Voyeur 04 - Another - Fiona Cole
Voyeur 04 - Another - Fiona Cole
Voyeur 04 - Another - Fiona Cole
Traducción:
Fassy
Gretel
Lucid Dreams
Corrección:
Zigora
Fassy
Lectura Final:
AdryES
Diseño:
Anatra
Contenido
Contenido
Sinopsis
Playlist
1
Carina
2
Ian
3
Carina
4
Carina
5
Ian
6
Carina
7
Ian
8
Carina
9
Ian
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Carina
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Ian
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Ian
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Carina
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Ian
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Carina
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Ian
Carina
27
Carina
28
Ian
Carina
29
Ian
Carina
EPÍLOGO
Carina
Hanna
Sinopsis
Voyeur #4
Para todas las mujeres que me han
construido.. Son más de lo que podría
haber pedido.
Playlist
After the Storm - Mumford & Sons
—Soy Carina.
—Te recuerdo.
—Soy Ian.
—Bien.
—No puedo decir que estoy triste por eso. Pero debo
admitir que me sorprende ver a una mujer tan hermosa en
una cita a ciegas. Solo puedo imaginar a los hombres
haciendo fila para tener un momento contigo.
Me reí suavemente.
—Me lo imagino.
—Preciosa —dijo.
—Comencemos, ¿de acuerdo? Lo principal a recordar es
comunicarse entre sí. De lo contrario, diviértanse.
—Cállate, Ian.
—Más.
Santa mierda.
—Ian —gimió.
Mis caderas se sacudieron ante el sonido y lo juro casi
me corro por el contacto. Sin atreverme a dejar de
burlarme de ella, me moví hacia el otro pecho, mi mano se
desplazó por su cuerpo para palmear su muslo y decidí
presionar mi suerte, con la fotógrafa al otro lado de
nosotros, incapaz de ver lo que estaba haciendo, alcancé
alrededor de su muslo hasta que puse mi dedo en el borde
del encaje de sus bragas.
—Por favor.
—¿Más, nena? ¿Necesitas más? —me burlé. Tener a una
mujer tan poderosa mendigando debajo de mí tenía mi
polla más dura que nunca. Comencé a preocuparme de que
me llevara con ella cuando finalmente la soltara.
—Bebé —insultó.
—Gata infernal.
—Te gusta.
Ella dudó porque le gustó. Simplemente no quería que le
gustara. Me hizo preguntarme qué Carina era real. La que
quería ser empujada a la sumisión, la que actualmente me
mira.
—No.
—Vamos, Carina. Podría hacerlo divertido. Todo lo que
tienes que hacer es admitir lo mucho que te gusta la forma
en que te irrito.
—Lo haces molesto con tus chistes inmaduros.
Un bebé.
Las lágrimas quemaron la parte posterior de mis ojos y
el palo de plástico se difuminó cuando todas las emociones
golpearon cada nervio de mi cuerpo.
Estaba embarazada.
—Eso.
Jake vio el ceño fruncido de mi padre, entrando en la
oficina para seguir la dirección del dedo de mi padre. Sus
cejas se elevaron hasta la línea del cabello y su mandíbula
cayó.
—Oh, mmm...
—Papá ...
Al menos, lo intenté.
Mi padre repasó lo básico, buscando mi opinión, sobre
todo, pero delegando las tareas más grandes a los hombres
de la habitación. Cada trabajo por el que me pasaba por
alto tenía la mandíbula apretada cada vez más. Mi padre
me había preparado para esta posición, me hizo lo
suficientemente fuerte como para mantenerme firme
contra cualquier hombre en el mundo de los negocios,
haciéndome saber que como mujer sería menospreciada,
dudada y cuestionada.
—Yo también.
Colgué y me senté allí, preguntándome qué demonios
hacer a continuación.
Por un capricho, escribí Cincinnati e Ian en Google ante
la posibilidad de que tal vez apareciera algo familiar. Para
cuando terminé de desplazarme, mis pies estaban
entumecidos desde donde me senté sobre ellos.
Más lágrimas ardieron la parte posterior de mis ojos y la
frustración creció. Aparté las fotos y respiré hondo. No era
una mujer débil y no iba a sentarme allí llorando por estar
embarazada y sola.
Mierda.
—¿Ian?
—¿Qué?
—Carina —gruñí.
—Soy consciente.
—Cásate conmigo.
—¿Por qué?
—¿Qué? No.
—¿Estás mintiendo?
—No te conozco.
Papá: Ahora.
COMO UN NIÑO PETULANTE, repetí su mensaje con voz
sarcástica, burlándome de su orden a pesar de que no
podía oírla.
—Yo también.
—Papá.
—Hijo.
—Hola, mamá.
—Ian —Me sostuvo la cara en las palmas de las manos y
me miró, pareciendo aprobar lo que vio porque me soltó y
se sentó en la silla que mi padre sacó por ella—. ¿Cómo
estás?
Una de las pocas mujeres con las que había tenido una
repetición en los últimos seis meses.
—¿Me extrañas? —preguntó, rodeando mi escritorio.
No realmente, pero en lugar de responder, le di una
sonrisa fácil. No era su culpa; Simplemente no extrañaba a
ninguna de las mujeres que follaba.
—Bien.
—Ocho de octubre.
—Gracias.
—¿Me harás saber si algo sucede, si entras en trabajo de
parto?
Hormonas estúpidas.
9
Ian
Ian: ¿Quieres algo?
Ian: ¿Segura?
Carina: Sí.
Ian: ¿Y yo? ¿Me estás deseando? 😘
Carina:
—Gracias, Hanna.
—Claro.
Cuando bombeé mi brazo y silbé “sí” incluso me reí de
ella.
—¿Qué?
—Vete, Ian.
—Está bien.
No hubo contención para mi sonrisa. Sentí como si se
diera un pequeño paso en la dirección de que yo la ganara.
Ganándola para qué, aún no estaba seguro. Pero sabía que
necesitaba estar más cerca y tal vez esta concesión redujo
la brecha.
La puerta se abrió y una mujer con cabello corto y
oscuro y gafas entró con una cálida sonrisa.
—¿Cómo estamos hoy? —le preguntó a Carina antes de
que su mirada se volviera hacia mí—. ¿Y quién es este?
¿Papá?
—Sí.
—Sí. —Suspiré.
—Entonces comencemos. ¿Está bien que papá se quede
en la habitación?
Le di a Carina mis ojos más suplicantes, hablando por
favor mientras deslizaba mi silla hacia atrás para estar
junto a su cabeza.
Puso los ojos en blanco.
—Bien.
—Sí —siseé victorioso.
—Mírate —respiré.
—Parezco una ballena. —Carina fue a cubrirse el
estómago, pero yo sostuve sus manos en su lugar.
—Pareces una diosa. —Le sonreí maravillado y luego
volví a su estómago—. Ese es nuestro bebé que estás
llevando. Eres increíble, Carina.
Ella sostuvo mi mirada mientras sus ojos se iluminaban.
No comenté sobre su reacción porque un músculo saltó en
su mandíbula, y sabía que estaba apretando los dientes
como si pudiera alejar la emoción. Esta mujer no mostraba
emoción a la ligera.
—¡Santa mierda!
Carina se reía conmigo con cada patada que sentía.
Me encogí de hombros.
—Muchas razones. Honestamente, solo quería una beca
para poder terminar la universidad sin pedirle nada a mis
padres.
La frente de Carina se frunció y sus labios se separaron.
Sabía que se avecinaba una pregunta porque incluso yo
podía escuchar la amargura que coloreaba mi tono. Pero
antes de que pudiera correr la voz, la puerta se abrió de
nuevo con una mujer regordeta retrocediendo, arrastrando
una máquina detrás de ella.
SÁBADO.
Carina: Cállate.
DOMINGO.
Ian: 😨
Ian: Esos bastardos.
Carina: ¡¿Verdad?!
Ian: ¿Quieres que te lleve uno?
Carina: No. Hoy soy un desastre y quiero seguir siendo
un desastre.
Ian: Bueeeeno.
LUNES.
Carina: No. 😭
—Sonrío —defendí.
—Lo firmaste.
—Gracias, Anne.
—¿Estás bien?
—Sí, sí. —El calor de su mano en mi espalda no ayudaba
a la sensación de mareo—. Solo una patada en las costillas.
La mano de Ian cayó sobre mi estómago y se inclinó
hacia abajo.
—Traidor —murmuré.
—Bueno, no me interpondré entre mi hija y sus
hamburguesas con queso. Lo logramos sin apenas antojos y
este nos llegó con fuerza. Afortunadamente, todos estamos
aquí para apoyar su adicción.
—El mismo.
—Idiota —murmuró.
—Estaré allí.
—No llegaremos a ver al bebé —le advertí.
—Está bien.
El silencio se extendió mientras consideraba lo serio que
era. Ian era un conversador suave y yo estaba un poco
fuera de mi juego en este momento, con mis hormonas
secuestrando mi cuerpo, así que fui fácilmente engañado.
Pero no dio la más mínima indicación de que no estaba en
esto todo el camino.
—Tengo un favor que pedirte —comenzó, rompiendo el
silencio.
Mis ojos se entrecerraron.
—Está bien.
—Ian. Vamos.
Se encogió de hombros.
Me froté el ojo.
—Sí, claro.
—No.
Su labio se curvó y dio un paso más.
Espera.
No.
—¿Estás bien?
—¿Qué?
Me reí de eso.
—¿Viene alguien?
Miré hacia otro lado porque, no, no tenía a nadie que
viniera. En realidad, no tenía a nadie y supuse que, como
cualquier trabajo, podría aplastar esto por mi cuenta con la
ayuda de la enfermera. Había leído todos los libros que
pude conseguir, preparándome para este momento. Mis tías
se habían ofrecido, pero yo las había rechazado, pues no
quería sentirme abrumada por las cuatro. Tía Virginia me
había hecho saber que, si alguna vez cambiaba de opinión,
ella estaría a mi lado, pero yo confiaba en poder hacerlo
sola. Yo era Carina Russo, me preparaba y conquistaba, sin
necesitar la ayuda de nadie.
No tuve que decir nada para que Ian leyera mi respuesta
por mi reacción.
—Me quedo.
—De acuerdo.
—Bien. —Dio una sonrisa victoriosa que casi me hizo
retirarla, sólo para discutir, pero ya estaba saliendo por la
puerta antes de que pudiera hacerlo—. Grita cuando estés
lista.
—Eres asqueroso.
Me devolvió la mano y se sentó en la silla que había
movido cerca de mi cama.
—Trato.
Bajó la intensidad de las luces y pronto me desmayé. No
estaba segura de cuánto tiempo, pero me desperté cuando
una contracción me sacudió el cuerpo. No era tan dolorosa
como antes de la epidural, pero seguía siendo muy
consciente de ella.
—Bien, estás despierta —dijo una nueva enfermera—.
Soy Angie. Tomaré el lugar de Mary. Y podría ser la
enfermera que ayude a dar a luz a tu bebé. Tus
contracciones están muy cerca. Voy a examinarte y a ver de
cuánto estás.
—Dilos.
—Serena, Elizabeth o Emery, pero ninguna se siente
bien.
—Audrey —susurró—. ¿Qué hay de Audrey?
—¿Es un ex-amor que debería conocer?
—No lo sé.
—Pero si alguien puede hacerlo, eres tú.
Su fácil cumplido hizo que mis ojos se abrieran para
encontrarlo mirándome fijamente.
—Gracias, papá.
—¿Todo bien? —preguntó Ian, entrando por la puerta.
—Sí, sí. Sólo mis hormonas están locas.
Sus ojos pasaron entre mi padre y yo antes de saludar
finalmente a mi padre.
—Hola, David.
—Ian. Me alegro de verte. Felicidades por esta hermosa
niña.
—Es bastante perfecta, ¿no?
Quería más.
Quería a nuestro bebé todo el tiempo.
—Hola, nena.
—Sin argumentos.
—Bien.
—Umm... no lo sé.
Los dos nos miramos con los ojos muy abiertos, salvo
que los de Carina empezaron a llenarse de lágrimas.
—¿Qué pasa?
—Tenía algunos artículos de bebé todavía en cajas y Jake
vino para organizarlo todo y ponerlo en marcha. Él sabía
que yo estaba terminando todo el trabajo de los clientes
antes de la licencia de maternidad y planeaba hacerlo más
tarde.
—Probablemente su culpa.
Eso me valió una dura mirada de reojo, pero me encogí
de hombros y besé a mi bebé. Cualquier cosa que me
hiciera olvidar la mecedora que tenía en mi apartamento y
que había comprado hace unos días. Era lo único que no
había comprado ella misma, y me hacía mucha ilusión
sorprenderla con ella, pero parecía que no iba a tener la
oportunidad.
—Gracias.
—No tienes que agradecerme. Estamos juntos en esto.
—Gracias —susurró.
Besé la cabeza de Audrey y me eché hacia atrás.
—¿Necesitas algo?
—No. Ya la he cambiado, así que cuando esté lista, nos
iremos a la cama para dormir un poco.
—¿Qué?
—De acuerdo.
—¿Cómo es eso?
Era extraño tener que explicar mi pasado a alguien.
Había estado con Jake desde la universidad y no había
salido mucho antes de él, así que él conocía mi pasado y
sabía los pormenores de quién era yo. Pero Ian era una
bestia completamente nueva.
Su cara se arrugó.
—¿Tenemos que hacerlo?
—Lo sé.
—Tan modesta.
—Guau —dije—. Viniendo de ti.
—No te equivocas.
—No.
—¿Qué quieres?
—Sí, lo sabes.
—Sí. ¿Feliz?
—Sí, lo pensaré.
—Hola, Ian.
Miré a los dos que seguían mirando. Hanna tenía los ojos
bajos y Jared tenía una ceja levantada en forma de
pregunta.
Me ajusté la chaqueta del traje y eché los hombros hacia
atrás, sintiéndome de tres metros de altura. Sonreí como si
recibir un beso de despedida de Carina fuera lo más
natural del mundo y me dirigí de nuevo a mi despacho,
donde podría revivir sus labios pegados a los míos durante
el resto del día.
—¿Dónde estabas?
—Qué idiota.
Me reí de su insulto fácil.
—¿Italiano?
—Ugh —respondí con facilidad, cayendo en nuestra
segura broma—. Mexicano.
—Qué duro, mujer. Estamos haciendo italiano.
—Ian...
—¿Qué?
—Por supuesto.
Se acercó, acortando la pequeña distancia que nos
separaba. Intenté quedarme quieto, pero no pude aguantar
más y me moví para encontrarme con ella a mitad de
camino. Nuestros labios apenas se rozaron, pero mi cuerpo
temblaba de deseo. Ella se apartó, pero sólo lo suficiente
como para tomar aire y pegarse a mi labio inferior,
rozándolo con su lengua.
Lo perdí.
Enterré mi mano en su pelo y la abracé contra mí,
tratando de fundirme con ella. Su suave mano exploró mis
costillas y me acercó. No iba a negarle nada a esta mujer y
me acerqué hasta que mi polla presionó su cuerpo. Ella
gimió y yo aproveché la oportunidad para introducir mi
lengua en su boca, emitiendo mis propios sonidos de placer
mientras su lengua se enredaba con la mía.
Sus uñas se clavaron suavemente en mi piel y abandoné
su pelo para agarrar su muslo, tirando de él por encima de
mi cadera para poder balancear mi dura longitud contra su
caliente núcleo.
—Ian —jadeó. La súplica desesperada de mi nombre en
sus labios me recorrió la columna vertebral,
encendiéndome.
Estaba a punto de darle la vuelta, de tomar el control de
la situación, cuando un suave gruñido de bebé vino de su
lado de la cama y se quedó paralizada.
Cada uno de sus músculos se tensó antes de que ella
empujara suavemente hacia atrás y bajara su pierna de mi
agarre. No quería arruinar lo que habíamos logrado esta
noche. No quería que pensara que no podía ceder un
centímetro sin que yo cediera un kilómetro. No quería que
se lo pensara demasiado y llegara a una conclusión
descabellada que la hiciera cambiar de opinión sobre la
mudanza.
—Me encanta.
—Esto es perfecto.
Se encogió de hombros.
—Gracias.
—Puedo cocinar.
—Intenté advertirte.
Me di la vuelta.
—¿Qué?
—Enseguida.
Ian puso la música y yo caí en un ritmo que no había
tenido en poco más de un año. Moví las caderas y canté
The Humpty Dance mientras cortaba las verduras y
preparaba mi brebaje.
—No.
—Sí.
—Bien.
Los puños de Ian se levantaron y siseó:
—Sísss.
—Probablemente.
—Oh.
—Ian —grité.
—Al menos salta para que pueda ver cómo rebotan tus
tetas.
—Eres horrible.
—Apenas.
Exhaló una carcajada y apoyó su mano sobre Audrey,
cepillando su velludo cabello.
—Sean buenas chicas. Volveré pronto y podemos hacer
FaceTime. Llámenme si necesitan algo.
—De acuerdo.
Se alejó un paso, pero se detuvo y se volvió para
abarrotarme. Sosteniendo mi amplia mirada, se inclinó y
presionó un beso en la comisura de mi boca y murmuró las
palabras que me hicieron sonreír el resto del día.
DÍA CINCO:
DÍA SIETE:
Carina: Dispara.
Ian: Gracias.
DÍA NUEVE:
Ian: Te encanta.
—Pero es verdad.
Otra risa.
—No, pero encontré tu alijo. Toda una colección.
—Oh.
—Bien.
Ian
DÍA DIEZ:
Carina: ¿Qué?
Ian: ...
Ian: Has tardado demasiado. Elegí el mexicano.
—Yo también.
Dios, me encantaba ese rubor en sus mejillas. Siempre
me hacía preguntarme hasta dónde llegaba. Uno de estos
días lo descubriría.
—Quizá la próxima vez tú y Audrey puedan venir
conmigo.
—Sí, eso estaría muy bien. —Se aclaró la garganta y
cambió de tema—. Entonces, cuéntame sobre el trabajo.
Pasamos el resto de la comida hablando de trabajo, pero
yo la obsequié con historias de las cosas interesantes que vi
y la gente que conocí. Podría haberme quedado allí sentado
toda la noche viéndola reír y escuchando su opinión sobre
el marketing, pero pronto empezó a bostezar.
—Sí. Más.
Pellizqué el manojo de nervios entre mis dedos y lo hice
rodar de un lado a otro.
—Ian —casi gritó. Casi.
—Será un placer.
Volví a sumergirme en su húmeda vagina y froté
furiosamente su clítoris, sin parar hasta que sus piernas
temblaron y ella apretó mi palma entre sus apretados
muslos. No hasta que sentí su abertura palpitando contra
mis dedos. No hasta que gritó mi nombre.
Ralentizando mis movimientos, la besé por el hombro y
el cuello hasta que por fin controló su respiración. Estaba
retirando lentamente mi mano de sus pantalones cuando
ella se apartó de un tirón e inmediatamente cayó de
rodillas frente a mí.
—Sí —gemí.
Su lengua se arremolinó alrededor de mi dedo y no pude
soportarlo. La levanté de un tirón y la sujeté al mostrador,
reclamando su boca con la mía. Me encantaba el sabor de
mi semen en su lengua.
—Gracias.
—Cierto.
Carina
Me senté en el auto el mayor tiempo posible. Había
dejado la casa al menos hace una hora y sólo me senté allí,
respirando a través de los escenarios de los peores casos
pasando por mi cabeza.
—¿Estás bien?
—Estás aquí.
—Por supuesto que lo estoy. Dejé a Audrey pasar una
noche en la mansión Bergamo con su abuela y abuelo. Me
pareció que podría servirte una cita sexy.
—Deberíamos.
Su larga palma se deslizó sobre la mía y por primera vez
en el día, pude respirar. La gente nos miraba fijamente
cuando entramos, pero nada de eso importaba.
En su lugar, estaba inmersa en flores azules y blancas,
velas y luces tenues con música suave y amor brotando de
cada persona. Especialmente de la pareja feliz que acababa
de ver pronunciar sus votos el uno al otro. Había sido una
hermosa ceremonia con muchas lágrimas de felicidad. No
de la pareja masculina en el altar. No, ellos fueron muy
masculinos y sólo se permitieron voces conmovidas y largas
pausas para recomponerse.
Diablos, incluso yo misma habría llorado. Ian había sido
lo suficientemente caballero para no llamarme en medio de
eso. En su lugar, él permaneció a mi lado. Nunca me
preguntó cómo estaba o si estaba bien, por lo cual la mitad
de los invitados a la boda estarían muertos por saber.
—Genial —respondí.
—Lo peor —dijo Ian al mismo tiempo.
—Jesús, Ian.
—Es sólo una sugerencia.
—Gracias —susurré.
—Cuando quieras. —Palmeó mi mano y se volteó a la
mesa—. Ahora, comamos. Estoy muriendo de hambre.
—Más.
Uniendo mi otra mano con las suyas, tiré de las dos por
sobre su cabeza y me puse de rodillas.
—Dime si es demasiado.
Estaba perfecta.
Y cuando sonrió, mi pecho dolió. Mi corazón tronó tan
fuerte que el flujo de sangre me hizo marearme y supe,
entonces lo supe, que amaba a esta mujer.
Tragándome las palabras, la besé.
Mi mente estaba ya armando planes sobre cómo
mantenerla debajo de mí, cómo evitar que se escapara
como cuando lo hizo cada una de las veces en la que nos
acostamos. Si le hubiera dicho que la amaba, ella hubiera
huido de mi tan lejos dentro de sí misma y no podía correr
ese riesgo.
Sus labios se movieron bajo los míos y enredé mi lengua
con la suya hasta que pude alejarme con seguridad sin
revelar mi verdad.
—¿Dónde es tu reunión?
—Voyeur.
—¿Voyeur?
—Hazlo —gimoteé.
Bajó la mirada.
—Aspiro a serlo.
Levantando la vista a sus ojos grises oscuros y su sonrisa
cálida, dudé irme. Nuestra relación seguía siendo reciente,
sólo unos días de antigüedad y odiaba irme justo ahora.
—¿Qué tan ocupado estás esta tarde?
—Diablos, sí.
—No están abiertos a espectáculos ahora mismo —dije,
pinchando su burbuja—. Pero puedes fijarte.
—Supongo. —Lanzó un suspiro exagerado, pero
rápidamente se despabiló y me dio un besito en los labios.
—Déjame arreglar mis asuntos.
—¿Listo? —pregunté.
—¿Para un club sexual? Siempre lo estaré.
Conducimos hasta Voyeur y nos metimos dentro de un
estacionamiento excesivamente lleno.
—Están haciendo algún tipo de entrenamiento.
Usualmente, no hay mucha gente durante el día.
—Es perfecto.
—Te haré masajes cada vez que quieras, bruja —
prometió Ian, sacudiendo sus cejas.
—Sí, señora.
—Sí.
—Murió.
—Postre —susurró.
Sonriendo, alcé a Audrey en mis brazos, finalmente
tomándome un momento para echarle un ojo a Hanna que
estaba de pie con su copa de vino, con su pulgar
golpeteando a un lado.
Punto. Probado.
—¿Huh?
La morena me echó un vistazo con sus ojos azul
cristalino.
—Te ves como si fueras a matar a alguien.
—¿Qué?
—Sí. Nunca pensé que Hanna sería tan descarada y…
—¿No es cierto?
Alex chocó su copa de vino con mi botella de agua y me
dio una sonrisa triste.
—Quizás.
No pude evitar pensar en que quizás me podría en la
misma posición en la que estuve con Jake, de él eligiendo
entre el pasado y el presente. Jake eligió su pasado, y no
estaba segura de poder soportarlo si Ian lo hiciera también.
Las palabras de Hanna se atascaron en mi el resto de la
noche y luché para convencerme a mí misma de que no
eran ciertas.
Estaba equivocada.
Sólo estaba celosa.
Ian estaba comprometido conmigo.
—¿Dónde vamos?
—Promesas, promesas.
—¿Funcionaría si lo intentara?
—Nah.
—Sí.
—Quizás algún día juegue para ti.
Terminando con que ella esté en otro asiento, me estiré,
sujetando sus caderas para ponerla encima de mí. Sus
rodillas quedaron a cada lado de mi cadera, con su falda
levantada, y su cabello cayendo alrededor nuestro como
una cortina.
—Dios —gemí, subiéndole la falda por el resto del
camino hasta su cintura—. Mira ese lindo coño.
Ambos pulgares se deslizaron a su vulva, adorando lo
húmeda que seguía estando.
—¿Estás segura?
—Sí, Ian.
—¿Qué?
Enterré mi cabeza en su pecho y besé todo bajo su
escote, tirándola de nuevo hacia mí. Necesitaba distraerla
porque no era una conversación para tenerla en un estadio
de béisbol cuando estás con toda tu polla dentro de una
mujer asustadiza.
—¿Seguro?
—Pobre bebé.
—Ya quisieras.
—Adiós.
—¿Yéndote?
Oh, mierda.
—Hanna, tú no…
—Carina…
Carina
Parada fuera de la puerta de nuestro apartamento, rompí
en llanto sin parar, no podía siquiera respirar profundo. No
había forma de que pudiera esconder que algo estaba mal.
Necesitaba convencer a mi tía Vivian que estaba bien lo
suficiente para irme. No podía hablar con nadie todavía.
Necesitaba entrar, empacar mis cosas y las de Audrey, e
irme antes de que Ian volviera a casa.
—Gracias.
Tiró de mi para darme un abrazo y más lágrimas
cayeron. Vivian las secó y besó mi frente para luego irse.
Vendida.
Esclava sexual.
Hanna.
Las palabras estuvieron por ahí, pero no formaban nada
coherente para comprenderlas. Eso es algo de lo que
habías escuchado, pero nunca lo enfrentaste en la realidad.
Me imaginé a Hanna, una fuerte y audaz mujer en la sala
de conferencias y luché para encajarla con lo que él
acababa de confesar.
Pero entonces, la vi en los brazos de Ian, declarándole su
amor y echándosele encima. Vi a la mujer que me acorraló
en la cocina tratando de hacerme sentir insegura y
pequeña.
Entendí por qué Ian luchaba con hablar con ella, quien
quizás era más frágil que la mayoría, pero no la excusaba
de lo que había pasado. No pude apartar el daño y el dolor.
—Carina…
—Por favor, Ian —supliqué—. Sólo necesito un poco de
espacio para pensar. Te llamaré mañana.
—Está bien.
Ian se sentó con Audrey mientras empacaba un bolso
para ambas. Le dio un beso de despedida y se apenó
cuando me alejé del departamento sin algún tipo de
contacto con él. No pude sentir su roce, me desmoronaría.
No me tomó mucho asentarme en mi viejo
departamento, Muchas de mis cosas seguían allí ya que Ian
tenía sus propios muebles. Para cuando nos habíamos
aferrado al espacio para finalizar mi contrato de
arrendamiento. No tenía idea de que volvería cuando todo
se desmoronara.
Tomando mi teléfono en mi mano, pensé en llamar a
alguien, pidiéndole que venga a mi lado. Pero cuando bajé
por mis contactos, me di cuenta de que no tenía amigas
para que me ayudaran con esto. Los últimos dos años
consistieron en atascarme de trabajo y mantener a todos a
distancia.
Y entonces confié en Ian, él era todo lo que necesitaba.
Ahora, estaba sentada aquí en un departamento
mayormente vacío, de vuelta a dónde empecé. Sola.
27
Carina
La tía Vivian me dio una mirada escéptica la mañana
siguiente cuando dejé a Audrey antes de ir a trabajar.
Afortunadamente, ella no hizo ninguna pregunta
entrometida sobre mis hinchados y entumecidos ojos. Ella
me conocía muy bien como para dejarme procesarlo y lo
explicaría en su momento.
¿Quería eso?
Sí.
Esa respuesta pasó fuerte y clara. Lo amaba. Amaba
nuestra familia. Pero quizás era la única. Quizás no me
amaba también. Quizás estaba intentándolo sólo por
Audrey.
—Carina.
—¿Estás bien?
Quizás fue la preocupación y la sinceridad detrás de su
pregunta. Quizás porque Jake y yo fue la cosa más cercana
que tuve a un mejor amigo. No lo supe, pero las palabras
siguientes salieron de mi boca paralizándonos a ambos.
—¿Me amaste?
—No… no realmente.
Simplemente no es de Ian.
—Sorpresa.
—Ian…
—Ian… —protestó.
Endurecí mi expresión.
—Está bien.
Mi casa vacía.
Carina
Kent se quedó para dos películas y casi la mitad de la
botella de whisky americano.
—¿Hola?
La voz áspera de Ian dormido hizo que las lágrimas
salieran con más fuerza.
—¿Está bien?
—Sí. Sólo estamos esperando a que los médicos vengan y
nos digan qué pasa.
—Gracias.
—No iré a ningún lado si no es contigo.
29
Ian
Para el momento en el que entramos a nuestro
departamento dos días después, podría haber colapsado en
gratitud, cayendo en el suelo y prometiendo nunca dejarlo
otra vez. Estar en hospitales es lo peor. Estar en el hospital
porque el centro de tu mundo está enfermo, es épicamente
horrible.
—¿Comiste?
Tu cama.
La aclaración de que ella ya no veía esta como su cama
pinchó mi burbuja de ilusión de que podíamos superarlo
tan fácilmente.
—Lo sé.
—No, no lo sabes. —Caminé dentro de su espacio
personal, levantando su mentón para que pudiera ver que
estaba hablando en serio—. Crees que siento lo que pasó,
pero estás equivocada. Lo siento por lo mucho que te herí.
Siento que sea toda mi culpa por no hacer tus
preocupaciones más importantes que mi comodidad. Siento
haber cuestionado tu razonamiento porque siempre debí
estar a tu lado.
—Gracias, cariño.
Carina
Esa noche, decidí dormir en el cuarto de invitados. Tenía
que forzarme a mí misma para mantenerme bajo el
cubrecama y no ir de puntitas por el pasillo y deslizarme en
la cama de Ian, pidiéndole que me diga que me ama una y
otra vez.
La luz del sol cayó sobre mí, quitando todas las dudas de
la noche anterior.
Ian Bergamo me amaba y necesitaba que supiera lo
mucho que lo amaba yo también.
Quitándome el cubrecama de encima, fui a tomar a
Audrey para prepararla para el día, sólo para encontrar su
cuna vacía a excepción de una nota.
“Salimos a un día de spa. Volveremos pronto.
Con amor, Audrey y el mejor hombre de todos los
tiempos”.
Me reí de la nota de Ian, preguntándome como se metió
aquí a tomarla sin que lo notara. Saliendo de la habitación,
escuché en el pasillo, intentando decidir a dónde irían.
—¿Qué?
—Te amo, Ian. Cuando pensé que no podría volver a
amar a alguien, tú me hiciste amarte. Te amo mucho.
—Podemos hablar.
—Pueden usar mi oficina. Tengo que hacer algunas cosas
con Jared.
Hanna asintió y tragó. Entramos a la oficina y cerré la
puerta. Me miró como si yo fuera un tigre esperando para
saltar y quizás lo era. No iba a mentir; dudaba en asumir de
qué iba a tratar esta conversación. Pensé que entendía a
Hanna, pero ella me demostró que estaba equivocada en
cada oportunidad, así que permanecí con mis brazos
cruzados, sin dejar ver ni una pizca de lo que estaba
pensando.
—Estuvo mal.
—Lo sé.
—Es justo.
—Gracias, Carina.
—Lo es.
Tan pronto como Hanna se alejó, Ian entró, con los ojos
abiertos.
—Encima.
—Sí, señora.
Hanna
Seis meses después
—Eso fue fantástico, Carina —dijo Daniel a mi lado.
CONTINUARÁ…
Esperamos que hayas disfrutado del
libro ♥
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Notas
[←1]
Es un tipo de fotografía femenina en lencería en la que prima la
elegancia y la sensualidad de la mujer por encima de todo.
[←2]
Mote cariñoso para referirse al embrión como “pequeño”