Antes Del Silencio

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Miguel Ángel Campodónico

Antes
del
Silencio

Bordaberry

Memorias de un presidente uruguayo.

Montevideo, 2003
@ 2003 Miguel Ángel Campodónico
@ 2003 Librería Linardi y Risso
Juan Carlos Gómez 1435 Montevideo/Uruguay
Te!.: 915 7129 - 9157328 Fax: 9157431
Iyrbooks@linardiyrisso.com
ISBN: 9974-559-32-4

Foto de carátula @ 1973 Panta Astiazarán


Diseño gráfico, puesta en página y carátula: Rodolfo Fuentes
Miguel Angel Campodónico

Antes
del
Silencio

Bordaberry

Memorias de un presidente uruguayo.


PRÓLOGO

Un extenso reportaje a Juan María Bordaberry, sumado a una investigación sobre


ciertos aspectos de su vida, resulta un aporte útil para incorporarlo como un documento
bibliográfico de importancia a la memoria histórica del Uruguay y, a la vez, para ayudar a
comprender el origen y la finalidad de los actos políticos que se precipitaron en nuestro país
a partir del 27 de junio de 1973.
Este trabajo bucea en los orígenes familiares de Bordaberry, en las distintas
actividades que desarrolló antes de llegar a la política y en los acontecimientos que se
desencadenaron desde que asumió como Presidente de la República, de modo de responder
a las preguntas que muchos se hacen y que pocos pueden contestarse.
¿Quién es realmente el hombre que presidió al Uruguay entre el primero de marzo
de 1972 y el 12 de junio de 1976? ¿Cuáles eran sus antecedentes en la actividad pública?
¿Cómo y por qué ingresó en la política? ¿Qué lo llevó el 27 de junio de 1973 a inaugurar,
con la disolución del Parlamento, un período histórico que hoyes todavía objeto de
acaloradas discusiones y encendidos cuestionamientos? ¿A qué se dedica desde que las
Fuerzas Armadas -con cuya colaboración había gobernado- le retiraron el apoyo y lo
desplazaron del poder?
Por primera vez, Bordaberry se dispuso a hablar extensamente de los hechos de los
cuales fue protagonista, así como a exponer en forma global su pensamiento filosófico-
religioso sobre las consecuencias que trajo el triunfo de la idea de que la soberanía radica
en el pueblo y no en Dios.
Al cumplirse treinta años de la disolución del Parlamento, la palabra de un actor
político de la importancia de Bordaberry, da la oportunidad de acercarse a sus ideas, tanto
como a considerar las razones que lo decidieron a asumir un papel protagónico de vastas
consecuencias políticas en la historia reciente del país.
j
EL PASTOR DE OVEJAS
CAMINOS CRUZADOS.

Hubo una vez un pastor de ovejas que, exhibiendo el mismo espíritu de aventura de
todos los emigrantes que abandonaron su tierra natal para instalarse en regiones remotas,
llegó a Uruguay para enfrentar una vida que, en principio, le auguraba únicamente trabajo
y sacrificio en un medio absolutamente desconocido.

Para encontrar el punto de partida de aquel pastor, es necesario. remontarse al final


de la primera mitad del siglo XIX en Francia, de modo de ubicar el comienzo de la
peripecia que le permitiría construir en suelo uruguayo su futuro personal y el de sus
descendientes.

Así se llega al mediodía del 10 de setiembre de 1844, fecha en la cual nació un niño
en Pagolle, el cual fue inscripto ese mismo día ante el Oficial de Estado, Alcalde de esa
comuna, cantón de Sto Palais, tercer distrito de los Bajos Pirineos. Al recién nacido, hijo de
Jean Bordaberry y de Marie Oyhamburu, naturales del lugar, se le dio el nombre de
Jacques.
Como suele ocurrir en casos semejantes, no se conoce con certeza absoluta la razón
por la cual Jacques, quien en Uruguay se llamaría Santiago, tendría que enfrentarse en 1866
a la necesidad de irse de su país. Hay versiones distintas que tratan de explicada, aunque la
opinión más aceptada por su familia indica que decidió probar fortuna en otra parte debido
a que se trataba del menor de los hermanos varones.

Jean Bordaberry y Marie Oyhamburu tuvieron cinco hijos, tres varones y dos
mujeres. El hermano mayor de Jacques había nacido en 1825, de modo que le llevaba 19
años de diferencia. El otro hermano varón, por su parte, nacido en 1837, era siete años
mayor que él. Para Jacques no hubiera resultado fácil vencer la ventaja que, por la gran
diferencia de edades, le llevaban sus hermanos. En aquella época, el menor de los varones
siempre quedaba relegado a un segundo plano. Y esto seguiría siendo así, a pesar de que
Francia vivía una época de flore-
cimiento, por lo que, si su situación personal o la de su familia no se hubieran
correspondido con la general, con mayor razón su condición de menor de los hermanos
varones debe haber resultado decisiva para impulsarlo a emigrar a la búsqueda de mejor
suerte.

Napoleón III, sobrino de Napoleón Bonaparte, a partir de 1848 Presidente de la


República, se transformó en el Emperador de los franceses en 1852, en ocasión de la
proclamación del históricamente conocido como el "Segundo Imperio". A Napoleón III se
le atribuye haber impulsado tanto el modernismo social como el desarrollo técnico, así
como el enriquecimiento de la sociedad francesa. Sin embargo, algunos episodios como la
campaña de Italia, antipapista, que causó el descontento de los católicos franceses, su
política liberal en Argelia, que predispuso en contra a los colonos, y la expedición a México
en 1862, calificada casi unánimemente como "inútil y desastrosa", se convirtieron en
errores políticos que terminaría pagando muy caro. Con la confusión que creó, además, en
los medios financieros y económicos a raíz de sus concesiones en materia de política social,
Napoleón III fue convirtiéndose, poco a poco, entre 1860 y 1870, en el enemigo de una
parte de la población, especialmente de los monárquicos más conservadores, temerosos de
los resultados de semejante política.

Mientras tanto, Prusia, vecina de Francia, con el Canciller Bismarck a la cabeza,


consolidaba' su afán expansionista anexando Austria con la victoria de Sadowa en 1866.
Napoleón III nada hizo para oponerse con decisión a una guerra que en ese momento
muchos franceses presentían como inminente. Finalmente, en 1870, Prusia invadiría a
Francia y comenzaría una guerra terriblemente sangrienta que, debido a la derrota de Sedan
en setiembre de aquel año, culminaría con la capitulación francesa.

Considerando, por lo tanto, el temor que sentía la mayoría de la población francesa


que, después de la anexión de Austria en 1866, veía como inevitable la guerra con Prusia,
es posible presumir que Jacques Bordaberry, entonces un joven de 22 años, sin un futuro
claro debido a su condición de menor de los hijos varones, haya finalmente considerado
oportuno abandonar Francia en aquel mismo año, para librarse de las consecuencias que
desencadenan todas las guerras y en particular la que se acercaba contra las poderosas
fuerzas prusianas.

Las investigaciones realizadas muchos años después por los descendientes de


Jacques residentes en Uruguay, permitieron ubicar como antecedente familiar más antiguo
a Pierre Bordaberry, nacido hacia 1750, quien se casó con Marie Elkilarrondo (apellido que
identificaba la casa Elkilarrundúa, de la cual provenía). Jean, hijo 'de Pierre y padre de

10
Jacques, nació en 1790, apenas un año después de que comenzara la Revolución Francesa.

En 1886, pues, Jacques Bordaberry, pastor de ovejas nacido en los Bajos Pirineos,
llegaba a Uruguay para radicarse en el Departamento de Durazno. Tampoco en este punto
resulta fácil encontrar la razón por la cual un vasco francés, dedicado a la cría de ovejas,
eligió, para recomenzar su vida, un lugar ubicado en el interior de un pequeño país
escondido en el sur del continente americano. ¿Qué referencias podía tener él en Pagolle de
Uruguay y más concretamente de Durazno? No es posible saberlo, probablemente hubiera
establecido alguna vinculación con alguien que había emigrado antes, de lo contrario no se
explica que viajara desde su pueblo natal para ir a Durazno.
Quizás en los comienzos compró un campo, posiblemente hubiera traído consigo
algún dinero, pero nada de esto puede afirmarse con propiedad. En cambio, lo seguro es
que Jacques Bordaberry, en adelante Santiago, una vez en el Uruguay,. trabajó de tal modo
que 'llegó a formar una considerable fortuna. Se hizo rico realmente. La única respuesta
cierta para contestar las dudas sobre el origen de su riqueza, es que vino a criar ovejas
porque era lo que sabía hacer. Y que fue a partir de la cría de ovejas que hizo su fortuna.
Los vascos franceses de los Bajos Pirineos llegaron a nuestro país distinguidos como
especialistas en aquella actividad. Es sabido que la geografía condiciona el carácter de los
lugareños. Los Pirineos españoles, con sus riscos, con sus desfiladeros, con su entorno duro
y ríspido, dieron lugar a lo que podría definirse como una clase de "vascos guerreros".
Muchos de ellos, incluso, intervinieron en la conquista de América, probablemente en una
proporción mayor que los de otras regiones de España. Santiago Bordaberry, en cambio,
por pertenecer a la zona situada al otro lado de los Pirineos, caracterizada por las suaves
pendientes y los verdes prados, por ser, en suma, vasco francés, se integraba a una
población que mostraba otras características. Claro que también hubiera podido provenir de
la costa del Golfo de Vizcaya, en cuyo caso muy probablemente hubiera sido pescador,
pero Santiago Bordaberry era hombre de campo, lo que en aquel lugar era sinónimo de
criador de ovejas.
Cuando ya hacía varios años que estaba en Uruguay, Santiago Bordaberry se casó
con Isabel Elissondo, también vasca francesa, quien residía en la República Argentina. No
hay información que permita explicar el origen de esa relación, aunque lo más probable es
que ambos se hubieran conocido desde jóvenes en los Bajos Pirineos. El casamiento se
realizó en la Provincia de Buenos Aires, en la Parroquia de Chivilcoy, el 16 de junio de
1879. Luego, los esposos volvieron a Uru-

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guay para residir en el campo de Santiago Bordaberry en Durazno. El matrimonio tendría
seis hijos, uno de los cuales, Domingo, nacido en 1889, en la 11ra Sección de aquel
Departamento, años más tarde se casaría con Elisa Arocena, unión de la cual, a su "ez,
nacerían cuatro hijos entre 1927 y 1931: el mayor se llamó Domingo, como su padre; al
segundo se le puso el nombre de Juan María; al tercero, Luis Ignacio; el último, la única
mujer, se llamó Elisa, tal como se llamaba su madre. Juan María sería Presidente de
Uruguay, desde el primero de marzo de1972 hasta el 12 de junio de 1976, y dejaría su
nombre unido para siempre a su decisión de disolver el Parlamento el 27 de junio de 1973,
inaugurando un período histórico que continúa presente como tema de permanentes
discusiones.'
Juan María, el segundo de los hijos del matrimonio Domingo Bordaberry y Elisa
Arocena, nació en Montevideo el 17 de junio de 1928, de modo que no llegó a conocer a su
abuelo Santiago, quien había muerto en 1926, a la edad de 82 años. Hoy, cuando se dispone
a evocarlo, recuerda algunos hechos curiosos que se relacionan con los primeros pasos que
se dieron en Uruguay en la cría de ovejas. Y para hacerla apela en algunos momentos a lo
que han sostenido dos historiadores uruguayos en una de sus obras más conocidas. 1
Cuando se introdujeron las ovejas en nuestro país y se comenzó su explotación, el
hombre de campo consideró que dedicarse a la cría de esos animales era una tarea casi
femenina. Andar con un cayado, probablemente visto por los hombres como un palo algo
ridículo, llevando a las ovejas de un lado al otro, cuidarlas, encerrarlas de noche, según su
criterio, era un trabajo para mujeres. El hombre que se preciara debía montar a caballo y
lidiar, por ejemplo, con un novillo peligroso, eso sí era para él una tarea propiamente
masculina. Por esa razón, no resultaba fácil conseguir hombres que estuvieran dispuestos a
trabajar con ovejas, de ahí que llegaran al Uruguay los especializados vascos franceses,
para realizar lo que los orientales rechazaban. Claro que, después, cuando el gaucho
soberbio se dio cuenta de la plata que podía obtenerse a través de la comercialización de la
lana, no tuvo reparos en dejar de lado la soberbia y bajarse del caballo para ponerse a criar
ovejas. Juan María Bordaberry sostiene que la obra de Barrán y Nahum, es seria y rigurosa.
Y agrega: "No comparto la tesis final, pero todo el resto de su trabajo me parece que es
muy bueno".
En aquellos tiempos era tal el desconocimiento sobre cómo había que trabajar
conjuntamente a las ovejas con los vacunos que, debi-

José Pedro Barrán y Benjamín Nahum: "Historía Rural del Uruguay Moderno. 1851-1914",
siete volúmenes publicados en Montevideo entre 1967 y 1979.

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do a esa ignorancia, Barrán y Nahum recuerdan la mortandad más grande de vacas que
hubo en el Uruguay, sin que la causa fuera una sequía. La oveja come el pasto recién
brotado, mientras que, por el contrario, la vaca se alimenta del pasto más alto. Ahora se
sabe que, según los campos de que se trate, es necesario echar tantas ovejas y tantos
vacunos por hectárea para lograr el equilibrio debido. Pero antes, en cambio, como la
mezcla se hacía sin ninguna precaución, las vacas se quedaban sin comida.

En general, los vascos franceses se radicaron en la zona de basalto, la que constituye


más de la cuarta parte del país. Al oeste de Durazno, donde se instaló Santiago Borda veri,
al este de Paysandú, en Tacuarembó, en Río Negro, en Salto, en Artigas, en todos esos
lugares abundan los apellidos vascos, ya que ellos, conocedores de su oficio, buscaron las
tierras basálticas, ideales para trabajar con ovejas. Realmente, sabían lo que hacían. Por eso,
cuando Juan María Bordaberry se ha preguntado la razón por la cual su abuelo paterno
eligió .la zona de Durazno, donde hay tan poca tierra, es decir, de poca profundidad, no ha
tenido más remedio que contestarse que lo hizo porque se trata de la más indicada para la
cría de las ovejas. Y por esa razón, esto es, por estar dedicada fundamentalmente a la
explotación de esos animales, sostiene que se trata de la zona que sufre más duramente la
crisis que padece actualmente el país: "La lana es prácticamente un renglón inexistente.
Ahora repuntó un poco, pero hoy vale lo mismo que hace 40 años".
Santiago Bordaberry llegó a poseer una gran cantidad de hectáreas de campo, fruto
de su creciente riqueza. En 1916 le compró al escritor Carlos Reyles, 2 lo poco que le
quedaba de la enorme fortuna que había heredado de su padre, Carlos Genaro Reyles,
fallecido el 5 de mayo de 1886.
La Ruta 5 divide el Departamento de Durazno. A mitad de camino, entre la capital
de ese nombre y Paso de los Toros, hay un pequeño poblado que se llamaba Molles. En
realidad, se llama todavía, en tanto la Estación Molles sigue existiendo, pero al pueblo se le
puso el nombre de Carlos Reyles, justamente por el escritor. Santiago Bordaberry era

2 Carlos Reyles (Montevideo, 30 de octubre de 1868-Montevideo, 24 de julio de 1938),


Desde 1940 sus restos se encuentran en el Panteón Nacional. De vida rumbosa, terminó
dilapidando lo heredado. Para conocer parte de su novelesca existencia, puede consultarse
el trabajo de Carlos Martinez Moreno en "Capítulo Oriental", N° 16, Centro Editor de
América Latina, Montevideo, 1968, en el cual afirma: "En esos casi setenta años de vida
abigarrada de hechos, veteada de buenos y malos golpes de fortuna lo habia tenido todo y
todo lo había dilapidado, regalado, menospreciado o perdido: una mujer hermosa con la que
se casó en años de adolescencia y abandonó pronto; amantes; campos como piélagos, que
heredó de don Carlos Genaro Reyles, trabajó, mejoró y en definitiva liquidó; cabañas,
haras, palacios en Buenos Aires y en Paris; familia, incontables viajes a Europa, posiciones,
riqueza,"
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dueño de campos que distaban a unos veinte quilómetros hacia el oeste. En ese lugar se
encontraba su estancia que era muy grande, mientras que Carlos Reyles era propietario de
los ubicados al este, alejados entre sí a más de 60 quilómetros de distancia. Carlos Genaro
Reyles había llegado a tener tierras que pasaban al otro lado del Río Negro hacia el norte,
en Tacuarembó, y todos juntos, lo que da idea de una parte de la fortuna que le había dejado
a su hijo. Sin embargo, cuando Santiago Bordaberry le compró a Carlos Reyles sus tierras,
apenas permanecía en su patrimonio la estancia "El Paraíso", es decir, alrededor de 10.000
hectáreas. Santiago Bordaberry nunca se instaló en "El Paraíso", continuó viviendo en su
campo, como lo había hecho siempre. Cuando en 1921, el emigrante de los Bajos Pirineos,
el abuelo de Juan María Bordaberry, dividió sus bienes en vida, tenía una posición
económica tan sólida que, incluso, había adquirido tierras muy valiosas en Artigas, en la
frontera sobre el Río Cuareim, en un paraje llamado Santinho. y en Montevideo era
propietario de una casa quinta ubicada en Agraciada y Suárez, donde actualmente se
encuentra la sede del club Wanderers. Años después, en la década de los cuarenta, al ser
reformada por Domingo Bordaberry, la caa quinta sufriría una transformación que le
cambiaría totalmente el aspecto que tenía en tiempos de su padre Santiago.
De aquella partición de bienes formalizada en 1921 por Santiago Bordaberry, se
ocupó la prensa de la época, lo que habla de la posición que había logrado en la sociedad
uruguaya. Así, por ejemplo, el diario "La Mañana",' con el título "Una actitud simpática. El
señor Bordaberry y sus bienes", publicó un artículo en el cual, entre otras cosas, se expre-
saba: "La operación tuvo por objeto parte de los bienes inmuebles de la sociedad conyugal
y recae sobre una extensión de 25 mil hectáreas situadas en el Departamento de Durazno y
algunos inmueble s ubicados en la capital (...) El esposo condonante ha alcanzado los
setenta y siete años de edad en medio de una vida de actividades ganaderas extraordinarias.
Ha formado una ingente fortuna empezando por poseer escasos medios económicos, con la
tenacidad propia de la raza eúskara, a cuya colonia pertenece (...)". Y más adelante daba
cuenta de que, además, "el señor Bordaberry, con posterioridad a la operación, y en
homenaje al departamento donde siempre tuvieron asiento sus principales negocios,
[resolvió] donar a la Asistencia Pública, con destino al Hospital de Durazno, la suma de
25.000 pesos necesaria para la implantación del pabellón de maternidad". Por su parte, el
diario "La Razón", titulaba la noticia de este modo: "Digna de ser imitada. La resolución
del señor Bordaberry"4. Al desarrollar la información afirmaba que "el señor San

3. Ejemplar del viernes 23 de setiembre de 1921.


4. Publicado en la misma fecha que el artículo de "La Mañana':

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tiago Bordaberry acaba de adoptar una resolución ejemplar, digna de ser ampliamente
señalada a la atención de nuestros hombres de dinero". y elogiaba la donación al Estado, de
esta manera: "Pero hay también algo más: un acto de rara filantropía. En efecto, el señor
Bordaberry, al realizar la partición dispuso previamente un donativo de 25.000 pesos de su
fortuna a beneficio de la Asistencia Pública, para ser empleados en mejoras y aumento de
los servicios del Hospital de Durazno".
Santiago Bordaberry dejó la estancia "El Paraíso", a su hijo Domingo y a una
hermana de éste, tía de Juan María Bordaberry. Cuando ella falleció, su parte volvió al resto
de la familia, de modo que el campo comprado a Carlos Reyles volvió a unirse. Mucho
tiempo después se dividió nuevamente, esta vez en cuatro partes. El casco de "El Paraíso"
le quedó a Luis Ignacio, el hermano menor de Juan María, ya fallecido, como Domingo, su
hermano mayor. La estancia de Juan María Bordaberry es una parte de ella y se llama "El
Baqueano", nombre que debe al arroyo que pasa por el lugar. Su hermana Elisa continúa
yendo a "El Paraíso", ahora en manos de sus sobrinos, y pasa en el lugar varias temporadas.
Se conserva una secuencia de fotografías que estuvieron en poder de su padre y que
muestran cómo era la estancia en tiempos de Carlos Genaro Reyles. De la vieja época
queda una azotea, con un mirador. Posteriormente, se le agregó un segundo mirador, pero
Domingo Bordaberry, cuando se casó, le hizo varias reformas que, en parte, le cambiaron el
estilo. En aquella misma construcción de los dos miradores, construyó una galería de tejas
en la parte delantera y la decoró con terracotas andaluzas, lo que le da un aire de patio
andaluz que si bien no lo es exactamente, ya que se trata de un espacio muy grande, le ha
proporcionado una atmósfera que no parece una casualidad tratándose de una propiedad
que había pertenecido al autor de "El embrujo de Sevilla".5 Aunque también es verdad que
al padre de Juan María Bordaberry le gustaba mucho Andalucía, que también le gustaban
los toros y que llegó a criar caballos andaluces.
Los potreros de "El Paraíso", algunos de los cuales le quedaron a Juan María
Bordaberry, tienen nombres bastante raros o, al menos, poco frecuentes. Uno de ellos, el
cual ya no está en la familia, debido a que su hermana lo vendió, se llama "Yerba Anarga",
otro es "El extraño", también vendido, a un tercero se le conoce como "Duque", uno más se
llama "Tipo" y el último tiene por nombre "Jauja". Estos tres últimos, es decir, "Duque",
"Tipo" y "Jauja", pertenecen a Juan María Bordaberry. De "Jauja" se desconoce la razón de
su nombre, mientras que "Duque" era un toro de raza que Carlos Reyles trajo de Inglaterra.
Se trata de un

5. Novela de Carlos Reyles, editada en Madrid en 1922. En general, la critica la ha


considerado su mejor obra.

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potrero chico, algo así como de 25 hectáreas, y todavía se conservan los restos de lo que
pudo haber sido el galpón donde encerraban por las noches al costoso toro. "Tipo", a su
vez, debe su nombre a que Carlos Reyles pretendía formar un rodeo de ganado que
respondiera al tipo determinado de animales que él quería. Todas las vacas que
seleccionaba y que correspondían en su aspecto exterior a ese tipo buscado -en aquella
época lo genealógico era muy difícil de evaluar- las mandaba al rodeo de ese nombre.
"Yerba Amarga" fue una yegua, cuyo nombre llegó a distinguir un clásico que se corría en
Maroñas. Carlos Reyles había criado caballos de carrera, para lo cual tenía una cabaña en
Melilla, allá por donde hoy en día pasa la Ruta 5. "A él le gustaba ser un gran señor -afirma
Juan María Bordaberry- todo lo hacía a lo grande, hasta que tuvo que dejar de serlo". Llegó
a tener caballos de gran calidad, tanto que los llevó a correr a Buenos Aires y logró ganar
varias carreras compitiendo contra los argentinos. Justamente, debido al éxito de los
caballos de Carlos Reyles, la gente vinculada al turf logró que el gobierno prohibiera la
entrada de los caballos uruguayos. ¿Cuál podía ser la respuesta de un hombre como Carlos
Reyles, a esa decisión? Simplemente, mudar su haras para la Argentina. Y así lo hizo.

El potrero llamado "El extraño", aunque no ha permanecido en la familia


Bordaberry, merece un párrafo aparte. Con ese título, Carlos Reyles publicó en Madrid, en
1897, un cuent06 que, en realidad, fue considerado por su autor como una novela integrante
de lo que llamó "Las Academias", definidas por él mismo como "una serie de novelas
cortas, a modo de tanteos o ensayos de arte, de un arte que no sea indiferente a los
estremecimientos e inquietudes de la sensibilidad fin de siglo...". Según Carlos Martínez
Moreno, se trataba de "la más estridente de las obras modernistas de su prosa". 7 Juan
Valera, "patriarca de las letras españolas", autor entre otras obras de "Pepita Jiménez",
escribió entonces que Julio Guzmán, el héroe fatigado y abúlico de "El extraño", era un
sujeto "insufrible, degollante y apestoso". Reyles, con sólo 29 años, no retrocedió frente al
prestigio de su crítico y entró con él en una dura polémica.
En aquella zona del Uruguay, donde se cruzaron los caminos de las historias
personales de un vasco francés emigrante y de un acaudalado y dispendioso escritor
uruguayo, había quedado la huella de su obra literaria en "El extraño", título de una de sus
"Academias" y nombre de uno de los potreros de su estancia.
De acuerdo a lo que expresa Juan María Bordaberry, el historiador duraznense Oscar
Padrón Favre, está escribiendo una historia de

6. "Cuentos completos", Editorial Arca, Montevideo, 1968.


7. Carlos Martinez Moreno, op. cit.

16
esos campos: "Según él, tienen algo así como una influencia telúrica que hace que quienes
los ocupan no puedan eludir la obligación de impulsar el progreso. 8 A su vez, Ricardo
Goldaracena, al ocuparse de Carlos Reyles y, en particular, al hablar de "El Paraíso", afirma
que esta estancia "modelo de modelos, siguió siendo la hacienda ejemplar de siempre, pero
en otras manos, las de los Bordaberry".9 Goldaracena comienza la secuencia genealógica
de esa familia en Uruguay, en el último cuarto del siglo XIX, con Santiago Bordaberry
instalado en Durazno.
Palmira, la hija mayor nacida del matrimonio celebrado entre Santiago Bordaberry e
Isabel Elissondo, había fallecido a los diez años de edad debido a una apendicitis: "Cuando
murió su hija, mi abuelo todavía no tenía panteón, por eso la enterró en el de los Seré, que
eran sus amigos bearneses, abuelos de Alvaro Pacheco Seré, quien fue mi Secretario de la
Presidencia. 10 Mi abuelo llegó a Uruguay en la misma época en la que llegaron los suyos,
de modo que siempre hablamos de temas comunes a nuestros antepasados. Después, mi
abuelo adqurió un panteón y trasladó los restos de la niña", explica Juan María Bordaberry.

8. Oscar Padrón Favre, (Durazno, 11 de mayo de 1960), ha publicado varias obras de


investigación centradas en la historia del Departamento de Durazno y en la formación
poblacional del Uruguay, en especial sobre la influencia del indígena cristianizado.

9. Ricardo Goldaracena, "El libro de los linajes", tomo S, crónica genealógica de las
familias históricas uruguayas del siglo XIX, Editorial Arca, Montevideo, 2002.

10. Alvaro Pacheco Seré (Montevideo, 1935), es doctor en Derecho y Ciencias Sociales
(desde 1961). Fue Profesor de Derecho Público en la Facultad de Ciencias Económicas
(1962-1968). Desempeñó la Prosecretaría de la Presidencia de la República (1972) y la
Secretaría de la Presidencia de la República (1973-12 de junio de 1976). Ha ejercido la
docencia en institutos militares y ha ocupado distintos cargos en la actividad pública. Autor
de varios trabajos especializados, entre ellos "la Nueva Constitución", con Julio Maria
Sanguinetti (dos ediciones en 1967 y 1971).

17
SOBRE LA EDUCACION DE LOS HIJOS.
Y ACERCA DE LA APARICiÓN
DE UNA INSTITUCION DE BARRICADA.

Para Juan María Bordaberry es muy importante tener presente la época en la cual su
padre se formó intelectualmente, en especial para explicar la influencia que esa formación
tuvo en el ambiente familiar y en los comienzos de su propia actividad pública. Domingo
Bordaberry cursó los estudios en Montevideo y los culminó con la obtención del título de
abogado. De aquel período y de sus características, así como de la personalidad de su padre,
Juan María Bordaberry se ocupó -entre otros temas- al contestar un extenso reportaje que se
le hizo para una publicación argentinaY En una de las respuestas, al recordar los tiempos en
que Domingo Bordaberry era estudiante, afirmó:
"Esto me permite suponer entonces [teniendo en cuenta que había nacido en 1889]
que ha de haber cursado su enseñanza media y superior en los primeros quince años del
siglo XX. Y esto importa porque entre fines del siglo XIX y los primeros veinte o treinta
años del siguiente, el Uruguay se consolidó como un país ateo, masónico, separado de la
Iglesia, esto es, profesando en sus instituciones y en su enseñanza el dogma de la soberanía
del hombre en lugar de Dios".
Más adelante, al referirse al origen familiar y a la educación que recibieron él y sus
hermanos, explicó cómo se dividían aquellos tiempos las tareas en el seno familiar:

"Mi padre provenía de una familia católica (...) Pero su formación académica en ese
tiempo inevitablemente lo apartó de la práctica religiosa, sin perjuicio de haber vivido
siempre como un buen cristiano y padre de familia, y haber muerto confesando y
comulgando, y de haber recibido los auxilios para la hora de la muerte".

Después de definir a su padre como "un hombre bondadoso al extremo, recto y


generoso", agregó: "Indudablemente que nos inculcó

11. Se trata de la revista mensual de documentación, formación y opinión "Panorama


Católico Internacional", Buenos Aires, Año 3, N° 25, octubre-noviembre de 2002.
19
esas virtudes, pero no influyó en nuestra formación religiosa. Él, a su vez, se formó en un
tiempo en el cual la religión era algo familiar, de puertas para adentro, con la
responsabilidad cargada en la madre, en tanto la influencia paterna recaía más en la vida
pública, externa o política. A nuestra madre le debemos la educación religiosa desde la
infancia hasta que, al entrar en la enseñanza media, nuestro padre aceptó, para alegría de
aquella santa mujer, que lo hiciéramos con los jesuitas en el Sagrado Corazón. Tan común
era esa especie de división de competencias que mi padre nunca tuvo inconveniente en que
nuestra hermana cursara todos sus estudios, desde pequeña, en el Sagrado Corazón de la
comunidad fundada por Santa Magdalena Sofía".
Cuando el padre de Juan María Bordaberry concurría a la escuela pública que
estaba ubicada en Agraciada y Asencio, Santiago Bordaberry ya tenía una posición muy
desahogada y, entre otras propiedades, había comprado la casa quinta de Agraciada y
Suárez, una enorme extensión de 3.600 metros cuadrados. Llegaba hasta la que luego sería
la calle Jujuy, la cual, en realidad, terminaba en los fondos de la quinta. Después que ese
terreno fue expropiado por una decisión municipal, la calle continuó su camino hasta
Uruguayana.
Domingo Bordaberry, vivió tiempos que su hijo define como "de gran primacía de la
filosofía liberal", en los cuales era muy difícil "pedirle a un hombre que fuera religioso".
Sin embargo, Juan María Bordaberry recuerda haber visto una foto de su padre en la que
aparece vestido con el traje de la primera comunión. Pero, ¿cuál era la ascendencia de su
madre, aquella mujer que, asumiendo la "división de competencias" propia de la época,
tomó la decisión de enviar a sus hijos a instituciones católicas de enseñanza sin que su
marido se opusiera?
Es posible afirmar que Elisa Arocena Folle tenía prosapia, si es que en países tan
nuevos como el Uruguay cabe hablar de la ascendencia de una persona en esos términos.
Sus orígenes se remontaban a Ramón Artagaveytia, militar carlista, quien había venido a
nuestro país durante la Guerra Grande. Su presencia en esta parte del continente se debió a
un llamativo error de interpretación sobre la naturaleza de aquel hecho fundamental de
nuestra historia del siglo XIX. En España se lo vio casi como una guerra de religión de los
masones de Montevideo, donde estaba Garibaldi, con el apoyo de Inglaterra y de Francia,
contra los católicos que se desplegaban afuera de la muralla de la ciudad. Juan María
Bordaberry da a conocer su opinión:

"Esa interpretación no era cierta. Por ejemplo, don Carlos Villademoros, Ministro de
Relaciones Exteriores de Oribe, era masón. El propio Oribe también lo era. Pero aquella
interpretación fue la que

20
trascendió en España, sobre todo, creo, por la notoriedad de Garibaldi. Entonces, Ramón
Artagaveytia, quien tenía el grado de Teniente Coronel, vino. con un grupo de carlistas y se
puso. al servicio. de Oribe. Hasta que se dio. cuenta de que no. se trataba de la guerra que él
creía y disolvió el regimiento".
Por su parte, la abuela materna de Juan María Bardaberry era hija de Andrés Folle,
apellido de origen italiano, aunque verdaderamente era Folle Ylla, de modo que par la vía
materna, a su vez, descendía del General Viamonte, quien tuvo. una actuación tan natoria
en la Argentina que una de las calles céntricas de Buenas Aires llevan su nombre. Una de
los palcos del hipódromo. de Maroñas de Montevideo, además, se llamaba, justamente,
Folle Ylla, en recuerdo de Andrés Folle Ylla, hermano de la abuela.

"Mi abuela materna era una mujer de un vigor extraordinario. Fue la que más conocí
de mis abuelas, aunque ya era una señora mayor. Yo hablaba mucho con ella. Su chacra,
llamada San José, estaba en el Camino de la Redención, a pocas cuadras de donde hoy pasa
la Ruta 5. Eran los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, un tema obligado de
conversación. Durante muchas años, sus hijas y sus nietas los domingos nos reuníamos en
ese lugar. Entonces, nosotros las jóvenes, escuchamos admirables conversaciones entre las
integrantes de la generación a la nuestra. Mi padre, que fue un hombre prudente, intervenía
con moderación. Sospecha que lo que más la preocupaba era el destino de su amada
Francia. Mi abuela era blanca, muy blanca, y al respecto hay un relato familiar expresivo.
En sus años más jóvenes, su familia tenía una chacra en Camino Millán, en la que hay sería
entre Camino Castro y Sayago. Le gustaba montar, razón por la cual tenía caballos allí.
Cuando. se produjo. uno de las alzamientos revolucionarios, el gobierno colorado realizó
una requisa de caballos para sus tropas. El oficial que llegó a la chacra para llevarse los
animales conocía muy bien a mi abuela, de modo que sabía lo que tenía. Sin embargo, ella
le dijo.: 'Yo no. tengo caballos'. Y,como era de esperar, él le contestó: ¡Pero, daña
Mercedes, ya sé que usted los tiene, no. me obligue a hacer la que no. Quiero!. Mi abuela
insistió: 'No. tengo caballos y si los tuviera no. se los daba parque son para los colorados'.
Así era de blanca", recuerda Juan María Bardaberry.
A pesar de su condición de blanca convencida, la abuela materna de Juan María
Bardaberry le contó que, siendo. muy joven, se le habían caído las lágrimas cuando. había
vista entrar en Montevideo al General Venancio Flores. ¿Cómo. puede explicarse esa
reacción que en principio parece una contradicción? Flores entró en la ciudad en 1865,
donde instaló un gobierno llamado provisorio. Su levantamiento., co.

21
menzado en 1863, se distinguió, debido al enfrentamiento de las autoridades con Monseñor
Jacinto Vera, por las cruces que traía en sus banderas y por el nombre que le dio a su
movimiento, es decir, "Cruzada Libertadora". Juan María Bordaberry relata lo que había
sucedido, incidente que, a su juicio, justificaría el llanto emocionado de su abuela: "Durante
el gobierno de Bernardo P. Berro 12 se produjo un fuerte conflicto con la Iglesia Católica.
Fue desterrado el primer Obispo uruguayo, Monseñor Jacinto Vera. Jacobsen, un ciudadano
sueco en trance de muerte, protestante y masón, residente en San José, hizo llamar a un
sacerdote de apellido Madruga para que le administrara los sacramentos. Ante el pedido del
sacerdote de que se retractara de sus errores, el sueco se negó y murió impenitente. Al día
siguiente, los amigos masones del fallecido intentaron llevar su cuerpo a la iglesia
parroquial para exigir que se celebrara una misa. Madruga les negó la entrada. Finalmente,
transportaron el cadáver a Montevideo, donde exigieron la realización de funerales en la
Matriz. En el atrio de la Catedral, el abad Victorien Conde, ecónomo de la v icaría , mostró
una orden de Monseñor Jacinto Vera rechazando la sepultura eclesiástica de Jacobsen,
quien, a pesar de todo, fue enterrado sin autorización. Monseñor Jacinto Vera reclamó, pero
el Gobierno sacó al cementerio de la jurisdicción de la Iglesia, por lo cual resultó
secularizado. Entonces, aun considerando todos los demás hechos en los que participó
Flores, el propio sitio de Paysandú, por ejemplo, a su levantamiento no se le pudo quitar un
carácter religioso, por eso fue que mi abuela me contó que había llorado cuando lo vio
entrar en Montevideo".
Los años escolares de los tres hijos varones de Domingo Bordaberry no
transcurrieron en una escuela católica, sino en el Colegio Alemán, cuyo edificio se
encontraba en la calle Soriano, frente al lugar mismo donde desemboca Carlos Roxlo.
Probablemente, Domingo Bordaberry, un hombre "muy francés", según su hijo, aceptó que
los niños comenzaran su formación en un lugar tan diferente al que él hubiera querido,
como fruto de un acuerdo con su esposa Elisa Arocena. Es casi seguro que ella hubiera
tenido la intención de enviarlos a un colegio católico, mientras que el padre hubiera
deseado que fueran al Liceo Francés. Para Juan María Bordaberry, no es difícil pensar que
su madre -católica- temiera que sus hijos crecieran en medio de un ambiente dominado por
el espíritu de la educación francesa liberal. Tan francés se sentía Domingo Bordaberry que
su hijo recuerda que lloró cuando París cayó en poder de las fuerzas alemanas. Y que el día
que la ciudad fue liberada por las tropas aliadas, puso en la azotea de la casa una inmensa
bandera francesa que colgaba hasta la vereda, al tiempo que colocaba en el

12. Asumió el primero de marzo de 1860.

22
balcón un aparato con el disco de "La Marsellesa" a todo volumen para que fuera
escuchado por los que pasaban por el lugar.
El acuerdo entre los esposos los habría llevado a elegir para los niños un colegio
"más aséptico", de modo que los tres varones cursaron sus estudios en el Colegio Alemán,
desde el llamado Jardín de Infantes hasta el primer año de liceo. Fueron ocho años en total.
Elisa, en cambio, entró directamente en el Sagrado Corazón, ubicado entonces en la
Avenida 8 de Octubre y Estero Bellaco, donde hoy se encuentra la Universidad Católica.
Ahí, en ese colegio de monjas, realizó todos sus estudios.

Pero llegó un momento, durante la Segunda Guerra Mundial, que volvió difícil la
presencia de los hermanos en el Colegio Alemán. La atmósfera que se había creado contra
todo lo vinculado a Alemania, ejemplificado, en parte, por las llamadas "listas negras", en
las que se denunciaban públicamente a particulares y a empresas supuestamente
simpatizantes del régimen nazi, a pesar de que provocaban la indignación de Domingo
Bordaberry, hizo necesario el cambio. Y los hermanos Bordaberry fueron inscriptos en el
Sagrado Corazón, popularmente conocido como Seminario.
De aquellos tiempos, Juan María Bordaberry recuerda: "En el Colegio Alemán se
cuidaban mucho. No permitían exteriorizaciones de ninguna clase. Ni siquiera admitían que
los alumnos llevaran insignias en las solapas de los sacos, algo que entonces era muy
habitual. Un día yo aparecí con la insignia de Wanderers y me obligaron a sacármela.
Recuerdo que una alumna, mayor que nosotros, pero a quien conocíamos, hija del
embajador alemán en Uruguay que actuó cuando el incidente con el Graf Spee, se fue a la
guerra para trabajar como enfermera. y allá murió. Aquella noticia fue para nosotros un
impacto muy grande. Que una muchacha a la que veíamos en la escuela hubiera muerto en
la guerra nos resultó realmente impresionante. En realidad, yo nunca me sentí muy a gusto
en el Colegio Alemán porque la disciplina era muy rígida. De todos modos, no me quedó
un mal recuerdo, especialmente por los compañeros que tuve. Al fin de cuentas, estuve más
en el Colegio Alemán que en el Sagrado Corazón. Fueron ocho años contra los cinco que
estuve en este último. Aprendí el alemán y llegué a hablarlo correctamente. Ahora lo he
olvidado, por cierto. Pero todavía puedo leerlo con la ayuda de un diccionario".
Domingo Bordaberry' recién recibido de abogado, desarrolló su actividad pública
dentro "del Partido Colorado. En ese sentido, Juan María Bordaberry ha recordado ese
comienzo de su padre en la publicación argentina ya mencionada, al relatar que el. caudillo
colorado en

23
Durazno llegó a la estancia en charret para pedirle a Santiago Bordaberry -algo impensable
en estos tiempos- que lo autorizara a ofrecerle a su hijo la candidatura a la diputación por el
Departamento. Después, debido a las discrepancias con la política de José Batlle y
Ordóñez, Domingo Bordaberry pasaría a integrar las filas del riverismo. Juan María
Bordaberry agregó en el reportaje: "Batlle y Ordóñez fue un hombre decisivo en la
formación filosófica atea de Uruguay. Con machacona insistencia se nos dice que no era
masón, pero vista su trayectoria cuesta creerlo. Su conducción autocrática -sin salir de la
legalidad, pero forzándola según su conveniencia- provocó resistencia dentro del Partido
Colorado y un grupo que se llamó riverista, por Fructuoso Rivera, fundador del Partido
Colorado, se apartó del que pasó a llamarse batllismo. Mi padre adhirio al riverismo y
militó extensamente en él como senador y hombre público. También el riverismo era
predominantemente ateo, como lo eran blancos y colorados, pero aunque lo integraban
connotados masones, no tenía la agresividad del batllismo contra la iglesia. Mi padre se
debe haber sentido más a gusto y más cómodo allí, fuera de aquel dogmatismo ateo nacido
seguramente en la oscuridad de las logias, que no se compadecía en forma alguna con su
carácter".
Cuando en el Colegio Alemán, Juan María Bordaberry tuvo que contestar en un
formulario que incluía, entre otras, la pregunta de cuál era la profesión de su padre, contestó
"senador". La razón la explica el propio Bordaberry: "Mi padre fue senador ya con Terra.
Después lo fue cuando las elecciones de 1938 y de 1942. No se me ocurría que aquello no
podía ser una profesión. Siempre lo había conocido así. Culminó su actividad política
presidiendo el Frigorífico Nacional, un ofrecimiento que le hizo Luis Batlle Berres y que,
en realidad, fue una distinción. Ese cargo -el último que ocupó- era muy importante, el
Frigorífico Nacional, teóricamente de los productores, se había creado en 1928, para
contrarrestar la presencia de los frigoríficos extranjeros que compraban el ganado acá, lo
procesaban, lo faenaban, lo embarcaban en sus propias líneas marítimas, lo recibían en sus
propias cámaras y lo vendían en sus propias carnicerías. Pero el Frigorífico Nacional cayó
en la demagogia. El delegado de la Intendencia Municipal de Montevideo se oponía al
aumento del precio del ganado porque subiría el de la carne, lo que sería una medida
impopular, políticamente inconveniente."

13. El autor ha recogido una interesante versión de fuentes masónicas que no ha podido
verificar documental mente. Según ella, efectivamente, José Batlle y Ordóñez habría estado
a punto de ingresar a la masoneria, pero en el comienzo mismo de la tradicional ceremonia
de iniciación, al comprobar que debía someterse a ella con los ojos vendados se negó
terminantemente a realizarla sin ver lo que sucedia, se arrancó la venda y se retiró del lugar.

24,
Domingo Bordaberry no limitó su actividad pública a la participación política en el
riverismo dentro del Partido Colorado. Por el contrario, además tuvo una importante
actuación en la vida gremial de las organizaciones rurales. Así, por ejemplo, cuando fue
electo diputado, al mismo tiempo, fue uno de los fundadores de la Federación Rural.
Al llegar a este punto es necesario realizar algunas puntualizaciones sobre los
orígenes históricos de dos organizaciones. La Asociación Rural del Uruguay (ARU), se
fundó en tiempos de Latorre, concretamente el 3 de octubre de 1871. En su fundación
figuraron hombres notorios de la época, como, por ejemplo, Carlos Genaro Reyles,
Francisco Ordoñana, Juan Ramón Gómez, el doctor Marcos Vaeza, etc. Se trataba de
propietarios de grandes extensiones de campo que declaraban su intención de mejorar todo
lo relativo a la actividad rural. Según sus propias palabras buscaban "el progreso del país,
propendiendo especialmente a introducir toda clase de mejoras en los ramos tan
importantes de ganadería y agricultura". 14 Juan María Bordaberry siempre tiene presente
la definición de latifundio que escribió el doctor Joséhureta Goyena en un opúsculo que
tuvo la oportunidad de leer en tiempos que acompañaba a su padre a los congresos de la
Federación Rural: "Irureta Goyena fue el primer Presidente de la Federación Rural. Es
sabido que el término latifundio hoyes peyorativo, sinónimo de explotador, de tenedor de
grandes extensiones de campo, de maltratar ala gente, de pagar poco, etc. Irureta definió al
latifundio diciendo que es una etapa en la explotación racional de la tierra. Esto quiere decir
que hay etapas en las cuales la única manera racional de explotar la tierra es en grandes
extensiones. Cuando no hay buenas comunicaciones, cuando cuesta mandar el ganado de
un lado al otro, etc., hay que tener grandes cantidades de campo. De modo que el hecho de
que aquellos hombres que formaron la Asociación Rural fueran grandes tenedores de
campo, en tiempos de Latorre, no significaba que fueran unos retrógrados, al contrario,
fueron pioneros del proyecto rural, al punto de que lo apoyaron porque Latorre puso orden
en la campaña y pudieron trabajar con tranquilidad. Las partidas revolucionarias tomaban
los piques de los alambrados para hacer fuego para los asados. Y hasta carneaban un toro
muy valioso que había sido importado de Inglaterra. O un carnero. Toda aquella gente
estuvo con Latorre".
Pero, cuál pudo haber sido la razón de que varios años más tarde, en diciembre de
1915, se resolviera fundar una segunda organización, esto es, la Federación Rural. ¿Por qué
la existencia de dos instituciones gremiales de hacendados que, en principio, parecían tener
la misma finalidad?

14. Yamandú González Sierra, "Los olvidados de la tierra", Editorial Nordan


Comunidad, Montevideo, 1994.
25
De acuerdo a la explicación que brinda Juan María Bordaberry, en buena medida
recibida de su padre, la Asociación Rural fue la que organizó los registros genealógicos de
los animales de pedigree. Si, por ejemplo, se traía un toro de Inglaterra o un carnero de
Francia, era necesario tener una constancia para que los hijos de esos animales continuaran
siendo de pedigree, tal como se hacía en los demás países del mundo. Hoy en día son miles
los animales que se registran con técnicas que en aquellos tiempos ni se soñaban. En la
época dominada por José Batlle y Ordóñez, caracterizada por una política de
enfrentamiento con el campo, según Juan María Bordaberry la Asociación Rural se sintió
amenazada por la posibilidad de que le fueran expropiados los registros genealógicos de los
animales y se pasaran al Estado para que los administrara un Ministerio, posiblemente el de
Fomento. La Asociación Rural no podía hacer una defensa demasiado militante de la
agropecuaria debido al temor, siempre latente, de que se decidiera la expropiación. Para los
hacendados era evidente que Batlle y Ordóñez utilizaba los recursos del campo para
desarrollar en la ciudad las políticas sociales, las granjas, la inmigración, etc. De modo que,
si bien sentían la necesidad de luchar contra esa política, también sabían que no podían
hacerla a través de la Asociación Rural por la amenaza que pendía sobre ella. De todos
modos, Juan María Bordaberry piensa que si la expropiación se hubiera producido no
hubiera sido aceptada por el mundo ganadero, ya que en todos lados esos registros estaban
en manos privadas. Finalmente, para valerse de una organización que pudiera enfrentarse
adecuadamente a la política batllista, se fundó lo que Bordaberry califica como "una
institución de barricada", es decir, la Federación Rural. Esa fue la razón de su nacimiento,
esto es, defender duramente lo que la Asociación Rural debía tratar con guante blanco. Y
entre los fundadores estuvo Domingo Bordaberry, junto a Carlos Reyles, a José lrureta
Goyena y a muchos otros. 15
Lo que declara Juan María Bordaberry sobre las características de la institución que
llamó "de barricada", concuerda básicamente con lo que expresó públicamente la
Federación Rural, en lo que podría entenderse como una declaración de principios: "Los
representantes de la producción tienen que hacerse oír por el Gobierno (...) con la autoridad
de los que !llaI}dan y no con el encogimiento de los que suplican y para eso es necesario
que la Federación se frote con la vida, se mezcle en las luchas políticas y cargue los
cañones antes de dispararlos". 16

15. Arturo Sergio Visca ha sostenido que el folleto editado por Carlos Reyles en 1903,
titulado "El ideal nuevo", en el cual reclamaba la unión de las fuerzas económicas del
pais, "será el fundamento de la creación, más tarde, en 1915, de la Federación Rural': En
"Nuevo diccionario de literatura uruguaya", Ediciones de la Banda Oriental y Alberto
Oreggioni, Montevideo, 2001. 16 .Yamandú González Sierra, op. cito

26
Quizás ilustre más todavía sobre el combativo carácter de la Federación Rural,
desplegado sin cuidarse mucho de las formas, el incidente que se produjo en ocasión de la
visita que Baltasar Brum, Presidente del Consejo Nacional de Administración, realizó a la
sede de aquella institución. Al ser duramente increpado por los hacendados por la política
batllista contra el campo, se sintió muy molesto, se levantó y se fue. Pero, de pronto, ya en
la puerta, se dio vuelta y gritó: "¡Ya verán latifundistas!". Ese grito pasó a la historia. El
que no pasó, en cambio, fue el de Carlos Reyles, quien le contestó al Presidente con un
grueso insulto que la posterioridad fue suavizando hasta convertido en un eufemístico
"¡Señor imbécil!".17 Y Juan María Bordaberry, subraya: "Esas cosas solamente podía
hacerlas la Federación Rural, una organización de barricada. Pero nunca las hubiera podido
hacer la Asociación Rural".
Domingo Bordaberry continuó con la diversificada actividad que lo llevaba a
ocuparse de la política, de la vida gremial y de sus campos. En mayo de 1950 la familia
recibió un inesperado golpe dramático cuando Domingo, el hijo mayor que había nacido en
1927, estudiante de agronomía, sufrió un terrible accidente de auto al chocar contra un
árbol. Su padre siempre lo había visto como el hijo que estaba destinado a ocuparse del
manejo del patrimonio agropecuario, de ahí que ya le hubiera dado intervención en el
escritorio donde se administraban sus negocios. Domingo Bordaberry recibió la noticia de
madrugada en su casa quinta de Agraciada y Suárez. Valiéndose del sistema de
comunicación interna que existía en la residencia, desde su dormitorio llamó a Juan María
al apartamento ubicado en la parte alta y le pidió que lo acompañara al hospital a buscar a
su hermano que acababa de tener un accidente. No dijo más nada. El padre había
escuchado la novedad que le habían transmitido por teléfono tratando de disimular la
gravedad de la situación debido a que su esposa estaba a su lado. Pero después, ya afuera
de la casa, mientras esperaba un taxi junto a su segundo hijo –no quiso ir en su propio
auto- le dijo la verdad, es decir, que le habían informado que el accidentado estaba muerto.

"Mi padre era un vasco muy duro -explica Juan María Bordaberry para asumir los
problemas difíciles. Tenía una gran bondad, era muy sensible, pero frente a las dificultades
se movía con una gran presencia de ánimo. Cuando llegamos al hospital Maciel, yo sentí
que alguien se quejaba y reconocí la voz de mi hermano. Le dije a mi padre que era él, que
estaba vivo. Mi padre me decía que no podía ser, que le habían asegurado que se había
muerto. Pero yo tuve razón. Estuvo sin conoci-

17. Carlos Martínez Moreno, op. Cit.

27
miento desde mayo hasta agosto. Después, increíblemente, al sacarlo del Sanatorio
Americano al cual lo habíamos trasladado, sin que hubiera recuperado el conocimiento, fue
llegar a la casa de Agraciada, acostado en su cama y abrir los ojos".
El hermano mayor de Juan María Bordaberry sobrevivió, sin embargo, muchos años.
Con el paso del tiempo, en los años sesenta, llegó a casarse. Tuvo dos hijos y pudo
constituir su propia familia en la que se sintió muy feliz. Murió en la década de los ochenta,
treinta años después del accidente.

Luis Ignacio, por su parte, el menor de los varones, murió por la complicación de
una gripe, un caso que no es demasiado común, ya que no se produjo en épocas en que
todavía no se habían descubierto los medicamentos adecuados para combatir las
enfermedades de esa naturaleza. De los cuatro hijos de Domingo Bordaberry y Elisa
Arocena, pues, actualmente viven solamente dos, Juan María y Elisa.

28
EL VERDADERO ORIGEN
DE BENITO NARDONE.
LA LIGA FEDERAL DE ACCiÓN RURALISTA.

El accidente de su hermano mayor, cambiaría la vida de Juan María Bordaberry. Su


padre, conocedor de las características de sus hijos, lo imaginaba ejerciendo la abogacía,
pero no dedicado a las tareas del campo.
Juan María -quien admite que no tenía ninguna facilidad para las ciencias- ya había
avanzado bastante en los estudios en la Facultad de Derecho. La química era para él una
cuestión incomprensible y también tenía dificultades con la matemática, mientras que, en
cambio, le gustaba la historia y la filosofía. En una palabra, estaba destinado a la abogacía.
Eran tiempos en los cuales se estudiaba, según recuerda. en alpargatas y tomando mate. No
daba un examen hasta no estar completamente seguro de que dominaba la materia. Pero, de
pronto. la situación familiar fue otra. Domingo, el hijo que casi seguramente se ocuparía de
los asuntos del campo, estaba imposibilitado. Los restantes hermanos eran menores,
mientras que la madre, por supuesto, nada entendía de negocios. De modo que Juan María
Bordaberry tuvo que asumir responsabilidades que, poco a poco, lo fueron apartando de los
estudios. La obligación que le impuso la naturaleza de las nuevas obligaciones, la
caracteriza de la siguiente manera: "Una cosa es estudiar y trabajar en un empleo con un
horario fijo. Uno termina la jornada laboral y se olvida del empleo, pero cuando hay que
enfrentar problemas comerciales de la familia, aunque se diga que ahora va a ponerse a
estudiar, no puede sacarse esos asuntos de la cabeza."
Comenzó a pasar mucho tiempo en el escritorio en Montevideo, donde se ocupaban
de los asuntos comerciales de la familia. Su padre tenía a su lado a una persona de gran
confianza y experiencia, pero Juan María Bordaberry, si bien conocia lo relativo al trabajo
en el campo, ignoraba todo lo relacionado con lo que es propiamente el negocio. su
explotación comercial. .

29
Las dificultades para continuar con la carrera de abogacía no disminuyeron a pesar
de la peculiaridad de los planes de estudios de la Facultad de Derecho. Los estudiantes no
tenían obligación de asistir a clase, de modo que podían dar los exámenes sin pisar la
Facultad más que para rendir las pruebas. "Aquello era fatal -recuerda Bordaberry- uno
podía estudiar simplemente comprando los apuntes en la 'Librería Medina', que quedaba
cerca de la Facultad, en Colonia y Tristán Narvaja."
Al respecto, recuerda una anécdota que tiene que ver con aquel sistema tan poco
pedagógico que dejaba en completa libertad a los estudiantes, quienes se nutrían
fundamentalmente por lo que les aportaban los apuntes sacados por otros y luego
comercializados. Al mismo tiempo, ese recuerdo sirve para que Juan María Bordaberry se
refiera a un momento del Uruguay que estuvo marcado por el cambio histórico que se
produjo con el resultado de las elecciones nacionales de 1958.18 Sin perjuicio de que esto
suponga adelantar algunos datos sobre su iniciación en la vida pública, período que más
adelante será necesario volver a tocar.

Cuando Juan María Bordaberry era Presidente de la Junta Nacional de Carnes,


participó de las reuniones de una Comisión integrada, entre otros, por notorios juristas,
como los doctores Francisco de Ferrari, Justino Jiménez de Aréchaga, Adolfo Gelsi Bidart
y Aparicio Méndez. Tenían que actuar a partir de lo establecido en el decreto del Poder
Ejecutivo que acababa de fijar los tipos de cambio para las exportaciones de carne y de
lana. En los períodos de descanso de la Comisión, cuando se interrumpían los trabajos para
almorzar, Justino Jiménez de Aréchaga, en medio de las charlas informales que se daban en
esos momentos, tocó el punto del régimen de libertad total que tenían los alumnos de la
Facultad de Derecho. Lo criticó duramente y agregó: "¡Pensar los meses y meses de huelga
que hicimos para lograr aquello!." Jiménez de Aréchaga, uno de los profesores y ensayistas
más reconocidos, especializado en Derecho Constitucional, había luchado para lograr que
ese sistema se impusiera, pero al cabo de los años reconocía que se había tratado de un gran
error.
La época en la cual se realizaban las reuniones de la Comisión, estaba dominada por
la repercusión que había tenido el triunfo del Partido Nacional y por la irrupción en el
panorama político de la figura de Benito Nardone, quien usaba el seudónimo de Chicotazo
para sus audi

18. El Partido Nacional logró desplazar al Partido Colorado por primera vez en el siglo,
con un total de 499.425 votos (49.7 %) contra los 379.062 de su tradicional rival
(37.7%). Dentro del lema Partido Nacional, triunfó la fórmula presentada por el
herrerismo en coalición con el ruralismo, a cuya cabeza estaba Benito Nardone, con un
total de 241.939 votos.
30
ciones diarias en el CX 4 Radio Rural. Juan María Bordaberry expresa: "Cuando en 1958
ganó la coalición herrero ruralista, me dispuse a trabajar con Nardone. Él tenía los dos
extremos: gente muy capaz y paisanos crudos. Y otros que llegaron después que se ganaron
las elecciones, arrimados por el éxito político. Yo sentí que tenía la obligación de colaborar
con Nardone, aunque después me demostró que no necesitaba mucha ayuda. Esto también
debe ser dicho. Tenía muy buen criterio, se definía muy bien en los difíciles momentos de
la toma de decisiones. Pero yo creí que las circunstancias me habían colocado en un lugar
en el cual debía colaborar. Fue por él que me designaron Presidente de la Junta Nacional de
Carnes. Después fui delegado en la Junta de Lanas. Cuando, a raíz de las elecciones de
1958, el gobierno de Luis Batlle se fue, dejó una bomba, algo así como que si me tengo que
ir que vuelen por los aires. Amílcar Vasconcellos era su Ministro de Ganadería. En aquella
época, al empezar la zafra, el primero de octubre, se fijaban los tipos de cambio para la
exportación de la carne, de la lana, etc. Las exportaciones no empezaban hasta ese
momento. Luis Batlle había sufrido una dura derrota en el Cerro. Les había regalado a los
obreros los dos frigoríficas que se habían ido, el Swift y el Armour. Formaron el llamado
Establecimiento Frigorífico del Cerro Sociedad Anónima (EFCSA), pero igual, cuando él
fue hablar al Cerro, lo abuchearon y le tiraron huevos. Se sintió agraviado. Pasó un período
de varios meses desde las elecciones de noviembre de 1958 y Vasconcellos no fijaba el tipo
de cambio. Las exportaciones estaban prácticamente liquidadas porque Luis Batlle había
desestimulado de tal manera a la producción que apenas había carne para el consumo.
Finalmente, en febrero de 1959, el Poder Ejecutivo dictó el decreto por el cual se establecía
que las exportaciones de carne se cursarían al tipo de cambio que resultara del trabajo que
realizaría la Comisión respectiva, la cual debería tener en cuenta los costos de los
frigoríficas y una cantidad de factores que hacían prácticamente imposible fijar ese tipo de
cambio. Ya con el nuevo gobierno del Partido Nacional instalado se formó la Comisión. La
integraban, además del Ministro de Ganadería, Carlos Puig, y del Presidente de la Junta
Nacional de Carnes, que era yo, Eduardo Vargas Garmendia, Subsecretario de Ganadería,
los abogados de los frigoríficas: Francisco de Ferrari, por EFCSA, Justino Jiménez de
Aréchaga, por el Angla, Adolfo Gelsi Bidart, por el Frigorífico Nacional, y Aparicio
Méndez, por el Frigorífico Castro. Todas esas personas eran algo así como luminarias
jurídicas. Nos reuníamos en el Club de Golf del Cerro."
La mención del nombre de Benito Nardone, hace propicia la oportunidad para
ocuparse de lo que significó su presencia en la escena política y la participación decisiva
que tuvo el padre de Juan María

31
Bordaberry en los comienzos del líder ruralista. "Sobre Nardone hay todo tipo de versiones,
algunas que resultan hasta fantásticas, pero yo lo conocí bien, de modo que puedo hablar
con cierta propiedad", anuncia Juan María Bordaberry con la seguridad de quien relatará
hechos que despejarán dudas y salvarán varios errores de información, muchos de ellos
incluso ya publicados.
Benito Nardone se inició como periodista del diario "El Día", en épocas de José
Batlle Ordóñez. Muy probablemente -según Bordaberry -en sus orígenes, esto es, siendo
todavía un muchacho, había sido anarquista. Su padre, un hombre bajito, que también debía
ser anarquista, era un portuario calabrés que hablaba un dialecto que resultaba
prácticamente incomprensible. Bordaberry afirma que él nunca pudo entenderle ni una sola
palabra y que tal vez hasta su propio hijo tuviera dificultades para entenderlo. Nardone
había sido estudiante en la Facultad de Derecho y se mostraba como un joven inteligente.
Quizás, debido justamente a su condición de anarquista, fue que comenzó a trabajar como
notero en "El Día".

Cuando se produjeron los hechos políticos del 31 de marzo de 1933, el padre de


Juan María Bordaberry apoyó a Gabriel Terra y fue el Director del diario terrista "El
Pueblo". Domingo Bordaberry era senador y continuó siéndolo. No ocupó ningún otro
cargo público. Fue entonces cuando Nardone, quien era mucho menor que Domingo
Bordaberry, pasó a trabajar al diario "El Pueblo". 19 Así fue que se vincularon. Cuando
llegaron las elecciones de 1938, Domingo Bordaberry le dio su apoyo a Blanco Acevedo y
como parte de la campaña electoral se trasladó a Durazno junto a Benito Nardone, a quien
le pidió que lo acompañara para colaborar con él. 20 En aquella época el gran instrumento
de propaganda era la prensa escrita, al punto de que se publicaban periódicos especialmente
para las elecciones. Domingo Bordaberry editó un diario y puso a Nardone como encargado
de esa parte de la campaña. Fue de esa manera que el hombre que, con el paso de los años,
se convertiría en el líder del ruralismo, comenzó a conocer el campo, ya que nunca había
tenido actividad alguna fuera de Montevideo. El medio rural le resultaba totalmente
desconocido. A partir de entonces, Domingo Bordaberry y Benito Nardone continuaron
trabajando juntos. Después de las elecciones,21 Domingo Bordaberry fundóel "Diario
Rural", un periódico pequeño que se hacía en Montevideo,

19. Benito Nardone nació en 1906 y falleció en 1964.


20. En las elecciones celebradas en 1938, triunfó el colorado General Baldomir con
121.259 votos (33.9%) contra su rival dentro del lema, el doctor Blanco Acevedo, quien
obtuvo 97.998 votos (27.4%). El porcentaje total del Partido Colorado fue el 61.4%,
mientras que el Partido Nacional obtuvo apenas el 32.1%. .

32
pero que circulaba en el interior, y Nardone fue su Director. En ese medio de prensa,
además de dirigido, empezó a escribir una serie de artículos en la última página que se
titulaban "Ansina son las verdades criollas". Es necesario, entonces, ubicar en ese momento
preciso el nacimiento del seudónimo que después se popularizaría, ya que aquellas
incursiones periodísticas las firmó como "Chicotazo". Al proporcionade el medio adecuado
para expresarse, Domingo Bordaberry se había convertido en el responsable del comienzo
de la prédica ruralista de Nardone.
La trayectoria de Nardone, impensada en un principio, seguiría una marcha
ascendente. Juan María Bordaberry comenta 10 que significó la famosa audición que se
emitía diariamente por CX 4: "Mi padre debe haberse dado cuenta de que Nardone era un
hombre que tenía capacidad para mover el medio rural, para agitarlo en contra de la política
batllista. Andando el tiempo, pidió la concesión de la onda de ex 4 Radio Rural y Nardone
empezó a hablar por esa emisora. Su audición iba diariamente de 11 y 30 a 12 horas. Y
comenzaba a esa hora porque Nardone había visto en la estancia "El Paraíso", que era a las
11 y 30 que se dejaba de trabajar y se empezaba a tomar mate. Empezó a dar información
sobre los mercados de la lana, de la carne, etc. Nardone era un autodidacto. Los nombres
ingleses, por ejemplo, los pronunciaba muy mal. En realidad, él supo llegarle a la clase
media rural para ejercer la defensa de sus intereses. Los latifundistas de la Federación Rural
lo rechazaron. Y al peón rural no pudo entrarle, lo miraba con curiosidad."

De acuerdo a lo que agrega Juan María Bordaberry, la actividad de Nardone tuvo


éxito en un espacio en el que predominaba lo que ha definido como "la clase media rural".
A tal pupto esto fue así, que la forma exitosa de trabajar que desarrolló en ese medio, habría
dificultado la posterior intención de los tupamaros de captar partidarios en los mismos
lugares en los que había prendido la prédica de Nardone: "Él le llegó, por ejemplo, a los
granjeros de Canelones. Hay unos documentos de los tupamaros que no he podido
encontrar y que ya no voy a seguir buscando, documentos fotocopiados que, siendo yo
Presidente, me mandaba el Coronel Ramón Trabal, en los cuales los tupamaros admiten que
no podían entrar en el cinturón industrial de Montevideo porque la presencia de Nardone en
las granjas era todavía tan fuerte que se lo impedía su prestigio. Porque él llegó a levantar la
bandera artiguista

21. Asi como había sido electo senador en las elecciones de 1938, Domingo Bordaberry fue
otra vez elegido en las elecciones de 1942, siempre apoyando a Blanco Acevedo. En estas
últimas, triunfó el Partido Colorado con el (57.2 %) de los votos contra un escaso (22.8 %)
del Partido Nacional. Resultó electo como Presidente de la República, el doctor Amézaga
con 234.127 votos. Blanco Acevedo, por su parte, obtuvo 74.767 votos.

33
y la bandera anticomunista. Su renombre lo fue llevando cada vez más lejos. Hubo quienes
vieron hasta con cierta preocupación ese crecimiento de Nardone. Yo mismo a veces le
preguntaba hasta dónde íbamos a ir y él simplemente me contestaba: ¡Y yo qué sé!. Ni él lo
sabía, por eso yo creo más en las corrientes de opinión que en los Partidos Políticos. Esa fue
una demostración. En los llamados Cabildos Abiertos, en las asambleas, se juntaban miles
de familias."

De aquel creciente movimiento en el medio rural, a la creación de una organización


que agrupara y canalizara los esfuerzos realizados hasta entonces, no había más que un
paso. De ahí, que en 1951 se fundara la Liga Federal de Acción Ruralista, nombre que
Nardone tomó de Artigas: "Él no era productor ni miembro de la Federación Rural, pero
empezó a dominar las agremiaciones rurales que estaban; afiliadas a la Federación y a
fundar otras. Mi padre quiso modificar los estatutos de la Federación Rural para
popularizarla, para darle entrada, justamente, a la clase media rural, ya que, a raíz de la
prédica de Nardone, se formaban agremiaciones en lugares perdidos del campo. Me
acuerdo que nos pasamos una noche entera haciendo de apuro las actas de esas
agrupaciones que existían de hecho, de modo de cumplir con las formalidades que se
necesitaban para afiliarse a la Federación Rural. Pero se perdió la votación. No se aceptaron
las incorporaciones y de esa manera terminó rechazándose lo que yo llamo la
popularización, hacer más popular, de otro nivel, la representatividad de la Federación
Rural. La Asociación Rural siempre fue más progresista que la Federación."

Volviendo a la definición que el doctor José Irureta Goyena había dado del
latifundio, aquella formulación que Bordaberry ha entendido como la más apropiada para
explicar en los principios la razón del trabajo en grandes extensiones de campo, se llega
finalmente a la conclusión de que ya no era posible aplicada a la Federación Rural: "Hubo
un momento en el cual la definición de Irureta Goyena sobre el latifundio ya no le cabía a la
Federación Rural, de modo que aquello de que el latifundio era una etapa de la explotación
racional de la tierra no les era enteramente aplicable. Justamente, lo que quiso mi padre, y
todos cuantos lo acompañaron, fue que a la Federación Rural entraran aquellos que no eran
grandes terratenientes. Que la Federación fuera más representativa de lo que significaba el
campo de los años cuarenta o cincuenta, en lugar de lo que había sido en los diez o en los
veinte. Aquella pelea, mi padre y otros muchos, la perdieron. Entonces, ellos se fueron, los
expulsaron, en realidad. ¡A mi padre que había sido uno de los fundadores! Así fue que se
fundo la Liga Federal de Acción Ruralista, de modo que apareció una tercera organización
difícil de entender si no se sigue con atención todo ese proceso. De la Asocia-

34
ción Rural, de los tiempos de Latorre, institución de progreso, que no podía atacar con
agresividad al gobierno por la presunta amenaza de la expropiación de los registros, a la
Federación Rural, que sí pudo enfrentar con agresividad al gobierno, como institución de
barricada, pero integrada por gente de fortuna, por grandes estancieros, se llega a la Liga
Federal de Acción Ruralista que fue representativa de una gran cantidad de agrupaciones de
la clase media rural."
El ruralismo de Nardone estaba organizado en tres niveles. Las agremiaciones en
todo el país, que eran centenares, se agrupaban en un segundo grado en los Comités
Departamentales de Acción Ruralista, en las cabezas de los Departamentos. Había 18
comités a los cuales las agremiaciones enviaban sus delegados. Y el último grado estaba
conformado por la Liga, la cual agrupaba a los Comités Departamentales. Para Juan María
Bordaberry la obra relevante de Nardone fueron las agremiaciones. Darle voz y presencia al
gremio rural, cosa que hasta entonces no había tenido. Y, especialmente -como se ha dicho-
a la franja de la clase media rural, no a los grandes estancieros. A los agricultores, al
pequeño estanciero, a los establecimientos ganaderos medianos. Esa era "la familia rural",
expresión que Nardone utilizaba con frecuencia.

En abril de 1952, poco tiempo después de que se fundara la Liga Federal de Acción
Ruralista, murió Domingo Bordaberry. Esto supuso un nuevo cambio en la vida de su hijo
Juan María. Trabajaba y continuaba estudiando, aunque poco, pero, además, tenía que
atender las obligaciones de su trabajo junto a Nardone, quien le había pedido que
colaborara con la Liga Federal de Acción Ruralista. Esta actividad lo atraía, pero también
seguía atrayéndolo, al menos todavía, la idea de recibirse de abogado. Recorrió muchas
veces el campo con Nardone, intervino en cantidad de instituciones rurales, entró en la
Asociación Rural, organización en la cual se sentía a gusto porque continuaba
considerándola de avanzada, pero después también tuvo que estar presente en la Liga
Federal. Dice Juan María Bordaberry: "Entré en la Asociación Rural, cuando murió mi
padre, en 1952. Carlos Frick Davie, quien años después ocuparía el cargo de Ministro de
Ganadería en el gabinete de Jorge Pacheco Areco y que sería secuestrado por los
tupamaros, era el Presidente. Su padre había sido muy amigo del mío, aunque era mucho
mayor que él, así como Frick Davie era mayor que yo. Vino a verme, junto a otras
personas, para que ingresara a la Asociación Rural, como un homenaje a la memoria de mi
padre. Y yo acepté. Estuve bastante tiempo en esa institución que siempre contó con todas
mis simpatías".

35
Nardone había hecho suya -y la empleaba permanentemente -una expresión
maniqueísta que, según se dice, pertenecía a Latorre, por la cual quería ponerse en
evidencia un enfrentamiento entre los llamados "galerudos" y los "botudos". Estos últimos
eran la gente de campo, mientras que los primeros eran los de la ciudad. De modo que en
los nuevos tiempos, los "galerudos" pasaron a ser los integrantes de la Federación Rural y
los "botudos" quienes pertenecían a la Liga Federal de Acción Ruralista. Juan María
Bordaberry estaba en la Asociación Rural, pero a sus integrantes no los calificaban con esas
definiciones, se encontraban afuera de la confrontación. Sus palabras ayudan a clarificar su
pensamiento sobre la naturaleza de las instituciones y los caminos que tomaron: "La
Asociación Rural siguió al margen de todo eso. Hasta que mucho tiempo después, por la
influencia de Wilson Ferreira Aldunate en la Federación Rural, la Asociación Rural
comenzó a seguir la militancia que era propia de la Federación. Pero este, en realidad, es un
capítulo menor que no importa demasiado. Me acuerdo que le mandé una carta al
Presidente de la Asociación Rural para decide que esa institución siempre había sido de
progreso, no de barricada. Querían tomar medidas desatinadas, suspender la exposición
rural del Prado como forma de protesta por la política del Gobierno, cosas así. La
exposición nunca se había suspendido, ni por sequías, ni por guerras, ni por pestes. Hoy en
día, la Federación Rural prácticamente no existe. Hace poco, incluso, quiso hacer una
huelga, lo que significa desconocer absolutamente lo que es el trabajo en el campo. Un
productor rural no puede dejar de trabajar. Se puede molestar a los camioneros que deben
traer el ganado, pero el productor ese día de todos modos tiene que ordeñar a las vacas,
curar a los animales abichados, recorrer el campo, comprobar si los animales están dando
bien las crías, no puede pararc con su actividad. La Federación Rural no sólo es
prácticamente inexistente sino que, además, ha desviado totalmente su rumbo".
Juan María Bordaberry recuerda también que cierto día Nardone había utilizado
una expresión terminante que descartaba de plano toda posibilidad de que entrara en la
actividad política. Así, según sus palabras, manifestó: "Si yo me meto en política que me
escupan la cara". ¿Cómo puede explicarse, entonces, que no sólo participara en la coali-
ción herrero ruralista sino que, además, llegara a integrar el propio Consejo Nacional de
Gobierno, órgano superior del Poder Ejecutivo? Bordaberry contesta: "Los hechos lo
fueron llevando. No tengo dudas de que lo hizo empujado por las circunstancias. La
finalidad de la Liga Federal de Acción Ruralista era esencialmente gremial. Y lo logró con
creces. Hizo oír la voz del campo como no lo había hecho la Federación Rural. Ni, por
supuesto, la Asociación Rural, por definición. Yo

36
estuve en la Asociación durante varios períodos, llegué a ser el Secretario, y me acuerdo
que cuando en el Parlamento querían tener una opinión seria sobre los problemas del
campo, no llamaban a la Federación Rural, por el contrario, siempre convocaban a la
Asociación. Es que su opinión era muy respetada. Mi hijo Santiago, Presidente de la
Sociedad Rural de Durazno, cuya actuación ha sido muy destacada, aunque siempre ha
tenido la tendencia a mostrarse poco públicamente, no acompañó, como tampoco lo
hicieron los que trabajan con él, el paro que quiso hacer la Federación Rural Y la
Federación le suspendió la afiliación por seis meses. ¡De modo que mi padre, es decir, su
abuelo, fue expulsado, y el nieto fue suspendido!"
Juan María Bordaberry nunca se recibió de abogado. Un año y medio después de la
muerte de su padre, el 15 de octubre de 1953, contrajo matrimonio con Josefina Herrán.
Ya casado, dio algunos exámenes más y hasta llegó a cursar Práctica Forense, materia para
la cual, contrariamente a lo que sucedía con las otras, era necesario tener escolaridad. De
todos modos, interrumpió finalmente la carrera y ya no siguió estudiando. Hoy reconoce
que, a pesar de no haberse recibido, pudo adquirir una formación jurídica que le ha sido de
gran utilidad.
A quien sería su esposa la conoció cuando eran niños. Por mera obra de la
casualidad ambos habían tomado la primera comunión en la misma capilla, ubicada en lo
que hoyes la Universidad Católica, lugar en el cual habían estudiado su abuela, su madre,
su hermana y la que sería su suegra, es decir, buena parte de su familia. Los jóvenes
coincidieron circunstancialmente en aquella ceremonia, pero después siguieron viéndose
apenas en forma esporádica. Se conocían porque Josefina Herrán vivía cerca de la casa de
Bordaberry, frente a la Plaza Suárez, pero no mantenían ninguna relación especiaL Hasta
que, después de no verse por un tiempo, debido a la amistad que él tenía con un hermano
de Josefina Herrán, cuya familia también era propietaria de campos en Durazno, se
produjo el acercamiento que culminaría en el casamiento. 22

Jorge Herrán, el suegro de Bordaberry, fue un arquitecto muy conocido y muy bien
considerado por sus colegas. Entre sus muchas obras, ha dejado como testimonio de su
actividad creadora el edificio de la Aduana y el del Yacht Club Uruguayo, ubicado en el
puerto del Buceo. La obra de la Aduana, la obtuvo por concurso y hoy en día es enseñada
en la propia Facultad de Arquitectura.

22. En .Sobremesa presidencia''', de Diego Fischer y Rosario Cecilio, Fundación Banco de


Bastan, Montevideo, 1994, Josefina Herrán de Bordaberry relata parte de su vida junto a su
esposo.

37
Josefina Herrán ha recordado que, a pesar de que su padre había sido Ministro de
Obras Públicas de Gabriel Terra y que su abuelo era muy amigo de Luis Alberto de
Herrera, así como que Domingo Bordaberry también se había dedicado a la política, ésta
nunca había sido una aspiración presente en su matrimonio.23
Los recién casados pasaron a vivir a un apartamento de un edifi cio que había hecho
el arquitecto Jorge Herrán, en Pocitos, más exactamente en Luis Cavia y Lázaro Gadea. En
ese lugar vivió el matrimonio algunos años, hasta que nació su tercer hijo. Después, al
mudarse a una casa que estaba ubicada frente a la quinta de Agraciada y Suárez y que había
pertenecido a una tía de Bordaberry, ambos volvieron al barrio de la niñez. En ella residía
Juan María Bordaberry con su familia cuando el primero de marzo de 1972 asumió como
Presidente de la República, momento a partir del cual pasaría a ocupar la residencia
presidencial de la Avenida Suárez. Las circunstancias quisieron que, por una razón o por
otra, continuara viviendo en la misma zona de Montevideo.

El matrimonio Bordaberry Herrán tuvo nueve hijos, siete varones y dos mujeres.
Todos los varones se llaman Juan. Muchos años des~ pués alguien le dijo a Bordaberry que
esa era una costumbre vasca, aunque, en realidad, es necesario puntualizar que además de
no saber si se trata de una versión cierta, él le llamó a sus hijos de esa manera simplemente
porque le gustaba el nombre elegido. El hecho de que todos ellos lleven el mismo primer
nombre, a veces les ha ocasionado problemas, especialmente cuando han debido realizar
algunos trámites administrativos. Los nueve hijos, en orden cronológico, son: María (psi-
cóloga), Juan María (ingeniero agrónomo), Juan Martín (dedicado al comercio), Juan Pedro
(abogado, ministro en el gobierno del doctor Jorge Batlle), Santiago Juan (veterinario), Juan
Pablo (terminó los estudios de ingeniero agrónomo, pero por razones de trabajo nunca pudo
presentar la tesis, ha desarrollado una gran actividad en lechería), Juan Javier (abogado),
Juan Andrés (contador) y Ana (diseñadora textil, nacida después del 27 de junio de 1973).
Los nueve hijos le han dado diecinueve nietos al matrimonio Bordaberry Herrán.

23. Diego Fischer y Rosario Cecilio, op. Cito

38
LAS CAUSAS REMOTAS
DEL 27 DE JUNIO DE 1973
LA DEMAGOGIA INSTITUCIONALIZADA.

Juan María Bordaberry asegura que nunca se sintió atraído por la actividad política.
¿Por qué, entonces, moviéndose en contra de sus propias afinidades, desarrolló una carrera
política que culminó en la Presidencia de la República? En ese sentido, al contestar para la
revista argentina ya mencionada, la pregunta si le interesaba la política, manifestó: "Debe
parecer una falsedad contestarle que no, vistos los cargos públicos que alcancé. Sin
embargo, esa es la respuesta: nunca busqué cargos públicos. Pero la Providencia tiene sus
designios, que no debemos ni podemos escrutar". Y más adelante expresó: "La política
nunca me atrajo como carrera, pero me resultó imposible rechazar el ejercicio de algún
cargo cuando se presentó como una obligación de servicio a la patria" .

Sus antecedentes públicos se limitaban a la actividad gremial y a la participación en


algunos organismos oficiales. Por un lado, había sido Presidente de la Liga Federal de
Acción Ruralista, mientras que, en el ámbito político, había integrado y presidido la Junta
Nacional de Carnes, también la Junta de Lanas, organismo creado por Nardone, y la
primera Comisión de la Lucha contra la Aftosa, de la cual también había sido su Presidente.
Los cargos políticos los había ocupado a raíz del triunfo del Partido Nacional en las
elecciones de 1958, eh el período en el cual Benito Nardone integró el Consejo Nacional de
Gobierno, esto es, desde 1959 hasta 1963. Al detenerse en la consideración de una parte de
la década de los sesenta, Bordaberry tiene tiempo para amenizar la conversación
recordando con humor que al Ministro de Ganadería del primer gobierno blanco, Carlos V.
Puig, un hombre gordo, muy bondadoso, que generalmente caminaba con las manos
apoyadas sobre la barriga, lo llamaban Carlos Quinto. La ironía del doctor Martín
Echegoyen, era todavía más contundente. Cierto día, le dijo: "¡Pero, Ministro, usted
siempre con ese aire cardenalicio!." Carlos V. Puig era herrerista y se encontraba muy
cercano al ruralismo. Las pun-

39
zantes ocurrencias de Echegoyen eran famosas en el ambiente parlamentario. Al senador
Bruno, que aparentaba un aspecto agresivo, generalmente de ceño fruncido, lo definía como
un hombre que tenía "una hostilidad abstracta."

Cuando llegaron las elecciones de 1962, volvió a ganar el Partido Nacional,


aunque esta vez la mayoría dentro del lema la obtuvo la Unión Blanca Democrática (UBD)
enfrentada a los herreristas y ruralistas.24 El doctor Luis Alberto de Herrera había fallecido
en 1959 y el doctor Martín Echegoyen quiso incluir a ruralistas en las listas como
consolidación de lo que se bautizó el "eje Echegoyen-Nardone". Justamente, por iniciativa
del líder ruralista, Bordaberry integró la lista al Senado para las elecciones de 1962. Los
nombres se alternaban, ya que no podían pertenecer todos a un mismo sector. A Bordaberry
le ofrecieron incluirlo en segundo lugar, después de Echegoyen, quien la encabezaría, pero
se negó debido a que, considerando la edad que tenía aquél, podía llegar a verse en la
obligación de asumir, sin ninguna actuación política anterior, la presidencia de la Asamblea
General. Finalmente, los cuatro primeros lugares fueron ocupados por Echegoyen, Bruno,
Paysée Reyes y Bordaberry, quien, al obtener una banca en el Senado, comenzó lo que sería
su carrera política en cargos de relevancia.

Cuando se le pregunta a Bordaberry si con los antecedentes colorados de su padre


no se había sentido inclinado a militar en ese Partido en lugar de integrar las listas del
Partido Nacional, contesta: "En 1946 voté por primera vez y lo hice por Tomás Berreta, del
Partido Colorado. En 1950 le di el voto a César Mayo Gutiérrez, batllista del diario "El
Día". Mi padre, retirado, lo apoyó directamente. En esas elecciones ya no estuvo con
Blanco Acevedo. Mayo Gutiérrez era de Canelones, un hombre muy bien. Yo fui a su casa
a llevarle un aporte pecuniario que le mandaba mi padre como contribución a la campaña
electoral. Fue entonces cuando lo conocí, yo tenía apenas 22 años. Siempre me sentí
independiente. En 1954, voté al doctor Herrera. La política de Luis Batlle a favor de la
industria y contra el agro era notoria, realmente grave. Además, la prédica ruralista ya
estaba haciendo mucha mella. Después vino Nardone y voté sus listas. Nunca me sentí
atado a uno de los Partidos tradicionales."

Y si tiene que enfrentarse a quien le recuerda algunas de las cosas que se le


echaron en cara debido a su posterior participación como Ministro en el gabinete del
colorado Presidente Pacheco Areco y a su propia candidatura en 1971a la Presidencia de la
República, también

24. El Partido Nacional obtuvo 545.029 votos (46.6%) y el Partido Colorado 521.231 votos
(44.4%),

40
por el Partido Colorado, responde: "A mí se me ha reprochado que yo me iba de un Partido
al otro, según me conviniera. Por supuesto que también sé que me llamaron 'rabanito',
porque era blanco y colorado a la vez". Y agrega ideas que ya había expuesto en alguna
ocasión anterior, especialmente a raíz de las voces que se levantaron en el Senado de la
República contra sus manifestaciones publicadas en uno de los pocos reportajes que ha
otorgado en Uruguay desde que fue desplazado en 1976 de la Presidencia.25 Varios
senadores comentaron duramente lo publicado en el diario e, incluso, Carlos Julio Pereyra
llegó a pedir que aquellas expresiones pasaran al Fiscal de Corte para determinar si
configuraban un delito. Bordaberry, al pasar, comenta sonriente: "Carlos Julio Pereyra no
me quiere nada." En general, los senadores que hablaron lo acusaron de realizar una
campaña contra la democracia.
El senador Walter Santoro, por su parte, hizo mención, precisamente, a las
oscilaciones de Bordaberry entre un Partido y otro. Y fue en una publicación editada a su
cargo, que Bordaberry contestó largamente las intervenciones de los senadores.26 Ya en las
primeras páginas aseguraba que no había hablado más de ocho veces en los últimos 25
años, "lo que está bien lejos de la idea de una campaña destructiva que denuncian algunos
senadores". En parte del pasaje en el que se refiere a las palabras de Santoro expresó: "Por
último, el senador Santoro, en su intervención, me hace aparecer en una actitud pendular
entre el Partido Colorado y el Partido Nacional. No es la realidad. En mi generación ya se
advertía la inclinación a definirse por los hombres más que por las tradiciones partidarias,
por más respetables que ellas fueran. Mi inolvidable padre, colorado riverista militante, no
llegó a ver ese histórico cambio en las costumbres políticas uruguayas. Cuando Benito
Nardone hizo votar a los colorados ruralistas dentro del lema del Partido Nacional en 1958,
materializó ese cambio, permitiendo el triunfo de ese Partido luego de 100 años de
predominio del adversario. Apareció así un electorado basculante, no necesariamente más
racional y seguramente más vulnerable a la demagogia. Pero el cambio era
sociológicamente inevitable. En mi caso se trataba no de estar donde hubiera un punto de
partida para una carrera política, sino donde pudiera volcar una vocación de servicio, con
toda la firmeza de convicciones de la juventud. Así integré el Senado, como ruralista
designado por Nardone y así lo dejé, renunciando cuando él falleció."
La muerte de Nardone tuvo consecuencias en la actividad política y gremial de
Bordaberry. Por un lado, la ya comentada renuncia al

25. Diario "La República", reportaje firmado por Marcelo Falca, miércoles 4 de febrero
de 1998. 26. "la democracia no es un dogma. Respuesta a algunos senadores", impreso
en M. Pesce, Montevideo, junio de 1998.

41
Senado, en tanto consideró que al desaparecer el líder del ruralismo no tenía sentido que
continuara ocupando la banca que había obtenido por su directa intervención. "Mi deber
había terminado -afirma- ¿qué iba a estar haciendo dentro del Partido Nacional? Yo no era
blanco ni me sentía colorado."

Pero, por otra parte, el futuro de la Liga Federal de Acción Ruralista, que debía
continuar sin su conductor indiscutido, le exigió definirse acerca de la línea de acción que
debería impulsar en esa organización. Para la opinión de todo el ruralismo, Bordaberry,
después de la muerte de Nardone, se había convertido en su heredero indiscutible, de modo
que tendría que tomar una decisión: "Yo me di cuenta -expresa- que, contrariamente a lo
que había hecho N ardone , yo no iba a poder gobernar a los políticos metidos en el
ruralismo. Nardone se había muerto y no lo íbamos a resucitar. No íbamos a hacer a otro
que aglutinara a la gente como él lo había hecho. Para mis adentros me tracé el plan de
conservar o de preservar lo esencial de la obra del ruralismo o, mejor dicho, de Nardone,
más que del ruralismo: no permitir que los políticos lo deshicieran. Cuando él estaba en el
Consejo Nacional de Gobierno, con todo su poder y su prestigio ruralista, se le arrimaron
muchos blancos, políticos del interior, sobre todo. Eran políticos que defendían en sus
cargos los postulados del ruralismo. Nardone había logrado unir dentro del ruralism6 a
blancos y colorados. Pero si permitíamos que la voz de la familia rural se escuchara
deformada, transmitida por los intereses políticos, la obra de Nardone se derrumbaba. El
ruralismo sin Nardone era caótico. Los intereses políticos estaban adentro, cada uno tiraba
para su lado. Nardone, en cambio, le había dado vida a un mundo olvidado. Si se hablaba
del campo, hasta entonces se asociaba con 'los ricos de la Federación Rural'. Y esa era la
obra que, a mi parecer, había que preservar. Esa voz se ha seguido escuchando hasta hoy.
Cuando habla el gremio rural, algunos lo hacen mal, pero antes no hablaba. Antes no tenía
voz. La Liga Federal sigue todavía, pero ya no representa a nadie. Hay algunos políticos
que quieren estar ahí, que conservan algo, pero nada más. Yo intenté preservar todo
aquello, poco a poco fui desalentando la idea de volver a tener peso político como en los
tiempos de Nardone. Hasta que logré mi objetivo y me fui para mi casa."
En la publicación en respuesta a los senadores, Bordaberry ya se había referido a la
obligación que se había impuesto después de la muerte del líder ruralista: "Quedé como
una especie de heredero suyo [de Benito Nardone] en la dirección del ruralismo y cuando
advertí que su figura iba a ser disputada ferozmente por los intereses partidarios, ya
insertos en el ruralismo a raíz de la trayectoria personal e insustituible de Nardone, me
impuse la obligación de no permitirlo, despolitizando

42
el ruralismo, preservando lo esencial de su obra: la conciencia gremial de los rurales y su
protagonismo en la vida nacional. Hecho esto me retiré a la vida privada, lo que tal vez no
pueda entender el senador San toro, no por falta de capacidad sino porque son actitudes
intransferibles de cada uno. "27
Hasta hoy continúa llamando la atención que algunos intelectuales de renombre,
como Washington Reyes Abadie, José Claudio Williman, Alberto Methol Ferré y Eduardo
Pedoja Riet, se acercaran a colaborar con el ruralismo, actitud que ha sido juzgada de muy
diferentes maneras. Al extremo de que se tejieron comentarios acerca del cálculo o
estrategia que habrían puesto en práctica esos intelectuales al sumarse con habilidad a una
correntada que crecía de tal modo que anunciaba su inminente éxito político. Bordaberry
da su opinión: "Yo creo que ellos consideraron al ruralismo como un fenómeno político y
social digno de estudio. No me parece que hubieran tenido mala fe. Reyes Abadie estudió
bien la personalidad de Nardone y analizó con propiedad ese fenómeno. Creo que lo ayudó
más que los otros. Pero, en general, me parece que, como un denominador común,
mirando desde afuera, esos intelectuales que podrían definirse como del tipo café
'Sorocabana' hasta las cuatro de la mañana, se vieron sorprendidos, les llamó la atención el
fenómeno social que significaba Nardone y la fuerza que representaba. Y que por eso se
acercaron. No tenían ninguna cosa en común con el ruralismo, no era gente de campo, más
bien eran todos intelectuales de la ciudad. Nardone creó el Instituto de Estudios
Económicos Artigas y los puso ahí para que trabajaran. Nardone era muy inteligente. No sé
si lo hizo con la picardía de limitarlos a la reflexión y a la investigación. Y a las
publicaciones. Nunca los rechazó, pero les marcó la cancha, como se dice hoy. Hasta
Carlos Real de Azúa colaboró en un principio con el ruralismo."

Al mismo tiempo, al hablar de la Liga Federal de Acción Ruralista, es inevitable


recordar el nombre de Juan José Gari, una figura claramente identificada con Benito
Nardone y un hombre muy cuestionado, contra quien desde distintos sectores políticos y
sindicales, se han emitido opiniones adversas. Cuando se lo menciona, Bordaberry, quien
conoció muy bien a Gari, vuelve a dar su parecer: "Yo lo defiendo. Gari nunca se cuidó para
que la gente tuviera una buena opinión de él. Sabía que no se opinaba bien, pero nunca se
preocupó para que eso no pasara. No le daba importancia, arremetía buscando lo que le
parecía lo mejor sin que le importaran las consecuencias. Creo que fue honesto y un buen
amigo de Nardone. Me acuerdo que cuando Nardone dejó de ser Consejero Nacional de
Gobierno, Gari se ocupó de tramitarle la

27. Juan María Bordaberry, op. cito

43
jubilación, aun contra su voluntad, a pesar de que Nardone no tenía ni un solo peso. Y por
esa razón Nardone se enojó con Gari. Yo fui testigo de eso. Gari le decía que de algo tenía
que vivir y Nardone le contesta, ba que era el Director de la Radio Rural. Entonces, Gari le
replicaba que con un sueldito de una radio fundida no podía alcanzarle para vi, viro Gari
compró una casa en la rambla, entre Trouville y Punta Carretas, para que Nardone viviera
en ella. Y así lo hizo. Murió en esa misma casa. Por eso digo que Gari fue un buen amigo
de Nardone. Era su consejero. Pero Nardone le hacía caso y no le hacía caso, era muy
indepen' diente. Gari había sido estanciero en Cerro Largo. Y a Nardone le ense,ñó mucho
acerca de la actividad económica y de la financiera, pero, sobre todo, de la industria, ya que
él era eso, es decir, un industrial"
Su condición de senador, le permitió a Bordaberry conocer el mundo político por
dentro. Aunque estuvo solamente dos años, le alcanzó -de acuerdo a lo que expresa, para
darse cuenta de cómo funcionaba el sistema parlamentario, una forma institucional que
luego, con el correr del tiempo, intentaría sustituir por lo que él ha definido como "los
principios del derecho público cristiano."
Según sus palabras, estar durante ese lapso en el Parlamento le sirvió para ver cómo
actuaban los políticos. En este punto sostiene que la gran discrepancia que años más tarde
tendría, siendo ya el Presidente de la República, con el General Gregario Alvarez, radicaría
en que mientras el militar sostenía que los hombres eran malos, que los políticos hacían las
cosas mal, él afirmaba que no se trataba de que los hombres fueran malos sino que lo malo
era el sistema. Que ese sistema los obligaba a claudicaciones para ser reelectos, para no
perder una banca o para ocupar un cargo. De ahí que afirme que su actividad como senador
lo ayudó a sacar la conclusión de que con semejante sistema político no se podía gobernar,
debido a que había una carencia total de autoridad, ya que, si bien el Poder Ejecutivo tenía
la responsabilidad, carecía de los instrumentos para hacer. Si las cosas salían mal, el
responsable era el Poder Ejecutivo, mientras que si las quería hacer bien, no podía.
Bordaberry siente la necesidad de explayarse sobre este terna: "Eso para mí fue evidente. Y
para ilustrar lo que afirmo tengo que referirme a ciertos hechos concretos que viví como
senador. En cierta oportunidad, se presentó en el Senado un proyecto de ley para que a los
funcionarios de ANCAP que trabajaban en la planta de Minas se les pagaran ocho horas por
seis trabajadas. La razón invocada era que el polvo del portland les provocaba una
enfermedad pulmonar. Yo me opuse. El fundamento de mi posición lo expuse diciendo
simplemente que con trabajar dos horas menos lo único que se lograría sería que la
enfermedad les viniera un poco más tarde. Que lo que había que hacer

44
era mejorar las condiciones de trabajo, poner extractores, obligarlos a trabajar con máscaras
protectoras. Que pagarles ocho horas y que trabajaran seis no solucionaba el problema. Me
miraron como a sapo de otro pozo. Se nombró una Comisión que encabezaba el senador
Justino Carrere Sapriza, que era médico. Fueron a Minas y así como llegaron, volvieron.
Tenían que aprobar la ley porque las barras estaban llenas de funcionarios de ANCAP.
Después, los que despachaban nafta en las habitaciones de servicio dijeron que los gases
también les hacían mal y al final aquello fue para todos los que trabajaban en ANCAP. La
ley se aprobó, pero el Poder Ejecutivo la vetó. Gobernaba la UBD, yo no tenía nada que ver
con ese sector del Partido Nacional, pero entiendo que fue vetada con toda razón. Yo estaba
entonces en la ingenuidad de decir que votaba lo que me parecía bien. Debido al veto del
Poder Ejecutivo, pasó a la Asamblea General. Para defender el veto se designó al escribano
Dardo Ortiz, un orador de una lógica implacable, un parlamentario de gran peso. A medida
que hablaba iba demostrando claramente que la ley no resolvía el problema de fondo y que,
además, pesaría sobre la economía del país y estimularía la inflación. Su lógica era
aplastante. Yo estaba sentado alIado de Zelmar Michelini. De pronto, se levantó y me dijo:
'Mirá, yo me voy de Sala, si lo sigo escuchando a este, capaz que voto a favor del veto'. Y
se fue no más. Volvió a entrar en el momento de la votación para levantar la mano. Fue una
típica actitud política. De esas vi muchas."
Bordaberry tiene todavía en su memoria algún otro episodio que trae al presente
para ejemplificar su posición. El que relata a continuación tuvo como protagonista nada
menos que a Luis Batlle Berres, el político que fuera la cabeza indiscutida de la Lista 15
del Partido Colorado durante mucho tiempo. Bordaberry fue uno de los actores de aquel
hecho, siempre en su calidad de senador, es decir, después del triunfo electoral del Partido
Nacional en 1962. "Luis Batlle había quedado muy mal herido desde la derrota de las
elecciones de 1958. En aquel momento, cuando ganó el Partido Nacional por primera vez,
él integraba el Consejo Nacional de Gobierno, pero de todas maneras era el líder del
Partido Colorado. Como había sufrido una derrota histórica, seguramente se sentía el
responsable. Y quería reivindicarse a toda costa. Cuando sucedió lo que relato ahora, en
1963, él era senador. Llegó el proyecto de Presupuesto al Parlamento -entonces regía por
los cuatro años de gobierno- y Luis Batlle dijo que no lo votaba. Aquello era gravísimo.
Estaba vigente el Presupuesto votado en 1959. Si en 1963 no se votaba un aumento
salarial que considerara la inflación que había crecido en ese período se produciría una
situación caótica. Se nombró una Comisión integrada por senadores y diputados para
entrevistarlo

45
en su despacho. Luis Batlle fue terminante. Volvió a afirmar que su Partido no votaría el
Presupuesto. Y yo, con el entusiasmo y la preocupación que tenía en aquella época, cuando
era más joven, le dije que si ni siquiera se podía hacer un ajuste de salarios, el país iba a
vivir un caos. Y Luis Batlle me contestó: ¡Mejor! Saldremos del caos con las soluciones
batllistas'. Nunca lo olvidaré."
Según Bordaberry, fueron muchos los casos que le tocó vivir en los cuales la
defensa del Partido Político prevalecía sobre el interés general: "Lo he visto hasta el
cansancio. Eso que se llama disciplina partidaria es una inmoralidad. Uno tiene que votar
contra sus propias convicciones. ¿Qué prevalece, entonces? ¿La adhesión al bien común o
la adhesión al Partido? Así no se puede gobernar. También lo viví estando al lado de
Nardone, cuando regía el sistema colegiado, con lo cual era todavía peor. El país se había
parcelado, en los entes autónomos se había instalado el reparto político del tres y dos."

Y esa parcelación, instaurada a raíz de la reforma constitucional que en 1951 dejó de


lado el régimen presidencialista, le da pie para elaborar una explicación detallada acerca de
cuáles fueron, a su juicio, los orígenes remotos del golpe de estado que protagonizaría en
1973. 28 Antes de seguir adelante, es necesario recordar que Bordaberry no ha aceptado
que se defina como "golpe de estado" lo que sucedió el 27 de junio de 1973. En ese sentido,
ha afirmado que el decreto de esa fecha no alteró al Estado uruguayo sino a la institución
política representativa de la democracia liberal, el Parlamento, y con él la idea de la
representación a través de los Partidos como única manifestación posible de la voluntad
popular. Y ha sostenido que es erróneo considerar que al caer la institución parlamentaria,
cae el Estado de Derecho, ya que el Parlamento no es esencial para la su vigencia.29.
A propósito de los hechos que se desencadenaron a partir del 27 de junio de 1973,
ampliando las declaraciones hechas para aquel reportaje, Bordaberry sostiene que, cuando
se dice que con la disolución del Parlamento dejó de existir el Estado de derecho porque el
decreto del Poder Ejecutivo no tenía el respaldo de ningún texto constitucional, se olvida
que la situación a la que había llegado el país obligaba a disolverlo. El Uruguay estaba en
un punto en el que corría el riesgo de perder mucho más que el Parlamento, ya que este
órgano estaba actuando contra la sociedad misma. De ahí que Bordaberry se pregunte si
un

28. El 16 de diciembre de 1951, se realizó un plebiscito por el cual triunfó la posición de


reformar la Constitución y volver al sistema colegiado. El "si" a la reforma obtuvo 232.076
votos, es decir, un 20% de los habilitados. .
29. Diario "El Observador", reportaje firmado por Alfonso Lessa . jueves 2 de julio de
1992.

46
texto constitucional es absolutamente intocable en todo momento, en todo lugar, en
cualquier tiempo y por cualquier razón. Y, en tanto plantea nuevas preguntas, se contesta
que eso no puede ser así: ¿qué es primero, la patria o la Constitución?, ¿el bien común o la
Constitución?, ¿el bien de la sociedad o la Constitución? ¿La patria y el bien común están
antes o después que la Constitución? Si la Constitución no permite defender estos valores,
¿hay que optar por mantenerla de todos modos, aun al precio de que ellos caigan?
Bordaberry admite que su razonamiento puede discutirse diciendo que entonces, cualquiera
que pensara como él, podría hacer una revolución afirmando que la patria o el bien común
se encuentran en peligro. Pero contesta ese argumento aclarando que él habla de la persona
que se encuentra en una posición tal que se vea obligado a tomar una decisión. En este caso
particular, se refiere al Presidente de la República. Y en apoyo de su posición trae a
colación una cita de Ohling Ruiz, un autor español que afirma que hay una "zona oscura"
en la cual tomar una decisión significa violar la Constitución, pero no tomarla supone que
caigan todos los demás valores. Se trata, en definitiva, de un conflicto en medio del cual
muchos hombres en la historia tuvieron que debatirse, preguntándose si debían caer
abrazados a la Constitución y, por consiguiente, traer el mal a la sociedad en la que vivían,
o si, por el contrario, estaban obligados a dar un paso adelante violentando el texto
constitucional para salvar a la patria. El núcleo de este dilema, aclara Bordaberry, debe
ubicarse obviamente entre los hombres que actúan con buenas intenciones, no entre quienes
piensan en su propio beneficio. Si se admitiera que la Constitución es intocable y que sirve
para todo momento y para todo tiempo, habría que llegar a la conclusión filosófica de que
los hombres han creado un instrumento perfecto. Y esto -a su juicio- contradice el
pensamiento liberal. Ningún hombre puede hacer nada con tal grado de perfección que no
pueda ser cuestionado por otros hombres.
Por eso es que la afirmación de que la Constitución es intocable pierde para él validez.
Sería lo mismo que establecer un dogma.
El decreto que disolvió el Parlamento en 1973, según Bordaberry tiene su lejano
origen en 1951, cuando se reformó la Constitución. Reforma que, además, según sus
palabras, tuvo un nacimiento espúreo, ya que se trató de una combinación de los Batlle
Pacheco en respuesta al hecho de que, por la muerte de Tomás Berreta, se les hubiera
"escapado" su primo Luis Batlle Berres.30 Acota Bordaberry: "Luis Batlle se había
convertido en un líder y parecía evidente que no lo iban a agarrar

30. Luis Batlle Berres, Vicepresidente de la República, llegó a la Presidencia en 1947, a


raíz de la muerte de Tomás Berreta, quien había resultado ganador de las elecciones
celebradas el año anterior, con un total de 185.715 votos (27.9%). El Partido Colorado
había recibído 310.496 votos (46.7%) y el Partido Nacional 208.120 (31.3%).

47
más. Sobre todo porque tomaba un país rico después de la Segunda Guerra Mundial".
Aprovechando que Luis Batlle Barres se había ido de viaje, en barco, como era costumbre
en la época, para realizar una larga gira -estuvo en las Naciones Unidas y en Europa- los
Batlle Pacheco explotaron su ausencia para conspirar contra él. Consiguieron atraer a
Andrés Martínez Trueba, entonces Presidente de la República, quien había ganado las
elecciones integrando la fórmula de la Lista 15 del propio Luis Batlle.31 Y Martínez
Trueba aceptó plantear la reforma constitucional que introducía otra vez el sistema
colegiado. La única condición que quedó -siempre de acuerdo a lo que sostiene Bordaberry-
fue que ejerciera la Presidencia del Consejo Nacional de Gobierno durante todo el período.
Después, en virtud del texto constitucional aprobado, la Presidencia del Consejo se rotaría
anualmente. En la combinación política participaron Blanco Acevedo, es decir, los
colorados independientes, el batllismo de la Lista 14, por supuesto, de los Batlle Pacheco, y
Herrera. "La reforma se aprobó con pocos votos, pero se aprobó. Aquello se hizo para
cortarle el camino a Luis Batlle, no tuvieron mucho que ver los principios de José Batlle y
Ordóñez sobre la forma colegiada del Poder Ejecutivo. Fue como decide a Luis Batlle
'volverás a ganar, pero no vas a ser Presidente de la República de nuevo, a lo sumo serás
Consejero de Gobierno'. Y la reforma instauró la demagogia, si es que ya no existía. Yo no
pienso mal de Luis Batlle, mucha gente decía que su apoyo a la industria no era
desinteresado. No creo nada de eso. Conocí a Luis Batlle desde que yo era un niño, iba a
jugar a su casa con su hijo Jorge. Creo que él fue un hombre honesto con el poder en las
manos en un país rico. Hay un gran paralelismo entre lo que hizo Luis Batlle con la
economía uruguaya y lo que hizo Perón con la economía argentina. Por la misma época y
por la dilapidación. Entonces, empezó todo el mal en la Argentina y acá. La reforma del '51
institucionalizó la demagogia. Parceló la administración del país. Todo se dividía entre tres
de la mayoría y dos de la minoría. En todas partes, hasta en las Cajas de Jubilaciones,
divididas en tres (Industria y Comercio, Civil y Rural). Cada una de ellas tenía un
Directorio de cinco miembros, entre los cuales regía el sistema del tres y dos. Todo el
mundo agarraba un pedacito del poder y el que lo tenía lo usaba para escalar pensando en
llegar a diputado, a senador y si era posible todavía más arriba. Ese fue el camino del
desastre en el Uruguay. Yo lo viví. Lo vi y me horrorizó", afirma Juan María Bordaberry.
La crisis económica del Uruguay, según Bordaberry, había sido enmascarada
por la Segunda Guerra Mundial. Menciona al Contralor

31. Elecciones celebradas el 26 de noviembre de 1950, en las que el Partido Colorado


obtuvo 433.454 votos (52.6%) y el Partido Nacional 254.834 votos (30,9%).

48
de Importaciones y Exportaciones, que existía desde los tiempos de Terra. A principios de
los cincuenta había tal abundancia de divisas que la solicitud de permisos ante el Contralor
era un mero trámite. Pero después la situación cambió. Sucedió que, antes de que en 1959
se aprobara la Ley de Reforma Cambiaria y Monetaria, era muy difícil conseguir cupos de
importación y más aún de exportación con un dólar a su valor real. A aquella realidad
Nardone la definió como "la esclavitud económica del campo". Lo que se producía se
vendía a 1,51 pesos por dólar, otros productos a un dólar de 2 o de 2,10, pero las
importaciones se pagaban a un dólar de 3 pesos. De esa manera -afirma Bordaberry- fue
que Luis Batlle hizo la diferencia de cambio con la cual estimulaba la industria en
desmedro del campo que vendía su producción a un dólar muy barato y compraba con uno
muy caro. Excepto el combustible que se mantenía con un dólar barato. Asimismo, existía
un sistema de puntaje para las empresas que las obligaba a esforzarse de un modo
extraordinario para tener la posibilidad de importar alguna cosa. Las más antiguas, con más
personal, tenían un porcentaje mayor, pero a ellas tampoco les resultaba fácil obtener lo que
necesitaban. A una persona conocida de Bordaberry, principal de una empresa tradi-
cionalmente importadora de madera de Paraguay, el Contralor le comunicó que tenía un
cupo a su favor, pero de Checoslovaquia. Estuvo averiguando, ya que no tenía la menor
idea de lo que podría traer desde ese país, y terminó importando rifles. Aquello, asegura
Bordaberry, fue la distorsión total del sistema. Sin embargo, su padre le había contado que
en los años treinta y en gran parte de los cuarenta, cuando el país aprovechaba los
beneficios que le proporcionaba la Segunda Guerra Mundial, los directores del Contralor,
para que no los molestaran con los pedidos de divisas, dejaban firmados en blanco los
formularios y se iban. Tal era el excedente de divisas que tenía Uruguay. Y Luis Batlle
supo utilizar con una gran demagogia esa prosperidad artificial. Contra aquello en lo que se
había convertido el sistema, de acuerdo a lo que recuerda Bordaberry, se había pronunciado
abiertamente Benito Nardone. Cuando en 1958, el ruralismo y el herrerismo ganaron las
elecciones, un grupo de ruralistas fue a la sede del Contralor ubicada en la calle Cerrito,
quitó la chapa que en la puerta exhibía la denominación del organismo oficial y se la llevó
como un trofeo para colocarla en una de las paredes del local de la Liga Federal de Acción
Ruralista.
Bordaberry se ha preguntado cuál pudo haber sido la razón de que Herrera se prestara
para participar de aquella jugada tramada por los Batlle Pacheco contra Luis Batlle Berres.
Algún observador de la realidad política uruguaya le ha comentado que lo hizo debido a
que ya estaba muy viejo y porque se había dado cuenta de que nunca más
49
.la ganaría las elecciones. Pero Bordaberry no está de acuerdo porque ese observador
agregaba que lo había hecho de malo, para que el país "reventara". Solamente estando
adentro del alma de Herrera se podría afirmar algo semejante, sostiene Bordaberry. Lo que
él cree es que con el nuevo sistema constitucional, el caudillo blanco comprendió que
podría poner a toda su gente en el Gobierno. Y que fue lo que hizo. Al fin de cuentas -
aclara Bordaberry- desde su óptica, Herrera no estuvo tan equivocado, ya que en 1958 ganó
las elecciones.
Para Bordaberry es muy curioso comprobar cómo la gente no acepta las cosas mal
hechas: "Luis Batlle volvió a ganar las elecciones de 1954 porque la ciudadanía vio todo
aquello como una traición contra él. Claro, no fue Presidente de la República sino
Consejero Nacional de Gobierno. Pero aquella traición, a Luis lo agrandó. Esas elecciones
las gano por 100.000 votos de diferencia, fue evidente que la gente repudió la traición
política que había sufrido".32
A ese período, caracterizado por lo que ha definido como la institucionalización de
la demagogia, Bordaberry sostiene que la gente que lo miraba de afuera, como Nardone o
como él mismo, llegaba a la conclusión de que era un sistema político que no podría
subsistir. Que la demagogia descarnada a costa del país, que, además, inauguró la inflación
en la década de los cincuenta, no tenía solución posible En el Parlamento cada uno se
oponía a un proyecto simplemente por provenir de un contrario. Se creó un gran descrédito
del sistema político. Azuzado -subraya- por el Partido Comunista que pedía soluciones cada
vez más demagógicas que costaban dinero y aumentaban la inflación. Era, según sus
palabras, una bola de nieve. Y al descrédito de los políticos se sumó el desaliento y el
desánimo. Nardone presentó en 1958 un proyecto para reformar la Constitución, por el cual
se terminaba con el régimen colegiado y con el régimen del tres y dos, al tiempo que se
creaba el Banco de Previsión Social y el Banco Central, que no obtuvo la mayoría necesaria
para su aprobación. Bordaberry afirma que el ruralismo trabajó mucho para esa consulta
popular y que, a pesar de que no triunfó, el ánimo reformista estaba en la gente. Nardone
llamaba a quienes habían salido a juntar firmas para el plebiscito "los troperos de firmas".
Para Bordaberry esa reforma no resultó aprobada debido a la inesperada aparición de otro
proyecto diferente que tampoco logró reunir los votos necesarios: "Cuando todo estaba muy
avanzado, se presentó un nuevo proyecto promovido por la Unión Cívica que abolía el
Colegiado y que llevaba como candidato a la Presidencia al General

32. El Partido Colorado obtuvo 444.429 votos (50.6%) y el Partido Nacional 309.818
(35.2%)
33. De acuerdo a la información económica que se ha brindado sobre esa década, los
precios llegaron a subir de un 10.5 % a un 48.7%, en el periodo 1955-1959.

50
Ribas. Por no poner a un cívico. Ribas era un colorado con prestigio como militar. Nardone
siempre creyó que ese nuevo proyecto había sido impulsado dentro de la Unión Cívica por
los banqueros. Para impedir que se aprobara la creación del Banco Central. Toda la emisión
estaba en manos del Departamento de Emisión del Banco de la República, donde tenía una
fuerza muy grande la Asociación de Bancos del Uruguay, privados, naturalmente, de modo
que la banca privada prácticamente controlaba la emisión. De haberse creado el Banco
Central aquello se hubiera terminado. Por eso Nardone creía que la Asociación de Bancos
se oponía, especialmente Juan Vicente Chiarino, de la Unión Cívica, dueño del Banco de
Cobranzas. N inguno de los dos proyectos fue aprobado. Si hubiera habido uno solo,
sumando los votos que tuvo cada uno, seguramente hubiera ganado."
En las elecciones de 1962, Nardone volvió a presentar un proyecto de reforma
constitucional. Herrera ya había muerto, pero de todos modos el herrerismo, dirigido por
Echegoyen, era el socio del ruralismo. Bordaberry recuerda que en un comité en la calle
Colonia ensobraban las listas del Partido Nacional para el régimen vigente y para el que se
plebiscitaba. De todo el país llegaban personas de las agrupaciones herreristas a buscar los
sobres con las listas. Se llevaban cantidades enormes, miles, en realidad. Pero el resultado
de semejante entusiasmo se esfumó al comprobarse que la esquina de Colonia y Paraguay
había quedado alfombrada por las papeletas del "sí". ¿Qué fue lo que había pasado?:
"Salían del comité y las tiraban en la calle. A ningún Partido Político le convenía que se
aprobara una reforma que terminaría con todo el desorden que había. Por eso no salió,
naturalmente", sostiene Bordaberry.

Finalmente, en 1966 la idea reformista que, según Bordaberry, había en la gente, ya


no pudo contenerse. Se presentó un nuevo proyecto y esta vez resultó aprobado. Se creó el
Banco Central, el Banco de Previsión Social y se terminó con el colegiado, es decir,
triunfaron las modificaciones previstas en el proyecto primitivo de Narone de 1958.
"Creo que no se ha advertido que los dos primeros proyectos de reforma fueron
bloqueados" -aclara Bordaberry. Y agrega: "El primero, según Nardone, por los intereses
privados. Y el segundo, por el sistema politico que lo boicotio en el 62estaba apoyado
teóricamente por todo el Partido Nacional y por el grupo Echegoyen-Nardone, en especial.
Ningún grupo colorado lo apoyó. Ni siquiera la UBD que ganó las elecciones de ese año."
Las variedades posibles de proyectos de reforma constitucional, tuvieron en 1966 un
ejemplo más que elocuente, ya que el ganador no

51
fue el único presentado. El grupo de Echegoyen que no apoyó al que resultó aprobado,
presentó uno propio ("papeleta gris") mientras que el Partido Comunista también plebiscitó
uno de su sector ("papeleta amarilla"). Bordaberry afirma que nunca supo por qué
Echegoyen no respaldó al proyecto ganador ("papeleta naranja"): "Yo me había separado de
él cuando renuncié al Senado. Quizás se opuso por la presión de los políticos que estaban
por abajo, no habrá tenido fuerzas para frenarlos. Lo cierto es que el sentimiento reformista
obligó a los políticos a modificar la Constitución. El porcentaje que obtuvo la papeleta
naranja fue uno de los más grandes de la historia del país. Fue un éxito abrumador. La gente
la pedía. Había que terminar con el desastre."
En las elecciones de 1966, al aprobarse el proyecto de reforma por el cual se
reinstauraba el sistema presidencialista, triunfó el Partido Colorado con la fórmula
encabezada por el General Oscar Gestido y con Jorge Pacheco Areco, como
Vicepresidente.35 Justamente, al morir el Presidente Gestido, nueve meses después de
haber asumido, Pacheco Areco salió del modesto escenario político en el cual se había
movido hasta entonces y ocupó la Presidencia de la República, repitiéndose en cierto
sentido algo similar a lo que había sucedido años atrás con Tomás Berreta y Luis Batlle
Berres.36

El amplio margen con que la reforma de 1966 resultó ganadora, le sirve a


Bordaberry para emparentarlo con el hecho de que el Presidente de la República elegido en
esa oportunidad fuera el General Gestido. Según él lo entiende, los uruguayos votaron por
un régimen autoritario "en el buen sentido, no en el falso sentido que se le da hoy". Es
decir, se decidieron por el presidencialismo y por el orden. Y pusieron a un militar honesto
en el poder. Explica Bordaberry: "Pero era un hombre con limitaciones, sin dudas. Poco
antes de las elecciones, o antes de que asumiera, no recuerdo bien, leí un sueltito escrito por
Gestido en 'El Día', en el cual decía que el país sólo se arreglaba con el Partido Colorado.
No era posible que creyera en el maniqueísmo de que los colorados eran los buenos y que
los blancos eran los malos. O viceversa. Hay buenos y malos en todos lados. Gestido no
podía

34. la papeleta naranja obtuvo 786.987 votos (47.5%), la papeleta gris 175.095 votos
(10.6%) y la papeleta amarilla 86.315 votos (5.2%).
35. El Partido Colorado recibió 607.633 votos (49.4%). Dentro del lema, triunfó la fórmula
Gestido-Pacheco Areco con 262.040 votos, Jorge Batlle obtuvo 215.642, y otras
candidaturas, como las de Vasconcellos, Michelini, etc., el resto de los votos. El Partido
Nacional, por su parte, recibió 496.910 votos (40.4%).
36.EI General Oscar Gestido había asumido el primero de marzo de 1967. El 6 de
diciembre de ese mismo año, Jorge Pacheco Areco pasó a ocupar la Presidencia de la
República.

52
decir aquello. Gobernó muy poco y no supo realmente qué hacer. Y cuando murió, asumió
Pacheco. Hay una anécdota verdaderamente interesante. Cierto día, cuando Pacheco
empezó a enfrentar a los tupamaros con toda energía, el doctor Julio María Sanguinetti,
sentado a mi lado, me dijo en el Consejo de Ministros: 'La gente votó a Gestido creyendo
que era Pacheco.' Fue toda una definición. Con Sanguinetti teníamos mucha amistad."37

37.EI doctor Julio María Sanguinetti fue Ministro de Industrias en el gabinete del
Presidente Pacheco Areco, mientras Juan María Bordaberry lo era de Ganadería.
Posteriormente, cuando éste fue Presidente de la República. Sanguinetti ocupó la cartera de
Educación y Cultura.
53
EL CANDIDATO DE PACHECO.
EL MUNDO MILITAR.

Al ser designado Ministro de Ganadería, Bordaberry cumpliría la que sería la última


etapa antes de ocupar el cargo más alto al que puede aspirar un político: la Presidencia de la
República. Y esa posibilidad la lograría alguien que, como él, no exhibía los antecedentes
de una extensa trayectoria en uno de los Partidos tradicionales ni podía ser considerado uno
de sus dirigentes más influyentes.
Cuál puede haber sido, entonces, la razón de que se le presentara la oportunidad de
ejercer una cartera ministerial en el gabinete del Presidente Pacheco Areco y que, poco
tiempo después, encabezara la fórmula con Jorge Sapelli para las elecciones que se
celebraron en 1971.
La relación entre Pacheco Areco y Bordaberry era escasa, se limitaba a los tiempos
en que uno había sido diputado y el otro senador. Hubo, de todos modos, hechos posteriores
que los acercó, así, por ejemplo, cuando el Presidente Pacheco Areco recibió alguna
llamada telefónica de Bordaberry, quien en esos momentos noocupaba ningún cargo
público, para expresarle su apoyo por su forma de conducir la lucha contra los tupamaros.

Bordaberry ha insistido en que la actividad política para él ha sido una opción de


servicio, que nunca la pensó como una carrera a la cual pudiera dedicarse. "Cierto día -
afirma- Wilson Ferreira Aldunate fue a verme a la residencia presidencial de Suárez.
Recuerdo que era antes del '73 y que las cosas estaban muy difíciles. Wilson me dijo: '¿Por
qué no renunciás y nos dejás a nosotros que somos los profesionales de esto? Vos no tenés
vocación para la política'. Le contesté que era verdad que yo no tenía vocación para la
política, pero también lo era que tenía vocación de servicio. Y que mi deber era cumplirlo."

Lo cierto es que a Bordaberry su trayectoria gremial le había dado cierto renombre,


antecedente que muy probablemente Pacheco Areco habrá considerado para ofrecerle el
Ministerio de Ganadería: "El cual

55
me pareció moralmente obligatorio aceptar porque empezaba a endurecerse la agresión
tupamara y el Presidente luchaba firmemente contra ella, sin el respaldo de una unanimidad
política que lo apoyara como era debido."38 Tan lejos se sentía entonces Bordaberry de
haber comenzado una carrera, que ha relatado el siguiente episodio que demuestra cuál era
su idea acerca de lo que haría inmediatamente después que dejara de ser Ministro: "Hay
algo anecdótico, pero que viene al caso: cuando el Presidente Pacheco me ofreció tomar el
Ministerio de Ganadería, pensando en los sinsabores que íbamos a pasar, quise compensar
en alguna medida a mi señora, y para eso adquirí dos pasajes para Francia, a pagar en
cuotas mensuales que terminaban el último día de mi gestión. ¡Cómo podía imaginar yo que
ese día, en lugar de estar volando hacia Francia, estaría asumiendo la Presidencia de la
República! Mi señora había coincidido también en la obligación que tenía yo de aceptar el
cargo, pese a que teníamos hijos pequeños, y que los tupamaros estaban en la plenitud de su
acción subversiva."39
Bordaberry pasó a integrar el gabinete de Pacheco Areco para sustituir al Ministro
Montanerquien, a su vez, habia emplzado a Frick Davie. Bordaberry afirma que Pacheco
Areco se mostraba muy firme en mantener la congelación de precios y de salarios para, de
ese modo, evitar el aumento del costo de vida. Incluso, cuando él llegó al Ministerio, le
costó modificar algunas cosas, como el valor del ganado,para que no se reflejara
demasiado en el valor de la carne, ya que le era dfícil llevar adelante la política deseada si
no mejoraba los precios de la producción agropecuaria.
¿Y por qué se había ido Montaner del Ministerio de Ganadería? Lo mejor es dejarle
la palabra al propio Bordaberry para que lo explique: "Montaner, imprudentemente, cierto
día anunció, antes de entrar a la Casa de Gobierno, que le iba a plantear al Presidente bajar
las etracciones de las exportaciones de lana porque no eran rentables. Eso mismo estaban
pidiéndolo, con más fundamento político que con otra cosa, ya que eran todas wilsonistas,
las instituciones rurales. Que el Ministro Montaner se lo planteara al Presidente en un
acuerdo, parecía razonable, pero que antes de entrar a hablar con él ya lo anunciara, fue
demasiado. Pacheco no lo toleró. Ahí mismo le pidió la renuncia. Entonces, supongo que
habrá pensado que yo servía para el Ministerio porque conocía la materia y, además, que
también habrá considerado mi trayectoria dentro del gremialismo rural. Hasta le debe haber
parecido que yo era una figura que podría calmar las aguas en el medio

38. "Panorama Católico Internacional", op. cit.


39. "Panorama Católico Internacional", op, cit.
56
rural, especialmente frente a quienes podían estar pensando que Pacheco llevaba adelante
una política contra el campo."
Bordaberry fue Ministro alrededor de dos años, en el período final del mandato de
Pacheco Areco. De las dificultades que debería enfrentar la persona que asumiera la
titularidad del Ministerio de Ganadería, hablaba con gran elocuencia que a esa repartición
del Estado se la llamara "Paleta quemada", en alusión a un bagual que, cada vez que llegaba
a la Rural del Prado, volteaba a todos los jinetes. "Pero a mí, el Ministerio nq me volteó -
afirma Bordaberry. Al contrario, me proyectó un poco más arriba."

A partir de entonces, la relación con Pacheco se volvió algo más fluida. Bordaberry
la recuerda con estas palabras: "No sé por qué, pero Pacheco me tenía una especie de
respeto especial. Supongo que debe haber tenido una vida 'airada', como se decía antes, no
tenía familia, estaba divorciado, y a veces me decía que me envidiaba justamente porque yo
tenía una familia. Era un hombre de buena formación, había sido profesor de Literatura en
el Colegio Alemán. Y tenía un gran sentido político. Como yo vivía en la Avenida Suárez, a
pocas cuadras de la residencia presidencial, había veces en las que, al llegar a casa, me
acordaba que estaba solo, lo llamaba por teléfono y me iba a charlar un rato con él. Pacheco
era un solitario. No era un hombre con quien resultara fácil intimar. Pero algunas cosas me
contaba."
El Presidente Pacheco Areco se había caracterizado por llevar adelante su gestión de
gobierno con gente ajena a la militancia de los Partidos Políticos. Su primer gabinete, por
ejemplo, estuvo integrado, entre otros, por Jorge Peirano Facio, Carlos Frick Davie,
Federico García Capurro, José Serrato Aguirre y Eduardo J iménez de Aréchaga, personas
que -evidentemente- no venían de los comités políticos. Aquellas designaciones de hombres
muy conocidos en la actividad privada, darían lugar a que desde la izquierda se emitieran
públicament:efilosas críticas, por ejemplo la del socialista Vivián Trías, para quien se
trataba de "un gabinete de latifundistas y banqueros". Pacheco Areco cambió en algo su
línea cuando se aproximaban las elecciones que se celebrarían en noviembre de 1971,
probablemente para cumplir con algunos compromisos políticos. Y ya enfrentado a la
necesidad de dar a conocer su decisión sobre la persona que sería el candidato a la
Presidencia de la República en esas elecciones, el nombre de Juan María Bordaberry dejó a
más de uno sorprendido y hasta molesto: "Cuando me ofreció la candidatura a la
Presidencia, yo pensé que seguía en la misma línea, es decir, que su candidato no fuera un
hombre de comité", explica Bordaberry al recordar aquel momento. Y agrega: "Lo que
Pacheco

57
decidía, no se modificaba. Varios quedaron molestos por mi candidatu,ra a la Presidencia,
ya que también hubieran querido ocupar ese lugar. Así, por ejemplo: Alberto Abdala,
Aquiles Lanza y el doctor Héctor Giorgi, 40 quien no era hombre de comité, pero sí de
tradición batllista, una persona de otro nivel que, en realidad, no puedo asegurar si se
molestó porque no lo nombraron a él o porque me nombraron a mí. Lo que pasó con
Cersósimo, en cambio, fue diferente, se molestó porque cuando se anunció la composición
de la lista para el Senado, se enteró que él estaba en cuarto lugar, .lo cual arriesgaba, si la
votación no era muy buena, dejarlo afuera del Parlamento. Pacheco tenía en cuenta aquello
que decía Francisco Franco: 'El hombre es esclavo de sus pala, bras y dueño de sus
silencios'. Franco hablaba poco, todos sus biógrafos lo dicen. Pacheco nunca le había dado
ni una pista a nadie, cuando me designó se supo que había salido su candidato, el que todos
estaban esperando. Y punto. Habló para dar el nombre. Además de los que nombré antes,
creo que hubo algunos más que quedaron molestos. La molestia de Cersósimo a la que
acabo de referirme, cambió los planes de la gira para la campaña electoral, ya que debía
empezar por San José. Después seguiríamos hacia Juan Lacaze y Colonia. Pero no pudimos
ir a San José porque el día que salíamos se había conocido la lista de candidatos al Senado
y Cersósimo, líder de San José, se había enojado. De modo que fuimos directamente a Juan
Lacaze."
El acto final de la campaña electoral se realizó en el Centro de Montevideo, con el
estrado emplazado en 18 de Julio y Vázquez, mirando hacia el Obelisco. Participó una
multitud. Quienes conservan el recuerdo de lo que sucedió aquella noche, seguramente
también tienen presente el impacto que causó, entre partidarios y adversarios, la cantidad de
gente que concurrió. Bordaberry asegura que se impresionó cuando subió al estrado. Y que,
por supuesto, todos quedaron muy entusiasmados. Al terminar el acto, en medio de un
clima de euforia debido al éxito obtenido, Bordaberry y su esposa fueron a la residencia
presidencial de Suárez, donde estaba Pacheco. Josefina Herrán felicitó al Presidente y le
dijo: "Estoy segura que usted va a ser reelecto". La afirmación de la esposa de Bordaberry
se debía a que en el mismo momento en que se llevaran a cabo las elecciones del 28 de
noviembre de 1971, se sometería a plebiscito una reforma constitucional que, de aprobarse,
haría posible la reelección del Presidente, por lo cual se esperaba que Pacheco Areco fuera
elegido para un segundo período. Por esa razón debían presentarse listas por el régimen
vigente y por el régimen proyectado. Y el acto que acababa de realizar el sector del Partido
Colora

40. Secretario de la Presidencia de Jorge Pacheco Areco, el doctor Héctor Giorgi renunció a
su cargo después de que Bordaberry fue designado candidato.

58
do que lo tenía como líder, llevó a la esposa de Bordaberry -como a muchos otros, a pensar
que se obtendrían los votos que hicieran posi'ble la reforma constitucional, lo que equivalía
a creer que la reelección del Presidente era muy probable. Sin embargo, de acuerdo a lo que
JosefinaHerrán le contaría después a su marido, Pacheco Areco le contestó: "No, señora. Le
agradezco su deseo, pero la reelección no va a salir. Su esposo va a ser el Presidente. Y va a
tener que disolver las Cámaras."
Pacheco acertó en todo, si es que cabe utilizar ese verbo como si hubiera apostado
en un juego de azar. La reelección no se aprobó, Bordaberry asumió la Presidencia de la
República el primero de marzo de 1972 41 Y menos de un año y medio después disolvió
las Cámaras. ¡Con qué elementos de opinión se manejaba Pacheco para predecir con tanta
certeza el futuro político inmediato del país?

Para contestar esa pregunta es imprescindible comenzar a acercarse al pensamiento


de Bordaberry acerca de la gravitación que ha tenido la masonería en la vida política del
país: "Mi padre me dijo un día, un día cualquiera, que en este país nadie podía llegar a la
Presiden, cia sin ser masón. Yo, con el ardor de un joven y novel estudiante de Derecho, le
dije la simpleza de que la Constitución permite que cualquiera pueda serio. Cuando asumí
la Presidencia recordé el episodio y pensé atrevidamente que mi padre estaba equivocado.
Tiempo des, pués, no siendo ya Presidente, una persona conocida me dijo: '¿Nunca pensó
que a usted lo eligió la masonería?' Naturalmente, le pregunté a mi vez en qué fundaba tan
extraña afirmación. Me contestó que la si, tuación había llegado a un punto ,en el cual había
que tomar medidas que ningún masón podía tomar, como disolver las Cámaras o pasar
civiles a la Justicia Militar, por lo que la masonería aceptó mi candida tura, si es que no la
propuso."42
Esta especie de revelación le haría cambiar a Bordaberry, al menos en parte, su idea
de que Pacheco lo había elegido simplemente porque no era un hombre de comité. Aunque,
de todos modos, una cosa no se oponía a la otra. Pudo haber sido "elegido" por la
masonería V, al mismo tiempo, ser preferido por Pacheco porque no tenía una militancia
notoria dentro de los distintos sectores políticos, es decir, porque no era un hombre de
comité.
Según Bordaberry, él fue una especie de instrumento que encabezó la reacción del
liberalismo conservador contra el liberalismo revo-

41. El Partido Colorado obtuvo 681.624 votos (41). Dentro de ese lema, la fórmula Borda
veri-Sapelli resultó ganadora con 379.515 votos. El Partido Nacional recibió 668.822 votos
(40.2%), dentro del cual la fórmula Wilson Ferreira Aldunate-Carlos Julio Pereira ocupó el
primer lugar con 439.649 votos.
42.'Panorama Católico Internacional", op. Cit.

59
lucionario representado por los tupamaros: "Y yo me presté a eso. Es que yo también
defendía a la sociedad en la que vivía. No hay que olvidarse que llegué como demócrata,
sin mucha conciencia de lo que eso significaba. Después mi pensamiento fue
evolucionando. Pero mi deber primero era poner orden en la sociedad uruguaya,
independientemente de toda otra cosa, ya que ella había sido agredida. Y evidentemente
actué defendiendo al liberalismo conservador. Hasta que terminé haciendo lo que un masón
no puede hacer, esto es, disolver el Parlamento, símbolo de la soberanía popular. En 1975,
al tener que enfrentar el tema de las elecciones previstas para el año siguiente, se produciría
algo así como la culminación en el proceso de evolución que siguiómi pensamiento."

En el momento en que lo eligieron como candidato, los liberales conservadores se


habrían dado cuenta de que la situación del país exigía un cambio. Una de las pruebas,
según Bordaberry, es que mientras se trató de enfrentar a los tupamaros todos estuvieron en
la misma línea, codo a codo, incluso con los masones más conocidos: "Pacheco era un
liberal, como Sanguinetti lo es. Por eso cuando hubo que decidir si se organizaba una nueva
institucionalidad o si se restauraba la misma de antes, ellos se pusieron en contra de mí, me
enfrentaron por profundas diferencias filosóficas."

Bordaberry insiste en que Pacheco, debido a su adhesión a los principios liberales,


se veía imposibilitado de llegar a extremos como el de la disolución del Parlamento. En ese
sentido, recuerda uno de aquellos días en los cuales iba a visitar a Pacheco a la residencia
presidencial de Suárez. El Presidente se encontraba enfermo, de modo que lo recibió
estando en cama. Tomaron el té y conversaron sobre varios temas, pero Bordaberry se dio
cuenta de que por alguna razón que no alcanzaba a entender, Pacheco se encontraba muy
contrariado. Al final pudo explicarse la causa de su molestia. Un diputado del Partido
Colorado había ido a verlo y en el transcurso de la conversación le había sugerido que la
solución para el momento que enfrentaba el país sería que él diera un golpe de estado.
Algo que, como Pacheco le comentó a Bordaberry, él no estaba dispuesto a hacer de
ninguna manera. Y agregó una frase que recuerda con la misma intensidad que el primer
día que la escuchó: "Yo no voy a pasar a la historia como un gendarme."
En aquellos tiempos, Pacheco chocaba casi permanentemente con el Parlamento. Sin
embargo, Bordaberry reitera que, a pesar de todo, el Presidente nunca se hubiera decidido a
disolverlo, de modo que era difícil predecir hasta dónde iba a llegar con ese enfrentamiento.
La tirantez llegó a tal extremo que, por ejemplo, después de que, cumplien.
60
do con las normas elementales, el Ministro Jorge Peirano Facio .renunció a su cargo por
haber sido censurado por el Parlamento, Pacheco le aceptó la renuncia y de inmediato lo
designó Ministro para otra cartera. "Pacheco iba hasta el límite. Cuando yo fui Ministro de
Ganadería, el Parlamento me interpeló cuatro o cinco veces. Y a las Comisiones, en ese
período de mi gestión que apenas duró alrededor de dos años, debo haber ido unas veinte
veces. Además, los blancos estaban;enojado conmigo porque atribuían su derrota en las
elecciones que había ganado Gestido, a que el ruralismo no los había acompañado. Yo
había dicho que no votábamos a los blancos. Un día fui a la Casa de Gobierno y le dije a
Pacheco que con tantas citaciones del Parlamento no me quedaba tiempo para trabajar en
los asuntos del Ministerio, que tenía ganas de contestar que no podía concurrir porque tenía
muchas cosas que hacer. Me contestó que lo hiciera, le pareció muy bien que yo
respondiera de esa manera. Él gobernaba con medidas de seguridad estirándolas casi hasta
lo inconstitucional, me había dicho que no pasaría a la historia como un gendarme, pero era
evidente que chocaba frecuentemente con el Parlamento", comenta Bordaberry.

Tal como ya lo ha dicho en otras oportunidades, Borda veri afirma que había
aceptado la candidatura por su decisión de colaborar en un momento crítico del país,
especialmente marcado por la presenta de la guerrilla urbana desarrollada por los
tupamaros. Además, de acuerdo a su opinión, la política económica de Pacheco necesitaba
un golpe de timón, debido a que había mantenido el dólar fijo durante cuatro años. Se
trataba, sin duda, de una estabilidad cambiaria que, sumada a la congelación de precios y
salarios, le había dado el apoyo de las amas de casa en particular y de los consumidores en
general: "En lo económico, el primero de marzo de 1972 asumí la Presidencia y el 2 -al día
siguiente- devaluamos la,moneda, para que el país recuperara su capacidad exportadora.
Pero recién en 1973 pudimos aprobar un programa de liberalización de la economía, que
costó aplicar porque había que modificar normas y las mentes adoctrinadas para servir al
Estado, no al país. Pero tal vez haya sido lo más duradero, porque hasta hoy se han
mantenido vigentes los principios básicos de esa reforma. "41
Cuando se le pregunta a Bordaberry, si en el momento de asumir tenía en cuenta lo
que podría definirse como "el poder militar", contesta de inmediato que no, que ni siquiera
tenía militares amigos para buscar entre ellos a quien pudiera ocupar el cargo de Jefe de la
Casa Militar.
Generalmente, cuando un político de trayectoria llega a la Presidencia, ha
desarrollado, a lo largo de los años de actividad, relaciones

43. "Panorama Católico Internacional", op. Cit.

61
con integrantes de las Fuerzas Armadas que le son de utilidad. No fue el caso
de .Bordaberry. Y, de acuerdo a sus palabras, tampoco fue un tema que lo preocupara
especialmente.
También es probable que un Presidente no sea bien visto por todos los militares,
individualmente considerados, o que, para decirlo de otra manera, no cuente con el respaldo
en bloque de las Fuerzas Armadas. Así, por ejemplo, es posible afirmar que el Coronel
Ramón Trabal no simpatizaba con Pacheco Areco, algo que también sucedía con el grupo
de militares que respondía al General Gregario Alvarez. Esteban Cristi, en cambio, era un
hombre que se identificaba con el Presidente, incluso había sido ascendido directamente por
él a General. Los ascensos se realizaban por concurso o por designación directa. Alvarez,
por ejemplo, llegó a General por concurso. De esas diferencias entre Pacheco y algunos
militares, da cuenta el siguiente episodio que relata Bordaberry: "Me acuerdo que cuando
Pacheco ya estaba en España, mientras la izquierda tupamara andaba actuando por el
mundo, me hizo llegar su inquietud para que yo le enviara una custodia militar, que actuara
de civil, pero que fuera militar. La reacción de Trabal me llamó la atención porque dijo que,
mientras todos estábamos en el Uruguay luchando por el país, Pacheco vivía muy
cómodamente en España, en lugar de estar peleando junto a nosotros. Para mí fue una
reacción indebida. Al fin de cuentas, Pacheco había hecho mucho en la lucha contra los
tupamaros. Se fue como embajador como consecuencia de un acuerdo previamente
realizado. No podía quedarse, debía irse del país."
Bordaberry afirma que como Presidente siempre trató de comportarse con las
Fuerzas Armadas con toda claridad. Nunca trató de ocultarles nada, al extremo de que
algún allegado llegó a sugerirle que se cuidara al hablar por teléfono, consejo que no aceptó
debido a que le pareció que su mejor defensa era que se enteraran de todo cuanto habla. ba
para que se convencieran de que no tenía nada que ocultar. Y esto fue así a pesar de que
Bordaberry sabía que Gregario Alvarez y su grupo se movían con el interés de captar un
apoyo cada vez mayor de sus colegas, de modo de aumentar su prestigio dentro de las
Fuerzas Armadas.
Pacheco, antes de alejarse de Uruguay, le dio algunas informaciones sobre varios
militares y le advirtió en quienes, de acuerdo a su juicio, podría confiar. De todos modos,
según Bordaberry, no le sirvió de mucho ya que, debido a que tenía ideas distintas a las de
su antecesor, no le hizo caso. Esto se hizo evidente cuando Bordaberry, después de asumir
el primero de marzo de 1972, se vio obligado a ascender a un General. Debido a que estaba
convencido de que la costumbre de nombrar a los amigos era una de las cosas que más daño
le habían causado al

62
país y a la institución militar, desestimó la opinión de Pacheco que le había aconsejado
ascender al grado de General al Coronel Escandón, oficial de caballería, entonces Jefe de la
Casa Militar. Se trataba de un hombre muy recto, de absoluta confianza. Pero Escandón se
encontraba ubicado muy abajo en la lista de oficiales con posibilidades de ascender, por lo
que Bordaberry pensó que si seguía el consejo de Pacheco se ganaría, desde el comienzo
mismo de su gestión, la antipatía y la oposición de los militares que resultaran desplazados.
Pacheco insistía con el argumento de que con Escandón tendría la seguridad absoluta de
que a su lado contaría con un militar fiel. Bordaberry, por su parte, no cambió su manera de
pensar. Le preguntó al General Magnani, Ministro de Defensa, quién era el Coronel de la
derecha y así fue que supo que se trataba de Eduardo Zubía, justamente del grupo de Cristi,
descendiente de militares colorados independientes que habían sido postergados por el
batllismo debido a su colaboración con Terra. De todos modos, se trataba de un militar muy
bien conceptuado que, adeqlás, si no ascendía debía pasar a retiro por haber llegado al
límite de edad para ser Coronel: "Yo me dije que no había razón para no ascenderlo -señala
Bordaberry. Tenía una carrera prestigiosa y el grado l,e correspondía, de modo que lo
ascendí. Aunque parezca mentira, yo creo que a Zubía no le gustó que lo ascendiera sin
haber hablado antes con él.
Siempre me guardó cierta hostilidad, no sé cuál fue la razón, no le encuentro explicación.
Él fue uno de los más duros conmigo cuando más adelante los militares me pidieron la
renuncia. Creo que le herí su orgullo porque debe haberse enterado por otro que iba a ser
General. Si yo hubiera decidido ascender a Escandón, a él sí lo hubiera llamado y le hubiera
comunicado mi decisión, al tiempo que hubiera escuchado su opinión. Si aceptaba o no el
ascenso. Pero con Zubía me pareció que el procedimiento debía ser otro. Era el Coronel
número uno, tenía una carrera prestigiosa, limpia y recta, no me pareció que debiera
hablarle antes. Pienso que su hostilidad hacia mí estuvo en aquel hecho. Después de febrero
del 73, cuando los militares tomaron para sí los ascensos, cuando ellos mismos los hacían,
me los proponían, por cierto, pero ya venían preparados. Y ascendieron a General a
Raimundez, que era el Coronel número 55, de modo que ni ellos mismos respetaban la
derecha."
Bordaberry sostiene que, en cierto modo, se movió a ciegas, ya que su
desconocimiento del mundo militar, más allá de los consejos de Pacheco, era casi total.
Como lo había hecho aquél, confió, eso sí, en Esteban Cristi, quien era Jefe de la Región
Militar N° 2, con asiento en San José, y resolvió trasladarlo a Montevideo.
También al comenzar su gestión, sucedió otro episodio con un integrante de las
Fuerzas Armadas que sirve para que Bordaberry sos-

63
tenga que su relato será útil, entre otras cosas, para desmentir una información publicada
hace poco tiempo sobre los años de su gestión como Presidente.

En marzo de 1972, a pesar de que ya era Presidente de la República, Bordaberry,


debido a que Pacheco demoró algo así como un mes en viajar a España, continuó por un
tiempo viviendo en su casa particular de Suárez y Agraciada. Tratándose del Presidente
saliente, quien, además, estaba a punto de emprender viaje, Bordaberry consideró que, por
una razón elemental de cortesía, debía permitirle que continuara en la residencia
presidencial hasta que saliera del Uruguay. Fue entonces cuando le ofreció el Ministerio de
Defensa al Brigadier Danilo Sena, militar que había ocupado la cartera del Interior en
tiempos de Pacheco. La razón del ofrecimiento, Bordaberry la explica diciendo
simplemente que consideró a Sena un hombre de confianza y de gran firmeza para enfrentar
a los tupamaros. Consultó al General Mario Aguerrondo, uno de los pocos militares de su
conocimiento, a quien trataba desde los tiempos de Nardone, y le preguntó cómo podía
recibirse en el seno de las Fuerzas Armadas que el Presidente designara para aquel
Ministerio a un Oficial Superior de la Fuerza Aérea. Aguerrondo le contestó que no iba a
caer muy bien, pero que, en realidad, no importaba demasiado, ya "que el Ministro de
Defensa no tenía mando". En su casa particular, Bordaberry se reunió con Sena y le
comunicó el ofrecimiento formal. En principio, Sena aceptó, pero le hizo saber a
Bordaberry que su idea sobre la guerra que estaba viviendo el país era devolver golpe por
golpe. Que si mataban a un militar, había que matar a un tupamaro. Que si ponían una
bomba, sería necesario responder de la misma manera. Ante tal planteamiento, Bordaberry
asegura que le dijo que no compartía ese criterio, ya que de aceptarlo se desembocaría en el
ensangrentamiento del país. Que él pensaba que había que lograr el triunfo militar y
pacificar. Le agradeció a Sena su sinceridad y le comunicó que, después de conocer su
posición, se veía obligado a retirar el ofrecimiento para que ocupara el Ministerio de
Defensa. También Sena tuvo un reconocimiento especial por la claridad con que se había
hablado y se retiró. Ahí terminó el episodio. Y ambos quedaron en muy buenas relaciones.
"El periodista César di Candia -afirma Bordaberry -en el primero de los fascículos que
escribió sobre aquellos tiempos para el diario "El País", dijo que había una intención de las
Fuerzas Armadas, que venía de tiempo atrás, de presionar al Presidente, es decir, a mí, para
que prevalecieran sus opiniones. Y como prueba de su afirmación sostiene que no pude
nombrar a Sena para el Ministerio de Defensa porque los militares rechazaron de plano su
nombramiento. A partir de ahí, el periodista construye una serie de afirmaciones que son
equivo

64
cadas porque parten de un hecho falso. A mí nadie me rechazó el nombre de Sena."

En esa misma época, cuando Bordaberry todavía no se había mudado a la residencia


presidencial, provocó una reunión con los mandos militares, que se realizó en su casa de
Suárez y Agraciada, para aclarar que él era intransigente, en tanto pensaba que la guerra
con los tupamaros había que llevarla hasta sus últimas consecuencias, de modo que había
que terminar con la subversión, no aniquilarla, pero sí derrotarIa totalmente. Que él no
admitiría negociaciones de ninguna clase: "Yo dije eso porque tenía la convicción de que
Wilson Ferreira Aldunate, con aquel, para mí, autosecuestro de Héctor Gutiérrez Ruiz,
había intentado llegar a una rendición negociada con los tupamaros. Eso yo no lo hubiera
hecho de ninguna manera. No digo que los Generales pensaran llevarlo adelante, pero se
trataba de una idea que estaba en el aire. Por eso les advertí que, si en algún momento las
Fuerzas Armadas pensaban que podía negociarse, no contarían conmigo. Recibí una
reacción algo airada, me preguntaron cómo podía yo pensar semejante cosa, que ellos
estaban absolutamente de acuerdo conmigo, que la guerra seguiría hasta la derrota del
enemigo. Para mí era decisivo comunicarles mi posición antes de comenzar. En realidad, lo
que hice fue un planteamiento jerárquico."

65
LA BÚSQUEDA DE ACUERDOS
WILSON FERREIRAALDUNATE
y EL PARTIDO NACIONAL.

Cuando se realizaron las elecciones de 1971, el Movimiento de Liberación Nacional


(MLN), ya se había extendido de tal modo que había protagonizado numerosos hechos que
habían conmovido al país. La actividad de la guerrilla urbana, precisamente, había dado
lugar a que, el 24 de junio de 1969, el Poder Ejecutivo presidido por Pacheco Areco
aprobara Medidas Prontas de Seguridad, y que luego, ellO de agosto de 1970, suspendiera
las garantías individuales, basándose en artículo 31 de la Constitución. Posteriormente, en
setiembre de 1971, también el gobierno del Presidente Pacheco Areco había aprobado el
Decreto 566/971, avalado tácitamente por el Parlamento, por el cual se le encomendó a las
Fuerzas Armadas la lucha cdntra los tupamaros. Después, el 15 de abril de 1972,44 el
Parlamento decretaría el estado de guerra interno. Y más tarde todavía, el 1° de julio de ese
mismo año, se aprobaría la Ley de Seguridad del Estado. Esta relación cronológica, así
como la peculiar naturaleza jurídica de todas las disposiciones enunciadas, habla con
claridad del momento histórico que enfrentaba el Uruguay desde los años sesenta.
En realidad, aunque de un modo todavía embrionario, los guerrilleros ya estaban en
la calle en 1963, después del fracaso de la izquierda en las elecciones del año anterior,
cuando, tal como había sucedido en 1958, triunfó el Partido Nacional. Ese año 1963 ha
sido reconocido, entre otros, por uno de los dirigentes más notorios de los tupamaros, como
el momento en que comenzaron su actividad.45 Por lo demás, a

44. El día anterior, los tupamaros habían llevado a cabo una serie de operativos en
los cuales habían matado, en distintos lugares de Montevideo, al subcomisario Oscar
Delega y a Carlos Leites, chofer del vehículo policial (en Luis Ponce y Rivera), al Capitán
de Corbeta Ernesto Motto (en la ciudad de Las Piedras) y a un civil, el exsubsecretario del
Ministerio del Interior, Armando Acosta y Lara (en la calle San José 1404, desde la Iglesia
Metodista Central ), por considerarlos integrantes de lo que los tupamaroscalificaron como
"escuadrón de la muerte': La rápida contraofensiva de las Fuerzas Conjuntas dejó un saldo
de ocho tupamaros muertos, varios heridos y prisioneros, dinero de robos recuperado y
documentación incautada.
45. Miguel Ángel Campodónico, "Mujica", Editorial Fin de Siglo,
Montevideo, 1999.
67
principios de agosto de 1963, se había producido lo que después se vería como su primer
golpe militar, es decir, el robo de treinta armas y de unas cuatro mil balas del Club de Tiro
Suizo de Nueva Helvecia, en el Departamento de Colonia.
El fracaso electoral de la izquierda al que se ha aludido más arriba, tiene que ver,
especialmente, con los pocos votos que recibió en 1962 la Unión Popular, alianza
formalizada entre el Partido Socialista, una de cuyos intelectuales más notorios era Vivián
Trías, la Agrupación Nuevas Bases y el grupo de Enrique Erro, quien había abandonado al
Partido Nacional, después de haber sido Ministro de Trabajo del go.biemo blanco en 1959.
La Unión Popular apenas había recibido el 2.3% de los votos, mientras que la otra alianza
política de izquierda, la conformada por el Frente Izquierda de Liberación (FIDEL), con la
influencia gravitante del Partido Comunista, tradicionalmente inclinado a la formación de
frentes políticos, también había obtenido un magro resultado: el 3.6% de los votos. El
desastre electoral del Partido Socialista que, incluso, se quedó sin representantes propios en
el Parlamento, hizo que Erro le pidiera a la diputada electa María Victoria Soares de Lima,
que renunciara para que pudiera entrar alguien de aquel Partido. Ella se negó y poco
después abandonó la Unión Popular para ingresar en el Partido Nacional. Fue a raíz del
resultado en esas elecciones que varios militantes de izquierda se inclinaron a pensar que el
camino a seguir no estaba en la vía electoral sino en la lucha armada, tal como también ha
sido admitido por varios militantes del MLN.
Expresa Bordaberry: "El socialismo de Frugoni era una especie de humanismo ateo,
no cristiano. Pero, en realidad, el socialismo siempre estuvo acotado a la izquierda debido a
que el comunismo estaba mucho más avanzado en la agitación social Y a la derecha, por los
Partidos Políticos tradicionales que eran demagógicos y sabían captar a la gente. De modo
que el socialismo nunca pudo salir de ese lugar. El Partido Nacional tiene una tendencia
hacia la izquierda. Carlos Quijano, por ejemplo, era un blanco muy duro, pero terminó en
un nacionalismo anticapitalista contra todo lo que representaba Estados Unidos. La lógica
los va llevando a ser izquierdistas. De los blancos salieron muchos tupamaros, como
Marenales, Mujica, Erro, etc. ".
En cuanto al fracaso electoral de la Unión Popular, se recuerda un corto diálogo
entre dos parlamentarios que ejemplifica acerca de las formas que, en ciertos momentos,
pueden utilizar algunos dirigentes partidarios para comentar irónicamente las consecuencias
de las decisiones políticas de sus adversarios. Es sabido que a Wilson Ferreira Aldunate,
debido a que se trataba de una persona de extracción socia! de clase alta, lo llamaban
burlonamente con un nombre de carácter
68
despectivo. Cierto día, cuando ya se sabía que Vivián Trías, uno de los más decididos
propulsores de la Unión Popular, había perdido su banca en el Parlamento, es decir,
después de las elecciones de 1962, ambos se cruzaron en los corredores del Palacio
Legislativo. Trías, al ver a Ferreira Aldunate, lo saludó con aquel nombre, lo que dio
lugar a la inmediata respuesta de Ferreira Aldunate: "¡Chau, estratega!".
Bordaberry opina que la decisión de ciertos militantes de izquierda de tomar la vía
armada, ya que la electoral no les era favorable, fue más un pretexto que una causa.
Especialmente frente a los comunistas que no querían la acción directa: "Al contrario, ellos
querían la erosión, las protestas, las huelgas, los reclamos económicos. Hay un informe al
Congreso del Partido Comunista de su Secretario General, Rodney Arismendi, en el cual
habla de los impacientes que quieren apurar las cosas y provocar la reacción. En aquella
década de los sesenta empezaron a aparecer las estrellas tupamaras en las paredes. Las
mirábamos y nos preguntábamos qué eran. Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que los
que estaban atrás de eso eran por lo menos cheguevaristas. Al final llegaron a tener una
organización casi perfecta de guerrilla urbana, con una compartimentación que hacía muy
difícil llegar a obtener la información que se buscaba. Por eso, justamente, porque no se
trataba de una guerra común, las Fuerzas Armadas comprendieron que se trataba de una
guerra en la cual la información era esenciaL"
El Inspector General Víctor Castiglioni, ya fallecido, Director de la Dirección
Nacional de Información e Inteligencia de la Policía durante diez años y medio, entre junio
de 1971 y diciembre de 1981, había hecho declaraciones en el mismo sentido de las
afirmaciones que acaba de hacer Bordaberry. En tal sentido, manifestó: "Después de que en
1971 se resolvió transferir a las Fuerzas Armadas la conducción de las operaciones
antisubversivas con la colaboración estrecha de la policía, yo iba todas las semanas a la
calle Agraciada, donde estaba la División del Ejército N°1 -en aquella época la Región
Militar N°1- donde se había instalado un organismo que se llamaba OCOA (Órgano
Coordinador de Operaciones Antisubversivas). Ahí había muchos mayores, tenientes
coroneles, capitanes que venían de las distintas unidades militares. Me acuerdo que un día
les tuve que llamar la atención porque ellos siempre estaban ahí con unos pizarrones muy
grandes, formulando planes. Y entonces yo les pregunté si realmente pensaban que algún
día iban a tener que salir a la calle con los tanques a enfrentar a los tupamaros. Que si
pensaban así, estaban equivocados, que esta guerra era de otro tipo, que se trataba de una
guerra fundamentalmente de inteligencia. ¿A quién van a salir ustedes a combatir con los
tanques? ¿A un enemigo invisible? (...) Después me dieron una lección de

69
profesionalismo porque en poco tiempo aprendieron lo que ignoraban totalmente. Era una
guerra atípica."46
El cambio de Presidente de la República que se haría el primero de marzo de 1972,
le daba a Bordaberry la oportunidad de intentar lo que llama "una nueva forma de relación
con los Partidos tradicionales". Con esa finalidad, recuerda que habló tanto con los blancos
como los colorados y que algunas veces lo hizo acompañado por el Vicepresidente de la
República, Jorge Sapelli, mientras que en otras oportunidades mantuvo las entrevistas él
solo, sin que aquéllo acompañara. Entre las personas con las cuales se entrevistó menciona,
entre otros, a los colorados Jorge Batlle, Manuel Flores Mora y Amílcar Vasconcellos. y
entre los blancos a Wilson Ferreira Aldunate, quien se había convertido en el líder del
Partido Nacional.
Ferreira Aldunate había sido el candidato a la Presidencia individualmente más
votado e, incluso, muchos de sus partidarios sostenían que no había llegado a ser el
Presidente de la República porque en las elecciones se había producido un fraude. Wilson
Ferreira Aldunate, sin embargo, nunca tocó ese tema en las conversaciones que mantuvo
con Bordaberry.
Lograr directamente un acuerdo con él resultaba muy importante debido a que el
Directorio del Partido Nacional, a pesar de que estaba integrado por algunas personas que
no pertenecían a su grupo, no tomaba decisiones que fueran en contra de sus opiniones.
Bordaberry analiza de la siguiente manera el cambio histórico que suponía que la cabeza
del Partido Nacional fuera Ferreira Aldunate: "Puedo decir que él fue una especie de bicho
raro dentro del esquema tradicional del Partido N acional que yo había conocido. En ese
Partido había habido siempre una mayoría herrerista y una minoría de los llamados blancos
independientes. La fracción caudillesca era la herrerista, mientras que la otra era la fracción
ciudadana, la intelectual, la de los blancos independientes. Wilson rompió ese esquema
tradicional, se salió de la fracción ciudadana y fue un caudillo. Y prácticamente aglutinó a
todo el Partido Nacional. Los herreristas estaban muy venidos a menos, apenas tenían al
doctor Echegoyen. Yo lo llamé a Wilson por teléfono para decide que, si bien me hacía
cargo de que él era el líder, igualmente pensaba ir a hablar con el Directorio porque no
podía desairar al órgano que era la autoridad máxima del Partido."
Y fue en ese momento cuando Ferreira Aldunate le respondió de una forma que,
según Bordaberry, ya es hora que se conozca, en tanto se trata de la verdad histórica y no
hay razón para ocultada: "Al fin de

46. Miguel Ángel Campodónico, "las vidas de Rosencof', Editorial Fin de Siglo,
Montevideo, 2000.
70
cuentas, me parece acertado aquello que dicen los chinos sobre que al hombre que no habla,
lo entierran vivo. Por eso lo cuento ahora. Wilson me contestó lo siguiente: 'Si vas antes a
hablar con el Directorio, después no vengas a verme. Vení primero a hablar conmigo y si
querés después vas a entrevistarte con el Directorio'. Ante semejante contestación, busqué
una fórmula transaccional, la que finalmente fue aceptada por Wilson."
Esa fórmula consistía en que Bordaberry iría a saludar al doctor Justo M. Alonso,
Presidente del Directorio del Partido Nacional, un conocido dirigente que había sido amigo
de Herrera, le anunciaría que se entrevistaría con Ferreira Aldunate y le pediría que le
transmitiera a las autoridades del Partido que después iría a hablar con ellas. Así lo hizo. Se
entrevistó primero con el doctor Alonso en su casa del Centro, en lo que fue una reunión
puramente protocolar, y después fue al apartamento de Ferreira Aldunate en Pocitos.
La reunión entre el líder del Partido Nacional y el Presidente electo, da lugar para
que Bordaberry, después de tantos años, afirme lo siguiente: "Yo creo que a Ferreira
Aldunate la derrota que había sufrido en las elecciones, por tan escasa cantidad de votos, lo
había llevado a cierta forma de desequilibrio. Estaba descontrolado. Y ese día pude
apreciarlo."
Bordaberry -siempre de acuerdo a sus palabras- le comunicó su intención de llevar
adelante un gobierno entre blancos y colorados para evitar que se produjera una situación
caótica que contribuyera todavía más al avance de la izquierda reunida en el recientemente
creado Frente Amplio. Sin embargo, Ferreira Aldunate parecía obsesionado con un solo
tema, el del tratado de límites del Río de la Plata, el cual recién sería firmado en 1973, al
extremo de que repetía que lo que había que hacer era echar a los argentinos "de ahí", "de
ahí", mientras señalaba el río que se veía a través de los ventanales de su apartamento de
Avenida Brasil y la rambla. Y continuó insistiendo con que él los veía "ahí" haciendo alije
cada vez que miraba por la ventana.
Efectivamente, era cierto que, debido al menor calado del puerto de Buenos Aires,
los barcos argentinos llegaban hasta "ahí", al Pontón de Recalada, para pasar la mercadería
a embarcaciones menores que seguían viaje hacia la capital argentina. En realidad, los
argentinos, para ir consolidando una situación de hecho, poco a poco iban corriendo un
poco más, siempre a su favor, el pontón. Bordaberry entendía que se trataba de un
problema que debía intentar resolverse a través de las negociaciones bilaterales. Ferreira
Aldunate le contestó "que eso iba a solucionarse únicamente el día que corriera sangre en
el río". A lo

71
que Bordaberry asegura que le replicó: "será la sangre de algún marinerito, ya que ni la tuya
ni la mía, Wilson, va a correr en el río".
En cuanto a la razón esencial que había dado lugar a la entrevista, Ferreira Aldunate
le hizo saber a Bordaberry que había tomado nota de su inquietud y que la conversaría con
Carlos Julio Pereira. Que luego le contestaría. Y que, mientras tanto, hablara con el
Directorio.
Al encuentro con la máxima autoridad del Partido Nacional, Bordaberry concurrió
acompañado por Jorge Sapelli. Allí planteó algunos temas que a él le parecían
fundamentales, como, por ejemplo, además de la necesidad de realizar un gobierno común
entre los dos Partidos tradicionales, legislar en materia de prensa, el asunto de los límites
del Río de la Plata y -aunque no está seguro de que lo haya tocado ese día- cree que
también se habló de la prospección de petróleo. El Directorio ya había recibido el mensaje
de Ferreira Aldunate de que su respuesta debía ser negativa, de modo que decidió no apoyar
al gobierno, con la única oposición de Enrique Sánchez Varela. "En esa mayoría que
rechazó mi propuesta -agrega Bordaberry- estaba el doctor Aparicio Méndez, quien
también votó negativamente el apoyo al gobierno. El doctor Méndez era hombre que
respondía a Wilson, incluso fue su representante en el Cilindro cuando se hizo el recuento
de los votos de las elecciones con el rumor del fraude sobrevolando el escrutinio."

Finalmente, a Bordaberry le llegó la respuesta de Ferreira Aldunate y de Carlos


Julio Pereira: "En una carta me hicieron saber que ellos no consideraban que fuera
necesario un acuerdo, que estaban dispuestos a servir al país. Que todo aquello que llegara
al Parlamento y que fuera bueno, lo votarían. Eso era lo mismo que no decir nada. Sim-
plemente era afirmar que había que hacer lo que estaba bien y que no había que hacer lo
que estaba mal. Es algo tan viejo que ya debía estar en el Antiguo Testamento. Afirmaban,
en suma, que lo que mandara el gobierno lo analizarían y que si les parecía bueno lo
apoyarían. Pero ese no era el apoyo que yo había pedido, de modo que tanto el Directorio
como Ferreira y Pereira, dijeron que no. De todos modos, yo seguí las negociaciones dentro
del Partido Nacional con quienes no estaban con Wilson. El Partido Colorado, en cambio,
me apoyó. Todos dijeron que sí a mi propuesta."
Durante el gobierno de Pacheco Areco, la figura de Wilson Ferreira Aldunate
había adquirido una gran dimensión en el Parlamento. Y posteriormente, es decir, muchos
años después, cuando a partir del primero de marzo de 1985, el doctor Julio María
Sanguinetti comenzara su primera presidencia, nuevamente Ferreira Aldunate se
convertiría, a pesar de que no ocupaba ninguna banca, en una pieza clave

72
para la aprobación de la Ley de la Caducidad del Ejercicio de la Pretensión Punitiva del
Estado (popularmente conocida como "Ley de Caducidad") sancionada en 1986 con los
votos de su sector. Fue entonces cuando, a propósito de la prédica política que señalaba la
necesidad de sancionar una amnistía para los militares que eventualmente hubieran
participado en violaciones de los derechos humanos, así como con respecto a otros temas,
comenzó a utilizarse por parte de Ferreira Aldunate el término "gobernabilidad", queriendo
dar a entender que no estaba en su ánimo impedirle gobernar al Partido Colorado y que su
finalidad era pacificar el país. Afirma Bordaberry: "La famosa palabra 'gobemabilidad',
Wilson la trajo de España y la puso de moda a propósito de su apoyo a la Ley de
Caducidad. Pero en mi época no la aplicó. Wilson nunca fue un hombre de gobernabilidad,
siempre fue un político de combate, sus interpelaciones eran famosas porque terminaban
con la caída de los ministros. Yo con él tenía una vinculación aparte, pero conmigo, en
realidad, nunca tuvo problemas. Es verdad que me hizo alguna zancadilla en el Parlamento
cuando yo era Ministro de Ganadería y él era senador, pero no pasó de ahí. Era un
polemista fenomenal, un opositor demoledor. Cuando en la primera pr.esidencia de
Sanguinetti apareció con aquello de la gobernabilidad, estoy seguro que lo hizo porque él
sabía que los militares estaban a la vuelta de la esquina. Se trataba del primer gobierno
después que las Fuerzas Armadas entregaron el poder, de modo que si otra vez empezaban
las disputas políticas y los problemas entre los Partidos, Wilson habrá pensado que la gente
terminaría diciendo que, al fin de cuentas, era mejor ser gobernado por los militares. Pero
ese no era él, el de la gobernabilidad no tenía nada que ver con el Wilson de toda la vida. Al
contrario, él siempre fue un político capaz de destruir al enemigo, muy eficaz para esa pelea
política. No creo que fuera un constructor, me parece que no era un hombre para hacer obra
de gobierno."
La "zancadilla" que el senador Ferreira Aldunate le había hecho al Ministro de
Ganadería Bordaberry, en tiempos de la Presidencia de Pacheco, sucedió cuando el Poder
Ejecutivo tenía que enviar al Parlamento la Rendición de Cuentas y el Balance de
Ejecución Presupuestal. Bordaberry sabía que las modificaciones que él había introducido
en los temas propios de su Ministerio, se aprobarían si contaban con el apoyo de Ferreira
Aldunate. Con la intención de que estudiara esas modificaciones le llevó las disposiciones
que había introducido en el proyecto de Rendición de Cuentas. Y le pidió que, si lo creía
conveniente, le sugiriera cambios o que le hiciera agregados, así, de esa manera, ambos
estarían de acuerdo antes de que se empezara a tratar en la Comisión respectiva del
Parlamento. Ferreira Aldunate sostuvo que no

73
era necesario que le dejara nada para estudiar, que todo lo que fuera para el Ministerio de
Ganadería, él lo votaría. Con las dos manos, incluso. El Ministro Bordaberry se quedó
tranquilo, ya que la contestación terminante de Ferreira Aldunate aseguraba los votos de su
sector. y como, además, estaban seguros los que pertenecían a los parlamentarios que
respondían a Pacheco Areco, se despejaba toda posibilidad de que la aprobación de las
modificaciones se empantanara en el trámite parlamentario. Sin embargo, cuando
I30rdaberry llegó al Senado se enteró que Ferreira Aldunate se había opuesto y que no se
había aprobado nada. Sorprendido, Bord:1berry llamó a Ferreira Aldunate para hablar con
él afuera del recinto donde sesionaba la Comisión. Y en el diálogo que se formalizó en el
pasillo, le dijo, "¡Wilson! ¿Qué me hiciste?". A lo que Ferreira Aldunare le contestó: "Pero,
¿cómo, vos no sabés que yo estoy aquí para joder? Bordaberry agrega hoy: "Así era
Wilson, me contestó aquello con una sonris:1. No estaba enojado. Ese era su juego político.
Siempre fue un opositor demoledor."
En la campaña electoral para las elecciones de 1971, la caravana de Bordaberry, que
había empezado recorriendó el litoral, y la de Ferreira Aldunate, que había salido por la
Ruta 5, terminaron cruzándose por obra de la casualidad en Masoller. Nada menos que en
ese lugar tan representativo para el Partido Nacional: "\Vilson nunca me dijo que tenía la
sensación de que en las elecciones de 1971 se había producido fraude. Pero era evidente
que él tenía conmigo un gran agravio, aunque yo no sé cuál era la razón: Y en la campaña
electoral, cuando empezamos a bajar desde el litoral, la geñte me contaba las cosas
durísimas que había dicho de mí en los lugares por los cuales su caravana había pasado
antes que la nuestra. .Los que me hacían esos comentarios querían que yo le contestara.
Siempre me negué. La gira por el país no era para contestarle a \Vilson sino para convencer
a todos que era necesario votar de nuevo a Pacheco".

Con los grupos de izquierda, en cambio, Bordaberry afirma que, después de asumir
la Presidencia, solamente tuvo contactos por un punto bien concreto como lo fue el de la
prospección de petróleo, debido a que la forma de llevarla adelante era únicamente a través
de la firma de un acuerdo con. bs compañías norteamericanas, holandesas o inglesas. Los
peruanos, bajo el gobierno de Velasco Alvarado, habían hecho algo parecido acordando con
las empresas norteamericanas que si encontraban petróleo, se les otorgaría una concesión
limitada: "Yo proponía hacer una cosa similar y para eso cité al Frente Amplio a la Casa de
Gobierno. Fueron los doctores Hugo Batalla y José Pedro Cardoso, aunque me parece que
también estuvo Seregni, pero no estoy seguro. Esa reunión se celebró en 1972, cuando el
Parlamento estaba todavía fun-

74
cionando. Me contestaron en un escrito firmado por Seregni diciéndome que estaban de
acuerdo siempre y cuando también se hiciera la prospección en el río Santa Lucía y en
algún otro lugar que ahora no recuerdo con exactitud. A mí me parecía importante que se
buscara petróleo, pero no quería que desembocara en una guerra interna, que terminaran
diciendo que yo me había acomodado con la Shell o con alguna otra empresa. Por eso la
conversación fue para informarles y para pedirles un acuerdo."
Recorriendo la información publicada en los diarios de la época, es posible recordar
que en la noche del 28 de marzo de 1973, en ocasión de un mensaje que emitió por la
cadena de radio y de televisión, al contestarle a la Convención Nacional de Trabajadores
(CNT), quien anunciaba un paro para el día siguiente incluyendo en su plataforma el pedido
de renuncia del Presidente, Bordaberry expresó: "El Presidente de la República ha
demostrado su disposición al diálogo y a la paz. Así cuando fue a ofrecer un lugar en la
tarea nacional al Partido adversario. Así cuando, aun a aquellos con quienes lo separan
hondas divergencias ideológicas, consultó e informó sobre temas que entendía que no
podían quedar excluidos de la opinión de todos los uruguayos, como la búsqueda de
petróleo o la imprescindible venta de una parte de las reservas de oro del país. Así también
cuando uno de los primeros actos del Gobierno consistió en que el entonces Ministro de
Trabajo y Seguridad Social, siguiendo las directivas del Presidente de la República, en los
primeros días del mes de marzo de 1972 visitara la propia CNT, en un gesto de apertura al
que se responde ahora reclamando su renuncia."47
Ese segundo tema que Bordaberry aseguró en su alocución que se había conversado
con los representantes de la izquierda, es decir, la venta del oro, dadas las características de
la operación se hizo en secreto: "Tuvimos un problema con Daniel Rodríguez Larreta,
Director del Banco Central, porque lo habíamos vendido sin decirle nada. Recuerdo que en
una sesión del Parlamento, Arismendi dijo que tenía la sospecha de que se había vendido el
oro, pero después no insistió más conese asunto. El Uruguay fue tradicionalmente 'orista',
tuvo mucho más oro del que puede tener un país de su tamaño. De modo que si hubiéramos
dicho que se iba a vender, seguramente su precio hubiera bajado. Había que hacerlo
silenciosamente. Fue una delegación a Suiza, integrada, entre otros, por el Gerente del
Banco Central, y allá se dio la orden de ir vendiendo poco a poco, hasta llegar a la cantidad
que se necesitaba. En aquel momento, el Ministro de Economía era Forteza."

47. 'La Mañana", jueves 29 de marzo de 1973. J

75
Ios primeros tiempos, como se ha dicho antes, fueron de entrevistas y conversaciones, a la
búsqueda de un acuerdo que, en virtud de la realidad política del país, era imprescindible.
Incluso, el 15 de junio de 1972, en una carta de contestación a Monseñor Carlos Partelli,
Arzobispo Coadjutor de Montevideo y Presidente de la Conferencia Episcopal Uruguaya,
Bordaberry expresaba que las afirmaciones hechas en una declaración pública de esa
Conferencia sobre la situación del Uruguay y sobre su propia persona, eran "consecuencia
de la reunión mantenida con ustedes hace algunos días en mi casa", de modo que también
se había reunido con los representantes de la Iglesia Católica. Sin embargo, Bordaberry hoy
en día se ve obligado a afirmar que "yo comencé mi Presidencia con un escaso bagaje de
apoyo político."
La carta a monseñor Partelli, según Bordaberry se debió a que, cuando los
tupamaros empezaron a ser derrotados, "él y otros obispos salieron a defender los derechos
humanos, pero cuando los tupamaros secuestraban y mataban, no lo habían hecho, no se
acordaron de condenarlos."
En virtud de lo que el Presidente Bordaberry interpretaba como una inacción del
Parlamento, entendió necesario, en el primer año de gobierno, enviar una nota a la
Asamblea General con el detalle de los proyectos de ley elevados por el Poder Ejecutivo
que nunca habían sido considerados en las Cámaras. La contestación de esa nota le llegó
concebida en términos que, esencialmente, sostenían que al Poder Ejecutivo no le
correspondía marcarle normas de conducta al Parlamento.
Las discrepancias de esa naturaleza entre los dos Poderes del Estado,
fundamentalmente originadas en la falta de mayorías parlamentarias, no son cosas
exclusivamente de ayer o de hoy. Se han dado en la historia política del país en muchas
oportunidades. Y Bordaberry aporta algunos elementos más para entender cómo se
materializaron los acuerdos en aquellos comienzos de su gestióI1: "Estábamos en minoría.
Hay un episodio poco recordado. Durante el primer semestre de 1972, seguí negociando
con los blancos y finalmente llegué a un acuerdo con el grupo de Echegoyen y con el de
Washington Beltrán. Como consecuencia de ese acuerdo yo designé a algunos Ministros del
Partido Nacional en el gabinete. Así, por ejemplo, ingresó Francisco Mario Ubillos en el
Ministerio que era de Transportes, Comunicaciones y Turismo, el ingeniero Luis Balparda
Blengio en el Ministerio de Industrias y Carlos Abdala en el de Trabajo.48 Wilson
continuaba diciendo que para apoyar al Gobierno, él no necesitaba que le dieran cargos, que
respaldaría

48. Siendo embajador en Paraguay, Carlos Abdala moriría en circunstancias trágicamente


erróneas, ya que sería asesinado por un creata que lo confundió con el embajador de
Yugoslavia.

76
todo lo que estuviera bien. En realidad, era una posición muy cómoda, de ese modo
quedaba con las manos libres para hacer lo que quería. Y llevó adelante una campaña
durísima contra los representantes del Partido Nacional que habían aceptado colaborar con
el Gobierno. Los llamó 'blancos baratos'. Aquello fue una barbaridad. ¡Calificar, por
ejemplo, al doctor Washington Beltrán como blanco barato! Terminó destratándolos a
todos. Aquel acuerdo se había concretado en la Casa de Gobierno, en el momento en el cual
asumieron los nuevos Ministros. Para que ingresaran ellos al gabinete, tuvieron que
renunciar algunas personas que yo apreciaba mucho, por ejemplo Julio Amorim, que estaba
en el Ministerio de Trabajo y Jorge Echeverría Leúnda, que era Ministro de Industrias. A
mí me costó mucho desprenderme de ellos, pero ninguno hizo problemas, estuvieron de
acuerdo en que se trataba de un paso fundamental para conseguir las mayorías necesarias en
el Parlamento".

77
UN VERANO DIFERENTE
. RUMBO DE COLISiÓN.

Los hechos que se desencadenaron a partir de febrero de 1973 y que culminarían


cuatro meses después con la disolución del Parlamento, ya han sido narrados y analizados
profusamente a partir de 1985 en obras de distinta naturaleza aparecidas después de que se
reinstaurara el sistema democrático en marzo de ese año.49 Por lo tanto, en este libro no se
insistirá con su relato detallado.
De todos modos, es necesario recordar que el hecho detonante de febrero fue el
desconocimiento por parte del Ejército y de la Fuerza Aérea -la Armada no acompañó esa
decisión- de la designación realizada por el Presidente Bordaberry del General Antonio
Francese, como Ministro de Defensa. Francese, quien antes había sido Ministro del Interior,
durante el gobierno de Pacheco, llegaba para reemplazar en el Ministerio a Armando Malet,
abogado y docente universitario, que había renunciado a su cargo en la madrugada del 7 de
febrero. El entonces senador Amílcar Vasconcellos, quien en esos días combatía duramente
el nuevo papel que querían asumir las Fuerzas Armadas en la vida política del país, había
denunciado, en una alocución pública realizada por Radio Carve el jueves primero de
febrero de 1973, la existencia de un movimiento militar que -a su juicio- se preparaba,
desde tiempo atrás, para sustituir a las instituciones legales. 50

La oposición de la Armada, comandada por el Contralmirante Juan J. Zorrilla, el


atrincheramiento de sus efectivos en la Ciudad Vieja y el comunicado en el cual se
proclamaba leal al Poder Ejecutivo, el acuartelamiento del Ejército y de la Fuerza Aérea, la
ocupación del

49. las elecciones realizadas el 25 de noviembre de 1984, pusieron fin al proceso iniciado el
27 de junio de 1973. En ellas triunfó el Partido Colorado con 777.701 votos (41%) y dentro
de él la fórmula Sanguinetti-Tarigo, con 534.217 votos. El Partido Nacional, por su parte,
obtuvo 660.773 votos (35%).
50. Amilcar Vasconcellos, "Febrero Amargo", Editorial Monte Sexto, Montevideo, 1973.
Vasconcellos había ocupado los más altos cargos públicos, entre ellos, el de Consejero
Nacional de Gobierno (1963-1967) y el de Ministro.

79
"""Canal 5 y de radios por sus tropas, las reiteradas proclamas y declaraciones, los
Comunicados 4 y 7 firmados por Hugo Chiappe Posse y JoséPérez Caldas, del 9 Y del 10
de febrero, respectivamente, la alocución del Presidente Bordaberry llamando a defender
las instituciones y su carta personal a Vasconcellos del 2 de febrero declarándose contra la
posibilidad de un quiebre democrático, la renuncia del Contralmirante Zorrilla y la del
propio Francese, la reunión de Bordaberry con los representantes de las Fuerzas Armadas
en la base de Boiso Lanza, los titulares de los diarios con apelaciones al sentimiento
democrático,51 fueron algunos de los hechos que terminaron creando en la ciudadanía una
nerviosa incertidumbre 52 Pero también son hechos que hoy merecen ser exhumados para
conocer la opinión de Bordaberry sobre sus causas.
"En febrero de 1973 me sentí solo. Cuando las Fuerzas Armadas desacataron el
nombramiento del nuevo Ministro de Defensa, yo hablé por cadena de radio y televisión.
Convoqué, entonces, al pueblo y a los Partidos Políticos. Pero a la Plaza Independencia no
fueron más de cincuenta personas. Es que el sistema político estaba muy desprestigiado.
Mientras que, por el contrario, las Fuerzas Armadas habían aumentado su prestigio debido a
la derrota que les habían ocasionado a los tupamaros. La gente se cruzaba en la calle con un
soldado aun de menor rango, desconocido, y lo aplaudía. Hay que decir que la ciudadanía
fue indiferente a lo que estaba pasando. Si es que alguien sabe exactamente lo que es un
golpe de estado, hay que afirmar que se produjo el 9 de febrero ante la indiferencia
general." -comenta Bordaberry.
De la gravedad de las diferencias entre la Armada, por un lado, y el Ejército y la
Fuerza Aérea, por el otro, que amenazaban con un enfrentamiento armado de trágicas
consecuencias, da cuenta un documento fechado el 6 de febrero de 1973, originado en el
Comando General de la Armada, clasificado como "secreto", en el que se hace una
"apreciación de la situación".

El documento, caratulado "Substitución del Presidente de la República por vía de la


fuerza. Quebrantamiento del orden institucional. Posición contraria de la Armada", se da
cuenta de las medidas, denominadas "cursos de acción", previstas para defender el régimen
institucional y para proteger a Bordaberry. En tal sentido, se detallan: 1) evitar la
substitución mediante acciones previas tales como: a) montar el operativo para trasladar al
Presidente a una zona de seguridad. A bordo de un buque; b) trasladar el Comando de la
Armada; c) movili-

51. Por ejemplo, el diario "El Día", del 7 de febrero, títulaba con esta exclamación: "iViva
la Constitución! ¡Viva la democracia!
52. Amílcar Vasconcelios, op. Cit.

80
zación de las unidades de superficie; d) defensa del área naval del puerto de Montevideo
por medio de: FUSNA-PGM- con apoyo de fuego naval; e) fijar una primera línea de
contención; f) alistar al máximo las unidades aéreas para entrar en acción; g) Laguna del
Sauce proveerá su propia defensa; h) defensa de la estación de comunicaciones del
Comando General.
De todas maneras, y a pesar del posible enfrentamiento armado, el Presidente
Bordaberry no aceptó de ninguna manera la propuesta de la Armada y decidió no
abandonar la Casa de Gobierno.
Finalmente, el Comandante en Jefe de la Armada, Contralmirante Juan J. Zorrilla,
presentaría su renuncia en una nota enviada al Presidente Bordaberry, fechada el 11 de
febrero de 1973, en la que daba cuenta de su fracaso para lograr el apoyo en la defensa de la
institucionalidad de los efectivos a su cargo. En efecto, en un pasaje de la renuncia
expresaba: "Agotados todos los esfuerzos normales en pro de la legalidad, este Comando
cumple con el deber de manifestar que no ha podido lograr que todo el Cuerpo de Jefes y
Oficiales participe del mismo criterio. Por lo expuesto, con el mismo valor moral con que
enfrentamos los hechos enfrentamos esta circunstancia y entendiendo que ello es favorable
a la normalización de la situación nacional, solicito a Usted, Señor Presidente, se sirva
relevarme del cargo con que se me honrara. Espero que cada uno de los actores de estos
sucesos, asuman su responsabilidad ante la historia."

El desprestigio del sistema político al que ha aludido Bordaberry, fue, de acuerdo a su


opinión, una causa fundamental en el desarrollo de los acontecimientos vividos desde
febrero de 1973 en adelante. Y para exponer su pensamiento desarrolla un análisis que
vuelve a ocuparse de los años cincuenta manejando algunos de los conceptos que ya ha
expuesto y otros que, en cambio, introduce por primera vez en su exposición.
Según Bordaberry, la inflación que apareció en esos años y la politización "en el mal
sentido de la palabra", trajo como consecuencia inevitable un creciente desprestigio de los
actores políticos. "Ninguna sociedad puede funcionar sin que los gobernados respeten a los
gobernantes", afirma. Y agrega: "Si los gobernantes dan el ejemplo, pueden pedirles a los
gobernados que hagan un sacrificio y que acepten enfrentar momentos de dificultades.
Pero para ello es necesario que los gobernantes gocen de prestigio, de lo contrario no
tienen autoridad para exigir. No digo que se saquen el pan de la boca, pero, entre otras
cosas, deben llevar una vida austera. En aquella época todos sabían que la principal
preocupación de la mayoría de los políticos era volver a ocupar sus cargos o, si era posible,
ocupar uno mejor. Y que la preocupa-

81
ción de los que estaban afuera era llegar a ocupado por primera vez. La población advertía
que el hombre que estaba en la función pública no aspiraba a servir a la sociedad entera
sino a sus propios intereses. Y esto la gente lo advertía porque sabía que tenía que pedir una
recomendación para todo, para que se aprobara una jubilación, para ingresar a la
administración pública y hasta para que le colocaran un teléfono en su casa. El
administrado tenía esa sensación, aquello era la prueba fehaciente de que el político
trabajaba fundamentalmente para sí mismo, todo lo cual fue erosionando al modelo político
uruguayo. Esta situación fue, además, azuzada por los comunistas y por los propios
Partidos tradicionales que empezaron a rotarse en el poder. El que estaba abajo criticaba al
que estaba arriba. No hay que olvidar, por ejemplo, las campañas del diario "El Debate"
contra los colorados. Y las de éstos contra los blancos. Llegadas las elecciones, como el
país se dividía tradicionalmente entre esos dos Partidos, de todos modos la gente igual los
votaba. El desprestigio de los políticos fue haciendo cada vez más difícil superar la crisis.
Porque, insisto, para logrado había que tener autoridad. Además, las medidas no se tomaban
porque los políticos no querían aprobadas debido a que temían que les acarrearan pérdida
de votos. Ese desprestigio también fue advertido por las Fuerzas Armadas. Especialmente,
por los grupos que no se encontraban cercanos a los Partidos gobernantes, es decir, por
aquellos que más bien se sentían desplazados."
Los recuerdos de lo vivido por el joven Bordaberry en los años cuarenta, aunque hoy
admite que podrían estar teñidos por la actuación política de su padre, le indican que en
aquel tiempo las Cámaras exhibían un nivel distinto y que la gente que participaba
activamente en política tenía otras miras. Entonces, la política no estaba tan desprestigiada
como lo estuvo a partir de los años cincuenta. En tiempos de desprestigio, asegura, se da
una especie de selección negativa, esto es, las personas de bien, las que no caen en
claudicaciones, se van retirando de la función pública. y como ese desprestigio se daba en
una sociedad que estaba reclamando soluciones, como ya empezaban los grandes
problemas económicos, el mal era todavía mayor. A todo lo que, años más tarde, hubo que
agregade la aparición de la guerrilla urbana de los tupamaros. A la incapacidad del sistema
para solucionar los problemas sociales y económicos, se le sumó la falta de autoridad. "En
ese período-puntualiza Bordaberry- hubo gente que trató de hacer algo, como, por ejemplo,
Nardone, quien llegó con la idea de aplicar algunas reformas, en lo económico,
especialmente, pero el sistema se lo impidió. Y la reforma constitucional de 1966 que re
implantó el sistema presidencial, evidentemente llegó muy tarde: el sistema político estaba

82
completamente desprestigiado, la economía vivía muy mala situación por la demagogia y
por la falta de autoridad política para resolver los problemas."
Precisamente, el Frente Amplio irrumpió en la vida política en los principios
mismos de la década de los setenta aprovechando -según Bordaberry- el gran desprestigio
de los Partidos tradicionales. Explotó adecuadamente la realidad uruguaya y se presentó
como algo nuevo que podría cambiar al país.
Bordaberry reitera que él no culpa a los hombres sino al sistema, verdadero
responsable de que los políticos caigan en debilidades o flaquezas. A medida que pasaba el
tiempo el sentimiento contra el sistema se generalizaba. Hasta que, por supuesto -como lo
dijo antes- recuerda que esa misma percepción también la tuvieron los militares. Hubo un
grupo importante de ellos que entendió que el país estaba en manos de gente que trabajaba
contra los intereses generales: "Luis Batlle tomó algunas medidas que favorecieron a los
militares, les permitió, por ejemplo, traer autos, pero también esto fue malo. Yo le escuché
decir a algún integrante de aquel grupo de militares que después encabezarían el
movimiento que se dio a partir de febrero de 1973, que se había querido comprar la
conciencia de los oficiales con prebendas. De modo que también eso contribuyó a crear
dentro de las Fuerzas Armadas un malestar contra el sistema político. Para resumir, yo
diría, empleando una expresión propia de los navegantes, que el sistema político de los
Partidos y el pensamiento de las Fuerzas Armadas, llevaban, desde mucho tiempo antes,
rumbo de colisión. Iban a chocar. Era inevitable. Por eso fue que Pacheco tuvo apoyo. La
gente quería orden. Después vine yo y la colisión se produjo, justamente, en el momento
en que yo ocupaba la Presidencia de la República. Las Fuerzas Armadas dijeron 'basta'.
Que su posición pudo haber estado matizada por las apetencias personales de unos y de
otros en las Fuerzas Armadas, es verdad, yeso en algo deforma el panorama que yo he
dibujado. Pero esencialmente la colisión se produjo por lo que se había ido dando al cabo
de varios años."

El planteamiento formulado obliga a hacerse una pregunta. De acuerdo a lo que


Bordaberry ha dicho, Pacheco era el orden, la energía y la autoridad. Entonces, ¿si se
hubiera aprobado la reforma constitucional plebiscitada en 1971 y aquél hubiera sido
reelecto, la colisión igualmente se hubiera producido? Bordaberry contesta: "Es una
pregunta interesante, nunca me la había planteado. A mí, los militares me consideraban un
político. Por eso en febrero de 1973 se levantaron contra mí. Si hubiera estado Pacheco no
sé lo que hubiera pasado, pero,

83
de todos modos, recuerdo lo que ya dije acerca de las razones por las cuales él nunca
hubiera podido disolver el Parlamento."
El desprestigio de los actores políticos y la incapacidad de los Partidos, por su
peculiar organización, para encarar la aprobación de reformas, fueron elementos también
manejados por el doctor Armando Malet en sus respuestas a una larga entrevista de dos
páginas, muy poco recordada, titulada "Malet: el ejército no vuelve a los cuarteles", apenas
un mes y medio después de los sucesos de febrero de 1973 y de su renuncia como Ministro
de Defensa.53

Después de sostener que las Fuerzas Armadas tenían el derecho y la obligación de


dar a conocer su posición, en respuesta a las graves acusaciones del senador Vasconcellos,
el doctor Malet expresó: "Yo creo que el gran hecho que hace cambiar lo fundamental de la
política nacional es la decadencia notoria de los Partidos Políticos tradicionales. No sé en
detalle qué es lo que ocurre en el Partido Nacional, visiblemente fraccionado. Pero estoy
bien enterado de lo que pasa en el Partido Colorado y particularmente en el batllismo. Y le
digo a usted lo que todo el mundo sabe y vive: que nuestra organización partidaria es
puramente formal, que no tenemos un ideario definido en materias fundamentales, dejando
bien aclarado que cuando digo ideario no me refiero a la doctrina escrita sino a la conducta
realmente seguida en los hechos, la que expone una evidente indefinición sobre aquellos
mismos temas esenciales. Ese es un primer hecho". En otro pasaje de la entrevista,
refiriéndose al mismo tema, agregó: "Al formular estos juicios sobre la situación actual del
batllismo no dejo de reconocer que existen grupos y tendencias que pretenden que el
Partido reviva plenamente; pero también es verdad que tales grupos y tendencias no
constituyen efecti.vamente centros de poder y que los verdaderos centros de tal naturale. za
dependen de 'listas', 'agrupaciones', etc., que no obedecen a ninguna autoridad central ni a
orientaciones unitarias, pese a que periódica. mente existen conjunciones parlamentarias
para determinados casos concretos". Y más adelante fue todavía más categórico: "Además,
todos los pueblos pasan -con mayor o menor intensidad, según las épocas- por estados de
necesidad ideológica, necesidad que puede ser atendida por grupos sociales de cualquier
índole, principalmente por los Partidos Políticos; pero si éstos entran en crisis y no saben o
no pueden satisfacer aquella necesidad, habrá otros sectores que la cumplan. Y esto es lo
que explica los recientes pronunciamientos programáticos de las Fuerzas Armadas."

53. Semanario "Marcha", reportaje sin firma publicado en la edición del 23 de marzo de
1973.

84
Veintitrés años después, otro dirigente del Partido Colorado, el entonces diputado Julio
Aguiar, también se ocuparía en una entrevista de la incapacidad de los Partidos Políticos
para enfrentar los sucesos que se desencadenaron a partir de febrero de 1973: "El estigma
de la dictadura del '73 fue el plebiscito del '80. 54 Antes no hubo actos aislados de coraje.
El sistema político se vio venir el golpe de Estado y no tuvo coraje para reaccionar". A su
vez, el periodista, al expresar que si en 1973 se hubiera podido plantear una consulta
popular, los partidarios del golpe de Estado habrían sido mayoría, recibió la siguiente
respuesta de Aguiar: "Es posible, es posible. No lo hubo, felizmente. Son manchas que le
quedan a los pueblos." 55
Comentando aquellas declaraciones del doctor Armando Malet para el semanario
"Marcha", Bordaberry afirma hoy: "Malet seguramente era masón porque era de origen
francés, porque era republicano y porque era batllista. Parece imposible pensar que no lo
fuera. Sin embargo, en aquel momento se dio cuenta de que el sistema político había
creado un vacío que alguien debía llenar."
Cuando se produjo el nombramiento del General Antonio Francese como Ministro
de Defensa, Bordaberry sostiene que no tenía fuerza ni apoyo y que las Fuerzas Armadas
todavía no lo respetaban. Que la designación ministerial fue rechazada porque Francese
representaba la línea contraria a la mayoritaria entre los militares. Para Bordaberry, en
esencia, se trataba de problemas entre masones: "Había habido una famosa asamblea en el
Centro Militar, en la cual un grupo, digamos, para respetar las costumbres, de derecha,
quiso hacer un homenaje a los soldados caídos en la lucha contra el comunismo en His-
panoamérica. Creo recordar que la moción presentada era esa o alguna muy similar. Fue
una asamblea tumultuosa, llegaron militares desde todo el país. Y se dio una división muy
marcada. Por un lado, Alvarez, Cristi, Zubía, Raimundez, Méndez, uno de los que más se
había movido para organizar la asamblea, Ballestrino, etc. Y por el otro, el grupo que, por
conveniencia, llamaríamos de izquierda, integrado, entre otros, por Seregni y todos los
militares del Frente Amplio, así como los militares batllistas, Francese, Chiappe Posse, etc.
Pero esa no era una división entre la izquierda y la derecha. Francese había sido Ministro
del Interior con Pacheco y había combatido duramente a los tupamaros. Chiappe Posse
también estaba en una línea contraria a Seregni y a todos los

54. Proyecto de reforma constitucional plebiscitado por el régimen militar el 30 de


noviembre de 1980, que fue rechazado por la ciudadanía. El "sí" a favor de la reforma
obtuvo 707.118 votos (41.80010), mientras que el "no" recibió 946. 176 votos (56%). Los
votos en blanco y anulados fueron 37.130 (2.20%). El porcentaje total de votación llegó al
86.80%.

55. Semanario "Búsqueda", reportaje firmado por César di Candia, publicado el jueves 21
de marzo de 1996.

85
militares que integraban el Frente Amplio, de modo que para mí se trató de un
enfrentamiento de logias masónicas. Ganó el grupo que conformaban Francese y Seregni,
razón por la cual el homenaje no se hizo. Esto dejó una herida muy honda. Y si afirmo que
se trató de un enfrentamiento de logias es porque me pregunto qué podía unir, por ejemplo,
a Seregni, a Licandro y a Francese. O qué podía unir a Seregni con Chiappe Posse, quien
había sido Jefe de la Casa Militar de Pacheco. Algo los unía a unos y a otros, claro. Y era
que de un lado estaba una logia y del otro lado una logia diferente. Eso fue lo que pasó."56
Para Bordaberry esa asamblea del Centro Militar fue determinante, ya que los
rivales de Francese nunca le perdonaron lo sucedido. Sin embargo, y a pesar de que no
ignoraba el resultado de la asamblea, igualmente lo designó Ministro porque, además de
alguien capacitado para enfrentar a los tupamaros, necesitaba a un militar que tuviera la
autoridad suficiente para frenar cualquier intención protagónica del poder militar,
especialmente en el ESMACO: "Pensé que podía hacerla, que enfrentaría a los que estaban
actuando por su cuenta. Cuando le ofrecí el cargo me dijo que aceptaba, pero que no creía
que pudiera asumir. Y tuvo razón. Así fue, no pudo. Las diferencias con los otros militares
eran demasiado grandes."
Este tema le da la oportunidad a Bordaberry para recordar que, cuando se restableció
el sistema democrático, la Gran Logia, el Gran Oriente de la masonería, se dividió. El
Coronel Silva Ledesma, quien había sido Presidente del Supremo Tribunal Militar, y el
Inspector de policía Campos Hermida, conocidos por el permanente combate a los
tupamaros, eran masones. Los radicales de la masonería pidieron la expulsión de ambos,
"por haber ido contra sus hermanos", aclara Bordaberry. Y agrega: "La propuesta no fue
aceptada, ni Campos Hermida ni Silva Ledesma fueron expulsados, ganaron, digamos, los
grupos más conservadores. Y los que perdieron, se fueron. Hicieron su propio Oriente, más
radical, más militante, lo mismo que sucedió en Francia. Este fue un hecho público, muy
conocido."
La crisis de febrero le exigió a Bordaberry tomar una decisión para que el
enfrentamiento no se estirara indefinidamente. No tenía otra salida que intentar un diálogo
con las Fuerzas Armadas. Los rumo.res crecían y la inestabilidad no desaparecía. Entonces,
decidió reunirse con los militares: "Le dije al Coronel Barbé, que era el Jefe de la Casa

56. Según afirma Alfonso Lessa en "La revolución imposible", Editorial Fin de Siglo,
Montevideo, 2003, la asamblea del Centro Militar a la que se refiere Bordaberry, se había
realizado el 5 de enero de 1968, "para rendir homenaje a los soldados muertos en la lucha
contra los guerrilleros y 'mercenarios' en toda América Latina." La moción de homenaje fue
rechazada por 543 votos contra 240, por considerarse que se trataba de un tema político.

86
Militar, que les avisara que iba para Boiso Lanza y que nos reuniríamos allá. Tomé el auto
y me fui a hablar con ellos. En esa única vez arreglamos todo. Fue una reunión cordial. Mi
esposa tenía temor por lo que podía pasar, estaba convencida de que a mí me dejaban preso.
Hay una foto de la época que fue publicada por los diarios en la cual se la ve corriendo para
recibirme en el jardín cuando yo volvía en helicóptero a la residencia presidencial de
Suárez."
De esa reunión se ha conocido un memorándum que habría que rido dejar
documentada la extensa cantidad de puntos tratados entre los militares y el Presidente
Bordaberry. Sin embargo, éste declara: "De nada de eso se habló. Cuando lo leí, me dio
fastidio. Pero no dije nada, aquello era inocuo, no trascendía. El documento es falso por
afirmaciones y por omisiones. Tenía un tono de perentoriedad, en el sentido de que
indicaba lo que había que hacer. Evidentemente no estaba dirigido a mí. La finalidad era
hacerla circular hacia abajo, para que los cuadros de oficiales lo recibieran como una orden.
El texto es típico del estilo del General Gregario Alvarez."
Y a ese memorándum de los militares, fechado el 13 de febrero de 1973, que
pretendía ser el acta de Boiso Lanza, una ensalada temática compuesta por los más
variados puntos, Bordaberry le agregaría el 29 de noviembre de 2000, un documento
privado con una serie de anotaciones y de puntualizaciones propias, reflexiones, en suma,
para establecer lo que para él es la verdadera versión de lo sucedido y, especialmente, por
si algún día sus hijos o sus nietos quisieran acercarse a lo que realmente sucedió en la
reunión con los militares.

El memorándum de los militares, caratulado como "secreto" y titulado "Puntos


acordados entre el Señor Presidente de la República y los mandos militares de las Fuerzas
Armadas", es tan abarcador que sorprende al lector que, inevitablemente, termina
preguntándose cómo se pudo tratar en una reunión que apenas duró un par de horas una
serie tan larga de temas de naturalezas tan diferentes y de tan diversa complejidad. Según lo
documentado por los mandos militares se habría llegado a un acuerdo sobre la
reestructuración del servicio exterior, sobre la reducción del gasto público, sobre los planes
de desarrollo, sobre la subversión, sobre la gestión en los entes públicos, sobre los
servicios, sobre la seguridad social, sobre los problemas de seguridad relacionados con las
Fuerzas Armadas, sobre la organización interna de las Fuerzas Armadas, sobre los
problemas carcelarios y sobre los desafueros. A todo lo cual se le sumó un último ítem
llamado "consideraciones adiccionales" (sic), en el que, entre otras afirmaciones, se
aseguraba que se había compartido que, más allá de la crisis material, existía

87
"una crisis moral y de falta de fe en las instituciones y los hombres que las representan".
Además, y como punto final, las Fuerzas Armadas dieron a conocer públicamente el
Comunicado N°.13, fechado el 14 de febrero de 1973, en el cual afirmaban que el proceso
había "culminado en un acuerdo sobre la base de lo expresado en los comunicados 4 y 7/73
de los Mandos Militares Conjuntos, lo que augura se pueda cumplir exitosamente la misión
de brindar seguridad al desarrollo nacional en el marco del sistema democrático
republicano."
Según las aclaraciones que Bordaberry ha hecho en el documento privado, en la
reunión solamente se acordó la creación del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), la
destitución de tres funcionarios del Servicio Exterior y el pase a retiro del Comandante de
la Armada Juan J. Zorrilla, quien -como se ha dicho- ya había renunciado a su cargo. Y,
además, en su lugar, se designó al Capitán de Navío Conrado Olazábal. En realidad, este
fue el primer punto considerado en virtud de que, los representantes de las Fuerzas
Armadas, entendieron que era urgente nombrar al nuevo Comandante porque, de lo
contrario, al permanecer acéfalo el cargo, se crearía un peligroso vacío de poder. Con
respecto a los tres funcionarios del Servicio Exterior, Bordaberry agregó que el
memorándum "no tiene el valor de mencionar sus nombres".
La verdad sobre lo sucedido en Boiso Lanza respecto a los tres funcionarios del
Servicio Exterior, es la siguiente. Los representantes de las Fuerzas Armadas le hicieron
saber a Bordaberry que querían que se removiera de sus cargos a Alejandro Gari, hijo de
Juan José Gari, Secretario en la Embajada de Uruguay en Madrid, al doctor Glauco
Segovia, Embajador en Francia, y al General Borba, Embajador en Perú. El Presidente no
puso inconvenientes ante el planteamiento de los militares, de modo que se resolvió de esa
manera. Bordaberry explica hoy las razones por las cuales no se opuso a la pretensión de
los militares: "A Alejandro Gari lo había nombrado yo a propuesta de su padre. Me acuerdo
que le dije que, en virtud de que la situación que se estaba viviendo era muy complicada, no
sabía cuánto iba a durar en la Embajada. De modo que yo lo había prevenido. Es que los
militares estaban mirando con lupa todos los nombramientos hechos en forma directa. A mí
me pareció que iba a durar poco. Al General Barba, en realidad, lo sacaron los propios
militares por su cuenta. El doctor Glauco Segovia, que había sido Intendente de
Montevideo, también era evidente que no iba a durar, su nombramiento se había debido a
una especie de capricho de Pacheco. En el memorándum los militares no se animaron a
nombrarlos."

88
Además, el Presidente Bordaberry puso sobre la mesa el nombre de otro funcionario
y les hizo saber a los militares cuál sería su próximo destino. Así relata el episodio en el
agregado al memorándum de Boiso Lanza: "De mi parte, y sabiendo que el entonces
Secretario de la Presidencia, el doctor Luis Barrios Tassano, no gozaba de la simpatía de los
Oficiales Generales, planteé frontal mente el punto para evitar situaciones enojosas en el
futuro. El General Eduardo Zubía, con total franqueza, me dijo que, efectivamente, era así.
En ese caso, expresé yo, me proponía enviarlo al Banco Mundial a ocupar el sillón que
correspondía por dos años al grupo de países sudamericanos que integraba Uruguay y que
si había alguna reserva respecto de ello, fuera expresada allí mismo. Se me contesto que no
la había. Hago esta referencia para que quede constancia que el doctor Barrios Tassano no
dejó la Secretaría de la Presidencia por imposición militar en Boiso Lanza sino por un
planteamiento hecho por mí, que no figuraba entre los de ellos. Tampoco figura nada de
esto en el acta".
Bordaberry no quería que Barrios Tassano, a quien mucho apreciaba, se convirtiera
en un punto de fricción con las Fuerzas Armadas, ya que terminaba de crearse el
COSENA, organismo en el cual el Secretario de la Presidencia tendría que participar, lo
que lo obligaría a tratar con los militares frecuentemente. Barrios Tassano, originario de
San Carlos, según Bordaberry era un hombre de una inteligencia brillante que había hecho
fortuna trabajando. Y para tratar de entender la razón de la poca simpatía que le tenían los
militares, dice que "no hubiera sido difícil que alguien les hubiera ido a soplar que él se
había enriquecido ilícitamente, por ahí puede explicarse que estuviera bajo sospecha para
las Fuerzas Armadas." Después de su nombramiento para el Banco Mundial, no regresó
inmediatamente al Uruguay, siguió trabajando durante mucho tiempo para el organismo
internacional como Oficial de Crédito y recorrió el mundo en cumplimiento de sus
funciones. Posteriormente, Barrios Tassano ocuparía otros cargos: sería Ministro en el
gabinete del Presidente Sanguinetti y embajador en la República Argentina.
El agregado aclaratorio del memorándum de Boiso Lanza, realizado tantos años
después por Bordaberry, termina de esta manera: "Al finalizar la reunión, uno de los
Oficiales Generales, no recuerdo honestamente cuál, pero no en voz baja, me dijo:
'Presidente, queremos seguir adelante, pero con usted a la cabeza'. Algún malpensado dirá
que se trataba de tener un mascarón de proa tras del cual actuar sin aparecer, pero los
hechos demostraron que no era así; ellos aparecieron sin ocultamientos cuando tuvieron que
hacerlo y nuestra relación fue siempre respetuosa, tomándose las resoluciones trascendentes
como el Tra-

89
tado de Límites con Argentina o la liberación de los mercados de cambios y de capitales de
común acuerdo, no sin largas y trabajosas sesiones. Se me preguntará dónde está la buena
fe con ejemplos como esta acta. Contesto: esta acta es un ejemplo de la intención política
encubierta con que el General Alvarez y su equipo del ES MA CO manejaban estas cosas.
Los demás no se andaban preocupando por la lectura de todo esto. Yo mandé una nota
señalando mis discrepancias, la que, lamentablemente, no he podido encontrar, lo que me
ha movido a escribir estas líneas."

Como consecuencia de la sucesión de hechos de febrero y con la finalidad de


recomponer el gabinete, asumirían el doctor Walter Ravenna, en el Ministerio de Defensa
Nacional, y el Coronel Néstor Bolentini, en el Ministerio del Interior. Estos nombramientos
se produjeron el 12 de febrero.
Durante los meses siguientes se entabló una especie de lucha sorda para resolver
quién retenía para sí el nuevo poder. Bordaberry estaba convencido de que él podía
encabezar el movimiento. En aquel momento recibió un mensaje de Pacheco en el que le
decía que lo hiciera. "Yo había ganado -sostiene Bordaberry. Las Fuerzas Armadas me
habían dicho que iban conmigo a la cabeza, de modo que lo había logrado. Y me lo habían
dicho orgánicamente, como institución. Esto fue en febrero de 1973 y en junio de ese año
disolví el Parlamento, de acuerdo con las Fuerzas Armadas, por supuesto. Pero yo no tengo
dudas de que la idea de la izquierda era la de captar la opinión de los militares, de seguir
trabajando desde adentro, como, por ejemplo, trataron de hacerla los tupamaros que estaban
detenidos".

En febrero, subraya Bordaberry, la izquierda cortejaba notoriamente con los


militares tratando de capitalizar en su favor el contenido de los Comunicados Nos. 4 y 7, ya
que contenían muchos de los postulados que tradicionalmente habían defendido: "Los
comunicados eran una mezcla impresionante de cosas, querían abarcarlo todo. Yo siempre
digo que me imagino al General Cristi llegando cuando los estaban haciendo para decir que
estaba bien, que pusieran lo que quisieran, pero que, eso sí, aclararan que los militares no
eran comunistas. Hablaban de socializar los medios de producción, de nacionalizar la
banca, pero, al mismo tiempo, decían que no eran marxistas. Esos comunicados salieron del
ESMACO, de la gente del General Gregario Alvarez, él tenía personas muy adictas y muy
capaces. Mucho tiempo después, el General Alberto Ballestrino, ya un hombre de edad,
declaró en un reportaje que los Comunicados 4 y 7 habían sido hechos por el General

90
Raimundez y por el Coronel Martínez, un integrante de la Fuerza Aérea, brazo derecho de
Alvarez."57

El 28 de marzo de 1973, es decir, a casi dos meses de los hechos que inauguraron febrero,
Bordaberry le envió una carta a Wilson Ferreira Aldunate, la cual le fue devuelta sin abrir.
La razón de Ferreira Aldunate para explicar su negativa a leerla fue que el Presidente
Bordaberry era una especie de lacayo, alguien a quien mandaban los militares. La carta
luego se haría pública y entonces podría conocerse su contenido. Estaba encabezada de la
siguiente manera: "En el día de ayer el Directorio que obedece a sus directivas emitió una
declaración en la que pretende desconocer la legitimidad de los mandos superiores de las
Fuerza Armadas, designados conforme a las prescripciones legales y constitucionales, y
califica la conducta del Presidente de la República al respecto como de debilidad
cómplice." Más adelante, se refería a que Ferreira Aldunate había "enlodado la pureza de
un acto eleccionario en el que por encima de todo había triunfado la democracia uruguaya y
que no había vacilado en utilizar en el mundo entero, y para provecho propio,la acusación
de fraude." Bordaberry recordaba luego la entrevista que, siendo Presidente electo, había
mantenido con él, así como otros actos de gobierno criticados por Ferreira Aldunate. La
carta sin abrir continúa en poder de Bordaberry, tal como le fue devuelta.

57. Revista "Posdata" del 26 de enero de 1996.

91
LA RENUNCIA QUE NO LLEGÓ.
LOS POLíTICOS EN LA MIRA.

La indiferencia general con la que Bordaberry ha caracterizado al clima que se vivió


cuando se produjeron los hechos de febrero, así como la postura de la izquierda que, a
través de distintos gestos políticos, demostró que creía posible canalizar los postulados de
los comunicados de las Fuerzas Armadas hacia su propio camino, le da pie para hacer las
siguientes puntualizaciones: "¿Cómo se confirma que la izquierda trataba de asociarse al
nuevo poder? Simplemente porque en febrero de 1973, no hizo nada. No hubo ni una
huelga, no hubo manifestaciones de ninguna clase. Trataron de leer los Comunicados 4 y 7
de un modo favorable e, incluso, dieron pasos de aproximación a las Fuerzas Armadas. En
realidad, fue todavía peor. En marzo de 1973, los Comandantes en Jefe fueron a pedirme
opinión sobre una propuesta que les había hecho llegar la Convención Nacional de
Trabajadores (CNT), para hacer un día de paro general en homenaje a las Fuerzas Armadas.
Y yo les dije que no podía ser siquiera que ellos consideraran esa propuesta, ya no que la
aprobaran o que la rechazaran. Que no debían considerarla. Les hablé largamente. Y
después me enteré que, al salir de la reunión, Chiappe Posse había dicho 'menos mal que
vinimos a hablar con el Presidente'. Aparentemente, en forma ingenua, los Comandantes en
Jefe estaban dispuestos a aceptar ese paro general de la CNT en homenaje a las Fuerzas
Armadas. Entonces, la izquierda, que en febrero no había hecho nada para oponerse a los
planteamientos de los militares, y que, además, había tratado de acercarse a las Fuerzas
Armadas con gestos como el que acabo de relatar, en junio de 1973 declaró la huelga
general por tiempo indeterminado. Y esto lo hicieron porque comprendieron que perdían su
bastión, es decir, el Parlamento. Se die. ron cuenta de que quedaban en el ostracismo."
Bordaberry ha afirmado que las Fuerzas Armadas no le comunicaron en forma
personal la intención de desconocer la autoridad del nuevo Ministro de Defensa Nacional.
Y que, por lo tanto, su respuesta tampoco tuvo aquel carácter. Contestó el planteamiento de
los milita-

93
res, expresado en primera instancia en el Comunicado No.4 y, además, en la inconfundible
serie de actos que protagonizaron, como toma de radios, etc., en forma pública.
Es importante señalar que, según él mismo lo dice ahora, en aquel momento seguía
considerándose un demócrata: "Yo todavía estaba pensando defender la democracia. No
hay que olvidado. Conjuntamente con el desarrollo de estos hechos se irá dando la
evolución de mi pensamiento. Yo había sido electo por el sistema político democrático, en
el cual, además, me había formado. Y me parecía que era el único que podía existir. Yo
había participado en él como senador, como ministro, con Nardone en la Liga Federal de
Acción Ruralista. El nombramiento de Francese también obedeció a la idea de que con él
podría defender a la democracia. Que él tenía autoridad sobre las Fuerzas Armadas, lo cual
no significaba dejar de combatir a los tupamaros. Ni dejar tampoco de combatir a la
deshonestidad o a la corrupción. No podíamos, por ejemplo, aceptar la corruptela
desvergonzada que se había dado en la Junta Departamental de Montevideo. Habíamos
pasado todos los antecedentes al Tribunal de Cuentas y habíamos recibido su informe sobre
el manejo irregular de las finanzas de la Junta. Estábamos por empezar los procedimientos
legales, pero antes de que lo hiciéramos intervino el ESMACO. Ellos querían
protagonismo. Lo de la Junta Departamental fue un escándalo. Y esto también hay que
considerado como uno de los elementos que llevaban a la inevitable colisión entre el
sistema político y las Fuerzas Armadas. Pacheco se lo veía venir, pero, tal como se lo había
dicho a mi señora, él no podría estar cuando se produjera."
La irregular gestión administrativa en la Junta Departamental de Montevideo,
había dado lugar a planteamientos de la Junta de Comandantes en Jefe, quienes se habían
expedido en enero de 1973 en una nota enviada al Presidente Bordaberry, declarando que
tal situación podía causar un estado de conmoción interna. Lo cierto es que las Fuerzas
Armadas, excediendo largamente sus funciones, intervinieron directamente y detuvieron a
varios ediles. Como un mero hecho anecdótico, Bordaberry narra que, antes de ser
Presidente de la República, en tiempos en los cuales no ocupaba ningún cargo político, él
estaba comiendo en el restaurante "El Aguila", a un costado del teatro Salís, y veía salir a
los mozos cargando bandejas repletas de comida y de bebidas que se dirigían a la Junta
Departamental que se encontraba sesionando a pocas cuadras de ahí. De la ola de
denuncias por corrupción, de los procedimientos militares y judiciales, de los ediles
detenidos, de los comentarios escandalizados de la opinión pública, ha quedado como un
símbolo recordatorio la construcción utilizada actualmente como estacionamiento de
automóviles, una explanada incom-
94
prensible para quienes no conocen su origen, ubicada frente al Banco Central. Son los
restos de lo que iba a ser la lujosa sede de la Junta Departamental de Montevideo, obra
interrumpida en aquel momento y que ha permanecido inconclusa hasta hoy.
Resulta interesante seguir analizando lo que se ha llamado la evolución del
pensamiento del Presidente Bordaberry. En la carta personal que le envió al senador
Vasconcellos, antes de que se realizara la reunión de Boiso Lanza, no sólo se declaraba
contra la posibilidad de un quiebre democrático sino que, además, reafirmaba su voluntad
de entregar el poder únicamente a quien determinara la voluntad soberana del pueblo. Lo
contrario, sostenía, sería un desvarío. A su vez, en la alocución por radio y televisión,
nuevamente hizo profesión de fe democrática, en una actitud tan transparente que mereció
elogios del propio Vasconcellos.58 Para Bordaberry, el senador Vasconcellos era una
persona honesta: "Se trataba de un hombre de ideas contrarias a las que yo tengo hoy, pero
que las defendía con rigor y con gran valor."
¿Cómo fue produciéndose el cambio en las ideas del Presidente de la República
respecto al sistema democrático? Expresa Bordaberry: "Insisto en que yo nunca negué que
fui senador, que fui ministro y que llegué a la Presidencia participando de la adhesión al
sistema democrático liberal. Incluso, el propio decreto de disolución de las Cámaras, está
bastante influenciado por esas ideas. Aun el 27 de junio de 1973. Pero, como ya lo he dicho
en algún reportaje, fue a partir de febrero que mi fe en la democracia comenzó a flaquear.
Cuando vi cómo reaccionaron los integrantes de los Partidos Políticos, cuando comprobé
que no se alteraban demasiado porque hubiera habido una violación flagrante de la
Constitución por parte de las Fuerzas Armadas, cuando me di cuenta de que iban a negociar
con los militares para buscar una salida, sentí que flaqueaba mi fe, ya que los políticos
demócratas no tenían inconvenientes en conversar con quienes, precisamente, se habían
rebelado contra la Constitución democrática."
La actitud que asumió Bordaberry, según sus propias palabras, fue la de un
"observador". Desde que el 8 de febrero, después de llamar a la defensa de las instituciones,
se había asomado al balcón de la Casa de Gobierno en la Plaza Independencia y había
comprobado que el pueblo se mantenía al margen de lo sucedido, se dedicó a observar
cómo se desencadenaban los hechos. Así fue que, además de la notoria indiferencia general,
observó a varios políticos de los Partidos tradicionales tratando de negociar con las Fuerzas
Armadas, a la Marina desistiendo de la actitud de respaldar al Presidente, a los militares
mostran-

58. AmílcarVasconcellos. op. Cito

95
do sus grandes contradicciones en el contenido de los Comunicados 4 y 7, y a la izquierda
tratando de interpretados según sus finalidades políticas.

Al fin, evaluando el significado de la cadena de hechos que observaba, tomó la


decisión: "Entonces, resolví que sería yo quien iría a negociar a Boiso Lanza, lo cual, al
principio de la crisis, para mí hubiera sido inadmisible, ya que estaban en juego valores
innegociables. Y fui porque, al fin de cuentas, yo era el único que no había intentado hablar
con las Fuerzas Armadas. Es necesario decir que, dentro de los Partidos tradicionales, los
sectores de Pacheco y de Echegoyen, no buscaron ningún acercamiento con los militares,
al contrario, me apoyaron visitándome, incluso, en la residencia presidencial de Suárez.
También es verdad que el grupo de la Lista 15 del Partido Colorado no negoció con los
militares. En cambio, el doctor Sanguinetti me pidió que renunciara. Él niega que lo haya
hecho, en algo que ha publicado dice que no fue así, pero yo lo recuerdo muy bien. Yo no
tengo deseos de polemizar con Sanguinetti, digamos que uno de los dos está equivocado.
De lo que no tengo dudas es que un integrante del Partido Colorado me planteó la
necesidad de mi renuncia. Tanto fue así que me acuerdo perfectamente que yo pregunté
qué cosa podría ganarse con mi renuncia. ¿Que asumiera el Vicepresidente Sapelli? ¿Y qué
iba a hacer él? Para que lo hiciera Sapelli, lo hacía yo mismo que era el Presidente de la
República. Y tengo presente que se me contestó que al menos se trataría de un cambio de
personas. No fue la única vez que me pidieron algo similar. Ya conté que también Wilson
lo había hecho. De modo que yo era el único que estaba jugando una carta que me parecía
poco menos que sagrada y que, al fin de cuentas, no lo era tanto, desde el momento en que
los que se decían grandes defensores de la democracia y del sistema político no tenían
inconvenientes en acercarse a las Fuerzas Armadas. Y con la izquierda pasó lo mismo. El
proceso de mi pensamiento continuó evolucionando hasta que llegó al año 1976, momento
en el cual había que buscar una salida institucional. Aquello que dije con tanta firmeza y
convicción en la carta a Vasconcellos, lo mismo que en el discurso por la cadena de radio y
de televisión, lo hice porque lo creí honestamente. Y cuando llegué a 1976 'ya me definì
sin retorno en contra del sistema democràtico lieral.Aunque pienso que tambièn mi pasaje
por el Senado debe haber tenido su cuota de influencia en mi pensamiento.”

El Dr. Washington Beltràn conicidirìa mucho tiempo despuès del agitado febrero de
1973, en que era en ese mes, y no en junio, que debìa considerarse que se habìa producido
el verdadero golpe de estado. Y tambièn señalarìa lo complaciente que habìa resultado la
con-

96
ducta seguida por los actores políticos y sociales: "Reiteramos que nunca tuvimos dudas
sobre el juicio que el golpe de estado militar se dio en aquellas jornadas de febrero y que el
27 de junio fue el simple corchete de un proceso iniciado tiempo antes no sólo, subrayamos,
sin oposición, sino que y aunque parezca hoy increíble, con la aquiescencia de la simpatía
de componentes del sistema político y del gremial."59
Dos meses después de esas afirmaciones, sobrevendría un hecho que provocaría una
gran sorpresa y que el propio doctor Beltrán se encargaría de hacer público otra vez en la
página editorial de "El País".60
Planteando en primer término la pregunta -para; él hasta entonces sin respuesta- que
buscaba explicar la causa de que la conducta inconstitucional de las Fuerzas Armadas no
hubiera recibido una condena terminante de todo el sistema político, formulaba las
siguientes interrogantes: "¿Cuál fue la razón de aquella afonía cívica? ¿Qué paralizó la
resistencia democrática? Nunca nadie, en estos veintitrés años, lo dijo. Había una cima del
secreto a la qve jamás pudimos acceder. A lo más, frágiles rumores, ectoplasmáticas
habladurías. Nada más." Y a continuación hacía estallar la bomba, término que no parece
exagerado, como lo demuestra el título mismo que le diera a su editorial: "Una bomba en
nuestra historia". Así fue que reveló una carta del senador del Partido Nacional, Walter
Santoro, dirigida a la sección "carta de los lectores", en la que, en su parte medular,
afirmaba: "Lo real es que el 8 de febrero, en horas de la noche, se esperó que se ejecutara el
plan que se había estructurado entre las fuerzas políticas democráticas que esta ba
conformado sobre la base de la renuncia del Señor Bordaberry a la Presidencia de la
República y la constitución de un triunvirato provisorio con representantes de las fuerzas
políticas intervinientes, que llamaría a elecciones nacionales en setiembre. Todo fracasó
cuando el entonces Comandante en Jefe del Ejército, no encuentra apoyo en la reunión de
Jefes que se lleva a cabo en el acantonamiento militar del Camino Maldonado y procede a
renunciar, mientras en la Región Militar N° 1, al conocerse el hecho, se decide seguir
adelante, naturalmente, con otros propósitos. Lo demás es conocido. La verdad reside
realmente, en que hubo componentes políticos, en el preámbulo del 9, tremendamente
equivocados por una inocente y errónea información con respecto a las actividades del
Presidente y de las FF. AA, que culminó con la infantil decisión de invitar al Edificio
Estévez, para asistir a la renuncia del doctor (sic) Juan María Bordaberry.

59. Editorial del diario "El País", 18 de febrero de 1996.


60. Editorial del diario "El País" , 14 de abril de 1996.

97
El doctor Beltrán, después de declarar su estupefacción ante lo que revelaba la carta
de Santoro, expresaba: "¿Así que en febrero de 1973, en su raíz, estaban núcleos populares
y los partidos políticos? ¿Así que se había formalizado entre ellos un pacto para alejar a un
Presidente electo por la ciudadanía, no por la vía constitucional, la única válida, del juicio
político, sino por la fuerza de los hechos, con soluciones emanadas de ese origen fáctico,
como el triunvirato provisorio y nuevas elecciones?"

El senador Santoro en su carta no había dado nombres ni había explicado de qué


manera se llevaría adelante el plan, pero de todas formas, entre tantas otras, quedaba una
pregunta fundamental sin contestar: ¿Por qué no se había previsto que asumiera el
Vicepresidente Sapelli en el caso de que se lograra la renuncia del Presidente Bordaberry?
Los acercamientos de Wilson Ferreira Aldunate a los militares, por su parte, también
buscaron la renuncia de Bordaberry. Según lo admitió el Comandante Juan José Zorrilla, él
tuvo una reunión con el líder del Partido Nacional y con otras personas en un escritorio de
la calle Treinta y Tres. El plan de Ferreira Aldunate consistía en que, después de que
renunciara el Presidente Bordaberry, se haría una elección a fin de año con el sistema de
balIotage. Zorrilla aseguró que se opuso y que, además, sostuvo que si renunciaba
Bordaberry, quien debía sustituido, según la Constitución, era el Vicepresidente Sapelli.
Asimismo, declaró que sabía que Ferreira Aldunate le había hecho la misma propuesta al
Comandante en Jefe del Ejército.61 Bordaberry piensa que Ferreira Aldunate introdujo el
sistema de balIotage en el plan que le propuso a las Fuerzas Armadas, debido a que, muy
probablemente, debía estar convencido de que la elección sería muy reñida entre su grupo y
el Frente Amplio.
La renuncia de Bordaberry, buscada en las diferentes fórmulas manejadas por el
sistema político en las conversaciones con los representantes de las Fuerzas Armadas, no
llegó nunca. Después de Boiso Lanza, el acuerdo con los militares, dejó al Presidente de la
República, según ya se ha dicho, a la cabeza de un nuevo proceso político. Pero, ¿cuál era
el pensamiento de muchos de los integrantes de las Fuerzas Armadas? O, mejor dicho, ¿a
qué apuntaban especialmente, ya desde un tiempo antes? El anunciado rumbo de colisión
había ptoducido el grave choque presagiado, mientras los militares parecían decididos a
continuar con la lucha contra los actos de corrupción que habían contribuido de modo
fundamental al desprestigio de los actores políticos. Para las Fuerzas Armadas, o para una
parte de ellas, se trataba de com-

61. Alfonso Lessa, "Estado de guerra", Editorial Fin de Siglo, Montevideo, 1996.

98
batir a toda costa los llamados delitos económicos. Todos los políticos estaban en la mira y,
en especial, los de renombre.
A tal grado había llegado la desconfianza que los militares mostraban frente a los
políticos que el simple hecho de que Bordaberry viva hoy en un apartamento del Centro de
Montevideo, también puede explicarse por la necesidad que sentían los que actuaban en la
vida pública de no contribuir con actos, de la naturaleza que fueran, a que las Fuerzas
Armadas dudaran de su integridad moral.
Cuando Bordaberry fue elegido Presidente, estaba viviendo, como ya se ha dicho,
en la casa de la Avenida Suárez, una construcción que había sido hecha por su abuelo, de
modo que tenía varios años. Considerando que, cuando se mudara a la residencia
presidencial, su casa particular permanecería cinco años deshabitada, Bordaberry pensó
que, a pesar de los arreglos que la habían mejorado, terminaría deteriorándose totalmente.
Decidió entonces venderla y comprarse un apartamento en 26 de Marzo y la rambla, un
lugar de una belleza excepcional, de cara al Río de la Plata. Mientras durara su mandato,
alquilaría el apartamento y de ese modo aliviaría la carga económica que le imponía la
compra. El apartamento costaba 80.000 dólares -una cifra muy elevada para la época, poco
después de febrero de 1973- de los cuales pagaría una parte al contado, obtenidos por la
venta de su casa, mien tras que el resto lo amortizaría durante los años que fuera Presidente.
Cuando dejara de serio, se mudaría para su nuevo apartamento. El acuerdo comercial estaba
a punto de ser cerrado, Bordaberry incluso ya había vendido la casa de Suárez. Sin
embargo, llegado el momento de concretado, no se decidió a dar el último paso, de modo
que terminó quedándose sin su casa de Suárez y sin el apartamento que nunca llegó a
comprar: "Un día me di cuenta de que yo no podía hacer eso. La explicación de cómo
compraba y de cómo financiaba esa compra no se la podía dar al gran público. Lo único
que le iba a llegar a la gente sería que el Presidente se había comprado un apartamento de
80.000 dólares, en aquel momento una suma muy importante. Y la noticia, además y
especialmente, le iba a llegar a las Fuerzas Armadas, en las cuales había quienes trataban de
desprestigiarme. Me pareció que iba a terminar convirtiéndose en un hecho muy negativo,
que me iba a quitar autoridad moral. De modo que decidí que no compraría el apartamento.
Cuando en 1976 los militares me retiraron su confianza y dejé la Presidencia, alquilé el
apartamento en el cual sigo viviendo, ya que no tenía una casa propia a la cual mudarme.
Mucho tiempo después de que yo desistiera de comprar el apartamento de la calle 26 de
Marzo, mi hermano adquirió una casa muy hermosa en Carrasco que más tarde tuvo que
vender. Y la noticia llegó deformada al ESMACO, lo que

99
recibieron los militares fue que era yo el que se había comprado esa propiedad de
muchos miles de dólares. Dentro de las Fuerzas Armadas había, sin duda, una
corriente que había sido muy permeable a la prédica de los tupamaros contra los
ricos. Se trataba de un sector de militares a los cuales se los había convencido de
que era verdad aquello que repetían los izquierdistas en el sentido de que las
Fuerzas Armadas eran el brazo armado de la oligarquía."
Josefina Herrán ha manifestado que, al enfrentarse a la necesidad de dejar la
residencia presidencial, estaba muy angustiada, ya que tenían que mudarse, pero no
sabían adónde ir: "Habíamos vendido la casa de la avenida Suárez. Necesitábamos
un lugar donde entrara toda la familia, los nueve chicos y nosotros. Durante varios
días recorrí decenas de casas y departamentos para alquilar. Tampoco contábamos
con muchos recursos. Durante los años de la Presidencia, mi esposo había
descuidado el campo que fue siempre nuestra única fuente de ingresos. Una noche
me desperté a las cuatro de la madrugada y le dije a mi marido: 'El departamento
de la avenida Agraciada que vi esta tarde es el que nos sirve. Podemos poner
cuchetas en los cuartos y de esa manera entraremos todos'. El alquiler era de dos
mil pesos de la época, exactamente lo mismo que tiempo después y luego de
mucho batallar cobraría Juan María de jubilación."62
Otro político al que los políticos observaban con especial atención, aun antes
de 1973, era el doctor Jorge Batlle, actual Presidente de la República. Cargando
sobre sus espaldas con el fardo de la llamada "infidencia", extremo que nunca fue
cabalmente demostrado, Batlle se enteró de que las Fuerzas Armadas se habían
llevado detenido al actuario del juzgado en el cual estaba radicada la denuncia por
el delito que se le imputaba. La supuesta infidencia había sucedido muchos años
antes y habría consistido en que el doctor Jorge Batlle, después de que se tomara
confidencialmente la decisión de devaluar en un importante porcentaje el peso
uruguayo, la habría transmitido a varias personas para que rápidamente obtuvieran
grandes ganancias. Se decía, por ejemplo, que había pasado la información a varios
especuladores. Para Bordaberry, lo de la infidencia fue una calumnia: "A Jorge lo
recuerdo porque fuimos compañeros en el Colegio Alemán y después en la
Facultad de Derecho. Durante un tiempo me retiró el saludo. Ahora dejé de verlo.
Nunca entendí lo de la infidencia de la que se le acusaba. Si la infidencia que
alguien comete consiste en decir que va a haber una devaluación, no es una
infidencia, es una tontería. Si ese alguien realmente tiene mala fe, se guarda la
información y calladamente

62. Diego Fischer y Rosario Cecilia, op. Cit.

100
se pone a comprar dólares. Aquello fue una especie de misil que dispararon contra
Jorge."
Batlle, después de que el actuario fuera detenido, decidió pasar a la ofensiva.
El mediodía del 25 de octubre de 1972 apareció en televisión para atacar con
dureza la actitud de los militares. Dijo que las Fuerzas Armadas no estaban
cumpliendo con su deber, que se estaban arrogando la facultad de cumplir con el
resguardo de la moral pública. Según Bordaberry, lo que hizo Batlle fue poner en
acción una jugada estratégica para ventilar el hecho ante la ciudadanía de modo
que su probable prisión no permaneciera oculta: "A mi juicio, con razón, Batlle
quiso de esa manera provocar su arresto, ya que era mejor que fuera así, que se lo
llevaran públicamente en lugar de que lo hicieran en forma clandestina. Estoy
seguro de que las actuaciones militares se debían a la influencia que habían tenido
los tupamaros sobre algunos oficiales acerca de sus opiniones sobre los delitos
económicos."
Bordaberry, ya enterado de la aparición de Batlle en la televisión, llegó a la
residencia presidencial de Suárez y se encontró con que su esposa estaba muy
preocupada porque también había escuchado sus declaraciones contra las Fuerzas
Armadas. Recuerda Bordaberry: "Los militares reaccionaron de inmediato. Por sus
manifestaciones en la televisión lo acusaron de haber atacado a la fuerza moral de
las Fuerzas Armadas. Jorge se ocultó y mandó decir que no se entregaría,
advirtiendo, además, que estaba armado. A mí me pareció que con su gesto había
demostrado un gran valor. A través de Sanguinetti, quien había sido compañero
mío en la Facultad de Derecho, cuando después de casarme retorné los estudios, ya
que él es menor que yo, le mandé un mensaje a Jorge pidiéndole que se entregara.
Yo estaba seguro que ellos dos se veían, por eso tomé esa decisión. Y también le
hice saber que no le iba a pasar nada. Que le garantizaba que iría a la Región
Militar N° 1, en Agraciada y 19 de Abril, una gran mansión que no tenía calabozos.
Que se presentara con su abogado y con el juez, que yo me encargaría de tomar las
medidas necesarias para que en ese momento estuviera presente la prensa. Jorge
mandó decirme que no pensaba entregarse. Pero yo insistí tanto que, finalmente, un
día vino Sanguinetti a verme y me dijo que Jorge estaba dispuesto a hacerla, que se
entregaría. Yo hablé con los representantes de las Fuerzas Armadas y, tal como me
había comprometido, estuvo detenido en la Región Militar N°1. Jorge se entregó en
la sede del diario "Acción", desde donde fue conducido a esa unidad militar.
Después se presentaron sus abogados, la doctora Adela Reta y el doctor Santiago
Rompan, así como el juez militar, quien también era abogado, el doctor Hermes
Sosa Ylla. De modo que se dio lo contrario de lo que él temía que le pasara. Yo le
había mandado decir
101
con Sanguinetti que, a lo sumo, estaría quince días preso. Y así fue. No pasó más
nada. Creo que Jorge nunca me lo perdonó. A raíz de este hecho, se retiraron del
gabinete los ministros de la Lista 15, Pintas Risso, Forteza y el propio Sanguinetti.
Las Fuerzas Armadas llevaban a cabo ciertos procedimientos, digamos que
clandestinamente. De vez en cuando, yo tenía noticias. de que habían detenido a
alguien. Estaban suspendidas las garantías individuales por el propio Parlamento,
no hay que olvidarlo."
El doctor Jorge Peirano Facio, banquero y político, también fue detenido
por las Fuerzas Armadas, aunque esto sucedió al año siguiente de la detención de
Jorge Batlle:63 "Había sido profesor mío en la Facultad de Derecho, recuerdo que
siempre me había distinguido de un modo especial como alumno. Él era alrededor
de 10 años mayor que yo. Con el paso del tiempo mantuve cierta amistad con él, no
muy grande, pero nos conocíamos bien. A pesar de que él había sido ministro de
Pacheco, cuando yo integré el gabinete de ese mismo gobierno ya no coincidimos",
recuerda Bordaberry.
Para Bordaberry, continuaba haciéndose sentir la influencia de los
tupamaros sobre un grupo de oficiales, lo que explica que en 1973, entre varias
personas que fueron detenidas por las Fuerzas Armadas se encontrara el doctor
Peirano Facio: "Estábamos reunidos en el cónclave del hotel Nirvana. Hubo dos
cónclaves, uno en San Miguel, en agosto, y otro en el Nirvana, para tratar todo lo
relativo a los entes autónomos. Mientras se desarrollaba la reunión, me llegó la
noticia de la detención de Peirano Facio. A mí me parecía evidente que los
oficiales estaban siguiendo al pie de la letra la lista que aparecía publicada a cada
rato en el diario 'El Popular', el órgano del Partido Comunista. Y cuando me
enteré de que Peirano Facio estaba en prisión, me indigné. Se lo habían llevado al
Regimiento de Artillería de la calle Burgues. Llamé al Comandante en Jefe del
Ejército, el General Chiappe Posse, un hombre muy vivo, muy inteligente, y le
dije que al otro día de mañana -en ese momento ya era de noche- salíamos los dos
en helicóptero, bajábamos en el patio de armas del Regimiento y nos traíamos a
Peirano."
El General Chiappe le contestó "muy bien, señor Presidente". A eso se
limitó su respuesta. Bordaberry asegura que esa noche durmió muy mal, debido
a la preocupación por lo que acababa de sucederle a Peirano Facio. Muy
temprano, a la mañana siguiente, Bordaberry sintiò

63. Falleció el 20 de abril de 2003, Nuevamente estaba procesado y detenido en la Cárcel


Central, esta vez acusado por la justicia civil, por delitos que se le imputaban a raíz de su
actividad financiera. Bordaberry declara que si hubiera sido una persona desconocida
hubiera asistido al entierro, pero que dadas las actuales circunstancias del Uruguay, le
pareció más conveniente no hacerla.
102
el característico ruido del helicóptero y escuchó los golpes de Chiappe Posse en la
puerta para anunciarle que había llegado. De inmediato, el militar se puso a su
disposición y le dijo que el helicóptero estaba pronto, que cuando el Presidente lo
ordenara podrían salir para dirigirse al Regimiento a buscar al doctor Peirano. Sin
embargo, antes de abordar la nave, Chiappe Posse le pidió autorización para decirle
algo. Bordaberry, por supuesto, le pidió que hablara. Y el militar le hizo conocer su
opinión sin rodeos. Recuerda Bordaberry: " Me dijo que si yo quería ir a buscar a
Peirano, tal como se lo había anunciado la noche anterior, él iría conmigo, que el
helicóptero, como yo podía comprobarlo, estaba esperándonos. Y que si íbamos,
salíamos con Peirano, que yo no tuviera dudas de que eso podíamos hacerla. Pero -
con toda sinceridad- agregó que él creía que yo estaba a punto de cometer un grave
error. Que si yo me interesaba de esa manera por Peirano, mis enemigos iban a
aprovechar para decir que lo hacía porque tenía ciertos asuntos con él. Los Peirano,
es sabido, eran personas que manejaban mucho dinero, que estaban en muchos
negocios, pero yo no creía que por eso fueran delincuentes. Se trataba de un
problema más profundo, el de la confusión del poder político con el poder
económico. Para la opinión pública y, en especial, para las Fuerzas Armadas,
debido a la prédica de los tupamaros, Peirano Facio era un símbolo de ese poder
económico. Y Chiappe Posse me decía que seguramente iban a hacer correr la
versión de que yo tenía una relación de naturaleza económica con Peirano. Agregó
que si eso pasaba se convertiría en , un hecho muy negativo. Y terminó con algo
que recuerdo muy bien: 'Porque usted es lo único que nos queda. Es al único que
no han podido imputarle nada'. Esto fue en octubre de 1973. Evidentemente, había
grandes luchas internas en las Fuerzas Armadas."
Después de las palabras de Chiappe Posse, el Presidente Bordaberry valoró
la opinión que acababa de recibir del Comandante en Jefe del Ejército y resolvió
desistir de su idea de ir al Regimiento a sacar al detenido Jorge Peirano Facio.
La actividad de los tupamaros tratando de captar la opinión de los oficiales
fue tan convincente que, según Bordaberry, cierta madrugada, los generales
Alvarez y Cristi, en traje de fajina, lo despertaron para comunicarle la buena
noticia de que se había terminado la guerra. Los animaba cierta euforia, por eso lo
habían sacado de la cama para asegurarle que los tupamaros habían decidido
rendirse. Relata Bordaberry: "De acuerdo a lo que me dijeron los dos, los
tupamaros sostenían que desde que estaban presos en las unidades militares,
habían aprendido a conocer a las Fuerzas Armadas, lo que les había permitido
entender que no eran lo que ellos pensaban. Y que, aun desde

103
sus prisiones, estaban dispuestos a trabajar para la reconstrucción del país. Que, en
realidad, lo harían desde el lugar en que se los pusiera."
Bordaberry les contestó a los generales que lo habían despertado que se
alegraba de que los tupamaros hubieran decidido rendirse, que si era así, por fin se
terminaría todo. Es decir, que si se rendían, realmente deberían hacerla sin
condiciones. Que serían juzgados y que si resultaban culpables serían sentenciados
y condenados. Y que si, por el contrario, resultaban inocentes, quedarían en
libertad. Pero que de ninguna manera admitiría que las Fuerzas Armadas
negociaran con ellos. "Por eso es que en algún momento llego" a publicarse un
documento en el que los tupamaros me señalaban como el responsable de que no se
aceptara aquello que se llamó la tregua", agrega Bordaberry.
Tanto Alvarez como Cristi se habían mostrado partidarios de aceptar, al
menos en aquella madrugada que despertaron a Bordaberry, como ciertas las
intenciones de colaboración de los tupamaros: "Pero yo me negué rotundamente.
Esa influencia sobre las Fuerzas Armadas persistía. Y por eso Chiappe Posse me
dijo que yo era lo único que les quedaba. Se refería a eso. Y también fue por esa
razón que yo acepté su punto de vista sobre la inconveniencia de ir a sacar a
Peirano de la prisión. Yo tenía conciencia de que si les daba la menor oportunidad
de acusarme o de señalarme como culpable de alguna conducta inmoral o de
delitos económicos lo iban a hacer sin dudar. Al final, Chiappe Posse me dijo que
iba a tratar de que a Peirano lo sacaran más o menos rápido. Salió a los tres días.
Pero lo pasó muy mal. No lo trataron nada bien."

104
AQUEL DíA DE JUNIO.
DESPUÉS DE LOS DISCURSOS.

Al recordar la negativa del Parlamento de votar el desafuero del senador


Enrique Erro, solicitado por la Justicia Militar, Bordaberry analiza algunos hechos
que hablan del grado de tirantez al que habían llegado las relaciones entre el Poder
Legislativo y las Fuerzas Armadas: "Al desafuero de Erro se opuso la izquierda,
pero también se opusieron algunos blancos, como el escribano Dardo Ortiz. La
votación fue muy apretada, triunfó la posición negativa por muy pocos votos. Lo
cierto es que había pruebas de la vinculación de Erro con los tupamaros. Antes, un
diputado frenteamplista, Leonel Ferrer, para evitar que las Fuerzas Armadas lo
detuvieran, había entrado al Parlamento como suplente de un diputado que había
pedido licencia. De ese modo, Ferrer quedaba amparado por los fueros
parlamentarios. Y los aprovechó para irse a Buenos Aires, donde nunca más se
supo de él. Además, está el caso de Amodio Pérez. Era evidente que el Parlamento,
especialmente a partir de febrero de 1973, quería enfrentar de todas formas a las
Fuerzas Armadas. Me parece que les tenían más miedo a los militares que a los
tupamaros. Amodio Pérez fue detenido y habló. Su información fue muy valiosa. Y
a cambio de ella negoció la libertad con las Fuerzas Armadas. Lo enviaron al
exterior, a México, según se me informó en aquel momento."
De acuerdo a lo que dice Bordaberry, los legisladores, que buscaban razones
para atacar a las Fuerzas Armadas, invocaron un comunicado de las Fuerzas
Conjuntas en el que se había dado la noticia de que Amodio Pérez había sido
capturado. Y manifestaron su intención de saber qué era lo que había pasado con
él, ya que había transcurrido mucho tiempo desde que se hiciera público el
comunicado y seguía sin tenerse noticias del detenido. Los legisladores -afirma
Bordaberry- sabían que Amodio Pérez estaba en el exterior, de modo que si
lograban que se reconociera que el detenido había salido del país, hubieran podido
condenar el procedimiento de las Fuerzas Armadas, ya que no tenían facultades
para sacar del Uruguaya un tupamaro preso a cambio

105
de información. Y como los legisladores no estaban enterados de que hubiera sido
puesto a disposición de la justicia ni tampoco que hubiera sido liberado, repetían
que querían verlo. La pregunta reiterada era ¿dónde está Amodio Pérez, lo
mataron? La contestación que recibían indicaba que él estaba vivo, pero los
legisladores insistían: tenían que verlo: "Fue una comisión parlamentaria a un
cuartel que -me parece estaba en el Camino Castro. En ese lugar citaron a sus
integrantes. Insisto en que Amodio ya no estaba en el país. Y cuando los
integrantes de la comisión llegaron al cuartel se encontraron con que en la puerta
estaba esperándolos el Coronel Trabal, quien les negó la entrada. Explicó que tenía
órdenes superiores de no dejarlos pasar, de modo que la comisión tuvo que irse sin
entrar. Habían querido poner a las Fuerzas Armadas en la disyuntiva de reconocer
que habían matado a Amodio Pérez o que lo habían hecho salir para el extranjero."
Al plantearle a Bordaberry la duda sobre si hubiera podido evitarse la
disolución del Parlamento en caso de que el desafuero de Erro se hubiera aprobado,
contesta: "Se daban actos muy hostiles contra las Fuerzas Armadas. Y el caso Erro
desbordó el vaso, fue la gota final."
Por supuesto, parecería que no fue la oposición del Parlamento a votar el
desafuero de Enrique Erro la causa esencial de la decisión que se tomó el 27 de
junio de 1973. Bordaberry ya ha aportado varios de los elementos que, a su juicio,
indicaban que el rumbo que llevaban el sistema político y las Fuerzas Armadas
harían inevitable la colisión. De modo que podría decirse que la negativa a votar el
desafuero de Erro, fue la razón circunstancial que culminó un largo proceso de
enfrentam ientos.
Bordaberry insiste con que resultaba inadmisible que, desde tiempo atrás,
legisladores que, obviamente, gozaban de los privilegios que les daban los fueros
parlamentarios, aprovecharan su condición para mantener conversaciones con los
tupamaros, es decir, con sediciosos que actuaban al margen de la ley. Este extremo
de los encuentros de políticos con los tupamaros ya ha sido demostrado
abundantemente en distintas publicaciones.64
El caso de Wilson Ferreira Aldunate, resulta para Bordaberry uno de los
ejemplos claros de esa actitud ilícita de algunos legisladores, postura que, en
definitiva, justificaba que se tomara la decisión radical del disolver el Parlamento.
El político nacionalista -afirma Bordaberry-además de haberle hecho un daño muy
grande al país con la acusación de fraude en las elecciones de 1971, de haber
intentado que las Fuerzas

64. Entre otras, en "Estado de Guerra" y en "La revolución imposible", de Alfonso Lessa, y
en "Mujica" y en "Las vidas de Rosencof', de Miguel Ángel Campodónico.
106
Armadas respaldaran su plan político que incluía la renuncia del Presidente y la
realización de elecciones con ballotage, se había reunido varias veces con los
tupamaros. Lo mismo que Héctor Gutiérrez Ruiz: "La acusación de fraude,
además, le provocó un grave daño al Uruguay. Todo el mundo seguía con gran
expectativa lo que sucedía en nuestro país debido a la aparición de los tupamaros.
Hasta ese momento, en el exterior nos conocían sobre todo por el fútbol. Pero, de
pronto, empezó a hablarse de la guerrilla urbana, una táctica novedosa en el
continente, ya que lo que imperaba era la guerrilla rural. Y resulta que, además,
cuando en 1971 se celebraban las elecciones, había aparecido el Frente Amplio,
una fuerza de izquierda que, al parecer, iba a obtener la victoria. Pero triunfé yo, el
candidato oficialista. Entonces, Wilson salió a decir que se había producido un
fraude, que las elecciones estaban viciadas. Yeso era mentira, pero en muchas
partes del exterior creyeron que el Gobierno uruguayo lo había estafado. La Corte
Electoral siempre actuó con independencia, como lo demuestra, por ejemplo, el
hecho de que en 1980 la reforma constitucional que los militares sometieron a la
consideración de la ciudadanía no resultara aprobada."
A pesar de la oposición que Ferreira Aldunate ejerció contra el gobierno de
Bordaberry y de su casi permanente choque con las Fuerzas Armadas, se han
recordado las ideas que expuso al hacer uso de la palabra en la Asamblea General,
en mayo de 1972, al apoyar en el Parlamento la primera prórroga del estado de
guerra interno solicitada por el Poder Ejecutivo. Dijo en ese momento: "A veces
incurrimos en algunos riesgos; eso puede ser el precio que hay que pagar para
evitar otros mayores. Pero los riesgos estaban latentes y derivaban no de una
alguna circunstancia jurídica, no de lo que la Asamblea votaba o de las facultades
que otorgaba, sino de un fenómeno psicológico muy previsible que era la
utilización de la expresión 'Estado de Guerra'; no de las consecuencias del instituto,
repito, sino de lo que la mentalidad de la gente iba a poner -no podía dejar de
poner- en esta declaración de la Asamblea General que, aunque dijera que estaba
referida expresamente a algún fin determinado, expresaba: estamos en guerra, se
declaró la guerra, 'estado de guerra', así lo anunció la prensa con enormes titulares.
Puede ser que haya influido psicológicamente, que haya aumentado la tensión con
que las Fuerzas Armadas cumplían su tarea."65
En cuanto a los contactos que mantuvo Héctor Gutiérrez Ruiz con los
tupamaros, Bordaberry recuerda las afirmaciones que en 1997 hizo Marcos
Gutiérrez, hijo ya fallecido del político blanco, en el sentido de que su padre había
hecho un acuerdo con los integrantes del

65. Doctor Alvaro Pacheco Seré, "La identidad nacional yel poder politico", impreso en
Pesce S.R.L, Montevideo, 1987.
107
Movimiento de Liberación Nacional para conseguirles un contacto que les
permitiera vender una parte del oro robado y de ese modo lograr una financiación
para el diario "El Debate". Asimismo, Marcos Gutiérrez contaba cómo había
pasado los lingotes y afirmaba que los encuentros con los tupamaros eran
semanales, al tiempo que sostenía que a su padre lo separaba un abismo absoluto
con los tupamaros, pero que entre ellos había ciertas afinidades en la lucha contra
el "pachecato".66
"Antes del 27 de junio, ya estábamos hablando de que sería necesario tomar
la medida de disolver el Parlamento. Que no habría más remedio. En mi discurso,
incluso, dije que yo sabía que mi nombre iba a quedar atado para siempre a ese
episodio. Que tenía conciencia de eso. Claro, yo podía haber dicho que por ese
camino no iría, pero si no lo dije fue porque estaba convencido de que había que
hacerlo", afirma Bordaberry.
El texto del decreto de disolución de las Cámaras, revisado por Bordaberry,
y al que él mismo le hizo algún agregado, fue básicamente obra del doctor Alvaro
Pacheco Seré: "Se trataba de un texto que debía ser muy jurídico, por eso intervino
en su redacción Pacheco Seré, un distinguido jurista. Las Fuerzas Armadas no
participaron para nada en su redacción. El decreto salió de la Casa de Gobierno y
fue a la residencia presidencial de Suárez, donde lo firmé de madrugada. Demoré
en hacerlo porque en ese momento todavía había ministros que no me habían
comunicado su decisión. Yo quería que los que no estuvieran de acuerdo y que, por
lo tanto, no iban a firmar el decreto, se fueran antes, ya que no tenía la intención de
exponerlos a la violencia de que tuvieran que negarse a firmar. Pero fueron más los
ministros que se quedaron que los que se fueron."
A propósito de los ministros que se vieron enfrentados a la necesidad de
respaldar el decreto de disolución del Parlamento o de alejarse del gobierno, es
necesario recordar cuál fue la decisión de cada uno de los integrantes del gabinete.
Permanecieron, acompañando al Presidente Bordaberry: el Coronel Néstor
Bolentini, en el Ministerio del Interior; el doctor Walter Ravenna, en el Ministerio
de Defensa; el doctor Juan Carlos Blanco en el Ministerio de Relaciones
Exteriores; el contador Moisés Cohen, en el Ministerio de Economía; Benito
Medero en el Ministerio de Ganadería y Agricultura; Carlos Abdala, en el
Ministerio de Trabajo; Francisco Mario Ubillos, en el Ministerio de Transporte,
Comunicaciones y Turismo. Mientras que se alejaron del gobierno: José María
Robaina Ansó, del Ministerio de Educación y Cultura (pertenecía a la Unión
Cívica); Ricardo Zerbino, de la Oficina de Planeamiento;

66. Semanario "Búsqueda", jueves 28 de agosto de 1997


108
Jorge Presno, del Ministerio de Industrias (fue Ministro durante un mes, había
sustituido a Luis Balparda Blengio); el doctor Pablo Purriel, del Ministerio de
Salud Pública; el Teniente Coronel Angel Servetti, del Ministerio de Obras
Públicas.
El doctor Purriel, un socialista de vieja data, le envió una carta a
Bordaberry, fechada el 26 de junio, que se dio a conocer públicamente. En ella le
decía que en el tiempo en el que había actuado al frente de la cartera de Salud
Pública había tenido "el honor y el placer de conocer a un hombre recto, con
sentido moral y con un gran espíritu de justicia, quien deja en mí un sentimiento de
admiración que ha de ser imborrable: ese hombre es usted, señor Presidente." Y
más adelante, agregaba: "Acontecimientos actuales me imposibilitan
espiritualmente seguir ocupando este cargo y al dejarlo con emoción y dolor,
agradezco el apoyo y la colaboración con que usted me honró durante mi estada en
el Ministerio."67
También Jorge Presno, con fecha 10 de julio de 1973, le envió una carta al
Presidente -que no se dio a conocer en forma pública- en la cual expresaba que
trabajar con él había sido "un honor" y que había "admirado su espíritu de
abnegación y sacrificio en el cumplimiento del deber." Finalmente, le agradecía "el
respeto que había tenido por la discrepancia" y le expresaba que la firmeza de sus
convicciones tuvo como inseparable compañía el gran pesar de no poder seguir
acompañándolo, en el corto tiempo en que habían coincidido en el gobierno.
Por su parte, el Teniente Coronel Angel Servetti, en realidad, fue desplazado
por los propios militares, a quienes, según relata Bordaberry, no les caía bien que
un oficial en actividad tuviera un cargo civil de jerarquía. "Esto me lo dijo Chiappe
Posse, muchas veces", recuerda Bordaberry. Su nombramiento se había debido a
que el Presidente, de acuerdo a la eficacia que Servetti había demostrado en un
cargo anterior, lo consideraba una persona muy ejecutiva, ideal para el cargo de
Ministro de Obras Públicas.
La demora en firmar el decreto de disolución del Parlamento, en tanto
Bordaberry seguía en la residencia presidencial del Suárez esperando a tener la
respuesta de todos los ministros, con algunos de los cuales todavía estaba
conversando explicándoles la resolución que iba a tomar, tenía algo inquieto a
Chiappe Posse, quien se ocupaba de hacerle llegar al Presidente la información de
que el operativo militar estaba pronto y que, por lo tanto, ya podía ponerse en
ejecución.

67. "El Diario", miércoles 27 de junio de 1973.

109
Y a las cinco de la mañana del 27 de junio, todas las radios del país, es decir,
tanto las privadas como las del Estado, comenzaron a transmitir en cadena marchas
militares y música folclórica, matizadas con los comunicados emitidos por el Poder
Ejecutivo. El primero que se transmitió daba cuenta de la disolución del
Parlamento y explicitaba los considerandos del decreto en los cuales se basaba la
decisión. Asimismo, ese día se supo que los jefes de los informativos de las
emisoras habían sido citados para comparecer en la sede del Estado Mayor
Conjunto.
El decreto del 27 de junio establecía, en su numeral segundo, la creación de
un Consejo de Estado que desempeñaría las funciones específicas de la Asamblea
General y que debería "controlar la gestión del Poder Ejecutivo relacionada con el
respeto de los derechos individuales de la persona humana y con la sumisión de
dicho Poder a las normas constitucionales y legales". El Vicepresidente de la
República, Jorge Sapelli, hizo conocer públicamente una declaración en la que
sostenía que no había tenido participación alguna en los acontecimientos vividos
en los últimos días y en la que hacía conocer el ofrecimiento que le había hecho
Bordaberry de presidir aquel Consejo. Esa declaración fue contestada por el
Presidente de la República en una carta fechada el 1 de agosto de 1973, en la que
puntualizaba que era cierto que Sapelli se había mantenido al margen de los hechos
de junio y que, precisamente, su interés en subrayarlo en la comunicación que
había hecho pública, "no lo situaba favorablemente para presidir el Consejo de
Estado."68
Bordaberry sostiene que aquel 27 de junio de 1973, sucedió algo similar a lo
que pasara, cuarenta años antes, es decir, el 31 de marzo de 1933: "Se repitió lo
que me contaba mi padre de la época de Terra. Cuando se dispuso que se ocupara
el Palacio Legislativo, no quedó nadie. Se habían ido todos. Yeso mi padre me lo
decía como una demostración del poco valor de los parlamentarios. Hicieron
grandes discursos y se fueron. No se quedó ni uno solo para defender sus ideales.
Y en 1973, pasó lo mismo. Hubo muchos discursos, se habló de lo que llamaron la
noche negra, pero no se quedaron. Yo todavía no había firmado el decreto, pero
ellos ya estaban enterados de lo que iba a pasar porque ya había mandado el
Mensaje a la Asamblea General. Yo le decía a Chiappe Posse que dejara que
hablaran, que cuando terminaran de hacerla se irían, de modo que cuando los
militares llegaran ya no habría nadie. Y fue así. Por eso me acordaba de lo que me
decía mi padre. Salieron del Palacio Legislativo y nadie los detuvo. Además, es

68. La contestación de Bordaberry fue publicada por todos los medios de prensa.
110
bueno recordar que los únicos políticos que no se quedaron en el país fueron
Wilson Ferreira Aldunate, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. Erro ya no
estaba, se había ido antes. Pero ni Jorge Batlle, ni Amílcar Vasconce, llos ni
Washington Beltrán, ni Manuel Flores Mora, ni Carlos Julio Pereira, ni
Sanguinetti, ni Mario Heber, ni su hermano Alberto, salieron del Uruguay. Todos
se quedaron. Salvo aquellos tres. Quizás ellos habrán pensado que los militares
podían encontrarles algo para acusarlos y por eso decidieron irse. Pero lo mismo
podía haber pensado Jorge Batlle. O Vasconcellos, que se había enfrentado con
mucha dureza a los militares. Y, sin embargo, ellos no se fueron. Y nadie los
molestó. Hasta me mandaron en 1974 una carta diciéndome que era hora de
rehabilitar a los Partidos Políticos. Se reunieron para mandarme la carta y no
tuvieron problemas. Este es un hecho que es necesario señalar porque parecería que
se hubiera olvidado."
La preocupación de los políticos a la que acaba de referirse Bordaberry se
materializó en setiembre de 1974, en una "carta abierta al Gobierno", publicada en
la prensa, en la cual se reclamaba el libre funcionamiento de los Partidos,
basándose en el anuncio que, un mes y medio antes, había hecho el Ministro Juan
Carlos Blanco en el sentido de que el Gobierno comenzaría a trabajar en un
proyecto de reforma constitucional que sería sometido al voto de la ciudadanía.
Bordaberry contestó la inquietud de los políticos en una alocución que realizó el 5
de setiembre de 1974 por la cadena de radio y de televisión. Rodeado por todos los
integrantes del gabinete y por los tres Comandantes en Jefe, aseguró en su discurso
que era tiempo de la nación y no de los Partidos Políticos. Y fue todavía mucho
más categórico: "Por eso, todos los que invocan el plazo constitucional de
noviembre de 1976, soñando con volver a la caza de los votos, pensando que van a
volver a utilizar su desnaturalizado aparato político para prevalecer, esperanzados
en que van a torcer esta revolución nacida en el más hondo anhelo popular,
utilizando los mismos medios y las mismas formas para desviar los anhelos del
pueblo en nombre del pueblo, que hoy, esta noche, pierdan toda esperanza." 69
También en 1974, con motivo del saludo de las Fuerzas Armadas al
Presidente de la República, en ocasión de las fiestas de fin de año, Bordaberry se
dirigió a los mandos militares en una alocución de doce minutos. Teniendo a sus
espaldas a los Comandantes en Jefe de las tres Armas, Teniente General Julio
César Vadora, Vicealmirante Víctor González lbargoyen y Brigadier General
Dante Paladín, y rodeado por los titulares de las distintas Divisiones de Ejército,
Generales, Eduardo

69. 'El Diario., S de setiembre de 1974.


111
Zubía, Rodolfo Zubía y Gregorio Alvarez (únicamente estuvo ausente el General
Esteban Cristi, por razones de salud), en un pasaje de su discurso, expresó: "Y, en
segundo lugar, y vuelvo al concepto inicial, hace que esta actitud de las Fuerzas
Armadas [la de participar en el Gobierno para superar la situación que vivía el
país], esta conducta de las Fuerzas Armadas, no pueda entrar en la zona de lo
opinable, no pueda ser expuesta al juicio de la ciudadanía, porque no es un Partido
Político que asumió determinada conducta, sino que es fa Institución Armada
cumpliendo con su deber. Y esta no es materia de juicio: la democracia no llega
hasta eso, porque no puede ser opinable la conducta de las Fuerzas Armadas
actuando en defensa del honor de la República." 7O
A su vez, el 30 de diciembre de aquel año, en un reportaje para la revista
brasileña "Veja", Bordaberry había expresado: "Frente a la crisis, a la renuncia, a la
falencia de todos los elementos que tradicionalmente sustentan el Estado, sean
Partidos Políticos u organismos supuestamente representativos, las Fuerzas
Armadas surgen como única sustentación." Y agregó que las Fuerzas Armadas no
habían irrumpido en niveles de actividad que no les incumbían sino que habían
surgido por la desaparición natural de quienes debían ocupar tales niveles: "Esa
incumbencia no se la di yo sino la historia. Yo me limité a comprender el proceso
que el país vive y el papel que deben tener las Fuerzas Armadas sin aferrarme a
viejos prejuicios, la mayoría de las veces interesados, para escudarme en un
legalismo artificial y suicida desconociendo la real función a ser cumplida por las
Fuerzas Armadas en ese momento."71
Después del 27 de junio de 1973, comenzó a correr con mucha fuerza un
rumor que indicaba que, para la disolución del Parlamento, el gobierno uruguayo
había contado con la colaboración de tropas brasileñas. Bordaberry ya había
calificado como calumniosa esa versión en la introducción de su respuesta a los
senadores. 72 Ahora aporta algunos elementos de juicio que podrían servir para
explicar la causa de aquella versión: "Ese rumor lo hizo correr Wilson en Buenos
Aires. Yo pienso que puede haberlo inducido a error el hecho de que el ejército
uruguayo hubiera comprado algunas camionetas en Brasil. Cuando ya estaban
prontas para ser enviadas a nuestro país, cuando habían salido de fábrica, pintadas
de color verde, a Chiappe Posse le pareció que iba a resultar más económico
mandar conductores a Brasil para que las trajeran por tierra que hacerlas venir por
barco o por otro medio. De modo que por esos días cruzaron la frontera las
camionetas del ejército uruguayo

70. "El Día", 31 de diciembre de 1974.


71. Cable de la Agencia UPI, publicado por "El Día", el 31 de diciembre de 1974.
72. Juan Maria Bordaberry, op. Cit.
112
compradas en Brasil. Probablemente, al verlas en caravana, alguien le dijo a
Wilson que habían pasado efectivos militares brasileños por la frontera. Y a partir
de ahí, él largó la versión en Buenos Aires. Fue indignante. Sus declaraciones
provocaron una reacción muy negativa en las Fuerzas Armadas."
En la alocución que el Presidente Bordaberry realizó por cadena de radio y
de televisión, en la noche del 27 de junio, expresó varias veces que el decreto que
acababa de firmar tenía como finalidad la defensa de las instituciones. Aseguró
que su conducta no obedecía a otro propósito que no fuera el del cumplimiento de
los deberes que había asumido ante la ciudadanía y que solamente lo animaba el
interés general. Reafirmó su vocación democrática y la adhesión sin reticencías al
sistema de organización política y social que regía la convivencía de los
uruguayos. Sostuvo que la disolución del Parlamento no conduciría a limitar las
libertades ni los derechos de las personas. Y remató su intervención afirmando lo
siguiente: "El último domingo de noviembre de 1976, el pueblo elegirá sus nuevos
gobernantes y allí juzgará mis actos y mi conducta. Entregaré, como lo he dicho, el
cargo de Presidente, solamente a mi sucesor libremente elegido por el pueblo. Lo
haré, ni un minuto antes ni uno después del tiempo fijado por la Constitución."
Bordaberry afirma hoy que esto último intentó cumplir lo de todas maneras, que si
no lo hizo fue porque le impidieron terminar su mandato presidencial.
El Mensaje a la Asamblea General, por su parte, en el cual se concluía que el
Parlamento había violado gravemente los principios fundamentales de la
Constitución, a partir de la mención del pedido de desafuero del senador Enrique
Erro, formulado por la Justicia Militar, varias veces remitido por el Poder
Ejecutivo, se transformaba en un extenso documento en el que se hacían reiteradas
citas de disposicio~ nes legales y constitucionales, así como de derecho comparado
(Cons~ titucíón de los Estados Unidos de América, Ley Constitucional de Francia
de 1954 y disposiciones del antiguo derecho español) y de opiniones doctrinarias
(Burdeau y Duguit).
El decreto de disolución del Parlamento, por último, expresaba, en sus
resultados y considerandos, que la sociedad uruguaya enfrentaba una situación
que, en su conjunto, era gravemente violatoria de la Constitución de un Estado
democrático liberal y reafirmaba la necesidad de revitalizar las instituciones
democrático republicanas.
Estos tres hechos, alocución presidencial por la cadena de radio y televisión,
Mensaje a la Asamblea General y Decreto del 27 de junio,
113
indican, tal como antes lo había dicho Bordaberry, que él todavía recibía
influencias de las ideas democráticas y que se mostraba partidario de defender el
sistema republicano de gobierno.
Para Bordaberry resulta claro que el 27 de junio lo único que se suspendió
fue la actividad parlamentaria, que el resto de la vida institucional del país siguió
funcionando en forma normal. El propio Poder Judicial, cuyos integrantes venían
desde antes de aquella fecha, continuó ejerciendo sus atribuciones con
independencia, designaba a los jueces, los Tribunales de Apelaciones cumplían con
sus cometidos, etc., y todo lo hacía sin chocar con el Poder Ejecutivo. "Al contrario
-subraya Bordaberry- teníamos una muy buena relación."
En cuanto a la actuación de la Corte Electoral, narra un hecho que en
tiempos como los actuales, en los que se cuestionan varias decisiones del pasado,
podría llevar a que se pusieran en tela de juicio algunos de los actos políticos
fundamentales de los últimos años. Si es que, por supuesto, a alguien se le
ocurriera aplicar con absoluta rigidez aquel cuestionamiento.
En tiempos de Pacheco Areco, y a propuesta del doctor Julio María
Sanguinetti, se había designado para la Corte Electoral al doctor Alvaro Pacheco
Seré, como tercer suplente, en un régimen de suplentes respectivos. El doctor
Fernando Abdala era entonces el Presidente de aquel organismo que continuó
funcionando con esa integración. En 1977, retirado Bordaberry de la Presidencia de
la República, y ya fallecido el segundo suplente que era el doctor Cerruti Aicardi,
el doctor Abdala resolvió renunciar debido a las diferencias que mantenía con los
militares, de modo que hubiera correspondido que a la Corte Electoral ingresara
Pacheco Seré como Presidente. Ante esta posibilidad, probablemente teniendo en
cuenta que la persona que debía ocupar ese cargo había sido el Secretario de la
Presidencia de Bordaberry y su persona de confianza, los militares resolvieron
intervenir la Corte y designar Presidente a Nicolás Storace Arrosa, así como a los
otros dos integrantes del organismo. Esa Corte Electoral, integrada a partir de la
intervención decretada por los militares, fue la que reguló el plebiscito de 1980 y
las elecciones nacionales de 1984.
De acuerdo a lo que expresa Bordaberry, luego del 27 de junio y gracias a
las medidas adoptadas por el Poder Ejecutivo, pudieron enfrentarse los focos
subversivos que existían en el país. Así, por ejemplo, señala que el 30 de ese mes
fue posible disolver la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), intervenir en
octubre la Universidad y di-
114
solver los grupos marxistas en noviembre. Además -como prueba de la actividad de
aquellos grupos- sostiene que existía un aparato armado de los tupamaros radicado
en la Argentina, en alianza con el ERP, grupo revolucionario de ese país, y uno
propiedad del Partido Comunista que fuera descubierto en 1976.

115
EL PUEBLO EN LUGAR DE DIOS.
Y UNA METÁFORA
DEL GENERALALVAREZ.

Bordaberry ha afirmado que en 1975, al pensar acerca de lo que habría que


hacer en vistas de la proximidad del año en el cual, de acuerdo a lo anunciado, se
realizarían las elecciones, tendría una especie de revelación.
De todos modos, antes de pasar a sus explicaciones sobre el documento que
prepararía en aquel año y que serviría como punto de partida para las
conversaciones con las Fuerzas Armadas, es necesario escuchar su razonamiento
sobre un punto esencial, en tanto informa todo su pensamiento. "No hay que perder
de vista lo medular -expresa- es decir, cuando los hombres se apartaron de Dios, en
un proceso que empezó con el protestantismo. Es lo que yo llamo la tentación
liberal que siempre ha acosado al ser humano. Cuando, finalmente, a través del
protestantismo, el proceso culminó en la Revolución Francesa, el nuevo
pensamiento filosófico hizo radicar la soberanía en el pueblo. Dios ya no era más el
soberano. Si alguien quería creer en él, que lo hiciera, pero se había terminado su
soberanía. Y como consecuencia de las ideas de Rousseau, la soberanía se puso en
el pueblo. Pero, como es evidente que el pueblo no puede gobernarse a sí mismo,
ya que sería absurdo pensar lo contrario, hubo que idear "algo" donde pudiera
depositarse esa soberanía y ese "algo" fue el Parlamento. Desde entonces, el
Parlamento es sagrado, es el depositario de la soberanía que, en el pensamiento
liberal y masónico, sustituyó a la de Dios. Y es por eso que ningún masón puede
disolver el Parlamento. Ese es mi pensamiento. Pero también fue el de Pacheco,
por eso me dijo que nunca pasaría a la historia como un gendarme. Ningún masón,
repito, puede ir contra el Parlamento. Incluso, los masones que lo han hecho, como
Terra, por I ejemplo, sufrieron atentados. A Terra le dispararon un balazo en
Maroñas, cuando la visita de Getulio Vargas, el Presidente de Brasil. No lo
mataron, pero atentaron contra su vida."
En la revista "Panorama Católico Internacional", había sostenido que el
evidente y estrepitoso fracaso del orden político liberal, así como
~
117
la aparición del orden natural que traía la paz cristiana a la sociedad uruguaya,
fueron para él una revelación, una afirmación de la primacía de Dios sobre los
hombres que osadamente pretendían ocupar su lugar. Asimismo -tema al que
Bordaberry volverá en el epílogo- afirmaba que el Concilio Vaticano II había sido
muy negativo estimulando la coexistencia entre la Verdad y el error. Y que sólo el
camino de la Verdad podía traer la felicidad a los pueblos.
Su posición contraria a lo que significaron los cambios introducidos por el
Concilio Vaticano II, entre otras cosas se manifiesta en el hecho de que Bordaberry
asista semanalmente a misa en el único lugar del país en el cual se continúa
celebrando conforme a la liturgia tradicional.
De acuerdo a las expresiones de Bordaberry, es necesario considerar dos
niveles de "revolución". Una es la rebelión contra Dios, cuando el hombre lo
desplazó, bajándolo de su lugar, y se dijo que por encima del ser humano no había
nadie más. "Nunca más un Cristo de pie, nunca más un hombre de rodillas",
recuerda que se dijo durante la Revolución Francesa. De modo que, de acuerdo a
esta posición, es el hombre el que decide cuáles serán el orden político y el orden
social. Para Bordaberry, esta es la gran revolución que sacude al mundo.
La otra revolución, en un segundo nivel, mientras tanto, continúa porque
precisa Bordaberry- no hay forma de detenerla. A propósito de unas declaraciones
del escribano Stirling. Ministro del Interior, que había calificado de anarquistas a
los saqueos a comercios ocurridos en Montevideo en agosto de 2002, un lector
envió una carta a un medio de prensa, en la que sostenía que el anarquismo nunca
había planteado actos de ese tipo y que lo que buscaba era una sociedad verdadera,
no perfecta, pero verdadera, insistía. Que entender anarquía como sinónimo de caos
era un grave error. Bordaberry se sintió movido a enviar también él una carta, la
que fue publicada dos semanas después de que apareciera la escrita por el lector del
diario: "El autor de la carta parecía un anarquista de buena fe. Pero su afirmación
para mí era una ingenuidad, ya que si no hay autoridad el caos viene solo", dice
Bordaberry. 73
Después de hacer distinciones entre el anarquismo y la anarquía, Bordaberry
sostenía en su carta que para él los anarquistas eran los únicos coherentes ya que
sabían que su idea o teoría no tenía fin. Dijo textualmente: "El anarquismo es el
único pensamiento liberal coherente: apura hasta el fondo la copa de la
contradicción liberal. No admite detener la Revolución con actos de autoridad que
la contradigan". Y

73. La carta de un lector que firmaba Bruno Gagliardi. fue publicada el13 de agosto de
2002, en la sección "Ecos" del diario "El País': La de Bordaberry, por su parte. apareció en
la misma sección el 28 de agosto de ese año.
118
ahora agrega a los conceptos incluidos en su carta: "El único fin de la teoría
anarquista es la desaparición del Estado, la liberación de toda autoridad. Son los
únicos que han visto que el pensamiento liberal -aunque no lo quiera- lleva a eso.
Que pretender suprimido es contradecir el principio mismo liberal. Los que se
animan a decir que la revolución va solamente hasta acá, son almacenados en la
categoría de históricos y los demás siguen adelante. La semana pasada, un dirigente
de ADEOM, del gremio de los municipales, declaró en la televisión que el Frente
Amplio es un Partido burgués. Siempre hay uno que está más a la izquierda porque
la izquierda se va corriendo. Hoy en día, Seregni y Astori son conservadores. Batlle
y Ordóñez también hoyes un conservador. Nadie puede decir que hay que parar,
¿con qué derecho alguien va a determinar que la cosa llegó hasta acá? Si son
liberales, lo son hasta el final, es decir, hasta la anarquía. Por eso digo que los
anarquistas son los únicos liberales coherentes con sus principios."
Y a propósito de esa permanente movilidad de los liberales hacia la
izquierda, Bordaberry recuerda la ocurrente afirmación de Marcel Clement, un
pensador francés que ha sostenido lo siguiente: "Si usted es un hombre de
izquierda y le dicen que se ha corrido a la derecha, no se preocupe, usted sigue
estando en el mismo lugar, son los otros los que se pusieron a su izquierda".
En 1975, pues, al reflexionar sobre lo que sería más conveniente para el
Uruguaya partir de las elecciones del año siguiente, Bordaberry afirma que fue
"como si se me cayera una venda de los ojos". Vio que lo que debía hacer era dade
forma institucional a la situación que se estaba viviendo. "El país estaba en paz, en
orden, además estaba trabajando bien, la gente no vivía mal, ¿por qué íbamos a
cambiar todo eso? Y en lo que teníamos en ese momento no había Partidos
Políticos, no había elecciones, no había un poder parcelado en múltiples sectores.
En cambio, había una cabeza dirigente con autoridad, un poder único y riacional.
Autoridad no quiere decir arbitrariedad, no me canso de repetido. Que yo no
quisiera Partidos Políticos era una consecuencia, no era el objetivo primordial de
mi proyecto. La primera pregunta que me hizo quien se enteró por mí mismo de
mis reflexiones, fue cuál sería el sistema de elección. Y, además, me preguntó si yo
pensaba quedarme para siempre. A lo que contesté que no, que yo después me iba,
pero que era necesario buscar una forma que evitara que el Uruguay volviera a caer
en lo mismo que estaba antes. Y conversando con Pacheco Seré y con algunas otras
personas -aunque después nos quedamos solos, él y yo pensé en crear un órgano
que no estuviera sujeto al voto. En ese momento lo llamé Consejo de la Nación.
Estaría integrado por personalidades como, por ejemplo, expresidentes de la
República, el Presidente

119
de la Suprema Corte de Justicia, etc, y los mandos de las Fuerzas Armadas, ya que
no se concibe un poder sin el respaldo de la fuerza. A ese Consejo, es decir, un
órgano que debería vigilar la ambición de los hombres, lo imaginé sin carácter
electivo, por supuesto, ya que si dependía del voto popular también iba a caer en
claudicaciones. Precisamente porque la necesidad del voto es lo que corrompe. De
modo que habría un órgano que al no estar sometido a la soberanía popular, estaría
sometido a la soberanía de Dios. Si no es una, es la otra. Hasta Rousseau, había
sido la de Dios, después la del hombre. Para conservar el humor, puedo decir que,
por supuesto, yo no llegué a mi proyecto para derribar a Rousseau, sino para evitar
que el Uruguay volviera a conocer lo mismo que ya había padecido. Para la
integración futura del Consejo que yo proponía se utilizaría el régimen de
cooptación 74 y debería actuar solamente en circunstancias muy especiales. En
algunos países europeos existe algo similar que se llama Consejo del Reino. Y
terminé dándome cuenta -lo que, en definitiva, provocaría la crisis con las Fuerzas
Armadas- de que con mi proyecto yo estaba atacando el núcleo del pensamiento
filosófico al crear un órgano que no estaría sometido -para hablar como Rousseau-
a la voluntad general. Eso fue lo que se rechazó de mi propuesta. La eliminación de
los Partidos Políticos sería una consecuencia. Lo que yo agredí fue el principio de
que la soberanía está en el pueblo. Y al proponer la creación de un órgano que no
se sometería a la voluntad general agredí el núcleo principal del pensamiento
liberal y masónico."
Lo que ha dicho Bordaberry, a propósito de que el Consejo que él
proponía deberían integrado, entre otros, los mandos de las Fuerzas Armadas, ya
que no se concibe un poder sin el respaldo de la fuerza, hace que traiga a colación
la afirmación que hiciera Fuji Mori, el expresidente de Perú, cuando declaró que
él no había cometido el error de Bordaberry de gobernar con las Fuerzas
Armadas: "Soy yo quien gobierna, yo solo, dijo Fuji Mari. Cuando leí aquellas
declaraciones, pensé, ¡pobre hombre! Y así le fue. Hasta las organizaciones más
primitivas tenían quien respaldara el poder del que mandaba, un cacique, un
Consejo de Ancianos. Eso es lo natural, de lo contrario el que ejerce el poder
duraría muy poco tiempo. Yo siempre tuve la sensación de que estaba
gobernando apoyado por el poder militar. No hay nadie que pueda gobernar de
otra manera."
La contienda entre los liberales, Bordaberry la explica de la siguiente
manera: "Que ellos se dieran cuenta del camino que seguía mi

74. Sistema por el cual, los futuros integrantes de un organismo son designados por él
mismo (en caso de fallecimiento, de renuncia, etc.J, sin que intervenga la voluntad o la
decisión de personas que le son ajenas.
120
pensamiento, fue la razón de que los que habían estado conmigo en la lucha contra
los tupamaros después me abandonaran. Y cuando llegaron al poder, lo primero
que hicieron fue decretar la amnistía para los guerrilleros. Al fin de cuentas, eran
tan liberales como ellos. En todo caso, los tupamaros eran unos liberales que se
habían ido más allá del pensamiento liberal. Los que tenían el poder les dijeron que
hasta ahí habían llegado, que los ponían en libertad, que formaran un Partido
Político y que se integraran al sistema. Ese fue el objetivo: no tenerlos presos, ni
separarlos de la vida nacional, solamente terminar con el exceso de liberalismo que
había llevado a los tupamaros a tomar las metralletas. Por eso es que yo digo que la
rebelión tupamara fue un conflicto entre masones. Por un lado, los tupamaros. Por
el otro, los políticos de los Partidos tradicionales que dijeron que no podían admitir
que anduvieran con las armas en la mano haciendo la revolución. Los dos grupos
son liberales. Unos dicen que la revolución llegó hasta acá, que el pensamiento
liberal les permite llegar únicamente hasta este punto. Los otros, en cambio,
afirman que tienen derecho a continuar."

En junio de 1973, Bordaberry no pensaba todavía en las elecciones de


1976. Afirma que descontaba que las habría, pero que en ese momento estaba
preocupado por los temas económicos, por la producción y por la seguridad, asunto
que estaba cargo de las Fuerzas Armadas. En este último tema, sostiene que era
informado, pero que, de todos modos, ya no representaba el asunto prioritario que
había sido en 1972, puesto que los tupamaros habían sido militarmente derrotados.
La problemática que debe atender habitualmente el gobierno de un país, había
alejado a su pensamiento del tema constitucional. Sin embargo, recuerda que en
aquellos años, un profesor de Derecho Administrativo, el doctor Héctor Barbé
Pérez, publicó un trabajo en el cual hablaba de la posibilidad de una "legitimidad
de excepción", lo cual en cierto modo lo reafirmó en su posición, ya que para un
jurista como el doctor Barbé Pérez era posible admitir que, dadas las
circunstancias, era posible que existiera una legitimidad excepcional. Justamente,
en el decreto del 27 de junio se había sostenido que quien no había cumplido con la
Constitución había sido el Parlamento.
¿Cómo puede explicar Bordaberry que alguien como él, que había repetido en
varias oportunidades que estaba dispuesto a defender la democracia y el sistema
republicano de gobierno, después de firmar en 1973 el decreto de disolución del
Parlamento, más adelante, en 1975, propusiera en un documento que puso a la
consideración de la Junta de Oficiales Generales la eliminación de los Partidos
Políticos? Bordaberry responde que él "no articuló su documento, que solamente
expuso sus ideas". Sostiene, además, al recordársele que se le acusó de querer im-

121
plantar un sistema corporativista, que semejante afirmación es un error: "El
corporativismo es una palabra mal empleada. Yo llegué a hablar, a lo sumo, de
corrientes de opinión que se dan naturalmente, en lugar de los Partidos Políticos.
Hasta ahí llegué. Incluso, en algún momento pensé que el ruralismo había sido una
demostración de cómo una corriente de opinión podía pesar en la cosa pública. Lo
que sucede es que el corporativismo está desprestigiado por su asimilación con el
fascismo. Pero eso no es corporativismo. En realidad, las corporaciones fueron
abolidas por la Revolución Francesa. La organización vertical de los gremios, es
decir, cada uno actuando en su ramo, los tintoreros, los carpinteros, etc., permitía a
la sociedad vivir en paz. Al aprendiz no se le ocurría conspirar contra el maestro.
Sabía que tenía que seguir una carrera e ir ascendiendo. La Revolución Francesa
sustituyó a las corporaciones por las clases sociales, o sea que implantó una
división horizontal en la sociedad. Y ese fue el arranque para la lucha de clases. Sin
división horizontal no hay lucha de clases. Yo no hablé de corporativismo, nunca
lo hice. Pero si lo hiciera, me referiría a las corporaciones de los gremios del orden
político cristiano. De todos modos, enseguida me atribuyeron ser partidario de las
instituciones fascistas. Mal puedo yo pensar en totalitarismos, ya que un católico
no puede ser totalitario. El único que está en todo es Dios."
También Bordaberry -y él lo sabe- fue ubicado en el extremo de la derecha,
ya que, al querer eliminar sin éxito a los Partidos Políticos, pareció menos flexible
que las propias Fuerzas Armadas, acusadas siempre de ser algo así como un
paradigma de la rigidez. "En realidad -contesta Bordaberry- las Fuerzas Armadas
fueron más de derecha que yo. Yo fui el verdadero enemigo del sistema político,
no ellas. Yo estoy absolutamente seguro que cuando las Fuerzas Armadas, el 12 de
junio de 1976 me desplazaron de la Presidencia, lo r hicieron con el apoyo de los
Partidos Políticos. Que no se mostraron i públicamente, por cierto. Esto fue
evidente por los Ministros que se quedaron con los militares, por ejemplo, Vegh
Villegas (colorado), , Ravenna (colorado), Darracq (blanco), es decir, los que eran
Ministros de Partidos Políticos no se fueron."
Bordaberry había pensado que el momento era propicio para tratar de
promover una reforma constitucional creando un órgano que, tal como lo ha
subrayado varias veces, protegiera al sistema político de la corrupción. Y evoca un
episodio relacionado con la opinión de un amigo suyo acerca de su posición:
"Cuando fui elegido Presidente de la República dejé de ver a Gari, a pesar de que
le debía mucho. Cuando muriómi padre me había ayudado, yo era joven y él era
muy amigo de mi padre. Pero a Gari le gustaba mucho estar cerca del poder. Y no
pude
122
ponerlo en ningún cargo público porque él estaba muy desprestigiado. Lo defendí
cuando yo no era nadie, pero cuando fui Presidente de la República me dije que yo
no había llegado a la Presidencia para ayudar a mis amigos desprestigiados.
Alguien que le llevó el documento que preparé para las Fuerzas Armadas me
comentó que después de leerlo había dicho que no le parecía viable. Sin embargo, a
mí me pareció que no era así. El descrédito de los Partidos Políticos estaba todavía
muy fresco. Yo querb reformar la Constitución, no pretendía hacer una alcaldada,
no tenía la menor intención de quedarme por el mero hecho de quedarme."

Los problemas con las Fuerzas Armadas empezaron a plantearse a mediados


de 1975, al convocarlas para discutir lo que se haría al año siguiente. Una de las
primeras cosas que Bordaberry propuso definir era si se quería que hubiera
elecciones o no. Recibió la respuesta unánimemente negativa de los militares.
Bordaberry estaba de acuerdo. Hacía dos años que se había disuelto el Parlamento
y que se había prohibido el funcionamiento de los Partidos Políticos, de modo que -
a su juiciono se entendería que tan poco tiempo después se le dijera a la gente que
otra vez iban a dejar a actuar a quienes se consideraba que le habían hecho un
grave daño al país. Aquello le parecía insensato. Esa era la posición de Bordaberry.
En cambio, las Fuerzas Armadas, no agregaban ningún elemento más de opinión a
su negativa de que hubiera elecciones. No fundamentaban su posición.
Simplemente, afirmaban que se oponían a las elecciones porque no estaban dadas
las condiciones. "Y yo me preguntaba -agrega hoy Bordaberry- cuándo iban a estar
dadas esas condiciones. Aceptar aquello eran entrar en un camino que no tenía fin.
Nos pusimos de acuerdo en eso, simplemente, en que no habría elecciones."

Bordaberry estaba fuertemente convencido de que había grandes posibilidades


de que su posición fuera aceptada por la ciudadanía: "En ese momento mi intuición
me decía que se podría. Claro, hubiera tenido una gran oposición. Es más: si
realmente hubiera tenido posibilidades de ganar, a lo mejor me pegaban un tiro
cuando estuviera hablando en una tribuna. Yo les decía a las Fuerzas Armadas que
no estaba proponiendo algo para siempre, que después, si se quería, podía
reformarse otra vez. La verdad es que las Fuerzas -Armadas nunca me dijeron que
se negaban debido a mi intención de suprimir a los Partidos Políticos. Eso lo
dijeron solamente en un documento que se hizo público, cuando me retiraron la
confianza."
El General Alvarez, según recuerda Bordaberry, sostenía que era necesario
eliminar a los políticos de arriba, "pasar la espumadera", descabezar a los Partidos
Políticos para permitirles a los de abajo subir, de

123
modo que las nuevas generaciones purificaran la actividad partidaria. Alvarez
siempre afirmaba que los hombres habían sido los verdaderos culpables de todo lo
que había pasado en el país. Y esa idea, compartida por otros militares, fue, según
Bordaberry, la que hizo prevalecer en las Fuerzas Armadas. La respuesta que
Alvarez recibía de Bordaberry era -tal como ya se ha dicho- que lo malo, en
realidad, era el sistema. Para el Presidente de la República, además, era muy difícil
que los políticos que vinieran desde abajo resultaran buenos ¿Qué clase de
solidaridad exhibirían esos nuevos políticos que aceptarían ponerse en el lugar de
aquellos que hasta entonces habían estado arriba y que habían sido desplazados?
En el curso de las conversaciones realizada con las Fuerzas Armadas en
1976, los militares le hacían saber a Bordaberry que si él renunciaba se produciría
un vacío de poder y que ellos terminarían siendo vistos como "golpistas". Por eso,
cuando todavía no sabían que él rechazaría su plan, trataban de cuidarlo, de que se
mantuviera en la Presidencia, puesto que de ese modo le daban una cobertura de
legalidad a la situación. En caso de que Bordaberry efectivamente fuera removido
de su cargo, los militares no tendrían más alternativa que asumir el poder y
nombrar a otro Presidente, ya que ellos no querían aparecer directamente. Mientras
que si Bordaberry renunciaba podrían afirmar que la culpa había sido suya, ya que
él mismo había decidido abandonar el gobierno, lo que los habilitaría para
convocar al Vicepresidente. Recién después, cuando se convencieron de que no
aceptaría el plan de las Fuerzas Armadas, le pidieron que renunciara. "De ese
modo, si yo me iba, no eran ellos quienes daban un paso contra el Presidente, era
yo el que renunciaba", sostiene Bordaberry.
Las preguntas que Bordaberry les hacía a los militares se dirigían a que
trataran de explicarle cómo harían -en el caso de que el plan de las Fuerzas
Armadas siguiera adelante- para evitar que se repitiera todo lo que había pasado.
Que volvieran otra vez los Partidos Políticos, incluido el Comunista. "Como decía
Gregario Marañón -puntualiza Bordaberry-cuando en un Parlamento liberal alguien
propusiera la rehabilitación del Partido Comunista o del Socialista, no habría
brazos que se animaran a mantenerse bajos. Todos los liberales votarían a favor. Y
cómo iban a hacer las Fuerzas Armadas para que eso no sucediera."
En virtud de que el documento que contenía sus puntos de vista no había
sido contestado por las Fuerzas Armadas, Bordaberry envió el 18 de febrero de
1976, un memorándum en el que reiteraba su posición. En él expresaba que los
Partidos Políticos, excepto los marxistas, podían y debían tener cabida como
corrientes de opinión en la futura organización institucional del Uruguay, pero que
no podrían agruparse

124
para la conquista del poder porque en esa lucha volverían a caer en los mismos
vicios y errores. En cuanto al sistema electoral y al concepto de representación,
afirmaba que ellos estaban concebidos dentro de una organización política cuyo
objetivo era preservarse del absolutismo monárquico o del personalismo, elementos
que ya no tenían vigencia, pero que servían para torcer la voluntad popular y eran
utilizados por el comunismo para ocupar abierta o encubiertamente posiciones
dentro de las instituciones democráticas. Advertía, además, que no se podía
continuar en una situación de indefinición institucional y que, por esa misma razón,
debía construirse una nueva institucionalidad basada en la realidad nacida a partir
del 27 de junio de 1973. Que de no procederse de esa manera, lo único que
correspondería sería volver atrás y admitir como válida la legitimidad anterior a
aquella fecha, aunque él consideraba que no era ese el cambio que el país
necesitaba. De todos modos, afirmaba que de aceptarse esa salida como necesaria
habría que reconocer la existencia de los Partidos y procurar de común acuerdo con
ellos una solución institucional. Que al menos se trataría de un camino, ya que lo
que no podía admitirse era el anuncio de un retorno vago y distante a lo anterior y
la permanencia en la indefinición institucional.
Por otra parte, en un documento en el que realizaba varias aclaraciones
sobre su posición, había afirmado: "Se ha manejado la idea de que el Presidente de
la República quiere terminar con los Partidos Políticos para siempre y es partidario
de que nunca más se realicen elecciones en el país. Esto no es así. El Presidente
propone institucionalizar lo que hoy hay y, en la realidad de hoy, no hay ni
elecciones ni Partidos Políticos". Además, sostenía que su propuesta no tenía
carácter de definitiva, ya que si se incluyera en la Constitución, podría luego
modificarse. Y en un tercer documento en el que detallaba nuevos puntos
aclaratorios de su posición, reiteraba que él no proponía que la consagración
jurídica de la situación de hecho fuera definitiva, salvo en tanto duraran las
circunstancias que habían llevado a radicar el poder en las Fuerzas Armadas. La
posible transitoriedad del nuevo ordenamiento quedaba demostrada al afirmar que,
además, podrían flexibilizarse los mecanismos para la reforma de la Constitución,
de modo que las modificaciones planteadas no quedaran congeladas en textos
excesivamente rígidos que en el futuro hicieran difícil su modificación.
En el mismo año 1975, cuando Bordaberry se preocupaba por esbozar un
plan sobre el futuro institucional del país, debió desviar su atención a la solución de
dos problemas que le depararon graves enfrentamientos con los militares, al
extremo que llevaron sus relaciones con las Fuerzas Armadas a un peligroso grado
de tirantez.
125
.
Uno de aquellos problemas surgió por su decisión de destituir de su cargo a
Eduardo Peile, Vicepresidente en ejercicio de la presidencia del Instituto Nacional
de Carnes (INAC). La resolución presidencial fue tomada el 18 de mayo sin
consultar a las Fuerzas Armadas y se conoció por la publicación del decreto
respectivo. De modo que, de ese modo indirecto, los militares se enteraron de un
acto administrativo que, según se sabría después, había provocado un profundo
malestar en la Junta de Oficiales Generales.
Eduardo Peile, hombre vinculado a la agropecuaria, había sido propuesto
por los militares para el INAC y Bordaberry no había encontrado inconvenientes
para que el nombramiento se realizara, ya que Peile tenía conocimiento de los
asuntos relativos al campo y de los negocios ganaderos. Las Fuerzas Armadas le
hicieron llegar la propuesta al Presidente y éste lo designó.
Bordaberry debía viajar a Asunción del Paraguay, en ocasión de la
celebración de su fiesta nacional. Antes de partir, le recomendó expresamente a
Peile que no aplicara una medida concreta sobre las ferias de ganado del interior
que, entre otras cosas, otorgaría ciertas preferencias a los ganaderos poseedores de
campos de mediana extensión. Al regresar a Uruguay, Bordaberry se encontró con
la sorprendente novedad de que Peile, durante su ausencia, había aprobado la
medida que, como Presidente de la República, le había ordenado que no tomara.
Sin más trámite, en acuerdo con el Ministro del ramo, Bordaberry decretó de
inmediato su remoción. Y, al mismo tiempo, designó al contador José María Rocca
Sienra en su lugar. Las Fuerzas Armadas reaccionaron y en un memorándum de la
Junta de Oficiales Generales enviado a Bordaberry, sostuvieron que "el señor
Presidente no tomó en cuenta que debía compartir con la J C J.. las atribuciones
correspondientes al poder global que esta constituido por él con el asesoramiento,
acuerdo y apoyo directo a inmediato de la J.C.J. Tampoco tomó en consideración
que el señor Eduardo W. Peile, aparte de ser representante del P.E. en INAC, ha
sido expresamente seleccionado y propuesto por la J.C.J. de las FF AA.,
manteniéndose, desde su nombramiento, en estrecho contacto con el ESMACO en
todo lo relativo con su función". Más adelante expresaban que los militares habían
querido terminar con el enriquecimiento indebido de los intermediarios, grandes
latifundistas y especuladores, en perjuicio directo de los verdaderos y sacrificados
productores del sector ganadero. El propio General Vadora -según recuerda
Bordaberry- fue a recriminarle su actitud.
La dificultad en la búsqueda de un acuerdo, obligo a Bordaberry a reunirse
con los militares, como en febrero de 1973, en la base de Boiso Lanza. En ese lugar
se convirtió en el blanco de varias acusacio-
126
nes que ponían en duda las verdaderas causas por la cual había tomado la decisión
de remover a Peile, lo que lo obligó a rechazar enfáticamente las acusaciones que
dejaban dudas sobre la limpieza de su actitud. "Yo contesté -puntualiza
Bordaberry- que no tenía que consultar a nadie para remover a un funcionario que
había desacatado una orden del Presidente de la República, extremo que las propias
Fuerzas Armadas hubieran también aplicado de inmediato con cualquier oficial que
hubiera actuado de la misma manera que Peile. El enfrentamiento fue realmente
duro y la tensión que existía entre el Presidente de la República y las Fuerzas
Armadas se hizo pública."
Un hecho circunstancial -la realización de un censo nacional fue
aprovechado por Bordaberry, a sugerencia de su esposa, para utilizado a su favor y
hacerle saber a la opinión pública que, contrariamente a lo que decía el rumor que
andaba en la calle, el Presidente no estaba preso de los militares. Así lo recuerda
Bordaberry: "Cuando la funcionaria de la Dirección de Estadísticas y Censos llegó
a la residencia presidencial de Suárez, un fotógrafo registró el momento en el cual
yo contestaba las preguntas rodeado por varios de mis hijos. También me tomó
otras fotos caminando por los jardines de Suárez, de modo que todos
comprendieran que yo seguía haciendo la vida de siempre en la residencia
presidencial y que no era verdad que me hubieran llevado preso. A tal grado había
llegado la tensión, con rumores de toda clase. Las fotos las publicó la prensa, lo
que permitió que el rumor se diluyera."
Por su parte, en el mismo sentido, Josefina Herrán de Bordaberry ya había
relatado el episodio: "A mí se me ocurrió para desmentir los rumores, invitar a
periodistas y fotógrafos para que estuvieran presentes en el momento en que nos
fueran a censar. Llegó la prensa a casa y nos fotografiaron a todos caminando por
los jardines de Suárez, en un clima completamente distendido y familiar. A la
mañana siguiente los diarios publicaron las fotos. "75
El otro hecho que enfrentó a Bordaberry con los militares por esos mismos
días de 1975, tanto que se sumó al caso Peile, tuvo que ver con la repatriación de
los restos del Coronel Latorre. Bordaberry afirma que él, como productor rural,
siempre estuvo muy reconocido por la obra que hizo aquél en el campo, de modo
que había compartido la idea de reivindicar su memoria, de traer sus restos a
Uruguay e, incluso, de ascenderlo post mortem a General. "Pero, además -explica
Bordaberry- también se les ocurrió cambiarle el nombre a la calle Convención para
llamada Coronel Lorenzo Latorre. Y esto me pareció demasiado. Yo no quería que
se abusara porque a raíz de todo eso, Latorre

75. Diego Fischer y Rosario Cecilia, op., cito


127
otra vez había pasado a ser una figura discutida. Se estaba cometiendo un exceso.
Para mí era un hombre que merecía respeto, pero la forma de homenajearlo -me
parecía- debía encontrar otros caminos. Por ejemplo, yo propuse reeditar el libro de
Salterain Herrera, el mejor que se ha escrito sobre Latorre, y que no podía
encontrarse por ningún lado. Esto, afortunadamente, se hizo, lo editó el Ministerio
de Educación y Cultura. Ese era el tipo de medidas que yo quería que se tomaran,
pero los militares insistían con el nombre de la calle."
Triunfó la opinión de los militares y el nombre de la calle Convención fue
cambiado. Claro que, años después, a partir del nuevo régimen institucional que
comenzó en 1985, instaladas ya las nuevas autoridades municipales, volvió a
llamarse como antes.
Como parte de los actos de homenaje a Latorre, se había previsto que,
una vez que sus restos fueran desembarcados en el puerto de Montevideo, se
trasladarían a una cureña que después emprendería el largo recorrido que, pasando
frente a la Casa de Gobierno en la Plaza Independencia, culminaría en el
Cementerio Central. Era de interés de los militares que, justamente, cuando la
cureña estuviera frente a la Casa de Gobierno, Bordaberry se uniera al cortejo y
continuara caminando hasta el final, es decir, hasta el cementerio. El Presidente
rechazó lo que se le proponía, aunque, en cambio, aceptó salir a la puerta del
edificio, acompañado por todos los ministros, para saludar el paso de la cureña con
los restos de Latorre. Después volverían a entrar y el cortejo continuaría su camino.
Así se lo hizo saber a los militares. Finalmente, cuando el cortejo llegó a la Casa de
Gobierno, el General Esteban Cristi, quien estaba a cargo de aquel operativo, se
apartó sorpresivamente de la columna, dirigió sus pasos hacia Bordaberry y le dijo:
"Presidente, usted tiene que seguir, no deje de hacerlo." Las palabras del militar, un
consejo, en realidad, dieron sus frutos: "Cristi era una persona leal y patriota, él
realmente quería que me fuera bien. Y como yo le tenía confianza, como creí en la
honestidad de sus intenciones, acepté su sugerencia. Me sumé al cortejo con mi
esposa. Recorrimos toda la avenida 18 de Julio y después doblamos por Yaguarón
para ir al cementerio. La gente me aplaudía y me vivaba. Parecía que la
manifestación se había olvidado de Latorre y que me atendía a mí, ya que se sabía
que yo estaba en conflicto con los militares. Evidentemente, a muchos no les había
alcanzado con las fotos del día del censo, de modo que al verme caminando con
Cristi a mi lado, acompañado, además, por los ministros, se dieron cuenta de que
yo seguía siendo el Presidente. Así terminé ganándoles el asunto de Peile. Cristi me
había dado un buen consejo, evidentemente."

128
La esposa de Bordaberry que, como se ha dicho, acompañaba el cortejo,
evocó aquella manifestación de apoyo popular a su marido: "Mi esposo y yo
bajamos y comenzamos a caminar detrás de la cureña hasta el Cementerio Central.
Una enorme multitud se había ubicado en la Plaza Independencia y en la Avenida
18 de Julio, que comenzó a gritar y a aplaudido. Yo veía la cara de disgusto de los
generales. EL público saludaba y pronunciaba el nombre de mi marido. Los
aplausos de La gente fueron mayores cuando llegamos a La puerta del Cementerio
Central y lo único que se veía eran militares uniformados. Evidentemente el
público quería transmitir su apoyo al Presidente de La República, frente aquella
crisis, en la que se hablaba de la remoción del Jefe de Estado."76
Tal como lo recuerda Bordaberry, su posición salió fortalecida debido
a que no cedió frente a la presión de Los militares que, a toda costa, pretendían
que se restituyera a Peile en el INAC: "En Boiso Lanza, los enfrentamientos con
Alvarez fueron muy duros. Había una gran tensión. Pero yo no transé. Incluso,
llegaron a echarme en cara que mi hermano se hubiera comprado una casa en
Carrasco. Fue una cosa sucia, yo dije que eso no podía permitido de ninguna
manera. Nombré a Rocca Sienra y asumió como delegado del Poder Ejecutivo.
AL otro día vino una delegación de los militares a verme, se dieron cuenta de que
habían perdido. Era evidente que no podían poner en vilo al país por el Presidente
del INAC. Incluso, me enteré de que hubo descontento más abajo, al nivel de otros
oficiales, quienes se preguntaban hasta dónde iba a llegar la situación. El día que
los militares vinieron a verme, el General Eduardo Zubía, después de escucharme,
tomó un cenicero, el objeto más chico que encontró, y dijo que en febrero el
Presidente era de ese tamaño y que las Fuerzas Armadas eran como un florero que
agarró entre sus manos. Pero que en ese momento era exactamente al revés, se
dieron cuenta de que mi figura había crecido ante la opinión pública y que la de los
militares estaba bajando. En definitiva, acepté que ellos nombraran a Peile como
delegado de Las Fuerzas Armadas, pero no fue ni el Presidente del organismo ni el
delegado del Poder Ejecutivo."
La visita del General Augusto Pinochet a Montevideo, con su esposa
Lucía Hiriart, también fue, según Bordaberry, una ocasión para que el público
uruguayo le manifestara su simpatía a él y al propio gobernante chileno: "Fue en
abril de 1976 y se trató de una adhesión popular espontánea. Difícil de imaginar
hoy que solamente se repite Lo de la 'oscura dictadura represora'. Entonces, hubo
una manifestación entusiasta que Pinochet recibió con mucho agrado." A su vez, la
señora
76. Diego Fischer y Rosario Cecilio, op. Cit.
129
de Bordaberry ha dicho que "tal como mi marido y yo pensábamos, la bienvenida
que los uruguayos le dieron al General Pinochet fue extraordinaria, a lo largo de
todo el trayecto, desde el aeropuerto de Carrasco hasta la Casa de Gobierno, miles
de personas salieron a la calle para saludar, con un entusiasmo increíble, al jefe de
Estado chileno."77

77. Diego Fischer y Rosar!o Cecilio, op. Cito

130
PERÓN EN MONTEVIDEO
Y EN BUENOS AIRES.
EL PROCESO URUGUAYO Y EL CHILENO.

Una de las personalidades de Sudamérica que Bordaberry pudo conocer


mientras ocupaba la Presidencia de Uruguay, fue el General Juan Domingo Perón,
quien llenó con su desbordante presencia la escena política de la República
Argentina, durante un largo período.78
Bordaberry recuerda que, mientras vivía en el campo, podría decirse
que, de alguna manera y a pesar de que nunca habían visto a Perón, tanto él como
mucha gente de su generación eran peronistas. A través de las transmisiones
radiales argentinas, sintonizadas mejor que las uruguayas, seguían con atención su
trayectoria y escuchaban sus discursos. En aquella época, la televisión no existía,
de modo que la radio era el gran instrumento de comunicación. Dice Bordaberry:
"Pero después, cuando murió Evita, cuando Perón comenzó a llevar una vida
desarreglada, cuando se rodeó de jovencitas, cuando fundió a la Argentina -porque
fue notorio que la fundió- su figura se nos vino abajo, realmente se debilitó nuestra
admiración por él. Pero nunca pudimos no quererlo, siempre lo miramos con cierta
condescendencia. Si hablo en plural es porque conozco a varios que le sucedió lo
mismo."
En tiempos en que el padre de Bordaberry era el Presidente del
Frigorífico Nacional, la política batllista había traído como consecuencia el
desabastecimiento de carne en Montevideo. Fue entonces cuando aparecieron las
cadenas de carnicerías que se ubicaban en el Departamento de Canelones, al otro
lado de los puentes que marcaban la línea divisoria con el de Montevideo, en
Carrasco y en La Paz, por ejemplo. Los habitantes de la capital iban a esos
comercios para abastecerse y muchas veces, al regresar, tenían que soportar que les
retiraran lo que habían comprado porque -algo difícil de entender hoy en día-

78. Juan Domingo Perón (8 de octubre de 1895-1 de julio de 1974), llegó por primera vez a
la Presidencia de Argentina en 1946, con el 56% de los votos. Reelegido en 1951, fue
derrocado por un alzamiento militar en 1955. Después de un largo exilio, en octubre de
1973 nuevamente llegó a la Presidencia. Al morir en 1974, asumió la Vicepresidenta, es
decir, su esposa, María Estela Martínez, conocida popularmente como "Isabelita".

131
aquella mercadería que ingresaba a Montevideo desde Canelones, se consideraba
contrabando. La razón se debía a que el Frigorífico Nacional tenía el monopolio del
abasto de carne en la capital. Bordaberry vuelve a recordar que el representante de
la Intendencia Municipal de Montevideo en el Directorio del Frigorífico Nacional
se oponía sistemáticamente al aumento del precio de la carne porque podía restarle
votos al Partido Colorado. De modo que tampoco podía subirse el precio para
conseguir más ganado.
Para resolver la grave situación creada por el desabastecimiento, el padre de
Bordaberry pensó que la solución sería que el Frigorífico Nacional importara
ganado en pie desde la Argentina. La decisión se empantanó porque provocó un
conflicto sindical, ya que los obreros de aquel país declararon que lo que había que
exportar era carne, pero de ninguna manera ganado en pie. Y los uruguayos, por su
parte, sostuvieron lo contrario, que debía importarse ganado en pie y no la carne.
De cada lado se defendía la mano de obra nacional. Para intentar des trabar la
situación, Domingo Bordaberry fue a la Argentina, acompañado por su hijo Juan
María, a entrevistarse con Perón, el entonces poderoso Presidente de la República.
Juan María Bordaberry, por supuesto, no asistió a la conversación con Perón,
esperó a su padre afuera, de modo que no lo conoció. Después de hablar con
Domingo Bordaberry, Perón aceptó que se exportara al Uruguay ganado en pie y
así se resolvió. Su poder e influencia eran tan grandes que los sindicatos acataron la
resolución sin manifestar oposición: "Dijeron amén. Aquello fue todo un operativo,
en Rosario bajaban las chatas que traían el ganado que abastecería a Montevideo.
De modo que después de haber seguido la trayectoria de Perón cuando yo era un
muchacho, se dio la circunstancia de que pude acompañar a mi padre a la
Argentina para una entrevista con él en la que consiguió lo que quería."
Otro hecho que tendría como protagonista a Perón, se daría cuando,
al plantearse la posibilidad de que el líder argentino regresara de su exilio para
radicarse nuevamente en Buenos Aires, le hizo llegar a Bordaberry la pregunta de
si su avión podría aterrizar en Montevideo en el caso de que en la capital argentina
se presentara algún inconveniente inesperado. Bordaberry contestó que descontara
que ¡estaba autorizado a hacerlo en el aeropuerto de Carrasco y que, incluso, si lo
deseaba, podía quedarse en Montevideo. Finalmente, la venida a Uruguay de
Perón no se produjo, pero Bordaberry recibió una carta de las autoridades
peronistas, firmada por Benito Llambí, quien, casualmente, después sería el
embajador de Argentina en Montevideo, agradeciendo el gesto del gobierno
uruguayo.

132
Un acontecimiento, tangencialmente vinculado con Perón, y que, además, lo
puso en contacto con otros presidentes americanos, ha quedado presente, debido a
sus especiales características, en la memoria de Bordaberry. Se trata del día que
asumió Cámpora como Presidente de la Argentina.79
Para asistir a ese acontecimiento, Bordaberry concurrió encabezando la
delegación uruguaya que viajó en el destructor "18 de Julio" de la Armada nacional
y que fuera recibida por el General Lanusse en el puerto de Buenos Aires. Al día
siguiente, se realizaría la ceremonia en el Congreso de la Nación. El regreso al
régimen democrático en la Argentina había creado una gran expectativa, razón por
la cual asistieron delegaciones de todas partes del mundo. Sin embargo, a pesar de
las numerosas personalidades que viajaron a Buenos Aires, solamente había tres
presidentes: Bordaberry, Salvador Allende, Presidente de Chile, y Osvaldo
Dorticós, Presidente de Cuba. El protocolo indicaba que para elegir al orador que
hablaría en el Congreso en nombre de los visitantes extranjeros, debía, en primer
lugar, considerarse si se trataba de presidentes y, en caso afirmativo, era necesario
tener en cuenta cuál de ellos había contestado primero la invitación oficial
comunicando la asistencia. Así fue que le tocó a Bordaberry realizar el discurso:
"Estábamos en una sala del Congreso esperando el comienzo de la ceremonia. Yo
me sentía bastante nervioso porque iba a hablar en nombre de muchísimas personas
llegadas de todas partes del mundo. Pero, además, había una gran excitación
revolucionaria, el ánimo estaba completamente exaltado. La agitación social era
muy grande. Cámpora era un agitador. Y mientras estábamos en la sala, se me
acercó Allende para preguntarme si yo tendría algún reparo en que después de mi
discurso, él dijera algunas palabras. De inmediato me representé la escena. Yo
tendría que hacer un discurso más que protocolar, con vaguedades o generalidades
que fueran aceptadas por tanta gente diferente y después, cuando yo terminara,
Allende subiría al estrado y sin las limitaciones que tendría yo, se robaría toda la
audiencia con un discurso seguramente demagógico. Creo que Dios me inspiró. Le
contesté que yo no estaba obligado a hablar, de modo que le pedía que fuera él
quien hiciera el discurso en nombre de todos. De ese modo le trasladé la re--

79. La fórmula Cámpora-Solano Lima ganó las elecciones celebradas en marzo de 1973,
después de que el General Lanusse, Presidente que había asumido en 1971, concretara la
promesa de que se volvería al sistema democrático. Como Perón estaba proscripto, decidió
que aquella sería la fórmula del Partido Justicialista. Cámpora asumió el 25 de mayo de
1973. Antes, en noviembre de 1972, al regresar por un corto tiempo Perón a Buenos Aíres,
se produjo un violento enfrentamiento en Ezeiza entre sectores políticos rivales que terminó
a los balazos. Finalmente, Perón regresaría definitivamente en junio de 1973, se levantaría
su proscripción, Cámpora renunciaría, se celebrarían nuevas elecciones en setiembre de ese
año y Perón sería otra vez Presidente, con su esposa como Vicepresidenta, en una fórmula
que se conoció como “Perón-Perón”
133
presentación, pero se la trasladé en el marco pro toco lar, lo obligué a hacer un
discurso sin excesos. Me acuerdo que cuando terminó, volvió a su asiento y me
preguntó si había estado bien. Después Cámpora hizo un discurso que duró varias
horas. Más o menos a mitad de la mañana se interrumpió, fuimos a comer algo,
volvimos y continuó el discurso. Fue una cosa increíble".
Una vez que terminó el acto en el Congreso, las delegaciones debían
trasladarse a la Casa Rosada, lugar en el cual se llevaría a cabo una nueva
ceremonia. Los autos llegaban a buscar a los invitados, pero el que correspondía a
la delegación uruguaya no terminaba de aparecer. En esa espera quedaron
finalmente Bordaberry y el embajador de Estados Unidos. Todos los demás ya se
habían marchado, pero ellos dos seguían esperando. Debido al clima de revolución
enfervorizada que se vivía en las calles de Buenos Aires, Bordaberry se preocupó y
pensó que aquello no era una casualidad: "Yo había viajado con el Coronel Barbé,
como Jefe de la Casa Militar, y con el Teniente Coronel Martirené, como edecán.
Llamé a Barbé y le dije que Martirené se fuera al hotel con mi esposa y con la del
doctor Juan Carlos Blanco, Ministro de Relaciones Exteriores. Que se quedaran
allá. Aquello no me gustaba nada. Finalmente, vinieron a buscar al embajador y por
último a mí. Pero ya no quedaba nadie."
Cuando el auto que llevaba a Bordaberry estaba llegando a la Casa Rosada,
el espectáculo que se veía a un costado de la Plaza de Mayo era realmente
impresionante. Había un cordón de enmascaraos. Un hombre, también
enmascarado, que formaba parte del grupo, se adelantó y detuvo al vehículo.
Bordaberry asegura que nunca había visto nada igual: ese hombre llevaba preso a
un policía, es decir, lo mantenía fuertemente agarrado por el brazo. La imagen le
pareció una especie de negativo. A Bordaberry le habían asignado como edecán
argentino a un Contralmirante de la Armada, el cual viajaba sentado junto del
chofer. Atrás estaban, además de Bordaberry, el ministro Blanco y el Coronel
Barbé. Y el hombre enmascarado por fin habló: dijo que no podía pasar nadie.
Bordaberry bajó el vidrio de la ventanilla y respondió que era el Presidente de
Uruguay, de modo que si le impedían el paso aquello seguramente iba a provocar
graves consecuencias diplomáticas. El enmascarado observó el interior del auto y
volvió a hablar: "Está bien -dijo- usted puede pasar, pero los militares no".
Entonces, Bordaberry aseguró que había llegado a la Argentina con un militar
uruguayo y que iba a entrar a la Casa Rosada con el militar uruguayo. El auto que
conducía al Presidente de Uruguay tuvo que retroceder. No pudieron pasar:
"Regresamos al hotel. Sentí mucha rabia. Le dije al Coronel Barbé que avisara a la
tripulación del "18 de

134
Julio" que nos íbamos de Buenos Aires de inmediato. Poner en ejecución la orden
no iba a ser fácil, había que ubicar a los tripulantes, ya que no estaba previsto que
nos fuéramos en ese momento, también era necesario poner en funcionamiento las
máquinas, todo eso iba a llevar un tiempo. A Cámpora lo vi prestar el juramento
por televisión. Ese día no hubo una matanza en las calles por pura casualidad. Los
efectivos militares estaban formados a lo largo de la Avenida de Mayo,
rígidamente apostados, y por atrás de ellos pasaban todos esos que estaban en la
calle y con un pincel iban pintándolos de blanco. La tropa estaba armada, por
supuesto. Cuando Lanusse supo el clima que se había formado ordenó retirar a
todos los efectivos. Aquello fue Buenos Aires, ciudad abierta. Que hicieran lo que
quisieran. Cámpora se enteró de lo que me había pasado y que yo había decidido
regresar a Montevideo. Antes de empezar su discurso me llamó por teléfono al
hotel y yo le confirmé mi decisión en virtud de que mi país había sido ofendido, de
modo que si no había una rectificación no podía quedarme. Me contestó que
aquello había sido obra de 'malos argentinos'. Según Cámpora -y era verdad- se
había hecho muy tarde para que yo pudiera ir a la ceremonia, pero me aseguró que
me mandaría el Libro de Actas de la Presidencia, en el cual constaba que había
asumido como Presidente, para que yo lo firmara. Y así lo hizo, el Escribano de
Gobierno vino al hotel. ¡ Debe de haber sido la primera vez en la historia de la
Argentina que ese Libro de Actas salió de la Casa Rosada! Me acuerdo que cuando
me llamó por teléfono yo le dije que su afirmación de que lo sucedido era obra de
malos argentinos, él debía hacerla pública en su discurso. y efectivamente lo hizo
al referirse al incidente, razón por la cual decidí quedarme en Buenos Aires. Ese
fue el primer día, pero los actos siguieron, después había una ceremonia en el
Consejo Deliberante. Y al día siguiente había otra en la Catedral"
El Te Deum que se celebraría en la Catedral de Buenos Aires, le daría la
oportunidad a Bordaberry de vivir una inesperada experiencia con Allende. Los
invitados tenían reclinatorios, mientras que a Cámpora le estaba reservado el sillón
de Rivadavia. Allende se sentó al lado de Bordaberry. En determinado momento, el
Presidente de Chile le preguntó si sabía qué era lo que había que hacer en un Te
Deum, a lo que Bordaberry le contestó que, dado que el Uruguay era un país laico,
en su país nunca había tenido que asistir a una ceremonia religiosa de esa
naturaleza. De modo que no tenía idea de cómo se desarrollaba la acción de
gracias. Fue entonces cuando Bordaberry escuchó la graciosa respuesta de Allende:
"¡Ah, entonces sí que estamos arreglados! ¡Dorticós debe saber menos que
nosotros!"

135
Ese segundo día, Bordaberry lo recuerda completamente diferente al
anterior. El pueblo había salido a la calle, pero se trataba de una clase de gente
distinta a la que hasta entonces se había adueñado de la ciudad. Era "el buen pueblo
peronista", los obreros, los trabajadores, que marchaban demostrando su alegría.
Los invitados se trasladaron caminando desde la Catedral hasta la Casa Rosada,
donde almorzaron Cámpora y los tres presidentes extranjeros, oportunidad en la
cual habló Bordaberry: "Yo no tenía tema de conversación. Ellos sí hablaban,
recordaban todas sus hazañas revolucionarias. Cámpora, por ejemplo, después de
fugarse de una cárcel en el sur, se había exiliado en Chile y había vivido en una
casa de Allende en Viña del Mar. Todo el tiempo recordaban cosas como esa. Al
fin, yo dije que lo lamentaba mucho, pero que no tenía nada para contar, salvo que
una vez me habían llevado preso por tomarme a golpes de puño en la puerta del
colegio. Se rieron mucho. Fue una reunión muy amistosa."

Finalmente, Bordaberry llegó a conocer a Perón, en ocasión de firmarse el


Tratado de Límites del Río de la Plata. Por esa razón se encontraron dos veces, la
primera en Montevideo y la segunda en Buenos Aires. La venida de Perón a
Uruguay el 19 de noviembre de 1973, se producía, según Bordaberry, en un
momento difícil. Perón en nuestro país era una especie de mala palabra. Todavía se
recordaba la importante participación que habían tenido algunas radios uruguayas,
en especial CX 16 Radio Carve, aunque también Radio Colonia, en su
derrocamiento, al transmitir valiosa información para los militares sublevados,
tanto como su constante prédica contra el Presidente argentino. Además, de
acuerdo a lo que Bordaberry señala, Luis Batlle Berres había cometido el grave
error de ir a Buenos Aires, cuando todo indicaba que las elecciones las ganaría
Perón, para asistir al acto final de la fórmula del Partido Radical, Tamburini-
Mosca, acérrimos adversarios del peronismo. Perón no venía tranquilo al Uruguay,
es más, puede decirse que lo hacía con cierto temor. Por razones de seguridad, se le
propuso al gobierno uruguayo que Perón llegara al aeropuerto de Carrasco y que
allí abordara un helicóptero argentino que lo estaría esperando. Luego, en el mismo
helicóptero, los dos presidentes se trasladarían hasta la Casa de Gobierno en la
Plaza Independencia, firmarían el tratado e, inmediatamente después, otra vez en
helicóptero, Perón se iría al aeropuerto desde donde regresaría a Buenos Aires. A
ese planteamiento, Bordaberry contestó que Uruguay estaba en condiciones de
ofrecerle seguridad suficiente a Perón y que, además, el Presidente de Uruguay no
estaba dispuesto a subir a un helicóptero argentino en territorio uruguayo. Se llegó
a una transacción: desde la Argentina enviarían un auto blindado al que en
Montevideo se le colocaría la chapa, "Número 1" y el escudo uruguayo.

136
"El día de la llegada de Perón se decretó feriado. La caravana fue por la
rambla hasta el Centro de la Ciudad. Como era un día hermoso, muchas personas
que estaban disfrutando de la playa se acercaban a la vereda para saludar y aplaudir
el paso de la comitiva", recuerda Bordaberry.
En la parte delantera del auto blindado, entre el chofer y el Coronel Barbé,
viajaba López Rega, quien, contra la voluntad de aquél, se había subido a un auto
que no le correspondía. En efecto, el Coronel Barbé, todavía en Carrasco, le había
indicado a López Rega cuál era el que le estaba destinado. Al ver que no tomaba en
cuenta su indicación, le había repetido que debía esperar al auto que venía atrás,
pero López Rega contestó que él iría en el que estaba Perón y entró.
Perón, al ver a la gente que lo saludaba espontáneamente perdió el temor que
había sentido en un principio y se mostró entusiasmado con el espectáculo de las
playas montevideanas, mientras le hacía comentarios a López Rega sobre la ciudad
y la gente. Hasta se refería a las personas que veía con perros diciendo que se
notaba que era gente buena, ya que quienes tenían perros no podían ser malos. "Ese
Perón ya era otro, era un buen abuelo -comenta Bordaberry. No podía creer que lo
aplaudieran de esa manera. Pero de aquella vez no puedo decir mucho de él porque
su visita fue muy breve. Después debía hacerse lo que podría llamarse el canje de
ratificaciones. El Consejo de Estado uruguayo ratificó el tratado en Montevideo y
el Congreso argentino hizo lo propio en Buenos Aires. Por esa razón se realizó una
ceremonia especial en la capital argentina, en Olivos."
Bordaberry viajó acompañado por su esposa. Y a ella le decía que no sabía
cómo haría para pasar todo el día con Perón, que le parecía que no sabría de qué
hablar con él. Se había previsto una nutrida serie de actos, todo lo cual indicaba
que los presidentes estarían juntos la jornada entera. Contrariamente a lo que
pensaba, el día para Bordaberry pasó muy rápido: "Perón se mostró muy simpático.
Esa fue la primera vez que hablé con él largo y tendido. Para mí fue evidente que
en Europa había adquirido una experiencia que no tenía. Cuando volvió era otro
Perón. Ya no era el demagogo de antes. Me parece que en Europa se dio cuenta de
cómo se hacían las cosas en serio. En las largas conversaciones que tuvimos no
hizo ninguna mención a lo que había pasado cuando lo derrocaron ni tampoco
habló de todo aquello de las radios uruguayas. Ni una palabra sobre esos temas. Era
evidente que en Uruguay había tenido mucho miedo, pero que se le había ido. Me
dijo que no había pensado que en el Uruguay lo iban a recibir de aquella manera.
Irradiaba simpatía, lo que, dirigido hacia la captación de masas, pudo haber sido el
secreto de su éxito. Yo creo que se había cultivado

137
en Europa. Tenía ideas claras sobre la unión de los países latinoamericanos y sobre
la eliminación de las barreras aduaneras. Me demostró que se había dado cuenta de
que el camino no era el del aislamiento, no tenía nada que ver con aquello de la
Argentina potencia, había evolucionado. Es que es imposible vivir tantos años en
Europa sin cultivarse y sin aprender. Es más: él se comportó como si a mí me
hubiera recibido un gran señor. Otra impresión que saqué fue que a su esposa, a
María Estela Martínez, ya la estaban preparando para la eventualidad de que
tuviera que ser la presidenta. Mientras yo estaba con Perón, mi esposa estuvo
siempre con ella. Y tuvo la misma impresión que yo. La estaban entrenando casi
con urgencia. Es que Perón ya tenía sus años, era casi seguro que su esposa sería la
Presidenta de la Argentina, de ahí que para integrar la fórmula Perón no aceptara ni
a un militar, ni a un radical, ni a nadie. De ese modo evitaba que llegara a la
Presidencia alguien no deseado."
El proceso vivido en Chile a partir de la intervención de las Fuerzas
Armadas con la conducción del General Augusto Pinochet, ha sido muchas veces
comparado con el que vivió Uruguay encabezado, a partir del 27 de junio de 1973,
por el Presidente Bordaberry. Quizás una de las diferencias formales más notorias
haya sido que al frente del gobierno chileno se puso de inmediato un militar, en
este caso, Pinochet, mientras que en Uruguay fue Bordaberry, es decir, un civil,
quien apareció como la cabeza visible del movimiento.
Para Bordaberry hubo dos hechos que, en gran medida, permiten hacer un
paralelismo entre las realidades que debieron enfrentar los dos países
sudamericanos. Uno, la existencia de un enemigo común, esto es, la exportación de
la revolución al resto del continente por parte del régimen de Cuba. Y el segundo,
que tanto en Chile como en Uruguay no se llegó, por distintas razones, a consolidar
el proceso iniciado con la presencia de las Fuerzas Armadas. Dice Bordaberry:
"Uruguay y Chile soportaron la misma agresión nacida en la decisión de Fidel
Castro de exportar la revolución a Argentina, a Bolivia, a Chile y a Uruguay.
Incluso a Brasil, pero en este país resolvieron el problema bien a la brasileña, los
detuvieron a todos y los mandaron para Suecia, así se terminó con el peligro, no
pasó más nada. Es necesario insistir en que la agresión que se dio contra Chile fue
la misma que tuvimos que sufrir nosotros en Uruguay. Y que después también se
vivió en la Argentina. Era evidente que había un enemigo común."
Bordaberry asegura que tenía una muy buena relación con Pinochet. Tres
veces estuvo en ese país, aunque solamente en una de ellas viajó oficialmente como
Presidente. Además, tal como se dijo en páginas anteriores, el propio Pinochet
visitó el Uruguay durante su

138
mandato, más concretamente en abril de 1976: "Si no sigo cultivando esa relación
es porque no vaya Chile debido a que si lo hiciera, no sería de extrañar que a algún
juez se le ocurriera perseguirme por una imputación cualquiera. Pero algunos de
sus allegados me dicen que vaya a vedo. Un día -hace ya un tiempo- él me llamó
por teléfono. La llamada la hizo Pinochet mismo, no utilizó los servicios de un
ayudante, levanté el teléfono y escuché su voz. Yo lo conocí cuando hice una visita
oficial a Chile."
En el viaje que acaba de mencionar, el Presidente Bordaberry recibió la
sorpresa de que, entre los diplomáticos acreditados ante el Gobierno de Chile que
lo saludaron en la ceremonia protocolar de estilo, se encontraban los representantes
de China, de Carea del Norte y de Viet Nam del Norte. En aquel momento, el
distanciamiento de China de la Unión Soviética ya se había producido. Todos los
funcionarios diplomáticos soviéticos, así como los pertenecientes a los países del
este europeo, es decir, los del llamado mundo socialista, habían abandonado Chile
después de la llegada de Pinochet al poder. En cambio, los comunistas orientales
habían decidido quedarse en Santiago, una muestra más de las diferencias que
existían entre los bloques liderados por la Unión Soviética y por la China. En tono
de broma, los representantes de los países comunistas de Oriente comentaron con
Bordaberry que seguían en Chile porque, al fin de cuentas, unos y otros pertenecían
al Pacífico.
Las palabras de Bordaberry al referirse a ese viaje oficial se dirigen a
explicar que en Chile recibió una muy buena impresión de Pinochet y de la gestión
que estaba realizando desde el gobierno. Afirma que entonces pudo comprobar el
enorme respaldo popular que había logrado por su gestión: "Yo andaba con él por
las calles y la gente lo aplaudía, hasta en las barriadas más apartadas. Era evidente
que había logrado una gran adhesión popular. No debe olvidarse que el empujón
final al Presidente Allende, se lo dio un gremio, el de los camioneros. A Allende se
le pusieron enfrente los sindicatos y las amas de casa. Precisamente, el caceroleo lo
inventaron ellas como forma de manifestar su protesta contra el gobierno
socialista."
De acuerdo a lo que expone Bordaberry, el General Pinochet no quería
intervenir hasta el último momento. Asegura que, incluso, había oficiales del
ejército que estaban apurados por hacerla, lo que, por ejemplo, explica la
intervención de un regimiento que salió a la calle contra Allende antes del 11 de
setiembre, hecho que provocó la sanción de los responsables por parte de Pinochet.
Bordaberry relata que en las conversaciones que mantuvo con él, lo escuchó contar
que cuando los oficiales del ejército llegaban a sus casas tenían que soportar las

139
recriminaciones de sus esposas que les echaban en cara que no tomaran la decisión
de intervenir y que hasta los trataban de cobardes por no hacer lo que el pueblo
estaba reclamando, es decir, poner orden de una buena vez. Pero es que -afirma
Bordaberry- Pinochet fue muy estricto, se movió con un criterio militar, recién
decidió intervenir cuando se convenció de que ya no había otra posibilidad: "Creo
que la chispa se encendió cuando se enteraron de un plan del Gobierno para
descabezar a las Fuerzas Armadas. Sacar a los mandos, a los comandantes y a otros
oficiales de nivel, es como patear a un hormiguero. Todos quedan sin saber a quién
obedecer. Estoy casi convencido de que el descubrimiento de ese plan fue lo que
finalmente precipitó la intervención de las Fuerzas Armadas. Es más: hubo que
adelantar la fecha prevista inicialmente para el 14 de setiembre, porque la Armada
le comunicó a Pinochet que intervendría el 11, ya que no podía seguir esperando.
Esto se lo hizo saber el propio Comandante en Jefe de la Armada, el Almirante
José Toribio Merino, de modo que Pinochet aceptó debido a que los efectivos de la
Armada estaban en Valparaíso 'apenas contenidos'. Pero siempre hay que tener en
cuenta que, al mismo tiempo, había una gran presión popular y sindical sobre
Allende."
Entre los viajes de Bordaberry a Chile, hubo uno que realizó en noviembre
de 1979, cuando ya no era Presidente del Uruguay, invitado por la Universidad de
Chile y por la Corporación de Estudios Nacionales, para participar en un seminario
que tenía como tema central "La Constitución Contemporánea; Democracia
protegida". A ese seminario concurrieron, entre otros, el español Gonzalo
Fernández de la Mora, el francés Alain Lacoste-Larreymondie y el uruguayo
Alvaro Pacheco Seré. La versión taquigráfica de la extensa exposición de
Bordaberry en el congreso fue publicada en Uruguay.80 En ella manejó con
detenimiento muchas de las ideas que ya se han expuesto en este trabajo. Y
también hizo una mención al Presidente Banzer de Bolivia: "Los gobiernos se
debilitan y en tal sentido me parece ilustrativo el caso de Bolivia: el General
Banzer anunció elecciones para el año 1980, a fin de entregar el poder a los civiles.
Todavía falta un mes y medio para empezar el año 1980 y ya ha habido cuatro
Presidentes en Bolivia. Aclaro que tengo un alto concepto personal del General
Banzer, a quien tuve el honor de tratar personalmente, pero siempre pensé que
había cometido un terrible error. El anunció le quitó el proceso de las manos."
En un capítulo en el cual se ha hablado de Argentina, de Chile y de Bolivia,
parece necesario transcribir íntegramente la contestación de Bordaberry a la
pregunta que se le formuló para este libro dirigida a

80. Juan María Bordaberry, "Las opciones", impreso en Rosgal S.A., Montevideo,
1980.
140
conocer su opinión, justamente, sobre la existencia de un plan represivo conjunto
en el que habrían intervenido varios países de Sudamérica: "Eso no es verdad. El
enemigo es increíble, tiene imaginación hasta para inventar los nombres. Dicen que
hubo un 'Plan Cóndor'. ¡Que me den una prueba! Inventaron un plan al que
identificaron con el nombre de un animal de garras poderosas que planea por lo
alto dispuesto a caer sobre su presa y que, además, tiene reminiscencias de
Pinochet, en tanto es posible imaginarlo sobrevolando los Andes. No hubo nada de
eso. Lo que hubo fue un enemigo común, de modo que era natural que también
hubiera un buen intercambio de información. Con Chile no hubo un gran
intercambio, debido a que está más lejos. Con la Argentina, en cambio, sí hubo
mucho intercambio de información porque, además, los tupamaros iban de acá para
allá, esto está demostrado que sucedió. Yo fui citado para comparecer
judicialmente por una denuncia iniciada por la viuda de Gutiérrez Ruiz, que
buscaba esclarecer los hechos que terminaron con la muerte de su marido. Lo hice
solamente para informar, no estaba involucrado en esa denuncia. Una de las pre-
guntas que me hizo el juez Lombardi fue, precisamente, si había habido una acción
coordinada o conjunta de oficiales uruguayos y argentinos. Y yo contesté que no,
que lo que hubo fue un enemigo común que utilizaba los mismos métodos en
Uruguay y en Argentina. Y que tenía los mismo objetivos. De ahí que el
intercambio de información fuera tan inevitable como necesario. Con respecto,
concretamente, a la muerte de Michelini y de Gutiérrez Ruiz, ocurridas el 20 de
mayo de 1976, yo poco pude hacer. Dejé la presidencia el 12 de junio de 1976. En
aquella oportunidad, se me preguntó qué era lo que había hecho y yo respondí que
hice lo que pude. Me puse en contacto con el embajador en Buenos Aires, Gustavo
Magariños, y le pedí que de inmediato hiciera las averiguaciones pertinentes. Pero
mi cabeza estaba totalmente ocupada con el problema uruguayo, ya a punto de
hacer crisis. Yo había tenido mucha relación con Michelini y con Gutiérrez Ruiz, a
pesar de que ellos estaban en las antípodas de mi pensamiento, por supuesto. Como
se ha dicho en alguna publicación, estaban en contacto con los tupamaros. Esto fue
evidente. Y no se puede simplificar diciendo que fueron oficiales del Uruguaya
matarlos en la Argentina. El propio Ferreira Aldunate habló siempre de la
presencia de policías argentinos y mencionó los autos "Falcon" de la policía de ese
país en el operativo que terminó con la muerte de los dos legisladores uruguayos."

Ferreira Aldunate, en audiencias del Subcomité sobre Organizaciones


Internacionales del Comité sobre Relaciones Internacionales, de la Cámara de
Representantes de Estados Unidos, celebradas en junio, julio y agosto de 1976,
había declarado en Washington que

141
Michelini y Gutiérrez Ruiz "fueron asesinados por oficiales del gobierno argentino
que actuaban bajo las órdenes del igualmente sanguinario gobierno uruguayo". El
24 de mayo de aquel año, es decir, cuatro días después de la aparición de los
cadáveres, había enviado una carta al Teniente General Jorge Rafael Videla,
Presidente de la Argentina, en la cual relataba los detalles de los secuestros de los
dos ciudadanos uruguayos y mencionaba la presencia de policías argentinos en el
operativo realizado en Buenos Aires.

Un cable de la Agencia AFP, daba cuenta de que para Ferreira Aldunate, el


asesinato de Michelini y de Gutiérrez Ruiz, "no sólo es una violación flagrante del
derecho de asilo, sino que en esa operación intervino directamente la policía
argentina". En otros cables emitidos desde París también por AFP, a raíz de la
llegada de Ferreira Aldunate a la capital de Francia, el 29 de mayo de 1976 se
informaba que había declarado que la preparación del doble asesinato pertenecía "a
los sectores más extremistas y represivos del Uruguay que, a su juicio, se niegan a
toda apertura, para la cual Gutiérrez Ruiz hubiera sido una pieza clave". Asimismo,
se refería al asesinato del Coronel Ramón Trabal, diciendo que, de acuerdo al
Comité de Defensa de los Presos Políticos del Uruguay, "ese militar, cuya posición
ante la apertura era evidente, fue también asesinado por orden de los grupos más
intransigentes del gobierno uruguayo". Todas las declaraciones que formulaba en el
exterior eran, obviamente, conocidas por las Fuerzas Armadas uruguayas, tal como
lo demuestra un informe centrado en ellas elaborado por el Servicio de Información
de Defensa (SID) en el que se transcribían sus "agraviantes manifestaciones".

Tanto en las declaraciones realizadas en las audiencias de Washington,


como en otros países que visitó, había formulado apreciaciones muy duras, con
calificativos muy severos, para la gestión del gobierno de Uruguay, del
Presidente Bordaberry y de las Fuerzas Armadas, en particular, todo lo cual
produjo un gran malestar entre los acusados que contribuye a explicar el
ambiente de hostilidad que se había creado contra él, en especial entre los
militares.

142
LA GUERRA Y SUS CONSECUENCIAS.
EL PLAN DE LOS TUPAMAROS.
Al tratarse el engorroso asunto de las posibles violaciones de los derechos
individuales de las personas y de las irregularidades o excesos que pudieron haber
cometido las Fuerzas Armadas -todavía presente en la encendida discusión de
actores sociales y políticos- Bordaberry realiza una puntualización previa que cree
imprescindible para abordar un asunto de tanta trascendencia:
"Me parece realmente llamativo que únicamente se hable de los derechos
humanos de quienes estuvieron del lado de la revolución. Yo creo que hoy sólo
importan los derechos humanos de los revolucionarios. En aquellos años se
cometieron agresiones contra los derechos humanos de personas que no estaban
con la revolución y que sufrieron muertes y secuestros. Yo vi salir a personas que
parecían cadáveres después de estar enterradas en vida durante un año prisioneras
de los tupamaros. Y también hubo asesinatos de soldados y de civiles. Esas son
violaciones a los derechos humanos que, al parecer, nadie recuerda hoy en día. Para
esos casos no hay comisiones que investiguen. Sus autores han recibido la
bendición de la democracia. Yo no puedo olvidarme lo que fue el otoño de 1972,
especialmente la noche que salí con mi esposa a recorrer los velatorios de los
cuatro soldados asesinados en la puerta de la casa del Comandante en Jefe del
Ejército.81 Íbamos de una casa a la otra y me acuerdo que, en determinado
momento, mi señora estaba con los ojos llorosos por las tragedias que estábamos
viendo. En especial, por los niños y por las viudas que sufrían en silencio. De esto
nadie se acuerda, pero yo nunca más voy a olvidarlo y mi señora menos todavía,
ella es muy sensible frente al sufrimiento de los niños. Hace años que pienso en
esto, no es ahora que lo hago. Aquellos niños demostraban su asombro por lo que
estaba pasando, veían que a esas

81. El 18 de mayo de 1972, un comando tupamaro mató a los soldados Saúl Correa,
Osiris Núñez, Gaudencio Núñez y Ramos Jesús Ferreira que, apostados en un jeep,
custodiaban la casa del General Florencio Gravina, Comandante en Jefe del Ejército,
ubicada en la calle Abacú casi Avenida Italia.

143
humildes viviendas llegaban generales, oficiales y hasta el propio Presidente de la
República con su esposa, contemplaban a sus padres muertos encerrados en los
féretros, y no podían entender lo que sucedía. A partir de ese momento, para
consolar a esos niños, para darle algún sentido a la tragedia que habían vivido, se
les podía decir que sus padres habían muerto defendiendo a la patria y a la sociedad
uruguaya. Pero eso hoy ya no se les puede decir. Aquellos niños de entonces, que
hoy son hombres, lo menos que pueden haber pensado es que sus padres murieron
inútilmente, debido a que los autores de los asesinatos están todos libres y fueron
perdonados. Y todavía puede haber alguno de aquellos hijos al cual le haya
llegado la acusación de que su padre era un represor, como se dice ahora, o un
torturador. Esos chicos, cuyos ojos llenos de asombro yo todavía recuerdo, podían -
repito- haber recibido alguna explicación que les diera fortaleza en el sentido de
que sus padres habían muerto en defensa de la patria y de la sociedad. Sin
embargo, esa explicación ya no tiene sentido. No existe razón para explicarles
porqué murieron sus padres. Esto me parece una auténtica agresión al derecho de
un hijo de tener en muy alta memoria a su padre. Todo esto se olvida porque se
trata de derechos humanos de los cuales no son titulares los revolucionarios.
Entonces, antes de entrar en el tema de los derechos humanos, yo quiero señalar
claramente que las interrogantes que hoy se plantean los medios de comunicación y
otras innumerables publicaciones, están todas referidas a los derechos humanos de
quienes se levantaron contra la sociedad uruguaya. Y que si la sociedad uruguaya
actuó a través de sus Fuerzas Armadas, lo hizo cumpliendo con su obligación de
ser defendida y utilizando las armas legítimas."
Luego de esta puntualización, a Bordaberry le parece necesario analizar el
contenido de dos documentos, uno emitido por la Junta de Comandantes en Jefe y
otro perteneciente a los tupamaros.

El primero de los documentos, está fechado el 29 de junio de 1973 y tiene la


firma del Comandante en Jefe del Ejército, General Hugo Chiappe Posse, del
Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Brigadier José Pérez Caldas, y del
Comandante en Jefe de la Armada, Capitán de Navío, Víctor González lbargoyen.
En él se establecía que, en vista de la nueva misión que el Poder Ejecutivo le había
encomendado a las Fuerzas Armadas y policiales, por la cual se acentuaría el
contacto con la población, deberían extremarse "las medidas de precaución a fin de
evitar situaciones que desmerezcan la imagen de las FF.AA. ante la opinión
pública, lo que traería aparejado como consecuencia un factor negativo en el
cumplimiento de la misión." Y en la parte resolutiva, se disponía: "1) Todos los
Comandos Subalternos empeñados en las tareas asignadas, mantendrán un estricto
control y tomarán las medidas nece-
144
sarias para que el trato directo con civiles, incluso detenidos, se ajusten a las más
estrictas normas de educación y corrección en el trato. 2) Deberán respetarse, al
máximo compatible con la seguridad, los derechos individuales. 3) Toda
transgresión constatada a las presentes directivas, será considerada como falta
gravísima, responsabilizándose de las mismas a los Comandos correspondientes a
todos los niveles."
En el segundo documento mencionado por Bordaberry, el Movimiento de
Liberación Nacional, en junio de 1972, había sostenido que "las fuerzas de
represión tienen que ser atacadas utilizando para ello hechos reales o montando un
gran escándalo mediante versiones que impacten a la opinión pública". Más
adelante, después de explicar en detalle los procedimientos que debían utilizarse
para llevar adelante la campaña contra sus enemigos, se expresaba: "Siempre hay
que estar atento para que cualquier hecho casual, enfermedad, accidente o muerte,
sea explotado para que la culpa recaiga en la fuerza de represión. Todas estas
medidas tienen urgencia para contrarrestar nuestra momentánea detención hasta
que nuestra reorganización esté terminada. La importancia de este plan es grande
porque está destinado a afectar la moral de la fuerza de represión, el prestigio de
los Jefes y el principio de autoridad. Nuestros abogados saben orientarse muy bien
para esos fines. Hay que aprovechar las visitas a las cárceles y cuarteles de
familiares, amigos y abogados, para armar la historia y que ningún compañero
caiga en contradicciones."
Según Bordaberry, este último documento es una prueba indiscutible de la
campaña de desprestigio que se ha llevado a cabo contra las Fuerzas Armadas:
"Los tupamaros fueron derrotados militarmente, perdieron la guerra pero la
ganaron desde el punto de vista político. Yo he tratado de difundir ese documento,
pero no pasa de una barrera. Hasta se lo di a algunos oficiales de las Fuerzas
Armadas para que lo utilizaran y demostraran cómo todo obedeció a una campaña.
Al enemigo, los tupamaros iban a atacado en su prestigio, se propusieron dejarlo
mal frente a la opinión pública. Hoy en día pocos recuerdan lo que ellos hicieron,
pero, sin embargo, de diez uruguayos a los que separe en la calle, siete u ocho
probablemente dirán que todos los militares fueron unos torturadores."
En cuanto al primer documento al que se hizo referencia, el emitido por la
Junta de Comandantes en Jefe, Bordaberry comenta: "Que en el nivel inferior
hubiera quienes no acataron la orden, no puedo decir que no haya sucedido.
Pretender que los militares están a salvo de toda imputación es suponer que hay un
grupo humano en el cual todos sus integrantes son perfectos. Lo que yo digo es que
nadie impartió una

145
orden de que se torturara sistemáticamente o de que se matara. Al contrario. Y esto
es exactamente lo mismo que dije en la carta a los Obispos."
En un fragmento de su carta a los Obispos, ya citada en este libro por otras
razones, fechada en junio de 1972, Bordaberry manejó un concepto también ya
expuesto en capítulos anteriores, que subrayaba que en la guerra que vivía el país
era decisiva la información. Defendió los interrogatorios exigentes y rigurosos,
pero afirmó: "Rigor y exigencia no son sinónimos de trato inhumano. Nadie ha
impartido una orden semejante y bien dicen ustedes que en esa materia las Fuerzas
Armadas de nuestro país tienen una honrosa tradición nacional. Reitero a ustedes y
públicamente lo que expresara personalmente: los mandos militares y policiales
velan por el cumplimiento de esta consigna, dispuestos a impedir y sancionar la
transgresión, no sólo porque ese es su deber sino, es justo decirlo, por convicción
profunda."
La Comisión para la Paz, formada a instancias del Presidente Jorge Batlle, se
expidió en abril de 2003, y sus conclusiones fueron hechas propias por el Poder
Ejecutivo, de modo que se han convertido en la palabra oficial del Estado
uruguayo. Entre sus graves afirmaciones han tenido una gran difusión las que
admitieron que a fines de 1984, varios cadáveres de detenidos muertos en
dependencias militares fueron exhumados y cremados. Las cenizas, finalmente, se
arrojaron al río para que desaparecieran todas las pruebas de lo sucedido antes de
que en marzo de 1985 asumiera el gobierno democrático encabezado por el doctor
Julio María Sanguinetti.
A Bordaberry le interesa señalar, en primer lugar, que la Comisión para la
Paz siguió un camino que no está permitido por la Constitución de la República,
esto es, las pesquisas secretas. Y, además, expresa que merece subrayarse el hecho
de que todos sus integrantes se hayan puesto de acuerdo en que no revelarían las
fuentes a través de las cuales obtuvieron la información que les permitió llegar a las
conclusiones, en parte hechas públicas. Bordaberry se pregunta qué pasará el día
que un juez cite a declarar a los miembros de la Comisión. ¿Tampoco las
revelarán? Para él, la Comisión para la Paz no ha hecho otra cosa que reavivar y
complicar todavía más el panorama en torno a ese asunto. Dice Bordaberry: "Las
Fuerzas Armadas, lo repito una vez más, no tenían instrucciones de matar a la
gente. Nada de lo que pudo haber pasado tuvo que ver con una decisión oficial. Me
refiero a las muertes o las torturas. Podría haber sucedido algo en alguna unidad
militar, pero yo no lo sé, nunca lo supe. Estábamos en guerra, si alguien murió por
actos de guerra parecería que se trató de algo natural. En cambio, si alguien murió
estando preso, si fue torturado y lo mataron, tengo que
146
decir que eso me parece horrible. Pero lo de la Comisión para la Paz, no termina
acá. Los familiares de los muertos van a querer ir más a fondo. ¿Y la Comisión va
a decir que hasta ahí llegó? Si los citan judicialmente van a tener que hablar."
Un aspecto de ese mismo tema, también ya abordado por algún dirigente del
movimiento tupamaro, es objeto asimismo de análisis por Bordaberry. Se trata del
destino que pudieron haber tenido los detenidos si hubieran estado presos en la
misma época, pero en otro lugar, concretamente en la Argentina. Afirma
Bordaberry: "A Raúl Sendic lo agarraron los efectivos del FUSNA en un sótano de
la Ciudad Vieja. Él estaba escondido ahí abajo y tiraba para arriba. Los militares le
dieron un balazo que le destrozó la cara. Es evidente que -de habérselo propuesto-
hubieran podido matarlo ahí mismo. Sin embargo, lo llevaron al Hospital Militar y
lo operaron. A Yessi Macchi 82 le pegaron un balazo que le impactó en el hígado.
También la condujeron al Hospital Militar y la salvaron. El cirujano que la operó es
un médico alemán a quien conozco porque fue compañero mío en la escuela. Lo
que hizo fue una hazaña quirúrgica. De esos episodios hubo muchos."
Bordaberry afirma que el General .Gregario Alvarez llegó a comentarle que,
en cierta oportunidad, les había aconsejado a los militares argentinos que no
mataran a los guerrilleros, que trataran de sacarles la mayor cantidad posible de
información, ya que la guerra no se ganaba matando sino con una buena
información. Y que esto era así porque en la guerra que había en Uruguay y en
Argentia los ejércitos no estaban desplegados frente a frente de un modo
tradicional, el enemigo estaba en cualquier lugar, uno se lo podía cruzar en la calle
sin saber quién era.
En el mismo sentido, Bordaberry recuerda otro hecho que le es útil para
comparar las distintas actitudes que se habrían dado de un lado y del otro del Río
de la Plata. Siendo Presidenta de la Argentina, María Estela Martínez de Perón,
conocida, como se dijo, como Isabelita Perón, se aprobó un decreto en el que se
establecía que la guerrilla sería combatida hasta su aniquilamiento. Poco tiempo
después, Bordaberry concurrió, en su carácter de Presidente de la República, a un
acto que se celebraba en el Centro Militar de Montevideo. Ahí tuvo la oportunidad
de mantener una conversación con el General Mario Aguerrondo y en el
transcurso de la charla salió el tema del decreto que acababa de aprobarse en la
Argentina. Fue entonces cuando Aguerrondo le dijo al Presidente Bordaberry:
"Dicen que los militares uruguayos somos du-

82. Conocida tupamara sobre la cual se escribió un libro que narra algunos aspectos de su
vida: 'La leyenda de Yessi Macchi", de Silvia Soler, Editorial Fin de Siglo, Montevideo,
2000.
147
ros. Ahora, con la intervención de las Fuerzas Armadas argentinas, van a saber lo
que son militares duros". Según Bordaberry, en la Argentina había un gran odio
contra los guerrilleros porque habían cometido varias brutalidades contra las
familias de los oficiales. Y agrega: "Entre nosotros sí hubo cosas muy duras, pero
no de la naturaleza que se dieron en la Argentina. Los militares argentinos estaban
esperando que les dieran vía libre para salir a combatir con toda la fuerza. Y el
decreto al que me refiero, al hablar de aniquilamiento, les abrió el camino para que
lo hicieran. Por eso fue que Aguerrondo me dijo que ahora se sabría lo que eran
militares duros."
Sobre lo que podía haberles sucedido a los tupamaros presos si hubieran
estado en la Argentina, se ocupó el senador José Mujica hace cuatro años. Parte de
sus declaraciones fueron las siguientes: "Nunca me vaya olvidar de lo que me dijo
un capitán que en cierto momento vino a mi calabozo cuando yo estaba detenido en
Rocha. Según él, algunos oficiales argentinos habían estado de visita en esa unidad
militar y me habían estado mirando por la mirilla de la puerta del calabozo.
Entonces, le habían comentado: 'tipos como éste, allá en la Argentina, estarían diez
metros bajo el agua'. Y el capitán me comentó que él los despreciaba, que tenía
conciencia de que en el Uruguay éramos distintos. Lo cual no quería decir que en
nuestro país no hubiera alguno que pensara lo mismo que los milicos argentinos,
pero a la hora del balance era evidente que nosotros éramos distintos. La vida en el
Uruguay vale mucho, después de 1904 el país logró la incrustación de algunos
valores que son muy progresistas relativos a la vida humana."83
Con la intención de tratar algunos de los hechos que más conmovieron a la
opinión pública en el período que Bordaberry fue el Presidente de la República, se
trae a la memoria la aparición de varios cadáveres en las proximidades de Soca,
inmediatamente después de que el Coronel Ramón Trabal fuera asesinado en la
ciudad de París.84 A la grave acusación que se ha hecho sobre la participación que
Bordaberry habría tenido en ese hecho, responde sin dudar: "Esa afirmación corre-

83. Miguel Ángel Campodónico, op. Cit.


84. La muerte de Trabal ocurrió en 1974 y se la atribuyó la "Brigada Internacional Raúl
Sendic~ Mauricio.Rosencof ha negado que los tupamaros hubieran tenido algo que ver con
ese asesinato (Miguel Angel Campodónico, op.cit.). El 20 de noviembre de 1974, es decir,
al día siguiente de la muerte de Trabal, aparecieron acribillados a balazos varios cuerpos en
los caminos vecinales cercanos a Soca. Entre ellos, estaba el matrimonio Floreal García-
Mirtha Hernández, padres de Amaral García. El niño, desaparecido en la Argentina, fue
ubicado diez años después en el seno de una familia adoptiva. Asimismo, Rosencof afirmó
que los mandos militares habian discutido con Juan María Bordaberry la posibilidad de
fusilar, como represalia por la muerte de Trabal, a varios de los tupamaros detenidos más
representativos, a lo que el Presidente se habría opuesto. Después de considerar varias
posibilidades, siempre según Rosencof, se habría llegado a la decisión de matar a las
personas que aparecieron cerca de Soca.
148
pareja con la que hizo el periodista tupamaro Blixen en el semanario "Brecha",
según la cual habría habido una reunión del Consejo de Seguridad Nacional, en la
que se habría discutido si se asesinaba o no a Michelini y Gutiérrez Ruiz. Y que yo
habría votado por no matarlos. Todas esas afirmaciones parten de la base de que yo
pude participar en una reunión en la que se decidiría si se mataba a alguien. Yo
jamás participaría en una reunión de esa naturaleza. No me hacen ningún favor al
decir que voté en contra. Me agravia que se diga que yo estuve sentado en una
reunión en la cual se trataba semejante asunto. Si yo hubiera estado, no sólo
hubiera votado en contra sino que, además, me hubiera levantado y me hubiera ido,
y lo hubiera denunciado públicamente al costo que fuera. Esto debe quedar claro.
Todo eso -la afirmación de Blixen, la de Rosencof, etc.- es parte de una corriente
que va siempre para el mismo lado y que tiene la posibilidad de utilizar los medios
de comunicación que yo no tengo. Así van dejando caer gotitas de veneno.
Además, yo me enteré de la muerte de Trabal durante una reunión del COSENA
que se hizo por la mañana. Cuando mi secretario me dio la noticia, la transmití a
los demás integrantes, levanté la sesión y nos fuimos. A las siete de la mañana del
día siguiente, me enteré de la aparición de los muertos de Soca."
Bordaberry es todavía más explícito. Mientras -tal como lo dijo antes- una
mañana estaba sesionando el COSENA en la Casa de Gobierno de la Plaza
Independencia, interrumpió la sesión porque le pareció que era lo que
correspondía ante la gravedad de la noticia recibida y, además, porque entendió
que muchos de los que estaban allí que, como él mismo, habían conocido a
Trabal, debían sentirse muy afectados. Al otro día, temprano por la mañana, supo
de los cinco tupamaros muertos que se suponía que estaban en la Argentina: "A
pedido de los familiares de Amaral García, yo quise averiguar lo que había
pasado, pero no pude llegar a ninguna conclusión a pesar de que dispuse una
investigación. Evidentemente, hasta ahí llegaba la posibilidad de averiguar qué
era lo que había sucedido."
Ante la pregunta si conoció otros casos, Bordaberry se dispone a hablar del
tema, pero antes cree necesario hacer otra puntualización: "En primer lugar, debo
decir que esas personas por las que se reclama permanentemente era gente que
andaba con la metralleta en la mano, o comunistas, o anarquistas prontos a
tomarlas. Creo que algunas cosas pasaron, sin duda. Siendo yo Presidente sucedió
la muerte en Treinta y Tres, de Luis Carlos Batalla, militante del Partido
Demócrata Cristiano. Se había hecho odiar tremendamente, desde la
clandestinidad amenazaba a los oficiales de la unidad militar de Treinta y Tres,
les hacía llegar mensajes en los que les decía que iba a entrar en sus casas, etc.,
de
149
modo que fue creando un clima muy agresivo contra él. Hasta que cayó preso. En
esa época, el Poder Legislativo todavía estaba funcionando. El Ministro de Defensa
era el General Magnani. Fue citado y concurrió al Parlamento. El debate fue muy
duro. Magnani reconoció lo que había pasado y dijo que los responsables habían
sido separados de sus cargos y sancionados. Hasta ese punto todos estaban de
acuerdo. Pero a Wilson se le ocurrió pedir 'el público señalamiento de los
responsables'. Yeso resultaba imposible, ya que complacer a Wilson hubiera sido lo
mismo que condenarlos a muerte. El Parlamento debió quedarse con la explicación
de Magnani, es decir, que dentro de la esfera militar los responsables ya habían
sido juzgados y sancionados. Yo ni siquiera sé quiénes eran."
Esta discusión parlamentaria que, en parte, Bordaberry acaba de recordar,
fue la causa de la carta personal que, fechada el 17 de mayo de 1972, le dirigiera el
General Esteban Cristi, Jefe de la Región Militar N° 1, la más importante del país.
En ella, el militar señalaba su preocupación "derivada de la situación política y
militar actual, culminada en la madrugada del día 15 y que momento a momento
tiende a agudizarse." Más adelante, el General Cristi se hacía numerosas preguntas:
"¿Es posible que esa confianza y fe [para que las Fuerzas Armadas cumplieran su
misión] no vacilen seriamente ante la acción de la tremenda campaña destructiva,
interesada, tenaz, maligna que se está sufriendo? ¿Es posible disimular que en la
jornada del día 14 se calumnió, insultó y hasta destrató, en Asamblea durante más
de 40 horas, dedicadas a ese expreso fin y no sólo a un Señor General y Ministro de
Defensa, sino también a las Fuerzas que representa? ¿Es posible que esa confianza
y fe se mantengan, cuando Señores' Representantes del Sector Oficialista -y aun
cuando en su caso personal no tengan convicción al respecto- no hayan apoyado
eficazmente a aquel Ministro o lo hicieran con timidez? ¿Es posible que cualquiera
de los distintos niveles del Mando de las Fuerzas Armadas, deban soportar en
silencio, ser tildados de asesinos por la impunidad que aseguran los fueros a
cualquier irresponsable? ¿Es posible que la fe no sufra, cuando asunto de una
importancia vital para la defensa Nacional, se discuta en una Asamblea en que
participen indeseables, delincuentes y sediciosos? ¿Cuándo se con. sume alcohol en
Sala, que puede llevar incluso a torcer las facultades de razonamiento y a alejar el
sentido de la realidad y de la necesidad!"
La carta continuaba -escrita en hojas de pequeño formato, tenía cinco carillas
y media- y era un ejemplo más de que el rumbo de colisión que llevaban el sistema
político y las Fuerzas Armadas, del que hablara Bordaberry, era cada vez más
peligroso.
150
Para Bordaberry queda claro que las Fuerzas Armadas no desarrollaron una
conducta sistemática que llevara a la desaparición o a la tortura de las personas
detenidas, como lo demuestra la orden firmada por los tres Comandantes en Jefe,
en el sentido de que se debía cuidar la conducta de los efectivos militares para no
caer en excesos que violentaran los derechos individuales. Y que su
incumplimiento se consideraría una falta gravísima: "Claro, podría decirse que
aquello fue de la boca para afuera. Yo entiendo que es muy difícil desterrar esta
idea y con ese elemento fundamental, precisamente, fue que contaron los
tupamaros cuando se propusieron desprestigiar a las Fuerzas Armadas."
En la noche del 7 de setiembre de 1973, nueve dirigentes de primera línea de
los tupamaros fueron sacados del Penal de Libertad para ser llevados a distintas
unidades militares en las cuales, sin embargo, tampoco quedarían en forma
definitiva, ya que serían trasladados permanentemente, Desde aquel día hasta que
se instaló el primer gobierno de Sanguinetti, en marzo de 1985, se ha afirmado que
tuvieron que sufrir un total de 45 traslados. 85 Bordaberry ofrece la siguiente
explicación: "Los dirigentes tupamaros eran personas de una gran capacidad.
Habían montado todo un sistema especial para continuar actuando desde la cárcel.
Las Fuerzas Armadas tomaron muchas medidas para evitar que siguieran
trabajando como una organización y para que no influyeran en los soldados que
los custodiaban. Una de esas medidas fue rotar todos los meses a la guardia del
Penal de Libertad, es decir, cada una de las unidades militares del país tomaba a su
cargo la guardia durante un mes. Al cabo de ese lapso, la guardia que estaba
actuando se iba y negaba una distinta desde otro punto lejano del país. De ese
modo se trataba de evitar el contacto permanente con los tupamaros. Y otra
medida fue la del traslado de los jefes detenidos a unidades militares,"
Cierto día, el General Hugo Chiappe Posse le comunicó al Presidente
Bordaberry que las autoridades militares habían llegado a la conclusión de que no
había otra solución que separar a los cabecillas entre sí y del resto de los detenidos
en el Penal de Libertad, debido a que seguían trabajando para la organización y
dando órdenes desde la cárcel. Le adelantó, además, que los iban a distribuir en
diferentes cuarteles del interior del país y que serían rotados cada pocos meses, de
modo que no permanecerían mucho tiempo en el mismo lugar. El General Chiappe
Posse agregó que, a medida que se fueran produciendo esos traslados, el Presidente
sería informado de los lugares en los cuales había sido confinado cada uno de los
jefes tupamaros. "Yo le contesté a

85. Los nueve tupamaros, conocidos como "los rehenes", fueron: Raúl Sendic, José Mujica,
Eleuterio Fernández Huidobro, Jorge Manera Lluveras, Julio Marenales Sáenz, Henry
Engler, Adolfo Wassen Alaniz, Jorge Zabalza y Mauricio Rosencof.
151
Chiappe que no quería saberlo -asegura Bordaberry. Que se trataba de una medida
militar y que, por lo tanto, era competencia de los militares. Yo apoyaba la medida,
pero no tenía interés en saber dónde estaban. ¿A los fines de la guerra para qué
servía que el Presidente conociera los lugares en los cuales habían sido recluidos
los jefes de los tupamaros? Después le comunicaron la novedad al Ministro de
Defensa, el doctor Ravenna. Yo me enteré de cuál era la unidad militar en la que
habían recluido a Sendic, no por los militares, sino por terceros. En aquel momento
estaba en Paso de los Toros."
Según Bordaberry, referirse a los tupamaros trasladados como "rehenes" no
es real y corresponde a una calificación política. Asegura manejando ideas ya
expuestas- que el Uruguay fue el único país de América en el cual, cuando terminó
el proceso iniciado el 27 de junio y se instauró nuevamente el régimen
democrático, salieron de las cárceles dos o tres mil detenidos: "En Argentina los
mataron. En Venezuela, también. En Brasil -como se dijo- los mandaron para
Europa. Que haya habido algún exceso a un nivel puramente individual, no puedo
negarlo. Ya mencioné alguno. Pero, ¿en qué guerra no hay excesos! Creo que la
conducta de las Fuerzas Armadas en aquel momento fue la mejor que se podía
pedir."
El 17 de abril de 1972, con las instituciones democráticas todavía en pleno
funcionamiento, el Parlamento incluido, por supuesto, ocurrió la muerte de ocho
militantes comunistas en la sede de la Seccional 20 de ese Partido, en la calle
Agraciada. También, a consecuencia del operativo militar, murió, aunque mucho
tiempo después, el Capitán Wilfredo Busconi. 86
Bordaberry, después de recordar que la senadora Marina Arismendi, hija de
Rodney Arismendi, quien fuera la figura más importante del Partido Comunista
durante muchos años, presentó en 2002 una denuncia penal contra él por ese hecho,
afirma que lo que puede comentar es la versión que, en su momento, recibió del
Coronel Trabal, Jefe de Inteligencia del Ejército, quien habitualmente informaba al
Presidente de lo que sucedía en el área de su competencia.
Expresa Bordaberry: "Pinochet decía que el enemigo tiene una estrategia sin
tiempo. Y él lo vivió en carne propia, después de años y
86. Los comunistas muertos fueron Luis Alberto Mendiola, José Ramón Abreu,
Raúl Gancio, José W. Sena, Rubén Claudio López, Elman Milton Fernández, Ricardo
Walter González y Héctor Cervelli. El Capitán Busconi, recién murió en enero de 1974.
Sobre este trágico episodio, además de lo que se ha publicado en varias oportunidades,
existe un libro, únicamente referido a lo que sucedió en el local comunista, en el que se
hacen graves acusaciones contra el procedimiento militar: Virginia Martínez, "Los
fusilados de abril", Ediciones del caballo perdido, Montevideo, 2002. En su momento,
Jaime Pérez, legislador comunista, había sostenido en el Parlamento que los militantes
comunistas habían sido ejecutados por las fuerzas militares.
152
años terminó preso en Londres. ¡Y contra mí se inició un juicio 30 años después!
Según Trabal, se había recibido la información de que en el local comunista había
un armamento oculto. Concurrió una patrulla militar al mando del Capitán
Busconi, hijo de un Coronel muy prestigioso, con la intención de practicar un
allanamiento. Busconi anunció que allanaría el lugar y que tenía la autorización
judicial correspondiente. Antes de seguir tengo que hacer referencia al aspecto
legal. Me acuerdo de la fecha porque el 14 de abril fue el día fatídico en el cual los
tupamaros mataron a varias personas, a raíz de lo cual se declaró el estado de
guerra interno. Se había mandado al Parlamento el proyecto de la Ley de
Seguridad, pero no habíamos declarado el estado de guerra esperando que se
aprobara la ley, cosa que recién sucedió en julio. Entonces, enviamos a su vez un
mensaje para que se declarara el estado de guerra interno, ya que, de acuerdo a los
que nos decían los asesores militares y jurídicos, no podíamos declarar la guerra. Si
lo hacíamos, les dábamos a los tupamaros la categoría de beligerantes, por lo cual
hubiera regido lo que disponía la Convención de Ginebra. Por lo tanto, entre
Barrios Tasano, Pacheco Seré, Eduardo Jiménez de Aréchaga y Bayardo Bengoa,
todos juristas de primea línea, se llegó a la idea de establecer la figura de 'estado de
guerra interno', conforme a la Constitución. Y se envió el mensaje al Parlamento
que fue votado por colorados y blancos, incluido Wilson. Lo del 14 de abril había
sido tan terrible que no se animaron a decir que no, así que unos lo votaron por
razón de las circunstancias, otros por convicción, pero lo hicieron. Y ya con el
estado de guerra interno aprobado, a los pocos días, sucedió ese hecho en el local
comunista, de manera que las Fuerzas Armadas tenían el derecho de realizar aquel
allanamiento. Cuando Busconi se adelantó, le tiraron un balazo que le dio en la
cabeza. Murió más de un año después, quedó en estado vegetativo. Y,
naturalmente, la patrulla respondió abriendo fuego indiscriminadamente. Esa fue la
versión que me dio Trabal. Yo sé que han dicho que fueron fusilados, que algunos
estaban desnudos y con las manos atadas. Yo no estuve ahí, la versión que me dio
Trabal es la que estoy contando. Los militares entraron al local que estaba
blindado- y encontraron el armamento. Yo siempre pensé que lo que me dijo
Trabal fue la verdad, él no era hombre de venir a decirme una cosa por otra.
Finalmente, cuando la Ley de Seguridad fue aprobada, una vez que empezó a regir,
cesó el estado de guerra interno. Este episodio del local comunista sucedió bajo el
estado de guerra interno. Fue una acción de combate bajo ese estado. Si el combate
producido en esas circunstancias, hubiera adolecido de irregularidades, debería ser
de competencia de la Justicia Militar, no de la civil. Marina Arisrnendi dijo que el
responsable era el Comandante en Jefe del Ejército. Pero no se lo podía acusar
porque está muerto. Entonces, sostuvo
153
que el responsable era el Ministro de Defensa. Pero también está muerto. Al final,
expresó que entonces el responsable era el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas.
¿Y quién era? El Presidente Bordaberry. Lo cual también es un error. El Presidente
tiene el mando supremo de las Fuerzas Armadas actuando con el Ministro del
ramo, quien es responsable ante el Parlamento, y por vía de un decreto. Pero el
Presidente no puede estar en el frente diciendo 'apunten, fuego'. Hay una
equivocada visión del papel del Presidente a la que, me parece, en buena parte
contribuyó el doctor Luis Alberto Lacalle, cuando ocupó la Presidencia de la
República y declaró con muchas ínfulas que él era el Jefe Supremo de las Fuerzas
Armadas."
Otra demanda, promovida por el Partido Comunista, por atentado a la
Constitución, se ha presentado contra Bordaberry, ante la Suprema Corte de
Justicia. Pero, de acuerdo a sus palabras, a quienes la presentaron les fracasó el
plan que habían previsto para que fuera apoyada por muchas firmas: "Les
interesaba decir que el pueblo pedía la cabeza del dictador Bordaberry. Yo vi por
televisión el momento en el cual presentaron la demanda, impulsada por el Partido
Comunista, pero frente al edificio de la Suprema Corte había, a lo sumo, una 30
personas."
Lo curioso es que por la misma imputación, Bordaberry ya fue objeto de dos
denuncias que fueron desestimadas por el Poder Judicial. La primera de ellas se
presentó cuando todavía era Presidente. La Corte Suprema de Justicia estaba
integrada por personas que venían del período anterior, es decir, cuyos integrantes
no habían sido designados durante el proceso que nació el 27 de junio de 1973, al
punto de que uno de ellos votó contra Bordaberry. La segunda demanda, que,
según Bordaberry, no debió existir, en tanto ya había cosa juzgada, también fue
fallada a su favor, en este caso por una Corte electa ya en tiempos de la
democracia: "De modo que no hay ninguna razón para que se insista por tercera
vez en lo mismo. En realidad, en los dos casos anteriores no fallaron en mi favor,
lo que hubiera significado decir que no hubo violación de la Constitución, lo que se
sostuvo fue que la Corte no tenía facultades para juzgarme. Que sólo podía hacerla
en el período de seis meses inmediatamente posteriores a mi desempeño como
Presidente y que, además, hubiera tenido que ser juzgado previa y necesariamente
por el Parlamento. Y yo todavía agrego que de ir en el sentido que quieren los
demandantes, habría que replantearse toda la historia nacional."
Una decisión tomada en el período en el cual Bordaberry fue Presidente,
estableció importantes diferencias entre los funcionarios públicos, al punto de que,
de acuerdo a la categoría en la cual fueran incluidos, podrían o no continuar
ocupando sus cargos. Debido a la

154
calificación de los funcionarios en las clases "A", "B" y "C", quienes recibieron la
constancia de pertenecer a la categoría que indicaba la última letra mencionada,
fueron destituidos en virtud de que al ser "C", no podían seguir prestando funciones
en el área estatal. Según Bordaberry, la medida no fue tomada por el Poder
Ejecutivo sino que se trató de una fórmula instrumentada por las Fuerzas Armadas
que se encontraban en guerra. Y no era aplicable a todos los ciudadanos uruguayos
sino solamente a los funcionarios públicos y, muy especialmente, a quienes
trabajaban en la enseñanza. "Yo recibí varias denuncias de gente conocida que me
reclamaba porque se había cometido una injusticia al llevarse detenido a alguien
que nada tenía que ver con los tupamaros. A veces me ocupaba de averiguar lo que
había pasado y al final llegaba a la conclusión de que había sido bien detenido.
Nunca recibí una denuncia sobre la cual no terminara comprobando lo que acabo
de decir. Un amigo mío, por ejemplo, se quejaba porque habían detenido a su hijo y
porque le habían incautado una camioneta. Trasladé el caso a las Fuerzas Armadas.
Todo se terminó cuando los militares fueron a su campo y le mostraron a mi amigo
el lugar en el que estaba la tatucera de los tupamaros que el detenido conocía muy
bien. El padre se quedó helado."
Una de las preguntas que cabe hacerse es hasta dónde Bordaberry estaba
enterado de todo lo que sucedía en materia de seguridad, una delicada zona que,
por sus características, parecería que hubiera podido quedar exclusivamente en
manos de los militares por considerarse que en esa área debían actuar las fuerzas
especializadas. Y, si por esta misma razón, en tanto actuaban sin el conocimiento
de los civiles, no es razonable pensar que se cometieron injusticias que los
miembros civiles del Gobierno no llegaron a conocer. Responde Bordaberry:
"Hablemos de hechos y no del pensamiento de cada uno. Reitero que lo de las
categorías no fue una decisión del Poder Ejecutivo, es decir, no fue mía. Pero ,yo
estaba en conocimiento de que se hacían distinciones entre los funcionarios que
tenían antecedentes en la subversión, en la enseñanza y en la actividad pública en
general. No digo de relación con los tupamaros, en ese caso simplemente se
hubiera tratado de una conducta delictiva, sino en simpatía, podría decirse. Había
muchos a los que los tupamaros llamaban periféricos, que no estaban adentro de la
organización, pero que simpatizaban desde afuera y que, llegado el caso, podían
ayudar o colaborar. En la enseñanza había una gran cantidad y en la función
pública también. Acepto que yo no pueda afirmar que nunca se haya cometido una
injusticia, pero creo que en la totalidad de los casos -si existieron- las injusticias
fueron mínimas. Mi experiencia me indica hoy que las Fuerzas Armadas tenían un
excelente servicio de información."

155
Bordaberry agrega algún otro ejemplo de personas conocidas. Así el caso de
un hijo de un amigo que quiso optar por un cargo universitario y se lo impidieron,
no por haber sido calificado como "C", sino porque en el pasado había tenido
simpatías por los tupamaros. Bordaberry sabía que en un momento de
"efervescencia revolucionaria", el joven había tenido aquellas simpatías, pero
también sabía que en el momento en que solicitó el cargo ya no las tenía. Lo que
sostiene Bordaberry es que las Fuerzas Armadas no estaban tan equivocadas, que
estaban enteradas de que el postulante se había sentido atraído por la revolución
tupamara, lo que lo reafirmó en su convicción de que la información que
manejaban los militares era excelente: "A mí me dolía comprobar que el hijo de mi
amigo andaba simpatizando con la revolución y con el Frente Amplio, que en ese
momento era -lo dijo Seregni el brazo legal de los tupamaros. Dije que acepto que
pueda haberse cometido alguna injusticia, incluso en este caso me constó que la
decisión fue injusta, ya que el hijo 9,e mi amigo había madurado y había cambiado.
Al final, se fue a trabajar en el extranjero porque su pasado gremial y estudiantil
había pesado en su contra. Yo lo conocía bien, conocía a su padre, sabía que él
había tenido aquella tendencia y que había cambiado, pero las Fuerzas Armadas no
podían llegar más lejos."
¿Y qué pasaba con aquellos antecedentes que se registraban en los ficheros
que llevaban los servicios de información? ¿Quedarían asentados en ellos para
siempre, como una especie de mancha imborrable? Bordaberry sostiene que no,
que de ninguna manera, que algún día se borrarían.
Las palabras de Bordaberry, en definitiva, tratan de explicar lo beneficioso
que fue para el país adoptar la medida de considerar los antecedentes de los
funcionarios públicos, gracias a la cual se pudo depurar tanto la enseñanza como la
administración en general: "Se saneó la función pública y la enseñanza, lo que, por
desgracia, no sirvió para nada porque después les pagaron los sueldos y volvieron a
sus lugares de trabajo. Fue una acción contra la revolución de izquierda, no la
condeno, era necesaria. No se podía, por ejemplo, permitir que se continuara
enseñando a Carlos Marx, no por el hecho de que se enseñara a Marx, lo cual me
parece bien, sino porque se lo enseñaba como la verdad. Y tampoco podía
permitirse que, con ese mismo criterio, se continuara enseñando toda la doctrina
marxista. Si lo hubiéramos permitido habríamos caído en una contradicción: por un
lado, estábamos combatiendo a la revolución, y por el otro estábamos permitiendo
que se formaran combatientes de la revolución. Y en la función pública en general
era lo mismo o peor: se corría el riesgo del sabotaje."
Bordaberry afirma que está casi seguro de que el asunto de las categorías
"A", "B" y "C", se trató en el COSENA, debido a que re-

156
cuerda que, en una sesión de ese organismo, un Ministro planteó que quería
designar a alguien para su Ministerio y se le contestó que eso era imposible debido
a que la persona en cuestión tenía antecedentes de relaciones con el Partido
Comunista. El Ministro contestóque a él le parecía muy bien que se combatiera al
comunismo, pero agregó: "¿Y qué hacemos, entonces, con los burros? Los burros
también hacen daño a la administración."
Para concluir con los temas vinculados a la seguridad y los actos que las
Fuerzas Armadas llevaron a cabo en la lucha contra los tupamaros, Bordaberry
enfatiza: "Quiero que quede definitivamente claro. Yo nunca consideré que debía
estar directamente en las acciones típicamente militares. Nunca. Sí, en cambio, que
debía ser consultado en aquellos asuntos que podían tener una trascendencia
oficial. Y en muchas cosas era consultado. Pero yo no quería saber cómo iban a
hacer los militares para llevar adelante un operativo. Ese era un asunto típicamente
militar. Que me informaran, que me tuvieran al tanto, como lo hacía Trabal
habitualmente, era una cosa, pero de ninguna manera quería intervenir en forma
directa."
En 1974, fue detenido Rodney Arismendi, el influyente Primer Secretario del
Partido Comunista. El Inspector Víctor Castiglioni ya había relatado los
pormenores de la detención que él mismo había llevado a cabo: "A Arismendi lo
agarré yo en un apartamento de la calle Berro que pertenecía al doctor Arambillete.
Fue en mayo de 1974. Por la entrada de servicio del apartamento estaban
construyendo un berretín para ocultado. No se resistió, además no estaba armado.
Lo encontré sentadito en la cama, con una peluca de pelo gris, medio largo. Por
medidas de seguridad quedó en manos de la policía. No sé cuál fue la razón de que
los militares me dieran la orden.de no someterlo a juez". Y también se había
referido al rumor que corriera a propósito de su liberación: "Cuando ya llevaba
preso como siete meses, recibí la orden de preparar todo porque él se iba para la
Unión Soviética (u.) En aquel momento, se dijo con mucha insistencia que había
habido un acuerdo con el gobierno soviético para venderle una cantidad de miles
de toneladas de carne a la URSS, como contrapartida de su libertad."87
En tanto la detención y la libertad de Arismendi, se dieron en el período en
que Bordaberry fue el Presidente de la República, se impone la pregunta de qué
hubo de cierto en aquel rumor sobre una liberación pactada con el gobierno de la
Unión Soviética. Y Bordaberry contesta: "Hay muchas cosas de las cuales puede
ser que el Presidente no se entere, pero el episodio de Arismendi lo tengo muy
claro. En diciembre de

87. Miguel Ángel Campodónico, op. Cit.


157
1973, se produjo una gran suba del precio del petróleo, la primera. De la noche a la
mañana pasó de costar un dólar cincuenta o sesenta el barril a once o doce dólares.
Se multiplicó por diez y resultó un golpe brutal para la economía uruguaya. Hay un
hecho lateral que vale la pena relatado. Estábamos reunidos en el Instituto Militar
de Estudios Superiores con los militares y con los Ministros tratando la situación
económica del país, en una especie de puesta a punto. Moisés Cohen, el entonces
Ministro de Economía, leía un informe del Banco Mundial en el que se afirmaba
que el petróleo no tendría variaciones en el precio durante los próximos cinco años.
Había terminado de leer el informe y entró alguien que por la espalda le dejó un
papelito con la información de que el petróleo acababa de subir diez veces. ¡Menos
mal que el informe que había leído no era de él sino del Banco Mundial, de lo
contrario hubiera quedado en absoluto ridículo! O algo peor. La situación fue
desastrosa. La carne que, según el tipo, valía entre mil y mil quinientos dólares la
tonelada, bajó a quinientos. Los fertilizantes subieron de precio porque de
inmediato aumentaron los fletes por el costo de los combustibles. La inversión en
la tierra dejó de tener rentabilidad. La carne bajó porque los países europeos, que
eran nuestros clientes, inmediatamente dejaron de comprar para cubrir el aumento
del precio del petróleo."
Después de pintar el panorama de la economía a raíz del aumento del
petróleo, Bordaberry recuerda que el Gobierno uruguayo comenzó a buscar salidas,
líneas de acción posibles que permitieran colocar la carne en el exterior. Por esa
razón, incluso, se reunió en Rivera con el Presidente Geisel de Brasil. En un
momento dado, se pensó en la Unión Soviética como un país que podía interesarse
en la compra de carne uruguaya. Y fue a partir de esa idea que se tendieron los
hilos que hicieran posible concretar el negocio que podría ayudar al Uruguaya
sobrellevar la difícil situación. Continúa Bordaberry: "Yo conocía a una persona,
José Mariano Castro, amigo mío y mayor que yo, dueño del Frigorífico Castro, que
en el Uruguay tenía fuertes vinculaciones comerciales con la Unión Soviética. De
modo que si se quería algo de la Unión Soviética, el hombre indicado para logrado
era Castro. Lo llamé y le pregunté si se animaba a viajar a Moscú para tratar de
colocar la carne uruguaya. Aceptó. Y como era un hombre de buena posición, lo
hizo por su cuenta. Volvió al Uruguay con esta respuesta del gobierno soviético:
'Ellos podían comprarnos carne, pero antes de hablar de negocios teníamos que
poner en libertad a Arismendi', lo que, por su puesto, me dio la pauta de la
importancia que tenía Arismendi en el concierto mundial del comunismo."
A partir de ese momento se planteó la discusión interna con las Fuerzas
Armadas. Muchas de sus figuras más representativas no querían

158
dejarlo en libertad aduciendo, entre otros argumentos, que los soviécos podían
engañar a las autoridades uruguayas, que quizás después, que se liberara a
Arismendi se negarían a realizar el negocio de la carne Bordaberry recuerda que les
decía a los militares que, como Arismen estaba detenido en la Cárcel Central
enfermo del corazón, si llegaba pasarle algo el Gobierno del Uruguay corría el
riesgo de terminar ac sado de haberlo matado: "Al final, las Fuerzas Armadas
aceptaron dejarlo en libertad. Arismendi se fue, pero los soviéticos no nos
compraron nada. Esto lo viví yo. Las discusiones con los mandos militares fueron
difíciles porque, en un principio, no querían de ninguna manera que se lo liberara.
Doy todos estos detalles porque a mí se me ha hech la acusación de que cambié a
Arismendi por carne. No fue así. Los qu pidieron a Arismendi, como condición
previa a cualquier negociació comercial, fueron los propios soviéticos. Nunca nos
compraron la carne, pero Arismendi volvió a aparecer en la balconada de la Plaza
Roj con un gorro de astracán."

También se sostuvo en aquellos tiempos que Rodney Arismendi había sido


puesto en libertad porque había entregado a las autoridade. militares el fichero de
afiliados al Partido Comunista. Si bien el Inspector Víctor Castiglioni ya había
dado su opinión expresando que no creía que lo hubiera hecho, al decir que "nadie
puede pensar que yo tuviera alguna afinidad con Arismendi, pero me parece que no
era un hombre para hacer algo como eso" , 88 la oportunidad es propicia para
preguntarle a Bordaberry qué es lo que opina de ese asunto. Y él confirma la
presunción de Castiglioni de un modo terminante: "Eso no es verdad, nunca
sucedió." Entonces, queda claro, de acuerdo a lo que ha expresado Bordaberry, que
Arismendi fue liberado porque los soviéticos lo exigieron como condición previa
para cerrar un convenio comercial que nunca estuvieron dispuestos a cumplir.

En cuanto al tantas veces invocado asunto de la entrega de los ficheros,


Jaime Pérez ya había dado su versión acerca de cómo había caído en manos de la
policía la lista de afiliados al Partido Comunista, en un procedimiento que había
terminado demostrando la llamativa egligencia, desde el punto de vista del interés
de su Partido, con la cual se había movido quien estaba a cargo de su custodia. 89

88. Miguel Ángel Campodónico, op. cito


89. Jaime Pérez, "El ocaso y la esperanza", Editorial Fin de Siglo, Montevideo, 1996.
159
LA YAPA INÚTIL.
BUSCAR LA BENDICiÓN
DEL VOTO POPULAR.
"Se acusa recibo a su nota de la fecha dirigida a la Junta de Oficiales
Generales.
En consecuencia y entendiendo que la posición adoptada por el Señor
Presidente en ella, contradice lo manifestado por usted en la noche del día 11
próximo pasado, a los Señores Comandantes en Jefe de 'hacer abandono del cargo
ante el retiro del apoyo de las Fuerzas Armadas'.
Surge que su posición presente conspira contra los intereses y los objetivos
del proceso cívico militar iniciado el 27 de junio de 1973. La Junta de Oficiales
Generales de las Fuerzas Armadas reiteran a usted que le han perdido su confianza
y le retiran su apoyo y por lo tanto han notificado al señor Vicepresidente de su
posición a los efectos a que hubiere lugar por derecho.
El señor Vicepresidente acordó asumir la Presidencia en el día de la fecha a
las 20,00 hs.
Saluda a usted atentamente.
Por la Junta de Oficiales Generales
El Comandante en Jefe del Ejército
Teniente General Julio César Vadora Rozier."

Esta fue la nota, fechada el 12 de junio de 1976, que se le envió al Presidente


Bordaberry, quien, por su parte, hizo una aclaración de puño y letra en el original
recibido, expresando: "Dejo constancia que la manifestación que se me atribuye en
la presente nota no se ajusta a los hechos, por cuanto en la noche a que se hace
referencia nadie asumió formalmente compromiso alguno sobre ninguna vía para el
cambio de Presidente de la República. Se conversó sobre la posibilidad de basar
cualquier decisión al respecto en la falta de apoyo de las FF AA al Presidente de la
República, vistas las divergencias de fondo sobre el futuro político del país y yo
sólo comprometí el envío, en la mañana de

161
hoy, de una nota concebida en los términos que me parecieran posibles, dentro de
esos lineamientos, que son los que están resumidos en la nota enviada hoya la Junta
de Oficiales Generales."

Esa última nota a la que refiere la anotación manuscrita de Bordaberry, fue


la que dio lugar a que las Fuerzas Armadas le contestaran comunicándole que le
habían perdido la confianza. En ella, Bordaberry le había planteado a la Junta de
Oficiales Generales, entre otras cosas, que se le había informado que no se
aceptaban las proposiciones que le había realizado a las Fuerzas Armadas y que, a
su vez, él no compartía su plan político. Además, expresaba: "Por esta razón, no
puedo yo bajo ningún concepto, renunciar a mi cargo antes del 1 de marzo de 1977,
ni realizar acto alguno que tuviera efectos institucionales más allá de esa fecha,
desde que, es para mí claro que el programa de las FFAA, deja vigente el orden
institucional anterior lo que determina la validez de los plazos que él consagra."
Además, Bordaberry se ponía a disposición para seguir conduciendo la República,
a pesar de la discrepancia señalada, hasta el 1 de marzo de 1977.
Bordaberry, pues, dejó de ser el Presidente de la República aquel 12 de
junio de 1976. La mayoría de los integrantes del gobierno permanecieron en sus
cargos, de modo que no se solidarizaron con el Presidente. Únicamente,
renunciaron el Secretario de la Presidencia, el doctor Alvaro Pacheco Seré, y el
Ministro de Vivienda y Promoción Social, Federico Soneira. y permanecieron en
sus cargos el Ministro del Interior, Hugo Linares Brum, el Ministro de Economía,
Végh Villegas, el Ministro de Relaciones Exteriores, Juan Carlos Blanco, el
Ministro de Defensa Nacional, Walter Ravenna, el Ministro de Agricultura y
Pesca, Julio Aznárez, el Ministro de Industria y Energía, Cardoso Guani, el
Ministro de Salud Pública, Mario Arcos Pérez, el Ministro de Educación y Cultura,
Daniel Darracq, el Ministro de Obras Públicas, Eduardo Crispo y el Director de la
Oficina de Planeamiento y Presupuesto, el ingeniero Anichini.

Josefina Herrán de Bordaberry ha comentado que el sábado 12 de junio de


1976, al regresar por la tarde a la residencia presidencial, se sorprendió al notar que
no estaba la guardia de Blandengues. Después de entrar a la casa, su esposo le
explicó que la habían retirado y que, además, tenían los teléfonos cortados.
También se enteró de que ninguno de los altos mandos había tenido el "coraje" de
ir personalmente a comunicarle a Bordaberry que había dejado de ser el Presidente
de la República. Apenas le habían hecho llegar por el Jefe de Blandengues la nota
en la cual le retiraban la confianza. Y agregó: "Poco después llegaron hasta la
residencia presidencial Federico Soneira y Alvaro Pacheco Seré, que como
personas leales presentaron renuncia de inmediato a
162
sus cargos. Los otros ministros y colaboradores más próximos no dieron señales de
vida. Con ellos miramos por televisión la ceremonia de toma de posesión de
Alberto Demicheli como Presidente provisorio. Luego comenzaron a llegar
nuestros familiares más cercanos y algunos amigos." 90
Los hechos que siguieron a la remoción de Bordaberry de la Presidencia
tuvieron características formales muy llamativas. Para entender el alcance de esta
afirmación, es necesario considerar cuál era la situación relativa a la posible
sucesión del Presidente. Dice Bordaberry: "Antes de que yo hiciera un viaje a
Bolivia, me visitaron los Comandantes en Jefe para transmitirme una sugerencia
que consistía en lo siguiente: para el caso de vacancia en el cargo de Presidente de
la República, por viaje o por otra causa similar, que pudiera darse en el futuro,
entendían que era conveniente que se tomara la decisión de que asumiera el
Presidente del Consejo de Estado. En ese momento, el doctor Alberto Demicheli
era quien lo presidía. Hasta entonces, este procedimiento que los Comandantes
venían a sugerirme, nunca se había aplicado. Cuando yo salía del Uruguay, nadie
asumía en mi lugar. Hice pocos viajes y nunca fueron muy largos. Fui a Brasil, a
Chile, a la Argentina, dos veces, a Paraguay y a Bolivia, a Santa Cruz de la Sierra,
más concretamente. Eso fue todo. Evidentemente, cuando los Comandantes me
visitaron ya estaban pensando que tendría que sacarme de la Presidencia, de
manera que si yo aceptaba su sugerencia habría un antecedente en el sentido de que
el Presidente del Consejo de Estado era mi sucesor naturaL En aquel momento,
como no había un Vicepresidente de la República, yo lo interpreté de ese modo, es
decir, que para el caso, por ejemplo, de mi próximo viaje, Demicheli me sustituiría.
Aunque también pensé que podría haber otra intención, una mala intención, en
realidad, esto es, aprovechar mi viaje a Bolivia para un atentado. De todos modos,
no lo creí totalmente, yo no era un enemigo tan grande como para justificar un
magnicidio. Lo tuve en cuenta como posible, pero nada más. Firmé el decreto en el
que se resolvía que me sustituiría el Presidente del Consejo de Estado y viajé a
Bolivia."
Como se ha visto, la nota de los mandos militares en la que le retiraron la
confianza a Bordaberry establecía en su parte final que se había notificado "al
Vicepresidente a los efectos a que hubiere lugar por derecho". De acuerdo a lo que
ha afirmado Bordaberry, no existía un Vicepresidente de la República y, además,
aquel decreto que había firmado antes de viajar a Bolivia, se refería exclusivamente
para el caso de vacancia de la Presidencia, extremo que no se había configurado, en
tanto el Presidente de la República no había renunciado y continuaba

90. Diego Fischer y Rosario Cecilio, op. cit.


163
ejerciendo sus funciones. El único hecho novedoso era que las Fuerzas Armadas le
habían retirado la confianza.
Filomena Macellaro, Escribana de Gobierno, leyó el comunicado de los
Comandantes y entendió que se había producido una vacancia, razón por la cual se
habrá dicho que debía convocar al doctor Demicheli para que asumiera la
Presidencia de la República. De modo que, en realidad, hoy puede decirse, a tantos
años de aquel acto de gobierno, que la que asumió el poder fue Filomena
Macellaro, en tanto fue ella la que decidió que se había producido un vacío de
poder que era necesario llenar, cosa que hizo labrando el acta en la cual se
designaba al doctor Alberto Demicheli como Presidente de la República. En aquel
momento el Uruguay tuvo entonces dos Presidentes: "No había vacancia, yo no
había renunciado. Y todavía, poco tiempo después, fue Presidente el doctor
Aparicio Méndez, o sea que hubo tres. Demicheli91 renunció por una de las
razones por las cuales yo no acepté lo que querían imponerme. Yo me opüse a la
proscripción de los políticos, eso se hizo después que yo me fui. Durante mi
mandato se había suspendido la actividad de los Partidos, pero eso era otra cosa."
Para un observador común resulta un tanto difícil entender el proceso que se
dio en el país desde el momento que Demicheli asumió la Presidencia en junio de
1976 hasta que, en noviembre de 1984, se realizaron las elecciones que
reinstauraron el sistema democrático. ¿Por qué el régimen militar demoró más de
ocho años en regresar al régimen anterior, en tanto había declarado enfáticamente
que se oponía a la eliminación de los Partidos Políticos?
La figura clave de ese período fue, sin duda, el General Gregario Alvarez.
De acuerdo a Bordaberry, el militar llevaba adelante un plan que esperaba habría
de darle los frutos necesarios para llegar a ocupar la Presidencia de la República y
restablecer el sistema democrático: "Alvarez siempre se preocupó por ascender al
grado de General a gente que estuviera con él. Después que yo ascendí a Zubía, los
próximos ascensos debían hacerlos los militares. Y Alvarez se cuidó de tener la
mayoría en la Junta de Oficiales Generales. Él se dio cuenta tempranamente que
todo se iba a jugar en la Junta. Dentro de las Fuerzas Armadas hizo prevalecer su
proyecto de reforma constitucional -era notoriamente la expresión de su
pensamiento- por el cual se plebiscitaría un período de transición. En ese proyecto
se había previsto que en la primera elección que se celebrara, el Partido Colorado y
el Partido Nacional deberían ponerse de acuerdo en la designación de un candidato

91. E I doctor Aparicio Méndez asumió la Presidencia el primero de setiembre de 1976, de


modo que Demicheli ocupó el cargo apenas durante dos meses y medio.

164
común a la Presidencia de la República. Si ese acuerdo entre los dos Partidos
tradicionales no se lograba, el candidato sería elegido por el Consejo de la Nación,
integrado, entre otros, por los Oficiales Generales, entre los cuales, como ya lo he
explicado, Alvarez contaba con mayoría. El candidato a la Presidencia, ya fuera el
elegido de común acuerdo por los Partidos, ya fuera el designado por el Consejo de
la Nación, sería el que se votaría en la primera elección. Después, es decir, en el
período posterior, otra vez actuarían los Partidos."
Según opina Bordaberry, el General Alvarez daba por descontado que los
Partidos tradicionales no llegarían a ponerse de acuerdo, de modo que, en última
instancia y debido a la mayoría con que contaba en el Consejo de la Nación, él
sería el candidato elegido para ser votado en las elecciones. Este
proyecto-"cronograma", lo llamaba Alvarez fue aprobado por la Junta de Oficiales
Generales que respondía a sus ideas. Y a raíz de eso fue que se hizo el plebiscito
del año 1980. Como es sabido, en esa oportunidad triunfó el "no", de modo que el
gran derrotado fue el General Alvarez. Comenta Bordaberry: "Aquel fue el primer
fracaso que tuvo Alvarez. Me acuerdo que algunas personas me preguntaban qué
era lo que convenía votar en el plebiscito y que yo les contestaba que no había que
votar nada. Si se votaba por el "sí", habría un Presidente militar. Si se votaba por el
"no", seguirían gobernando los militares. En cualquier plebiscito se sabe que
sucede si se vota "sí" y qué sucede si se vota "no". Hay siempre una alternativa.
Pero, en este caso, no se sabía qué pasaría si, como sucedió, triunfaba el "no".
Quedaba un gran vacío. Alvarez especuló demasiado. Si las cosas salían como él
las había pensado, hubiera llegado a ser el Presidente de la República con la
bendición del voto popular. Pero como la reforma no se aprobó, se desató todo,
terminaron despertándose los apetitos de los demás. Fue su primera derrota en el
campo político. Incluso, me parece, se desprestigió frente a su propia gente. Si el
que va adelante tropieza, los que vienen atrás ya no son los mismos, algunos se dan
vuelta. Aspiró a ser Presidente, por ejemplo, el General Vadora. y otros dijeron que
entonces al Presidente debería elegirlo la Junta de Oficiales Generales, o sea, la
arbitrariedad total, ya que ni siquiera se disimularía apelando al voto popular.
También fueron considerados candidatos el General Raimundez, y hasta algunos
civiles, como el doctor Ravenna, el doctor Maeso y, creo, el doctor Juan Carlos
Blanco."
De acuerdo a lo que expresa Bordaberry, Alvarez ya había perdido la
mayoría en la Junta de Oficiales Generales o, al menos, no la tenía con la solidez
de antes. Hubo sesiones maratónicas en el ESMACO y Alvarez tuvo que pelear
mucho hasta que, por fin, lo eligieron Presi-

165
dente gracias a que el General Hugo Medina,92 cambió su posición, es decir, se
puso contra los que se oponían a Alvarez y votó a su favor.93 De ese modo, llegó a
cumplir con su sueño de ser Presidente de la República. Pero, como dice
Bordaberry, "llegó con las alas cortadas". Su nombramiento fue a consecuencia de
un conciliábulo de Generales, con grandes disputas internas. Y eso no era lo que él
hubiera deseado. De modo que él, que aspiraba a ser visto como el hombre que
había recuperado la democracia para el Uruguay, ya que, de acuerdo a su plan de
reforma, después habría elecciones libres, llegó porque de diez Generales lo
votaron seis. Y, además, su Presidencia fue muy corta: "Toda esa etapa sobró. Pudo
haber un período de dos años, por ejemplo, con un Presidente elegido directamente,
como hicieron con Aparicio Méndez, pero no eso otro. Todo lo que pasó después
de junio de 1976, fue una yapa inútil a causa de Alvarez. De lo contrario, ese
período no se entiende", explica Bordaberry.
La actitud de Alvarez, con su proyecto presidencial en la mira, es lo que
explica, pues, que el período posterior al 12 de junio de 1976 no fuera un proceso
nítido. De todos modos, Bordaberry reitera que le parece natural que no volvieran
al régimen anterior de inmediato, que resultaba lógico que se tomaran un tiempo.
Pero que si ese lapso se alargó tantos años se debió al plan de Alvarez.
A pesar de que el plebiscito no obtuvo la mayoría necesaria -tal como se
ha dicho en páginas anteriores- el "sí" para que en 1980 la Constitución fuera
reformada había logrado muchos votos y esto se debió, de acuerdo a lo que
sostiene Bordaberry, al apoyo de Pacheco, quien actuó con gran sentido práctico:
"Pacheco debe haber razonado en el sentido de que era conveniente aprobar la
reforma porque de ese modo Alvarez sería Presidente cuatro años y después los
militares se irían. Si fue así que pensó, les salvó el prestigio. Gracias a que
aconsejó votar el "sí", los militares no pasaron un gran papelón. Aunque también
creo que la situación económica ayudó a que perdieran el plebiscito. El país tenía
grandes dificultades. Si la situación hubiera sido dife. rente, quizás podía haber
ganado el "sí"."IBordaberry recuerda que les había dicho muchas veces a los
militares que ellos no podían ser gobierno debido a que no tenían relevo. Los
Partidos Políticos son diferentes, siempre lo tienen, si a uno de ellos le va

92. Posteriormente, el General Hugo Medina sería designado Ministro de Defensa en la


primera Presidencia de Julio María Sanguinetti.
93. Alvarez asumió como Presídente, el prímero de setiembre de 1981. El cargo lo ocupó
hasta el 12 de febrero de 1985, día en el cual, transitoriamente, el doctor Rafael Addiego
Bruno pasó a ocuparlo, debido a que Alvarez no quería ser quien le entregara la banda
presidencial a Julio María Sanguinetti, quíen asumiría el "primero de marzo siguiente.

166
mal en su período de gobierno, después vendrá otro. En cambio, si es a las Fuerzas
Armadas que no les va bien, ¿de qué manera se las sustituye?
La cantidad de civiles que permanecieron en sus cargos después del 12 de
junio de 1976, a Bordaberry le merece las siguientes reflexiones: "Hubo civiles en
todos los ámbitos del gobierno, es verdad. Pero -no hablo de todos- no se
enfrentaban a los militares. Tenían una deendencia total de las Fuerzas Armadas.
Cuando yo era Presidente, los ministros hablaban conmigo y yo era quien hablaba
con los militares. Como decía Talleyrand, las bayonetas sirven para muchas cosas,
menos para sentarse sobre ellas. Por eso yo les había dicho a los militares que me
quedaba siempre y cuando hubiera una base de legitimidad. Quedarme por
quedarme, no correspondía, pasar por el último domingo de noviembre y seguir de
largo, no era lo que yo debía hacer. De ese modo hubiera perdido toda mi
autoridad. Yeso fue lo que les pasó a los civiles q1,le se quedaron, estaban en esos
lugares porque los habían puesto los militares. Y los militares no tenían una base
legítima. Después empezaron a irse, pero, al principio, Alvarez se preocupó para
evitar que se fueran, quería dar la impresión de que no estaba solo, que los
ministros estaban contra mí. Incluso, según me lo contaron, a Vegh Villegas lo
pararon en el aeropuerto de Carrasco cuando viajaba para Buenos Aires. Le dijeron
que todavía no se iba, que se quedaba unos meses más. Que después de ese tiempo
si quería podría irse. Juan Carlos Blanco también se quedó y le pasó lo que todos
sabemos. Poco tiempo después se dio el incidente en la Embajada de Venezuela.
En cuanto a Darracq, que también se quedó, hacía ya tiempo que era más Ministro
de Cultura del ESMACO que mío. Y en lugar de Soneira, que se fue, llegaron al
extremo de nombrar Ministro al que era su Subsecretario. Después, poco a poco,
Alvarez los fue dejando ir."
Terminada la gestión de Bordaberry como Presidente de la República,
después de todo lo sucedido entre 1973 y 1976, cabe preguntarle si él considera
que quedó algo positivo, si aquello realmente sirvió para algo: "Hoy debería decir
que quedó la obra de gobierno, pero que en los hechos políticos no quedó nada, ya
que pasaron muchos años y se ha martillado con la idea de que yo pretendía ir
contra la democracia, contra los Partidos Políticos y contra los Derechos Humanos,
lo cual es artificial. He sentido siempre el reconocimiento de la gente, en todo este
tiempo nunca tuve un mal encuentro con nadie. Estamos hablando 30 años después.
Sin embargo, sigo creyendo que en aquel momento hubo grandes posibilidades de
avanzar hacia un sistema político distinto. Lo que puede haber quedado está puesto
de manifiesto más que por lo que hice entonces, por lo que está pasando ahora. El
Uruguay está viviendo una situación muy parecida a la de aquellos tiempos. Las

167
dificultades para gobernar, las apetencias de los Partidos Políticos, la inseguridad,
son temas de todos los días, de modo que sigue prevaleciendo el interés sectorial
por sobre el interés nacional. Realmente, no se nota que los Partidos estén al
servicio del país. Es el sistema."
La respuesta que ha dado Bordaberry deja la sensación de que estuviera
convencido de que el proceso que encabezó fue inútil, en tanto, a su juicio, el
Uruguay se enfrenta a una situación casi idéntica a la que trató de modificar tres
décadas atrás: "Yo anuncié que esto iba a pasar. Les dije a las Fuerzas Armadas
que íbamos a volver exactamente a lo mismo de antes. Años después, el General
Luis Que irolo , hizo unas declaraciones en las que dijo: '¡Qué razón tenía
Bordaberry!'94 Sé que hay mucha gente que sostiene-especialmente la que vivió
aquella época- que estamos viviendo algo muy parecido al momento anterior en el
cual las Fuerzas Armadas participaron en el gobierno. Los que no están conformes
con lo que sucede hoy, afirman que no hay alternativa, pero yo digo que la hay."
Bordaberry asegura que lo llaman por teléfono muchos estudiantes que
desean entrevistarlo, debido a que quieren tener su opinión sobre lo sucedido, ya
que siempre escuchan la misma campana contra su gestión. En las declaraciones a
la revista católica argentina, ya había expresado algo similar: "Le diré en ese
sentido que impresiona cuántas veces me piden entrevistas estudiantes que deben
preparar algún trabajo sobre los años setenta. Siempre justifican su pedido diciendo
que todo lo que les enseñan y los libros a su alcance son agresivamente contrarios a
mí yeso termina produciendo el efecto opuesto: les parece imposible que todo haya
sido tan malo como les enseñan. La juventud es inquieta, y hurga buscando la
verdad cuando advierte que le dan la historia flechada."95
En relación con esa "historia flechada" que los jóvenes reciben, Bordaberry
afirma, a propósito de la abundante bibliografía sobre los años en los que fue
Presidente, editada en Uruguay, desde 1985 al presente, que ha tenido la
oportunidad de ver algunos de esos libros. Y sostiene que están profundamente
equivocados: "No hay que olvidar que hoy en día alguien puede ser Profesor de
Historia, tener alrededor de 40 años, ser muy distinguido docente, y haberse
formado oyendo siempre lo mismo. No puede, entonces, pedírsele que escriba algo
distinto a lo que le enseñaron."

94. Se refiere a las siguientes declaraciones del General Queirolo: "Yo digo, si uno
lo contempla desde la óptica actual, Bordaberry tenia muchas cosas acertadas, ¡muchas
cosas acertadas! Uno a veces ve las cosas que él nos enviaba en aquella época y dice: ¡qué
razón que tenía!", Alfredo Lessa, "Estado de guerra", op. Cit.
95. "Panorama Católico Internacional", op.Cit.

168
En la actualidad, Bordaberry, además de continuar ocupándose de los
negocios propios de su campo en el Departamento de Durazno, lee y escribe mucho
sobre los temas que le interesan particularmente. Muchas de sus reflexiones las
envía por correo electrónico a sus hijos y a sus sobrinos, pero no les pide que luego
las comenten. Lo único que desea es que, a través de la lectura de lo que reciben,
ellos sepan cuál es su pensamiento.
Además, colabora para alguna revista extranjera, como, por ejemplo,
"Custodia de la Defensa de la Tradición Hispánica", editada en Buenos Aires y de.
circulación también en España. El último artículo que escribió para esta revista que
se inscribe en la tradición carlista, se llamó "Vigencia de la identidad hispánica".
Las preguntas que tuvo presente cuando lo escribió, se dirigían a contestar cuál era
realmente la identidad de la patria de sus hijos, si la del mundo globalizado o la del
mundo sajón. Y partió de una anécdota relatada por Gonzalo Femández de la Mora,
un hombre que murió hace algo más de un año y al que califica como
"extraordinario". Femández de la Mora editaba la revista "Razón española", en la
cual Bordaberry también había colaborado. Para él, Femández de la Mora, fue uno
de los más destacados exponentes del pensamiento español. En sus memorias,
tituladas "Río arriba", relató un episodio que le tocó vivir en Bolivia, en un
encuentro internacional en ocasión del sesquicentenario de la independencia de ese
país. Femández de la Mora estaba sentado en el estrado cuando el Presidente de
Venezuela, Carlos Andrés Pérez, fuera de programa, pidiópara hacer uso de la
palabra. Y al hablar hizo una soflama por el despojo de que habían sido objeto los
amerindios y por la exacción de los españoles. Femández de la Mora cuenta en sus
memorias que en el lugar no había nadie que no fuera caucásico. Acaso, los únicos
amerindios eran los guardias que estaban en la puerta, a quienes, por otra parte, no
les llegaban las palabras de Carlos Andrés Pérez. Femández de la Mora,
participante en aquel acto en nombre de España, muy molesto por lo que estaba
escuchando, se levantó con la intención de retirarse del estrado, pero el Presidente
Banzer de Bolivia lo tomó de un brazo y le pidió que se quedara. Después de
terminado el acto, Femández de la Mora se cruzó con Carlos Andrés Pérez, quien
ya se iba acompañado por su séquito. Pérez aprovechó para preguntarle qué era lo
que le había pasado, a lo que Femández de la Mora le contestó: "Me llamó la
atención que hablara contra España alguien que lo hacía en español y que, por
añadidura, se llama Pérez". Esa es la anécdota con la que Bordaberry comenzó su
artículo para la revista, en el cual se planteaba el tema de la identidad hispánica.

169
Como suele sucederle a muchos uruguayos, Bordaberry no es ajeno el gusto
por el fútbol. En ese sentido, es conocida la simpatía que tiene por el Club
Wanderers, del cual es socio desde los 14 años. Su padre jugaba en el frontón de
esa institución, en la vieja sede de la calle San Fructuoso, y también en el Círculo
de Armas. A raíz de que acompañaba a Domingo Bordaberry al frontón de
Wanderers, se acostumbróa ir a la sede, de modo que de ahí a empezar a asistir a
los partidos de fútbol no hubo más que un paso. Rápidamente entró en la categoría
de hincha y, además, se hizo socio. Tanto era su interés por fútbol que los días de
partido hasta entraba en los vestuarios. Después, tal como ya se ha dicho, la
casualidad quiso que la sede se mudara a la que había sido su casa. En un tiempo,
Bordaberry jugaba bastante seguido a la paleta. Hoy declara que hubo tres
Presidentes de Uruguay, hinchas de Wanderers: Campisteguy, 96 Luis Batlle
Berres y él mismo, lo cual, para un club que no es ni Peñarol ni Nacional, le parece
una cantidad especialmente remarcable. Aun siendo Presidente, Bordaberry fue
alguna vez a ver los partidos en que jugaba Wanderers. Así fue testigo de su
ascenso a la Divisional A, en tiempos en que el club se había trasladado a Las
Piedras. Ese partido lo vio subido al techo de una precaria construcción, una
especie de rancho, en la que estaban los vestuarios. Su custodia y la Casa Militar se
habían ocupado de que aquel incómodo lugar quedara libre para el Presidente de la
República. Y ya en otra etapa de la trayectoria deportiva de Wanderers, casi al final
de su gestión, cierto domingo de tarde, se escapó de la custodia de la residencia
presidencial de Suárez y se fue solo caminando hasta la cancha del club en el Prado
para presenciar un partido. No recuerda cuál era el rival del equipo de sus
simpatías, pero sí tiene presente que no había mucha gente. Sentado en las
graderías, completamente absorto en el desarrollo del partido, alejado de la realidad
que existía más allá del campo de juego, no se dio cuenta de que un fotógrafo que
lo había descubierto le sacó una foto. La prueba de su escapada y de su interés por
Wanderers fue publicada después por un diario con la siguiente leyenda:
"¿Bohemio, yo?"

96. Se trata del doctor Juan Campisteguv, Presidente de la República entre 1927 V 1931,
es decir, el mandatario anterior al doctor Gabriel T erra.

170
EPílOGO

Como se ha dicho, esta ha sido la primera vez que Bordaberry se dispuso a


hablar en Uruguay detalladamente de sus orígenes familiares, de su vida privada y
de los comienzos de su actividad pública, así como a expresar en forma global su
pensamiento acerca de las formas de organización política que se ha dado la
humanidad y a señalar cuál debería ser, según su opinión, la que más convendría
para evitar los errores del pasado dentro de un sistema en el cual debería prevalecer
la soberanía de Dios por sobre la del hombre. Pero, como, además, ha anunciado
que también será la última vez que lo haga, necesariamente cabe plantearle la
pregunta sobre la razón por la cual ha aceptado entrar de lleno en la consideración
de tales temas, los que, por su naturaleza, conllevan el riesgo de despertar
polémicas o de generar rechazos.
"Con el tiempo he aprendido que cuando uno se dispone a escribir o a hablar
sobre algún tema, aunque obviamente lo primero es tener el conocimiento de lo
que se va a transmitir, es también esencial saber a quién va dirigido el mensaje, so
pena de que el mismo no llegue cabalmente a los destinatarios, no sea debidamente
comprendido y no se logre el fin buscado. A lo largo de las preguntas que se me
han formulado y de las consideraciones y respuestas que he dado, no puedo dejar
de decir que en quienes primero he pensado es en mis hijos y en mis nietos,
además de todos aquellos que llevan mi apellido, a quienes quiero legar con la
misma limpieza con que mi padre nos lo dejó a mis hermanos y a mí. Y, como es
natural, también he pensado en los uruguayos que durante largos años han sido
bombardeados con falsas versiones, calumnias, mentiras y agravios, proferidos con
inescrupulosidad e impunidad, porque ni yo ni quienes puedan pensar como yo
tenemos los medios para desmentir constantemente tanta falsedad. Ya transcurren
treinta años desde 1973, lo que significa que hay personas que ya son hombres y
mujeres de esa edad que nunca oyeron otra cosa, que pasaron por todos los
escalones de su formación cultural oyendo no la verdad sino lo que les querían
decir, para que les quedara la versión que otros ha

171
-
bían elegido para ellos. Y esta actitud del que enseña, que en tantos otros órdenes
es la noble conducta del formador de niños y jóvenes, no lo es para la Historia, que
debe enseñarse con el rigor de la verdad, especialmente para la historia reciente,
cuando hay pasiones aún encendidas y entre las personas que enseñan hay todavía
quienes han sido protagonistas, principales o secundarios, de los hechos que narran
o, sin serio, convivieron con ellos y tomaron partido sobre ellos. O, peor aún,
justifican aquellos actos criminales para, en forma implícita, llegar a la
legitimación de la profunda alteración revolucionaria que ya estamos volviendo a
vivir hoy. Por eso aquí debo cambiar la prelación: ahora h ablo primero para los
compatriotas y luego para los míos, que ya me han oído muchas veces (tal vez hasta el
cansancio), referirme a estos aspectos conceptuales."
Bordaberry sostiene que -en esta especie de síntesis final de su pensamiento, en la
que, por momentos, retomará temas ya tratadosdebe partir de las preguntas que se formula
el común de los uruguayos, formados en la sociedad uruguaya del siglo XX, las mismas
que se formularía él mismo si estuviera en su lugar y no en el de quien tuvo la
responsabilidad de tratar de consolidar la paz en aquella sociedad, alterada por la profunda
crisis del sistema político y la aparición de la guerrilla revolucionaria.
De esas preguntas elige en primer término la más sencilla y la formula con el tono
de la afirmación que se ha repetido innumerables veces: el Presidente Bordaberry fue
desplazado de su cargo por la mayoría de los mandos militares superiores porque no quería
que hubiera Partidos Políticos. Y la contesta de la siguiente manera: "Esta es una
simplificación extrema. Para mí, en ese momento, el objetivo principal no era la supresión
de los Partidos, el objetivo principal era dar forma institucional, es decir, dar un respaldo
jurídico a la situación que vivíamos los uruguayos. Y en esa situación no había Partidos
Políticos. Es decir, la idea de que no hubiera Partidos fue una consecuencia del razo-
namiento principal, el de dar forma política, dicho esto en sentido institucional, a la
situación que había aflorado naturalmente."
Afirma, además, que suponer que él podía promover semejante alteración de la
situación imperante en el país sólo para impedir la actuación de los Partidos -que por otra
parte no estaban actuando- sería minimizar el hecho mismo del planteo institucional
formulado a los mandos superiores de las Fuerzas Armadas. También podría ambientar la
idea de que se trató de un acto con algo de vengativo o defensivo de su parte, lo que estaría
muy lejos de la verdad: "Creo haber dicho ya en estas páginas que otra de las causas
invocadas para desplazarme de la Presidencia fue mi negativa a firmar la proscripción de
los políticos, lo
172
que me parecía un acto injusto y ajeno a nuestras costumbres. Aprovecho para recordar que
poco tiempo después, cuando Aparicio Méndez firmó las proscripciones, yo mismo quedé
incluido en ellas."
Como ya se ha expresado en las páginas anteriores, el tema de los Partidos Políticos
había sido discutido en todo el proceso previo al derrocamiento del Presidente el 12 de
junio de 1976. La proposición de Bordaberry, como queda dicho, mantenía por
consecuencia, ya que no como objetivo principal, la inactividad de los Partidos y por ende
tuvo que defender su postura al formulada. Bordaberry afirma que él sostuvo que el
objetivo de los Partidos era la obtención del poder y que ese afán hacía que los hombres -no
todos, por supuesto- cayeran en claudicaciones para conseguido. Y se pregunta quién
ignora o no recuerda "la tarjeta de recomendación" y quién no atribuye el peso que
soportamos todos los uruguayos a la utilización del Estado con fines electorales: "El Estado
en todos sus escalones, desde la más modesta Junta Local hasta las más encumbradas
dignidades ciudadanas. ¿Quién no ha visto cómo buenas intenciones naufragan en
farragosas negociaciones partidarias e interpartidarias, a través de las cuales van quedando
jirones de las buenas ideas, hasta quedar reducidas a la inutilidad? La lista sería intermi-
nable; tal vez debería cerrarse con la prioridad inmoral de la disciplina partidaria sobre el
bien común, es decir, el Partido antes que la patria."
La decisión final se resumía de un modo que también ya fue expuesto: Bordaberry
afirmaba que no eran los hombres los que fallaban sino el sistema que les hacía perder el
rumbo de los principios. Por tanto, lo que había que cambiar era el sistema, no suprimiendo
los Partidos si querían organizarse en torno a ideas a difundir y a defender, pero sí
quitándoles el objetivo de la búsqueda del poder, afán que los desviaba. La mayoría de los
mandos militares, al contrario, sostenía que los malos eran los hombres, los políticos, como
peyorativamente se les menciona, y era a ellos a quienes había que proscribir. Es sabido -
recuerda Bordaberry- hacia qué lado se inclinó la balanza: "Esto fue realmente lo que
sucedió en aquel momento en torno al tema de los Partidos, para dejar así una constancia
histórica", subraya.
Sobre ese punto, así como sobre otros, Bordaberry siguió pensando y profundizando
y de ese modo, vistas ambas posturas con la perspectiva del tiempo transcurrido, su
significado era el siguiente: "Yo quería que prevalecieran los principios naturales y eternos;
los mandos querían mantener la vigencia del orden político liberal revolucionario, que
no es natural sino artificial, puesto que es el fruto de una elaboración racional voluntarista.
El orden natural había ido resurgiendo solo, a partir de la crisis del sistema político liberal.
Por natural es perfecto; el plan liberal, en cambio, debe ser construido trabajosa e
imaginativamente
173
..,y, en tanto obra humana, es imperfecto. Estas consideraciones van dichas en respuesta a la
afirmación que simplifica casi hasta lo molecular: la Bordaberry lo sacaron porque quería
suprimir los Partidos Políticos'. Así, sin más, se despacha el punto, cuando se puede
advertir todo lo que había detrás. No puedo dejar de pensar en buena lógica, aunque no lo
pueda probar, que por algún medio impensable para mí las figuras políticas partidarias
apoyaron a los mandos en estas circunstancias: yo era sin duda más enemigo que ellos."
A Bordaberry -según asegura- no le cuesta mucho advertir cuál sería la segunda
pregunta que le haría -o que se hace- el uruguayo común. Y no le cuesta porque sostiene
que se siente identificado con él, en tanto tiene las mismas dudas que tendría en su lugar.
Este punto puede resumirse de la siguiente manera: Bordaberry no estuvo ni está de
acuerdo con el sistema político que nos rige a los uruguayos, al que llamamos democracia,
pero ¿qué es lo que propone en su lugar? Esta es su respuesta: "Veamos: yo no propuse
nada desconocido ni que innovara sobre lo que había en ese momento. Estábamos a fines de
1975 y para noviembre de 1976 estaba fijada la fecha para las nuevas eleccio nes. Yo
pensaba que no podían realizarse; las Fuerzas Armadas también, como coincidimos en
nuestras primeras reuniones y lo confirmó el he
cho de que uno de sus primeros actos después de desplazarme de la Presidencia fue
suspenderlas. No tenía sentido, tan sólo tres años después de la disolución de las Cámaras
legislativas, levantar nuevamente el tinglado electoral con las mismas personas, los mismos
discursos, las mismas proclamas partidarias. El pueblo uruguayo, hoy deliberadamente tan
mal informado sobre aquel tiempo, había aplaudido el acto del 27 de junio. Más allá de
opiniones valiosas, no necesit;:Íbamos de encuestas para confirmarlo: lo advertíamos todos
los días recorriendo la ciudad y el país entero. Y no se caiga en el argumento simplista de
que eso sucedía porque estábamos viviendo en un estado policial, no. No era así: había
vuelto algo que tanto extrañamos hoy, la seguridad. Los trabajadores volvieron a su
actividad con normalidad, sin que los perjudicara la acción política enmascarada bajo
apariencia de gremial. El Ministerio de Trabajo determinó que el común de los trabajadores
sólo cobraba por quince días, el resto lo perdía por los paros y la agitación sindical. Los
centros de enseñanza volvieron a prestar sus servicios con normalidad, sin que los padres
vieran salir a sus hijos con inquietud por su retorno."
Para Bordaberry había vuelto algo muy trascendente: la esperanza. Los Partidos
Políticos, hasta entonces enzarzados en sus luchas por el poder, habían perdido la capacidad
de generar esperanza en los uruguayos. Se había producido lo que denomina "un vacío de
esperanza" que,

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..,y, en tanto obra humana, es imperfecto. Estas consideraciones van dichas en respuesta a la
afirmación que simplifica casi hasta lo molecular: la Bordaberry lo sacaron porque quería
suprimir los Partidos Políticos'. Así, sin más, se despacha el punto, cuando se puede
advertir todo lo que había detrás. No puedo dejar de pensar en buena lógica, aunque no lo
pueda probar, que por algún medio impensable para mí las figuras políticas partidarias
apoyaron a los mandos en estas circunstancias: yo era sin duda más enemigo que ellos."
A Bordaberry -según asegura- no le cuesta mucho advertir cuál sería la segunda
pregunta que le haría -o que se hace- el uruguayo común. Y no le cuesta porque sostiene
que se siente identificado con él, en tanto tiene las mismas dudas que tendría en su lugar.
Este punto puede resumirse de la siguiente manera: Bordaberry no estuvo ni está de
acuerdo con el sistema político que nos rige a los uruguayos, al que llamamos democracia,
pero ¿qué es lo que propone en su lugar? Esta es su respuesta: "Veamos: yo no propuse
nada desconocido ni que innovara sobre lo que había en ese momento. Estábamos a fines de
1975 y para noviembre de 1976 estaba fijada la fecha para las nuevas eleccio nes. Yo
pensaba que no podían realizarse; las Fuerzas Armadas también, como coincidimos en
nuestras primeras reuniones y lo confirmó el he
cho de que uno de sus primeros actos después de desplazarme de la Presidencia fue
suspenderlas. No tenía sentido, tan sólo tres años después de la disolución de las Cámaras
legislativas, levantar nuevamente el tinglado electoral con las mismas personas, los mismos
discursos, las mismas proclamas partidarias. El pueblo uruguayo, hoy deliberadamente tan
mal informado sobre aquel tiempo, había aplaudido el acto del 27 de junio. Más allá de
opiniones valiosas, no necesit;:Íbamos de encuestas para confirmarlo: lo advertíamos todos
los días recorriendo la ciudad y el país entero. Y no se caiga en el argumento simplista de
que eso sucedía porque estábamos viviendo en un estado policial, no. No era así: había
vuelto algo que tanto extrañamos hoy, la seguridad. Los trabajadores volvieron a su
actividad con normalidad, sin que los perjudicara la acción política enmascarada bajo
apariencia de gremial. El Ministerio de Trabajo determinó que el común de los trabajadores
sólo cobraba por quince días, el resto lo perdía por los paros y la agitación sindical. Los
centros de enseñanza volvieron a prestar sus servicios con normalidad, sin que los padres
vieran salir a sus hijos con inquietud por su retorno."
Para Bordaberry había vuelto algo muy trascendente: la esperanza. Los Partidos
Políticos, hasta entonces enzarzados en sus luchas por el poder, habían perdido la capacidad
de generar esperanza en los uruguayos. Se había producido lo que denomina "un vacío de
esperanza" que,

174
politizados e intereses privados. Y que como nada podía emprenderse en medio de esas
condiciones, más allá de las buenas intenciones, sería recién sólo luego de aquel profundo y
substancial cambio que el país pudo empezar a restablecerse material y espiritualmente:
"Pero no se piense que todo fue color de rosa. Se afrontaron serias dificultades, como la
suba del petróleo, inesperada y muy fuerte. Imaginemos que el precio de hoy, cuando se
está moviendo entre 25 y 30 dólares, saltara a más de 140. Eso pasó y hubo que tomar
medidas de austeridad en todos los niveles de la 'sociedad uruguaya, el Estado incluido. La
apertura de la economía uruguaya, cerrada desde hacía más de 30 años y resuelta en San
Miguel, se pudo implementar tiempo después y fue decisiva para capear el temporal. Pero
el pueblo uruguayo aceptó la adversidad porque había renacido la esperanza y, en especial,
la confianza en quienes tenían a su cargo la conducción del país. Eso también es autoridad:
la confianza no es un acto ciego de superstición de los gobernados; es un movimiento de
arriba hacia abajo, fundado en la seguridad de que las decisiones públicas, aunque
impongan a veces cargas pesadas, nacen de una sana inspiración hacia la búsqueda de lo
mejor posible."
De modo, pues, que de acuerdo a la que ha expresado Bordaberry, la unidad entre
los uruguayos, hendida por la acción partidaria, se fue restañando sola al cesar la acción
divisionista de los Partidos Políticos. En ese sentido, recuerda que él tuvo "la fortuna" de
que le tocara inaugurar los monumentos a "Rivera y a Oribe y que, más tarde, pudiera
impulsar la erección del mausoleo donde están los restos de Artigas, en la Plaza
Independencia. Este último tema en particular, le merece una larga disquisición: "En
realidad, en el primer año de gobierno, pensé un día que, así como la guerrilla había robado
la bandera de la playa de Agraciada, bien podía ocurrírsele llevarse los restos de Artigas.
Pedí entonces al Ministro de Defensa, General Enrique Magnani y al de Obras Públicas,
Arquitecto Walter Pintos Risso, que revisaran las condiciones de seguridad del Panteón
Nacional, donde estaban los restos. Volvieron informando que cualquiera podía violentar la
reja y llevarse la urna. No dormí tranquilo hasta que "se hubo acondicionado el Salón de
Honor del 12 de Caballería, su regimiento, para recibirlo y darle seguridad. Me conmovió
ver llegar la urna en una tanqueta de Blandengues, con una guardia de honor impecable a su
lado. Al fin, no fue este un episodio sólo de seguridad. ArtÍgas "representaba el más fuerte
y, a partir de él, el único factor de unidad de los orientales. Y no sólo por su conocida
trayectoria a partir de 1811, sino por sus orígenes y su militancia ante rior al servicio de la
Corona de España. lo que lo enraiza con otro elemento unificador, la hispanidad. Y unidad
era lo que instintivamente pedía el pueblo uruguayo, harto y desencantado de los
divisionismos

176
infecundos en los que los enroló la revolución liberal, opuesta a la unidad por definición.
De modo que si el traslado de los restos de Artigas obedeció a una inspiración del momento
(siempre he seguido pensando que el atentado podía haber ocurrido), la erección del
mausoleo para sus restos fue ya el resultado de una acción nacida de la misma línea
unificadora que comenzó a moverse a partir del acto del 27 de junio de 1973."
Relata Bordaberry que hubo oposición y dificultades, inesperadas para él, relativas a
la erección misma del mausoleo. Un viejo y ambicioso proyecto -"de esos que nunca se
hacen" - lo ubicaba en un inmenso conjunto arquitectónico en la zona de Tres Cruces, "sin
duda con algún simbolismo." A partir de otra idea que Bordaberry cree que perteneció al
doctor Washington Beltrán, se pretendía depositarIo debajo del Salón de los Pasos
Perdidos, en el Palacio Legislativo, lo que contrariaba agresivamente la finalidad que
inspiraba su decisión: "Me sentí tranquilo cuando las explosiones que removían la roca del
final de la Cuchilla Grande en la histórica península de Montevideo empezaron a sacudir
los vidrios de la vieja casa de Gobierno."
Sin embargo, las dificultades continuaron. El proyecto del mausoleo incluía la
referencia a pensamientos de Artigas esculpidos en las tres paredes que lo rodean. Y muy
pronto comenzaron a recibirse sugerencias que -enfatiza Bordaberry- no hacían sino
recoger los viejos divisionismos, ya que cada uno quería invocar a Artigas para sí: "El
querido amigo e invalorable colaborador doctor Alvaro Pacheco Seré, Secretario de la
Presidencia, era a la vez Presidente de la Comisión del mausoleo y resolvió
inteligentemente el problema: me propuso no mencionar pensamiento o frase alguna sino
sólo las fechas que marcaban los hitos en la vida de Artigas, desde su nacimiento hasta la
repatriación de sus restos. Eso es lo que puede ver hoy el visitante y lo que debe
mantenerse, porque otra cosa sería agraviar su memoria. No lo pude inaugurar: el
liberalismo masónico, encabezado por Aparicio Méndez, tuvo que cumplir con la honrosa
tarea. Sólo la apostura y la organización militares dieron al acto relevancia acorde con su
importancia. Desde el piso del inolvidable Carlos Frick Davie, sobre la plaza, sentí la
emoción del momento."
Bordaberry cree que la democracia no quiere mucho a Artigas, tal vez por su valor
unificador o por sus raíces hispánicas. Y que esto se vio no sólo en las dificultades
mencionadas, que recogían viejas ideas, sino en la poca importancia que se le dio después,
ya que raras veces "tal vez sobran los dedos de una mano" - bajaron autoridades oficiales a
la cripta, limitándose en los actos a la tradicional colocación de coronas al pie del
monumento.

177
Continúa Bordaberry haciendo una especie de inventario de la obra del gobierno que
él encabezó. La economía -dice- se recuperaba y con ello la ocupación. La agropecuaria
crecía, manteniendo el impulso "que le dio la inteligencia, la visión y la impresionante
capacidad de trabajo de mi amigo de siempre Benito Medero." Se impulsaron y se
realizaron obras de importancia y trascendencia, como las represas de Salto Grande y de
Palmar, la finalización del Plan de Silos y la Ruta 9, por citar solamente algunas. Se
empezaron las gestiones ante organismos internacionales de crédito para proyectar los
accesos a Montevideo y el emisor subacuático, obra que, según lo que él estima, se debe a
la visión y tenacidad del Intendente Rachetti. La inversión empezaba a llegar al Uruguay,
con la apertura económica y la actividad privada se dinamizaba. Pero Bordaberry no se
detiene acá en la evaluación de la obra del gobierno de la época. Agrega que se firmaron
acuerdos comerciales con Argentina y Brasil, el CAUCE y el PEC, de modo que se
impulsó el comercio bilateral con ellos. Se profundizaron las relaciones de todo orden con
el resto de los países del Cono Sur, mediante viajes y su retribución, con Chile, Bolivia y
Paraguay. Y deja para mencionar en último lugar el Tratado de Límites del Río de la Plata
y Mar Territorial con Argentina, el cual motivó la histórica visita del Presidente Perón
que puso fin a un antiguo litigio y que permitió la prospección del petróleo y el desarrollo
de la pesca.
Con respecto a la cuestión social, Bordaberry sostiene que también fue enfocada
con seriedad y eficacia, en particular a partir de la creación del Ministerio de Vivienda y
Promoción Social, a cuyo frente "quedó aquel gran hombre que se llamó Federico
Soneira." y en cuanto a la especial prioridad que se le dio a la erradicación o transforma-
ción de los llamados cantegriles, expresa: "Mi señora había fundado el movimiento
Voluntarios de Coordinación Social, que se financiaba con fondos recaudados en los
recordados Festivales que se realizaban en la Rural del Prado. De esa forma se
organizaban cursos de formación de voluntarios que luego salían a trabajar en distintas
áreas, desinteresadamente, sólo como satisfacción de una necesidad de realización
personal. Muchos de ellos fueron al Ministerio del ingeniero Sane ira, llevando adelante
la promoción social de los destinatarios de las viviendas, para que éstas no fueran
recibidas como dádivas sino como fruto del esfuerzo personal digno. Advertimos un día
con Soneira que se había creado un inesperado vacío: el de la tarjeta de recomendación
para llevar adelante los trámites jubilatorios. ¿Qué responder a los pedidos, que llegaban
hasta mí mismo, de personas que no tenían a quien recurrir y llevaban años de angustiosa
espera? Los asistentes so. ciales, generalmente mujeres, se hacían cargo de ayudar a los
ancianos

178
a resolver sus problemas, sustituyendo el inescrupuloso trafico de influencias. No quiero
seguir con este aspecto porque involucra a mi señora: sólo quiero agregar que durante
veintiséis años, hasta hoy, ella ha seguido ininterrumpidamente en la tarea del
voluntariado."
¿Y por qué esta reivindicación que hace Bordaberry de su período de gobierno? Él
asegura que lo que pretende es mostrar un denominador común: el Estado fue abandonando
un tradicional papel protagónico en la economía y retrayéndose "a la subsidiariedad, a su
ubicación natural". Afirma que todos los hechos que ha referido no son sino andariveles
para que se pueda desarrollar la actividad privada y que si el Estado las asumió fue porque
su importancia las dejaba fuera del alcance del sector privado o porque, como sucedía con
la mayoría de ellos, eran actos de soberanía nacional.
Mientras tanto, ¿cuál era, dentro de ese plan de acción, el papel que cumplían las
Fuerzas Armadas? Contesta Bordaberry: "Las Fuerzas Armadas eran parte inseparable de
esta situación; eran el sustento del Gobierno. No eran el Gobierno, pero éste no podía
ejercerse sin ese sustento esencial. No debían ser el Gobierno porque esta función obli ga
constantemente a estar tomando posición en opciones no siempre esenciales y no siempre
claras, lo que las expondría permanentemente al juicio de la sociedad. Sin embargo, en
aspectos de gran trascendencia, el Gobierno no procedía sin la opinión de las Fuerzas
Armadas. Recuerdo especialmente dos: el proyecto de Tratado de Límites con Argentina y
la liberalización de la economía. En ambos casos tuvimos extensas reuniones, que duraron
horas, y el Gobierno llevó adelante las iniciativas con el apoyo estudiado y debatido con las
Fuerzas Armadas, que se nos dio luego de recabar y recibir de los Ministros respectivos y
sus asesores toda la información que se fue solicitando. A veces, en particular en el Tratado
de Límites, empezamos la jornada en posturas diametralmente divergentes y terminamos de
acuerdo, sin transacciones ni concesiones deformantes de los altos objetivos en juego.
Siempre contrasto esta conducta responsable de las Fuerzas Armadas con las estériles
discusiones parlamentarias, inútiles porque los protagonistas ya entran con las posiciones
tomadas y sin una actitud mental receptiva de mejores argumentos."
En cuanto al delicado tema, también ya abordado, de la pérdida del Estado de
Derecho, Bordaberry insiste en la idea de que el Uruguay nunca dejó de serIo: "Hoy se
emplean con ligereza o mala intención estos términos, estado de derecho, gobierno de
facto, dictadura, etc. Yo me estoy refiriendo sólo al período que va desde 1973 hasta el 12
de junio de 1976. Todo lo que vino después, llegando hasta hoy, no me

179
puede ser imputable, no me siento responsable por ello. Al contrario, me siento responsable
por no haber logrado evitarlo. La patria había sido agredida y respondió con la fuerza
legítima del Estado: la policía primero y las Fuerzas Armadas luego. Nada de represión,
nada de violencia de arriba, nada de terrorismo de estado. ¡Qué facilidad para encontrar y
difundir términos que denigraran la legítima -e ineludible obligación de defender a la
sociedad uruguaya agredida por la revolución! La suspensión de la seguridad individual, la
declaración del estado de guerra, la Ley de Seguridad Nacional, todo ello fue remitido a la
Asamblea General para su aprobación y la obtuvo. Uruguay se defendió con las armas y
con el derecho. El terrorismo, la violencia, la criminal intención revolucionaria, estuvieron
del otro lado, enfrente, y costó vidas hoy olvidadas que cayeron en defensa de la sociedad
uruguaya. No puedo aceptar que se hable de dos partes en pugna, como iguales, no. Una era
violencia criminal revolucionaria, otra era la fuerza – no violencia- legítima del Estado."
Por todas estos argumentos es que Bordaberry insiste en afirmar que no puede
aceptarse la afirmación de que Uruguay había dejado de ser un Estado de Derecho, por el
solo hecho de clausurar las Cámaras Legislativas, cuya responsabilidad había quedado
fundada con "ilevantables fundamentos jurídicos". Y agrega que en el resto de nuestro
orden siguió rigiendo el derecho: "Aun en el juicio de los agresores revolucionarios. Fueron
juzgados por los Tribunales cuya competencia para ello había sido establecida por la misma
Asamblea General y cuando sobrevino la amnistía salieron por miles en libertad, lo que no
estoy seguro que haya pasado en muchas partes, por cierto no en Cuba."
"Ahora hablamos de los desaparecidos -adelanta Bordaberry- es tiempo de decir
que los informes que se han hecho públicos revelan que todos ellos estaban alistados en la
agresión revolucionaria, lo que, por cierto, no justifica ningún exceso propio del estado de
guerra decretado por el Parlamento que, por definición, se sabía impreciso en el tiempo y
en sus efectos. En las guerras siempre y en todas partes se producen hechos deplorables
que nadie haría en condiciones normales, fuera de la tensión que las circunstancias
provocan. Es inmoral invocar penosas circunstancias, siempre indeseables, con fines
políticos o, peor aún, revolucionarios. La responsabilidad debe recaer siempre antes en
quienes desataron la guerra que sobre aquellos que fueron a ella cumpliendo con un deber
de defensa nacional."
El Estado, titular de un poder unificado, era responsable, según continúa razonando
Bordaberry, de la defensa de aquellos valores inalienables del hombre: la vida, la libertad
personal, el honor, la fami

180
lia, la propiedad, el trabajo. Y estos son derechos humanos, aunque no -afirma- "en la
acepción que es hoy caballito de batalla de tanta maléfica intención." Es que él asegura que
a ese concepto le falta algo y que ese algo le quita su objetivo revolucionario: "Son
derechos naturales humanos. No son derechos conquistados con revoluciones, proclamas y
sangre. No son derechos que se adquieran por la voluntad del hombre sino que él viene al
mundo con ellos, forman parte inseparable de su condición de hombre. Por eso son
inalienables, por eso es papel esencial del Estado defenderlos de toda agresión ilegítima y
velar por su vigencia permanente. Por eso también son los únicos derechos naturales
humanos: todos los que se les quiera agregar serán obra humana, lo que no los denigra, pero
sí les impone la condición ineludible de no contrariar aquellos."
Esto no es para Bordaberry pura teoría. Y agrega que vuelve a dirigirse al uruguayo
que podría interrogarlo: "Casi diariamente tiene aplicación práctica. En nombre del derecho
de reunión, por ejemplo, ¿es posible que una familia que quiere estar reunida en paz pueda
verse agredida porque en la vereda de enfrente hay quienes quieren divertirse
ruidosamente? Un impulso natural nos dice que no, que el primer derecho a defender es el
de la familia y que debe prevalecer sobre el otro. Pero no tengamos dudas, esto no se
resuelve con denuncias a la policía, que nada puede hacer: sólo se resuelve con el cambio
en los principios conceptuales, aceptando que hay una escala de valores en los derechos y
que hay algunos principales y otros secundarios."
Nuevamente aparece en el pensamiento de Bordaberry la pregunta sobre la razón por
la cual habría que cambiar un estado de cosas que, como él lo ha planteado, permitía vivir
en paz y seguridad a los uruguayos. ¿Por qué no mantener y defender lo que había ido
surgiendo naturalmente y por qué regresar a lo anterior? Su contestación transita sobre
algunas de las ideas que ya fueron transcriptas: "Siempre empleo la misma expresión:
cuando advertí esto, una venda se me cayó de los ojos. Sentí que volver atrás era una
traición al pueblo uruguayo tan sólo tres años después y sobre todo no respondiendo a la
confianza con que nos había acompañado y nos estaba acompañando. Había que de jar el
lápiz y abandonar el vano intento de elaborar algo que conciliara lo inconciliable: la
autoridad, la paz entre los uruguayos, el orden natural, el respeto a sus derechos esenciales,
la búsqueda del bien común, con las ideas liberales que nos habían llevado a una situación
sin precedentes, en la que se había llegado a derramar sangre inocente."
Basado en esta percepción fue que en diciembre de 1975, Bordaberry formuló su
proposición a los mandos militares. Para él hoy

181
es esencial -ya que en su embrionaria apreciación no llegó a vedo con claridad- hacer notar
que nunca tuvo una respuesta formal, ni aun mediando un nuevo planteamiento de su parte
el 18 de febrero de 1976, en el que pedía una contestación tentativamente antes del 15 de
marzo. Bordaberry afirma que no caerá en la frivolidad de tomar esa ausencia de respuesta
como una desatención, al contrario, para él revelaba según su apreciación de hoy- la
trascendencia de los principios que estaban en juego y las disensiones que se habían
desatado con ese motivo, todo lo cual, seguramente, impedía la formulación de una res-
puesta inmediata. Es que si hubiera habido un acuerdo, aun contrario a su planteamiento,
como sucedió al final, no hubiera demorado casi seis meses. En las últimas semanas antes
del 12 de junio, hubo varias reuniones y encendidas discusiones, pero era evidente que ellas
hacían más a la puesta en práctica de la decisión que ya se había tomado que a la decisión
misma: "No tengo duda ahora, no puedo tenerla, que la discusión llegó y la decisión se
tomó en el impenetrable ámbito de las logias masónicas. Me remito a lo que me relatara un
amigo con quien me une, además, la misma fe en materia religiosa, en el sentido de que un
compañero suyo de infancia, ahora masón, le dijo entonces que no iban a dejar que
Bordaberry volviera a unir la Iglesia con el Estado."
Vinculado con los caminos seguidos por la masonería, Bordaberry evoca el texto de
una declaración que se hizo pública, justamente, en 1976: "En mayo de 1976 -obsérvese la
fecha en relación con el 12 de junio- en el diario "La Mañana", se publicó un discreto pero
no breve aviso de la Masonería del Uruguay, transcribiendo lo que llama "Carta de Río de
Janeiro", una declaración de la Confederación Masónica Interamericana (CMI) emitida
luego de su X Conferencia realizada en esa ciudad. En ella, después de reiterar
detalladamente la enunciación de sus conocidos ideales, la CMI, 'a través de sus Grandes
Logias y de sus Miembros, se obliga a actuar en forma dinámica y positiva en el logro de
esos objetivos, sin claudicaciones y en perfecta armonía con los altos intereses generales,
conforme a una vigencia total en su aplicación de los Derechos Humanos, Civiles,
Políticos, Económicos y Culturales'. No puedo afirmar que esta declaración fuera en
respuesta a mi planteo a las Fuerzas Armadas, ni tampoco que no lo fuera. Era llama tivo,
sin embargo, que apareciera en el tiempo de decisiones profundas en que estábamos, que se
procesaba sin ninguna publicidad, sin ninguna manifestación pública ni personal, ni
periodística, ni gremial, ni mucho menos política. No lo interpreté entonces como una
respuesta sino como una manifestación de ideas. Sin embargo, veo ahora que en mi
mensaje a las Fuerzas Armadas proponía algo que contrariaba los principios liberales
profesados por las logias y vigentes en el Uruguay

182
desde la Constitución de 1830. El Consejo de la Nación que yo planteaba era inaceptable
para el pensamiento democrático inculcado: el poder, no el gobierno, quedaba radicado en
un órgano no sujeto al sufragio universal."
Para Bordaberry es evidente que estaban actuando otros poderes y para referirse a
este punto recuerda el discurso que hizo en ocasión de la visita del Presidente de Chile a
Uruguay: "Cuando en abril nos visitó el General Pinochet, pronuncié un discurso en el que
reivindiqué el origen natural de los derechos humanos y, si bien lo hice esgrimiendo
argumentos sólo contra la agresión marxista, reclamé la vigencia de los principios naturales
del derecho, para dar fortaleza a esa defensa. El discurso, innovador y adecuado al tiempo
que estaban viviendo ambas naciones, tuvo amplia repercusión favorable ese día. Como el
acto fue de mañana, el primero que lo recogió fue 'El Diario' de esa tarde, con un título
principal en grandes letras en primera plana que decía: 'Resonante discurso de Bordaberry'.
Al día siguiente, apenas salió en 'El País' una pequeña parte en la primera plana, con letras
pequeñas, y el resto entrecortado hasta terminar en la página de avisos fúnebres.
Rápidamente se habían movido las logias, impidiendo la repercusión de conceptos tan
contrarios a su pensamiento filosófico. Aquí parece oportuno señalar que puede parecer
demasiado presuntuoso de mi parte pensar que todo esto sucediera como consecuencia de
nuestros actos. Sin embargo, Chile y Argentina ya estaban, o estaban por entrar, en igual
situación y la instauración en Uruguay de un orden político distinto al sustentado por el
pensamiento masónico podía establecer un antecedente a seguir."
Continúa Bordaberry: "Vuelvo ahora a mi amigo, dicho esto con simpatía, el
uruguayo medio, porque sospecho que a esta altura debe estar pensando en decirme: me
parece que usted está enredando las cosas. Al principio me decía que no quería cambiar
nada y al final resulta que quiso cambiarlo todo", expresa Bordaberry como preámbu lo de
lo que será su explicación definitiva acerca de cuál fue su intención: "Contesto por partes,
no por enredar, entre otras razones porque sé que el uruguayo medio no es fácil de enredar.
Cuando digo que no quería cambiar las cosas me refiero a la situación que estábamos
viviendo en ese momento, con la aprobación general y que consideraba que era la mejor.
Con esto quiero decir que a los uruguayos no quería hacerles entrar en algo distinto, sino
tomar las medidas para que no salieran de donde ya estábamos. Era una situación que se
había ido creando naturalmente, en los hechos, y que era evidentemente beneficiosa. Pero si
dejábamos pasar el último domingo de noviembre de 1976 sin celebrar elecciones o sin
modificar la Constitución para recoger la nueva

183
situación, entonces sí quedaríamos en una situación de hecho, de facto, como se dice con
tanta frecuencia ahora. Mi gobierno nunca fue de facto, nació en un acto electoral regular y
si en junio de 1973 disolvió las Cámaras lo hizo invocando sustanciales razones jurídicas,
ante el falseamiento institucional -así mismo lo dice el decreto- en que incu rría el
Legislativo. Hoy ya es pública la connivencia de muchos legisladores con la subversión, a
la que ellos mismos habían declarado la guerra, y por la que habían reconocido la existencia
del 'caso extraordinario de traición o conspiración contra la Patria', al suspender la seguri-
dad individual, conforme al artículo 31 de la Constitución. No salimos del Estado de
Derecho, al contrario, lo afirmamos. El resto del Estado siguió funcionando normalmente,
en particular el Poder Judicial, como ya está dicho en estas páginas. Mi posición fue clara y
es pública: si antes de noviembre la situación institucional se legitimaba, podía quedarme,
si mi permanencia se consideraba necesaria. Si en noviembre sepasaba de largo, yo me iba
el 28 de febrero del año siguiente, al término del mandato para el que había sido elegido.
Esto era innegociable."
Bordaberry reitera que, al advertir que el camino elegido para mantener la
situación existente lo llevaba a la consagración de principios diametralmente opuestos a
los que sustentaba nuestra organización política, se sintió con capacidad y fuerzas -y así se
lo dijo a los mandos militares- para explicar a los uruguayos, recorriendo el país "de norte
a sur y de este a oeste", los fundamentos y la necesidad de este cambio, para el cual creía
que había madurez de opinión, como no lo había para iniciar el camino de retorno a lo
anterior. "No tuve esa oportunidad", recuerda Bordaberry. Y al insistir en que
inexorablemente transitaba un camino que desembocaría en una organización política con
distinto fundamento filosófico, también vuelve a subrayar que las logias lo advirtieron
antes que él: "Al pisar yo el primer peldaño, ya sabían ellos que iba a tener que seguir
pisando los siguientes y dónde terminaban. Y aquí, sí, amigo y compatriota, debo decir
que, aunque yo no lo advertía, esos peldaños terminaban en la pretensión de un cambio
profundo y substancial de la organización política uruguaya."
La aceptación o el rechazo de la presencia de Dios en la vida de los seres humanos
es para Bordaberry una cuestión que no puede dejar de plantearse: "En este mundo no se
puede soslayar a Dios. Para creer en Él, para amarle, para vivir según los mandamientos
de la revelación, para ver en Él al Creador, para ordenar la vida a Él. O para negar su
existencia, para no creer en él o creyendo, para rechazarle. O aun para ignorarlo. Cuenta
Jean Guitton que la hija de Churchill le preguntó si creía en la existencia de Dios, a lo que
él contestó: '¡Qué pregunta tan continental!', refiriéndose a la antes mayoritaria
religiosidad católica
184
tradicional en los países del continente. Pero aún para eso debió haber realizado un acto
volitivo, decidiendo ignorarlo y desde la intimidad de su pensamiento, confinarlo al otro
lado del Canal de la Mancha. Dios está siempre presente en nuestras vidas, para aceptarlo o
para rechazarlo, en uso de nuestro albedrío responsable. Que lo diga si no aquel anarquista
español, en tiempos de la República, que preguntado acerca de su religión respondió: 'Ateo,
gracias a Dios'. Antes de toda definición política hay una previa definición tea lógica, es
decir, que recae siempre sobre la existencia o no de Dios y extrae de ella los principios para
el ordenamiento de las sociedades."
Bordaberry tiene en cuenta que tal afirmación choca a los uruguayos,
tradicionalmente formados en el pensamiento liberal o aún en el liberalismo religioso
nacido en el siglo XIX, en tanto somos enseñados o estamos acostumbrados a pensar que el
mundo del Hombre, "asícon mayúscula", empezó a fines del siglo XVIII con la revolución
francesa, dejando para atrás un tiempo oscuro y olvidable. Y afirma que es demasiado
tiempo, no obstante, para mantenerlo en la oscuridad y ser olvidado así como así. Si
descontamos los dos primeros siglos de persecuciones y martirio, al cabo de los cuales
puede decirse que empezó a instaurarse una sociedad cristiana, y los cuatro últimos, durante
los cuales se inició y se desenvolvió el proceso de descristianización de occidente, fueron
nada menos que 1.400 años de sociedad cristiana. O sea que es mucho tiempo para ser
ignorado por cualquier hombre con inquietudes: "Durante ellos se formó Europa, se
fundaron grandes universidades como Bologna, Salamanca o París, desde las que enseñaron
eminentes maestros, hasta hoy vigentes. Se defendió exitosamente el mundo cristiano,
primero de las invasiones bárbaras de Asia y luego de las musulmanas, se extendió Europa
hasta este lado del Atlántico. No se diga que pasaban cosas malas, que es lo primero que se
nos enseña, porque como ya se ha dicho, la sociedad cristiana estaba formada por hombres,
no por ángeles, y tales cosas pueden decirse de todos los tiempos, ¿por qué no de los
actuales?".
Nadie puede pensar sensatamente, según Bordaberry, que durante todo ese tiempo,
ese larguísimo tiempo, en realidad, las sociedades cristianas vivían en un estado caótico.
Por el contrario -enfatiza- se regían por un orden, el orden natural, esto es, por aquellos
principios que emanan de la naturaleza misma y que por tanto vienen de Dios, creador de
esa naturaleza. Con esta afirmación, Bordaberry sostiene que queda dicho también que
otro orden de normas, el que llamamos, por ejemplo, democracia, o división de poderes, o
sufragio universal, o Partidos Políticos, no es natural, no surge naturalmente, es obra del
hombre. Y allí se marca la diferencia substancial: este orden no es dog-

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mático, puede ser modificado, puesto que, el hombre que lo concibió, así como lo hizo,
puede introducirle cambios. Los principios del orden natural no: existen siempre. Pueden
no ser tenidos en cuenta en la formulación de un ordenamiento social, como sucede en
nuestros días con la democracia, pueden ser contrariados y aun denostados y hasta
perseguidos quienes los proclaman, pero siempre estarán allí, para resurgir silenciosamente,
con naturalidad, en paz, cada vez que el devenir de la historia lo demande.
Todo lo anterior, da pie para que Bordaberry sostenga que, a partir del 27 de junio
de 1973, la sociedad uruguaya, sin imposiciones dogmáticas, fue quedando organizada en
base a esos principios naturales. Autoridad recobrada, en primer término, con la unificación
del Poder. Autoridad que se procuró "fuera justa y recta", sin lo cual dejaría de serlo porque
dejaría de ser legítima: la injusticia y la arbitrariedad privan de legitimidad de ejercicio: "El
régimen nacional socialista no era legítimo no por no ser democrático sino porque
proclamaba extraer su legitimidad de la fuerza, no de la justicia."
En aquel momento, a fines de 1975, Bordaberry aclara que no hubo ningún plan
preconcebido ni tampoco ningún escondido designio de "volver a unir la Iglesia con el
Estado", Y que no se consultó ningún texto sagrado. La desaparición de los principios
liberales, caídos solos, por el peso de su propio desprestigio, había operado el resurgi -
miento de los principios naturales que son cristianos por ser la naturaleza obra de Dios:
"Las Fuerzas Armadas, con su sacrificada defensa de la sociedad uruguaya y su papel de
sostén del Gobierno, habían sido decisivas para ese resurgimiento y proclamaban la
necesidad de su vigencia: la autoridad, la paz, el orden, la vocación de servicio, la rectitud
en el manejo de la cosa pública, la justicia. No llamaban cristianos a esos principios, ¡no
los llamaba yo! La proposición de consolidarlos en una nueva Constitución puso la
contradicción en evidencia, haciendo que otros lo advirtieran y se organizaran para
impedirlo, lo que lograron."
Como ha quedado dicho, existe -para Bordaberry- una ineludible opción teológica
previa a la definición política. Y esto se advierte con más nitidez que nunca en nuestros
días. Antes habrá sido fácil identificar un pueblo que desconociera la existencia de Dios y
hacia allí marchaban los misioneros al triunfo de la fe o al martirio, que también es triunfo.
Hoy no, el occidente cristiano ya se definió: el rey es el hombre, no Dios.
Del camino que se elija al decidir sobre aquella opción tea lógica, pueden derivarse
graves consecuencias. De ahí que Bordaberry sostenga que si el hombre piensa que viene
de la nada y vuelve hacia ella, si

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sino sobre la impunidad de los vicios'. No sólo a ninguna mente equilibrada puede
ocurrírsele que los hombres se gobiernan a sí mismos sino que está más que probado en la
historia que no es que no quieren gobernarse, que lo que quieren es ser gobernados, bien
gobernados, esto es, con rectitud y justicia."
Apelando nuevamente a ejemplos históricos, alguno ya manejado antes, Bordaberry
afirma que sólo veinte años después de la proclamación de la soberanía del hombre se
advirtió la ausencia de un fundamento el que, contradictoriamente, se pensó encontrar en el
hombre mismo: "La Constitución española de las Cortes de Cádiz de 1812 consagra esta
ingenua declaración con reminiscencias de Catecismo: 'Los españoles serán justos,
honrados y benéficos'. Quién se ocuparía de que la proclamación de estas virtudes no
pudiera ser contrariada por otra mayoría que proclamara lo contrario era imposible de
establecer sin caer en la ley moral de Dios. Más cerca, la Constitución francesa de la V
República, de 1958, revela también la necesidad de un pensamiento dogmático parra
asentar el sistema político: 'La forma republicana de gobierno no podrá ser revisada',
consagra dogmáticamente."
Bordaberry recuerda que Uruguay no es un país católico y que la más breve de las
presencias españolas en las que luego fueron repúblicas se estableció en nuestro territorio
actual. España entró por el Caribe y bajó por el Pacífico, por lo cual, cuando ya en México
y en los Andes había espléndidas catedrales, universidades y centenares de monasterios de
los que salía un numeroso y culto clero criollo, aún vivíamos nuestra "salvaje primavera".
Casi enseguida, es decir, poco más de ochenta años después, llegaron las invasiones
inglesas: "A sembrar la semilla de la herejía, episodio que homenajeamos llamando 'Brecha'
a la calle por donde corría el muro por el que entraron los invaso res y que, simbólicamente,
se dirige hacia el Templo Inglés. Y pocos años después se proclama la Constitución de
1830, sobre los principios masónicos, similares a todos los de estas repúblicas americanas,
creadas artificialmente para consolidar la destrucción del católico Imperio de España. La
Guerra Grande trajo un aluvión de extranjeros portadores de ideas liberales, que quedaron
sembradas aquí. Nuestra propia condición de ribereños del Atlántico, que compartimos con
Buenos Aires, nos hizo blanco de las inmigraciones europeas de los siglos XIX y XX que,
aunque provenientes de naciones como España, Francia e Italia, ya no eran de misioneros o
soldados de la fe. Esto es indudable y mal podría pretender modificado yo: la conversión de
la patria no puede ser sino obra de Dios. Y menos hoy, en que la propia Iglesia ha sido
invadida por los enemigos de Dios, que han proclamado los principios liberales de libertad
(de conciencia), igualdad (colegialidad entre los

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hombres que la conducen) y fraternidad (ecuménica). No estoy causando escándalo, como
aprendí que no se debe hacer. Estoy siguiendo al más activo protagonista de este cambio, a
partir del Vaticano lI, el Papa Pablo VI, cuando al final de su vida, sólo Dios sabe si
mirando la perspectiva de lo pasado o la del porvenir, pronunció la angustiada frase: 'El
humo de Satanás ha entrado en la Iglesia'. ¿Cómo podría pensarse que yo quería cambiar la
condición religiosa del Uruguay en ese momento de la historia de la Iglesia? El enemigo
había triunfado, había llegado hasta nuestras propias tiendas y había plantado en ellas
pendones y estandartes. Sólo pequeños bolsones, por emplear términos militares, quedan,
en los que se ha refugiado la verdadera fe, preservándola como un tesoro y a la espera del
auxilio divino. Mal podía yo pretender cambiar eso. Sólo quería rescatar de los principios
cristianos aquellos que habían resurgido naturalmente luego de la terrible crisis y consolidar
la situación de paz que estaban viviendo mis compatriotas. No, el temor no era a que yo
pretendiera profundizar el camino religioso, lo que ya se ve que en estas condiciones
hubiera sido insensato. No, el temor era a la Verdad."
Así, pues, ha profundizado Bordaberry al final de este libro, los temas que más le
interesaba abordar: "Siento la obligación de transmitir mi punto de vista a mis
compatriotas, mi explicación de lo acontecido y de las razones y circunstancias de mis
actos. Podrán aceptado o no, pero es mi obligación dejado dicho. Ya he puesto también de
manifiesto que pienso en los que vienen después de mí, con mi apellido, no por frívolo afán
sino por obligación de que lo lleven a salvo de calumnias o falsedades, interesadas o
simplemente equivocadas o desinformadas, y así lo transmitan. Creo también que la vida
no es neutral: consiste en tomar partido atrevidamente. No hay neutralidad posible entre lo
verdadero y lo falso, entre el bien y el mal, entre la salud y la enfermedad, entre el orden y
el desorden. Esta afirmación, que comparto absolutamente, no es mía. No menciono su
origen, que ya tiene muchos años, para que no parezca alarde de erudición. En algún
momento, en especial en febrero de 1973, he pensado en abandonar todo y dedicarme a un
retiro democráticamente honorable. También he pensado en quedarme callado, no decir
nada, pero aquí sí me atrevo a citar al admirado Hillaire Belloc: 'Hubiera deseado poder
encauzar mi criterio confortablemente por esos caminos, pero la verdad es mi mejor
amigo'. Quiso Dios que pudiera apreciar el surgimiento de una sociedad asentada en
principios cristianos. Una sociedad que empezó a recibir sus benéficos efectos, aunque ella
misma no los profesara. Y, viniendo yo mismo de una formación política que nos lleva a
desconocedos, siento, como una obligación hacia Él, el deber de transmitir mi experiencia
por haber

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sido protagonista. Y así tratar de merecer la promesa de Nuestro Señor Jesucristo: El que se
ponga de mi lado ante los hombres, a ése Yo lo defenderé ante mi Padre en el Día del
Juicio."
190
“Panorama Catòlico Internacional” octubre- noviembre de 2002
193Declaraciones de Marcos Gutièrrez
194

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