El Rol Del Estado en Las Teorias Del Des
El Rol Del Estado en Las Teorias Del Des
El Rol Del Estado en Las Teorias Del Des
1 Erik Reinert señala que las ideas schumpeterianas pueden ser usadas para entender la evo-
lución el problema del subdesarrollo, pero reconoce que hasta el momento solo han sido
utilizadas para estudiar los problemas de crecimiento de las naciones industrializadas.
2 Entre otras cuestiones, el rol del Estado –claramente definido en el sistema keynesiano–
aparece en la disciplina del crecimiento económico de forma mucho más difusa.
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3 El intento pionero de Harrod (1939) y Domar (1946) de llevar el modelo de Keynes a largo
plazo y las contribuciones de Solow (1956) colocaron los cimientos de una disciplina que
pondrá el énfasis en encontrar las condiciones para incrementar el producto, más que en el
desarrollo económico entendido en un sentido amplio.
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4 La constitución simultánea del Estado y del mercado en la transición del feudalismo al ca-
pitalismo está excelentemente documentada en el trabajo clásico de Karl Polanyi, La gran
transformación, de 1944.
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5 Este trabajo es considerado por algunos economistas como “el primer libro sobre desarrollo
económico integral en todos sus aspectos” (Arndt, 1981: 55).
6 Como bien señala Singer a finales de los años ochenta, el modelo de Lewis no se ajustó dema-
siado a los hechos, que parecieron darle la razón a Harris y Todaro, quienes afirmaban que los
flujos demográficos hacia los centros urbanos excederían ampliamente las oportunidades de tra-
bajo disponible mientras existiera un excedente de mano de obra rural (Singer, 1989: 610).
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7 Pioneros de la teoría del crecimiento económico fueron los trabajos “Essays in Dynamic Theory”
de Harrod (1939) y “Capital Expansion, Rate of Growth, and Employment” de Domar (1946).
8 La noción de “despegue” se asocia al nombre de Walt Rostow, quien en 1960 escribirá Las
etapas del desarrollo económico, texto de marcada influencia en los años sesenta, de la que
nos ocuparemos más adelante.
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9 Gunnar Myrdal, por su lado, fue uno de los primeros en señalar que para conseguir el progreso
económico serían necesarias reformas no solo en la esfera de la producción sino en la dis-
tribución, porque este crecimiento acumulativo aumentaría las desigualdades de ingresos.
A conclusiones similares llegaba Kuznets en su texto clásico de 1955, “Economic Growth
and Income Inequality”, en el que destaca que la desigualdad es creciente en las primeras
fases o etapas del ciclo.
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10 Como bien señala Arndt, además de la dependencia surgió una teoría estructuralista lati-
noamericana de la inflación que “debía mucho a los economistas estructuralistas de Gran
Bretaña, tanto por vía de su influencia en el clima general de la opinión como del contacto
directo” (1981: 136).
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tenía, según Hirschman, dos problemas: por un lado, implicaba una re-
nuncia a la especialización, porque se proponía el crecimiento de todos
los sectores de manera simultánea, aun de los menos productivos; por
el otro, requería que todos los sectores obtuvieran economías de escala,
es decir, redujeran sus costos fijos por unidad de producto. Para Hirs-
chman, en cambio, podía darse un crecimiento desequilibrado, puesto
que los desequilibrios a veces cumplen funciones positivas al corregir la
evolución del proceso. Los “desequilibrios estratégicos” pueden promo-
ver la inversión y el crecimiento, ya que algunos sectores son más aptos
para fomentar el crecimiento que otros y tienen mayores “efectos de
arrastre”, como los sectores de bienes intermedios, debido a que generan
efectos de arrastre “hacia atrás” sobre las industrias de bienes de capital,
y “hacia adelante” sobre las industrias de bienes de consumo (Bustelo,
1998: 123). Por ejemplo, al aumentar las existencias de acero y reducir su
precio, la industria siderúrgica facilitaba el desarrollo de otras industrias,
como el ferrocarril –conexión hacia delante–; y, a su vez, podía tener una
conexión hacia atrás con la industria del carbón, por lo que la expansión
de la siderurgia elevaba la demanda de carbón, “tironeando” la demanda.
Las conexiones hacia adelante operaban como “empujones” mientras
que las conexiones hacia atrás operaban como “tirones” de demanda. El
Estado debía considerar estas “conexiones” a la hora de formular una po-
lítica económica con efectos sobre el desarrollo que buscara promover
a uno u otro sector: a las industrias pesadas o a las livianas, al carbón o
al acero, a los ferrocarriles o a la industria automotriz.
Como puede desprenderse del análisis presentado, en todos los
casos –se trate del crecimiento “equilibrado” o “desequilibrado”– la es-
trategia a seguir por los países en desarrollo era la industrialización.
Como este proceso no podía darse “espontáneamente” a causa de –se-
gún el enfoque que se adopte– obstáculos estructurales internos o por
la división internacional del trabajo, debía ser impulsado por el Esta-
do, o al menos implicar una fuerte participación de este en el proceso.
Como bien señala Bustelo:
Por último, recalca también que “el impulso inicial (del despe-
gue) tuvo que esperar la formación de capital social fijo, una oleada
de desarrollo tecnológico en la agricultura y la industria, así como la
aparición en el poder público de un grupo preparado para considerar
la modernización de la economía como asunto trascendental y de gran
categoría política”. Y luego agrega: “La estructura económica básica y
la estructura social y política de la sociedad se transforman –en una o
dos décadas– de tal manera que, en lo sucesivo, puede sostenerse con
regularidad un ritmo de crecimiento” (Rostow, 1960: 20-21). Para alcan-
zar la madurez “parecen necesarios algo así como unos sesenta años”
de tomar y sostener las medidas apropiadas, lo que habilitaba la era del
gran consumo de masas.
La teoría de las etapas de Rostow, a pesar de su determinismo
economicista y simplificador, cobró fama entre los teóricos y generó
respuestas desde diferentes lugares. Gerschenkron realizó un estudio
comparativo de las industrializaciones tardías para los casos de Ale-
mania y Rusia en su libro de 1962 y concluyó que existen numerosos
caminos hacia el desarrollo y que en cada contexto el proceso tomará
rasgos particulares, lo que contradecía claramente las tesis de Rostow.
Pero mientras la acumulación de capital físico obsesionaba a los teóricos
del desarrollo como a los del crecimiento económico en la década de
1950, a inicios de los años sesenta Hans Singer movió el eje del análisis
pasando el énfasis de la inversión en capital físico a la necesidad de
concentrarse en la promoción del capital humano de los países como
principal estrategia de desarrollo. En esa línea, fueron sin duda Schultz
y Becker quienes marcaron a la educación como un factor determinante
del crecimiento económico justamente porque es una “forma de capital”,
que implicaba un costo y del cual se espera una renta. De esta forma,
consideraban de manera análoga el desarrollo y el crecimiento econó-
mico. En las teorías del crecimiento económico los modelos de capital
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Estado y que han logrado que estas operen a su favor. Sin embargo, el
vínculo entre estas clases es conflictivo y debido a que ninguna de estas
facciones es lo suficientemente fuerte como para imponerse a las res-
tantes, los recursos del Estado suelen ser despilfarrados, porque suelen
usarse para distintos fines. El autor finaliza dudando de la capacidad
que tiene la democracia para resolver estos problemas.
La segunda autora que vale la pena rescatar por su influencia mun-
dial es Joan Robinson, la economista de la Universidad de Cambridge
que incursiona en la problemática del desarrollo en Aspectos del desarro-
llo y del subdesarrollo de 1979. Este trabajo aborda una amplia variedad
de temas, como los problemas en la tenencia de la tierra, el desarrollo
agrícola, la industrialización, el financiamiento externo y la producción
de bienes primarios. El objetivo del libro es desafiar a la teoría neoclási-
ca –práctica que hizo famosa a Robinson– y brindar elementos que sean
útiles a la hora de analizar los problemas del desarrollo desde una visión
cercana al marxismo. Desde esta perspectiva, el énfasis se encuentra en
entender cómo se produce la apropiación y extracción de plusvalía, las
características concretas que tiene el conflicto de clases y la distribución
de los recursos y, además, de qué manera se manifiesta la explotación
entre países de diferentes grados de desarrollo. Si bien en esta obra no
aborda explícitamente la cuestión del Estado, de su análisis puede des-
prenderse que este se encuentra sujeto a la lucha de clases y a la disputa
que genera la extracción de plusvalía.
Por último, resulta transcendental destacar el aporte de Lance
Taylor en su Varieties of Stabilization Experience: Toward Sensible Ma-
croeconomics in Third World, de 1988, donde analiza en el marco del Ins-
tituto Mundial para la Investigación de la Economía del Desarrollo (wi-
der, por sus siglas en inglés) la situación de 18 países que han seguido
las recomendaciones del fmi y del bm. Si bien Taylor es un reconocido
estructuralista que ha hecho aportes teóricos relevantes a dicha escuela,
el presente estudio es importante en cuanto examina diversos casos em-
píricos y obtiene valiosas conclusiones. Las experiencias de los países
son clasificadas en cuatro categorías: bonanza externa, estrangulación
externa, políticas de estabilización ortodoxa con políticas regresivas
de ingresos y políticas de estabilización heterodoxa con distribución
del ingreso progresiva. La principal conclusión del trabajo es que las
políticas aplicadas en el pasado podrían haber sido implementadas de un
mejor modo, en tanto que los programas de estabilización del fmi y del
bm no son óptimos ni para lograr estabilidad ni para lograr crecimiento
y equidad distributiva en los países del Tercer Mundo (Taylor, 1988: 3).
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Todas las descripciones del Estado japonés destacan lo indispensable que son
las redes informales, externas e internas, para el funcionamiento del Estado.
Las redes internas, sobre todo los gakubatsu o vínculos entre ex condiscípu-
los de las prestigiosas universidades donde se reclutan los funcionarios, son
decisivas para la coherencia de la burocracia. Estas redes informales le brin-
dan la identidad corporativa que, por sí sola, la meritocracia no podría darle.
El hecho de que la competencia formal, más que los lazos clientelistas o las
lealtades tradicionales, sea el principal requisito para ingresar a la red vuelve
mucho más probable que el desempeño efectivo sea un atributo valorado por
los leales integrantes de los diversos batsu. El resultado es una suerte de webe-
rianismo reforzado, en el que “los elementos no burocráticos de la burocracia”
refuerzan la estructura organizativa formal, más o menos del mismo modo en
que los “elementos no contractuales de los contratos” de Durkheim refuerzan
al mercado (Evans, 1996: 538).
Como resultado de la crisis asiática, por ejemplo, los programas del fmi en la
región proscribieron una larga lista de reformas estructurales en la relación
empresas-gobierno, en el área de bancos, en gerenciamiento empresario, en
cuanto a leyes de quiebras, instituciones del mercado laboral y políticas in-
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CONCLUSIONES