La Educación en El Mundo Contemporáneo

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La Educación en la Sociedad Contemporánea

Introducción

Es común hablar de crisis cuando un paradigma pierde vigencia y no se encuentra


todavía otro que ocupe su lugar. La crisis posmoderna es producto de distintos factores.
Los de orden mundial hacen referencia a la actual crisis ecológica, mientras que los de
orden económico revelan los problemas que atraviesan los países pobres, reservando es-
pecialmente a los países ricos los de orden social. Políticamente la crisis se manifiesta
en los Estados y en las instituciones que lo sostienen. En cuanto a las principales institu-
ciones en crisis, se pueden citar las destinadas a Justicia, Salud y Educación.

Esta última es la que se aborda en estas líneas. Vale la pena aclarar que la educación
se puede relacionar con tres modalidades básicas: la formal, la informal y la no formal.
La educación formal es aquella que tiene como marco lo institucional y sus acciones son
in- tencionales y sistemáticas, mientras que la informal está representada por las
influencias de la vida cotidiana (la calle, el club, medios masivos de comunicación, la
publicidad, etc.), por lo que se considera espontánea, sin intenciones explícitas y fuera
del ámbito ins- titucional, y la no formal comprende acciones educativas deliberadas e
intencionales, con cierto grado de sistematicidad pero realizadas fuera del sistema
escolar.
Puntos débiles

Históricamente la escuela se hizo cargo de distribuir información para construir el


conocimiento que le permita a los ciudadanos ingresar a una vida social dinámica. Es
sabido que, en nuestros días, la televisión influye más en los chicos que la propia escue-
la. Este proceso se inicia cuando los medios masivos se popularizan y entran en franca
competencia con los valores que se imparten desde la escuela tradicional. A partir de
allí los medios y la escuela se profieren acusaciones mutuas.

Con el auge de los mass-media, el rol tradicional de la escuela se comienza a cues-


tionar. La escuela puede adoptar distintas posturas con respecto a los medios: censurar-
los, incorporarlos como recurso didáctico, o aprovechar su terminología y lenguaje. La
idea de censurarlo es atractiva pero imposible a largo plazo. Es conveniente admitir la
influencia que ejercen en la vida de las personas. Luego, habría que aprovechar la
tecno- logía de los medios incorporándola a la escuela para enriquecer los procesos de
ense- ñanza-aprendizaje, previa capacitación específica de los docentes.
Por otra parte, la educación actual tiende a fragmentarse en dos niveles. El que co-
rresponde a un nivel socioeconómico alto y otro destinado a las clases populares, más
ligado a la escuela pública. Este último aparece calificado como que enseña menos por-
que tiene que ocuparse principalmente de las carencias de los alumnos y también de la
violencia familiar y otras patologías propias de la vida contemporánea.

La necesidad de producir cambios en la educación no se discute. Algunos quieren


modi- ficar algo para hacer más eficiente lo actual y otros sueñan con una escuela
trasformada ra- dicalmente, en virtud del avance científico tecnológico. El problema se
plantea cuando se trata de definir la forma de cambiar lo instituido. En este sentido, las
transformaciones se dirigen abiertamente hacia un aumento del bienestar o bien, se
espera que las necesarias modificaciones no constituyan una amenaza de la estructura
anterior, ya que los logros con- seguidos aumentan la autoestima y los proyectos futuros de
una persona.

Es frecuente escuchar que la escuela debe devolver a la comunidad lo que ésta in-
vierte en su sostenimiento. La promoción de una mejor educación para los niños y jóve-
nes que le son confiados resume el principal núcleo de responsabilidad de la escuela.
Pero, es evidente que las instituciones no escapan al deterioro sistemático de los miem-
bros que la componen. La escuela en particular muestra claramente períodos de alta va-
loración social seguidos de una baja valoración social.

A principios de siglo, pertenecer a la estructura de la administración pública consti-


tuía un privilegio y sobre todo los maestros eran concebidos como modelos de identifi-
cación. En nuestros días las cosas han cambiado y los docentes están lejos de ser vistos
como modelos sociales. Cada vez más, se caracterizan por encontrarse en un estado de
permanente stress, producido por sobrecarga horaria, bajo reconocimiento social, falta
de participación en la toma de decisiones que le competen, disminución progresiva de
sus salarios, un marcado individualismo y sentimiento de impotencia.

En el marco de la crisis educativa contemporánea, de deterioro de las credenciales


educativas y de devaluación del status docente, el educador deberá intentar una re-
flexión más sistemática sobre los cambios de su propio rol ante la comunidad.

Escuela y sociedad

La sociedad es un sistema complejo, compuesto de múltiples instituciones que se


distribuyen diferentes responsabilidades según su especificidad. La institución escuela
es un producto socio-histórico y como tal debe ser pensada. Se diferencia de otras insti-
tuciones porque le compete brindar conocimientos que no se pueden adquirir fuera de
ella y por la asignación de sentido que se le otorga desde lo social.

En nuestro país, la educación pública se constituye en pilar del sistema educativo


porque era necesaria para asegurar la formación del espíritu ciudadano. Por tal motivo,
el Estado la garantizaba.

En esos tiempos, el contrato fundacional entre escuela y sociedad requería de una


institución capaz de instruir al pueblo y de formar ciudadanos responsables, de asegurar
la integración de sus educandos al mundo laboral y de proveer la formación de recursos
humanos para la elaboración de nuevos saberes.
Actualmente, el deterioro educativo, es percibido de una manera distinta por la so-
ciedad en general y por los actores institucionales en particular. Esto significa la coexis-
tencia de una multiplicidad de sentidos, que modifican substancialmente la representa-
ción social de la institución escuela materializada en el contrato original.

Con respecto al sistema educativo, es usual escuchar hablar de crisis, desintegración,


bancarrota, fractura, desconexión, fragmentación, ineficacia, etc. Hay quienes opinan
que son los economistas quienes han echado a los docentes del aula, porque entienden
que la concepción educativa asentada en valores nacionalistas y humanísticos ha sido
cambiada profundamente por una concepción educativa que se rige por las leyes del
mercado, convirtiendo a la escuela en una empresa.

Pero además, se debe tener en cuenta que en la institución escuela se oponen


permanen- temente las fuerzas renovadoras y conservadoras. Es decir, lo instituyente y lo
instituido.

En el marco de este debate se presiona sobre el sistema educativo para que cumpla
las funciones que cada sector social considera que la escuela debe cumplir. Este reclamo
se plantea en términos del debe ser de la escuela y del debe ser del orden social. Es sa-
bido que el contrato fundacional entre escuela y sociedad ha perdido vigencia en nues-
tros días, ya que ninguna de las partes puede satisfacer los compromisos históricos asu-
midos. En todo caso la generalizada crisis de la educación hace referencia a esta ruptura
contractual y se traduce en las prácticas educativas cotidianas.

Por su parte, el Estado manifiesta serios inconvenientes para sostener ese acuerdo,
dado que ha dejado de cumplir con obligaciones esenciales. La más evidente es la des-
atención material a las instituciones y a los docentes, además de no poder garantizar el
acceso de la población a todos los niveles educativos y su permanencia en ellos.

Existen otras falencias tales como: la indefinición de los conocimientos que se deben
transmitir, las impresiones entre los contenidos curriculares y el mundo laboral, la falta
de capacitación específica de directivos y docentes, la presión que existe sobre la escue-
la para que se haga cargo de funciones que no le son propias (espacio de contención
afectiva, asistencialismo, etc.).

Por todas estas razones la escuela debe abrirse paso en un camino sumamente
adverso, ya que está inmersa en un escenario social atravesado por sucesivas crisis no
resueltas
Cultura institucional

Toda cultura institucional se sustenta en un imaginario particular, en un conjunto de


representaciones concientes o inconscientes que obran como marco de referencia para
comprender las situaciones cotidianas. Por eso cada escuela está caracterizada por su
personalidad, por su estilo propio.

Sería importante verificar el grado en que las instituciones educativas responden a


las siguientes pautas:

1) la escuela se constituye en un espacio de concertación y negociación.


2) el modelo de gestión es profesional
3) los vínculos que predominan son contractuales y respetuosos
4) el objetivo central se dirije a lo pedagógico didáctico
5) la convivencia se basa en al comunicación y la participación activas.

En el marco de estos establecimientos, el conflicto podrá promover el debate pro-


ductivo, el análisis crítico y la reflexión que conduzcan a lograr un consenso en torno al
proyecto institucional. Por el contrario, en los establecimientos donde estas pautas se
expresen en menor grado, habría que preocuparse.

Un sistema en el que conviven la colaboración y el egoísmo, el compromiso y la in-


diferencia, la competencia y la incompetencia, la desigualdad y la equidad, la oposición
y la adhesión, no puede estar ajeno a innumerables crisis. Tampoco se deben ignorar los
mecanismos a través de los cuales las crisis pueden elaborarse y superarse con el objeto
de aprender y crecer a partir de ellas.

Existen diariamente situaciones institucionales generadoras de conflictos. Cuando no


se implementan políticas institucionales que apunten a la participación, la integración y
la convivencia interna, los miembros no pueden desarrollar sentimientos de pertenencia,
prevaleciendo la fragmentación y el individualismo. Otro obstáculo frecuente es el que
aparece íntimamente ligado con la no adhesión generalizada al proyecto institucional.
La mayoría de las veces, tiene lugar cuando las acciones programadas no fueron conce-
bidas en forma colectiva y consensuadas pro los integrantes de la institución. Este ma-
lestar principal, suele producir efectos secundarios, ya que las tareas y responsabilidades
de los miembros no se llevan a la práctica, por desconocimiento o superposición de los
roles y funciones asignadas previamente. Otra típica situación conflictiva se deriva de la
ausencia de reconocimiento hacia las autoridades formalmente constituidas. Esto surge
cuando las autoridades del establecimiento no logran legitimarse porque, fundamental-
mente, carecen del saber especializado que supone el ejercicio del cargo. De hecho, se
fortalecen grupos que poco a poco invaden funcionalmente ese espacio de poder.

Frente a cualquiera de las circunstancias críticas mencionadas, la institución escolar


puede reaccionar de diferentes manera: ignorando, evitando o asumiendo el problema
suscitado. En términos generales, el problema se ignora cuando no es percibido como
tal, dejando de ser un conflicto para ser considerado como una situación pasajera, que
no llega a mayores. También puede ocurrir que el problema sea percibido, pero se inten-
te evitar por todos los medios que aparezca claramente explicitado; lo cual con el tiem-
po se convierte en algo normal de la vida institucional. En el mejor de los casos, el pro-
blema se asume como un obstáculo, lo que permite poner en marcha acciones para su
elaboración y resolución. Este mecanismo depende del lugar que ocupa en una institu-
ción la posibilidad del encuentro para el análisis y la reflexión conjuntos.
El trabajo docente

La actual crisis socioeconómica en nuestro país es tan profunda que la escuela


públi- ca atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia. En esta lucha la
escuela ha perdido su identidad y su función social.

Edificios en malas condiciones, la falta de materiales didácticos, la superpoblación


en las aulas (sobre todo en los primeros años) y al mismo tiempo la falta de matricula en
otros, el desplazamiento de las funciones pedagógicas por el asistencialismo y un grave
deterioro en los mecanismos del proceso enseñanza-aprendizaje, parecen configura una
situación de agotamiento y sin salida.

Trabajar en este contexto, hace que el trabajo docente sea concebido hoy un
trabajo insalubre.

Es sabido que en la escuela intervienen diferentes sujetos sociales: profesores, alum-


nos, preceptores, directivos, supervisores, padre, auxiliares, etc, con distintas historia,
intenciones, tareas, responsabilidades, niveles de compromiso y de solidaridad, lo cual
genera un universo muy complejo y conflictivo. Por eso, la institución educativa actúa
como un vínculo entre diferentes intereses y contexto socio culturales, colocándose en
una posición particularmente incómoda. A la vez que articula procesos organizativos y
administrativos debe fortalecer contenidos pedagógicos.

El trabajo docente no puede ser concebido en el vacío, sino que depende las condi-
ciones que determina el sistema educativo y su contexto social.

En los últimos tiempos se han agregado a la tarea docente nuevas formas asistencia-
les y comunitarias. También nuevas formas administrativas.

En cuanto a las funciones comunitarias y asistenciales que realizan los docentes,


resulta que las mismas implican más trabajo para personas que en todos los casos no
están prepara- das para cumplirlas. Los docentes deberían enseñar, en lugar de improvisar
funciones que le competen a otros profesionales, tales como asistentes sociales, psicólogos
y psicopedagogos.

Por otro lado, la jornada laboral puede ampliarse hasta las setenta horas semanales
dado que no hay ninguna regulación que impida utilizar el máximo de tiempo disponi-
ble. Además del tiempo que se dedica en forma extra escolar para realizar tareas de re-
visión, planificación, corrección o reflexión de la propia práctica no tiene límites ni mí-
nimos ni máximos, siendo todas ellas no remuneradas. Como corolario asistimos a un
fuerte deterioro en el plano personal y profesional, que los ha llevado progresivamente a
perder calidad en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

La docencia es considerada una tarea vocacional, lo que implica encubrir las necesi-
dades de los docentes en cuanto trabajadores en relación de dependencia. En nombre de
la vocación, muchos docentes postergan sus legítimos reclamos, como empleados
muni- cipales, provinciales o nacionales y hasta reniegan de su condición de
trabajadores, con- vencidos de que sólo tienen obligaciones y casi nunca derechos.

En la medida que el estado no asuma la responsabilidad que le compete en esta si-


tuación y ponga en práctica mecanismos para el sostenimiento de la educación, en las
escuelas continuarán divididos los educadores que añoran el pasado y se escandalizan
del presente y aquellos que quieren una transformación que se ajuste al presente. Es de-
cir, entre los que tienen dificultad para encontrar las alternativas que le permitan superar
concepciones obsoletas para reemplazarlas por otras en una tarea participativa de resig-
nificación del rol docente. Esto último implica revalorizar el trabajo docente, un mayor
compromiso y protagonismo, para organizar los cambios que necesita la educación.
Esta transformación requiere de reflexiones críticas sobre una realidad concreta, que
valorice a personas abiertas y pensantes con profunda formación humanística para que
puedan producir cambios acordes a un mundo posmoderno.
El trabajo docente se caracteriza por ser mayoritariamente femenino. Tal vez por
eso, la explicación de sus bajos salarios. Está íntimamente relacionado con la división
social del trabajo por la cuál la mujer se vincula con la función biológica dar a la luz,
alimentar y cuidar a sus hijos. Esto hizo y hace que el trabajo docente aparezca como
una tarea transitoria en la vida de las mujeres, ya que se interrumpen las tareas laborales
cuando forman una familia y vuelven a retomarse cuando sus hijos crecen. A pesar de
que la mayoría de los docentes son mujeres, las mayores posibilidades de acceder a car-
gos jerárquicos, están reservadas a los varones. Esto lo demuestran las estadísticas sobre
directivos y supervisores. En cuanto a la salud de los trabajadores, se comprueba que la
actividad afecta permanentemente la salud de los mismos, no sólo con problemas de co-
lumna, de voz, etc, sino también con problemas psíquicos que lo llevan a situaciones de
stress y desequilibrios mentales diversos.
La capacitación docente

El perfeccionamiento es una de las herramientas de cambio y renovación para des-


arrollar actitudes y aptitudes en los docentes. Sin embargo, cuando no cumple con de-
terminadas pautas, suele ocurrir que los docentes se resisten a las propuestas de capaci-
tación o bien, se transformen en un grupo manipulado por diversos intereses en juego.

Cuando la capacitación adopta una postura eficientista, con el fin de instalar un nue-
vo proyecto educativo, puede provocar conflictos personales, ya que deben tomar parti-
do por teorías que no han producido y que son manejadas por técnicos.

Estos modelos impuestos neutralizan las iniciativas pedagógicas y desplazan al


docen- te de su rol de conductor de la enseñanza. Además, olvidan que es un adulto
profesional y se lo trata como a un niño al que hay que enseñarle a enseñar. En estos
casos, el perfec- cionamiento es vivido como una amenaza a la identidad, ya que
tampoco queda claro qué es lo que se pretende alcanzar, desde dónde se promueven los
cursos, quiénes los mane- jan, a qué intereses responden y para qué le sirve al docente en
su práctica cotidiana.

Casi siempre, los cambios que se proponen para el nuevo sistema educativo, están
alejados de las necesidades reales dentro del aula, tanto de las didácticas como de las
socioeconómicas.

Para que la capacitación, perfeccionamiento o actualización devuelva al docente su


condición de sujeto, debería reunir las siguientes características:
 Generar un espacio de encuentro y reflexión, donde su puede replantear el rol
docente, el nuevo rol de la escuela, la importancia de los vínculos interpersona-
les en el seno de la institución, etc.
 Reconocer el predominio de la función asistencial sobre la pedagógica y la pér-
dida de control sobre acontecimientos tales como droga, sida, violencia familiar,
embarazos adolescentes, alcoholismo, etc.
 Considerar la institución como ámbito laboral y el trabajo decente como una ta-
rea de riesgo y mal paga.
 Propiciar la comunicación y mecanismos para la resolución de conflictos.
 Valorizar las experiencias concretas, así como el conocimiento teórico.
 Analizar la institución escuela como parte de una sociedad en crisis.
En definitiva, la capacitación docente debe ofrecer algo más que recetas de métodos
a aplicar o de contenidos a desarrollar. Esto implica trascender la función de un buen
ejecutor didáctico. Usualmente, el educador no está preparado para la investigación
educativa, ni para la formulación de proyectos educativos ni para la dirección de pro-
gramas de amplio impacto educativo en la comunidad. Por tales razones, se deberá es-
timular el trabajo en equipos interdisciplinarios y la constitución de redes de intercam-
bio a nivel local, regional y nacional.

Este enfoque, que propine la profesionalización docente, permitirá a los educadores


producir pedagogías pedagógicas alternativa desde el aula, en lugar de consumir pasi-
vamente las teorías pedagógicas que circulan.

“No puede haber una teoría pedagógica, que implica fines y medios de la acción
educativa, que esté exenta de un concepto de hombre y de mundo. No hay en este senti-
do una educación neutra”.

Paulo Freire.
Bibliografía

Abella Gonzalo, El nuevo rol del educador, Uruguay, Cuadernos Iles 1996.
Almandoz de Caus Rosa y otros. La docencia- un trabajo de riesgo.- Colombia,
Tesis, 1992.
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Frigerio Graciels y otros. Las instituciones educativas –cara y ceca, Buenos Aires,
Troquel, 1993.
Martiña Rolando, Escuela hoy- hacia una cultura del cuidado-. Colombia, Tesis, 1992.

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