Cap 4 - El Neorrealismo

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Sodupe, Kapa (2007) “El Neorrealismo” En La teoría de las relaciones internacionales a comienzos del siglo

XXI, Servicio Editorial Universitario del País Vasco, Guipúzcoa, cap 4 pp 79-94.

LA TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES A COMIENZOS DEL SIGLO XXI

Kepa Sodupe
Con la colaboración de: Mariano Ferrero
Leire Moure Izaskun Elizondo

CAPÍTULO 4
EL NEORREALISMO
El neorrealismo representa en nuestros días una parte muy importante del mainstream disciplinar. En buena
medida, hablar de neorrealismo es hablar de K. N. Waltz y, en particular, de su libro Teoría de la Política
Internacional. Esta publicación puede compararse, en cuanto a su importancia paradigmática, con la de H. J.
Morgenthau Politics among Nations, 1.
Entre sus críticos, las ideas de Waltz han merecido distinta consideración. Así, en un extremo estaría la
opinión de J. G. Ruggie para quien Teoría de la Política Internacional es, pese a todo, una de las principales
contribuciones a la teoría de las Relaciones Internacionales desde la aparición de otro libro suyo previo Man,
the State and War, 2. En el otro extremo, se encontraría el punto de vista de J. George. Este autor sostiene que
solamente la ausencia de una capacidad reflexiva crítica en la disciplina permite que "se haya otorgado tan alto
status a una obra de tan poca sustancia", 3.
En cualquier caso, veinte años después de su edición, Teoría de la Política Internacional continúa siendo una
referencia de primer orden para autores, tanto en el bando racionalista como reflectivista. Ha dado lugar a una
infinidad de libros y artículos que han tenido su contenido como tema central de estudio. S. Guzzini afirma que
si Teoría de la Política Internacional no hubiera sido escrita, la disciplina no habría tenido más remedio que
inventarla, 4. Puede decirse que las críticas dirigidas por un grupo de autores, como Ruggie, Ashely y Cox a la
obra de Waltz representaron el germen del enfoque reflectivista. Más recientemente, en el libro publicado por
A. Wendt Social Theory ofInternational Politics, integrado en este enfoque, queda patente la influencia de
Waltz. Este autor, uno de los principales exponentes del constructivismo, procede a desarrollar sus ideas,
tomando como punto de arranque una exposición de los rasgos más fundamentales de Teoría de la Política
Internacional.
4.1. REALISMO TRADICIONAL Y NEORREALISMO
La significación del neorrealismo reside más en la sistematización del realismo tradicional que en la
elaboración de un nuevo tipo de teoría. El realismo tradicional adoleció quizás de una presentación poco
rigurosa de sus postulados, 5. H. J. Morgenthau y S. Hofímann, dos de los principales autores de esta escuela,
nunca desarrollaron una visión ordenada de la misma. Frente a esta deficiencia, la pretensión de Waltz es la de
imprimir a su obra un carácter científico. El término neorrealismo sugiere, al mismo tiempo, continuidad y
diferenciación con el pasado. Transmite, por una parte, la existencia de vínculos con el realismo tradicional y,
por otra, la aportación de algo nuevo, de algo original. En el capítulo 2, con motivo de la descripción del
paradigma estatocéntrico, se hizo una breve referencia a premisas que contribuían a dotarle de un contenido
específico. Cabe quizás retomar aquí de nuevo esta cuestión para poner de relieve las características que unen a
todos los autores realistas. Estas son las siguientes, 6:
1. El Estado es, sin duda, el actor central. La esencia de la realidad social es el grupo más que el individuo.
Desde la Paz de Westfalia, el grupo por excelencia es el Estado. Otros actores, como las organizaciones
internacionales, están en una posición subordinada, debiendo operar en el marco establecido por este último.
2. La naturaleza de la vida política internacional es esencialmente con- flictiva. Los Estados se desenvuelven
en un medio anárquico, carente de una autoridad central, en el que las relaciones entre ellos se desarrollan
"a la sombra de la guerra".
3. La motivación humana primordial viene dada por el poder y la seguridad. Los realistas proclaman la
autonomía de lo político con respecto a lo económico y social. Todos los demás objetivos quedan supedita-
. dos a la satisfacción de las necesidades de poder y seguridad.
4. Los Estados son actores racionales, autónomos y unitarios. Destacar aquí únicamente que por autonomía se
entiende que los Estados son capaces de definir y perseguir sus propios intereses, con independencia del
parecer de los grandes grupos de presión que se hallen dentro de los mismos.
Pero, como decíamos, el neorrealismo se distingue por determinadas aportaciones originales. La afirmación
de que el neorrealismo no supone tanto la elaboración de una nueva teoría como la sistematización del realismo
tradicional no puede dar a entender una excesiva coincidencia entre los postulados del realismo tradicional y del
neorrealismo. Es posible destacar algunas diferencias significativas entre estas dos versiones del realismo.
Enumeradas brevemente son las siguientes, 7:
1. Las fuentes en las que beben los autores de dichas versiones no son las mismas. El realismo tradicional
recurre predominantemente a la sociología y la historia, mientras que el neorrealismo es deudor de la teoría
económica.
2. El realismo tradicional considera el poder como un fin en sí mismo y establece como objetivo fundamental
de la acción estatal el logro de su maximización. El realismo estructural, por su parte, contempla el poder
como un medio. La preocupación que guía a los Estados no es el poder, sino la seguridad.

3. El peso explicativo de los comportamientos internacionales descansa, según el realismo tradicional, en el


nivel individual, en la naturaleza humana. Frente a ello, el neorrealismo muestra su preferencia por el nivel
sistémico, por la distribución de capacidades o recursos de poder.
4. El realismo tradicional puede entenderse como una teoría de la política exterior que tiene como foco
esencial la distribución relativa de capacidades entre Estados o alianzas específicos. En contraste, el
realismo estructural no es otra cosa que una teoría de la política internacional que toma como núcleo de la
misma la distribución de capacidades en el nivel sistémico.
5. Entre los dos realismos hay discrepancias en torno al concepto de sistema. De modo contrario al realismo
tradicional, el neorrealismo, como veremos enseguida con más detalle, deja fuera de dicho concepto las
interacciones protagonizadas por las unidades.
Pese al interés de esta contraposición de posturas, el rasgo que más diferencia al realismo tradicional del
neorrealismo es la pretensión de este último de dar a los postulados realistas un mayor carácter científico. Como
se ha dicho con anterioridad, el neorrealismo trata de sustituir el contenido metateórico del realismo tradicional
por un conjunto de proposiciones muy precisas sobre "un pequeño número de cosas grandes e importantes";
trata de sustituir, como reza un conocido artículo de Waltz, el pensamiento realista por la teoría neorrealista.
4.2. LA TEORÍA SISTÉMICA DE WALTZ
Por esta razón, Waltz dedica el primer capítulo de la Teoría de la Política Internacional a dejar claro qué
entiende por teoría. Para este autor, una teoría "es una descripción de la organización de un campo concreto y
de las conexiones entre sus partes", 8. La infinidad de materiales de un campo concreto puede ordenarse de
formas enormemente variadas. Una teoría indica que algunos factores son más importantes que otros.
Waltz subraya que una teoría no es una ley o un conjunto de leyes. Una teoría se distingue por explicar las
regularidades, las correlaciones estadísticas comprendidas en dichas leyes. Llama la atención sobre el hecho de
que este uso del término no se corresponde con el que es habitual en la teoría política tradicional, más
preocupada por la interpretación filosófica que por la explicación teórica, 9. Encaja plenamente en la definición
de teoría de las ciencias naturales y de algunas ciencias sociales, como la economía. Es pues claro el
pronunciamiento naturalista de Waltz. Aunque reconoce que los objetos de estudio de las ciencias naturales y
las ciencias sociales son profundamente diferentes, concluye que los criterios de selección de conocimiento, así
como el método a seguir, son coincidentes en ambos tipos de ciencias, 10.
Toda teoría debe aislar un campo del resto en orden a abordarlo intelec- tualmente. Ésta es una importante
abstracción. La cuestión para Waltz no es si es realista, sino si es útil. Así, pues, las teorías están conectadas
sólo indirectamente con la realidad; representan construcciones de una realidad, pero nunca puede sostenerse
que representan la realidad, 11. En el proceso de elaboración de una teoría la simplificación es un aspecto clave,
implicando la selección de una única variable independiente sobre la que recaerá la carga de la explicación. La
función de una teoría, insiste Waltz,. no es lograr una descripción exacta de la realidad a través del empleo de
un sin fin de variables, sino una explicación a través de la simplificación, 12. Esta última pone al desnudo los
elementos esenciales en juego e indica las relaciones necesarias de causa a efecto.
Una vez construida una teoría, la confirmación o refutación de la misma resulta un paso vital. Antes de
someterla a la prueba de los hechos, es preciso preguntarse si la teoría es internamente consistente y si pone de
relieve aspectos de interés que habrían quedado ocultos sin ella, 13. Satisfecho este requisito previo, las
hipótesis que se deriven de la teoría habrán de superar intentos de falseación, confirmación en condiciones de
particular dificultad o comparación con otros campos con estructuras similares. Waltz es consciente de los
problemas que encierran estos intentos. Nuestra propia teoría actúa como instrumento de selección de la
información que consideramos relevante. Por ello, la credibilidad de una teoría, sobre la que nunca podrá
llegarse a tener certeza absoluta, dependerá de la variedad y dificultad de las pruebas a las que haya sido
sometida, 14.
El tipo de teoría en el que piensa Waltz es esencialmente sistémico, 15. Establece una distinción, ya clásica,
entre teorías reduccionistas y teorías sisté- micas. Las primeras buscan explicar resultados o acontecimientos
internacionales mediante factores o combinaciones de factores localizados en el plano nacional o subnacional,
16. Entre estos factores se encuentran las formas de gobierno, los sistemas económicos, las instituciones
sociales o las ideologías políticas. Escribiendo a finales de los años setenta, Waltz critica tanto a autores
tradicionalistas como behavioristas porque sus teorías son predominantemente reduccionistas. Incluso años
antes expresaba una idea similar en su obra Man, the State and War, al señalar que un gran número de teorías se
encuadraban en la primera y la segunda imagen y no en la tercera, 17. No cabe pensar, como sugieren las
teorías asociadas a las dos primeras imágenes, en que pueda llegarse a entender la política internacional
sumando simplemente las políticas exteriores y los comportamientos externos de los Estados.
El análisis de los atributos internos, que puede facilitar una descripción de los objetivos, las políticas y las
acciones de los Estados, no permite dar una explicación de las grandes continuidades observables en la política
internacional, 18. Al contemplar la historia, Waltz observa hechos un tanto sorprendentes: desde la Guerra del
Peloponeso hasta la guerra fría, han hecho acto de presencia en la escena internacional distintas entidades
políticas, han prevalecido distintos modos de organización interna y han sido proclamadas distintas ideologías,
pero las pautas globales de interacción han permanecido constantes, 19. La comprensión de las continuidades y
repeticiones de la política internacional requiere un enfoque sistémico.
Una teoría sistémica se refiere a las fuerzas que están en juego no en el plano nacional, sino en el
internacional. Waltz aisla un campo o dominio muy concreto a la hora de formular su teoría: el sistema político
internacional. Concibe este campo o dominio como separado del económico, social, etc, 20. En una teoría
sistémica, la parte principal de la capacidad explicativa se halla en la estructura. Ésta actúa como una fuerza que
constriñe y condiciona y, precisamente por esto, las teorías sistémicas explican y predicen las continuidades
dentro del sistema, no los cambios. Así, las teorías sistémicas explican por qué la variedad de los resultados,
fruto de las interacciones entre Estados, se ve afectada por ciertos límites, por qué las pautas de
comportamiento son recurrentes y por qué los mismos acontecimientos se repiten una y otra vez, aun cuando
muchos de ellos no fueran expresamente deseados, 21 . Las continuidades en el sistema internacional
responderán a un mismo patrón, mientras no tenga lugar un cambio estructural. Una transformación en la
estructura supondrá una alteración de las expectativas acerca de los resultados generados por las acciones e
interacciones de unidades políticas, cuya ubicación en el sistema ha variado con los cambios estructurales, 22.
Un aspecto interesante del planteamiento de Waltz reside en cómo las estructuras manifiestan sus efectos
sobre el comportamiento dentro del sistema. Esto ocurre a través de dos vías: la socialización y la competición
entre los actores, 23. La primera de esta vías, la socialización, lleva a los miembros de un grupo, en este caso
Estados, a comportarse con arreglo a las normas. Si algunos miembros del grupo consideran dichas normas
restrictivas, adoptarán conductas contrarias a ellas. Pero las consecuencias negativas de este curso de acción
pueden promover el retorno a la aceptación de las normas o el abandono del grupo. En ambos supuestos, la
homogeneidad del grupo es preservada. La socialización reduce la gama de comportamientos posibles, 24. Las
diferencias entre los Estados del sistema es mayor que las diferencias en sus pautas de conducta. La segunda
vía, la competición, propende a implantar como general la "racionalidad" que se deriva de las acciones de los
competidores con mayor éxito. Unos Estados pueden ser más eficientes que otros a la hora de satisfacer su
seguridad. Aquellos menos eficientes deberán emular las acciones de los más eficientes, si no quieren verse en
una situación desventajosa. La competición alienta a los Estados a ajustar sus políticas a prácticas sancionadas
por el éxito, 25. Ambas vías, socialización y competición, reducen la variedad de comportamientos y resultados
posibles en el sistema.
4.3. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA
Como subraya el propio Waltz, la idea de que la política internacional puede ser concebida como un
sistema, dotado de una estructura definida con precisión, representa la diferencia fundamental del neorrealismo
con el realismo tradicional, 26. Pero, ¿cómo es definida la estructura?, ¿cómo es generada? Para Waltz, un
sistema está compuesto por una estructura y por unidades que interactúan, 27. La estructura es la parte que
permite pensar en el sistema como un todo. Una cuestión central para esté autor es establecer una definición de
estructura que deje aparte las características, el comportamiento y las interacciones de las unidades. Con ello se
pretende eludir cualquier atisbo de reduccionismo. Una definición correcta de estructura requiere concentrarse
en cuáles son las posiciones recíprocas de unos Estados con respecto a otros. Los criterios de organización de
las unidades constituyen una propiedad enteramente sistémica, 28. A este respecto, Waltz distingue tres
elementos principales en una estructura: 1) el principio con arreglo al cual se produce dicha organización; 2) la
diferenciación de las unidades y la especificación de sus funciones; y 3) la distribución de recursos o
capacidades entre ellas, 29.
En cuanto al primero de estos elementos, el principio ordenador por excelencia es la anarquía. En
contraposición a los sistemas estatales, que se distinguen por ser centralizados y jerárquicos, el sistema
internacional se caracteriza por ser descentralizado y anárquico, 30. Formalmente, todas las unidades de dicho
sistema son iguales. El segundo elemento, la diferenciación funcional, no es necesario para la definición de
estructura internacional, 31. Las unidades del sistema internacional no se encuentran diferenciadas por las
funciones que desempeñan. La jerarquía supone relaciones de supra o subordinación entre las partes y, por
tanto, su diferenciación. La anarquía supone relaciones de coordinación entre las unidades y, consecuentemente,
la igualdad funcional de las mismas. En la medida en que la anarquía perdure, los Estados continuarán siendo
unidades semejantes. No puede decirse lo mismo del tercer elemento, la distribución de capacidades. Este
elemento adquiere un peso determinante en la definición de estructura. En un sistema anárquico, dada la
ausencia de diferenciación funcional, lo que distingue primariamente a las partes consiste en sus mayores o
menores capacidades para llevar a cabo tareas similares, 32.
Debido a ello, el concepto de estructura tiende a concentrarse en la distribución de capacidades o recursos
de poder. Diferentes estructuras o distribuciones de capacidades o recursos de poder, determinadas por el mayor
o menor número de polos o grandes potencias, permiten distinguir entre sistemas internacionales distintos.
Waltz, adelantándose a sus críticos, 33, indica que esta definición de estructura no le hace vulnerable a la
acusación de reduccio- nismo. Trata de aclarar que las capacidades o recursos de poder representan, en efecto,
características de las unidades, pero que la distribución de capacidades o recursos de poder constituye una
característica sistémica, 34.
Es precisamente aquí donde se pone de manifiesto la ontología materialista de la teoría sistémica de Waltz.
No hay cabida para las ideas en su concepto de estructura. De hecho, Waltz critica a autores como Aron y
Hoffman por distinguir entre sistemas homogéneos y heterogéneos, distinción que pretendía tomar en cuenta,
además de la distribución de poder, la existencia de afinidades o similitudes entre los Estados, 35. Cualquier
referencia a las ideas en el planteamiento waltziano ha de incluirse en el nivel de las unidades.
Para responder a la pregunta de cómo son generadas las estructuras, el neorrealismo recurre a la teoría
micro-económica. Razonando por analogía, Waltz entiende que el sistema político internacional, al igual que el
mercado, es individualista en origen y está formado de manera espontánea y no intencionada. El sistema nace
de la actividad de entidades egoístas, los Estados, cuyos objetivos y esfuerzos no están concentrados en crear un
orden, sino en satisfacer sus propios intereses, 36. Las estructuras emergen de la coexistencia de Estados. Más
concretamente, habría que decir que emergen de la coexistencia de un número pequeño de Estados: el de las
grandes potencias, 37. Pese a su origen individualista y no intencionado, una vez formadas, las estructuras se
convierten en una fuerza que pasa a constreñir y afectar el comportamiento de sus creadores, 38. En este punto
aflora la ontología individualista del neorrealismo. No puede menos que reconocerse una cierta ambivalencia en
esta cuestión. Las acciones de los Estados promueven la emergencia de estructuras, si bien éstas, una vez en
pie, quedan fuera del control que aquéllos pudieran ejercer. No obstante, las críticas reflectivistas subrayarán la
prioridad ontológica otorgada por Waltz a los agentes.
La teoría neorrealista establece una premisa respecto a la motivación que guía a los Estados. Asume que,
lejos de buscar la creación consciente de estructuras o la maximización del poder, los Estados buscan asegurar
su supervivencia, 39. Esto no quiere decir que los Estados tengan siempre presente este objetivo o que adopten
las políticas correctas para alcanzarlo, pero la estructura recompensará o castigará aquellos comportamientos
que se acomoden, más o menos, a lo que se requiere para tener éxito en un sistema anárquico. El sistema
político internacional, como los mercados, está formado y se sustenta sobre el principio de auto-ayuda, 40. En
condiciones de anarquía, la consecución de la seguridad depende exclusivamente de las acciones que los
propios Estados puedan emprender. El principio de auto-ayuda está ligado a una situación de alto riesgo: el
estallido de guerras. Waltz no confía en la creación de organizaciones internacionales para amortiguar este tipo
de situaciones. Intentos en esa dirección fracasarán por la falta de capacidad de dichas organizaciones para
movilizar los recursos que requiere la creación y mantenimiento de la unidad del sistema. Es más, "la
perspectiva de un gobierno mundial puede ser una invitación para una guerra civil internacional", 41. Cuanto
mayor sea el poder del centro, más fuertes serán los incentivos de los Estados para embarcarse en una lucha
tendente a su control. En definitiva, las organizaciones internacionales no pueden tener una vida independiente
de los intereses de sus principales miembros, 42. Sin embargo, esto no supone que los Estados estén abocados
fatalmente a la guerra. La anarquía no está exenta de "virtudes". Ella misma genera determinados mecanismos
de inhibición. La posibilidad permanente de que la fuerza pueda ser usada, restringe la capacidad de maniobra,
modera las demandas y sirve de incentivo para el arreglo de disputas.
Un aspecto relevante de la teoría de Waltz es que en un sistema anárquico, basado en el principio de
auto-ayuda, la estructura reduce las posibilidades de cooperación entre los Estados de dos formas distintas, 43.
La cooperación puede reportar ventajas innegables para todas las partes, si bien no en la misma medida. El
neorrealismo prima las ganancias relativas en lugar de las ganancias absolutas de la cooperación, 44. Cuando
dos Estados contemplan la posibilidad de cooperar para ventaja mutua, dadas las incertidumbres inherentes al
sistema, deben preguntarse cómo se distribuirán los beneficios. La pregunta clave no es ¿ganaremos los dos?,
sino ¿quién ganará más? Ni tan siquiera la perspectiva de lograr grandes ventajas absolutas estimulará su
cooperación. El hecho de que un Estado se vea más beneficiado en términos proporcionales puede traducirse en
el incremento de sus capacidades y, por tanto, en la aparición de una amenaza para el resto. Además, los
Estados se preocupan por no convertirse en excesivamente dependientes de otros como consecuencia de las
relaciones de cooperación o de los intercambios de bienes y servicios. Ciertamente, el bienestar general puede
aumentar con el desarrollo de la división internacional del trabajo, lo cual trae consigo una mayor
interdependencia. Pero, a su vez, una mayor interdependencia engendra vulnerabilidades. Las grandes potencias
tienden a controlar aquello de lo que dependen o a disminuir el grado de dependencia. Estas simples reflexiones
explican mucho del comportamiento de los Estados: "sus impulsos imperiales para ampliar su grado de control
y sus esfuerzos autárquicos para mejorar su autosuficiencia", 45.

4.4. EQUILIBRIO, BIPOLARIDAD Y MULTIPOLARIDAD


La teoría del equilibrio de poder representa un desarrollo central de la teoría sistémica de la política
internacional Waltz descarta el bandwagoning —la práctica consistente en alinearse con el Estado más fuerte—
como tipo significativo de comportamiento internacional alternativo al equilibrio, 46. La teoría del equilibrio
asume que los Estados son actores unitarios que persiguen como objetivo mínimo la propia preservación y
como objetivo máximo la dominación mundial. En la consecución de estos objetivos emplean medios internos
—la potenciación de sus recursos de poder, entre ellos los militares— y medios externos —la formación o
fortalecimiento de alianzas. Establecidas estas premisas, solamente se requiere una condición para que la teoría
funcione: que dos o más Estados coexistan en un sistema de auto- ayuda, 47. La teoría describe las limitaciones
que emanan del sistema creado por las acciones de los Estados e indica el resultado presumible: la formación de
equilibrios de poder.
Waltz no excluye que el equilibrio pueda ser resultado de las políticas deliberadas de los Estados. Pero un
punto central en su teoría es la espontaneidad de las situaciones de equilibrio. Lo que hace realmente original al
neorrealismo es el recurso, de nuevo, a la teoría micro-económica para explicarlas. La teoría del equilibrio
aspira a dar cuenta de un resultado, la formación recurrente de equilibrios, que puede tener poco que ver con las
intenciones de los Estados, cuyas acciones se entrelazaron para producir dicho resultado. De acuerdo con ella,
tienden a aparecer equilibrios de poder, bien porque algunos o todos los Estados tratan conscientemente de
propiciarlos o bien por- . que algunos o todos los Estados pretenden lograr la dominación universal, 48. La
teoría proporciona explicaciones generales, pero no puede dar cuenta de las políticas específicas de los Estados.
Nos dice por qué cabe esperar ciertas similitudes de comportamiento en Estados que ocupan posiciones
parecidas en la estructura. Las expectativas son sobre comportamientos similares, no idénticos.. Comprender las
diferencias en las respuestas a las presiones estructurales, exige tomar en consideración la influencia de los
contextos internos de los Estados en sus políticas exteriores, 49.
Waltz dedica una parte notable de su obra a poner de relieve las consecuencias que distintas configuraciones
estructurales tienen sobre el equilibrio, sobre la estabilidad del sistema internacional. A este respecto, la teoría
neorrealista destaca las ventajas de sistemas con un reducido número de grandes potencias: "lo más pequeño es
más bello que lo pequeño", 50. Es posible diferenciar entre sistemas multipolares y bipolares. La sucesión de
sistemas multipolares desde el siglo XVII, se vio rota a mediados del pasado siglo por la emergencia de un
sistema bipolar. Para Waltz, en contra de la opinión dominante hasta entonces que privilegiaba las virtudes de la
multipolaridad, es este tipo de sistema precisamente el que propicia una mayor estabilidad, 51. En
publicaciones posteriores, Waltz hace depender esta mayor estabilidad de la bipolaridad, pero también de las
armas nucleares. Con ello reconoce la importancia de unos desarrollos que, a su juicio, se ubican en el nivel de
las unidades, 52. La más satisfactoria relación entre bipolaridad y estabilidad está fundamentada en
consideraciones económicas y políticas.
Las consideraciones económicas apuntan, en lo sustancial, a que en un sistema bipolar la interdependencia
económica entre las grandes potencias es más reducida que en un sistema multipolar. Cuando cambia la
estructura del sistema, cambia, al mismo tiempo, el grado de interdependencia. También de manera opuesta a lo
que constituye el' pensamiento más habitual, Waltz entiende que la interdependencia no es un factor de paz. Al
contrario, afirma que guerras civiles y contiendas internacionales han tenido lugar pese a la existencia de una
profunda interrelación entre los participantes en ellas, 53. En un mundo bipolar, la interdependencia es inferior
por una razón simple: cuanto menor es el número de polos del sistema, tanto mayor es su tamaño y,
consecuentemente, tanto mayor es su habilidad para satisfacer sus necesidades económicas internamente, sin
recurrir a transacciones con el exterior, 54. El tamaño de los dos Estados dominantes durante la guerra fría
permitió un cierto control sobre sus propios asuntos y redujo vulnerabilidades. La desigualdad de los Estados
produjo "una situación de equilibrio a un bajo nivel de interdependencia", 55. Para justificar la aseveración de
que la interdependencia en la segunda mitad del siglo XX era menor que a principios del mismo siglo, algo que
resultaba sorprendente a la luz de la abrumadora mayoría de opiniones en sentido opuesto, Waltz proporciona
datos sobre la dependencia externa de las grandes potencias en uno y otro momento. La importancia del
comercio exterior respecto al PNB para los Estados Unidos y la Unión Soviética en los años setenta fue mucho
más pequeña que para Inglaterra, Francia o Alemania antes de la Primera Guerra Mundial.
Las consideraciones militares también avalan la mayor estabilidad de un sistema bipolar. En un sistema
multipolar la posibilidad de formar alianzas confería una operatividad superior al equilibrio de poder. Éste
podía surgir no sólo de los esfuerzos internos, sino adicionalmente de la conclusión de acuerdos con otros
Estados. Pero, para Waltz, un mundo con un número crecido de grandes potencias, es un mundo con mayores
incertidumbres. La respuesta a preguntas como de quién procede la amenaza, quién se opondrá a quién y quién
ganará o perderá como resultado de las acciones de otros Estados no aparece en absoluto nítida, 56. Las
alianzas pueden ser un elemento de estabilidad, pero su formación y mantenimiento implican concesiones que
restringen la capacidad de decisión y actuación de los Estados. En situaciones de interdependencia entre los
miembros de una alianza y de competencia intensa entre alianzas, como ocurrió en los años anteriores a la
Primera Guerra Mundial, las acciones de determinados Estados pueden arrastrar al resto a conflictos no
desencadenados directamente por ellos (chain-ganging). Es necesario mencionar que la formación de alianzas
puede no resultar fácil. Ante la emergencia de un Estado poderoso, los Estados que perciben en este hecho una
amenaza pueden adoptar una actitud pasiva, pasando la responsabilidad de actuar a otros Estados también
afectados por la misma amenaza (.buck-passing). Esto supondría, en una situación de multipolaridad, el fracaso
del establecimiento de equilibrios. Un sistema bipolar obedece a un estado de cosas bien distinto. En este caso,
dice Waltz, las incertidumbres son menores. La respuesta a las tres preguntas planteadas más arriba no deja
lugar a demasiadas dudas. La interdependencia militar es incluso sensiblemente menor que la interdependencia
económica. Las dos grandes potencias de la posguerra, los Estados Unidos y la Unión Soviética, dependieron
fundamentalmente de sí mismos en cuestiones militares. La consecución del equilibrio supone emplear
predominantemente medios "internos", en lugar de medios "externos", por lo cual dicho equilibrio merecerá un
grado de confianza superior, 57. El sentido de las alianzas en un mundo bipolar —que tienden a ser
considerablemente más rígidas— es totalmente diferente. En la medida en que no necesitan las aportaciones de
sus aliados para garantizar su seguridad, los dos Estados líderes pueden fijar su estrategia y tomar decisiones
más libremente. No cabe, en el supuesto de bipolaridad, que se produzcan situaciones de chain-ganging o de
buck-passing. En fin, dada la reducción de los niveles de incertidumbre, la posibilidad de que las grandes
potencias cometan errores de cálculo es mucho menor.
Además, los sistemas bipolares propician un control internacional por parte de los grandes poderes que no
se da en los sistemas multipolares. En los primeros, cabe registrar un cierto margen de maniobra para que los
Estados preponderantes actúen en nombre del conjunto. Según el punto de vista neorrealista, en los sistemas de
auto-ayuda las ganancias relativas son más importantes que las ganancias absolutas. Sin embargo, en un mundo
bipolar "la preocupación por las ganancias absolutas puede reemplazar a la preocupación por las ganancias
relativas", 58. Esto se debe, por una parte, a la estabilidad de los equilibrios —estabilidad reforzada por las
armas nucleares— entre los dos polos y, por otra, a la enorme distancia existente entre ellos y el resto de los
miembros del sistema.
Dadas estas circunstancias, los Estados en posiciones de privilegio pueden estar dispuestos a suministrar
bienes colectivos aun cuando otras entidades estatales ganen en mucha mayor proporción. Waltz ilustra esta
cuestión utilizando la teoría de la acción colectiva de M. Olson, 59. Con arreglo a esta teoría, cuanto mayor sea
el número de unidades en un grupo, menor será la posibilidad de alcanzar intereses comunes. De forma opuesta,
cuanto menor sea el número de grandes potencias y cuanto mayor sea la disparidad entre éstas y el resto de los
Estados, más probable será que las primeras actúen en nombre del sistema. Cuanto mayor sea el tamaño
relativo de una unidad, tanto más identificará su interés con el interés del sistema. Un sistema bipolar acrecienta
las oportunidades para que dos grandes Estados traten de manejar el sistema, mediante la realización de
determinadas tareas. Estas tareas son: transformar o mantener el sistema, preservar la paz u ordenar la economía
mundial, 60.

Notas Capítulo 4

1S. Guzzini, Realism in International Relations ..., op. cit., p. 125.


2 J. G. Rugie, "Continuity and Transformation in the World Polity: Toward a Neorealist Synthesis", en R.
O. Keohane (EdL), Neorealism and Its Crítics, New York, Columbia Univer- sity Press, 1986, p. 141.
3 J. George, Discourses of Global Politics: A critical (re)introduction to International Relations, Boulder,
Co., Lynne Rienner, 1994, p. 119.
4 S. Guzzini, Realism in International Relations ..., op. cit., p. 126.
5 R O. Keohane, "Theory of World Politics: Structural Realism and Beyond", en R. Q. Keohane (Ed.),
Neorealism and Its Critics, op. cit., p. 169; J. A. Vasquez, The Power oj Power Politics: From Classical
Realism to Neotraditionalism, Cambridge, Cambridge Uni- versity Press, 1998, p. 191.
6 En diversas obras se ha hecho alusión a una serie de rasgos comunes a todos los autores realistas, con
independencia de cual sea su adscripción concreta: tradicional, estructural, etc. Ver: R. G. Gilpin, "The
Richness of the Tradition of Political Realism", en R. O. Keohane (Ed.), Neorealism and Its Critis, op. cit. pp.
304-305; S. Krasner, "The Accomplishments of International Political Economy", en S. Smith, K.Booth and
M. Zalewski (Eds.), op. cit., pp. 114-115; J. M. Grieco, "Realist International Theory and the Study of World
Politics", en M. W. Doyle and G. J. Ikenberry (Eds.), op. cit., pp. 164-66.
7 Sobre las diferencias entre realismo tradicional y neorrealismo puede verse: K. N. Waltz, "Realist Thought
and Neorealist Theory", Journal of International Ajfairs, Vol. 44, n.° 1, 1990, pp. 29-37; S. Burchill, "Realism
and Neo-realism", en S. Burchill and A. Linldater (Eds.), Theories of International Relations, 2nd ed., New
York, St. Martin's Press, 1996, pp. 85-86; J. N. Rosenau, and M. Durfee, Thinking Theory Thoroughly, Boulder,
Co., Westview Press, 1995, pp. 9-13; R. L. Schweller and D. Priess, "A Tale of Two Realisms: Expanding the
Institutional Debate", Mershon International Studies Review, Vol. 41, n.° 1, 1997, pp. 6-8.
8 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, Buenos Aires, GEL, (1979) 1988, p.19.

9 Ibidem, p. 16.
10 Ibidem, p. 103.
11 Ibidem, p. 20.
12 Ibidem, p. 21.
13 Ibidem,?. 181.
14 H. Mouritzen rechaza la caracterización de K. N. Waltz como un positivista clásico. En sentido contrario
destaca las coincidencias que, en cuestiones de filosofía de la ciencia, presenta este autor con K. Popper. Ver
su contribución: "Kenneth Waltz: A Critical Rationalist between International Politics and Foreign Policy", en
Y. V. Neumann and O. Waever, The Future of International.Relations: Masters in the Making, London,
Routledge, 1997, pp.-70- 74.
15 Waltz contrapone las teorías sistémicas, por las que él se inclina, con la teorías reduccionistas. Como se
verá más adelante, este autor, como consecuencia de la estrecha definición de sistema que defiende, tiende a
coniundir los conceptos de sistema y estructura. En realidad, hubiera sido más correcto emplear la expresión
teoría "estructural" en lugar de la de teoría "sistémica". En el texto se ha respetado la referencia a teorías
sistémicas hecha por Waltz, pero sería útil tener en cuenta esta observación. A este respecto, pueden verse los
comentarios de B. Buzan en el capítulo siguiente.
16 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 91.
17 K. N. Waltz, Man, the State and War, New York, Columbia University Press, 1959, pp. 159-238.
18 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 98.
19 Ibidem, p. 99.
20 K. N. Waltz, "Realist Thought and Neorealist Theory", op. cit., p. 30.
21 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 104.
22 Ibidem, p. 105.
23 Ibidem,-p. 111.
24 Ibidem, p. 114. .
25 Ibidem, p. 116.
26 La importancia que dentro de la teoría neorrealista tiene el enfoque estructural es puesta de manifiesto
también por sus críticos. No obstante, autores como Ashley, después de establecer un paralelismo entre el
estructuralismo, como corriente general de pensamiento, y el neorrealismo, subrayan los aspectos específicos
que distinguen a este último. Ver por ejemplo: R. K. Ashley, "The Poverty ofNeorealism", en R. O. Keohane
(Ed.), Neorealism andlts Critics, op. cit., pp. 263-67.
27 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 119.
28 Ibidem,?. 120.
29 Ibidem,?. 123.
30 Ibidem,?. 132.
31 Ibidem,?. 139.
32 Ibidem, p. 145.
33 Un buen número de críticas se dirigirán a este punto de la obra de Waltz. Entre ellas, ver: J. M. Gabriel,
Worldviews and Theories of International Relations, London, Macmillan,
1994, p, 85.
34 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 146.
35 R. Aron subraya que además de las relaciones de fuerzas, las ideas y los sentimientos también influyen
en el comportamiento de los Estados. Denomina sistemas homogéneos "aquellos en los cuales los Estados
pertenecen al mismo tipo y obedecen al mismo concepto de la política". Denomina sistemas heterogéneos, en
un sentido muy distinto, aquellos "en los que los Estados están organizados de acuerdo con otros principios y
proclaman valores contradictorios". El sistema internacional a partir de 1945, por ejemplo, fue
simultáneamente bipolar y heterogéneo. Ver: R. Aron, Paz y Guerra entre las Naciones, Madrid, Alianza
Editorial, (1962) 1985, tomo I, p. 140.
36 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 136.
37 Ibidem, p. 109.
38 Ibidem, p. 134.
39 Ibidem, v- 136
40 Ibidem, p. 164.
41 Ibidem, p. 165
42 Lo acaecido con la OTAN tras la desaparición de la guerra fría hace que Waltz se ratifique en sus tesis
sobre el papel de las organizaciones internacionales. Para este autor, la supervivencia y expansión de la OTAN
dice mucho sobre el poder y la influencia estadounidense y poco sobre las instituciones como entidades
multilaterales. A su juicio, la capacidad de los Estados Unidos para prolongar la vida de una institución
moribunda ilustra perfectamente cómo las instituciones internacionales son creadas y mantenidas por Estados
fuertes para servir a sus intereses. Ver: K. N. Waltz, "The Balance of Power and NATO Expansión" Univer- sity
of California, Berkeley (Center for Germán and European Studies), Working Paper 5.66, October, 1998, p. 5.
En este mismo sentido, ver también su artículo: "Structural Realism after the Cold War", International Security,
Vol. 25, n.° 1,2000, p. 20.
43 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 157.
44 Con independencia de la exposición más detallada que se realiza al tratar la discusión entre neorrealistas
y neoliberales sobre la cuestión de ganancias relativas-ganancias absolutas, pueden mencionarse algunos
análisis más actuales de las relaciones de cooperación entre Estados que reflejan la posición de Waltz. Ver por
ejemplo: M. Mastanduno, "Do relative Gains Matter? America's Response to Japanese Industrial Policy",
International Security, Vol. 16, Summer, 1991; S. D. Krasner, "Global Communications and National Power:
Life on the Pareto Frontier", World Politics, Vol. 43, April, 1992.

45 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 157.


46 Algunos autores han cuestionado que el equilibrio de poder haya sido el resultado sistémico más
frecuente. P. Schroeder ha señalado, apoyándose en un análisis histórico, que el bandwagoning ha sido más
común que el equilibrio, en especial en lo que concierne a los Estados pequeños. Ver: P. Schroeder, "Historical
Reality vs. Neorealist Theory", en M. E. Brown, S. M. Lynn-Jones and S. E. Miller (Eds.), The Peril of
Anarchy: Contemporary Realism and International Security, Cambridge, M., The MIT Press, 1995, p. 430.
47 K.N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit, pp. 173-74.

48 Ibidem, p. 176.
49 Ibidem, p. 180.
50 Ibidem, p. 199.
51 Ya en los años sesenta, hubo una intensa polémica sobre cuál de las dos principales configuraciones
estructurales, la multipolar o la bipolar, eran más propicias al mantenimiento de la estabilidad internacional.
Entre las más notables aportaciones a esa polémica se encuentran: K. N. Waltz, "The Stability of a Bipolar
World", Daedalus, Vol. 93, n.° 4, 1964; K. W. Deutsch and J. D. Singer, "Multipolar Power Systems and
International Stability", World Politics, Vol. 16, n." 3, 1964; M. Haas, "International Subsystems: Stability
and Polarity", American Political Science Review, Vol. 64, n.° 2, 1970. Precisamente en su libro Teoría de la
Política Internacional, Waltz critica, aduciendo razones metodológicas, una de las contribuciones más
relevantes del Proyecto Correlates of War por no refrendar enteramente su hipótesis sobre bipolaridad y
estabilidad. Sobre esta contribución, ver: J. D. Singer, S. Bremer and J. Stuckey, "Capability Distribution,
Uncerttainty, and Major Power Wars, 1820-1965", en B. M. Russett (Ed.), Peace, War, and Numbers, Beverly
Hills, Sage,
197T. En un artículo escrito en 1993, Waltz afirma que "la paz más duradera que el mundo ha conocido
descansó en dos pilares la bipolaridad y las armas nucleares". Waltz siempre ha reconocido la importancia de
las armas nucleares, aunque en su obra han ocupado una posición secundaria con respecto a la polaridad. Sin
embargo, en sus últimos escritos parece reforzar el papel de las armas nucleares, alejándose así de una teoría
estrictamente estructural. Ver: K. Waltz, "The Emergent Stnicture of International Politics", International
Security, Vol. 18, n.° 2, 1993, p. 42. Para un comentario en esta misma dirección, puede consultarse H.
Mouritzen, op. cit., p. 82.

53 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 205.


54 Ibidem, p. 215.
55 Veinte años después de la publicación de la Teoría de la Política Internacional, Waltz sigue manteniendo
tesis similares sobre la cuestión de la interdependencia. Tanto bajo el régimen bipolar como bajo el unipolar de
nuestros días, Waltz afirma que el grado de interdependencia ha declinado sensiblemente. K. N. Waltz,
"Globalization and American Power", The National Interest, Spring, 2000, p. 53. Para una referencia previa a
la cuestión de la interdependencia, ver K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 235.
56 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 242.
57 Ibidem, p. 247.
58 Ibidem, p.. 284.
59 Waltz recurre a la obra de M. Olson para justificar el hecho de que las grandes potencias puedan proveer
determinados bienes colectivos. Es interesante señalar que también los neoliberales recurrirán a las ideas de
Olson para explicar que no ya en sistemas con uno o dos Estados dominantes, sino en sistemas con un "grupo
reducido" de Estados la cooperación es posible en orden a satisfacer determinados intereses comunes. La obra
en la que se han basado, tanto neorrealistas como neoliberales, es: M. Olson, La Lógica de la Acción Colectiva:
Bienes Públicos y Teoría de los Grupos, México, Limusa, 1992.
60 K. N. Waltz, Teoría de la Política Internacional, op. cit., p. 290.

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