Derechos Humanos y El Estado
Derechos Humanos y El Estado
Derechos Humanos y El Estado
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El Estado de Derecho representa una forja indudable en el escenario
contemporáneo, sea el nombre que se le hubiere asignado: Rechtstaat para la
visión germana del derecho, Etat de Loi para la concepción gala, y Rule of Law
para el derecho anglosajón. Así Rainer Grote3 señala:
El Estado de Derecho representa una visión construida a partir del término de las
revoluciones europeas, hacia mediados del siglo XIX, cuando los Estados
europeos, tras guerras sucesivas, van inclinando su situación política hacia un
statu quo de relativa mayor estabilidad fundamentalmente política5 . El simple
Estado de Derecho deviene en un Estado social a partir del mensaje de las
revoluciones europeas por los derechos de los ciudadanos. El poder omnímodo
del monarca ya había quedado rezagado desde bastante atrás, cuando Juan sin
Tierra en 1215 se ve instado, sin retroceso, a aceptar una carta mínima de
derechos a favor de los ciudadanos anglosajones frente al poder de los
normandos, consagrándose, por primera vez, el derecho al debido proceso. A su
vez, Jacobo I retrocede, aunque provisionalmente y nada convencido, cuando Sir
Edward Coke, en el conocido caso Bonham vs. Henry Atkins, George Turner,
Thomas Mounford y otros, en el año 1610, determina con claridad que los
derechos de los ciudadanos deben ser regulados por los valores supremos que
representa el Common Law. La alocución de la sentencia de Coke es célebre:
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antes de que un hombre pueda llegar a dominarlo; el derecho es la vara de oro de
la virtud y la medida para sentenciar las causas de sus súbditos [...]”6 .
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asesinatos masivos, más de 20 siglos de historia orientados a cimentar las bases
de la civilización. Poblaciones y ciudades enteras fueron arrasadas en nombre de
la proposición de una forma de pensar distinta a la de los agredidos y desde la
pavorosa cifra de muertes de la Segunda Guerra mundial8 , cabe preguntarnos:
¿existían acaso vestigios de un Estado de Derecho? ¿Era válido acaso pensar
que existieron los derechos de la persona humana en el fragor interminable de las
pérdidas diarias de vidas humanas? En definitiva, no podemos sino lamentar que
el ser humano pensante, que el hombre que fue conquistando palmo a palmo la
civilización, pudiera, en el decurso de los enfrentamientos bélicos, verse reducido
a su más mínima expresión y exponer el lado de barbarie que hoy reprobamos
enérgicamente.
1.1.1. Más principios que reglas Las reglas son la expresión tangible del
positivismo jurídico en su acepción formalprocedimental.
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débil-fuerte. Dicho modelo constituye una perspectiva desde la que se considera
que el Derecho se rige por una razón prudencial, en tanto que su aplicación es
susceptible de un análisis racional en sentido fuerte19 , cuya expresión tangible
está representada por la razonabilidad. ¿Y es la razonabilidad imperativa? Si se
trata de un mandato judicial, en estricto la decisión jurisdiccional constitucional, va
a revestir un mandato de coercitividad, solamente aplazable en caso de
impugnación de la posición judicial. En tal sentido, la razón débil, jurídicamente
sostenida a través de una decisión judicial, sí asume un mandato de coercitividad
y jus imperium.
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de subsunción, pueda ser directo. Y en la otra orilla, por oposición, tendrá lugar el
ejercicio regular de la ponderación, procedimiento que resolverá aquellos casos
trágicos, que a decir de Manuel Atienza, identifican los conflictos constitucionales.
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1.1.4. Omnipotencia judicial en lugar de autonomía del legislador ordinario.
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En la ponderación, por el contrario, la esencia de una “jerarquía móvil” nos
permite que valores contrapuestos sean objeto de contraposición, que sean
sopesados y que se busque, bajo condiciones x,y,z, la prevalencia de un principio
sobre otro.
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interamericano, esto es, las políticas de estandarización de mecanismos diversos
de observancia de los derechos humanos en los Estados parte del sistema.
Debemos sostener, coincidiendo con Rodrigo Ruprimny , que el Derecho
Internacional de los derechos humanos DIDH en la práctica interna reporta 2
grandes ventajas: de un lado, ayuda a que los jueces adopten decisiones más
garantistas, en la perspectiva del contenido tutelar de los derechos humanos; y de
otro lado, es la única forma de reforzar el sistema de protección, es decir, de la
real internalización de sus estándares.
“Los países deben “atarse al mástil” del Derecho Internacional de los derechos
humanos. Ello implica una limitación en la autonomía de los Estados pero también
una redefinición del rol de los Tribunales de justicia, dado que esas relaciones
producen una serie de conflictos. Y no cierran problemas sino los abren. En esa
perspectiva, los jueces deben armonizar el Derecho Internacional de los derechos
humanos con el Derecho Interno. Sin embargo ¿cómo se acomoda la justicia
constitucional de un Estado a ese devenir de los derechos humanos? Habiéndose
generado una fuerte institucionalización de los derechos humanos, el rol del juez
es armonizar la Constitución con los Tratados, es decir, “acomodar” a los
pasajeros con el orden constitucional”.
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respecto a los derechos esenciales de las personas frente a los Estados. Vale
decir, resolver problemas de responsabilidad de los Estados exige,
inexorablemente, la necesidad de abordar los derechos humanos desde una
visión tutelar de los mismos y no bajo un enfoque restrictivo de ellos.
“El poder constituyente está limitado frente a los derechos fundamentales por el
principio constitucional que ellos constituyen límites a la soberanía; por tanto, una
vez incorporados al ordenamiento son irreversibles y solo pueden desarrollarse de
acuerdo al principio de progresividad.”
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resolver un conflicto sobre plazo razonable si no tenemos en cuenta el estándar
fijado por la Corte Interamericana en el caso Suárez Rosero v. Ecuador.
Los tratados sobre derechos humanos, en este nivel, deben prevalecer sobre el
Derecho interno de los países y sus valores procedimentales deben ser
concordados con los valores materiales que postulan aquellos. La propuesta es
concreta: en caso de conflicto entre un tratado de derechos humanos y una norma
de Derecho interno, prevalece aquel. Esta afirmación se sustenta en el principio
de vinculatoriedad y no explaya, en modo alguno, una imposición de las reglas y
estándares del sistema interamericano, sino por el contrario, una armonización de
ambos ordenamientos. Por tal motivo, de existir incompatibilidad entre normas de
Derecho interno y los tratados, los Estados quedan obligados a modificar sus
ordenamientos nacionales en concordancia con la línea normativo- jurisprudencial
de la Corte Interamericana.
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cuestión gravitante referida supra: no se puede invocar el Derecho interno para
restringir normas del DIDH. Esta cuestión nos lleva a preguntarnos: ¿cuál es el
valor que tienen los tratados en la jurisprudencia internacional? El caso Almonacid
Arellano35v. Chile, desarrolló el concepto de “control de convencionalidad”, es
decir, estableció cómo debe ser aplicado un tratado en un país y deja en claro que
los tratados tienen pautas de interpretación y que no todas las decisiones tienen
el mismo valor. Esto es, los jueces constitucionales desarrollan mecanismos de
adaptación de los tratados sobre derechos humanos en el Derecho interno de sus
países. Se rompe la estructura vinculante e imperativa de la norma jurídica
nacional para que, vía ponderación, prevalezca el tratado de derechos humanos
en caso de conflicto o incompatibilidad.
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quehacer protagónico de los jueces en la defensa de los derechos humanos. Y
una pregunta puede saltar a la vista: ¿una Corte modelo de EE.UU., país que no
pertenece al sistema interamericano, puede constituir un modelo de activismo
judicial?
Norma más favorable para el individuo. Es una clara referencia al principio pro
homine o pro persona. En caso de conflicto de normas, habrá de aplicarse aquella
que favorezca más a la persona. Esto a su vez determina que los jueces
constitucionales, en caso de duda ante la prosecución o no ante una controversia
sobre derechos humanos, adoptarán la posición de continuación del proceso y
antes que restringir de plano un derecho, deberán preferirse dilucidar el mismo al
término del conflicto, vía decisión de fondo, de corresponder.
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Subsidiariedad. El sistema interamericano solo es aplicable al producirse el
agotamiento del Derecho Interno. Este aspecto es relevante: el sistema
interamericano debe ser una especie de última ratio, es decir, si existen
mecanismos de protección al interior de los Estados respecto de un derecho cuya
vulneración se denuncia, debe optarse por dilucidar la controversia bajo los
alcances del Derecho interno. Solo en caso de extrema denegatoria y de
configuración de responsabilidad del Estado parte, corresponde recurrir al sistema
interamericano.
Interpretación dinámica. Ello implica una lectura favorable del derecho humano
en cuestión, como un bien a ser protegido por sobre todas las circunstancias. La
tendencia en este caso es, conforme señala Claudia Martin, que se trata de
“derechos no derogables”, es decir, el Estado no puede fijar mínimos por debajo
de ellos.
Al igual que desarrollamos esta idea en nuestro estudio anterior40, los derechos
humanos no pueden lograr una plena implementación si no existen determinados
factores a tener en cuenta en el diseño de una estrategia de abordaje de los
derechos humanos. La interrogante válida sería: ¿estrategia desde la posición de
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las víctimas, desde la posición de los Estados, o de otros estamentos vinculados
a la defensa de los derechos humanos? A juicio nuestro, la estrategia es integral
en tanto concierne a todos los actores en el sistema interamericano. No
procuramos en estricto advertir que solo un sujeto adopte una estrategia sino que
la defensa de los derechos humanos adopte estos mecanismos integrales de
eficacia en la protección de estos derechos. En su momento planteamos cuáles
elementos son relevantes para la definición de una estrategia y cuáles procesos
debemos tener en cuenta para el desarrollo de la estrategia de la defensa de un
derecho. Indicamos que ello concierne, en términos de Krsticevic41 , a una
estrategia en tres niveles determinados: los actores del sistema, las
consideraciones políticas y en torno a los mismos supuestos de litigación, las
consideraciones jurídicas. Entre los actores relevantes, destacamos: las víctimas,
los peticionarios, los testigos, las ONGs, los Estados parte, los peritos y los
medios de comunicación. Todos ellos representan actores clave del sistema y su
incidencia en los conflictos sobre derechos humanos es relevante. En relación a
las consideraciones políticas, es importante reiterar que las decisiones sobre
derechos humanos deben alejarse de los entornos políticos. Sin embargo, en el
aspecto contextual, determinadas coyunturas pueden considerarse como factores
a tener en cuenta al determinarse una controversia. Dichas consideraciones
políticas son: la situación política del país, el papel de las instituciones, el Estado
de derecho, los factores de violencia/ protestas, las agendas políticas de los
gobiernos, la relevancia de los temas sobre derechos humanos en la región, la
armonización de conductas respetuosas y los patrones de sistematicidad. En
estricto no podemos desvincularnos de estos factores políticos en tanto que su
incidencia sobre las decisiones de los gobiernos reviste un contenido relevante.
Así, un gobierno respetuoso de los derechos humanos, optará por acuerdos
amistosos y vías de solución heterocompositivas. Entre las consideraciones
jurídicas, señalamos que es menester, en temas de derechos humanos y respecto
al Derecho interno de los Estados, que los sistemas de impartición de justicia
sean fuertes en autonomía. Estas consideraciones son: independencia del Poder
Judicial, el concepto de recurso eficaz, la implementación de ideas, las pruebas,
la jerarquía de tratados, la jurisprudencia, entre otros. Tales factores atañen
directamente a la judicatura y en caso de un activismo judicial de tutela de
derechos, estimamos que la jurisdicción constitucional será respetuosa para
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estimar pretensiones favorablemente frente a graves vulneraciones a los
derechos humanos.
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CONCLUSIONES
Vertidas las reflexiones que anteceden, podemos esbozar que resulta necesario
propulsar un tipo de Estado que vele por el respeto por los derechos
fundamentales, no solo en su percepción abstracta sino en los planos jurídico,
social e institucional. Solo a través de esa proyección de observancia por los
derechos básicos de las personas, podemos apuntar a una estandarización de los
derechos humanos en el sistema interamericano sobre la base de un activismo
judicial razonablemente sostenido.
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