Creer Saber Conocer
Creer Saber Conocer
Creer Saber Conocer
conocer
Luis Villoro
siglo
veintiuno
editores
CREER,
SABER,
CONOCER
por
LUIS VILLORO
sig lo
venturo
editores
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. C E R R O D
E L A G U A 248, D E LE G A C IÓ N C O Y O A C Á N , 0 4310, M E X IC O . D .F. siglo
xxi editores argentina, s.a. LA V A LLE 1634 P IS O 11-A C
-1048A A N , B U E N O S A IR E S , A R G E N T IN A
Creencia
1. DOS CONCEPCIONES DE CREENCIA 25
como ocurrencia m ental, 25; Dificultades de esa
con
cepción, 27; Creencia como disposición, 31;
Dos interpretaciones de disposición, 35;
Dificultades de la concepción disposicional de
creencia, 40
2. CREENCIA Y ACTITUD 43
Prim era distinción entre creencia y actitud,
43; Creencia in distinguible de actitud, 45; Un
48; Alcance de la
nuevo intento de distinción,
distinción, 51; Necesidad de una nueva pre
gunta, 54
3. D E FIN IC IÓ N DE CREENCIA 58
Dos aspectos de la disposición, 58; Representación y
62; “Determ inación” de la creencia por el
creencia,
objeto, 65; Distin ción entre creencia, actitud,
6
ÍNDICE 5. MOTIVOS PARA CREER 102 Motivos, 102;
y
Motivos y razones, 105; La astucia de la voluntad
la suficiencia de las razones, 111; Los grados de
"Pensamiento por de
seo”. Ideología, 120; Las tres
formas de explicar una creencia, 123
car
tesiano?, 142
por co
nocer, 203; Razones para conocer,
208; Saber que se conoce, 209; Saber
testimonial, 212; Conocimiento en general,
217
justificación ra
cional, 281;
La norm a de autonom ía
manifestar mi agradecimiento a la
y
mejorar la redacción definitiva.
P1
INTRODUCCIÓN. DEL PROBLEMA Y DEL
MÉTODO
14
pío, en una teoría
DEL PROBLEMA Y DEL MÉTODO
adecuadas (adequatc
evidente)”. Ayer, de “ tener el
derecho de estar seguro”, Lehrer, de “estar
completamente justificado”.
18
conjetura acertada;
DEL PROBLEMA Y DEL MÉTODO
Problemas planteados
Tanto el análisis tradicional,
Sobre el método
Tales son nuestros problemas. Antes de
empezar a examinarlos, tenemos que aclarar
algunas cuestiones de método. Podemos
llamar "conceptos epistémicos” a una familia
de nociones que se refieren a las actividades
de conocimiento
y sirven para describirlas.
Definiríamos entonces la teoría del
DEL
conocimiento como
PROBLEMA Y DEL MÉTODO 21
I.
DOS
CONCEPCIONES DE CREENCIA
26
existencia de lo
DOS CONCEPCIONES DE CREENCIA
32
que se rompa
DOS CONCEPCIONES DE CREENCIA
34
DOS
principio, no pudiera
CONCEPCIONES DE CREENCIA
36
En la primera
DOS CONCEPCIONES DE CREENCIA
disposiciones no directamente
estímu
los y respuestas, y que constituya
la difeiemla específica con las
otras
42 DOS CONCEPCIONES DE CREENCIA
huéspedes molestos? La
diferencia entre expresiones de
y de actitud es imposible
creencia
de trazar en muchos casos. En
segundo lugar, “creencia” queda
sin definir, frente a “actitud”. Si la
creencia no queda incluida en la
definición general de actitud
adoptada por Allport, habría que
caracterizarla mediante una nota
específica que diferenciara la “in
fluencia sobre la conducta” que
ejerce esa disposición, de la
que
ejerce la actitud.
Alcance de la distinción
Con todo, debemos preguntarnos cuál es
el alcance de la dis tinción entre esos
conceptos lograda por Fishbein. Habría
pri mero que señalar algunas de sus
limitaciones. Se podría observar que la
separación entre enunciados de creencia
y enunciados de actitud está limitada a
ciertas parejas de términos y que no
puede hacerse con la misma claridad en
la mayoría de los vocablos. Pero ésa no
sería una objeción de peso; basta con
que la distinción pueda hacerse y
medirse en algunos casos, para que
estemos obligados a distinguir entre
los
De más peso parece
dos conceptos.
observar que sí se plantea una dificultad
para distinguir entre enunciados de
creencia y de actitud, aun cuando se
empleen parejas de adjetivos
previamente dife renciadas por los
“árbitros". El éxito de la prueba depende
de que los encucstados puedan
considerar por separado enunciados de
creencia y enunciados de actitud, sin que
en los primeros pueda medirse la actitud
y viceversa. Por ejemplo, un enun ciado
como "la esp es imposible" debe tomarse
como exclusi vamente de creencia
negativa, pero no de actitud, y "la e s p es
dañina", como un enunciado de actitud
negativa, pero no de creencia. De lo
contrario no podrían medirse las dos
variables
con independencia una de la
otra. Pero cabría observar varios puntos:
Primero. Parece que todo enunciado de actitud
presupone
52
necesariamente una
CREENCIA Y ACTITUD
es dañina” no sólo
expresa mi actitud
desfavorable sino también mi creencia en
ella. Fishbein, de hecho, entiende por
“actitud” de una persona hacia un objeto
el producto de sus creencias sobre el
objeto y de sus evaluaciones positivas o
negativas (1966, p. 205; 1975, p. 29). El
resultado de sus mediciones no es, pues,
la posibili dad de determinar por
separado las creencias y los estados
afec tivos, sino de distinguir, por un lado
las creencias y, por el otro, las creencias
que se acompañan de una evaluación
afec tiva; a este segundo tipo de
disposiciones lo llamamos justa mente
“actitud”. La actitud se distingue de la
creencia en que las mismas
disposiciones a actuar están
“sobredeterminadas” por una dirección
afectiva hacia el objeto.
Segundo.
Fishbein y Raven presuponen que se
misma actitud cuando ésta se
expresa la
acompaña de una creencia posi tiva y
cuando se acompaña de una creencia
negativa; sólo así puede medirse una
actitud con independencia de creer o no
en la existencia de su objeto. Pero
podríamos preguntarnos si no cambia la
actitud cuando pasamos de una creencia
positiva a una negativa. Por ejemplo, en
los grupos 2 y 4 del experi mento de
Fishbein y Raven se pide a los árbitros
que se asuman
actitudes de una persona
que no creyera en la existencia de la e s p,
y en los grupos 1 y 3 que se asuman
actitudes de alguien que efectivamente
creyera en su existencia; ambas
respuestas se toman como índices de las
mismas actitudes. Pero ¿puede
considerarse la misma actitud cuando se
refiere a un objeto existente y a un objeto
irreal o puramente posible? ¿Se expresa
la misma actitud favorable cuando digo
que la e s p,
en la que creo, es “benéfica” y
cuando afirmo que la e s p,
cuya existencia
rechazo, “serla benéfica” si existiera?
Siendo los objetos distintos en uno y otro
caso, ¿se trata de la misma actitud?
¿No
Estas
varía ésta con la creencia?
observaciones no disminuyen la
importancia de los re sultados obtenidos
por Fishbein y Raven. Concluyen efectiva
mente la necesidad de distinguir, en las
disposiciones, entre
creencias y
actitudes, pero estas últimas deben
entenderse como
estados
CREENCIA Y 53
ACTITUD
to
dos, p a r a r e s p o n d e r a la c u e s t i ó n d e la a d e
c u a c i ó n d e l c o m p o r t a m i e n t o a l m u n d o r e a
l. S i e l in t e r é s p s i c o l ó g i c o c o n s i s t e e n e x p l
i c a r y c o m p r e n d e r la c o n d u c t a d e u n s u j e t o
p o r m o t i v a c i o n e s in t e r n a s , e l c o n c e p t o d e
c r e e n c i a n o r e s p o n d e a u n i n t e r é s p s i c o l ó
g i c o ; r e s p o n d e m á s b i e n a la n e c e s i d a d d e s
a b e r si e l o b j e t o d e la a c t i t u d f o r m a p a r t e o n
o d e l m u n d o r e a l, e s t o e s , a u n i n t e r é s e p i s t é
mico.1
distinguirse em
píricamente de la situación de que un
sujeto sienta algo como bueno. La evaluación se
refiere pues a una pulsión subjetiva hacia o contra el
objeto, que se añade a las creencias sobre él.
70
DEFINICIÓN DE CREENCIA
(en el caso de la
creencia) o una pulsión subjetiva añadida
a ellos (en el caso de la actitud y de la
intención). Notemos que la creencia está
supuesta en cualquier disposi ción.
Convendría recordar aquí una útil
observación de Hus- serl cuando
distinguía (1928, va. Inv., cap. v) entre
“actos ob jetivantes", que incluían la
percepción, la memoria y el juicio, y
“actos no objetivantes", como los afectos,
deseos e intenciones.
Los primeros
"objetivan", esto es, refieren a un objeto
ante el sujeto (aprehendido por
“puesto"
él); los segundos, en cambio, sólo
añaden una cualidad nueva a los actos
objetivantes, sobre su previa posición de
objeto. En el acto complejo de referencia
intencional al objeto interesa distinguir la
cualidad del acto como "posición” del
objeto mismo (tal es la creencia), de las
cualidades subjetivas que se añaden a
esa posición previa. Hus- serl emplea un
lenguaje que corresponde a un enfoque
dife rente del que aquí se adopta: trata
de caracterizar la creencia mediante un
análisis descriptivo de los datos de
conciencia; por ello, habla de “actos” y
“cualidades" de los actos, del objeto
“puesto" o “dado” al acto, etc. Pero esas
son entidades pri vadas de cada sujeto,
más susceptibles de ser nombradas que
descritas. Con todo, la distinción merece
recogerse para apli carla, ya no a
cualidades interiormente percibidas, sino
a dis posiciones del sujeto que pueden
manifestarse exteriormente. También una
disposición puede considerarse reducida
a su simple estar determinada por el
objeto, abstrayendo de ella las otras
determinaciones: tal sería la creencia.
Toquemos, por último, una nota que
distingue la creencia de los otros
aspectos. Dijimos que la creencia es la
disposición en cuanto puede ser común a
muchos sujetos, por estar deter minada
justamente por el objeto: es, podríamos
decir, el “as pecto objetivo” de la
disposición. Los aspectos afectivo y con
nativo, en cambio, no pueden ser
comunes a todos los suje tos de la
misma manera, por estar determinados
por factores individuales (deseo, querer),
en principio subjetivos. Se dirá que si S
desea que p, otros sujetos pueden
también compartir ese mismo deseo. Sin
embargo, es obvio que lo úni co que
puede ser común, al compartir un deseo,
es p, el objeto o situación creídos; en
cambio, los deseos de que p son diferen
tes en cada sujeto. Cada tendencia hacia
el objeto, cada deseo es singular e
irrepetible, porque forma parte de una
estructura psíquica individual. Lo único
que puede tener en común un
deseo con
otro es el objeto... que determina la
creencia. Caso
semejante, el de la
intención. El fin querido, en fundón del
cual se realizan las acciones, es propio
de cada sujeto. Nadie puede querer igual
que quiere el otro, porque nadie tiene la
misma relación con los mismos fines. Los
impulsos afectivos y las intenciones
forman parte indisoluble de cada
personalidad individual, para no hablar
de otras disposidones más generales,
como los rasgos de carácter. La
creencia, en cambio, no es individual en
el mismo sentido. Mientras la pulsión que
deter mina la actitud es distinta en cada
sujeto, las creencias de muchos sujetos
pueden estar determinadas por la misma
propo
sición creída. En este sentido,
que
podemos decir, con propiedad,
muchos hombres tienen la misma
creencia, o hablar de “creencias
colectivas”. Como toda creenda está
determinada por el objeto y éste puede
ser común, toda creencia puede ser com
partida. Sólo por eso la creencia del otro
puede revelarnos una
parte de nuestro
mundo.
Propuesta de definición
Podemos resumir todo lo anterior en
ciertas condiciones ne
cesarias para toda
S cree que p si y sólo si: 1] S
creencia:
está en un estado adquirido x de
disposición a responder de determinada
manera ante variadas circunstancias; 2] p
ha sido aprehendida por S; 3] p
determina x. De donde podríamos
proponer la siguiente definición de
“creencia**: un estado disposicional
adquirido, que causa un conjunto
coherente de respuestas y que está
determinado por un objeto o situación
objetiva aprehendidos. La condición [1]
incluye la creencia en el género de las dis
posiciones individuales. No se concibe
como una ocurrencia o un dato mental,
aunque no se niega que pueda haber
ocurrencias o datos mentales que
acompañen a las creencias. "Creencia**
se toma como un término teórico que se
refiere a un estado interno de un sujeto.
Ese estado es una condición inicial sin la
cual no se explicaría la consistencia en
las respuestas del sujeto. Añadida a los
estímulos y a otras condiciones iniciales
(otras creencias y otras disposiciones) es
causa del comportamiento. En cuanto es
concebido como un estado interno del
4.
RAZONES PARA CREER
necesidades de S. Si la primera
La respuesta remite a la
psicología.
Tercero: por las razones que tiene S para
existe. Contestamos
considerar que p
señalando la justificación que 5 da a sus
creencias. No mencionaremos entonces
hechos de la biogra
fía o de la psicología
de S, sino relaciones entre la creencia
de S y otras creencias u operaciones
cognoscitivas. No nos re
feriremos a la
génesis ni a las consecuencias de la
a ciertas operaciones que
creencia, sino
tiene que realizar S para tener a p por
existente en el mundo y a ciertas
características de “p” (en las
que se
incluyen su relación con otras
proposiciones) por las que “p” resulta
verdadera para S. La respuesta remite a
teoría del conocimiento. ¿Por qué
la
creía Platón en la inmortalidad del alma?
Puedo responder: Primero: la idea de un
alma independiente del cuerpo era
común en la clase alta de la Atenas culta
del tiempo de Platón: Platón recibió
fuertes influencias del pensamiento órfico
que sostenía esa tesis: por último, Platón
escuchó la en
señanza de Sócrates al
respecto. Segundo: la creencia en la [74]
inmortalidad del alma
acalla una necesidad imperiosa de so
brevivencia. Platón no podía soportar la
idea de la muerte del justo y su
temperamento religioso lo inclinaba hacia
esa solu ción. Tercero: podemos recordar
simplemente los argumentos que Platón
pone en boca de Sócrates en el Fedón,
para demostrar la inmortalidad del alma.
Las tres respuestas son perfec tamente
compatibles; ninguna excluye a la otra.
La creencia de Platón obedecía a la vez a
ciertos antecedentes históricos, a motivos
de su personalidad y a razones que la
volvían ver dadera a sus ojos. Más aún,
las tres formas de explicación deben
conjugarse para que se dé la creencia.
Toda creencia tiene necesariamente
antecedentes biográficos, puesto que fue
adquirida, motivos, puesto que forma
parte de una estructura psíquica y cumple
Razones. Justificación
En el lenguaje ordinario utilizamos a
razón de
menudo frases como “dar
algo", “exponer las razones en que me
baso“, cuando exponemos las
justificaciones que tenemos para
considerar ver dadera una creencia o, lo
que es lo mismo, las características que
atribuimos a un objeto creído para
juzgarlo efectivamente existente.
Decimos que “las razones de alguien no
me parecen convincentes" cuando no
acierta a justificar ante nosotros su
creencia; “aceptar algo sin razón" es
creer sin justificación; “te ner razón",
estar en lo cierto, esto es, estar
justificado en su creencia. En algunos
casos, “evidencia" se usa en un sentido
equivalente a “razón", en frases como
“las evidencias usadas por el juez para
condenarlo"; a veces, se usan otros
términos como sinónimos de “razón", por
ejemplo: “fundamento" o “prueba",
aplicados a juicios, aseveraciones,
conclusiones. Razón de la creencia de S
en p es lo que hace para S que “p” sea
verdadera, o más o menos probable.
Pero como “p" (esto es, la proposición)
es verdadera si y sólo si p (esto es, el
hecho
a que se refiere) existe, razón de
según S
una creencia es lo que conecta
“p” con p existente, es decir, aquellas
características o relaciones de la
proposición, por las que S considera que
p no sólo tiene existencia puramente
creída, sino también existencia real.
Razón es —como diría el Menón— lo que
“amarra" la pro posición creída a la
realidad. Así, podemos ver la función de
las razones bajo otro en foque. Si la
creencia dispone a un sujeto a actuar de
determi nada manera ante el mundo,
“razones" son las ligas que le ase guran
al sujeto que su acción está determinada
por la realidad y se orienta por ella; las
“razones" le garantizan al sujeto el
acierto de su acción en el mundo. No
habrá que confundir este uso de “razón"
con otros, tam
bién comunes pero
impertinentes para nuestro tema. En pri-
mer lugar “razón” se aplica
78 RAZONES P\RA CREER