Relato Dalila Eslava 200805

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Miércoles, 5 de agosto de 2020 EL ESPEJO DE TINTA 27

Graduada en Psicología, actualmente realiza estudios de Doctorado. Comenzó escribiendo en la página Malditos Poetas y ha seguido creciendo en recitales y festivales
Dalila Eslava
como Quema de Artistas y Rasmia. Ha publicado en las revistas culturales Turia y Kelatza. Su poema La costilla del hombre fue premiado en el LVIII Certamen Nacional
(Teruel, 1994)
de Poesía Amantes de Teruel.

Plato de gachas
omo si hubiera estado ges-

C tando la valentía para en-


frentarme al vacío, tardé
nueve meses en volver a la casa
del pueblo. No hubo sorpresa al-
guna, todo seguía igual. El paso
del tiempo se notaba en las hu-
medades que se reproducían por
las paredes, pero todo lo demás
estaba en su sitio. Es lo que tie- die sabe hacer gachas, y lo digo ocasiones y jamás me había dado hermanas fueron como el soleci- ciaron la superficie. Estaba raya-
nen los seres inertes como una como si me gustaran. Echo de cuenta de su existencia. Las leyó co que entra por la ventana y ba- do pero las marcas no eran ne-
mesa o una silla: permanecen. menos comer unos macarrones en alto: jo el que te acurrucas en invier- gras, eran de color oro. Lo dejé
Recorrí las habitaciones, re- con tomate mientras todos las co- “Desde la puerta de esta casa, no. Mi tío fue como un abuelo. en su sitio.
cordé el número de teléfono fijo, men. camina en línea recta hasta que En semana santa solíamos ir to- Fui a hacer pis. Mi madre me
hice pis en el baño de arriba. Me Y supongo que de eso va vol- tus rodillas toquen el muro. Aho- dos a comernos la mona a las llamó y me dijo que nos iríamos
asomé al balcón y vi algunos ca- ver, de echar de menos. ra, mira hacia las eras. Tres zan- eras. La vez que fue la última vez pronto. Ayudé a bajar unas bol-
miones pasar. Las vistas eran al Bajé de nuevo al comedor y cadas después, hay un agujero en no sabía que sería la última vez. sas. Mis padres empezaron a car-
río Turía y a una carretera nacio- tras mirar en los cajones, encon- el ladrillo. Te doy mi corazón do- Tengo muchos recuerdos de gar el maletero del coche.
nal. También estuve en la sala tré unos álbumes de fotos. No se rado. Tómalo, tómalo. Es tuyo.” aquella época, pero son tan leja- Mientras, cogí una de las si-
donde colgaban longanizas y trataba de un tesoro desconoci- Y aunque dichas instruccio- nos que a veces parecen de otra llas de la playa que había plega-
morcillas tras la matanza y la que do, los había visto cientos de ve- nes no despertaron ninguna cu- vida: las piezas de los enchufes, das en el recibidor y la coloqué
da paso al patio exterior. En este, ces. Mirando esas imágenes tam- riosidad en mí, pues posiblemen- los juegos en la escalera, las vuel- frente al muro. Al poco, noté co-
la leña seguía apilada, la parra, poco me venían recuerdos, pues te el destinatario o la destinataria tas en la moto, subir la cuesta pa- mo los mosquitos me mordían
frondosa y las escaleras que lle- yo no estaba allí, eran muy anti- habría tomado el corazón dorado ra llegar a casa. las piernas, pero ya no había na-
vaban a donde mi padre plantó guas. Sin embargo, era placente- que mencionaba, mi padre me Y a pesar de lo que puede es- die al lado para espantarlos con
un par de pinos, llenas de male- ro ver como gente a la que ya co- instó para ir a mirar, por si acaso. tar pareciendo, el vacío no se me sus manos.
za. nocí vieja fue alguna vez joven e Así que, desde la puerta, me diri- estaba haciendo pesado. Hacía Mi último relato se publicó el
Rodeé la casa para volver a la iba al baile de la plaza con sus gí al muro. Mis rodillas tocaron la años que esa casa no estaba llena día de antes de que se vaciara la
puerta principal y, por el camino, amigos y fingía no enterarse de superficie rasposa. Miré hacia las como tal. Se fue evaporando po- casa. Imagino que para siempre.
saludé a unos gatos que ronda- que alguien le iba a tomar la foto- eras. Una, dos, tres zancadas. En co a poco, siendo así la ausencia Nadie quiere una zona despobla-
ban por las macetas. Estaban sa- grafía. Como fingía no enterarse el agujero solo había hojas secas. más fácil de tragar y digerir. Casi da y sería artificial por mi parte
nos, al contrario que las plantas de que algún día se iba a morir. Volví a repetir el proceso, in- nunca hubo vómito. Le dije a mi idealizar una casa que nadie
con las que jugaban. Todos los Detrás de algunas de las imá- dicando a mi padre que me recor- madre que quería vivir ahí. Am- quiere habitar.
días, el vecino les daba de comer genes había mensajes escritos: dara las instrucciones y observa- bas sabíamos que no iba en se- Nadie vive de la soledad y la
y les ponía un cuenco con agua, nombres, fechas, palabras de ca- ra si las realizaba bien. Nueva- rio. tierra. No sé cuándo volveré a ir.
pero no regaba la tierra, no era riño. Mi padre se acercó y se pu- mente, llegué al mismo punto. Volví a subir al baño y de ca-
suya. Ya no era de nadie. so a curiosear junto a mí. Tam- Me giré y vi que se estaba mino, decidí entrar de nuevo en EL ESPEJO DE TINTA
Encendí la tele y la dejé en el bién me comentaba quienes eran riendo. Entré a casa y miré detrás una de las habitaciones. En el es-
canal que estaba. Mientras, hojeé los protagonistas, posiblemente de la foto. Solo ponía 1960. Me pejo, había más fotografías pega- Cada día del mes de agosto se
las revistas que compraban todas inventándose la mayoría de ca- había engañado. Nada pasaba en das al marco. De estas, sí tenía publicará un relato breve de un
las semanas y que seguían deba- sos, pues estos eran familiares y ese sitio. Esta vez no iba a ser di- recuerdos. Eran recientes, de ha- autor turolense o vinculado a la
jo de la mesa. Después, mi madre amigos de la familia de mi ma- ferente. ce unos quince años. Debajo, en provincia. Entre las propuestas
hizo chocolate caliente y pan tos- dre. En ese pueblo no tuve amigos la cómoda, había un joyero con literarias para las cálidas jorna-
tado. Nuevamente subí arriba De repente, emitió un sonido y a pesar de ello, siempre me gus- forma de pájaro. Creo que era un das estivales habrá textos sor-
para hacer pis. de sorpresa: había encontrado tó ir. Me sentía bendecida por po- mirlo. Lo abrí con cuidado. Den- prendentes que cautivarán a to-
Me fijé en una pila de cacero- unas instrucciones detrás de una der pasar tiempo con mi familia. tro había un pequeño corazón do tipo de lectores.
las de color granate, las que de ellas. Me extrañó, había visto Siempre digo que tuve tres abue- dorado. Nunca antes lo había Coordinación: M. Cruz Aguilar
siempre usaban. En casa ya na- aquellas fotografías en muchas las maternas: mi yaya y sus dos visto. Lo cogí y mis dedos acari-

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