Desarrollo Del Encuentro Con Padres
Desarrollo Del Encuentro Con Padres
Desarrollo Del Encuentro Con Padres
2. Introducción.
- El guía informa a los padres de que sus hijos van a comenzar a ver
en la catequesis el núcleo V del catecismo que lleva por título: “Jesús
entrega su vida por nosotros”. En este núcleo les será que Jesús murió
y resucitó. Este hecho de la muerte y resurrección de Jesús constituye
el núcleo de nuestra fe, el centro del credo. Ya decía San Pablo: “Si Cristo no ha resucitado,
vana es nuestra fe” (1 Cor 15,17). Nosotros en esta reunión vamos a reflexionar sobre la
entrega de Jesús, esa entrega que nos ha traído la salvación.
3. Exposición testimonial
- Una vez más se pretende que el guía trasmita con sencillez y “garra” el tema. A
continuación se ofrecen algunos de los posibles contenidos:
a) En la vida se entrecruzan las experiencias de vida y de muerte pero ¿tienen algún
sentido estas experiencias de muerte?
Cuando reflexionamos sobre la vida, sobre la existencia humana en general, encontramos
en ella aspectos positivos y negativos, como una trama de bien y de mal, de ilusiones y
angustias, de alegrías y preocupaciones, en definitiva de muerte y de vida.
También la vida y la muerte, el triunfo y el fracaso, el sufrimiento y el gozo están
presentes en nuestra experiencia cotidiana. Nosotros mismos hemos podido ser motivo para
otros de alegría o de dolor.
Pero, ¿todo esto puede tener algún sentido?, ¿puede la muerte engendrar vida? Una
parábola puede ayudarnos a responder estas preguntas?
Parábola del grano de trigo:
Había una vez un montón de trigo en una era, después de la
cosecha. Dos granos vivían felices en ese montón, bien
arropados por la multitud de compañeros. Pero un día oyen que
otro les cuchichea: “Me he enterado que nosotros no estamos
hechos para dormir plácidamente al sol, sino para que nos
siembren y producir cien granos más”.
Tras algunas dudas y tentaciones, los dos granos deciden correr la aventura de
sembrarse. Metidos bajo la tierra, todo se convierte en oscuro, las cosas pierden su color.
Sólo les mantiene la esperanza de que dentro de poco, se transformarán en cien granos
más.
Pero el tiempo se hace eterno y las dudas y tentaciones aumentan. Uno de los granos
siente que se muere. El otro compañero se encuentra desolado. Pero cuando se le secan las
lágrimas, descubre algo que parece un milagro. Tiene que frotarse los ojos para confirmar
que no es un sueño: una raíz le ha nacido a su amigo muerto; después un tallo, finalmente
una espiga con cien granos de vida.
Entonces el grano que quedaba enterrado, comprende que él también tiene una razón
para vivir y morir.
Esta experiencia imaginaria de unos granos de
trigo no es simplemente un cuento bonito para niños
sino que también es una experiencia profundamente
humana: una madre embarazada que después de
nueve meses duros y a través de un doloroso parto
siente la gran alegría de dar vida a su hijo; una
persona que necesita sufrir operándose de un cáncer
para dejar de sufrir una vez curado; una dura labor
educativa de años con los hijos que se ve recompensada cuando se les ve maduros en la
vida… Cuantas veces se hace realidad lo que afirmaba el poeta: “Lo que el árbol tiene de
florido vive de lo que tiene sepultado” (F.L. Bernárdez) 1. ¿Podemos identificarnos nosotros
con este proceso en algún campo de la vida: familia, trabajo, vecindad, parroquia...?
b) Jesús se entregó por amor y con dolor
Jesús vivió esta experiencia de la “muerte-que-da-vida”. Vivió su vida como una entrega
permanente al servicio de Dios y de los demás. La muerte en la cruz ratifica esta entrega
total y la resurrección es la prueba de la verdad de su entrega y de que su entrega por amor
hasta la muerte.
En lo que llamamos la “vida pública de Jesús”, que son los, aproximadamente, tres años
de predicación y actividad, Jesús pasó haciendo el bien. En el núcleo IV del Catecismo lo
ven los niños: cómo Jesús anuncia la Buena Nueva, hace cosas admirables, cura
enfermos... Hay un desgaste continuo de Jesús en favor de los demás, especialmente de los
más pobres, enfermos, marginados. Alguna vez dicen los Evangelios que no tenía tiempo ni
para comer, porque todos le buscaban. Por esta razón, los teólogos hablan de la “pro-
existencia” de Jesús, es decir, de su vivir en favor de los demás.
Jesús vivió su vida consciente de que había venido a buscar lo que estaba perdido, de
que era el Buen Pastor que daba la vida por sus ovejas. Toda su vida es manifestación de
su entrega. Sin embargo, en la muerte en cruz llega a su culmen esa entrega salvadora. Por
eso la cruz es signo del cristiano, la hacemos sobre nuestro cuerpo, la ponemos en nuestras
habitaciones, etc.
Ante la muerte, tuvo miedo (“Si es posible que pase de mí este cáliz”), pero no abandonó,
ni se echó para atrás sino que confió en el Padre (“pero no se haga lo que yo quiero sino lo
que Tú quieres” [Mc 14,36]) y sin desmentir ni rebajar nada de lo que había dicho o hecho.
Experimentó un sentimiento profundo de fracaso sin amparo visible de Dios, que callaba y
guardaba silencio: “Dios mío, Dios mío... ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46) pero
1
El soneto en su totalidad es el siguiente: “Si para recobrar lo recobrado/debí perder primero lo perdido, /si
para conseguir lo conseguido/tuve que soportar lo soportado,/
si para estar ahora enamorado/ fue menester haber estado herido,/ tengo por bien sufrido lo sufrido,/ tengo
por bien llorado lo llorado./
Porque después de todo he comprobado/ que no se goza bien de lo gozado/ sino después de haberlo
padecido./
Porque después de todo he comprendido/ que lo que el árbol tiene de florido/ vive de lo que tiene
sepultado.”
culminó su vida en una actitud de entrega a Él: “Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu” (Lc 23,46).
Además poco antes de morir, afirmó su amor -eje de su vida- haciéndose sensible al
sufrimiento del otro: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43) e incluso perdonando a
los que le ejecutaban: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
a) Jesús con su muerte nos salva y reconcilia con el Padre
Desde el pecado original de nuestros primeros padres, la
humanidad suspiraba por poder unirse a Dios, puesto que se
había alejado culpablemente de Él. Jesús murió para salvar
a los hombres, para liberarnos de nuestras esclavitudes y
sobre todo del pecado, para reconciliarnos con el Padre y
conducirnos a su amistad y a su vida.
Si toda la vida de Cristo fue una ofrenda al Padre, su
muerte fue el gesto más radical y sublime de autodonación,
de una entrega y de un amor que supera barreras y está
dispuesto a ir hasta el final. Cristo se ofreció a su Padre por nuestros pecados. En este
sentido, fue como una “satisfacción” en nuestro favor;
Jesús anticipó en la última cena con sus apóstoles, la
noche que fue entregado, la ofrenda libre de su vida.
Jesús hizo de esta última cena con sus apóstoles el
memorial de su ofrenda voluntaria al Padre por la
salvación de los hombres. La Eucaristía que instituyó en
este momento es el memorial de su sacrificio. Por eso
es tan importante perpetuar la Eucaristía. Y por eso es
el centro de la vida cristiana.
b) La vida de Jesús y la Eucaristía nos empuja a una vida de entrega
Como señala la primera carta del apóstol Pedro: “Cristo padeció por vosotros, dejándoos
un ejemplo para que sigáis sus huellas” (1Pe 2,21). Por tanto, la entrega de Jesús hasta la
muerte es una invitación a entregarnos como Él tanto en la vida de cada día como en el
momento de nuestra muerte. En palabras de Madre Teresa de Calcuta lo nuestro ha de ser:
“amar como Él ama, ayudar como Él ayuda, dar como Él da, servir como Él sirve, estar con
Él las veinticuatro horas del día tocándole en su harapiento disfraz”.
También la Eucaristía nos empuja a una entrega en favor del mundo de hoy diciendo
como Jesús y con Él: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros y por
todos los hombres para el perdón de los pecados”.
- Puede ayudarnos a profundizar en lo que hemos dicho escuchar (o ver si se proyecta
con el cañón) ahora la canción Aleluya de la tierra del grupo Brotes de Olivo. Después se
puede comentar brevemente la canción: ¿Qué os ha parecido? ¿Qué frase destacarías y por
qué?
2. Oración final
- Elegir una las siguientes oraciones y leerla lentamente
todos a la vez. Después se pueden hacer espontáneamente
ecos (repitiendo alguna frase que le resulte significativa,
luminosa) o añadir alguna otra frase a la oración.
a) Jesús, ¿cómo has podido acabar en la cruz? Tú has amado a todos, has curado a los
enfermos, has perdonado a los pecadores. En la entrega de tu vida en la cruz, vemos el
amor de Dios por todos los hombres.
Te damos gracias porque tu sacrificio nos muestra cuánto nos amas.
b) Señor Jesús, nos asusta el dar nuestra vida y entregarla completamente sin
guardarnos algo para nosotros mismos. Nuestro poderoso instinto de conservación nos lleva
al egoísmo. Nos da miedo entregar nuestra vida, pero Tú nos la has dado para que la
entreguemos. Entregar nuestra vida significa trabajar para los demás, aunque no nos lo
paguen; hacer un favor a quien no nos lo va a devolver. Entregar nuestra vida es exponerse,
si es necesario, al fracaso personal. Somos antorchas para ser quemadas. Sólo entonces
daremos luz. Enséñanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible
está tu gracia y tu perseverancia.
c) “Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que donde haya odio, ponga yo amor; que donde
haya ofensa, ponga yo perdón; que donde haya
discordia ponga yo serenidad; que donde haya
error, ponga verdad; donde haya duda, ponga fe;
donde haya desesperación, ponga esperanza;
donde haya tinieblas, ponga luz y donde haya
tristeza, ponga yo alegría” (san Francisco de Asís).
- Si se ve oportuno puede acabarse rezando –puestos en pie y formando un círculo- el
Padrenuestro o un Avemaría.
Y la ola, si ya se resultó un momento alegre final en ocasiones anteriores.