La Pluralidad de Las Religiones y La Religión Verdadera

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P.

Javier Andrés, mCR

Capítulo 7
LA PLURALIDAD DE RELIGIONES
Y LA VERDADERA RELIGIÓN

1. EL HECHO DE LA PLURALIDAD RELIGIOSA

En la tierra existen y siempre han existido diferentes religiones. El


pluralismo religioso es un hecho patente en el curso histórico de la
humanidad y no necesita justificación alguna. Su misma existencia es su
mejor y suficiente justificación. La religión solamente se realiza y existe
en las religiones. Entendemos por religión en este sentido la tradición
religiosa histórica que se expresa en unas doctrinas propias, unos ritos
determinados, y una organización más o menos trabada.
El pluralismo religioso es un hecho primario, producido por la
diversidad y las opciones que necesariamente origina la vida en el
mundo. Existe pluralismo de religiones como existen también modos
diversos de entender la política, la economía o el arte. Las religiones son,
como estos campos de la acción humana, un aspecto integral de la
cultura que el hombre y la mujer construyen en la tierra. Las tradiciones
religiosas expresan la vida espiritual de un sujeto comunitario y
trascienden, por lo tanto, a los individuos que forman la comunidad.
Las religiones de la humanidad no obedecen a un tipo único, lo
cual demuestra empíricamente que no pueden considerarse como
especies de un género. Cada religión o tradición religiosa se comporta
como un género. Es un género en sí misma, de modo que los aspectos
comunes que pueden presentar las religiones no bastan para incluirlas

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a todas dentro de un único título taxonómico que las abarque


adecuadamente.
Hay tipos muy distintos de religión. Las religiones primitivas, que
algunos denominan cósmicas, reflejan vagamente un sentido de
dependencia de poderes sobrehumanos, que se hallan difusos en la
naturaleza. Estas religiones muestran una relativa universalidad, que les
viene dada por el carácter universal de la condición humana, pero no
son religiones propiamente universales. Expresan una experiencia
hondamente fragmentada y se manifiestan en versiones telúricas,
animistas, etc. Su carácter primario y elemental, reflejo del contacto
entre el hombre religioso y las fuerzas de la naturaleza, permite que
algunas de estas religiones casi prehistóricas pervivan aún en la
actualidad en pueblos de escaso desarrollo cultural que subsisten en
condiciones elementales de vida.
Las religiones o cultos nacionales o ciudadanos, que se pueden
considerar políticos (de polis), se desarrollan en el mundo griego y
romano antiguos. Son religiones politeístas en las que, a través de los
dioses, se rinde culto en realidad a la propia ciudad mediante prácticas
obligatorias que dan forma a la conciencia de identidad cívica. Son
religiones que han desaparecido.
Las religiones mistéricas, que florecen también en el mundo
antiguo, suponen una reacción contra la religión cívico-política, y se
enfrentan con los problemas existenciales que debe resolver
necesariamente el ser humano. Ya no se trata del ciudadano, sino de
cualquier hombre y mujer, sin distinción de condición social, raza o
nivel de cultura. Se distancian del politeísmo, rinden culto a un dios o
diosa titulares, y contemplan el individuo y su destino salvífico.
Religiones consideradas étnicas son principalmente las diversas
que componen el mundo cultual del hinduismo, todas ellas en el
subcontinente de la India. Acusan una lenta evolución hacia cierto
monoteísmo.
El confucionismo y budismo son las religiones orientales más

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importantes. Encierran cada una a su modo un fuerte contenido ético,


que las diferencia claramente de cualquier otro tipo de religión. El
budismo se enfrenta con las cuestiones humanas más profundas y
presenta por ello un universalismo potencial del que carecen otras
tradiciones religiosas.
La religión iraní de Zoroastro, el judaísmo, el cristianismo y el
islam suelen considerarse religiones proféticas, si bien las dos primeras
son también de carácter étnico. Las cuatro son religiones monoteístas,
aunque se trata de monoteísmos muy diferentes. El monoteísmo
trinitario cristiano difiere radicalmente del islámico, lo cual indica que
el simple monoteísmo puro no es lo último en religión. Las cuatro
religiones dependen de una predicación que apela, con mayor o menor
fundamento, a revelaciones y mensajes de lo alto.
Las religiones monoteístas pueden ser consideradas, junto con el
budismo, tradiciones de alcance universal.
Religiones fuertemente sincréticas son el budismo tibetano
(budismo y bon, religión arcaica del Tíbet) y sintoísmo japonés (que ha
asimilado numerosos elementos budistas y confucianos).

2. POR QUÉ EXISTEN RELIGIONES DIFERENTES

La existencia de religiones diferentes en la humanidad a lo largo


del tiempo se debe básicamente al hecho de que el instinto religioso
humano toma cuerpo progresivamente y lentamente, y se proyecta de
modo comunitario en tradiciones religiosas concretas, según factores
históricos, geográficos y culturales. En las religiones de la tierra
cristaliza corporativamente la vertiente religiosa del hombre, que
adopta formas diversas.
No debe pensarse que las religiones deriven en su diferenciación
de una religión natural que se haya ramificado en diferentes versiones.
La denominada religión natural es una noción abstracta y no ha existido

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en la realidad. La variedad de religiones tampoco proviene de una


presunta revelación primitiva hecha por Dios a la humanidad al
comienzo de los tiempos, que más tarde se hubiera corrompido y
astillado en una pluralidad patológica de sistemas religiosos. Tal
revelación primordial a los primeros hombres y mujeres nunca ha
tenido lugar.
El largo proceso histórico y humano que da forma a diferentes
religiones no es un proceso de corrupción o debilitación de elementos
religiosos originarios más o menos puros. En realidad, ocurre lo
contrario. Las tradiciones religiosas de la humanidad se han
desarrollado a partir de formas y contenidos oscuros, rudimentarios y
muy imperfectos. Se han hecho luego, de modo gradual, más
coherentes, profundas y refinadas, al perfilarse en ellas la idea de la
divinidad. Las religiones expresan el desarrollo polifacético de la
humanidad creada. Les ocurre lo mismo que a otros aspectos de la
cultura humana. Es decir, arrancan de formas primitivas y elementales,
para llegar en el curso del tiempo, a modos más elevados de entender y
vivir lo divino.
Entre los factores que originan la pluralidad de religiones pueden
mencionarse los siguientes:
a) LA PERCEPCIÓN GRADUAL DE LA IDEA DE DIOS, Y EL MODO DE
ENTENDER SU RELACIÓN CON EL SER HUMANO Y CON LA NATURALEZA. Los
limitados recursos del hombre para el conocimiento de lo divino y la
tendencia a asociar a Dios, o a los dioses, con los elementos visibles del
mundo, provocan una idea de Dios a la medida humana, que tiene de
hecho muchos niveles y gradaciones.
b) LA INFLUENCIA DE LA CULTURA Y DE LA IDIOSINCRASIA DE UN
PUEBLO. Cultura y religión mantienen una relación que puede
considerarse dialéctica. Es decir, ambos polos se influyen mutuamente
y crean diferenciación respecto al mismo fenómeno, ocurrido en otros
lugares o tiempos.
c) Hay ELEMENTOS o núcleos de una tradición religiosa

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determinada QUE SE DESGAJAN DE UN TRONCO PRINCIPAL, se asimilan


aspectos de otras tradiciones religiosas, Y DEVIENEN UNA RELIGIÓN
NUEVA Y DIFERENTE DE LA ORIGINARIA.
d) INFLUJO DE UN FUNDADOR que dice haber recibido una
revelación de lo alto, y es capaz de crear, con su personalidad y su
doctrina, una religión con una fisionomía y un carácter propios. Los
fundadores más importantes y conocidos, que han impreso a su
predicación un sello configurador y diferenciador de otros anuncios
proféticos, son: Zoroastro, Mahoma y, sobre todo, Moisés y Jesús de
Nazaret.

3. LAS RELIGIONES DIFIEREN EN SUS PRINCIPIOS Y EN SUS CONTENIDOS

A veces se afirma que todas las religiones enseñan básicamente lo


mismo y que todos los creyentes creen en el mismo Dios.
Pero la experiencia indica que esa pretendida homogeneidad es
una ficción. Las religiones no sólo son diferentes, sino que enseñan cosas
diferentes, y desean ellas mismas ser diferentes.
Las religiones son diferentes, no proponen los mismos objetivos, y
no enseñan el mismo camino hacia el más allá ni el mismo modo de
alcanzarlo. Lo indican claramente las doctrinas y creencias de cada una.
Las religiones suelen ofrecer un cuerpo de doctrina, más o menos
desarrollado, acerca de Dios o un principio último y primero de la
realidad, acerca del mundo, su origen y constitución, y acerca de la
naturaleza humana y su relación con el principio absoluto. Prescriben
asimismo normas para la conducta, así como vías diversas para
conseguir los objetivos fundamentales de la existencia.
Las creencias de una religión no contienen solamente una
dimensión doctrinal. Vivir como un hindú, un budista, un musulmán o

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un cristiano, es algo más que haber adoptado una confesión religiosa


determinada o unos ideales espirituales. Supone también adoptar un
curso de acción, que es a la vez interno y externo, es propio de la
comunidad y la distingue de las demás. Aspectos de este curso de acción
específico pueden ser, por ejemplo, estudiar ciertos libros sagrados,
practicar un tipo de meditación, recitar unas oraciones concretas,
participar en actos de culto o en celebraciones comunes, o promover y
apoyar actividades e instituciones caracterísiticas de la comunidad.
Hay cursos de acción que pueden ser semejantes a los practicados
por otras comunidades, como dar limosna a los necesitados, no causar
daño a otros seres, decir la verdad.
Doctrinas de las religiones universales son incompatibles unas con
otras; esto se aprecia fácilmente en los siguientes ejemplos de
afirmaciones religiosas que son típicas de cristianos, hindúes, budistas
y musulmanes:
1. El mundo ha sido creado por Dios de la nada (judaísmo y
cristianismo).
2. El mundo no ha sido creado ni existe un Dios que haya
querido o podido crearlo (budismo).
3. Dios y el mundo son completamente distintos (cristianismo).
4. El mundo es una manifestación de Brahma (hinduismo).
5. El hombre y la mujer son seres libres, con un destino personal
y eterno (cristianismo).
6. No hay un yo permanente (budismo).
7. Todo ser se halla sometido a volver a nacer, a menos que
consiga el Nirvana (budismo).
8. El hombre nace inocente de toda culpa (islam).
9. El hombre es, desde su nacimiento, un ser caído
(cristianismo).
10. Todos los hombres son iguales (cristianismo).
11. Los hombres son diferentes por una ley cósmica y eterna
(hinduismo).

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12. Mahoma es el último y definitivo de los profetas (islam).


13. El Corán es un libro eterno, escrito en el cielo desde siempre.
No tiene autor humano (islam).
14. La Biblia es Palabra de Dios, y cada uno de sus libros está
escrito por un hombre inspirado (cristianismo).
15. El monoteísmo verdadero niega la existencia de personas en
Dios (islam).
16. El puro monoteísmo no es lo último en religión. El Dios único
es Trino en personas (cristianismo).
Estas proposiciones, y otras que podrían mencionarse, expresan
creencias centrales del hinduismo, cristianismo, budismo e islam. No
son para esas religiones principios debatibles o sometidos a negociación.
Si bien las religiones reconocen en principio una dimensión
trascendente de la realidad, la conciben y describen de modo distinto en
religiones teístas y noteístas. Las diferencias se agudizan cuando hablan
de la condición humana, del alcance y sentido de su alejamiento del bien
y caída en el mal, de en qué consista la salvación para el hombre y la
mujer, si hay supervivencia personal en el más allá.

4. LO QUE PROPONEN LAS RELIGIONES MÁS CONOCIDAS

Zoroastrismo

La religión enseñada por Zoroastro (o Zaratustra), llamada


también Mazdeísmo, Parsismo, y religión del Irán, es la más antigua de
las religiones basadas en una determinada creencia o en un credo, lo
cual la diferencia de las religiones de origen y arraigo étnicos. El tiempo
de Zoroastro puede ser conjeturado aproximadamente por los datos
derivados del Avesta, o colección de los textos sagrados Zoroastrianos.
Los más antiguos son los Gathas, que son 17 himnos o cantos,

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compuestos al parecer por Zoroastro para realizar el sacrificio ante el


fuego (como los himnos védicos en la India). Las indicaciones de estos
textos sitúan a su autor entre 1400 y 1200 a.C. Tanto la tradición como la
investigación crítica consideran actualmente que los Gathas contienen
las enseñanzas centrales de Zoroastro.
La historia del Zoroastrismo comprende tres períodos. El primero
incluye los años del mismo Zoroastro y termina en el siglo IV a.C., con
la conquista del antiguo imperio Persa por Alejandro de Macedonia. La
segunda época corresponde al imperio Sasánida, en el que el
Zoroastrismo llegó a ser religión de estado, y finaliza con la conquista
musulmana del siglo VII de nuestra era. La fase tercera se inicia con la
migración de los zoroastríanos a la India (especialmente al área de
Bombay), donde se les conoce con el nombre de Parsis (gente de Persia).
Zoroastro presenta sus enseñanzas como las propias de un profeta
que innova y desarrolla la antigua religión iránica de la que era
sacerdote. Su doctrina se centra en las cuestiones relativas a la
naturaleza espiritual y moral del hombre, y trata de explicar la
condición humana, así como el encuentro entre el bien y el mal. Aunque
ha sido descrito en ocasiones como dualismo ontológico y di-teismo, el
Zoroastrismo enseña en realidad un monoteísmo que trata de resolver
el problema del mal, y afirma en el hombre libertad de elección moral.
Es una religión que no sólo no se sitúa más allá del bien y el mal, sino
que se encara directamente con lo que la Revelación bíblica denomina
"misterio de iniquidad".
Numerosos estudiosos de los Gathas consideran que mucha de la
fuerza de esta religión le viene de la lógica y amplitud de sus doctrinas,
que van unidas, sin embargo, a planteamientos extraños y oscuros, muy
difíciles de seguir y aceptar por la mentalidad moderna. Sin ayuda de la
investigación posterior y de aclaraciones suministradas por la tradición,
los Gathas resultan con frecuencia paradójicos y desconcertantes. Pero
puede decirse que muchos de sus versos son actualmente bien
comprendidos e interpretados por los estudiosos.

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Los textos permiten afirmar que Zoroastro fue educado en la


veneración de los tres ahuras, es decir, de «Mazda, y de los otros dos
ahuras», y que fue él mismo quien desarrolló la adoración de Mazda no
solo como el más grande y mayor de todos los ahuras, sino también de
todos los dioses. Mazda es para Zoroastro simplemente Dios, en el
sentido del único inmortal y eterno Ser divino. Este Ser trascendente es
visto por el profeta como fuerza activa que puede ser también
inmanente según voluntad, a través de una fuerza que denomina
Espíritu o Santo (Spenta Mainyu). Se trata en suma de un Creador
trascendente que se inmanentiza en el universo mediante poderes que
se conciben al modo de hipóstasis divinas.
El mensaje de Zoroastro incluye la dramática advertencia a sus
seguidores de que no deben venerar a un grupo de divinidades que son
designadas con el nombre de daevas. Estos seres «han elegido el peor
propósito», y «se han apresurado a ir hacia la Ira con la que afligen al
mundo y a la humanidad». Convencido de que los daevas no podrían
ser de la misma esencia divina que Mazda, Zoroastro parece concluir
que deben tener un origen del todo diferente al de las fuerzas o spenta
divinos.
Así como Zoroastro afirma la existencia de Mazda como Espíritu
original y autoexistente, postula también en dos Gathas, por lógica y por
analogía, la realidad de otro Espíritu original y autoexistente que se
opone a lo divino (Spenta), como una fuerza negativa y destructora. Uno
de los textos sugiere que el profeta ha visto estos dos Espíritus cuando
se encuentran por primera vez antes de que el mundo fuera hecho.
Hablaré de los dos Espíritus primigenios de la existencia, de los cuales el más
divino habló así al malo: ni nuestros pensamientos ni enseñanzas ni voluntades,
ni nuestras elecciones, palabras o actos, ni nuestras propias almas están de
acuerdo (45.2).
La Tradición propia identifica estos dos Espíritus como Ahura
Mazda y Angra Maingu, es decir, Ohrmaz y Ahoriman. Pero dado que
Zoroastro suele modificar su terminología, y habla del Espíritu más

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Santo para referirse a Mazda, y del Espíritu Malo para nombrar a su


adversario, hay autores que interpretan gemelos no como par sino como
engendrados en el mismo nacimiento, y concluyen que Mazda es padre
tanto del Buen Espíritu como del Malo. El bien y el mal tendrían así una
única fuente, como ocurre en las tres grandes religiones monoteístas.
Aunque esta interpretación no es fácil de cohonestar con el sentido
más obvio de los Gathas en su conjunto, ha conseguido imponerse a su
contraria, y es hoy la base de una concepción del Zoroastrismo
entendido como monoteísmo teológico y dualismo ético.
El marco geográfico y social de los Zoroastríanos ha sufrido
considerables cambios a partir del siglo X, cuando un pequeño grupo se
estableció en el noroeste de la India y ha llegado con el tiempo a ser una
comunidad floreciente. El número aumentó cuando los ingleses
desarrollaron el comercio en esa zona del subcontinente. Durante los
siglos XVIII y XIX, los Parsis alcanzaron posiciones de considerable
influencia política y económica en el área, posiciones que mantienen en
la actualidad. Han emigrado también a otros continentes, y hoy existen
asociaciones Zoroastrianas formalmente constituidas en Hong Kong,
Singapur, Australia, Kenya, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y
Canadá. El Zoroastrismo es practicado actualmente en más países que
en cualquier otro momento de su historia.
En la India ha experimentado una cierta impregnación de
enseñanzas y prácticas hindúes. Muchos Zoroastrianos practican yoga
a título personal, visitan regularmente los lugares sagrados de santones
populares, y asisten a conferencias de contenido hinduísta. Los nuevos
movimientos religiosos de la India parecen ejercer cierta influencia
sobre los Parsis. Vincularse a esos movimientos no supone para ellos
abandonar su religión para convertirse a una nueva, como ocurriría con
el Cristianismo o el Islam. Estos movimientos exhortan a buscar la
verdad religiosa dentro de la propia religión y manifiestan una patente
tendencia sincretista.
El Zoroastrismo ha producido a lo largo del siglo XX una

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especulación de carácter religioso que se ocupa principalmente del


origen del mal y trata de dar respuesta a las cuestiones que siempre se
ha planteado la tradición zoroastriana antigua y moderna. Parece
imponerse en la actualidad una posición ortodoxa, según la cual
Ahoriman el principio del mal, no es igual a Dios ni tan poderoso como
él. Esta doctrina mantiene una distinción absoluta entre el origen del
bien y el de su antítesis, el mal: «El mal claramente no puede venir de Dios...
Hay así un dualismo fundamental que absuelve a Dios de toda mancha de mal...
El mal en el Zoroastrismo no es una realidad en sí misma, sino una paradoja
existencial experimentada por el hombre mediante el desequilibrio que se refleja
en el mundo físico. Es solo en el mundo relativo donde los estados de exceso y
deficiencia son observables y discernibles, y confieren al mal una existencia
aparente que no viene ni puede venir de ninguna otra fuente. El mal refleja
únicamente la negación de lo que existe y es intrínsecamente bueno. Al modo
de un parásito, no existe ni puede existir por sí mismo. En otras palabras, el mal
es ex nihilo, es decir, surge de la nada, y por tanto no tiene existencia real».
Este texto de K. Mistree, ha sido compuesto en 1982 y refleja el
esfuerzo del pensamiento humano para elucidar cuestiones perennes
que siempre han ocupado a la humanidad (Zoroastrism: An Ethic
Perspective, Bombay 1982, 29).

Hinduismo

La definición de Hinduismo es un complicado asunto académico


que solo puede resolverse de manera aproximada. El término
Hinduismo no se refiere en realidad primariamente a una religión, sino
a una cultura y a un modo de vivir y pensar asociados íntimamente a
una religión.
La palabra Hindú deriva del término usado por los Persas para

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referirse al río Indo. La usaron más tarde los musulmanes para


designar los pueblos de Asia del sur, y especialmente los no
convertidos al Islam. El término Hinduismo comenzó a usarse en el
siglo XIX entre los ingleses que habitaban y gobernaban la India.
Designaban así la religión de los indios que no eran musulmanes,
jaínes, parsis, o cristianos. Solo más tarde, el término comenzó a ser
empleado por los hindúes para referirse a su propia religión.
Tal como hoy lo conocemos después de más de tres mil años, en
los que no ha perdido los rasgos centrales de su personalidad, el
Hinduismo es una religión de fuerte contenido ritual, que atribuye
escasa importancia a los aspectos doctrinales, y que se mantiene unida
por el sistema de castas y por el hecho de que los ritos esenciales de
nacimiento, mayoría de edad, matrimonio y muerte, solo pueden ser
celebrados por un sacerdote brahman. El orden o casta de los
brahmanes es, en efecto, capital para la sociedad y la religión propia
de la India. El sistema brahmánico ha impuesto en la cultura hindú
normas opresivas sobre pureza y contaminación, y ha dominado y
domina extensas áreas geográficas y estratos sociales. Lo ha logrado,
sin aliarse con el poder temporal y sin imponer creencias únicas,
mediante la regulación de las relaciones entre castas, y haciéndose
indispensable para los ritos y leyes de la vida social.
Profundamente vinculado a la idiosincrasia de la India, el
Hinduismo ha dado pruebas de gran vitalidad, y de una capacidad
poco común para incorporar nuevos elementos e influencias y
desarrollarlos según el propio genio cultural-religioso.
Muchos han visto y ven el Hinduismo como la esencia profunda
de la India: «el dharma de la India», en palabras de Gandhi [Citado R.
C. Zaehner, Hinduism, Oxford 1962,183]. Otro indólogo escribe: «Sin
Hinduismo la India no tendría futuro. El Hinduismo es el suelo en el que han
prendido las raíces de la India, y separada de ese suelo se marchitaría
inevitablemente, como un árbol arrancado de su lugar natural... Eliminad el

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Hinduismo, que ha sido la cuna de la India, y ésta encontraría su tumba en este


mismo hecho» [Texto de A. Besant, citado por R. C. Zaehner, Hinduism,
Oxford, 1962, 185].
La religión sirvió para reconciliar a conquistadores y conquistados,
no por igualdad o conversión, sino porque el culto dominante agregó y
asimiló las creencias y ritos de los dominados. Por ello el hinduismo
tiene elementos variadísimos, una mitología de miles de dioses y carece
de un cuerpo único de doctrina o culto.
Nació alrededor del Segundo milenio antes de Cristo cuando los
arios llegan a la India, situándose en la cuenca del Ganges.
La base del Hinduismo son los Vedas que, después de un largo
período de composición y transmisión oral, fueron fijados por escrito en
un proceso iniciado a finales del segundo milenio y terminado entre 800
y 500 a.C. La religión recogida en los himnos védicos es una versión de
la religión introducida en la India por los arios que comenzaron a
asentarse en el subcontinente hacia la mitad del segundo milenio a.C.
Estos himnos (samhitas) se agrupan en cuatro colecciones, la más
antigua de las cuales es la compilación denominada Rig Veda, que
parece datar del año 1200 a.C., teniendo en cuenta el lenguaje y las
afinidades con la antigua religión del Irán antes de las reformas de
Zoroastro. Los grupos siguientes son Sama Veda, Yajur Veda, y Atharva
Veda. Esta literatura fue desarrollada por unos textos llamados
Brahmanas, escritos en prosa y cuyo contenido principal es un ritual
muy elaborado.
Hacia la mitad del segundo milenio a.C. vino la composición de los
UPANISADAS, que reflejan la tradición védica y a la vez introducen
nuevas ideas sobre la naturaleza del alma individual (atman) y su
conexión con la realidad última (Brahman). Los Upanisadas introducen
también la doctrina -ausente todavía en los Vedas- del ciclo de
nacimiento-muerte-renacimiento (samsara), así como la esperanza de
una liberación de este ciclo de reencarnaciones.
Una de las etapas finales de la evolución del Hinduismo se refleja

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en el breve poema didáctico Bhagavad-Gita (canto del Bienaventurado),


que forma parte del gran poema épico Mahabharata (primeros siglos de
nuestra era). El Bhagavad Gita supone un punto de inflexión y un nuevo
comienzo en el desarrollo de la religión india. El poema es un diálogo
entre Krisna, encarnación de Vishnu, y su amigo Arjuna, y contiene la
revelación de Dios como amor. El Bhagavad Gita es el documento más
importante del Hinduismo, y uno de los textos de gran significado en la
historia del misticismo oriental.
Los textos que jalonan la evolución de la religión hindú -Vedas,
Upanisadas, Bhagavad-Gita- dejan ver en líneas generales lo que
parecen cuatro etapas de una historia en la que, a pesar de su gran
complejidad, se aprecian algunos rasgos bien definidos. La primera
etapa se caracteriza por un politeísmo, muy similar al de otros pueblos
indoeuropeos. Sigue luego una fase de panteísmo monista en el que el
alma individual (atman) parece identificarse con el Absoluto (Brahman).
Una tercera etapa ve desarrollarse tendencias monoteístas de gran
intensidad, así como los llamados cultos bhakti (siglos IX y s. de nuestra
era), que cultivan una espiritualidad piadosa y devota hacia la divinidad
(representada en Siva), y proponen una concepción monoteísta de Dios,
no sin influjo cristiano.
En resumen, tres períodos:
Primer período: VEDA (= saber; literatura en sánscrito). De donde
nace el vedismo. La realidad terrena, la vida y el movimiento son
apariencia engañosa y fuente de dolor, de los que sólo se puede escapar
por la renuncia y el recogimiento. Hay un principio espiritual que es el
Brahma y otro individual que es el Atman (el yo, el alma). La salvación
consiste en que el atman se fusiona con el brahma consiguiendo la
perfecta unidad con el todo y negando así las vicisitudes de la existencia.
Quien no consiga esta purificación tiene que reencarnarse según la ley
del Karma (de las acciones de la vida), hasta conseguir la purificación y
la identificación total con el brahma.
Segundo período: Reacción popular en busca de un dios más

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popular: Visnú y Siva. Visnú es la dignidad suprema del que provienen,


por emanación, divinidades inferiores femeninas. Visnú es un dios
bondadoso y tranquilizador, que interviene cada vez que se pone en
peligro el Rta. La manera más típica de hacerlo es a través de sus avatara
o descensos en medio de los hombres. La creencia más extendida es que
Vishnú ha tenido 9 avatara y aún habrá otra en el futuro. Los cuatro
primeros avatara son en forma de animal y para organizar las fuerzas
naturales: como pez, tortuga, jabalí y león. El quinto y sexto descensos
son incursiones contra el orgullo de los hombres: como enano que pone
en su lugar a un asceta que estaba ya dominando a los dioses, y como
Parasurama, rey que acaba con la violencia indiscriminada de los
tshatryas o guerreros. Su siguiente avatar es Rama, el héroe del
Ramayana, ejemplo perfecto de cómo debe cumplirse el svadharma. El
octavo avatar es Krsna, llamado también Bhagavant (= el Amado). Esta
es la modalidad de Vishnú más venerada en el hinduismo; se le
representa como un joven de piel azul, de ojos enormes y cabellos largos;
es el pastor, guerrero audaz, enamorado de todas las mujeres. Krsna
brinda una figura tierna, cercana y admirable de lo divino, además de
vincular el erotismo y el misticismo. El siguiente avatar es Buddha; esta
inclusión es tardía y representa el ejemplo perfecto de cómo el
hinduismo integra otras creencias, pues muy al inicio la oposición entre
hinduismo y budismo fue sangrienta. A partir del siglo VII, cuando el
budismo ya no era un peligro y había sido casi expulsado más allá del
Himalaya, se realizó esta integración. El décimo avatar -y último de este
universo- será Kalkin, un jinete justiciero que llegará en un caballo
blanco; un buen número de hindúes lo esperan como el Mesías, y no han
faltado intentos de identificar a Jesús de Nazareth con Kalkin (lo mismo
que con el Maitreya de los budistas). En el séquito de Vishnú están
Laksmi, su esposa, Garuda, el pájaro sol, Hanumant, el dios mono,
Ananta, la serpiente de mil cabezas, etc. Actúa en el mundo con su Sakti
(energía). Siva es también el ser supremo y señor del mundo. Siva es un
dios complejo, dual e intenso. Se le representa como un bailarín que hace

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la danza cósmica (=tandava) sobre el cuerpo del enano Maya, la ilusión


de este mundo; aparece con dos pares de brazos, un par dando el
equilibrio de la danza, y otro con la mano derecha empuñando la
campana de la creación y la izquierda el fuego de la destrucción. Es
asceta y borracho a la vez, Isvara el Señor y Kala la Muerte. Protege el
culto fálico y a la vez es Yogésvara, el príncipe de los yogis, que preside
la meditación con su tercer ojo desde el monte Kailasa. Es la síntesis
contradictoria de todos los dioses; su pareja Devi también puede ser la
bondadosa Uma o la terrorífica Kali. La mayoría de los seguidores de
alguna observancia son shivaítas. En el séquito de Siva, además de su
esposa, están también Nandi, Ganesha y los vetala (= vampiros).

Tercer período: Saktismo: corriente que hace del sakti un principio


absoluto, una energía creativa.
La salvación del yo consiste en la identificación con la divinidad.
La eternidad no es un encuentro con el amor, sino una disolución de la
personalidad, que desaparece en el todo. Se experimenta la vida como
dolor y se busca la salvación mediante la contemplación y el ascetismo
que permiten al hombre huir de la experiencia de la vida.

La cuarta etapa se prepara en el siglo XIX y se desarrolla a lo largo


del XX. Supone un intento de renovación del Hinduismo de
reafirmación de su esencia espiritual. Reformadores de las últimas
décadas, entre quienes se cuenta principalmente la figura de Gandhi
(1869-1948), han tratado de desarrollar en los hindúes un mayor sentido
de responsabilidad social y una actitud crítica hacia las castas.
Naturalmente los rasgos característicos de cada etapa coexisten unos
con otros dentro de la India, y no puede decirse que una etapa sea
sustituida si más por la siguiente.
El Hinduismo conserva, a pesar de todo, determinadas constantes,
como son las castas mismas; las técnicas del Yoga, que suministran una
descripción detallada de las medidas prácticas que debe usar el

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individuo para alcanzar la liberación del mundo del sufrimiento; y la


concepción del Karma-Samsara. En la combinación de las ideas del
Karma (ley inexorable de causa y efecto que gobierna todos los hechos
y acciones que ocurren en el universo) y del Samsara (ciclo de las
reencarnaciones), toda alteración o anomía concebibles se integran en
una interpretación omniabarcante y racional del mundo. Nada queda al
margen. Toda acción humana es un resultado necesario de anteriores
acciones humanas. La vida del individuo es un eslabón dentro de una
cadena que se extiende indefinidamente entre pasado y futuro.
La concepción del Karma-Samsara sacraliza y por tanto legitima la
realidad tal como es, así como las situaciones de todos los
estratos y castas sociales, que mantienen una
relación inmutable con el dharma eterno.
Constituye «el sistema religioso más
conservador que ha conocido jamás la historia»
[P. Berger, Para una teoría sociológica de la
religión, Barcelona 1971, 101]. Estas severas
ideas se han modificado un tanto en el
Hinduismo popular, que las ha mitigado mediante
prácticas mágicas, ejercicios devotos y místicos, intercesión ante algunas
divinidades para alterar los inexorables procesos del Karma-Samsara,
etc. Son expresiones sencillas que quieren alejarse de la fría racionalidad
que impregna las doctrinas centrales del sistema religioso hinduista

San Juan Pablo II en “Cruzando el umbral de la esperanza” afirma


sobre el hinduísmo: «En el hinduismo los hombres investigan el misterio
divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los
penetrantes esfuerzos de la filosofía; buscan la liberación de las angustias de
nuestra condición, sea mediante formas de vida ascética, sea a través de la
profunda meditación, sea en el refugio en Dios con amor y confianza. En el
hinduismo, según sus varias escuelas, se reconoce la radical insuficiencia de este
mundo mudable y se enseña un camino por el que los hombres, con corazón

17
P. Javier Andrés, mCR

devoto y confiado, se hagan capaces de adquirir el estado de liberación perfecta


o de llegar al estado de suprema iluminación por medio de su propio esfuerzo, o
con la ayuda venida de lo alto» («Nostra aetate», 2).
«El Concilio recuerda que “la Iglesia católica no rechaza nada de cuanto
hay de verdadero y santo en estas religiones. Considera con sincero respeto esos
modos de obrar y de vivir, esos preceptos y esas doctrinas que si bien en muchos
puntos difieren de lo que ella cree y propone, no pocas veces reflejan un destello
de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Pero Ella anuncia y tiene
la obligación de anunciar a Cristo, que es “camino, verdad y vida” (Juan 14,6),
en quien los hombres deben encontrar la plenitud de la vida religiosa y en quien
Dios ha reconciliado consigo mismo todas las cosas» («Nostra aetate», 2)
(páginas 95 y 96) .

Budismo

Nace en la India (500 a. C). Su


fundador es Sidharta Gautama (Buda, que
significa iluminado). Según la tradición
budista, Sidhartha nació en el año 563 a.C. y
a los pocos años perdió a su madre. Creció
en un lujo exasperante, pero luego se
entregó a las más ásperas mortificaciones,
que casi destruyeron su salud física. Una noche
(que la tradición coloca en el año 531 a.C.) se sienta a
meditar a los pies de una higuera en Gaya, junto a Benarés. Allí,
reflexionando sobre el mecanismo y la trampa de las existencias
pasadas, presentes y futuras, caminó mentalmente hacia delante y hacia
atrás, para encontrar las causas que sustentan, como raíces, el deseo y el
sufrimiento. Entonces recibió una intuición, una iluminación, y desde

18
P. Javier Andrés, mCR

aquel momento Siddhartha Gautama se convirtió en el Buda, es decir,


el "iluminado" o "el despertado".
Buda dedicará los siguientes 45 años a comunicar su intuición a los
demás hombres. Predica recorriendo el país, enviando misioneros a las
regiones vecinas. Murió hacia el año 480 a.C. en Kushingara después de
una breve enfermedad.
El Budismo surge como reacción contra el ritualismo y misticismo
de los brahmanes. La esencia de su doctrina radica en la predicación del
sufrimiento universal, expresada por las así llamadas "cuatro verdades
nobles". Por medio de ellas, Buda explica cómo todo es dolor y que la
existencia individual es su culmen. Este dolor, dukkha, posee su origen
en el deseo, en el afán de querer siempre más, de apetecer lo mejor,
codiciar vivir eternamente y ser felices sin cesar; "he ahí -explica Buda-
el origen de nuestra desgracia". Tan fuerte es la potencia del deseo en el
hombre, que sobrevive a la muerte y provoca una recaída en la
existencia, la terrible realidad de la reencarnación.
El camino de liberación de estos dolores consiste en el
desprendimiento universal. Es necesario acabar con el deseo en
nosotros, aniquilar en nosotros la misma sed de vivir y así entrar en el
estado beatificante del NIRVANA: la aniquilación total, la existencia
impersonal. Existe el nirvana, pero no existe el "yo" que entra en él.
Surge, pues, una necesidad de purificación del deseo. Se trata de
conducir el KARMA por la práctica del bien, por el camino sabio y
fundado en la experiencia.
Carece de la existencia de Dios, aunque admite la existencia de
unos DEVA, pero sometidos a un sistema de reencarnación. Carece de
oración de petición, de oración que le relacione con un ser divino
diferente.
Carece de la existencia del alma y no admite la noción de pecado
como violación del amor. Es una doctrina de la liberación humana,
realizada por las propias fuerzas. El mal del mundo sigue en el exterior,
pero no entra en mi interior.

19
P. Javier Andrés, mCR

San Juan Pablo II en “Cruzando el umbral de la esperanza” nos hace


ver que «La soteriología [doctrina de la salvación] del budismo constituye el
punto central, más aún, el único de este sistema. Sin embargo, tanto la tradición
budista como los métodos que se derivan de ella conocen casi exclusivamente
una soteriología negativa.
»La “iluminación” experimentada por Buda se reduce a la convicción de
que el mundo es malo, de que es fuente de mal y de sufrimiento para el hombre.
Para liberarse de este mal hay que liberarse del mundo; hay que romper los lazos
que nos unen con la realidad externa, por lo tanto, los lazos existentes en
nuestra misma constitución humana, en nuestra psique y en nuestro cuerpo.
Cuanto más nos liberamos de tales ligámenes, más indiferentes nos hacemos a
cuanto es el mundo, y más nos liberamos del sufrimiento, es decir, del mal que
proviene del mundo.
¿Nos acercamos a Dios de este modo? En la “iluminación” transmitida
por Buda no se habla de eso. El budismo es en gran medida un sistema “ateo”.
No nos liberamos del mal a través del bien, que proviene de Dios; nos liberamos
solamente mediante el desapego del mundo, que es malo. La plenitud de tal
desapego no es la unión con Dios, sino el llamado “nirvana”, o sea, un estado
de perfecta indiferencia respecto al mundo. Salvarse quiere decir, antes que
nada, liberarse del mal haciéndose indiferente al mundo, que es fuente de mal
(página 100).

Por su peculiariedad digamos alguna palabra sobre el


Budismo tibetano

El budismo tibetano es el budismo que se desarrolló en los


Himalayas. También conocido como lamaísmo, budismo vajrayāna o
budismo tántrico. Esta forma de budismo es seguida por el 6 % de todos
los budistas, siendo una de las escuelas budistas más practicadas y una
de las mejor conocidas en Occidente1.

1 El budismo tibetano o lamaísta es mayoritario en dos países soberanos; Bután y Mongolia, y es la segunda mayor

20
P. Javier Andrés, mCR

Asociado a este tipo de budismo aparece la figura del LAMA. En


la clásica división del budismo entre monjes y laicos, los lamas tibetanos
suponen una figura con relevancia no solo religiosa, sino que fueron
centro de la vida social y económica de Tíbet.
El budismo majaiana (‘gran vehículo’) entró en el Tíbet gracias al
gurú indio Padmasambhava en el siglo VIII. Hasta ese momento, existía
en el Tíbet una religión de carácter animista y mágico, llamada BON.
Con el auge del budismo, la religión bon no desapareció, sino que se
transformó gradualmente. Parte de la creencia bon influyó también en el
lamaísmo. La tradición majaiana no se limita a buscar la liberación
personal, sino que tiene como finalidad la liberación de todos los seres
y para ello busca alcanzar el estado de buda.
El budismo tibetano desarrolló con rapidez la enseñanza tántrica
introducida desde el norte de la India, desde la zona de Bengala y
Guyarat y que se extendió por Tíbet, Sri Lanka y China y otros lugares.
Esta enseñanza quedó integrada en un budismo llamado vashraiana o
budismo tántrico, mal llamado en Occidente «budismo esotérico». El
lamaísmo considera que el vashraiana es un tercer vehículo además de
los dos referidos en la tradición majaiana: el theravada y el propio
majaiana. El budismo vashraiana es parte del camino majaiana, sin
embargo sus practicantes no sólo buscan la iluminación para liberar del
sufrimiento a todos los seres, además desean alcanzar el estado de Buda
lo antes posible, incluso en esta misma vida.
El vashraiana sólo se conservó en el Tíbet, sur de China y Japón.
Mientras que en China y Japón son una escuela más entre otras, en el
Tíbet este tipo de budismo acabó convirtiéndose en el principal. Esto se

religión de Nepal. Es además mayoritario o la segunda religión en número de adeptos en algunas áreas del norte
de India (particularmente Ladakh, Sikkim y diversos municipios de los Himalayas indios como Dharamsala, su
sede mundial), en Buriatia, Kalmukia y Tuvá (repúblicas federadas de la Federación Rusa de etnia mongol), en
Manchuria (entre la etnia manchú) y en Mongolia Interior (entre la etnia mongol) de la República Popular de China
y por supuesto en el propio Tíbet. Básicamente, esta forma de budismo es la religión predominante de los pueblos
mongoles y tibetanos, todos los cuales reconocen al Dalái Lama como Bodhisattva y por tanto lo respetan como un
alto maestro espiritual, si bien cada una de las escuelas tiene una jerarquía distinta y un sistema propio de
enseñanza. Al tener unos 20 millones de seguidores, mayoritarios en diferentes países y regiones autónomas, es
una de las ramas más grandes e importantes del budismo.

21
P. Javier Andrés, mCR

debió, entre otras cosas, a que en el desarrollo del budismo majaiana en


el Tíbet se dio preeminencia doctrinal a partir del siglo VIII a los trabajos
procedentes de India frente a los procedentes de China. Por tanto, el
budismo [vashraiana] tiene en el Tíbet su lugar natural y principal. El
Tíbet y su capital Lhasa se convirtieron por ello en un epicentro budista
de peregrinación para muchos budistas de toda Asia.

En el budismo tibetano surgieron diversas escuelas y enfoques


doctrinales, pero varias de ellas desaparecieron o se vieron asimiladas.
Actualmente hay cuatro escuelas principales; recientemente, el
lamaísmo ha integrado la práctica de la religión bon como parte del
legado del budismo del Tíbet.
Toda su sabiduría se encuentra en El Canon tibetano que es la
colección de textos sagrados más extensa del mundo budista.
Comprende el Kanjur o “Traducción de las palabras”, que contiene
textos doctrinales y el Tanjur o colección de tratados y comentarios.
En el lamaísmo existen cuatro linajes principales y muchos otros
menores. El linaje es muy importante en el budismo tibetano, ya que
garantiza que las enseñanzas están vivas, es decir, que se han
transmitido de maestro a discípulo desde tiempos de Buda y que
siempre se ha hecho de forma pura, realizando completamente su
comprensión.
En el siglo VIII surge la escuela Nyingma o "de los Nyingmapas",
también llamada "de los gorras rojas". Fundada en el S. VIII a partir del
legado de los primeros introductores del budismo en el Tíbet. El maestro
indio Padmasambhava fue el primero que según la tradición tibetana
sometió a las deidades de la naturaleza del Tíbet y otras fuerzas,
haciendo al budismo religión oficial.
En el siglo IX apareció la tradición Kagyu (tradición oral) también
conocida como gorras negras. Fundada por Gampopa, uno de los
discípulos del santo y poeta tibetano Milarepa (1040-1123), a partir de
las enseñanzas esotéricas y contemplativas derivadas de los mahasidas

22
P. Javier Andrés, mCR

indios Tilopa y Naropa llevadas al Tíbet por Marpa, el maestro de


Milarepa. La Escuela kagyu de los Karma Kagyu está dirigida por S.S.
Karmapa. Es la escuela oficial y mayoritaria en Bután.
En el siglo XI surgió la escuela sakia (denominada así por su
monasterio de origen) fundada por Konchok Gyalpo. Sus principales
maestros descienden de los primeros discípulos de los maestros indios
Padmasambhava y Shantarakshita y procedían de una familia de las
clases dirigentes, los Khön, de la región meridional de Tsang. Su
dirigente es el Sakia Trinzin.
En el siglo XIV y a raíz de la reforma espiritual del Lama Je
Tsongkhapa —considerado una emanación del Buda de la Sabiduría,
Manjushri—, nació a partir de la tradición kadampa la orden de los
Gelug o Geluk-pa, llamados los gorros amarillos. Lama Tsongkhapa
(1357-1415) fue un renovador de las enseñanzas del gran maestro
bengalí del S. XI, Atisha. Je Tsongkhapa hizo todos los esfuerzos
posibles para aglutinar un enfoque más ortodoxo y agrupador de las
enseñanzas del Tíbet. Su dirigente es el dalái lama. Es mayoritaria en
Mongolia y el sur de Rusia.
Traducido generalmente como «océano de sabiduría», este título
fue forjado por el jefe mongol Altan Khan (Altan Jan, en castellano) al
aceptar a Sonam Gyatso como maestro excepcional. Sería la
reencarnación de buda en la Tierra, alentando al pueblo mongol a la
conversión al budismo vajrayāna. Nótese que en este caso, dalay era la
traducción de Gyam-tsho (Gyatso), el apellido de los dalái lamas.
Los budistas tibetanos consideran que los dalái lamas son
encarnaciones del Avalokiteśvara (el Bodhisattva patrono del Tíbet), y
creen que, tras su muerte, su conciencia sutil tarda un intervalo de
cuarenta y nueve días, a lo sumo, para encarnarse de nuevo en un
infante que ya desde su nacimiento puede dar señales de su carácter
especial. Avalokiteśvara es una deidad importante para el budismo
tibetano y es considerado en las enseñanzas vajrayāna como un buda.

23
P. Javier Andrés, mCR

En cambio, para las enseñanzas mahāyāna es visto más bien como un


bodhisattva de elevado nivel.
Tras la muerte del dalái lama, el panchen lama se encarga de
reconocer su reencarnación o tulku (por lo general es un niño) mediante
las señales establecidas y este pasa a ser el nuevo dalái lama. A su vez,
el dalái lama debe reconocer a la reencarnación del Panchen Lama tras
la muerte de este.

Tradicionalmente, el dalái lama ha sido el líder espiritual y


temporal del Tíbet. También es el líder espiritual de todos los seguidores
del lamaísmo o budismo tibetano, tanto en los países de mayoría
lamaísta, como Mongolia o Bután, como entre las comunidades de
budistas tibetanos de todo el mundo. Sin embargo, muchos países
lamaístas como Bután y Mongolia también tienen líderes locales -
elegidos de forma similar al dalái lama y considerados la encarnación
de deidades- que representan parte de la estructura administrativa de
todo el budismo tibetano a nivel mundial como es el caso del Je Khempo
en Bután y del Jebtsundamba Khutuktu en el budismo mongol.
El dalái lama era a su vez, el jefe supremo de una monarquía feudal
teocrática absolutista, que duró hasta la invasión del Tíbet por parte de
China en 1950. Los Lamas eran considerados como parte de la élite
dentro del sistema de organización feudal de la sociedad tibetana,
donde la vasta mayoría de la población estaba compuesta por siervos, y
donde un 5% de la misma estaba al servicio de los Lamas. El dalái lama
vivía en el palacio Potala de 1000 habitaciones situado en la ciudad de
Lhasa. Después de la invasión China, el dalái lama tuvo que exiliarse y
organizar una resistencia pacífica desde el exterior, en la ciudad de
Dharamsala.

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P. Javier Andrés, mCR

Jainismo

Junto con el Hinduismo y el Budismo, el Jainismo es una de las tres


grandes religiones nacidas en la India.
En el reino de Magadha, que se había afianzado en la llanura de la
oriental del Ganges, surgieron dos nuevas religiones, el jainismo y el
budismo, como reacción frente a los abusos de la religión imperante, el
brahmanismo, que había permitido a los sacerdotes dominar todos los
aspectos de la vida social.

Reino de Magadha
en India, en el siglo V
a. C., antes de su
expansión

Mucho más
tarde, durante los
primeros siglos de la
era cristiana, que
asistiría al auge del
hinduismo en la
India, una rama
avanzada del brahmanismo que, con el tiempo, ha permanecido como
la religión dominante en este país.
El Jainismo surgió en el siglo VI a.C. como protesta contra el
ritualismo Védico. Fue fundado por Mahavira, contemporáneo de
Siddharta Gautama, fundador del Budismo. Hoy es todavía una religión

25
P. Javier Andrés, mCR

viva, con más de dos millones de seguidores, diseminados en casi todos


los estados de la India, aunque concentrados de modo especial en el
oeste del país. Se considera una religión sin dioses, que insiste
fundamentalmente en dos puntos focales: la ascesis y la primacía de lo
espiritual.
El movimiento jainista contaba con una larga historia antes de la
aparición de su profeta Mahavira o Vardhamana, que significa "el que
crece". Según la tradición jainista, cuando Mahavira apareció sobre la
tierra se habían pasado antes por ella 23 profetas. Sus adeptos iniciaron
el cómputo del tiempo el año de su muerte y lo llamaron Jina, "el
victorioso", el hombre que había dominado sus dos anteriores y
alcanzado otro superior.
Su doctrina, luego denominada jainismo, era una religión
moralista. Defendía la idea de un mundo eterno que no está dirigido por
dios alguno, sino por leyes naturales y morales.
Aunque en una gran existencia de un ser o seres trascendentes, el
jainismo considera que la intervención directa de lo sobrenatural y de
los dioses no afecta la vida del hombre. Éste se perfecciona por los actos
que realiza lo largo de su vida y su destino está sujeto al karma (los
resultados de su conducta).
El núcleo ético del Jainismo es la doctrina de la ahimsa, que prohíbe
cualquier lesión y sacrificio de seres vivos. Su ideal moral es la
perfección de la naturaleza humana, que debe conseguirse
preferentemente mediante prácticas ascéticas y una vida de tipo
monástico.
Los jainas han llegado a tener en la India una cierta importancia
cultural y cuentan con una extensa producción literaria en campos
diversos: textos canónicos, biografías, poemas didácticos, y obras de
ciencia y filosofía. Los miembros de la comunidad jain, a quienes sus
creencias impiden el ejercicio de la agricultura y de la ganadería, se
dedican de modo casi exclusivo al comercio, en el que han logrado un
lugar de importancia. La comunidad se compone de monjes y laicos.

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P. Javier Andrés, mCR

Confucionismo

El término Confucionismo fue usado por primera vez por


misioneros jesuitas en el siglo XVI, y sirve desde entonces para designar
el pensamiento de Confucio (filósofo y gobernante chino 551-478 a. C).
Las enseñanzas de éste contienen mucho más una ética y un humanismo
que una religión propiamente dicha. Confucio no era un profeta ni
pretendía comunicar ninguna revelación de lo alto. Era un hombre
profundamente tradicional, que se enorgullecía de ser un transmisor y
un amante de la antigüedad. Sus doctrinas contribuyen a mantener
vivos los cultos de veneración de los antepasados, y el llamado culto del
cielo, referido a los emperadores.
El Confucianismo se extendió al Vietnam y al Japón, donde
muchos shintoistas y budistas se declaran también confucianos. El
acento del Confucianismo no se coloca en lo esotérico ni tampoco en lo
sobrenatural, sino en los ritos, en el comportamiento personal, y en el
cumplimiento de los deberes sociales. Cada hombre ha de cumplir
honestamente su obligación en el estado y situación de vida al que ha
sido llamado por el cielo. La exaltación de la piedad filial, como la gran
virtud enseñada por Confucio, ha suministrado una base firme para la
autoridad paterna en el orden social confuciano.
A Confucio se atribuyen los Analecta, una guía de instrucción
moral que insiste en el gobierno de la sociedad a través de un sistema
cuidadosamente definido de relaciones sociales y familiares.
Los Analecta fueron traducidos al latín por misioneros de la Compañía
de Jesús en el siglo XVII.

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P. Javier Andrés, mCR

Confucio gozó de buena fama y de buena


reputación entre los suyos hasta el punto de
llegar a ser adorado en templos propios como
santo nacional, aunque hoy día ya no es así. Sus
templos sirven más que de lugares de
adoración y alabanza, de reuniones religiosas.
Su doctrina religiosa ha sido profesada
principalmente por chinos y japoneses.
Los principios del confucionismo están
recogidos en los nueve libros antiguos chinos
transmitidos por el maestro y sus seguidores,
que vivieron en una época de gran inquietud
filosófica. Estos escritos pueden dividirse en
dos grupos: los Cinco Clásicos (Los Wujing o Wu
king) y los Cuatro Libros (Los Sishu). La clave de la ética confuciana es
jen, traducido de diversos modos como 'intuición humana', 'amor',
'bondad' y 'humanidad'. Jen es una virtud suprema que representa las
mejores cualidades humanas.
En las relaciones humanas, aquellas que se construyen entre una
persona y otra, jen se manifiesta en chung, o la fidelidad a uno mismo y
a los demás, y shu, o altruismo, mejor expresado en la regla de oro del
confucionismo: "No hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti
mismo". Otros valores virtuosos importantes en el confucianismo son la
honradez, la decencia, la integridad y la devoción filial. Quien posea
todas estas virtudes será un chün-tzu (caballero perfecto).
En el plano político, Confucio defendía un gobierno paternalista en
el que el soberano fuera benévolo y honorable y los súbditos respetuosos
y obedientes. El estadista debe cultivar la perfección moral para dar
buen ejemplo a la gente.
En educación Confucio apoyó la teoría, notable para el periodo
feudal en que vivió, resumido en el principio: "en educación, no hay
diferencia de clases".

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P. Javier Andrés, mCR

Sus cinco principios:


1.- relación de justicia entre príncipes y súbditos.
2.- relación de mutuo amor entre padres e hijos.
3.- conjunto de deberes entre el hombre y la mujer.
4.- observancia de las normas de comportamiento, basadas en la
edad (ancianos-jóvenes).
5.- relación de lealtad entre los amigos.
La sabiduría de Confucio se ha hecho proverbial en muchas
culturas.
El Confucionismo reconoce al Dios del cielo y al Soberano de la tierra,
que significan las dos divinidades antiguas a las que se le ofrecen
sacrificios y van dirigidos sus ritos.
El representante del Dios del Cielo en la tierra es el Emperador. La
otra divinidad tiene a sus órdenes otra serie de dioses regionales y
locales.
En el siglo anterior a nuestra era, fue elevado el Confucionismo a
Religión del Estado y tuvo que luchar contra el Taoísmo, otra religión
llena de supersticiones fundada por Lao-Tse, contemporáneo de
Confucio. Persistió como Religión oficial hasta 1912,en que tuvo lugar el
cambio político en China, y su enseñanza dejó de ser obligatoria en las
escuelas.
Con estas religiones se mezcló, durante el primer siglo de nuestra
era, la religión budista, procedente de la India, la cual se extendió
rápidamente por todo el país.

Taoísmo

El término deriva del vocablo tao, que significa la vía. Esta religión,
nacida en China, suele vincularse al nombre de Lao-Tse (o Laozi), un
personaje del que nada se sabe con certeza. Una leyenda le hace
contemporáneo de Confucio, pero este hecho no ha podido ser

29
P. Javier Andrés, mCR

comprobado críticamente.
Parece ser que el Taoísmo (o Daoísmo) emerge en los primeros
siglos de nuestra era como religión del pueblo chino, distinguiéndose
expresamente del culto imperial, de la religión popular y del Budismo.
Nunca llegó a igualar en importancia al Confucionismo, pero dejó de ser
una pequeña secta en una región aislada del país, para convertirse en
una religión con templos diseminados a lo largo y ancho de toda China.
El Taoísmo es la religión cuya doctrina central es la idea de que un
primordial y eterno Tao actúa en la historia humana, y lo hace
directamente a través de sus manifestaciones o hipóstasis -
particularmente Laozi-, e indirectamente a través de un panteón o
conjunto de divinidades. El Tao es la base del orden humano, y el modo
en que el mundo opera cuando los hombres no interfieren su curso
majestuoso.
Este Tao inmanente, y discernible por quién está dotado de una
especial percepción mística, experimenta transformaciones que le
pueden encarnarse en la historia humana mediante avatares o seres
especialmente dispuestos por el orden divino. El Tao es en último
término indefinible, pero es la fuente inalterable de todo lo que vive y
se mueve, y la norma preordenada de toda conducta humana.
Esta doctrina fuertemente individualista se distingue por sus
marcados rasgos esotéricos y misteriosos, así como por un misticismo
natural en el que el individuo trata de conformarse con el orden
cósmico, y cree disolverse en el todo. La orientación y el tono religiosos
del Taoísmo tienen poco en común con el carácter ético y pedagógico de
las enseñanzas de Confucio.
Los taoístas no reconocen el tema del bien contra el mal; en lugar
de ello, ven la interdependencia de todas las dualidades, así como el
concepto de los opuestos del yin y el yang. Toda acción tiene cierto
aspecto negativo (yin) y cierto aspecto positivo (yang) en sí misma. Por
lo tanto, cuando etiquetas algo como bueno, automáticamente creas el
mal. Los taoístas tampoco aceptan la dualidad de salvación-

30
P. Javier Andrés, mCR

condenación. No existe concepto de Cielo o Infierno, el objetivo final es


regresar al Tao, la fuerza universal de vida. Vivir simplemente en
armonía con el Tao y no perseguir excesivamente la riqueza material, el
estatus o el prestigio, te llevará a una vida feliz.
Los taoístas creen que hay tres valores, tres joyas, por las cuales
todo taoísta debe vivir: compasión, moderación y humildad. El aspecto
religioso del taoísmo es politeísta. Hay una serie de deidades, y los
taoístas creen que cada una de ellas es la manifestación de algún aspecto
del Tao. Sin embargo, los taoístas no adoran a estas deidades, no las
personifican ni creen que ellas puedan resolver ninguno de los
problemas de sus vidas. Los taoístas resuelven sus problemas a través
de la meditación y la observación.
El corazón del ritual taoísta es el concepto de poner orden y
armonía en el cosmos en su conjunto. Los rituales taoístas incluyen
purificación, meditación y ofrendas a las múltiples deidades. Los
detalles de los rituales a menudo son muy complejos y técnicos y, por
ello, normalmente son dejados a los sacerdotes, mientras que la
congregación tiene un papel mínimo en ellos. Los rituales involucran a
sacerdotes (y asistentes) cantando, bailando y tocando instrumentos
(principalmente de viento y percusión). El taoísmo también involucra
varias prácticas físicas, ejercicios de respiración, masajes, artes
marciales, yoga y meditación. Estos están diseñados para transformar a
la persona tanto mental como físicamente y brindarle armonía con el
Tao.

Shintoísmo

La antigua religión autóctona del Japón es principalmente una


práctica ceremonial, y ha experimentado una honda evolución a lo largo
del tiempo, siempre en el marco de los cambios políticos del país. Ha
servido con gran frecuencia de apoyo a la autoridad de los poderes
dominantes en diversos momentos de la historia del Japón. Su origen se

31
P. Javier Andrés, mCR

remonta a los mitos y prácticas religiosas de los antiguos habitantes del


archipiélago.
La palabra shinto está compuesto por dos caracteres o kanji: 神
Shin, que hace referencia al término kami, dios o espíritu; y 道 tō, que
hace referencia al término michi, camino. Es por esto que muchas veces
se traduce como el camino de los kami.
Al igual que ocurre en China o Corea, en el Japón actual no hay
ningún impedimento en considerarse sintoísta y a la vez acudir a
templos budistas o confucianos. Tampoco existe ninguna figura
fundadora como en otras religiones.
El sintoísmo implica creer en la existencia de los kami, la
realización de ritos conforme a la voluntad de ellos y una vida espiritual
a través del respeto y veneración del kami. Se trata de una amalgama de
actitudes, ideas y comportamientos que durante más de dos mil años se
ha convertido en una parte esencial del pueblo japonés; una fe personal
y un modo de vida comunitario que se ajusta a la voluntad del kami.
El Shinto es una religión cósmica. Se encuentra en el corazón de la
cultura y del alma japonesas. Parece que los japoneses de la antigüedad
nunca se vieron a sí mismos como algo separado del mundo en su
totalidad y de los ritmos naturales de la naturaleza. Ni establecieron por
lo tanto una línea clara de distinción entre los dominios terrenos y los
celestiales. Un elemento central del Shinto es la creencia en Kami, que
viene a significar dios o dioses, y se refiere en general a lo que es
superior o divino. Kami indica en definitiva cualquier realidad
extraordinaria, capaz de suscitar en el hombre respeto y reverencia. La
presencia generalizada de los Kami en montañas, arboles, plantas,
animales, ríos, etc.. hacen del mundo un universo animado y de algún
modo "encantado", poblado de fuerzas y energías cósmicas que tienen
que ver con la existencia humana en un plano benévolo y a veces
negativo.

32
P. Javier Andrés, mCR

El viejo culto shintoísta atribuye gran importancia a la cuidadosa


práctica de los ritos y sobre todo a la eficacia mágica del lenguaje
hablado y de las fórmulas sagradas. Revisten considerable significación
las abluciones de los sacerdotes y la recitación precisa de las súplicas
dirigidas a los Kami protectores, que solían contener alabanzas, mención
de dones ofrecidos, y los nombres de las personas que los ofrecían.
El eje externo de la vida religiosa del Shinto es el templo, lugar de
culto o santuario, en el que la divinidad protectora se halla
habitualmente presente o es invocada en el momento de la oración para
que venga de otro mundo (los montes, el mar, el cielo). La entrada en el
templo está constituida por el conocido pórtico con la poderosa viga
larguero combado hacia arriba en los dos extremos, y que simboliza el
Shinto en general.
Si hay algo en donde se mimetiza el sintoísmo con la cultura
japonesa es en su mitología, pues muchos (por no decir todos) los dioses
y seres sobrenaturales de la mitología japonesa forman parte del
sintoísmo y son venerados por sus seguidores. Las leyendas y mitos de
los kami nos describen la creación y orígenes de la tierra. Por ejemplo, en
el periodo legendario conocido como La edad de los kami se narra el
origen y las bases de su estructura social. Este periodo se menciona en
el registro histórico más antiguo que se tiene de Japón, Registro de cosas
こじき
antiguas (Kojiki 古事記). En él se mencionan a dioses como Izanagi-no-
mikoto y Izanami-no-mikoto, los creadores del archipiélago japonés y
de otros muchos dioses, entre ellos: la Diosa del Sol, la diosa de la
Luna (encargada del reino de la oscuridad), o el kami de la Alta
Planicie Celestial (a cargo de la tierra).
El Gran Santuario de Ise en la prefectura de Mie es el mayor
exponente del estilo arquitectónico antiguo japonés y de los rituales más
tradicionales. Está consagrado a la Diosa del Sol (Amaterasu) y es
considerado protector de toda la nación (Fotografía por @Aleksander
Dragnes, Flickr)

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P. Javier Andrés, mCR

El nieto de la Diosa del Sol recibió instrucciones para descender a


la tierra y gobernar Japón. Como símbolo de su autoridad, se le
concedieron 3 tesoros divinos: un espejo, una espada y una joya de jade.
De este modo, el sintoísmo ha enseñado al pueblo japonés que
fueron directamente creados por los dioses, y que los emperadores eran
descendientes directos de Amaterasu (天照), la Diosa del Sol. Es aquí
cuando aparece uno de los aspectos más controvertidos y recientes del
sintoísmo: su relación con el nacionalismo japonés la política a partir del
periodo Meiji. Este mito concedió una posición especial al emperador,
que en algunas épocas de la historia fue considerado como un dios
viviente, y la raza japonesa como una raza superior, procedente de los
dioses, lo que dio pie a las atrocidades cometidas por el Imperio japonés
por Asia antes de ser derrotados en la Segunda Guerra Mundial.
Como hemos mencionado, el sintoísmo carece de
escrituras similares a las que podemos encontrar en otras religiones. No
obstante, sí que existen algunos textos antiguos que proporcionan una
base histórica y espiritual, que hacen referencia a la familia imperial y a
los diversos clanes que dieron forma a la nación japonesa y sus
privilegios, a los ritos y a las prácticas sintoístas antiguas. Todos estos
textos reflejan la forma más antigua de veneración de los kami:
こじき
 Kojiki (古事記): el registro más antiguo de Japón, del año 712,
fue escrito en japonés arcaico con ideogramas chinos, y proporciona
información sobre las prácticas y rituales tempranos.
にほんしょき
 Nihon Shoki (日本書紀): apareció ocho años más tarde que el
anterior, está escrito en chino y contiene más detalles y distantes
versiones sobre los relatos mitológicos de algunos sucesos.
くじき
 Kujiki (旧事記)
こごしゅうい
 Kogoshūi (古語拾遺): del año 807, aporta información sobre los
inicios del sintoísmo.

34
P. Javier Andrés, mCR

こごしゅうい
 Engi shiki (延喜式): del año 927, es la principal fuente sobre el
sintoísmo primitivo, las oraciones ceremoniales, los ritos y la
administración de asuntos religiosos.
En el Japón tradicional, los templos dedicados a los dioses
sintoístas eran los lugares de vida en comunidad. A ellos se dirigían
todos los miembros de una comunidad para pedir al kami, hacer
ofrendas, realizar festivales durante todo el año.
El papel de los templos y los kami como guardianes se sigue
practicando, y muchas compañías construyen templos en los que se
venera a los kami protectores de sus negocios.

Tipos de sintoísmo
Sokyo Ono ha diferenciado en su libro la vía de los kami varios tipos
de sintoísmo según su función en la sociedad japonesa:
 Sintoísmo popular: es el menos evidente de todos, el culto a los
kami enraizado en la vida diaria de la gente, en las fiestas tradicionales,
que puede ser entendido como fe popular por algunos o como
superstición por otros.
 Sintoísmo doméstico: son las prácticas religiosas que se realizan

en el altar de cada vivienda, el culto en el hogar.


 Sintoísmo sectario: son los distintos grupos o sectas que
surgieron con la nacionalización del sintoísmo por el gobierno Meiji
(1868-1912) y convertirse en una religión de estado imitando a los países
europeos colonialistas.
 Sintoísmo de la Casa Imperial: podemos denominar así a los
ritos que se realizan en los tres santuarios ubicados dentro del Palacio
Imperial de Tokio, de uso exclusivo para la familia imperial. Una de las
prácticas habituales es el envío de mensajeros para realizar ofrendas en
determinados templos y mausoleos relacionados con la casa real.
 Sintoísmo de Santuario: es el tipo de fe más antiguo y más
extendido en Japón. Gira en torno a los kami que habitan en los templo

35
P. Javier Andrés, mCR

じんじゃ
sintoísta o Jinja (神社) y dedicados a la vida en comunidad, los ritos y
festivales, la oración y la devoción… Después de la Segunda Guerra
Mundial, los templos sintoístas se convirtieron en instituciones
privadas, financiadas por una comunidad determinada, y dejaron de
depender del gobierno.

A partir de los siglos V y VI de nuestra era, el Shintoísmo sufrió


cambios importantes por influencias confucianas y budistas,
procedentes de China y Corea, y hubo de hacer frente sobre todo a la
competencia religiosa del Budismo mahayana en el siglo VIII y
siguientes. En el siglo IX, escritores budistas interpretaron los Kami
como manifestación del Buda, estableciendo así las bases para la
coexistencia de ambas religiones.
Restauraciones periódicas del Shinto por motivos políticos se han
sucedido a partir del medioevo, y culminan en el siglo XIX con el
gobierno Meiji2 que se apoyó en el Shinto como religión nacional para
unificar ideológicamente el nuevo estado unitario. El sacerdocio y el
culto shintoístas fueron separados drásticamente del Budismo, y en 1871
2 En plena etapa de expansión comercial y territorial del capitalismo, Gran Bretaña, Estados Unidos y Holanda le
exigieron a Japón la cesión de ventajas económicas. Por ello, hacia mediados del siglo XIX, Japón fue “invadida”
por comerciantes y mercaderes occidentales. Frente a esta situación, el gobierno imperial realizó profundas
reformas que crearon un nuevo Estado en el Japón.
En 1868 el emperador Mutsu-Hito Meiji asumió el control político de todo el país. Obligó a los señores
feudales a entregar sus tierras y los nombró como gobernadores de provincia a sueldo del imperio. Abolió la
servidumbre, entregó tierras en arrendamiento para el cultivo, estableció el servicio militar obligatorio, terminando
así con los ejércitos privados. También en este período —llamado la era Meiji (1868-1912)— se impulsaron nuevas
actividades económicas. Debido a la escasez de hierro y de carbón, las primeras industrias que se desarrollaron
fueron las del algodón y de la seda. No requerían una gran maquinaria, pero sí una abundante mano de obra.
Con el tiempo, el crecimiento de estas actividades permitió a Japón acumular capitales para luego
desarrollar otras industrias. Se abolió el feudalismo, se erradicaron las restricciones sobre el comercio exterior y a
los cristianos, antaño víctimas de persecución y tortura, se les permitió practicar su religión. Grupos de japoneses
visitaron Estados Unidos y Europa. Estudiaron las instituciones estatales, para elegir los métodos que mejor se
adaptaran a las necesidades de su país. La constitución estuvo especialmente influida por la de Alemania; y el
sistema penal fue una adaptación del francés.
En lo político, también penetraron las ideas liberales de Occidente, aunque perduraron características
orientales —el emperador era considerado una finura divina— se estableció una monarquía constitucional
hereditaria y dos cámaras de representantes. El emperador se constituyó en la suprema autoridad.
Este proceso de reformas liberales, que duró algunas décadas, le otorgó al Japón un lugar en el mundo
capitalista e impidió que se convirtiera en una colonia de Occidente.

36
P. Javier Andrés, mCR

se legisló que todo japonés debía pertenecer a la comunidad de un


templo. El fracaso de estas medidas condujo de hecho a una situación
de sincretismo religioso. En 1945 fueron abolidos el control y la
promoción del Shinto por parte del Estado. Actualmente existen en el
Japón unos ochenta mil templos, veinte mil sacerdotes, y más de ochenta
millones de fieles, muchos de los cuales se declaran también confucianos
y budistas.
En la actualidad, existen unos 80.000 templos sintoístas afiliados a
la Asociación de Santuarios Sintoístas de Japón, una asociación que se
encarga de realizar actividades de enseñanza, cooperación e
investigación en torno al sintoísmo.
Los templos están administrados por sacerdotes sintoístas
y fieles, que por medio de donaciones privadas y ofrendas recaudan
fondos para el mantenimiento de los edificios y sus viviendas.
Existe una única universidad en Japón que forma a los futuros
sacerdotes o investigadores sobre el sintoísmo llamada Universidad
Kokugakuin.
También existe una publicación semanal especializada en el
mundo sintoísta, llamada Jinja shinpō [神社新報], una especie de
portavoz no oficial del mundo sintoísta.

El Judaísmo

1:1 Primera Lectura


En el principio creó Dios los cielos y
la tierra.
Bereshit bara Elohim et hashamayim
ve'et ha'arets.
1:2 Y la tierra estaba vana y
vacía, y (había) oscuridad sobre la
faz del abismo, y el espíritu de Dios

37
P. Javier Andrés, mCR

se cernía sobre la faz de las aguas.


Veha'arets hayetah tohu vavohu
Es una religión monoteísta vechoshech al-peney tehom veruach
Elohim merachefet al-peney
que tiene sus orígenes hace unos hamayim.
4.000 años. Los judíos creen que 1:3 Y dijo Dios: Haya luz, y hubo
Dios, el Único y poderoso, eligió a luz.
Vayomer Elohim yehi-or vayehi-or.
Abraham, le pidió que se pusiera
en camino, le prometió una Tierra (Palestina) y hacerlo padre de un gran
pueblo: los hebreos.
Los descendientes de Abraham se establecieron en Egipto, donde
con el paso del tiempo fueron hechos esclavos por los faraones durante
400 años. Sin embargo, Dios escuchó los clamores de su pueblo y eligió
a Moisés para liberar a los hebreos de la esclavitud (después de enviar
una serie de plagas a los egipcios) y conducirlos a la Tierra Prometida.
Durante 40 años el pueblo caminó por el desierto, lo que les permitió
formarse como un pueblo. Recibieron de Dios la Torá (la ley), que
incluía los diez mandamientos. Los israelitas aceptan los mandamientos
y reconocen que no hay otro Dios fuera de Yahveh.
Esta revelación primitiva compone tres partes bien diferenciadas:
1. El dogma que comprende las principales verdades reveladas: La
existencia de un solo Dios, su Divina Providencia, su infinita
perfección; la creación del mundo, la formación del hombre a
imagen de Dios; su destino sobrenatural, la caída del primer
hombre y el pecado original; la promesa de un redentor.
2. La moral, que comprende la ley natural, formulada en el Decálogo
y reducida en los Diez mandamientos. También hay un sinnúmero
de preceptos positivos tales como: los sacrificios ofrecidos como
figura de la Redención; la santificación del día séptimo, la
celebración de la Pascua....
3. El culto de esa religión primitiva se centraba en la oración y el
sacrificio.

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P. Javier Andrés, mCR

Todas sus enseñanzas se encuentran en un libro llamado Biblia. Se


divide en tres secciones:
- Torá (libros de la Ley), que Yahveh entregó a su pueblo por medio
de Moisés, y que está contenida en los libros del Génesis, Éxodo,
Levítico, Números y Deuteronomio.
- Neviim (libros de los Profetas), como Josué, Isaías, Jeremías,
Amós, Nahum, Oseas, Malaquías, etc. Los profetas fueron personas
elegidas por Dios, según su gracia, para que anunciaran al pueblo y/o a
los reyes un mensaje de parte de Yahveh, que podía ser sobre la
observancia de la ley, normas de comportamiento, anuncios de paz y
salvación.
- Kethuvim o libros de obras poéticas como los Salmos (del rey
David), los Proverbios, el Cantar de los Cantares, Eclesiastés; y libros
históricos como el primer y segundo libro de las Crónicas.
Pero no es el único libro la Biblia; existen otros como el Talmud
(ley oral), que consiste en una serie de comentarios y explicaciones
específicas sobre cómo observar y dar cumplimiento a la ley.
Generalmente se divide en dos partes principales: la Misná (serie de
comentarios que realizaron los rabinos llamados maestros o tannaim) y
la Gemara (colección de comentarios que realizan rabinos sobre la
Misná).
Algunas de sus festividades más importantes son el Sabbath –
sábado- (día de descanso en la semana, pues es el día que Dios mandó
santificar, luego de trabajar seis días. Este día los judíos asisten a la
sinagoga, donde leen la Torá y realizan oraciones); el Yom Kippur o Día
del perdón, que es un día de expiación, muy solemne, en que los judíos
no trabajan, se reúnen en las sinagogas y realizan ayuno y autoexamen.
Y, por último, el Pésaj o pascua, la fiesta más antigua e importante que
celebran los judíos, al conmemorar el paso de Dios, liberando a Israel de
la esclavitud en Egipto. El pésaj se celebra el 14 del mes de Nisán.
La sinagoga es el lugar físico que sirve a los judíos para dar culto a
Yahveh; su punto central es el Arca Sagrada que contiene los rollos de

39
P. Javier Andrés, mCR

la Torá y está en dirección hacia el monte del templo de Jerusalén. A la


sinagoga asisten hombres y mujeres, que se cubren la cabeza y se sientan
separados. Los servicios religiosos generalmente son conducidos por un
rabino (maestro) y las oraciones se realizan tres veces al día.
Sobre el judaísmo, el papa san Juan Pablo II afirmó en “Cruzando
el umbral de la esperanza”: «Las palabras de la “Nostra aetate” suponen un
verdadero cambio. El Concilio dice: “La Iglesia de Cristo reconoce que,
efectivamente, los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya, según
el misterio divino de salvación, en los Patriarcas, Moisés y los Profetas. […]
Por eso, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la revelación del Antiguo
Testamento por medio de aquel pueblo con el que Dios, en su inefable
misericordia, se dignó sellar la Alianza Antigua, y que se nutre de la raíz del
buen olivo en el que han sido injertados los ramos del olivo silvestre que son los
gentiles. […] Por consiguiente, siendo tan grande el patrimonio espiritual
común a los cristianos y a los hebreos, este Sacro Concilio quiere promover y
recomendar entre ellos el mutuo conocimiento y estima, que se consigue sobre
todo por medio de los estudios bíblicos y de un fraterno diálogo” (n. 4).
»Tras las palabras de la declaración conciliar está la experiencia de muchos
hombres, tanto judíos como cristianos. Está también mi experiencia personal
desde los primerísimos años de mi vida en mi ciudad natal. Recuerdo sobre todo
la escuela elemental de Wadowice, en la que, en mi clase, al menos una cuarta
parte de los alumnos estaba compuesta por chicos judíos. Y quiero ahora
mencionar mi amistad, en aquellos tiempos escolares, con uno de ellos, Jerzy
Kluger. Amistad que ha continuado desde los bancos de la escuela hasta hoy.
Tengo viva ante mis ojos la imagen de los judíos que cada sábado se dirigían a
la sinagoga, situada detrás de nuestro gimnasio. Ambos grupos religiosos,
católicos y judíos, estaban unidos, supongo, por la conciencia de estar rezando
al mismo Dios. A pesar de la diversidad de lenguaje, las oraciones en la iglesia
y en la sinagoga estaban basadas, en considerable medida, en los mismos textos»
[…].
«Este extraordinario pueblo continúa llevando dentro de sí mismo las
señales de la elección divina. Lo dije una vez hablando con un político israelí, el
cual estuvo plenamente de acuerdo conmigo. Sólo añadió: “¡Si esto fuera menos

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P. Javier Andrés, mCR

costoso…!” Realmente, Israel ha pagado un alto precio por su propia “elección”.


Quizá debido a eso se ha hecho más semejante al Hijo del hombre, quien, según
la carne, era también Hijo de Israel; el dos mil aniversario de Su venida al
mundo será fiesta también para los judíos» […].
«Cuándo podrá el pueblo de la Antigua Alianza reconocerse en la Nueva
es, naturalmente, una cuestión que hay que dejar en manos del Espíritu Santo.
Nosotros, hombres, intentemos sólo no obstaculizar el camino» (páginas 109,
110, 112).

Islamismo

El islamismo nace en Arabia, a


principios del S. VII, cuando Mahoma,
sintiendo la llamada de predicar el
monoteísmo, comienza en La Meca su propaganda. Era un político y un
guerrero, que hubo de dedicar mucho de su vida a batallar contra
enemigos numerosos, lo cual puede haber dejado en el Islam una
impronta militante y eventualmente agresiva.
Mahoma era pastor. Desde los 15 años inició sus viajes con los
comerciantes de su tribu; llegó a ser jefe de caravana. Por ellos conoció
el Judaísmo y el Cristianismo. Allí fue surgiendo la idea de la unificación
de toda Arabia. Se casó a los 24 años y se retiró a una caverna donde dijo
tener éxtasis y visiones. Según él, se le apareció el Arcángel Gabriel de
parte de Alá, quien lo eligió para ser Profeta. Tenía 30 años cuando, con
sus primeros adeptos, su familia, empezó sus predicaciones. Sufrió la
oposición de la tribu de La Meca, por lo cual, muerto su protector, huyó
de allí en el 622. Buscó refugio en la ciudad rival de La Meca, Medina.
Mahoma unificó las tribus dispersas mediante guerras, pactos o

41
P. Javier Andrés, mCR

matrimonios. En el 632 conquistó La Meca y el santuario y organizó la


nueva religión por él fundada. Después de su muerte (632), el Islam se
difundió por Siria, Persia, Egipto, norte de África. Gracias a la debilidad
de los Imperios bizantino, persa y visigótico, el Islam se expandió con
facilidad, sobre todo, por la península Ibérica hasta los Pirineos. Reinó
en la corte de Medina del 632 al 661; el Imperio omeya, con sede en
Damasco (Siria), del 661 al 750. En el 750 se desmembró el Imperio en
tres Califatos: Bagdad (750-1258), El Cairo (999-1171) y Córdoba (755-
1031). En el siglo XI se produjo la conquista turca, que abraza la religión
y civilización de Mahoma.
Islam es sinónimo de obediencia, sumisión; y se tributa a Dios, es
decir, a Alá.
Predica la conversión a Alá, Dios único y remunerador. Admite la
fe en la resurrección, el juicio final,
el paraíso y el infierno. Mahoma es
el profeta de Alá, aunque admite
que Dios ha hablado por medio de
Abraham, los profetas y Jesús
(Corán 2, 130-141). La tradición
musulmana dice que los patriarcas
Abraham e Ismael construyeron el
santuario sobre los primeros
cimientos puestos por Adán.
Mahoma recogió en el Corán
(Lectura, Recitación) sus doctrinas y visiones. El Corán es el libro
dictado por Mahoma a lo largo de 20 años. Son “palabra de Dios” o el
conjunto de las supuestas revelaciones de Dios a su profeta.
Las afirmaciones dogmáticas comprenden la creencia en la Unidad
de Dios, eterno, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador; el
fatalismo y la predestinación; la existencia de ángeles y demonios; el
pecado original del primer hombre pero no trasmitido a sus
descendientes; el juicio particular después de la muerte y la espera del

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P. Javier Andrés, mCR

juicio universal y la resurrección por parte de las almas en la tumba; el


paraíso y el infierno; la misión profética de Mahoma. Pero, “es un Dios
que está fuera del mundo, un Dios que es sólo Majestad, nunca el Emmanuel,
Dios con nosotros. El Islamismo no es una religión de Redención”3.
El programa religioso del Islam se basa en los "cinco pilares de la
fe", que constituyen el fundamento de la creencia y de la práctica
comunes a todos los musulmanes. El primer pilar es la shahada, la
profesión de fe mediante la cual el musulmán reconoce su adhesión y
fidelidad a Dios y a su Profeta: «Declaro que no hay más dios que Allah, y
declaro también que Mahoma es el Mensajero de Allah». Pronunciar la
shahada ante testigos es suficiente para la conversión al Islam.
El segundo pilar es la oración (Salat), un deber fundamental que se
practica individual y públicamente. En su forma pública se hace los
viernes y algunos días festivos, y es un medio importante para reforzar
la conciencia de grupo y expresar solidaridad social. De ahí que su día
festivo sea el viernes.
El tercer pilar es la limosna o "caridad obligatoria" (Zakat). Implica
que la propiedad personal debe ser purificada (sentido originario de
zakat) mediante una contribución a la comunidad destinada a mantener
a los miembros más débiles. Zakat introdujo una forma organizada de
ayuda social, que sustituía a la largueza y los donativos distribuidos
antes por los jefes tribales.
El cuarto pilar es el ayuno anual del Ramadán (sawm), noveno mes
del calendario lunar, durante el cual se prohíbe toda comida, bebida y
actividad sexual desde el alba hasta el anochecer. La idea del Ramadán
es facilitar a la comunidad beneficios del ascetismo, tales como
autodisciplina y control sobre las necesidades corporales.
El quinto pilar del Islam es la peregrinación a la Meca, el Hajj, que
en su forma final fue instituido por Mahoma en el 632, año de su muerte.
El Hajj conecta directamente con tradiciones del anterior paganismo
árabe, y es un instrumento capital de cohesión islámica. Es también el
3 San Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, 15, Mahoma.

43
P. Javier Andrés, mCR

evento central del calendario musulmán. Contiene sin duda un mensaje


y un potencial que pueden ser políticos.
Además, se prohíbe en el culto la música y las imágenes. Se permite
la poligamia.

Como se ve, estas enseñanzas, recogidas en el Corán, indican que


todo está escrito y el hombre sólo puede entregarse a su destino. Hay
obligación de ejercer la guerra santa (Yihad) con la certeza de que quien
muere en ella va al paraíso4.
Con toda su significación, el Corán no es la única fuente de religión
musulmana. El Corán se complementa con la Sunna, tradición que
contiene principalmente los hadiths o dichos del Profeta. Este hecho
motiva la denominación de la gran mayoría de los musulmanes como
"pueblo de la Sunna" (Sunnitas). Corán y Sunna, vistos como una unidad
maduran en la concepción de la Sharia o Ley divina del Islam. El método
y sistema interpretativo de la Sharia, elaborado por brillantes legistas de
los siglos VIII y siguientes, se articula en el fiqh ("raíces de
conocimiento"), que es la explicación de cómo la ley divina se manifiesta
y actúa en términos prácticos.
Las bases del fiqh son así el Corán, la Sunna del Profeta, el consenso
de la comunidad creyente, y el razonamiento analógico. Dado que el
Corán requiere interpretación en referencia al hadith (palabras de

4 Existen dos tipos de yihad: la primera y más importante es la gran yihad (yihad al-akbar), que consiste en el gran
esfuerzo del creyente por buscar la sabiduría, la mística, la lucha contra el ego y las pasiones. Aquí la yihad es
oración, purificación, ayuno, meditación, retiros espirituales, peregrinaciones. El Santo Profeta siempre recomendó
y ordenó a sus seguidores que buscaran el conocimiento. Dijo: "Buscad el conocimiento de la cuna hasta la tumba";
"Buscad el conocimiento, aunque tengáis que ir hasta China para encontrarlo"; "La tinta del sabio es más santa que
la sangre del mártir" y "Dios no ama ninguna gota más de lo que Él ama una gota de sangre derramada en su
camino (luchando por el islam), y una lágrima de arrepentimiento sincero y amor a Dios, y una gota de tinta usada
para escribir acerca del islam". También le insistía a sus discípulos el profeta Mahoma que: "La yihad más grande
es la conquista del ego". El hombre que logra conquistar sus pasiones y dominar su egoísmo y sus malos
sentimientos es el guerrero más valeroso y el conquistador más grande, ya que el alma es lo más difícil de educar.
Si uno logra conquistar su ego, será un buen musulmán, un verdadero creyente y un hombre piadoso.
El segundo tipo de esfuerzo en el camino de Dios, es la pequeña yihad, el pequeño esfuerzo o pequeña lucha. Y
ésta no es otra que la lucha contra el opresor, o contra cualquier sistema social injusto.

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P. Javier Andrés, mCR

Mahoma), la Sunna posee un rango semejante al Corán, y algunas veces


superior.
El Credo musulmán profesa e inculca una concepción
estrictamente monoteísta y lejana de lo divino. El Dios del Corán es un
Ser que inspira más sobrecogimiento que amor, y está para muchos
occidentales más cerca del Motor inmóvil de Aristóteles que de la
divinidad trascendente y antropomórfica del Antiguo Testamento.
Mahoma se presenta como el último y definitivo de una serie de profetas
(Adán, Noé, Abraham, Jesús), restaurador de una religión antigua y
pura, que se habría degradado en el transcurso de los siglos. Hay, pues,
una fuerte influencia del judaísmo introducido en Arabia por tribus
judías, y del cristianismo que conoció por medio de las sectas arrianas y
docetas refugiadas en Arabia.
El Corán concibe la Creación del mundo como un proceso continuo
más que como un acto singular realizado por el Creador. Contiene una
visión escatológica del Día del juicio al final de los tiempos, con un
paraíso para los fieles musulmanes y un infierno para los incrédulos. De
esta manera, se presenta como un mensaje de salvación; mensaje que
trae la noticia gozosa de la salvación de Dios, y es en sí mismo un acto
salvífico por el que los creyentes son librados de la oscuridad.
La Umma islámica o comunidad musulmana, se constituye
precisamente a partir del valor salvífico de la Ley coránica, y de la
profesión de fe en la Unicidad de Dios (tawhid). Los que no caminan por
esa vía, como es el caso, por ejemplo, de los cristianos y judíos, están
excluidos de la salvación. Hace falta ser musulmán para salvarse.
San Juan Pablo II escribió en su libro “Cruzando el umbral de la
esperanza” las siguientes palabras sobre el Islam: «Cualquiera que,
conociendo el Antiguo y el Nuevo Testamento, lee el Corán, ve con claridad el
proceso de reducción de la Divina Revelación que en él se lleva a cabo. Es
imposible no advertir el alejamiento de lo que Dios ha dicho de Sí mismo,
primero en el Antiguo Testamento por medio de los profetas y luego de modo
definitivo en el Nuevo Testamento por medio de Su Hijo. Toda esa riqueza de la

45
P. Javier Andrés, mCR

autorrevelación de Dios, que constituye el patrimonio del Antiguo y del Nuevo


Testamento, en el islamismo ha sido de hecho abandonada.
»Al Dios del Corán se le dan unos nombres que están entre los más bellos
que conoce el lenguaje humano, pero en definitiva es un Dios que está fuera del
mundo, un Dios que es sólo Majestad, nunca el Emmanuel, Dios-con-nosotros.
El islamismo no es una religión de redención. No hay sitio en él para la Cruz y
la Resurrección. Jesús es mencionado, pero sólo como profeta preparador del
último profeta, Mahoma. También María es recordada, Su Madre virginal; pero
está completamente ausente el drama de la Redención. Por eso, no solamente la
teología, sino también la antropología del Islam, están muy lejos de la cristiana.
»Sin embargo, la religiosidad de los musulmanes merece respeto. No se
puede dejar de admirar, por ejemplo, su fidelidad a la oración. La imagen del
creyente en Alá que, sin preocuparse ni del tiempo ni del sitio, se postra de
rodillas y se sume en la oración, es un modelo para los confesores del verdadero
Dios, en particular para aquellos cristianos que, desertando de sus maravillosas
catedrales, rezan poco o no rezan en absoluto.
»El Concilio ha llamado a la Iglesia al diálogo también con los seguidores
del «Profeta», y la Iglesia procede a lo largo de este camino. Leemos en la
«Nostra aetate»: “Si en el transcurso de los siglos no pocas desavenencias y
enemistades surgieron entre cristianos y musulmanes, el Sacrosanto Concilio
exhorta a todos a olvidar el pasado y a ejercitar sinceramente la mutua
comprensión, además de a defender y promover juntos, para todos los hombres,
la justicia social, los valores morales, la paz y la libertad” (n. 3)» (Páginas 106
y 107).

El Cristianismo

Se presenta como la religión revelada por Dios. Es la única religión


cuya revelación se encarna en una persona que se presenta como el
único nombre en el que podemos ser salvos. En los Evangelios, en las

46
P. Javier Andrés, mCR

epístolas de San Pablo y en los escritos de los demás apóstoles es donde


hemos de ir a buscar la esencia del Cristianismo. Y en tales documentos
lo primero que salta a la vista es la dignidad superior, trascendental y
divina de Jesucristo. Él es el Mesías anunciado por los profetas, el
enviado de Dios a los hombres, el plenipotenciario divino, Hijo de Dios
y Dios con el Padre. Y es el propio Jesús quien se aplica a sí mismo las
profecías antiguas y confirma su personalidad trascendente de
mandatario divino y de Hijo de Dios con estupendos milagros.
Todas las religiones surgen del corazón religioso del hombre que
busca al Dios transcendente, pero sólo el cristianismo es fruto de la
intervención de Dios que busca al hombre para salvarlo, de modo que
sólo Cristo puede librar al hombre del pecado, y de la muerte,
confiriéndole al mismo tiempo la filiación divina.
La revelación cristiana es una revelación histórica y progresiva de
Dios hasta culminar en la encarnación de su Hijo.
En este proceso distinguimos tres dimensiones:
Mensaje: Dios habla para comunicar algo sobre sí mismo y su
designio de salvación.
Signos: Este mensaje está acreditado por los signos (milagros)
que lo autentifican como verdadero.
Luz interior: Mensaje y signos son el elemento exterior de la
revelación, aquello que todo hombre puede ver y escuchar;
pero la revelación cristiana tiene también un elemento
interior, la gracia, con la cual Dios mismo toca el corazón del
hombre, atrayéndolo a su persona.
La fe cuenta con estos tres términos:
1. Conocer lo que Dios ha dicho.
2. Averiguar si es verdad.
3. Aceptar el encuentro personal con Dios. Inicio de una amistad
con Dios que culmina en la visión beatífica (el cielo).

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P. Javier Andrés, mCR

Jesús hace descansar toda la esencia de su doctrina y la continuidad


de la misma sobre una base incorruptible. Durante tres años de vida
pública había ido preparando Jesús un grupo de discípulos predilectos
que habían de ser, después de su sacrificio, los continuadores de su obra.
A estos discípulos había de encomendar la custodia de su doctrina, y
especialmente a Simón, llamado después Pedro, a quien se dirige con
estas palabras: "Yo te digo que tú eres Pedro (piedra) y que sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia; te daré las llaves del reino de los cielos, y lo que tú atares en
la tierra, atado quedará en el cielo, y lo que desatares en la tierra, desatado
quedará en el cielo"(Mt 16, 18-20). Y después de su resurrección, junto al
lago Tiberíades, entrega a Pedro, luego de una triple declaración de
amor por parte de éste, los poderes sobre el rebaño de Cristo: "Apacienta
mis corderos", "Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-18). Y en el instante de su
ascensión al cielo, dice a los que desde ese momento serán sus apóstoles
o enviados: "Como mi Padre me envió a mí, así yo os envío a vosotros. Id,
pues, por todo el mundo y predicad el Evangelio a todas las gentes. Quien
creyere y fuere bautizado, se salvará; quien no creyere, será condenado"(Mt 16,
15-16). Con estas palabras, Jesús constituye la Iglesia Católica y la deja
como camino único de salvación.

Animismo:
En el siglo XXI sobreviven aún las religiones tradicionales

El animismo no es una religión estructurada como tal, sino un


sentimiento religioso, común a varias formas de creencia (sobre todo,
africanas), según el cual están dotados de alma no sólo los hombres, sino
también los animales, vegetales y hasta los objetos inanimados. Esta
presencia del alma corresponde a cada cosa o ser por sí al margen de la
reencarnación de las almas. El animismo está ligado a las religiones
tradicionales, que son las formas de creencia más extendidas en África.

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P. Javier Andrés, mCR

Puede afirmarse que un africano es animista si él o sus antepasados no


se han convertido a otra religión.
El animismo es compatible con la creencia en un deus otiosus,
divinidad lejana, que no influye ni en la vida de los individuos, ni en la
historia de los pueblos. Esa lejanía e inactividad divina queda suplida
por los espíritus, sobre todo de los antepasados, así como por el trato
frecuente con ellos para pedirles ayuda, consejo, favores, etc., y para
protegerse de su poder maléfico.
En las religiones tradicionales africanas, a pesar de profundas
divergencias existentes entre ellas, hay algunos elementos comunes.
Según Juan González Núñez, misionero comboniano, los elementos
principales son: 1) El Ser Supremo; 2) el mundo de los espíritus; 3) los
antepasados; 4) los especialistas sagrados; 5) unidad entre religión y
vida; 6) ética comunitaria.

Un ser supremo
En la casi totalidad de los pueblos africanos se encuentra la creencia
en un Ser Supremo. Opinan que su existencia es de evidencia inmediata
y no necesita demostración. González Núñez, en el capítulo dedicado a
las religiones tradicionales africanas en el libro Pluralismo religioso
(III), asegura que a este Ser Supremo se le conceden una serie de
atributos enunciados muchas veces no de forma abstracta, sino
visualizados en acciones concretas. Dios es el que moldea los niños en
el vientre de su madre, dicen los baganda (Uganda); o el que sopla o el
que cae, dicen los tonga5, refiriéndose a que Él hace soplar al viento y
caer la lluvia.
También los nombres con que se le mencionan expresan atributos.
Para los ngombe (curso medio del río Congo), es «el que dura por
siempre en la selva» (la selva simboliza la eternidad). Los ila y los baluba

5 Tonga es un reino polinésico de más de 170 islas del Pacífico Sur (Oceanía), muchas de ellas deshabitadas y en su
mayoría bordeadas de playas blancas y arrecifes de coral, y cubiertas de bosques tropicales. La isla principal,
Tongatapu, está protegida por lagunas y acantilados de caliza. Aquí se encuentra la capital rural de Nuku-alofa,
junto con balnearios, plantaciones y Ha'amonga 'a Maui, una puerta de coral monumental del siglo XIII.

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P. Javier Andrés, mCR

(Congo Belga) vinculan su naturaleza eterna con la aparentemente


interminable duración del sol y lo denominan «El de los muchos soles».
Los zulúes6 lo llaman «El que es más grande de todos» o también «El
que vino a la existencia por sí mismo». Los lunda7 dicen que el nombre
verdadero de Dios no se puede saber porque es demasiado alto para
nosotros y lo llaman por eso «El desconocido»; y los ngombe, «El
inexplicable».
La creencia en la existencia de Dios no implica necesariamente que
ocupe un lugar central en la religiosidad y en el culto. Muchas tribus
creen que Dios es demasiado grande y lejano. Después de la creación se
retiró al cielo, cediendo la relación con el mundo a los espíritus
intermedios o a los antepasados, que son los que verdaderamente
intervienen en los asuntos humanos, y a quienes los hombres ofrecen
culto. Sin embargo, también hay ejemplos de un culto regular tributado
directamente a Dios; se le dirigen plegarias y sacrificios, y hay personas
consagradas a su servicio.

El mundo de los espíritus


Aparte de creer en el Ser Supremo, gran parte de los pueblos
africanos tienen fe en la existencia de divinidades menores y espíritus
de diversas categorías, que pueblan el mundo y pululan por todos los
rincones. Se distinguen dos categorías principales:
DIVINIDADES ASOCIADAS A DIOS: O bien son personificación de las
actividades y manifestaciones de Dios, o bien son creadas por él para
que le sirvan de intermediarios.
LOS ESPÍRITUS COMUNES: Ocupan un puesto intermedio entre las
divinidades y el hombre y habitan en los lugares más insospechados.
Los árboles, las rocas, los ríos, los animales... Se pueden aparecer a los
6 Los zulúes son un grupo étnico africano de más de diez millones de individuos que habitan principalmente la
provincia de KwaZulu-Natal, en Sudáfrica, aunque también se encuentran en pequeñas cantidades en
Mozambique, Zambia y Zimbabue.
7 El Imperio lunda fue una confederación de pequeños países y un imperio comercial que existió en la zona sur de

la actual República Democrática del Congo, el noreste de Angola y el noroeste de Zambia antes de la colonización
europea de África.

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P. Javier Andrés, mCR

hombres, e incluso entrar dentro de ellos y poseerlos, bien sea para


hablar a través de ellos, bien para causarles enfermedades u otros daños.
Hay espíritus protectores de un clan, de un poblado o de una
familia. Pero, en general, la gente les teme como impredecibles y por eso
les ofrecen sacrificios y actos de culto, para tenerles alejados de los
asuntos humanos.
Su origen no es fácil de determinar. Para algunos pueblos, los
espíritus vinieron a la existencia por sí mismos y han continuado
reproduciéndose y aumentando en número. Otros son seres humanos
que murieron y no pudieron acceder a la categoría de antepasados.
Incluso pueden ser animales que se han convertido en espíritus.
Hay, finalmente, una ínfima categoría de espíritus, llamados
fetiches. Éstos son los que dan poder a los hechiceros, en cuyos
instrumentos mágicos habitan.
Para algunas tribus, hay antepasados que se han convertido en
divinidades o en espíritus, pero, en general, los antepasados son una
categoría distinta. Y de suma importancia, pues los muertos siguen
viviendo de alguna manera en medio de los vivos. Son los mejores
intercesores ante Dios; se interesan por los asuntos de la familia y
pueden avisar sobre los peligros inminentes. Son también los
guardianes de las tradiciones. Quebrantar una de ellas es una ofensa que
puede ser castigada por los antepasados.
Frente a los muertos, hay en África un sentimiento ambivalente.
Por una parte, se quiere su cercanía; pero, por otra, se los teme, y sus
visitas no son particularmente agradables. Las comidas y libaciones que
se les ofrecen son a la vez actos de acogida y formas de decir que dejen
en paz a los vivos. La gente tiene particular cuidado en observar las
normas referentes a los entierros; de lo contrario, los muertos vendrían
a vengar el agravio mediante una enfermedad o una desgracia.
Intervenciones benéficas o maléficas que unos pueblos atribuyen a
los espíritus, otros las atribuyen a los antepasados. Con todo, hay ciertos
campos en los que se piensa que intervienen de una manera preferente.

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P. Javier Andrés, mCR

Estando como están interesados en la perpetuación de su linaje, se


supone que ellos no son los causantes del terrible baldón de la
esterilidad sino, por el contrario, los que dan la fertilidad. Las mujeres
estériles acuden frecuentemente a ellos. También se piensa que ayudan
a su tribu en tiempos de guerra.
Todas las religiones tradicionales africanas tienen especialistas que
desempeñan las funciones sagradas. Así, están el curandero, principal
figura religiosa, que defiende al poblado de los males y es médico tanto
del cuerpo como del alma; el adivino; el herborista; el médico de brujos,
especialista en descubrir y contrarrestar los maleficios provocados por
brujos y hechiceros; sacerdotes y médiums; hechiceros, que
conscientemente manipula las fuerzas sobrenaturales para causar daño
a los demás (magia negra) y el brujo que suele ser mujer, portador
inconsciente de poderes maléficos y hace daño, aun sin saberlo, con su
simple presencia o su mirada. Si se les descubre, tanto al brujo como al
hechicero, serán castigados, expulsados, o incluso eliminados.

Unidad entre religión y vida


Todos los miembros de la tribu participan de una única vida que
viene de Dios a través de un antepasado común. El grado de
participación vital determina la jerarquía de los seres y el rango social.
El más cercano a la fuente de la vida tiene más poder y es más estimado.
La preocupación principal de todos es no interrumpir el circuito vital y
permanecer unidos a las fuentes.
Cuando alguien llega a ser jefe sea por sucesión o por designación
de los ancianos, se da en él un crecimiento de la potencia vital que lo
eleva al rango de intermediario, o de canal entre las fuerzas de los
antepasados y su descendencia. Sufre un cambio sustancial, pues todas
las energías que vienen de Dios a través de los antepasados se
concentran en él reforzando su ser, a fin de que pueda transmitir esa
fuerza no solo a los hombres, sino a los animales y a los campos para
que den sus frutos.

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P. Javier Andrés, mCR

Ética comunitaria
La ética subsiguiente a esta filosofía es profundamente vitalista.
Serán buenos los actos que favorezcan la vida del grupo, la protejan o la
aumenten. En cambio, los actos que perjudican la vida de los individuos
o de la comunidad son malos. Pero los términos de la proposición se
pueden invertir para afirmar que todo lo que es bueno entendiendo por
tal lo que está refrendado por las normas vigentes en la tribu favorece la
vida del grupo, mientras que la transgresión de esas normas acarrea
desgracias y debilita la vida. El olvido de los antepasados, la falta de
respeto a los ancianos, el quebrantamiento de las tradiciones, la
violación de un tabú sexual, pueden desencadenar enfermedades o
causar la esterilidad de las mujeres, los animales o los campos.
Todos los actos quedan así encuadrados dentro de una dimensión
moral que es, al mismo tiempo, religiosa. En cada decisión que toma, el
hombre está siempre llamando en cuestión a Dios como fuente última
de la vida y comprometiendo el equilibrio, tanto de la comunidad
humana como del mundo material que lo circunda.

AMÉRICA:
RELIGIONES
PRECOLOMBINAS Y
AFROAMERICANAS
No sólo en África hay religiones
tradicionales, también en América
han existido, y perviven de algún
modo. Hoy en día son minoritarias,
pero mantienen su influencia en el
Caribe (Haití, Cuba) y en Brasil. En la
obra Pluralismo religioso (III),

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P. Javier Andrés, mCR

Francisco Sampedro las divide en dos tipos: precolombinas y


afroamericanas.
PRECOLOMBINAS. Se extinguieron prácticamente con la llegada
de los españoles. Estas religiones -aztecas, incas, mayas- coincidían en
elementos como el culto al dios supremo y la sacralización de los jefes.
También era común la crueldad de sus ritos y sacrificios; el amor a la
tierra como don de Dios; el sentido festivo de toda conmemoración; el
sentido de familia y respeto a la sabiduría de los ancianos. En algunos
lugares (sobre todo, en Sudamérica), era frecuente que la divinidad
fuese femenina, con una relación tierra-mujer-fecundidad-divinidad.
Asimismo, es de gran importancia la fe en una vida posterior a la terrena
(incluyendo la reencarnación en animales).

LOS MAYAS

Localización y cronología
La civilización maya habitó una zona de América Central, que hoy
se correspondería con el sur de México, Guatemala, Honduras y El
Salvador. Si nos remontamos a la antigüedad, tienen una historia de
unos 3000 años, que van desde 1500 a. de C. hasta 1530 d. de C., año en
que fueron conquistados por los españoles. Pero la civilización maya
nunca ha desaparecido por completo, pues hoy día viven muchos
pueblos descendientes de los mayas que conservan rasgos de su cultura
y de su lengua.

Características del pueblo maya


Fundaron grandes ciudades como Chichén Itzá, Uxmal, Palenque
y Copán.

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P. Javier Andrés, mCR

Chichén Itzá

Palenque
Las ciudades mayas eran centros ceremoniales monumentales
con pirámides escalonadas y otros grandes edificios de uso religioso,
así como observatorios astronómicos y grandes explanadas para
desarrollar los rituales. A la llegada de los españoles ya habían sido
abandonadas, pero se conocen por la arqueología y nos han legado un
patrimonio cultural impresionante.

La religión de los mayas


Los dioses:

Dios de la lluvia
Los mayas eran politeístas, tenían una gran cantidad de dioses
cuya importancia era variable. No eran iguales en todas las ciudades y

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P. Javier Andrés, mCR

fueron también cambiando de nombre con el tiempo. Había cuatro


dioses que sostenían el mundo desde los cuatro puntos cardinales.
El dios supremo era Huntoh Chac. A él le siguen los dioses
cósmicos: Hurakán, dios de las tormentas, temido pero también querido
porque es el que manda la lluvia beneficiando así a la agricultura.
Vucacuh y otros son los responsables de los males en forma de
enfermedades o hambre. A estos les contrarrestan los benéficos Hun-
Ahpu y Xbalamqué.

Ixchel

Ah Puuch, dios de la muerte


Ixchel era la diosa de la fertilidad y protegía a las mujeres durante
el parto.
También el Dios del maíz es un dios muy importante, ya que el
maíz era el principal alimento de los mayas.

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P. Javier Andrés, mCR

Por último, Ah Puuch es el dios de la muerte y las enfermedades


que habita en el inframundo.
Un pueblo tan aficionado a la astronomía como el maya, que dejó
listas completas de eclipses y otros fenómenos astronómicos, es natural
que divinizara los astros.

El culto:
Los mayas tenían una intensa vida religiosa y un calendario
litúrgico muy amplio. Además de la piedad personal, el pueblo se
reunía para los actos colectivos en las explanadas ante los templos,
generalmente pirámides escalonadas, o de edificios altos. Los ritos
consistían en ceremonias fastuosas, cánticos, oraciones, música
y ofrendas incruentas.
Eran un pueblo más bien pacífico y culto, pero en los últimos
tiempos, y por la proximidad de los aztecas, introdujeron la práctica de
los sacrificios humanos. Existían diferentes maneras de llevar a cabo los
sacrificios dependiendo de la divinidad a la que se dedicaban: por
extracción de corazón, por decapitación o por medio de atravesar con
flechas a la víctima.
Para el culto se hacían necesarios muchos sacerdotes. Estaba el
Sumo Sacerdote, los había especializados en adivinación, otros eran los
sacrificadores, y otros se dedicaba a la medicina, brujería y otras
actividades.

Mito de la creación
Han llegado hasta la actualidad algunos de sus libros sagrados,
como el Popol Vuh, narración ancestral en la que se cuentan mitos que
abarcan desde el origen del mundo hasta la llegada de los
conquistadores españoles y del cristianismo. Este es el relato del origen
de la creación:
«Todo estaba en suspenso, todo estaba en calma, en silencio, todo inmóvil,
callado y vacía la extensión del cielo. No había nada que hiciera ruido, nada que

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P. Javier Andrés, mCR

se moviera [...] solo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había
nada dotado de existencia. Solamente había inmovilidad y silencio en la
oscuridad, en la noche. Solo el Creador, el Formador, los Progenitores, estaban
en el agua rodeados de claridad [...], de grandes sabios, de grandes pensadores
en su naturaleza. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando, se pusieron
de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento [...] ¡Hágase así!, ¡que se
llene el vacío! ¡Que esta agua se retire, que surja la tierra! Así dijeron, ¡que
aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en
nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre
formado.»

LOS AZTECAS

Localización y cronología
Los aztecas son los últimos de los pueblos que habitaron junto al
lago Texcoco, en tierras de la actual México. Su imperio abarca desde
principios de siglo XII d. de C. hasta 1525 d. de C., año en que Cortés
ejecuta a Cuauhtémoc, último rey azteca (1520-1525).

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P. Javier Andrés, mCR

Cortés y Cuauhtémoc
Características de los aztecas
La civilización de los aztecas es heredera de todas las de la zona,
además de ser la que mejor conocemos. Su lugar principal era la
capital, Tenochtitlán, fundada en 1325. Ellos creían que esta ciudad era
el centro del universo y punto de intersección de una cruz, cuyos
extremos marcaban los territorios que debían ser conquistados para
instaurar en ellos el orden deseado por los dioses.

Tenochtitlán

Otra ciudad importante fue Teotihuacán, que significa “ciudad de


los dioses”. La ciudad es un centro ceremonial trazado como un gran
símbolo de dos ejes. El que va de norte a sur, denominado «Calzada de
los Muertos», es el principal, y de él parten, como alas, edificios,
palacios, plazas y adoratorios. En la cabeza se encuentra la gran

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P. Javier Andrés, mCR

pirámide de la Luna y a un costado la mole inmensa de la pirámide del


Sol, dualidad creadora de la naturaleza y de los hombres.

Teotihuacán
Su existencia estuvo regida por fenómenos de la naturaleza que
afectaban a los seres humanos como la lluvia, la siembra y la cosecha,
aunque también tenía un profundo significado astronómico.

La religión de los aztecas

Los dioses:
Parece que, en algunas épocas, estaba extendido el monoteísmo.
Las gentes más cultas de los aztecas creían en un dios único y creador,
invisible y que no se podía representar. Se llamaba Teotl y esta palabra
acabó identificándose con la idea de dios en general.
Pero podemos decir que, en general, los aztecas
fueron politeístas y en el laberinto de la religión azteca se multiplicaron
las divinidades de forma extraordinaria. Los dioses aztecas tienen
orígenes diferentes. Cada grupo profesional y cada pueblo tenía sus
dioses tutelares.

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P. Javier Andrés, mCR

Quetzalcóatl

Por ejemplo, Quetzalcóatl, cuyo nombre significa «serpiente


emplumada», era la divinidad principal en la cultura de Teotihuacán,
dios del arte y descubridor de la industria y la agricultura. Este dios
mantiene una rivalidad con su enemigo y complementario Tezcatlipoca,
«espejo que ahúma», dios de la noche y de la guerra. Entre los aztecas
fue también considerado dios supremo Huitzilopochtli, dios solar, de
los guerreros y protector de los aztecas.
Los fenómenos naturales se fueron divinizando hasta formar una
auténtica legión de dioses. Entre estos están: Tláloc, dios de la lluvia, el
que permite que las semillas se conviertan en vegetales y que haya una
buena cosecha; Centeotl, dios del maíz; Ehécatl, dios del viento y de la
vida; Coatlicue, diosa de la tierra; Macuilxoxhitl, diosa de las flores; y
muchos más.

El culto:
Tantos dioses y cultos exigían millares de sacerdotes. Estaban
rígidamente jerarquizados y especializados. Además de los sacrificios y
el culto en general, hacían los ritos de nacimiento, muerte, casamiento y
todos los actos importantes de la vida privada o colectiva.

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P. Javier Andrés, mCR

Los aztecas pensaban que el sol se debilitaba y necesitaba de


los sacrificios, y en especial de los de sangre humana, para poder seguir
su curso y no destruir el mundo.

Para los aztecas el ser humano era el objeto sacrificial máximo. En


una ocasión, durante la consagración del templo de Tenochtitlán, se
sacrificó a 20.000 seres humanos. Eran tantos que obtener víctimas no
era tarea fácil. Para ello se utilizaban los rebeldes, los fugitivos y los
esclavos. Además, los padres ofrendaban voluntariamente a sus hijos e
hijas. Las familias pobres vendían a sus hijos con este fin y si nacían dos
gemelos, uno quedaba automáticamente destinado a servir como
víctima. Además, se utilizaban los prisioneros de guerra.
En todas las fiestas se elegía un hombre o una mujer, considerado
el doble de un dios. Se le agasajaba durante varios días como si fuera el
propio dios y después se le sacrificaba.

Las ideas de ultratumba:


Los aztecas imaginaban que había trece cielos, en los que reinaban
otros tantos dioses, y a los que iban los difuntos elegidos. Había cielos
para los guerreros muertos en combate, para algunas víctimas de
sacrificios (los “dobles”), para los enfermos de enfermedades terribles,
para los muertos de muerte natural, para los niños... En el más allá no
había premio ni castigo de la vida terrenal, sino que había un más allá
acorde al tipo de cielo que les tocaba en suerte.

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P. Javier Andrés, mCR

El calendario azteca

La piedra del Sol está en el Museo Nacional de


Antropología de Ciudad de México, uno de los museos más
impresionantes del mundo. Es un calendario en cuyo centro aparece
el quinto sol, el actual de los aztecas. En el círculo siguiente aparecen
los cuatro soles anteriores, que cayeron y destruyeron el mundo en
cuatro ocasiones anteriores. Los cinco soles, como las cinco partes de
mundo que se representan en una cruz, marcan el orden del mundo, que
los aztecas mantenían por medio de las guerras, donde conseguían
prisioneros para sacrificarlos al sol y fortalecerlo.

LOS INCAS

Localización y cronología
El imperio inca fue la última de las grandes civilizaciones andinas.
Unificó y controló un enorme territorio de 5.000 km de largo, que abarca
la actual Perú, pero también parte de Bolivia, algo de Ecuador, noroeste
de Argentina y norte de Chile. Los historiadores sitúan este
pueblo entre los siglos XII y XVI de nuestra era. El fin del imperio inca
lo marca la llegada de los españoles en 1532 d. de C.

Características de los incas


El rey, al que se conocía por el nombre de Sapa Inca,
era considerado un dios y se le llamaba «Hijo del Sol». Todo lo que

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P. Javier Andrés, mCR

tocaba se convertía en sagrado. El rey era considerado también el centro


del mundo. Los incas creían que el universo funcionaba correctamente
gracias a él. Vivía en la ciudad central del imperio, llamada Cuzco, que
quiere decir «ombligo».

La ciudad de Cuzco era el centro político y también religioso del


imperio inca. Cuando el viajero se acercaba a la ciudad todo parecía
indicarle que entraba en el mundo sagrado. La fortaleza de
Sacsayhuamán, que presidía la ciudad de Cuzco, es una obra
impresionante, ejemplo del poder de los emperadores incas. En sus
murallas se representaban animales sobrenaturales que preparaban la
entrada a la propia ciudad, en cuyo centro estaba el templo de
Coricancha, rebosando el oro que simbolizaba a Inti, cuyo hijo era el
Sapa Inca.

Machu Pichu

Machu Pichu es la ciudad inca mejor conservada. Situada en la


montaña, en medio de la nada, es llamada también la Ciudad Perdida
de los Incas. La zona puede dividirse en tres sectores definidos: el
agrícola, con andenes dedicados al cultivo; el urbano que conserva
elementos arquitectónicos de la ciudad inca y el militar, donde se

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P. Javier Andrés, mCR

encuentran casas más humildes y talleres. Las construcciones más


importantes son el Templo del Sol, la Tumba Real y el Palacio del Inca.

La religión de los incas

Los dioses:
Los incas tenían sus propios dioses, pero, en su expansión por los
Andes, fueron adoptando algunos de los dioses de los pueblos
conquistados, como Viracocha, dios creador y el que lleva la civilización
a los hombres. Cuando el conquistador español Francisco Pizarro entró
en contacto con los incas, estos creyeron que se trataba del propio
Viracocha que regresaba. Otro de los dioses que tomaron
fue Pachacamac, divinidad abstracta cuya representación estaba
prohibida. Era creador de la humanidad y esposo de la Pachamama o
madre tierra, diosa muy popular, cuyo culto estaba relacionado con la
fertilidad de los campos y los animales.

Más importante que todos ellos era Inti, el Sol. Los reyes incas
decían que eran sus descendientes directos. Su esposa era Quilla, la
Luna, madre del firmamento. También tenían importancia Illapa, dios
del trueno y de la lluvia, y Saramama, diosa del maíz.

65
P. Javier Andrés, mCR

El culto:
El monarca o Sapa Inca era sagrado y su persona era tabú, su
poderío imperial era parecido al egipcio con un poder centralizado y
absoluto. Una de las principales labores del monarca era presidir la
celebración de los rituales necesarios para que las cosechas fueran
buenas, además de las fiestas en honor de los dioses. También anunciaba
los equinoccios y los solsticios.

Para celebrar los rituales, realizar las observaciones astronómicas y


atender a las necesidades del rey era necesario un gran número de
sacerdotes. El más importante de todos ellos era el sumo sacerdote, cuyo
cargo desempeñaba el hermano del monarca.

Los sacerdotes sabían emplear algunas plantas y raíces para fines


medicinales, a modo de curanderos o para entrar en trance. De esta
manera, podían comunicarse con las divinidades en fiestas y rituales.
Además, había sacerdotes especializados en comunicarse con los
muertos o en hacer adivinaciones.

Los sacrificios humanos fueron una práctica restringida a una


serie de acontecimientos importantes como la elección del nuevo inca,
la muerte del soberano, el inicio de las guerras y al advenimiento de
desastres naturales. Por ejemplo, cuando un nuevo inca (monarca)

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P. Javier Andrés, mCR

ascendía al trono, sus parientes seleccionaban 200 niños para ser


sacrificados ante el Sol, la Luna u otro dios venerado por el grupo. Las
evidencias arqueológicas indican que también se sacrificaban doncellas.

El culto solar incaico:


Los incas se consideraban a sí mismos como «hijos del Sol», por lo
que el culto solar fue oficial en todo el imperio. Debido a que el Sol era
considerado como «el padre del inca», cuando un nuevo soberano era
elegido, este tenía que esperar ser aceptado por el dios Sol, para lo cual
se realizaban rituales adivinatorios. Su templo principal era el
Coricancha («recinto de oro»), construido en la ciudad de Cuzco. Este
templo estaba decorado con piezas de oro y plata, así como por planchas
de oro sobre las paredes y los marcos de las puertas. Este culto fue
especial, elitista y exclusivo de la aristocracia.

Inti Raymi en la actualidad

El Inti Raymi o fiesta del sol inca coincidía con el solsticio de


invierno (el año nuevo solar). Para los incas esto significaba obtener el
favor del sol para fecundar la tierra y procurar bienestar a los
ciudadanos del imperio.

El culto a los muertos:


La muerte en los Andes era vista como un viaje lleno de
dificultades que el espíritu del difunto hacía hasta llegar al mundo de

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P. Javier Andrés, mCR

los muertos. Para que el viaje fuese exitoso, sus familiares y parientes
debían realizar una serie de ceremonias que incluían llevarle ofrendas
(comida, bebida, ropa y otros objetos) y realizar banquetes rituales. Por
esta razón, los lugares donde se enterraba a los muertos eran sagrados.

Las momias de los antepasados fundadores se llamaban mallquis.


Estos mallquis eran considerados como los intermediarios entre los
parientes del difunto y las divinidades locales. A ellos se les pedía por
buenas cosechas y por el bienestar del grupo. Cada cierto tiempo, las
momias eran sacadas de las cuevas, donde eran depositados para recibir
ofrendas y ser paseados en procesiones.

CULTOS AFROAMERICANOS. Traídos al Nuevo Mundo por


los esclavos negros africanos, por lo general, en estos cultos predomina
el animismo sobre el teísmo, y va unido a rituales mágicos y funerarios.
Hay ritos de iniciación y es importante el grupo (hermandad o sectas),
con una jerarquía clara. La superstición es frecuente.
Los esclavos que llevaron su religión a América no eran sacerdotes
y, de ahí, que empezasen a adoptar otros elementos, como la moral
cristiana -con desorientaciones: a veces llegan al sacrificio humano-,
filosofías orientales, ocultismo& Este sincretismo es evidente en los
principales cultos que, sobre todo, se extienden aún en Brasil: la
umbanda (animismo africano más catolicismo y espiritismo);
quimbanda (donde predomina lo sangriento); candomblé; macumba; el
vudú, extendido por el Caribe. J.MªN.

68
P. Javier Andrés, mCR

PERVIVENCIA DE LAS RELIGIONES TRADICIONALES


El número de seguidores de las religiones tradicionales africanas
es todavía, en los comienzos del siglo XXI, considerable: unos doscientos
millones en todo el continente, lo que representa el 31% de la población
(los católicos no pasan del 12%). En algunas naciones como Zimbabwe
(77%), Liberia (76%), Mozambique (74%), República Centroafricana
(70%)... es la creencia mayoritaria. Pero las cifras tienen siempre un valor
relativo. Porque es predominantemente en el campo, entre la gente no
expuesta a la influencia de la educación moderna, donde se encuentra
el mayor número de adeptos. Los habitantes de las ciudades, los
intelectuales o la juventud prefieren las iglesias cristianas, el Islam o
simplemente la increencia.
Ni que decir tiene que resulta de todo punto excepcional encontrar
en Europa un africano que se declare seguidor de las religiones
tradicionales, y más excepcional, encontrar alguna forma de culto
organizado.

5. EL PROBLEMA DE LA VERDAD DE LAS RELIGIONES8

Un tema recurrente en el documento de la Comisión Teológica


Internacional sobre «El cristianismo y las religiones» es el problema de la
verdad de las religiones. De hecho, esta cuestión es tratada de un modo
explícito por dos veces en el documento, lo que da idea de la
importancia que le atribuye: cuando realiza el status quaestionis y
cuando se abordan en la tercera parte las consecuencias teológicas de los
presupuestos tratados9. La urgencia en el tratamiento de esta cuestión
8 Seguimos las pautas que se han publicado en el siguiente trabajo: El problema de la verdad de las religiones. Francisco
Conesa (Enero 2005)
9 Cfr. Comisión Teológica Internacional, El cristianismo y las religiones (1996), Edim, Valencia 1997, nn. 13-15; 93-

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P. Javier Andrés, mCR

es clara si atendemos al contexto actual del pluralismo religioso. La


primera pregunta que surge espontáneamente al entrar en contacto con
la diversidad de religiones es: ¿será verdadera mi religión? ¿cuál es la
verdadera? Por esto una reflexión serena sobre la verdad de las
religiones es reclamada y tiene importancia no sólo para los expertos
sino para el hombre cotidiano.
1) LA AMENAZA DEL RELATIVISMO
Una de las tentaciones más palpables cuando se piensa en la
diversidad de religiones es la del relativismo, que viene a otorgar la
misma validez a todas las religiones. Este relativismo se puede presentar
de diversas maneras10. En efecto, a veces se acentúan los aspectos
culturales (relativismo cultural) y se afirma que cada religión es la
expresión apropiada de su propia cultura. Este relativismo (que no es
infrecuente en el terreno de las ciencias de las religiones) se basa en la
asunción de que la religión es un subproducto de la cultura. Existe
también un relativismo epistemológico, que afirma que no podemos
conocer ninguna verdad absoluta, sino solamente lo que es verdadero
para nosotros. Por esta razón, no podemos afirmar de modo universal
que el cristianismo es verdadero. Este tipo de relativismo suele acabar
en sincretismo, es decir, en el esfuerzo por combinar las diversas
religiones para reducirlas a un supuesto denominador común.
Finalmente, encontramos lo que se denomina relativismo teológico, el
cual sostiene que todas las religiones son simplemente senderos
distintos hacia la misma meta. Por eso el sendero que uno elige es tan
sólo asunto de preferencia personal.
En nuestros días esta posición relativista ha sido asumida y
difundida por la que ha venido a llamarse «TEOLOGÍA PLURALISTA DE LAS
RELIGIONES», la cual (ha afirmado Ratzinger) «ocupa hoy el lugar que en el

104.
10 Cfr. M. Dhavamony, voz Teología de las religiones, en R. Latourelle- R. Fisichella - S. Piè-Ninot (dirs.), Diccionario

de Teología fundamental, Paulinas, Madrid 1992, p. 1221. Me he ocupado de la cuestión de la verdad en F. Conesa,
Sobre la «religión verdadera». Aproximación al significado de la expresión, en Scripta Theologica 30 (1998) 39-85.
Muchas ideas las recojo de ese artículo.

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P. Javier Andrés, mCR

decenio precedente correspondía a la teología de la liberación»11 . Con ello se


pone de relieve que es un tema que está de moda, especialmente en los
ámbitos anglosajones, y que ha suscitado importantes debates. La
posición denominada «pluralista» sostiene que las religiones son sólo
intentos parciales de captar lo Absoluto, intentos condenados de
antemano a no poder comprehenderlo tal cual es. Por ello se sostiene
que todas las formas históricas de religiosidad tienen un mismo valor,
una misma dignidad y significado. Las diferentes religiones serían
expresiones diferentes de un conocimiento y experiencia de Dios que es
común a muchas tradiciones.
El expositor más célebre de esta posición es el filósofo de la religión
presbiteriano JOHN HICK (1922-2012).
Valiéndose de la distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno,
Hick sostiene que la realidad divina tal como es en sí (aspecto
nouménico) es inaccesible al hombre; lo que las religiones aprehenden
son diferentes aspectos del noúmeno divino único que no puede ser
conocido en sí mismo. Como se ve, la epistemología kantiana configura
su pensamiento, especialmente en la distinción entre los dominios del
noúmeno y del fenómeno. Hick toma esta distinción para entender el
mundo como percibido como, y nunca en sí mismo12. No sólo no
conocemos cómo son las cosas en sí mismas, sino que nuestras mentes
dan forma al conocimiento que se nos presenta. Así, sólo conocemos
como se nos presente a nosotros. Como Kant explica en sus
Prolegómenos, nuestras mentes, o los conceptos del entendimiento, no
nos ayudan a conocer la realidad en sí misma, sino que sólo asiste a
la experiencia. Y es esta la senda que Hick continúa, añadiéndole una
serie de modificaciones. La posición de Kant se aplica principalmente al
mundo físico, pero Hick amplía las herramientas del filósofo alemán al
mundo sobrenatural. Hick sugiere aplicar esta perspectiva a nuestra
propia percepción de lo Real mediante la distinción entre el noúmeno

11 J. Ratzinger, Situación actual de la fe y la teología, en «L=Observatore Romano» n1 44 (1-11-96) 564.


12 Hick, “A Pluralist View” en God Has Many Names, pp. 46, 47.

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P. Javier Andrés, mCR

real, lo Real an sich, y lo Real como humanamente percibido de


diversas formas, aplicado al ámbito del fenómeno divino 13. Afirma
que todas las tradiciones mayores, además, mantienen esta distinción
perceptual14.

Cada religión capta y configura la realidad divina según la cultura


en la que está inserta, lo que da lugar tanto a concepciones personales
como impersonales de lo divino15 . Según la «hipótesis pluralista» «las
grandes fes mundiales suponen percepciones diferentes y concepciones distintas
de lo Real (y, por ello, distintas formas de responder a lo Real) según las diversas
maneras de ser humano»16.
De acuerdo con estos principios, Hick sostiene que todas las
religiones son igualmente revelatorias (y, por ello, igualmente
verdaderas). No hay ninguna religión que pueda sostener tener la
revelación definitiva de Dios, pues todas contienen aspectos parciales
de la revelación. Según Hick, en distintas partes del mundo surgen
distintas experiencias revelatorias, que son vividas como trascendentes.
El contenido de estas experiencias se conceptualiza y se expresa según
la propia cultura. Pero ninguna experiencia es completa ni última; nadie
tiene un acceso privilegiado a la realidad divina. Es más, si alguna
pretendiera ser la revelación definitiva de la realidad divina habría que
rechazarla como totalitaria e imperialista.

Desde el punto de vista cristiano estas afirmaciones sólo son


sostenibles si negamos el carácter definitivo de la revelación en Cristo,
es decir, si cuestionamos la divinidad de Jesucristo. Pues bien, esto es lo
que hace Hick. Para este autor la doctrina de la encarnación es

13 Hick, A Christian Theology of Religions, p. 29.


14 Ibid. p.46
15 La propuesta de Hick se remonta a J. Hick, God and the Universe of Faiths: Essays in the Philosophy of Religion,

Macmillan, London 1973. Es desarrollada en J. Hick, An Interpretation of Religion, Macmillan, London 1989.
16 J. Hick, An Interpretation of Religion, p. 240.

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P. Javier Andrés, mCR

sencillamente un mito junto a otros, una metáfora que no debe ser


tomada literalmente17. La confesión de la divinidad de Jesús es una
figura mítica para expresar que en él podemos encontrar a Dios y que es
capaz de transformar la existencia humana. Según Hick, hay que
abandonar el cristocentrismo y «pasar el Rubicón», abandonando toda
pretensión de exclusividad que (según afirma) conduce a la intolerancia
y el fundamentalismo. Es preciso realizar una «revolución copernicana»
y dejar de considerar a Cristo como la única fuente de salvación.
Entre nosotros esta posición pluralista es sostenida por R.
Panikkar, al menos en sus últimos escritos18 . Panikkar caracteriza a la
realidad divina como Misterio. El Misterio está presente por doquier y
está activo, revelándose, descubriéndose, aunque permanece
esencialmente desconocido. El cristiano afirma que Cristo es la
revelación de Dios, la revelación del Misterio. Panikkar, a diferencia de
Hick, suscribe esta afirmación, aunque la reinterpreta. En efecto, este
autor recurre a la antigua cristología del Logos para establecer una
distinción entre el Cristo universal y el Jesús histórico19. Ciertamente
Jesús de Nazaret es el Cristo, pero el Cristo no es solamente Jesús. Para
Panikkar Cristo es el Logos presente en la creación, el principio rector
del mundo (Pantocrator), el guía interior del corazón de todo hombre.
Ahora bien, hay manifestaciones de este Cristo universal (cristofanías)
en otras religiones. Hay palabras del Logos en otras tradiciones
religiosas; «el cristiano no es el único instrumento de la revelación divina» 20.
Dios ha hablado por boca de otros hombres y por ello, las religiones
tienen una validez propia y ocupan un lugar específico en la revelación

17 Cfr. J. Hick, Jesus and the World Religions, en IDEM (ed.), The Myth of God Incarnate, SCM Press, London 1977, pp.
167-185; J. Hick, The Metaphor of God Incarnate, SCM Press, London 1993.
18 El cambio desde una primera posición rahneriana a una perspectiva “pluralista” se percibe en la edición inglesa

revisada de una de sus obras: R. PANIKKAR, The Unknow Christ of Hinduism: Toward and Ecumenical Christophany,
Longman, London 19812.
19 Esta distinción aparece especialmente en R. Panikkar, The Intra-Religious Dialogue, Paulist Press, New York 1978.

En ocasiones usa también la cristología del Kyrios para afirmar que el Señor es Jesús, pero el Señor se manifiesta
fuera de Jesús (cfr. R. Panikkar, Autoconciencia cristiana y religiones, en R. Scherer (coord.), Fe cristiana y sociedad
moderna, SM, Madrid 1989, p.232).
20 R. Panikkar, Autoconciencia cristiana y religiones, p.253.

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de Dios. Aunque para el cristiano, el símbolo más poderoso del Misterio


sea Cristo, en otras tradiciones se le designa con otros nombres como
Rama, Krishna o Purusa.

2) LA INSOSLAYABLE CUESTIÓN DE LA VERDAD


Frente a estas posiciones, sigue siendo necesario plantearse con
seriedad la cuestión de la verdad de las religiones, con frecuencia
relegada a segundo término, como advierte el documento que glosamos.
Y esta reflexión interesa no sólo a nivel teórico sino, sobre todo, a nivel
práctico, ya que sólo puede haber salvación auténtica donde hay
verdad. Por esto “la omisión del discurso sobre la verdad lleva consigo la
equiparación superficial de todas las religiones, vaciándolas en el fondo de su
potencial salvífico” (n. 13).
Desde diversos frentes se ha puesto de relieve que la posición
denominada “pluralista” engendra graves aporías. La más evidente es
que exige ignorar o no tener en cuenta las afirmaciones que las mismas
religiones realizan. Sólo se puede decir que todas las religiones son
verdaderas en el caso de que vaciemos de contenido el referente último
de la religión y de que desdogmaticemos toda religión, de forma que no
pueda haber diferencias de contenido entre ellas. Como se explica en el
documento, «se quiere conseguir la unidad quitando valor a las diferencias,
que son consideradas como una amenaza»21.
Por esto, como señala Gavin d’Costa, la postura de Hick, a pesar de
su liberalismo aparente, representa de hecho una visión rígida y
contradictoria22. En realidad, la postura de Hick no es propia de ninguna
religión sino de la Ilustración occidental: «¿Todo igualmente verdadero?
Semejante estrategia de indiferentismo y despreocupación no hace justicia a
ninguna religión, y un único puchero religioso no es la solución»23. La postura
pluralista es así menos pluralista de lo que aparenta pues pretende

21 CTI, El cristianismo y las religiones, n. 97.


22 Cfr. G. D’Costa, Theology and Religious Pluralism: The Challenge of Other Religions, Blackwell, Oxford 1986.
23 H. Küng, Proyecto de una ética mundial, Trotta, Madrid 1991, p. 103.

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P. Javier Andrés, mCR

imponer unas tesis que son extrañas a la mayoría de religiones. Pero ¿en
nombre de qué se puede imponer el dogma de que todas las religiones
son iguales? En definitiva, el pluralismo no toma en serio la pretensión
de verdad propia de las religiones24.
La posición pluralista también engendra aporías al exigir la
reducción de toda verdad a mito. El único fin que se reconoce a la
verdad es existencial y pragmático: despertar determinadas
disposiciones en las personas25. Así, para Hick, el fin de toda religión es
romper el círculo del egocentrismo para ingresar «en una comunidad
perfecta de amor mutuo»26. Semejante reduccionismo en términos
pragmáticos de la verdad resulta no sólo problemático sino
sencillamente inaceptable.
Por otra parte, la teología pluralista de las religiones exige algo más
que la renuncia a un aspecto de la propia fe puesto que afecta al núcleo
de la misma: la afirmación de que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios. Si
nos dejamos guiar por el «pesimismo cristológico» de las posiciones
pluralistas, ¿podemos seguir llamándonos cristianos? ¿no habremos
renunciado a un elemento fundamental de nuestra fe? Este es el parecer
de la mayoría de teólogos católicos. Negar la encarnación o considerarla
un mito o una metáfora es dejar de profesar la fe en Jesucristo. Por esto,
la piedra de toque de esta postura relativista será siempre la
cristología27.
Hay finalmente otro prejuicio. Se presupone que sólo desde una
posición relativista es posible un acercamiento respetuoso con las demás
religiones y que, lo contrario, engendra enfrentamientos. Quizás sea éste
el reclamo mayor del que se sirven los pluralistas para difundir sus
opiniones. Sin embargo, veremos que es precisamente el respeto a la

24 Cfr. CTI, El cristianismo y las religiones, n. 95.


25 Cfr. CTI, El cristianismo y las religiones, n. 14.
26 J. Hick, Problems of Religious Pluralism, Macmillan, London 1985, p. 137.
27 Así lo explica W. Pannenberg, Religious Pluralism and Conflicting Truth Claims, en G. D’Costa (ed.), Christian

Uniqueness Reconsidered. The Myth of a Pluralistic Theology of Religions. Orbis Books, New York 1990, pp. 96-
106.

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P. Javier Andrés, mCR

alteridad y la búsqueda sincera de la verdad lo que posibilita el diálogo,


y nunca la renuncia a la cuestión de la verdad.

3) ¿CÓMO AFRONTAR LA CUESTIÓN DE LA VERDAD?


La posición pluralista aparece, pues, como irresponsable y
arbitraria. ¿Qué alternativa se puede ofrecer? El exclusivismo, que sólo
reconoce como auténtica la propia experiencia religiosa, negando todo
valor a las demás, tampoco es una respuesta viable. Será precisa una
concepción distinta de la relación entre religiones y verdad. Para ello me
parece que un paso importante es clarificar el sentido del
término verdad cuando se aplica a las relaciones. En concreto, nuestra
pregunta se puede formular así: ¿qué queremos decir cuando
afirmamos de una religión que es la «verdadera»?
Al parecer, en este contexto se puede entender el
término «verdad» de un triple modo.
En el primer sentido será religión verdadera aquella que sea
auténtica y genuinamente tal. Aquí el término «verdadera» se refiere a
la verdad de las cosas, como cuando hablamos de verdadera amistad o
de verdadero amor. Podemos designar este primer sentido del término
como «ontológico». Por «religión verdadera» se puede entender también
aquella que enseña unas doctrinas y una praxis (moral, culto, etc.)
verdaderas, en el sentido de adecuadas a la realidad. Este es el sentido
objetivo del término. Por último, la expresión se puede entender en
sentido existencial, indicando sobre todo la verdad de una conducta.
Entonces se refiere a la actitud de verdadera piedad o auténtica
religiosidad28.
A mi entender, la adecuada comprensión del sentido de la
expresión afecta especialmente a los dos primeros sentidos ya que el
tercero, más que la verdad de la relación misma describe la verdad de
una actitud religiosa. Por ello, el término verdad hay que referirlo, ante

28Este triple sentido del término «verdad» en cuanto verdad de las cosas, verdad del intelecto y verdad de la
conducta es descrito por Tomás de Aquino, De veritate, q. 1, a. 1.

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P. Javier Andrés, mCR

todo, a la religión misma. Verdadera religión será la religión auténtica,


genuina, perfecta. Este parece ser, por otra parte, el sentido original de
esta expresión. Cuando los primeros cristianos decían que el
cristianismo era la verdadera religión, querían expresar que en él se
daba la auténtica relación del hombre con Dios. Se trataba de algo
nuevo: una nueva forma de adorar a Dios y relacionarse con el hombre.
Frente a ello, las religiones paganas aparecían como falsas o insinceras.
Pero hemos de avanzar más y preguntar: ¿qué quiere decir que una
religión es verdadera o auténticamente tal?
La respuesta a esta cuestión remite a otra previa: ¿qué es la
religión? Los intentos de definir la religión se han multiplicado en las
diversas ciencias humanas de la religión y en la misma filosofía. Desde
el punto de vista teológico parece que las definiciones más adecuadas
de religión son aquellas que se ajustan, de un modo u otro, a la intuición
tomista de que la religión en sentido propio implica una relación del
hombre con Dios: religio proprie importat ordinem ad Deum [Summa
Theologiae, II-II, q. 81, a. 5; cfr. II-II, q. 85, a. 5]. Inspirándose en esta
definición, A. Alessi advierte que religio est essentialiter recta ordinatio
hominis ad Deum29.
De acuerdo con esta definición de religión, habrá verdadera
religión allí donde se dé una genuina y auténtica relación recta del
hombre con Dios. Para la rectitud de esta relación son precisas unas
disposiciones rectas por parte del hombre (elemento subjetivo) y una
realidad divina a la que se dirigen (aspecto objetivo). Y hay que añadir
que, aunque los sentimientos y actitudes que acompañan a la
experiencia religiosa son muy importantes, en último término,
corresponde al elemento objetivo la especificidad de la religión. La
experiencia religiosa debe su originalidad a la novedad irrepetible del
Santo, con el que se relaciona. El elemento determinante de la realidad

29 A. Alessi, Filosofia della religione, Las, Roma 1991, p. 288. Así se pone de relieve mejor que, además del ordo ad
Deum objetivo y que constituye el fundamento de la religión (religación objetiva), es preciso que se dé una recta
ordinatio, es decir, un reconocimiento subjetivo de ese ordo y, por tanto, una relación consciente y libre con Dios
(religación subjetiva).

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P. Javier Andrés, mCR

religiosa se encuentra, por ello, en el aspecto objetivo. El hombre


religioso, tal como se entiende a sí mismo, está referido a una realidad
superior independiente de él y de su vivencia: está referido a lo santo, a
la divinidad30. De ahí que una religión lo sea efectivamente en la medida
en que la realidad a la que el hombre se dirige a través de ella sea
verdaderamente sobrenatural. Como indica Zubiri «el elemento
fundamental que hace verdadera a una religión es precisamente la divinidad» 31.
Lo que caracteriza a una relación religiosa como tal es el hecho de que
en ella se da una relación con un objeto ultraterreno, santo.
Con estas reflexiones hemos perfilando ya el concepto de religión
verdadera. Será religión verdadera aquella que establezca una ajustada
relación entre el hombre y Dios. Este ajuste depende, en primer lugar,
de que la realidad a la que se dirige la vivencia religiosa sea
verdaderamente sagrada y trascendente32. En segundo lugar, será
necesario que las actitudes del creyente sean acordes con la realidad de
lo sagrado. Es posible, por esto, que se dé más o menos ajuste bien
porque el objeto de la relación religiosa responda sólo parcialmente a la
realidad misma divina o porque la actitud religiosa del hombre no sea
ajustada a la que exige la realidad trascendente a la que se dirige.
Esta relación ajustada y correcta entre Dios y el hombre se expresa
en unas creencias y en una conducta ética. Por ello, «religión
verdadera» será también aquella que sostenga una doctrina verdadera
y aquella cuyos principios morales sean adecuados. Este es el segundo
sentido del término, que depende del primero. «Verdadera» es así un
calificativo que se refiere en primer lugar a la religión misma y
secundariamente se refiere a la religión como sistema de creencias y
como conjunto de normas éticas. Ahora bien, podemos preguntamos
cuál es el criterio para sostener que unas creencias y unas praxis morales
30 Cfr. J. Schmitz, Filosofía de la religión, Herder, Barcelona 1987, pp. 56-60.
31 X. Zubiri, El problema filosófico de la historia de las religiones, Alianza, Madrid 1993, p. 124.
32 Una concepción similar sostiene Dupré para el que «la verdad de una religión consiste en la relación correcta con

lo últimamente real y sólo dicha realidad trascendente puede iluminarnos acerca de la naturaleza e incluso la
existencia de tal relación» (L. Dupré, Reflections on the Truth of Religion, en Faith and Philosophy 6 (1989) 261. Vid.
IDEM, Truth in Religion and Truth of Religion, en Archivio di Filosofia 56 (1988) 493-518).

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P. Javier Andrés, mCR

son adecuadas para establecer la relación recta entre el hombre y


Dios. ¿Cómo distinguir en una religión entre lo verdadero y lo falso, lo
auténtico y lo espúreo?
En principio hay que reconocer que cada religión tiene sus propios
criterios de verdad, pues todas tienen la pretensión de ser verdaderas.
Esta pretensión de verdad debe ser tomada en serio, lo cual no significa
que tenga que ser aceptada. El respeto por la *alteridad+ de las diversas
religiones, por sus diferencias, es requisito para cualquier reflexión
sobre la religión. La cuestión que se plantea es si podemos hallar
criterios de verdad que puedan ser aceptados por las demás religiones
y que, por ello, contribuyan a fomentar el diálogo interreligioso en torno
a la verdad, cuestión que resulta fundamental. Pues bien, a mi juicio es
posible establecer algunos criterios33.
Un tipo de criterios acerca de la verdad y falsedad de unas
doctrinas tienen un carácter general; se trata de requisitos
epistemológicos básicos para que haya conocimiento: que no haya
contradicciones patentes, que se dé consistencia y coherencia entre las
afirmaciones, etc. Otros criterios -mucho más relevantes- se siguen de la
naturaleza misma de la religión. Podemos señalar tres de estos criterios.
El primero es que las creencias y prácticas religiosas deben
relacionarse con una realidad efectivamente trascendente. El
fundamento de este criterio es la definición misma de la religión, que
exige que el objeto al que se dirige sea una realidad divina. Según este
criterio, se excluyen de la verdad tanto las doctrinas y las enseñanzas
que no se relacionen de un modo u otro con la realidad divina objeto de
la religión como aquellas doctrinas que no se refieran a una realidad
propiamente divina y trascendente.
Un segundo criterio se refiere al sujeto de la relación religiosa:
serán verdaderas aquellas doctrinas y praxis que humanicen al hombre,
que contribuyan a que el hombre sea verdaderamente hombre. Las

33Cfr. H. Vroom, Religions and the Truth. Philosophical Reflections and Perspectives, W. B. Eerdmans, Grand Rapids
1989, pp. 361-370.

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P. Javier Andrés, mCR

doctrinas religiosas que promuevan el desarrollo del hombre en todos


sus aspectos y dimensiones son verdaderas34. Se trata, como se ve, de un
criterio práctico que se basa en el supuesto de que toda religión busca la
perfección (salvación, liberación) del hombre.
El último criterio se relaciona con la capacidad que tiene una
determinada doctrina o praxis de iluminar la realidad. Siguiendo a
Pannenberg se puede considerar como criterio «la fuerza que tiene una
determinada tradición religiosa para iluminar la experiencia vital de sus fieles
o de su fracaso para confirmarla»35. Todas las religiones surgen como
intentos de responder a las cuestiones fundamentales del hombre: el
sentido del mundo y de su propia existencia, la muerte y el dolor, el
anhelo de salvación, las experiencias de gozo, paz y felicidad, etc. Por
ello un criterio de verdad será su capacidad real de arrojar luz, desde la
propia tradición religiosa, sobre estas experiencias.
Antes de pasar al tercer sentido de la expresión, es importante
subrayar la íntima conexión que existe entre el primero y el segundo.
Para que se dé una verdadera relación con Dios es necesario que las
doctrinas y praxis que se contienen en esa religión sean verdaderas. Esto
es así porque la existencia de un conjunto de teorías (mitos, doctrinas,
dogmas) y de praxis (ritos, culto, ética) no es algo accesorio a la realidad
de la religión, sino esencial porque la religión abarca a todo el hombre
en todos sus aspectos. Debemos evitar el peligro de separar el sentido
objetivo del ontológico, porque entonces tenemos una visión reductiva
de la religión. Esta objetivización de la religión es típica del pensamiento
moderno.
El tercer significado de la expresión tiene en cuenta lo que
podríamos llamar «verdad existencial» y es menos relevante para la
discusión, aunque no debe ser desatendido. Se entiende por verdadera
religión la del hombre que tiene una práctica sincera y coherente de la

34 Este criterio, sin embargo, no puede ser usado de modo exclusivo pues «haría depender la teología de las
religiones de la antropología dominante» (CTI, El cristianismo y las religiones (1996), n. 15).
35 W. Pannenberg, Teoría de la ciencia y teología, Cristiandad, Madrid 1981, p. 372.

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P. Javier Andrés, mCR

religión. Esta noción de verdad se centra en el elemento subjetivo (la


religiosidad) y no tiene en cuenta el elemento objetivo (la religión misma
y lo que enseña). Desde esta perspectiva, verdadera religión sería
verdadera piedad, verdadera actitud religiosa. Este último sentido de la
expresión «verdadera religión» no puede ser el determinante, pues se
refiere ante todo a la verdad de una vivencia religiosa, a la autenticidad
de una conducta y no de la religión misma. Podrían darse vivencias
religiosas auténticas y profundas (de oración, por ejemplo, o de práctica
de la misericordia y el amor a los demás) en religiones que no fueran
objetivamente verdaderas en todos sus aspectos y elementos. Sin
embargo, este sentido de la expresión tiene el mérito de mostrar cómo
es posible que se dé una conducta mala en una religión verdadera; es
decir, que es posible que una religión sea verdadera, sin que lo sea la
vivencia religiosa de cada uno de los creyentes.

4) LA AFIRMACIÓN DEL CRISTIANISMO COMO RELIGIÓN


VERDADERA Y LA VERDAD DE LAS RELIGIONES
Veamos ahora qué es lo que queremos decir cuando afirmamos que
el cristianismo es la religión verdadera y cuáles son las razones por las
que lo decimos. Para entenderlo será preciso que nos fijemos en la triple
distinción que acabamos de perfilar.

A) El cristianismo como «la» religión (sentido ontológico)


Cuando afirmamos que el cristianismo es la religión verdadera
queremos decir, en primer lugar, que en la vivencia cristiana se realiza
la auténtica y perfecta relación del hombre con Dios. Y esta afirmación
se justifica porque el objeto al que se dirige esta relación religiosa es la
realidad divina misma y porque las actitudes que se sostienen respecto
de ella son las correctas. En otras palabras: lo que afirma el cristianismo
es que es la religión, que en él se realiza la relación y encuentro entre
Dios y el hombre.

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P. Javier Andrés, mCR

La encíclica Evangelii Nuntiandi explica muy bien esta idea cuando


dice: «Nuestra religión establece efectivamente una verdadera y viva relación
con Dios, que las otras religiones no alcanzan a establecer, si bien ellas tienen
también por así decirlo sus manos dirigidas hacia el cielo» (n°. 53). Zubiri, por
su parte, explica que el cristianismo es la religión verdadera, en el
sentido de que «es la verdad definitiva, donde definitiva significa justamente
eso: que es el acceso divino a Dios. Por eso es la religión, la verdad definitiva, la
única vía que conduce definitivamente a la realidad de Dios»36. En este texto
se muestra ya la razón de la afirmación: es verdadera porque es la
relación querida por Dios y constituye una vía divina de acceso a DIOS.
Ahora bien, ¿en virtud de qué se puede afirmar esto? Aquí el
elemento clave es la conciencia de poseer la revelación plena y definitiva
de Dios. En efecto, «en estos últimos días» (Hb 1,2), Dios ha hablado a
través de su Palabra personal: Jesús de Nazaret. Todo su ser y
comportamiento humano es manifestación de Dios, es Palabra de Dios.
En él se alcanza de forma absoluta e irrepetible la automanifestación de
Dios, él es el «mediador y plenitud de toda revelación» (Dei Verbum, 2). Y lo
es, principalmente, en cuanto que es «el Hijo único que es Dios y que está
en el seno del Padre» (Jn 1,1-18). Es decir, es la encarnación lo que
convierte en irrepetible y singular la persona de Jesucristo. Jesucristo -
recuerda san Juan Pablo II- «no se limita a hablar “en nombre de Dios” como
los profetas, sino que es Dios mismo quien habla en su Verbo eterno hecho carne.
Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de
las otras religiones, en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de
Dios por parte del hombre. El cristianismo comienza con la Encamación del
Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien
viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es
posible alcanzarlo»37. Por esto, el cristianismo supone una novedad total
en el contexto de las religiones: ahora es Dios mismo quien nos conduce

36 X. Zubiri, El problema filosófico de la historia de las religiones, Alianza, Madrid 1993, p. 330.
37 San Juan Pablo II, Carta Apostólica Terlio Millenio adveniente, 6.

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P. Javier Andrés, mCR

hacia Dios. A la luz de la encarnación, las demás religiones no pueden


tener sino un carácter fragmentario e incompleto.
La afirmación del cristianismo como religión verdadera que se
encuentra al comienzo de la declaración conciliar Dignitatis
humanae debe entenderse, a mi juicio, ante todo según este primer
sentido del término. Allí se afirma: hanc unicam veram Religionem
subsistere credimus in catholica et apostolica Ecclesia. Es importante que nos
fijemos en algunos términos que se emplean, porque resultan muy
significativos para entenderla correctamente.
Una primera observación se refiere a que toda la afirmación
depende del verbo credimus. Con ello se pone de relieve que la
afirmación de la verdad del cristianismo es una verdad de fe y, por
consiguiente, no es una verdad intelectual evidente para todos los
hombres, por lo que no puede imponerse a los demás hombres como
una verdad de validez universal; la religión verdadera no puede ser
impuesta. Sólo a la luz de la fe se conoce como verdad el carácter
absoluto de la revelación cristiana (30). O, dicho de otro modo, la
absolutividad de Jesucristo no es una realidad que se pueda captar con
una mirada neutra sino sólo desde una experiencia de fe. Esto no
significa que el carácter incondicional de Jesucristo sea una proyección
de la fe sino que sólo puede ser captada desde la fe.
Conviene también resaltar el significado de otra expresión:
subsistere in, que es un término técnico ya usado en otros textos del
Concilio y con una intención muy concreta (31). Cuando se dice que la
religión verdadera subsiste en la Iglesia se quiere evitar la identificación
completa de la *única religión verdadera+ con la Iglesia Católica, a la
vez que destaca el vínculo inseparable que existe. Lo que se dice, pues,
es que la religión verdadera se encuentra necesariamente en la Iglesia
católica aunque pueden encontrarse *elementos+ de la verdadera
religión también en otras religiones. Se podría decir entonces que en las
demás religiones puede haber vestigia verae religionis.

83
P. Javier Andrés, mCR

Por ello, la afirmación de que la verdadera religión subsiste en el


cristianismo no excluye la posibilidad de reconocer la presencia de
verdad y de valores no sólo en la vida religiosa de cada uno de los
creyentes, sino en la tradición religiosa misma. Es decir, la verdad del
cristianismo no tiene un carácter exclusivo sino inclusivo. También en
las demás religiones hay verdad; es más, *ninguna religión
es simpliciter falsa+ (32). Esta afirmación no es una especie
de *concesión+ realizada desde quien se sitúa en una posición de
superioridad; el reconocimiento de la presencia de verdad en las
religiones brota de la misma concepción cristiana de Dios.
Si atendemos al sentido ontológico de la expresión religión
verdadera hemos de reconocer que todas las religiones pretenden y lo
alcanzan en grado diverso una relación del hombre con Dios. Todas las
religiones, en cuanto que no son reducibles a expresiones meramente
culturales sino que suponen una respuesta a las preguntas
fundamentales del hombre, son modos o vías de acceso a Dios. En todas
las religiones hay verdad pues todas ellas constituyen modulaciones de
la experiencia religiosa fundamental del hombre, intentos de respuesta
a las inquietudes del corazón humano. El judaísmo o el hinduismo son
verdaderas religiones, son caminos por los que el hombre se vincula a
Dios, si bien lo son en diverso grado. En efecto, si lo que hace a una
religión ontológicamente verdadera es -como hemos dicho-, en último
término, el objeto al que se dirige, hay que reconocer que el judaísmo
responde mejor a la esencia de la religión que lo que lo hace el
hinduismo, pues este último tiene una concepción panteísta de la
divinidad. Desde este punto de vista, las diversas religiones pueden ser
contempladas como círculos concéntricos ordenados en torno a la
relación perfecta del hombre con Dios, subsistente en el cristianismo
(33).
Zubiri expresó muy bien esta idea cuando decía que todas las
religiones son verdaderas en cuanto que todas constituyen una vía
verdadera o camino hacia Dios. Es decir, en todas hay religión o

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P. Javier Andrés, mCR

plasmación de la realización del hombre con Dios. Ahora bien, la verdad


de las religiones -explica Zubiri- es la verdad de un hacía, de una
marcha, la rectitud de una vía (34). En cuanto vías son correctas, aunque
pueden conducir de modo más o menos adecuado “y muchas veces dando
un rodeo” a la realidad divina. Es decir, las religiones, en cuanto modos
de responder a las preguntas fundamentales del hombre y expresiones
de la búsqueda humana de Dios, pueden acertar más o menos con la vía
adecuada. En este sentido, la verdad de las religiones admite un más y
un menos, es algo que se puede dar gradualmente: hay religiones que
son más verdaderamente religión que otras.
Por tanto, las religiones no tienen un valor paritario ni se pueden
equiparar unas a otras sin más. Puede haber una mayor o menor
presencia de la verdad. Las religiones pueden ser vías más o menos
adecuadas a la realidad misma divina. Zubiri distinguía tres vías
principales hacia Dios: vía de la dispersión (politeísmo), vía de la
trascendencia (monoteísmo) y vía de la inmanencia (panteísmo). Todas
ellas son vías verdaderas y todas se dirigen a Dios, pero de diversos
modos. Desde el punto de vista teológico las religiones no se encuentran
todas al mismo nivel: es posible un mayor o menor acercamiento a la
realidad divina misma y un mayor o menor ajuste en esa relación. Las
religiones son caminos y vías hacia Dios, pero están marcadas por la
historicidad, lo cual implica que haya vías que se dirijan a Dios dando
un rodeo y que sean, por ello, vías aberrantes, en el sentido de “vías
circundantes para llevar a Dios” (35).
B) Las verdades del cristianismo y las otras religiones (sentido
objetivo)
En relación estrecha con la verdad ontológica del cristianismo se
encuentran las verdades objetivas que forman parte de la fe cristiana. La
verdad de la relación que el cristianismo establece con Dios, se refleja en
una veritates: la verdad de unas creencias y de unas normas éticas y
cultuales. En este sentido objetivo que el cristianismo es verdadero
significa que el conjunto de afirmaciones teóricas y prácticas que

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P. Javier Andrés, mCR

contiene el cristianismo facilitan el auténtico acceso a la trascendencia,


iluminan las experiencias humanas fundamentales y contribuyen a
humanizar al hombre.
Ahora bien, también desde esta perspectiva podemos afirmar que
hay verdad en las religiones, si bien se pueden encontrar en ellas
también muchas creencias y prácticas erróneas. Los elementos de
verdad que se hallan en las religiones se deben a diversos factores, pero
principalmente a la manifestación de Dios en el cosmos y en el hombre
y a la acción del Espíritu Santo en las experiencias religiosas. En efecto,
en las religiones los hombres ofrecen una respuesta al Dios que *no dejó
de dar testimonio de sí mismo+ (Hech 14,17) y se les ha dado a conocer
a través del cosmos y del mismo hombre. Esta búsqueda y percepción
de Dios en la creación responde a la iniciativa de Dios que *no cesa de
atraer al hombre hacia sí+ (36). También se puede alcanzar la verdad
por medio de una experiencia religiosa auténtica, mediante la cual el
hombre entra en contacto con la realidad trascendente. La teología
católica sostiene que estas experiencias pueden responder a una acción
extraordinaria del Espíritu Santo. Este es un tema muy importante, que
aparece expresamente en el documento que tomamos como referencia.
El Espíritu, que *obraba ya, sin duda, antes de que Cristo fuera
glorificado+ (37), ha sido derramado sobre toda la tierra y actúa, más
allá del cristianismo, en el mundo entero.
A la vez, es preciso reconocer que las religiones son también
expresión de la infidelidad del hombre y de su debilidad para aceptar la
acción de la gracia. En la medida en que las religiones son expresión de
la condición de criatura del hombre, sujeto a la acción salvadora de Dios,
y pueden responder a actuaciones del Espíritu deben ser consideradas
como depositarias de valores verdaderos, como objetivaciones de
impulsos profundamente humanos sostenidos por la gracia de Dios.
Pero puesto que el hombre está herido por el pecado, debemos ver las
religiones como inevitablemente marcadas por la negatividad humana,
con todas las ambigüedades que esto implica. Las religiones no son

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P. Javier Andrés, mCR

testimonio sólo del conocimiento de Dios a través de la creación, sino


también de cómo se pueden malgastar las posibilidades del
conocimiento de Dios. Estas deformaciones y ambigüedades provienen
principalmente de dos fuentes: la inteligencia Cdeficiencia en el
conocimiento de DiosC y la voluntad Cdeficiencia en el reconocimiento
de DiosC humanas.
Por esto la relación del cristianismo con las religiones debe
entenderse de un modo orgánico. La alternativa no es entre la verdad
del cristianismo y la falsedad de las religiones. No es o todo o nada. Se
malentiende la relación entre religión y revelación cuando se considera
que las religiones son falsas sin más y la revelación es la verdad. La
relación ha de ser descrita de otra forma: según las relaciones entre
naturaleza y gracia, o según la tesis y el hecho de que la revelación se
dirige a un hombre configurado por la religión (38).
Esta relación orgánica es la que puso de relieve el Concilio, el cual,
en referencia explícita a todo lo bueno que se halla diseminado en la
mente y en los corazones de los hombres, en los ritos y las costumbres
de los pueblos, usa palabras como: liberare, conservare, sanare, elevare et
consumare (39). En lo referente a los aspectos morales y espirituales de
las religiones el Concilio emplea las expresiones agnoscere, servare,
promovere (40). Por una parte es importante desde la revelación
reconocer, conservar, guardar la verdad presente en las religiones pero
a la vez es preciso sanar, elevar y consumar esa verdad. Se trata de
reconocer el valor de las religiones, pero también sus limitaciones. Así
se evita tanto la separación entre cristianismo y religiones como la
simple disolución.

C) La verdad de la vivencia religiosa (sentido existencial)


Siguiendo la distinción de sentidos que hemos realizado, hemos de
preguntamos por el cristianismo como religión verdadera desde el
punto de la tercera perspectiva: la subjetiva o existencial. Pues bien, lo
primero que hay que advertir es que la afirmación de que el cristianismo

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P. Javier Andrés, mCR

es verdadero en sentido ontológico y objetivo no conlleva que lo sea


desde el punto de vista existencial. Es posible que la verdad ontológica
del cristianismo no haya sido existencialmente vivida. Como cristianos
creemos que la verdadera relación religiosa con Dios nos ha sido
revelada en Jesucristo. Pero esto no impide que, ocasionalmente, ciertos
aspectos de esa relación religiosa fundamental puedan estar oscurecidos
en el cristianismo histórico que nosotros conocemos (41). Como advierte
el documento Diálogo y anuncio, *pese a la plenitud de la revelación de
Dios en Jesucristo, el modo como los cristianos comprenden su relación
y la viven, a veces puede tener necesidad de purificación+ (42).
En nuestra historia, los cristianos hemos estado muchas veces lejos
de realizar la verdad y santidad del cristianismo y no podemos
pretender con certeza ser mejores que los que profesan otras
religiones. *En el cristianismo no hay más verdad y santidad que Cristo,
su Evangelio y las verdades contenidas en él+ (43). Ciertamente, en la
perspectiva estructural la fe es netamente superior a la experiencia
religiosa. Pero en la perspectiva existencial, es decir, según la realización
que se vive de hecho, la experiencia religiosa y las religiones derivadas
de ella pueden ser superiores a la fe cristiana. Esto es debido a que el
cristiano en su vida concreta puede dejar de colaborar con la gracia (44).
Por esta razón no cabe el desprecio ni la prepotencia. La afirmación
de la verdad del cristianismo no puede conducir a la arrogancia y al
orgullo, especialmente cuando se es consciente de las propias
infidelidades al Evangelio. Y esta conciencia nos abre a la posibilidad de
avanzar en la verdad del cristianismo tanto en su comprensión como en
su vivencia. La verdad ontológica y objetivamente poseída se convierte
así en algo también existencialmente vivido.
Para esto resulta indispensable el diálogo con las otras religiones.
En un hermoso y clarificador texto de Diálogo y anuncio se explica esta
idea: La plenitud de la verdad recibida en Jesucristo no da a cada uno
de los cristianos la garantía de haber asimilado plenamente tal verdad.
En última instancia, la verdad no es algo que poseemos, sino una

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P. Javier Andrés, mCR

Persona por la que tenemos que dejarnos poseer. Se trata, así, de un


proceso sin fin. Aun manteniendo intacta su identidad, los cristianos
han de estar dispuestos a aprender y recibir, por mediación de los
demás, los valores positivos de sus tradiciones. De esta manera, el
diálogo puede hacerles vencer sus prejuicios inveterados, revisar sus
propias ideas y aceptar que a veces la comprensión de su fe sea
purificada (45).
5. CAMINAR JUNTOS HACIA LA VERDAD PLENA MEDIANTE
EL DIALOGO
Esta concepción de la verdad del cristianismo y de las religiones
nos lleva al diálogo con los miembros de otras religiones como una
forma de caminar juntos hacia la verdad (46). Este diálogo tiene como fin
descubrir en las otras religiones elementos providenciales y designios
del amor de Dios hacia los hombres (47). No se trata sólo de respetar y
comprender las otras religiones sino de descubrir también en ellas
las semina Verbi que contienen y ver los valores positivos de esa
búsqueda humana de Dios (48).
En el diálogo aprendemos también a crecer en la profundización
de la verdad. Cuando el cristiano afirma poseer la verdad absoluta no
quiere afirmar que posee toda la verdad (49). Las demás religiones
pueden ayudar a ver aspectos de la verdad cristiana no suficientemente
profundizados. El diálogo puede enriquecer al cristiano ayudándole a
percibir aspectos de su fe que no había considerado. El cristiano tiene
que reconocer que puede crecer y avanzar gracias a los no cristianos, ya
que su propia fe adquiere profundidad en el diálogo con ellos (50).
Ahora bien, el diálogo debe realizarse a partir de lo que cada uno
es. En este punto es donde se equivoca la posición pluralista cuando
exige renunciar a toda pretensión de superioridad o de absolutez (51).
Para dialogar no hay que ocultar la verdad ni poner entre paréntesis la
propia fe, ni siquiera de manera provisional. “Es cosa noble estar
predispuestos a comprender a todo hombre, a analizar todo sistema, a dar razón
de todo lo que es justo; esto no significa absolutamente perder la certeza de la

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P. Javier Andrés, mCR

propia fe o debilitar los principios de la moral” (52) . La honestidad y la


sinceridad del diálogo requieren, por el contrario, que las religiones
dialoguen a partir de lo que ellas son; en caso contrario no habría
verdadero diálogo. Estaríamos realizando una tarea inútil.
El diálogo auténtico no admite ni el sincretismo ni el eclecticismo.
En el diálogo no se puede ocultar la propia pretensión de verdad. “La
base de cualquier comunicación, y también del diálogo entre las religiones, es el
reconocimiento de la existencia de verdad” (53). Precisamente donde no hay
verdad ni búsqueda de la misma no puede haber diálogo. Si todo es
parcial y relativo a la propia comprensión de la religión, entonces “en
ese instante, termina el diálogo religioso” (54). Pues “todo diálogo vive de la
pretensión de verdad de los que en él participan” (55).
Los miembros de otras religiones son compañeros de un camino
común que toda la humanidad tiene que recorrer. Junto a ellos y a todos
los hombres *la Iglesia, en el correr de los siglos, tiende a la plenitud de
la verdad divina+(56).

CUARTA VERDAD
LA RELIGIÓN CRISTIANA ES LA ÚNICA RELIGIÓN DIVINA

La religión cristiana es la religión revelada por Dios y, por


consiguiente, la única religión verdadera, obligatoria para todos
El viajero, llegado a la cumbre de una montaña, dirige una mirada
atrás para darse cuenta del camino andado, y otra adelante para ver el
camino que le queda por recorrer. Conviene que nosotros hagamos lo
mismo.
Hemos comprobado las siguientes verdades:
1° Existe un Dios eterno, criador y soberano Señor de todas las
cosas. La razón y la conciencia proclaman irresistiblemente la existencia
de este Ser supremo e infinitamente perfecto.
Para los cristianos, a este testimonio se agrega el de la revelación,
que es más seguro todavía, porque es divino. Dios se ha manifestado,
ha hablado, ha hecho milagros.

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P. Javier Andrés, mCR

2° Dios, con su Providencia, cuida de sus criaturas,


particularmente del hombre, su hijo predilecto.
3° El hombre, compuesto de cuerpo y alma espiritual, libre,
inmortal, ha sido creado por Dios para que le conozca, le ame y le sirva
en esta vida y le goce luego en la vida futura. Tiene, por consiguiente,
deberes que cumplir par con su Criador y su Padre.
4° El conjunto de estos deberes se llama religión. Esta es
absolutamente necesaria al hombre, a la familia y a la sociedad.
La historia atestigua que por todas partes y siempre, la religión ha
sido considerada por los hombres como un deber y una virtud, y la
impiedad como un vicio detestable. El hombre que vive sin religión es
un ser incompleto, un pobre ignorante que no sabe por qué existe, un
mal servidor, un mal hijo que olvida y ultraja a su padre.
No basta, pues, ser hombre honrado según el mundo, es decir,
llevar una vida ante los otros que merezca el título de honorable; hay
que orar, adorar a Dios cada día, obedecer todas sus leyes, practicar la
religión y servir a Dios como Él quiere ser servido por nosotros. Vivir
en la indiferencia como si no existiera Dios, ni juicio, ni cielo, ni infierno,
ni eternidad, es algo más que un pecado, es una monstruosidad.
Todos, quienesquiera que seamos, ricos y pobres, jóvenes y viejos,
hemos sido creados y puestos en el mundo, no para divertirnos, ni para
acumular dinero, ni para gozar, sino, ante todo, para servir a Dios. Los
que no sirven a Dios, lejos de ser honrados, son tres veces locos y
grandes criminales, más criminales que los ladrones y asesinos, porque
los deberes para con Dios son más importantes que los deberes para con
nuestros semejantes.
Aún más: la religión ha sido considerada, en todos los tiempos y
en todos los pueblos, como intrínsecamente ligada a los intereses del
hombre, a la conservación y felicidad de la familia y de la sociedad.
Apoyándose en la creencia en Dios y en su Providencia, los legisladores
han establecido sus instituciones y fundado el edificio social. Es
imposible al hombre vivir como ser racional sin rendir a Dios este triple

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P. Javier Andrés, mCR

culto. La religión, pues, tiene sus raíces en la naturaleza del hombre y en


los atributos de Dios.
6° No puede haber sino una sola religión verdadera, porque la
verdad es una y rechaza todo error. Luego, por lo mismo, no puede
haber sino una sola religión buena, porque tan solo es bueno lo
verdadero; y Dios no puede ser honrado con el error y la mentira.
7° Conocemos la religión de dos maneras: 1°, por el medio natural
de la razón; 2°, por el medio sobrenatural de la revelación. La religión
conocida por la razón se llama religión natural; la religión conocida por
la revelación se llama religión sobrenatural. Todos los hombres tienen la
grave obligación de averiguar si Dios ha revelado positivamente una
religión y abrazar la religión revelada, si existe: porque Dios es el Señor,
y tiene el derecho de determinar la religión mediante la cual quiere ser
honrado y servido por el hombre, su criatura.
8° La revelación no sólo es posible, sino que es moralmente
necesaria para hacernos conocer los dogmas y los preceptos de la
religión natural. Sin ella, el género humano, tomado en conjunto, no
podía llegar a conocer, con certeza y sin mezcla de error, todas las
verdades religiosas y morales requeridas para honrar a Dios y vivir bien.
La experiencia de seis mil años lo demuestra.
9° Dios puede también revelar una religión sobrenatural, en su
dogma y en su moral; y si Dios la revela, todo hombre tiene la grave
obligación de abrazarla, porque Dios, como Criador, tiene un dominio
soberano sobre todas sus criaturas, y el hombre está obligado a
someterse enteramente a la voluntad de su Criador.
10° En realidad, la historia nos enseña que Dios ha revelado una
religión sobrenatural y positiva. Tenemos como prueba de ella: 1° el
testimonio del pueblo judío; 2°, el del pueblo cristiano esparcido por
toda la tierra; 3°, podemos añadir a éstos el testimonio de todos los
pueblos; porque, como veremos muy pronto, las tradiciones de todos
los pueblos nos prueban que Dios ha hablado a los hombres para

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P. Javier Andrés, mCR

hacerles conocer las verdades que deben creer y los deberes que deben
cumplir.
Los monumentos de la revelación son los libros del Antiguo y del
Nuevo Testamento, cuya colección forma el libro más hermoso que
existe en el mundo, la Biblia. La Biblia, que sigue siendo la más antigua
y la más seria de la historias, aun prescindiendo de su autoridad divina,
nos refiere que Dios, desde el principio del mundo, ha instruido a los
hombres acerca de la religión; primeramente por sí mismo, después por
Moisés y los Profetas, y, finalmente, por su propio Hijo hecho hombre,
nuestro señor Jesucristo.
11° ¿Por medio de qué señales se puede conocer la religión divina?
Por medio de dos infalibles: el milagro y la profecía. Hemos probado,
contra los racionalistas modernos, que los milagros son posibles, que se
los puede comprobar, y que son ellos la señal, el sello infalible de una
religión divina. Son la firma de Dios.
12° Nos queda por demostrar que la religión cristiana es la
revelada por Dios; la única confirmada y autenticada por la firma
divina: los milagros y las profecías.
Supuesto que la verdadera religión es necesaria al hombre, su
origen debe remontarse a la cuna del género humano. Tal acontece con
la religión cristiana. No empezó ella con la venida de Jesucristo, sino con
la creación del hombre. Esta religión divina tiene tres fases distintas:
1ª, el período patriarcal;
2ª, el período mosaico;
3ª, el período cristiano.

I. LA REVELACIÓN ANTES DE JESUCRISTO


¿Cuáles son las principales revelaciones que Dios ha hecho a los
hombres?
Se distinguen tres:
1ª La revelación hecha a nuestros primeros padres y a los
patriarcas; se la llama revelación o religión primitiva.

93
P. Javier Andrés, mCR

2ª La segunda, hecha a los judíos por el ministerio de Moisés y de


los profetas; se llama revelación o religión mosaica.
3ª La tercera, hecha a todos los hombres por Nuestro Señor
Jesucristo, llamada revelación o religión cristiana.
Para tener idea justa y completa de la religión cristiana, es menester
tomarla en su origen y seguirla en sus tres etapas progresivas hasta su
último desarrollo.
Dios habló a los hombres desde el principio del mundo para
enseñarles y recordarles las verdades que debían creer y los deberes que
deberían practicar. Estas primeras comunicaciones hechas al hombre
por el Criador fueron transmitidas de padres a hijos mediante la
tradición oral. Se las designa con el nombre general de revelación
primitiva.
Más adelante, Dios eligió al pueblo judío para que fuera
depositario y custodio de la verdad religiosa, y le dio la ley escrita por
medio de Moisés. El conjunto de verdades comunicadas al pueblo de
Dios se llama religión mosaica.
Finalmente, la plenitud de la revelación fue traída a la tierra por
Nuestro Señor Jesucristo. Así pues, la religión cristiana no es una
religión nueva, sino tan antigua como el mundo.

1° REVELACIÓN O RELIGIÓN PRIMITIVA


¿Qué es la religión primitiva?
La religión primitiva es la religión sobrenatural o positiva que Dios
impuso a nuestros primeros padres a fin de que ellos la trasmitieran a
sus descendientes.
La religión primitiva, practicada por los patriarcas, fue obligatoria,
desde Adán hasta Moisés, para el pueblo hebreo, y para todos los otros
pueblos hasta Jesucristo.
La religión primitiva, produjo santos, como los patriarcas, el santo
Job, Melquisedec, rey de Salem, etc. Duró muchos siglos: desde Adán

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P. Javier Andrés, mCR

hasta Moisés pasaron aproximadamente 2.500 años, y 1.500 desde


Moisés a Jesucristo.

NARRACIÓN HISTÓRICA DE LA RELIGIÓN PRIMITIVA


Toda la historia de la revelación primitiva puede resumirse en
algunos hechos: la creación, la caída, la promesa de un Salvador, el
diluvio, la dispersión de los hombres, la vocación de Abraham.
La creación. – Al principio de los tiempos, Dios creó el cielo y la
tierra, las cosas visibles e invisibles. Dios mandó a todos los elementos
primitivos que saliesen de la nada. Pero estos primeros elementos de las
cosas estaban todavía en la confusión, sin orden y mezclados los unos
con los otros. La Biblia nos lo enseña con estas palabras: “La tierra era
informe y vacía; las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se
movía sobre las aguas”. La tierra estaba vacía de árboles, de plantas, de
criaturas vivientes: era un abismo de cosas por formarse, pero el espíritu
de Dios, es decir, la virtud todopoderosa del Criador, estaba pronto para
dar calor, movimiento, forma y vida a todas las cosas.
Quiso Dios emplear seis días o seis épocas en la formación del
mundo. Esta enseñanza de la Biblia está perfectamente de acuerdo con
las ciencias modernas. La sucesión cronológica de la aparición de los
diversos reinos de la naturaleza es expuesta exactamente por Moisés
3.500 años antes de los descubrimientos científicos de nuestro siglo.
Al fin del sexto día o época, Dios creó el primer hombre y la
primera mujer, de los que descienden todos los hombres, y a los cuales,
por esto mismo, llamamos primeros padres. Dios tomó un poco de tierra
y formó el cuerpo del primer hombre, al que llamó Adán, y le inspiró
un alma racional e inmortal. Después, Dios tomó una costilla de Adán y
formó a Eva, la primera mujer. Bendijo la unión de Adán y Eva, que
declaró indisoluble, instituyendo así el matrimonio y la familia.
Adán y Eva salieron de las manos de Dios, adultos ya, no
solamente con todos los dones del espíritu y del cuerpo, sino también
con la gracia santificante, las virtudes infusas y un destino sobrenatural.

95
P. Javier Andrés, mCR

Fueron colocados en un jardín de delicias llamado Paraíso Terrenal.


Dios mismo les enseñó, por una revelación positiva la manera como
debían servirle.
El Criador, para obligar al hombre a reconocer su soberano
dominio, prohibió a Adán y a Eva, bajo pena de muerte, que comiesen
del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Este acto de obediencia
les habría merecido el cielo a ellos, y a sus descendientes todos los
privilegios sobrenaturales que habían recibido de Dios.
La caída. – Adán y Eva, engañados por el demonio, ángel
prevaricador, envidioso de su felicidad, desobedecieron a Dios y
comieron de la fruta prohibida. Inmediatamente se realizó en todo su
ser un cambio terrible. Despojados de los magníficos privilegios que Dios
les habría otorgado, quedaron sujetos a la ignorancia, a la
concupiscencia, a los sufrimientos, a las enfermedades, a la muerte y,
sobre todo, privados de la gracia santificante y de sus derechos al cielo. De
esta suerte sólo pudieron legar a sus hijos la ruina espiritual, con su triste
cortejo de miserias y pasiones.
Promesa de un Salvador. – Dios tuvo compasión de su débil
criatura, y al pronunciar contra nuestros primeros padres la sentencia
de su condenación, les prometió un Redentor o Mesías que debería
liberarlos de la esclavitud del demonio, restituyéndoles, al mismo
tiempo, sus derechos al cielo. Gracias a esta misericordia completamente
gratuita, no perdieron para siempre el cielo. Pero, antes de su caída lo
hubieran ganado fácilmente y sin pasar por la muerte, ahora hay que
comprarlo a costa de mil sacrificios.
El Mesías se hizo esperar durante varios siglos, a fin de que el
hombre, que había pecado por orgullo, se viera humillado por la
experiencia de sus miserias, y para que la Redención fuera preparada
por una larga sucesión de hechos maravillosos.
Primeros hijos de Adán. – Adán transmitió a sus hijos la fe en el
Redentor. El Señor aceptó los sacrificios que Abel le ofrecía con espíritu
de fe y de penitencia y rechazó los de Caín. Abel murió víctima de los

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P. Javier Andrés, mCR

celos de su hermano; fue reemplazado por Set, que imitó su justicia. Los
descendientes de Set fueron llamados hijos de Dios, en oposición a los de
Caín, a quienes la Sagrada Escritura llama hijos de los hombres. Estos
primeros patriarcas vivieron más de novecientos años; esta longevidad
tenía por fin, en los designios de Dios, facilitar la multiplicación de la
especie humana y particularmente conservar el depósito de las verdades
reveladas.
El diluvio (año del mundo 1600). – Los hijos de Dios hicieron
amistad con los hijos de los hombres, y, como éstos, se corrompieron,
cayendo en la impureza. Henoch les predijo un tremendo castigo si no
se convertían. Pero, a pesar de esta amenaza, la corrupción se hizo
universal, y Dios resolvió destruir al hombre mediante el diluvio,
exceptuando a Noé, que fue hallado justo.
Dios mandó a Noé que construyera un arca, en cuya construcción
trabajó Noé por espacio de cien años. Durante este largo lapso de tiempo
no dejó él de predicar a los hombres la penitencia, pero sin resultado
alguno. El diluvio hizo perecer a todos los hombres, con excepción de
Noé y su familia. Esta arca era una figura de la Iglesia, fuera de la cual no
hay salvación.
Al salir del Arca, Noé ofrece sacrificios al Señor. Dios pacta
entonces una alianza con el hombre, de la cual es señal el arco iris. Noé,
como Adán, transmite a sus hijos la fe en el Redentor.
Dispersión de los hombres. – Noé vivió 950 años; pero después
del diluvio, los hombres vivieron menos que antes, sea por castigo de
Dios, sea porque la catástrofe hubiera causado graves perturbaciones en
la atmósfera. Establecidos en la Mesopotamia, en las llanuras profundas
del Senaar, se multiplicaron tanto los descendientes de Noé, que
tuvieron que separarse.
Pero, antes de hacerlo, quisieron construir una torre, para
perpetuar su memoria. El Señor castigó su orgullo confundiendo su
lenguaje. No pudiendo entenderse, se vieron obligados a dejar

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P. Javier Andrés, mCR

inconclusa esta torre llamada de Babel o confusión. Se dividieron, pues,


según su lengua, pero llevando todos la misma fe primitiva.
La raza de Sem se desarrolló en Asia; la de Jafet en Europa; la de
Cam en África. Este último, maldito de su padre por su grave falta de
respeto, dejó a sus descendientes, los negros, el triste peso de esta
maldición.
Vocación de Abraham (año del mundo 2083). – Unos 500 años más
tarde, los hombres, no escuchando más que la voz de sus sentidos,
abandonaron al verdadero Dios para caer en la idolatría. La Providencia
resolvió entonces elegirse un pueblo para que conservara intacta la
verdadera religión hasta la venida del Mesías.
Dios eligió a Abraham, de la raza de Sem, para que fuera el padre
de ese pueblo. Le prometió dar a su posteridad la tierra de Canaán y que
el Mesías nacería de su descendencia. Abraham respondió a la vocación
divina con una fe admirable y una obediencia heroica.
En esta época, los habitantes de Sodoma y Gomorra se entregaron
a toda clase de impurezas. Dios quiso mostrar con un nuevo castigo lo
mucho que detesta este vicio. Abraham recibió en su tienda la visita de
los tres ángeles ejecutores de los decretos de la justicia divina.
Aquí se pone de manifiesto el poder maravilloso de la oración del
justo. Abraham intercedió por las ciudades nefandas, y hubiese
obtenido gracia, de haber hallado en ella diez justos... Pero no los había.
El único inocente era Lot, sobrino de Abraham, y fue el único que se
salvó con su mujer e hijas. El fuego del cielo devoró estas ciudades, y el
lugar que ocupaban se ha convertido en un lago infecto, llamado Mar
Muerto, monumento perenne a la maldición divina.
Sacrificio de Abraham. – Queriendo Dios probar la fe de
Abraham, le dijo un día: “Toma a tu unigénito y sacrifícamelo en el
monte Moria”. Abraham no vacila un momento; carga sobre las
espaldas del hijo un haz de leña y el cuchillo, y se encamina hacia el
monte señalado por Dios.

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P. Javier Andrés, mCR

Durante la marcha, Isaac dice a su padre: – “Tenemos leña y fuego;


más no veo la víctima que debe ser inmolada”.
– “Dios proveerá, hijo mío”, replica Abraham.
Llegados al monte Moria, Abraham levanta un altar, coloca la leña,
toma a Isaac, lo ata sobre la pira y empuña el cuchillo para sacrificar la
víctima. Pero Dios, contento de su obediencia, detiene su mano y le dice:
Puesto que por obedecerme no has vacilado en sacrificarme a tu hijo único, yo
te bendeciré; multiplicaré tu posteridad como las estrellas del cielo y las arenas
del mar; y todas las naciones serán bendecidas en Aquél que saldrá de tu
descendencia.
El ejemplo de Abraham nos enseña cómo se debe amar a Dios sobre
todas las cosas. Isaac es figura de Nuestro Señor Jesucristo subiendo al
Calvario (monte Moria) cargado con el leño de la cruz. Dios quiso en el
sacrificio de Abraham representar, con muchos siglos de anticipación,
el misterio del Calvario.
Isaac y sus hijos Esaú y Jacob. – Isaac tuvo de Rebeca, su esposa,
dos hijos gemelos. Antes de su nacimiento, el Señor había dicho a la
madre: Llevas en ti dos pueblos; el uno triunfará sobre el otro, y el primero será
siervo del segundo.
El primero de los hijos recibió el nombre de Esaú, y el segundo, el
de Jacob, que quiere decir suplantador, porque habría un día de
suplantar a su hermano. Efectivamente, Esaú vendió a Jacob sus
derechos de primogenitura por un plato de lentejas. Jacob, escuchando
los consejos de su madre Rebeca, se vistió con las vestiduras de Esaú, y
consiguió de esta forma, de Isaac, moribundo y ciego, la bendición
paternal, que le concedía el derecho de ser padre del pueblo de Dios y
del Mesías.
De esta manera, más tarde, el pueblo cristiano debía de suplantar
al pueblo judío, es decir, debía convertirse en el pueblo de Dios. Jacob,
cubierto con las vestiduras de Esaú, es la imagen de Nuestro Señor
Jesucristo presentándose a su Padre, cargado con nuestros pecados.
Rebeca es figura de María.

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P. Javier Andrés, mCR

Jacob, heredero de las promesas divinas hechas a Abraham y a


Isaac, fue como ellos guiado en su camino por la acción sobrenatural de
Dios. Jacob, apellidado por Dios mismo Israel, tuvo doce hijos, llamados
los doce patriarcas o padres de las doce tribus de Israel.
Uno de ellos, José, predilecto del padre, excitó los celos de sus
hermanos, que lo vendieron a unos mercaderes, los cuales lo llevaron a
Egipto. La castidad admirable de José atrajo sobre él las bendiciones de
Dios. Habiendo explicado dos sueños del Faraón, fue nombrado Virrey.
Mientras el hambre desolaba durante siete años la Palestina, la
abundancia reinaba en Egipto, gracias a la previsión de José. Entonces
hizo venir a su lado a Jacob y a su familia y los estableció en la fértil
tierra de Gesén. Jacob, antes de morir, bendijo a sus hijos. Predijo a Judá
que el Mesías, el deseado de las naciones, nacería en su raza tan luego
como el cetro hubiera salido de su familia. Tal es, en resumen, la historia
de la revelación primitiva y patriarcal.

¿En qué consistía la religión primitiva?


En la religión primitiva se encuentran tres elementos constitutivos
de toda religión: el dogma, la moral y el culto.
1° Dogma. – Las principales verdades que fueron objeto de la
revelación primitiva son:
– La existencia de un solo Dios, Criador de todas las cosas.
– El gobierno del mundo por su Providencia.
– La existencia de ángeles buenos y malos.
– La creación del hombre a imagen de Dios.
– La inmortalidad del alma, la recompensa de los justos y el castigo
de los malos en una vida futura.
– El destino sobrenatural del hombre.
– El auxilio de la gracia; medio para alcanzar este fin sublime. – La
caída del primer hombre y el pecado original – Finalmente, la esperanza
de un Redentor o Mesías.

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P. Javier Andrés, mCR

2° Moral. – La moral de la religión primitiva comprendía:


– La ley natural, formulada más tarde en el Decálogo.
– La obligación de tender hacia Dios por las virtudes
sobrenaturales de la fe, esperanza y caridad.
Algunos preceptos positivos, tales como: los sacrificios ofrecidos
como figura de la Redención; la santificación del día séptimo; la
institución de la familia y la indisolubilidad del matrimonio.
3° Culto. – El culto de la religión primitiva consistía en la oración y
en el sacrificio. En honor de Dios se levantaban altares, sobre los cuales
se ofrecían sacrificios cruentos e incruentos, para figurar el gran
sacrificio con el cual el Salvador debía redimir al mundo.
Los sacerdotes de la religión primitiva eran los padres de familia o
los primogénitos. Tenían el cuidado de conservar la religión, de
enseñarla a la familia y de cumplir las funciones del sacerdocio.
Tanto en los niños como en los adultos, se borraba el pecado
original con alguna señal de fe, por lo menos implícita, en el futuro
Redentor. Se obtenía el perdón de los pecados actuales por medio de la
contrición perfecta.
N.B. – La revelación primitiva no difiere, en realidad de la religión
natural más que por la esperanza del Mesías, el destino del hombre a un
fin sobrenatural y el medio conveniente para alcanzarlo. Este medio es
la gracia santificante, que no podía obtenerse sino por la creencia del
Mesías y por sus méritos futuros.

¿Cómo se prueba la divinidad de la religión primitiva?


Se prueba la divinidad de la religión primitiva por la narración
bíblica, por los hechos milagrosos que la confirmaron y por la tradición
de todos los pueblos.
1° La Biblia nos muestra a Dios hablando con Adán, Noé,
Abraham, Isaac,

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P. Javier Andrés, mCR

Jacob, y en circunstancias tales, que estos patriarcas no podían


dudar de la palabra de Dios. Estas comunicaciones divinas son hechos
sobrenaturales y divinos que prueban la revelación.
2° Entre los hechos milagrosos que demuestran la divinidad de la
religión primitiva, se cuentan el diluvio, predicho con cien años de
anticipación; la maldición de Cam; la confusión de las lenguas en la torre
de Babel; la predicción y el cumplimiento de la destrucción de Sodoma,
etc. Dios intervenía frecuentemente de una manera sobrenatural para
recordar a los hombres la observancia de sus leyes.
3° Todos los pueblos han admitido, como base de sus religiones,
las siguientes verdades:
– La existencia de un Dios eterno, soberano Señor de todas las
cosas.
– La divina providencia que gobierna el mundo.
– La distinción entre genios buenos y malos.
– La edad de oro, la caída del primer hombre y sus funestas
consecuencias para el género humano.
– La necesidad de honrar a Dios con sacrificios expiatorios.
– La esperanza de un Libertador que debía salvar al mundo.
– La existencia de la otra vida, feliz para los buenos, y desdichada
para los malos.

Estas verdades fueron más o menos alteradas en sus pormenores,


pero en el fondo son las mismas en todas partes. Ahora bien, si entre
estas verdades se encuentran algunas que pueden ser descubiertas por
la razón, hay, en cambio, otras que son inaccesibles a las indagaciones
de la inteligencia humana. Tales son la existencia de los ángeles, las
consecuencias del pecado original, la esperanza de un Libertador, etc.
Estas verdades son de un orden sobrenatural, y no podían ser conocidas
sino por tradición. Pero, ¿cómo pudieron conocerlas los primeros
hombres? Únicamente por una revelación divina. Por lo demás, todos
los pueblos paganos han tenido, de hecho, la convicción de que en los

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P. Javier Andrés, mCR

tiempos primitivos Dios había hablado a los hombres y de que la


religión había venido del cielo.
No hay un solo punto de la revelación primitiva cuyos rastros no
podamos encontrar fácilmente en las falsas religiones de la antigüedad.

2° REVELACIÓN MOSAICA
¿Qué es la religión mosaica?
La religión mosaica o judaica es el conjunto de los dogmas y
preceptos revelados al pueblo hebreo por ministerio de Moisés.
Esta religión no era más que la religión primitiva perfeccionada.
No iba destinada al mundo entero como la primera, sino solo al pueblo
judío, y no debía subsistir sino hasta la llegada del Mesías.
La religión que Dios dio al pueblo hebreo se llama mosaica, porque
Dios la publicó solemnemente por ministerio de Moisés. Y se denomina
judaica, porque Dios la dio al pueblo judío38.
1° Las verdades de la revelación primitiva habían sido cambiadas
por la ignorancia y la corrupción; Dios resolvió establecerlas en toda su
pureza, despertando su recuerdo entre los hombres, y haciendo su
depósito inviolable. Con este fin eligió para sí un pueblo particular, al
que rodeó de una especial protección y preservó de la corrupción
universal.
Hizo que Moisés libertara a los descendientes de Jacob de la
cautividad de Egipto, y los constituyó en nación. A este pueblo
privilegiado se le confió el depósito de la revelación y la promesa de un
futuro Redentor, esperado bajo el nombre de Mesías. Esta promesa
debía transmitirse hasta el advenimiento del Salvador, época en la cual
la ley judaica, cumplida su misión, debía ser abrogada.
2° La revelación mosaica tenía, pues, un triple fin: a) conservar las
verdades de la religión natural y los dogmas de la religión primitiva; b)
confirmar y precisar los preceptos de la moral natural; c) desenvolver
38Los descendientes de Abraham se llaman: 1° HEBREOS, de Heber, nieto de Sem y abuelo de Abraham: 2°,
ISRAELITAS, por causa de Jacob, apellidado Israel: 3°, JUDIOS, de Judá, padre de la tribu que lleva su nombre, y
que tuvo la supremacía sobre toda la nación.

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P. Javier Andrés, mCR

las profecías del Mesías dando los pormenores de su vida, de sus obras
y de su reino.

NARRACIÓN HISTÓRICA DE LA REVELACIÓN MOSAICA


Esclavitud de los hebreos (hacia el año 1600 antes de J.C) – Los
descendientes de Jacob se multiplicaron tan rápidamente en Egipto, que,
dos siglos después de la muerte de José, formaban un verdadero pueblo.
Este crecimiento alarmó a los egipcios, y uno de sus reyes, Ramsés II,
condenó a los hebreos a los trabajos más duros, a construir diques sobre
el Nilo, murallas en torno de las ciudades y pirámides de una elevación
prodigiosa. Por último, el Faraón ordenó que todos los hijos varones de
este pueblo fueran arrojados a las aguas del Nilo, apenas nacidos.
Todo lo que acontecía a los judíos era una figura de lo que debía
suceder más tarde a la Iglesia. El crecimiento prodigioso de los hijos de
Jacob era la figura de la multiplicación de los cristianos en medio de las
persecuciones.
Nacimiento de Moisés (1571 antes de J.C.) – En ese momento nació
en la familia de Amram, de la tribu de Leví, Moisés, el personaje más
grande del Antiguo Testamento, aquél que, entre todos los hombres,
tuvo más familiares y continuadas comunicaciones con Dios. Su historia
se divide en tres períodos, de cuarenta años cada uno. Expuesto en el
Nilo, es salvado de la muerte providencialmente por la hija del Faraón,
que lo adopta y le da el nombre de Moisés, es decir, salvado de las aguas.
La princesa le hizo instruir en la corte del rey, en todas las ciencias
cultivadas en Egipto. A la edad de cuarenta años, Moisés dejó el palacio
del rey, a fin de ir a consolar a sus hermanos los hebreos, que gemían
bajo el yugo de una cruel esclavitud. Graves circunstancias le obligaron
a huir a la tierra de Madián, cuyo jefe llamado Jetró, le recibió y le dio
su propia hija, Séfora, por esposa.
Misión de Moisés. – Durante cuarenta años cuidó Moisés de los
ganados de su suegro. Un día advirtió sobre el monte Orbe una zarza
que ardía sin consumirse; y, como se aproximó para contemplar de cerca

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P. Javier Andrés, mCR

el extraño fenómeno, oyó una voz que, saliendo de la zarza, le decía: Yo


soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; he visto la aflicción de mi
pueblo, y te he elegido para que le hagas salir de Egipto y los conduzcas
a la tierra prometida.
Moisés aterrorizado ante las dificultades de tal misión, le dijo a
Dios: – ¿Quién soy yo, Señor, para obrar tales maravillas?
Entonces, Dios, para animarle, le confirió el poder de obrar
milagros, y asoció a él a Aarón, su hermano mayor, como colaborador y
auxiliar.
Las diez plagas de Egipto. – Moisés y su hermano Aarón se
presentan al rey y le piden, en nombre del Señor, que deje partir a los
hijos de Israel. – Yo no conozco al Señor – contesta el Faraón; y desde
este momento redobla sus crueldades con los pobres hebreos, para
irritarlos contra Moisés. Este, armado de su vara, castiga al país con diez
azotes, conocidos por las diez plagas de Egipto. Sólo a la décima, el
Faraón, aterrado, consciente en la partida de los hebreos.
La décima plaga fue la más terrible. La víspera del día en que
sobrevino,
Moisés‖dijo‖a‖los‖Hijos‖de‖Israel,‖de‖parte‖del‖Señor:‖“Mañana‖es‖el‖día
‖de‖vuestra‖ libertad. Esta noche, en cada familia sacrificarán un cordero
sin mancha, cuyos huesos no romperán; lo comerán permaneciendo de
pie, ceñida la cintura, calzados los pies y con un bordón en la mano,
como viajeros apresurados. Marcarán con su sangre las puertas de
vuestros hogares: es la Pascua, es decir, el paso del Señor. Celebrarán
perpetuamente este día en recuerdo de vuestra libertad”.
A la noche siguiente, el ángel exterminador pasó e hirió de muerte
a todos los primogénitos de los egipcios, no respetando sino las casas de
los hebreos marcadas con la sangre del cordero. Por la mañana, cuando
los egipcios vieron tantos muertos, quedaron consternados, y los
hebreos pudieron partir sin que nadie les molestase. Tal fue entre los
judíos el origen de la gran fiesta de la Pascua.

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P. Javier Andrés, mCR

La esclavitud de Egipto es figura de la esclavitud a que nos redujo


el pecado; la liberación de los israelitas por Moisés representa la
liberación de los cristianos por Nuestro Señor Jesucristo.
El cordero pascual es figura del Salvador, el Cordero de Dios que
nos ha salvado con su sangre de la muerte eterna. La Pascua de los
judíos era figura de la Pascua de los cristianos, en la que nosotros
comemos el verdadero cordero pascual.
Salida de Egipto (1491 antes de J.C.) – Los hebreos partieron de la
ciudad de Ramsés o Ramesés, hoy Tell-es-Maschuta, en número de
seiscientos mil, sin contar viejos, las mujeres y niños menores de veinte
años. Se encaminaron hacia la tierra de Canaán, prometida a sus padres
Abraham, Isaac y Jacob, y llamada por eso Tierra Prometida.
El primer prodigio que Dios obró en favor de su pueblo fue guiarlo
en su camino, mediante una columna de nubes luminosas durante la
noche y opacas durante el día, para protegerlos contra los ardores del
sol. Este milagro continuó cuarenta años, durante toda la permanencia
de los judíos en el desierto. Desde el seno de esta nube, Dios hablaba a
Moisés.
Paso del Mar Rojo. – El segundo milagro del Señor en favor de su
pueblo fue el paso del Mar Rojo. El Faraón se arrepintió bien pronto de
haber dejado salir a los hebreos, cuyos trabajos eran tan útiles a su
nación. Salió, pues, en su persecución con un gran ejército, y los alcanzó
a orillas del Mar Rojo. El terror se apoderó de los judíos; pero Dios dijo
a Moisés: Extiende la mano sobre el mar, y las aguas se dividirán para dejar
paso a los hijos de Israel.
Obedeció Moisés, y las aguas se dividieron, formando a la derecha
e izquierda como dos grandes murallas, que permitieron a los hebreos
pasar a pie enjuto por el lecho del mar.
Los egipcios, a su vez, penetraron en el mar, persiguiendo a los
hebreos; pero Moisés, obedeciendo otra vez a Dios, tendió nuevamente
la mano, e inmediatamente las aguas ocuparon su primitivo lugar,
envolviendo a los egipcios, con sus carros y caballos.

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P. Javier Andrés, mCR

Ante testimonios tan patentes de la protección divina, Moisés y los


hebreos cantaron un himno de acción de gracias.
El desierto de Arabia. – Los israelitas, después del paso del Mar
Rojo, se hallaron en medio de un vasto desierto, donde no tardaron en
sentir la falta de las cosas más necesarias para la vida, por lo que
empezaron a murmurar. Moisés oró al Señor, el cual escuchó sus ruegos
y, aquella misma noche, una cantidad innumerable de codornices cayó
sobre el campo. Moisés les predijo otro alimento para el siguiente día.
Al romper el alba, la tierra apareció cubierta de una especie de
escarcha blanca, cuyos granos, parecidos al granizo, sabían a flor de
harina amasada con miel. Era el maná. Este alimento prodigioso cayó
del cielo todas las mañanas, durante cuarenta años, y cada uno recogía
una medida bien llena. La víspera del sábado, la medida debía ser doble,
porque el maná no caía en día de descanso. Dios quería de esta manera
enseñar a su pueblo a santificar el día séptimo.
En Rafidim, el pueblo se siente acosado por abrasadora sed. Moisés
guiado por el Señor, se aproxima a la roca de Orbe, la golpea con su vara
y hace brotar de ella una copiosa fuente.
Los amalecitas, pueblo del desierto, atacan a los hebreos para
oponerse a su marcha. Moisés envía a Josué, con un cuerpo de tropas
escogidas, para rechazar el ataque, mientras él se retira a la cima de un
monte y ora allí durante el combate.

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P. Javier Andrés, mCR

Cuando Moisés levantaba las manos al cielo, los amalecitas eran


derrotados; mientras que, cuando, por cansancio, las dejaba caer, los
amalecitas triunfaban. Mandó, por tanto, que le sostuvieran los brazos
levantados hasta la noche, y los israelitas obtuvieron una completa
victoria. ¡Tan grande es el poder de la oración!
El paso del mar Rojo representa el bautismo, necesario a los
hombres para entrar en la verdadera Tierra Prometida.
El desierto, que debían atravesar los judíos, es imagen de esta vida
que hay que atravesar antes de llegar al cielo.
El maná es figura de la Eucaristía, pan vivo bajado del cielo y
destinado a sostener las almas fieles durante su peregrinación hacia la
Tierra Prometida de la eternidad.
Los amalecitas son figura del demonio y de todos aquellos de
quienes se vale para impedir que los cristianos se salven. Hay que
combatir como Josué y orar como Moisés en nombre de Nuestro Señor
Jesucristo, quien por los méritos de su cruz da la victoria a todos los que
hoy lo invocan.
El Sinaí. – Promulgación de la ley. – Cuarenta y siete días después
de su salida de Egipto, los hebreos levantaron sus tiendas al pie del
monte Sinaí. Dios llamó a Moisés a lo alto de la montaña y le ordenó
repetir sus palabras a los hijos de Israel.
He aquí lo que dice el Señor: Ya habéis visto de qué manera os he
librado de los egipcios; por consiguiente, si escucháis mi vos y guardáis mi
alianza, seréis mi pueblo.
Los‖hijos‖de‖Israel,‖respondieron‖como‖un‖solo‖hombre:‖“Nosotro
s‖obedeceremos‖al‖Señor”.
“Purifíquense‖pues,‖insistió‖Moisés,‖porque‖dentro‖de‖tres‖días‖D
ios‖descenderá ante vosotros sobre la montaña y escucharán su voz”.
Había despuntado la aurora del tercer día, cuando,
repentinamente, una nube densa cubre la montaña. En medio de
relámpagos y truenos, el pueblo, aterrorizado, distingue la voz del
Señor que publica el Decálogo o los diez mandamientos.

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P. Javier Andrés, mCR

1° Yo soy el Señor Dios vuestro. Que os he librado de la esclavitud


de Egipto. No tendréis otro Dios más que a mí. Porque yo soy el Señor
Dios vuestro, el Dios fuerte y celoso; y yo castigo la iniquidad de los
padres en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que
me odian: y uso misericordia hasta la milésima generación con aquellos
que me aman y observan mis mandamientos.
2° No tomaréis el nombre del Señor Dios vuestro.
3° Acordaos de santificar el día del sábado. Trabajaréis durante seis
días, pero el séptimo es el día de descanso, consagrado al Señor Dios
vuestro. Ese día no haréis ningún trabajo, no vosotros, ni vuestro hijo,
ni vuestra hija, ni vuestro criado, ni vuestra criada, ni vuestras bestias
de labor, ni el extranjero que se hallare dentro de los muros de vuestras
ciudades.
Porque el Señor hizo en seis días el cielo, la tierra, el mar y todo lo
que ellos encierran, y descansó el séptimo día. Debido a esto, el Señor
ha bendecido el día del sábado y lo ha santificado, es decir, consagrado
a su culto.
4° Honrad a vuestro padre y a vuestra madre, a fin de que viváis
largo tiempo y felices sobre la tierra.
5° No mataréis.
6° No cometeréis ninguna impureza.
7° No robaréis.
8° No levantaréis falso testimonio.
9° No desearéis la mujer de vuestro prójimo.
10° No codiciaréis ni su casa, ni ninguna de las cosas que le
pertenecen.
Las tablas de la ley. – Después de esta promulgación solemne de
la ley divina, Moisés subió al Sinaí. En su cima conversó con el Señor
durante cuarenta días y cuarenta noches, recibiendo sus órdenes acerca
del culto que era preciso establecer, y de las leyes religiosas y civiles que
debía observar su pueblo hasta la llegada del Mesías.

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P. Javier Andrés, mCR

Después, envuelto en los resplandores de la gloria de Dios,


descendió Moisés del monte trayendo dos tablas de piedra, sobre las
cuales Dios mismo había grabado su ley. En la primera tabla estaban
escritos los tres primeros mandamientos, que encierran los deberes del
hombre para con Dios; en la segunda, los siete restantes, que se refieren
a los deberes del hombre para con sus semejantes y para consigo mismo.
El becerro de oro. – Como Moisés permaneció cuarenta días en
coloquio con el Señor, los hebreos, creyendo que no volverían a verle,
levantaron un ídolo, el becerro de oro, en recuerdo del buey Apís de los
egipcios, y se postraron ante la obra de sus manos, sin cuidarse de las
promesas que habían hecho a Dios. En aquél momento, Moisés, bajando
del monte, apareció en medio de su pueblo. Cuando vio al ídolo, se
apoderó de él una santa cólera y arrojando las tablas de la ley contra el
monte, las hizo pedazos; tomó enseguida el becerro de oro y lo hizo
añicos.
Inmediatamente mandó a la tribu de Leví, la cual había
permanecido fiel, que, espada en mano, atravesase el campo y
exterminase a los más culpables, que perecieron en número de veintitrés
mil.
Moisés volvió a la cima del Sinaí y pidió perdón a Dios por el
pueblo infiel. El Señor escuchó su ruego, y le ordenó esculpir dos nuevas
tablas, donde Dios mismo esculpió el Decálogo. Cuando Moisés bajó por
segunda vez del monte, su rostro se mostraba adornado con dos rayos
de luz, cuyo brillo no podían soportar los hebreos.
La inconstancia del pueblo judío es imagen de la inconstancia de
los cristianos. ¡Ay! ¡Cuántos fieles, en el tiempo pascual prometen a Dios
no cometer más pecados mortales, y cuántos vuelven a caer, antes de los
cuarenta días!... No se prosternan, es verdad, ante ídolos materiales,
pero en su corazón adoran los ídolos del orgullo, de la ambición, de la
avaricia, de la lujuria. Pues bien, la idolatría espiritual no es menos
culpable, puesto que nos hace posponer s Dios por el placer que se halla
en el mal.

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P. Javier Andrés, mCR

La tribu de Leví mereció, por su fidelidad, ser escogida por Dios


para el sacerdocio, y de un modo análogo las familias cristianas merecen
de Dios el beneficio de dar hijos para el sacerdocio.
Muerte de Moisés. – Puede leerse en la Historia Sagrada la serie
de milagros obrados por Moisés en el desierto, mientras guió por él
durante cuarenta años a los israelitas. Como hubiera flaqueado su
confianza en Dios, golpeando dos veces la roca de Orbe en vez de una,
Moisés, en castigo, no vio sino de lejos la Tierra Prometida. Antes de
morir, hizo renovar a los hijos de Israel el juramento de fidelidad a su
alianza con Dios.
Les predijo que, si se mantenían fieles a la ley divina, saldrían
vencedores de sus enemigos y serían colmados de bendiciones. También
les anunció las mayores calamidades si eran infieles. Después de esto,
Moisés se retiró al monte Nebo, frente a la tierra prometida, y murió a
la edad de ciento veinte años, lleno de virtudes y de méritos, siendo
llorado por todo Israel durante treinta días.
La profecía de Moisés se ha realizado al pie de la letra en la
sucesión de los hijos. Siempre que los judíos violaron la ley de Dios
fueron aplastados por las naciones vecinas. Y cuando se convirtieron,
Dios suscitó de entre ellos caudillos libertadores. La Historia Sagrada
demuestra de una manera sorprendente dos verdades importantes.
1ª Dios castiga, tarde o temprano y sin piedad, a las naciones
culpables, particularmente a aquellas que profanan los días que Él se
ha reservado para su culto.
2ª El hombre, cualquiera que sea la forma de gobierno según la
cual vive, y a pesar de todas las revoluciones políticas, debe siempre,
por encima de todo y cueste lo que costare, permanecer
inviolablemente fiel a Dios, que no se muda, y a su santa religión.

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P. Javier Andrés, mCR

¿En qué consistía la religión mosaica?


La religión mosaica se componía de dos partes, bien distintas entre
si: la una general, obligatoria para todo el género humano; la otra
especial, aplicable solamente al pueblo de Israel.
La primera parte comprendía:
1° Los mismos dogmas que la religión primitiva, pero
desarrollados y escritos por Moisés bajo la inspiración de Dios.
2° Los preceptos de la ley natural resumidos por Dios mismo en el
Decálogo.
La segunda parte, especial para el pueblo judío, contenía:
1° Las leyes religiosas, que reglamentaban todas las ceremonias del
culto.
2° Las leyes civiles y políticas, relacionadas con la constitución
social del pueblo judío.
1° Dogma. – Dios no reveló a Moisés nuevos dogmas; solamente
confirmó y explicó lo que la revelación primitiva había enseñado a los
patriarcas: la unidad de Dios, su providencia, su infinita perfección; la
creación del mundo; la formación del hombre a imagen de Dios; su
destino sobrenatural; la caída original del primer hombre; la desgracia
del género humano, y la promesa de un Redentor que vendría a
establecer una nueva alianza entre Dios y los hombres.
La religión mosaica hace resaltar de un modo especial la unidad de
Dios y la expectación de un Mesías. Mientras en torno de Israel todos
los pueblos de la antigüedad están entregados a la idolatría, él no adora
más que a un solo Dios, desde el principio hasta el fin de su historia.
Este solo hecho prueba la existencia y la divinidad de una revelación.
Además, Israel es un pueblo de expectación y de esperanza. Espera
un Libertador, que debe ser a la vez Rey, Profeta y Pontífice, para
restablecer el reinado

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P. Javier Andrés, mCR

de Dios sobre la tierra. De Moisés a Malaquías, las predicciones


nacionales caracterizan su misión. La idea mesiánica es el alma de
pueblo judío.
Este pueblo, depositario del tesoro de la revelación, estaba
encargado de recordar a las naciones idólatras la unidad de un Dios
criador y de conservar en el mundo la promesa del Redentor. No supo
recordar al Mesías que le traía la salvación, pero ha guardado
cuidadosamente sus libros inspirados, para atestiguar, ante todos los
hombres, la unidad de Dios y, contra sí mismo, la venida del Mesías.
2° Moral. – El Decálogo no es más que un código de la ley natural
reducido a diez artículos. Fundado sobre las relaciones esenciales del
hombre con Dios y con sus semejantes, obliga a todos los hombres sin
distinción. Dios lo promulga solemnemente y lo graba en dos tablas de
piedra, porque la ignorancia y la corrupción habían borrado u
obscurecido los preceptos naturales en el corazón de los hombres. Da
también a su pueblo otras leyes, que se pueden considerar como una
explicación y un comentario del Decálogo. Moisés las escribe en el
mismo orden en que las recibió de Dios, y se contienen en sus libros.
3° Culto. – La religión mosaica retiene las prescripciones esenciales
del culto primitivo: la oración, los sacrificios, el descanso del sábado.
Pero Dios señala a Moisés el número, la naturaleza de las víctimas y las
ceremonias que debían practicarse para inmolarlas. Mediante estas
leyes, el culto consigue mayor orden y esplendor.
Legislación religiosa relativa al culto. – El culto mosaico
comprende el templo, el sacerdocio, los sacrificios, las fiestas y algunas
otras prescripciones religiosas. Bien se ve que este culto era la
preparación y figura del culto católico, más perfecto aún.
1° El Tabernáculo. – Cual imagen de la unidad de Dios, Moisés
estableció como centro de todo culto, esperando la construcción del
templo de Jerusalén, un solo tabernáculo. Era éste un pabellón portátil de
forma rectangular, de unos 16 metros de largo por 5 de ancho, cubierto

113
P. Javier Andrés, mCR

de telas preciosas. Un velo lo dividía en dos partes: a) el Santo, y b) el


Santo de los Santos.
Al entrar se encontraba uno en el Santo, donde se veía, a la
izquierda, el candelabro de oro de siete luces, que debían arder durante la
noche, y a la derecha, la mesa de los panes de la proposición, donde se
depositaban, cada semana, doce panes, como ofrenda de las doce tribus
de Israel. En el medio estaba el altar de los perfumes, donde, por la mañana
y por la tarde, se quemaba el timiama – un incienso precioso – en honor
de Dios. Era esta ceremonia la imagen de la oración de la mañana y de
la noche que no se debe omitir jamás. En el fondo del tabernáculo se
hallaba, oculto por el velo, el Santo de los Santos, que encerraba el Arca
de la Alianza. Sólo el gran sacerdote podía penetrar allí, una vez al año.
El Atrio. – El tabernáculo estaba rodeado de un pórtico, o patio
cerrado, de 50 metros por 26, reservado al pueblo, llamado Atrio. Allí se
hallaba, delante del tabernáculo, el altar de los holocaustos, donde se
inmolaban las víctimas, y en el cual se conserva siempre encendido el
fuego sagrado, imagen del amor de Dios que debe arder siempre en
nuestros corazones. Se hallaba allí también el mar de bronce, gran fuente
donde los sacerdotes se lavaban las manos antes de iniciar las
ceremonias religiosas, en señal de la pureza que debía adornar sus
almas. En el culto católico recuerdan esta fuente las pilas de agua
bendita que se hallan a la entrada de las iglesias.
El Arca de la Alianza. – Era un gran cofre de madera de setim,
forrado con láminas de oro, 1,75 metros de largo por 0,80 de ancho: dos
querubines de oro colocados frente a frente en las extremidades de la
cubierta, llamada propiciatorio, la cubrían con sus alas desplegadas. El
propiciatorio era como el trono de Dios: allí era donde manifestaba su
presencia y manifestaba sus oráculos a Moisés y al gran sacerdote.
El Señor había dado al pueblo hebreo el Arca de la Alianza para
satisfacer el legítimo anhelo que experimenta el hombre de tener una
señal sensible de la presencia divina. Se la llama Arca de la Alianza,
porque encerraba en su interior las dos tablas de la ley, resumen de las

114
P. Javier Andrés, mCR

condiciones de la alianza de Dios con su pueblo. Guardaba también una


urna con maná y la vara florida de Aarón, para perpetuar el recuerdo de
estos dos milagros.
El tabernáculo era una figura de nuestras iglesias católicas; el Atrio
corresponde a la nave, ocupada por los fieles; el Santo, al presbiterio,
destinado a los ministros de Dios; el Santo de los Santos representa el
tabernáculo, verdadera Arca de la alianza, donde Dios está realmente
presente en medio de nosotros. Moisés consagró con óleo santo el
tabernáculo y los altares, como en nuestros días el obispo consagra los
altares y las iglesias.
Conforme al plano del tabernáculo dado por Dios, se construyó
más tarde el templo de Salomón, una de las siete maravillas del mundo
antiguo. El Arca de la Alianza fue depositada en él; allí permaneció
hasta la ruina del templo cuando los judíos fueron llevados cautivos a
Babilonia.
2° El sacerdocio. – Dios escogió la tribu de Leví para confiarle el
desempeño de las funciones propias del culto. El orden sacerdotal
comprendía tres grados: el gran sacerdote, los sacerdotes y los simples
levitas.
Aarón fue nombrado por Dios gran sacerdote, y Moisés le
consagró con óleo santo y le revistió con espléndidos ornamentos. El
sacerdocio fue hereditario en su familia, cuyo jefe debería ser soberano
pontífice, y sus hijos, sacerdotes. Los otros miembros de la tribu de Leví,
llamados levitas, eran sus ministros.
El gran sacerdote tenía la administración general del culto y
presidía las fiestas. Los sacerdotes debían ofrecer los sacrificios, estudiar
la ley, y explicarla al pueblo. Los simples levitas, sometidos a los
sacerdotes del santuario.
Cuando se efectuó la repartición de la Tierra Prometida, la tribu de
Leví no tuvo territorio, a fin de que pudiera dedicarse con mayor
libertad al servicio de Dios. Los levitas tuvieron por domicilio cuarenta
y ocho ciudades elegidas en las diferentes tribus, y vivían del diezmo

115
P. Javier Andrés, mCR

que todos los israelitas estaban obligados a ofrecerles cada año, y del
cual debían ellos reservar una décima parte para el sostenimiento de los
sacerdotes.
Esta subordinación de los ministros del culto era una figura del
sacerdocio católico. Jesucristo mismo ha establecido una jerarquía
sagrada: el Papa, los obispos, los sacerdotes, los diáconos, etc. El divino
fundador de la Iglesia ha mostrado así que no había venido a destruir la
ley, sino a complementarla y perfeccionarla.
3° Los sacrificios. – Eran de dos géneros: los unos cruentos, y que
consistían en la inmolación de ciertos animales domésticos, como
bueyes, ovejas, tórtolas; otros incruentos, y consistían en la oblación de
pan, vino y frutas.
Los sacrificios tenían un triple fin: a) rendir a Dios el culto externo;
b) apartar al pueblo de la idolatría; c) figurar el sacrificio del Calvario y
del altar.
Se distinguen entre los sacrificios cruentos: el holocausto, el
sacrificio pacífico y el sacrificio expiatorio.
En el holocausto, la víctima era consumida enteramente por el
fuego, reconociéndose con eso el soberano dominio de Dios, ante el cual
la criatura no es nada.
El sacrificio pacífico se ofrecía, o para dar gracias a Dios por un
beneficio, o para alcanzar un favor. En este sacrificio, una parte de la
víctima era quemada, otra parte era reservada para los sacerdotes y una
tercera parte se entregaba a los que mandan ofrecer el sacrificio. El
sacrificio de expiación se ofrecía para implorar el perdón de los pecados
del pueblo o de los particulares. Se quemaba una parte de la víctima, y
lo demás se reservaba para los sacerdotes.
Todos los antiguos sacrificios no eran sino sombras y figuras. La
inmolación de Jesucristo en el Calvario es el único sacrificio capaz de
pagar todas nuestras deudas: la misa es su renovación y su continuación
a través de los siglos.

116
P. Javier Andrés, mCR

4° El sábado y las fiestas. – Cada día, mañana y tarde, los hebreos


ofrecían a Dios un cordero en holocausto con dos sacrificios incruentos.
Santificaban el sábado: a) absteniéndose de toda obra servil; b)
ofreciendo un holocausto, entre el sacrificio de la mañana y el de la
tarde; y también reuniéndose en las sinagogas para orar, leer los Libros
santos y oír la explicación de la ley.
Cada siete años, los judíos santificaban el año sabático, y al final de
siete veces siete años, es decir, cada cincuenta años, el año jubilar.
Durante el año se celebraban cuatro grandes fiestas:
a) La Pascua, en recuerdo de la liberación del pueblo hebreo de la
esclavitud de los egipcios. Esta solemnidad se había fijado el día 14 de
la luna de marzo, y duraba ocho días. El primer día se comía en cada
familia el cordero pascual.
b) La fiesta de Pentecostés, en memoria de la promulgación de la
ley sobre el monte Sinaí, cincuenta días después de la salida de Egipto.
Se ofrecían a Dios las primicias de la mies.
c) La fiesta de los tabernáculos en memoria de los cuarenta años
pasados en el desierto. Se celebraba en otoño y se prolongaba por ocho
días, durante los cuales los hebreos vivían en tiendas de ramas y follaje.
Se ofrecían a Dios sacrificios de acción de gracias por las cosechas
obtenidas.
Estas fiestas principales obligaban a todo judío a presentarse ante
el Señor en el tabernáculo y, más tarde, en el templo de Jerusalén.
d) La fiesta de la expiación, celebrada cinco días antes de la de los
tabernáculos: era un día de penitencia y de ayuno general, que duraba
desde la víspera hasta el atardecer del día siguiente. El gran sacerdote
echaba fuera del campo un macho cabrío, llamado cabrón emisario,
cargado con los pecados de Israel.
5° Prescripciones religiosas. – Las otras prescripciones religiosas
se referían a la circuncisión, la ofrenda de los primogénitos, la
prohibición de ciertos alimentos, el

117
P. Javier Andrés, mCR

pago del diezmo, la purificación de las impurezas legales, etc.


Todas estas leyes habían sido dictadas por Dios mismo y escritas por
Moisés en el Pentateuco.
Puede verse en la Historia Sagrada la legislación política y social
del pueblo hebreo: La sólida constitución de la familia; la protección
otorgada a la mujer y al niño; la autoridad política, contenida en sus
ambiciones por la autoridad religiosa; la igualdad civil entre todos los
ciudadanos; el equilibrio de la propiedad, mantenido por la prohibición
de enajenar definitivamente los bienes y por la remisión de las deudas
en el año jubilar; la orden absoluta de conservar las leyes sin mudar
nada, de suerte que el código hebreo ha regido al pueblo de Israel
durante quince siglos: tales son los principales caracteres de la
legislación civil.
La ley penaba con la muerte: la idolatría, la blasfemia, la magia, la
violación del sábado, el homicidio, el adulterio y los crímenes contra
natura. Castigaba con la flagelación u otras penas aflictivas las faltas
contra las costumbres, la rebelión contra la autoridad paterna, los golpes
y las heridas, la difamación y el falso testimonio.
Es evidente que Moisés, viviendo en medio de naciones paganas,
no hubiera podido, sin la inspiración divina, crear este maravilloso
conjunto de instituciones, infinitamente superior a todas las
legislaciones antiguas.
104. P. ¿Cómo se prueba la divinidad de la religión mosaica?
R. Las pruebas infalibles de la divinidad de la religión son el
milagro y la profecía, esos dos sellos de Dios, esas dos señales de su
intervención divina. Ahora bien, Moisés hizo numerosos milagros y
verdaderas profecías para testificar la divinidad de su misión; luego
Moisés era un enviado de Dios, y la religión que él enseñó en nombre
de Dios es divina.
1° Moisés confirmó su misión con verdaderos milagros. – Tales: las
diez plagas de Egipto; el paso del mar Rojo; la aparición de la columna
de fuego; el maná del desierto; los manantiales que hizo brotar de las

118
P. Javier Andrés, mCR

rocas de Horeb y de Cades; la solemne promulgación de la ley entre


relámpagos y truenos; Coré, Datán y Abirón tragados por la tierra, etc.
Moisés dio a todos estos hechos el carácter de milagro, es decir, de
hechos divinos, cuando hablaba al pueblo en estos términos:
“Reconoced hoy lo que vuestros hijos no saben, porque no han
visto los castigos del Señor Dios vuestro, sus maravillas, su mano
poderosa, su brazo extendido; los prodigios y las obras que Él ha obrado
en medio de Egipto sobre el rey Faraón y sobre todo su pueblo; todo el
ejército de los egipcios: cómo las aguas del mar Rojo los han tragado
cuando os perseguían y cómo el Señor los ha destruido. Recordad
también todo lo que Dios ha hecho en favor vuestro en el desierto hasta
vuestra llegada a este lugar; cómo Él ha castigado a Datán y Abirón, a
quienes la tierra tragó junto con sus familias. Vuestros ojos observaron
todas estas obras maravillosas que el Señor ha hecho, a fin de que
guardéis todos sus mandamientos que yo os prescribo hoy” (Dt 11-
Éxodo 8 y siguientes; 14-16; Nún 14; Dt 18).
¿Cómo se hubiera atrevido Moisés a presentar como milagros
acontecimientos ordinarios ante un pueblo que acababa de verlos? Si los
hechos presentados como milagros no lo son, ¿cómo pudo Moisés
cimentar en ellos su ley?... La seguridad con que los recuerda, prueba
que esos hechos eran verdaderos milagros. Fuera de eso, no se engaña a
todo un pueblo compuesto de varios millones de hombres. La docilidad
del pueblo hebreo en someterse al yugo pesado de la ley, demuestra
también, de una manera evidente, que este pueblo no tenía duda alguna
acerca del carácter milagroso de los hechos recordados por Moisés.
2° Moisés hizo verdaderas profecías. – Predijo cada una de las
diez plagas de Egipto, determinando de una manera precisa su principio
y su fin.
Predijo el paso del mar Rojo y el milagro del maná8.
Anunció a los hebreos que, en castigo de su levantamiento contra
Dios, ninguno de los que tenían veinte años a la salida de Egipto entraría

119
P. Javier Andrés, mCR

en la Tierra Prometida, a excepción de Caleb y de Josué; y el vaticinio se


cumplió.
Predijo un legislador parecido a él, pero más grande que él, es
decir, el Mesías. Ahora bien, 1.500 años más tarde, Jesucristo, el único
profeta parecido a Moisés por sus numerosos milagros, por su calidad
de legislador y de libertador de su pueblo, dio cumplimiento a esta
profecía.
Moisés asegura a los israelitas que, si son fieles a su ley, Dios hará
en su favor milagros parecidos a los que obrara en Egipto; y esto se
verifica en las hazañas de Josué, de Sansón, de Gedeón, etc. También les
advierte que, si son reacios, todos los azotes caerán sobre ellos, que serán
reducidos a la esclavitud, transportados fuera de su patria y
dispersarlos por toda la tierra. La cautividad de Nívide, de Babilonia, y el
estado actual de los judíos son el cumplimiento de esta amenaza.
Moisés profetiza su propia muerte, y se cumple en el término
fijado, sin enfermedad previa (Dt 26).
Todas estas profecías tuvieron por objeto acontecimientos futuros,
eminentemente libres, dependientes de la voluntad humana o de la
voluntad divina. Su cumplimiento es un hecho certísimo atestiguado
por la historia; luego se trata aquí de verdaderas profecías.
3° Moisés hizo estos milagros y estas profecías para comprobar la
divinidad de su misión. – Así lo declara en nombre de Dios a Faraón
cuando le dice: “Conoceréis que soy el Señor en esto: Golpearé el agua
de este río con la vara que tengo en la mano, y el agua se convertirá en
sangre”. Una declaración análoga formula al predecir cada una de las
diez plagas de Egipto (Éx 7-9).
Moisés lo repite muchas veces a su pueblo, de un modo especial
cuando le predice el castigo de Coré, Datán y Abirón: “En esto
conoceréis que el Señor me ha enviado para hacer lo que veis, y que yo
nada he inventado por mí mismo. Si estos hombres mueren de una
muerte ordinaria, el Señor hace una cosa inaudita; si la tierra los traga a

120
P. Javier Andrés, mCR

ellos y todo lo que les pertenece, sabréis que han blasfemado contra el
Señor revelándose contra su mandatario (Núm. 16, 28-30).
Inmediatamente la tierra se abrió y los tragó vivo.

CONCLUSIÓN. – Tales son los hechos: Moisés se presenta en


nombre de Dios al pueblo judío, le anuncia su misión, y en prueba de la
misma promete, de parte de Dios, milagros determinados y profecías
claras. Y como Dios se encarga de hacer y realizar delante de todo un
pueblo estos milagros y profecías, debemos concluir que Moisés es
realmente un enviado de Dios y que la religión por él enseñada es
divina.

¿Qué medios empleó Dios para conservar intacta en el pueblo


judío la verdadera religión?
Dios empleó tres medios principales:
1° Hizo escribir por Moisés en un libro las verdades y los preceptos
revelados, a fin de que las generaciones venideras pudieran hallarlos sin
mezcla de error.
2° Estableció en la tribu de Leví una jerarquía sacerdotal,
encargada de comprobar la exactitud de los ejemplares de este libro, de
interpretarlo y de explicarlo al pueblo.
3° Envió, de tiempo en tiempo, profetas a los que inspiró, para
trasmitir a su pueblo sus mandatos, sus promesas, sus amenazas, y,
sobre todo, para mantenerlo en la expectación del Mesías.
Dios hizo escribir por Moisés su ley; y por eso la religión mosaica
se llama la ley escrita, en oposición a la ley natural, que Dios solamente
grabó en el corazón de los hombres.
1° Dios hizo escribir su ley. – La revelación primitiva se había
conservado en la memoria de los hombres por la tradición oral. La cosa
no era difícil, ya por la sencillez de la religión, compuesta de un pequeño
número de dogmas y de preceptos, casi todos dictados por la ley

121
P. Javier Andrés, mCR

natural, ya particularmente, a causa de la larga vida de los patriarcas,


encargados de instruir a sus descendientes15.
15 Adán vivió 930 años; Set, su tercer hijo, 912; Matusalén, uno de
los descendientes de Set, llegó a la edad 969 años; Noé vivió 350 años
después del diluvio y murió a la edad de 959 años. Así, de Adán al
diluvio, que ocurrió el año 1656 de la Creación, bastó un solo testigo
intermediario. Matusalén, que vivió 200 años con Adán y casi 600 con
Noé.
Sem, hijo de Noé, que vivió 450 años con su padre, vivía aún en
tiempo de Abraham e Isaac. Este último fue el abuelo de Leví, y Leví
vivió muchos años con Amram, padre de Moisés. No se contaban, pues,
más de seis de generaciones de Adán a Moisés. Esta longevidad de los
patriarcas, probada por la Historia Sagrada, está confirmada por los
recuerdos más antiguos de los pueblos.
El crecimiento considerable de la población hacía dificultosa la
transmisión de las verdades y preceptos revelados: Dios los hizo escribir
por Moisés en cinco libros, llamados, por tal razón, el Pentateuco. Estos
libros son divinos. Se llaman divinos los libros escritos por un enviado
de Dios; y por orden suya, y dictándolos el mismo Dios, escribió los
libros que llevan su nombre. Luego los libros de Moisés son libros
divinos.
En el Génesis, Moisés narra la creación del mundo, el origen del
hombre, su caída, la historia de los primeros hombres, el diluvio, la vida
de los patriarcas hasta José. Este libro abarca un período de 2.500 años.
El Éxodo refiere la liberación del pueblo de Dios, su salida de
Egipto, su permanencia en el desierto hasta la promulgación de la ley en
el Sinaí.
El Levítico contiene todas las prescripciones de Dios relativas al
culto. Era el ritual de la religión mosaica.

122
P. Javier Andrés, mCR

Los Números son una enumeración del pueblo hebreo a su salida


de Egipto y su clasificación por familias. Completa la historia de los
judíos hasta la muerte de Moisés.
El Deuteronomio es el código del pueblo judío, el comentario a la ley
promulgada por Dios.
Después de Moisés, nuevos hagiógrafos, historiadores, moralistas
y profetas escribieron también bajo la inspiración divina otros libros,
cuyo conjunto forma el Antiguo Testamento.
2° Dios estableció un sacerdocio. – En la religión primitiva son los
jefes de familia los que desempeñan las funciones religiosas. Dios les
quita este ministerio, a causa de su negligencia, y lo confía a un cuerpo
sacerdotal, jerárquicamente organizado. A los sacerdotes debían ser
presentados todos los ejemplares de los Libros Santos para comprobar
su conformidad con el original depositado en el tabernáculo. Así
quedaron estos libros divinos al abrigo de toda alteración y fueron
transmitidos íntegros a la posteridad. Los sacerdotes estaban
encargados también de explicar las leyes divinas y de velar por su
cumplimiento.
3° Dios envió profetas a su pueblo. – Antes de Moisés, los
patriarcas Henoc, Noé, Abraham, Jacob habían recibido el don de
profecía. Moisés fue el gran profeta del Antiguo Testamento. Después
de él, Dios suscita con frecuencia hombres inspirados.
El cargo del profeta era el mediador entre Dios y su pueblo: a) Para
lo presente, el profeta debía conservar, con sus predicaciones,
reprensiones y amenazas, probadas frecuentemente con milagros, la
integridad y la pureza de la religión. b) Para lo por venir, debía guardar
vivas en el corazón del pueblo la esperanza y la fe en el Mesías
prometido, designándole con anterioridad y señalado las diversas
circunstancias de su vida.

¿Cuáles fueron los principales profetas?

123
P. Javier Andrés, mCR

Se cuentan dieciséis profetas principales: cuatro profetas mayores:


Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, y doce profetas menores, así llamados a
causa de la corta extensión de sus escritos.
También se da el nombre de profeta al rey David, cuyos Salmos
contienen numerosas profecías. La palabra profeta significa aquél que
ve lo por venir. Se llama profeta al hombre a quien Dios ha revelado de
una manera sobrenatural, con la misión de comunicarla a los hombres.
Los profetas llevaban una vida pobre, errante, perseguida, y
algunos de ellos sufrieron el martirio.
Entre sus profecías, las unas se relacionan con el pueblo judío, las
otras con los pueblos extraños, y las más importantes se refieren al
Mesías.
1° Respecto a los judíos, predijeron la división del reino de Salomón,
la destrucción del de Israel, los setenta años de la cautividad de
Babilonia, la liberación de los judíos por Ciro, la ruina definitiva de la
nación judía.
2° Respecto a los pueblos extraños, vaticinaron la destrucción del
imperio de Nabucodonosor; la ruina de Nínive, de Tiro, de Menfis; la
sucesión de los cuatro grandes imperios, Asirio, Medo, Griego, Romano,
que debían preparar el reinado del Mesías.
La realización de estas profecías, así como los diversos milagros
que hicieron estos hombres de Dios para probar su misión, son también
una prueba convincente de la divinidad de la religión mosaica.

¿Qué es lo más notable que predijeron los profetas acerca del


Mesías?
Los profetas predijeron, con mucha anticipación, el origen del
Mesías; el tiempo de su venida; su nacimiento de una virgen de Belén;
sus milagros, su pasión, su muerte, su resurrección; la reprobación de
los judíos, la vocación de los gentiles, el establecimiento y la
perpetuidad de la Iglesia.

124
P. Javier Andrés, mCR

Las profecías que tienen relación con el Mesías se llaman


mesiánicas.
Según las promesas hechas por Dios a los patriarcas, el Mesías
debía nacer de la raza de Abraham, de Isaac, de Jacob, de la tribu de
Judá y de la familia de David.
Moisés, 1.500 años antes de Jesucristo, manifiesta la misión del
Mesías, ordenando al pueblo judío que escuche al nuevo legislador que
Dios le enviará.
1.050 años antes de Jesucristo, David canta en sus Salmos la venida
del Redentor, sus sufrimientos, su muerte, su resurrección, su imperio
eterno.
Desde el año 700 al 400 antes de Jesucristo, se suceden los otros
profetas, que, a su vez, van añadiendo otros rasgos a la figura del
Mesías.
Isaías predice su nacimiento milagroso de una virgen; describe su
vida, sus milagros, su pasión, su reino, con una riqueza tal de
pormenores, que su libro se llama, con razón, el quinto Evangelio.
Jeremías profetiza los sufrimientos del Salvador y el
establecimiento de su Iglesia.
Ezequiel describe con pintorescas imágenes el reino glorioso del
Mesías y sus triunfos.
Daniel fija en setenta semanas de años (490 años), la duración de la
expectación del Mesías, a partir de la vuelta de la cautividad de
Babilonia.
Ageo anuncia que el Mesías visitará el segundo templo de
Jerusalén, construido por Zorobadel.
Miqueas indica el lugar de su nacimiento, Belén.
Zacarías predice el género de muerte que ha de sufrir.
Malaquías, el último de los profetas, anuncia que los sacrificios de
la nueva ley, ofrecidos hasta entonces únicamente en el templo de
Jerusalén, serán reemplazados por una oblación completamente pura,
que se ofrecerá en todos los lugares y en todos los pueblos.

125
P. Javier Andrés, mCR

Dios se complació en pintar, en el Antiguo Testamento, la imagen


del Mesías, de tal manera que, cuando apareció en la tierra, pudo ser
reconocido sin dificultad. Promesas, profecías, figuras, nos lo hacen
conocer gradualmente: la una termina lo que la primera ha empezado,
de suerte que la precisión y la claridad van siempre aumentando y
preparan insensiblemente al mundo para recibir a su Redentor.

La expectación de un Mesías, ¿fue exclusiva del pueblo judío?


No; la expectación de un Mesías era común a todos los pueblos del
universo. Todas las naciones recordaban una gran falta cometida desde
el principio, y esperaban la reparación mediante un futuro Libertador.
Este hecho es tan cierto, que hasta los enemigos de la religión se
ven obligados a confesar que, en la época del nacimiento de Jesucristo,
el universo entero esperaba un gran Mediador, que debía renovar la
edad de oro sobre el mundo, librarla del mal y restituir a los hombres la
paz y la felicidad.
Este deseo universal no puede tener su razón de ser sino en una
promesa primitiva mantenida por las profecías y cuyos ecos habían
llegado hasta las naciones más diversas. Todas las miradas estaban fijas
en Judea, que se había convertido en el polo de la esperanza de todos
los pueblos. Fuera del pueblo judío, esta esperanza de un Redentor se
hallaba desfigurada por la ignorancia o las pasiones, y cada pueblo se
forjaba una idea distinta de este Libertador, conforme a propio modo de
ser; pero en todas partes, en Oriente como en Occidente, se esperaba un
personaje extraordinario que reinaría sobre el mundo y restablecería en
él la justicia.
1° En Occidente. – He aquí lo que se lee en los historiadores
romanos, Tácito y Seutonio: Era universal la creencia en antiguas profecías,
según las cuales el Oriente iba a prevalecer, y de la Judea saldrían los señores
del mundo (Tácito, Hist., 1. V. Núm. 13).

126
P. Javier Andrés, mCR

Todo el Oriente, dice Duetonio, resonaba con la antigua y constante


opinión de que el destino habría decretado que, en esta época, la Judea daría
señores al universo (In Vespas., núm. 4).
El gran poeta de Roma, Virgilio, intérprete de la expectación
general, cantaba en una égloga la próxima llegada del Niño bendito, que
debía devolver la edad de oro a la tierra. Cicerón afirma la misma
tradición, atribuyéndola a los oráculos de las Sibilas.
En la Galia, sus antiguos habitantes adoraban, en los bosques
sagrados, a una virgen de la cual debía nacer un hijo esperado de mucho
tiempo atrás. Esta tradición está confirmada por los altares descubiertos
en Chartres, en Châlons-sur Marne, en 1833, con esta inscripción: Virgini
pariturae Druides: Los Druidas a la Virgen Madre.
En Grecia, Platón pone en boca de Sócrates estas sorprendentes
palabras: “Hay que esperar que alguien venga a instruirnos acerca de la
manera cómo debemos portarnos con los dioses y con los hombres”.–
Alcibíades responde: “Tengo un deseo ardiente de conocer a ese
personaje... venga, pues, y cuando haya venido, haremos nuestros
ofrecimientos a Dios”(II Diálogo de Alcibíades).
2° En Oriente. – Entre los persas se lee en el Zend-Avesta, escrito
por Zoroastro, 600 años antes de Jesucristo, que un mediador llamado
Mitra interviene entre Ormuzd, Dios creador, y el hombre culpable; ese
mediador viene para abolir el imperio de Ahrimán, el espíritu del mal.
La China, en los tiempos de Confucio, 500 años antes de Jesucristo,
alimenta las mismas esperanzas; y los Kings, libros sagrados de la
nación, dicen que el Libertador esperado vendrá de Occidente. La India,
con sus encarnaciones milenarias de Wischnú, habla como la China y la
Persia: en la narración de los Vedas, la parábola del hijo pródigo no es
más que la alegoría del mundo esperando un Salvador.
3° Los incrédulos modernos que han estudiado las tradiciones
antiguas, se ven obligados a convenir en que todos los pueblos
esperaban un doctor, un sabio, un conquistador, un Dios.

127
P. Javier Andrés, mCR

“De tiempo inmemorial corría entre los indios y los chinos la


creencia de que el Sabio vendría de Occidente. La Europa, al contrario,
decía que el Sabio vendría de Oriente”. – (Voltaire).
Otro gran incrédulo escribe: “Las tradiciones sagradas y
mitológicas de tiempos remotos habían esparcido por todas partes la
creencia en un gran mediador que tenía que venir, de un Salvador
futuro, rey, Dios, conquistador y legislador, que devolvería a la tierra la
edad de oro y libraría a los hombres del imperio del mal”.– (Volney).

CONCLUSIÓN. – La expectación del Mesías no era, pues, sola de


los judíos: todos los pueblos antiguos tenían las mismas tradiciones; con
razón los profetas llaman Mesías al Deseado de las naciones. Esta
creencia, extraña y universal, prueba de una manera evidente el hecho
de la revelación primitiva. Lo que se debe notar también es que, después
de la venida de Jesucristo todos los pueblos han dejado de esperar al
Mesías, circunstancia que nos lleva a la siguiente conclusión: todos los
pueblos se engañaron esperando un Libertador o bien Nuestro Señor
Jesucristo es realmente el Mesías prometido por los profetas y esperado
por las naciones.

¿Por qué demoró tanto el envío del Mesías?


Dios esperó cuarenta siglos antes de enviar al Mesías a la tierra
porque tal era su santísima voluntad: Él es el dueño de sus dones y libre
en su dispensación. Los secretos de la sabiduría divina son insondables.
Santo Tomás da varias razones de esta demora:
1° Para humillar al hombre, que había pecado por soberbia. Esta
prolongada expectación le hizo conocer toda la extensión de su miseria
y comprender la necesidad de un Libertador.
2° Para preparar la venida del Mesías y atraer gradualmente a los
hombres al misterio de la Redención. ¿No era necesaria una larga serie
de milagros para disponerlos a creer en el más grande de todos: la
Encarnación del Hijo de Dios?

128
P. Javier Andrés, mCR

Sin embargo, los que vivían antes de la llegada del Redentor


podían salvarse por los méritos del mismo. No tenían sino tres cosas que
hacer: a) conocer, amar y servir a Dios; b) observar la ley natural; c) creer
en el Mesías prometido y esperar en su ayuda. Así, desde el instante de
su caída pudo el hombre aprovecharse de los beneficios de la futura
Redención.
1° Como el hombre hubiera pecado por soberbia, Dios lo abandona
a sí mismo por un cierto tiempo, a fin de que reconozca la propia
miseria. Sabemos muy bien en qué ignorancia y en qué desórdenes cayó
el género humano durante los siglos que precedieron a la llegada del
Mesías. Era menester que el hombre conociera por experiencia propia
que sólo Dios podía salvarle, puesto que todos los esfuerzos de los
filósofos y de los sabios de la tierra no habían podido sacarle del doble
abismo de la ignorancia y de la corrupción en que había caído.
2° En el orden de la gracia, como en el de la naturaleza, todo se
hace suavemente y por grados. Jesucristo es el sol del mundo espiritual;
y el sol se anuncia por una gradación de la luz que prepara nuestros ojos
para sostener su deslumbrante brillo. Del mismo modo, Dios, teniendo
en cuenta la flaqueza humana, la condujo gradualmente al misterio de
la Redención. Con este fin multiplicó, durante muchos siglos, los
milagros y las profecías relativos al hecho más grande de la historia; la
Encarnación de su divino Hijo. Los hechos de la vida del Redentor han
sido prometidos, figurados, predichos y preparados...
3° Esta demora, empero, no sirvió de obstáculo a la salvación de
las generaciones que vivieron antes de la llegada del Salvador. Él murió
por todos los hombres sin excepción, y los efectos de la Redención se
extienden a todos los siglos. Los que vivieron antes de su llegada
pudieron salvarse creyendo en Él, por lo menos con una fe implícita:
Dios les aplicaba anticipadamente, los méritos satisfactorios de su Hijo
encarnado (Santo Tomás, 3°, q. 1, 5, y 2ª, q. 2, 7).

¿Cuánto tiempo duró la religión mosaica?

129
P. Javier Andrés, mCR

La religión mosaica duró unos mil quinientos años


aproximadamente.
Tenía por objeto preparar los pueblos para la venida del Mesías, y
debía ser abrogada entonces.
Fue reemplazada por una tercera religión, más perfecta que las dos
primeras: la religión cristiana.

N.B. – La parte dogmática y moral de la religión mosaica, ese


conjunto de verdades y preceptos que constituyen la religión natural y
primitiva, no podía ser abrogada, porque está cimentada sobre las
relaciones que unen a los hombres entre sí y con su Criador.

Pero la parte positiva, el conjunto de las leyes rituales y civiles, es


decir, lo que constituía propiamente la religión mosaica, no se refería
más que a los judíos, y debía desaparecer a la llegada del Mesías.
1° La ley mosaica debía ser suprimida. – Muchas profecías del
Antiguo Testamento anunciaban:
a) la abolición de los sacrificios de la ley mosaica, como también la
del sacerdocio levítico;
b) el establecimiento de un sacerdocio y de un sacrificio nuevos.
Pues bien, la abolición del sacerdocio y del sacrificio antiguo era la
abolición de la ley misma, de la que eran partes esenciales.
Los profetas habían predicho:
a) la destrucción de la ciudad y del templo de Jerusalén;
b) la reprobación del pueblo judío;
c) el llamamiento de los gentiles a la verdadera religión.
Todo lo cual anunciaba que la ley mosaica, dada exclusivamente a
los judíos, sería abolida un día.
Según los profetas, el Mesías debía ser un legislador como Moisés,
dar una ley nueva, pactar con los hombres una nueva alianza, destinada
a comprender todas las naciones y a durar hasta el fin de los siglos.
Ahora bien, una ley nueva destruye la antigua, como un testamento

130
P. Javier Andrés, mCR

nuevo anula los anteriores; luego el judaísmo, según las propias


enseñanzas, ni debía durar hasta la llegada del Mesías.
2° La ley mosaica ha sido abrogada hace mucho tiempo. – La
religión mosaica hace del sacrificio el punto capital del culto de los
judíos: les prohíbe ofrecerlo fuera del templo de Jerusalén; reserva las
funciones sacerdotales a la familia de Aarón. Pues bien, hace casi dos
mil años que el templo de Jerusalén está destruido, las genealogías
confundidas, y el sacerdocio no puede ser restablecido en la tribu de
Leví. No pueden, por consiguiente, los judíos cumplir las ordenanzas
esenciales del culto.
La interrupción es más larga que la misma duración del Mosaísmo.
Entonces, una de dos: o Dios pide un imposible a los judíos, o su
ley ha sido abrogada. Jamás los hechos han suministrado una
demostración más clara.
La religión mosaica era profética y figurativa: prefiguraba el reino
del Mesías. Los antiguos doctores judíos admitían a la letra el principio
sentado por San Pablo: Todo lo que les acontecía a los hebreos eran otras
tantas figuras de lo porvenir. Ahora bien, las figuras se desvanecen con
la llegada de aquél que las ejecuta; las sombras pasajeras de la antigua
ley debían ceder el puesto a la realidad de la ley nueva. Por consiguiente,
el judaísmo fue abolido por la fundación del cristianismo39.

39 Véase Mons. Freppel, Los apologistas cristianos en el siglo II.

131
P. Javier Andrés, mCR

II. LA RELIGIÓN CRISTIANA


¿Qué es la religión cristiana?
Es la religión fundada por Jesucristo.
Los cristianos reconocen a Jesús de Nazaret, hijo de la Virgen
María, como al Mesías esperado por todos los pueblos, y le adoran como
a Hijo de Dios hecho hombre.
Jesucristo estableció en Judea la religión cristiana, hace veinte
siglos, y la hizo extender por sus apóstoles en todas las partes del globo.
La palabra hebrea Mesías tiene la misma significación que la
palabra Cristo, de la lengua griega: quiere decir ungido o sagrado. Entre
los hebreos se consagraban los reyes, los sacerdotes y los profetas. El
Redentor prometido en el paraíso terrenal fue llamado Mesías, porque
debía ser por excelencia Rey, Sacerdote y Profeta. El nombre de Jesús, que
significa Salvador, fue traído del cielo por el arcángel Gabriel, encargado
de anunciar a María la encarnación del Hijo de Dios. A este nombre
divino juntaron los apóstoles el de Cristo, y la Iglesia Católica ha
conservado la costumbre de llamar Jesucristo a Aquél a quien reconoce
por Mesías y Salvador del género humano. Se le añade Nuestro Señor,
es decir, Nuestro Dueño, porque nos ha creado y redimido.

NARRACIÓN HISTÓRICA DE LA REVELACIÓN CRISTIANA

Para conocer la historia de la revelación cristiana hay que leer la


Historia Sagrada y la Historia de la Iglesia. Nada más interesante ni más
útil. Recordaremos aquí los hechos principales de la vida de Nuestro
Señor Jesucristo.
La expectación universal. – Todos los profetas habían anunciado
al Mesías como el Salvador del género humano. Pero antes de su
llegada, era necesario que el hombre caído reconociera su impotencia
para levantarse sin la gracia de Dios. Ahora bien, después de 4.000 años
de existencia, y no obstante las dos primeras revelaciones, el mundo

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P. Javier Andrés, mCR

había caído miserablemente en la ignorancia y en el fango del


paganismo.
El mundo pagano había llegado a la culminación de la grandeza
material. Grecia e Italia habían dado al mundo hombres ilustres:
oradores, poetas, filósofos, capitanes. El imperio romano, el más vasto
que haya existido, presentaba el espectáculo de un lujo inaudito.
Al contrario, la religión y las costumbres se hallaban en la más
completa decadencia. El sol, la luna, los animales y las plantas eran
objeto de adoración; se rendía culto al demonio bajo los nombres de las
mil divinidades del Olimpo. Todo era Dios, excepto Dios mismo.
Únicamente la nación judía proclamaba la unidad de Dios y se negaba
a adorar la criatura. La opresión era universal: el esclavo temblaba en
presencia del amo; la esposa y los hijos en presencia del padre; el
ciudadano ante el Estado. La corrupción era profunda, incurable.
Entre los mismos judíos, privados hacía más de 400 años de
enseñanza infalible de los profetas, todo se desmoronada. Habían caído
bajo la dominación de los romanos, que les impusieron un rey
extranjero, el idumeo Herodes. Los fariseos alteraban la ley mosaica e
introducían una multitud de prácticas inútiles, a fin de tener subyugado
al pueblo.
El mundo, en este estado, suspiraba por la llegada del Redentor.
No solamente en Judea, sino en todas partes del universo, el sentimiento
unánime era que el Mesías no podía tardar más en traer la luz, la
salvación y la vida.
La venida de Cristo. – Por fin, en la hora fijada por los profetas,
cuando el cetro había salido de la tribu de Judá, bajo el reinado de
Herodes, apareció el Salvador prometido, el Deseado de las naciones.
Según las profecías, tuvo por madre de una virgen, la Virgen María, de
la sangre real de David. Nació pobre, abandonado, en un establo de
Belén, a la medianoche del 25 de Diciembre. Pero los ángeles cantaron
sobre la cuna de este niño. Gloria in excelsis Deo!... y los pastores vinieron
a adorarle. Una estrella extraordinaria brilló en el firmamento y guió a

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P. Javier Andrés, mCR

los Magos de Oriente, que le ofrecieron oro, incienso y mirra, para


reconocerle como su Rey, su Dios y su Redentor.
Con el nacimiento de Jesucristo comienza la era cristiana. En ese
día, el primero de los tiempo nuevos, César Augusto, el emperador
romano, señor del rey Herodes, hubiera quedado muy sorprendido al
saber que en sus registros, en un pequeño pueblo de la Judea, sus
oficiales iban a escribir un nombre más grande que el suyo; que el
establo de Belén sería más venerado que el palacio de los Césares; que
el reino del pobre Niño del pesebre superaría en extensión a su inmenso
imperio, y que, finalmente, el género humano; prosternado a las plantas
de este Niño, contaría sus años, no ya desde la fundación de Roma, sino
desde el nacimiento de Cristo Redentor. Este solo hecho confirma la
divinidad de Jesucristo.
Vida oculta en Nazaret. – Jesús permaneció en Nazaret, pequeña
población de Galilea, hasta la edad de treinta años. Acerca de tan largo
espacio de tiempo, el Evangelio no dice más que estas dos frases: Estaba
sujeto a María y a José. – Mostraba cada vez más la gracia y la sabiduría
que moraban en Él. La tradición nos enseña que ayudaba a su padre
adoptivo, José, en su humilde trabajo de carpintero. Los primeros
cristianos mostraban los yugos y los arados hechos por el divino obrero
(San Justino).
¿Por qué estos treinta años de vida oculta?
Jesús quiso enseñarnos los grandes deberes del hombre: la
humildad, la obediencia, el trabajo, el amor a la vida obscura, el olvido
de sí mismo y el desprecio de las riquezas. La soberbia y la ambición
habían perdido al hombre: la humildad y la obediencia debían salvarle.
Jesucristo, con su ejemplo, habilita el trabajo manual, tan
despreciado de los paganos, que lo dejaban a los esclavos. A través de
los siglos, los obreros hallarán su título de nobleza en el taller de
Nazaret, cerca de Jesús obrero. En Nazaret, como en el Calvario, Jesús
se muestra el verdadero Salvador de los hombres.

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P. Javier Andrés, mCR

Preludios de la vida pública de Jesucristo. – Cuando los antiguos


reyes recorrían sus provincias, iban precedidos por heraldos, que
anunciaban su llegada y preparaban los caminos por donde había de
pasar el cortejo real. Dios había predicho por sus profetas que el Mesías
tendría un precursor que anunciaría su llegada. Yo enviaré, dijo a
Malaquías, un mensajero que me prepare los caminos; e inmediatamente
después, aparecerá en su templo el Dominador que vosotros esperáis, el Ángel
de la alianza que deseáis (Malaquías. III, 1).
El año 15 del reinado de Tiberio, siendo gobernador de la Judea
Poncio Pilatos, y Herodes de la Galilea, se vio aparecer a orillas del
Jordán a un profeta extraordinario: era Juan Bautista. Niño milagroso,
nacido de Zacarías y de Isabel, prima de María, Madre de Jesús, se había
preparado para su misión con una vida austera en el desierto. A la edad
de treinta años se presenta mandado por el cielo, a predicar el
advenimiento del reino de Dios. Bautiza en las aguas del río a los
pecadores, y por tal razón el pueblo le llama Bautista.
Las muchedumbres vienen a escuchar a este profeta, y se
preguntan si no es él el Mesías. – No, les contesta, yo no soy el Cristo,
pero vendrá bien pronto en pos de mí Aquél a quien no soy digno de
desatar las correas de su calzado. Él os bautizará en el Espíritu Santo
(Mc, I, 7 y 8).
Hacía seis meses que Juan Bautista anunciaba a los judíos la
próxima llegada del Mesías. Jesús, después de cumplir treinta años salió
de Nazaret y vino a pedir el bautismo a su precursor. Cuando salió del
agua, el cielo se abrió, el Espíritu Santo descendió, en forma de paloma,
sobre la cabeza de Jesús, y se oyó una voz que decía: Este es mi Hijo
amado, en quien tengo todas mis complacencias (Mateo, III, 16 y 17). Era la
manifestación del misterio de la Trinidad.
Jesús se retira al desierto para prepararse a cumplir su misión con
cuarenta días de ayuno y de oración. Durante este tiempo, Juan Bautista
lo anunciaba a Israel. Declara a los enviados de la sinagoga: Yo no soy

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P. Javier Andrés, mCR

sino la voz anunciada por el profeta Isaías... Pero entre nosotros está uno
a quien no conocéis: ¡Es el Cristo, el Hijo de Dios! (Juan, I, 23 y 26).
Algunos días más tarde, Juan le vio venir del desierto y le rindió
homenaje, diciendo al pueblo: He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que
quita los pecados del mundo... Yo no le conocía, pero he visto descender al
Espíritu Santo sobre Él, y os aseguro que es el Hijo de Dios (Id. I, 29, 31 y 32).
De este modo, Jesús de Nazaret era mostrado a los judíos como el Mesías
esperado y como Hijo de Dios.
Predicación del Evangelio. – Saliendo del desierto, Jesús entra en
la Galilea y empieza a predicar el Evangelio o la buena nueva del reino
de Dios y de la Redención, prometida después de la caída del hombre.
Sin fijar su residencia en ningún lugar, hospedándose indiferentemente
en casa de los pobres y de los ricos que le ofrecían hospitalidad, al
principio anda solo, como los profetas, por las ciudades y los pueblos,
predicando ora al aire libre, ora en las sinagogas. La idea fundamental
de su predicación es que el reino de Dios es un reino espiritual y no
temporal, como lo esperaba la mayoría de los judíos, hombres groseros
y materiales. No tiene un plan determinado en sus enseñanzas, sino que
se aprovecha de todas las circunstancias para hacer penetrar su doctrina
en las almas. Habla pronunciando sentencias sencillas y sublimes a la
vez: se vale de parábolas conmovedoras; su palabra sencilla está llena
de unción. No intenta como un sabio probar lo que enseña; no discute:
afirma con autoridad, en virtud de su misión divina.
Manifiesta que es el Mesías prometido y el Hijo de Dios enviado
por su Padre para la salvación de los hombres. Tiene en su lenguaje un
encanto divino, que hace decir a los que le escuchan: ¡No, jamás hombre
alguno ha hablado como Este!
Confirma sus enseñanzas con la santidad de su vida, la sublimidad
de su doctrina y, particularmente, con numerosos milagros, que
atestiguan su misión y su divinidad. Ejerce sobre la creación entera su
acción dominadora, como Señor de todas las cosas. Todo le obedece; el
cielo, la tierra, los infiernos. Los ángeles acuden al desierto a servirle,

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P. Javier Andrés, mCR

Moisés y Elías le acompañan en el Tabor. Multiplica los panes, calma las


tempestades, camina sobre las olas, realiza una multitud de curaciones
y resucita a los muertos. Arroja a los demonios del cuerpo de los
poseídos. Para llevar a cabo estos milagros, le basta una palabra, un
gesto, un simple contacto.
Formación de la Iglesia. – Después de sus predicaciones, un gran
número de hombres empiezan a seguirle a fin de escuchar su palabra de
vida y ser testigos de sus milagros. De entre estos primeros seguidores,
Jesucristo elige doce, en recuerdo de los doce patriarcas de Israel, y les
da el nombre de apóstoles, es decir, enviados, porque quería enviarlos a
predicar su doctrina a todos los pueblos de la tierra. Los lleva consigo,
los instruye con un cuidado especial y, durante tres años, recorre con
ellos Galilea, Judea, Samaria y el mismo desierto, a donde le siguen las
muchedumbres, ávidas de escucharle.
De tiempo en tiempo envía a sus apóstoles, de dos en dos, a
predicar el Evangelio. En prueba de su misión les confiere el poder de
expulsar a los demonios y de curar las enfermedades, como lo hacía Él
mismo.
En el tercer año de su apostolado, Jesucristo elige también setenta
y dos discípulos, en recuerdo de los setenta y dos consejeros de Moisés,
para que ayudaran a los apóstoles en la predicación del Evangelio por
las ciudades y la campiña. De esta suerte echa los cimientos de su Iglesia,
que debía continuar su obra sobre la tierra.
Cierto día, dirigiéndose a Simón, cuyo nombre había cambiado por
el de Pedro, le nombró jefe de su Iglesia, diciéndole: Tú eres Pedro, y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia, y las potestades del infierno no triunfarán contra
ella. Y le confió las llaves del reino de los cielos para que las trasmitiera
a sus sucesores.
Los enemigos de Jesucristo. – Durante los tres años de su vida
pública, Jesucristo tuvo que combatir la incredulidad de los judíos y la
hostilidad celosa de los jefes de la nación. Israel esperaba un Mesías
poderoso, para restaurar el trono de David y dar a los judíos el imperio

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P. Javier Andrés, mCR

sobre todos los pueblos. Esperaba una revolución política y no un


cambio religioso, interpretando en este sentido material las profecías
que anunciaban el reino glorioso del Mesías. Este pueblo carnal y
terreno no reconoció al conquistador de sus ensueños en este profeta de
Nazaret, pobre y obscuro, que predicaba la guerra a las pasiones, el
desprecio de las riquezas y el reinado de Dios en las almas.
El pueblo, empero, arrastrado por la dulzura y los milagros de
Jesús, se dejaba convencer; pero los jefes de la nación se declararon
enemigos de Jesucristo y atribuían sus milagros al poder del demonio.
Dominaban en aquella época en Judea dos sectas funestas: los
saduceos y los fariseos. Los primeros, filósofos materialistas, no
pensaban más que en la vida presente, buscando de una manera
exclusiva los placeres sensuales. Los fariseos, hipócritas y perversos,
bajo la práctica exterior de la ley de Moisés, ocultaban un orgullo
desmedido y vicios infames. Entre estos dos partidos estaba dividida la
alta sociedad y ejercían gran influencia sobre el pueblo. La mayor parte
de los miembros del famoso tribunal llamado sanedrín formaba en las
filas de una y otra secta.
El sanedrín presidido por el sumo sacerdote, era el gran tribunal
de la nación, encargado de regir y juzgar los asuntos religiosos. Se
componía de setenta y dos miembros, divididos en tres cámaras: los
príncipes de los sacerdotes o jefes de las veinticuatro familias
sacerdotales; los escribas o doctores de la ley; los ancianos del pueblo o
jefes de las tribus y de las principales familias. El sanedrín tenía el
derecho de castigar a los transgresores de la ley, pero, desde que los
romanos impusieron su dominación a los judíos, le estaba prohibido
pronunciar sentencia de muerte.
Los fariseos fueron los enemigos más encarnizados de Jesucristo.
Celosos de su popularidad, heridos en su orgullo por la superioridad de
su doctrina, exasperados por la libertad con que condenaba sus errores
y descubría su hipocresía, concibieron contra Él tal aversión, que bien
pronto se convirtió en odio mortal. La sabiduría de Dios, que gobierna

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P. Javier Andrés, mCR

el mundo, se sirvió de este odio para llevar a cabo la redención del linaje
humano.
La Pasión de Cristo Redentor. – Jesucristo había venido a este
mundo, no sólo para instruirlo y traerle una religión más perfecta, sino
también para salvar a la humanidad culpable. Ahora bien, esta
redención debía cumplirse mediante el sacrificio de su vida y la efusión
de su sangre. A mitad del tercer año de su predicación, Jesucristo subió
a Jerusalén para celebrar allí la Pascua con sus apóstoles.
Cristo, verdadero rey de Israel, quiso entrar triunfalmente en la
Ciudad Santa. El pueblo, al saber que llegaba Jesús, corrió a su
encuentro, llevando palmas y ramos de olivo, alfombrando con hojas el
camino que debía recorrer, mientras gritaba lleno de júbilo: ¡Hosanna al
Hijo de David! ¡Gloria al Mesías!
Estas aclamaciones enfurecieron a los fariseos, que buscaron la
manera de apoderarse de Él, sin soliviantar a la muchedumbre.
Aceptaron complacidos el ofrecimiento de Judas Iscariote, que se
brindaba a entregarle mediante el pago de treinta monedas de plata.
Esta venta se repite en el transcurso de los siglos contra Cristo y su
Iglesia. Los judíos compran la prensa, compran los votos, y la traición
de Judas se repite en el mundo.
Jesús en el Huerto de los Olivos. – El Jueves Santo por la noche, el
Salvador reunió en Jerusalén a sus doce apóstoles para comer el cordero
pascual, según el ceremonial prescrito por Moisés. Después de la
institución de la divina Eucaristía, la gran Pascua de la nueva ley, Jesús
se dirigió al Huerto de los Olivos. Allí, al considerar los sufrimientos
que le esperaban y su inutilidad para muchos, el Salvador se sintió
oprimido por una amarga tristeza: cayó en agonía y, desde las ocho de
la noche a las nueve, lloró los pecados de los hombres.
A medianoche viene Judas capitaneando a los soldados del
sanedrín. Jesús pronuncia esta única frase: Soy Jesús de Nazaret, y la tropa
cae de espaldas. Quiere mostrar con este prodigio que va a entregarse

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P. Javier Andrés, mCR

libremente a los sufrimientos. Se deja, pues, atar y conducir a Jerusalén,


mientras sus discípulos le abandonan.
Jesús en presencia de Caifás. – Contra todas las reglas de
procedimiento, el gran sacerdote reúne el sanedrín a medianoche, para
condenar al Salvador. Estos jueces buscan testigos falsos, pero sus
declaraciones carecen de eficacia para justificar la sentencia de muerte.
Para poder pronunciarla contra Jesús, no halla el sanedrín otro pretexto
que la afirmación solemne de Jesús: Sí, soy el Cristo, el Hijo de Dios. Caifás
dice que semejante afirmación es una horrenda blasfemia; y como, de
acuerdo con la ley mosaica, la blasfemia era castigada con la muerte,
Jesús es condenado y entregado a la brutalidad de los lacayos y
soldados.
Jesús ante Pilatos. – El Viernes Santo, a eso de las siete de la mañana,
Jesús es conducido al tribunal de Pilatos, gobernador romano, para que
ratifique y ejecute la sentencia. El gobernador invita a los enemigos de
Jesús a que expongan sus acusaciones contra Él; y entonces, los del
sanedrín, dejando a un lado la acusación de blasfemia, le presentan
como reo de crímenes políticos. Este hombre, dicen, subleva al pueblo;
prohíbe que se pague tributo al César, y se dice el Cristo Rey.
Pilatos interroga a Jesús, reconoce su inocencia y busca la manera
de ponerle en libertad; pero no quiere disgustar a los judíos, por temor
de ser denunciado al emperador Tiberio de perder el puesto. Oyendo
que Jesús es galileo, le manda, sin demora, a Herodes, que se halla en
Jerusalén con motivo de las fiestas de la Pascua.
Jesús ante Herodes. – Herodes, orgulloso de ver comparecer ante su
tribunal a ese hombre extraordinario, le pide que haga algún milagro.
En presencia de aquel príncipe impúdico, Jesús guarda silencio; por lo
cual Herodes, despechado, le hace vestir con un traje de burla como a
un loco y lo devuelve a Pilatos.
Durante este tiempo, los fariseos propagan entre el pueblo toda
suerte de calumnias contra el Salvador; la aparente debilidad y
abatimiento de Jesús, el juicio del sanedrín y de Herodes, todo induce a

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P. Javier Andrés, mCR

creer que lo afirmado por los fariseos no es una calumnia, sino verdad.
El pueblo judío, que cinco días antes gritaba: ¡Hosanna al Hijo de Dios!,
dentro de poco pedirá su muerte. De un modo análogo el pueblo
católico argentino y el de otros países, engañado por los judíos y
masones, vota por los enemigos de Dios y les permite forjar toda clase
de leyes contrarias a la libertad de la Iglesia y al bien de la patria. Vuelve
Jesús a presencia de Pilatos. – El gobernador, viendo el odio de los
fariseos, desea salvar a Jesús. Espera hallar más justicia en el pueblo, y
siguiendo la costumbre de indultar a un preso en el tiempo pascual,
compara a Jesús a un asesino llamado Barrabás: ¿A quién queréis que
ponga en libertad, pregunta a la muchedumbre, a Jesús o a Barrabás? El
pueblo seducido por los fariseos, pide la libertad de Barrabás y la muerte
de Jesús.
Pilatos se indigna; y para mover al pueblo a compasión, condena a
Jesús a la pena de azotes, no obstante haberle declarado inocente.
Este suplicio reservado para los esclavos, era, según la ley romana,
horriblemente cruel. El condenado, completamente desnudo, era atado
a una columna baja, de modo que presentara la espalda encorvada a los
golpes terribles de los verdugos ejercitados en el arte de la tortura. Los
ramales de cuero terminaban en corchete para desgarrar las carnes, o en
bolas de plomo para magullar las llagas. Cada golpe arrancaba jirones
de carne, y la sangre corría de todas las partes del cuerpo. Bien pronto
la víctima, encorvándose hacia un lado, dejaba todo su cuerpo expuesto
a los golpes desgarradores; no era raro ver al condenado morir en este
suplicio. La paciencia divina de Jesús asombra a los verdugos y excita
su rabia; y de la planta de los pies hasta la coronilla no hay en Él un
punto sano, pudiéndosele contar todos los huesos, con lo que se realiza
la profecía de Isaías: Dinumeraverunt omnia ossa mea. De esta suerte, la
pureza por esencia pagaba las impurezas de los hombres.
Después de tan espantoso tormento material, los soldados
romanos quisieron burlarse de este Rey de los judíos. Le hicieron sentar
sobre un fragmento de columna como sobre un trono; le echaron sobre

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P. Javier Andrés, mCR

las espaldas, a manera de manto real, un harapo de púrpura; pusieron


en sus manos una caña por cetro y ciñeron sus sienes con una corona de
punzantes espinas, adaptándola a fuerza de golpes; luego, como tributo,
le escupieron en el rostro y le dieron de bofetadas. Para expiar el orgullo
del hombre, el Salvador sufre estas crueles ignominias con paciencia
divina.
Pilatos muestra al pueblo a Jesús en un estado capaz de conmover
las mismas piedras. La víctima tiene el cuerpo desgarrado, la cabeza
coronada de espinas, el rostro manando sangre; y cuando así lo ha
puesto a la vista del pueblo, el juez dice: ¡He aquí al hombre! Los judíos
lanzan gritos de furor: ¡Crucifícalo!... Nosotros tenemos una ley, y según ella
debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios.
Los romanos solían respetar las leyes religiosas de los pueblos
conquistados, y por eso los fariseos substituyen el crimen de Estado, que
Pilatos rehúsa admitir, con el crimen de religión. Sin embargo, el
gobernador todavía vacila. Entonces, ellos le descargan el último golpe:
Si lo pones en libertad, no eres amigo del César, puesto que todo aquel que se
hace rey se declara contrario al César.
Al oír estas palabras, Pilatos se estremece ante el temor de perder
su puesto, y se lava las manos diciendo: Soy inocente de la sangre de este
justo; vosotros responderéis de ella.
Los judíos gritan: ¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros
hijos! El gobernador pronuncia la sentencia y condena a Jesús a muerte
de cruz.
Dos años más tarde, este juez inicuo, acosado por los judíos, fue
desterrado a Poitiers, en las Galias, donde, desesperado, se suicidó. La
imprecación del pueblo judío, por otra parte, se cumplió: la maldición
de Dios cayó sobre él y sobre su raza, que se halla dispersa por todo el
mundo, llevando siempre en su frente el estigma de Caín.
Jesús en el Calvario. – El suplicio de la cruz estaba reservado a los
esclavos y a los malhechores. El Salvador del mundo, cargado con
nuestras iniquidades, quiere pasar por este suplicio humillante y cruel.

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P. Javier Andrés, mCR

Los verdugos colocan sobre sus hombros una pesada cruz, que Él abraza
con amor y lleva penosamente hasta el Calvario, lugar destinado a las
ejecuciones. El camino que conducía a él tenía una longitud de 750
metros.
Al recorrer esta vía dolorosa, Jesús, extenuado por tantos
sufrimientos, cae tres veces. Al salir de Jerusalén, se halla incapaz de dar
un paso, llevando la cruz a cuestas; los soldados obligan a un hombre
de Cirene a que ayude a la víctima. Jesús se encuentra con su santísima
Madre, y su corazón se desgarra de pena. Más adelante, una piadosa
mujer, llamada después la Verónica, enjuga su divino rostro, y el Señor,
agradecido, deja impresa en el sudario su santa faz.
En la subida al Calvario, el Salvador habló sólo una vez, pero habló
como doctor y como profeta. Anunció a las mujeres de Jerusalén que le
seguían llorando, el castigo futuro de su patria y la suerte del pecador
que no quiera aprovecharse de los frutos de la Redención.
Llegado al Calvario, Jesús, despojado de sus vestiduras, es clavado
en la cruz por cuatro sayones, que hacen penetrar, a fuerza de golpes de
martillo, enormes clavos en sus pies y manos. Cuando la víctima queda
clavada, en medio de atroces sufrimientos, los verdugos levantan la cruz
y la dejan caer de golpe en el hoyo preparado de antemano. Cada
sacudida produce en todos los miembros de Jesús un estremecimiento
de espantosos dolores... Era mediodía.
Dos ladrones fueron también crucificados con Él, uno a la derecha
y otro a la izquierda. Así se cumplía la profecía: Ha sido contado entre los
malhechores.
Sobre la cruz, el Salvador, levantado entre la tierra y el cielo,
pronuncia siete palabras. Ora por sus verdugos; promete el paraíso al
ladrón arrepentido; entrega a María por madre a Juan, y luego calla por
espacio de tres horas. En aquel momento, el sol se obscurece y densas
tinieblas cubren la tierra. Jesús ruega ante la justicia divina por los
pecadores. Viendo el número de los réprobos que no querrán
aprovecharse de sus méritos, deja escapar un grito de desconsuelo hacia

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P. Javier Andrés, mCR

su Padre: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?... Después se
vuelve a los hombres para decirles: Tengo sed... tengo sed de la salvación de
vuestras almas... Por último anuncia que todo se ha consumado: las
profecías se han cumplido, el precio de nuestro rescate está pagado. El
Redentor profiere un gran grito, pone su alma en las manos de su Padre,
he inclinando la cabeza, muere... Eran las tres de la tarde.
La naturaleza entera pareció llorar la muerte de su Criador: la
tierra tembló, las rocas del Calvario se partieron, se desgarró el velo del
Templo, las tumbas se abrieron... El centurión romano, que guardaba a
los ajusticiados, exclamó: ¡Este hombre era realmente el Hijo de Dios!
Sepultura de Jesús. – Algunas horas después, un soldado, para
atestiguar la muerte de Jesús, abre de una lanzada el costado de la
víctima y de la herida sale sangre y agua. José de Arimatea y Nicodemo
obtuvieron permiso de Pilatos para sepultar el sagrado cuerpo.
Habiéndolo desclavado de la cruz, lo colocaron en un sepulcro nuevo
excavado en una roca. Los judíos, sabiendo que Jesús había predicho su
resurrección y temiendo que vinieran a robar el cadáver, sellaron la
tumba con el sello de la nación y pusieron varios soldados para que la
guardaran. Esta precaución, completamente providencial, sólo va a
servir para hacer más auténtica la resurrección de Jesucristo.
Resurrección de Jesucristo. – El domingo, al despuntar la aurora,
Jesús sale lleno de gloria de la tumba sin tocar la piedra. La tierra
tiembla, un ángel desciende del cielo, hace rodar la piedra, se sienta en
ella y siembra el terror entre los guardianes del sepulcro. Estos, viendo
vacío el sepulcro, corren a anunciar al sanedrín la resurrección del
crucificado. Los príncipes de los sacerdotes les entregan una cantidad
de dinero para que esparzan la voz de que, estando ellos durmiendo,
habían venido los discípulos de Jesús y robado el cadáver.
El mismo día, el divino Jesús se aparece por la mañana a María
Magdalena, a las santas mujeres y a Pedro. Por la tarde, se muestra a dos
discípulos en el camino de Emaús, y después a sus apóstoles, reunidos
en el Cenáculo.

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P. Javier Andrés, mCR

Durante cuarenta días se aparece a sus apóstoles en diversas


circunstancias; les encarga que enseñen y bauticen a todas las naciones
y, finalmente, les da las últimas instrucciones para establecer su iglesia,
de la que nombra definitivamente a Pedro primer pastor y Jerarca
supremo.
Ascensión. – El cuadragésimo día, Jesús, seguido de ciento veinte
discípulos se encamina al monte de los Olivos. Allí, después de haber
prometido a sus apóstoles que les enviaría el Espíritu Santo, los bendice
por última vez y en su presencia se va a los cielos.

¿Cómo conocemos la vida de nuestro Señor Jesucristo?


Conocemos la vida de nuestro Señor Jesucristo particularmente
por los Evangelios.
Se llaman Evangelios los cuatro libros donde se narra la vida, los
milagros y las principales palabras de Jesucristo. Autores de los
Evangelios son los apóstoles San Mateo y San Juan, y dos discípulos, San
Marcos, discípulo de San Pedro, y San Lucas, discípulo de San Pablo.
Los tres primeros evangelistas, San Mateo, San Marcos y San
Lucas, escribieron su Evangelio del año 40 al año 70 de la era cristiana;
San Juan, a fines del primer siglo.
La palabra Evangelio es lo mismo que buena nueva. Es la nueva de
la redención de los hombres, nueva grandísima y felicísima sobre todas
las demás. Se da este nombre, ya a la doctrina de Cristo, ya a los libros
en que está contenida.
Cuatro hombres elegidos por Dios, dos apóstoles y dos discípulos,
escribieron, bajo la inspiración del Espíritu Santo, la divina historia de
lo que Jesús dijo e hizo entre los hombres. Las narraciones de estos
cuatro testigos, aunque diversas en la forma, en la intención, en el
origen, se explican y confirman las unas a las otras, de suerte que no
constituyen sino un solo Evangelio.
1° El Evangelio de San Mateo fue escrito hacia el año 42, ocho años
después de la Ascensión del Salvador. San Mateo, apellidado Leví,

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P. Javier Andrés, mCR

cuando estaba a punto de dejar la Palestina para ir a llevar a otras


naciones la buena nueva, escribió en hebreo, para los judíos convertidos
de Jerusalén, los hechos principales de la vida de Jesús. Su intento fue
demostrar a los judíos incrédulos que Jesús de Nazaret era realmente el
Mesías anunciado por los profetas. Es el más antiguo de los cuatro
Evangelios.
2° El Evangelio de San Marcos fue escrito cinco o seis años más
tarde, en Roma, por Juan Marcos, discípulo y secretario de San Pedro.
Marcos siguió a su maestro a Roma, recogió sus narraciones y, en vista
de ellas, escribió su Evangelio a petición de los romanos, deseosos de
tener por escrito el compendio de las enseñanzas dadas por el Apóstol.
Este Evangelio, aprobado por San Pedro, estaba destinado
particularmente a los gentiles, así como el de San Mateo lo estaba para
los judíos convertidos. Es el más compendiado.
3° San Lucas compuso el tercer Evangelio y los Hechos de los
Apóstoles entre los años 53 y 60 de la era cristiana. Natural de
Antioquia, médico, pintor y escritor distinguido, San Lucas fue
convertido por San Pablo y se hizo el compañero de sus viajes a Éfeso, a
Jerusalén, a Grecia y a Roma. Sacó los elementos para su Evangelio de
las predicaciones de su maestro, de sus relaciones con los otros apóstoles
y de las enseñanzas que recogiera de los labios de la Virgen María.
San Lucas se propuso ordenar, de la mejor manera posible, la
narración de los hechos evangélicos; y así su libro tiene más forma de
historia que los otros: es el más completo y el más metódico de los
Evangelios. San Lucas escribió para los griegos, cuya lengua hablaba
admirablemente. Presenta al Hombre-Dios como al Salvador del género
humano.
4° El Evangelio de San Juan fue compuesto a fines del siglo
primero. San Juan, el discípulo predilecto de Jesús, el último
superviviente de los apóstoles, escribió en griego su Evangelio, a ruegos
de los obispos de Asia, para combatir las primeras herejías sobre la
divinidad de Jesucristo. Pone todo su empeño en dar a conocer mejor al

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P. Javier Andrés, mCR

Salvador, su existencia eterna en el seno de Dios, su unión substancial


con el Padre, su encarnación y el misterio de la vida divina que Jesús
venía a comunicar a los hombres.
Los tres primeros evangelistas narran la vida exterior del Salvador
y sus enseñanzas populares. San Juan guarda silencio acerca de lo que
se halla en los primeros Evangelios, y ahonda más que los otros
hagiógrafos en los secretos de Jesús y en lo sublime de su doctrina. Es el
único que reproduce su discurso de después de la Cena, la página más
hermosa de nuestros Libros Santos, donde se aspira un aroma de
divinidad y de amor divino.

¿Debemos creer todo lo que está contenido en los Evangelios?


Sí; porque se debe creer a un libro histórico cuando es auténtico,
íntegro y verás.
Los Evangelios poseen estas tres cualidades de una manera mucho
más perfecta que todos los otros libros históricos. Escritos por los
apóstoles y los discípulos cuyos nombres llevan, han llegado intactos
hasta nosotros, y sus autores son testigos verídicos y dignos de fe; no
han podido ser engañados ni engañadores. Es imposible, pues, poner en
duda los hechos narrados en los Evangelios, sin negar al mismo tiempo
toda ciencia histórica.
N.B. – Los Evangelios pueden ser considerados de dos maneras:
1°, como libros inspirados; 2°, como libros simplemente históricos.
Nosotros, los cristianos, creemos que los Evangelios son libros
inspirados, es decir, que los apóstoles y sus discípulos los han escrito
siguiendo el impulso del Espíritu Santo, que se los dictó. Como libros
inspirados, merecen fe divina, esto es, la fe absoluta que merece la
palabra de Dios. Pero aquí no tenemos que discurrir acerca de la
inspiración.

147
P. Javier Andrés, mCR

Consideramos los santos Evangelios como libros de historia, según


el concepto puramente histórico.
Conforme a la sana crítica y al buen sentido, un libro de historia
tiene autoridad plena y merece fe humana cuando es auténtico, íntegro
y veraz.
Un libro es auténtico cuando ha sido escrito en la época y por el
autor que le asignan.
Un libro es íntegro cuando ha llegado hasta nosotros sin alteración,
tal como fue compuesto por su autor.
Un libro es verídico cuando el autor no puede ser sospechoso de
error o de mentira.
1° Autenticidad de los Evangelios. – Los cuatro Evangelios tienen
por autores a los escritores cuyos nombres llevan. Así lo demuestran:
a) El testimonio del pueblo cristiano. Este ha considerado siempre los
Evangelios como auténticos, los ha leído en los divinos oficios y los ha
conservado con religiosa veneración.
b) El testimonio de los mismos paganos, que los atribuyen a los
discípulos de Jesús.
c) La imposibilidad de atribuirlos a otros autores, sea contemporáneos
de los apóstoles, porque éstos hubieran protestado, sea posteriores a su
muerte, porque los cristianos no lo hubieran admitido.
d) Los caracteres intrínsecos de los Evangelios requieren que sus
autores sean testigos oculares y contemporáneos de Jesucristo.
e) La autenticidad de nuestros Libros Santos exige pruebas más
fuertes que las exigidas para los otros libros históricos, pruebas
accesibles a todas las inteligencias. Dios ha provisto a esta necesidad. Él
nos da una prueba única en el mundo y acomodada a todas las
inteligencias, tal como no la posee libro alguno: me refiero al testimonio
del pueblo judío para el Antiguo Testamento y del pueblo cristiano para
el Nuevo.
Los Evangelios son para los cristianos una herencia de familia cuya
procedencia deben conocer mejor que nadie. El pueblo cristiano funda

148
P. Javier Andrés, mCR

su origen, la razón de su existencia, de su fe, de su vida, en la predicación


de los apóstoles que le hicieron conocer las obras, los milagros y las
enseñanzas de Jesucristo. Ahora bien, los Evangelios no son más que el
resumen escrito de la predicación apostólica. Los primeros cristianos
aceptaron estos libros:
a) porque conocían a sus autores y sabían que eran dignos de fe, y
b) porque no hallaban en estos escritos sino lo que ya creían.
Siempre y en todas partes los cristianos han considerado los cuatro
Evangelios como la obra de los apóstoles y de sus discípulos; ante ese
testimonio constante y universal se deshacen todas las objeciones de los
incrédulos pasados, presentes y futuros.
Los racionalistas creen encontrar, en lo que ellos llaman ciencia
crítica, armas contra nosotros. Los sabios cristianos los han seguido en
este terreno, y ved aquí los testimonios que la crítica más sabia presenta
de los escritos de los primeros siglos de la Iglesia, en favor de la
autenticidad de los Evangelios.
San Justino, apologista y mártir en 106, afirma que los Evangelios
eran leídos en los oficios del domingo, y habla de esta costumbre como
de un uso general que existía de mucho tiempo atrás. Este filósofo
pagano abrazó el cristianismo, después de haber recogido los datos más
preciosos acerca de todos los hechos evangélicos.
Los Padres apostólicos, contemporáneos de los evangelistas, como
San Clemente Romano, discípulo de San Pedro y Papa desde el 91 al 100;
San Bernabé, compañero de San Pablo muerto el año 104; San Ignacio de
Antioquia, discípulo de San Juan, martirizado el año 107, etc., citan en
sus cartas una gran multitud de pasajes sacados del Evangelio; prueba
evidente de que los Padres contemporáneos de los apóstoles tenían a la
mano los Evangelios y conocían su verdadero origen.
San Ireneo, el sabio obispo de Lyon, discípulo de Policarpo, amigo
éste de San Juan, del año 120 al 202, invoca contra los herejes nuestros
cuatro Evangelios, que compara a los cuatro puntos cardinales y a las

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P. Javier Andrés, mCR

cuatro figuras de querubines. Nos cabe conocer en su célebre obra


Adversus Haereses la época de su narración. Citaremos sus palabras:
“Mateo publicó su Evangelio entre los hebreos y en su lengua, en
la época en que Pedro y Pablo predicaban el Evangelio en Roma y
fundaban la Iglesia. Más tarde, Marcos, discípulo y secretario de San
Pedro, nos comunica por escrito, las verdades que enseñaba ese apóstol.
Lucas, discípulo de Pablo, escribía en un libro el Evangelio que
predicaba su maestro. Finalmente, Juan, el discípulo predilecto del
Señor, publicó un Evangelio mientras residía en Éfeso, en Asia... Tal es
la certeza de nuestros Evangelios, que hasta los mismos herejes la
reconocen y testifican.” Son de una importancia capital las palabras de
Ireneo, primado de las Galias y discípulo de Policarpo que reúne en su
persona la autoridad de la Iglesia de Oriente y Occidente.
Orígenes, que vivió desde 185 a 254, afirma que hay cuatro
Evangelios, que son los únicos recibidos sin dificultad en toda la Iglesia
de Dios. Este gran doctor no se contenta con nombrar los autores, sino
que los comenta y explica.
Tertuliano, años 145-230, es tan explícito como Orígenes: con él
tenemos el testimonio de la Iglesia de África.
Es útil reproducir testimonios posteriores al siglo II: son
demasiado numerosos. Por consiguiente, no hay duda posible: los
cuatro Evangelios fueron escritos por los autores cuyos nombres llevan.
b) Testimonio de los paganos. – Al testimonio de los cristianos
podemos añadir el de los filósofos paganos, enemigos encarnizados de
la Iglesia. Celso, que escribió entre los años 115 y 140 ve en los
Evangelios los escritos de los discípulos de Jesús. Porfirio, en el siglo III,
y Juliano el Apóstata, llaman a los evangelistas por sus nombres. Si ellos
hubieran podido negar el verdadero origen de nuestros Evangelios, no
hubieran dejado de hacerlo, porque éste era, evidentemente, el medio
más rápido y eficaz para combatir a la Iglesia de Cristo.
c) Imposibilidad de todo fraude. – Ningún impostor hubiera
podido componer los Evangelios ni durante la vida de los apóstoles ni

150
P. Javier Andrés, mCR

después de su muerte. 1° Era imposible viviendo los apóstoles, porque


éstos, sumamente atentos a conservar la Fe, de ninguna manera
hubieran permitido que se abusara de su nombre para engañar a los
fieles. 2° Era imposible después de la muerte de los apóstoles, porque
los cristianos no hubieran recibido los Evangelios, y habrían protestado
contra los impostores, como lo hicieron contra los Evangelios apócrifos
desde el momento de su aparición. Los falsos Evangelios son remedos,
y por lo mismo deponen en favor de los verdaderos, como la moneda
falsa atestigua la existencia de la verdadera.

2° Integridad de los Evangelios. – Los Evangelios han llegado


intactos hasta nosotros.
a) En efecto, no han sido alterados, y el texto actual está
completamente conforme con los antiguos manuscritos.
b) Fue siempre imposible cualquiera alteración.
a) Nuestros Evangelios no han sido modificados. – Los sabios
modernos, protestantes y católicos, han comparado los manuscritos más
antiguos, las diversas traducciones en todas las lenguas; han estudiado
hasta los viejos pergaminos de los monasterios griegos del Sinaí y del
Monte Atón, y en todos estos manuscritos no han hallado ninguna
divergencia que merezca ser notada. El texto que hoy poseemos es el
mismo que se halla citado por los Santos Padres; está conforme con los
500 manuscritos antiguos cuya existencia han comprobado los sabios;
está también de acuerdo con las antiguas versiones o traducciones
hechas en diversas épocas. Por consiguiente, la integridad de los
Evangelios queda rigurosamente probada. Es indudable que existen
numerosas variantes entre los diversos manuscritos, y no podía ser de
otra manera: jamás libro alguno ha sido tan copiado y traducido en
todos los tiempos y lugares. Pero estas variedades son debidas
únicamente a errores de copistas o de traductores; dejan intactas las
partes esenciales de cada frase, y no alteran ningún hecho importante,
ningún punto de dogma o de moral.

151
P. Javier Andrés, mCR

b) Era imposible toda alteración substancial. – Estos libros, respetados


como divinos, leídos todos los domingos en los oficios, eran conservado
con cuidado religioso por todos los cristianos. Sería imposible hoy
falsificarlos, porque son conocidos a la vez por los católicos, los herejes
y los incrédulos: los unos a falta de los otros protestarían contra
cualquiera alteración. Ahora bien, este estado de cosas fue siempre el
mismo; luego lo que es imposible hoy, lo fue en tiempos pasados. 3°
Veracidad de los Evangelios. – Los autores del Evangelio son verídicos.
a) No podían engañarse acerca de los hechos que narran: tales
hechos eran recientes, sensibles e importantes.
b) No querían engañarnos: eran hombres sencillos, honestos,
francos y publicaban su narración con peligro de vida.
c) No podían tampoco engañar, aun habiéndolo querido, porque
vivían todavía numerosos testigos presenciales de los hechos del
Evangelio, y no hubieran dejado de descubrir la impostura. Por otra
parte, los judíos tenían sumo interés en poder demostrar que los
evangelistas mentían.
a) No podían engañarse, porque no narraban sino lo que había visto
o recibido de boca de testigos oculares dignos de fe. Se trataba de hechos
recientes, sensibles, materiales, hechos a la luz del sol, en presencia de
una multitud de testigos, a veces hostiles. Esos hechos eran de una
importancia capital para la religión del pueblo judío; finalmente, eran
frecuentemente maravillosos y, por lo mismo, de tal naturaleza que
debían llamar la atención. Creemos que nadie se atreverá a afirmar que
todos los evangelistas eran ciegos, sordos o ilusos. En este caso habría
que afirmar lo mismo de una multitud de otros testigos
contemporáneos, aun entre los enemigos de Jesús, que recibieron sin
protesta las narraciones evangélicas.
b) No querían engañar. – Su narración tiene un sello de verdad, de
sencillez, de candor tal, que jamás se encuentra nada semejante en el
libro de un impostor.

152
P. Javier Andrés, mCR

Puntualizan los hechos, señalan los lugares donde se realizaron,


citan testigos vivos todavía, y confiesan humildemente sus propios
defectos y faltas. No querían engañar: nadie engaña sino cuando prevé,
como resultado de ese engaño, alguna utilidad, como gloria, fortuna,
bienestar. Y ¿qué interés podían tener en engañarnos? Tan lejos estaban
de poder esperar algún provecho de su fraude, no menos perjudicial
para los judíos que para los gentiles, que sólo debían esperar, de parte
de los hombres, el desprecio, la persecución, la muerte, y, de parte de
Dios, los castigos reservados a los impostores sacrílegos. Mentir, pues,
en tales condiciones era una locura. Pascal tiene razón cuando dice: Yo
creo fácilmente la historia cuyos testigos se dejan degollar en comprobación de
su testimonio.
c) No hubieran podido engañar. – Los hechos que cuentan se habían
realizado en presencia de millares de testigos que todavía vivían. Los
enemigos del Cristianismo no hubieran dejado de descubrir la
impostura. Los judíos incrédulos, los jefes de la sinagoga, hicieron todo
lo posible para ahogar la religión nueva, imponiendo el silencio a los
apóstoles, pero se confesaron impotentes para negar los hechos del
Evangelio.
No hubieran podido engañar, porque los apóstoles eran del todo
incapaces de inventar por sí mismos, siendo hombres sencillos y
humildes, una doctrina tan sublime, superior a todas las doctrinas
filosóficas; no hubieran podido crear un tipo de virtud tal como
Jesucristo, ni concebir un Mesías que no se parece en nada al que
esperaban los judíos. El retrato que hacen de Jesús no tiene analogía
alguna con los héroes del mundo; ningún ser humano podía darles la
idea de un modelo tan sublime de perfección.

CONCLUSIÓN. – Son, pues, los Evangelios el libro histórico más


autorizado, el más íntegro, el más verídico de todos los libros. Estamos,
por consiguiente, tan ciertos de los milagros de Jesucristo como de sus
enseñanzas. Los testigos que los narran los han visto; estos testigos no

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P. Javier Andrés, mCR

se engañan; sus narraciones han llegado hasta nosotros en toda su


integridad: ¿Cómo, dice el impío Rousseau, recusar el testimonio de un libro
escrito por testigos oculares que lo sellaron con su sangre, recibido en depósito
por otros testigos que nunca han cesado de darlo a conocer en toda la tierra, y
por el cual han muerto más mártires que letras tienen sus páginas?
Si los hechos del Evangelio no fueran verídicos, el Cristianismo
nunca se hubiera podido establecer y conservar en la tierra.
Vamos a terminar esta cuestión citando una página muy conocida
que la evidencia de la divinidad de los Evangelios arrancó al mismo
Rousseau:
“Confieso que la majestad de las Escrituras me asombra, la
santidad del Evangelio habla a mi corazón. Mirad los libros de los
filósofos con toda su pompa: ¡qué pequeños son comparados con aquél!
¿Es posible que un libro tan sublime y tan sencillo a la vez, sea obra de
los hombres? ¿Es posible que Aquél cuya historia narra no sea más que
un hombre también?... ¿Diremos que la historia del Evangelio ha sido
inventada a capricho? No es así como se inventa; y los hechos de
Sócrates, de los cuales nadie duda, están menos atestiguados que los de
Jesucristo. En el fondo es esquivar la dificultad sin destruirla. Sería más
inconcebible que varios hombres, de común acuerdo, hubieran forjado
este libro, que no el que uno solo haya proporcionado el tema. Nunca
autores judíos hubieran hallado ni este tono ni esta moral. El Evangelio
tiene caracteres de verdad tan grandes, tan sorprendentes, tan
perfectamente inimitables, que el inventor sería más grande que el héroe
mismo”.

La religión cristiana, ¿difiere mucho de la religión primitiva y de


la religión mosaica?
No; no difiere de ellas en su esencia, puesto que tiene los mismos
dogmas, la misma moral y el mismo culto esenciales.
Estas tres religiones tienen el mismo autor: Dios; el mismo fin
sobrenatural para el hombre: el cielo; los mismos medios para llegar a

154
P. Javier Andrés, mCR

él: la gracia. Las tres descansan sobre el mismo Redentor: esperado y


llegado, Jesucristo es siempre el fundamento de la verdad religiosa. La
salvación nunca ha sido posible sino por Él y por sus méritos.
Con todo, la religión cristiana es más desarrollada, más perfecta y
más rica en gracias.
Así como el sol se anuncia con la aurora, descubre su luz cuando
se levanta y brilla en todo su esplendor al mediodía, así, la religión
revelada se desenvuelve por grados: empieza en la religión primitiva,
se desarrolla en la religión mosaica y brilla en todo su esplendor en la
religión cristiana. Después de la revelación cristiana no queda más que
la revelación del cielo: la visión beatífica.
La revelación hecha por Jesucristo es antigua y moderna a la vez:
antigua, porque reproduce todas las revelaciones anteriores; moderna,
porque las esclarece y completa: Yo no he venido, dice Él, a abrogar la ley o
los profetas; no he venido a abrogar, sino a dar cumplimiento (Mateo, V, 17).
1° Estas tres revelaciones o religiones, primitiva, mosaica y
cristiana, no son sino los diversos estados de una sola y misma religión,
desarrollada por Dios en la sucesión de los siglos y que recibe su
perfección por Jesucristo. Semejante al hombre a quien se dirige, la
religión revelada ha tenido diversas edades: a) su infancia, desde Adán
hasta Moisés; b) su adolescencia, desde Moisés hasta Jesucristo; c) su
edad perfecta, desde Jesucristo hasta el fin del mundo. Pero no por eso
ha dejado de ser la misma, así como el hombre, pasando por las diversas
edades de la vida, no deja de ser la misma persona.
Y, a la verdad, las tres religiones tienen el mismo nacimiento: las
tres vienen de Dios; el mismo fin y las mismas ayudas, puesto que el
objeto de todas ellas es conducir al hombre al cielo mediante la gracia.
Los dogmas, aunque revelados progresivamente, se encuentran, por lo
menos en germen en las tres religiones. Así, el misterio de la
Encarnación es anunciado por los profetas, que llaman al Mesías, ya
Hijo de David, ya Hijo de Dios, Emmanuel, es decir, Dios con nosotros.

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P. Javier Andrés, mCR

Un mismo decálogo manda siempre las mismas virtudes. Para con


Dios: la fe, la esperanza, la caridad, la adoración; para con el prójimo: la
justicia, la caridad, la verdad; para con nosotros mismos; la humildad,
la castidad, el desinterés.
Uno mismo es el culto, por lo menos en sus actos esenciales: la
oración, el sacrificio, la santificación de un día por semana.
2° Las tres religiones descansan sobre el Redentor. El punto
culminante de la historia de la religión, como el de la historia del mundo,
es la venida del Mesías. Colocado entre el pueblo judío, que le llamaba
con todos sus deseos, el pueblo cristiano, que le ha saludado por su Dios,
Jesucristo une los dos Testamentos o las dos alianzas de Dios con los
hombres. Todo lo que le ha precedido dice relación a Él como Salvador
esperado; todo lo que le ha seguido se une a Él como a Salvador llegado.
Jesucristo es el punto a donde convergen todas las cosas. Él es el objeto
de la fe de todos los siglos: desde el nacimiento del mundo, el fiel ha
debido creer en Jesucristo prometido, como el cristiano debe creer en
Jesucristo venido. Él era ayer, Él es hoy, Él será en los siglos de los siglos.
La religión cristiana ha comenzado, pues, con el primer hombre y
no terminará sino con el mundo. Nosotros creemos hoy y se creerán en
todos los siglos las mismas verdades fundamentales; nosotros
observamos los mismos preceptos que nuestros primeros padres, los
patriarcas y los profetas.
“Así,‖la‖religión,‖después‖de‖la‖caída‖del‖hombre,‖ha‖sido‖siempr
e una e idéntica en su autor, en su mediador, en su dogma, en su moral,
en su culto. Luego nunca ha habido más que una sola verdadera
religión: la religión cristiana; ella se remonta a los primeros días del
mundo, y perdurará hasta el fin de los siglos. Semejante a un árbol
magnífico, plantado en el principio de los tiempos por la mano de Dios
mismo, ella ha desarrollado poco a poco su robusto tronco, ha extendido
sus ramas bienhechoras, alimentando con sus frutos saludables y
cubriendo con su follaje inmortal todas las generaciones que han
pasado, pasan y pasarán sobre la tierra”. (Mons. Gaume)

156
P. Javier Andrés, mCR

¿En qué está la perfección de la religión cristiana?


1° Jesucristo explicó mejor las verdades ya conocidas.
2° Reveló nuevos misterios.
3° Interpretó con mayor claridad las leyes morales.
4° Estableció los sacramentos, fuente eficaz de la gracia.
5° Abolió las ceremonias figurativas del culto mosaico.
6° Reemplazó los sacrificios antiguos, de poco valor, por el Santo
Sacrificio de la Misa, de un valor infinito.
7° Reunió a los que practican su religión en sociedad visible, con
una autoridad infalible para instruir a los hombres, gobernarlos y
administrarles los sacramentos.
8° Hizo obligatoria para todo el género humano la religión
cristiana.
1° Jesucristo perfeccionó el dogma. – Derramó abundantísima luz
sobre las verdades ya reveladas, como la unidad y las perfecciones de
Dios, la espiritualidad, libertad e inmortalidad del alma, las
recompensas y los castigos de la vida futura. Nos reveló claramente los
grandes misterios de la Trinidad, de la Encarnación y de la Redención,
que nos hacen entrever la naturaleza infinita de Dios y nos muestran el
amor infinito del Creador para con el hombre, su criatura.
2° Jesucristo perfeccionó la moral. – Dictó con mayor claridad el
decálogo, que redujo a los dos grandes preceptos del amor a Dios sobre
todas las cosas y del amor al prójimo como a nosotros mismos por amor
de Dios. Mandó a los hombres como deber riguroso el observar las leyes
de la penitencia y emplear los medios por Él establecidos para darles la
gracia, es decir, el deber de recibir los sacramentos que dan, conservan
o restituyen la vida sobrenatural. Nos mostró la fuente de todas las
virtudes en el espíritu de sacrificio: Si alguien quiere, nos dice, seguirme
al cielo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Sin renunciar a sí
mismo, es imposible amar a Dios y al prójimo.

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P. Javier Andrés, mCR

3° Jesucristo perfeccionó el culto. – Reemplazó los ritos simbólicos


de la antigua ley por signos eficaces, los sacramentos, que obran por sí
mismos y confieren la gracia a todos los cristianos bien dispuestos.
Instituyó el Sacrificio de la Misa, de un valor infinito, porque es la
reproducción incruenta del gran sacrificio del Calvario: por la Misa
podemos rendir a Dios todos nuestros homenajes de adoración, de
acción de gracias, de expiación y de oración.
Estableció un nuevo sacerdocio, que no está limitado a los cabezas
de familia, como en la religión primitiva, ni a los miembros de una sola
tribu, como en la religión mosaica, sino que ha sido confiado con
poderes maravillosos a todos aquellos que responden a la vocación de
Dios.
Por último, nos dio una fórmula de oración, el Padrenuestro,
compendio de todo lo que debemos desear y pedir a Dios.
4° Jesucristo aseguró la conservación de la religión cristiana. –
Instituyó una sociedad, la Iglesia, con una autoridad infalible, que tiene
una jurisdicción más extendida, más manifiesta, más firme que la
sinagoga judía. Esta autoridad está en el Soberano Pontífice, sucesor de
San Pedro, designado por Jesucristo como jefe de la Iglesia, y en los
obispos, sucesores de los apóstoles.
5° Jesucristo hizo obligatoria para todos los hombres la religión
cristiana. – Jesús dijo a sus apóstoles: Id, enseñad a todas las naciones,
predicad el evangelio a toda criatura. Aquél que creyere y fuere bautizado, se
salvará; aquél que no creyere, será condenado. He aquí que estaré con vosotros
hasta la consumación de los siglos (Mateo XXVIII, 19 y 20; Marcos XVI, 15
y 16). Está, pues, destinada la religión cristiana a todas las naciones y a
todos los individuos, y todos están obligados a aceptarla, bajo pena de
ser condenados.

¿Qué cosas comprende la religión cristiana?


La religión cristiana contiene:

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P. Javier Andrés, mCR

1° Las verdades que debemos creer, que están expuestas en


compendio en el Símbolo de los Apóstoles.
2° Los deberes que debemos practicar, que están contenidos en los
mandamientos de Dios y de la Iglesia.
3° Los medios establecidos para glorificar a Dios, que son el Santo
Sacrificio de la Misa, la santificación del domingo y de los días festivos;
los medios de santificarnos son los sacramentos que nos dan la gracia
necesaria para la salvación. Tal es, en resumen, la doctrina cristiana, la
doctrina de Cristo, que los apóstoles han predicado y que la Iglesia nos
enseña.

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