Autoridad

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Tema: Autoridad eclesiástica

Texto:

Introducción: La Biblia declara que Dios, siendo Rey, Señor, Creador, Redentor,
sustentador, Él es la suprema autoridad. Todos los que vivimos en éste su mundo, su
creación, somos hechura de sus manos y Él es nuestra suprema autoridad en todo. Él por
medio de su Santa Palabra revelada y su Espíritu Santo, nos ilumina para conocer su
voluntad y nos capacita para poder vivir de ésta manera, para su gloria. Además, Él ha
establecido y delegado su autoridad a ciertos hombres o grupos de personas, para que
gobiernen en éste mundo, según su voluntad y para su gloria. Esto lo podemos comprobar
en los siguientes:

1.- Dios ha establecido autoridades civiles, para que gobiernen en el pueblo, estado, nación,
etc.

2.- Dios ha establecido autoridades eclesiásticas, para que gobiernen en su iglesia.

3.- Dios ha establecido autoridades en cada familia, para gobiernen en el hogar.

Cada una de estas autoridades, ya sean civiles, eclesiásticas y familiares, todos tienen algo
en común: son servidores de Dios y deben gobernar conforme a lo establecido por Dios y
para la gloria de Dios y un día, serán juzgados por éste encargo. Esto es lo que Dios ha
enseñado y hecho.

Ahora bien, ¿qué hacemos con estas autoridades? ¿Cuál debe ser nuestra actitud con estos
líderes? La Biblia nos enseña, que deben ser de aceptación de su cargo. Es decir, debemos
sujetarnos a ellos y someternos a ellos, como servidores de Dios. Nuestra actitud debe ser
de respeto a su persona. Esta es nuestra responsabilidad.

Amigos y hermanos, cada uno de nosotros, estamos bajo estas autoridades. Primero, bajo la
autoridad suprema de Dios. Segundo bajo la autoridad civil, eclesial, y familiar.

Ahora bien, brevemente quiero decir algunas cosas en relación a la autoridad civil.
Romanos 13:1-7. Cito lo que declara nuestra Confesión de Fe de Westminster, en el
capítulo 23, hablando del magistrado civil, párrafo I y dice así:

I. Dios, el Supremo Señor y Rey de todo el mundo, ha instituido a los magistrados civiles
para estar sujetos a Él, gobernando al pueblo para la gloria de Dios y el bien público; y con
este fin les ha armado con el poder de la espada, para la defensa y aliento de los que son
buenos, para el castigo de los malhechores. (1) 1. Romanos 13:1-4; 1 Pedro 2:13,14.

IV. Es el deber del pueblo orar por los magistrados, (1) honrar sus personas, (2) pagarles
tributo y otros derechos, (3) obedecer sus mandatos legales y estar sujetos a su autoridad
por causa de la conciencia. (4) La infidelidad o la diferencia de religión no invalida la
autoridad legal y justa del magistrado, ni exime al pueblo de la debida obediencia a él; (5)
de la cual las personas eclesiásticas no están exentas; (6) mucho menos tiene el Papa algún
poder o jurisdicción sobre los magistrados en sus dominios, ni sobre alguno de los de su
pueblo; y mucho menos tiene poder para quitarles sus propiedades o la vida, si les juzgara
herejes, o por cualquier otro pretexto. (7) 1. 1 Timoteo 2:1,2. 2. 1 Pedro 2:17. 3. Romanos
13:6,7. 4. Romanos 13:5; Tito 3:1. 5. 1 Pedro 2:13,14,16. 6. Romanos 13:1; 1 Reyes 2:35;
Hechos 25:9-11; 2 Pedro 2:1,10,11; Judas 8-11. 7. 2 Tesalonicenses 2:4; Apocalipsis 13:15-
17.

También, quiero brevemente decir algo de las autoridades dentro de la familia.

EL HOMBRE: SU LIDERAZGO.

Afirmamos que en el orden de Dios del gobierno de la familia Cristiana Cristo es la


Cabeza del hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer como Cristo es la Cabeza de la
Iglesia, habiéndose dado a Sí mismo en amor para su redención; que el esposo debe mirar
constantemente a Cristo en busca de dirección; y que el liderazgo del esposo requiere
compromiso hacia su esposa, sacrificio desinteresado hacia ella, el espíritu de un siervo,
reforzamiento de sus cualidades únicas y un amor activo en cuidar, valorar y proveer para
ella (Efesios 5:21-25; Filipenses 2:5-11; Mateo 20:28; Colosenses 3:18, 19; 1 Timoteo 3:
11, 12; 1 Corintios 11:3; 14:34, 35; 1 Pedro 3:7).

Negamos que el esposo deba ejercer su autoridad sobre su esposa por medio de palabras o
acciones que rebajen su dignidad como persona de igual valor y estima ante Dios; y que un
hombre pueda servir mejor a su familia atendiendo primero sus propias necesidades en
lugar de poner primero las necesidades de su familia.

EL HOMBRE: SU AUTORIDAD

Afirmamos que la autoridad de un hombre como cabeza de su esposa le es delegada por


Dios; que esto significa que su legítima autoridad sobre su esposa a lo que la Palabra de
Dios le permita; y que toda autoridad es establecida por Dios y nadie, ni institución social
alguna, tiene el derecho de ejercer alguna autoridad contraria a las leyes de Dios o a los
límites que Dios ha establecido para el oficio del hombre en la familia (Romanos 13:1;
Efesios 5:22-33).

Negamos que su posición de liderazgo le dé al hombre el derecho de dirigir a su esposa


hacia el pecado; que las esposas deban obedecer a sus esposos cuando eso requiera
desobedecer la enseñanza de las Escrituras; y que las esposas deban usar los límites
Bíblicos sobre la autoridad de los esposos como oportunidades para quejarse y socavar la
autoridad de sus esposos (1 Pedro 3:1-6); y que Dios desee que un hombre se enseñoree
sobre su familia de una manera poco cariñosa y anti bíblica (Colosenses 3:19, 21; Efesios
6:4).
CAPITULO 30: DE LA DISCIPLINA ECLESIASTICA

I. El Señor Jesús como Rey y Cabeza de su Iglesia, ha designado en ella un gobierno


dirigido por oficiales de la iglesia, diferentes de los magistrados civiles. (1)

1. Isaías 9:6,7; 1 Timoteo 5:17; 1 Tesal. 5:12; Hechos 20:17,18; 1 Corintios 12:28; Hebreos
13:7,17,24; Mateo 28:18-20.

II. A estos oficiales han sido entregadas las llaves del reino de los cielos, en virtud de lo
cual tienen poder respectivamente para retener y remitir pecados, para cerrar aquel reino a
los que no se arrepienten tanto por la palabra como por la disciplina; y para abrirlo a los
pecadores arrepentidos, por el ministerio del Evangelio, y por la absolución de la disciplina
según lo requieran las circunstancias. (1)

1. Mateo 16:19 y 18:17,18; Juan 20:21-23; 2 Corintios 2:6-8.

III. La disciplina eclesiástica es necesaria para ganar y hacer volver a los hermanos que
ofenden; para disuadir a otros de cometer ofensas semejantes; para purgar de la mala
levadura que puede infectar toda la masa; para vindicar el honor de Cristo y la santa
profesión del Evangelio; para prevenir la ira de Dios que justamente podría caer sobre la
Iglesia si ella consintiera que su pacto y sus sellos fuesen profanados por ofensores notorios
y obstinados. (1)

1. 1 Corintios 5; 1 Timoteo 5:20 y 1:20; Mateo 7:6; 1 Corintios 11:27-34 con Judas 23.

IV. Para lograr mejor estos fines, los oficiales de la iglesia deben proceder por la
amonestación, por la suspensión del sacramento de la Santa Cena por un tiempo, y por la
excomunión de la iglesia, según la naturaleza del crimen y la ofensa de la persona. (1)

1. 1 Tesal. 5:12; 2 Tesal. 3:6,14,15; 1 Corintios 5:4,5; 13; Mateo 18:17; Tito 3:10.

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