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Revista Internacional de Medicina y Ciencias

de la Actividad Física y del Deporte /


International Journal of Medicine and Science
of Physical Activity and Sport
ISSN: 1577-0354
vicente.martinez@uam.es
Universidad Autónoma de Madrid
España
Olmedilla Zafra, A.; Ortega Toro, E.; Madrid Garrido, J.
VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS, EJERCICIO FÍSICO, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN EN
MUJERES: UN ESTUDIO CORRELACIONAL
Revista Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y del Deporte / International
Journal of Medicine and Science of Physical Activity and Sport, vol. 8, núm. 31, septiembre, 2008, pp.
224-243
Universidad Autónoma de Madrid
Madrid, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=54222988003

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Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte - vol. 8 - número 31 - septiembre 2008 - ISSN: 1577-0354

Olmedilla Zafra, A.; Ortega Toro, E. y Madrid Garrido, J. (2008). Variables sociodemográficas,
ejercicio físico, ansiedad y depresión en mujeres: un estudio correlacional. Revista
Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte vol. 8 (31) pp. 224-243
Http://cdeporte.rediris.es/revista/revista31/artansiedad92.htm

VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS, EJERCICIO


FÍSICO, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN EN MUJERES: UN
ESTUDIO CORRELACIONAL

EXERCISE, SOCIODEMOGRAPHICS, ANXIETY AND


DEPRESSION: A CORRELATIONAL STUDY AMONG
WOMEN

Olmedilla Zafra, A.*; Ortega Toro, E.* y Madrid Garrido, J.*

* Universidad Católica San Antonio de Murcia. Facultad de Ciencias de la Salud, de la Actividad


Física y del Deporte. Campus de los Jerónimos, s/n. 30107 GUADALUPE (Murcia). ESPAÑA.
Correo electrónico: aolmedilla@pdi.ucam.edu

Código UNESCO 6199 "Psicología del Deporte"

Recibido 29 de julio de 2008

Aceptado 18 de septiembre de 2008

En parte, este trabajo se ha realizado gracias a la ayuda 05691/PPC/07 (Fundación Séneca,


Agencia Regional de Ciencia y Tecnología de Murcia).

RESUMEN

El propósito del presente trabajo es estudiar las relaciones que se


establecen entre variables sociodemográficas y práctica de ejercicio físico con
niveles de ansiedad y depresión en mujeres. La muestra está compuesta por
200 mujeres del municipio de Cartagena (Murcia), con edades comprendidas
entre 18 y 65 años. Los resultados indican que las mujeres de edades entre 45
y 54 años, manifiestan niveles superiores de ansiedad y de depresión que el
resto; las mujeres viudas muestran niveles superiores de ansiedad que las
solteras y niveles superiores de depresión que las casadas y las solteras; las
que tienen dos hijos tienen niveles superiores, tanto de ansiedad como de
depresión, que las que no tienen ninguno. Respecto a la práctica de ejercicio

224
físico, los resultados indican que el grupo de mujeres que acuden al gimnasio o
que realizan algún tipo de programa de actividad física con regularidad,
manifiesta menores niveles de ansiedad y de depresión que las que no acuden
o no lo hacen.

PALABRAS CLAVE: Ejercicio físico, ansiedad, depresión, variables


sociodemográficas, mujer.

ABSTRACT

The purpose of the present study was to study the relationships that are
established between sociodemographic variables and exercise practice with
anxiety and depression levels in women. The sample was composed of 200
women from the municipality of Cartagena (Murcia), with ages ranging from 18
to 65 years. The results indicate that there are statistically significant differences
among various groups: the women from the 45-54 year age group had higher
levels of anxiety and depression; widows demonstrated higher levels of anxiety
than single women, and higher levels of depression than married and single
women; women with two children suffered higher levels of anxiety and
depression than those without children. With regard to exercise, the results
indicate that there are statistically significant differences between the group of
women that go to a gym or that take part in some type of regular physical
activity program (lower levels of anxiety and depression) when compared to
those that do not go to the gym or do not take part in any program.

KEY WORDS: Exercise, sociographic variables, anxiety, depression, woman

INTRODUCCIÓN

Diferentes estudios revelan que la práctica regular de actividad física


produce beneficios físicos y psicológicos en sus practicantes, aunque la
dificultad para desarrollar estudios experimentales de causa-efecto, hace que
los efectos del ejercicio sobre la salud física estén mejor establecidos que
sobre el bienestar psicológico (Jiménez, Martínez, Miró y Sánchez, 2008). Sin
embargo, existe abundante investigación que avala la práctica de actividad
física como factor de protección ante numerosos problemas médicos, como
cardiopatía isquémica, hipertensión arterial, accidentes cerebrovasculares y
osteoporosis (Varo-Cenarruzabeitia, Martínez y Martínez-González, 2003), y
psicológicos como ansiedad (Akandere y Tekin, 2005; González, Núñez y
Salvador, 1997; Gutiérrez, Espino, Palenzuela y Jiménez, 1997; McAuley,
Márquez, Jerome, Blissmer y Katula, 2002), depresión (Biddle y Mutrie, 1991;
North, McCullagh y Tran, 1990; Weyerer y Kupfer, 1994), o demencia (Varo-
Cenarruzabeitia et al., 2003). Por otro lado, el ejercicio físico contribuye a
aumentar el bienestar psicológico, mejorando el estado de ánimo general
(Janisse, Nedd, Escamilla y Nies, 2004; McLafferty, Wetzstein y Hunter, 2004),
el autoconcepto y la autoestima (Di Lorenzo et al., 1999; McAuley, Mihalko y

225
Bane, 1997). Algunas investigaciones de tipo meta-analítico han encontrado
efectos significativos de la práctica de actividad física sobre el bienestar
psicológico (Arent, Landers y Etnier, 2000; Netz, Wu, Becker y Tenenbaum,
2005), y específicamente sobre la ansiedad (Petruzzello, Landers, Hatfield,
Kubitz, y Salazar, 1991).

Tanto la ansiedad como la depresión son de los factores que más


contribuyen a la percepción negativa de la calidad de vida. La depresión puede
ser considerada como uno de los problemas de salud mental más común
(Dowd, 2004) y que, además se da con mayor frecuencia en las mujeres que
en los hombres (Kessler, McGonagle, Swatz, Blazer y Nelson, 1993; Lehtinen y
Joukamaa, 1994). La ansiedad parece afectar de modo directo a la salud
mental en determinadas etapas de la vida, como la adolescencia (Axelsson y
Ejlertsson, 2002; Bagley y Mallick, 2001), y unos niveles altos de ansiedad
parecen predecir problemas emocionales que acompañan a ciertas patologías
y se asocian a menudo con otros rasgos patógenos, sugiriendo un patrón
conocido como “afectividad negativa” (Sánchez, Aparicio y Dresch, 2006).

Aunque la sintomatología depresiva y ansiosa parece ser mayor en


mujeres que en hombres, el género no resulta ser la variable más determinante
para la ansiedad, aunque sí para la depresión, y en ambos casos, factores
sociodemográficos parecen tener un gran peso respecto a las diferencias de
género (Matud, Guerrero y Matías, 2006). Así, pueden estar influyendo de
manera decisiva la edad, la situación laboral, el nivel educativo o el estado civil,
por lo que resulta fundamental introducir estudios de las relaciones entre
actividad física y variables psicológicas, introduciendo factores
sociodemográficos que mediarían en esta relación. En este sentido, el trabajo
de Matud, Avero y López (2001) indica que las mujeres con mayores niveles de
ansiedad manifestaban mayor insatisfacción laboral y percibían un menor
apoyo social. De esta manera, se puede considerar que se está incidiendo
sobre aspectos importantes del concepto de calidad de vida, y éste suele ser
percibido de manera más negativa en función de la incidencia de determinados
factores sociales y demográficos (Denton y Walters, 1999; Kawachi, Kennedy,
Gupta y Prothrow-Stith, 1999).

Sin embargo, para algunos autores la práctica de actividad física, de


forma regular, parece constituir un factor importante que influye en la calidad de
vida produciendo efectos beneficiosos sobre la salud física y psicológica
independientemente de la edad y sexo de los sujetos (Blasco, Capdevila y
Cruz, 1994; Haskell, 1984; Paffenbarger y Powell, 1985). Desde un punto de
vista biomédico, cabe decir que la actividad física crea una serie de hábitos y
actitudes que resultan aconsejables, puesto que la vida sedentaria y la falta de
ejercicio físico son aspectos que determinan claramente la aparición de ciertas
enfermedades, sobre todo en pacientes de cierta edad (Gómez, Santandreu, y
Egea, 1995). En el estudio de Petruzzello et al. (1991) los resultados indican
que el ejercicio esta asociado a la reducción, tanto de la ansiedad estado,
como de la ansiedad rasgo, aunque con matices diferentes. Así, el descenso
de ansiedad con el ejercicio es mayor en la ansiedad rasgo que en la ansiedad

226
estado, se producen mejores resultados con el ejercicio aeróbico que con el
anaeróbico, tanto en la ansiedad estado como en ansiedad rasgo, si bien, estos
efectos no son tan claros en el caso de ansiedad rasgo a largo plazo, y que los
efectos positivos del ejercicio sobre la ansiedad parecen ser independientes de
la edad y el estado de salud del sujeto.

Según Biddle y Mutrie (1991) y Weyerer y Kupfer (1994) las


probabilidades de presentar síntomas depresivos son mayores en las personas
sedentarias que en aquellas que realizan algún tipo de ejercicio físico. North,
Mccullagh y Tran (1990), realizaron una revisión de los estudios de la
depresión y ejercicio, encontrando que tanto en las formas aeróbicas como
anaeróbicas el ejercicio parecía tener efectos positivos sobre la depresión.
Blasco, Capdevila y Cruz (1994) indican que los efectos son más claros en
sujetos con depresiones leves, que en los que tienen depresiones severas. Por
su parte Sime (1984) ofrece una precisa y clara síntesis de los excelentes
beneficios que el ejercicio acarrea para no caer o superar la depresión: el
ejercicio aumenta el flujo sanguíneo y la oxigenación, por lo que el sistema
nervioso central se ve beneficiado directamente; los niveles bajos de
norepinefrina suelen asociarse a estados depresivos, y está demostrado que el
ejercicio aumenta estos niveles; las sensaciones corporales y de autocontrol
que se viven con la realización de ejercicio pueden ayudar a salir de estados
depresivos; la mejora de la imagen corporal y el autoconcepto que se asocian
al ejercicio. Algunos autores han estudiado las relaciones entre actividad física
y depresión, introduciendo factores sociales que mediarían en esta relación
(Kessler, Foster, Webster y House, 1992), encontrando resultados
contradictorios que sugieren profundizar más exhaustivamente en este tipo de
relaciones. Así el trabajo de Cairney, Faught, Hay, Wade y Corna (2005)
muestra que en la población de más de 65 años la relación entre práctica de
actividad física y síntomas depresivos, se encuentra muy mediatizada por
factores psicosociales, como el hecho de que aquellos sujetos con mayores
niveles de competencia percibida, y que realizan una práctica física de cierta
intensidad, manifestaban niveles altos de depresión. Sin embargo, en el estudio
de Cassidy et al. (2004) realizado con mujeres mayores de 70 años, la práctica
de ejercicio físico se asoció a menores niveles de depresión, mientras que
hábitos como fumar y beber se asociaron a niveles altos. En un trabajo
prospectivo realizado por Hasler et al. (2005), encontraron que el grupo de
mujeres que habían manifestado síntomas depresivos antes de los 17 años, se
asociaban a incrementos del peso en los siguientes 10 años, representando un
alto riesgo de padecer obesidad de adultos, estando esta relación afectada por
la historia familiar de sobrepeso, niveles de ejercicio físico, consumo de alcohol
y tabaco, y otros factores sociodemoFiguras.

En general, estos y otros estudios muestran que la actividad física se


relaciona con niveles menores de depresión (Babyak, Blumenthal y Herman,
2000; Palenzuela, Gutiérrez y Avero, 1998; Strawbridge, Deleger, Roberts y
Kaplan, 2002), aunque se debe tomar en consideración, tanto la intensidad
como la frecuencia y el tipo de ejercicio físico realizado.

227
Por otro lado, algunas variables sociodemográficas parecen afectar a los
índices de sintomatología depresiva, sobre todo en las mujeres. Tal y como
indican Matud et al. (2006) las mujeres presentan mayores niveles de
depresión que los hombres, maximizándose estas diferencias en las personas
mayores de 34 años, en las que tenían hijos, en las casadas o divorciadas, en
las de bajo nivel de estudios y en las no profesionales. En cualquier caso,
parece que la relevancia de factores sociales y estructurales tienen mayor peso
que el género en los niveles de depresión (Aluoja, Leinsalu, Sheik, Vasarf y
Luuk, 2004; Rief, Nanke, Klaiberg y Braehler, 2004).

Así, todo indica que existe una correlación negativa entre la práctica de
ejercicio físico y la ansiedad y depresión. Igualmente, algunas variables
sociodemográficas parecen influir en los niveles de ansiedad y depresión. No
obstante, la mayoría de estudios se han realizado con muestras de otros
entornos sociales, culturales y económicos, con lo que resulta muy importante
realizar estudios en nuestro contexto que nos permitan ratificar o no, y en qué
sentido, estas relaciones. Además, y dado que la población femenina es más
propensa a sufrir este tipo de trastornos, el análisis de este tipo de muestras
resultan de capital importancia. Este estudio descriptivo-correlacional y
transversal pretende conseguir dos objetivos: a) analizar la relación entre
variables sociodemográficas y niveles de ansiedad y depresión en las mujeres
de Cartagena; y b) analizar la relación entre la práctica de ejercicio físico y los
niveles de ansiedad y depresión en las mujeres de Cartagena. Concretamente,
se analiza la relevancia de la edad, el estado civil, el número de hijos, el nivel
de estudios y la profesión en la sintomatología ansiosa y depresiva; y la
situación de práctica de ejercicio físico de estas mujeres, y la correlación entre
ésta y los niveles de ansiedad y depresión.

MÉTODO

Participantes

La muestra, seleccionada de manera intencionada, está formada por 200


mujeres residentes en el municipio de Cartagena, de edades comprendidas
entre 18 y 65 años, con una media de edad de 36,85 años (desviación típica de
14,59). En la Tabla 1 se presentan las principales características
sociodemográficas. Como se puede observar predominan las mujeres casadas
y con algún hijo, prácticamente la mitad en el primer caso y más de la mitad en
el segundo. También se observa que el nivel de estudios mayoritario son los
secundarios, y que un 33,5% de las mujeres se declaran “amas de casa”.

TABLA 1. Características sociodemográficas de la muestra


Mujeres
n % n %
Edad Profesión
Entre 18 y 24 años 54 27,0 Amas de casa 67 33,5
Entre 25 y 34 años 49 24,5 Empresaria 4 2,0
Entre 35 y 44 años 35 17,5 Trabajad. cuenta ajena 72 36,0
Entre 45 y 54 años 28 14,0 Estudiante 26 13,0

228
Entre 55 y 65 años 34 17,0 Otros 31 15,5
Estado civil Número de hijos
Soltera 78 39,0 Sin hijos 92 46,0
Casada 97 48,5 Uno 13 6,5
Separada/divorciada 6 3,0 Dos 50 25,0
Viuda 13 6,5 Más de dos 45 22,5
Pareja de hecho 6 3,0
Nivel de estudios
Primarios 53 26,5
Secundarios 121 60,5
Universitarios 26 13,0

Respecto a la práctica de actividad física, un 63% de la muestra indica


que realiza algún tipo de actividad física, frente a un 37% que no realiza
ninguno. En el Figura 1 se puede observar la distribución de la muestra
respecto al tipo de actividad física que realiza. Las mujeres que acuden al
gimnasio realizan una media de 1’5 (± 0’87) horas de entrenamiento en cada
sesión y 2’76 (± 0’77) días a la semana. El grupo de mujeres que realiza
actividad física por su cuenta, suele hacerlo 1’5 días a la semana de media.
Aquellas que realizan programas de actividad física preestablecidos, emplean 1
hora por sesión y 2 días a la semana.
Tipo de actividad Física

30
30 Acude al gimnasio
20 28
24 Andar con amigas
18 Andar sola
10
Programa activ idad física

FIGURA 1. Distribución de la muestra (n=63) que practica actividad física, según el tipo de ésta que
realiza (porcentajes)

Instrumentos y procedimiento

La ansiedad se evaluó mediante el State-Trait Anxiety Inventory (STAI)


de Spielberger, Gorsuch y Lushene (2002). El STAI es un cuestionario con una
larga historia que desde su publicación ha reunido una abundante bibliografía.
Comprende dos escalas separadas de autoevaluación que miden dos
conceptos independientes de la ansiedad (estado y rasgo). En este trabajo se
ha utilizado la sub-escala ansiedad rasgo, que evalúa una propensión ansiosa,
relativamente estable por la que difieren los sujetos en su tendencia a percibir
las situaciones como amenazadoras y a elevar, consecuentemente, su
ansiedad estado. El formato de esta sub-escala está constituido por 20 frases
con 4 opciones de respuesta en una escala tipo likert (0=casi nunca; 3=casi
siempre); hace referencia a cómo se siente el sujeto generalmente, en la
mayoría de las ocasiones. Es un cuestionario de auto-evaluación que puede
ser auto-administrado de forma individual o colectiva. Los índices de fiabilidad
del cuestionario son altos; así, poseen una buena consistencia interna (entre
0,90 y 0,93 en la ansiedad estado, y entre 0,84 y 0,87 en la ansiedad rasgo), y

229
una buena validez (ver el análisis del cuestionario original y la adaptación a
poblaciones españoles en Spielberger et al., 2002).

La depresión se evaluó mediante el Inventario de Depresión de Beck


(Beck Depression Inventory, BDI) (Beck, Ward, Mendelson, Mock y Erbaugh,
1961). El BDI es, posiblemente, el cuestionario autoadministrado más citado en
la bibliografía, y utilizado en pacientes con diagnóstico clínico de depresión,
proporciona una estimación adecuada de la gravedad o intensidad sintomática,
y es ampliamente utilizado en la evaluación de la eficacia terapéutica por su
sensibilidad al cambio y en la investigación para la selección de sujetos. Posee
así mismo una adecuada validez para el cribado o detección de casos en
población general, pero en pacientes médicos su especificidad es baja. Se
obtiene un índice general de depresión y se fundamenta en el modelo teórico
de Aaron Beck para la depresión, estando caracterizado por un alto contenido
en distorsiones cognitivas (pesimismo, desesperanza, culpabilidad, etc.). Fue
adaptado al castellano y validado por Conde y Useros (1975), y ha sido durante
mucho tiempo la versión más conocida en nuestro país. En esta investigación
se administra la versión del BDI, adaptada al castellano e incluyendo las
aportaciones críticas realizadas por Conde, Esteban y Useros (1976). El
formato está constituido por 19 ítems con cinco opciones de respuesta para
cada síntoma, evaluadas en una escala de 0 a 5 puntos según la gravedad. La
puntuación directa total se obtiene sumando los valores correspondientes a
cada una de las frases marcadas por el participante en los 19 apartados. El
marco temporal al que hace referencia el cuestionario es al momento actual y
a la semana previa. Su contenido enfatiza más en el componente cognitivo de
la depresión, cuyos síntomas representan en torno al 50 % de la puntuación
total del cuestionario, siendo los de tipo somático/vegetativo el segundo bloque
de mayor peso. Los índices de fiabilidad y validez del cuestionario son altos
(Sanz y Vázquez, 1998); así, la fiabilidad del BDI tiene un coeficiente alfa de
Cronbach = 0,83; los índices de validez convergente del inventario fueron
también altos (correlaciones que oscilaban entre 0,68 y 0,89), y la validez
discriminante del BDI respecto a diversos rasgos específicos de ansiedad
medidos con autoinformes (ansiedad social, evaluativa, interpersonal y a los
exámenes) fue aceptable, con correlaciones relativamente bajas que oscilaban
entre 0,11 y 0,45.

Los datos sociodemográficos se tomaron mediante una hoja de recogida


de datos. El pase de pruebas fue individual, compaginando la
autoadministración con el pase en forma de entrevista con aquellas mujeres
que así lo demandaron, o de bajo nivel cultural. Todas ellas aceptaron
participar de forma voluntaria. Se utilizó un muestreo no aleatorio intencionado,
de manera que el acceso a la muestra fue a través de diferentes centros
laborales, educativos y zonas de recreo de la localidad de Cartagena.

Los análisis estadísticos se realizaron con la versión 15 del programa


SPSS para Windows. Se realizó un análisis de varianza (ANOVA) para el
estudio de las relaciones entre variables sociodemográficas y niveles de
ansiedad y depresión, por un lado, y los grupos de mujeres según la práctica

230
de ejercicio físico y los niveles de ansiedad y depresión, por otro. Todos los
análisis estadísticos se han realizado con un nivel de significación de p ≤.05..

RESULTADOS

Relación entre variables socio-demográficas y niveles de ansiedad y de


depresión

En la tabla 2 se observa que conforme incrementa la edad, se aprecian


valores superiores de ansiedad (salvo en el grupo de edad mayor),
apreciándose diferencias estadísticamente significativas [F4,199=5.861, p<.001],
entre las mujeres del grupo de 45-54 años con las mujeres de edades
comprendidas entre los 18 y los 44 años (p>.05). Por otro lado, las mujeres
viudas y divorciadas presentan valores superiores de ansiedad que el resto,
apreciándose diferencias estadísticamente significativas [F4,199=3.860, p<.01]
entre las viudas y las solteras (p<.05). Respecto al número de hijos, las
mujeres con dos o más hijos presentan valores de ansiedad superiores a las
que tienen uno o ninguno, apreciándose diferencias estadísticamente
significativas [F3,199=4.963, p<.01] entre las mujeres con dos hijos y las que no
tienen hijos (p<.05).

Al analizar la ansiedad en función del nivel de estudios, se aprecia que


las mujeres sin estudios presentan los valores más elevados de ansiedad, con
diferencias estadísticamente significativas [F3,199=6.355, p<.001] entre éstas y
el resto de mujeres (p<.01). Respecto a la profesión, cabe destacar que las
estudiantes son las mujeres que menor ansiedad tienen, seguidas de las
trabajadoras por cuenta ajena y de las amas de casa, si bien nos se aprecian
diferencias estadísticamente significativas [F4,198=1.993, P=.097].

Por otro lado, se observa mayores niveles de depresión en edades


tempranas (18-24 años) y edades tardías (más de 45 años), apreciándose
diferencias estadísticamente significativas [F4,199=4.066, p<.001], en concreto
entre las mujeres del grupo de 45-54 años y el grupo de mujeres de edades
comprendidas entre 35 y 44 años (p>.05). Por otro lado, las mujeres viudas,
divorciadas y con pareja de hecho presentan valores superiores de depresión,
apreciándose diferencias estadísticamente significativas [F4,199=5.226, p<.01]
entre las mujeres viudas y las casadas y solteras (p<.01). Respecto al número
de hijos, las mujeres con dos o más hijos presentan valores de depresión
superiores a las que tienen menos de dos hijos, si bien no se aprecian
diferencias estadísticamente significativas [F3,199=0.667, p=.573]; sí existen
entre el grupo de mujeres con dos hijos y el grupo de la que no tienen hijos
(p<.05).

Por último, al analizar la depresión en función del nivel de estudios, se


aprecia que las personas que presentan valores superiores de depresión son
mujeres sin estudios, y que conforme aumenta el nivel de estudios disminuyen
los niveles de depresión, apreciándose diferencias estadísticamente

231
significativas [F3,199=7.222, p<.001] entre las mujeres sin estudios y el resto
(p<.01). Respecto a la profesión, cabe destacar que las mujeres que menores
niveles de depresión presentan son las estudiantes, seguidas de las
trabajadoras por cuenta ajena y de las ama de casa, apreciándose diferencias
estadísticamente significativas [F4,198=2.897, p<.05], entre las estudiantes y el
grupo de mujeres de otras profesiones (p<.05).

Tabla 2. Variables socio-demográficas y variables psicológicas


ANSIEDAD DEPRESIÓN
VARIABLE CATEGORÍA N DESVIACIÓN DESVIACIÓN
MEDIA MEDIA
TÍPICA TÍPICA
18-24 años 54 3,87 2,21 8,26 9,04
25-34 años 49 4,08 2,34 7,65 7,67
EDAD 35-44 años 35 4,20 1,92 6,69 5,50
45-54 años 28 5,93 1,98 13,64 10,23
55-65 años 34 5,18 1,96 11,76 9,42
Casada 97 4,61 2,22 8,51 8,27
Soltera 78 4,00 2,24 7,94 8,30
ESTADO Viuda 13 6,15 1,72 18,62 8,21
CIVIL Pareja de
6 3,83 1,72 12,33 10,29
Hecho
Divorciada 6 6,00 ,89 12,83 9,33
Sin hijos 91 3,99 2,22 8,36 8,49
Un hijo 13 3,54 2,47 8,69 11,17
NÚMERO DE
Dos hijos 50 5,10 2,24 10,46 8,15
HIJOS
Más de dos
46 5,09 1,85 9,57 9,07
hijos
Sin estudios 15 6,20 2,08 18,27 9,85
Estudios
75 4,85 2,07 9,53 7,98
primarios
NIVEL E
Estudios
ESTUDIOS 84 3,86 2,27 7,93 8,34
secundarios
Estudios
26 4,50 1,92 7,00 8,38
universitarios
Empresaria 4 5,25 ,50 9,75 4,35
Trabajadora
81 4,43 2,20 8,67 8,86
cuenta ajena
PROFESIÓN
Ama de casa 66 4,62 2,22 8,74 8,45
Estudiantes 26 3,62 2,48 7,23 8,27
Otra 22 5,32 1,94 14,86 8,58

232
Relación entre actividad física y niveles de ansiedad y depresión

Al analizar la ansiedad en función de la práctica de actividad física, en la


tabla 3, se puede observar que las mujeres que practican algún tipo de
actividad física, presentan niveles de ansiedad menores que las que no
practican, siendo estas diferencias estadísticamente significativas [T198=-3.789;
P>.001]. El grupo de mujeres que salen habitualmente a andar, ya sea con las
amigas, ya sea solas, manifiestan niveles de ansiedad inferiores a las que no lo
hacen, si bien no se aprecian diferencias estadísticamente significativas, ni en
un caso [T198=-.228; P=.820], ni en el otro [T198=-1.514; P=.132]. Sin embargo,
tanto las mujeres que acuden al gimnasio, como las que realizan algún
programa de actividad física, presentan niveles de ansiedad inferiores a
aquellas que no realizan estas actividades, siendo estas diferencias
significativas ([T198=-4.375; P>.001] y [T198=-3.744; P>.001], respectivamente).

Al analizar la depresión en función de la práctica de actividad física, se


puede observar que las mujeres que practican algún tipo de actividad física,
presentan niveles de depresión inferiores a las que no practican, si bien no se
aprecian diferencias estadísticamente significativas [T198=-1.217; p=.225]. Lo
mismo sucede con el grupo de mujeres que salen habitualmente a andar solas
y las que no salen; aquellas presentan niveles de depresión inferiores a éstas,
aunque las diferencias no son estadísticamente significativas [T198=-.733;
P=.464]. Sin embargo, ocurre lo contrario con el grupo de mujeres que salen
habitualmente a andar con las amigas y las que no salen; aquellas presentan
niveles de depresión superiores a éstas, aunque las diferencias tampoco son
estadísticamente significativas [T198=1.187; P=.237]. Por último, las mujeres
que acuden al gimnasio presentan niveles de depresión menores que las que
no acuden, siendo estas diferencias estadísticamente significativas [T198=-
2.814; p>.001], y lo mismo ocurre con el grupo de mujeres que realiza algún
programa de actividad física y las que no lo realizan; aquellas presentan niveles
de depresión menores que éstas, siendo estas diferencias, también,
estadísticamente significativas [T198=-2.772; p>.001].

Tabla 3. Variables deportivas y variables psicológicas


ANSIEDAD DEPRESIÓN
VARIABLE N DESVIACIÓN DESVIACIÓN
MEDIA MEDIA
TÍPICA TÍPICA
PRÁCTICA SI 126 4,05 2,13 8,61 8,39
ACTIVIDAD FÍSICA NO 74 5,24 2,20 10,16 9,21
SALE ANDAR CON SI 64 4,44 2,05 10,25 8,84
LAS AMIGAS NO 136 4,51 2,31 8,68 8,63
SALE A ANDAR SI 31 3,94 1,97 8,13 7,91
SOLA NO 169 4,59 2,26 9,38 8,86
ACUDE AL SI 45 3,27 2,16 6,02 7,68
GIMNASIO NO 155 4,85 2,12 10,10 8,80
REALIZA ALGÚN SI 41 3,37 1,91 5,88 5,43
PROGRAMA DE 159 4,78 2,22 10,04 9,19
NO
ACTIVIDAD FÍSICA

233
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Los resultados indican que en todas las variables sociodemográficas


estudiadas (edad, estado civil, número de hijos y nivel de estudios), excepto en
la profesión existen diferencias significativas entre diferentes grupos de
mujeres respecto a los niveles de ansiedad manifestados. Respecto a la
práctica de ejercicio físico, las mujeres que realizan algún tipo de actividad
física manifiestan niveles de ansiedad inferiores a aquellas que no realizan
ejercicio físico, excepto los grupos de mujeres que salen a andar solas o con
las amigas que, si bien muestran niveles inferiores de ansiedad que las que no
realizan estas actividades, las diferencias no son estadísticamente
significativas.

Hemos encontrado que aquellas mujeres con edades entre 45 y 54 años


es el grupo que manifiesta un mayor nivel medio de ansiedad, seguido por el
grupo de mujeres entre 55 y 65 años, y que las mujeres con edades entre 18 y
24 años son las que manifiestan menores niveles de ansiedad. Esta relación
con la edad parece mostrar que es en la segunda etapa de la vida cuando las
mujeres manifiestan mayores niveles de ansiedad, y que parece tener relación
con procesos de envejecimiento naturales (menopausia), así como otro tipo de
actividades, como la práctica de actividad física o el sedentarismo. En este
sentido, Conroy et al. (2007) estudiaron a 497 mujeres mayores, con una edad
media de 56,9 años, y encontraron que aquellas mujeres que practicaban
actividad física regularmente tenían unos indicadores de calidad de vida
superiores a las que no practicaban, además el 39% de las mujeres que había
practicado ejercicio físico pero lo dejó sin volver a esta actividad, presentaban
niveles mayores de ansiedad y de depresión.

Aunque en edades más jóvenes las mujeres manifiestan menores


niveles de ansiedad, la práctica de ejercicio físico parece ejercer un papel de
protección, tal y como señalan algunos trabajos de diseño experimental.
González et al. (1997) analizaron los efectos de la actividad física sobre la
condición física y el bienestar psicológico en mujeres sedentarias y fumadoras,
de edades comprendidas entre los 17 y los 28 años; el grupo de mujeres que
realizó el programa de entrenamiento obtuvo mejoras en la condición física y
descensos en la ansiedad cognitiva, aunque no encontraron cambios en el
estadio de ánimo. Gutiérrez et al. (1997) investigaron los efectos del ejercicio
físico en cuatro medidas complementarias de ansiedad, en jóvenes
universitarios de ambos sexos; encontrando un descenso en los niveles de
ansiedad en tres de las cuatro medidas, al final del periodo de entrenamiento,
por lo que concluyen que los beneficios del ejercicio físico regular sobre la
ansiedad, no se limitan a muestras clínicas, o de adultos, sino también a
jóvenes normales.

Sin embargo, la relación entre factores psicológicos y práctica de


actividad física parece tener un sentido de reciprocidad, más que de

234
unidireccionalidad; es posible que la práctica de ejercicio físico beneficie a la
salud psicológica, pero también ésta puede hacer más viable la posibilidad de
practicar algún tipo de ejercicio. En este sentido, Van Heuvelen, Hochstenbach,
Brouwer, De Greef y Scherder (2006) en un estudio realizado con 118
personas mayores de entre 65 y 92 años encontraron que para las personas
más mayores con enfermedades crónicas parecía aconsejable realizar
programas de entrenamiento psicológico más que físico, ya que aquel puede
incidir positivamente en la participación en programas de actividad física.

Respecto al resto de variables sociodemográficas, el estado civil parece


ser especialmente relevante, así las puntuaciones de menores niveles de
ansiedad se dieron en las mujeres que vivían con su pareja, en las solteras y
en las casadas, mientras que las viudas y divorciadas manifiestan un elevado
nivel de ansiedad. También el número de hijos es importante en las diferencias
entre niveles de ansiedad en las mujeres; así, aquellas que tienen dos o más
hijos muestran niveles superiores de ansiedad que las que tienen uno o
ninguno. El nivel de estudios también parece indicar una influencia en los
niveles de ansiedad; así, las mujeres sin estudios muestran los niveles más
altos de ansiedad.

Respecto a la relación entre práctica de ejercicio físico y ansiedad, los


resultados indican que, en general, las mujeres que realizan algún tipo de
ejercicio físico, presentan menores niveles de ansiedad que las mujeres
sedentarias, lo que ha sido constatado también por diferentes autores
(Akandere y Tekin, 2005) y que recogen algunas revisiones (Buckworth y
Dishman, 2002). Además se debe de considerar que los grupos de mujeres
que manifiestan niveles elevados de ansiedad, son más propensos a sufrir otro
tipo de problemas psicológicos, como menor autoestima, menor satisfacción
con su rol laboral, mayor impulsividad o mayor utilización de la emotividad
como estilo de afrontamiento del estrés (Matud et al., 2001). Concretamente,
en nuestro estudio aparecen diferencias significativas entre el grupo de mujeres
que acude regularmente al gimnasio y las mujeres que no lo hacen, y entre las
mujeres que realizan algún tipo de programa de actividad física de las que no
realiza ninguno.

Así, teniendo en consideración factores sociodemoFiguras y de práctica


de ejercicio físico, estos datos nos permiten obtener un perfil tipo de mujer
cartagenera, con propensión a manifestar sintomatología ansiosa: mujer de
entre 45 y 54 años, viuda o divorciada, con dos hijos o más, sin estudios y que
además no realiza actividad física alguna.

Los resultados indican que en todas las variables sociodemográficas


estudiadas (edad, estado civil, número de hijos, nivel de estudios y profesión)
existen diferencias significativas entre diferentes grupos de mujeres respecto a
los niveles de depresión manifestados; respecto a la práctica de ejercicio físico,
las mujeres que realizan algún tipo de actividad física manifiestan niveles de
depresión inferiores a aquellas que no realizan ejercicio físico, excepto el grupo

235
de mujeres que sale a andar con las amigas que muestran niveles superiores a
aquellas que no realizan esta actividad.

Hemos encontrado que aquellas mujeres con edades entre 45 y 54 años


es el grupo que manifiesta un mayor nivel medio de depresión, seguido por el
grupo de mujeres entre 55 y 65 años (ambos grupos se sitúan en el nivel de
Depresión Leve del BDI), y que las mujeres con edades entre 35 y 44 años son
las que manifiestan menores niveles de depresión. Esta relación con la edad
parece mostrar que es en la segunda etapa de la vida cuando las mujeres
manifiestan mayores niveles de depresión, lo que concuerda con otros trabajos
(Matud et al., 2006), aunque en éste, el grupo de mayor nivel de depresión era
el de mujeres entre 55 y 65 años, seguido por el más joven, entre18 y 24 años,
que en nuestro estudio también manifiesta un nivel mayor que los grupos de
mujeres de entre 25 y 34, y 35 y 44 años.

El estado civil parece ser especialmente relevante, así tanto el estar


soltera como casada parece ser particularmente beneficioso, mientras que las
viudas manifiestan un elevado nivel de depresión (encontrándose en el límite
del nivel de Depresión Moderada del BDI), muy por encima del resto; las
mujeres divorciadas y que viven con su pareja de hecho, manifiestan niveles
superiores a las solteras y casadas, pero muy inferiores a las viudas, aunque
también se sitúan en el nivel de Depresión Leve del BDI. También el número de
hijos es importante en las diferencias entre niveles de depresión en las
mujeres; así, aquellas que tienen dos hijos muestran niveles superiores de
depresión que las que no tienen ninguno. Sin embargo, a diferencia de otros
estudios (Matud et al., 2006) no encontramos una relación positiva entre el
aumento del número de hijos y el incremento de niveles de depresión, ya que el
grupo de mujeres que tiene más de dos hijos manifiestan niveles inferiores de
depresión que las que tenían dos.

El nivel de estudios también parece indicar una influencia en los niveles


de depresión; así, las mujeres sin estudios muestran niveles muy altos de
depresión (18,27 de media) alcanzado el nivel de Depresión Moderada del BDI.
Aunque las mujeres con estudios universitarios tienen los menores niveles de
depresión, éstos son muy parecidos a los mostrados por las mujeres con
estudios primarios y secundarios. Respecto al empleo, nuestro estudio muestra
resultados muy similares al trabajo de Matud et al. (2006), donde las
estudiantes manifiestan los niveles más bajos de depresión, las trabajadoras no
cualificadas los más altos, y las empresarias también niveles altos, aunque sin
diferencias significativas.

Respecto a la relación entre práctica de ejercicio físico y depresión, los


resultados indican que, en general, las mujeres que realizan algún tipo de
ejercicio físico, presentan menores niveles de depresión que las mujeres
sedentarias, lo que ha sido constatado también por otros autores (Blumenthal
et al., 1999; Martinsen, 1994; Martinsen, Medhus y Sandvick, 1985).
Concretamente, aparecen diferencias significativas entre el grupo de mujeres
que acude regularmente al gimnasio y las mujeres que no lo hacen, y entre las

236
mujeres que realizan algún tipo de programa de actividad física de las que no
realiza ninguno. En ambos casos, las puntuaciones medias en depresión son
menores en las mujeres activas físicamente, manifestando puntuaciones
medias dentro del nivel de Depresión Leve (BDI) las mujeres inactivas.

Así, teniendo en consideración factores sociodemoFiguras y de práctica


de ejercicio físico, estos datos nos permiten obtener un perfil tipo de mujer
cartagenera, con propensión a manifestar sintomatología depresiva: mujer de
entre 45 y 54 años, viuda, con dos hijos, sin estudios y un nivel profesional
bajo, que además no realiza actividad física alguna.

Limitaciones, consideraciones de futuro y propuestas prácticas

Quizá una de las limitaciones del estudio sea no haber considerado


instrumentos específicos para la evaluación de la práctica física (instrumentos
como el Compas o el Ipac), aspecto que consideramos como muy útil en
sucesivos trabajos. Además, sería recomendable utilizar el nivel socio-
económico/poder adquisitivo de los participantes frente a la profesión o niveles
de estudios.

A partir de estos resultados, se plantean las siguientes consideraciones,


tanto para la investigación futura como para la intervención. Existe una clara
relación entre los factores sociodemográficos y la ansiedad, por lo que se
debería prestar especial atención a ello. Por ejemplo, conforme la mujer va
teniendo más edad, en general manifiesta niveles mayores de ansiedad, por lo
que sería muy importante desarrollar programas de intervención, sobre todo en
la tercera edad, que incluyeran programas específicos de actividad física
regular y programas de fortalecimiento psicológico (autoestima, estrategias de
afrontamiento, técnicas de relajación y control mental, etc.).

Partiendo de estos criterios, se necesitan un mayor número de estudios,


tanto en poblaciones “normales” (tomando criterios de edad, de estado civil por
ejemplo), como clínicamente afectadas por trastornos psicológicos, en la línea
de los realizados por Buckworth y Dishman (2002), Beard, Heathcote, Brooks,
Earnest y Kelly (2007), Ng, Dodd y Berk (2007) o Knapen et al. (2007), entre
los que podemos incluir la ansiedad, y que se establecieran diferentes factores
de análisis, como el ejercicio físico. En este sentido, estudios meta-analíticos
como el de Netz et al. (2005) aportan una información muy valiosa para
proseguir la investigación futura, ya que indican un efecto del ejercicio físico en
el bienestar psicológico, casi tres veces mayor en los grupos de personas
mayores que realizaban algún tipo de programa de actividad física, que en los
que no lo realizaban.

Pero no se puede olvidar qué tipo de ejercicio físico es el mejor para


cada tipo de persona o para cada tipo de “enfermedad”. La valoración de
trabajos en este sentido nos ofrece la posibilidad de adecuar estos criterios;
así, por ejemplo Van Amersfoort (1996) sugiere que el tipo de ejercicio más
adecuado para trastornos como por ejemplo la depresión o la ansiedad, es el

237
ejercicio aeróbico de baja intensidad y largo tiempo, y el ejercicio anaeróbico de
alta intensidad y corto tiempo. Aunque algunos autores (Weineck, 2001),
sugieren que para problemas como la ansiedad, el practicar ejercicio que
implique altos grados de concentración (tenis, tenis de mesa) no son
recomendables, ya que podría producir más tensión que relajación. Estas
contradicciones, ya históricas respecto al tipo de ejercicio recomendado para la
ansiedad (Biddle, 1995; Martinsen, Hoffart y Solberg, 1989), o al efecto real del
ejercicio, sobre estados psicológicos o sobre pautas y hábitos más saludables
(Jiménez et al., 2008) que inciden sobre aquellos, sugieren la necesidad de
realizar investigaciones en las que se contemplen estas variables.

En este sentido, tal y como indican algunos estudios (Arruza, Arribas, Gil
De Montes, Irazusta, Romero y Cecchini, 2008; García, Matute, Tifner, Gallizo y
Gil-Lacruz, 2007) las mujeres tienden a manifestar peores índices de bienestar
físico y psicológico que los hombres, por lo que estudios encaminados a
determinar la influencia de variables como la intensidad, la duración y el tipo de
ejercicio físico para cada nivel de edad y otros factores sociodemoFiguras,
podrían ser de gran utilidad para la prescripción de ejercicio, fundamentalmente
cuando éste se encamina a mejorar la calidad de vida de la mujer.
Concretamente, Arruza et al. (2008) señalan que la “duración” de la práctica
físico deportiva parece estar asociada a una mejora de la salud general,
aunque se debería investigar la influencia que, realmente ejerce sobre
variables de tipo físico y de tipo psicológico.

A partir de estos resultados, se plantean las siguientes consideraciones,


tanto para la investigación futura como para la intervención. Existe una clara
relación entre los factores sociodemoFiguras y la depresión, por lo que se
debería prestar especial atención a ello. Por ejemplo, conforme la mujer va
teniendo más edad, en general manifiesta niveles mayores de depresión, por lo
que sería muy importante desarrollar programas de intervención, sobre todo en
la tercera edad, que incluyeran programas específicos de actividad física
regular y programas de fortalecimiento psicológico (autoestima, estrategias de
afrontamiento, técnicas de relajación y control mental, etc.).

Partiendo de estos criterios, se necesitan un mayor número de estudios,


tanto en poblaciones “normales” (tomando criterios de edad, de estado civil por
ejemplo), como clínicamente afectadas por depresión; y que se incluyeran
diferentes factores de análisis, incluyendo el ejercicio físico. Así, sería muy
interesante continuar la línea de trabajo desarrollada por Krawczynski y
Olszewski (2000), quienes implementaron un programa multidisciplinario
(incluyendo ejercicio físico, técnicas de relajación, talleres de creatividad, etc.)
para evaluar posibles cambios de los sujetos (personas mayores de 65 años)
en síntomas depresivos, hipocondríacos y percepción de sentimiento vital,
observando que se producían notables mejoras en estas variables.

O la desarrollada para analizar específicamente la relación entre práctica


de ejercicio físico y depresión, aunque como señalan algunos autores (Cairney
et al., 2005) es necesario profundizar en el conocimiento de esta relación,

238
considerando qué tipo de ejercicio físico, en qué edad, qué historia previa tiene
el sujeto (tanto en factores sociales como de la propia actividad física), qué
factores psicológicos, cognitivos y psicosociales están mediando, y de qué
forma en esta relación. En este sentido, estudios de tipo experimental pueden
resultar muy importantes para poder establecer relaciones de causa efecto y un
control mayor de las variables de estudio, como por ejemplo el trabajo de Van
de Vliet et al. (2003), que estudia los cambios psicológicos experimentados por
un grupo de mujeres pacientes diagnosticadas con depresión, después de
recibir un tratamiento multidisciplinar, que incluía un programa de actividad
física, mostrando mejoras significativas en ansiedad, depresión, autoestima y
autopercepción física. El trabajo de Bodin y Martinsen (2004) estudió los
efectos de la autoeficacia como mediadora entre el ejercicio físico (bicicleta
estática y artes marciales) y los síntomas depresivos en pacientes depresivos
(hombres y mujeres), observando que los sujetos que realizaron artes
marciales incrementaron los estados de ánimo positivos y la autoeficacia,
disminuyendo los estados de ánimo negativos y la ansiedad, aunque no
aparecieron resultados estadísticamente significativos en el grupo de sujetos
que realizaron bicicleta estática. Para estos autores, los resultados indican que
un aumento en la autoeficacia puede ser importante para los cambios positivos
en los estados de ánimo.

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Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte - vol. 8 - número 31 - septiembre 2008 - ISSN: 1577-0354

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