Esta
vez, su puño aterriza en mi rostro y parte mi labio. Me río cuando
el sabor del hierro llena mi boca. Limpio la sangre que gotea por mi
barbilla con el dorso de mi mano. No hay nada como un golpe para
calentar los berberechos después de andar en moto durante horas.

—¿Te sientes mejor ahora? —pregunto.

Frunce el ceño y se desploma en su asiento de nuevo, agarrando


la botella de whisky acurrucada a su lado. Toma un trago y me lo
79
ofrece.

—Yo… —comienza Seb, luego se detiene—. Ella me gusta.

—Solo la conoces desde hace dos minutos —digo, tomando un


trago. Me quema la garganta y me pica el corte, pero eso me gusta—
. Necesitas salir más. Hay un montón de coños rosados de primera
en Londres que se inclinarán por la realeza.

—Ella es diferente.

¿Diferente? No, todas las mujeres son iguales. No confío en ellas.


Claro, me gusta follarlas. A veces incluso disfruto follando con la
misma mujer más de una vez, pero las relaciones te arrastran hacia
abajo. Te retienen. Convierten tu vida en un horario de obligaciones
no deseadas. Los hombres pierden parte de sí mismos cuando se
entregan a una mujer… pero yo no.

—Sí —digo—. Ella es diferente hasta que te arranca el maldito


corazón.
El desamor ya no es una preocupación para mí. Necesitas tener
un corazón para que se rompa.

Seb niega con la cabeza, pasándose una mano por la cara. El


pobre bastardo lo tiene mal.

—No entiendes.

—Suenas como Freddie —le advierto.

Freddie todavía suspira por una chica muerta que conoció hace
cinco años. Se encontraron una vez. Nunca se mojó la verga, pero
todavía visita su tumba con flores todos los meses. Está convencido
de que ella era «la única», sea lo que sea que eso signifique.

El mundo está lleno de miles de millones de personas. ¿Cómo


es posible que haya una persona perfecta para cada uno de
nosotros? Es una mierda, pero Freddie lo cree.
Desafortunadamente para él, su «única» murió en un accidente
80
automovilístico la noche en que se conocieron. Hablando de mala
suerte.

—Tal vez Freddie tenga razón —murmura Seb, arrastrando las


palabras—. Tal vez ella es la única...

—Sigue soñando —bufo y le doy una palmada en la espalda—.


Dejaré un poco de paracetamol a un lado por la mañana. Lo
necesitarás.
Ivy

El vapor llena el baño mientras el agua caliente corre sobre mi 81


piel. El dolor sordo entre mis piernas es el único recordatorio de que
sucedió. Mi celibato ha terminado. Pero no puede volver a suceder,
¿verdad? Froto mi piel hasta que está rosada, pero eso no detiene
el hormigueo donde Seb me tocó. Sus manos… su…

Despierta. Me pongo la ropa más cercana a toda prisa. No


significó nada.

Agarro el vestido verde del suelo y lo meto en una bolsa. Tendré


que pagar para que la laven en seco antes de devolvérselo a
Stephanie. No podré dormir, así que mejor me dirijo al cuartel
general, donde puedo ser útil.

Después de comprobar rápidamente la calle fuera de mi


apartamento encubierto, me dirijo a pie hacia allí. La sede es una
discreta casa adosada en Belgravia. Alaric también es dueño de las
casas a cada lado. Los sótanos se han combinado y constan de tres
pisos.
Stephanie me dijo una vez que el club tiene veinticinco agentes
en total. Veinticinco asesinos entrenados con los más altos
estándares. No sé quiénes o dónde están los demás, ya que es un
riesgo de seguridad. Pero la sede de Londres es donde la mayoría
de nosotros comenzamos nuestro viaje.

Todos conocen a Alaric y Stephanie. Nuestro jefe y su novia.


Aparte de eso, solo he conocido a algunos otros de mi
entrenamiento, incluidos Jonathon y un par de gemelos arrogantes.
Les gusta mantenernos aislados en grupos más pequeños, a pesar
de que el club tiene bases en todo el mundo. Ocasionalmente,
escucho susurros sobre lo que sucede fuera de mi burbuja, incluso
hablar sobre un agente misterioso que es conocido por dejar flores
en las escenas del crimen, pero a Alaric le gusta mantener los
rumores al mínimo. Lo más probable es que los otros agentes estén
en el extranjero o muertos, bueno, realmente muertos esta vez.

Todos nosotros estamos muertos, al menos en los registros


oficiales. Somos fantasmas. No deberíamos existir, pero existimos. 82
Algunos de nosotros tenemos tumbas, y algunos incluso tienen
familias que aún lloran nuestras muertes. Alaric nos dio una
segunda oportunidad en la vida y la aprovechamos.

Me agacho para usar el escáner de retina en la entrada del


cuartel general. Las precauciones de alta seguridad no están fuera
de lugar en una calle como esta.

—¿Hola? —llamo al entrar.

Mi voz resuena a través del vasto vestíbulo. Es una casa


hermosa, pero toda la acción ocurre bajo tierra.

Me muevo hacia la librería, saco algunas ediciones especiales y


se desliza para revelar un ascensor. Eso nunca envejecerá. Entro
en la construcción de acero y desciendo a la oscuridad. Cuando las
puertas se abren de nuevo, me enfrento al caos en nuestra gran
sala de control de planta abierta. Es moderno, con paredes y pisos
blancos y frescos. Hay escritorios, sofás y múltiples pantallas
montadas en las paredes, así como tableros con mapas e ideas
garabateadas. Este es el centro del edificio, con muchos pasillos que
salen de él.

—Dije que estoy bien. —Alaric aparta la mano de Stephanie


mientras ella trata de limpiarle un corte sangrante en la mejilla—.
No es nada.

—Quédate quieto —insiste ella—. Vas a necesitar puntos de


sutura.

—Yo los haré —ofrezco.

Un trabajo como ese requiere precisión. También me ayudará a


dejar de pensar en mi cita con Seb.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Stephanie se gira y me señala


con un trapo ensangrentado a modo de acusación—. Se supone que
debes estar en una cita.

—Sabía que lo dejarías —dice Jonathon, luego guiña un ojo—. 83


Te gusta romper corazones.

Hace años, trató de coquetear conmigo. No hay nada malo con


Jonathon. Es un chico guapo, pero no es mi tipo. Mezclar negocios
con placer no funciona a menos que sean Stephanie y Alaric.

—¿Qué pasó? —presiona Stephanie—. ¿Pasaste un buen


momento? ¿Era amable? ¿Necesitamos enviar a alguien tras él?

Evito su mirada.

—Fue... bien.

—Te lo follaste —chilla, haciendo que Alaric se estremezca y


frote sus orejas—. Eso es enorme, Ive.

Al igual que su pene.


—¿Podemos hablar de esto más tarde? —chasqueo—. Tenemos
otras prioridades, como arreglar la herida en la cara de Alaric.
¿Alguien va a decirme qué pasó?

La expresión de Alaric se oscurece. A pesar de parecer un


criminal aterrador, es un osito de peluche cuando se trata de las
personas que le importan. Ha estado en el negocio durante tanto
tiempo que rara vez se lastima.

—¿Qué dije? —pregunto mientras él se aleja.

—Ignóralo. —Stephanie le resta importancia—. Quiero saber


más sobre tu cita. ¿Cómo fue? ¿Era bueno?

¿Bueno? Mi coño se convirtió en las malditas Cataratas del


Niágara. Puedo sentir mis mejillas calentarse mientras mi cuerpo
recuerda.

—Tengo puntos que hacer —digo, evitando su pregunta y


84
esperando que mi base enmascare mi sonrojo—. ¡Alaric, espera!

Las plantas de sótano se dividen en diferentes zonas. Un área


de combate para entrenamiento, una prisión, una morgue, un
banco de armas y una cámara de tortura, bueno, claro, por razones
obvias. También contamos con una sala médica de última
generación, donde me quedé durante meses cuando llegué por
primera vez.

—Entonces, repásalo de nuevo —le dice Stephanie a Jonathon


mientras me siguen—. ¿Qué pasó cuando los alcanzaron… ?

Me detengo en seco, queriendo todos los detalles.

—¿Los encontraron?

—No los encontramos exactamente. —Jonathon frunce el ceño—


. Rastreamos el teléfono hasta una ubicación. El hijo de puta estaba
en una motocicleta y se escapó.
—¿Se escapó? —Mi mandíbula cae. Nunca fallamos. Ahora
entiendo por qué Alaric está enojado—. ¿Pudieron ver su aspecto?

—No —sisea—. Su puto casco gigante cubría su rostro.

—Guau, delicado —murmuro.

—Fue único —dice Stephanie—. Los Duques son


inconformistas. Son como todas las otras pandillas que van y
vienen. Los encontraremos pronto. No son nada que no podamos
manejar.

Tratamos de mantenernos al margen de la política de pandillas


y solo nos involucramos si nos afecta. Los Duques, sean quienes
sean, se nos han cruzado por última vez. Cuando los encontremos,
no cambiará el hecho de que estarán muertos.

Entramos en la sala médica para encontrar a Alaric de pie junto


al espejo, cosiendo su herida él mismo.

—Me ofrecí a ayudar —le digo, cruzando los brazos. Su costura 85


es desigual y torcida—. Te verás como el Guasón.

—Estoy bien —dice, haciendo una mueca, mientras tira del


hilo—. Deja de quejarte. ¿No puedo tener un minuto de jodida paz
aquí?

—Déjalo —dice Stephanie—. Está de mal humor.

—Stephanie. —Alaric baja la voz a un rugido amenazante—. Te


juro que...

—Nos vamos —lo interrumpe, haciéndonos un gesto para que


salgamos detrás de ella. Cierra la puerta con un clic y luego revisa
su teléfono—. Esperaré hasta que no tenga una aguja en la mano
para decirle que han encontrado el cuerpo de Adam.

—¿Qué le sucedió? —pregunto.

—Arrojaron su cuerpo por los acantilados. —Ella pone los ojos


en blanco—. Cuan original. Será fácil descartarlo como un suicidio.
Jonathon frunce el ceño.

—Nuestros muchachos lo encontraron primero, ¿verdad?

Tenemos fuentes dentro de la policía. Pueden hacer un


juramento, pero todos tienen un precio, incluso aquellos que
prometen proteger al público. Tener gente adentro nos facilita
mover los hilos y encubrir historias que no queremos que salgan a
la luz.

—Ajá —confirma ella—. Los primeros informes indican que


Adam fue torturado antes de morir. Le faltaban dedos y dientes, así
como una herida de entrada en la cabeza. Habría sido una muerte
lenta y dolorosa.

—¿Quién diablos se creen que son los Duques? —siseo. La ira


crece dentro de mí, burbujeando y amenazando con explotar.

—Nos encargaremos —dice Stephanie, poniendo su mano en mi


86
brazo para calmarme. Nada la desconcierta—. Sin embargo, me
alegro de que hayas tenido una buena noche.

—Sí, me alegro de que alguien se haya divertido —murmura


sarcásticamente Jonathon, todavía molesto porque el bastardo se
le escapó.

Si hubiera estado allí, la moto habría quedado aplastada y las


entrañas del conductor esparcidas por la carretera. Los Duques no
volverán a tener una segunda oportunidad, especialmente si estoy
cerca.
Ivy

Sus grandes ojos están llenos de terror. Un conejo inocente 87


atrapado en los dientes afilados como navajas de un depredador
despiadado. Su vestido blanco está manchado de rojo, pero está
viva.

—Ivy —grita y trata de trepar, pero él la agarra de los tobillos


para obligarla a retroceder. Sin embargo, todavía me llama. Soy la
hermana mayor. Es mi trabajo protegerla—. ¡Ivy!

Miro sus rostros, tratando de dar sentido a sus rasgos. Señalo los
detalles, entrecerrando los ojos para ver más allá de los bordes
borrosos. Tiene un tatuaje de águila en el cuello. El que está a su lado
tiene un anillo de bodas con una marca distintiva. El otro tiene una
cicatriz distintiva en los nudillos. Cierro los ojos con fuerza como si
presionara un botón en una cámara. Tengo que recordar.

Sus risas atraviesan las súplicas desesperadas de mi hermana.


Ella no es más que un juguete para que jueguen.

Uno se dirige hacia el otro y le pregunta:


—¿Quién quiere ir primero?

El vómito sube por mi garganta y me lo trago para evitar


ahogarme. ¿Qué diría su esposa?

¡No!

¡Por favor, no!

El Tatuaje de Águila da un paso al frente. Es bajo y fornido. Daisy


es más pequeña en comparación, y eso le gusta. El hijo de puta
enfermo se excita por el poder. A través de mis lágrimas, veo la
erección en sus pantalones.

—Daisy —grazno—. Estoy aquí.

Pero está demasiado lejos y no puedo moverme. Mi mejilla se


presiona contra la tierra. El peso de Spencer me aplasta y mis
pulmones arden con cada respiración como si me estuvieran

88
destrozando.

El hombre se arrodilla junto a Daisy y gruñe:

—No vas a ir a ninguna parte.

El Nudillos con Cicatrices sonríe.

—Bueno, no hasta que hayamos terminado contigo.

Me retuerzo, deseando desesperadamente que mi cuerpo se


mueva, pero un fuerte golpe en mi cabeza hace que mi visión se
desvanezca. La risa de Spencer es lo último que escucho antes de
que llegue la oscuridad...

¡Mierda! Mi grito me despierta de otra pesadilla. El sudor frío


empapa las sábanas. Todavía puedo saborear la tierra en mi boca,
en mi garganta y el miedo escalofriante de ser completamente
impotente.

Tambaleándome, salgo de la cama y entro en la ducha. El agua


está helada, pero me meto debajo de ella de todos modos. Mi pecho
se agita mientras el chorro de agua fría azota mi espalda como un
látigo castigador. Es implacable, pero me ancla en la realidad. Me
recuerda mi propósito y lo que estoy aquí para hacer. Cada día es
un paso más cerca de terminar mi lista de ataques.

Pagaran por lo que han hecho.

Las pesadillas solían ocurrir todas las noches. A lo largo de los


años, se han vuelto menos frecuentes, pero desde que regresé a
Londres, han retornaron con fuerza. Las pastillas para dormir
tampoco son una opción. Las he probado, pero mentalmente me
aturden y tengo que mantener mis sentidos agudizados.

Salgo del cubículo, temblando, y me agarro al lavabo para


mantener el equilibrio. Cuando me miro en el espejo, no veo mi
reflejo. Veo su rostro. El hombre en la fiesta de lanzamiento. El del
anillo de bodas. Tiró de sus tobillos y se rio de ella. Estoy
temblando, no por la temperatura, sino por el odio ardiente que

89
abrasa mis venas.

Regreso a la habitación, una habitación de repuesto en la sede


donde me quedo cuando estoy aquí. Me pongo un sujetador
deportivo y mallas. Cuando me siento así, solo una cosa ayudará.

Las luces del techo se encienden automáticamente cuando voy


a la sala de combate. El fresco piso de mármol enfría las plantas de
mis pies con cada paso.

El área de combate es donde entrenamos. Está lleno de equipos


de ejercicio: un ring de boxeo, tapetes y sacos de boxeo. Me dirijo
directamente al maniquí humano en un soporte. Si me concentro lo
suficiente, puedo ver su rostro. El maniquí de color carne se
transforma en sus rasgos, y doy un golpe.

Mi puño golpea el material. Nada mal. Golpeo de nuevo,


imaginando sus dientes volando por el aire. Otro puñetazo. Directo
a la garganta, haciéndolo farfullar. Otro. Directo al intestino. Se
dobla en dos, levantando temblorosamente las manos en señal de
rendición. Sigo adelante, ignorando mis nudillos adoloridos. Una y
otra vez.

—¿Tienes problemas para dormir? —La voz de Alaric sale de la


nada.

Giro, jadeando, mientras sale de las sombras.

—No, estoy bien —miento. El regreso de mis pesadillas se siente


como una regresión, pero no diré eso, no al hombre que me trajo de
vuelta del borde de la muerte para darme más poder del que podría
haber soñado—. Quiero entrenar un poco temprano.

—Está bien confiar en la gente, Ivy —dice Alaric suavemente—.


La confianza es una fortaleza, no una debilidad.

Me burlo y golpeo de nuevo mientras se transforma en la imagen


lasciva de Spencer, desesperada por torcer su rostro engreído. Al
igual que él hizo conmigo.

—Dije que estoy bien —repito, luego me tomo un segundo para 90


recuperar el aliento—. Pero hay algo que ayudará.

—¿Tu lista?

Estrecho los ojos.

—¿Cómo supiste?

—Te hice dejar el país por tanto tiempo por una razón —dice—.
Necesitabas tiempo para perfeccionar tu oficio y convertirte en la
mejor. Cuando trabajes en tu lista, debo asegurarme de que tus
emociones no te cieguen.

—Eso no será un problema —digo, dándome la vuelta para darle


una patada alta al muñeco.

—Has visto a uno de ellos, ¿verdad?

—¿Me estás acosando ahora? —Lo miro—. No soy uno de tus


objetivos.
—Así es —infiere Alaric y se acerca con cautela—. Ivy…

—Te daré una cicatriz a juego si no tienes cuidado.

Se ríe.

—¿Recuerdas lo que dije cuando te di la opción?

—Por supuesto que sí —digo. ¿Como podría olvidarlo? El trato


que hicimos es lo que me mantiene en marcha.

—Matarlos era tu razón de vivir —dice—. Acepté mostrarte cómo


hacerlo y permitirte tener tu lista, siempre y cuando mates en mis
términos y no pongas en peligro al club.

A lo largo de los años, he tenido la tentación de romper nuestro


acuerdo. Momentos en los que quería decir «a la mierda el club» y
cazar a los bastardos, pero mi entrenamiento me enseñó algo mejor
que eso. Alaric es un hombre de palabra, y le debo a él, y al club,

91
mi lealtad. Sin ella, sería la misma mujer débil y patética que no
podría protegerse a sí misma ni a su hermana.

—Sí —respondo con los dientes apretados—. Lo recuerdo.

—Bien. —Sus ojos se encuentran con los míos—. Creo que has
esperado lo suficiente. Es hora de que marques un nombre de tu
lista.

—¿En serio? —Mi voz tiembla—. ¿Lo dices en serio?

—Sí, pero necesito que hagas algo por mí a cambio.

—Por supuesto —digo. Mi mente ya está corriendo con ideas


sobre cómo los voy a hacer sufrir y cuánto me reiré cuando rueguen
por misericordia que nunca llegará—. Haré lo que sea.

—Necesito que encuentres a los Duques —dice Alaric—, y me los


traigas.

¿Eso es todo? Pan comido.

Asiento bruscamente.
—Considérelo hecho.

—Bien —dice Alaric—. Ahora, ¿quién es el primer nombre en tu


lista?

—Anthony Steel —respondo sin dudarlo.

El monstruo de mi sueño y el hombre que vi en la fiesta. Aprendí


los nombres de los cómplices de Spencer hace años. Alaric me
ayudó a compilar mi lista de objetivos mientras me recuperaba del
ataque. A partir de mis descripciones y con la ayuda de Penelope,
identificamos a los tres monstruos que ayudaron a Spencer Bexley
a destruir mi vida.

Anthony Steel. Graham Baldwin. Christopher Trout.

Dejarlos vivir ha sido la última prueba de mi autocontrol, pero


mi paciencia finalmente será recompensada. Todos necesitan ser
borrados de la existencia.

—Te daré la dirección de Steel después de que ayudes a 92


Stephanie más tarde hoy —dice Alaric—. Está siguiendo una pista
sobre los Duques.

—No hay problema —digo. Los Duques son un bocadillo


pequeño, pero Steel va a ser una gran comida—. Pero quiero que
sepas que lo estoy haciendo a mi manera con Steel. Quiero tomarme
mi tiempo.

—Tómate todo el tiempo que necesites —dice Alaric, tronándose


los nudillos—. Me aseguraré de que la cámara esté libre.

Se da la vuelta para irse.

—¿Alaric? —lo llamo y se detiene en la puerta—. Gracias.

—No me des las gracias —responde bruscamente—. Haz tu


trabajo.
Ivy

Stephanie hace un bufido. 93


—¿Estás ignorando sus mensajes de texto?

—Estamos trabajando —espeto. Seb me envió dos mensajes de


texto hoy y los borré a ambos. No necesito distracciones cuando
tengo un nombre para marcar en mi lista, especialmente cuando
esa distracción es un miembro de la realeza caliente que tiene
fiestas de té en el Castillo de Windsor—. ¿Me vas a decir a dónde
vamos?

Llevamos puestos vestidos negros a juego. El cabello rubio de


Stephanie está atado en una cola de caballo alta que cae por su
espalda, llamando la atención sobre la falda corta que apenas cubre
su trasero.

—Seguimos los movimientos en el teléfono de Danny —explica.


Sus tacones repiquetean en los adoquines—. Durante el último año,
rara vez salía de casa o de su oficina. Pero cuando salía, iba al
mismo bar. Quiero ver si alguien lo reconoce, o mejor aún, obtener
imágenes de las cámaras de seguridad de cuando lo visitó para
tratar de identificar a alguien con quien habló.

—Y eso debería llevarnos directamente a los Duques —digo.

—En teoría —responde, deteniéndose para volver a aplicar el


brillo de labios color ciruela. Ella lo sostiene—. Adelante, es tu color.

Lo tomo de ella, aplico una ligera capa y le lanzo mi sonrisa más


asesina.

—¿Feliz ahora?

—Sería más feliz si le respondieras el mensaje de texto —dice, y


sigue caminando por la calle—. ¿No te aburres de matar todo el
tiempo?

Lo único aburrido son sus preguntas estúpidas. Debería estar


contenta de que sepa cuáles son mis prioridades. Las citas están al

94
final de mi lista, es decir, nunca sucederán.

Un auto frena junto a nosotras, baja la ventanilla y el ocupante


silba como un lobo. Estoy a punto de decirle al pervertido adónde
ir cuando veo que es Alaric.

—No vendrás tú también, ¿verdad? —pregunto nerviosa.

Stephanie atraerá la atención con su hermoso vestido, y no


puedo dejar que su mortal juego previo eche por tierra mi
oportunidad de obtener la dirección de Steel.

—Ustedes dos lo tienen cubierto —dice, arrastrándose—. Pero


estaré dando vueltas, y Jonathon está al final de la calle si necesitas
refuerzos. Diviértanse.

Stephanie agita sus pestañas.

—No tanta diversión como la tendré cuando llegue a casa.

—Consigan una maldita habitación —murmuro.

Alaric sonríe, ignorando mi comentario.


—Hasta luego.

Hacen una gran pareja. Él es estricto, y su alegría lo equilibra,


pero sus demostraciones públicas de cariño me dan ganas de
vomitar. Alaric también es ferozmente protector. He perdido la
cuenta de cuántos cuerpos se han acumulado porque los hombres
han puesto sus manos demasiado sobre ella.

—¿Tal vez deberíamos tener una cita doble? —sugiere Stephanie


mientras Alaric acelera su motor y desaparece—. Me gustaría
conocer a tu nuevo príncipe.

—No va a suceder.

Stephanie hace pucheros.

—No eres divertida.

Tiene la apariencia de un ángel y la brutalidad del diablo. Alaric

95
la llama su gatita por cómo juega con su presa antes de sacarla de
su miseria.

Como el resto de nosotros, Stephanie estaba cerca de la muerte


cuando Alaric la encontró. Después de golpearla hasta convertirla
en pulpa, su padre la arrojó a un callejón lúgubre para que muriera
como un perro callejero. Ella y Alaric han sido inseparables desde
entonces, y él mismo se hizo cargo del padre de Stephanie.

—¿Dónde está el bar, de todos modos? —pregunto.

Stephanie señala la larga fila de personas que serpentean


alrededor de un edificio.

—Allá.

—Mira la fila —me quejo. Mi vestido me llega a la mitad del


muslo porque no tengo la estatura de una supermodelo, pero aun
así. Estamos básicamente desnudas.
—No tendremos que unirnos a la fila —dice con aire de
suficiencia, deslizando su brazo a través del mío—. Ahora camina
como si fueras la dueña del puto lugar.

La calle es nuestra pasarela. Alaric estaciona enfrente, y ella le


lanza un beso. Su agarre en el volante se aprieta cuando las cabezas
se giran en nuestra dirección. Sí, es mejor que se quede afuera.

—Cabeza en alto —instruye—. Culo y tetas fuera.

—Sé cómo hacer alarde de eso —espeto.

Muevo mi cabello largo sobre mi hombro. No caminamos rápido.


Nos tomamos nuestro tiempo mientras nos quedamos
boquiabiertas y las novias celosas se burlan de nosotras.

—Oye, hay fila —grita enfadada una mujer valiente.

—Oh, lo sabemos —responde Stephanie, disparándole una

96
sonrisa brillante mientras pasamos frente a ella para enfrentar al
portero. Ella pasa un dedo con la punta roja por su pecho—. Pensé
que podrías ayudarme a mí y a mi amiga… —Ella se inclina y le
susurra al oído, haciendo que sus mejillas se sonrojen.

No quiero saber lo que ella le prometió.

—E-entren —tartamudea.

—Gracias, dulzura. —Ella sostiene su mirada, y su rubor se


profundiza—. No olvidaremos esto.

Pongo los ojos en blanco. Stephanie puede manipular a los


hombres como si fueran marionetas.

—¿Qué le dijiste? —pregunto tan pronto como estemos dentro.

—Mira y aprende —responde ella, dirigiéndose directamente a


la barra.

A pesar de la larga fila afuera, no está abarrotado. El bar está


dividido en dos pisos: un moderno salón de cócteles con lujosos
asientos al entrar y una pista de baile debajo que hace que mis pies
latan.

Un cantinero viene a servirnos al instante, ignorando a un grupo


de hombres que fruncen el ceño porque han estado esperando un
rato.

—Puede que estemos en el trabajo, pero eso no significa que no


podamos divertirnos —dice Stephanie—. Este es tu regreso a casa.

Mi verdadero regalo de bienvenida será ver cómo la sangre se


drena del repulsivo rostro de Steel y prestar toda mi atención a los
otros nombres de mi lista. Estoy manteniendo a Spencer hasta el
final.

—¿Tequila? —Suspiro mientras deja caer un salero y me pasa


un segmento de limón—. ¿De verdad? ¿No somos demasiado viejas
para eso?

97
Cumpliré treinta el próximo año, y Stephanie es mayor que yo,
pero no parece tener más de veinticinco años. ¿Quién necesita
Botox cuando quitar vidas nos da un impulso extra de vitalidad?

—Nunca se es demasiado viejo para salir de fiesta —dice, y luego


sonríe—. Vamos, vive un poco. Conseguir lo que queremos va a ser
fácil.

Sus ojos azul claro está fijos en un cantinero que no deja de


mirar mientras atiende a otros clientes. Se muerde el labio y le hace
señas con el dedo meñique para que se acerque.

—¿Por qué necesitabas que viniera contigo? —demando,


viéndola atraparlo como un pez. Ella lo tiene cubierto sin mí.

—Pensé que sería divertido —responde ella con un brillo


tortuoso en los ojos—. Necesitas salir más.

Increíble. Me echo sal en la mano, la lamo, bebo el tequila y


chupo el limón sin pestañear. Me hubiera ido si no le hubiera
prometido a Alaric que me quedaría.
—Miraré alrededor y controlaré el perímetro —siseo y golpeo el
vaso hacia abajo, fracturándolo por la fuerza—. Ven a buscarme
cuando hayas terminado.

—Oh, lo haré —responde mientras se inclina para darle al


cantinero una mejor vista de sus pechos—. Te veo al rato.

—Tengo un descanso por venir. —Lo escucho decir mientras me


dirijo a la multitud.

Cuatro cámaras están colocadas en cada esquina de la barra.


Doy vueltas a los baños para mirar dentro, nada fuera de lo común.
El primer piso se está llenando, así que me dirijo hacia abajo, a la
pista de baile llena de gente y música atronadora.

Si los Dukes están aquí, los encontraré.

98
Seb

Me quedo en las sombras, mirando el reloj y esperando poder 99


irme pronto. No estoy de humor para bailar, no esta noche.

Reviso mi teléfono por centésima vez. Rose no ha respondido.


Tuvimos el mejor sexo de mi vida, y ahora ella ha desaparecido. ¿No
lo pasó bien? Sí, su dulce coño chorreando por toda mi cara
demostró lo mucho que hizo. Nadie es tan bueno fingiendo. Su juego
duro me está volviendo loco.

Me duele la cabeza por el estruendo de los altavoces, pero tomo


un sorbo de mi bebida. El pelo del perro es la mejor manera de
recuperarse de una resaca, o eso dice Callen. Está cubriendo arriba.
Este es uno de nuestros lugares habituales. En algún lugar la gente
sabe que puede encontrar a los Duques. Sin embargo, pronto
tendremos que cambiar nuestros hábitos. Si el Killers Club nos está
buscando, no pasará mucho tiempo hasta que busquen aquí.

Han elegido a las personas equivocadas con las que meterse.


Están cazando a los cazadores. Somos los que rastreamos a las
personas y evitamos que se conviertan en un problema. Es lo que
mantiene a nuestros clientes seguros. Ese es nuestro maldito
trabajo. Aunque que Killers Club nos encuentre es una pequeña
preocupación en comparación con Rose que no responde.

Quizás Callen tenga razón. ¿Me estoy volviendo blando? Pensé


que Freddie estaba loco por tener el corazón roto por la muerte de
una chica que conoció una vez, bueno, más loco que su habitual
nivel de cerebro criminal. Nunca entendí cómo se sentía antes, pero
ahora lo entiendo. Chico, lo entiendo...

Desde que conocí a Rose, ella es todo en lo que pienso. La busco


donde quiera que voy. Incluso ahora, el cabello rojo moviéndose
entre la multitud llama mi atención, pero estoy siendo irracional.
Rose no es la única mujer pelirroja en la capital. Aun así, sigo
observándola.

Mi corazón se acelera cuando la mujer se abre paso entre un


grupo de hombres ruidosos y su rostro se gira en mi dirección.

100
Parpadeo para asegurarme de que no lo estoy imaginando. La
percepción motivada es real; nuestros ojos pueden mostrarnos lo
que queremos ver.

No, es ella.

Ella está realmente aquí.

Una oleada de ira posesiva se apodera de mí cuando la mano de


otro chico se desliza alrededor de su cintura para atraerla a bailar.
Mis manos se cierran en puños. Él no puede tocarla. Ella es toda
jodidamente mía.

Atravieso la pista de baile, dejando bebidas derramadas y


borrachos que caen a mi paso. Soy un tsunami imparable. Nada se
interpondrá en mi camino hasta que la alcance.

El hombre vuelve a alcanzar a Rose, pero yo soy más rápido.


Agarro su muñeca y la giro, haciéndolo gritar. Sus dedos
mugrientos no la tocaran si quiere conservarlos.

—Es hora de que te vayas —gruño.


A regañadientes, suelto mi agarre antes de aplastar sus huesos.
Se estremece ante mi atronadora expresión y corre de vuelta al
agujero del que salió.

Rose entrecierra los ojos hacia mí con incredulidad.

—¿Seb?

Sus ojos se abren con genuina sorpresa. La oscuridad hace que


sea difícil ver, pero mi mirada recorre su cuerpo mientras la
absorbo. Su ajustado vestido negro resalta sus muslos bien
formados y sus tetas redondas. Joder, se verían bien con mi pene
encajado entre ellos. Se necesita toda mi fuerza de voluntad para
no tomarla entre mis brazos y tomarla aquí mismo.

Ambos preguntamos al unísono:

—¿Qué haces aquí?

101
No podemos hablar correctamente sobre la música a todo
volumen. Tiene que ponerse de puntillas, incluso con tacones, para
gritarme al oído:

—Mi amiga me arrastró.

Sonrío tímidamente.

—Lo mismo.

Tiene el teléfono en la mano y se da cuenta de que lo estoy


mirando.

—Lamento no haber respondido —grita, leyendo mis


pensamientos—. He estado ocupada.

¿Demasiado ocupada para enviar un mensaje de treinta


segundos? Trato de alejar mi duda. Tal vez lo estoy pensando
demasiado porque mi ego está herido. En el pasado, tuve el
problema opuesto. La mayoría de las mujeres eran demasiado
pegajosas, y mi mayor problema fue tener que cambiar mi número
para evitar que enviaran mensajes de texto.
—Entonces… —Pongo mis manos en su cintura y la atraigo más
cerca—. ¿No me has estado ignorando?

Su cuerpo se mueve contra el mío al ritmo. El balanceo de sus


caderas me recuerda lo increíble que se sentía estar enterrado
profundamente dentro de ella y cómo sus gemidos vibraban por
todo mi cuerpo. ¿Por qué importa si ella no respondió? No todo el
mundo actúa como un acosador obsesionado después de una cita.
Ella está aquí ahora, y sus duros pezones presionados contra mí
muestran que está feliz de verme.

La luz estroboscópica púrpura golpea su rostro, iluminando sus


labios carnosos, sus pestañas gruesas y su linda nariz cubierta de
pecas con un bulto en la parte superior, pero hay algo diferente en
ella...

—Ya vuelvo —grita.

102
Ivy

¡Joder-joder-joder-joder! 103
Dejo a Seb luciendo un semi-erección en medio de la pista de
baile y corro a los baños. Me miró de manera extraña, como si
estuviera tratando de resolver algo. ¿Se dio cuenta de mis ojos?
Nunca me ha visto sin mis lentes de contacto azules.

Entro en el único cubículo vacío. Fuera de mi puerta, una chica


llora por un ex perdedor. Un grupo de extrañas se abalanza para
decirle lo hermosa que es cuando parece una mocosa. ¿De dónde
vienen estas chicas? Se esconden en los rincones oscuros de los
baños y se materializan cada vez que alguien tiene problemas con
su novio o necesita un tampón.

Busco en mi bolso para encontrar un par de lentes de repuesto.


Los coloco rápidamente, esperando que Seb no se dé cuenta.
Incluso si lo hiciera, la luz que juega trucos, podría explicarlo
fácilmente.
¿Qué está haciendo aquí, de todos modos? Estoy trabajando. No
importa cuánto lo intente, parece que no puedo evitarlo. ¿Estoy
condenada a ser tentada por el pene que no puedo tener? El sexo
con Seb fue un error increíble y alucinante. No necesito
distracciones, no importa cuán devastadoramente hermosas sean,
cuando me concentro en mi lista de ataques. Es muy peligroso.

Las chicas continúan ofreciendo palabras de consejo que


resuenan en el baño.

—Sigue a tu corazón…

—Escucha el universo…

—Nunca es demasiado tarde…

Pfft, su mierda genérica no se aplica a mi situación. Recojo mi


rímel corrido y le envío un mensaje de texto apresurado a Stephanie
para avisarle que Seb está aquí.

Responde al instante. 104


Stephanie: Trabajo hecho. De camino a encontrarte con tu
príncipe ;)

Brillante. Discutir solo la alentará más. Inhalo profundamente


y me aferro a él, con la esperanza de poder mantener la calma lo
suficiente como para mantener mi mierda en orden.

Como a hombres al igual que Sebastian Montgomery para el


desayuno. No hay razón para que él me ponga nerviosa.

Acomodo mi cabello, mantengo la barbilla en alto y me pavoneo


como si fuera una chica común en una noche de fiesta. Seb está
esperando afuera y sonríe cuando me ve. Una media sonrisa
descarada que me calienta de una manera que desearía que no lo
hiciera. ¿Cómo es posible que se ponga más caliente cada vez que
lo veo?
—¿Qué pasa? —le pregunto—. ¿Tenías miedo de que me
escapara?

—Necesitaba estar seguro de que no me estabas evitando —


responde.

Junto a él, los rostros de dos chicas caen con aplastante


decepción. Seb no se da cuenta de su atención. Parece que estaban
a punto de armarse de valor para hablar con él. Si se duermen,
pierden, señoras.

—Realmente he estado ocupada —le digo mientras desliza su


mano a través de la mía. Este corredor es más silencioso que el piso
principal. Suspiro exageradamente—. El trabajo ha sido frenético.
—Eso no es mentira—. Y mi compañera de apartamento está
pasando por una ruptura. —Eso es mentira, pero creíble—. Por eso
salimos esta noche.

Por encima del hombro de Seb, veo a Stephanie. Ella mira su


trasero y hace un gesto de «bien». 105
—Rose —llama Stephanie, acercándose para unirse a
nosotros—. Te he estado buscando por todas partes. Debes ser Seb.
He oído todo sobre ti. —Ella empuja su mano para que él la
estreche—. Soy Bethany.

—Lamento la ruptura —dice en un tono sincero.

Stephanie se desliza en el personaje sin problemas.

—A la mierda con él. El bastardo se estuvo tirando a su


secretaria durante meses. Qué poco original, ¿verdad? Los encontré
en su oficina cuando trabajaba hasta tarde. La tenía inclinada sobre
la fotocopiadora. La perra también fingió un orgasmo; no hay forma
de que su diminuto pene pueda hacer que alguien se venga desde
ese ángulo.

Arqueo una ceja. Se está divirtiendo demasiado con esto. Ella


convierte historias de portada en actuaciones ganadoras de un
Oscar.
—Estás mejor sin él —digo, interrumpiéndola antes de que
tengamos un relato detallado de un pene ficticio y sus fechorías.

—Parece que sí —murmura Seb de acuerdo.

El pobre no sabe que decir. No es la primera vez que Stephanie


deja a un hombre sin palabras, pero normalmente le gusta
amordazarlos.

—De todos modos —dice ella—, vine a decirte que me voy.

—Iré contigo —ofrezco.

—No, te quedas aquí —insiste—. Encontré a alguien que me


haga compañía, y podría volverse un poco salvaje… —Ella guiña un
ojo—. Si sabes a lo que me refiero.

Desafortunadamente, lo hago. Cuando vivía en el complejo de


forma permanente, los tapones para los oídos eran mi mejor amigo

106
hasta que insonorizaron su dormitorio. Ella y Alaric son como
leones cuando lo hacen.

—Entonces, ¿esa es tu compañera de apartamento? —pregunta


Seb mientras ella desaparece.

—Sí —respondo, mirando con ceño a su cola de caballo que se


aleja—. Esa es ella, está bien.

Una sonrisa baila sobre sus labios.

—¿Y le hablaste de mí?

De toda la conversación, ¿cómo es eso lo que captó?

—Te dije que no te estaba evitando...

Me besa antes de que pueda terminar mi oración, dejándome


sin aliento. ¿Su saliva está mezclada con una droga que está
programada para transformar a un asesino en un desastre
lujurioso?
—Ven conmigo —dice, tirando de mi mano hacia una salida de
incendios.

Sé lo que debo hacer. Debería poner una excusa para irme.


Debería inspeccionar el lugar en busca de personas sospechosas.
Debería alejarme de los hombres con linajes reales. Sólo que no
actúo según ninguno de mis instintos. En cambio, dejo que me guíe,
tirando mi profesionalismo por la ventana porque mi vagina tiene
otras ideas. Culpo al tequila.

Una brisa fresca nos golpea cuando entramos en un patio vacío.


La música hace vibrar el edificio, pero finalmente puedo respirar
lejos de la masa de cuerpos pegajosos y retorciéndose.

Seb me empuja contra la pared.

—Desde nuestra cita, eres todo en lo que he estado pensando.


—Su aliento me hace cosquillas en el cuello—. Y te ves jodidamente
increíble esta noche.
107
Sus manos se deslizan por mis muslos, deslizándose debajo de
mi vestido. Sus dedos acarician la parte interna de mis muslos
mientras se abren camino hacia mi calor. ¿Cómo es que su toque
es tan adictivamente bueno? Gimo en su boca mientras sus dedos
acarician mi coño sobre la tela mojada, mientras su lengua toma de
mí con urgencia.

Me alejo de nuestro beso sin aliento.

—Seb, no deberíamos…

Jadeo mientras mueve mi ropa interior a un lado y acaricia mi


abertura mojada. Mi cuerpo se rinde. Ahora que hemos empezado,
no podemos parar. Sus anchos hombros me bloquean la vista de
cualquiera que pueda salir, pero no puedo pensar en las
consecuencias cuando estoy cegada por el deseo.

Su enorme palma envuelve mi coño, frotándose contra mi


clítoris mientras desliza dos gruesos dedos dentro de mí. Me quejo
cuando su ritmo se acelera, hundiendo sus dedos dentro y fuera en
movimientos profundos. Mis muslos tiemblan y lucho por
mantenerme de pie, pero él no se detiene.

Alcanzo su bragueta. Su pene está duro, tenso en las costuras


y cerca de rasgarlas. Quiero que me incline y me folle aquí mismo.

—Todo esto es sobre ti, Rose —ronronea Seb, deteniéndome con


su mano libre—. Quiero que te vengas sobre mis dedos. Quiero que
te corras tan fuerte que tu dulce coño me empape.

Giro mis caderas para que llegue al lugar perfecto. ¿Cómo puede
hacer que me moje tan rápido?

—¿Te gusta eso? —murmura.

—Sí —gimoteo—. Joder, Seb. Estás…

Pierdo la capacidad de hablar cuando sus dedos presionan mi


punto G. Mis ojos se abren con sorpresa cuando grito, y mi coño se

108
aprieta en sus dedos. Su cuerpo sujeta el mío en su lugar,
sosteniéndome mientras me corro sobre él. El placer se precipita en
olas rompientes, y las pupilas de Seb se dilatan mientras lo ahogo
en un calor resbaladizo.

—Te ves hermosa cuando te vienes —retumba.

Desliza sus dedos fuera de mí, brillantes por mis jugos, y los
mete en su boca para lamerlos hasta limpiarlos. Joder, eso es
caliente.

—Tienes razón —interviene una voz escocesa desde las


sombras—. Se ve hermosa cuando se viene.
Seb

—¡Callen! —El dulce sabor de la humedad de Rose en mi lengua 109


se convierte en una rabia amarga—. ¿Nos estabas observando todo
el tiempo?

Rose tropieza mientras se baja el vestido a toda prisa. Ella cruza


los brazos sobre su pecho.

—¿Conoces a este pervertido?

—¿No te ha hablado Sebastian de mí? Soy Callen. Somos los


mejores amigos. —Una sonrisa astuta se extiende por su rostro. Sí,
si su definición de mejores amigos significa querer matarse el uno
al otro. Está amando cada minuto de esto—. Vivimos juntos.

—En este momento, tendrás suerte si no te noqueo —escupo.

La mandíbula de Rose cae.

—¿Vives con él?

No por elección, quiero añadir. Callen es el Duque más nuevo.


Se unió a nosotros hace un año y tuvo que completar varias pruebas
para demostrar su valía. Antes de eso, era un nómada, cabalgaba
por las Tierras Altas de Escocia y provocaba una matanza en
Edimburgo. Freddie ve sus habilidades como un activo, pero eso no
impide que sea un lastre.

—Y compartimos todo —se burla Callen—. Utensilios de cocina,


el baño, hasta chicas bonitas…

Maldito mentiroso.

—Ella es mía, Callen —gruño con los dientes apretados.

Oomph. Me tambaleo hacia atrás cuando las pequeñas manos


de Rose me golpean, empujándome bruscamente. ¿De dónde ha
salido eso? Me ha dejado sin aliento. Miro hacia abajo, agarrándome
el pecho. Su expresión atronadora me dice que lo he jodido.
Gravemente.

—¿Soy tuya? —demanda, arqueando una ceja. Su lenguaje


110
corporal ha cambiado por completo. No necesito psicoanalizarla
para saber que está furiosa—. No soy tu maldita propiedad.

—Rose, no quise decir…

Salió mi protector interior, y mis palabras salieron mal. Todo lo


que quiero hacer es mantener a un monstruo como Callen lejos de
ella. Ahora se ha olvidado por completo de él y yo soy el blanco de
su ira.

Sus ojos se estrechan.

—Yo no le pertenezco a nadie. No soy tuya, ni de nadie más.

Callen se ríe. Se apoya contra el ladrillo y observa cómo se


desarrolla el espectáculo. Si no tiene cuidado, obtendrá un ojo
morado a juego con su labio partido.

Busco a tientas, intentando y fallando en justificar mi estúpido


comentario.

—No quise que sonara así.


—Solo hemos tenido una cita —gruñe, cerrándome con una
mirada fulminante—. Tú no eres mi novio.

Tiene razón, aunque sus palabras perforan mi corazón como


una lluvia de balas. ¿Por qué escucharlo duele tanto? No somos
oficiales, pero joder... su fría indiferencia deja un vacío entre
nosotros como si me faltara una extremidad. No puedo perderla. No
lo haré.

—Ella es luchadora —interviene Callen y deja escapar un silbido


bajo—. Ya me gusta.

El bastardo está tratando de sacarme de quicio, sintiendo que


estoy al borde de explotar. Todo mi cuerpo tiembla mientras camina
hacia donde está Rose, con una sonrisa de suficiencia que hace que
las mujeres se derritan. Parece un motociclista con cabello color
arena hasta los hombros y barba, el tipo de persona que debería
venir con una etiqueta de advertencia. Tomo una respiración

111
profunda y lucho contra mi abrumadora necesidad de interponerme
entre ellos. Si lo hago, eso solo le demostrará a Rose que soy un
psicópata posesivo, y no querrá volver a verme nunca más.

—Me importa un carajo si te gusto —espeta ella. Tal vez ella es


inmune a su encanto de chico malo. Ella frunce el ceño mientras lo
mira correctamente por primera vez—. ¿Qué le pasó a tu labio?
¿Alguien te encontró espiando por su ventana, o tu enorme ego te
dio un puñetazo en la cara?

—Puedes agradecerle a tu novio por mi aspecto extra rudo —


responde Callen. Él me sonríe—. Tenías razón sobre ella, Seb. Es
especial.

Mi estómago se revuelve. Callen no puede interesarse por ella.


Sí, es un Duque, pero también es un hijo de puta retorcido. Un
genio con impulsos mortales que no puede controlar y sin moral
alguna. Rose no se parece en nada a él. Ella no pertenece a nuestro
mundo, y ha sido la primera cosa buena en llegar a mi vida durante
años. ¿Está tan mal querer quedármela para mí?
—Me voy —sisea Rose, golpeando el hombro de Callen mientras
pasa a toda velocidad—. Sola.

—Rose, lo siento —grito tras ella, pero me cierra la puerta en la


cara.

Doy un paso hacia Callen.

—¿Qué hice? —pregunta inocentemente—. Quería conocer a la


chica por la que estás loco.

Mis fosas nasales se ensanchan.

—Tú…

Mueve el dedo para que deje de hablar.

—Te relajaste para mojar tus dedos en el trabajo. ¿Qué dirá


Freddie si se entera?

112
—Mantendría tu boca cerrada si no quieres una mandíbula rota
—amenazo.

Callen se ríe.

—Promesas, promesas.
Ivy

Camino por las calles hecha una furia. Si mis tacones fueran 113
picos, dejarían grietas en la piedra.

Un grupo de hombres silba en mi dirección, pensando que es un


cumplido. Les disparo una mirada amenazadora. Se ríen
nerviosamente y me llaman perra frígida, pero algo en mí los
inquieta. Puedo decir por lo rápido que se apresuran en la dirección
opuesta. No saben por qué, pero sus instintos básicos de
supervivencia se activan. Tal vez los hombres captan
inconscientemente el aura de una mujer que no tiene miedo de
arrancarles los testículos del cuerpo. Si no fuera tan buena en mi
trabajo, les rompería el cuello.

Mi teléfono suena, pero lo ignoro. No quiero leer las disculpas de


Seb. ¿Soy suya? No lo creo. Apenas nos conocemos. La posesividad
es tóxica. Cuando Spencer lo dijo al principio, pensé que era dulce
y demostraba cuánto le gustaba, pero mira cómo resultó. Nadie me
posee. Además, ¿su compañero de casa masturbándose en las
sombras? Es jodidamente espeluznante, incluso si el tipo, Callen,
es sexo con piernas de una manera ruda y lista.
El auto de Jonathon está esperando calle abajo. Mientras entro,
cierro la puerta detrás de mí, haciendo que el auto traquetee. Hace
una mueca por el ruido.

—Mala noche, ¿eh? —pregunta—. Stephanie dijo que podrías


llegar tarde.

—Solo conduce —gruño.

Solo hay una forma en que voy a satisfacer mis impulsos.


Jonathon sabe que no debe presionarme de nuevo, y cuando
llegamos al cuartel general, le ordeno que se quede en el auto.

—Pero… —Lo fulmino con la mirada, una señal de que lo


castraré si discute. Él cede y resopla—: Bien, me quedaré aquí.

Necesito un auto de escape y un conductor.

—¿Alaric? ¿Hola? —grito tan pronto como estoy en el vestíbulo—

114
. ¡Alaric!

Me dirijo a la librería, asumiendo que está en el sótano, cuando


las escaleras crujen detrás de mí.

—Será mejor que esto sea importante, Ivy —ruge Alaric desde lo
alto de ellas.

Está sin camiseta y usa pantalones de chándal. Stephanie


asoma la cabeza a su lado con el cabello revuelto.

—Quiero la dirección de Steel —demando.

—¿Ahora mismo? —Mira su reloj y frunce el ceño—. Necesitas


planificar.

—Sabes que mi mejor trabajo ocurre espontáneamente —lo


rechazo—. Lo traeré de vuelta aquí.

Él considera mi oferta, sopesando el riesgo que represento y


cuán azules van a estar sus bolas si discute. Stephanie acaricia su
hombro para atraerlo de vuelta a la cama. Ella sabe lo que está
haciendo. Alaric es el jefe, pero ella es quien tiene la última palabra.

—Bien, bien. —Se derrumba cuando Stephanie le susurra algo


sucio al oído. Le agradeceré más tarde—. Te enviaré un mensaje de
texto con la dirección, pero lleva refuerzos en caso de que las cosas
salgan mal. No diría que sí, si Steel no viviera solo.

—Entendido —digo—. Jonathon ya está esperando en el auto.

Tengo un resurgimiento de energía mientras registro el banco de


armas. Tarareo mientras coloco todo lo que necesito en una maleta:
cuerda, esposas, cuchillos y jeringas llenas de un agente
paralizante. Mi mano se detiene sobre una pistola, pero decido no
llevarla. No son divertidas. Las balas son desordenadas y hacen que
todo sea demasiado rápido. Él se merece todo mi cuidado y
atención. Además, los cuchillos son mucho más personales.

Salto a la cámara de tortura, balanceo la maleta y compruebo


rápidamente que todo esté listo. Todos los instrumentos están 115
colocados en una línea ordenada, esperándome. Perfecto. Ahora
todo lo que tengo que hacer es vestirme para la ocasión especial.
Cambio mi vestido por pantalones cargo negros ceñidos, un
cinturón con todas las herramientas necesarias y una chaqueta de
piel sintética.

Cuando regreso al auto, Jonathon está haciendo mímica y


moviendo la cabeza al ritmo de Ash and the Basilisks. Son su banda
de metal estadounidense favorita, y está secretamente enamorado
de Ash. Quiero decir, ¿quién no lo está? No es sorprendente que
tenga tres tipos enmascarados que la adoren. Perra afortunada.

Sus ojos se iluminan al ver mi atuendo y la maleta plateada. Mi


equipo de secuestro.

—¿A quién estamos destripando?

Le doy la dirección y agrego:


—Esta matanza es mía, no del club. Puedes ayudarme a
llevármelo, pero eso es todo. ¿Entendido?

Él entiende al instante. Todos fuimos elegidos para unirnos al


club debido a nuestro pasado violento y nuestros roces con la
muerte. El hermano sobreprotector de la ex de Jonathon se
enfureció después de que Jonathon rompió con ella. Cortó la
garganta de Jonathon a pesar de saber que su querida hermana
rompió el corazón de Jonathon al acostarse con su mejor amigo. El
punto es que todos tenemos una lista negra. ¿Dónde está la
diversión de ser un fantasma si no puedes perseguir a algunas
personas de tu pasado?

—Vamos —dice, pisando el acelerador—. Su apartamento no


está muy lejos.

Cuando nos detenemos frente a su edificio, las luces están


apagadas. Afortunadamente, el apartamento de Steel está en la

116
planta baja.

Agarro los binoculares térmicos de la guantera y compruebo.

—Bingo. —Sonrío al mapa de calor rojo alrededor de una figura


quita. Está durmiendo y completamente solo.

Jonathon se pone guantes de algodón hasta los codos y me


entrega otro par para hacer lo mismo. Son una contramedida
forense, pero no importa si encuentran nuestras huellas, ya que
Penelope puede eliminar cualquier evidencia con unos pocos clics.
Además, nadie sospechará de una persona muerta por asesinato.

—Es hora de recolectar —dice bruscamente. Nadie quiere a Steel


muerto tanto como yo, pero Jonathon vio lo que Spencer y sus
hombres me hicieron. Me vio luchar para reconstruir mi vida y
quiere que ellos paguen por eso—. ¿Sabes qué apartamento es el
suyo?

—Piso dos. Segunda puerta a la derecha.


—Perfecto —dice Jonathon, accionando un interruptor
escondido debajo del volante—. El disruptor está encendido.

No soy lo suficientemente inteligente como para entender cómo


funciona. Esencialmente, el vehículo se convierte en un extraño
bloqueador de señales que interfiere con cualquier tecnología
cercana. Si las personas revisan sus imágenes de circuito cerrado
después de nuestra llegada, todo lo que verán es estática.

—Es hora de ir —digo.

Nos acercamos al piso de Steel. Es una zona próspera, que


funciona a nuestro favor. Muchas de las casas son propiedad de
solteros o están vacías porque sus ocupantes están de vacaciones
en el extranjero para escapar del frío. El pobre Anthony pronto
deseará haberse ido con sus amigos a Seychelles.

Con unos pocos toques en su teléfono, Jonathon piratea y


desactiva el mecanismo de la puerta exterior, por lo que entramos
sin problemas. Nos dirigimos al apartamento de Steel, y me río del 117
teclado que requiere un código para ingresar. Estúpido. La gente
piensa que es más seguro que una llave, pero cualquiera puede
entrar si tiene la experiencia técnica. Hacen nuestro trabajo más
fácil... y más silencioso.

Giro el picaporte después de que Jonathon haga su magia, la


emoción sedienta de sangre aumenta, y lidero el camino. Ronquidos
vienen de detrás de una puerta abierta. Me deslizo por el espacio
hacia su dormitorio. Está tendido en la cama, con la boca abierta,
resollando como un cerdo, con las cobijas medio quitadas. Coloco
la maleta sobre la cama, y el patético saco de mierda se mueve
cuando esta se abre.

Agarro una jeringa y observo el subir y bajar de su grasa por un


poco más de tiempo. Para un monstruo que se mete con las
personas que no pueden defenderse, es apropiado tomarlo cuando
está indefenso. Pincho su cuello con la aguja y le inyecto la
sustancia clara. Le estoy dando una dosis doble como precaución
adicional. Cuando Steel despierte, se encontrará en una pesadilla
viviente.

Miro mi reloj y empiezo a contar cada segundo hasta que la


droga hace efecto. Dos minutos se sienten como una eternidad
después de esperar años por este momento.

—Todo listo —le digo a Jonathon, que merodea en la puerta.

Los párpados de Steel revolotean ante mi voz. Intenta moverse,


balanceándose torpemente en el lugar, pero sus músculos se
agarrotan. Sus ojos se abren de golpe en aterrorizada confusión.
Puede ver, sentir y escuchar lo que sucede, pero su cuerpo está
congelado.

—¿Vas a alguna parte? —me burlo de él. Mi risa llena la


habitación—. Muy jodidamente mal.

Jonathon sale de las sombras.

—Vamos a meterlo en el auto. 118


Cargarlo será un desafío, así como un riesgo para que otros lo
vean. Nuestra mejor opción es colocar sus brazos sobre nuestros
hombros y hacer que parezca que ha bebido demasiado. Cualquiera
que mire a través de sus cortinas o pase conduciendo pensará que
es otro tipo borracho que no conoce su límite.

—A las tres —digo. Nos ponemos en posición para levantarlo del


colchón—. Uno, dos…

Lo sacamos de la cama, obligándolo a erguirse.

La noche que Spencer y los demás destruyeron mi vida, este


hombre me aterrorizó. Pero ahora soy un fénix resurgiendo de las
cenizas. Matarlo no traerá de vuelta a Daisy, pero me hará sentir
mejor...
Bram

Las disputas de Callen y Seb flotan por el pasillo. Freddie y yo 119


intercambiamos una mirada de complicidad. Su espíritu
competitivo saca lo peor de cada uno y discuten más que una pareja
casada. Siempre están discutiendo sobre algo, ya sea quién puede
beber una pinta o quién puede sacar un arma más rápido.

Mientras ellos han estado fuera, hemos disfrutado de la paz.


Busqué en la red oscura cualquier mención del Killers Club, y
Freddie investigó nuevas armas para agregar a nuestra creciente
colección. Es un experto. Después de dejar el Met, pasó un tiempo
en el extranjero vendiéndolos. Así fue como nos conocimos. Mejorar
nuestro arsenal es una buena idea, especialmente cuando los
asesinos nos apuntan. Tenemos que estar en la cima de nuestro
juego.

Seb irrumpe en la sala de estar como un infierno abrasador y


Callen se pavonea detrás de él. El ambiente relajado se desvanece
al instante. Seb está furioso. Puedo decirlo por su rostro rojo, sus
músculos tensos y la forma en que todo su cuerpo tiembla como un
reactor nuclear a punto de estallar. ¿Qué hizo Callen esta vez?
Seb escupe palabras como fuego.

—No sé en qué estabas pensando cuando lo contrataste.

Debería saber mejor que darle una reacción a Callen. A Callen


le encanta meterse debajo de su piel y provocarlo. Cuando está en
buena forma, Callen es un bromista que puede aligerar el estado de
ánimo más oscuro. Pero, en el peor de los casos, es lo
suficientemente exasperante como para llevar a una monja a la
violencia y terminaría con un rosario envuelto alrededor de su
cuello si pasara unas semanas en un convento.

Freddie mira por encima del libro que está leyendo.

—¿Qué pasó?

Freddie es la voz de la razón en el caos. Él es la fuerza de


equilibrio que une a los Duques. Nos reclutó por nuestras
habilidades únicas y su palabra es definitiva, incluso cuando no
120
estamos de acuerdo.

Me recuesto en mi silla para ver cómo se desarrolla el drama. Lo


crea o no, no poder hablar tiene beneficios. Me comunico de otras
maneras y me doy cuenta de las señales que otras personas pasan
por alto. Seb bromea diciendo que soy un detector de mentiras
humano, lo cual no está lejos de la verdad. Cuando lea las
microexpresiones tan bien como yo, se sorprenderá de la frecuencia
con la que la gente miente.

—Él… —Seb está demasiado consumido por sus emociones para


expresarse a través de palabras. En cambio, usa el otro idioma que
conoce mejor. Violencia. Él ruge y patea la pared con frustración.

¿De verdad? Levanto las cejas mientras gruñe de dolor. ¿Eso


ayudó?

Las paredes de ladrillo expuestas le romperán los dedos de los


pies antes de que haga algún daño. La casa adosada de tres pisos
que llamamos hogar es industrial y tiene un diseño de planta
abierta. Tiene elegantes muebles blancos y negros con luces
expuestas, y tuberías de cobre que no tienen ningún propósito,
además de verse bien. El mobiliario es mínimo, solo contiene lo
básico, lo que significa que tenemos menos cosas para limpiar y
romper, lo cual es esencial cuando cuatro hombres con estados de
ánimo temperamentales viven bajo un mismo techo. A pesar de los
desafíos de compartir una casa, eso no afecta nuestro trabajo. Los
Duques son una unidad. Uno para todos y todos para uno. A través
de lo bueno, lo malo y lo jodidamente loco.

Freddie, nuestro jefe, es el cerebro detrás de la operación. Es


cauteloso y calculador, pero encantador... cuando quiere serlo.
Aporta capital, experiencia y un deseo implacable de ser, y nos
empuja a ser, los mejores.

Seb es su número dos. Si Freddie es un pastor alemán, Seb es


como un cachorro travieso. No importa lo que haga o en cuántos
problemas se meta, la gente lo ama de todos modos. Pero él no es
estúpido. Seb es creativo y no tiene miedo de correr riesgos, que es
como construyó su fortuna. También está bien conectado en los 121
círculos correctos y sabe cómo ganar una pelea.

Callen es el inconformista del Duque. Nunca sabes qué esperar


de él. Es un excirujano genio con un ego inflado que esconde un
lado oscuro y sed de sangre. Pero tiene la cantidad justa de
humanidad para evitar que se convierta en un monstruo completo,
incluso si a veces cruza la línea.

Luego, estoy yo. A pesar de mi apariencia y de ser el más grande


de todos los Duques, soy un fanático de las computadoras de
corazón. Hoy en día, prefiero no ensuciarme las manos. Matar gente
era algo normal durante mis días en el ejército, pero esos días han
quedado atrás. Aprendí del pasado y sigo trabajando para tomar
decisiones mejores, incluso cuando los problemas tienen la
desagradable costumbre de encontrarme.

Un gemido familiar proviene de la cocina, y me muevo para dejar


entrar a nuestra hermosa border collie, Pippy. Es la quinta miembro
honoraria de los Duques, y todos la adoramos, incluso si tiene un
nombre ridículo y exige que la paseen por horas. Puede que sea el
perro de Freddie, pero ha conquistado todos nuestros corazones.

Freddie bosteza.

—¿Conociste a algún cliente potencial en el bar?

Pippy me sigue de regreso a mi lugar, acaricia mi pierna y luego


se da la vuelta para exigir que le frote la barriga.

—No —responde Callen—. Tuvimos una noche tranquila,


además de conocer a la nueva novia de Seb.

—Su nombre es Rose —sisea Seb.

—Solo está enojado porque tuvieron su primera riña de amantes


—bromea Callen.

Seb lo fulmina con la mirada.

122
—No gracias a ti.

Hay más en esto, excepto que no da más detalles.

—¿Acordaste encontrarte con ella esta noche? —pregunta


Freddie, su tono destila desaprobación. Es un jefe razonable, pero
tiene grandes expectativas. Los Duques vienen antes que cualquier
otra cosa—. ¿Esta chica va a ser un problema, Seb?

—No —miente Seb. Interesante. Nunca antes lo había visto


actuar así con una mujer. ¿Qué tiene de especial Rose Hathaway?—
. No sabía que ella estaría allí. No podía ignorarla sin despertar
sospechas. Acordamos que necesito encontrar a alguien que sea mi
tapadera, ¿recuerdas?

La familia de Seb sigue presionándolo para que asista a más


funciones reales. Ahora que tiene treinta años, han compilado una
larga lista de posibles parejas para el soltero más codiciado de la
ciudad. Después de ver sus sugerencias, también veo el beneficio
de mantener a Rose cerca.
Freddie ignora a Seb, y recurre a Callen para pedirle su opinión.

—¿Va a causarnos problemas?

—No —responde Callen. ¿Por qué está mintiendo? Ahora tengo


mucha curiosidad sobre qué tiene de especial ella—. Ella es solo
una raja para mojar su pene.

Seb rechina los dientes, pero mantiene la calma. Si Freddie no


estuviera aquí, Seb probablemente ataría a Callen de las tuberías
de cobre, y lo dejaría ahí.

Freddie asiente, pero su expresión se vuelve tormentosa.

—No dejes que vuelva a suceder, Seb. Los Duques son lo


primero.

Seb asiente.

—Siempre.

Aunque, no estoy seguro de creerle… 123


Ivy

—Quizás te estés preguntando dónde estás… —Arrastro mis 124


palabras para causar efecto, pasando mi mano a lo largo del banco
de acero donde está atado—. O quién soy.

Estamos solos.

Tener rienda suelta en la cámara de tortura es un placer, y


planeo aprovecharlo al máximo. Una capa de sudor cubre la piel
canosa de Anthony. Pobre idiota, no está disfrutando de la inversión
de roles. Su pecho salta con el latido de su corazón. Casi puedo
oírlo chocando contra sus costillas, haciendo tictac como una
bomba a punto de explotar.

—¿Qué tal ahora? —Golpeo mis manos a cada lado de su feo


rostro y me inclino sobre él—. ¿Me reconoces ahora que me has
mirado más de cerca?

Mi nariz se arruga ante el olor de su aliento rancio mientras sus


ojos me miran sin comprender. Me río histéricamente, rociándolo
con mi saliva. Él no sabe quién soy. Así de poco significábamos mi
hermana o yo para él. Ni siquiera puede recordar mi puta cara.

—Déjame recordarte —gruño.

Antes de que Penelope borrara nuestra existencia de Internet y


se deshicieran de las pertenencias de Daisy, Alaric apartó una
fotografía para mí. La fotografía nunca sale del cuartel general,
aunque la recuperé para esta noche. Es una ocasión especial,
después de todo.

—¿Te acuerdas ahora? —Empujo la imagen en su rostro, pero


cierra los ojos con fuerza. Mi voz resuena en las paredes mientras
grito—: ¡Mírala!

Sus párpados se abren. Mi estómago se revuelve cuando él la


viola visualmente. No merece mirarla, pero tiene que saber por qué
está aquí. Un destello de reconocimiento cruza su mirada
previamente vacía. Ahí. Un sonido estrangulado sale de la parte
posterior de su garganta. Él sabe. 125
—¿Recuerdas su rostro ahora? —pregunto—. La cara de la chica
que mataste.

Tomé la foto en mi última visita para verla. Un raro fin de


semana en el que Spencer me dejó fuera de su vista. Llevamos a
Pippy a dar un paseo por la playa de guijarros desde Aldeburgh
hasta Thorpeness, nos detuvimos para comer papas fritas y nos
emboscaron las gaviotas en el camino. Nos sentamos en el lago para
ver los botes de remos y ella me preguntó por los moretones en mis
brazos. Mentí y le dije que me había caído.

—¿Pensaste que yo también estaba muerta, Anthony? —Saco la


foto de la zona de salpicaduras y sigo hablando mientras me pongo
los guantes—. Por desgracia para ti, he vuelto de la tumba. Pero mi
hermana no tuvo tanta suerte.

Pierde el control de la vejiga y la orina empapa sus pantalones.


Se escurre del banco, dejando un charco humeante en el suelo.
Goteo.

Goteo.

Goteo.

—Arruinar mis tacones no me detendrá —digo mientras mis


dedos se cierran alrededor de la empuñadura de un cuchillo—. No
puedes escapar. No hay a dónde correr, y voy a mostrarte la misma
misericordia que le mostraste a mi hermana.

Coloco la hoja debajo de su ojo. Lo deslizo por su mejilla, cuello


y pecho. Es lo suficientemente afilado como para cortar su parte
superior como mantequilla y dejar un corte profundo. Las lágrimas
llenan sus ojos. Puede llorarme un maldito río, pero el único líquido
que quiero ver es sangre.

—¿Crees que llorar va a ayudar? —me burlo—. ¿Sus lágrimas te


detuvieron? ¿Recuerdas lo que hiciste cuando ella lloró y te rogó
126
que pararas? Te reíste. ¡La trataste como si no fuera nada!

Cierra los ojos de nuevo. Mi paciencia se está agotando y dejo


caer el cuchillo. El bastardo da un suspiro de alivio, pero será de
corta duración.

—Si no me miras —le advierto—, tendré que obligarte a hacerlo.

Coloco espéculos de metal en ambos ojos para abrirlos. Usaré


una hoja de afeitar para cortarle los párpados, pero eso vendrá
después.

Me inclino, deseando que sienta el terror que proviene de la


muerte respirando por tu cuello, y susurro:

—¿Crees que disfrutó de ti jadeando encima de ella?

Me dirijo al banco y selecciono otro cuchillo, más grande que el


anterior. Lo afino, saboreando el sonido de snikt que hace.

—Fuiste rápido cuando la violaste. —Mi nariz se arruga al ver


su entrepierna empapada—. Pero yo no soy como tú. Te complacerá
saber que me toma mucho tiempo sentirme verdaderamente
satisfecha. —Paso mi lengua por mis labios—. El verdadero placer
no se puede apresurar.

Corto la parte inferior del pijama de su cuerpo, y me burlo de su


pene arrugado. Sus bolas casi han desaparecido de su cuerpo. Paso
la hoja a lo largo de su diminuto eje. Él gime, bueno, tanto como
puede sin mover los labios. Otra razón por la que el sedante es mi
nuevo mejor amigo.

—Podría cortarlo directamente —reflexiono. Alaric me habló de


una mujer líder de una pandilla en los Estados Unidos. Ha cortado
más penes de las que nadie puede contar. Solo su nombre, Candy
Cane, hace temblar a los hombres—. Pero tengo una idea mejor.

Tarareo mientras agarro una pistola de clavos. Si su parálisis


empeora, quiero asegurarme de que no se vaya a ninguna parte.
Las esposas en sus muñecas y tobillos son infalibles, pero me gusta

127
ser minuciosa. Estiro su piel arrugada y me río mientras clavo sus
bolas en el banco. Cinco en cada uno: haría más si no fueran pasas
del tamaño de un bocado. Es una pena que no tenga el número de
Candy. Creo que le gustaría ver mi obra maestra.

—¿Alguna vez has pensado en hacerte un piercing en la verga


antes? —pregunto—. Algunas mujeres dicen que es más placentero.
Solo que a ti nunca te ha importado eso, ¿verdad? Las mujeres no
se acostarán contigo, así que tienes que tomar lo que quieras en su
lugar.

La vibración de mi teléfono hace que mi voz se apague. Miro para


ver un mensaje de Seb.

Seb: Lo siento por lo que dije. No quise decir eso. ¿Podemos


hablar? ¿Por favor?

Eurgh. Steel va a sentir la peor parte de mi frustración. Cuando


haya terminado con su salchicha de cóctel, parecerá un alfiletero.
Nunca volverá a tener una erección, no es que tenga la oportunidad
de hacerlo.
Steel murmura algo a través de sus labios apretados. Apenas se
mueven, pero escucho con atención para oírlo decir:

—Mátame.

—Oh, lo haré —le prometo, mostrándole una sonrisa


deslumbrante—. Pero no todavía. Me estoy divirtiendo demasiado,
tomándome mi tiempo para apreciar cada centímetro de ti. —Miro
hacia abajo—. O solo un par de centímetros por lo que parece.

¿Dónde empiezo? Mis opciones son ilimitadas. Pero mirar su


babosa sangrante me da ganas de vomitar, así que volveré a eso
más tarde.

—Todos ustedes nos dejaron morir en esa zanja —digo mientras


saco tela de mi bolsillo. Lo envuelvo con fuerza por encima de su
codo. Eso lo mantendrá con vida por más tiempo—. Mi cuerpo físico
no murió esa noche, ¿pero mi alma? La hicieron añicos, y eso es
exactamente lo que planeo hacerte. Te voy a cortar en pedacitos
para que nadie pueda volver a armarte. 128
¿Qué puedo decir? Humpty Dumpty es mi canción infantil
favorita.

—Por favor —respira—. Mátame.

Pura furia me consume cuando abro a la fuerza su mandíbula


cerrada. Alcanzo mis tijeras especiales. El músculo es lo mismo que
el caucho grueso para cortar, pero estas bellezas de grado médico
están diseñadas para el trabajo.

—¿Esperabas que te pidiera consentimiento? Lástima —me


burlo, apretando mis dedos y cortando para silenciarlo para
siempre—. Nunca le pediste permiso.

Su mirada se vuelve vidriosa. Menos mal que tengo una dosis


de adrenalina lista. La hundo en su pecho, despertándolo. Él no
perderá el conocimiento bajo mi vigilancia. Su dolor no se acerca a
la agonía paralizante de perder a Daisy. Necesito que sienta lo que
es ser destrozado.
Pasé años perfeccionando el arte de extirpar las extremidades
de una víctima manteniéndola con vida el mayor tiempo posible.
Cuando termine, las partes de su cuerpo rivalizarán con una
exhibición de museo.

Y lo mejor es que solo estoy empezando. Un nombre menos.


Faltan otros tres.

129
Bram

Seb me entrega uno de los cinco ramos gigantes y una tarjeta


130
con una dirección. El resto de las flores están alineadas junto a la
puerta. ¿Hasta qué punto la cagó para justificar gastar quinientas
libras en rosas?

—¿Puedes dejar esto en su casa? —pregunta—. Freddie y yo nos


estamos encontrando con un cliente, si no iría yo mismo.

Inclino la cabeza hacia un lado. ¿Qué gano yo?

—Un favor.

Levanto las cejas. Vas a tener que hacerlo mejor que eso.

—Bien —suspira exasperado Seb. Saca un montón de billetes de


veinte de su cartera y los pone en la palma de mi mano—. ¿Mejor?

Con eso basta.

Seb mira su reluciente Rolex, un regalo reciente de un padre al


que rara vez ve.
—Me tengo que ir.

Freddie espera afuera en el auto y toca el claxon en el momento


justo, mientras Seb se mueve con rapidez para reunirse con él. No
sé con quién se van a reunir y no pregunto. Freddie conoce a todos
nuestros clientes. Hago lo que me dicen y lo prefiero así. No quiero
tomar decisiones importantes.

—¿Para quién son estos? —Callen baja las escaleras, agarra una
tarjeta del montón y niega con la cabeza—. Seb lo tiene mal. ¿Qué
tal si te ayudo a entregarlas? Podemos pasar por el pub al regresar
y comer algo.

Cruzo los brazos.

A Seb no le gustará que Callen sepa dónde vive su nueva novia,


o lo que sea que sean. Pero Callen es un tacaño, y aceptaré una
comida gratis cuando no tenga otros planes.

131
Asiento. ¿Qué puede salir mal?

Primero, verifico en un mapa la ubicación de su edificio. Es un


hábito antes de emprender cualquier viaje, incluso uno tan
insignificante como este. Rose vive en una bonita calle, demasiado
bonita para que una periodista en apuros se lo pueda permitir.
Después de comprobarlo y leer su expediente, apuesto a que heredó
dinero cuando murieron sus padres.

—Yo conduciré —se ofrece Callen.

Le quito las llaves de los dedos. No, conduciré yo. La última vez
que se puso detrás del volante, lo fotografiaron dos cámaras de
velocidad.

—Bien —acepta Callen—, pero yo elijo la música.

Pronto me arrepiento de haber decidido traerlo conmigo.


Reproduce rock de los años 80 a todo volumen durante todo el viaje.
Cuando estaciono, lo miro con enojo mientras él alcanza la manija.
Quédate aquí.
Levanta las manos con una sonrisa relajada que me hace
desconfiar.

—No iré a ningún lado.

Paso por la reja y subo los escalones hasta la puerta principal.


Su nombre está escrito junto al apartamento número uno, así que
toco el timbre. No contesta. Lo presiono una y otra vez. No responde.
No debe de estar en casa.

A la mierda. Dejo las flores en el suelo, teniendo que hacer dos


viajes más de vuelta al auto. Llenan todo el umbral y los tres
escalones de abajo. Hablando de exageración. Seb no dio
instrucciones específicas de entregarlas en su mano, así que no es
mi problema si alguien las roba.

—¿No hay nadie en casa? —deduce, Callen.

Entrecierro los ojos mientras me abrocho el cinturón. ¿Qué te


132
parece, genio?

Llevamos conduciendo solo unos minutos cuando Callen señala


por la ventanilla.

—Espera, reduce la velocidad.

Paso lentamente junto a una pelirroja con un cuerpo fantástico.


Un hombre camina a su lado. Es alto y guapo, pero de una manera
en la que no confiaría en él con mi novia. También hay algo más.
Una cicatriz distintiva en su cuello. ¿Cuántas personas tienen una
cicatriz así en Londres?

—Es ella —dice Callen—. Rose.

Espera, ¿qué?

—La chica de Seb —dice—. A la que acabamos de entregarle


flores.
Realizo un movimiento con la mano sobre mi cuello, simulando
un corte. Si deja de mirar su trasero por dos segundos, verá que la
última conquista de Seb, es el menor de nuestros putos problemas.

—Mierda. —Callen se endereza en su asiento—. Sí, ese es el


bastardo que vi esa noche.

Los observamos entrar en un pub de la esquina. Están hablando


como viejos amigos. ¿De qué se conocen? ¿Sabe ella que el hombre
con el que está tomando una copa está relacionado con una
misteriosa red de asesinos? ¿Será ella su próxima víctima?

Pulso los botones de la pantalla en el centro del salpicadero,


abro la app de teléfono y encuentro el nombre de Seb.

—¿Qué quieres? —pregunta Seb bruscamente al segundo


timbrazo. Su voz se oye por los altavoces—. Freddie acaba de entrar.
Estoy ocupado.

133
—Sí, ocupado siendo un perro guardián —se burla Callen—.
¿Cómo te sentirías si te dijéramos que tu bonita novia está tomando
algo con otro hombre?

Seb guarda silencio, luego se dirige a mí.

—Bram, pensé que irías solo.

Me encojo de hombros, aunque él no puede verme.

—Pensé que te interesaría saber que su cita tiene una cicatriz


en el cuello —dice Callen—. El mismo hombre que Adam describió
antes de que atravesáramos su cabeza con un taladro y él que
intentó empujarme fuera de la carretera.

—Síguela —ordena Seb, sin vacilar. Su voz se convierte en un


gruñido bajo y amenazante. No está bromeando—. Llévala a casa y
tráenoslo.

—¿Esto significa que estás contento de que hable con ella


ahora?
—Vete a la mierda, Callen. —Seb muestra su desagrado—. Pase
lo que pase, asegúrate de que esté a salvo. Ella es la prioridad.

—No te preocupes, Romeo. —Callen toma la pistola que lleva en


la cintura—. Salvaré a tu Julieta.

—Asegúrate de que no haga nada estúpido, Bram.

Hago una mueca. Con Callen, es más fácil decirlo que hacerlo...

134
Freddie

Camino de un lado a otro por el pasillo de la casa de Spencer 135


Bexley. Su casa es como un laberinto. Sé quién es. Proviene de una
familia asquerosamente rica que posee una empresa de fabricación
de armas. Spencer ha tomado el mando después de su padre y de
varios Bexley que lo precedieron. Acepta un gran sueldo por hacer
muy poco, pero se sabe que realiza negocios turbios aparte. Lo que
no sé es por qué se puso en contacto con los Duques para concertar
una reunión.

Miro mi reloj. Han pasado veintisiete minutos desde que su ama


de llaves me dejó entrar. Si llega a los treinta minutos, me iré. Me
detengo para examinar un cuadro de la pared. Muestra a una mujer
sonriente, pero sus ojos y su sonrisa congelados, son inquietantes,
como si ocultara un oscuro secreto.

—Es uno original. —Un hombre sale de las sombras. Extiende


su mano—. Usted debe ser Frederick James.

Mantengo los brazos pegados a los costados. Es unos


centímetros más bajo que yo, tiene el cabello castaño y los ojos
azules como el hielo. Debe haber sido guapo en su juventud, con
sus hoyuelos y su encanto, pero su apariencia se está
desvaneciendo a medida que los años de fiesta lo están alcanzando.
Todo lo que lleva puesto, desde su elegante traje hasta su reloj,
cuesta más que un auto decente.

Al instante, Spencer me desagrada. No es solo su aire de creer


que merece todo, el cual es un rasgo común en nuestros clientes,
sino que hay algo siniestro en él. Pero mi opinión no importa. Lo
único que importa es si puede pagar nuestra tarifa.

—Gracias por la invitación —respondo fríamente—. No me gusta


que me hagan esperar.

—Entendido. —Spencer se ríe. Tal vez esto sea una prueba—.


¿Por qué no me sigues a la sala de estar?

Los zapatos de cuero de Spencer rechinan mientras me guía.


Observo los sinuosos pasillos con suelos de roble, los óleos y
cabezas de animales montadas como trofeos, toda la fanfarria que 136
esperarías de un miembro de la pomposa élite británica.

Mi piel se eriza mientras nos adentramos en la casa, y no puedo


quitarme la sensación de que nos están observando. Miro
rápidamente por encima del hombro y veo una puerta entreabierta.
Un par de ojos me miran a través de la oscuridad. Pero cuando
parpadeo, desaparecen. Me sacudo mentalmente. Probablemente,
no sea más que un juego de la luz. Este lugar estará plagado de
cámaras y alguien seguirá todos nuestros movimientos.

—Bonito lugar —comento, mientras pasamos junto a un piano


de cola, que estoy seguro, nunca ha tocado.

—Gracias —dice Spencer, abriendo una gran puerta casi tan


alta como el techo. Se detiene—. Después de ti.

—No —digo, inclinando la cabeza. Es de sentido común no


entrar nunca primero en una habitación desconocida y siempre
ubicarse lo más cerca posible de la salida—. Insisto.
La sonrisa falsa de Spencer revela dientes perfectamente rectos
mientras entra. La sala de estar se parece más a una biblioteca.
Originales lomos intactos se alinean en las paredes, y sofás
Chesterfield verdes se encuentran en rincones de lectura. Hay una
gran chimenea y un escritorio con una silla de respaldo alto que
parece un trono.

—¿Bebes? —pregunta. Su tipo no hace negocios sin una. Abre


el armario de las bebidas, para revelar una selección de los mejores
licores del mundo—. ¿Cuál es tu veneno?

Me vienen a la mente varios productos químicos, pero respondo:

—Whisky.

—Lo mismo que yo —dice, sirviendo el líquido ámbar en unos


vasos y entregándome una. Hace girar el suyo alrededor del cristal
e inhala profundamente—. Es una de las últimas botellas de Skeller
Rock, antes de... bueno, ya sabes el resto.
137
Todo el mundo ha oído historias fantasmas sobre la isla
embrujada donde se produjo un asesinato en masa. Hace tiempo
que está cerrada al público, pero se rumorea que visitarla lleva a la
gente al borde de la locura. No es que lo crea. Los fantasmas no
existen. No hay vuelta atrás después de la muerte.

Me observa con atención mientras huelo. Se pueden oler las


mareas altas del Mar del Norte y la turba humeante. Puede que el
hombre no me caiga bien, pero vale la pena visitarlo para probar su
colección.

—La mezcla perfecta de humo y sal —comento, tomando un


sorbo y saboreando el trago—. Esos escoceses sabían cómo hacer
una bebida.

Asiente y señala las sillas junto al fuego.

—¿Nos sentamos?
Las brasas crepitan mientras nos ponemos cómodos. Se reclina
en su silla, estudiándome. Si quiere que lo impresione como sus
otros bufones de la corte, no soy la persona adecuada.

—¿Qué pueden hacer los Duques por ti, Spencer? —pregunto.

—He oído que son los mejores —dice Spencer—. Su reputación


los precede.

—Lo somos —respondo—. Pero somos selectivos con nuestros


clientes. No todo el mundo puede pagar nuestros precios.

—El dinero no es problema —dice con suficiencia—. Aunque,


probablemente se nota.

No digo nada, esperando a que vaya al grano. Los clientes como


Spencer, están acostumbrados a que los hagan sentir la persona
más especial del mundo. Se han acostumbrado a ello, y lo esperan
como si fuera un derecho divino, pero yo no estoy aquí para juegos.
138
Miro el reloj con atención. Él se da cuenta y frunce los labios. Mi
tiempo es oro.

—Alguien encontró a uno de mis hombres, Anthony Steel,


muerto esta mañana —dice—. Asesinado.

—Estoy seguro de que tenía muchos enemigos en su trabajo —


respondo. La gente es asesinada todo el tiempo, sobre todo en la
industria de armas. Es probable que haya molestado a la persona
equivocada y lo haya pagado—. ¿Por qué nos necesitas?

—Esto es diferente. —Spencer, bebe de su whisky y hace una


mueca, pero no por la quemadura del alcohol—. Él era...

—¿Él era qué?

—Es mejor que te lo enseñe.

Me entrega su teléfono, evitando mirar la pantalla mientras su


piel palidece.
Agrando la imagen para descifrar lo que estoy viendo. Partes del
cuerpo se muestran como piezas de un rompecabezas. Los ojos de
Anthony han sido arrancados de sus cuencas y en algunas partes
de la piel se ven heridas de arma blanca. Lo más perturbador son
sus genitales diezmados. Serían irreconocibles si no estuvieran
colocados entre los trozos carnosos de lo que queda de sus muslos.

—Lo encontramos en su apartamento —continúa Spencer—.


Nunca ha llegado tarde en los diez años que lleva trabajando para
mí, y esta mañana no apareció.

—Desde luego es algo —respondo.

El asesino ha colocado el cuerpo en la cama, pero la alfombra


color crema está limpia. No hay sangre. Ni siquiera una gota. No
murió allí. Pero, ¿por qué arriesgarse a ser visto al llevarlo de
regreso a su casa? Habría sido más fácil deshacerse de las partes.

Spencer me quita su teléfono.


139
—¿Ahora ves por qué te llamé?

—Tienes los recursos, el dinero y la seguridad —digo—. ¿Por qué


nos necesitas?

—Mi equipo puede encargarse de ajustar cuentas —dice


Spencer—. Pero cualquiera que nos tenga rencor no lo haría así. Le
dispararían en la cabeza y se atribuirían la responsabilidad. Esto
es...

—Personal —termino su frase.

—Quien sea que haya matado a Steel, logró hackear su sistema


de seguridad. Entraron y salieron del apartamento en varias
ocasiones sin ser detectados —dice, pasando una mano preocupada
por su cabello—. Desconcertó a mi seguridad.

—No somos la policía —le recuerdo.


En mis veinte, trabajé como oficial. Ascendí rápidamente, pero
me desilusioné debido a la excesiva política y la falta de acción.
Después de eso, inicié mi propio negocio vendiendo armas en el
extranjero. Establecí sólidas conexiones y era competente en lo que
hacía, pero me costó todo. Cuando regresé al Reino Unido después
del incidente, quise dejar atrás esa vida. Conocí a una mujer que
pensé que podría ayudarme, pero le fallé, al igual que a todos los
demás.

—Necesito su protección —dice Spencer. El fuego ilumina sus


ojos temerosos—. Si llegaron a Steel, yo podría ser el siguiente.

—Podemos protegerte —le digo—, pero te costará. Requerimos


un depósito. Medio millón.

Es más de lo que normalmente cobramos, pero él puede pagarlo.


Después de todo, es quien tiene un pozo sin fondo de dinero para
gastar.

—¿Aceptan oro? —Se acerca a una estantería y abre unos 140


cuantos libros para revelar una caja fuerte oculta. Con cuatro clics
de una cerradura de combinación, se abre. Saca un pesado lingote
de oro y me lo trae para que lo examine—. Puedes quedarte con esto
y te transferiré el resto.

Lo giro en mis manos.

—Con esto debería bastar. Ahora, déjame explicarte cómo va a


funcionar esto. —Saco un teléfono desechable del bolsillo de mi
abrigo y se lo paso—. Este es el único teléfono con el que puedes
contactarnos. Te daremos uno nuevo cada semana. Nuestro
número de contacto está preprogramado. Primero, necesito que nos
envíes toda la información que tengas sobre la muerte de Steel.

—Pero qué pasa con...

Lo único que le importa a ese bastardo es salvar su pellejo.

—Alguien te vigilará las veinticuatro horas del día —lo


interrumpo. Sus hombros se relajan—. Te informaré semanalmente
sobre nuestros descubrimientos y te mantendré al tanto de
cualquier novedad inmediata. ¿Está claro?

Su bravuconería de macho se desvanece por un segundo y


murmura:

—Sí.

—Lleva el teléfono contigo en todo momento para que podamos


seguir tus movimientos —continúo—. Más tarde te enviaremos un
mensaje con el resto de la información y un contrato para que
firmes de parte de una empresa de seguridad llamada Royal
Protection. Todo parecerá legítimo. Requeriremos acceso a todo, los
nombres de los contactos con los que te reúnas, cuándo y cualquier
sistema de seguridad que tengas instalado. No puedes ocultarnos
nada.

Spencer se retuerce.

141
—¿Es realmente necesario?

—Por supuesto —respondo—. Si querías contratar perros


guardianes humanos, has venido a las personas equivocadas. No
somos reactivos. Perseguimos las amenazas y las eliminamos. Eso
es por lo que nos estás pagando, y es lo que hace especiales a los
Duques.

—Bien —dice con ligereza, con la arrogancia de un hombre que


consigue todo lo que quiere—. Lo entiendo, ¿de acuerdo? Seguiré
tus reglas.

—Nos pagarás semanalmente —digo, cerrando el trato—. Sin


pago, no hay protección. ¿Estás de acuerdo con esos términos?

Asiente.

—Y hay una cosa más —le digo—. Le dirás a todo el mundo que
has contratado a Royal Protection, pero nadie puede saber que
somos los Duques. No puedes revelar mi identidad ni la de mis
compañeros, a nadie. Porque si lo haces, te dejaremos en una
posición aún peor que la de Steel. Solo que nadie encontrará nunca
las piezas.

Traga saliva.

—Entendido.

—Entonces, estamos de acuerdo. —Sonrío y me levanto,


extendiendo mi mano a Spencer para que la estreche. La toma. Sus
palmas están frías y sudorosas, como una anguila resbaladiza
cuando sus dedos se estrechan con los míos—. Es un placer hacer
negocios contigo.

Llama a su ama de llaves para que me acompañe a la salida.


Cuando salgo, miro hacia la casa. Las cortinas se mueven en la
ventana del primer piso y vuelven a cerrarse bruscamente. Extraño,
pero no tanto como la imagen que me mostró Spencer. Es raro ver
violencia que supere los niveles de brutalidad de Callen.

142
—¿Y bien? —me pregunta Seb cuando regreso al auto—. ¿Qué
quería?

—Te lo explicaré cuando volvamos a la base con los demás —


digo, intentando quitarme de la cabeza la imagen de Steel.

¿Qué clase de monstruo puede hacer eso? Cuando descubramos


su motivo, todo lo demás encajará...
Callen

—Iré a hablar con ella —le digo a Bram. Me lanza una mirada 143
que dice como si yo pudiera. Bastardo sarcástico—. Cuando lo haya
asustado, puedes seguirlo y averiguar a dónde va.

Asiente a regañadientes. Él prefiere quedarse detrás de una


pantalla de la computadora, pero el aire fresco le vendrá bien.

Estacionamos y entramos en el pub para buscar a Rose. Nos


golpea una pared de calor y olor a cerveza. Está repleto. La mayoría
de las mesas están llenas y todos los grupos están de pie hablando,
pero es fácil distinguir su cabello rojo. Mi pene se agita al imaginar
sus labios entreabiertos mientras gime sobre los dedos de Seb. No
mentí cuando dije que era hermosa cuando se viene. Es como una
vara de dinamita, y Seb es egoísta por querer mantenerla sólo para
él.

Ella y el hombre charlan en una mesa. Bram entra por otra


entrada, se coloca en posición y observa desde una distancia
segura.
Paso por donde están sentados y me detengo.

—Es Rose, ¿verdad? —Sus ojos azules se abren de sorpresa


cuando levanta la mirada y luego se entrecierran—. ¿Te acuerdas
de mí? Soy Callen, el compañero de apartamento de Seb.

—Sí, me acuerdo —dice, poniéndose a la defensiva al instante.


¿Se da cuenta de que eso es excitante? Saco una silla sin esperar
una invitación y me siento, lo que la hace fruncir el ceño—. No te
pedí que te unieras a nosotros, imbécil.

—Me alegra haberme encontrado contigo de nuevo —digo,


ignorando su comentario—. Quiero disculparme por lo de la otra
noche. ¿Por qué no te invito una bebida para compensarte? A no
ser que interrumpa algo. ¿Quién es tu amigo?

El pobre imbécil me fulmina con la mirada, molesto por arruinar


sus posibilidades de tener sexo.

144
—No es que sea de tu incumbencia, pero este es Jake —espeta.
Cruza los brazos, llamando la atención sobre esos hermosos pechos
en los que quiero enterrar mi rostro—. Él es una fuente para un
artículo que estoy escribiendo. Estamos en medio de una reunión.

—Eres periodista —le digo, haciendo como si él no existiera—.


Nunca he sido bueno escribiendo. ¿De qué se trata el artículo?

—Técnicas de tortura utilizadas en la guerra de Vietnam —


interviene Jake con frialdad—. Estoy estudiando para un
doctorado.

No me engaña. Este bastardo no estudia historia. Tiene


experiencia de primera mano.

—Fascinante —digo frotándome la barbilla. Quizá me inspire.


Aunque dudo que me enseñe algo que no sepa—. ¿Te importa si
escucho?

—En realidad, estábamos terminando —dice Jake, si ese es su


verdadero nombre—. ¿Tienes todo lo que necesitas, Rose?
—Ajá —dice, hojeando las notas de su teléfono—. Solo
necesitaba unas pocas citas para terminarlo. Gracias por reunirte
conmigo en el último minuto. Me has ayudado a salir de un aprieto.

—¿Dónde se publica el artículo? —insisto.

—En un blog de historia en internet —responde Jake.

Ha logrado evitar algo peligroso. ¿Cómo se sentiría si supiera


que ha entrevistado a un asesino en serie? Un artículo sobre su
historia real ganaría más lectores que cualquier tontería que
publique.

—¿Existe un interés real en ese tipo de cosas? —pregunto,


sosteniendo su mirada para hacerle saber que veo a través de él. Sí,
es él, sin duda, el conductor del auto. Agarro el paquete de papas
fritas con sal y vinagre que está abierto sobre la mesa—. Salud, me
muero de hambre.

145
—Gracias por venir, Jake —dice Rose—. Te enviaré un borrador
antes de que se publique.

—Perfecto —responde Jake, poniéndose de pie—. Estoy


deseando revisarlo.

Ella le lanza una sonrisa de disculpa.

—Lamento la interrupción.

Él duda.

—¿Estarás bien?

—Ella estará bien —gruño. Retrocede, hijo de puta—. Que tengas


una buena noche, Jake.

Mis ojos lo siguen mientras se va. Sí, eso es. Sigue caminando.
Bram está esperando en la salida y se escabulle tras él. Ahora tengo
toda la atención de Rose.
—¿Interrumpir a la gente es un hábito tuyo? —dice Rose,
levantándose de la mesa, sin esperar respuesta—. Tengo que ir a
casa y escribir mis notas.

—Te acompaño de vuelta —le ofrezco—. Londres no es un lugar


seguro para caminar sola de noche.

—Estoy bien. —Rose saca un silbato de violación de su bolso—.


¿Ves?

—Con un trasero como el tuyo, un silbato no te va a ayudar —


digo. Sus mejillas se sonrojan—. Vamos, ¿qué clase de amigo soy si
dejo que la novia de Seb vuelva sola a casa, eh?

—No soy su novia.

—Aun así —digo. Vuelco las migas del paquete de papas fritas
en mi garganta—. Puede que no sea británico, pero eso no significa
que no sea un caballero.

Se burla. 146
—Alguien como tú nunca será un caballero.

—Así que empezamos con el pie izquierdo —digo—. Lo entiendo.


Pero no pasa nada si te acompaño a casa.

—Está bien. —Acepta de mala gana. Tal vez siente que está
luchando una batalla perdida—. Pero no quiero hablar.

Se pone su chaqueta y se aleja con rapidez, pero yo soy más


rápido. Llego primero a la puerta y la sostengo abierta para ella.

—Después de ti.

—No creas que esto da la ilusión de que tienes modales —


responde con rechazo, pasando furiosa—. Sé exactamente qué clase
de hombre eres.

Maldita sea, su boca inteligente es sexy.


—¿Qué pasó con no hablarme? —pregunto, apresurándome tras
ella—. ¿O no puedes resistirte?

—Vete a la mierda. —Acelera su paso. La sigo con facilidad y


suspira exasperada.

—Que me acompañes a casa es realmente innecesario. Solo vivo


a unas calles de aquí.

—Si te pasara algo, ¿qué diría tu novio? —le pregunto.

—¿No me oíste la primera vez? —Se detiene y colocas las manos


en su cadera—. Seb no es mi novio.

Sí, la oí la primera y la segunda vez. Aunque quiero oírla otra


vez... y ver hasta qué punto puedo provocarla.

—Eso es lo que dices, princesa —digo acortando la distancia que


nos separa. Mi mirada se detiene en sus labios y ella traga saliva.

147
Soy un hombre atractivo. No podrá contenerse por mucho más
tiempo—. Si no es tu novio, ¿eso significa que permitirás que
cualquiera te folle con los dedos en un club? ¿Hay algún lugar
donde pueda inscribirme?

—Eres increíble.

Su mandíbula se tensa con furia y se aleja. La dejo alejarse por


unos segundos, observando su trasero en esos jeans ajustados
desde atrás, antes de alcanzarla. No es difícil cuando mis piernas
son el doble de largas que las suyas.

—Vamos —le digo—. Solo estoy jugando.

—No sé por qué Seb es amigo tuyo —se queja.

—Curiosamente, a menudo él se hace la misma pregunta...


Ivy

Me cuesta ver alrededor de los anchos hombros de Callen. Tiene 148


el cabello hasta los hombros, barba y una expresión que dice que
le importa una mierda lo que piensen de él.

Cuando doblamos la esquina, miro a Jonathon en el extremo


opuesto de la calle. Un hombre lo sigue de cerca. El mismo que nos
observaba en el bar. Percibí su presencia, y Jonathon también.
Podríamos habernos ocupado de él juntos, si Callen, el idiota
entrometido, no nos hubiera interrumpido.

El tipo que sigue a Jonathon es un gigante. Al menos, un metro


noventa y cinco. Tiene el cabello negro recortado, tatuajes
tradicionales en los brazos y un búho extendido en el cuello.
Jonathon estará bien sin mí. Antes de irnos, su pie rozó el mío por
debajo de la mesa para decirme que lo tenía cubierto. Jonathon no
necesita una niñera... y yo tampoco.

Desde mi posición, veo a Jonathon girar a propósito a la


izquierda hacia un callejón sin salida. El hombre continúa
persiguiéndolo. Es una pena que no pueda quedarme a ver la
acción. Pero tengo asuntos más urgentes, como librarme de mi
molesto perro faldero.

—¿Coqueteas con todas las mujeres que conoces? —le pregunto


a Callen—. ¿O solo cuando tratas de molestar a tu amigo?

Sonríe. Su preciosa sonrisa y su ronco acento escocés harían


que la mayoría de las mujeres se derritieran en un charco
incoherente con una sola mirada. Es una pena que su personalidad
lo convierta en un completo imbécil.

—No —responde—. Soy un hombre que sabe lo que quiere


cuando lo ve.

Sus penetrantes y tormentosos ojos azules recorren mi cuerpo,


dejando claras sus intenciones. Le devuelvo la mirada, contenta de
estar usando mis lentes de contacto. Después de encontrarme con
Seb inesperadamente, no quiero correr riesgos. Si voy a quedarme
en Londres, no puedo arruinar mi tapadera.
149
Pongo los ojos en blanco y rompo el hipnótico enfrentamiento.

—Guárdalo para alguien que se trague tus mentiras.

Es jodidamente exasperante... y sexy. Tan jodidamente sexy. Es


el tipo de hombre que te agarraría por la garganta, te estrellaría
contra una pared y te follaría hasta que gritaras su nombre.

Basta, Ivy.

Tal vez reconsideraría coquetear conmigo si descubriera lo que


hice anoche. Dejé las extremidades de Steel para que Spencer las
encontrara. Espero que le haya gustado mi regalo navideño
atrasado.

Intento ignorar la imponente presencia de Callen cuando


pasamos por delante del cuartel general. Stephanie está cargando
cosas en el auto afuera de la casa. ¿A dónde va? No mira en nuestra
dirección cuando pasamos, pero nos estará observando. Hago una
señal de «está bien» con los dedos detrás de la espalda. Puedo
encargarme de Callen.

—Ya puedes irte —digo, mientras nos acercamos a mi


apartamento cómplice—. Ya casi estoy en casa y tengo trabajo que
hacer.

—Pero se está haciendo tarde —dice Callen—. Y el trabajo es


aburrido. ¿No quieres relajarte y divertirte?

—¿Divertirme? ¿Contigo? —resoplo—. No lo creo.

—Pero no sabes lo que voy a proponer.

—Por la expresión que pones, no quiero —respondo.

Agarra mi brazo y me obliga a mirarlo. Da un paso adelante,


envolviéndome en su aroma, y se inclina para susurrar:

—Sebastian cree que eres una buena chica. Pero yo veo a través
de tu actuación, princesa. 150
Me quedo helada. ¿Qué sabe él? No me muevo, jugando a lo
seguro. En mi bolso, tengo un cuchillo disfrazado de pintalabios.
Puedo agarrarlo, y...

—¿Ves? —Callen se acerca, tanto que nuestros cuerpos casi se


tocan. Extiende la mano, apoyándola en mi cadera, quemándome
con sus dedos—. Puedo decir que me deseas.

Me río en su rostro, zafándome de su agarre. ¿Cree que


funcionará? Su ego está a otro nivel.

—Vete al infierno, Callen —ladro, azotándolo con mi cabello


mientras me doy la vuelta y me alejo rápidamente.

—¡Rose! —Me sigue—. ¡Espera!

Tengo que darle puntos por su persistencia.

—¿No sabes cuándo rendirte? —exijo.


—Dije que te acompañaría a casa —dice—. Soy un hombre de
palabra.

—¿Es un dicho escocés?

Se ríe.

—No, pero es de Callen.

—¿De dónde eres? —pregunto, queriendo saber más—. ¿Cuánto


hace que conoces a Seb?

—¿Quieres escribir un perfil sobre mí, princesa? —se burla—.


Puedo prometerte que soy más interesante que el tipo con el que
hablabas en el pub.

—¿Puedes responder a una pregunta seria? —pregunto—. ¿O


solo desvías la atención todo el tiempo?

—Soy de Edimburgo —dice—. Y conocí a Seb a través del


trabajo. 151
—¿Trabajo? —Su estilo de motociclista y sus jeans rasgados no
gritan profesionalidad corporativa—. ¿También eres inversor?

—Me gusta un poco esto y lo otro. —Se encoge de hombros sin


dar más detalles—. ¿Te sorprende?

—Lo único que me sorprende es que alguien quiera hacer


negocios con un imbécil como tú —respondo cuando llegamos a mi
apartamento. Hago un gesto hacia el edificio—. ¿Ves? Estoy en
casa. Ya puedes irte.

No me hace caso y se queda detrás de mí mientras abro la reja.


Ahora sí que me está empezando a molestar. ¿No entiende la
indirecta?

—¿Pero qué...? —Mi voz se desvanece cuando veo las flores


cubriendo los escalones. ¿Quién ha vaciado una florería? Montones
de rosas en diferentes colores me impiden el paso.
Callen se agacha para tomar la tarjeta del ramo más cercano,
pero yo se la arrebato antes de que él tenga la oportunidad. La nota
dice:

Lo siento.
¿Puedo tener una segunda oportunidad para compensarte?
Cena. Sábado por la noche. Mismo lugar.
Estaré esperando.
Seb.
Suspiro y la guardo en mi bolsillo trasero. ¿Estoy siendo
demasiado dura? Mi pasado hace que sea difícil confiar en alguien.
Parece un buen tipo... y es jodidamente increíble en la cama.

Recojo las rosas en mis brazos y grito:

—¡Auch!

152
Se me caen de las manos y levanto el dedo índice. Una gota de
sangre brota del corte. Malditas espinas.

—¿Estás bien? —pregunta Callen, agarrando mi dedo para


inspeccionarlo.

—¡Estoy bien! —Lo aparto con brusquedad—. Es solo un


rasguño.

—Déjame ayudarte a llevarlas adentro —ofrece.

—No toques nada —siseo—. No necesito tu ayuda.

—¿Qué crees que voy a hacer? —Callen enarca una ceja—.


¿Escapar con tu ramo y venderlo para ganar dinero? Mañana es
San Valentín y estoy bastante seguro de que él ha acaparado la
mayoría del suministro de flores en Londres.

Me río entre dientes. La idea es bastante dulce, pero no sé qué


esperaba Seb que hiciera con todas estas flores.

—Vamos —insiste—, déjame ayudar.


—Solo porque no quiero seguir oyendo tus quejas. —Cedo. Será
más rápido que hacer varios viajes yo misma—. Pero luego te vas
de inmediato.

—Ahora, estás poniendo palabras en mi boca, princesa...

Desbloqueo la puerta y recogemos todas las rosas que podemos.

—Por aquí —digo, girando a la derecha hacia la cocina. Las luces


se encienden automáticamente al detectar nuestro movimiento.
Dejo las flores sobre la encimera—. Ponlas donde encuentres
espacio.

Nos aseguramos de que el espacio siempre parezca habitado.


Dejamos tazas de café sin lavar en un lado, el refrigerador tiene
comida y mi computadora portátil está en la mesa con artículos
falsos esparcidos descuidadamente. Pequeños detalles hacen que
una historia sea convincente.

153
Saco un jarrón que está debajo del fregadero.

—No creo que eso sea suficiente, princesa —comenta Callen. Y


tiene razón. Solo cabrán unas cuentas flores—. Seb es un
romántico. Le encantan los grandes gestos. Hacía tiempo que no lo
veía tan interesado por alguien.

Lo ignoro, abro el grifo y dejo que el chorro de agua ahogue su


charla. Por el momento, las flores pueden quedarse en el fregadero.
Stephanie se volverá loca si se entera de esto. Le encantan los
regalos románticos.

—Ya puedes irte, Callen —le digo, secándome las manos


mojadas—. Puedo ocuparme del resto de las rosas yo misma.

No se va. En lugar de eso, desliza su mano por la encimera de


mármol y se acerca a mí.

—¿Cómo está tu dedo?


—Ya te lo dije, no es nada —le digo, a pesar de las manchas
rojas que hay en el paño de cocina.

Intento ocultarlo, pero se da cuenta.

—Déjame verlo —insiste, tomando mi mano y examinando el


corte. Es más profundo de lo que pensaba. Sus manos arden como
el fuego—. Te estás congelando.

—Mala circulación —murmuro, apartándolas de él.

Toma asiento en la barra del desayuno.

—Me encantaría un té —dice. ¿En serio? ¿Está bromeando?—.


Con tres cucharadas de azúcar.

154
Bram

Genial. Mi incapacidad para hablar me ha encargado con la 155


tarea de vigilar. Mantengo la cabeza baja y me pongo la capucha,
tratando de protegerme de la llovizna y la brisa que se filtra por la
tela. Merezco un aumento de sueldo.

Mantengo una distancia razonable de nuestro objetivo,


siguiéndolo a través de un callejón serpenteante que se estrecha a
medida que avanzamos. No extrañaba este tipo de trabajo. Dame
un sistema para hackear y ponme detrás de un teclado cualquier
día. Las personas son complicadas, pero los códigos no lo son.

Seb estará contento de que hayamos rescatado a su novia de las


garras de un presunto asesino. Entiendo por qué le gusta. Es
bonita, con un rostro que no llama la atención de inmediato, pero
cuando la miras, no puedes apartar la vista. Algo en ella me resulta
familiar también. ¿Nos habremos conocido antes? No, pienso
mientras me sacudo esa idea. Pasar el día realizando verificaciones
de antecedentes y mirando una pantalla puede distorsionar la
realidad a veces.
El hombre de la cicatriz está hablando con alguien por teléfono.
No parece sospechoso hasta que da una segunda vuelta. Es un
callejón sin salida.

Sabe que lo estoy siguiendo.

Mis manos se mueven hacia mi navaja retráctil, pero no la usaré


a menos que sea necesario. Salir de un ciclo violento es la razón por
la que empecé a trabajar para Freddie, pero sigo llevando un arma.
Los viejos hábitos no mueren. Tengo suficiente sangre en mis
manos de por vida. El propósito principal de los Duques es proteger.
Puede que a veces conduzca al asesinato, pero colaborar es
diferente de quitarle la última bocanada de aire a una persona.

El hombre se detiene en seco y se gira para enfrentarme.

—¿Quién eres?

No respondo, obviamente.

—Así es como quieres jugar. —Su expresión se ensombrece—. 156


¿El tratamiento del silencio?

Giro la cabeza a la derecha, lanzándole una mirada interrogante.


No duda. Sus manos vuelan a su cinturón y saca una pistola a una
velocidad récord. Esquivo la bala que se dirige hacia mí. Hijo de
puta. Luego apunta su brazo y aprieta el gatillo de nuevo, pero la
pistola falla. Esta es mi oportunidad.

Me lanzo hacia adelante. Lo sobrepaso en tamaño y lo golpeo


con toda mi fuerza. Cae al suelo y su cabeza se estrella contra el
concreto con un golpe sordo. Agarro su brazo, torciéndolo en el codo
y haciéndolo soltar el arma.

Levanta la barbilla, dándome un cabezazo en la mandíbula.


Retrocedo tambaleándome, dándole suficiente espacio para lanzar
un puñetazo y ponerse de pie. Sus ojos se fijan en la pistola, pero
mi pie está más cerca. Le doy una patada, haciéndola resbalar bajo
un contenedor.
Está muy entrenado, posiblemente sea un exmilitar. Sus labios
se tensan y viene hacia mí como un animal. Intento golpearlo
torpemente, pero estoy fuera de práctica. Lo esquiva sin esfuerzo,
luego contraataca golpeando mi mejilla. Es más fuerte de lo que
parece.

—Ese es por mi auto —se burla—. Estás con ellos, ¿no? Los
Duques.

Recibieron nuestro mensaje. Esto confirma que es uno de ellos.


Parte del Killers Club. Un club del que tenemos que tener más
información. Necesito llevarlo con vida para obtener respuestas. Mi
destreza para pelear está oxidada, pero lo que me falta en habilidad,
lo compensa mi tamaño. Tengo que usar eso a mi favor.

Me abalanzo sobre él y lo derribo. Mis brazos rodean su torso


como una pitón. Lucha y se agita para liberarse, intentando
arañarme los ojos. Está jugando sucio.

En medio del forcejeo, agarro su cabello. Cada vez me cuesta 157


más sujetarlo. Necesito que se detenga. Desesperado, golpeo su
cabeza contra el suelo. Deja de moverse.

Mierda.

Me pongo de pie con piernas temblorosas, observando cómo un


charco de sangre forma un halo alrededor de su cabeza mientras
llega a mis zapatillas. Por eso me mantengo fuera del campo. No
tengo control sobre mi fuerza. Nunca quise matarlo.

Me arrodillo y tomo su pulso. Está disminuyendo. No vivirá


mucho si sigue perdiendo sangre a este ritmo.

—¡Eh! —Una voz rebota en los edificios. Me volteo para ver a una
mujer atractiva con cabello rubio largo que se acerca
apresuradamente hacia nosotros en tacones altos—. ¿Qué pasa?
¿Está bien?

No contesto. Corro a toda velocidad a su lado, esperando no


haber matado a nuestra única pista potencial.
Callen

Molestarla es demasiado divertido. Eso es algo que ella y Seb 158


tienen en común. Rose se da la vuelta. Si fuera una criatura
mitológica, su cabello rojo se transformaría en serpientes y su
mirada venenosa me convertiría en piedra. No hay nada más sexy
que una mujer que me desea, pero lo niega.

—Primero, insistes en acompañarme a casa cuando no quiero


tu ayuda —dice, dirigiéndose furiosa hacia donde estoy sentado en
la barra del desayuno. Cava su dedo en mi pecho. No me duele,
aunque el hecho de que piense que sí, es tierno—. Luego te invitas
solo a entrar, y ¿ahora quieres una puta taza de té?

Me bajo del taburete, elevándome sobre ella. Retrocede, dejando


un pequeño espacio entre ella y la isla de la cocina. Coloco mis
brazos a cada lado de su cuerpo, acorralándola. Le señalo con la
cabeza la bolsa que lleva colgada del hombro.

—Podrías usar tu silbato.


Usa ambas manos para apartarme. La pequeña fiera tiene fuerza
oculta. Eso me gusta.

—Vete al infierno, Callen.

—Creo que te gusto —ronroneo. Sus mejillas se sonrojan. Sí,


joder, le gusto, aunque no quiera admitirlo—. Seb es un caballero.
Puede llevarte a cenar a los mejores restaurantes y comprarte
flores, pero no acelera tu corazón como yo. No lo miras como me
estás mirando ahora. ¿Quieres saber mi teoría?

Levanta la barbilla en señal de desafío. Su tono destila sarcasmo


cuando dice:

—Tengo la sensación de que me lo vas a decir de todas formas.

—Creo que ocultas algo. Una rabia interior que no dejas que la
gente vea —digo, acercándome por detrás para poner la tetera a
hervir. Realmente quiero una taza de té—. No sé por qué. Quizá
159
porque eres periodista en un mundo despiadado. ¿Quién soy yo
para decirlo? Pero lo veo detrás de tus ojos. Estás jodidamente
furiosa, ¿verdad?

—No sabes nada de mí —dice, apretando los dientes.

—Ahí está. —Aplaudo—. Eso es de lo que estoy hablando. Ahí


está la rabia. No le muestras eso a Seb, ¿verdad?

Sus pequeñas manos se cierran en puños mientras la tetera


silba. El agua burbujea y sale vapor por el pico.

—Pero puedes enseñármelo. —Enrollo un mechón de su cabello


rojo alrededor de mi dedo—. No tienes que ocultarme nada. Debajo
de tu dulce actuación, eres una maldita leona. Y puedo verlo porque
eres como yo.

—Lo juro por Dios, Callen, yo...

Pongo mi dedo en sus labios.

—¿Qué vas a hacer, princesa? —Sonrío—. ¿Matarme?


Ivy

Callen está bromeando, pero no sabe cuán cerca estoy de 160


enrollar el cable de la tetera alrededor de su cuello para
estrangularlo. Nunca he conocido a alguien que haya logrado
afectarme tan rápido. Él se está metiendo profundamente bajo mi
piel, y quiero arrancarlo de ahí.

Lo odio.

¡Lo odio, maldita sea!

—¿Qué vas a hacer, princesa? —pregunta con su voz ronca y


sexy.

Mis pezones se endurecen por el calor que irradia. ¿Cómo es eso


justo? Mi cuerpo está actuando de manera irracional.

Tal vez debería matarlo. Cortar su garganta sería agradable,


rápido e indoloro. Estar en la cocina facilitaría la limpieza, aunque
es amigo de Seb...
Inevitablemente, alguien haría preguntas y Alaric se pondría
furioso. Ya puedo oír su sermón: no somos asesinos en serie, somos
profesionales entrenados, no matamos gratis, bla, bla, bla. Pero
quiero matarlo. Realmente quiero hacerlo.

Callen se acerca, invadiendo mi espacio personal. Ahora hay dos


centímetros entre nosotros. Mi mirada se detiene en la pila de
cuchillos de cocina y en lo liberador que sería clavárselos en la piel
para detener su manipulación mental.

Sin embargo, Callen tiene razón en una cosa. No se parece en


nada a Seb. Seb es un caballero, concedido, uno con una
inclinación por el sexo en público, pero realmente se preocupa por
las cosas. ¿Pero Callen? Él quiere provocar una reacción. Así es
como se divierte. La mejor manera de tratar con gente como él, es
estar en calma, pero me había sacado tanto de quicio que estaba
cegada a la razón.

161
—Puedes negar que me deseas —dice en un gruñido bajo. Su
mirada se detiene en mis pezones puntiagudos mientras se lame los
labios y me folla con los ojos—. Pero puedo sentirlo. Quieres que te
incline y te folle aquí mismo, ¿verdad?

Retrocedo. Mi trasero choca contra el frío mármol y sus


musculosos brazos a mis costados me impiden escapar. Aprieta su
cuerpo contra el mío y siento el contorno de su grueso pene contra
mi estómago.

—Bastardo —espeto, mientras la tetera aúlla.

—Tal vez lo sea —dice, pasando juguetonamente las yemas de


sus dedos por la cintura de mis jeans.

Su contacto electrizante hace que mi vagina se estremezca de


deseo. ¿Cómo está teniendo este efecto en mí? Se supone que soy
una asesina inquebrantable. Excepto que Callen me ve. No sabe
quién soy ni cómo me gusta pasar el tiempo, pero ve mi rabia... y
eso es terrorífico y liberador a la vez.
—Te prometo que no te arrepentirás —dice—. Puedo hacer
realidad todos esos sucios pensamientos que corren por tu cabeza,
princesa.

—Vete a la mierda.

—Eso no es una respuesta. —Se inclina para agarrar una rosa


desechada y arranca un pétalo—. ¿Sí? —Arranca otro y lo deja caer
al suelo—. ¿O no?

Capturo el frágil capullo de la flor en mi palma, decapito la rosa


y la arrojo al otro lado de la habitación

—¿Responde eso a tu pregunta?

—Lo sabía —dice—. No eres como las demás mujeres. Quiero


ver esa tormenta que se desata dentro de ti, princesa. Soy tu única
forma de liberarla.

162
—Te odio —gruño.

Realmente lo hago, maldita sea. Mi odio me consume, haciendo


que todo mi cuerpo tiemble. La autodisciplina es lo único que se
interpone entre mis deseos y la sangre de Callen llenando las grietas
entre las baldosas de la cocina.

Sus ojos se iluminan; son un infierno de caos. Me penetran y


muestran lo retorcido que es. El lado oscuro de Callen es
despiadado. Debería alejarme de él, pero no puedo apartar la
mirada.

—Sé que me odias —responde mientras acaricia mi piel por


encima del botón de mis jeans—. Y por eso no quieres que me vaya.

Si no puedo matarlo, tengo que...

Un instinto primitivo se apodera de mí y me abalanzo sobre él


como una gata salvaje. Mis manos tiran de su larga cabellera y lo
obligan a acercar su rostro al mío. Cuando nos besamos, es como
si explotara una bomba.
Empuja la vajilla y las rosas del lado con un brazo musculoso y
un tremendo golpe. Mis labios no se despegan de los suyos mientras
agarra mi trasero, nos da la vuelta y me sube a la isla. Pétalos y
cerámicas destrozadas yacen en la estela del huracán que forzó su
entrada en mi casa.

—Vas a pagar los daños —gruño, y luego hundo mis dientes en


su labio con tanta fuerza que llena mi boca con el sabor metálico y
cobrizo de su sangre.

Se aparta y sonríe. La sangre cae por su barbilla y la limpia con


la parte trasera de su mano. Es un psicópata.

—Te va a gustar mi forma de pago, princesa —promete.

Abre mis piernas, posicionándose entre ellas. Somos


depredadores atrapados en un frenesí alimenticio. Araño su
espalda, rasgando su piel, mientras él desgarra la parte frontal de
mi blusa para exponer mis senos.
163
¿Por qué no puse sujetador hoy? Aprieta mis pechos con fuerza,
haciéndolos abultar, mientras su boca encuentra mis pezones. Me
odio a mí misma por el gemido que sale de mi garganta cuando los
chupa.

Tiro de su camiseta. Se detiene un segundo, arroja su chaqueta


al suelo y se quita la camiseta por encima de la cabeza. Mis dedos
ya están arañando los músculos que hay debajo. Está marcado
como el infierno, con una capa de vello y cicatrices. Muchas
cicatrices. Cicatrices que me encantaría aumentar.

Me desabrocha el botón y la cremallera de los jeans. Muevo mi


trasero para que pueda quitármelos. Intenta besarme, pero agarro
su cabello, enrollándolo alrededor de mi mano hasta que lo aprieto
con fuerza. Echo su cabeza hacia atrás y lo empujo hacia abajo
entre mis piernas, dejándolo saber lo que quiero. No cede
fácilmente. Muerde mis muslos internos, lo suficientemente fuerte
como para dejar marcas.
Jadeo.

—Jodidamente te odio.

—Oh, princesa... —Callen se ríe mientras me quita las bragas.


Admira mi coño reluciente y se lame los labios—. Me vas a odiar
aún más cuando haga que te vengas más fuerte que nunca. Me
odiarás tanto que gritarás mi nombre para que lo oiga todo Londres.

Engancho mis rodillas sobre sus hombros y él tira de mí hacia


delante, enterrando su rostro en mi calor. No es suave. Me devora.
Su barba me hace cosquillas mientras su lengua penetra en mi
humedad.

Mis muslos tiemblan y aprieto con fuerza su cabeza entre mis


piernas. Cierro los ojos y grito, retorciéndome contra su rostro,
persiguiendo el placer. Callen cree que es el villano, pero yo soy el
verdadero monstruo.

164
Lucha por liberarse de mi agarre y gruño decepcionada mientras
se levanta.

—Ahora entiendo por qué Seb está obsesionado contigo —dice


con una chispa traviesa en los ojos. Su barbilla brilla por mis fluidos
y la sangre embadurnada—. Tu coño sabe tan dulce como tu
nombre.

—Tú...

Agarra mi garganta con una mano para silenciarme mientras la


otra se desliza entre mis piernas. Mi vagina se estira para acomodar
tres de sus grandes dedos. Me folla con fuerza suficiente para que
mis senos reboten y aprieta mi garganta para mantenerme en el
sitio. Está tomando de mí, y mi cuerpo lo anhela.

—¿Ves? —ronronea Callen—. Deseas esto tanto como yo. Desde


que te vi venirte, he querido sentir tu dulce coño apretando mis
dedos.
Seb es calculador, cada caricia está diseñada para sentirse
increíble, pero Callen es brutal. No construye ni provoca un
orgasmo como Seb. No, Callen lo roba. Mi coño es un pueblo, y él
ha venido con una horca para incendiarlo y yo le he entregado la
puta cerilla.

Normalmente, trato librarme de un estrangulamiento, pero me


inclino hacia sus caricias, balanceando las caderas contra él para
amplificar la sensación. Sigue así hasta que estoy jadeando y a
punto de explotar cuando... se detiene.

Desabrocha su cinturón y baja sus pantalones con arrogante


confianza. Su grueso miembro con un piercing Príncipe Alberto
coincide con su personalidad amenazadora.

—No soy como Seb, princesa. —Callen escupe sobre su pene y


se unta con esta—. Seb te da lo que quieres, pero yo te daré lo que
necesitas. Y ahora mismo, tu coño quiere que ser follando tan duro

165
que mañana no podrás caminar.

Me saca de la isla, me gira y me empuja hacia adelante para que


mis senos se presionen contra la encimera. No pierde el tiempo. Su
eje me penetra bruscamente por detrás de un solo empujón, y el
sonido de su mano gigante golpeando mi trasero resuena por toda
la cocina.

—Ahora entiendo de verdad por qué Seb no quiere compartirte


—murmura con voz ronca mientras toma mi cabello en una coleta
y lo tira, haciendo que mi cuero cabelludo arda y mis ojos se llenen
de lágrimas.

Aprieto los dientes mientras mi coño se aferra a él, mojándose


más con cada embestida. Lo odio más que nunca por tener este
efecto en mí. Todo lo que tengo que hacer es agarrar el sacacorchos
y clavárselo en el cuello para detenerlo, pero no lo hago. La punta
de su piercing roza mi punto G y grito.
—Te gusta esto, ¿verdad, princesa? —Sus palabras me
producen escalofríos. ¿Por qué su acento es tan sexy?—. Tomas mi
pene tan jodidamente bien. ¿Puedes tomarlo entero?

Espera, ¿hay más?

—Sí —gimo a regañadientes.

Mi coño duele, que se estira para acogerlo mientras me penetra


aún más. La presión aumenta en mi interior, y el rítmico golpeteo
de sus caderas está a punto de hacerme venir, hasta que...

Un ruido del exterior me saca del momento.

—Espera —digo mientras el miembro de Callen se hunde tan


profundamente en mí que su vello roza mis nalgas. No se mueve,
permaneciendo congelado dentro de mí, y estoy en alerta máxima
mientras susurro—: ¿Oyes eso?

166
Seb

¿Dónde demonios están? Diez llamadas han ido directamente a 167


sus buzones de voz, y he rastreado su auto, que no se ha movido
del mismo sitio. Ya deberían haber vuelto.

—Voy a reunirme con los demás en el pub —le digo a Freddie,


coloca mi chaqueta sobre mi hombro—. Tenemos que aprovechar al
máximo nuestra libertad antes de empezar el nuevo trabajo
mañana.

No me molesto en pedirle que se una a nosotros porque ya sé la


respuesta. Hace años que dejé de invitarlo. A veces echo de menos
a mi viejo amigo, pero esta noche, me alegro de sus tendencias
antisociales.

A Freddie le gustaba salir de fiesta. Ahora, el trabajo consume


cada segundo de su día. Es una obsesión. Los Duques son la
prioridad de todos, pero son toda la identidad de Freddie. Su duro
trabajo ha dado sus frutos, pero ha dominado su vida. Hemos
crecido al sumar a Bram y Callen a nuestras filas, invertimos en los
lugares adecuados y hemos conseguido una reputación estelar a
pesar del reciente percance, pero nunca es suficiente para él.

Mientras salgo, Freddie no levanta la vista de la pantalla de su


computadora. Está ocupado desplazándose por los archivos que
envió Spencer Bexley, nuestro cliente más reciente. Después de
examinar una fotografía de testículos diezmados, me apetece un
trago fuerte.

Cuando estoy afuera, vuelvo a llamar a los demás. Nada. Hijos


de puta. No tiene sentido involucrar a Freddie hasta que tenga más
información. Estará molesto de que no mencionara el avistamiento
del hombre de la cicatriz, pero las identificaciones erróneas siempre
ocurren. Por todo lo que sé, Bram y Callen podrían estar
pasándoselo bien. Es mi situación para manejar. Soy el segundo al
mando de los Duques. Si algo ha salido mal, debo arreglarlo antes
de involucrar al jefe.

168
Manejo el Maserati hacia el pub donde Rose fue vista por última
vez. De camino, pasaré por su apartamento. Aprieto la mandíbula
mientras paso junto a su edificio. Tengo que tomar una decisión en
una fracción de segundo: ir al pub o ir a verla primero. Mis manos
saben lo que quiero antes que mi mente reaccione, y giro el volante.
No hay otra opción. A diferencia de los Duques, Rose está
desprotegida. Podré concentrarme mejor si sé que está a salvo.

Antes de golpear su puerta como un acosador loco, intento


llamarla. «Esta es Rose. No puedo contestar el teléfono en este
momento». Resoplo frustrado ante el mensaje pregrabado. ¿Para qué
tener un teléfono si no lo contestas? A la mierda. Me desabrocho el
cinturón de seguridad y subo sus escaleras. Hay una rosa tirada en
el umbral.

La recojo y toco el timbre, entonces... Un estruendo en el interior


me hace reaccionar al instante.

—Rose —grito, golpeando la puerta con el puño. La derribaré si


es necesario—. ¡Déjame entrar!
Pongo mi oído contra la puerta y estiro el cuello para mirar a
través de la ventana. Sombras de personas se mueven detrás de las
persianas cerradas. Retrocedo un paso, listo para lanzarme, cuando
la puerta se abre de golpe.

Suspiro aliviado al verla.

—Rose.

Mis ojos recorren su cuerpo, observando su fina camiseta y sus


duros pezones debajo de la tela. Tira del dobladillo para intentar
cubrir sus piernas desnudas.

—¿Qué haces aquí, Seb? —pregunta sin aliento. Sus mejillas


están sonrosadas, como si hubiera estado haciendo ejercicio—.
¿Estás tratando de despertar a toda la calle?

Mierda. Necesito encontrar una razón para estar aquí que no


insinúe que ella estuviera bebiendo con un potencial asesino en
169
serie.

Sosteniendo la rosa en mi mano, tartamudeo:

—Quería ver si recibiste mis flores.

Un profundo gruñido escocés responde desde el interior:

—Oh, las recibió...

Echo un vistazo por encima de su hombro al hombre que sale


de una habitación con un paño de cocina de tartán atado a la
cintura. El lápiz labial corrido de Rose, su cabello despeinado, su
pecho enrojecido. No…

—Seb, yo... —comienza Rose.

No me mira, lo que confirma mis sospechas. Fijo la mirada en


Callen y veo rojo. Aparto a Rose de mi camino. Quiero sangre. Su
sangre.

—¡Te mataré! —rujo.


—Seb, no —grita Rose detrás de mí, pero no puede retenerme.

Agarro a Callen y lo inmovilizo contra la pared, encajando mi


brazo bajo su barbilla.

—Me pediste que cuidara de ella —responde Callen con una


sonrisa de suficiencia—. Eso es exactamente lo que hice.

Corto sus vías respiratorias, deseando ver cómo se desvanece su


vida. Esto es un juego para él. Sabe lo mucho que me gusta, y la
está utilizando para llegar a mí para su propia diversión retorcida.

—¡Seb! —El tono penetrante de Rose atraviesa mi ira. Me araña


los hombros—. ¡Basta!

Miro hacia la cocina, a mi derecha. Pétalos y utensilios de cocina


rotos ensucian el suelo como si hubiera habido una lucha. Mi ira
se disipa y el miedo se instala en mi garganta.

170
—¿Te hizo daño? —le pregunto.

—No —responde, todavía aferrada a mi única y patética rosa,


con la cabeza inclinada—. No sé qué me pasó.

Suelto a Callen. Se desploma por la pared, agarrándose la


garganta y jadeando por aire. Tiene suerte de seguir respirando.

—Ella lo quería, Seb —grazna Callen con burla. Aun así, él no


se da por vencido—. Su apretado coñito estaba tan húmedo por mí.

Le doy un puñetazo en el estómago para que callarlo. No quiero


oírlo.

¿Por qué él? Cualquier otro sería mejor. Él es un psicópata loco


que trae problemas donde quiera que va.

—Ya veo por qué te gusta —balbucea Callen—. Tiene una vagina
tan dulce. —Guiña un ojo—. Y le gusta duro.

—No hables así de ella —le advierto, ajustando mi puño.


—Ya basta. —Rose atrapa mi muñeca antes de que le rompa la
nariz—. Déjalo ir.

Bajo mi brazo de mala gana, haciendo uso de todo mi


autocontrol. Mi respiración es agitada y las amargas notas de la
traición me recorren por dentro.

—Le encantó cada puto segundo —dice Callen, aprovechando


mi vacilación.

Rose entrecierra los ojos y lanza una mirada de odio total en su


dirección.

—Cállate de una maldita vez, Callen —sisea—, o te golpearé yo


misma.

—Adelante, princesa —dice Callen, todavía jadeando, pero


deleitándose en el caos.

171
—¿Por qué él? —murmuro.

—Yo... —No puede justificarse y no me mira a los ojos—. Yo...


solo....

—No mientas y digas que simplemente ocurrió —interrumpe


Callen. El bastardo la está presionando, incitando, queriendo
llevarla al límite—. Me deseaste desde el momento en que me viste.
Si lo niegas, solo te mientes a ti misma.

Rose le da una fuerte bofetada. Su cabeza se sacude hacia la


derecha con un sonido satisfactorio. A pesar de mi furia, sonrío al
ver que no tiene miedo de enfrentarse a un hombre que la dobla en
tamaño.

Callen se frota la huella roja en su mejilla.

—Auch.

—Lo decía en serio cuando dije que te odio —espeta ella.


De repente, todo encaja en su sitio. Ahora veo cómo sucedió.
Una energía sobrecargada zumba entre ellos. Nunca había visto
esta faceta de Rose, y maldita sea... Ojalá la odiara. Sería más fácil
así, pero no lo hago. Sólo hace que me guste más. Es feroz y mira
fijamente a los ojos de un monstruo sin echarse atrás. No le tiene
miedo, y por eso le gusta a Callen. Hay una delgada línea entre la
lujuria y el odio.

—Es luchadora —comenta Callen, relamiéndose los labios—. Ya


sabes cuánto me gusta eso. —Se dirige a mí y sonríe. —¿Has
terminado de hacer el papel de novio celoso? Puedes darle a Rose lo
que estaba deseando antes de tu grosera interrupción, o puedes
dejar que sigamos donde lo dejamos. La elección es tuya.

Rose no es mi novia. No tengo derecho a estar enojado con ella,


¿pero Callen? Él está dañado y es peligroso. No voy a dejarla sola
con él. Sobre mi puto cadáver.

172
—¿De qué estás hablando? —pregunta Rose.

—¿Sabes qué es mejor que ser follada por un solo hombre? —


Acaricia su mejilla. Ella agarra su muñeca y la aparta como si
quisiera arrancarle los dedos. Ojalá pudiera hacerlo por ella—. Que
te follen dos hombres a la vez.

—Eres irreprensible —sisea, pero sus pupilas se dilatan.

¿Ella quiere esto?

¿A los dos a la vez?

—¿No es eso parte de la diversión? —se burla Callen—. No me


mientas. Puedo oler lo mojada que estás desde aquí.

—Callen —advierto—. Suficiente.

—Pero esto es lo que ella quiere, Seb —continúa—. Tu perfecta


pequeña Rose no es tan buena chica, después de todo. Quiere que
la follen como a una sucia puta. ¿Por qué no te agachas y le enseñas
a Seb los moratones que tienes en el trasero de lo fuerte que te he
azotado, princesa?

Mi ira vuelve a subir y arremeto contra él, tirándolo al suelo. Me


subo encima de él, inmovilizándolo con mis muslos. ¡Golpeo! Le doy
un puñetazo en la mandíbula y se ríe histéricamente.

—No me ha hecho daño —grita Rose. Se sube a mi espalda como


un mono araña, pero su fuerza no iguala la mía. Sigo golpeándolo,
abriendo su mejilla—. Seb, yo lo quería, ¿de acuerdo?

Me paralizo. Sus palabras atraviesan mi corazón como una


cuchilla retorciéndose en mi pecho. Me pongo de pie y me aliso la
chaqueta del traje, ahora salpicada por la sangre de Callen. La
lucha en mi interior se apaga.

—¿Quieres que me vaya? —pregunto.

Por ir, quiero decir, esperar hasta que Callen se vaya, y luego
173
darle una paliza.

—No. —Agarra mi mano para tirar de mí hacia ella—. No lo


hagas.

—¿Por qué él? —Muevo la cabeza hacia Callen, que está


cubriendo sus partes con el paño de cocina. Mi irritación burbujea
a la superficie—. ¿Por qué me quieres a mí cuando lo tienes a él?
¿No puede él darte todo lo que necesitas?

—Sé que estás enfadado, pero no hice nada malo. —Su voz es
tranquilizadora y racional—. No eres mi novio, y te dije que no salgo
con nadie, pero...

Claro, solo hemos tenido una cita y no tengo derecho a estar tan
furioso, pero no puedo evitarlo. Desde que nos conocimos, solo he
pensado en ella, y no quiero que él la tenga. No puede.

—¿Pero qué? —espeto.

—Me gustas —murmura.


—Y a mí gustas de verdad, joder, por si no te has dado cuenta
—le digo—. ¿Pero esto? —Niego con la cabeza al ver el trasero
desnudo de Callen dirigiéndose la sala de estar—. No sé si puedo
hacer esto.

No estoy hablando de esta noche. Estoy hablando de todo. De


mí. De ella. De nosotros. Si es que hay un nosotros. Ella también lo
siente.

—Quiero que te quedes. —Sus dedos acarician los míos. Su


mirada es suplicante mientras susurra—: ¿No es suficiente por
ahora?

¿Lo es? Quedarme significa estar bien con el hecho de que se


haya follado a un hombre que cree que es mi amigo. Significa estar
bien con que de repente deje de hablarme. Esto significa aceptar
que ella podría salir de mi vida un día y nunca volverla ver.

—¿Sientes lo mismo por él y por mí? —pregunto, incapaz de


evitar que mi inseguridad se cuele en mi tono. 174
—No —dice Rose con vehemencia—. Lo odio, pero...

—Lo deseas —termino su frase—. ¿No es cierto?

Muerde su labio, luchando con sus pensamientos


contradictorios. Admitir que lo desea parece dolerle más de lo que
me molesta que estén juntos.

—¿Rose? —pregunto—. Puedes decirlo.

—Yo... lo deseo, ¿de acuerdo? —Su lenguaje corporal cambia


cuando habla de él, como si un lado oscuro de su psique saliera a
la superficie. Callen tiene un don natural para sacar lo peor de la
gente. Su voz se suaviza de nuevo—. Pero eso no cambia nada entre
nosotros.

Una emoción se agita detrás de sus ojos. Una sola mirada que
me da un rayo de esperanza de que podríamos ser algo más, aunque
ella aún no lo sepa.
Ivy

Los hombros de Seb se hunden, pero no se mueve. Mierda. Lo 175


he lastimado. Ver el dolor en sus ojos duele más que una depilación
estilo Hollywood casera. ¿Por qué me importan sus sentimientos?
No debería. Él sabe que no me gustan las relaciones. Apegarse a
alguien es demasiado peligroso, pero...

Me acerco, ansiando su calor. Lo necesito. Necesito su toque.

—Nunca quise lastimarte, Seb.

No lo culpo por estar enfadado. Me envió los ramos de rosas más


grandes que he visto. Luego me follé a su amigo.

¿Quién hace eso?

Soy alguien de quien Seb debería alejarse, pero sigue aquí.

Me pongo de puntillas y rozo mis labios con los suyos. Espero


que me rechace, es lo que merezco, pero no lo hace.

—¿De verdad quieres esto? —murmura, rodeando mi cintura


con sus brazos—. ¿Nos quieres a los dos?
Me encuentro asintiendo. Callen vive y respira destrucción. Por
mucho que quiera matarlo, me vuelve loca. Callen me arrastra a un
frenesí indomable, atrapada en una batalla carnal por el dominio.
Seb es todo lo contrario. Me atrae como un imán. Es una fuerza
estabilizadora, un ancla. No puedo negar mi atracción por los dos.

La lengua de Seb saquea mi boca. Está llena de pasión y también


de algo más. Posesividad.

—No sabes en lo que te estás metiendo —advierte Seb,


apartándose y apoyando su nariz en la mía. Su erección me roza—
. Callen es un monstruo.

—Pensé oír mi nombre —dice Callen en la puerta de su sala de


estar. Me giro cuando deja caer el paño de cocina y deja al
descubierto su erección—. ¿Ya se besaron y reconciliado?

—Te juro por Dios, Callen —gruñe Seb—, que si le haces daño a
un solo cabello de su cabeza, te mato.
176
—No la lastimaré —ronronea Callen. Se acerca detrás de mí,
apoyando su miembro entre mis nalgas. No tuve tiempo de ponerme
mis bragas antes de la sorpresiva aparición de Seb. Mantengo mis
ojos fijos en los de Seb mientras Callen aparta un mechón de cabello
de mi cuello y lame mi piel, luego agrega—: No, a menos que ella
quiera.

Observo la reacción de Seb, esperando que dé otro golpe. Soy un


muro entre ellos, una barrera, pero él no hace ningún movimiento,
a pesar de que su mandíbula tensa, lo que me dice que quiere
hacerlo.

Envuelvo mis brazos alrededor del cuello de Seb para acercarlo.


Sus hombros tensos se relajan un poco mientras le quito con
cautela su chaqueta y la dejo caer al suelo a nuestros pies. En
respuesta, él sostiene mi rostro en sus enormes manos y me besa.
Mis labios se separan mientras alcanzo los botones de su camisa,
es costosa, así que los desabrocho con cuidado uno por uno, luego
lo ayudo a quitársela. Es hermoso. Mis dedos bailan sobre su pecho,
recorriendo los profundos y grabados contornos de sus músculos.

Mientras tanto, el miembro de Callen me roza como la ardiente


vara del diablo, exigiendo mi atención. Su mano se desliza entre mis
piernas por debajo, encontrando mi calor. Desliza dos dedos a lo
largo de mi vagina, acariciando mi entrada antes de introducirlos
en mí. Gimo en la boca de Seb mientras los dedos de Callen se
curvan y acarician mi punto G.

Seb rompe nuestro beso y agarra el dobladillo de mi camiseta.


Me la quita por la cabeza, lo que le permite tener una vista perfecta
de la mano de Callen dentro de mí hasta los nudillos. Me quedo
quieta. ¿Se irá? En cambio, lame su dedo, cubriéndolo de saliva.

Busco la mirada de Seb y le pregunto:

—¿Estás seguro de esto?

177
No contesta, pero responde a mi pregunta al rodear mi clítoris
hinchado que suplica ser tocado. Mis dedos de los pies se encogen.
Es una lucha mantenerme de pie, pero estar atrapada entre ellos
me mantiene erguida.

El aliento de Callen en mi cuello me produce escalofríos.

—Esto es lo que necesitas, princesa.

Los dedos de Seb bajan para encontrarse con los de Callen.


Gimo mientras aparta los labios de mi vagina para introducir otro
dedo en mí. Tener a ambos dentro de mí me excita aún más. Se
mueven juntos en un ritmo, creando una acumulación de presión
hormigueante.

—Carajo —jadeo, acariciando febrilmente el bulto de Seb por


encima de sus pantalones mientras mi orgasmo se acerca.

La furia y la lujuria se encienden en sus ojos mientras saca su


dedo de mi con un chasquido y lo lame hasta dejarlo limpio.
—¿Dónde está tu dormitorio? —gruñe Seb.

—Arriba —respondo—. Primera puerta a la izquierda.

—¿Por qué ir al dormitorio? —pregunta Callen con una sonrisa


traviesa—. Podemos tenerla aquí en el pasillo.

Callen me hace girar para enfrentarlo y agarra mi garganta. Se


gira y me empuja contra la pared con un golpe, abre bruscamente
mis piernas y se arrodilla. En circunstancias normales, partiría sus
dientes, pero en su lugar, presiono mi vagina contra su rostro.
Levanto mi pie hasta su hombro para darle un mejor ángulo, y luego
me come como un demonio que devora coños.

Seb observa, y muerdo mi labio inferior tratando de contener


mis gemidos. Hasta que, de repente, Callen se detiene. Resoplo de
irritación mientras pasa un dedo por mi entrada. Estoy cansada de
su provocación.

178
Se voltea hacia Seb.

—¿Quieres probarla? —El bastardo me está tratando como si


fuera su postre—. Sabe jodidamente bien.

El pene de Seb se estremece en respuesta.

—Muévete —gruñe Seb.

Callen se aparta. Meto la mano en los pantalones de Seb y tiro


de ellos hacia abajo. Las manos firmes de Seb agarran mi trasero y
me levantan. No me torturará como Callen. Rodeo su torso
entintado con las piernas, aferrándome con fuerza mientras él se
desliza sobre mi humedad.

—Por favor —gimo mientras su punta roza burlonamente mi


entrada chorreante—. Te deseo.

No me hace rogar. Me da exactamente lo que quiero. Me penetra


y mueve mi cuerpo arriba y abajo como si no pesara nada.
—Joder, Seb —gimo, aferrándome a su cuello y aspirando su
aroma—. Sí.

Callen vuelve a ponerse de pie. Mira mis pechos y sonríe.

—Eso es, Seb —anima Callen—. Fóllala como la sucia puta que
es.

Seb acelera el ritmo y penetra mi vagina con más fuerza.

—Espera —gruñe.

Consigue mantenerse dentro de mí mientras me lleva hasta la


sala de estar y me acuesta en el sofá. Ahora se deja llevar. Sus
embestidas son cada vez más fuertes y profundas, y la fuerza que
ejerce sobre mí me empuja contra los suaves cojines.

Callen lo sigue, mirando por encima de los hombros de Seb, y


empieza a tocarse. Me mira y me guiña un ojo. Verlo darse placer

179
es jodidamente excitante. Lo único que oigo es el húmedo golpeteo
de los testículos de Seb contra mí. Mi coño se aferra a él, a punto
de venirme, cuando él se retira, dejándome jadeante y confundida.
¡Si no me vengo pronto, alguien va a morir!

—¿Es esta tu forma de castigarme? —exijo mientras se pone de


pie junto a Callen.

Me miran y me incorporo, resistiendo el impulso de darme la


liberación que ansío desesperadamente.

—¿No recuerdas lo que dije, princesa? —dice Callen. Su pene


está justo en mi rostro y me golpea la mejilla con este—. Te daremos
lo que necesitas, no lo que quieres.

A la mierda eso. Agarro su pene con el puño y aprieto, haciendo


que se ponga morado. Quizá se salga su piercing si aprieto lo
suficiente.

—Lo que necesito es que te calles de una puta vez —replico.


Seb se sienta a mi lado y toma mi barbilla, desviando mi
atención de Callen. Me ordena:

—Móntame, Rose.

Con el miembro de Callen aún en la mano, monto a Seb, de


espaldas a él. Es grande, pero me hundo con facilidad,
empapándolo.

—Joder —gime Callen, mientras una gota de líquido preseminal


brota de su abultado pene—. Déjame ver si tu boca se siente tan
bien como tu coño.

Agarra mi cabello en una áspera coleta para guiar mi boca hacia


su eje. Lo tomo mientras los dedos de Seb encuentran mi clítoris.
Joder. Callen se mete en mi garganta, golpeándome las amígdalas
y provocándome arcadas.

—No la lastimes —advierte Seb.

—No es una muñeca de porcelana —gruñe Callen, empujando 180


su pene más adentro y silenciándome con este—. Esto es lo que
necesita. Mira su saliva goteando sobre mis bolas. Ella quiere esto
tanto como nosotros.

Callen tiene razón.

Mi vagina se aferra al pene de Seb, mientras me ahogo con el de


Callen. Mi pecho se agita mientras Seb acaricia mi clítoris hasta el
punto de hacerme doler. El más mínimo roce va a hacerme...

Carajo.

No puedo aguantar más...

Me deshago y grito sobre el miembro de Callen. Las vibraciones


deben de recorrer su cuerpo cuando, segundos después, estalla su
carga, sin darme más opción que tragármela. Mi coño ahoga a Seb
y me vengo más fuerte que nunca. Las caderas de Seb se sacuden
debajo de mí. Me balanceo, sacando cada gota de placer, hasta que
gruñe y me llena con su semen.

¿Qué carajo acaba de pasar?

Mientras aún trato de asimilarlo, Callen se aparta y limpia una


gota de su semen de mi barbilla con su pulgar, y luego lo lleva a su
boca. Sonríe a Seb y dice:

—No sé tú, pero yo podría acostumbrarme a esto.

La puerta principal suena y me hace dar un respingo. Me aparto


del pene de Seb, aturdida.

—¿Bethany? —llamo, tratando de alertar a Stephanie de que


hay otras personas aquí. Agarro una manta cercana para cubrirme
y cojeo hasta verla parada al final del pasillo.

—Veo que has estado ocupada —dice, enarcando las cejas ante

181
el desorden de la cocina y el montón de ropa tirada—. ¿Has olvidado
nuestro vuelo temprano?

¿Un vuelo? Algo ha pasado. Algo malo. Lleva años diciéndome


que tenga sexo. Ella no interrumpiría a menos que las cosas hayan
salido mal.

—Estaré arriba haciendo las maletas —dice.

Eso es un código para sacar a todos de la casa, porque tenemos


que hablar...
Seb

Rose habla con Bethany, su compañera de casa; reconozco su 182


voz del bar. Su conversación flota por el pasillo, así que no puedo
evitar escucharla. ¿Por qué no me ha dicho que mañana viajaría?
Unos pasos suben las escaleras y se desvanecen cuando Rose
regresa.

—Tienen que irse —dice, apretando la manta contra su pecho


para evitar que se caiga. Su tono es serio, casi como de negocios. El
brillo rosado de sus mejillas se ha apagado—. Ahora mismo.

—¿Adónde vas? —pregunto, incapaz de contener mi curiosidad.

—Es un viaje de investigación de última hora. —Se encoge de


hombros con desdén—. Lo estamos convirtiendo en un fin de
semana de chicas. A Bethany le vendría bien animarse.

Callen sonríe.

—Te dejaremos con eso, princesa.


Su pene se balancea como un péndulo mientras se acerca a
besarla.

—Ni se quiera lo pienses. —Ella desvía su intento y lo fulmina


con la mirada. Puede que ella quisiera follárselo, pero él no es
competencia—. Lárgate de una vez, Callen.

Se ríe a carcajadas y desaparece por la esquina para recoger su


ropa, dejando un incómodo silencio entre nosotros. No hay reglas
para este tipo de cosas. ¿Qué se supone que tienes que decirle a la
chica que te gusta cuando la has visto tragarse el semen de un
asesino en serie?

Callen tuvo suerte. La primera vez que los vi juntos, quise


estrangularlo hasta la muerte, pero compartirla con ella cambió
eso. Mis celos no han desaparecido del todo, aunque su placer se
ha convertido en mi fuerza motriz. Mi determinación de hacer que
su vagina manara a borbotones anuló cualquier pensamiento

183
asesino sobre compartirla.

Me levanto y paso junto a ella, decidiendo que es mejor no decir


nada que arriesgarme a ofenderla de nuevo.

—Espera. —Rose me agarra del brazo—. ¿Qué tal otra cita


cuando vuelva? Sin Callen.

Arqueo una ceja.

—Pero tú no sales con nadie.

Lo dejó perfectamente claro.

—No lo hago —admite. Una sonrisa traviesa se dibuja en su


rostro y hace que sus pecas bailen y que mi estómago se revuelva—
. Pero supongo que puedo hacer una excepción.

Acaricio su pómulo, recorriendo con mis dedos su suave piel.

—Entonces, ¿quieres volver a verme?

Sus labios apenas se mueven mientras susurra:


—Sí.

—Y lo que pasó con Callen...

—Eso es solo sexo —dice con firmeza. ¿Significo para ella algo
más que eso?—. Nada más.

—¿También quieres que vuelva a suceder? ¿Con él?

—No lo sé. —Suspira, incapaz de responder a mi inquisitiva


mirada. He hecho la pregunta equivocada y ella se está
distanciando. Cada vez que parece que avanzamos, me cierra la
puerta, como si estuviera aterrorizara de acercarse demasiado a
mí—. No sé si puedo darte lo que quieres. Si quieres una novia para
llevar a cenar todas las noches, esa no soy yo. Mi horario de trabajo
es una locura, y yo...

Una sensación de hundimiento sustituye a la sensación de


flotación en mi pecho. Ella está retrocediendo y tratando de
184
justificar por qué no deberíamos vernos de nuevo. No voy a permitir
que eso suceda. Antes de que ella ponga más excusas, la
interrumpo y termino su frase:

—¿Como acostarse con dos hombres a la vez?

Solo bromeo para aligerar el ambiente, pero solo la hace jadear.


Pongo mis manos en sus caderas y la acerco.

—Rose, no digo que quiera casarme contigo, pero me gustas. No


quiero ver a nadie más. Entiendo que no puedas comprometerte
conmigo, pero quiero hacer un trato.

Ella estrecha los ojos con desconfianza.

—Te escucho.

—Sé que eres independiente. No eres de mi propiedad. No me


perteneces a mí ni a nadie —le digo—. Sin embargo, si vas a
acostarte con otras personas, quiero estar allí.
Observa mi rostro para comprobar si bromeo y parpadea con
fuerza cuando se da cuenta de que lo digo en serio

—Hablas en serio, ¿verdad?

—Totalmente.

Rose es un faro para hombres peligrosos. Primero yo, luego el


hombre del Killers Club, y ahora, Callen. No se da cuenta de que ha
estado rodeada de asesinos. Es vulnerable, y debo protegerla.

—No me acuesto con cualquiera —dice—. De acuerdo, puede


que no lo parezca. Han pasado años, y ahora tú y Callen son los
únicos hombres con los que me he acostado. No planeo follar con
todo Londres.

—Aunque lo hagas, eso no me hará cambiar de opinión —digo,


atreviéndome a expresar mis sentimientos—. Solo me interesas tú.
No te voy a retener, atar o pedir más compromiso, pero eso es lo
185
único que pido a cambio. Si follas con alguien más, tengo que estar
allí.

Muerde su labio y aparta un mechón de cabello de su rostro,


exasperada.

—Está bien, pero no creo que vaya a...

—Shh. —Pongo un dedo en sus labios. Ella aceptó. Eso es todo


lo que necesitaba oír—. Será mejor que empaques para tu vuelo.

La beso tiernamente en la frente y luego empiezo a vestirme


mientras ella permanece en el mismo lugar, aún aturdida. Callen
no está en ninguna parte. El maldito ha conseguido lo que quería,
así que ya se ha marchado.

Rose asoma la cabeza por la puerta de la sala para verme salir.

—Mándame un mensaje cuando aterrices —le digo—. Te veré en


esa cita cuando vuelvas, y asegúrate de cerrar la puerta detrás de
mí.
Pone los ojos en blanco.

—No te preocupes, me aseguraré de que no entren asesinos


locos.

Muerdo mi lengua para no añadir que eso no nos ha detenido


antes.

En la calle, Callen se apoya en la reja de Rose. Me guiña un ojo


en cuanto me ve.

—Buena noche, ¿eh?

Frunzo el ceño y golpeo su hombro al pasar.

—Cállate.

Trota detrás de mí como un cachorro. Vaciar sus testículos le


ha dado energía renovada.

186
—¿Puedo irme contigo?

—Solo si no dices ni una palabra más sobre lo que ha pasado


esta noche.

—¿Por qué no? —bromea—. ¿Seguro que no quieres comparar


notas de desempeño?

—Eso es todo —declaro mientras llegamos a mi auto—. Se


acabó.

Entro en el lado del conductor y cierro todas las otras puertas.

—¡Oye! —Callen golpea la ventana e intenta abrir el picaporte—


. ¿Qué dije? Abre la puerta.

Ese hijo de puta va a tener que caminar a casa.


Ivy

—No vayas por ahí —le advierto mientras la mirada interrogante 187
de Stephanie se clava en mí como un rayo láser—. Sin preguntas.

Caminamos por las calles de vuelta al cuartel general. El frío


muerde mis dedos mientras arrastro una maleta por si acaso Seb o
Callen pasan en auto. Proteger mi tapadera es un fastidio. Antes de
salir, le pedí a Penelope que me reservara un vuelo falso a Dublín y
hackeara la seguridad del aeropuerto para fingir un registro de
abordaje. Ella me mantendrá informada sobre la ruta del vuelo para
que mi historia parezca creíble. Los detalles importan. Los errores
ocurren cuando te vuelves descuidada. Normalmente, ella también
alteraría las imágenes de las cámaras de seguridad del aeropuerto,
pero un miembro del público no podrá darnos acceso a esas, así
que le ahorra trabajo.

—Vamos, no puedes esperar que no diga nada —dice


Stephanie—. Has pasado de años de celibato a follarte a dos
hombres a la vez. ¿Qué pasó?
Todavía estoy tratando de entenderlo. ¿Tener sexo con Seb
desató cinco años de calentura? En cuanto abrí las piernas una vez,
las compuertas se abrieron, literalmente. Tal vez el pene de Seb
tiene la capacidad mágica de separar mi vagina de mi cerebro. Los
orgasmos devastadores deben afectar tu juicio de alguna manera,
¿no?

—Mi vida sexual no es asunto tuyo. —El hecho de que tenga una
vida sexual es una locura. Cambio de tema—. ¿Vas a decirme por
qué vamos corriendo al cuartel general?

—Sabes que nunca perturbaría un festival de penes si no fuera


en serio. —Las comisuras de sus labios tiemblan, y entonces un
muro de ladrillos se estrella contra sus facciones. Sus ojos se
oscurecen. Ahora estoy hablando con Stephanie, la asesina. Su
alegría desaparece cuando me dice—: Es Jonathon. Está herido.

—¿Qué tan grave? —pregunto sin emoción.

Salir lastimado es inusual cuando te entrenan los mejores en el 188


negocio, pero sucede. Tal vez Jonathon se puso arrogante y cometió
un error.

—Lo suficiente como para caer en coma —responde con


naturalidad mientras subimos las escaleras del cuartel general.

—Bueno, mierda...

—Se pondrá bien —dice Stephanie con displicencia, como si se


hubiera raspado la rodilla. Todos hemos pasado por cosas peores.
Sus tacones suenan en el vestíbulo mientras subimos al ascensor—
. El médico quiere reducir la inflamación en su cerebro. Se golpeó
la cabeza con bastante fuerza. Bueno, alguien la golpeó por él

Mi mente retrocede, rebobinando hasta el comienzo de la noche


en el bar y reproduciéndolo como una película en avance rápido. Sé
quién hizo esto. Ahora veo su rostro, el rostro del hombre que salió
sigilosamente después de Jonathon.
—Un tipo nos estaba mirando en el bar —le digo. Mi ceño se
arruga mientras intento recordar—. Estaba construido como una
puta casa. Tiene el cabello oscuro y corto, y un tatuaje de...

—¿Un búho en su cuello? —ofrece Stephanie. Sus ojos se


entrecierran en rendijas asesinas—. Sí, lo vi huir de la escena. El
hijo de puta pasó corriendo junto a mí. Si no hubiera estado gente
cerca, le habría disparado.

Llegamos a la sala médica y encontramos a Jonathon


inconsciente en la cama, rodeado por el zumbido de las máquinas.
De sus brazos cuelgan cables y tubos, y un vendaje empapado de
sangre está alrededor de su cabeza. Cuando despierte, le haré un
chiste del Sr. Bump.

—Debería haberlo seguido. —Mi ira aumenta, no solo por el


ataque de Jonathon, sino por mí misma—. Debería haber...

—Seguiste el protocolo. —Alaric termina mi frase. Se acerca por


detrás de nosotros—. Mantuviste tu tapadera. 189
—Sí, mantuvo su tapadera —murmura Stephanie.

Le doy un codazo en las costillas para que se calle. Aunque ella


y Alaric comparten la mayoría de las cosas, no necesito que él sepa
cómo pasé mi noche. La ironía no se me escapa de que mientras la
cabeza de Jonathon estaba siendo golpeada contra el suelo, yo
estaba ocupada siendo golpeada por un grueso...

—¿Es un Duque? —pregunto, haciendo a un lado el dolor entre


mis piernas—. ¿El tipo que lo atacó?

—No podemos estar seguros —dice Alaric—. Pero creemos que


sí.

—¿Ya lo estamos persiguiendo? —pregunto—. ¿Penelope lo ha


encontrado?

Con el reconocimiento facial y la cantidad de cámaras que hay


en Londres, puede encontrar a cualquiera con unos pocos clics. Con
unos pocos más, puede sacar un archivo entero documentando
toda tu vida. Nadie puede esconderse de nosotros.

—No necesitamos a Penelope para identificarlo —dice Alaric con


la mandíbula tensa—. Ya sé quién es por la descripción de
Stephanie. Se llama Bram Deveraux. Tenemos historia.

—¿Historia? —Mis oídos se agudizan. La mayoría de la gente no


tiene la oportunidad de tener una historia con Alaric. Todos los que
se cruzan con él mueren.

—¿Qué tipo de historia?

Alaric mira a Stephanie. La forma en que se retuerce hace que


me ponga más erguida. Esto debe ser jugoso.

—¿Qué pasa? —exijo—. Me doy cuenta cuando escondes algo.

—Solía trabajar para Bexley —dice Stephanie, eligiendo

190
cuidadosamente sus palabras.

Mis manos se aprietan en puños. ¿Significa esto que Spencer


recibió mi regalo y quería determinar quién convirtió el cuerpo de
Steel en piezas de Tetris?

—¿Solía? —me burlo—. ¿O todavía lo hace?

—No lo sé —responde Alaric—. No he sabido nada de Bram


desde hace... un tiempo.

Me están ocultando algo. No es que importe. Cualquiera


asociado con Spencer merece morir.

Arqueo una ceja.

—¿Qué es lo que no me dices?

—Sabes todo lo que necesitas saber, Ivy —gruñe Alaric—. Pero


tenemos que encontrar a Deveraux.

—Es todo mío, joder —siseo. Es una afirmación, no una


pregunta—. Lo traeré.
—Vivo —dice Alaric, leyendo mi mente—. Lo quiero vivo, Ivy.

Frunzo el ceño.

—Bien, pero es un hombre muerto caminando.

191
Bram

No puedo creer que esté aquí de nuevo. Protegiéndolo. Freddie 192


dijo que Spencer era encantador cuando se conocieron, y no lo
dudo. Spencer Bexley solo se preocupa por una cosa. Él mismo.
Freddie no sabe de mis lazos con el monstruo que se esconde tras
esas paredes... o lo que pasó hace cinco años que lo cambió todo.

Mis manos agarran con más fuerza el volante mientras miro


hacia la mansión de Bexley. Las farolas iluminan los cortes en mis
nudillos de la pelea de anoche. Después de lo ocurrido, llamé a
Freddie y volvimos al lugar. Cuando llegamos, el hombre ya se había
ido. Un pavimento manchado de sangre era la única prueba que
quedaba. No sé si sentirme aliviado por no haberlo matado o
molesto por no estar más cerca de averiguar más cosas sobre el
Killers Club.

Estoy seguro de que no pasará mucho tiempo hasta que


volvamos a cruzarnos.

Doy un sorbo a mi café, ahora frío, y miro la computadora


portátil en el asiento del copiloto. Son las siete de la mañana. Seb
me rogó que lo cubriera esta mañana. Quién sabe qué pasó anoche
para que Callen y él volvieran tan tarde, pero ahora me debe dos
favores.

Las cortinas se agitan en el segundo piso mientras el ama de


llaves de Spencer comienza su ronda de limpieza. Pronto llegará su
chef para prepararle el desayuno a las ocho. Después vendrá un
entrenador personal.

Spencer puede parecer el típico imbécil con derechos, pero es


más que eso. Tiene cerebro, contactos y dinero para matar a
cualquiera que lo mire mal. No me reconocería si me viera ahora.
Nunca prestó atención a sus conductores. Éramos desechables, y
nos trataba como mierda en la suela de sus zapatos... igual que
trató a esas dos chicas.

Me estremezco al recordarlo. Si Freddie descubriera que Spencer


asesinó a la mujer por la que ha estado de luto, nunca lo habría

193
aceptado como cliente. Demonios, Spencer necesitaría pagar a
alguien más para protegerlo de Freddie. Pero no puedo decírselo.
No, cambié mi silencio por la protección de ella. Tomaría la misma
decisión de nuevo, aunque no esté seguro de si ella sobrevivió...

Deja de pensar en ello, Bram. Aléjalo.

Salgo del auto para patrullar el perímetro. Podría vigilar las


cámaras adicionales que hemos instalado desde mi computadora
portátil, pero tengo calambres en las piernas y necesito despejarme.

La muerte de Steel me molesta. ¿Cómo alguien puede ser tan


bueno? Debería ser un caso cerrado. No toma mucho resolver un
asesinato cuando puedo hackear la mayoría de las computadoras y
las cámaras de seguridad, pero, aun así, nada. Trabajé toda la
noche, pero no estoy más cerca de encontrar a su asesino. Fue un
golpe calculado. Demasiado perfecto. Un apagón en esa zona a la
hora exacta en que alguien sacó a Steel de su cama para
descuartizarlo no fue una coincidencia.
Miro a mi alrededor, familiarizándome con la calle. Aquí no hay
nada fuera de lo común. ¿Por qué no podía Freddie encontrar a
alguien más para hacer esto? A veces contrata nuestro trabajo de
vigilancia a otros, y ellos trabajan para nuestra empresa de
seguridad en la sombra, Royal Protection. Nos ahorra congelarnos
las pelotas.

Ahogo un bostezo y envío un mensaje a Seb.

Bram: Galletas de crema, cinco paquetes.

Esa es la primera de mis muchas demandas por tratarme como


su perra. Ya no bebo, pero las galletas son mi debilidad. Hay
quienes piensan que las galletas de crema están en el escalafón más
bajo de las galletas, pero se equivocan. Esas hijas de puta son
deliciosas.

Mientras paseo entre las sombras, mi mente se desvía hacia lo


que pasaría si alguien intentara colarse para matar a Spencer. Los
Duques protegen a las personas, sin importar quiénes son o qué 194
han hecho. Sin embargo, es la primera vez que tengo un conflicto
por un trabajo. Es fácil separar mis emociones, pero con Spencer...
es personal. Algunas personas no merecen ser salvadas.
Ivy

Hablo a través de la radio crepitante a Penelope. 195


—Está en movimiento.

—¿Estás segura de que es él?

—Positivo.

Lo reconocí al instante. Es difícil pasar por alto, a un hombre


cuando tiene el tamaño de un oso. La mayoría de las mujeres
encontrarían a Bram Deveraux atractivo. Quiero decir, lo es. Es
jodidamente caliente. Pero también es el mismo depredador que
acechó a Jonathon desde el bar y golpeó su cráneo contra el
hormigón.

—Recibido —confirma.

Rastrearlo fue fácil cuando me enteré de su vínculo con Spencer.


En cuanto Penelope hackeó la cámara del timbre del vecino de
Spencer, el reconocimiento facial lo marcó.
Mi auto tiene los cristales tintados, pero aun así me deslizo
hacia abajo en mi asiento mientras él camina por el lado opuesto
de la calle. Se detiene para estirarse, haciendo que sus músculos
ondulen a través de su camisa de manga larga. ¿Quién no usa una
chaqueta en febrero? Básicamente, está presumiendo de ellos.

—Sí —lo animo en voz baja—. Sigue caminando.

El estúpido bastardo no debería haber estado tan absorto con


su computadora portátil mientras estaba de guardia.
Probablemente se estaba masturbando.

—Está hecho —confirma Penelope.

Las luces de las casas de alrededor se apagan. Un apagón


temporal no perjudica a nadie. La niebla persistente reduce aún
más la visibilidad.

Estar aquí de nuevo es inquietante. Esperaba que la próxima


196
vez que regresara fuera para cazar a Spencer, pero tendrá que
esperar. Bram puede estimular mi apetito mientras me preparo
para el plato principal. A pesar de su misteriosa historia con Alaric,
Bram es la razón por la que Jonathon está jadeando a través de un
tubo.

—Lo tenemos a la vista —dice una voz masculina por la línea—


. Se está acercando.

Puedo manejar a Bram por mi cuenta, aunque Alaric insistió en


que trajera refuerzos. Estoy agrupada con los gemelos. Los tres
entrenamos juntos, y sus egos están por las nubes. Son buenos
luchadores, y también lo saben. Les gusta llamarse a sí mismos una
doble amenaza, pero yo los he apodado cariñosamente Tweedledum
y Tweedledee.

—Gracias, Tweedledum —respondo. Su voz es un tono más alto


que la de su hermano, así que así puedo distinguirlos—. No lo
pierdas de vista.

—Que te jodan —me responde gruñendo.


Nunca les han gustado sus apodos.

Mi rodilla tiembla. ¿Por qué tardan tanto? Desde mi posición,


veo una furgoneta avanzar lentamente hacia la entrada lateral de la
mansión de Spencer que usan sus empleados; Dios no lo quiera,
deja entrar a los campesinos por donde la gente puede ver. Fue la
vía de escape de la que hui la noche que lo abandoné con la ayuda
de su ama de llaves.

Aguanto la respiración para concentrarme y alejo los recuerdos


de mi estancia allí. La mansión Bexley era más grandiosa que
cualquier otro lugar en el que hubiera estado antes. Spencer
prometió que podríamos vivir un cuento de hadas... hasta que se
convirtió en una historia de terror.

—¿Qué están esperando? —siseo a través de la estática a los


Tweedles—. Atrápenlo.

Ocurre en un abrir y cerrar de ojos. La puerta trasera de la


furgoneta se abre de golpe, sin dejar tiempo a Bram para 197
reaccionar. Tweedledum se lanza sobre él, derribándolo al suelo,
mientras Tweedledee salta desde el lado del conductor y hunde una
aguja en su cuello.

Tarareando, observo cómo los zapatos de Bram son arrastrados


hacia la parte trasera de la furgoneta. ¡Finalmente! Giro la llave y
los sigo en persecución.

—Objetivo capturado —le digo por radio a Penelope—. Estamos


volviendo al cuartel general.

El pobre Bram se llevará una desagradable sorpresa cuando


despierte. Es un enigma. Ni siquiera Penelope pudo encontrar
mucha información sobre él. Sabemos que se unió al ejército, sirvió
en Iraq, probablemente fue así como conoció a Alaric, luego regresó
al Reino Unido a finales de sus veinte. Ahora tiene treinta y tres
años, y es dueño de un negocio, una empresa de reparación de
teléfonos que suena bastante sospechosa, probablemente una
tapadera para ocultar lo que realmente está haciendo. Spencer
siempre mantuvo a sus hombres fuera de los libros oficiales.

—Buen trabajo, Tweedles —bromeo, sabiendo que eso los hará


enfadar—. Tal vez dos son mejor que uno en su caso.

En todos los casos, mi mente añade en un susurro sucio. Ahora


no es el momento de recordar lo bien que me sentí al ser follada por
Seb y Callen. Mi cerebro es una zorra cachonda sin noción del
tiempo y el lugar. Después de torturar a Bram en busca de
información sobre su vínculo con Spencer y cualquier posible
asociación con los Duques, estoy excitada por mi próxima cita con
Seb.

Puede que Bram no esté en mi lista de los hombres que estaban


allí la noche que Daisy murió, pero si trabaja para Spencer, no
saldrá vivo del cuartel general. Nadie lo hace.

198
Bram

Lucho contra el vómito que sube por mi garganta. ¿Dónde 199


demonios estoy? Tengo las manos y los tobillos atados. Mi camisa
ha desaparecido y mis omoplatos se clavan en un banco de acero
mientras me retuerzo. Los vellos de mi nuca se erizan y una ráfaga
de risa escalofriante rebota en las paredes húmedas. No hay
ventanas, solo luces estériles en el techo, como en un quirófano de
un hospital.

—Despierta, despierta, dormilón. —Es la voz de una mujer. Su


tono juguetón tiene un borde despiadado subyacente—. Te he
estado esperando.

Las cadenas que me atan tintinean mientras me agito, pero


luchar contra ellas es inútil.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Me duele la cabeza mientras intento recordar. Los bordes de mis


recuerdos están borrosos, pero recuerdo la mansión de Bexley. Las
calles. Una furgoneta.
Freddie se enfadará cuando sepa que me han capturado y han
dejado vulnerable a nuestro cliente.

La mujer rodea mi cama. Su cabello es un rojo exuberante, que


ondea detrás de ella como una llamarada ardiente. Lo que sea que
me hayan dado para drogarme aún está en mi sistema, haciendo
que mis ojos luchen por mantenerse por seguir su movimiento. Se
cierne sobre mí al final del banco como El Ángel de la Muerte.

Sonríe. Una hermosa sonrisa que me hace estremecer.

—Esto podría marearte.

Con un movimiento suave, voltea el banco verticalmente. Mis


ataduras me inmovilizan y las suelas de mis zapatillas rozan el
suelo, permitiéndome mirar a mi captora.

Espera... ¿Rose?

200
¿Lo estoy imaginando?

Aprieto los párpados con fuerza, pero ella sigue ahí cuando se
abren. Es ella, sí. La reconozco del bar. Rose, la mujer que se está
follando a mi mejor amigo y en cuya puerta dejé flores.

—Me alegro de que estés despierto —dice Rose, o como se llame


en realidad—. Te he estado esperando.

Ahora miro mejor a mi alrededor. La habitación está llena de


herramientas diseñadas para torturar. Algunas cuelgan de las
paredes. Otras están dispuestas sobre un banco. Ella pasa la mano
por encima de los instrumentos.

Finalmente, elige un hierro para marcar reses.

—Eso servirá.

Se acerca, blandiendo la punta naranja que brilla por el calor en


señal de advertencia.
—¿Qué pasa? —se burla Rose, inclinando la cabeza a un lado
para estudiarme. Disfruta de esto. ¿Cómo es posible que mi
investigación sobre ella fuera errónea? No es periodista. Alguien
tiene que haber cambiado sus datos. Alguien con poder y
recursos—. Quiero jugar un juego contigo.

Acerca la punta ardiente a mi piel, pero no me toca. Todavía no


me toca. Está creando expectación, jugando conmigo. Perra sádica.
El calor abrasador hormiguea mientras lo mantiene a centímetros
de distancia. No es la primera vez que me torturan. Tengo cicatrices
que son un recuerdo permanente de mi tiempo en el ejército.

Aprieto los dientes para no estremecerme. Quiere una reacción.


Su lenguaje corporal es cómodo. Está familiarizada con este
entorno. Es su lugar seguro. Su mirada está desprovista de emoción
y noto el anillo que rodea sus iris debido a los lentes de contacto.
¿Es el azul su color de ojos natural? Apuesto a que es falso, como
el resto de su cuerpo.

Mientras a Seb le preocupaba que se tomara una copa con un


201
asesino del Killers Club, ninguno de nosotros se paró a pensar que
ella podría ser uno de ellos. Los deseos de Seb lo cegaron, nos
cegaron, ante lo que teníamos delante. Está en peligro. Todos lo
estamos.

Rose suspira, decepcionada porque no grito ni pido clemencia.


Vuelve al banco, deja el hierro caliente con cuidado y agarra una
fotografía.

—¿Reconoces a este hombre? —Lo lanza a mi rostro. Es el


hombre del bar. Aquel cuyo rostro estampé contra el suelo. Frunce
los labios—. Deberías hacerlo. Tú fuiste quien lo puso en coma. —
Al menos no está muerto. Todavía—. Quiero que me digas por qué
lo seguiste y lo que sabes.

No digo nada, obviamente. Aprieto la mandíbula y me preparo


para soportar lo que viene a continuación. Lo que haga Rose no
puede ser peor que el tormento mental que me inflijo a diario. Dolor
es lo que merezco por lo que hice.

Chasquea la lengua con impaciencia y sisea:

—Si no quieres hablar, te obligaré.

Me gustaría verla intentarlo. Vuelve furiosa a sus herramientas.


Cuando se voltea de nuevo, se lanza hacia delante. No tengo
escapatoria: el hierro abrasador me golpea en el centro del pecho,
incendiándome la piel. Todo mi cuerpo se sacude por el dolor
abrasador, como si algo intentara clavarse en mí.

—¿Te sientes más hablador ahora? —me pregunta mientras el


olor a carne quemada llena mis fosas nasales como tocino cocido—
. Soy buena en lo que hago, Bram.

Abro la boca todo lo que puedo. Por una fracción de segundo,


sus ojos se abren de par en par, ¿simpatía, tal vez?

—Así que no puedes hablar. —Me apunta con el arma como un 202
director de orquesta—. Puedes escribir, ¿verdad? Estoy segura de
que Spencer no contrataría a alguien que no sabe escribir.

Mis cejas se fruncen. ¿Spencer? ¿Cree que aún trabajo para él?

—¿Qué pasa? —bromea. Aprieto los músculos cuando roza mi


cuello con la punta caliente. Tragar me dolerá cuando me salgan
ampollas—. ¿No es Spencer un buen jefe?

Un teléfono que suena al otro lado de la habitación interrumpe


su pregunta.

—Espero que no te importe que conteste —dice, y luego guiña


un ojo—. Al menos no tengo que molestarme con una mordaza.

Cuando contesta, lo pone el altavoz. Reconozco al instante la voz


de Seb al otro lado de la línea. ¿Ya saben que he desaparecido? ¿Me
están buscando?
—Sí, aterrizamos bien —miente Rose despreocupadamente. Es
convincente—. El vuelo estuvo bien, sin turbulencias. ¿Cómo va tu
día? —Él empieza a hablar, pero Rose lo corta—: Lo siento mucho,
pero tengo que irme. Mi entrevistado acaba de llegar. —Sus ojos
brillan al encontrarse con los míos—. Puede que tarde un rato. He
oído que es un tema difícil. Tendré que sacarle las palabras.

—Llámame más tarde, ¿de acuerdo? —pregunta Seb. Detecto


emoción y esperanza en su tono. ¿Cómo reaccionará cuando
descubra que la chica de sus sueños es una asesina psicótica?—.
Aún tenemos una cita que planear.

Lame sus labios, pero no está hablando con Seb cuando


responde:

—No puedo esperar.

Intento sacudir las cadenas, pero están tensas. Tengo que


advertirle.
203
—Siento la interrupción —ronronea Rose, volviendo a centrar su
atención en mí. Respiro aliviado cuando deja el hierro. Por
desgracia, dura poco, ya que agarra unos alicates—. Se supone que
estoy en Dublín por un viaje de trabajo. Sin embargo, esto es mucho
más divertido, ¿no?

Se acerca. Tan cerca que su perfume floral fresco me envuelve y


sus pechos turgentes se presionan contra mi pecho. Ha pasado un
tiempo desde que estuve cerca de una mujer y la sangre sube a mi
pene a pesar del dolor. Afortunadamente, está demasiado ocupada
para notarlo, de lo contrario mi lengua no sería la única parte del
cuerpo que me faltaría.

—¿Por qué no te ponemos más cómodo? —Sus manos van a


desenrollar mis dedos enroscados, pero soy más rápido. Agarro su
pequeña muñeca. Con un movimiento, podría rompérsela, pero ella
sonríe—. No soy irrazonable, Bram. Si no me sueltas, cortaré tus
muñecas con una cierra, en vez de arrancarte unas uñas.
Mi erección se marchita cuando la suelto. Segundos después,
ella arranca mi uña con un movimiento vicioso. Mis músculos se
contraen. Fiel a su amenaza. Emito un gemido amortiguado de
agonía.

—Quiero que escribas todo lo que sepas sobre Spencer Bexley


—me dice y va por un bolígrafo. Lo pone en mis manos—. ¿Puedes
hacerlo por mí? Con un movimiento de cabeza bastará.

El bolígrafo se me resbala de la mano y cae al suelo. Suspira


frustrada, y saca un cuchillo de debajo de su manga como una
maga hábil. Sería hermosa si no estuviera sosteniendo una hoja
cerca de mi entrepierna. Labios llenos, piel clara, un cuerpo
curvilíneo para morirse y lindas pecas que cubren su nariz.
Lamentablemente, es el diablo disfrazado.

—Puedo ser muy persuasiva.

Gira el cuchillo en mi herida ardiente, haciéndome jadear. El


sudor gotea por mi frente mientras la hoja viaja hacia la cinturilla 204
de mis jeans, dejando una marca sangrienta detrás. Presiona el
afilado punto en mi miembro.

—¿No has oído lo que le pasó al último hombre que se cruzó en


mi camino? —Se ríe cariñosamente—. Spencer debe estar ocupado
recomponiendo su cuerpo.

El color abandona mi rostro. Fue ella. Ella mató a Anthony Steel.


Rose es la asesina de la que Spencer tiene miedo y de quien los
Duques lo están protegiendo. Ella es más que retorcida; es
completamente depravada. Estaba asustado antes, pero ahora...
estoy jodidamente aterrorizado.

—Podemos hacerlo por las buenas o por las malas. —Rose me


obliga a tomar de nuevo el bolígrafo en mi mano—. Quiero saber
sobre Spencer. Quiero saber cómo encontraste a Jonathon, y quiero
saber todo lo que sepas sobre un grupo que se hace llamar los
Duques.
Nos ha descubierto. Mi mente se acelera mientras agarra un
portapapeles. Quizá sea mejor que piense que trabajo para Spencer.
Necesito poner distancia entre los Duques y yo para mantener a Seb
y a los demás a salvo.

Suelto el bolígrafo de nuevo, esta vez a propósito. Ella me golpea


directamente en la cara. No reacciono, mirándola desafiante,
necesitando hacer mi actuación convincente, dejarla creer que mi
lealtad está con Spencer. Ella me golpea una y otra vez. Una rabia
desenfrenada brota de ella hasta que su pecho sube y baja
agitadamente por el esfuerzo.

—Vas a contarnos todo lo que sabes sobre Spencer Bexley —me


dice amenazadoramente, apuntando un cuchillo a mi garganta—.
O te abriré el cuello y drenaré cada gota de sangre de tu cuerpo.

De repente, la puerta se abre de golpe. Entra un hombre al que


no había visto en cinco años.

—Ivy. —Su voz sale en un gruñido autoritario—. Es suficiente. 205


Freddie

—Mierda. —Callen patea la estantería, haciendo temblar los 206


lomos. Le encanta la teatralidad. Está enfadado porque Bram ha
desaparecido y nos han superado, ¿pero yo? Estoy jodidamente
furioso.

La muerte de Danny nos obligó a actuar por orgullo, que fue


puramente un asunto de negocios. La desaparición de Bram es
personal. Nunca abandonaría un coche o un trabajo. Alguien se lo
llevó. No pararemos hasta encontrarlo, y quien lo tenga, pagará.

—¿Estás seguro de que no hay nada en las cámaras de


seguridad? —pregunta Callen por segunda vez.

—¿Quieres comprobarlo por tercera vez? —gruño—. Ya te lo he


dicho, no hay nada.

Un corte de luz en el momento exacto de la desaparición de


Bram nos ha dejado sin pistas que seguir, igual que ocurrió la
noche del secuestro de Steel. Alguien bien entrenado planeó una
emboscada. Sin duda, las mismas personas están detrás de ambos
casos, pero la cuestión es si el responsable es el Killers Club o
alguien más con rencor hacia Bexley. Un sentimiento persistente
en mis entrañas me dice que esto no es tan simple como parece.
Nos estamos perdiendo algo vital, y tenemos que averiguarlo rápido.

Callen da patadas a la pared. Mientras él se dedica a dañar todos


nuestros muebles, Seb está ocupado hablando por teléfono. ¿Qué
demonios está haciendo? Sus ojos de cachorrito me dicen al
instante con quién está hablando. Tan pronto como cuelga, me
dirijo a él.

—¿No podías esperar para comunicarte con tu nueva novia? —


exijo. Mis ojos se entrecierran con furia. Tiene que recordar dónde
está su lealtad. Los Duque primero. Siempre—. Bram ha
desaparecido. ¿Necesito recordarte tus prioridades?

—No —murmura, desviando la mirada y mordiéndose el labio.


Al menos tiene la decencia de parecer culpable y no pone excusas.

¿Qué tiene de especial la nueva mujer de su vida? Está 207


obsesionado. Cuando no estemos centrados en recuperar a Bram,
yo mismo investigaré el pasado de Rose Hathaway. Seb prometió
que ella no sería un problema, pero ahora no estoy tan seguro.

—Confía en mí —interviene Callen con una sonrisa—. Rose ha


dejado totalmente claro que Seb no es su novio.

Callen agarra un paquete de galletas de crema de la mesa y lo


abre. Lo hace crujir con fuerza, esparciendo migas por todas partes.

Seb se da la vuelta, listo para lanzarse contra él.

—Las compré para Bram.

Mis fosas nasales se ensanchan. Ya basta de discusiones.

Rara vez alzo la voz, pero ahora lo hago.

—¿Creen que esto es gracioso? —Ambos saltan ante mis


palabras, y les muestro los restos grimosos de Steel en la pantalla
de mi teléfono—. Este podría ser Bram si ustedes dos no sacan la
cabeza de su culo para encontrarlo.

Sus rostros se desencajan. Seb murmura una disculpa y Callen


se mete el resto de la galleta en la boca. Callen no se disculpa.
Nunca lo hace. «Lo siento» no está en su vocabulario.

—Justo lo que necesitamos —refunfuño cuando suena mi


teléfono y aparece el nombre de Spencer—. Cállense los dos de una
puta vez y hagan algo, lo que sea, útil mientras me encargo de esto.
—Me separo de ellos para responder a su llamada con
brusquedad—. ¿Qué?

—No he visto a los Duques patrullando esta mañana. —Spencer,


arrastra las sílabas de una forma que me dan ganas de meterle a la
fuerza por la garganta el teléfono desde el que llama—. ¿Hay algún
problema?

—No hay ningún problema —miento—. Nos contrataste por


nuestra discreción. Si no nos ves a nosotros, significa que estamos 208
haciendo nuestro puto trabajo.

Spencer balbucea.

—Pensé que...

—¿Que seríamos visibles para espantar al Boogeyman? —Me río


fríamente—. No somos tus perritos falderos, Bexley. Trabajamos a
nuestra manera. Si tienes algún problema con eso, nosotros...

—No hay problema —interrumpe—. ¿Y qué hay...?

—Recibirás una actualización cuando esté listo —digo, dando


por terminada la conversación.

Seb y Callen me miran boquiabiertos, con una mezcla de


asombro y conmoción mientras cuelgo. Me enorgullezco de nuestro
fantástico servicio de atención al cliente, pero Spencer me eriza la
piel. Además, tenemos asuntos más urgentes que tratar que ser
educados con imbéciles consentidos.
—¿Qué? —les gruño—. Seb, contrata seguridad para seguir a
Bexley. Callen, prepara el auto. Tenemos lugares a donde ir.

A veces subcontratamos personal de seguridad para que nos


ayuden. Los Duques no pueden estar en todas partes a la vez, y
algunos trabajos no requieren toda nuestra atención. Además, si la
persona que está atacando a Spencer tiene a Bram, necesito
mantener a mis hombres donde pueda verlos. No podemos perder
a nadie más. Los muy bastardos me sacan de quicio, pero son mi
familia. Son todo lo que tengo y no voy a perder a nadie más. No
otra vez.

Ya he perdido demasiado.

209
Ivy

—¿Qué? —Giro para ver a Alaric oscureciendo la puerta como 210


un supervillano. ¿Tenía que entrar y mostrar su autoridad de esa
manera? Resoplo y cruzo los brazos enojada, como una niña
regañada por su profesión—. Me pediste que obtuviera información.
Eso es exactamente lo que estoy haciendo.

—Estás demasiado involucrada en esto —dice—. Te pedí que


averiguaras por qué siguió a Jonathon, pero pareces más
interesada en otro tema.

¿No entiende que esta bestia de hombre es lo más cerca que


estoy de saber más sobre Spencer? Cuando capturé a Steel, me
dominó la sed de sangre y no le hice preguntas. Han pasado cinco
años desde que dejé el país. Muchas cosas podrían haber cambiado
desde entonces. Spencer podría operar de manera diferente, y
necesito los detalles. ¿De qué otra forma voy a vengar a Daisy?

Los duros rasgos de Alaric se suavizan, leyendo mi mente. Puede


quedarse con su compasión. Ya no necesita salvarme. No soy una
patética damisela en apuros; puedo luchar mis propias batallas.
—Déjame hablar con él —insiste Alaric.

Lo dice como una petición, aunque su voz es firme. Es una


orden. Miro de Bram a Alaric. Mi cabeza y mi corazón luchan entre
sí, pero mi sensibilidad se impone.

—Bien, pero no me iré —me quejo y me hago a un lado, luego le


lanzo a Bram una dulce sonrisa—. Todavía tengo los alicates, si los
necesitas.

—Nunca pensé que volveríamos a vernos —dice Alaric,


proyectando la sombra de su tamaño gigantesco sobre Bram—.
¿Qué estabas haciendo a escondidas fuera de la mansión de
Bexley?

Bram hace una mueca. Seguro, siente dolor por su nueva y


encantadora marca y por su uña expuesta, pero hay algo oculto
bajo su expresión. Su boca se retuerce como si el nombre de
Spencer le provocara náuseas. Reconozco esa expresión. Es la
misma que tengo cada vez que me miro en el espejo y pienso en lo 211
que Spencer ha hecho.

—Ya te perdoné la vida una vez, Deveraux. No volveré a hacerlo


—advierte Alaric. Su voz eriza mi piel. Alaric está en un punto de
su carrera donde no necesita ensuciarse las manos. Ama la
violencia tanto como a cualquiera, pero obtiene respuestas de otras
maneras—. Te dejaré vivir si nos das información útil.

Alaric le pasa a Bram el bolígrafo. Esta vez, no lo deja caer. ¿Cuál


es el problema de Bram? ¿No le gusta que una mujer le diga qué
hacer? Los hombres son ridículos. Si no estuvieran tan ocupados
arrastrando sus pelotas por el suelo, podrían verme venir antes de
que los mate. Su masculinidad es una debilidad.

—Tendrás que perdonar las indiscreciones de Ivy —dice Alaric


mientras camina de un lado a otro—. Pero estoy seguro de que tú,
más que nadie, entiendes su enfado con Spencer Bexley.
—¿Qué quieres decir? —pregunto bruscamente—. ¿Cómo es
posible que lo entienda?

—Porque Bram es quien te trajo a mí la noche que Spencer


intentó matarte. —La voz de Alaric es firme. Está diciendo la verdad.
Esto es lo que él y Stephanie me han estado ocultando.

—¿Él? —Miro al hombre montado en el banco como Cristo en el


crucifijo—. ¿Él es el que me salvó?

212
Bram

Alcanza el banco, aferrándose a él para estabilizarse. Esto es 213


una sorpresa. Ella nunca había oído hablar de mí antes.

Es ella... Ivy Penrose.

La hermana del amor de la vida de Freddie.

Reconozco su nombre por la tumba del cementerio. Dos lápidas


iguales, una al lado de la otra. Cuando la visité para depositar flores
con Freddie, esperé que el ataúd de Ivy estuviera vacío y recé para
que Alaric la salvara.

No debería haber confiado en él. Alaric dijo que dirigía un


programa de protección de testigos, pero mintió. Tiene una
operación muy diferente. Es un genio. ¿A quiénes sería mejor
convertir en asesinos que a aquellos que se supone que están
muertos?

Quería que estuviera a salvo, pero se la entregué a un hombre


que la convirtió en un monstruo brutal. La chica que juré proteger
es ahora una máquina de matar que amenaza a las personas que
más me importan. Quizá Ivy habría estado mejor si la hubiera
dejado morir aquella noche. Spencer me llamó después de que
sucediera para conducir su auto de escape, pero vi lo que hicieron
y regresé por ella.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Rose-Ivy se gira hacia Alaric. Sus


ojos parpadean hacia mi torso y las heridas que me ha infligido. ¿Es
capaz de sentir culpa?—. Deberías haber dicho algo.

—Pensé que sería agradable para Bram volver a verte. —Alaric


se encoge de hombros—. Un bonito reencuentro.

En momentos como este es cuando me gustaría hablar. Si


pudiera, rugiría. Prometió darle una vida mejor, no entrenarla para
tomarlas. Ha explotado a una mujer vulnerable al borde de la
muerte.

—Pero tú... —argumenta Ivy, mientras él agita una mano para


callarla. Su rostro se enrojece mientras se contiene para no tomar
represalias. 214
Alaric vuelve a dirigirse a mí.

—Has sido fiel a tu palabra y has guardado silencio para


protegerla.

Forcejeo y se ríe. Mi silencio no la protegió de Alaric. Nunca se


la habría llevado si hubiera sabido en qué se convertiría; habría
hecho todo lo posible por salvarla yo mismo.

—Luchar, no ayudará, Bram —dice—. Deberías ahorrar tu


energía.

—Si trabaja para Spencer, ¿por qué no está en mi lista? —exige


Ivy.

¿Su lista?
—Paciencia, Ivy —dice Alaric, palmeando su brazo con
simpatía—. Quiero saber qué hacía nuestro invitado en la mansión
de Bexley.

Por la sonrisa satisfecha en su rostro, él ya lo sabe. La angustia


retuerce mi estómago. Si se entera de que soy un Duque, los demás
están prácticamente muertos... si es que no los ha encontrado ya.

—Sé que dejaste de trabajar para Spencer Bexley el día que me


trajiste a Ivy —dice Alaric—. Luego desapareciste de la faz de la
tierra. Pensé que habías abandonado el país, pero ¿te imaginas mi
sorpresa cuando descubrí que habías vuelto?

¿Y qué? Entrecierro los ojos. Escúpelo, hijo de puta.

—Eres uno de ellos, ¿no? —gruñe Alaric—. Los Duques. La


banda que se mete en nuestro camino y mata a nuestros clientes.
No nos gusta eso.

215
Niego con la cabeza rápidamente, demasiado rápido. Mi
negación no significa nada. Ya ha tomado su decisión.

—¿Es un Duque? —pregunta Ivy—. ¿Cómo puedes estar tan


seguro?

Alaric hace un gesto y saca un teléfono de su bolsillo.

—Por esto.

Ese es el mío. Incluso si mi lenguaje corporal no me delata, un


mensaje de Freddie, bajo un nombre en clave, sobre el trabajo de
Bexley lo haría. Joder. Afortunadamente, no hay nada en el
dispositivo que puedan usar para rastrear a los otros. Tenemos un
estricto protocolo de comunicación. Usamos una VPN para ocultar
de dónde vienen los mensajes y se envía una alerta de emergencia
con un pin de ubicación si alguien no revisa su teléfono después de
un tiempo determinado.
—Desactivamos todas sus medidas de seguridad y hackeamos
su pequeño chat de grupo de vigilantes —dice Alaric—.
Impresionante tecnología, por cierto. ¿Lo hiciste tú mismo?

Vete al infierno.

—Tus amigos no saben dónde encontrarte —se burla—. Es difícil


recibir una señal tan lejos bajo tierra.

Si Alaric sabe que soy un Duque, ¿por qué sigo vivo? Hago sonar
mis cadenas. Ivy debería haberme matado. Al menos habría muerto
sin saber la verdad sobre la chica por cuya protección lo arriesgué
todo.

—Sé que no nos dirás quiénes son, así que tengo una idea mejor
—dice Alaric—. A los Duques les gusta jugar, y a nosotros también.
Pediremos a tus amigos que se reúnan con nosotros, y cuando lo
hagan, los mataremos a todos. Si no aparecen, los rastrearemos
uno por uno, y luego te mataremos a ti después de que los hayas
visto morir. 216
Una sonrisa retorcida se dibuja en el rostro de Ivy.

—Empieza el juego.

Lo que no sabe es que está firmando la sentencia de muerte de


su nuevo novio...
Callen

Los hombros de Freddie se tensan mientras aprieta el teléfono y 217


tiembla de rabia. Las venas de sus brazos se hinchan por su agarre
firme.

—¿Qué es? —pregunto, apartándome rápidamente para


mantener la distancia en caso de que lo lance en un arrebato de ira.
Al menos estoy más seguro en el asiento trasero.

Freddie, rara vez pierde la calma, pero es como un volcán


cuando explota, y no querrás interponerte en su camino.

—Tengo un mensaje —dice Freddie entre dientes—. De Bram.

Seb levanta la mirada de la computadora portátil de Bram.


Hemos estado buscando pistas después de traer su auto
abandonado a nuestro garaje. Todo lo que hemos encontrado es
una lista de gente que quiere a Spencer Bexley muerto. Como era
de esperar, la mayoría de ellos tienen una inclinación por la
violencia.

—¿Y? —pregunto—. ¿Qué dice?


—Es una fecha y un lugar —dice Freddie, respirando como un
toro a punto de embestir—. El Conservatorio. A las seis de la tarde.

Frunzo el ceño. Un restaurante de mala muerte con un código


de vestimenta.

—No sería mi primera opción para una negociación de rescate.

—Eso es porque comes como un animal —rebate Seb.

El ego del chico está herido por nuestro trío. Rara vez vuelvo a
estar con la misma chica dos veces. Mi pene es voluble. ¿Por qué
estar con la misma mujer cuando cada agujero es un objetivo? Pero
Rose me intriga. Haré una excepción por ella. Hay más de ella para
explorar...

—Es una trampa —dice Freddie lo obvio.

—Entonces, ¿qué hacemos? —pregunta Seb—. No podemos

218
dejar a Bram. No sabemos con quién está y lo que quieren. Podría
estar con el asesino de Steel. Podría ser un agente del Killers Club.
No sabemos en qué nos estamos metiendo.

—Estaremos bien —le digo—. Solo dame tiempo para asaltar el


armario y lo tendré resuelto.

Soy un hombre de muchos talentos. Además de mi habilidad


para hacer cirugía cardíaca, juego con pólvora en mi tiempo libre.
También me estoy volviendo bastante bueno en eso.

—Sin explosivos —dicen Freddie y Seb al unísono.

Tienen que superar el hecho de que casi activo una mina en la


cocina. Solo pasó una vez.

—Caray. ¿Qué son? ¿La policía de la diversión? —Pongo los ojos


en blanco. Necesitan animarse y vivir un poco—. Todavía
necesitamos munición.
—Es un lugar público —dice Freddie—. Una calle concurrida
con mucha gente alrededor. No pueden tener un tiroteo sin llamar
la atención.

—No nos han dado ninguna prueba de vida —digo, expresando


lo que tienen demasiado miedo de decir—. Bram ya podría estar
plagado de gusanos.

Seb me fulmina con la mirada por el retrovisor. Eludir un


problema no cambia la realidad. No vivimos en un mundo lleno de
sol y arco iris; la oscuridad y la muerte nos rodean.

—Hay una posibilidad de que esté vivo, así que vamos —dice
Freddie—. Bram es un Duque.

Su habilidad para hackear es la única razón por la que vale la


pena salvarlo.

—No sabemos cuántos estarán allí —dice Seb—. Podrían


219
superarnos en número.

Diez hombres son iguales a uno de mí. Estaremos bien.


Sebastian necesita ponerse sus botas de niño grande si va a salvar
a Bram de los secuestradores. No es sorprendente que Rose quisiera
experimentar con un hombre de verdad.

—Cobarde. —Toso—. ¿No quieres ensuciarte las manos? Te


estás volviendo blando desde que conociste a Rose.

Una vena se crispa en la frente de Seb.

—No me pongas a prueba, Callen, o será tu sangre la que estará


sobre mis manos.

—Basta —espeta Freddie. Su ceño se frunce mientras las ruedas


en su mente giran, sopesando los pros y los contras—. Tenemos
que ser precavidos. Nos separaremos. Yo puedo pasar
desapercibido y evaluar la amenaza. Ustedes dos pueden esperar
fuera.
—¿Estás tratando arruinar toda la diversión? —gimo—. Si ese
hijo de puta mudo hace que nos maten, juro que...

—Tenemos que prepararnos —me corta Freddie con frialdad—.


Los Duques no dejan a nadie atrás.

220
Ivy

Espero en posición, encaramada en un taburete y entablando 221


un coqueteo ligero con el cantinero. Llevo aquí dos horas, y
«Bethany» acaba de irse. Si alguien está observando, verá que tengo
una razón para estar aquí. Nadie cuestionaría que dos mujeres se
pongan al día de manera inocente mientras toman mojitos.

Le mando un mensaje a Seb para pasar el tiempo.

Rose: Estoy de vuelta en Londres. ¿Qué tal mañana por la


noche?

Por lo general, suele responder rápido, pero no me dice nada.


Tal vez se está haciendo el difícil.

—¿Deseas otra bebida? —me pregunta el cantinero, mirándome


los pechos por encima del vestido—. Yo invito.

—Quizá más tarde —digo, levantando mi vaso medio lleno.

Desde mi sitio, tengo una vista perfecta de las puertas. Observo


el suelo. ¿Cómo voy a saber quiénes son los Duques? Si su nombre
sirve de algo, casi espero que entren a caballo y vestidos con trajes
medievales. Pero sé mejor que nadie que las apariencias engañan.

Alaric, los gemelos Tweedle y Stephanie esperan afuera con


Bram atado a rastras. Están estacionados en una furgoneta de
reparto de comida. La misma furgoneta que hace entregas al
restaurante todos los días. Incluso Tweedledum dejó algunos
paquetes para evitar llamar la atención. Somos minuciosos.

Sorbo mi cóctel pacientemente. Si me saliera con la mía, Bram


ya estaría muerto. Puede que haya sido mi salvador una vez, pero
eso no cambia los hechos. Si trabajó para Spencer esa noche, debe
haber estado involucrado en lo que pasó y pertenece a mi lista. Una
buena acción no anula una mala; salvar mi vida no significa que
perdonaré la suya.

El bar bulle con conversaciones. Es elegante y lujoso, con


música jazz de fondo. La gente coloca sus bebidas en mesas

222
cercanas y se para a charlar, mientras que otros se reúnen en
grupos para compartir platos diminutos y caros.

Mi diminuto auricular está escondido detrás de mi cabello, y


tengo mi cuchillo de lápiz labial guardado en mi bolso. Alaric me
quitó todas las demás armas después de mi estallido y se soltó un
sermón sobre cómo no quiere que las emociones nublen mi juicio.
Mi juicio no está nublado. De hecho, veo más claramente que nunca
que necesito mi fría y brutal venganza.

—Nos queda media hora —me dice Alaric al oído—. ¿Todo


despejado por dentro?

El cantinero me atrapa con la mirada y sonríe. Una sonrisa que


dice que le gustaría meterse en mis pantalones. Sería tan
afortunado.

—¿Qué tal esa bebida? —le pregunto al cantinero. ¿Quién soy


yo para rechazar un regalo cuando tengo tiempo para matar?—. Un
Pornstar Martini.
—¿Cómo es justo que ella esté dentro? —se queja Tweedledee.

Pongo los ojos en blanco. Qué mocoso. Sabrá mejor sabiendo


que está celoso.

El cantinero lo mezcla y lo desliza. Está adornado con la mitad


de una fruta de la pasión, y las semillas se han derramado sobre su
espumosa superficie.

—Aquí tienes.

—Perfecto —digo, sorbiéndolo ruidosamente en beneficio de los


Tweedles—. Mmm, delicioso.

Miro alrededor de nuevo. Mientras lo hago, alguien llama mi


atención. Me está mirando directamente. Un rostro que nunca
pensé que volvería a ver.

No. No puede ser...

Mi mente retrocede cinco años. Su cabello espeso está salpicado 223


de más canas, lo que solo agrega a su atractivo sexual. ¿Por qué
ahora? ¿Por qué este sexy hombre mayor tiene que volver a cruzarse
en mi vida en medio de una misión?

Es demasiado tarde para apartar la vista. Nos atraemos


mutuamente como imanes. Nuestra mirada se encuentra, y la
electricidad chispea, zumbando a lo largo de un hilo invisible y
agudizando mis sentidos. Me convencí de que había imaginado este
sentimiento. ¿Cómo podría un encuentro fortuito con un
desconocido haberse sentido tan correcto? Sin embargo, verlo de
nuevo borra mi duda y me demuestra lo contrario. La conexión que
compartimos entonces era real, incluso si el color ahora se
desvanece de su rostro como si hubiera visto a un zombi resucitar
de entre los muertos.

—Tenemos un problema —murmuro, ocultando mis labios en


movimiento detrás de mi mano mientras el atractivo hombre se
acerca a mí—. Alguien me ha reconocido.
Freddie

¿Mi mente me está jugando una mala pasada? No sería la 224


primera vez que confundiera a otra persona con ella. Excepto
cuando gira la cabeza y la luz le da en el rostro para iluminar sus
rasgos, estoy seguro.

Su cabello ha crecido y es un tono de rojo más profundo, pero


es ella. Daisy. Jamás olvidaría su rostro. El rostro de la mujer que
he estado lamentando y cuya tumba he visitado cada mes durante
los últimos cinco años.

Cuando no volví a saber nada de Daisy, quise encontrarla. Pensé


que podría haber perdido mi número porque no podía aceptar que
no se pusiera en contacto conmigo después de nuestro encuentro.
Las redes sociales estaban vacías. Daisy parecía haber
desaparecido de la faz de la tierra. Me pregunté si se había
inventado toda una identidad hasta que encontré un artículo. Uno
breve, entre las páginas de un periódico, sobre un extraño accidente
automovilístico en el que murieron dos mujeres la noche en que nos
conocimos. Supe al instante que era ella.
Los Duques creen que estoy loco. ¿Cómo puedes saber, después
de una noche, una copa, un beso que te cambia la vida, que has
conocido a la persona con la que estás destinado a pasar el resto de
tu vida? No puedo describirlo. Soy una persona lógica, y eso me
hace parecer un loco, sin embargo, es verdad.

Nuestra química no se parece a nada que haya experimentado


antes. Es un dolor profundo en mis huesos, como si ella llenara un
vacío que no sabía que me faltaba. Seguridad, excitación, un deseo
irrefrenable de hacer cualquier cosa para mantenerla a salvo,
incluso matar a cualquiera que se interponga en nuestro camino.

Ella es la elegida. Mi única.

Parpadeo, completamente desconcertado de mi objetivo. Estoy


aquí para negociar un rescate porque la vida de Bram está en juego,
pero estoy congelado en el sitio y mirando fijamente al rostro de un
fantasma.

Callen y Seb han estacionado unas calles más allá, esperando 225
nuevas instrucciones. Quienquiera que nos haya atraído hasta aquí
para hablar no quiere entablar una amistad. Querrán dinero, o
nuestras vidas, o lo más probable, ambas cosas.

No puede estar aquí.

Es demasiado peligroso.

Me pongo en acción. El tiempo se ralentiza mientras avanzo a


través de la multitud hacia la barra. Ella levanta un vaso a sus
labios, luego se detiene cuando su mirada encuentra la mía. Todo
lo demás se desvanece.

Ella recuerda.

Mi corazón late con fuerza. Empujo a la gente aparte como si


estuviera avanzando en medio de una batalla. Su mirada
permanece fija en la mía. Está igual de sorprendida. Cuando
finalmente la alcanzo, no hablamos. No podemos. Las palabras no
son suficientes.
¿Cómo es posible? Callen siempre dijo que perdería la cordura
suspirando por una chica muerta. Quizás finalmente ha sucedido...

Quiero acariciar su piel suave y sentir la sangre correr por sus


venas. Tengo que confirmar que es real, pero no me muevo. Mis
brazos permanecen pegados a mis costados e inclino la cabeza para
examinarla. Su piel brilla y ha ganado peso en los lugares correctos.
Es aún más hermosa de lo que recuerdo, pero algo es diferente.

—Daisy, tus ojos. —Ni siquiera el paso del tiempo me dejaría


olvidar esos profundos ojos marrones. Han perseguido mis sueños
durante años—. Son azules.

—Freddie... puedo... explicarlo.

Su voz es estrangulada y ahogada, pero lo único en lo que me


fijo es en mi nombre saliendo de su lengua y en lo jodidamente bien
que suena. Me recuerda. Sabe quién soy. Eso tiene que significar
algo, ¿no? Tomo una decisión precipitada.
226
—No podemos estar aquí —digo. La mirada celosa del cantinero
se clava en mí y le digo con la mirada que se retire—. No es seguro.

—¿Por qué? —pregunta, frunciendo el ceño—. ¿Qué pasa?

—Te lo explicaré todo más tarde —respondo, tomando su mano.


Nuestros dedos se rozan durante una fracción de segundo. Un
chisporroteo de energía surge entre nosotros, haciéndola
tambalearse sobre el alto taburete. Sus ojos se abren de par en par,
desconcertados—. ¿Confías en mí?

Traga saliva y asiente vacilante.

Mi mandíbula se tensa con determinación. Tengo que sacarnos


de aquí. Callen y Seb pueden ocuparse de las consecuencias, pero
Daisy es demasiado importante. Ya la perdí una vez, no volveré a
perderla.

Compruebo mi reloj. El Killers Club llegará en cualquier


momento. Arrastrar a una mujer fuera de un bar atraerá atención
no deseada. En contra de mi buen juicio, me quedo quieto.
Parecemos una pareja normal para cualquiera que nos mire.

—Sígueme el rollo —le digo, acortando la distancia que nos


separa. Acaricio su mejilla, sintiendo su calor. Controlar mis
emociones es una lucha—. Creía que habías muerto.

—Debería —responde ella, jugando con el dobladillo de su


vestido y moviéndose incómoda—. Es una larga historia.

¿Qué ha pasado? ¿Dónde ha estado? ¿Y por qué solo puedo


pensar en besarla? Verla es como entrar en un sueño. ¿Estoy
muerto también? Los secuestradores de Bram podrían haberme
matado. Todo esto podría ser producto de mi imaginación. Mi
cuerpo actúa por su propia voluntad. Antes de que pueda
detenerme, me inclino y mis labios rozan los suyos.

Retrocede bruscamente y un cubo de agua invisible cae sobre


mi cabeza. Esto no es un sueño.
227
—Lo siento —tartamudeo. ¿Estoy tratando de asustarla y
alejarla?—. No debería haberlo hecho.

Han pasado años. Soy un desconocido. ¿Esperaba que cayera


en mis brazos como si fuera el Príncipe Azul? Tengo suerte de que
no me abofetee. No lleva un anillo en el dedo, pero es plausible que
haya conocido a alguien más.

Entonces sonríe. Ilumina todo su rostro, llamando la atención


sobre sus adorables hoyuelos.

—Bésame otra vez —dice.

Esta vez, no me contengo. Ella envuelve sus brazos alrededor de


mi cuello y se levanta del taburete. Su beso me recuerda todo lo que
podría perder y por lo que tengo que luchar. Estamos en peligro;
cuanto más nos quedemos, más peligro correrá ella.

Me alejo de mala gana.


—Eso fue...

Sus labios entreabiertos hacen que mi pene se retuerza, pero


nuestra reunión puede esperar un poco más. Uno pensaría que
esperar diez minutos sería fácil después de cinco años, pero la
perspectiva es tortuosa.

—Tenemos que irnos —insisto. Apenas tiene tiempo de agarrar


su bolso antes de que tome su mano y tire de ella a través del bar—
. Sígueme.

—¿Adónde vamos? —pregunta, casi tropezando para seguir mi


ritmo—. ¿Qué está pasando? Freddie, me estás asustando.

—Solo agárrate fuerte, y pase lo que pase... —Aprieto su mano—


. No la sueltes.

228
Callen

Freddie dijo que nada de explosivos. Aguafiestas. Sus 229


instrucciones eran claras, pero yo soy el Duque del Caos. Las reglas
están para romperse, y si estamos caminando hacia una trampa,
me gustaría igualar nuestras probabilidades.

Volamos nuestro dron sobre el edificio desde unas calles más


allá. No me importa una mierda si lo ven. No sabrán de dónde viene.

—Ahí —dice Seb, señalando una furgoneta de reparto


estacionada en la parte trasera del edificio en la pequeña pantalla
que tiene en las manos. Hay poco estacionamiento cerca del
Conservatorio, bienvenidos a Londres y todos los demás autos de la
calle están vacíos—. Tienen que ser ellos, ¿no? No vendrían sin
vehículo.

—No si saben lo que les conviene —respondo con brusquedad


mientras dirijo el dron de vuelta hacia nosotros, evitando que una
paloma regordeta casi nos alcance—. ¿Qué dices? ¿Estás listo para
asaltar la furgoneta?
No hemos sabido nada de Freddie y estamos esperando su señal.
¿Por qué tarda tanto? Me pican las palmas de las manos. No puedo
quedarme quieto, muevo los pies para sacudirme la adrenalina que
me recorre. Es lo mismo antes de cada muerte. Salvar la vida de
Bram es esencial, pero me excita más una pelea. Lo estoy deseando.

El dron regresa sano y salvo. Salgo para recuperarlo, respiro


hondo y dejo que el aire llene mis pulmones sedientos de sangre.

—¿Y si ha pasado algo dentro? —digo, volviendo e intentando


sembrar la duda en la mente de Seb—. ¿No crees que ya hemos
esperado bastante?

Seb revisa la hora por cuarta vez. Se está poniendo nervioso. No


es típico de Freddie volverse ausente. Es el tipo de bastardo loco
que lee las instrucciones de los muebles varias veces antes de
intentar armarlo. Normalmente, soy yo quien irrumpe y rompe las
piezas que no encajan.

—Bien —acepta Seb de mala gana. Le toca a él hacer la 230


llamada—. Vamos.

Sonrío y abro la cremallera de mi mochila para comprobar que


todo está listo. Dentro hay un pequeño dispositivo que traje en caso
de emergencia. No es el único que llevo encima, pero es mejor que
Seb piense así. Es muy estricto a la hora de seguir las preciadas
normas de Freddie.

—Freddie no estará contento de que hayas traído eso —dice Seb,


poniendo el taxi en marcha—. ¿No nos oíste decir que nada de
explosivos?

Este auto es uno de mis favoritos. Aparte de mi colección de


Harley, es el único vehículo que he aportado a la flota de los
Duques. Un taxi negro londinense encaja en cualquier lugar de la
ciudad, y son difíciles de conseguir.

—¿Esta cosita? —Sonrío, acariciando el metal de mi bolsa como


si fuera la cabeza de un bebé. Activarlo no matará a nadie, pero
provocará un estallido y el humo suficiente para atraerlos desde un
escondite—. No es un explosivo, técnicamente...

Seb maldice entre dientes mientras nos quedamos atrapados en


una fila de luces de un semáforo. Por eso no me gusta manejar
autos. Soy un espíritu libre y prefiero zigzaguear entre el tráfico en
moto. Los autos son demasiado silenciosos. ¿Dónde está el rugido
y el viento azotándote el cabello? Un mal giro y estás muerto. Ese
es el tipo de riesgo que vivo.

—Detente —digo cuando nos acercamos al Conservatorio—.


Buscaré a Freddie y podrás estacionarte.

—Bien —se queja, Seb. Agarra el volante como si intentara


estrangularlo—. Pero en cuanto escuche ruido, me bajo.

Agarro una bolsa térmica de entrega de alimentos del piso y bajo


mi gorra aún más, haciendo que haya sombra sobre mi rostro.

231
—Lo tengo todo cubierto —digo con suficiencia—. Voy a ver qué
pasa.

Doy un portazo y tarareo mientras me dirijo al callejón donde


vimos la furgoneta. Sí, le mentí a Seb. ¿Y qué? Puedo encontrar a
Freddie más tarde. Todos me lo agradecerán cuando les salve el
trasero.

Hablo en voz alta al teléfono para recoger un falso pedido de


comida a domicilio.

—¡Joder!

Tropiezo con mis pies y caigo de rodillas. El dolor punzante me


hace sonreír, pero no me levanto de inmediato.

Un dispositivo se cae de mi bolsa durante la caída. Uy. Mi


creación artesanal rueda hacia la furgoneta como una pelota de
tenis. Me viene a la memoria una frase que solía decir mi padre.
«Pide perdón, no permiso» No lo aplicaba cuando golpeaba a mamá,
pero seguro que aquí sí.
Me pongo de pie para sacudirme, observando cómo se desliza
debajo del vehículo.

Uno...

Dos...

Tres...

232
Freddie

—¿Por qué nos vamos por acá? —pregunta, mascullando una 233
disculpa avergonzada al personal mientras atravesamos su
cocina—. Sabes que hay una puerta principal, ¿no?

—Confía en mí —digo, ignorando las miradas confundidas del


personal—. Esto es...

Un ruido fuerte afuera hace que todos salten. Callen. ¿Qué pasó
con lo de no traer explosivos? Justo cuando pienso que ya no
necesita un niñero, hace estas cosas.

—Probablemente, sea el tubo de escape de un auto —miento


despectivamente.

El personal no parece convencido, pero asienten y vuelven a


cortar verduras mientras nosotros seguimos por un estrecho
pasillo.

—Eso no era un auto —me sisea Daisy al oído—. ¿Qué demonios


está pasando?
—Daisy. —Doblamos una esquina y nos detenemos en la salida
de incendios. Me giro para mirarla. Ahora está involucrada. La he
metido en esto. Si la vieran conmigo, sería un objetivo—. Pase lo
que pase, quédate cerca de mí. No dejaré que te pase nada.

Traga saliva mientras abro la puerta. Por suerte, Callen ha


mostrado cierta moderación. No hay fuego, pero el aire está cargado
de humo, y él emerge entre la niebla.

—Ponte detrás de mí —le ordeno a Daisy, usando mi cuerpo para


protegerla.

La puerta de la furgoneta se abre, y tres personas saltan. Son


rápidos, pero yo soy más rápido. Saco armas de mi cinturón y las
apunto a los gemelos idénticos, mientras Callen apunta su arma
entre los ojos de una rubia.

—¿Dónde está? —exijo.

234
Un cuarto hombre avanza, imperturbable ante nuestras armas.
Es calvo, tan alto como yo, y está cubierto de tatuajes de la cabeza
a los pies. Es el líder.

—Por fin nos conocemos —dice en un tono inusualmente


grave—. Ustedes deben ser los Duques.

—¿Y tú eres?

—Ya sabes quiénes somos —responde—. Teniendo en cuenta


que te has encargado de interferir en nuestros asuntos.

El Killers Club.

Esto es una venganza por Adam. Lo matamos para demostrar al


Killers Club que íbamos en serio, pero fue estrictamente por
negocios. Tomar a Bram es personal. Se ha cruzado una línea, y no
hay vuelta atrás.

—¿Dónde está Bram? —exijo.


—Todo lo que tienes que hacer es responder a unas preguntas
para recuperar a tu amigo —dice de una manera que implica que le
cortaría la garganta a Bram y luego lo entregaría

—¿Cómo sabemos que no está muerto? —dice Callen. La mujer


le frunce el ceño y él ronronea—: Eres guapa, cariño. Pero me
gustarías más con un agujero en la cabeza.

El rostro tatuado del líder se contorsiona con furia. Ella es su


punto débil. Tomo nota mentalmente. Nunca se sabe cuándo
podrías necesitar explotar un punto débil más tarde.

—¿Esa es la mejor frase que tienes? —La rubia mira a Callen de


arriba abajo y luego se ríe—. ¿Sabes lo que dicen de los hombres
con energía de gran pene? —Levanta el dedo meñique y lo mueve—
. Mienten.

Si no estuviéramos en un enfrentamiento con los mejores


asesinos del país, me reiría. No hay nada malo en bajarle el ego a
Callen. 235
Las mejillas de Callen enrojecen.

—Zorra.

—Eso es lo que dicen todos, cariño —responde con un guiño, y


luego asiente a su novio—. Si quieren pruebas, vamos a
enseñárselas.

El líder gruñe, pero asiente a los gemelos. Desaparecen en las


oscuras profundidades de la furgoneta y regresan sosteniendo entre
los dos una figura inerte. Bram lucha por ponerse de pie. Su pecho
se agita mientras jadea en busca de aire. Está lleno de moratones y
su ropa está manchada de sangre.

Intento no reaccionar y pregunto:

—¿Qué quieres?
—Quiero que dejen de jugar —dice el líder—. Llevamos en
Londres más tiempo que tu pandillita y no nos iremos a ninguna
parte. Les doy una última oportunidad. Pueden disolver a los
Duques y abandonar la ciudad, o pueden morir. Somos muy buenos
en lo que hacemos.

—No tenemos miedo —respondo, entrecerrando los ojos. No me


intimida—. Puede que sean buenos en lo que hacen, pero nosotros
somos igual de buenos.

Nuestras miradas se fijan en el otro. Ninguno de los dos está


dispuesto a ceder hasta que un soplo de aire me pasa por encima.
Daisy. Intenta correr con sus ridículos tacones, pero no es lo
suficientemente rápida. Un gemelo la bloquea, agarrándola del
cabello y tirando de ella hacia atrás. Su grito me hace estremecer.
Su brazo se aprieta alrededor de su cuello mientras la sujeta en una
llave de cabeza.

236
—¿Adónde crees que vas? —le exige el gemelo, arrastrándola
hasta colocarla junto a Bram—. Tú te quedas aquí.

Sus ojos reflejan miedo. Mi guardia baja, y el líder lo ve. Al igual


que yo vi su debilidad cuando defendió a la rubia. Él sabe que me
importa.

El líder hace crujir sus nudillos.

—Es hora de negociar.


Ivy

Supe que esta misión estaba empeorando en cuanto lo vi. 237


Freddie, el hombre que hizo que mi corazón saltara hace cinco años.
Un fugaz encuentro con este apuesto desconocido precedió a la peor
noche de mi vida. Con el dolor que siguió, pensé que imaginé lo bien
que se sentía estar con él, pero nuestra ardiente conexión sigue ahí.

Mis pensamientos son un desastre. Llegan como un tsunami.


Ola tras ola de confusión. Encajé las piezas en cuanto vi a Callen.
Debería haber apuñalado a ese bastardo cuando tuve la
oportunidad, pero Freddie... no se supone que sea el hombre que
buscamos. Si él y Callen son Duques, ¿Seb también es uno de ellos?

Aumenta la tensión entre Alaric y Freddie. Capto la mirada de


Stephanie y espero que sepa lo que estoy pensando. Podemos sacar
provecho de la situación. Queremos información; puedo
conseguirla. Ella inclina la cabeza en un gesto tan imperceptible
que nadie más se da cuenta.

Estamos en ello.
Finjo un intento de escape al tratar de correr. Tweedledum está
sobre mí en un instante. Envuelve su musculoso brazo alrededor
de mi cuello, apretando un poco demasiado fuerte. ¡Por Dios! Podría
fingir que no está disfrutando esto. Cuando estemos en la base, le
daré una paliza en una pelea.

El exterior sin emociones de Freddie se desmorona durante una


fracción de segundo, pero todos lo vemos. El miedo. Estamos
entrenados para sentirlo como los tiburones. ¿De qué tiene miedo?
¿Realmente le importa perder a alguien que solo ha visto una vez?

Gimo como lo haría cualquier chica normal en esta situación.


Adoptar un papel es algo natural, pero no puedo dejar de pensar en
el vínculo de los Duques con Spencer. Bram se ha negado a escribir
nada, así que lo único que hemos conseguido deducir de un
mensaje de texto es que tienen algún tipo de relación laboral. Mi
intuición me dice que Freddie es un buen tipo, pero ya me he
equivocado antes. ¿Me equivoco otra vez? Necesito averiguar cuál
es su conexión. 238
—Tráemela —dice Alaric.

Tweedledum me tira al suelo a los pies de Alaric.

Callen me ve bien por primera vez. Sus ojos se abren de par en


par, más por la perplejidad que por la sorpresa. Una sonrisa se
dibuja en sus labios. Mientras tanto, Stephanie hace su
movimiento. Se lanza hacia Callen, jugando según sus términos. Él
responde como se esperaba, acercándola y sosteniendo una pistola
en su cabeza. Está molesto por su comentario anterior, aunque sé
que su gigantesca hombría coincide con su ego.

Alaric gruñe y me obliga a ponerme de pie por mi cabello. Su


agarre es suave, pero finjo un doloroso jadeo para un efecto
dramático. Estamos manipulando la situación, aunque a él no le
gusta poner a su chica en peligro. Callen es una bala perdida.

—No le hagas daño —suplica Freddie mientras Alaric me pone


un cuchillo en la garganta.
No tiene ni idea de que yo sea uno de ellos, pero no todos los
Duques son ignorantes. Mi mirada se desvía hacia Bram, que se
revuelve contra el agarre del gemelo. Tweedledee le inyecta otro
sedante en el cuello antes de que intente algo o me descubra.

Alaric pasa la hoja sobre mi piel y saca sangre.

—Podría cortarle la garganta.

—Y podría pintar la calle con sus sesos —responde Callen,


presionando el cañón contra la sien de Stephanie.

Está jugando con ella. Bastardo retorcido. Hacer sufrir a la gente


no es un trabajo para él. Lo disfruta.

—Basta, Callen —ordena Freddie, dirigiéndose hacia Alaric—.


Hagamos un trato.

—¿Qué tal un intercambio? —propone Alaric—. Uno por uno. No

239
puedes elegir a los dos. Entonces, podemos hablar de negocios
reales. ¿A quién elegirás?

Lo está poniendo a prueba. De cualquier manera, es una victoria


para nosotros. Los ojos de Freddie pasan entre Bram y yo. Esto
debería ser una decisión simple. Debería elegir a un Duque antes
que a un extraño, pero no dice nada.

Una aguda alarma de incendios procedente del restaurante


interrumpe nuestras negociaciones. Stephanie aprovecha la
distracción para zafarse de Callen con la elegancia de una bailarina
de ballet, mientras los gemelos arrastran el cuerpo inerte de Bram
hasta la furgoneta.

Alaric guarda su cuchillo y me susurra al oído:

—Ya sabes lo que tienes que hacer, Ivy. Averigua todo lo que
puedas y luego mátalos a todos.

—Dame una semana —digo, apenas moviendo los labios.

—Tienes tres días —responde Alaric.


Sé que si no me pongo en contacto con él para entonces, él
mismo me sacará.

Un disparo de pistola.

Una bala pasa volando.

Entonces, un rugido de agonía y dolor rasga el aire. Se produce


una conmoción y Tweedledum se agarra el pecho. La sangre
empapa su camisa y cae, pero no es él quien grita. Es su hermano.
Su grito me estremece hasta la médula. Lo reconozco: el inquietante
sonido de alguien que pierde a la persona que más quiere, igual que
yo, al perder a Daisy.

El personal de cocina se precipita por la salida trasera y tropieza


con la escena. El humo persistente oscurece los detalles, pero
debemos actuar con rapidez para evitar ser vistos. Me quito el
auricular y lo aplasto bajo mis pies. Si los Duques son tan
sofisticados como para matar a Adam, no puedo arriesgarme a que
lo encuentren. 240
Alaric se dirige rápidamente hacia Tweedledum, y yo empiezo a
correr.

—Por aquí. —La mano firme de Freddie agarra mi brazo y me


devuelve estrepitosamente a la realidad—. ¡Daisy, vamos!

Freddie me arrastra calle abajo para alcanzar a Callen, que ya


está huyendo.

Miro hacia atrás por encima del hombro para ver a Alaric a
través del borrón de figuras. Cierra la puerta de la furgoneta tras
ellos mientras Stephanie pisa el acelerador. La furgoneta chirría
mientras ella acelera. Los transeúntes inocentes se apartan del
camino mientras se alejan a toda velocidad.

—¡Cuidado! —Freddie me tira a un lado para evitar que me


atropelle la furgoneta—. ¡Date prisa!
Llegamos a la calle principal y un taxi negro se detiene a
nuestros pies. Baja la ventanilla. Mi estómago se revuelve y cae al
confirmarse mis sospechas anteriores.

Seb.

Es un Duque.

—Sube. —Freddie me empuja al asiento trasero y me sigue


mientras Callen salta al asiento del copiloto—. ¡Conduce!

Estoy en un auto con tres hombres que ahora son el enemigo


número uno del Killers Club. Alaric quiere que los mate a todos.

—Ve tras ellos —ruge Callen—. ¡Por ahí!

Seb gira el volante en dirección opuesta.

—¿Qué estás haciendo? —grita Callen, golpeando el salpicadero


con las manos, frustrado—. Vas en dirección contraria.

Seb lo ignora, y sus ojos se encuentran con los míos en el espejo. 241

—¿Rose? ¿Qué haces aquí?

—¿Rose? —Freddie frunce el ceño—. Esta es Daisy.

—Creo que sabría el nombre de mi novia, jefe —gruñe Seb—.


Daisy está muerta, ¿recuerdas?

Callen sonríe con satisfacción en medio del caos.

—Parece que alguien ha estado contando mentiras...

He planeado esto. Todos los agentes deben tener clara su


tapadera antes de entrar en el campo.

—Primero, no soy tu novia —corrijo a Seb—. Segundo, Freddie


tiene razón. Mi verdadero nombre es Daisy Penrose, y... estoy en
protección de testigos.

Continuará…
Deadly Seduction

242

¿Y si completar una misión, significa romper tu corazón?

Mis órdenes son claras. Tengo tres días para recopilar


información, y luego matarlos a todos.

Por desgracia para mí, uno de mis objetivos es el hombre alto,


moreno y guapo con el que he fantaseado durante años.

Después de creer mis mentiras, Frederick James cree que es mi


salvador. A pesar de que ha pasado el tiempo, nuestra química
candente no se ha desvanecido. Él promete que su pandilla puede
mantenerme a salvo, pero no saben que soy de quien necesitan
protección.

Mientras Freddie, Seb y Callen hacen planes para salvar a su


amigo, sentimientos inesperados y asesinos vengativos, me hacen
cuestionar dónde reside mi lealtad. Sin embargo, tres hombres
ardientes que compiten por mi atención no pueden distraerme de
mi propósito, sin importar lo difícil que sea resistirlos...

Deadliest Love #2

243
Me divertí mucho escribiendo este libro y espero que hayas
disfrutado leyendo el comienzo de su loco viaje.
Esta serie nunca habría sido terminada si no fuera por el increíble
apoyo de mi esposo. Él es mi chef personal, el que carga los pesados
paquetes de libros y la persona que me sigue recordando que puedo
hacerlo.
Del mismo modo, no puedo agradecer lo suficiente a Ria y Kyla (mis
talentosas lectoras beta) por su continuo apoyo.
Finalmente, gracias, lector, por darme una oportunidad. De entre
todos los libros en el mundo, me siento honrada de que hayas 244
elegido el mío.
Holly Bloom tiene un título en Literatura Inglesa, pero no dejes
que eso te engañe... ¡elegiría una novela romántica candente en 245
lugar de una obra de Shakespeare cualquier día!

Holly escribe romance contemporáneo, del tipo oscuro, crudo y


retorcido. Le encanta crear personajes femeninos increíbles que no
tienen miedo de expresar sus opiniones y escribir sobre los hombres
que pueden manejarlas, a menudo, ¡hay más de uno! ¿Por qué
elegir, verdad?

Cuando no está trabajando en su próximo proyecto, Holly pasa


una cantidad poco saludable de tiempo viendo programas de
crímenes reales y vagando por los bosques cerca de su hogar en el
Reino Unido. Además de los deliciosos brownies de chocolate, lo que
más le gusta en el mundo es recibir mensajes de sus lectores.
246

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy