Indice de Desarrollo Humano

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ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO (IDH) FILIPINO

IDH: Desafíos y Oportunidades

El índice de desarrollo humano (IDH) de las Filipinas evidencia un incremento notable


en el transcurso de los años, empero, perduran aspectos socioeconómicos que deben
mejorar para asegurar una calidad de vida óptima en la población. En primer lugar, a fin
de cuantificar el IDH se toman tres factores a considerar: el ingreso per cápita,
educación -años de escolarización- y la esperanza de vida.

En las últimas dos décadas, el aumento de los ingresos de los hogares contribuyó en la
reducción de la pobreza, al igual que la mejora de la distribución del ingreso. La
reducción de la pobreza entre 1985 y 2018 fue impulsada enteramente por el aumento
del ingreso medio per cápita de los hogares (el efecto crecimiento); la contribución de la
desigualdad (el efecto redistributivo). Al último reporte efectuado por PNUD, Filipinas
posee un IDH de 0.699 lo que supone que ha empeorado respecto a 2020, en el que se
situó en 0,71. Al ordenar los países en función de dicho indicador Filipinas se ubica el
puesto 116. Además, En 2022 la esperanza de vida en Filipinas subió hasta llegar a
72,19 años. Finalmente, su PBI Per cápita de 3.438 € en 2022, 416 € mayor que el de
2021, que fue de 3.022 €, datos -que pese a su significativo incremento en el transcurso
de los años- siguen siendo insuficientes para la población filipina.
Por otro lado, la reducción de la brecha salarial entre trabajadores con educación
universitaria y aquellos con menor educación en la década de 2010 contribuyó a su vez
a reducir la desigualdad. Esta brecha ha cambiado tres veces: en 2002-2008, la brecha
disminuyó a medida que los salarios de los estudiantes con educación universitaria
cayeron un 11 por ciento, pero los salarios de los menos educados cayeron sólo un 8
por ciento; entre 2008 y 2013 la brecha creció a medida que los salarios de los
trabajadores altamente educados se recuperaron y los de los menos educados cayeron
aún más; y en 2013-20. La brecha se redujo nuevamente a medida que los salarios de
los trabajadores menos educados crecieron un 39 por ciento, mientras que los de
educación universitaria los trabajadores aumentaron sólo un 2 por ciento. Todavía Si
bien la brecha salarial se ha ido reduciendo en el pasado década, moderando
ligeramente la desigualdad de ingresos, esta permanece amplia y parece haber
aumentado con la pandemia.

En este sentido, las inversiones sostenidas en desarrollo humano y la infraestructura


han ayudado a reducir la pobreza y desigualdad. Desde finales de los años 1980, la
escuela, la matrícula y el nivel educativo han dado grandes pasos. La proporción de
hogares cuyos jefes habían completado la educación secundaria o más aumentó del 29
por ciento en 1985 al 53 por ciento en 2018. La proporción de trabajadores más
educados en general también subió: entre 1998 y 2020 la proporción de trabajadores
que al menos se graduaron la escuela secundaria incrementó del 36 al 63 por ciento. El
acceso a los servicios básicos mejoró notablemente entre 2000 y 2018: el acceso a la
electricidad desde Del 75 al 93 por ciento, la proporción de hogares con su propia fuente
de agua potable de 44 a 57 por ciento, y el uso de saneamiento no mejorado disminuyó
del 17 al 9 por ciento. La proporción de hogares que poseen al menos una, y a menudo
muchos, recursos de comunicación (por ejemplo, teléfono celular, TV, computadora
personal) aumentó del 61 por ciento en 2000 al 94 por ciento en 2018, y aquellos que
poseen Los activos de movilidad (por ejemplo, automóviles, motocicletas) aumentaron
de 9 al 39 por ciento.
No obstante, a pesar de los esfuerzos realizados para minimizar las diferencias en el
acceso a los servicios y la pobreza en Filipinas, la constante corrupción y el impacto
severo de la pandemia han ralentizado y retrocedido el proceso logrado, acentuándose
nuevamente la pobreza en el país. Finalmente siendo el factor más importante alta tasa
de informalidad y sub empleo (remuneraciones bajas) presentes en el país. Asimismo,
dado que la agricultura es uno de los principales sectores económicos, no se prioriza ni
fomenta el desarrollo tecnológico, lo cual, sumado a que la mayoría de la población no
accede a la educación terciaria deviene que la mayoría de personas no puedan obtener
mejores y mayores oportunidades laborales. (Calidad y cantidad).

En este sentido, se considera que la movilidad social limitada y el papel que las
circunstancias familiares influyen en la configuración de su la vida de los niños
impactando significativamente en su futuro socioeconómico. Datos de la Encuesta
Mundial de Valores (WVS) 2019 sugieren una movilidad intergeneracional relativamente
baja en educación: casi la mitad de las personas nacidas de padre que no pasó de la
escuela primaria también ellos mismos sólo tienen educación primaria. Por otra parte,
alrededor del 40 por ciento de aquellos cuyo padre completó la educación terciaria de
manera similar adquirió una educación universitaria.

En comparación con otros países de la región, la movilidad social es ligeramente mayor


en Filipinas que en Tailandia, pero mucho menor que en Vietnam, donde Sólo el 17 por
ciento de las personas nacidas de un padre que no fue más allá de la educación primaria
sólo educación similar. Movilidad en ambos empleos. y la ocupación también es
relativamente limitada: aproximadamente 50 por ciento de las personas cuyo padre
trabajaba por cuenta propia o trabajado en una empresa familiar son también
trabajadores por cuenta propia, y más del 60 por ciento de ellos cuyo padre era
empleado también son asalariados empleados. Alrededor del 12 por ciento de individuos
nacidos de un padre que nunca trabajó tampoco funcionó nunca: 3 pp más que aquellos
cuyo padre tenía un trabajo.

Las zonas rurales están rezagadas en materia de crecimiento económico y acusan tasas
de desempleo más elevadas. En parte, esto se debe a su falta de acceso al capital
productivo, al conocimiento y a la tecnología y a las limitaciones de acceso a los
mercados. Las poblaciones rurales pobres tampoco tienen demasiadas opciones para
generar ingresos a partir de actividades no agrícolas, y carecen de acceso a servicios
de financiación asequibles.

En este sentido, las desigualdades son grandes, ya que el 1% más rico de la población
absorbe más de la mitad de la riqueza del país, mientras que el 1% más pobre sólo
dispone del 3% de la renta (Banco Mundial, 2015). La renta del país está repartida de
forma muy dispar, y este crecimiento no ha conseguido corregir el hecho de que exista
una clase alta que se reparte el grueso de la riqueza, frente a una mayoría que apenas
tiene lo suficiente para sobrevivir. La sociedad filipina se puede dividir en cinco grupos.

El primero, constituido por menos de 1% de la población, está constituido por una élite
de gran poder adquisitivo. El segundo, que se puede considerar clase alta, un 3% de la
población, tiene ingresos familiares mensuales entre 1.500 y 3.000 USD. Mientras tanto,
el grupo de la clase media, un 16%, tiene unos ingresos familiares mensuales de entre
500 y 1.500 USD. Estos tres grupos, alrededor de un quinto de la población filipina, se
concentran en las zonas urbanas de Metro Manila y presentan una clara influencia
occidental en sus patrones de consumo. Mientras tanto, el cuarto grupo, considerado
clase baja, que constituye el 60% de la población, posee ingresos familiares entre 150
y 300 USD al mes. Un quinto grupo, aquellos que viven bajo el umbral de la pobreza (en
torno a un quinto de la población), subsiste con menos de 150 USD mensuales por
familia. Por lo tanto, alrededor del 80% de la población filipina vive en condiciones
precarias y su consumo se limita a bienes de primera necesidad. En la última encuesta
de Ingresos y Gastos Familiares (2018) se recoge que los ingresos medios anuales de
una familia filipina se sitúan en torno a 313.000 PHP (alrededor de 5.547 euros), siendo
su gasto 239.000 PHP (alrededor de 4.236 euros).

Así, la incidencia nacional de la pobreza se redujo del 23% en 2015 al 17% en 2018,
aunque ha vuelto a aumentar, y en 2021 era del 18%, lo que hace que siga siendo
elevada para un país de renta media-baja. Filipinas es uno de los países del sudeste
asiático con mayores desigualdades en los ingresos de los hogares. Esta desigualdad
también se puede apreciar entre las diversas regiones que componen el país, de tal
forma que, mientras que en la región de la capital la incidencia es de tan solo el 3%, la
media del resto de la isla de Luzón es del 14,6%; mientras que en las regiones de
Bisayas la incidencia media es del 24,9%; y en Mindanao, del 27,7%. Destacan la
Región Autónoma del Mindanao Musulmán (37%), Caraga (33%) y Zamboanga (30%),
todas ellas en Mindanao. En cuanto a la incidencia de la pobreza por sectores, las
personas dedicadas a la pesca, aquellas dedicadas a la agricultura, y los niños
procedentes de familias cuyos ingresos están por debajo del umbral de la pobreza
muestran las mayores tasas de pobreza del país. El primer grupo muestra una incidencia
del 34,3%; el segundo, un 34%; y el tercero, un 31,4%. El Índice de Desarrollo Humano
(IDH) de Filipinas se situó en 2021 en el puesto número 116 mundial y supone un
descenso de 3 puestos respecto al año anterior. Aunque es inferior a la media mundial,
está por encima de países como Camboya y Myanmar, pero por detrás de Tailandia,
Malasia, Vietnam o Indonesia.

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