Kertesz - La Vigencia de Los Campos
Kertesz - La Vigencia de Los Campos
Kertesz - La Vigencia de Los Campos
UN INSTANTE DE SILENCIO
EN EL PAREDÓN
Herder
UN\VERSlDAD DE ANTIOQUlA
RlRLIOTECA CENTRAL
Versión castellana de ADAN KOVACSICS de la obra de
IMRE KERTÉSZ, A gondolatny csend, amiga kivégzoosztag ujratolt, ÍNDICE
MagvetO, Budapest 1998
Ensayo de Hamburgo
Diseíio de la cubierta: CLAUDIO BADO y Mt'lNICA BAZÁN
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de Gábor Péter, las condenas de N úremberg y el proce- nenme- en el sentido trascendental de la palabra. Porque
so de Auschwitz celebrado en Francfort también demos- el ser humano es un ser que dialoga y no cesa de hablar, y
traron que el mundo de las víctimas y de los verdugos, y aquello que dice o, más concretamente, aquello que cuen-
con él también la horrible sentencia, van mucho más allá ta, sus quejas y sufrimientos, no son meras descripcion~s,
de las salas de los tribunales. ¿O dejemos, como suele decir- sino también testimonios, y lo que quiere secretamente
se, que el tribunal de la historia resuelva la cuestión? Siendo -«inconscientemente»- es que estos testimonios se con-
sinceros hemos de reconocer, sin embargo, que el punto de viertan en categoría y la categoría, en fuerza espiritual legis-
vista histórico se ha mostrado poco adecuado -hasta aho- ladora. En El hombre rebelde, Albert Camus -citando, creo
ra al menos- para ofrecer una explicación y, es más, para yo, a otro, quizás a Shelley- afirma lo siguiente: «Los poe-
concebir incluso estos acontecimientos designados con tér- tas son los legisladores del mundo». Creo que debemos par-
minos bíblicos o coloquiales, con el eufemismo oficial a tir de aquí. Desde luego, los poetas -debemos entender esta
veces y con su simple toponímico en la mayoría de las oca- palabra en un sentido muy lato, como referida a la imagi-
siones. Los hechos acumulados por la historia son por nación creadora en general- no establecen las leyes como
supuesto importantes; pero quedan en un simple archivo los legisladores en un Parlamento, pero son ellos quienes
de investigación cuando la historia no es capaz de asumir obedecen a la ley, a la ley que sigue funcionando como tal
estos datos. Vemos, en efecto, que no es capaz porque no en el mundo y que crea y escribe las historias y también la
dispone de un punto de vista universal y ordenador, es decir, gran historia de la humanidad. El poeta nunca podrá infrin-
de una filosofía. La última palabra en filosofía de la histo- gir esta ley porque entonces su obra sería injustificable, o
ria -o sea, no de crítica de la historia, sino de filosofía de la sea, simplemente mala. Permítanme que llame esta ley ina-
historia en sentido afirmativo- fue dicha quizá por Hegel, sible, pero eficacísima, que no sólo dirige nuestro espíri-
cuando escribió que la historia es la imagen y el acto de la tu, sino que también es alimentada por nosotros mismos,
razón. Hoy nos reímos fácilmente de ello (con lágrimas en mediante nuestras vidas vividas, pues de lo contrario no
los ojos, por supuesto), pero no podemos negar que el mito podría existir, permítanme, digo, que, en mi indecisión y
de la razón del siglo XVIII fue el último mito productivo de a falta de mejor término, la designe ahora simplemente con
Europa y que su desvanecimiento o -para utilizar una com- una expresión prestada de Thomas Mann: el espíritu de
paración más adecuada a nuestro tema- su conversión en la narración. Él decide qué y cómo entra en el mito, qué
humo y cenizas nos ha condenado a una orfandad psíqui- queda en los archivos de la historia de una civilización, a
ca y espiritual. pesar de que los ideólogos muchas veces preferirían ser ellos
Desde que supimos por Nietzsche que Dios ha muer- quienes deciden. De hecho, casi nunca lo consiguen, al
to, nos encontramos ante el grave problema de saber quién menos de la manera en que ellos quisieran. Otra cosa deci-
-aparte de los registros oficiales informatizados, claro está- de el mito, una decisión secreta y común que seguramente
tiene en cuenta al ser humano o, para expresarlo de mane- refleja necesidades y motivos psíquicos reales en que apa-
ra diáfana, ante la mirada de quién vivimos, a quién debe rece la verdad. Estas historias que, al fin y al cabo, hablan
rendir cuentas el hombre en el sentido ético y -sí, perdó- del bien y del mal determinan el horizonte de nuestra vida
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cotidiana, y voces susurran tes e incesantes referidas al bien Auschwitz es, en segundo lugar, una estructura total-
y al mal impregnan nuestro mundo dentro de este hori- mente desvelada y por eso mismo cerrada e intocable. Esto
zonte. Me atreveré a hacer una declaración audaz: en cier- vale tanto para la dimensión espacial como para la tem-
to sentido y en cierto plano vivimos exclusivamente por poral. Se trata de una paradoja sumamente extraña. Porque
mor del espíritu de la narración; este espíritu que se con- si bien siguen entre nosotros los supervivientes -como e¿te
figura sin cesar en la mente y en el corazón de todos noso- que tienen ustedes delante, con unos papeles en las manos-,
tros ha ocupado el lugar espiritualmente intangible de Dios; se mantiene alejado de nosotros como un fósil cuidadosa-
es la mirada simbólica que sentimos sobre nosotros y bajo mente preparado, como una historia definitiva y conoci-
cuya luz actuamos o no actuamos. da en todos sus detalles que con justa razón narramos em-
He tenido que decir todo esto a modo de preámbulo si pleando el pretérito de la narración. En cuanto al aspecto
quiero plantear la pregunta de por qué Auschwitz ha lle- espacial, conocemos todos los rincones de esta historia, des-
gado a ser lo que es en la conciencia europea: un símbolo de el muro negro hasta los barracones familiares checos,
universal que lleva el sello de lo perdurable, que encierra en desde el Sonderkommando hasta la marca de los ventiladores
su mero nombre todo el mundo de los campos de concen- que hacían funcionar los crematorios. Se alza ante nosotros
tración nazis y la conmoción del espíriu1 universal ante ellos, como el Apocalipsis, como una historia de terror, descrita
y cuyo escenario elevado a un plano mítico debe conser- con espeluznante minuciosidad por Edgar Allan Poe, Kafka
varse para que puedan visitarlo los peregrinos como visitan, o Dostoievski; son conocidos sus detalles, su lógica, su horror
por ejemplo, el Gólgota. En efecto: ¿qué se necesita para y vergüenza éticos, la inconmensurabilidad de los sufri-
alcanzar la plenitud -espero que no me malinterpreten- o, mientos, su lección terrorífica que en cierta medida ya nun-
en cierto sentido, la perfección? En todo caso, enumera- ca podrá ser expulsada del espíritu europeo de la narración.
remos algunos datos. En primer lugar, el requisito básico Todo esto, sin embargo, no es suficiente para que un
de todo gran símbolo es la sencillez. En Auschwitz, en crimen se convierta en un mazazo en la historia del espíri-
ningún momento se mezclan lo bueno y lo malo. La narra;.. tu, en una llaga viva, en un trauma que queda en la memo-
ción sabe -algo que por lo demás es cierto- que millones ria como quedan en el cuerpo las heridas de un accidente
de personas inocentes fueron transportadas a Auschwitz, grave: inquietantes, imborrables, sangrando a cada roce.
engañadas allí de manera terrible y luego asesinadas bes- Para ser así, la catástrofe ha tenido que interesar a ciertos
tialmente. Esta imagen no se ve perturbada por ningún órganos vitales. Es el momento de echar un vistazo a los
matiz extraño, de carácter, por ejemplo, político: esta his- dos coautores del gran guiñol de este siglo, los movimien-
toria no se complíca con menudencias tales como que unos tos nazi y bolchevique. El espíritu de la narración los con-
dirigentes nazis leales al partido, pero condenados aun sien- sidera infractores de un contrato legal o, dicho con otra
do inocentes desde el punto de vista del movimiento -exclu- palabra: criminales. El estado de ánimo del crimen es la
sivamente del movimiento-, hubieran estado encarcelados seriedad, señala Kierkegaard. He mencionado la ruptura de
en Auschwitz, con lo cual el espíritu de la narración debería un contrato legal porque desde que apareció en la zarza
luchar con una difícil ambivalencia. ardiente de la cultura ética europea, desde que adoptó
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forma de palabra y quedó grabada en piedra, medimos todos de familia. Es más sencillo y, por así decirlo, más moder-
los acontecimientos según estas palabras y todo acto se com- no. No es el hombre de la táctica, sino que se basa sin amba-
para con este contrato. No entenderíamos esa seriedad inhe- ges en los instintos más bajos, reprimidos en el transcurso
rente al estado de ánimo del crimen, por así decirlo, esa de milenios de civilización. La disciplina nazi es una dis-
asunción de un papel ético por parte de los criminales, si el ciplina militar, de comando operativo. Es una mezcla par:.
espíritu de la narración no conociera a Caín, Ahasvero, ticular de bolchevique, soldado colonial, caballero medie-
Torquemada, Hitler y Stalin. Ahora bien, los dos movimien- val, jefe de contabilidad y conquistador. El nazi es la locura,
tos sólo tienen en común los resultados: el terror, los cam- la jauría desatada, los desfiles de masas en formación cua-
pos, el genocidio, la pauperización total de la vida en lo driculada, la embriaguez nacionalista desaforada, el asesi-
económico, espiritual, psíquico y moral, la aniquilación del nato, el suicidio, la franca desesperación, la nada. El nazis-
individuo ... ¿para qué seguir? No obstante, los dos mo- mo vive en el sistema nervioso del ser humano en forma de
vimientos son de índole diferente. Ambos parten del espí- odio, de agresión, de bacanal, de imbecilidad, de huida, de
ritu de la narración: uno lo cumple en apariencia (es decir, protección dentro de la multitud y, para emplear una vez
según su ideología) y el otro se enfrenta a él de manera más una fórmula de Thomas Mann, de absentismo laboral
furiosa y abierta. Uno se presenta como Redentor y escon- del borracho degradado en lumpen.
de al diablo bajo el sayo; el otro se viste de Satanás y lo es. Dice Camus en El hombre rebelde que el bolchevismo
U no utiliza la ley de manera ilegal y el otro pone la ley fue- aspira a la universalidad y el movimiento nazi -o fascista-,
ra de la ley. Si bien coinciden en la matanza, las motiva- en cambio, no. Craso error. Pero resulta comprensible:
ciones del genocida nazi no son las mismas -al menos en como intelectual, Camus buscaba sin querer en el nazismo
su origen- que las del genocida bolchevique. Por falta de la ideología positiva de un movimiento constructivo, aun-
tiempo, sólo diré algunos apuntes sobre estos dos asesinos que sólo fuera en forma de máscara. Sin embargo, el movi-
del siglo XX. El bolchevique: táctica en lugar de alma y razón. miento nazi había declarado su aspiración a la universali-
La disciplina de la táctica. La táctica como único motor, dad precisamente a través de su deconstructivismo, de su
como moral, como «hilo conductor de la acción». La rabulís- negatividad. Veamos cómo se relacionó el nazismo con el
tica filosófica, la argumentación enrevesada y escolástica, el mito universal, aunque sólo fuera como protagonista nega-
dogma gélido confieren a todo un carácter eclesiástico que, tivo; cómo aspiró a la universalidad, no a través del amor,
junto con el hedor pequeño-burgués del movimiento pseu- sino de su opuesto, el odio y el asesinato.
doobrero, así como el ruido de fondo de las cámaras de tor- Cualquier ciencia que analice el problema del antise-
tura y de los martirios, crea un conjunto muy particular. mitismo -pienso, claro está, en una ciencia verdadera, no
Tiene algo del jesuitismo, pero sin el elitismo de los jesui- en cualquier chapucera ciencia ideológica- siempre arroja
tas. La elite bolchevique fue aniquilada, y la elite de los años el mismo resultado: se ve impotente ante él. Enumera unas
treinta, que creó los llamados años cincuenta, nunca fue cuantas causas evidentes, históricas, económicas, sociales,
una elite, sino a lo sumo una comandancia, un estado mayor, relativas al estado de conciencia, a la situación, etcétera, y
un ejército de sirvientes de alto rango. ¿Y el nazi? Contrastes constata luego que es irracional. Creo, sin embargo, que el
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espíritu de la narración ofrece también en este caso una Ilustración, concretamente contra la Ilustración francesa,
explicación mejor. Freud menciona que el antisemitismo una rebelión que fue alimentada con contenidos de enor-
de los alemanes fue motivado, entre otras cosas, por la rebe- me actualidad por la guerra mundial perdida y la consiguien-
lión latente de los germanos, otrora paganos, contra el cris- te «paz».
tianismo, por cuanto la fe cristiana es hija del monoteísmo Antes ya apunté al hecho de que el movimiento nazi
judío. A mi juicio, de ser cierto, esto sería a lo sumo algo trabajaba con métodos más sencillos o, si se quiere, más
así como el sonido lejano de un arpa que acompaña y da abiertos que el bolchevique. La sencillez implica también
color a una marcha estridente y brutal. Además, aunque la de la máscara. El provocador de escándalos, el Caín
fuera así, ¿por qué se rebelaron los alemanes precisamente moderno, el que elige la ruptura del contrato como motor
en esos doce años transcurridos entre 1933 y 1945 contra de su dinámica del poder, es decir, el que quiere entrar en
el cristianismo, o sea, contra los judíos? Desde luego, la la narración enfrentándose a su espíritu, enseguida pone el
cuestión no es tan absurda como parece a primera vista. antisemitismo en la bandera de su rebelión. Es un símbo-
Dios nos guarde de la mística oscurantista, de indagar en lo universal y supone una llamada clara y abierta a invo-
las honduras del alma germánica, pero es un hecho que lucrarse y ser cómplice. Por tanto, el antisemitismo, a través
en el transcurso de los siglos de la era moderna, la forma de del crimen cometido contra los judíos, es un crimen come-
tratar a los judíos, la relación con los judíos, la así llamada tido contra un contrato legal y contra el alma todavía muy
cuestión judía se convirtió en un problema de la concien- receptiva y sensible a este contrato. Así declaró el mo-
cia europea. Podría decirse que la ha mortificado, como vimiento nazi su aspiración a la universalidad; por otra par-
lo han hecho las revoluciones de la edad moderna de las te, así se hizo inmortal su atroz crimen. Rompió el con-
cuales la más memorable, la francesa, no tardó en declarar trato del que el espíritu vigente aún se enorgullecía no hace
la igualdad de los judíos como seres humanos y ante la ley. mucho y que consideraba inquebrantable. Se analice como
En sí, una legislación de este tipo no significa gran cosa si se analice, el humo del holocausto proyectó una sombra
el espíritu de la narración no lo acepta y santifica. ¿Qué oscura sobre Europa mientras que sus llamas dibujaron una
quiero decir? Pues que el antisemitismo activo realmente señal imborrable en la bóveda celestial. Bajo esa luz sulfu-
se convirtió a partir de ese momento en una piedra de escán- rosa, el espíritu de la narración volvió a pronunciar las pa-
dalo y siempre apareció desde entonces bajo la capa negra labras grabadas en piedra; colocó la historia ancestral bajo
de la violación de un contrato. Sólo mencionaré de paso el la luz nueva de esta pesadilla, hizo realidad la parábola,
caso Dreyfus o el proceso de Tiszaeszlár en Hungría, los resucitó el eterno Misterio de la Pasión que trata del su-
cuales, cada uno según sus dimensiones, tuvieron el mismo frimiento humano. El escenario número uno del holocausto,
efecto: el escándalo, la ordenación plástica de las fuerzas de Auschwitz, se convirtió para todos los tiempos en el nom-
la luz y de las tinieblas, progresistas y retrógadas, del bien bre colectivo de los campos nazis, aunque funcionaran cien-
y del mal. Y si estamos empeñados en buscar móviles de tos de otros campos y aunque sepamos que en el propio
psicología profunda en el antisemitismo alemán, nazi, yo Auschwitz fueron recluidas y exterminadas decenas de miles
los vería más bien en la rebelión de los alemanes contra la de personas no judías.
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Sólo quiero añadir de pasada que cuando el bolchevis- la narración aún sigue trabajando en esta historia antes de
mo imperialista de Stalin emprendió de manera decidida ponerle el sello definitivo.
y descarada el camino nacionalsocialista de la ruptura del Por último, no puedo ahorrar, por desgracia, esta fra-
contrato, un camino contrario a Europa y a la civilización, se terrible ni a ustedes ni a mí mismo: todavía no podemos
lo primero que hizo fue demostrarlo mediante un «juicio estar del todo seguros de poder hablar de los campos bol-
contra judíos»: de este modo se puso la máscara teatral para cheviques en pretérito perfecto.
que los espectadores y participantes del gran mito reco-
nocieran enseguida los objetivos y el carácter del protago-
nista. Por fortuna, al menos en este aspecto, manifestó su
verdadera vocación bastante tarde. No crean, sin embar-
go, que fue una suerte sólo para los judíos, por cuanto el
violador del contrato, decidido a todo, pocas veces se con-
tenta con menos que una catástrofe mundial para demos-
trar su universalidad.
Quiero dejar claro una vez más: no era mi objetivo -ni
podía serlo porque no habría tenido sentido- sopesar las
coincidencias y diferencias entre los campos nazis y sovié-
ticos. No hay medidas para medir el sufrimiento ni termó-
metros para medir la injusticia. Tanto el Gulag como la red
de campos nazis fueron creados con el mismo fin, y los
millones de víctimas son testigos de que cumplieron su
propósito. He intentado encontrar algunas causas que expli-
quen por qué la memoria colectiva, el espíritu misterioso,
pero decidido, de la narración prefiere elegir este campo y
no el otro y lo hace al mismo tiempo como símbolo de
todos. Sea como fuere, la opción del mito por Auschwitz
parece ya definitiva: la narración de Auschwitz ya pasó aque-
lla fase de curiosidad secreta y de aparente olvido que la
escuela psicoanalítica denomina represión. El Gulag, estoy
seguro de ello, es otra narración, a pesar de todas las simi-
litudes. No estoy diciendo en absoluto que en él sean meno-
res el crimen, el horror, que sea menos impresionante: pero
-¡qué característica más dolorosa!- la perdurabilidad no
depende de ello, y tengo la sensación de que el espíritu de
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