Resumen Enfoques de Filosofía

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RESUMEN

El trabajo realiza una aproximación conceptual a la filosofía de la


educación, examina algunos enfoques filosóficos y los principales
aportes de la filosofía que han servido como fundamento para la
constitución de la filosofía de la educación; finalmente, plantea
perspectivas y desafíos que permiten comprender el sentido de la
filosofía de la educación en el contexto actual. Se defiende la idea que
no puede existir filosofía de la educación sin la presencia de sus dos
condiciones básicas: la filosofía y la educación. Es una investigación
de carácter bibliográfico; utiliza los métodos lógico-científicos
(deductivo-inductivo) y los métodos filosóficos (fenomenológico-
hermenéutico).

Palabras clave: Enfoques; desafíos; filosofía; educación; filosofía de


la educación

ABSTRACT

The paper it realizes a conceptual approximation to the philosophy of


the education, examines some philosophical approaches and the
principal contributions of the philosophy that have served as foundation
for the constitution of the philosophy of the education; finally, it raises
perspectives and challenges that allow to understand the sense of the
philosophy of the education in the current context. There defends itself
the idea that cannot exist philosophy of the education without the
presence of his two basic conditions: the philosophy and the education.
It is an investigation of bibliographical character; it uses the methods
(deductive - inductive) (phenomenological-hermeneutic) logician -
scientist and the philosophical methods.

Keywords: Approaches; challenges; philosophy; education;


philosophy of the education

INTRODUCCIÓN

El tema Contribuciones de la filosofía para la consolidación de la


filosofía de la educación, tiene como objetivo central el análisis de
enfoques, corrientes y propuestas teóricas surgidas en la historia de la
filosofía como aportaciones fundamentales para la consolidación de la
filosofía de la educación, cuya existencia y constitución exige con
claridad dos condiciones elementales: la presencia de la filosofía y la
presencia de la educación. No hay filosofía de la educación sin tener
un objeto material sobre el cual vierte su acción reflexiva: el hecho
educativo. Y así mismo, no puede existir una educación sin teoría
filosófica que la respalde y la justifique. Lo anterior es posible debido a
la existencia del principal referente: el ser humano, quien en palabras
de la autora (2015), “desde sus orígenes empezó a cuestionarse
acerca de sí mismo y de todo cuanto ocurría a su alrededor, empezó a
reflexionar y a buscar explicaciones acerca de las causas y principios
de todo, empezó a perderse en el laberinto de incertidumbres, empezó
a explicarlo todo desde el mito, la leyenda, el rito y poco a poco
direccionó sus respuestas desde la razón y desde la ciencia”. (Aguilar-
Gordón, 2015
, p. 14)

De allí que, una de esas problemáticas a las que trata de responder


constituye la educación y sus diversas manifestaciones, es así como al
pretender encontrar las causas del porqué de todo cuanto sucede, y al
intentar determinar las principales relaciones existentes entre
fenómenos va implementando diversos métodos de investigación, va
descubriendo técnicas y procedimientos ordenados, sistemáticos y
coordinados que paulatinamente van configurando la ciencia en
general y las ciencias de la educación en particular(Aguilar-Gordón, 2015)

La ciencia en general, las ciencias de la educación y la filosofía de la


educación históricamente se ha direccionado desde tres ángulos
diferentes como los que se citan a continuación: “Tendencia a valorar
a la razón humana (racionalismo) mediada por el método matemático-
deductivo. Tendencia a valorar a la experiencia y a la observación de
los hechos concretos (empirismo) mediadas por el método inductivo
iniciado por Francis Bacon en la ciencia de la modernidad, …
Tendencia a valorar tanto a la experiencia como a la razón, esto
gracias al uso del método resolutivo-compositivo… método hipotético-
deductivo (inductivista-deductivista) iniciado sistemáticamente por
Galileo hasta consolidarse como el …método científico…. que, a pesar
de los tropiezos experimentados en la historia, sigue siendo vigente tal
como lo evidencia la epistemología de la actualidad”. (Aguilar-Gordón, 2015, p.
14)
La ciencia actual sigue pretendiendo alcanzar la concreción mediante
la experimentación, la verificación y la evolución de sus teorías.
Entonces surgen algunas interrogantes como: ¿Cuál es el rol de la
filosofía de la educación? ¿Cuál es el lugar que ocupa la filosofía de la
educación entre las ciencias? ¿La filosofía de la educación es una
ciencia o una disciplina? ¿En qué método o métodos encuentra su
respaldo? ¿Cuáles son las contribuciones que realiza? ¿La filosofía de
la educación responde a las necesidades con-temporáneas de la
época en la que surge? ¿Cuáles son los tributos fundamentales de la
filosofía para la filosofía de la educación?, en fin, son algunas
cuestiones que exigen ser re-pensadas.

Por lo expuesto, toda orientación pedagógica tiene sus cimientos


en la filosofía. En este escenario, es preciso tener presente que:

1. Toda filosofía de la educación es una disciplina globalizadora e


integradora de saberes; es multidisciplinar porque requiere de
otras ciencias auxiliares para completar su proceso de
comprensión.

2. La reflexión sobre los fines, los sujetos de la educación y sus


problemáticas son aspectos constantes y fundamentales de la
filosofía de la educación de todos los tiempos y de todas las
sociedades.

Hasta cierto punto, resulta comprensible entender que cada


investigación concreta o ciencia particular lleva consigo un método
específico de investigación que valida o descarta una teoría, aspectos
que no anulan la incidencia de factores endógenos y exógenos en el
accionar del sujeto que investiga, en otras palabras, la ciencia, su
método y el investigador siempre se van modulando a través de la
historia y de la cultura, siempre serán con-temporáneos (Aguilar-Gordón, 2015).

En definitiva, para cumplir con el propósito establecido en este


artículo, es preciso realizar una breve aproximación conceptual sobre
el significado mismo de la filosofía de la educación para identificar sus
principales problemas; examinar las contribuciones recibidas desde la
historia de la filosofía, determinar su finalidad; y avizorar las nuevas
perspectivas y desafíos.
Por su naturaleza misma, la Filosofía de la Educación es la
disciplina que se encarga de discurrir racionalmente sobre la
educación, su problemática, sus funciones y sus fines; es la
reflexión racional sobre el hecho educativo. Incluye además el
análisis del lenguaje educativo, la evaluación critica de
contenidos.

Desde el estatuto epistemológico, se puede establecer que la Filosofía


de la Educación constituye una parte importante de las ciencias
humanas, encargadas de la explicación y reflexión de la naturaleza
humana; preocupadas por el conocimiento profundo del ser humano.

La filosofía es clave para la comprensión de la educación y de


sus principales agentes; se evidencia que es la filosofía, la
disciplina que proporciona las herramientas necesarias que
permiten la toma de conciencia del ser educando y del ser
educador frente a sí mismo, a los demás, al mundo e incluso
frente a la trascendencia.

Al ser la educación un proceso permanente requiere siempre


acudir a las teorías, postulados e insumos conceptuales que
solamente la filosofía le puede proporcionar para cumplir con sus
objetivos: la formación del ser humano.

Ahora bien, es importante considerar que tanto la filosofía como


la educación tienen como punto central al hombre, razón por la
cual, filosofía y educación se complementan, pero a su vez
siempre requerirán el apoyo de otras disciplinas como la
antropología, la historia y la sociología.

Esta vinculación armónica interdisciplinar es lo que ha dado como


resultado al surgimiento de la filosofía de la educación. Así mismo,
examinando en la historia de la filosofía, se ha podido encontrar
algunos enfoques que han aportado para la constitución de la filosofía
de la educación.

DESARROLLO
En este apartado se presentan algunos enfoques filosóficos que
históricamente han contribuido para la constitución de la
Filosofía de la Educación, a continuación, el detalle:

Enfoque idealista. Representado por Platón (427-347 a.C.) y por


San Agustín (354 d.C.-430 d.C.). Este enfoque orientó la educación
del mundo occidental hasta el siglo XIX; sostiene que solo las ideas
brindan el conocimiento verdadero, estas viven fuera de la mente
humana, de allí que “la verdadera realidad solo se conoce por el
intelecto” (Carrasquillo, 2016, p. 7). Este enfoque da primacía a la razón y
rechaza al conocimiento obtenido por los órganos sensoriales.

De acuerdo a este enfoque, el fin de la educación es formar hombres


sabios, virtuosos y racionales para alcanzar las condiciones de ser los
Magistrados del Estado; promueve la formación de un ser racional que
no se abandone a sus instintos, sino que adquiera una mayor
conciencia moral. Es un enfoque predominante sobre todo en
instituciones religiosas que buscan orientar al hombre hacia Dios.

Conforme a este enfoque, el educando es un ente espiritual, que


tiene un conocimiento innato que le facilita alcanzar la perfección
moral a través de la educación, con esto se busca desarrollar la
capacidad intelectiva del estudiante para “ayudarlo a trascender del
mundo visible al inteligible” (Hinostroza-Ayala, 2007, p.18); es decir, el papel del
estudiante es ser un agente pasivo.

Por su parte, la función del docente es ser “una persona con un


gran carácter moral, que busque ante todo la verdad, que ame lo
bello y lo sublime, que sea justo, correcto y virtuoso” (Carrasquillo, 2016,
p. 8). Esto es que el maestro debe ser un modelo de vida para los
educandos; forma a los alumnos según su imagen, es el
encargado de crear el ambiente propicio para fomentar el
conocimiento junto con la autodisciplina.

Así mismo, el método que utiliza es la mayéutica dialéctica junto


con la clase expositiva. El docente presenta distintas realidades al
alumno provocando capacidad de respuesta y de reacción frente a las
realidades presentadas. El conocimiento obtenido es producto del
proceso de aprendizaje. Este enfoque desea poner la educación
en manos del Estado.
Una de las críticas a este enfoque está dirigida a su tendencia
intelectualista que, a fomentar una educación de este tipo, sitúa al
conocimiento como objeto de la educación, sobrevalora el
esfuerzo intelectual colocando al educando como un ser pasivo
que requiere siempre del maestro.

Este enfoque no piensa en el ambiente educativo, ni en la manera de


transmitir el conocimiento. Valora los contenidos a impartirse y
fomenta el aprendizaje memorístico. Propicia la formación de una
clase elitista y privilegiada que por el simple hecho de tener en sus
manos el conocimiento ha sido la encargada de dirigir la educación de
los sectores populares, separando sujeto y necesidades reales. El
Estado se convierte en la entidad “a quien le corresponde seleccionar
quienes deben ser educados, lo que refleja una visión un tanto
totalitaria y exclusivista de la educación” (Hinostroza-Ayala, 2007, p. 19). Sin
embargo, este enfoque a pesar de calificarse como verbalístico y
dogmático, trató de evitar el castigo físico y de potenciar una
educación con amor y con bondad.

Enfoque realista. Representado por Aristóteles (384-322 a.C.),


Comenio (1592-1670), Locke (1632-1704) y Herbart (1776-1841).
Este enfoque sostiene que la única realidad que existe es aquella
obtenida por los órganos sensoriales; privilegia las ciencias
naturales y sociales.

El objetivo de este enfoque es que la felicidad perfecta se alcanza


a través de la educación y luego de alcanzar el desarrollo de
hábitos que puedan demostrar un correcto uso de la razón que
permite obtener sabiduría y prudencia como herramientas
importantes para la formación del carácter. Este enfoque busca la
vinculación e interrelación del saber con la realidad; busca el
predominio de la observación y de la experimentación.

Uno de los representantes más significativos del realismo y el padre


de la didáctica, Comenio (1592-1670), sostenía que toda la realidad se
encontraba sometida a las leyes naturales. Así, afirmaba que “el
niño es igual a la naturaleza, para dominarlo es necesario
conocerlo y respetar sus formas constitutivas y las leyes de su
desarrollo” (Perelló, 1995, p. 87).
Todo lo que hace la naturaleza lo hace de manera espontánea, sin
imposiciones ni angustias; de la misma manera debe proceder la
educación, de manera gradual y partiendo de lo simple para llegar
a lo complejo. Otro representante de este enfoque es Locke (1632-
1704) quien plantea que el niño es como una tabula rasa, una hoja
en blanco que deberá ser llenada por la experiencia obtenida en la
realidad, la cual es independiente de la mente del ser humano.

Por ello, estudiosos como Perelló (1995), manifiestan que Locke


(1632-1704) es el iniciador del realismo pedagógico para quien el
conocimiento se encuentra ligado a las leyes de la naturaleza; se
preocupó “por adaptar los programas al educando y no el niño a
los programas” (p. 112). Además, Locke (1632-1704) establece la
relación existente entre conocimiento y experiencia sensorial, por
ello afirma que “el niño tiene la necesidad de obrar y de
hacer” (Perelló, 1995, p. 112).

El rol del maestro es “proveer experiencias necesarias para el


desarrollo de las capacidades del individuo” (Carrasquillo, 2016, p. 11). El
maestro debe impartir y demostrar el conocimiento, para esto
deberá fomentar el interés en lo que enseña, manteniendo al niño
en completa alegría durante el aprendizaje. Una alegría que
según Bohm (2010), produzca un interés duradero capaz de producir “un
interés espontáneo, involuntario, que se impone irresistiblemente de
tal modo que se apodera del ser todo y lo mantiene motivado”. (p. 23)

El papel del educando en este enfoque varía de acuerdo al


representante. Así, para Locke (1632-1704) y Comenio (1592-1670)
el educando aprende por medio de la interacción con el medio
ambiente; se puede decir, que este enfoque repercute
notoriamente en el constructivismo presente en el siglo actual.
Para Herbart (1776-1841), otro representante de este enfoque, el niño
como tal carece de importancia; centra su atención en la manera como
el maestro debe enseñar al estudiante y para esto le ofrece algunos
recursos psicológicos. Respecto al método de enseñanza afirma la
necesidad de saber obrar con inteligencia, carácter y personalidad; a
esto se agrega las memorizaciones, repeticiones y trabajos prácticos,
para constatar lo comprendido por el educando, utilizando el juego
como recurso principal. Con el juego tratan de desarrollar la
libertad, la espontaneidad del niño logrando la capacidad de
iniciativa y de trabajo. Valoran los intereses del estudiante,
procediendo desde lo conocido hacia lo desconocido, a través del
uso de materiales visuales significativos para poder manipular el
ambiente. Este enfoque insiste en la enseñanza tanto del idioma
vernáculo como de otros idiomas que a futuro resultarían útiles.

Existen algunas críticas realizadas a este enfoque. Se afirma que el


educando no posee libertad, ella queda reducida a las medidas
biológicas y naturales del niño; y a las medidas psicológicas utilizadas
por el maestro, incluso se asegura que el realismo termina
confundiendo la educación con la instrucción. Al creer que el
hombre nace bueno trata de buscar o de instruir una conducta y
voluntad bien educada, ya que de acuerdo a Perelló (1995), el
comportamiento es “el producto de las representaciones” (p.154).
Visto de esta manera, otro aspecto negativo seria el fomentar una
moralidad fundamentada en criterios ajenos, en lugar de motivos
éticos e intrínsecos del propio sujeto.

Entre los aspectos positivos de este enfoque se encuentran: la


especial atención puesta en la moralidad y la creencia de
que “mediante la educación se puede educar el espíritu resaltando la
relación necesaria entre el conocer y el hacer” (Perelló, 1995, p.156). Otro
aspecto positivo de este enfoque, se encuentra en el hecho de buscar
medios psicológicos en donde se adapte el ambiente al sujeto y no
viceversa. Se coloca al interés como punto central de aprendizaje.

Enfoque naturalista. Representado por Rousseau (1712-1778),


este enfoque sostiene que el universo está compuesto por
procesos naturales, con lo que afirma que el ser humano es
inocente, autosuficiente y bueno por naturaleza; al igual que el
realismo pedagógico el conocimiento se abstrae de la experiencia
obtenida por los sentidos. Este enfoque sostiene que el objetivo
de la educación es educar a los niños siguiendo el proceso
natural para lograr el perfeccionamiento en la sociedad.

En relación al rol del maestro, Rousseau (1712-1778), decía


que “el maestro mientras menos hace, mejor maestro es” (Carrasquillo,
2016
, p. 15), así, el maestro se convierte en un facilitador para el
educando. Aunque da un lugar al maestro, este enfoque afirma la
importancia de que los primeros educadores sean los padres de
familia, especialmente la madre, ella posibilita el aprendizaje; sin
embargo, el educador que este bajo la tutela del educando
debe “despertar en el educando la ambición y necesidad por el
aprendizaje” (Hinostroza-Ayala, 2016, p. 114).

Por su parte, el papel del educando es activo, este debe aprender


por sí solo, “en contacto con la naturaleza y lejos de la
sociedad” (Perelló, 1995, p. 118) para esto Rousseau (1712-1778),
señala la importancia de adecuar un correcto ambiente de
aprendizaje en donde se deje al educando obrar de acuerdo a su
naturaleza y “a sus necesidades psicológicas” (Perelló, 1995, p.
119), en otros, términos, el educando debe ser educado de
acuerdo a las etapas de su desarrollo natural.

Este enfoque sostiene que el sujeto nace apto para aprender y


para conocer, por lo que sus primeras sensaciones pertenecen
por completo a los sentidos y de allí gradualmente va madurando
con lo que va aprendiendo. Así mismo, este enfoque promueve
una libertad metodológica, dejando obrar al educando de acuerdo
a su naturaleza, sin castigos, ni imposiciones ya que la única
autoridad se encuentra en la misma naturaleza, en donde “las
reacciones naturales deben ser premio o castigo para el niño”
(Perelló, 1995, p. 120).

Así la educación no resulta impuesta ni humillante, va de acuerdo con


el desarrollo natural y con la voluntad del educando, lo cual en las
reflexiones de Perelló (1995), da lugar a una educación sucesiva en
donde se toma en cuenta las capacidades y habilidades desarrolladas
en cada etapa evolutiva. Se valora la necesidad de adoptar una
verdadera intervención pedagógica de acuerdo a las etapas de la edad
evolutiva del ser humano.

Algunos teóricos del aprendizaje expresan sus desacuerdos frente a la


concepción de la naturaleza buena del educando y de la degeneración
del mismo por parte de la sociedad. Además, este enfoque es criticado
respecto a la forma de adquirir el conocimiento, en la medida en que
sostiene que, aunque el educando puede conocer por si solo necesita
una guía y modelos a quien imitar y no únicamente dejarse llevar por
su naturaleza. No todo lo espontáneo en el educando puede ser
bueno, sino que necesita disciplinarse. Una crítica frecuente se
vincula al castigo por parte de la naturaleza, al tipo de
correcciones que deben realizarse y a la imposibilidad de educar
a un niño sin contacto con la sociedad.

Enfoque pragmático. Su máximo representante es John Dewey


(1859-1952) quien a su vez representa a la Escuela Activa
(Escuela Nueva). Este enfoque sostiene que el objetivo de la
educación es lograr en el hombre la socialización y “la
transmisión del acervo cultural del hombre a las nuevas
generaciones” (Carrasquillo, 2016, p. 17). La educación resulta ser un
instrumento mediante el cual se puede mantener una continuidad
social en la vida; la educación busca la formación individual para
que este pueda insertarse con fines prácticos en la sociedad.

El progreso de Estados Unidos debía basarse en la igualdad de


oportunidades y que la democratización de la sociedad tenía que
nacer dentro de la escuela. De esto se desprende el enfoque
pragmático que sostiene que “el hombre es esencialmente acción
y, en sus efectos encuentra el valor de los actos y la veracidad de
las normas” (Perelló, 1995, p. 191).

El método utilizado por Dewey (1859-1952) y por el enfoque


filosófico pedagógico pragmático es la actividad-trabajo, los
cuales se complementan para construir la experiencia formativa
social que convirtió a Dewey (1859-1952) en el máximo exponente
de la pedagogía social. El pragmatismo ha contribuido
notablemente para la educación actual.

En Psicología y Pedagogía en la primera mitad del siglo XX, de Sáenz, et


al. (2015
), aparecen los principios del pragmatismo más conocidos sobre
la organización general, la formación intelectual y la formación moral,
expuestos en el libro La Pedagogía Contemporánea de Emile
Planchard, expuestos por el Instituto-Escuela y los Grupos escolares
Cervantes de Madrid y Baixeras de Barcelona, mismos que pueden
parafrasearse de la siguiente manera:

 En cuanto a la organización general: El pragmatismo se propone


servir de orientación a las demás instituciones educativas para
que incentiven en el niño autonomía en el aprendizaje; el aula
debe presentarse como un ambiente familiar en donde el niño se
sienta interesado en el momento de aprender; es necesario
agrupar a los niños en pabellones de diez a quince niños para
que el aprendizaje sea colaborativo y el maestro pueda estar al
tanto de la realidad del niño; en palabras de Sáenz, et al. (2015), la
educación física se realiza mediante la gimnasia natural, los
juegos y deportes ya que el aprendizaje no es solo meras
repeticiones sino también experiencias.

 En cuanto a la formación intelectual: El pragmatismo se propone


desarrollar el juicio más que la memoria con la finalidad de que
los niños sean capaces de producir sus propios pensamientos y
no se conviertan en niños “sin razonamiento, ni juicio, ni
reflexión” (Perelló, 1995, p. 81). Además, el pragmatismo a decir
de Sáenz, et al. (2015), plantean que la enseñanza debe limitarse a las
primeras horas para que el sujeto también pueda realizar
distintos deportes y juegos, es decir, que tenga contacto con la
naturaleza. Las materias deberán ser pocas y por trimestres.

 En cuanto a la formación moral: El enfoque pragmático


establece que la educación moral debe realizarse por medio
del sentido crítico del niño y su libertad, es decir, que
sea “sublime en el pensar y excelente en el obrar” (Perelló, 1995,
p. 76). Por su parte, Sáenz, et al. (2015), afirman que los insultos y
los castigos en el niño, son negativos, pues los hace más
ineptos para el aprendizaje. Para este enfoque, la educación
es la conciencia en los niños y debe darse a través de
recitaciones, juegos, cantos, coro u orquestas.

Este enfoque pragmático apoya la actividad autónoma del niño, así el


educando juega un papel importante, pues resalta su capacidad
activa en donde debe aprender a aprender. Dewey (1859-1952)
basado en las investigaciones psicológicas de James (1842-1910)
que se enfocaban en el desarrollo de mente y cerebro del niño,
rechaza los planteamientos de la escuela tradicional que
imaginaba al niño como un recipiente vacío (concepción utilizada
desde la Grecia clásica hasta la modernidad).

Este enfoque ve al maestro como guía importante durante los


primeros años en donde debe poner especial atención a la
naturaleza psicológica y sociológica del niño. Por ello, el método
utilizado no debe estar basado en la rigidez, sino que como
sostiene Carrasquillo (2016
) debe ser “experimental, flexible,
exploratorio, tolerante hacia lo nuevo, lo curioso”. (p. 21)

Como puede apreciarse, los principios planteados por el pragmatismo


buscan la apertura por parte del sujeto de la educación, una apertura
que permita la comunicación consigo mismo y con los demás a través
de la experimentación e interrelación con el ambiente y la realidad.
Una de las fuertes críticas realizadas al pragmatismo, es que
degenera en la excesiva experimentación olvidando el verdadero fin
de la educación y el proceso gradual del mismo.

En general, este enfoque es positivo en la medida que resalta la


capacidad y libertad del niño para aprender; se aleja de los
planteamientos de la escuela tradicional; señala la manera humana de
educar mediante el uso de medios y recursos necesarios para el
proceso. Una contribución fundamental de este enfoque es la
orientación correcta y la sana interacción entre educar-educando-
métodos.

Enfoque existencialista. Es un enfoque de carácter esencialista,


conocido también como progresivismo o reconstruccionismo. La
fundamentación filosófica se encuentra en Heidegger (1889-1976)
y en Sartre (1905-1980). Retoma algunos constructos del
idealismo, del realismo, del pragmatismo y del naturalismo.

Este enfoque como dice Carrasquillo (2016), se propone promover el


“crecimiento intelectual individual y la formación de una persona
competente” (p. 42) evitando la formación de personas
conformistas o como simples máquinas de conocimiento. Uno de
sus máximos representantes es Brameld (1904-1987), quien
sostiene que la escuela debe ser un motor dentro de la sociedad
porque es mediante ella que se puede enseñar a vivir en
democracia.

Ve en la escuela la esperanza de transformar la sociedad por medio


del juicio crítico de los educandos. El objetivo de este enfoque es
formar individuos capaces de involucrarse con los problemas
comunitarios y sociales. La finalidad última de la educación es
lograr la transformación del individuo en “un ser
auténtico” (Carrasquillo, 2016, p. 22), dando mayor importancia al
desarrollo de la capacidad afectiva.
En este sentido, el aprendizaje deberá surgir de las necesidades e
intereses del educando para que adquiera conciencia de su
propia existencia en el mundo. La escuela deberá ser un
laboratorio de experimentación e investigación, un espacio que
contribuya al desarrollo natural del educando y le conduzca a
convertirse en colaborador de la comunidad de enseñanza-
aprendizaje.

El maestro se caracteriza por ser guía del educando permitiendo


la concientización del educando para que sea capaz de
reconocerse a sí mismo como un ser integral. El educador deberá
ayudar a los educandos a desarrollar su capacidad crítica para
presentar y resolver problemas sociales, científicos y humanos.
El maestro deberá enfocarse en el desarrollo de habilidades
esenciales en las materias académicas procurando el dominio de
las mismas. El maestro deberá demostrar dominio y autoridad en
su materia.

Este enfoque sugiere la necesidad de establecer una relación


horizontal entre educandos y educadores; enfatiza el interés por
asignaturas como: lenguas extranjeras, historia, ciencias,
matemáticas. De acuerdo a Carrasquillo (2016), el rol del maestro es
ser “agente de cambio y reforma; actúa como director de
proyectos y como líder investigativo” (p. 33); ayudando al
educando a enfrentar y afrontar los diversos problemas de sí
mismo y del contexto. El papel del educando es ser un sujeto
social capaz de identificar y solucionar problemas; valora a las
ciencias sociales por enfocarse en problemas económicos,
políticos y sociales; intenta integrar en la educación la ciencia, la
tecnología y las humanidades.

El papel del educando conforme a Carrasquillo (2016), es


convertirse en “juez de su propia inteligencia” (p. 30), un ser
capaz de utilizar la libertad y responder por sus propios actos; el
educando es un ser activo que deberá expulsar sus propias
enajenaciones y alienaciones para que pueda proyectarse y
avanzar en la construcción del mundo. Otro de los exponentes de
este enfoque Iván Illich (1926-2002), quien sostiene que este
enfoque filosófico pedagógico surge en oposición a la escuela
tradicional, la misma que está al servicio del interés político y en
manos de empresarios monopólicos.

Frente a esto, varios pedagogos reaccionaron en contra del


sistema educativo, uno de ellos es Paulo Freire, con la Pedagogía
del oprimido, en la que establece que las escuelas actuales
domestican a los pobres.

Estas posturas invitan a repensar en el sentido mismo que


deberá adquirir la subjetividad entendida como algo que “se
construye en una dimensión interaccional simbólica que incluye
relaciones de poder, relaciones económicas, relaciones
tecnológicas, en donde la subjetividad es al mismo tiempo
singular y emergente, guarda relación entre la acción del
productor y de lo producido” (Aguilar-Gordón, 2009, p. 66), relación que en
el proceso de aprendizaje conforma esquemas referenciales que
definen la subjetividad en base a experiencias, sensaciones,
percepciones, imágenes y condiciones existenciales propias del
sujeto como sostiene la autora.

Todos los enfoques presentados buscan a su manera, fomentar en el


educando la libertad, la creatividad, la autodisciplina, la práctica de
valores, un orden moral; sin embargo, la mayoría de estos enfoques,
muchas veces llegan a ser objetos de manipulación por parte de
sectores poderosos que buscan satisfacer sus propios intereses.

Por consiguiente, como manifiesta Matssura (2011) resulta claro


que la educación sin filosofía, nos convertiría en seres
desconocedores de la realidad del entorno. Sin la filosofía en la
educación el ser humano no encontraría su teleología que es la
trascendencia. La filosofía de la educación implica el ejercicio de
la libertad humana que conlleva reflexión, en donde el docente
actúe para desarrollar diversas competencias y el sentido crítico
en sus educandos, competencias que le permitan cuestionar,
comparar y conceptualizar la realidad.

La educación toma de la filosofía, la reflexión y la totalidad de sus


pensamientos para “esclarecer los problemas relativos a la
pedagogía” (Valdés & López, 2011, p. 2), así, el campo educativo será capaz de
reflexionar acerca del hecho o fenómeno educativo desde sus
presupuestos filosóficos fundamentales. La Filosofía de la educación
se ve enriquecida y dirigida por una multivariedad de enfoques
filosóficos significativos tempo-contextuales. Estos enfoques
pretenden explicar los hechos y fenómenos presentes en el
sistema social y en el educativo, busca encontrar “las causas
determinantes primarias y secundarias” (Rodríguez, 2011, p. 2) sobre el
proceso de enseñanza-aprendizaje.

En este apartado, en una apretada síntesis se identificarán las


principales aportaciones de la edad moderna (iniciada con el
humanismo del siglo XIV) y de la filosofía moderna (iniciada en el siglo
XVII) para la consolidación de la filosofía de la educación. La
tendencia antropocéntrica de la modernidad iniciada con el
humanismo renacentista hizo eco en las diversas disciplinas de toda la
época. Así, en el ámbito pedagógico surgen filósofos y pedagogos que
buscan la formación integral e íntegra del hombre mediante el
desarrollo de sus facultades y de sus habilidades considerándolo
como “un ser completo, sublime en el pensar y excelente en el
obrar” (Perelló, 1995, p. 76), buscando sustituir elementos pedagógicos
mecánicos y tradicionales por nuevos e innovadores métodos.

La educación del hombre se convierte en una especie de segundo


nacimiento, se trata de una nueva educación que permite al ser
humano salir de la obscuridad en la que había permanecido en épocas
anteriores en las que el hombre necesitaba de aprendizajes dados.
Luego de la edad media, en el humanismo del siglo XIV se
produce una revalorización del hombre y con ella se genera el
rescate del educando como un ser capaz de conocer por sí
mismo, aunque aún es fuerte el predominio de la idea de Dios
sobre todas las cosas.

La valoración del ser humano se fortalece y consolida en el


renacimiento de los siglos XV y XVI, época en la que la pedagogía
moderna encuentra sus bases en el pensamiento filosófico de
Picco Della Mirándola (1463-1494), en su obra Discurso sobre la
dignidad del hombre. Confiere al hombre el puesto central en el
universo y le otorga la capacidad de ser y de elegir su propio lugar en
el mundo, “él puede vegetar de manera más animalesca que cualquier
bestia o elevarse a las alturas divinas gracias de su resolución mental”
(Bohm, 2010, p. 53) y todo esto a través de la libertad.
En esta época de transición al modernismo se hicieron una gran
cantidad de descubrimientos, como la teoría heliocéntrica e inventos
como la imprenta, la brújula, la pólvora que paulatinamente favorecían
al individualismo y a la naciente clase social; eso explica que en el
ambiente educativo se favorecía a la burguesía, predominaba una
educación elitista dirigida por la aristocracia marcada por el ingenio
como decía Vittorino Da Feltre (1378-1446) quien hace escuelas en
Padua y en Venecia recibiendo “solamente a los alumnos inteligentes,
estudiosos y virtuosos” (Perelló, 1995, p. 78) para que a través del estudio
pueda ser posible un “ascenso social de jóvenes de modesto
origen” (Abbagnano & Visalberghi, 1994, p. 214) esto es lo que permite ver a Da Feltre
(378-1446) como uno de los principales impulsadores de la Escuela
Nueva surgida en los posteriores siglos XIX y XX. Así mismo,
siguiendo las reflexiones realizadas por Abbagnano & Visalberghi (1994), ciertas
líneas filosóficas de la época incidieron en pedagogos que buscaban
la educación para todos, una de estas se vio afectada por la
obra Utopía, de Tomás Moro (1478-1535) donde se expresaba la
igualdad, la justicia social y la existencia de una sociedad sin clases.
Con esto surge el lema “todo para todos” usada por Amos Comenio
(1592-1670) quien buscaba una educación y formación perfecta en el
hombre a través de la división de la enseñanza en cuatro fases: a)
escuela materna, b) escuela vernácula, c) escuela latina, d) Academia.

Con todo, los pensadores, filósofos y pedagogos de esta etapa como:


Guarino Guarini (1624-1683), San Bernardo (1091-1153), Erasmo de
Rotterdam (1466-1536), Luis Vives (1493-1540), Francisco Vives,
Francisco Rabelais (1494-1553), Miguel Montaigne (1533-1592);
buscaban la formación del hombre completo, así la escuela deja de
estar en posesión de la Iglesia como casas religiosas y monasterios
dando valor al estudio de los clásicos vistos como “instrumentos de
liberación para escapar a las estrecheces del mundo
medieval” (Abbagnano & Visalberghi, 1994, p. 201). Estos estudiosos buscaban
desarrollar valores humanos auténticos, para exaltar la libertad y
la voluntad que tiene el hombre para decir y hacerse responsable
de sus actos.

Otra aportación significativa del Humanismo a la educación se


encuentra en la búsqueda de la formación integral y moral del ser
humano, en una formación igual para todos. En esta etapa se
inserta a la mujer en el proceso educativo enseñándole de la
misma manera que a los hombres que iban a las
instituciones, “no reconociendo ninguna diferencia sustancial de
ingenio entre los dos sexos” (Abbagnano & Visalberghi, 1994, p. 214); sin
embargo, en esta etapa si existieron ciertos pedagogos que iban
en contra de esta situación o no le daban mucha importancia
como Montaigne (1533-1592) quien afirmaba que para una mujer
es necesario “que sepa distinguir entre una camisa y una
chaqueta de su marido”Perelló, 1995, p. 86).

Otra contribución fue vincular el conocimiento con la realidad


buscando el equilibrio entre el conocimiento y la experiencia, a este
esfuerzo representa Rabelais (1494-1553), quien afirmaba que la
ciencia sin conocimiento está vacía, es decir, “si las letras sin
conocimientos reales son estériles y huecas, también el conocimiento
de los contenidos, si esta desprovisto de la belleza de la forma literaria
aparece oscura e inaccesible” (Abbagnano & Visalberghi, 1994, p. 215) sus supuestos
influyeron en gran manera en el realismo pedagógico de Locke
(1632-1704). Una aportación significativa fue implementar las
mismas metodologías a todos los estudiantes; aunque
actualmente debido a las distintas dificultades de aprendizaje se
puede decir que se han implementado nuevas metodologías. En
esta etapa empiezan a utilizarse elementos para comprobar si lo
enseñado ha sido asimilado, de esto surgen los exámenes; se motiva
a los educadores a desarrollar la afectividad para con los niños, siendo
menos riguroso, presentando una figura de padre para fomentar el
trabajo y fortalecer el alma; se propicia la enseñanza de las artes
liberales humanistas, aunque por las distintas líneas ideológicas
presentes en algunos países han sido eliminadas del sistema
educativo para fortalecer la matriz productiva, privilegiando el sector
económico de la sociedad.

También son interesantes, las contribuciones de los principios


pedagógicos de los reformistas, quienes ven a la educación como una
gracia divina en donde se ponía en tela de juicio la cuestión del libre
arbitrio, entre los reformistas aparece la figura significativa de Ulrich
Zwingli (1484-1531) quien por primera resume a la educación funcional
en la siguiente expresión “todos siempre educan a todos” (Bohm, 2010, p.
55), poniendo especial atención al comportamiento externo. El
educando debía aprender a resistir a la vanidad, a la avaricia y
debía evitar la ociosidad son algunos de los aspectos que serán
rescatados por pensadores posteriores que sostienen que el
educando deberá integrase a su comunidad hasta llegar a una
socialización de fe. Entre las contribuciones de la Reforma, se
encuentra el impulso a la educación popular, centrada en la
enseñanza teológica y obligando a los padres a enviar a sus hijos a las
instituciones educativas. La enseñanza empieza a ser obligatoria,
ante lo que Lutero (1483-1546), afirmaba “es un pecado y una
vergüenza que se tenga que estimular e incitar al deber de educar
a los niños” (Gadotti, 2003, p. 63) por las dificultades que tienen los
padres para enseñar pensando en el educador como el único guía
de enseñanza-aprendizaje.

No obstante, en el humanismo-renacentista existieron ciertos excesos


que provocaron la individualidad del hombre, olvidando los valores
universales y cayendo en un olvido de la religión incluso cayendo en
exageraciones sobre la figura religiosa, como fue el caso del
protestantismo o calvinismo. Esto permite entender que también
existieron pensadores, filósofos y pedagogos que buscaban a través
de la naturaleza humana llegar hacia Dios, entre estas están las
diversas congregaciones religiosas que subsisten hasta la actualidad.
Estas congregaciones igual que los humanistas buscaban la
educación para la clase noble y para la clase popular; estaba presente
el deseo de formar buenos cristianos.

En la época de la Contrarreforma, la escuela adquiere por primera vez


un propósito y fin determinado, estableciendo la obligatoriedad de la
escuela con una enseñanza teológica y cultural. También se enfatiza
en la presencia de un maestro que guie al alumno a ser capaz de
tomar decisiones autónomas en la vida, a alejarse de la
mundanidad, a alcanzar la serenidad y la tranquilidad del alma. Un
representante significativo es Comenio (1592-1670), quien
impulsaba la idea de educar a todos de distintas maneras; establecía
las distintas capacidades y habilidades que tiene el educando frente al
aprendizaje; instaura la definición de escuela como un lugar
donde “debe mejorar las condiciones humanas al reconducir al
hombre a la integridad de su origen por medio de un aprendizaje
que posibilite el discernimiento” (Bohm, 2010, p. 59). En definitiva,
algunos vieron en la Reforma como un movimiento anti-humanista que
negaba la libertad y la conciencia y condenaba al hombre a depender
de Dios. Sin embargo, a pesar de esto, en el ámbito educativo se dio
un fuerte impulso a la Iglesia Católica para cambiar, implementar y
mejorar “la democraticidad de la educación” (Perelló, 1995, p.99). Frente a
esto, la Contrarreforma buscaba una formación profunda y espiritual
en los estudiantes quienes serían los futuros profesionales y
gobernantes.

Con el nacimiento de nuevas corrientes filosóficas como el


racionalismo y el empirismo (siglo XVII) se busca orientar al hombre a
hacer elecciones racionales para que pueda “encontrar su lugar en el
mundo de los objetos, del conocimiento y de los hombres y tornarse el
centro de su propio círculo de pensamiento y de vida” (Bohm, 2010, p. 52).
En esta etapa se instaura como método científico el método
matemático, considerándolo como único y capaz de dar una absoluta
certeza al conocimiento, aquí empieza a surgir una nueva
comprensión de la ciencia y la tendencia a dar respuestas a los
diversos modos de conocer. Así, los racionalistas asegurarán que el
conocimiento se adquiere a través de conceptos, principios generales
e ideas innatas, los cuales permitirán al sujeto conocer cosas
inteligibles, con lo cual contribuyó para la orientación pedagógica del
disciplinarismo educativo; mientras los empiristas afirman que todo
conocimiento se da mediante la experiencia y con la intervención de
los sentidos permitieron la consolidación de la orientación pedagógica
del realismo educativo.

Ahora bien, el pensamiento pedagógico moderno también se


caracteriza por el realismo educativo de Locke (1632-1704) que
buscaba concientizar en el sistema educativo la necesidad de
enseñar aquello que realmente es necesario y útil para el sujeto y
para la sociedad. De allí la minusvaloración de la transmisión de
estudios clásicos que eran parte de una clase privilegiada. Locke
(1632-1704) introduce en la pedagogía el juego como método para
tener contacto y aprendizaje con la realidad. Se enfatizaba en la
creatividad del maestro para poder captar la atención de los
educandos, y de acuerdo a esta capacidad podrá progresar en el
proceso de enseñanza-aprendizaje. También señala la necesidad de
que el maestro enfatice que todo lo aprendido le puede ser útil, a esto
se suma las cualidades que debe tener el docente, ser amable,
creativo, actitud, hacer sentir al niño amado y sobretodo sentir placer
por lo que enseña. Dentro de las ideas pedagógicas de Locke (1632-
1704) se encuentra en el énfasis que da al uso continuo de la
inteligencia, el placer (felicidad), el dominio y la libertad; y esto en
función de la teoría que maneja Locke (1632-1704), al afirmar que
todos los seres humanos ambicionan el poder de manera instintiva,
por esta razón, “la educación debe desarrollar en los niños el poder de
autocontrol” (Rojas, 2010, p. 122), y esto solo es posible a través del interés
que el niño muestre ante el aprendizaje, ya que sin motivación no
funciona la educación.

Los pensamientos de Locke (1632-1704) parecen tomar más fuerza


con los pensamientos filosóficos pedagógicos de Amos Comenio
(1592-1670), quien es el primero en introducir un sistema
articulado de enseñanza de acuerdo a sus respectivas edades y
para todos, sin discriminación, pues para él, “todos los seres
humanos poseen semillas del saber que deben ser desarrolladas
por medio de la educación” (Rojas, 2010, p. 110). Además, enfatiza
mucho en la necesidad de un método de enseñanza y aprendizaje,
este método consistía en presentar a los sujetos de la educación
elementos reales, cosas visibles, con el fin de enseñar todo a todos
totalmente y con un respectivo orden, lo que actualmente sería
presentado en los distintas planificaciones exigidos por el sistema
educativo a los docentes; Comenio (1592-1670) citado por Rojas
(2010) ,con respecto a esto afirmaba, “nuestro entendimiento esta
sediento de objetos, los desea con ansia, trata siempre de investigar, y
recibe todas las cosas”. (p. 11)

En el Iluminismo las cosas van cambiando, se empieza a buscar la


emancipación del hombre frente a la tradición, por medio de un
razonamiento crítico y analítico del mundo donde el hombre sea capaz
de pensar por sí mismo y de servirse de su propio intelecto, sin caer
en un endiosamiento a la razón y en un uso excesivo de la
experiencia, este movimiento cultural, será conocido también como el
fin del racionalismo dogmático, aquí aparecen grandes filósofos como
Rousseau (1712-1778), Diderot (1713-1784), D´Alembert (1717-1783),
entre otros, que intentan, si se puede decir, un equilibrio al uso de la
razón y la experiencia; pero el más importante dentro de esta etapa
resulta ser Immanuel Kant (1724-1804) quien introduce su Crítica de la
Razón Pura.

Kant (1724-1804) en esta obra, busca descubrir los elementos no


empíricos del conocimiento, los principios que determinan la
posibilidad del conocimiento, cuáles son los límites del conocimiento,
entre otros, de esta manera introduce los juicios sintéticos a priori
que “enuncian algo de los objetos y pretenden alcanzar conocimientos
nuevos” (Kant, 2007, p. 13). Para Kant (1724-1804) el sujeto de la educación
necesita desarrollarse y cultivarse por sí mismo, es decir, el educando
debe “desarrollar completamente, todo lo que está por encima del
orden mecánico de su existencia animal y no participe de ninguna otra
felicidad y perfección que no haya sido creada por el mismo, libre del
instinto, por medio de su propia razón” (Gadotti, 2003, p. 87); ahora bien,
Kant (1724-1804) proponía que para que el ser humano pueda
alcanzar la perfección era necesario regirse a la disciplina, la
civilización y la moralización, la cual es capaz de formar la conciencia
y el deber.

Otro aspecto importante del Iluminismo en relación con la


educación, está en el hecho de la intervención del Estado en la
educación, declarando la obligatoriedad de la misma; en otras
palabras, la educación es separada de las manos de la Iglesia,
buscando convertirse en una educación pública; por lo que se crean
diversas instituciones inspiradas en ciertos principios de la
democracia, en estas se enseñaban el fervor patriótico, la educación
cívica y todo lo referido a la revolución, poniéndose como fuente de
todo progreso a la ciencia. El Estado divulgaba una educación laica y
gratuita para todos; ofrecía uniformes y alimentación, un salario fijo
para los educadores. Además, los gastos eran compartidos entre los
ciudadanos de acuerdo a su condición económica, de modo que
quienes tenían mejores posibilidades económicas cancelarían cuotas
más altas en relación a los que tenían menos. No obstante, aún
seguía siendo una educación elitista, pues sólo quienes tenían
mejores posibilidades podían continuar sus estudios en la universidad
(Rojas, 2010). La mayoría de estas características educativas fracasaron
con el tiempo, pues no se lograba llevar a cabo un programa educativo
de universalización de la educación.

De los supuestos filosóficos pedagógicos mencionados anteriormente


surgieron grandes pedagogos que buscaban una reforma en el campo
educativo, entre estos se encuentran Herbart (1776-1841), Pestalozzi
(1746-1827), Froebel (1782-1852), Agazzi (1934), Montessori (1870-
1952), entre otros; los cuales enfatizan que la educación es el
resultado de una interacción e interrelación entre educando y
educador, y no solo mera actividad del niño o mera actuación del
docente. De aquí que las contribuciones de la Filosofía Moderna hasta
antes de Kant (1724-1804) hayan sido diversos, presentando una serie
de aspectos positivos y negativos. Entre los aspectos negativos
sobresalen: que la educación se enfoca más en un sistema puramente
racional y tradicionalista centrada en el maestro, el cual vendría a ser
la luz de todo aprendizaje y conocimiento, por lo que el sujeto es visto
como alguien pasivo incapaz de conocer por si solo la realidad.
También se encuentra el método de aprendizaje, el cual puede variar
de acuerdo a la ideología filosófica con la cual se comparta, como es
el caso del racionalismo; la única manera de aprender es a través del
memorismo y verbalismo, junto a una clase expositiva.

De la Ilustración, las contribuciones se concentran en una educación


individualista y orientada solo a clases privilegiadas; y eso es muy
patente en la realidad, pues, aunque el Estado este a cargo de la
educación, se observa claramente como las clases bajas cuentan con
instituciones con una muy mala infraestructura a diferencia de las
instituciones sostenidas por personas con posibilidades económicas.
Respecto a los contenidos, se puede decir, que es la misma línea,
pues estos surgen en función del interés de sectores poderosos. Un
aspecto positivo es la inserción de estrategias y planes de estudio que
ayudarían tanto al educador para guiar a los educandos sin divagar
mucho en los temas o contenidos de estudio; como a los educandos,
para que estos puedan comprender de mejor manera e incluso puedan
profundizar más con los contenidos presentados. Con respecto al
método, el empirismo señalaba la necesidad de un maestro cercano a
los educandos, un sujeto capaz de interactuar y aprender de este,
teniendo en cuenta la psicología del ser humano de acuerdo a la edad.

Sin embargo, se puede decir con toda seguridad que a través de los
planteamientos de Kant (1724-1804) y de su idealismo trascendental
se intenta dejar de lado la memorización de contenidos, se propone
tener al empirismo y racionalismo como complementarios entre sí y se
gestan nuevos movimientos y corrientes pedagógicas encaminadas a
valorar en el sujeto de la educación su actividad, su contacto con la
realidad, sus conocimientos previos y sobre todo su actuación en el
mismo sistema educativo de acuerdo a sus respectivas edades.
Entre las nuevas corrientes y movimientos se encuentra la Escuela
Nueva, el psicologismo, el naturalismo, en las que se enfatiza la
necesidad de dejar obrar al niño, propuestas de Ferrière (1879-1960),
Montessori (1870-1952) y otros son significativos en todo el
pensamiento pedagógico contemporáneo. No se debe olvidar que
estas corrientes y movimientos pedagógicos permitirán avances a la
psicología y por ende a la pedagogía, como es el caso del
cognitivismo, conductismo, y constructivismo. En otras palabras, la
modernidad ve en la educación el medio para el progreso social que
incidirá notablemente en toda la época contemporánea.

La Filosofía pretende explicar la totalidad de las cosas, sin exclusión


de partes ni momentos, por esta razón se diferencia de las ciencias
particulares; y para llegar a esto utiliza el método de la razón, “este es
el carácter que le confiere cientificidad a la Filosofía” ( Reale & Antiseri, 2001, p.
30), lo cierto es que las ciencias humanas al tener un objeto de estudio
subjetivo y variable resulta muchas veces ignorado por otras ciencias,
como las ciencias naturales, las cuales debido a su método
experimental suelen ser más exactas y precisas.

Lastimosamente, con el positivismo las ciencias naturales


restaron valor a las ciencias humanas, por lo cual el ser humano
dejo de ser visto como tal y paso a ser una cosificación en el universo;
más tarde en varios países se destituyo en las universidades la
enseñanza de las ciencias humanas como la filosofía, la teología y el
derecho para ser reemplazada por ciencias prácticas. América Latina
también formó parte de esta destitución y desvalorización de la
filosofía, formando así, profesionales, poco o casi nada reflexivos de lo
que sucediese en la realidad, incluso en la actualidad es común ver
estudiantes de varias disciplinas indiferentes de su propio yo,
inconscientes de su realidad debido a la falta de análisis que podría
ser proporcionada por la filosofía.

Por las razones mencionadas, en las dos últimas décadas han existido
distintas discusiones sobre el status de la filosofía de la educación, su
definición, sus tareas propias y su relación con la filosofía en general.
A más de estas cuestiones ideológicas pos-modernas también se
encuentra el hecho del nombre que debe usarse, ante esta se
presentan nombres como: pedagogía, teoría educativa, ciencias de la
educación o filosofía de la educación, términos “que corresponden a
los ámbitos culturales del pensamiento alemán, francés y
anglosajón” (Vásquez, 2012, p. 7) ya que muchos la consideran como una
disciplina encargada de la interpretación del contexto de la educación,
de la formación de profesores, otros la ven como un conjunto de
estudios de carácter empírico y/o lógico del fenómeno educativo, como
filosofía moral en el contexto educativo, como teoría de la educación,
como disciplina acerca de los fines y funciones de la educación, como
forma de reflexión crítica y justificación de los propósitos de la
educación, como base o instrumento del establecimiento de políticas
educacionales a diferentes niveles, en fin, como disciplina que vincula
la educación con el sistema social en que se desenvuelve, como un
meta-discurso de análisis de la actividad educacional, como
instrumento para perfeccionar la formación del individuo, entre otras
muchas definiciones.

La Filosofía de la Educación no siempre ha sido valorada


adecuadamente por parte de los filósofos, algunos la ubican como una
filosofía de segunda clase porque se trata de una de las ramas de la
Filosofía que toma otra actividad humana como objeto de estudio. En
otras ocasiones, el menosprecio hacia la Filosofía de la Educación
tiene su origen en los prejuicios de los propios educadores, que la ven
como un saber bello pero inútil, incapaz de orientar efectivamente la
educación que es, ante todo, una tarea práctica. Al reflexionar en
estas situaciones, olvidan que la Filosofía de la educación es una
ciencia como tal por poseer un objeto de estudio, su propia
metodología y finalidades específicas.

Respecto al objeto de estudio de la filosofía de la educación, se puede


decir que es el fenómeno educativo en toda su amplitud. Es decir,
toma en cuenta, agentes, escenarios, y procesos. Utiliza las
metodologías propias de la filosofía y su finalidad es la elaboración de
un cuerpo de doctrinas que facilite a los profesionales de la educación
a la comprensión del sentido y las implicaciones antropológicas y
éticas de su tarea, para mejorar su actividad práctica. Ahora bien, en
el primer estudio sobre la enseñanza de la filosofía en el mundo que
realizó la UNESCO, cuyos resultados se publicaron en 1953, ya se
hacía hincapié en el papel que desempeña la Filosofía de la educación
y la fundamentación filosófica en la educación, en ese entonces se
aseguraba que ésta es necesaria: “en la toma de conciencia de los
problemas fundamentales de la ciencia y la cultura, y en la emergencia
de una reflexión argumentada sobre el futuro de la condición humana.
Desde entonces, la filosofía ha cambiado, se ha abierto al mundo y a
otras disciplinas. He ahí una razón más para fortalecer su enseñanza
donde ya existe y promoverla donde aún no se practica”. (Matsuura, 2011, p.
9)

Dicho de otra manera, la filosofía de la educación presenta los


siguientes retos y desafíos en el siglo actual:

Uno de los principales retos es que la Filosofía de la Educación se


convierta en un medio para romper paradigmas tradicionales y viejos
esquemas de la educación tradicional. Que proponga estrategias de
pensamiento crítico para potenciar la comprensión del sujeto y de su
mundo. Que, como un saber totalizador, promueva dialécticamente la
integración y el diálogo inter y transdisciplinario.

Que repiense la dinámica de la sociedad actual en su complejidad y al


sujeto que interviene en ella, que propicie el uso racional de las
herramientas tecnológicas para beneficio del individuo y del mundo.

Que responda eficazmente a los principios y fines de la educación


donde los sujetos de la educación puedan interactuar racionalmente y
de manera activa, crítica y reflexiva haciendo efectiva la existencia de
una organización estructurada para fomentar, nutrir y sintetizar los
impactos de nociones diferentes sobre el conocimiento y la
información, aspectos que en palabras de Siemens (2004), serían de “vital
importancia para la sobrevivencia de una economía del
conocimiento” (p. 8). De esta manera, la fundamentación filosófica
educativa contribuiría como herramienta económica en la sociedad y
como mecanismo indispensable para la formación de verdaderos
seres humanos que sean capaces de reconocer al otro como sujeto
valioso y digno.

Otro desafío de la Filosofía de la Educación radica en el hecho de


saber pensar cómo se puede emprender una actividad filosófica sin
descuidar el ambiente académico y sin acomodarse al mismo sistema.
Se busca que la Filosofía de la Educación genere educandos capaces
de salir de los límites de las instituciones educativas, para no alejarse
de la realidad y de las necesidades pedagógicas en la sociedad, de
esta manera se podría crear “espíritus libres y reflexivos capaces [de]
… contribuir a la paz y preparar a los individuos para asumir sus
responsabilidades frente a las grandes interrogativas
Matsuura 2011
contemporáneas” ( , p. 13-14), especialmente en el campo
educativo y ético. Por lo cual, es importante que la Filosofía de la
Educación se encuentre vinculada a todos los campos del saber.

Otro reto, es que la Filosofía de la Educación debe ampliarse donde ya


se encuentra presente, implementarse en donde aún no exista,
nombrarla donde es ignorada; para esto varias instituciones como la
UNESCO señala la importancia de contar con docentes
capacitados, “cualificados e instruidos específicamente a tal efecto y
no estar supeditada a ninguna consideración económica, técnica,
religiosa, política o ideológica” (Matsuura, 2011, p. 14) aunque se debe tener
el cuidado de no olvidar que la educación no será nunca neutral.

Otro reto, es que la Filosofía de la Educación se desarrolle como una


disciplina teórica-práctica en el proceso de enseñanza-aprendizaje,
que ayude a los educadores a convertirse en verdaderos dirigentes
reflexivos de la educación. No basta con luchar contra el
analfabetismo, hay que saber seleccionar los textos, organizar y
sistematizar la información. No basta con trabajar en común para
hacer descubrimientos científicos-filosóficos, hay que asegurarse que
cada uno de los educandos comprenda el sentido, el significado y el
valor de información, de la educación, de la ciencia y de la filosofía. La
filosofía de la educación deberá ser una ciencia no interpretativa, pero
si emancipadora y transformadora del espíritu, de la mente y de la
conciencia del sujeto.

CONCLUSIONES

La filosofía aplicada dentro del campo educativo permitirá a los sujetos


educacionales no dejar de lado el asombro y la contemplación
(elementos que inician en los primeros años de educación); potenciará
la capacidad de cuestionar y de proponer soluciones para la mejora de
la sociedad; fomentará el pensamiento analítico, crítico, reflexivo y
propositivo individual y socialmente.

Históricamente, la filosofía se ha convertido en el mejor referente para


la comprensión de la esencia, los problemas, el sentido y el significado
de la educación, por ello, todas las innovaciones pedagógicas han
tenido como punto de partida a la filosofía.
La filosofía de la educación, ha concentrado su atención en delimitar
los fines de la educación, las funciones y roles de los sujetos de la
educación. Ha proporcionado herramientas teórico conceptuales para
orientar el papel del docente y para comprender las acciones de los
educandos en su proceso formativo.

La filosofía de la educación podrá cumplir su función teórica-práctica


sólo si se inscribe en un proceso educativo pensado, concebido,
integrado como una unidad dialéctica, como un todo donde todas sus
partes se necesitan y se complementan mutuamente y en donde es
importante valorar la inter, la trans y la multidisciplinariedad.

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Recibido: 18 de Febrero de 2020; Aprobado: 28 de Marzo de 2020

*
Autor para correspondencia. E-mail: faguilar@ups.edu.ec

Los autores declaran no tener conflictos de intereses.

Los autores han participado en la redacción del trabajo y análisis de los documentos.

Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons

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