Afrontar La Enfermedad Con Teresa de Lisieux
Afrontar La Enfermedad Con Teresa de Lisieux
Afrontar La Enfermedad Con Teresa de Lisieux
Recibido el 15 de septiembre
Aceptado el 3 de octubre
3
«How should we define health?», M. Huber et.al., https://www.bmj.com/
content/343/bmj.d4163.short?rss=1 (27.08.19). El artículo es de junio de 2011.
4
K. R. Pelletier, Sound mind, sound body (New York: Simon & Schuster
1994), 70; cf. L. J. González, Amor, salud y larga vida (Monterrey: Font, 1996).
5
J. de la Torre (ed.), Los santos y la enfermedad (Madrid: PPC, 2019), 5.
para las citas teresianas: Teresa de Lisieux, Obras Completas. Escritos y Úl-
timas Conversaciones (Burgos: Monte Carmelo, 1996). Es traducción parcial,
a cargo de Manuel Ordóñez Villarroel, ocd, de: Thérèse de Lisieux, Oeuvres
complètes (Paris: Cerf-DDB, 1996). Me atendré siempre a las siglas de la edi-
ción española (cf. 1345-1347).
7
Cfr. D. García Pulido, ocd, Teresa de Lisieux. Un modelo de desarrollo
humano-espiritual hasta la plenitud (México: Editorial Santa Teresa, 2013), 209.
8
«La experiencia de esta misericordia ha sido muy precoz en la corta vida
de Teresa» (G. Gaucher, «Una mujer, una joven, una contemplativa, Doctora
de la Iglesia», en Teresa de Lisieux. Profeta de Dios, Doctora de la Iglesia. Ac-
tas del Congreso Internacional (Salamanca, 30 de noviembre – 4 de diciembre
de 1998), ed. E. J. Martínez González (Salamanca: Universidad Pontificia de
Salamanca – Centro Internacional de Ávila, 1999), 23).
9
«Ante todo, Teresa es una mujer que, leyendo el Evangelio, supo captar
sus riquezas escondidas con la forma concreta y la profunda resonancia vital
y sapiencial propia del genio femenino. Entre las innumerables mujeres santas
que resplandecen por la sabiduría del Evangelio ella destaca por su universali-
dad» (Juan Pablo II, Carta Apostólica «Divini Amoris Scientia» con la que se
declara Doctora de la Iglesia universal a Santa Teresa del Niño Jesús y de la
Santa Faz, n 11. En adelante DAS seguido del número).
10
Santa Teresa de Lisieux es fragilidad habitada (cfr. J. A. Marcos, «“Un
no sé qué de grandeza y dignidad”. Enfermedad y santidad en Teresa y Juan de
la Cruz» en, Los santos..., ed. J. De la Torre).
11
C. de Meester, Dinámica de la confianza. El secreto de Teresa de Li-
sieux (Burgos: Monte Carmelo 1998), 323; cf. 321-335. 359-371.
12
Particularmente después de la publicación de: S. J. Piat, Historia de una
familia (Burgos: Monte Carmelo, 1950). La primera edición francesa se publicó
en 1946.
13
J. F. Six, La verdadera infancia de Teresa de Lisieux. Neurosis y santidad
(Madrid: Stvdium, 1976). Primera edición en francés de 1972.
14
De ella llega a decir Six que su amor desmedido al trabajo le genera «un
verdadero odio a sí misma, un odio al placer que arranca de su infancia» (Ibid., 41).
15
Cf. G. Gaucher, Santa Teresa de Lisieux. La biografía (Burgos: Monte
Carmelo, 2010), 21-23. 35-38.
16
J. F. Six, La verdadera..., 41.
17
Cf. Ibid., 38-39.
18
Cf. Ibid., 63-84.
19
Cf. Ibid., 85.
20
En Teresa de Lisieux en el Carmelo (Barcelona: Herder, 1989) y Una
luz en la noche. Los 18 últimos meses de Teresa de Lisieux (Madrid: San Pablo,
25
Cf. la carta CF 81 (julio de 1872) de la edición citada.
26
Cf. CF 72 (17 de octubre de 1871).
27
Cf. CF 117 (1 de junio de 1874).
28
Cf. CF 217 (16 de agosto de 1877).
29
CF 84 (3 de enero de 1873).
30
CF 85 (16 de enero de 1873).
31
CF 46 (1869).
de sus hijos —entre ellos los dos únicos varones— y de una cuarta,
María Elena, con apenas cinco años y medio. El dolor de una madre
y su miedo a que sus hijas sobrevivientes —particularmente Teresa—
puedan sufrir el mismo fin, es absolutamente comprensible, más cuan-
do ella misma está sintiendo crecer la muerte en su interior (padece un
cáncer de mama) y sufre terribles dolores imposibles de tratar.
Sí percibo, en cambio, a la familia de Teresa excesivamente ce-
rrada en sí misma. Basta acercarse a sus escritos, particularmente la
Historia de un alma y las cartas, para darse cuenta de que nuestra
Santa ha vivido en un círculo muy limitado de relaciones y que estas
son casi todas familiares. No ha tenido amigas de infancia ni juven-
tud y su experiencia en el colegio —la famosa Abadía— es particu-
larmente difícil y traumática32. Aun en el Carmelo la jerarquía fami-
liar se mantiene indemne a pesar de los hábitos de los monasterios,
como evidencia Teresa al responder a una carta de Leonia:
«Habría respondido a tu preciosa carta el domingo pasado, si me la
hubiesen dado; pero somos cinco, y ya sabes que yo soy la más peque-
ña..., por lo que estoy expuesta a no ver las cartas sino mucho después de
las demás, o incluso a no verlas en absoluto... Hasta el viernes no pude
ver tu carta; por eso, querida hermanita, no me he retrasado por mi culpa»
(Cta 191)33.
32
Cf. Ms A 22rº-44rº; G. Gaucher, Santa Teresa de Lisieux..., 145-228.
33
Dentro del monasterio, a Teresa le correspondía el tercer puesto por or-
den de entrada en el mismo, pero este criterio conventual no se seguía, las cosas
se mantenían como en el hogar familiar y se respetaba el de edad (excepto para
Paulina, que había arrebatado a María la primogenitura): Paulina, María, Celi-
na, la prima María Guérin y, por fin, Teresa. Es interesante, por desmitificador
el testimonio de una hermana que hace evidente la queja implícita que Teresita
expresa en su disculpa a Leonia. Afirma dicha religiosa que en una ocasión la
vio salir —a Teresa— de la celda de una de las hermanas Martin comentando
claramente contrariada: «no cuento para nada en esta familia» (el testimonio en
G. Gaucher, Santa Teresa de Lisieux..., 568 (nota 5).
Teresa se nos muestra, por lo tanto, con tan pocos meses de vida,
una luchadora y un bebé lleno de alegría.
En vista de que Rosa Taillé debe ocuparse de sus hijos, la pe-
queña Teresa debe marchar del hogar familiar para ir a vivir con
ella y su familia al campo, a la cercana aldea de Semallé. En aquel
ambiente rural la niña crece y mejora a pasos agigantados; gana
peso rápidamente y se mantiene muy alegre38. Poco más de un año
después de su marcha, ya está en condiciones de volver a casa, con-
cretamente el 2 de abril de 1874, Jueves Santo. La niña ama los jue-
34
Cf. García Pulido, 24-40; G. Gaucher, Santa Teresa de Lisieux..., 43-102.
35
Cf. CF 85 y 86 (16 y 17 de enero de 1873).
36
Cf. CF 89 (marzo 1873). La niña, cuando no siente dolor intestinal, es
muy alegre (cf. CF 88, 9 de marzo de 1873).
37
CF 89 (marzo 1873).
38
Cf. G. Gaucher, Santa Teresa de Lisieux..., 48-55.
Su carácter es cada vez más fuerte, al punto que termina por ser
demasiado inquieta, se agita mucho por la noche y se hace daño en
la cabeza41. Es inteligente, pero de «una cabezonería casi invenci-
ble»42. Su madre nos informa aquí de otra característica importante
de Teresa niña: por el afán de hacer siempre su voluntad, termina
por romper cosas en su casa o comportarse mal con ella, sus herma-
nas o su padre; apenas toma conciencia del daño hecho lo confiesa y
no descansa hasta que recibe el perdón por sus travesuras43.
Teresa se relaciona con facilidad, pero siempre en el círculo fa-
miliar, y su hermana Celina se convierte en su mejor compañera de
juegos. Admira profundamente a su hermana Paulina, a la que echa
de menos cuando ha de incorporarse al internado de la Visitación (cf.
Ms A 4r). Manifiesta una enorme capacidad de amar y un gran deseo
de ser amada44. No pienso sea exagerado afirmar que el amor vivido
en el seno de su familia está en la base de su teología acerca de la
ternura de Dios: el amor recibido y donado a sus padres y hermanas
es fundamental para descubrir el amor infinito de Dios, que describe
siempre con símbolos maternales45.
39
Cf. CF 126 (24 de diciembre de 1874).
40
CF 130 (14 de marzo de 1875). Cf. CF 170 (29 de octubre de 1876); CF
192 (4 de marzo de 1877); Ms A 9v.
41
Cf. CF 156 y 157 (12 y 26 de marzo de 1876).
42
CF 159 (14 de mayo de 1876); cf. Ms A 8r.º
43
Cf. Ibid., CF 188 (13 de febrero de 1877); G. Gaucher, Santa Teresa de
Lisieux..., 73.
44
Cf. García Pulido, 27.
45
Cfr. A. M. Zacharie Igirukwayo, Se laisser aimer par Dieu l’aimer et
le faire aimer. À l’école de S. Thérèse de l’Enfant Jésus de la Sainte Face (Pes-
sano: Mimep-Docete – Pères Carmes Déchaux, 2000), 29-31.
46
Cfr. A. Vázquez, «Dinámica psicológica y religiosidad de Teresa de Li-
sieux», en Revista de Espiritualidad, 31 (1972), 408-427.
47
En PN 36,2 usará una expresión similar referida a Jesús. Cfr. Cfr. J. Maî-
tre, L’orpheline de la Bérésina. Thérèse de Lisieux (1873-1897) (Paris: Cerf,
1995), 289-298.
48
Solo con Celina tendrá una relación verdaderamente fraternal (cf. A.
Vázquez, «Dinámica psicológica...», 423-427; Id., «La aventura vital y fami-
liar de Teresita...», en Teresa de Lisieux. Profeta..., ed. E. J. Martínez González,
121-161), pues Leonia tenía sus propias dificultades de carácter. Esto ayudaría a
entender sus problemas para relacionarse con niñas de su edad en el internado.
En realidad, Teresa no ha tenido jamás amigas, solo con su novicia María de la
Trinidad logrará establecer, no sin dificultad, una relación casi de igual a igual,
de amistad.
49
Cfr. A. Vázquez, «Dinámica psicológica...», 427.
50
A. Vázquez, «La aventura vital y familiar de Teresita...», 113.
51
Cfr. Ibid., 113-119. En algún modo ella misma se hace eco del peso de
estas separaciones y su búsqueda de un amor inquebrantable que la sostenga en
la poesía al Sagrado Corazón de Jesús, PN 23 (cfr. Maître, 295).
52
Cf. García Pulido, 41-66.
53
Cfr. Maître, 145-222; G. Gaucher, Santa Teresa de Lisieux..., 160-172
(cfr. 775-776, donde se encuentra más bibliografía sobre este episodio de la
vida de Teresa).
54
La interpretación de Leonia en sus declaraciones en los procesos es mu-
cho más lúcida que la de sus hermanas, que siguen el relato de Teresa: habla
claramente de un mal consecuencia de la separación de Paulina, como otros
testigos de la enfermedad (cfr. A. Vázquez, «La aventura vital y familiar de
Teresita...», 109-112).
55
Cfr. el testimonio de María del Sagrado Corazón en: G. Gaucher, Santa
Teresa de Lisieux..., 166-167.
56
Cfr. De Meester, 411-414.
57
«Yo no tenía, como las demás alumnas, una profesora amiga con quien
poder ir a pasar varias horas. Así es que me conformaba con ir a saludar a la
profesora, y luego trabajaba en silencio hasta que terminaba la clase de labo-
res. Nadie se fijaba en mí. Por eso subía a la tribuna de la capilla y me estaba
allí delante del Santísimo hasta que papá venía a buscarme. Este era mi único
consuelo ¿No era, acaso, Jesús mi único amigo? No sabía hablar con nadie
más que con él. Las conversaciones con las criaturas, incluso las conversacio-
nes piadosas, me cansaban el alma... Sentía que vale más hablar con Dios que
hablar de Dios ¡Pues se suele mezclar tanto amor propio en las conversaciones
espirituales!» (Ms A 40v-41r).
58
Cfr. Ibid., 202-204.
59
Es la misma Teresa quien usa esta palabra en sus notas.
60
Debemos notar que sabemos de esos desapegos, sobre todo de las perso-
nas, por confesión de la propia santa. En su momento, me parece, son más fruto
de su incapacidad para relacionarse que de una voluntad de ser libre de ataduras
o de el hecho de estar siendo liberada de ellas por Dios, como manifestará en
su autobiografía. No podemos olvidar que hay todo un proceso creativo en el
momento que Teresa escribe, ya madura humana y, sobre todo, espiritualmente
(cfr. A. Vázquez, «La aventura vital y familiar de Teresita»..., 100-112).
61
En aquel viaje, además, la familia tendrá que soportar una nueva excen-
tricidad de Leonia: tras pedir quedarse un momento a solas con la abadesa de
las clarisas para confiarse con ella, pero «cuando los Martin vuelven a buscar
a Leonia [...], se la encuentran enclaustrada, detrás de una reja, vestida con el
hábito de las postulantes y con el pelo cortado» (G. Gaucher, Santa Teresa de
Lisieux..., 224; cfr. Ms A 43v). Su estancia en el monasterio solo durará dos
meses.
La tuberculosis
Comienza así una carrera de gigante que es tanto espiritual
como psicológico-afectiva. Teresa supera poco a poco sus límites,
les hace frente y madura rápidamente, de modo que si, después de
la muerte de su madre y hasta la gracia de Navidad se había com-
portado como si su temperamento se hubiese anclado en una infan-
cia eterna e insuperable, a partir de ahora dará la impresión de ser
mucho mayor de lo que en realidad es64 y así, no sin vencer algunas
62
Cfr. id., 229-240; Cfr. A. Vázquez, «Dinámica psicológica...», 420-423;
García Pulido, 61-66; De Meester, 110-113; L. J. González, Teresa di
Lisieux. Intelligenza emotiva e Counseling spirituale (Roma: Edizioni OCD,
2019), 70-74; Maître, 241-298.
63
Cfr. A. Vázquez, «Dinámica psicológica...», 420.
64
Basta leer el relato del viaje a Roma (cfr. Ms A 55vº-67rº) —y conocer
los testimonios de Celina al respecto— para descubrir los trazos de una per-
vera del 1894 serán identificados más tarde como los primeros sín-
tomas de la terrible enfermedad de la tuberculosis, plaga entonces
prácticamente incurable68.
La enfermedad se manifiesta definitivamente en la noche del
Jueves al Viernes Santo de 1896 (2 al 3 de abril), con una hemopti-
69
No pienso que se pueda juzgar negativamente a la Madre Gonzaga por
consentir que Teresa no fuera inmediatamente a la enfermería o pedir la visita
de un médico. Creo que, de acuerdo con la forma de vida de las Carmelitas y a
la religiosidad de aquel tiempo, Gonzaga pudo sentirse casi obligada a respetar
la voluntad de Teresa —continuar con su vida normal— que encaja perfecta-
mente con la mentalidad sacrificial de aquel tiempo.
70
Sor Teresa de San Agustín transmite un testimonio estremecedor; tras
contar a Teresita un sueño en el que la había visto morir, ella le respondió:
«¿Nunca os he hablado del estado moral en que se encuentra? [Teresa habla
de su alma]. No creo en la vida eterna, y tras esta vida mortal me parece
que no hay nada. Me siento incapaz de explicaros las tinieblas en las que
estoy sumergida. Lo que acabáis de contarme es exactamente lo que ocurre
en mi alma. La forma en que me preparan y, sobre todo, la puerta negra,
son un reflejo exacto de lo que ocurre en mí. Y en esa puerta tan oscura tan
solo habéis visto un color rojo, es decir, que todo ha desaparecido para mí
y no me queda más que el amor» (la cita en: G. Gaucher, Santa Teresa de
Lisieux..., 601).
lland, a los que llama a seguir el lema que sostiene su vida: conocer
y amar a Jesús y hacerle conocer y amar71.
En julio de 1896 Celina hace algunas fotos a Teresa. «Con nues-
tra mirada retrospectiva, podemos descubrir en la foto huellas de
la enfermedad que está carcomiendo a Teresa»72. Sus hermanas de
comunidad saben ya que está enferma —aun cuando solo intuyen la
gravedad de la situación— y la noticia también ha llegado a Leonia
y la familia Guérin. Todos expresan preocupación, pero la enferma
parece tener una pequeña mejoría y recibe además la primera visita
médica del doctor de Cornière (cfr. Cta 191. 192).
Además de las cartas a los misioneros, Teresa escribe durante
este período otras muchas que tienen un particular valor doctrinal y
humano. Asimismo, continúa escribiendo poesías, una pequeña obra
de teatro para la onomástica de la Madre Gonzaga del año 1896 y
otra para la celebración de las bodas de oro de sor san Estanislao
y, sobre todo, los Manuscritos B y C, que completarán la Historia
de un alma. A partir del 6 de abril de 1897 sus hermanas, particu-
larmente Inés, comienzan a recoger en diversos cuadernos las con-
versaciones que tienen con Teresa. Ella, por su parte, es bastante
consciente de su estado de salud y en algunas poesías compuestas a
partir de 1897 afronta directamente la cuestión de la muerte73.
En la obra compuesta en honor a san Estanislao, en la que Teresa
reproduce algunos pasos de la vida del santo patrón de la homena-
jeada, el joven jesuita ya enfermo se dirige a la Virgen para saber si
en la otra vida podrá seguir trabajando por el Reino de Dios. Recibe
esta respuesta:
71
Cfr. E. J. Martínez González, La ternura es el rostro de Dios: Teresa
de Lisieux (Madrid: Editorial de Espiritualidad, 1997), 170-178; D. Molina,
«Teresa de Lisieux a los misioneros», en Teresa de Lisieux. Profeta..., ed. E.
J. Martínez González, 707-729); P. Ahern, Maurice and Thérèse. The story
of a love (New York: Image Books-Doubleday, 1998). Existe traducción al
español: Maurice y Teresa. La salvación por la confianza (Madrid: Voz de
Papel, 2005).
72
G. Gaucher, Santa Teresa de Lisieux..., 568.
73
Id., 600-605.
«Sí, hijo mío, los Bienaventurados seguirán salvando a las almas. Las
dulces llamas de su amor atraen a los cielos los corazones» (RP 8 6r-6v)74.
74
El paralelismo Estanislao-Teresa es continuo en toda la recreación. Por
ejemplo, en un momento de la misma el Santo exclama: «¡Oh, Jesús! Mi único
amor» (RP 8 6r; cfr. Ms A 40v; Ms B 2v). Teresa había grabado en el dintel de
su celda esta misma frase.
75
G. Gaucher, Santa Teresa de Lisieux..., 608. Para que su sueño le sea
concedido, iniciará una novena a san Francisco Javier y pedirá la ayuda de san
José (cfr. 608-610; J. F. Six, Los últimos 18 meses..., 139-144). El mismo Six
pone en duda la autenticidad literal de este dicho teresiano (cfr. id., 144-150).
Aporta razones válidas, pero confieso que no me ha convencido.
76
De hecho, en una carta al abate Bellière (9.6.1896) se había despedido
de él con la bellísima frase: «no muero, entro en la vida» (Cta. 244). La carta no
fue enviada, en vista de la mejoría en la salud de Teresa.
La experiencia de Teresa
Parece indudable que el modo de afrontar las crisis de tipo psi-
cológico sufridas por Teresa desde la muerte de su madre hasta la
gracia de Navidad (cuya causa más profunda —como hemos seña-
lado— serían los sucesivos abandonos sufridos en este período), ha
ayudado a nuestra Santa en su camino de maduración humano. Ha
sabido gestionar su debilidad, gracias a sus buenos deseos y a la
ayuda de la Gracia, para convertirla en una oportunidad de adquirir
sabiduría y recursos ante los acontecimientos de la vida. Acumula
así un tesoro humano y espiritual que le acompañará toda su vida y
le ayudará a vivir su enfermedad final.
Es necesario anticipar que no es fácil separar talentos de orden
natural de ayudas sobrenaturales en las actitudes teresianas, porque
tampoco ella lo hace y, en el relato de su vida, Gracia y naturaleza
van juntas, atribuyendo Teresa a la ayuda divina eventos en los que
es posible intuir, incluso leyendo entre líneas, algo más que su simple
colaboración necesaria. Me parece algo muy característico de Teresita
—quizás aprendido más o menos conscientemente de su maestro san
77
«Cuando no puedo más, no puedo más, eso es todo» (CA 24.9.4), dirá
Teresa.
78
Teresa sabe por experiencia que lo que más alivia al enfermo es la com-
pasión (cfr. CA 24.8.4).
79
Cfr. Marcos, 379.
80
En este sentido considero muy importante la lectura que Teresa hará de
la terrible enfermedad de su padre, a la luz del misterio de Cristo y su Santa Faz
(cfr. E. J. Martínez González, La ternura..., 47-71). Durante su enfermedad,
Teresita afirmará: «¿Y qué importa? El sufrimiento podrá llegar a límites extre-
mos, pero estoy segura de que Dios nunca me abandonará» (CA 4.7.3).
81
Cfr. De Meester, 324.
82
Me parece interesante constatar que, sin negar el auxilio de la gracia,
Teresa siempre fue consciente de que ella encontró una disposición favorable en
su actitud personal de superación de sus limitaciones: «Hoy he estado pensando
en mi vida pasada y en el acto de valor que realicé en aquella Navidad, y me
vino a la memoria la alabanza tributada a Judit: “Has obrado varonilmente y tu
corazón se ha fortalecido”. Muchas almas dicen: No tengo fuerzas para hacer
tal sacrificio. Pues que hagan lo que yo hice: un gran esfuerzo. Dios nunca
niega esta primera gracia que da el valor para actuar; después, el corazón se
fortalece y vamos de victoria en victoria» (CA 8.8.3).
85
Para santa Teresa de Lisieux, dar gusto a los demás es sinónimo de dar
gusto a Jesús (cfr. Ms C 3v y nota 24 de la edición usada).
86
Cfr. L. J. González, Teresa di Lisieux. Intelligenza emotiva..., 74-93.
87
Merece la pena leer todo este paso: Teresita está hablando de hermanas
que acumulan una serie de defectos que ella no duda de calificar como «enferme-
dades morales» (cfr. E. J. Martínez González, «Sed de amor. Teresa del Niño
Jesús y la misericordia divina», en Revista de Espiritualidad 75 (2016), 356-367).
88
Cuando sus hermanas le ruegan que no se esfuerce en consolarlas, dirá:
«Tenéis que dejarme hacer mis “monadas”» (CA 22.2.8).
89
Recordando la marcha de Paulina al Carmelo escribirá: «En un instante
comprendí lo que era la vida [...] vi que no era más que un puro sufrimiento y
una continua separación» (Ms A 25v).
90
En definitiva: la aceptación de la vida como nos llega, con toda su carga
de belleza y sufrimiento. Una actitud que puede transformar el dolor de nega-
tivo en positivo, transformar el límite en espacio de crecimiento (cfr. Marcos,
368-371).
91
Cfr. L. J. González, Teresa di Lisieux. I limiti umani di una grande santa
(Milano: Paoline, 2001), 53-56.
Le quedaban solo diez días de vida, una vida a la cual santa Tere-
sita había dado un sentido pleno fundado en el amor recibido gratui-
tamente, que garantizaba el sentido de su presencia en el mundo por
encima de cualquier circunstancia y que ella se empeñará en buscar,
hasta descubrirlo en el despliegue de sí misma, anteponiendo —al
estilo de Jesús— los intereses de los demás a los suyos propios,
viviendo cada situación con alegría y paz para comunicarlas a los
otros. «La vida se nos ha dado a todos como la única oportunidad
para crecer y desarrollarnos humana y espiritualmente, no impor-
tando ni la naturaleza de personalidad que se nos haya heredado al
nacer ni el tipo de experiencias que nos toque vivir: entreguémonos
por lo tanto a la tarea concreta de aprovechar todas las experien-
cias para convertirlas en oportunidades concretas de crecimiento,
sorteando las que constituyan un obstáculo y extrayendo de las que
contengan en sí mismas verdaderos impulsos, dándole así un sentido
a nuestra vida como se lo dio Teresa de Lisieux»93.
«No, no me creo una gran santa. Me creo una santa muy pequeña.
Pero pienso que Dios ha querido poner en mí algunas cosas que me hacen
bien a mí y a los demás» (CA 4.8.2).
92
Podrían aducirse otros muchos testimonios.
93
García Pulido, 210; cfr. De Meester, 326; Marcos 377.