La Integración de Centroamerica: Entre Vaivén Y Fallidas Voluntades

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LA INTEGRACIÓN DE CENTROAMERICA: ENTRE VAIVÉN Y

FALLIDAS VOLUNTADES.

Alonso Rodríguez Chaves


(Universidad Estatal a Distancia, Costa Rica)

INTRODUCCIÓN

Durante la época colonial las pequeñas provincias centroamericanas conformaron una


sola unidad. Sin embargo, con la obtención de la independencia y separación del dominio
español en 1821, el legado integracionista pronto se rompió.

En años y décadas venideras, el espíritu unionista se mantuvo vivo y se trató de


revivir, así son varias las propuestas y esfuerzos en ese sentido, que marcan la sugestiva
historia decimonónica de las incipientes Repúblicas. Entre ellos destaca, el establecimiento de
la República Federal Centroamericana en 1823, con la cual, el istmo volvió a reunificarse por
casi dos décadas.

En general, durante el siglo XX, se impulsaron las más importantes propuestas


integracionistas, con las cuales se logró mayor interdependencia entre los Estados
centroamericanos. De igual manera, se trató de construir y fortalecer un esperanzador
escenario de convivencia fraterna y de bienestar en todos los ámbitos posibles.

Así las cosas, en la segunda mitad de ese siglo, el proceso integracionista repunta con
promisorios intentos. En este contexto destaca como máximo ejemplo el Mercado Común
Centroamericano, que resultó trascendental para la región por el excelente proceso comercial
intrarregional obrado y sus efectos positivos, los cuales incidieron en el crecimiento sostenido
en los años setenta.

En el seguir del ocaso del siglo XX, y luego de años plagados de ingentes crisis
económicas, políticas y militares; la región experimenta un significativo proceso de
reinvención, el cual se va a ir plasmando a través de la creación de una serie de instituciones
que van a ayudar a plantear y desarrollar iniciativas y políticas para caminar de mejor manera,
por la senda integracionista.

Por todo lo anterior, se persigue con este trabajo, la generación de un espacio de


reflexión que mire los avances y retrocesos que vive el proceso. El mismo se va a caracterizar
como un fenómeno irregular y ambiguo ante la gran ausencia de los gobiernos por avanzar y
hacer efectivas las diferentes iniciativas y acuerdos concebidos dentro de la institucionalidad
forjada dentro de la lógica del sistema de integración y foros afines desarrollados en la región.

Tiempo Presente. Revista de Historia, nº5, 2018, pp.71‐87. ISSN: 2340‐0358


Alonso Rodríguez Chaves La integración de Centroamérica

ANTECEDENTES

El territorio centroamericano ha servido de puente y de corredor biológico para los


amplios ricos territorios del norte y sur del continente americano. En particular, la
extraordinaria situación geográfica, entre otro listón de bondades propias de la región,
facilitó la ocupación de un inmenso conjunto de humanos alrededor del 10.000 al 7.000 a.C.
Por consiguiente, la historia antigua del istmo se caracterizó por la convergencia de diversos
grupos étnicos que desarrollaron y arraigaron numerosos modos de vida que perduraron por
varios milenios (Corrales, 2011).

Con el arribo de los españoles en el siglo XV, se inició un proceso en el cual, los
estados y cacicazgos establecidos se vieron desestructurados y asediados por el poderío
imperial europeo. Esta relación de subordinación colonial conllevó a la imposición de un
modelo de sociedad y a un proceso de centralización y concentración de poder, que
consolidó una división espacial unificada. Pues vistas como colonias, las denominadas
provincias centroamericanas conformaron la Capitanía General de Guatemala, la cual
constituyó un hito histórico de la integración centroamericana (Pérez, 1999).

Con el acontecer y los nuevos bríos que trajo el tiempo decimonónico, las pequeñas
provincias se declararon independientes del Reino de España el 15 de setiembre de 1821,
más luego, se adhirieron al Imperio Mexicano. No obstante, esta condición de asociación fue
efímera y transitoria, ya que las antiguas provincias optaron rápidamente por otra suerte
política; en tanto conformaron la República Federal Centroamericana en 1823, la cual se
mantuvo bastante vigorosa en sus primeros años y se disolvió en 1842.

Particularmente, la disolución se produjo cuando las frágiles repúblicas entraron en


inminente caos, causado por el exacerbado sentimiento localista-nacionalista. Esta reducida
visión termina de consolidarse con el establecimiento de los imponentes intereses
económicos y estratégicos de Inglaterra y Estados Unidos; potencias hegemónicas que para
entonces, asediaban y fustigaban las estructuras federalistas con intereses geopolíticos
(Obregón, 1984).

Otro aspecto que no se puede omitir y que influyó en el colapso del sistema Federal
implantado fue la falta de voluntad y de real compromiso de parte de los incipientes Estados;
ello para alcanzar de manera escalonada, complementaria, voluntaria y progresiva una
verdadera unidad de índole económica. Hernández (1994) asegura que la “(…) carencia de una
base económica que articulara los intereses de la clase dominante de la región. Siendo, en su mayoría, los
intereses económicos de carácter local y hasta cierto punto, nacional, había una mayor sensibilidad al
separatismo que al unionismo.”

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Alonso Rodríguez Chaves La integración de Centroamérica

En general, la República Federal Centroamericana fue un auténtico ensayo de


integración política, esto por cuanto, faltó desarrollar un conjunto de acciones colectivas
necesarias para promover intereses mutuos y relación de comunidad. Ante este panorama
sociocultural presentado, era de esperar que en el resto del siglo XIX, concurrieran varios
intentos para revivir la unión regional. Entre ellos trascienden, el Pacto de Chinandega
sobrevenido en 1842 y otras tentativas que surgieron con memos trascendencia como las
reuniones de Nacaome en 1847 y Amapala en 1895 (Rodríguez, 2011).

Siguiendo con el listón de intentos, se perfila también, la integración coyuntural de la


región para expulsar las tropas invasoras de William Walker en 1856, ya que pretendían
convertir a Centroamérica en una feroz sociedad esclavista. Ante la amenaza imperiosa,
aunaron y asomaron distintos esfuerzos para derrotar y abatir al ejército filibustero, no
obstante, la unidad se acabó una vez terminado el conflicto.

Pese lo fallido y frustrante que pudieron haber resultado la fila de estos intentos, en el
imaginario colectivo centroamericano persistió por antonomasia, la idea de restablecer la
evocada estructura colonial. Así durante el periodo decimonónico, hubo la constante
histórica en algunos líderes y gobernantes de las nuevas repúblicas de insistir por revivir la
Federación Centroamericana. Pues varios presidentes de la República como Justo Rufino
Barrios en la década de 1860 y José Santos Zelaya en los años de 1880, se convirtieron en
máximos exponentes y favorecedores de la reunificación. También destaca, la postura
integracionista del hondureño Francisco Morazán, líder que al igual a los demás, no logró
consolidar un movimiento social lo suficiente capaz para sustituir el poder hegemónico por el
de todos los centroamericanos.

SIGLO XX

El tema de la reunificación geográfica, los intereses geopolíticos y geoestratégicos


adquirieron gran importancia en los esperanzadores comienzos que reparaba el siglo XX. En
ese contexto, Estados Unidos se consolidó como potencia hegemónica y promovió la firma
de una seguidilla de Tratados que pretendieron establecer la paz y las buenas relaciones entre
los países de la región. Para esos efectos, el gobierno norteamericano promovió la reunión de
los presidentes centroamericanos en la ciudad de Washington el 7 de febrero de 1923, cita
que derivó en la firma de un nuevo tratado; que aunque se discutió, no se contempló el tema
de la integración centroamericana (Rojas, 1993:110).

En general, el historial de tratados firmados en Washington fracasaron y el contexto


internacional con la Política del Buen Vecino impulsada por el Presidente Roosevelt provocó,
que los países centroamericanos trataran de dar solución a sus problemas sin la intromisión
de terceros. Con ese espíritu, los presidentes de la región se volvieron a reunir para firmar el
Tratado de Confraternidad Centroamericana en 1934 (Obregón, 1984).

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Ante la apremiante necesidad de crear organismos para que tanto la paz y seguridad se
arraigaran en la región, el Presidente Salvadoreño Oscar Osorio convocó a sus homólogos
centroamericanos a una reunión en su país en 1951. Producto de la iniciativa se firmó el
acuerdo que dio el empiece definitivo a la prometedora Organización de Estados
Centroamericanos (ODECA) el 14 de octubre de 1951.

Como parte aguas, Centroamérica inició una de las eras de integración más
importante de su historia. En general, con la mencionada Organización de Estados
Centroamericanos (ODECA) e influenciados por los postulados de la que en otrora era la
Comunidad Europea y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), se aseguró el
funcionamiento de un magno proceso que conllevó a la región a una era sin precedentes. En
tanto, el nuevo modelo procuró una integración voluntaria, gradual, complementaria y
progresiva; con la cual se suponía dar solución al sinfín de problemas y preocupaciones que
existían y agobiaban al entorno centroamericano (POSLATINO, 2002).

A diferencia de pasados intentos unionistas, este trascendió, ya que paulatinamente en


la década de los años 50, el organismo como tal y por su naturaleza, permitió erigir una
robusta estructura institucional, convenida a tratados e instrumentos comunitarios que
ayudaran a mantener la paz y seguridad en el istmo. Asimismo, se fraguaron un
conglomerado de entidades de alcance regional, que ayudaran a fomentar el desarrollo y la
real interdependencia de los Estados centroamericanos. Entre ellas destacan el Instituto
Centroamericano de Investigación y Tecnología Industrial (ICAITI), Organización
Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA), Instituto Centroamericano de
Administración Pública (ICAP) e Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá
(INCAP) (ODECA, 2014).

A manera de balance, el proyecto integracionista regional hasta aquí encaminado, fue


relativamente exitoso; el cual tomó un matiz económico que permitió a los países hasta cierto
punto, ahuyentar y acabar con la pobreza. Para la consolidación del proceso, los gobiernos
vieron la necesidad de crear el Tratado General de Integración Económica Centroamericana
(1960), que trascendió porque sentó las bases esenciales de lo que sería posteriormente, el
nacimiento del Mercado Común Centroamericano (MERCOMUN) (Comisión Económica
para América Latina y el Caribe – CEPAL, 2001).

El mencionado Mercado establecido en nuevas formas de relaciones internacionales,


tomó como modelo la sustitución de bienes importados. La estrategia consistió en imponer
barreras arancelarias o cuotas a la actividad importadora proveniente de la compra de algunos
bienes, ello para incentivar la producción de industrias nacionales. Sin duda, esto constituyó
un paso para impulsar el comercio, el desarrollo industrial y la esperanza de superar el atasco
en que se encontraba el histórico sector agrícola, el cual era el principal soporte de las
economías regionales (Hernández, 1994)

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Como recuento, el Mercado Común constituyó un referente importante para


entender el auge que vivió la región; principalmente, el comercio intrarregional creció a tales
extremos, que conllevó a mejorar la difícil situación económica que atormentaba al conjunto
de países centroamericanos. En particular, el Producto Interno Bruto (PIB) alcanzó niveles
de crecimiento extraordinario que se sostuvo hasta la segunda mitad de los años setenta;
periodo considerado por algunos como extraordinario, casualmente, porque en ese lapso se
impulsó el comercio justo, se aumentó el tamaño del mercado, se estimuló la productividad,
el crecimiento del empleo y el acceso a la educación (POSLATINO, 2002).

Aún los buenos resultados obtenidos por el modelo instaurado a comienzos de segunda parte
del siglo XX, el compás de la integración económica se fue socavando. La ruptura se debió al
agotamiento natural del esquema de la sustitución de las importaciones, dando a entender que
la industria agotó sus posibilidades de oferta y demanda (Solís, 1993).

EL OCASO DEL SIGLO XX

A partir de 1970, la región vivió un proceso de grandes contradicciones causado por


la gran crisis occidental, motivada por la destemplada alza en los precios del petróleo; shock
que hizo evidente mella, dependencia y vulnerabilidad de las economías nacionales. Tal fue el
deterioro, que los años 80 fueron considerados por muchos como la “década perdida”; en
consiguiente, las economías cayeron en una convulsión e insolvencia para realizar los pagos
respectivos a sus acreedores como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Peor aún, limitó
a los gobiernos a invertir en programas de beneficio social, con el consecuente malestar de la
población que se sintió excluida y afectada (Webb, 2003 & Thorp, 1998).

En general, la región sucumbe en una de sus peores y vergonzosas épocas, por lo


que no hubo ambiente, voluntad, ni avances significativos en materia de integración. Todo
era de esperar, puesto que en “…años de la Guerra Fría, Centroamérica experimenta un
periodo en que agoniza entre la prepotencia de los regímenes y grupos golpistas,
contragolpistas y guerreristas; mismos que como plaga se reproducen y desestabilizan la
región.” (Rodríguez, 2011: 89).

En vista del polvorín que representó Centroamérica para la época, se generaron


varias propuestas dirigidas a terminar con la inestabilidad política y otras con la clara idea de
regenerar y optimar la calidad de vida de los habitantes de la región. En 1981, la propuesta
del Grupo Nassau, se enfoca en el bienestar económico, bajo la idea que traería la estabilidad
política a la región. En 1983 surge el Grupo Contadora por los escasos avances que se
perciben en el proceso de pacificación emprendida. El grupo estaba integrado por México,
Panamá, Colombia y Venezuela y su objetivo era promover la paz en istmo. Su importancia
radicaba en que lograría identificar los problemas de la crisis y mantener el dialogo abierto en
la región.

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En el año de 1987, un plan que buscaba la pacificación como forma de lograr la


estabilidad política se impone sobre las otras iniciativas. A este se le conoce como Esquipulas
II y consistía en la “pacificación de tres guerras civiles” existentes en la región. El plan
suponía, que una vez lograda la paz en Centroamérica se daría posibilidad al desarrollo
económico y político como sucedió. De esta manera, Esquipulas II se perfila no solo para
obtener la pacificación sino también, el dialogo contundente para resolver la gran cantidad de
problemas que abrumaban a los pequeños países de la región (Campos, 1999: 44).

Terminados los conflictos armados se da la oportunidad para una reformulación de


los espacios y procesos enfilados a lograr la integración. Dentro de esa lógica, el
Protocolo de Tegucigalpa firmado el 13 de diciembre de 1991, en el escenario que se generó
en la XI Reunión Cumbre de Presidentes Centroamericanos realizada en Tegucigalpa,
Honduras; se circunscribe un nuevo contexto el cual perseguía el desarrollo de la región
dentro de un ambiente de orden y de armonía. Basado en ello, se ve nacer el Sistema de
Integración Centroamericana (SICA), a su vez conformado por cuatro subsistemas, los cuales
buscaban asegurar el buen transcurrir del proceso. Así destaca el Subsistema de Integración
Económica, Subsistema de Integración Política (Sistema de Integración Centroamericana,
Subsistema de Integración Social y el Subsistema de Integración Ambiental y 2009)

En esa dirección se conforman también, varios órganos resultado de las diferentes


Cumbres de Presidentes, tales como la Reunión de Presidentes, el Consejo de Ministros, el
Comité Ejecutivo (CE-SICA), la Secretaría General (SG-SICA), entre otras secretarías e
instituciones especializadas en el ámbito cultural, económico, político–social, y ecológico
(Sistema de Integración Centroamericana, 2009)

LA NUEVA INTEGRACIÓN

Tras la reconocida crisis de carácter política, económica y militar que experimentó el


istmo por varios años, sobrevino el acuerdo de paz firmado por los Presidentes de las
Repúblicas centroamericanas en la cuidad de Esquipulas, Guatemala (1986). De esta manera,
el proceso de integración se enfrentaba a la gran oportunidad para reinventarse.

A partir de ahí, el rumbo que tomó el proceso integracionista resultó más futurista al
plantear propósitos, objetivos y principios concretos y estructurados de conformidad a
los nuevos tiempos. Con esa visión se modificó la Carta de la ODECA y se dio paso a la
concreción de la firma del Protocolo de Tegucigalpa (1991), el cual permitió la creación del
Sistema de Integración Centroamericana (SICA) con miras a lograr un desarrollo significativo
y democrático, así más participativo y respetuoso de los derechos humanos (Pérez, 2006).

Dentro de este contexto transformador, los Estados continuaron inmersos en una


sucesión de constante creación de instrumentos con los que se profundizó y se trató de
perfeccionar la integración iniciada. Vale recordar en ese andar, el Protocolo del Tratado

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General de Integración Económica Centroamericana (Protocolo de Guatemala) (1993), la


Alianza para el Desarrollo Sostenible (1994), el Tratado de la Integración Social (1995) y el
Tratado Marco de Seguridad Democrática (1995). A la antología de iniciativas se sumó el
Plan de Integración Económica diseñado por los ministros de comercio y que fue aprobado
por los Presidentes de la región centroamericana en marzo del 2002. El nuevo marco
institucional permitió alcanzar grandes índices de integración que la develaron como una sola
unidad regida por el libre comercio y un arancel común externo. (Lizano, 1994)

Entre los logros adquiridos en la última década del siglo XX, destaca la obtención de
normativa moderna y demás estándares internacionales relacionados con la temática
comercial. Particularmente iban dirigidos a las normas de origen; prácticas desleales; medidas
de salvaguardia; procedimientos sanitarios y de carácter fitosanitarios; entre otros.
Igualmente, se dotó de un Mecanismo de Solución de Controversias Comerciales a través del
cual se estableció un instrumento ágil para enfrentar las posibles diferencias que podían
presentar a causa del incremento sustancial del comercio regional. Dicho mecanismo fue
luego necesario actualizarlos en el año 2006 (Quiñónez, 2008).

Asimismo, con la recomposición del Mercado Común Centroamericano se


incrementaron los esfuerzos de los gobiernos para crear más instituciones de corte
económico que ayudaron a plantear y desarrollar iniciativas y políticas para progresar y
concretar el proceso integracionista arrancado en las últimas décadas que deparaba el siglo
XX. Desde entonces, estas instituciones se posicionaron y han venido participando en la
coordinación de aspectos relativos a los procesos que promueven la unión, la identidad, el
crecimiento económico y el planteamiento de estrategias para superar deficiencias y
disparidades regionales (Lizano, 1994).

Como se ha indicado, la integración trajo consigo una serie de actores e instituciones


de alcance regional que han sido decisivas e indispensables en el importante desarrollo
económico de los países. Con ese espíritu, destaca con creces, el Banco Centroamericano de
Integración Económica (BCIE), el cual figura como una organización motora; en tanto, su
accionar y distintos ejes estratégicos económicos planteados se van a fundamentar
principalmente, en lo que va consistir el tratar de combatir la pobreza, la globalización y la
integración económica (Fundación Centroamericana para la Integración, 1991).

A pesar de que en el ámbito económico se ubicaron los mayores logros del proceso
integracionista, aún falta mucho por hacer. En el listón de pendientes aparecen la
estandarización monetaria, la revisión del gasto público y los ajustes fiscales, los cuales
impiden la realización de una adecuada armonización. Más que todo, urge para los países, la
eliminación de obstáculos y trámites burocráticos a la circulación de productos (Villasuso,
1994).

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En general, en el colectivo centroamericano prevaleció la idea de la unión, no


obstante, los resultados del nuevo proceso desarrollado desde la década de los noventa, si
bien revelaron un progreso importante, los déficits en el plano del desarrollo humano
continuaron siendo los mayores problemas por resolver. (Proyecto Estado de la Región –
PNUD, 2003).

Así las cosas, las oportunidades de empleo no mejoraron considerablemente, siendo


el empleo informal el más dinámico del mercado laboral, con una fuerte incidencia a la
pobreza que alcanza el 40.4% (Proyecto Estado de la Región – PNUD, 2003) Por ello, la
región debe “…promover mayores oportunidades y una mejor calidad de vida y de trabajo a la población
centroamericana, asegurando su participación plena en los beneficios del desarrollo sostenible”. (Sistema de
Integración Económica Centroamericana, 2009)

Respecto a la educación, no es mucho lo que progresó, manteniéndose una baja tasa


de escolaridad. Para el 2000, un 46.8% carecía de educación formal y solo un 18.7% contaba
con la enseñanza primaria completa. De igual manera, la cobertura secundaria refleja índices
bajos en todas las naciones centroamericanas (Sistema de Integración Económica
Centroamericana, 2009).

En el ámbito de la salud, si bien se logró erradicar enfermedades, obteniendo la


región una mejor posición a nivel de América Latina, aún continúo presentando retos en el
control de enfermedades trasmisibles como la malaria y el dengue (Sistema de Integración
Económica Centroamericana, 2009).

El tema político resulta el más sensible y complejo, ya que a partir de 1990, el mayor
logro fue la instalación de gobiernos civiles electos democráticamente; mismos que al poco
tiempo, mostraron incapacidad y desencanto en su administración, así como nefastos vicios
políticos y amenaza de golpes de Estado.

En esa dirección, se creó el marco de carácter institucional de la Integración Regional,


Sistema de Integración Centroamericana (SICA), constituido por Costa Rica, El Salvador,
Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá. Posteriormente, se adicionó Belice en condición
de miembro pleno, República Dominicana como Estado Asociado, México como observador
regional, República de China y España, en calidad de observadores extra regionales. Si bien,
el Sistema se diseñó tomando en cuenta los intentos anteriores para la unificación y hechos
históricos de la región, como crisis política, conflictos bélicos y regímenes dictatoriales;
Centroamérica descuidó otros ámbitos de la integración que requerían atención integral
(Stein, 2004).

Por su parte, el Parlamento Centroamericano mostró signos disfuncionales y no


ayudó mucho, en los propósitos de integrar la región. Principalmente, los cuestionamientos
realizados al órgano radicaron en sus funciones, las cuales fueron catalogadas como
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simbólicas, ya que las recomendaciones no eran de acto obligatorio para los Estados
miembros (Tratado Constitutivo del Parlamento Centroamericano y otras Instancias
Políticas, Guatemala, 1987).

Por virtud de lo anterior, se puede anotar que la gama de esfuerzos que los gobiernos
han realizado en los últimos años y décadas, en colaboración con organismos internacionales
para consolidar el proceso de integración, han chocado constantemente con actitudes
nacionalistas y conservadoras, que se ven justificadas por la inoperancia e intrascendencia
que tienen las instituciones creadas en ese propósito. De igual manera, los intentos de unión
centroamericana gestionados se han visto amenazados por diversos factores: debilidad
institucional, mala repartición de la riqueza, exclusión social y la falta de voluntad y
disposición a profundizar en el proceso de integración iniciado.

Así las cosas, el cumulo de países centroamericanos como cualquier otra región del
mundo debe revisar y generar de nueva cuenta un dialogo efectivo, por encima de las
posiciones individualistas y nacionalistas que puedan existir. No menos importante, deben de
reinventarse los mecanismos que se instauren para propiciar la integración, particularmente,
deben tener coherencia con las estructuras de cada una de las partes (Rubio, 2014).

EL INICIO DEL SIGLO XXI

La región ha tratado de ajustar sus objetivos y estrategias a las circunstancias que


ofrece el ámbito internacional del siglo XXI. Ello ha obligado a realizar cambios en los
cimientos que dan soporte a un nuevo Mercado Común Centroamericano. En consecuencia,
se ha venido reinventando con la clara intención de fomentar las relaciones de inversión, de
comercio e interdependencia entre los Estados y otras regiones.

En probidad de lo expuesto, el rumbo de la región se plantea más abierto, porque


cada vez, amplia, fortalece y reafirma su vinculación con distintos Estados y entidades
internacionales. Es por esta causa que han entablado relaciones encaminadas por rutas
conducentes para formalizar e intensificar tratados de libre comercio y acuerdos con países
vecinos e incluso extraregionales de niveles de desarrollo y regímenes socio-económicos
diferentes, dada su especificidad, gradualidad y complementariedad de la práctica de la
integración en los últimos años (Delgado, 2005).

En este contexto, Estados Unidos de América impulsó un Tratado de Libre


Comercio (TLC) para Centroamérica, con supuesta quimera de ayudar a estimular el sector
privado, la producción, las exportaciones, el empleo, la infraestructura, el crecimiento
económico y una exitosa inserción de las economías de la región en el concierto de naciones
que aparecen en el mercado internacional. No obstante, los estudios realizados alrededor de
este tema y caso particular han demostrado que se encuentran muy distantes de comprobar

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una relación causal entre el Libre Comercio y el aumento de la prosperidad que este Tratado
predica.

Lo cierto es que pensando en que las diferencias y asimetrías abismales de la región


no se superan ni se logran saldar con este tipo de instrumentos en modo alguno, se ha
creado un ambiente ideológico fatalista y la promoción de una conciencia apocalíptica, muy
propia de los planteamientos hegelianos de fin de la historia y que no dan espacio para soñar
mundos distintos y construir futuros de bienestar. En consecuencia, este Tratado de Libre
Comercio y otros iguales formalizados con diferentes países y regiones ha producido a lo
interno de la región, una relativa polarización expresada en términos de extremo apoyo o
rechazo (Hegel, 1980).

En particular, ante las grandes asimetrías existentes entre las partes participantes en el
acuerdo, ha levantado una fuerte movilización de protestas y campañas promovidas por
diversos grupos organizados, ya que son consideradas letales y nocivas. Principalmente, la
animadversión se alimenta y se sostiene en la relación que visualizan de centro y periferia,
sino en una economía capitalista desarrollada y naciones subdesarrolladas (Delgado Rojas,
2005).

En general, las críticas apuntan a la relación desigual que se entabla entre Estados
poderosos frente a naciones a las que se les demanda fuertes exigencias e imposiciones a la
institucionalidad política y jurídica nacional. Entre otros problemas identificados, los TLC se
han consolidado gracias a sectores hegemónicos centroamericanos sin claridad de los
modelos culturales al interior de la región, y con mirada puesta en las metrópolis, por lo que
se adhieren con facilidad a una cultura del consumo restrictiva y excluyente.

Ello conlleva a generar otras críticas, que giran sobre la forma tan descoordinada en
que se han solido negociar los Tratados, que ponen en riesgo lo construido en materia de
integración, ya que no se realiza dentro de una lógica de bloque regional. Pues, se ha
mantenido como constante de cada país reaccionar diferente al negociar por aparte, a su
estilo y conforme a sus intereses, quedando las instituciones del Sistema de Integración de
Centroamérica (SICA) al margen.

Con los Tratados en cuestión nace una interrogante obligatoria, ¿Qué se construye;
integración regional o apertura mundial? Al respecto se puede indicar que la región
muchas veces no presenta una posición de integración clara ni articulada. Cada país aplica en
el marco de algunos tratados, políticas de apertura unilateral, razones que conspiran en contra
de una verdadera integración centroamericana homogénea. Por esta razón, el proceso de
integración económica que se desarrolla es más aperturista que regionalista.

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LA ITEGRACIÓN REGIONAL Y EL ACUERDO DE ASOCIACIÓN CON


LA UNIÓN EUROPEA

En la historia de Centroamérica siempre ha destacado, el estrecho vínculo que ha


existido con los países Europeos. No obstante, el proyecto birregional llamado Diálogo de
San José, es uno de los hechos de más trascendencia que se tenga cuenta. Pues, la Primera
Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea y Centroamérica
realizada en la ciudad de San José, Costa Rica, en septiembre de 1984, fue concebida dentro
de un marco extraordinario de discusión y análisis para lograr avanzar en los procesos de
democratización y pacificación del istmo (Delegación de la Comisión Europea para Costa
Rica y Panamá, 2008).

El Diálogo no quedó ahí y una vez superado el conflicto armado, se establecieron


como ejes estratégicos el fortalecimiento y la diversificación de sus relaciones de cooperación
en todos los ámbitos de interés común; especialmente, el mismo se dirigió a dar prioridad al
tema económico y la consolidación de instituciones que van a conformar el Sistema de
Integración Centroamericana. Dentro de ese marco de referencia, el 12 de noviembre de
1985, durante la II Conferencia Ministerial celebrada en Luxemburgo, se suscribió el Acuerdo
de Cooperación entre el Consejo de las Comunidades Europeas y los Gobiernos de
Centroamérica, con el que se creó luego, una Comisión Mixta de Cooperación, que tuvo a
cargo el fomento y la evaluación de las acciones de cooperación planteadas en el acuerdo
(Sistema de la Integración Centroamericana, 2008).

En esa dirección, la agenda de las relaciones se amplió y renovó con sucesivas


Cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno UE-Centroamérica, que tuvieron lugar en las
ciudades de Río de Janeiro, en junio de 1999; en Madrid, en mayo de 2002 y en Guadalajara,
en mayo de 2004. Resultado de las mismas, en Viena, Austria, el 12 de mayo de 2006, se
anunció la trascendental noticia de negociar un Acuerdo de Asociación; lo que significó el
compromiso para promover y reforzar la asociación estratégica birregional (Cuarta Cumbre
Unión Europea - América Latina y Caribe. Declaración de Viena: Fortaleciendo la asociación
estratégica birregional. 2006)

De este modo, el exitoso entendimiento logrado por el Diálogo a nivel birregional


durante el transcurso de las últimas décadas, no solo promovió y permitió el restablecimiento
de la democracia, la estabilidad política, el respeto de los derechos humanos sino también la
reorientación de la cooperación; la cual se centró en crear y consolidar un nuevo diálogo
relacionado en temas conexos, como la integración regional y el desarrollo económico y
social de los países centroamericanos.

En virtud de lo anterior, el Acuerdo propuso tres ejes temáticos, que se suponía


ayudarían a mejorar la calidad de vida de los pobladores de los centroamericanos. Político,
para promover los derechos humanos, la democracia y buen gobierno. Económico, para
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establecer un área de libre comercio y la consolidación de relaciones comerciales más sólidas.


Por último, una cooperación enfocada para reducir la pobreza, colaborar a la sostenibilidad
medioambiental, entre otros temas de gran envergadura (Estructura de Negociación y
Coordinación del acuerdo de asociación Centroamérica-Unión Europea. s.f.)

Con respecto a algunas de las exigencias que la UE solicitó para negociar el Acuerdo
fue que los gobiernos del istmo negociaran como un solo bloque. Esto pese a las
desigualdades económicas, las dificultades para presentar una propuesta conjunta y porque
cada país, caminaba y crecía a velocidad diferente. Sin duda, esto puso a prueba la capacidad
para negociar de manera colectiva y no individualmente (Hernández,1994).

Una vez claros en estos aspectos, la negociación tuvo como dinámica rondas
rotativas; una en Centroamérica y la siguiente en Europa, específicamente en Bruselas,
Bélgica. En esa dirección, la negociación del Acuerdo estuvo acorde a las normativas
interpuestas y exigidas por la Organización Mundial del Comercio (OMC). Esto porque, los
europeos insistieron en una integración, como medio para promover una mayor flexibilidad
en el comercio y el intercambio de bienes y mercancías y en concreto… “que las inversiones
europeas a Centroamérica fluyan más libremente con la existencia de una Unión Aduanera, un marco
regulatorio para el comercio y la reducción de obstáculos no arancelarios al comercio intrarregional.” (Pérez,
2006: 10)

Dado el gran movimiento de mercancías y el aumento del comercio entre los países
de la región se acordaron posibilitar mayor agilidad en los procesos, esto incluyó la aplicación
de una serie de mecanismos y técnicas aduaneras modernas, incluyendo gestión de riesgo,
resoluciones anticipadas vinculantes, simplificación de procedimientos para la entrada y
despacho de mercancías, controles aduaneros y métodos de auditoría a empresas.

En general, lo que respecta a la Unión Europea y Centroamérica, se concibió un


acuerdo integral que implicó compromisos mutuos para el fortalecimiento de las relaciones
políticas, económicas y de cooperación bi regional. El acuerdo busca consigo no ser
únicamente un tratado de libre comercio entre los países como suele ocurrir, sino más bien,
crear un vínculo más estrecho entre las sociedades de ambas comunidades, ya que no solo
contempla una Zona de Libre Comercio sino la transferencia de experiencia a través de
cooperaciones políticas y sociales.

Pese a ello, fue importante la inclusión de un Tratado de Libre Comercio que


complementó y sustituyó el Sistema Generalizado de Preferencias (SGP). Instrumento que
rigió las relaciones comerciales entre ambas regiones en otrora, y que permitió a
Centroamérica exportar productos con cero aranceles a países europeos a cambio del
cumplimiento de serie de requisitos, tales como la ratificación de convenios de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre otros (Pérez, 2006).

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Alonso Rodríguez Chaves La integración de Centroamérica

A diferencia del caso otros Tratados de Libre Comercio entablados, la Unión


Europea desarrolló una negociación con Centroamérica donde la lógica fue profundizar una
asociación entre bloques políticos y comerciales con altos grados de integración. La relación
se estableció mediante un diálogo de región a región; en el que las instituciones comunitarias
jugaron papel especial. Partiendo de ello, se mantuvo total negativa para realizarlo con
estados miembros por aparte (Hernández, 1994).

REFLEXIONES FINALES

La integración constituye la constante histórica más importante de la región


centroamericana. Los intentos por lograr este cometido han sido múltiples desde el periodo
colonial hasta nuestros días. Sin embargo, nunca se ha podido consolidar por las inacabables
crisis políticas, los conflictos bélicos, los regímenes dictatoriales, la escaza voluntad y
liderazgo político para ejecutar y cumplir los acuerdos tomados en el seno de la
institucionalidad del sistema de integración y foros afines desarrollados en la región.

Si bien, el proceso de integración recibió gran impulso y produjo un progreso


importante a nivel general en el ocaso del siglo recién pasado; los déficits en el plano del
desarrollo humano aún constituyen siendo los mayores problemas a resolver en la región. En
particular, los que se derivan de la pobreza, el desempleo, la discriminación, la delincuencia, la
corrupción, los nefastos vicios políticos e incapacidad de saber administrar la democracia.

En ese sentido, los tímidos avances se ven amenazados sino se profundiza en la


creación de mecanismos, instrumentos y estrategias que aseguren el buen transcurrir del
proceso; mismo que a su vez conlleve a lograr una mejor calidad de vida, más oportunidades
y participación de la población en el desarrollo de la región.

De igual manera, falta un verdadero convencimiento de los gobiernos y de la sociedad


civil de los beneficios que traería la integración. En particular, que el proceso es loable y
persigue superar las debilidades estructurales y reforzar las potencialidades que ayuden a
superar a un colectivo de naciones la pobreza, a alcanzar la equidad y en consecuencia, la
mejora indiscutible de la calidad de vida de todos los pobladores.

Sin duda urge mayor pedagogía para entender el proceso no como un fin en sí
mismo, sino una alternativa viable y funcional para alcanzar objetivos comunes e impulsar el
desarrollo humano sostenible en los países de la región. En esa dirección, hasta tanto la
población centroamericana no entienda de la importancia de la integración y no esté
convencida, de los beneficios que le podría traer, el tema nunca será importante y se podrá
concretar diferentes acciones colectivas que promuevan intereses mutuos y la relación de
comunidad.

83
Alonso Rodríguez Chaves La integración de Centroamérica

En ese sentido, se torna necesaria una mirada hacia dentro de cada país con el fin de
mejorar las persistentes desigualdades, la divergencia de posturas y compromisos asumidos
ante el proceso de integración. Por su parte, las instituciones encargadas de formular las
políticas económicas nacionales y regionales están obligadas a considerar las similitudes,
disparidades y brechas, las cuales impiden que los países caminen y crezcan al mismo ritmo y
velocidad.

En este ejercicio obligatorio, no se puede olvidar los enormes desafíos que la


globalización presenta a todas las regiones del mundo. Así no se puede obviar esta situación y
Centroamérica se encuentra exigida a aunar esfuerzos para actuar como bloque fortalecido y
obtener mejores resultados e influencia en el Sistema Internacional. Este proceso constituye
la vía más racional para lograr dichos objetivos, ya que la capacidad individual de cada país es
muy limitada.

Consecuentemente, debe prevalecer la colectividad en vez de los intereses


individuales. En razón, la nueva integración necesita fortalecer el sentido de identidad
regional en la que tome en cuenta la cohesión de diversas realidades y dinámicas que viven
los países del istmo. Lo que significa, que Centroamérica tiene el gran desafío de emprender
una nueva revisión del proceso de integración que es de larga data. Esta reinvención incluye
el establecimiento de relaciones cada vez más estrechas con sus vecinos y a fortalecer más las
organizaciones regionales.

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