Taller de Espiritualidad 2016 - 03

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EL HIJO PRÓDIGO DESDE LA MISERICORDIA DE DIOS

Taller N° 1 - Marzo 2016

INTENCIONALIDAD (OBJETIVO)
Comprender el mensaje teológico que brinda esta parábola que
constituye la cimentación de la prédica de Cristo, siempre guiada a la
conversión de los pecadores, al perdón y al rechazo a los formalismos
que apartan al creyente de la verdadera fe y misericordia.
1) ACTIVIDAD INICIAL MOTIVADORA:
 ORACIÓN PARA DISPONER EL CORAZÓN.
 DINÁMICA DEL ABRAZO
OBJETIVO: PREDISPONERNOS DESDE LO MÁS PROFUNDO DEL
CORAZÓN A EXPERIMENTAR EL PERDÓN QUE NO DIMOS, EL
PERDÓN QUE ESPERAMOS, Y NECESITAMOS EN NUESTRAS
VIDA.
A) Orar juntos para disponer el corazón

Dios y Padre Bueno, quiero contemplar tu misericordia entrañable,


semejante a la compasión de una madre y de un padre: misericordia
que acoge, que abraza, que perdona, que recrea, que lo hace todo
nuevo.
Quiero contemplar tu paciencia esperanzada, que no se cansa de
aguardar el regreso del hijo ingrato y perdido.
Quiero contemplar tu Caridad, que no toma en cuenta el mal, que mira
al pecador con una mirada siempre nueva, recién estrenada, como la
inocente mirada de un niño, sin juicio, sin condena, sin ira, colmada de
absoluta bondad.
Quiero contemplar tu Amor infinito, que todo lo excusa, todo lo espera,
todo lo aguanta, con tal de ver nacer a la Vida a tus hijos, heridos de
muerte por el pecado.
Dios y Padre Bueno, Tú eres la Caridad perfecta. Tú eres el amor sin
medida. Tú eres el Perdón sin condiciones: quiero contemplarte y
darte gracias.
Quiero suplicarte que me acojas, que me abraces, que me perdones y
me recrees, a Ti, que lo haces todo nuevo.
Amén.

B) DINAMICA DEL ABRAZO (Se sugiere utilizar música de fondo suave.


“Si conocieras como te amo” Hna. Glenda)
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. Los esposos se paran frente a frente, en silencio, mirándose a
los ojos y tomados de las manos.

. Darse un fuerte abrazo pidiéndose perdón.

Tratar de transmitir con la mirada el amor misericordioso que Dios nos


da cuando recibimos su perdón.

C) Leer Lucas 15, 11-32

2) TEXTO DE APOYO
El Evangelio del Hijo pródigo que acabamos de escuchar nos da un
testimonio maravilloso de la misericordia de Dios-Padre.
La primera parte de la parábola muestra la conducta pecadora y
penitente de hijo menor. En la relación del padre con el hijo, podemos
descubrir el valor de la misericordia ante la miseria humana, las
tinieblas de nuestro corazón. Las enseñanzas de esta página bíblica
son sumamente oportunas para descubrir el valor de la misericordia de
Dios, como también, como debe ser nuestra actitud de misericordia
ante la falla del hermano.

Por la pretensión de recibir su parte de la fortuna paternal, rompe sus


relaciones filiales con el padre. Porque según las leyes judías esta
pretensión era imposible e insolenteY después emigra con su parte de
la fortuna paterna y la malgasta hasta el último centavo.

Bajo el peso de esta culpa, hay que ver la actitud del padre: El padre
no deja que el hijo haga todo el camino, sino que sale a su encuentro.
“Cuando todavía estaba lejos” (Luc 15,20), aún no reconciliados, para
que el hijo le pida perdón; sumergido todavía en la situación de
pecado, el padre comienza a actuar desde la distancia. El pecado en
nuestras vidas nos distancia del Señor, pero NO paraliza su corazón;
sino que desde la lejanía impuesta por nosotros, ÉL actúa y trabaja
para facilitar nuestro reencuentro.

“Su padre lo vio Y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro,


lo abrazó Y Lo besó” y Tampoco le deja terminar su acusación, ni le
reprocha nada. Sino lo besa como signo de perdón. Le da sandalias.
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Hace vestirlo con el mejor traje, como honor extraordinario. Y le
regala, incluso, un anillo - expresión del poder que le confiere. Así le
sigue considerando como hijo y celebra con una fiesta su vuelta a la
casa.

En el padre de esta parábola, Cristo quiere mostramos la imagen de


Dios Padre. Y esta actitud del Padre celestial se puede comprender
sólo desde su amor paternal. Porque sabemos que todo el actuar de
Dios es motivado y conducido por amor y mediante el amor.
“Lo ve”…, la misericordia de Dios tiene presente al pecador de un
modo especial, está atenta a sus necesidades, fundamentalmente a la
del regreso. “sintió compasión”, Dios se une al sentimiento del
pecador; siente junto con él………el pecador es quién se aleja y olvida
de Dios, pero ÉSTE jamás del pecador.
“Corrió”…., busca que el camino de regreso sea más corto. Dios
siempre tiene la iniciativa en el camino de vuelta que debe recorrer el
hombre, el Padre Misericordioso es siempre el que da el primer paso.
“Lo abrazó y lo besó”,…. Dios Padre tiene la actitud de la acogida
cálida, Uno de los efectos del pecado es que lleva al pecador a
cerrarse en sí mismo. Es por esto que es importante conocer,
descubrir al Dios misericordioso que siempre hace las cosas más
fáciles.
Un verdadero padre no abandona, cuando uno de los suyos está en la
miseria. Al contrario, entonces lo ama con preferencia, porque sabe
que necesita del padre, sobre todo en esa situación difícil. Así lo hace
el padre en la parábola con su hijo perdido. Así lo hace el Padre
celestial con nosotros, sus hijos.
Para que Dios pueda actuar, Él exige de nosotros una condición, tal
como lo hizo el hijo en la parábola: Que conozcamos y reconozcamos
en humildad nuestra culpa; que nos arrepintamos de nuestros pecados
y faltas; que confiemos en la misericordia de Dios; que volvamos a la
casa del Padre. Es la misma actitud que el sacramento de la confesión
pide de nosotros.
Si descubrimos la figura del Padre Dios, vamos a tener una gran
motivación para acercarnos a ÉL y decidir un nuevo camino.
El Padre que perdona a través de Cristo, quien estuvo clavado en la
cruz por nuestros pecados. Su perdón se derrama en el corazón del
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hombre, que lo quiere, anhela y busca. En nuestra vida cristiana
tenemos que trabajar el hambre de querer reconciliarnos
constantemente con Dios.
“La reconciliación con Dios debe estar en un lugar privilegiado de la
vida espiritual de cada uno de nosotros. El Sacramento de la
Reconciliación es una experiencia profunda del contacto con Cristo
Crucificado, Que está perdonando. El sacramento de la reconciliación,
no necesita marco adecuado, porque depende mucho de la
interioridad. Se puede encontrar debajo de un árbol, caminando por un
patio, en el escritorio de un sacerdote, en una habitación cualquiera,
en el templo, en un confesionario.
El penitente es quien debe estar desgarrado por su pecado y ponerse
de rodillas, mirarle a Cristo que se ha hecho signo en el sacerdote y
decirle: “perdóname porque he pecado”.
Ese es el marco que se necesita, experimentar a través de Cristo una
buena noticia: que ÉL perdona.
La confesión es pedir perdón a Dios. El mejor confesor no es el que
mejores consejos da. Al confesar se muestra el signo externo del
arrepentimiento y se recibe la absolución; si uno está arrepentido el
sacerdote absuelve, significa que uno es perdonado. ¿En que puede
ayudar un sacerdote? En que el penitente, pueda experimentar más
fuertemente la misericordia y el perdón de Dios.
Es muy importante que la misericordia de Dios se manifieste en
nuestras vidas. Se ha visto al término de una confesión lágrimas,
abrazos y besos (sin tener confianza, humanamente hablando). Esa es
la respuesta del hombre al abrazo y al beso del Padre Misericordioso
que lo perdonó”. (P. Ricardo Facci)
Nuestro corazón… ¿no puede realmente abrazar y besar al Padre de los
cielos, después de cada confesión? Cada confesión debe ser
experiencia única, no puede, no debe ser rutinaria. Es ponerse de
rodillas aunque se esté sentado o parado. Nuestro corazón tiene que
estar de rodillas ante Cristo Crucificado, y con vergüenza porque se ha
fallado al Señor.
“Imaginemos el hijo que vuelve al Padre, la cara que tendría habiendo
perdido toda la herencia, tiró todo y vuelve porque tuvo hambre,
experimentó haber perdido la dignidad de hijo y vuelve al padre.” (P.
Ricardo Facci)
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“Al encontrarse con el padre, éste lo espera y le ofrece una fiesta,
diciendo: ¡comamos y alegrémonos porque este hijo estaba muerto y
ha vuelto a la vida!!
Este es el Padre que nos espera en cada confesión, por lo tanto, no
debemos ir rutinariamente. Hay que tener el corazón preparado.
Necesitamos a Cristo para pedirle perdón, debemos anhelarlo,
desearlo. Por eso, pidámosle a Dios que lo veamos a Cristo como
centro y eje de nuestra vida también perdonando.
Cristo nos ama y llama como somos, por supuesto Él quiere que
seamos mejor. Él nos dice: “¿Quieres que yo te conduzca, que te
ayude a ser mejor? Déjame ser tu centro. Y si en algún momento te
olvidaste de que soy el centro, ven corriendo, te perdono”.
Éste es el Cristo que nos ama, que nos quiere tanto. No vino a
condenarnos, sino a perdonarnos.
“Cuando Cristo nos dice a cada uno “¡entrégame todo!” nos está
diciendo: “entrégame lo lindo y no tan lindo de ti”. Desde nuestra
miseria debemos construir el deseo de santidad. No tengamos miedo a
la miseria, si, tengamos miedo al acostumbrarnos a vivir en la miseria.
No tengamos miedo al pecado; tengamos miedo de no descubrirlo a
Dios como el Padre misericordioso que abraza y besa, que celebra y se
alegra, porque volvemos a ÉL. No tengamos miedo de entregarle
enteramente nuestro corazón a Cristo”.

“Dejémosle, que viva con nosotros, ÉL nunca nos pide algo que nos
haga daño, siempre busca el bien. Además, no nos olvidemos que Él
no nos pide lo que primero no nos dio. Si nos pide que nos lancemos a
amar, es porque nos ha dado la capacidad para amar. Si nos pide
entrega, es porque nos dio que entregar.
El Señor nos ha llamado desde siempre y siempre nos tuvo en su
pensamiento, para que en este camino seamos felices y santos”. (P.
Ricardo Facci)

3) REFLEXIÓN SOBRE EL TEXTO DE APOYO:


Debatir y compartir las siguientes preguntas:
1- ¿Con qué personaje de la parábola me identifico más y por qué?
2- Imaginemos la continuación de la parábola:
¿Cómo me sentiría, si fuera el hijo pequeño, después de ser recibido
con tanto amor? ¿Cómo actuaría después, en la casa de mi padre?
¿Comenzaría a amar mucho, porque mi padre me ha perdonado
mucho?
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Y si fuera el hijo mayor, ¿cambiaría algo en mi al escuchar las palabras
de mi padre: “Tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo...”?
¿Abrazaría a mi padre y entraría en la fiesta? ¿Acogería a mi hermano
y le preguntaría por su vida...?

3. La parábola tiene una doble llamada:


Me invita a sentirme y ser verdadero hijo amado de Dios.
Me invita a parecerle al Padre en mis relaciones con los demás: siendo
paciente, compasivo, generoso, alegre... En definitiva, amando con el
Amor del Padre.
¿Cómo puedo responder de un modo más auténtico y fiel a esa doble
llamada?
¿Qué es lo que más me impactó de Dios Padre?
¿Enseñamos y motivamos a nuestros hijos a recibir permanentemente
el sacramento de la reconciliación?

4) Conclusiones finales (para leer en el Taller y seguir


reflexionando en casa)

. La maravilla para nosotros es saber que la misericordia de Dios


siempre espera para recobrarnos la dignidad. Al mismo tiempo es
oportunidad de aprendizaje para que nosotros, en nuestras relaciones
humanas, sepamos aprender a mirar, descubrir y extraer de todas las
formas del mal existente el bien para el mundo y el hombre.
. Vivamos en nuestra familia, Iglesia doméstica, la oportunidad de
reencontrarnos siempre con el Dios Misericordioso y de vivir entre
nosotros la actitud de misericordia.
. Tenemos un Padre tan bueno en el cielo quien nos ama a pesar de
toda nuestra debilidad, más aún: quien nos ama a causa de nuestra
debilidad.
Sabernos y sentirnos hijos de Dios Padre es un regalo, una gracia de
Dios. Es una gracia que sólo el Espíritu Santo puede darnos. Él es el
Espíritu de la filiación. Él nos regala un amor profundo, sencillo y
humilde al Padre.
Bibliografía:
- La Sagrada Escritura
- Cristo Vive en Mí Tomo II (P Ricardo Facci)
- Cartilla Nº 166
- Padre Nicolás Schwizer Instituto de los Padres de Schoenstatt

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