Final Teologia

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Cuestionario

Unidad 1: como estaba conformado el poder en la Palestina en el tiempo de


Jesús. Jerarquía y función del poder religioso, cuantas clases sociales hay
(Comentar 3). Promesas mesiánicas: en que consistían, nombrar algunas de
ellas en el AT y si se cumplió en el NT. En que consistió la misión de Jesús. El
anuncio del reino acompañado de los signos y la necesidad de instituir
discípulos.
Unidad 2: Explique el discurso de la Montaña. Discurso del Pan de Lito y el
discurso de despedida de Jesús o discurso Sacerdotal. Nombrar 2 parábolas y
explicar sus significados. Cuál era el fin de los milagros de Jesús.
Unidad 3: Consecuencias del profetismo. Que significo el profetismo. Explicar
brevemente en que consiste el proceso el proceso de Jesús. Cuál es la
sentencia de Pilatos. En qué consistía la muerte en cruz para la época.
Institución de la Eucaristía: mencione algún relato de la institución de la
Eucarística, Explique la importancia de dicha institución. Que significa
sacramento.
Unidad 4: En que consiste el Evento Pascual. Relacionar los textos de los
evangelios que refieren a dicho evento. Explicar el significado de la fiesta del
Pentecostés en el NT.
Unidad 5: Explique 2 herejías cristológicas. En que consiste un concilio
ecuménico y cual refuta a esa herejía. Que es una herejía.
Unidad 6: En que consiste el misterio de la Trinidad. Que significa que
nosotros participamos del Misterio Trinitario. Que implicancia tiene el hecho de
que somos imagen y semejanza de Dios.
Apuntes de Teología II
Unidad N° 1: Preparación y Anuncio de la Buena Nueva:
Organización Social de Palestina
Ubicación Geográfica: la Tierra de Jesús
Palestina es una pequeña franja de terreno, antiguo país de Canaán, entre
Fenicia y Siria al norte, Idumea al sur, el Mediterráneo al oeste, y los desiertos
al este. Palestina esta atravesada de norte a sur por el rio Jordán que, en sus
360 kms. de recorrido, forma tres lagos, desembocando en el último de ellos o
Mar Muerto. Montañosa en el norte, se hace árida y menos accidentada en el
sur, hasta perderse en las tierras desiertas de Idumea. El Jordán la divide en
dos partes muy desiguales. En la Cisjordania, están de norte a sur las regiones
de Galilea, Samaria y Judea. En la tasjordania, y también de norte a sur, están
Traconítide, Decápolis y Perea.
Galilea: es una región montañosa, al norte de Palestina, con una fértil llanura
bordeando el lago de Genesaret o Mar de Tiberiades. Asentada al pie de las
estribaciones del Líbano, entre Fenicia y el lago de Genesaret, es la parte más
fértil y rica de Palestina.
Región muy poblada y bien comunicada con Fenicia, Siria y Samaría.
Cafarnaún, ciudad dotada de una importante guarnición militar.
La población de Galilea procedía del paganismo. Arameos y otros pueblos se
habían trasladados a Galilea desde la invasión asiria hacia el año 722 a. de C.
a finales del siglo II a. de C. Aristóbulo I logro incorporar la región a Judea, y la
población galilea se judaizó dócilmente. En el siglo I a. de C. muchos judos
emigraron a Galilea, como parece ser el caso de José. En tiempo de Cristo,
tendría 300.000 habitantes.
Samaría: entre Judea y Galilea, al sur y al norte, y entre el Mediterráneo y el
Jordán, al oeste y al este, la región de Samaria. Cesarea, moderna ciudad y
puerto, construida por Herodes en honor al Cesar, pasó a ser en el año 6 la
sede oficial del procurador romano. Samaría, era la antigua capital del reino de
Israel.
Samaria jamás fue permeable a las tradiciones religiosas de los judíos, con los
que conservaron siempre la enemistad tradicional. para un judío el peor insulto
era llamarlo samaritano.
Judea: es la región mas meridional de Palestina, la mas extensa y la mas
proporcionalmente despoblada y pobre. Es una región muy desigual,
alternándose las montañas y los valles con extensas llanuras y desiertos,
desde el Mediterráneo hasta el Jordán y Mar Muerto, y desde Samaria hasta
Idumea y el desierto. Una encarpada cordillera que alcanza alturas de hasta
mas de mil metros de Hebrón la cruza de norte a sur.
Acostadas en la montaña, están Hebrón, Jerusalén, Belén, Emaús y Betania.
Jericó, la ciudad residencial e los sacerdotes de Jerusalén, se halla próxima al
Jordán, en el vale.
Jerusalén, la capital, es sin duda la ciudad mas importante, no sólo por los
recuerdos históricos y religiosos, sino por ser el centro de la vida de los judíos.
Es, al mismo tiempo, sobre lo alto del monte Sión, el centro político, religioso y
comercial de Palestina, con una enorme población flotante de caravanas Y
peregrinos.
Otras regiones: Perea: región oriental, al este del Jordán, que la separa de
Judea y Galilea. Decapolis: está situada al norte de Perea. Idumea: la región
mas meridional de Palestina. Iturea y Traconitide: formaba el tetracado de
Filipo, hijo de Herodes el grande, forman una amplia región al norte de la
Decapoli y al este de Galilea, fronteriza por el norte con la región de Abilina
(bajo la tetrarquía de Lisanias) la capital estaba en Cesarea de Filipo.

Poder Político: en los años de la vida de Jesús, Palestina permaneció bajo la


dominación romana, que, siguiendo la política de las ciudades-estado, había
conferido casi plena autonomía a Palestina, representada por Jerusalén.
Herodes el grande fue puesto por el senado romano como rey vasallo de toda
Palestina, y el reinó desde el año 37 hasta el 4 a. de C. hábil en lo político, era
despreciado por los judíos por su condición de idumeo. Su ejercito contaba,
con galos, germanos y tracios. Empezó la reconstrucción del templo (año 20 a.
de C.). Al morir Herodes I el grande, su reino se dividió entre sus tres hijos:
Arquelao en calidad de virrey de Samaría y Judea, Herodes Antipas como
virrey de Galilea y Perea y Filipo como virrey de Iturea y Traconítide.
En el año 6 de la era cristiana, fue depuesto Arquelao, tetrarca de Judea y
Samaria, pasaron a depender de Roma en forma de procura. De los seir
procuradores que tuvieron hasta el año 70, el quinto fue Poncio Pilato (del 26
hasta probablemente el 36), bajo cuya procura desarrollo su actividad y
predicación Jesús.
La influencia del procurador, tenia el poder de nombrar y destituir al sumo
sacerdote (que era la autoridad suprema religiosa y política); el poder de
sentenciar a pena de muerte por delitos políticos, y el derecho a los tributos. El
procurador había trasladado, con permiso de Roma, su cede a Cesarea, en el
litoral de Samaría, desde donde dirigía la recogida de tributos, respondiendo
ante Augusto.
Para la mayor eficacia en la recogida de los tributos, se había llevado a cabo
un censo, que fue el que determino que Jesús naciera en Belén, fuera de
religión de sus padres (Galilea).
Poder Religioso: El Consejo del sanedrín
Toda la administración y política interior corría a cargo de los propios judíos. El
órgano supremo era el sanedrín, un concejo integrado por los ancianos del
pueblo pertenecientes a la aristocracia, los sacerdotes y algunos escribas, un
total de 72 miembros. El presidente del sanedrín era el sumo sacerdote.
El sanedrín funcionaba como un pequeño comité, de 8 miembros presididos
por el sumo sacerdote, para los asuntos ordinarios. De este comité dependía el
cuidado del templo, declaración de puros o impuros por enfermedades como
lepra, la realización de culto y los sacrificios y la tesorería del templo,
procedente de los impuestos y ofrendas de los judíos de todo el mundo. Todos
los judíos mayores de 20 años debían tributar al templo dos dracmas al año,
pagaderas en moneda especial.
El sanedrín era también la corte suprema de justicia, con las reservas de la
pena de muerte por delitos políticos. Los que entendían en la administración de
la justicia eran los escribas.
El Templo
La vida religiosa, que tenía sus prácticas diarias y semanales (el sábado),
corría a lo largo del año, jalonado por las cuatro festividades solemnes de los
judíos: la pascua (en primavera), pentecostés (siete semanas después), Fiesta
de los tabernáculos o escenopegia (año nuevo judío) y la fiesta de las encenías
o fiesta de la luz (diciembre).
Pero el centro y alma de la religiosidad y de la vida judía esta focalizado
alrededor del templo. El templo que Jesús conoció era ya la segunda
reconstrucción del de Salomón, llevada a cabo esa segunda vez por Herodes.
El acceso al templo se hacia a raves de un denominado “atrio exterior”, abierto
a los gentiles y separado del recio sagrado por una balaustrada en la que se
amenazaba con pena de muerte a los extranjeros que osasen pasar adelante.
La balaustrada se dividía en dos nuevos recitos o atrios, en de las mujeres en
lado este, y el de los hombres en el lado oeste.
Al santísimo solo tenia acceso, una vez al año, el sumo sacerdote de tuno para
ofrecer el sacrificio expiatorio de Israel.
Diariamente se orecían en el templo un sacrificio de incienso y un cordero de
un año.
El templo, además e ser el centro de la vida religiosa, constituía también el
centro financiero de Jerusalén, pues disponía de incontables ingresos
procedentes de todos los judíos de Judea y de la Diáspora, y era la sede
normal de la suprema autoridad política y religiosa.

Estructura de Clases en Palestina


Los Saduceos: su origen se remonta probablemente a los tiempos de
Ezequiel, por haber acentuado que la dignidad sacerdotal corresponde a la
casa Sadoc (donde provendría el nombre “saduceo”).
Los saduceos representaban la clase alta del país y estaba integrada por los
miembros mas distinguidos del pueblo: la aristocracia, los príncipes de los
sacerdotes y os grandes propietarios. Su influencia era decisiva en la vida del
pueblo, ya que monopolizaban los puestos de mayor importancia, tanto
políticos como religiosos. Fueron los enemigos más encarnizados en Jesús, en
quien vieron una amenaza contra su buena situación.
Adoptaban una actitud de adaptación y conformismo con el poder romano.
En el aspecto religioso, eran contrarios a cualquier cambió o innovación,
atendiéndose exclusivamente a la ley escrita o Pentateuco. Rechazaban las
nuevas doctrinas de la resurrección de los muertos, rechazaban todo lo
referente al mundo de los espíritus (ángeles y demonios).
Los fariseos: su origen se remota al tiempo de os macabeos. Fariseo significa
“separado”.
Los fariseos representan bien la clase media judía, pues eran en su mayor
parte artesanos y escribas. Constituían en este sentido mas que una clase una
casta, pues se mantenían distanciados del colaboracionismo de la clase alta,
del nacionalismo zelote y más lejos todavía del pueblo ignorante y sencillo,
incapaz de aprender y, por ende, de poner en practica toda la ley. Aunque no
estaban de acuerdo con el sometimiento a Roma, su nacionalismo no llegaba a
comprometerlos en acción alguna en contra y esperaban la liberación del
pueblo como una consecuencia del favor de Yavé si cumplían al pie de la letra
las exigencias de la ley.
Lo que realmente caracteriza a los fariseos es su actitud religiosa. Observantes
estrictos de la ley. Los fariseos se mostraron favorables a una cierta evolución
de la Escritura, aceptando la doctrina de la Resurrección de los muertos, todo
lo relativo al mundo de los ángeles y demonios y su modo peculiar de
interpretar las relaciones con Dios en base a los méritos provenientes del
complimiento de la ley y de las buenas obras. No eran tan enemigos
personales cuantos doctrinales, pues las interpretaciones de Jesús dejaban al
descubierto y sin valor odas sus elucubraciones legalistas.
Los zelotes: proceden en su totalidad de las clases bajas (agricultores,
jornaleros y pescadores de Galilea), y constituyen, mas que una clase social,
un grupo de presión.
Coincidían con los farisseos en su actitud religiosa en el cumplimiento de lay,
diferían de ellos en su expectativa mesiánica. De Galilea habían salido lideres
revolucionarios, que habían sido denominados y saludados como mesías
(Judas el galileo, por ejemplo).
Los zelotes fueron, los principales y mas fervientes seguidores de Jesús.
(Judas Iscariote, era zelote). También serian los que se retirarían masivamente
de Jesús, provocando su salida de Galilea y camino hacia Jerusalén.
Marginados sociales: como en toda sociedad, también en Palestina, en
tiempos de Jesús, se daba esta marginación social y por diferentes causas. Era
la clase social inferior, la plebe, compuesta por gentes del campo, quizás
descendientes de extranjeros, que no conocían más que lo fundamental de la
ley, y ni siquiera practicaban lo que sabían con exactitud. son despreciados,
por los fariseos, que les llaman “pueblo maldito” del que no había que
compadecerse.
Los samaritano, odiados por los judíos, hasta el punto de constituir el peor de
los insultos el denominar a uno “samaritano”.
Los pecadores públicos, aquellos que habían transgredido alguno de lo
preceptos de la le en forma notoria (la mujer pecadora, la adultera).
Los publicanos, por su complicidad con los romanos, para quienes cobraban
los impuestos extorsionando frecuentemente a los contribuyentes, pues la
tributación la había por su cuenta, contratando una cantidad global con Pilato.
Los afectados de ciertas enfermedades se veían apartados de la vida social,
enfermedades como la lepra, mentales (posesos).
La caterva de mendigos y desocupados, integrada por deficientes físicos
(cojos, ciegos, paralíticos).
Los gentiles, cuyo trato estaba prohibido por la ley.
Comienzo de la misión de Jesús: Bautismo. Tentación. Predicación del
Reino de Dios. Los discípulos de Jesús.
Bautismo
El bautismo es originalmente un acto penitencial. Los judíos bautizados por
Juan confesaban sus pecados. Juan, entendía que el bautismo era como un
sacramento que dispone al hombre para recibir el juicio de Dios: el que se
hacía bautizar, confesando sus pecados, entraba a formar parte del grupo de
aquellos que escaparían del día del juicio. Jesús es declarado mesías. El
primer acto de Jesús consiste en someterse a la confesión de los pecados.
“Quién de vosotros puede probar que soy pecador?” ( Jn 8, 46). Estas palabras
nos dan a entender que Jesús tenía conciencia de su comunión con Dios, su
Padre. Pero el mesianismo de Jesús no es una cualidad exterior. El siervo no
está separado de los hombres. Toma sobre sí sus pecados.
Jesús confiesa los pecados, pero Jesús no es pecador. No los confiesa para sí,
sino para nosotros. La universalidad de su confesión y la santidad de su
existencia orientan a la vieja humanidad hacia una humanidad nueva. Jesús,
poseedor del Espíritu para una misión universal, va a tener que medirse
personalmente con lo que constituye la fuente siempre actual de esta historia
decepcionante. El Espíritu conduce a Jesús al desierto para ser tentado por el
diablo ( Mt 4,1).
Conversión y penitencia:
Se refieren a la exigencia que Dios plantea a los hombres para que se vuelvan
a él, para que le busquen después de haber pecado, de haber roto la alianza;
hay que buscar el bien y abandonar el mal. La penitencia, el acento se carga
en la renovación inferior, en la búsqueda de la justicia, la piedad, la humildad,
pues en el corazón del hombre es donde está el mal.
Siervo de Yavé
Se hace referencia a aquellas personas que Yavé envía a su pueblo con una
misión. Así, siervos e Yavé son Moisés, David, los patriarcas, los sacerdotes,
los profetas. Todos ellos tienen que cumplir una misión o mediar entre Yavé y
el pueblo. Sabemos que los discípulos de Jesús vieron en él al “siervo de Yavé”
o al “hijo amado del Padre”. Por eso describieron el bautismo de Jesús: para
mostrar que ya desde el principio de su vida pública actuaba la fuerza de Dios,
el espíritu, en todas sus obras, y como en su obediencia, obediencia del hijo
hasta la muerte, se realizaba la salvación de Dios. Tiene como frecuencia el
mismo significado que “hijo de Dios”.
Tentación
Los evangelistas Marcos y Lucas nos refieren que, al comienzo de su vida
pública, Jesús fue empujado al desierto por el Espíritu santo, y que fue tentado
allí por Satanás. Muestran la firmeza de Cristo, su aceptación irrevocable de un
mesianismo conforme a la voluntad de Dios. La tentación no le toco para nada
y no tuvo ninguna significación para él. La tentación de Cristo, tiene un
significado para nosotros; es típica, ejemplar. El dejo que se le acercara
Satanás a fin de mostrarnos experimentalmente la manera de desbaratar sus
mentiras.
Pero si Jesús no ha vivido la tentación como tentación, si la tentación no ha
significado nada para él, hombre y mesías, su actitud no podría ser ya un
ejemplo para nosotros, ya que no tiene nada que ver con la nuestra. Solo será
ejemplar cuando, tras haber vivido la tentación, la haya superado desde su
interior.
La tentación nos muestra experimentalmente que una vez revestido del
Espíritu, tiene el poder de vencer a Satanás. El Espíritu impulsa a Jesús al
desierto; Jesús pasa allí cuarenta días, tentado por Satanás; vive en compañía
de las fieras salvajes y los ángeles le sirven. La finalidad de esta marcha al
desierto no es la tentación. Pero el tentador se aprovecha de su soledad, de la
fatiga física para intentar seducir a Cristo. Se trata de una prueba larga y dura,
pero no habrá nada que logre separar de la voluntad de Dios.
Predicación del Reino de Dios
Después del bautismo y de la estancia en el desierto, Jesús inaugura en
Galilea su predicación. Ha recibido al Espíritu, conoce su misión, ha vencido al
tentador que deseaba separarle de ella; pueda ya empezar a anunciar la
buena nueva de la venida de Dios. “el tiempo se ha cumplido y el reino de Dios
esta cerca; convertíos y creed en la buena nueva ( Mc 1, 15).
La predicación de Jesús es el acto mediante el cual la salvación se hace
presente a los hombres. Los tiempos se cumplieron cunado Jesús empezó a
anunciar la salvación de Dios. Los treinta años de la vida oculta tiene sentido
para los hombres, puesto que la palabra de Jesús lo ha revelado.
La lengua del nuevo testamento es buen testimonio de ello: en efecto, el
termino evangelio designa el mensaje gozoso de la salvación y el contenido de
la predicación de Jesús, que es su anuncio. Jesús: él es no solamente el que
predica el evangelio, sino el objeto de ese mismo evangelio.
La predicación de Jesús orienta hacia la cuestión planteada por él (el anuncio
del reino de Dios) de manera directa a los apóstoles.
Jesús alude evidentemente a sus propias obras y a su predicación, dando a
entender que las señales anunciadas se han cumplido ya en su persona y que
en él ha llegado el reinado de Dios.
Las señales del reinado de Dios a las que se refiere Jesús son siempre señales
de liberación de los hombres. Jesús no hace ninguna “señal” donde no hay fe.
Jesús les compromete en un cambio radical (penitencia y conversión) y les
invita a emprender la aventura de la fe. El hombre que escucha a Jesús queda
confrontado con lo ultimo y Dios es lo último. Ante lo último, se presenta el
evangelio. Se cree -piensa Jesús-, el hombre se salva; pero si no, ya está
condenado. La venida del reinado de Dios en Jesús coincide con “el día del
juicio de Dios”.
Con esa misma alegría, el que ha encontrado el reinado de Dios estará
dispuesto a dejarlo todo a cambio de ese reinado. El anuncio del reinado de
Dios es una misión gozosa. El primero en alegrarse es el mismo Dios, que ama
a los pecadores y se complace en perdonar. El que no entiende esta alegría,
no entiende nada, no ha encontrado aun en el secreto del reino de Dios.
El reinado de Dios es para todos en general. Jesús pregona el reinado de Dios
a todo el mundo. El reinado de Dios es para todos los que escuchan el
evangelio y lo ponen en practica “Dichosos los que escuchan el mensaje de
Dios y los cumplen” (Lc 11, 28).
En el judaísmo: se espera que el reinado venga al “fin de los tiempos”,
abarcando el cielo y la tierra, el tiempo y la eternidad. La concepción terrena
del reinado de Dios cede ante una concepción celestial o transcendente (el
“mundo futuro”).
Los discípulos
Ese grupo reducido, los discípulos, fue seguramente en un principio uno entre
tantos de la masa que siguió a Jesús, este grupo mas pequeño sin duda se
sintió mas fuertemente atraído por la gran personalidad de un “maestro”, el
autentico maestro enseña de forma vital: convive con el discípulo o hace de su
vida una comunicación constante, busca con el discípulo, critica con él la
realidad y, con su propia vida, hace patentes al discípulo las consecuencias de
esa crítica. De este modo fue como Jesús mostro su gran autoridad. No solo
enseño a observar la ley al pie de la letra, sino a darle sentido, a llenarle de
espíritu y a completarla.
El pequeño grupo de los discípulos conoció mejor a Jesús que el resto de la
gente; ellos le acompañaron hasta el final; tal vez ellos albergaron más
profundamente y por más tiempo la esperanza a la que el resto del pueblo
renuncio respecto a Jesús: que fuera el restaurador del reino de Israel. En el
fondo, también los discípulos debieron estar muy equivocados ante la persona
de Jesús. No comprendieron no quisieron aceptar sus propósitos. En el
momento decisivo los abandonaron. Para los discípulos, como para l resto del
pueblo, el reino de Israel no podía empezar a resurgir en una cruz. No llegaron
a captar con el mesianismo de Jesús y con su imagen de “reino de Dios”.
Las condiciones de seguimiento las aceptarían más tarde: después de la
experiencia pascual. Jesús identifica su presencia en el mundo con la llegada
del reinado de Dios. Nadie entra al reinado de Dios, si no cree en el evangelio y
se convierte, respondiendo así a la predicación de Jesús. El discípulo de Jesús
debe estar dispuesto a afrontar todo tipo de persecuciones que provengan de
un mundo que se cierra a los requerimientos del evangelio. Sin embargo, la
mayor exigencia, es el amor al prójimo.

Los 12 discípulos: Pedro, Santiago el Anciano, Juan, Andrés, Bartolomé,


Santiago el Menor, Judas Iscariote, Judas Tadeo, Mateo, Felipe, Simón,
Tomás.

Libro: *Duquoc, Cristología.


Unidad 2:
Los relatos de la infancia: Género literario
Hay dos evangelistas, Mateo y Lucas que nos trasmiten algunos datos sobre la
infancia de Cristo. Ambos relatos don independientes.
No se trata tanto de la infancia como del nacimiento de Jesús. La tradición
bíblica ofrece numerosos ejemplos de narraciones de nacimientos: podemos
citar los de Isaac (Gen 21,1-7), de Jacob (Gen 25, 25-26), de Moisés (Ex 2,1-
10). Estas narraciones obedecen a la misma construcción esquemática:
concepción, nacimiento, imposición de un nombre. Los relatos de la infancia
son sumamente raros, lo ordinario es que el escritor sagrado refiera un solo
episodio.
El nacimiento sirve de presagio para todo lo que luego habrá de ocurrir en la
historia. Los escritores del nuevo testamento no renuncian a los
procedimientos de los antiguos historiógrafos: en el relato del nacimiento de
Juan Bautista (Lc 1, 5-25) Lucas reproduce el esquema del antiguo testamento.
Toma por su cuenta los valores antiguos. La concepción y nacimiento de Jesús
no tienen por qué construir una excepción: su narración dimana del género
literario que hemos visto anteriormente en el AT. Negarlo equivaldría a rehusar
el paralelismo que establece San Lucas entre los relatos de la concepción y
nacimiento de Juan Bautista y los de la concepción y nacimiento de Cristo.
Pues en ambos casos, los escritores aceptan el esquema tradicional: anuncio
de la concepción, nacimiento e indicación del destino del niño por medio de la
imposición del hombre (Comparar Lc 1,80 y Lc 2, 39-40 con Mt 2,15-23)
Estos relatos, que indican en la concepción y en el nacimiento de Jesús su
futuro destino, no entran en el Kerigma. Este resume el anuncio de la buena
nueva: Dios ha realizado en Jesús, a quien ha resucitado, la salud predicada
por los profetas. La buena nueva es Jesucristo, y se manifiesta en su actividad
de predicador (Hechos 10,36-37)
Los relatos del nacimiento consignados por Mateo y Lucas se insertan en la
tradición del antiguo testamento: discernir en la concepción o en el nacimiento
unos cuantos signos anticipadores de un destino particularmente bendecido por
Dios. Estos relatos no parten tanto de la anécdota, si no que se relacionan más
con un género literario rabínico llamado HAGGADA. Consiste principalmente
en narraciones, cuyo fundamento puede ser histórico y en cuya finalidad es la
de enseñar una doctrina. Si la haggada utiliza fuentes escriturarias, se le llama
MIDRASH. Asi es como Laurentin define al género literario de los evangelios
de la infancia. Mateo y Lucas se han preocupado de leer a la luz de la buena
nueva la concepción y el nacimiento de Cristo.
El destino real de Jesús estuvo lleno de contradicciones: no hubo nadie que
quisiera albergar a su madre en pleno nacimiento del mismo y Herodes intento
matar a Jesús por medio a que su poder se viniera abajo. Jesús y sus padres
tuvieron que ir al desierto, entre otros sucesos.
Genealogías
Las mismas surgieron siendo el medio para expresar concretamente una
identidad de condición o de destino.
Aparte de ofrecer un gran interés histórico, es bueno conocer la propia estirpe,
los antepasados, el origen de la propia sangre; se solían elaborar de una
manera ascendente y descendente; con frecuencia se introducen en su
elaboración artificios literarios: se saltan eslabones, se esquematizan, se
abrevian y se amplían. El verbo "engendrar" se puede referir a una
descendencia directa o indirecta.
Las perspectivas teológicas de Mateo y Lucas han sido adoptadas del libro de
las Crónicas, en donde sus genealogías intentan señalar concretamente que
Jesús es el verdadero heredero de las promesas escriturarias y de las
esperanzas humanas, de las que Israel ha sido testigo escogido.
En los evangelios tenemos dos genealogías distintas de Jesús (Mt 1,2-6 y Lc
3,23-38). La de Mateo es ascendente, parte de Jesús para llegar a Abrahán; la
de Lucas es descendente y arranca desde el primer hombre para terminar en
Jesús. Las dos presentan grandes lagunas y nombres diferentes. Al tratar de
armonizarlas, hoy ya nadie dice, como antes se decía, que Mateo ofrece la
genealogía de José, y Lucas la de María. Lo que se dice es que Mateo,
clausurado en el coto cerrado de Israel, quiere probar la descendencia davídica
de Jesús, y por eso, empezando por Jesús, termina en Abrahán. Lucas, más
universalista, proclamador de la salvación de Jesucristo para el mundo entero,
empieza por Dios, que creó a Adán, y termina en Jesús. Mateo enlaza la
genealogía con el padre natural de José (Jacob), y Lucas con el padre legal
(Helí).
La genealogía se convierte para Lucas en un medio cómodo y concreto de
vincular a Cristo con toda la humanidad.
 Las perspectivas de Mateo: Se ha escrito desde el punto de vista de Jose.
La finalidad de Mateo, expresada ya claramente por la genealogía es
señalar como Cristo es el mesías davídico, como en él se cumplen las
profecías, y quizá incluso más profundamente como Cristo es el “nuevo
Moisés” revelador de Dios y conductor del pueblo escatológico.
La preocupación por indicar la filiación davídica de Jesús señala
energéticamente el episodio de José (Mt 1, 18-25) José es llamado allí “hijo
de David”.
Se reconocen algunas relaciones con la vida de Moisés: las palabras que el
ángel anuncio a José la muerte de Herodes parecen recordar al Ex 4,19 en
donde Yahvé le dice a Moisés “Anda, vuelve a Egipto pues han muerto
todos los que buscaban tu muerte” En este mismo sentido se explota la cita
de Oseas (11, 1): el personaje de Moisés es efectivamente inseparable del
Éxodo. Al evocar la historia del pueblo escogido, Mateo designaría a Jesús
como el nuevo Moisés, caudillo del nuevo Israel.
 Las perspectivas de Lucas: el mismo está centrado sobre todo en la
persona de María. Pero también él ha procedido a una selección realizada
a partir del antiguo testamento, las profecías más trascendentes y
universalistas, la presencia de Yahvé en medio de su pueblo y de su
templo. Este último rasgo explica la importancia que toma aspecto litúrgico
y cultual en la elección de los episodios. Estos no tienen importancia más
que por su interpretación que nos propone en los anuncios, canticos y la
descripción de los años oscuros de Jesús.
Los anuncios: San Lucas se complace en desarrollar cierta
correspondencia secreta entre el anuncio a Zacarías (Lc 1, 5-25) y el
anuncio a María (Lc 1, 26-38). Los relatos no tienen la finalidad de alabar a
la mujer que concibe sino que realzar la cualidad del niño que va a nacer.
Si la madre recibe de ello alguna gloria, en virtud del destino de su hijo. Es
por ello que Jesús y Juan son objeto del anuncio evangélico.
En el caso de Cristo, el anuncio se dirige a María. María permanecerá en
estado virginal en que se encontraba en el momento de la anunciación. La
fecundidad es también algo inesperado a su modo. Sobrepuja a toda
fecundidad conyugal por su origen transcendente: es el signo de la calidad
no común del niño. Este signo que invita a pensar que Jesús será algo más
que profeta, será el Mesías (Lc 9,20) y el Cristo Señor (Lc 2,11).
La concepción virginal es el signo de la encarnación del Verbo. Dicha
concepción sugiere que Cristo no es enteramente de esta humanidad sino
que su origen es el Espíritu de Dios.

Canticos:
Cánticos (definición según MERCABA): composición poética bíblica con
algunas características propias de los salmos, pero no pertenecientes al
salterio. En la Liturgia de las Horas, además de los tres cánticos
evangélicos, se encuentran cincuenta y cinco: cuarenta y cuatro del AT y
once del NT.
Con ocasión de la visita de María a su prima Isabel de la circuncisión de
Jun y de la presentación de Jesús en el templo, ciertos personajes
alababan a Dios de una forma inspirada en los canticos del antiguo
testamento: tenemos así el:
 Magnificat, de María.
 Benedictus, de Zacarías.
 Nunc Dimittis del anciano Simeón.
Estos canticos reconocen, con su fe llena de gozo, el cumplimiento de las
promesas hechas a Israel. Ya se han cumplido los tiempos, aunque no haya
sido proclamada todavía la palabra. Solo los pobres, los privilegiados, saben lo
que está tramando Dios para la salvación de su pueblo.
Solo los pobres, como los pastores de Belén escuchan los cantos jubilosos de
los ángeles.
Grandes discursos: Parábolas.
Ante todo la parábola se presenta como «relato anfibológico» es decir, como
narración con un doble significado, que transmite continuas referencias a los
acontecimientos o a las situaciones que la han engendrado. Se ha escogido
adrede hablar de «anfibología» más bien que de «ficción» o «falsedad» va que
la misma trama narrativa, presente en la parábola, puede referirse a sucesos
que han acontecido realmente, que no han sido inventados. (SEGÚN
MERCABA)
La parábola es una comparación que se desarrolla en forma de historia. Por ser
comparación expone las diferencias y semejanzas entre dos cosas, por ser
historia lo cuenta a través de acciones. Jesús en sus parábolas relaciona y
compara la vida y el Reino.
El grano de mostaza (Mc 4, 30-32, Mt 13, 31s; Lc 13, 18s) SEGÚN
MERCABA
La parábola tiene un colorido auténticamente palestino. Un grano de mostaza
tiene más o menos el mismo tamaño que la cabeza de un alfiler. Marcos
destaca su tamaño reducido: es la más pequeña de todas las semillas que se
arrojan a la tierra. El arbusto de mostaza, una vez que se ha desarrollado, llega
a alcanzar una altura de dos y medio a tres metros. Nos encontramos, pues, de
nuevo, con una parábola de contraste. Jesús quiere representar el enorme
contraste entre los raquíticos comienzos del Evangelio, de la predicación de
unos pocos pobres discípulos y el esplendor del reinado de Dios, que Dios
mismo saca de la nada. Marcos lo destaca de un modo relevante al afirmar
que, una vez que el arbusto ha crecido, pueden cobijarse a su sombra los
pájaros del cielo. Aparece ya en este caso un rasgo simbólico que del
contenido ha pasado a la expresión gráfica, a la imagen. El cobijarse en el
árbol simboliza la admisión de muchos pueblos en el Reino de Dios, que se
convierte para ellos en su morada. Ya en el libro de Daniel (4, 8s.l7-23)
aparece el árbol en el que los pájaros colocan sus nidos, como símbolo de un
gran reino. Así se representa también aquí el reinado de Dios en la imagen de
un reinado que protege la paz. No se compara, pues, el Reino de Dios con el
grano de mostaza, sino con el potente arbusto que brinda protección a los
pájaros. El grano de mostaza primitivo sólo se menciona para realzar el
contraste entre el comienzo y la plenitud final.
La parábola del sembrador (o de los cuatro tipos de tierras) (Mc 4, 3-9; Mt
13, 1-9; Lc 8, 4-8)
Esta parábola se encuentra casi al pie de la letra en Mt 13, 1-9 y en Lc 8, 4-8,
lo cual es un signo de fidelidad a la tradición y de la importancia que se le
atribuyó en la Iglesia primitiva. Para comprenderla correctamente, hay que
saber cómo se practicaba la agricultura en aquel tiempo en Palestina; si no, la
actitud del sembrador parece muy desacertada. La sementera tenía lugar en
noviembre después de que las primeras lluvias hubieran ablandado algo la
tierra reseca: se sembraba antes de arar. El sembrador avanzaba sobre el
rastrojo y arrojaba también la semilla en la tierra que la gente había pisado
conculcando el derecho del dueño, ya que él pretendía reconvertirlo de nuevo
para el cultivo. También arrojaba la semilla entre los espinos resecos, ya que
quería sepultarlos bajo tierra juntamente con la semilla. Que muchos granos
cayesen en tierras pedregosas se debía a que, a menudo, las rocas calcáreas
estaban recubiertas de una fina capa de humus y, por eso, era muy difícil
distinguirlas del resto del campo apto para el cultivo.
Al narrador no le interesa tanto el sembrador como las cuatro clases diversas
de tierra de labranza sobre las que él arroja la semilla. La vereda pisada, el
terreno rocoso, la tierra llena de zarzas y, finalmente, la tierra buena ofrecen
condiciones muy diferentes para el crecimiento y desarrollo de la semilla. Los
pájaros devoran los granos arrojados sobre el camino antes de que el arado
logre sepultarlos bajo tierra. Al no poder echar raíces consistentes, se agosta
rápidamente la semilla arrojada sobre terrenos rocosos, en cuanto calienta un
poco el sol del verano. Los granos que han caído juntamente con las zarzas
nacen al mismo tiempo que ellas, pero acaban sofocados. Sólo la semilla
esparcida en el campo bueno produce fruto abundante: una dio el treinta, otra
el sesenta y otra el ciento por uno. Sin embargo, se ha comprobado que en
Palestina un único grano puede producir, en circunstancias favorables, 150 e
incluso 350 granos.
Podemos considerar también esta parábola como una parábola de contraste.
Por una parte nos cuenta el trabajo muchas veces estéril del sembrador. Por
otra parte, el campo con el fruto maduro se contrapone al barbecho infecundo.
Aunque mucho trabajo humano parezca ser un fracaso, Jesús está, sin
embargo, poseído de una alegre confianza: A pesar de todo, llega la revelación
del Reino de Dios y juntamente con ella una cosecha tan abundante que
sobrepasa todo lo imaginable. El punto de comparación no es, por tanto, ni el
sembrador ni su actividad, sino el terreno. Aunque éste no sea ideal y muchos
granos germinados no produzcan fruto alguno, la cosecha es igualmente
abundante.
La explicación de la parábola del sembrador (Mc 4, 13-20; Mt 13, 18-23; Lc
8, 11-15) SEGÚN MERCABA
Los tres Evangelios sinópticos cuentan que los discípulos preguntaron a Jesús
por el sentido de la parábola y los tres recogen también una explicación
expresa. Ahora bien, J. Jeremías ha demostrado convincentemente, y todos los
más modernos exegetas apoyan su tesis, que esa explicación no procede de
Jesús, sino de la Iglesia primitiva que la puso posteriormente en boca de Jesús.
Vamos a enumerar una serie de motivos que avalan esta interpretación.
En la explicación de la parábola se encuentran expresiones y giros que no se
hallan en los Sinópticos, aunque sí en San Pablo. Por ejemplo, se equipara la
semilla a la «palabra». Este uso absoluto de la expresión, y no el más amplio
«la palabra de Dios», es una denominación del Evangelio que procede de la
Iglesia primitiva. Designa también la Buena Noticia; véase Hech 6, 4: «Nosotros
nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra»; Gal 6, 6: «cuando
uno está instruyéndose en la palabra» (la traducción ecuménica reproduce
correctamente el mensaje diciendo «en el Evangelio» en vez de «en la
palabra»). También las demás afirmaciones sobre la palabra que encontramos
en la explicación de la parábola como «sembrar» = anunciar la palabra; «recibir
la palabra», «padecer persecución a causa de la palabra», el término «crece»,
refiriéndolo a la palabra, o «produce fruto», son ajenas a la predicación de
Jesús, pero son muy corrientes en la predicación apostólica, especialmente en
San Pablo.
Tiene aún mayor importancia el hecho de que la explicación no corresponde al
sentido objetivo de la parábola. Traslada, más bien, la explicación al ámbito
psicológico. De un impulso animoso para los predicadores, se convierte en una
advertencia a los recién convertidos (cristianos) para que examinen si es
realmente válida y seria su conversión.
3. La explicación convierte la parábola en una pura alegoría; aplica todas las
particularidades del aspecto gráfico a determinadas personas y cosas. El
sembrador es Cristo o el pregonero de la Buena Nueva; el camino simboliza a
los superficiales; el terreno pedregoso a los hombres inconstantes; las zarzas
son las preocupaciones y seducciones de los hombres de este mundo; la tierra
buena significa a los oyentes atentos y abiertos. Es llamativo que sea tan breve
la explicación de la tierra buena, aunque sobre ella recae el peso decisivo de la
parábola. Marcos no explica cómo hay que entender el fructificar; Lucas lo
señala expresamente y, por eso, escribe: «Los de la tierra buena son los que
escuchan la palabra con un corazón noble y generoso y dan fruto con su
perseverancia» (8, 15).
Después de lo dicho, la conclusión es irrefutable: La explicación de la parábola
del sembrador no procede de Jesús mismo, sino de la primitiva comunidad
cristiana que transformó sus palabras de aliento en mensaje de advertencia.
Lo que necesitaban los primeros discípulos de Jesús era, ante todo, aliento
para no desanimarse ante las primeras dificultades surgidas en la
evangelización. La Iglesia naciente necesitaba también algo más: Había que
indicarles a los convertidos las muchas posibilidades que existen para volver a
dejar de pertenecer al círculo de los discípulos de Jesús. Para mostrarles cómo
puede permanecer infructuoso el Evangelio en un hombre, creó la Iglesia
primitiva esta explicación. De esa manera demuestra cómo iba dándose
respuestas a sí misma para las cuestiones de cada situación concreta: y lo
hacía, de alguna manera, por boca de Jesús, su Señor. La explicación
manifiesta también, con todo, que pronto cayó en el olvido lo incomparable de
las parábolas de Jesús, pues esta reinterpretación tuvo lugar ya en la primera
generación. Al recogerla San Marcos en su Evangelio, la ha dado validez para
todas las épocas del cristianismo, sin que por eso se la pueda hacer pasar
como una interpretación auténtica del mismo Jesús.
El fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14)
Esta parábola que nos la refiere sólo San Lucas según el versículo 9, está
dirigida a algunos «que estaban seguros de su propia justicia y despreciaban a
los demás». Casi involuntariamente, al oír esto, pensamos en los fariseos cuyo
representante aparece en la parábola que propone a continuación. Pero quizá
el evangelista quiere dirigirla también a muchos cristianos que rezan al estilo de
los fariseos. Por el lenguaje y el contenido hay que reconocerla como
perteneciente a la antigua tradición palestina.
Dos habitantes de Jerusalén suben a orar al templo a la hora de oración (3 de
la tarde; véase Hech 3, 1). Uno de ellos, que era fariseo, se coloca en un lugar
bien visible para todos. Su oración es pura acción de gracias, no contiene una
sola súplica. Da gracias a Dios, en primer lugar, por su piedad; después, por
sus obras. La piedad se manifiesta en que se mantiene alejado del pecado: no
es ningún ladrón (quizá haya que suavizar un poco el sentido de la palabra: no
es un picaro); no es mentiroso ni adúltero. No vive tampoco en constante
conflicto con la Ley. La observación que él mismo se hace «no como ese
publicano de ahí», permite conocer que desprecia a otros hombres. También el
recuento de sus obras piadosas hay que comprenderlo como contenido de su
oración. Ayuna dos veces por semana, sin duda que de un modo vicario por los
pecados del pueblo. A eso hay que añadir una gran y generosa disponibilidad:
paga el diez por ciento de todos sus ingresos como donación para fines
benéficos, lo que, como el ayuno que practicaba, es bastante más de lo que
exigía la misma Ley.
El otro se queda en el fondo del templo, no se atreve ni siquiera a levantar los
ojos, sino que se golpea en el pecho (con más precisión: en el lugar del
corazón que se considera como la sede del pecado), expresión de su profundo
arrepentimiento. Su oración es sencillamente una súplica de misericordia,
formulada bajo la inspiración del salmo 51, 3: «Misericordia, Dios mío, por tu
bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa».
El verso 14 recoge el juicio de Jesús sobre estas dos personas que oran. El
publicano vuelve a su casa justificada, es decir, como alguien que ha
encontrado la benevolencia de Dios; el fariseo, no. El versículo 14b, que se
encuentra también en Lc 14, 11 no pertenece originariamente a este pasaje,
aunque no cuadra mal con la parábola: «El que se ensalza, será humillado; el
que se humilla, será ensalzado». La forma pasiva es una perífrasis que permite
vislumbrar el nombre de Dios; el futuro hay que entenderlo en sentido
escatológico; es decir, en el Juicio Final humillará Dios a los orgullosos y
ensalzará a los humildes. El fariseo se ha ensalzado a sí mismo en la oración,
el publicano se ha anonadado ante Dios, al reconocerse pecador y pedir
perdón. Por eso, Dios en el juicio, humillará a uno y al otro le concederá su
gracia.
El desenlace de la parábola tuvo que producir gran conmoción entre los
oyentes. ¿Qué se puede censurar en la oración del fariseo? El sabe que debe
a la gracia de Dios ser mejor que los demás. ¿A qué se debe la eficacia de la
oración del publicano? Según la concepción antigua, su situación era
desesperada. Para conseguir perdón, tenía que dejar su profesión y restituir
todo el dinero que había conseguido por la usura; pero ya no es capaz de
recordar a quién y en qué medida ha perjudicado. ¿Cómo lograr, pues, la
gracia de Dios?
Jesús no responde a estas preguntas, sino que quiere decir sencillamente esto:
¡Así de bueno es Dios! Dios se porta, en realidad, tal y como se propone en el
salmo 51 cuyo comienzo lia citado el publicano al decir: «El sacrificio que a
Dios le agrada es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado
tú, Dios, no lo desprecias» (v. 19). Dios dice «sí» al pecador
desesperanzadamente desesperado y dice «no» al fariseo que se autojustifica.
Y así sigue actuando —esto tendremos que completarlo— también ahora a
través de Jesús, su representante.
La parábola pretende, pues, justificar tanto la misericordia de Dios con los
pecadores como la actitud de Jesús para con ellos. Y con el versículo
introductorio desea el evangelista advertirles a sus lectores que no desprecien
dentro de la comunidad a los pecadores que se arrepienten.
El Sermón del Monte
Mateo 5,1-20.28
[1]Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se
acercaron a él.
[2]Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
[3]«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el
Reino de los Cielos.
[4]Felices los afligidos, porque serán consolados.
[5]Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
[6]Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
[7]Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
[8]Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
[9]Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
[10]Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les
pertenece el Reino de los Cielos.
[11]Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los
calumnie en toda forma a causa de mí.
[12]Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran
recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que
los precedieron.
[13]Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la
volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los
hombres.
[14]Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la
cima de una montaña.
[15]Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que
se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la
casa.
[16]Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin
de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
[17]No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a
abolir, sino a dar cumplimiento.
[18]Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que
desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
[19]El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los
otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos.
En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino
de los Cielos.
[20]Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas
y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
[28]Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio
con ella en su corazón.
Explicación: El sermón de la montaña resume toda la moral cristiana entendida
como una invitación a ser perfectos como es perfecto el padre que está en los
cielos. Sienta las bases y señala las pautas de toda verdadera fraternidad, u
nuevo estilo de vida fundado con amor convertido a los discípulos de Jesús en
“sal de la tierra” y “luz del mundo”
La Nueva Ley
La Ley nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina,
natural y revelada. Es obra de Cristo y se expresa particularmente en el
Sermón de la Montaña. Es también obra del Espíritu Santo, y por él viene a ser
la ley interior de la caridad: ‘Concertaré con la casa de Israel una alianza
nueva... pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo
seré su Dios y ellos serán mi pueblo’.

La Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo dada a los fieles mediante la fe en
Cristo. Actúa por la caridad, utiliza el Sermón del Señor para enseñarnos lo que
hay que hacer, y los sacramentos para comunicarnos la gracia de realizarlo:

El que quiera meditar con piedad y perspicacia el Sermón que nuestro Señor
pronunció en la montaña, según lo leemos en el Evangelio de san Mateo,
encontrará en él sin duda alguna la carta perfecta de la vida cristiana... Este
Sermón contiene todos los preceptos propios para guiar la vida cristiana.
La Ley evangélica ‘da cumplimiento’, purifica, supera, y lleva a su perfección la
Ley antigua. En las ‘Bienaventuranzas’ da cumplimiento a las promesas divinas
elevándolas y ordenándolas al ‘Reino de los cielos’. Se dirige a los que están
dispuestos a acoger con fe esta esperanza nueva: los pobres, los humildes, los
afligidos, los limpios de corazón, los perseguidos a causa de Cristo, trazando
así los caminos sorprendentes del Reino.

La Ley evangélica lleva a plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón del


monte, lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua,
extrae de ella sus virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas exigencias:
revela toda su verdad divina y humana. No añade preceptos exteriores nuevos,
pero llega a reformar la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige
entre lo puro y lo impuro , donde se forman la fe, la esperanza y la caridad, y
con ellas las otras virtudes. El Evangelio conduce así la Ley a su plenitud
mediante la imitación de la perfección del Padre celestial, mediante el perdón
de los enemigos y la oración por los perseguidores, según el modelo de la
generosidad divina .
La Ley nueva practica los actos de la religión: la limosna, la oración y el ayuno,
ordenándolos al ‘Padre que ve en lo secreto’, por oposición al deseo ‘de ser
visto por los hombres’ . Su oración es el Padre Nuestro.

La Ley evangélica entraña la elección decisiva entre ‘los dos caminos’ y la


práctica de las palabras del Señor ; está resumida en la regla de oro: ‘Todo
cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros; porque
ésta es la Ley y los profetas’ .

Toda la Ley evangélica está contenida en el ‘mandamiento nuevo’ de Jesús :


amarnos los unos a los otros como El nos ha amado .

Al Sermón del monte conviene añadir la catequesis moral de las enseñanzas


apostólicas, . Esta doctrina transmite la enseñanza del Señor con la autoridad
de los apóstoles, especialmente exponiendo las virtudes que se derivan de la fe
en Cristo y que anima la caridad, el principal don del Espíritu Santo. ‘Vuestra
caridad sea sin fingimiento... amándoos cordialmente los unos a los otros... con
la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la
oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la
hospitalidad’. Esta catequesis nos enseña también a tratar los casos de
conciencia a la luz de nuestra relación con Cristo y con la Iglesia.

La Ley nueva es llamada ley de amor, porque hace obrar por el amor que
infunde el Espíritu Santo más que por el temor; ley de gracia, porque confiere la
fuerza de la gracia para obrar mediante la fe y los sacramentos; ley de libertad ,
porque nos libera de las observancias rituales y jurídicas de la Ley antigua, nos
inclina a obrar espontáneamente bajo el impulso de la caridad y nos hace pasar
de la condición del siervo ‘que ignora lo que hace su señor’, a la de amigo de
Cristo, ‘porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’ , o
también a la condición de hijo heredero.

Más allá de sus preceptos, la Ley nueva contiene los consejos evangélicos. La
distinción tradicional entre mandamientos de Dios y consejos evangélicos se
establece por relación a la caridad, perfección de la vida cristiana. Los
preceptos están destinados a apartar lo que es incompatible con la caridad. Los
consejos tienen por fin apartar lo que, incluso sin serle contrario, puede
constituir un impedimento al desarrollo de la caridad.

Los consejos evangélicos manifiestan la plenitud viva de una caridad que


nunca se sacia. Atestiguan su fuerza y estimulan nuestra prontitud espiritual. La
perfección de la Ley nueva consiste esencialmente en los preceptos del amor
de Dios y del prójimo. Los consejos indican vías más directas, medios más
apropiados, y han de practicarse según la vocación de cada uno:

(Dios) no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los
que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las
ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que,
como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los
consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, da a
todos y a todas rango, orden, tiempo y valor.
Fuente: CATIC 498 en adelante.

Un mensaje acompañado de signos: Los milagros de Jesús.


Lo hacía para manifestarse a sí mismo, para explicar que había venido a hacer
al mundo, que se traía de parte de Dios. En este sentido sus milagros
constituían una forma de predicación pero revestido de poder y por eso más
significativa e impactante.
Con su dinámica de Asombro ponían a quienes los presenciaban en camino de
un descubrimiento espiritual relacionado con la persona y la misión del
Salvador. Jesús, por ejemplo multiplicaba los panes en el desierto, ello valía
como proclamar “Yo soy el pan vivo bajado del cielo, quien coma del vivirá
eternamente (Jn 6, 51)”.
Abría los oídos a los sordos era como un duplicado del anuncio “Yo soy la
verdad quien es de Dios escucha mi voz (Jn 14,6 y Jn 18, 37)”. Devolvía la
vista a los ciegos: era como decirles la palabra “Yo soy la luz del mundo quien
me sigue no anda en tinieblas (Jn 8,12)”. Resucitaba a los muertos: era el
equivalente de su declaración inaudita “Yo soy la resurrección y la vida, quien
cree en mi aunque muera vivirá para siempre (Jn 11,25)”.
Además de constituir una forma de predicación, un anuncio impactante de
salvación, los milagros se ofrecían como sello sobrenatural que acreditaban a
Cristo como enviado e hijo de Dios. Dentro de esta dinámica despiertan en el
hombre la docilidad que debe a Dios y lo abren a la acción de su gracia
Salvadora.
Unidad 3: La pasión y muerte de Jesús

Consecuencias del profetismo de Jesús

Apenas Jesús empezó a predicar y actuar, la muchedumbre creyó reconocer


en él un profeta. Fueron sus milagros los que suscitaron este reconocimiento.
En la tradición bíblica, el profeta es un hombre llamado por Dios para anunciar
la significación religiosa de los acontecimientos que interesan al pueblo de
Dios, para hacer manifiestos los designios y la voluntad de Dios, para
proclamar su juicio y revelar su propio ser.

Su predicación se encuentra siempre referida a la promesa absoluta de


salvación de Dios al mundo y a la revelación de Dios. Los evangelios presentan
a Jesús como el “Rabbí”, el maestro, que a diferencia de los maestros de la ley,
no son los discípulos quienes buscan al maestro para recibir la enseñanza, sino
que es Jesús quien llama y convoca a sus discípulos para enseñarles su
doctrina, que en definitiva se identifica con su propia persona. Su actividad
como maestro se desarrolla en la sinagoga, en la montaña, en el templo,
enseñando de una manera nueva, llena de autoridad, interpretando, corrigiendo
y profundizando la ley a diferencia de los fariseos que solo la comentaban.

Jesús, nos ha entregado la gran proclamación de la nueva ley del reino de


Dios, llevando a cumplimiento todo el profetismo, de tal modo que él es el
profeta en sentido exclusivo y definitivo. En Él, Dios habla directamente al
hombre, porque es la palabra misma de Dios que viene a traer la revelación. Él
no es un simple intermediario, sino que es el mediador, porque es al mismo
tiempo Dios verdadero y hombre verdadero. El contenido esencial de su
predicación es el Reino de Dios, el amor y la misericordia divina hacia todos los
hombres, que de una manera muy expresiva va a confirmar a través de los
milagros, los cuales están estrechamente vinculados a la palabra de Jesús.
Además, también denuncia con severidad el comportamiento de los rabinos,
maestros de Israel, ataca la hipocresía de los fariseos, el tráfico del templo y el
negocio de los saduceos. Las consecuencias de todo esto es la muerte, los
fariseos amenazaron de excomunión a los que le siguieran. A los que temían
que “todos creían en Él; y vendrían los romanos y destruirían nuestro lugar
santo y nuestra nación” (Jn 11, 48), el sumo sacerdote Caifás les propuso
profetizando: “es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca
toda la nación” (Jn 11, 49-50).

El proceso de Jesús: el poder religioso y el poder político

Acusación religiosa

Jesús es llevado ante el Sanedrín quien lo acusa de blasfemo ya que unos


testigos afirman que él dijo que destruiría el templo y también por haberse
autoproclamado el mesías. La blasfemia, según la ley judía tenia pena de
muerte y esta se efectuaba apedreando al reo. Anón y Caifás alientan a la
crucifixión de Jesús pero como el Sanedrín solo puede juzgar, entrego a Jesús
a los Romanos.

Acusación política

Jesús es presentado ante Pilato (gobernador de Judea) y Herodes Antipas


(tetrarca de Galilea). Al poder político no le interesaba que Jesús sea acusado
por proclamarse hijo de Dios, entonces lo entregan ante los romanos
acusándolo de revuelta política, de autoproclamarse rey, lo cual tiene mucho
peso porque va en contra del cesar. Pilato interroga a Jesús, cuando se da
cuenta que es de Judea lo manda con Herodes quien se burla de Él y lo manda
de nuevo con Pilato, quien manda a azotarlo. Como era tiempo de Pascua le
da la posibilidad al pueblo de elegir entre liberar a Barrabas o a Jesús, la gente
pide liberar a Barrabas y crucificar a Jesús. Pilato no se hace cargo de lo
sucedido y se lava las manos como cuenta de ello.

El camino de la cruz, significado de la muerte de Jesús y la institución de la


eucaristía.

Los últimos acontecimientos de la vida de Jesús se precipitan a raíz de su


entrada mesiánica en Jerusalén: la ciudad lo recibe triunfalmente, agitando
ramos y palmas a su paso y aclamándolo como Mesías Rey. Jesús, en contra
respuesta, llega en porte humilde y pacífico, montado sobre un asno.

En los días siguientes se producen choques verbales entre Jesús y sus


adversarios, quienes, le plantean cuestiones capciosas a fin de sorprenderlo y
tener pretexto para acusarlo. El maestro dice sus últimas parábolas y discursos
en los que censura la falsedad y malicia de los jefes judíos y predice la
destrucción de la ciudad santa y su futura venida en la gloria. Ante el prestigio
creciente del profeta, no lo arrestaban en público porque la gente podía
defenderlo y podían tener problemas con las autoridades romanas, los
sanedrines recurren entonces a Judas Iscariote, uno de los discípulos de Jesús
que aún no lo reconoce como el mesías.

Llega la pascua y Jesús se reúne con los apóstoles para la cena ritual. Al
término de la misma realiza la institución de la eucaristía: da de comer a los
suyos el sacramento de su cuerpo y su sangre que, ya mismo, va a entregar y
derramar por la salvación de los hombres. Luego, en el último discurso de
despedida, les anuncia su eminente partida, promete enviarles el espíritu santo,
reafirma su gran mandamiento del amor y ora al padre por ellos y los futuros
creyentes.

La eucaristía que instituyo en ese momento será el memorial (1 Co 11,25) de


su sacrificio. Jesús incluye a los apóstoles en su propia ofrenda y les manda
perpetuarla (Cf Lc 22,19). Así Jesús instituye a los apóstoles sacerdotes de la
Nueva Alianza: “Por ello me consagro a mí mismo para que ellos sean también
consagrados en la verdad” (Jn 17,19; Cf. Cc. Trento: DS 1752,1764)

Concluida la cena, Jesús se dirige al huerto de los Olivos, donde sufre la


agonía intima de su próxima muerte. Allí tiene lugar su arresto por los hombres
del sanedrín después de que judas lo entrega con un beso. Abandonado por
sus discípulos, Jesús es conducido a la casa de Anas, antiguo pontífice, y
luego, ante Caifás, que lo era entonces. Convocado el sanedrín decidese
reclamar pena de muerte ante el gobernador Poncio Pilato. Este, al cerciorarse
de que Jesús pertenece a la jurisdicción de Herodes, lo envía al tetrarca, quien
después de burlarse del acusado, lo vuelve a remitir al magistrado romano. Al
ver fracasar las varias maniobras dilatorias que ensaya, Pilato termina
lavándose las manos y ordena que el reo, ya azotado y coronado de espinas,
se crucificado.

Jesús carga la cruz y sube al calvario, donde es clavado entre dos


malhechores. A las tres de la tarde del día viernes, entrega su espíritu al Padre.
. La muerte en la cruz era el mayor castigo, lo crucificaban desnudo y el cuerpo
quedaba varios días abandonado en el lugar, se morían asfixiados por el efecto
que provocaba en el cuerpo todo el maltrato recibido, se pierde la condición de
persona. Más allá de lo que significaba esto para los que no creían en él, para
nosotros el significado de la muerte de Cristo es junto con la resurrección la
muestra de que Dios nos salvó por amor del pecado.

José de Arimatea y Nicodemo vinculados al grupo de discípulos, depositan su


cadáver en un sepulcro cavado con roca.

Bibliografía: Jesús epifanía del amor del padre, cristología ensayo


dogmático sobre Jesús de Nazaret el mesías, para leer una cristología
elemental, Mensaje cristiano (Héctor j valla) y Catecismo de la Iglesia Católica.
UNIDAD 4 “La Resurrección de Jesús”

La resurrección: significado:
Con la resurrección de Cristo, Dios ha querido ratificar el mensaje y la
existencia de Jesús, mostrando el verdadero sentido salvífico de su muerte, al
mismo tiempo que da sentido a la muerte del hombre, como paso a la vida
absoluta. Con ella Dios afirma el actuarse de a salvación y el cumplimiento de
las promesas antiguas.
La resurrección pertenece al acto decisivo de la revelación en cuanto
constituyen elementos fundamentales para la credibilidad.
Lo expresó el apóstol Pablo: “si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación
y vacía también nuestra fe” (I Cor. 15, 14)
Jesús resucitó en cuerpo y alma glorificado. Resucita una vez y para
siempre, ya no está sujeto a las leyes naturales.
El relato de los evangelistas:
No hubo testigos directos de la resurrección, la presencia del ángel
anuncia la resurrección y las apariciones. Las apariciones son la base de la
resurrección ya que no se pueden modificar. Los evangelistas hablan de ello.
Los primeros testigos de la resurrección fueron las mujeres.
CATIC: 639- 655:
Resumen
656 La fe en la Resurrección tiene por objeto un acontecimiento a la vez
históricamente atestiguado por los discípulos que se encontraron realmente
con el Resucitado, y misteriosamente transcendente en cuanto entrada de la
humanidad de Cristo en la gloria de Dios.
657 El sepulcro vacío y las vendas en el suelo significan por sí mismas que el
cuerpo de Cristo ha escapado por el poder de Dios de las ataduras de la
muerte y de la corrupción. Preparan a los discípulos para su encuentro con el
Resucitado.
658 Cristo, "el primogénito de entre los muertos" (Col 1, 18), es el principio de
nuestra propia resurrección, ya desde ahora por la justificación de nuestra alma
(cf. Rm 6, 4), más tarde por la vivificación de nuestro cuerpo (cf. Rm 8, 11).
I Co 15, 3-4:
Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer
día, de acuerdo con la Escritura.
Lc 24, 5-8
Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo,
ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba
en Galilea: «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de
los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». Y las mujeres
recordaron sus palabras.
Jn 20, 2-8
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y
les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han
puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos
juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después
llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el
suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con
las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo,
que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Lc 24, 34
… y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a
Simón!».
Hch 13, 32
Y nosotros les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios
hizo a nuestros padres.
La resurrección de Jesús predicada en el kerigma apostólico:
(Hch 2, 1-55)

En pentecostés (10 días después de la ascensión de Jesús) desciende


el Espíritu Santo y comienza la misión apostólica y nace la Iglesia. Pedro
(piedra, “sobre esta piedra edificare mi iglesia”) toma la palabra y anuncia el
kerigma (anuncio) apostólico (apóstol: enviado).
Los apóstoles estaban en el cenáculo donde celebraban la última cena,
en Jerusalén.
En pentecostés los signos son: viento, el ruido y las lenguas de fuego.
De esta manera se manifiesta el Espíritu Santo.
Los apóstoles hablan en distintas lenguas, les da el impulso para ir a
predicar. Pedro anuncia que se cumplió realmente lo enunciado por el profeta.
En Hch 2, 22-25 se enuncia el Kerigma, se centra en lo que Jesús
padeció, el murió, pero Dios lo resucitó. Es el fundamento, el dogma de la fe
que se basa en los datos de la biblia.
El evento pascual:
El evento pascual es: PASION, MUERTE Y RESURRECCION de Jesús.
PAPA FRANCISCO. AUDIENCIA GENERAL. Miércoles, 28 de marzo de 2018
San Pablo resume el evento pascual en esta expresión: «Nuestro cordero
pascual, Cristo, ha sido inmolado» (1 Corintios 5, 7), como el cordero. Ha sido
inmolado. Por lo tanto —continúa— «para que ya no vivan para sí los que
viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Corintios 5, 15).
Renacidos. Y por esto, en el día de Pascua desde el principio se bautizaba la
gente. También en la noche de este sábado yo bautizaré aquí, en San Pedro, a
ocho personas adultas que empiezan la vida cristiana. Y empieza todo porque
nacerán de nuevo. Y con otra fórmula sintética explica san Pablo que Cristo
«fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para nuestra
justificación» (Romanos 4, 25). El único, el único que nos justifica; el único que
hace renacer de nuevo es Jesucristo. Nadie más. Y por esto no se debe pagar
nada, porque la justificación —el hacerse justo— es gratuita. Y esta es la
grandeza del amor de Jesús: da la vida gratuitamente para hacernos santos,
para renovarnos, para perdonarnos. Y este es el núcleo propio de este Triduo
pascual.
La muerte es la separación entre el cuerpo y el alma (lo no vivo y el principio
vital)
Para el alma hay estados, el cielo.
¿Jesús es Dios?: si
Evangelistas que hablan del evento pascual:
Mt 26,26-29
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a
sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo». Después tomó
una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, porque
esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la
remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este
fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino
de mi Padre».
Mc 14,22-25
Mientras comían, Jesús tomo el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a
sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». Después tomó una
copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es
mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro
que no beberá más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo
en el Reino de Dios»
Lc 22,19-20
Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
«Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria
mía». Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es
la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.

Significado de la fiesta de pentecostés en el Nuevo testamento:


El Pentecostés es una festividad de carácter religioso que se celebra cincuenta
días después de la Pascua, poniendo término al periodo pascual. Se celebra
tanto en la religión judía como en la religión cristiana.
Los cristianos celebran en el Pentecostés la Venida del Espíritu Santo, que
tuvo lugar, según la Biblia, el quincuagésimo (50) día después de la
Resurrección de Jesucristo.
En el Nuevo Testamento, en Hechos de los Apóstoles, capítulo 2, se relata
el descenso del Espíritu Santo durante una reunión de los Apóstoles en
Jerusalén, acontecimiento que marcaría el nacimiento de la Iglesia cristiana y la
propagación de la fe de Cristo.
Por ello, la Iglesia dedica la semana del Pentecostés en honor al Espíritu
Santo, pero también celebra la Consagración de la Iglesia, cuyo principio lo
marca esta epifanía.
Unidad 5:

¿Qué es un concilio y qué es una herejía?

-Cada concilio es una aclaración y una respuesta, bien a los errores


doctrinales o morales, de una época determinada o al análisis de un momento
histórico en el que es necesaria la intervención del Magisterio de la Iglesia para
iluminar a los seguidores de Cristo.

-Una herejía es una doctrina que se opone inmediata, directa o


contradictoriamente a la verdad revelada por Dios y propuesta auténticamente
como tal por la Iglesia.

Las herejías

oscilan entre dos polos opuestos: la negación de la divinidad y la negación


de la humanidad.

La palabra herejía proviene de la lengua griega y encierra el concepto de


error, desviación o enseñanzas de doctrinas que van contra un programa de fe,
ya estructurado, o bien sometido a examen y finalmente aprobado con una
definición de base inmutable. Desde el tiempo de los apóstoles abundaron las
herejías: unas negaban la divinidad de Jesucristo, otras humanidades y otras
amalgamaban la doctrina cristiana con otras religiones, etc.

Durante toda la época de las persecuciones oficiales surgieron herejías, la


mayoría provenían de los mismos cristianos descontentos y algunas de los
paganos. Tampoco faltaron defensores de la fe verdadera y exponían, al
mismo tiempo, la doctrina bíblica enseñada por la iglesia.

Principales herejías:

Explique al menos 2 herejías criptológicas

1) Monarquianismo (modalismo - adopcionismo)

A finales del siglo II, la herejía conocida propiamente como monarquianismo -


nombre puesto por Tertuliano-, enseñó que en Dios no hay más que una
persona. Según la forma de explicar la persona de Jesucristo, se dividieron en
dos grupos o tendencias: monarquianismo modalista
(Modalismo) y monarquianismo dinamista o adopcionista (adopcionistas).
El monarquianismo dinamista o adopcionista (adopcionistas). Sostiene que
Cristo es tan sólo un hombre, aunque nacido sobrenaturalmente de la Virgen
María por obra del Espíritu Santo. Este hombre habría recibido en el bautismo
un particular poder divino y la adopción como hijo de parte de Dios.
Los principales defensores de esta herejía fueron Teódoto el Curtidor, de
Bizancio, que la trasplantó a Roma hacia el año 190 y fue excomulgado por el
Papa Víctor I (189-198); Pablo de Samosata, obispo de Antioquía, a quien un
Sínodo en Antioquía destituyó como hereje el año 268, y el obispo Fotino de
Sirmio, depuesto el año 351 por el Sínodo de Sirmio.
Las ideas de esta herejía alcanzaron una mayor definición hacía el siglo VIII
cuando fue condenada por el segundo Concilio de Nicea (787) y por el Concilio
de Francfort (794).
El monarquianismo modalista (modalismo) afirma también una única Persona
divina, pero que actúa según diferentes funciones o modos. Aplicado al
principio a Jesucristo, sostuvo que el mismo y único Dios que era el Padre
había sufrido la pasión y la cruz por nosotros, y recibió el nombre
de patripasianismo. Más tarde se extendió también al Espíritu Santo,
desarrollándose así la doctrina completa, que sostenía que las tres personas
de la Trinidad no eran más que tres modos, máscaras o funciones por medio
de las cuales actuaba la única Persona divina.
El patripasianismo fue defendido principalmente por Noeto de Esmirna, contra
el cual escribió Hipólito; Práxeas, de Asia Menor, a quien combatió Tertuliano.
Sabelio fue quien más tarde aplicó la misma doctrina errónea al Espíritu Santo,
sosteniendo que en la creación el Dios unipersonal se revela como Padre, en la
redención como Hijo, y en la obra de la santificación como Espíritu Santo. El
Papa San Calixto (217-222) excomulgó a Sabelio. La herejía fue condenada de
manera definitiva por el Papa San Dionisio (259-268).

2) Ebionismo
Por influencia del mundo judío ingresaron también en la Iglesia algunos errores.
A fines del siglo primero hubo algunos herejes judaizantes: los ebionitas,
también llamados "nazarenos" a causa de su ideal de vida pobre, y que
tomando como base un rígido monoteísmo unipersonal, negaron la divinidad de
Cristo por ser incapaces de concebir una única sustancia divina en varias
personas.
Los ebionitas se extendieron desde Persia hasta Siria. Utilizaban un evangelio
especial, llamado "Evangelio de los hebreos", sobre cuya identidad precisa
discuten en la actualidad los estudiosos. La herejía de los ebionitas afirmaba
que Cristo no es Dios, sino un simple hombre; las corrientes más moderadas,
en cambio, admitían también su origen divino.
Rechazaban las enseñanzas de San Pablo y lo consideraban un apóstata por
haber traicionado el hebraísmo al haber colocado las enseñanzas de Cristo por
encima de la ley mosaica. Muchos ebionitas asumieron errores provenientes
del gnosticismo, entre ellos Cerinto.
Cerinto, probablemente un egipcio judío, sostuvo, asumiendo elementos
gnósticos, que el mundo no había sido creado por el Dios omnipotente, quien
trascendía todo lo existente, sino por un demiurgo inferior a Él que sería el
Cristo. Él aceptaba solamente el Evangelio según San Mateo y sostenía que
Jesús era un ser humano nacido de María y José, que había recibido al "Cristo"
en el bautismo como un tipo de virtud divina que le revelaba a Dios y le daba el
poder de hacer milagros; esta virtud se apartó de su cuerpo en el momento de
su muerte.
Las ideas de Cerinto y sus seguidores fueron fuertemente rechazadas por el
resto de la Iglesia. Según San Ireneo en su Adversus omnes Haereses, San
Juan escribió su Evangelio para refutar los numerosos errores sostenidos por
Cerinto.

3) Arrianismo y semiarrianismo

El arrianismo tomó su nombre de Arrio (260-336) sacerdote y después obispo


libio, quien propagó la idea de que Jesucristo no era Dios, sino que había sido
creado por éste como punto de apoyo para su Plan. Si el Padre ha creado al
Hijo, el ser del Hijo tiene un principio; ha habido, por lo tanto, un tiempo en que
él no existía. Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual
equivale a negar su divinidad. Admitía la existencia de Dios que era único,
eterno e incomunicable; el Verbo, Cristo, no es Dios, es pura creatura, aunque
más excelsa que todas las otras. Aunque Arrio centró toda su enseñanza en
despojar de la divinidad a Jesucristo, incluyó también al Espíritu Santo, que
igualmente era una creatura, e incluso inferior al Verbo.
Arrio, tras formarse en Antioquía, aparece difundiendo sus ideas en Alejandría,
dónde en el 320, Alejandro, obispo de Alejandría, convoca un sínodo que reúne
más de cien obispos de Egipto y Libia, y en él se excomulga a Arrio y a sus
partidarios, ya numerosos. No obstante, la herejía continúa expandiéndose,
llegando a desarrollarse una crisis de tan grandes proporciones, que el
Emperador Constantino el Grande se vio forzado a intervenir para encontrar
una solución y convocó el Concilio de Nicea el 20 de mayo del 325 D.C., donde
el partido anti-arriano bajo la guía de Atanasio, diácono de Alejandría, logró una
definición ortodoxa de la fe y el uso del término homoousios (consustancial, de
la misma naturaleza) para describir la naturaleza de Cristo: «Creemos en un
solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios,
nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios,
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho,
consustancial al Padre...» (Manual de Doctrina Católica Denzinger - Dz 54).
Fueron condenados los escritos de Arrio y tanto él como sus seguidores
desterrados, entre ellos Eusebio de Nicomedia.
Aunque no era arriano, Constantino gradualmente relajó su posición anti-
arriana bajo la influencia de su hermana, quien tenía simpatías arrianas. A
Eusebio y a otros se les permitió regresar y pronto comenzaron a trabajar para
destruir lo hecho en el Concilio de Nicea. Por los manejos de Eusebio de
Nicomedia, Constantino intento traer a Arrio de regreso a Constantinopla (334-
335) y rehabilitarlo, pero murió antes de que llegara. Aprovechando la nueva
situación, el partido arriano fue ganando terreno y logró el exilio de Atanasio,
quien ya era obispo de Alejandría, y de Eustaquio de Antioquía. Avanzaron aún
más durante el reinado del sucesor de Constantino en Oriente, Constancio II
(337-361), quien dio un apoyo abierto al arrianismo.
En el año 341 se convocó un Concilio en Antioquía con mayoría de obispos
orientales, encabezados por Eusebio de Nicomedia. Este Concilio aceptó
varias afirmaciones heréticas sobre la naturaleza de Cristo. La oposición fue tal
en Occidente, que Constancio II, emperador de Oriente, y Constante, de
Occidente, convinieron en convocar un Concilio en Sárdica en el 343, donde se
logró el regreso de Atanasio y su restauración como obispo de Alejandría, así
como la deposición de sus sedes de muchos obispos arrianos.
Tras la muerte de Constante y el advenimiento de Constancio como único
emperador en el año 350, los arrianos recuperaron mucho de su poder,
generándose persecuciones anticatólicas en el Imperio. Durante este período
se dio el momento de mayor poder y expansión de la herejía arriana con la
unificación de los diversos partidos al interior del arrianismo en el año 359 y su
máximo triunfo doctrinal en los concilios de Seleucia y Arimino.
Finalmente, de ahí en adelante, las cosas se volvieron en contra del arrianismo.
Constancio murió en el año 361, dejando al arrianismo sin su gran protector.
Más adelante los semiarrianos, escandalizados por la doctrina de sus
copartidarios más radicales, empezaron a considerar la posibilidad de un
compromiso. Bajo el gobierno del emperador Valentiniano (364-375), el
cristianismo ortodoxo fue restablecido en Oriente y Occidente, y la ejemplar
acción de los Padres Capadocios (San Basilio, San Gregorio de Nisa y San
Gregorio Nacianceno) condujo a la derrota final del arrianismo en el Concilio de
Constantinopla en el año 381.
La herejía no moriría en siglos y crecería en algunas tribus germánicas que
habían sido evangelizadas por predicadores arrianos, las cuales la traerían de
nuevo al Imperio en el siglo V con la invasión de Occidente. Aunque todavía se
encuentran grupos de cristianos-arrianos en el Oriente Medio y el Norte de
África, el arrianismo en sentido práctico desapareció hacia el siglo VI.
Los semiarrianos, también llamados homousianos, ocupan un lugar intermedio
entre los arrianos radicales o anomeos que predicaban una clara diferenciación
entre el Padre y el Hijo, y la fe ortodoxa del Concilio de Nicea. Asumen el
término homoiousios, pero en el sentido de similitud y no de consustancialidad.
Resaltan, pues, simultáneamente similitudes y diferencias entre el Padre y el
Logos.

4) Nestorianismo
Herejía que en el siglo V enseñaba la existencia de dos personas separadas en
Cristo encarnado: una divina, el Hijo de Dios; y otra humana, el hijo de María,
unidas con una voluntad común. Toma su nombre de Nestorio, patriarca de
Constantinopla, quien fue el primero en difundir la doctrina.
Los errores del nestorianismo se pueden sintetizar así: El hijo de la Virgen
María es distinto del Hijo de Dios. Así como de manera análoga hay dos
naturalezas en Cristo, es necesario admitir también que existen en Él dos
sujetos o personas distintas.
Estas dos personas se hallan ligadas entre sí por una simple unidad accidental
o moral. El hombre Cristo no es Dios, sino portador de Dios. Por la encarnación
el Logos-Dios no se ha hecho hombre en sentido propio, sino que ha pasado a
habitar en el hombre Jesucristo, de manera parecida a como Dios habita en los
justos.
Las propiedades humanas (nacimiento, pasión, muerte) tan sólo se pueden
predicar del hombre Cristo; las propiedades divinas (creación, omnipotencia,
eternidad) únicamente se pueden enunciar del Logos-Dios; se niega, por lo
tanto, la comunicación entre ambas naturalezas.
En consecuencia, no es posible dar a María el título de Theotokos (=Madre de
Dios), que se le venía concediendo habitualmente desde Orígenes. Ella no es
más que "Madre del Hombre" o "Madre de Cristo".
Se opusieron al nestorianismo importantes prelados, encabezados por San
Cirilo de Alejandría. La herejía fue condenada y la doctrina aclarada en el
Concilio de Éfeso en el año 431: «...habiendo unido consigo el Verbo, según
hipóstasis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo hombre de
modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por sola
voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunción de la persona sola, y
que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que
de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las
naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y la humanidad
constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por la
concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no nació
primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre Él
el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a
nacimiento carnal... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron
inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen» (Dz 111), y en el
Concilio de Calcedonia en el año 451: «ha de confesarse a uno solo y el mismo
Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo
perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente
hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a
la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la
humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado (Hebr. 4, 15);
engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo,
en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María
Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a
uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin
confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la
diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien,
cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una
sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo
Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo...» (Dz 148). Nestorio contó con el
apoyo de varios obispos orientales que no aceptaron las condenaciones y
rompieron con la Iglesia formando una secta independiente; pero finalmente fue
desterrado en el año 436 al Alto Egipto.

5) Monofisismo

Herejía de los siglos V y VI que enseño que solo había una naturaleza en la
persona de Cristo, la divina. Se oponía a la doctrina del Concilio de Calcedonia
(451) sobre las dos naturalezas de Cristo. Surgido en parte como una reacción
contra el nestorianismo, fue desarrollado por el monje Eutiques (m. 454), quien
fue condenado por un Sínodo en Constantinopla.
A pesar de haber sido condenados en el segundo Concilio de Constantinopla
(553), el Monofisismo encontró apoyo en Siria, Armenia y especialmente entre
los cristianos coptos en Egipto en dónde todavía existe incluso con una
estructura ordenada en las Iglesias Armenia y Copta entre otras.

6) Monotelismo
Herejía del siglo VII que sostenía que Cristo poseía dos naturalezas; pero
afirmaba que tenía una sola voluntad. La herejía se originó de un intento de
reconciliar las ideas de la herejía monofisita con la ortodoxia cristiana. El
emperador Heraclio (610-641), en un encuentro con los monofisitas, formuló
que Cristo tenía dos naturalezas, pero una sola voluntad. Esta idea recibió
apoyo del patriarca de Constantinopla, Sergio. Este punto de vista fue
condenado posteriormente por la Iglesia de Occidente, lo cual generó un
resquebrajamiento con la Iglesia de Oriente. San Máximo el Confesor escribió
una refutación teológica del monotelismo, en la cual sostuvo que la voluntad
era una función de la naturaleza y no de la persona. El Monotelismo fue
condenado definitivamente por el tercer Concilio de Constantinopla (680), en el
cual se afirmó «dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones
naturales, sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión»
(Dz 291).

El Ser Jesucristo: Verdadero Dios – Verdadero Hombre. Cristo Mediador.


Jesucristo: Sacerdote, Profeta y Rey. Los otros títulos de Cristo.

El reconocimiento de que Jesucristo es verdadero hombre y verdadero Dios, es


decir, la doctrina de las dos naturalezas, fue establecido en el concilio de
Calcedonia (451 d.C.). Esta doctrina de la doble naturaleza de Jesús
trasciende el horizonte de la experiencia y la imaginación humana; se trata de
un misterio. En el mismo se llegó a la afirmación de:
Siguiendo a los santos padres, todos a una voz enseñamos que ha de
confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perfecto en la
divinidad y perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y verdaderamente
hombre, de alma racional y de cuerpo, consustancia con el Padre en cuanto a
la divinidad, y consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante
en todo a nosotros, menos en el pecado (Heb 4,15); engendrado del Padre
antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por
nosotros y por nuestra salvación, engendrado de Mari Virgen, madre de Dios,
en cuanto a la humanidad que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo
Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división,
sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa
de la unión, sino conservando mas bien cada naturaleza su propiedad y
concurrencia en una sola persona y en una sola hipótesis, no partido o dividido
en so personas, sino una solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo, Señor
Jesucristo, como el antiguo acerca de él nos enseñaron los profetas y el mismo
Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el símbolo de los padres.

Jesucristo Verdadero Dios

La Sagrada Escritura da fe de que Jesucristo es el Hijo de Dios y también de


que es Dios. En el Bautismo de Jesús se oyó una voz de los cielos: “Éste es mi
Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mt. 3:17). También en la
transfiguración, el Padre enfatizó que Jesús es el Hijo de Dios, indicando que a
Él hay que oír (Mt. 17:5).

Las palabras de Jesús: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no
le trajere" (Jn. 6:44) y “Nadie viene al Padre, sino por mí" (Jn. 14:6) expresan
que Dios, el Padre, y Dios, el Hijo, tienen la misma autoridad divina. El Padre
trae al hombre hacia el Hijo, y el Hijo lleva al hombre hacia el Padre.

Sólo como verdadero Dios Jesucristo pudo afirmar: “Yo y el Padre uno somos"
(Jn. 10:30), expresando en un lenguaje simple que es de la misma naturaleza
que el Padre.

Jesucristo verdadero Hombre:

El titulo de Hijo del hombre es una de las designaciones mas ricas de Cristo. La
prueba de ello es que Jesús se lo aplica a si mismo. Él nunca afirmo con
claridad que fuese el mesías, sino que utilizó este título de “hijo del hombre”
como medio para indicarlo. Los cristianos reconocieron en él la confesión de la
verdadera humanidad de Jesús y lo entendieron como un nombre mas para
designar el rebajamiento del Hijo de Dios. Es “hijo del hombre” en virtual de la
tarea a la que Dios le ha destinado. Su característica es la de ser humano,
aunque no por ello deja de pertenecer también a un mundo distinto. El hijo del
hombre realiza los designios de Dios sobre el mundo.
Siendo humano, el hijo del hombre goza de privilegios divinos, esta sentado
sobre el trono de gloria, participa de la gloria misma de Dios. Estas cualidades
no lo aíslan del mundo creado, sino que sigue subordinado a Dios; recibiendo
de él su nombre, es su representante y recibe su Espíritu con la finalidad de
llevar a buen fin su misión de revelador y de salvador. El hijo del hombre
pertenece, a dos mundos: al mundo de Dios, por una parte, cuyo único
revelador es; al mundo de los hombres, por otra parte, ya que el ejercicio de su
carrera es terrenal.
El “Hijo del Hombre” es, un titulo de misión: define el papel que Jesús tiene que
desempeñar en la tierra en ósmosis con su papel celestial.

Los testimonios evangélicos afirman, en las acciones y en las actitudes de


Cristo la presencia de una dimensión “trascendente”. Para unos, se trata de
un profeta cuya venida era esperada como preludio para el fin de los tiempos.
Para otros, es el mesías. Para Pedro, es el Hijo de Dios. Por lo que atañe a
Jesús, él dice de sí mismo que es el hijo del hombre.
La misión de Jesucristo es tan compleja y tan rica que ninguno sería capaz de
definirla adecuadamente.

Cristo Mediador
Él no es un simple intermediario, sino que es el Mediador, porque es al mismo
tiempo Dios verdadero y hombre verdadero. El titulo mediador atribuido a Cristo
define el conjunto de su misión en relación con los hombres, ya que abarca a la
vez su oficio de profeta, su tarea de siervo y su función de sacerdote.

Jesucristo sacerdote
El sacerdote es mediador en virtud de la situación divina y humana que posee.
Cristo es el verdadero sumo sacerdote en virtud misma de su condición ante
Dios. El Cristo superior a los sacerdotes de la antigua alianza: es de otro orden
sacerdotal, del orden de Melquisedec. Su condición ante Dios le permite
intervenir en favor de los hombres. El sumo sacerdote tiene por vocación la de
conducir a la humanidad hacia su perfección. La expiación sacrificial es una
condición entre otras varias para conseguir una finalidad más amplia en la
obra sacerdotal de Cristo: restaurar la alianza de tal manera que la
humanidad llegue a su perfección consumada.
Su papel santificador: transforma a los hombres en imágenes de Dios; su papel
de intercesión: ruega a Dios por sus hermanos y muere por ellos, para que
obtenga la salvación. Es sacerdote por toda la eternidad.

Jesús el Profeta
Ser profeta había significado ser el intermediario entre Dios y el pueblo,
recibiendo directamente de Dios su mensaje para transmitirlo de tal modo que
el profeta era como la boca de Dios que ejercía su misión en razón de una
vocación gratuita por parte de Dios. Jesús ungido por el Espíritu Santo para
anunciar el Evangelio a los pobres, la recuperación de la vista a los ciegos y la
liberación a los oprimidos, nos ha entregado en las Bienaventuranzas, llevando
a cumplimiento todo el profetismo, de tal modo que Él es el profeta. En Él,
Dios habla directamente al hombre, porque es la Palabra misma de Dios que
viene a traer la revelación. Como profeta, anuncia el reino de Dios dando a
conocer su misión y revelando su identidad.

Jesús el Maestro
Los evangelios presentan a Jesús no como un maestro religioso más, sino
como el “Rabbí”, el Maestro, que enseña una doctrina llena de poder (Mc.
1,27). No son los discípulos quienes buscan el maestro para recibir la
enseñanza, sino que es Jesús quien llama y convoca a sus discípulos para
enseñarles su doctrina.

Cristo siervo
Como siervo reivindica para si la obra oscura llevada a cabo por el justo que
celebra Isaías: tomas sobre si la condición histórica del hombre con todo lo que
lleva consigo de alejamiento y de oposición a Dios y reconcilia con su muerte
injustificada a Dios y al hombre.

Libros: *Duquoc, Cristología

*Ladaria, Jesucristo Epifanía del amor del Padre


UNIDAD 6: El misterio cristológico y trinitario

El misterio de la trinidad

La reflexión sobre el misterio de Cristo nos introduce en la del misterio


de un Dios que es a la vez uno y trino. Y este último misterio, el mayor de
todos, se nos revelo aún con, en y por Jesucristo.
En la vida y en la misión de Cristo hay distintos momentos en los que
El aparece asociado con el Padre y el Espíritu Santo en una misma comunidad
divina, como ser
- En el anuncio del nacimiento de Jesús, donde el ángel Gabriel le dice a
María “Concebirás y darás a luz a un hijo y le pondrás por nombre
Jesús…El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra. Por eso el niño será santo y se lo llamara Hijo de
Dios” (LC1,31-35)
- Cuando Jesús es bautizado por Juan en el Jordán
“Al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo
descendía sobre él como paloma, y una voz desde el cielo dijo: Tú eres
mi hijo muy querido, en ti tengo puesta mi predilección” (Mc 1,9-11)

Como se puede ver, Jesucristo, al revelarnos su propia identidad de


Hijo de Dios y de templo del Espíritu, nos abrió a la visión de un Dios que es
comunidad de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo
Dios nos revelo el misterio íntimo de su vida porque la trinidad aparte
de ser su misterio, es también el nuestro; porque Dios además de hablarnos de
ese misterio, nos lo dio.
Cuando la escritura nos habla de las tres personas nos pone la pista
sobre un doble dinamismo actuante en Dios, el primero, el de la generación
donde Dios sin salir de sí mismo, se proyecta, se expande, se comunica en
todo lo que es, en un término personal que recibe de Él la divinidad y que por
eso se llama hijo, es decir Dios se realiza a si mismo dentro de sí mismo, en su
Verbo, que posee una misma e idéntica naturaleza pero que constituye por
calidad perfectísima de la donación, una persona distinta.
El segundo dinamismo operante en Dios corresponde al proceso
intratrinitario, donde Dios se proyecta más allá de sí mismo y que engendra a
su hijo, un impulso de intimo e indisoluble amor va del Padre al Hijo y del Hijo al
Padre manteniéndolos consustanciados, en la unidad de una sola divinidad y
este diálogo de amor, este proceso unitivo es tan total y perfecto que subsiste
en sí y por sí, es persona, es el Espíritu Santo.
CATIC 238 ss

Dogma de la santísima Trinidad: La trinidad es una. No confesamos tres


dioses sino un solo Dios en tres personas: “La trinidad consubstancial”. Las
personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas
es enteramente Dios: “El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo
que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir un
solo Dios por naturaleza” cada una de las tres personas es esta realidad, es
decir la substancia, la esencia o la naturaleza divina.1

Bibliografía: -Héctor, P. La trinidad y Nosotros. Buenos Aires. Editorial


Claretiana.1985
- Catecismo de la Iglesia Católica.

El Hombre Hecho a Imagen de Dios

“Dios creo al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creo Hombre y


mujer los creo” (Gn1, 27). El hombre ocupa un lugar único en la creación.
De todas las criaturas visibles solo “el hombre es capaz de conocer y
amar a su creador” solo él está llamado a participar por el conocimiento y el
amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y esta es la razón
fundamental de su dignidad. Por haber sido hecho a imagen y semejanza de
Dios el ser humano tiene la dignidad de persona, no es solamente algo, sino
alguien. Es capaz de conocerse de poseerse, de darse libremente y de entrar
en comunión con otras personas; y es llamado por la gracia, a una alianza con
su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser
puede dar en su lugar. Dios creo todo para el hombre, pero el hombre fue
creado para servir y amar a Dios, para ofrecerle toda su creación.2
El relato de la creación de Adán pone de relieve la dignidad espiritual y el
alto destino del hombre a quien Dios va a hacer rey de la creación. En su
mensaje profundo el relato de la biblia nos revela que el ser humano, creado
por Dios, se integra con un doble principio: el físico (simbolizado por el polvo de
la tierra) y el espiritual (simbolizado en el soplo del creador).
La presencia de un doble principio espiritual-material en el hombre, no
debe inducirnos a una visión dualista de la persona humana. El hombre no es
simplemente cuerpo y alma, sino una unidad sustancial y personal en la que el
principio espiritual existe en el mismo componente material, dándole ser, vida y
1
CATIC 253
2
CATIC 355 Y SS
dinamismo. Eso sí el espíritu es el principio más noble y perfecto de la persona,
aquel del que le viene al hombre su ser y su dignidad de tal. El cuerpo es
soporte material e instrumento del espíritu.
El hombre fue hecho a imagen de Dios, precisamente en razón del valor
superior del espíritu por lo que la sagrada biblia afirma que el “el hombre fue
hecho a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,26)
-El espíritu o alma de cada ser humano es creado por Dios y para
siempre. Inmaterial y simple por naturaleza, no se corrompe por la muerte
como el organismo físico, sino que es inmortal.
- Además el espíritu del hombre es y actúa de algún modo como es y
actúa Dios. Para ellos dispone de dos facultades primordiales que son la
inteligencia y la voluntad libre.

Bibliografía: Héctor, J. Mensaje Cristiano. Rosario. Ediciones


DIDASCALIA.1993

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