#3-Loco Por Las Curvas
#3-Loco Por Las Curvas
#3-Loco Por Las Curvas
Cassy Higgins
© CASSY HIGGINS
TÍTULO: Loco por las curvas 3
PRIMERA EDICIÓN: mayo de 2021
SELLO: Independently published
DISEÑO DE PORTADA: Dayah Araujo
IMAGEN: Adobe Stock Images
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial
de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión
de cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia,
grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de la titular de este
copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y
puede constituir un delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y
siguientes del Código Penal).
Contenido
SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
AVANCE
BIOGRAFÍA
SINOPSIS
Cuando Adam Henderson, presidente de una exitosa cadena hotelera,
decidió sucumbir ante la ilógica atracción que le despertaba su nueva
secretaria, una mujer que su celosa novia había decido contratar para
mantenerlo alejado de cualquier modelo de pasarela, no imaginaba que aquel
acuerdo sexual desencadenaría una vorágine emocional que acabaría
poniendo su mundo patas arriba.
Traicionado de la peor manera y enamorado hasta los huesos, Adam se
sumerge en un pozo de oscuridad y desolación infinito. No solo ha expulsado
a Ellie Hawk de su empresa, sino también de su vida para siempre. Lo que no
esperaba era que el destino le tuviera reservada una carta secreta, una muy
especial que pondrá a su exsecretaria de nuevo en su camino.
Pronto, Adam tendrá que aprender una lección, y es que la vida es como
ese autobús que puede trasladar a los pasajeros más inesperados y, en esta
ocasión, esta se encuentra decidida a conducirles hasta la parada más difícil
de hallar: el amor
¿Lograrán eludir la encrucijada que el destino les tiene reservada? ¿Podrá
sobrevivir al peligro que suponen sus curvas?
Descúbrelo en la tercera y última parte de «Loco por las curvas».
PRÓLOGO
Diecinueve años atrás
Las mañanas soleadas de los sábados en casa de la familia Hawk siempre
estaban cargadas de diversión. Papá y mamá trataban de que su primogénita y
única hija hasta entonces, la pequeña Ellie, jugara y se divirtiera correteando
por el jardín de la casa. Mientras tanto, mamá prepararía tortitas y papá se
encargaría de perseguirla o de buscarla allá donde fuera que se hubiera
escondido, el lugar del juego que le hubiera apetecido escoger aquella
mañana. Sin duda, los fines de semana se destinaban al descanso, como
forma de evasión de la carga de trabajo que mantenía ocupado el patriarca de
los Hawk, para quien la familia era lo más importante.
A su corta edad de cinco años, Ellie solo sabía que continuamente debían
estar mudándose por el trabajo de papá. Sin embargo, eso no suponía mayor
problema para ella, pues sus padres siempre se encargaban de escoger casas
que tuvieran jardín en el que poder corretear. Una vez incluso habían vivido
en un chalé en el que había una piscina; resultó una lástima tremenda que
tuvieran que marcharse antes de que llegara el verano para poder disfrutarla,
pero no importaba, vivir en aquella casa había bastado para que a la pequeña
le emocionara contarlo en el jardín de infancia. Quizás el único aspecto que
no le gustaba de viajar tanto, fuera que no terminaba de hacer amigos, ya que
siempre debían estar haciendo las maletas por los negocios de papá, y no
lograba consolidar ninguna amistad. Ellie no estaba segura de en qué
consistía su trabajo con exactitud, pero no importaba siempre y cuando
pudiera estar junto a sus padres, a quienes adoraba.
No obstante, aquella mañana había ocurrido algo diferente. Papá se había
encerrado en el despacho la noche anterior y desde entonces no había salido,
así que Rachel Hawk, su madre, había desayunado con ella a solas y, tras
esto, le había instado a salir al jardín para jugar con sus juguetes. No pasaba
nada, seguro que se le había olvidado hacer algo del trabajo, a ella le ocurría
mucho con sus deberes de la escuela. Mamá solía decirle que era muy
despistada, que tenía que atender más y evitar soñar tanto, pero Ellie, quien
se encontraba en la época de los cuentos, no lograba cumplir con esa
consigna. No, ella soñaba a lo grande, y además los últimos meses lo hacía
con el niño que visitaba de vez en cuando la casa de enfrente. En ella vivía
una pareja de ancianos encantadora, quienes siempre tenían galletas y
palabras bonitas que regalarle a Ellie.
Si alguna vez sus padres no podían encargarse de ella, solía quedarse a
jugar en aquella casita que era tan bonita como la de un cuento, y en cada una
de esas ocasiones la abuela le prestaría muchos juguetes.
Sin embargo, ese día estaba resultando ser muy aburrido, se sentía algo
sola en aquel jardín gigantesco, por lo que se puso a investigar los
alrededores y, tras observar todos los árboles y animales del lugar, reparó en
un pequeño pajarito rojo que se había posado sobre la rama de un árbol
pequeño. Era tan bonito, Ellie no había visto otro igual antes, quería cogerlo e
invitarle a vivir con ella en la casa. ¿Aceptaría? En los cuentos siempre lo
hacían.
Emocionada, lo señaló con sus manos regordetas, intentando atraparlo.
—Pajacito…Soy Ellie. Ven, vamos a casa. Tengo totitas.
Al parecer, al pajarito en cuestión no debió de agradarle su invitación a
comer, porque la miró, alzó las alas y comenzó a volar. ¿No le gustarían las
tortitas? Vaya… Ellie se sentía mal por haberle ofrecido una comida que le
desagradara tanto como para ponerse a huir de ella, pero no se lo permitiría,
por supuesto que no, sería amiga de ese pajarito lo quisiera él o no.
Le persiguió por todo el jardín, incluso cruzó la calle por él. Quizás
también le gustara la casa de sus vecinos y por eso se estaba dirigiendo hacia
ella. A lo mejor prefería las galletas, pero voló tan alto que le perdió.
Destrozada y frustrada, Ellie rompió a llorar moviendo sus bracitos en el
aire.
—PAJACIIITOOOOOOOOOOO, NOOOOOOOO
VUELVEEEEEEEEEEEEE, ¿NO QUIERES TOTITAAAAS?
BUAAAAAAAAAAHHHHHHH….
—¡Qué ruidosa! Por más que llores no va a regresar.
La voz provenía del otro lado de la valla, y Ellie interrumpió su llanto para
prestar atención.
—¿Q-qué? ¿Quién es? ¿EDES TÚ PAJACITO?
Quizás el pájaro hubiera aprendido a hablar y trataba de transmitirle una
información importante. Si no, que se lo dijeran a Alicia, la del país de las
maravillas, que hablaba con gatos y conejos tan variopintos como el mundo
mágico en el que había terminado.
—Aquí.
Ellie dio la vuelta a la valla y se encontró una preciosa casa del árbol en la
que había jugado días atrás. De repente, de la ventana salió una cabeza
pelirroja tapándose los oídos, en la cara llevaba un parche y parecía un poco
enfadado.
—¿Vas a seguir gritando como una loca?
—¡¿Loca?! Oye, mamá dice que es una pala…pala….
—Palabrota.
No le estaba gustando mucho el niño vestido de pirata, que le miraba
desde su casa del árbol. ¿Cómo había podido pensar que era una especie de
príncipe? ¡Se había equivocado por completo!
—¡Eso!
—Soy mayor que tú, así que puedo decirla, y además por si no lo has
visto, soy un pirata.
El niño descendió por la escalerilla del árbol dispuesto encararla. Cuando
estuvo frente a ella, Ellie se quedó sorprendida por su color de pelo. Era un
rojo mucho más intenso de lo que había visto desde su casa. De verdad quería
tocárselo, pues era su color favorito, y poco le importaba lo grosero que
pareciera aquel niño. Se puso de puntillas y le tocó un mechón de cabello.
—Guauuuuuu, ¡lo tienes tan dojo como Nemo!
—No soy un pez, te digo que soy un pirata —negó frunciendo el ceño
mientras se retiraba de su mano—. Además, ¿qué querías hacer con ese
pájaro?
—Quedía llevatlo a casa y darle totitas, así sedía feliz —respondió con
una gran sonrisa imaginándose su futuro, más al recordar la desaparición del
pájaro, hizo un puchero entristecido—. Pe-peto se fue…
BUAAAAAAAAH….
—Claro, es un ave libre, cuando quieres algo o a alguien debes dejarlo ir si
es necesario. No podría ser feliz encerrado en tu casa.
—¿Quién eres tú?
Le sorprendía aquel niño, aunque era demasiado delgado para su gusto,
parecía decir cosas bonitas.
—Eso mismo pregunto yo, tú has sido la que has entrado aquí gritando.
¿Cómo te llamas?
—Ellie.
—No tienes cara de Ellie. Mejor te llamaré gritona.
—¡Eh! No me gusta.
—¿Ves que me importe lo que te guste? Soy un pirata.
Para reforzar su argumento, se señaló el parche en el ojo. Por su parte,
molesta, Ellie se llevó las manos a las caderas.
—¿Y el pitata va a deci su nombre?
—Adam.
—Adam —repitió probando como sonaba en sus labios, después una idea
brillante, le hizo señalarle—. Como el amigo de papá, vive en el suped, y
siempe le damos una moneda ¿sedá un pitata también?
—Oye, eso que describes es un vagabundo —respondió enfadado—. No
un pirata. Lo pagarás. Voy a pedir un rescate por ti, aunque no sé si me darán
algo si quiera.
Sujetándola por vestido de flores que llevaba, trató de cargarla sobre su
hombro, pero era tan delgado que no tenía fuerzas para sostenerla y, apenas la
llevó unos pasos, la volvió a dejar en el suelo. Se tocó el hombro, incómodo y
desvió su mirada hacia la casita.
—Me temo que tendrás que subir tú.
—Ja, menudo pitata.
Todavía le costaba pronunciar la «r», algo que le resultó muy divertido a
Adam, que la observó sujetarse la falda y ascender por la escalera con mucha
dignidad.
Ambos niños estuvieron jugando entre risas y discusiones lo que quedaba
de la mañana. Entre duelos de espadas y asaltos a barcos contrarios, todo
capitaneado bajo el mandato del pirata Adam, Ellie logró ganarse alguna
galleta de chocolate que este tenía en un cofre de juguete a modo de botín.
Cuando se cansaron, comenzaron a jugar con una pelota que Adam guardaba
en la casita del árbol.
Pronto, la media tarde llegó, y los abuelos de Adam le llamaron.
—Adaaaaaaaaam, cuando termines de jugar, entra, hijo, que ya está la
comida.
—Tengo que irme ya.
Indeciso, miró hacia abajo del árbol y frunció el ceño, evaluando las
posibilidades de bajar sanos y salvos.
—No creo que puedas tú sola, pareces algo redonda. Mejor bajo yo
primero y te ayudo.
Con agilidad, descendió por la escalerilla y sujetándole del vestido la
ayudó a bajar.
—Oye, tengo odejas ¿sabes?
Le ofendía que le hubieran llamado “redonda”. Ella se consideraba tan
perfecta como una princesa.
—Se dice tengo oídos, ¿acaso no vas a la escuela? ¿Cómo eres tan torpe?
Al pensar que se reía de ella, Ellie se puso roja del enfado.
—Edes un tonto, Adam el pitata falso, me voy.
El pelirrojo la observó marchar asombrado con su forma de responderle.
Todos sus amigos le respetaban por quien era, pero aquella mocosa se había
atrevido a insultarle. Sin embargo, debía reconocer que lejos de ofenderle, en
secreto le divertía su forma torpe de caminar, se parecía a los patos que el tío
Spark solía ver en la tele. Sin poder resistirse, le gritó:
—Hey, ¿te volveré a ver?
—Solo si tienes más galletas de chocolate.
Acto seguido, se dio la vuelta y se sacó del bolsillo del vestido ocho
galletas. Orgullosa, se las mostró con una sonrisa. Adam se quedó
boquiabierto, aquella enana gritona le había robado todo su botín.
—¡Oye, me has robado!
—Papá dice que compati es vivi.
—Sí, sí, lo que tú digas, pero ¿cómo vas a comerte eso tú sola?
—Hasta la tóxima —se despidió la pequeña imitando a su personaje
favorito de los Loony Tones, Bugs Bunny.
Lamentablemente, esa oportunidad no volvió a darse hasta años después,
pues la vida de cada uno tomaría caminos diferentes.
CAPÍTULO 1
«Hoy jugué con un niño que olía a galletas de chocolate recién hechas. Se
creía pirata, pero yo pienso que se parece más a un tonto, eso sí, un tonto muy
guapo».
E.H
«¿Cómo se les explica a tus padres que no quieres asistir a más citas
concertadas porque te has enamorado de una loca desfachatada?»
A.H
Nicolas Copérnico con su teoría heliocéntrica dictaminó en su día que,
contrario a lo que hubiera sugerido el geocentrismo del medievo, la Tierra era
la que giraba en torno al Sol, estrella principal de esta galaxia. Si bien esta
nueva concepción revolucionó el mundo científico, poniéndolo patas arriba al
romper con verdades asentadas, hubo otros detractores que se alzaron en
defensa de la primera versión geocéntrica, y es que todo cambio susceptible
de desencadenar conmoción suele alterar la realidad establecida de los seres
humanos, despertando una gran diversidad de reacciones y opiniones. Por lo
tanto, al igual que los contemporáneos de Copérnico, en cuanto la señorita
Hawk tomó asiento entre ellos, en aquella sala de accionistas se estableció el
incómodo silencio que antecedía al caos.
Ante Adam se encontraba la propia destrucción de su teoría geocéntrica.
La alteración de todos sus sentidos en una nueva versión renovada. Con su
partida, el rencor se había asentado de tal modo que había tratado de
engañarse una y otra vez de que él era el único Sol al que debía rendirle
tributo, pero en cuanto el rencor se diluyó en una marea de recuerdos, la
añoranza se abrió paso en su interior, pegándole con una brutalidad que solo
le indicó que, lejos de toda su creencia original, su única estrella en una
galaxia inmensa no era otra que la propietaria de aquellos ojos café, que
todavía no le habían dirigido ni una sola mirada. ¿Sería posible que le
estuviera evitando conscientemente?
Lo mismo daba, de repente, su mundo apagado estalló en nuevos colores
ante la sola presencia de Ellie, y comenzó a girar a la misma velocidad que
los latidos de su corazón. Estaba allí, ante él, de nuevo. No podía creerse que
la persona de la que le hubieran hablado, la nueva accionista fuera otra que su
maldita estrella.
Casi podía escuchar las pulsaciones en su cabeza, todo su sistema nervioso
le estaba avisando de que la única mujer que habría podido alterarle de
semejante forma se encontraba a escasos metros de distancia.
«¡La ninfa! No puedo creerlo, de verdad que no, ¡ha regresado! Pensaba
que este gilipollas la habría espantado para siempre y mi existencia se hubiera
vuelto innecesaria…» Exclamó Deseo, despertando del largo letargo en el
que se había visto sumido desde su ausencia.
—Es un placer estar con ustedes hoy.
Su suave voz rompió el pesado silencio y diversas voces contrarias
comenzaron a alzarse. Sin embargo, Adam no podía salir de su
ensimismamiento, mucho menos dejar de contemplarla tratando de absorber
cualquier cambio que se hubiera podido producir en ella durante aquellos dos
años. Súbitamente, aquello se convirtió en su principal preocupación.
Había perdido peso, se percató preocupado, ¿habría estado alimentándose
bien? Era lo primero que había notado desde que entrase en la sala. Sus
facciones en antaño regordetas y dulcificadas, ahora se encontraban más
pulidas. En cuanto encontrase un tiempo libre después de la reunión, tendría
que comprobar con detenimiento si sus deliciosas curvas seguían presentes,
pues mientras le había noqueado con su repentina y estelar presencia, había
advertido ciertos cambios. De todos modos, la ropa podía engañar, ¿no?
Ellie había entrelazado los dedos con los que una vez le hubiera
acariciado. Parecía estar sopesando qué decir a continuación. Contrario a lo
que hubiera esperado, no parecía demasiado nerviosa pese a todas las miradas
se encontraban sobre ella. Eso le hizo sentir una absurda punzada de orgullo
en lo más profundo de su interior.
—¿Cómo se atreve a presentarse aquí después de todo lo que sucedió?
¿Acaso no tiene decencia?
—¡Correcto! ¿Usted no fue la estafadora que desenmascaró mi hija?
—¿Estafadora? Tenga mucho cuidado con lo que dice, señor Sullivan, es
mi representada y una de las accionistas, así que no dudaré en presentar una
demanda en el caso de que necesite que se lo aclare un juez.
—No pasa nada, Ethan. Tranquilo.
Adam no pudo evitar reparar en que Ellie posaba una de sus manos sobre
la de aquel idiota, intentando tranquilizarle. ¿Qué diablos se traían aquellos
dos?
A continuación, observó aún más sorprendido que la muchacha ni si
quiera parecía molesta con la intervención grosera de Sasha o de su padre.
Durante unos segundos, Ellie arrugó el entrecejo, pero ocurrió tan rápido que
creyó habérselo imaginado. La joven compuso una sonrisa educada y dirigió
su atención hacia Sasha.
—No me haga hablar sobre decencia, señorita Sullivan. No estoy del todo
segura de que si quiera pudiéramos equipararnos en torno a ese asunto en
cuestión. De hecho, si la memoria no me falla, recuerdo que usted se graduó
en honores en cuanto a la mala educación se refería.
«Diablos, voy a arder en llamas con esa rotundidad y claridad» Intervino
Deseo con evidente admiración.
En el rostro de Sasha podía leerse la estupefacción. Adam no podía
culparla, él mismo se sorprendió de que Ellie le hubiera rebatido de forma tan
directa y abierta ante todos los accionistas, y no solo porque en el pasado
Sasha la hubiera desprestigiado delante de aquellas mismas personas, sino
porque la expresión dulcificada de Ellie distaba mucho de las palabras
venenosas que acababan de salir por su boca.
—¿Qué diablos acaba de decir?
—Creo que me ha escuchado bien.
—¡No puedo creer que alguien de su clase se atreva a venir aquí a
insultarme! ¿Por qué ha vuelto? ¿A seguir mintiendo?
—Bien, antes de venir aquí, supuse que mi presencia en la reunión
causaría ciertos estragos por parte de algunos sectores —declaró estudiando a
Sasha y a su padre—. Así que aclaremos desde ahora varios puntos.
—Señorita Hawk.
En el instante en el que Adam pronunció su apellido, notó la tensión
apropiarse de todo el cuerpo femenino. Pudo identificarla con claridad porque
él mismo estaba sintiéndola en el suyo. La joven tomó una respiración
profunda y, cuadrando los hombros, se giró hacia él, sus miradas colisionaron
y el ambiente electrificante se incrementó, amenazando con ahogarlos a
ambos.
El silencio se había instaurado en la sala desde que hablase y los presentes
se habían girado para contemplarle. Ninguno de ellos le importaba, solo le
interesaba que esa mirada castaña, que una vez se había teñido de cariño, se
posara en él de nuevo. Necesitaba que le prestase atención y para ello usaría
las estrategias que hicieran falta.
Cada uno de sus músculos gritaban por tocarla, anticipando la siguiente
reacción de ella. Debía de calmarse, no podía precipitarse. Estaban en un
entorno laboral y lo último que deseaba era montar otro espectáculo como la
última vez. Con todo y con eso, no pudo evitar cruzarse de brazos en actitud
defensiva para no dejarse llevar por el momento. Tragó saliva y planteó el
tema que le había estado rondando desde que la viera aparecer.
—¿Qué hace aquí?
En aquella pregunta subyacían todas las cuestiones que le habían estado
acosando desde hacía dos años: «¿dónde estuvo todo este tiempo? ¿qué
estuvo haciendo? ¿por qué se marchó? ¿a qué ha vuelto? ¿Qué relación tiene
con el idiota de Ethan Weiss?»
Ellie le observó paralizada durante un segundo en el que a él se le volvió a
detener el mundo. Las insidiosas mariposas revolotearon furiosas en su
estómago. Sin embargo, ella pareció recomponerse con rapidez y su
expresión se enfrió. Adam le sostuvo la mirada y ella compuso una mueca de
hastío, que le molestó.
¿Cómo se atrevía a actuar así? ¡Ella también la había cagado con él! Le
había mentido en la cara, incluso había sido incapaz de confesarle la verdad
cuando entraron en confianza y ¿ahora venía con ese tipo de comportamiento
altivo? No podía creerlo.
—Si tiene tanta curiosidad, ¿por qué no trata de averiguarlo?
Aquella respuesta le dejó en shock. ¿Qué trataba de decir con aquello?
¿Por qué tenía que actuar tan misteriosa?
«Oh Dios santo, lo tenemos jodido para navegar de nuevo entre sus
muslos… ¿Por qué siempre me dejan a mí la peor parte con la que lidiar?
¡Voy a pedir un incremento de sueldo!». Aseveró Deseo con amargura. Sin
duda, en lo que a Ellie se refería, era una de las emociones más explotadas a
nivel laboral.
Tras esto, en un acto despreciativo, le retiró su atención y se dirigió al
resto de la mesa con una sonrisa.
—Como decía antes, voy a resolver una serie de cuestiones para evitar que
esta conversación vuelva a repetirse.
—¿Qué cuestiones?
Esta vez ni si quiera le miró, sino que, con lentitud, levantó el dedo índice
y algo que Adam no habría reconocido en ella con anterioridad vibró en las
profundidades de sus ojos: seguridad.
—Punto número uno: sí, mentí, pero eso no es ninguna sorpresa para
nadie, ¿no? Cuando empecé a trabajar para el señor Henderson no había
ejercido de secretaria con anterioridad y alteré mi currículum para conseguir
el puesto.
—Lo dicho, una estafadora.
—Ah, y ahora viene el punto número dos —comentó con satisfacción
levantando el segundo dedo—. No fui ninguna estafadora. Pese a que mentí
en el currículum, me esforcé para cumplir con el trabajo que se me requería,
lo cual me lleva a plantearles la siguiente pregunta. ¿Acaso saben algo de mi
vida más allá de mi currículum? No ¿verdad? Bien, tampoco me dieron la
oportunidad de explicarme, aquí la señorita Sullivan, que tanto habla sobre la
decencia, decidió exponer mis datos personales y lo que es peor, mis
mensajes privados, delante de todos los accionistas con el único objetivo de
arrinconarme y burlarse de mí. Refréscame la memoria, Ethan, querido, ¿eso
no es denunciable?
—En efecto.
—¡Maravilloso! ¿Desea retomar, el argumento de la decencia, señorita
Sullivan?
—Yo no hice nada malo, solo revelé sus mentiras.
—Bueno, aquí todos hemos mentido, señorita Sullivan. Yo en mi
currículum y usted en su motivo para contratarme y no contrastar mis datos,
pero si vamos a hablar de ética, supongo que nuestras razones difieren. ¿Me
equivoco?
El rubor abochornado de Sasha habló por sí mismo. Ellie la tenía contra
las cuerdas. Ella misma había confesado en aquella reunión que tuvieran
hacía dos años atrás, que solo la había contratado por su aspecto físico.
—No tengo la obligación de decirlo, pero ¿de verdad piensan que la gente
no miente en sus currículums? ¡Vamos! Eso es de primero de búsqueda de
trabajo. ¿Acaso creen que estudios superiores y mínimo ocho años de
experiencia son metas realistas para alcanzar? Supongo que todos ustedes con
sus trajes, jamás se han tenido que ver en la tesitura de encontrar un trabajo
porque su familia dependa de ustedes…
—Ellie.
—Ay es cierto, me voy de tiempo. Sigamos, punto número tres,
sintiéndolo mucho por algunos de ustedes, soy la nueva accionista que
sustituirá al señor Morgan, que en paz descanse. Si tienen algo más que
añadir para dejar patente su disconformidad, siempre pueden debatirlo con
los papeles. Ethan por favor, muéstraselo.
—Encantado.
Ethan tocó uno de los botones de su tablet, que estaba conectada al
circuito cerrado de las de los demás accionistas. En cada una de ellas apareció
proyectado el documento que evidenciaba el traspaso de acciones que George
había realizado antes de fallecer.
Adam no lograba entender, qué había sucedido para que aquel viejo
cascarrabias hubiera tomado la decisión de pasarle su parte a Ellie.
Nada de aquello tenía sentido, ya que George había sido una de las voces
que se indignasen con la revelación del currículum original de la señorita
Hawk. Sin embargo, aquella prueba contundente que se encontraba ante ellos
revelaba una verdad con la que Adam jamás hubiera contado, la de que aquel
adepto a la confianza y la estabilidad había dejado la gestión de sus acciones
en manos de alguien con la reputación tan manchada como la de la señorita
Hawk.
No, sin duda, nada de aquello podía entenderse.
—¿Por qué? —escuchó que murmuraba asombrada Sasha.
—Ahora que lo han visto, ¿desean añadir algo más? ¿O podemos seguir
con el motivo inicial de esta reunión?
—Señorita Hawk.
El resto de los presentes enmudeció, aquel que acababa de hablar no era
otro que Noah Henderson, incluso Adam se giró hacia su padre y se dio
cuenta que contemplaba con interés a la joven. Mucho se temía que sus
progenitores no tenían un concepto elevado de ella, por lo que esperaba que
no le realizase ningún comentario mordaz.
—¿Sí, señor Henderson?
—¿Podría explicarnos cómo podremos estar seguros de que será
competente a la hora de gestionar adecuadamente las acciones del señor
Morgan, teniendo en cuenta que, como bien se mencionó la vez anterior, no
tiene ni los estudios superiores?
Adam cerró los ojos, derrotado, no se atrevía si quiera a mirarla. Resultaba
muy propio de su padre actuar tan directo y arrogante. Él mismo la había
tratado así en el pasado.
—Por supuesto entendería su preocupación, ya que en la actualidad usted
solo maneja información negativa sobre mi persona. Por esa razón, he traído
un documento que espero que le suponga de alivio.
—¿Y cuál es ese?
—Por favor, contemplen sus pantallas.
En estas últimas se proyectó el resguardo de una matrícula de la Hodges
University.
—Como pueden observar, estoy en mi tercer año de marketing, así que
estoy a punto de graduarme —comentó con una sonrisa—. Oh, señorita
Sullivan, si desea comprobar la veracidad de mis estudios, siempre le puedo
adjuntar el teléfono de mi tutora, seguro que estará encantada de hablarle de
mi expediente académico.
—¡Trepa insolente!
La sonrisa de Elllie se amplificó y Adam la contempló anonadado. La
estaba provocando delante de todos y había conseguido su objetivo.
—¡Señorita Sullivan! Compórtese como corresponde, estamos en una
reunión de accionistas, este no es su patio de recreo.
Sasha enmudeció y agachó la cabeza derrotada, ni si quiera su padre dijo
nada al respecto, sino que se limitó a apartar la mirada.
—Lo siento, señor Henderson.
—¿Sigues tú, Ethan?
Ellie destilaba un aire altivo que Adam jamás le había visto con
anterioridad. Ahora parecía un tiburón dispuesto a cazar a cualquier presa que
se le pusiera por delante.
—Por supuesto —asintió con una sonrisa satisfecha el aludido—. Pese al
pasado que le une a esta empresa, la señorita Hawk ha trabajado mucho
durante estos dos años para formarse y llegar a ser una persona muy
competente en la que se pueda confiar.
—En dos años no da tiempo a nada.
—Seguro que eso solo lo pensaría alguien que se ha criado bajo el manto
de protección de sus progenitores —repuso con una sonrisa cínica Ethan—.
Veamos, la señorita Hawk se ha hecho ni más ni menos que siete cursos
relacionados con el marketing digital, publicidad y ventas, entre los que
contamos con los afamados estrategia digital y social media, dirección de
marketing. Bueno, en realidad pueden verlo proyectados en sus pantallas.
—¿Qué pasa con los idiomas?
—Sí, se ha formado en ellos, ahora maneja de forma intermedia, español e
italiano.
—También, he comenzado con el francés, aunque es todavía muy básico.
—Correcto, querida.
«¿Querida? ¿Qué es eso de querida? ¿Qué narices se traen entre esos dos?
¡¿Y por qué le sonríe de esa forma?!»
Adam sentía que estaba poniéndose enfermo mirando el intercambio
comunicativo no verbal entre aquellos dos. Le daba ganas de dar un golpe
sobre la mesa y reclamar una respuesta clara sobre las extrañas confianzas
que se traían.
—De nada sirven los cursos si no ha ejercido, ¿Qué sucede con la
experiencia práctica?
—Tiene usted razón, señor Sullivan. Bueno, veamos, mientras estudiaba
sus estudios superiores a distancia, la señorita Hawk estuvo especializándose
en las redes sociales, ha sido la community manager de innumerables
celebridades, haciendo prácticas para una reputada agencia de espectáculos
en Londres.
«Con que ahí era donde se había estado metiendo… Con razón no la había
encontrado antes. ¿Habría estado todo este tiempo en Londres?»
—De todas formas, esto no solventa nada —intervino carraspeando
incómodo Patrick—. Ni si quiera ha terminado sus estudios, y a la vista está
de que no es usted una persona en la que se pueda confiar.
—Supondría que diría eso, señor Sullivan —comentó Ethan revolviendo
en una pila de documentos—. Sin embargo, no es la primera vez que alguien
adquiere acciones en esta empresa sin contar todavía con los
correspondientes estudios superiores.
—¡Eso es una falacia!
—¿Ah sí? —sonrió aún más—. Entonces ¿no es menos cierto que el señor
Henderson adquirió sus acciones actuales cuando apenas contaba con la edad
de dieciséis años?
Adam estudió asombrado a Ellie, quien acababa de alzar una comisura de
sus labios ante aquel ataque tan directo hacia su persona. Parecía estar
divirtiéndose con aquella exposición que estaba haciendo el estúpido de
Weiss a su costa. ¿Tanto deseaba vengarse de él?
—Creo que se está extralimitando al opinar sobre ello, pues el señor
Henderson era el heredero en la línea sucesoria de los Henderson.
—Cierto, por eso me remitiré a otro ejemplo mucho más cercano, ¿por qué
la señorita Sullivan adquirió también sus acciones a la misma edad, si
tampoco había terminado sus estudios superiores?
—¡Cómo se atreve!
—El señor Weiss solo señala lo evidente —añadió Ellie elevando un
hombro—. ¿Qué confianza se puede tener en dos adolescentes encabezando
un negocio multimillonario?
¿De dónde había salido aquella complicidad? ¿Habría pasado algo entre
ellos durante este tiempo? Solo de planteárselo se sentía enfurecer.
—Me ofende, señorita Hawk.
Ellie le estudió con seriedad durante un instante y su expresión se
endureció. Eso molestó sobremanera a Adam. ¿Cómo se atrevía a actuar tan
ofendida?
—Hasta donde sé, no estoy aquí para agradarle, señor Henderson.
—Entonces, ¿a qué ha venido?
Necesitaba saberlo, ¿por qué después de tanto tiempo? ¿Por qué así? ¿Qué
tanto había cambiado en realidad? No podía creerse que en apenas dos años
se hubiera convertido en aquella mujer fría y carente de emociones. Al menos
no ella. Tenía que ser un disfraz.
—Tal y como le respondí antes, le invito a averiguarlo por sí mismo.
Si estaba tratando de decirle algo con eso, Adam no lograba desentrañar el
misterio en sus palabras, en las que se podía entrever cierta rabia y rencor.
Por lo tanto, prefirió optar por callarse, aunque se prometió a sí mismo que en
cuanto terminase la reunión se las ingeniaría para hablar con ella en privado.
Al fin y al cabo, ahora se encontraba en su terreno, y al parecer había
regresado voluntariamente.
—No estoy del todo de acuerdo con usted, señorita Hawk —agregó Trixi,
la representante de los accionistas minoritarios, captando su atención—.
Ambos nacieron y se criaron en familias emprendedoras muy prolíficas.
—Concuerdo con Trixi.
Adam le dirigió una mirada de agradecimiento a John Brown.
—Oh, por favor, ¿van a usar el argumento de la sangre azul? ¿No es
nuestro país una república? ¿No debería premiarse el esfuerzo por igual?
—Por favor, señores, ¿de verdad hace falta discutir? los negocios son así.
No desearía que esto se convirtiera en un campo de batalla, sobre todo
teniendo en cuenta que no nos hemos reunido para discutir sobre nuestras
opiniones acerca de la incorporación de la señorita Hawk. Podríamos
aprovechar ahora que estamos todos para ir al tema que nos atañe.
—Correcto, Simon. Bienvenida señorita Hawk, pero tal y como menciona
el señor Weiss, ya nos hemos desviado suficiente.
Adam percibió que Ellie asentía imperceptiblemente, aceptando las
amables palabras de John Brown. Sin embargo, no daba muestras de la
intensidad con la que le hubiera inculpado antes de marcharse. ¿Se estaría
arrepintiendo de haberle acusado en su día? ¿habría cambiado de opinión? No
estaba seguro del todo, pero se aseguraría de averiguarlo.
—¿No deberíamos ir con la votación?
—Ethan.
—¿Qué? Padre, se supone que vinimos aquí para eso.
Estaba claro que aquel idiota había ido a ponerle en la palestra y se estaba
divirtiendo a lo grande, ¿cómo diablos había dado Ethan Weiss con ella? Y
peor aún, lo había hecho antes que él. Adam se había encargado de remover
cielo y tierra por encontrar a su escurridiza exsecretaria y ¿ese estúpido había
estado en contacto con ella todo este tiempo? ¿Por qué? ¿Buscaba joderle?
Se suponía que aquellos dos solo se conocían de una fiesta. De repente, se
percató de que, si habían estado manteniendo el contacto durante aquellos
dos años, solo significaba que… ¿Ellie también lo vendería? No lo creía,
podían haber tenido sus diferencias, más si de algo estaba convencido era de
que ella jamás iría contra sus intereses.
—¿Estás seguro de que quieres realizar esta votación, Patrick?
—Oh, vamos, Noah. Nada de esto es personal, ya has visto las gráficas, ha
sido un auténtico desastre durante el último año. No puedo arriesgarme a que
mi dinero invertido sea manejado por alguien con tanta carencia de aptitudes.
—¿Aptitudes? Es cierto que mi hijo lleva errando una temporada, y no es
algo de lo que me sienta orgulloso de reconocer, pero aptitudes tiene de
sobra.
—Exacto, en esto Noah tiene razón, Patrick. Creo que eso es de ir
demasiado lejos, Adam puede ser joven, pero es talentoso en los negocios.
—Eso podría ser en el pasado, John, ahora no parece el mismo, algo ha
cambiado en él, y yo debo velar por los intereses de mi familia.
Al escuchar aquellas palabras tan contundentes pronunciadas con la
ignorancia de alguien que no sabe la crudeza detrás de la vida privada de otra
persona, Adam notó que Ellie parpadeaba ligeramente, y sus miradas
colisionaron durante unos breves momentos.
—Todos velamos por los intereses de nuestras familias, señor Sullivan —
agregó Simon—. Sin embargo, esto es excesivo.
Antes de que pudiera retirarle su atención como venía haciendo desde que
se internase en la sala, decidió tomar las riendas de la situación.
Sosteniéndole aún la atención, Adam se aseguró de que todos los presentes
pudieran escucharle.
—¿Quién no ha tenido rachas malas, alguna vez? No debe preocuparse,
señor Sullivan, le aseguro que de ahora en adelante estaré mucho más
concentrado en mi trabajo.
—¿Es que acaso no podemos darle una oportunidad?
—No cuando hablamos de dinero.
—Por si todavía no le ha quedado claro, todos nosotros estamos
invirtiendo en la empresa, señor Sullivan.
—Algunos más que otros.
La señorita Hawk contempló con hastío al padre de Sasha, y Adam notó
desde la lejanía que pese a la expresión desenfadada que deseaba transmitir,
cada uno de sus músculos volvía a ponerse en tensión. Reconocía a la
perfección esa tensión, ya que en el pasado él mismo había despertado una
similar en ellos, aunque por razones muy distintas a las actuales.
—Esto no es ningún juego, Adam —susurró su padre, aprovechando que
Simon y Patrick debatían entre ellos—. Esta gente ha invertido millones de
dólares en nuestra empresa, lo mejor que puedes hacer ahora es pedir
disculpas por el trato.
—Le aseguro padre, que ahora mismo no estoy jugando.
—Hasta hace bien poco no te importaba la situación. De hecho, estabas
muy ocioso con el móvil, ¿y ahora sí? ¿qué es lo que ha cambiado?
—Digamos que ahora tengo un motivo por el que replantearme mis
circunstancias.
—¿Cuál?
Noah meditó durante un instante y tras contemplar a los presentes, pareció
dar con la clave.
—No será…
Adam no estaba dispuesto a permitir que aquella conversación, que en
principio debía de ser privada, se extendiera por más tiempo así que,
contrario a todas las enseñanzas de su madre, cortó a su progenitor.
—No se preocupe por mí, padre, le aseguro que me las ingeniaré bien para
salir de esta.
—Adam…
Adam contempló la escena que seguía desarrollándose en la estancia. La
discusión entre Simon Weiss y Patrick Sullivan había alcanzado cotas tan
altas, que nadie había reparado en la conversación mantenida entre padre e
hijo, sino que mientras que el señor Brown trataba de ejercer de mediador
entre aquellos dos, Trixi parecía encontrarse meditando acerca de los
argumentos que se lanzaban el uno al otro. No obstante, la señorita Hawk y
Weiss junior parecían muy divertidos observando el intercambio
comunicativo, al tiempo que Sasha se limitaba a dirigirle miradas de
animadversión a la primera.
—Señores, señores… —añadió John Brown—. Estoy seguro de que
podemos llegar a una conclusión entre todos sin alterarnos tanto.
—¡No se puede hablar con él!
—Señor Sullivan, con el debido respeto, pero es usted con quien no se
puede debatir. Por si no lo ha visto, llevo un rato argumentándole con toda la
tranquilidad del mundo.
—Me da igual cómo trate de defenderlo, Weiss, remitámonos a los
hechos, por favor, y tomemos conciencia de una vez por todas de que nos
encontramos ante unos hechos cuya gravedad excede sobremanera a
cualquier altercado en el pasado.
—Patrick, por favor, comprendo que parte de tu frustración proviene de la
delicada situación entre los chicos.
El señor Sullivan estudió con ira contenida a Simon, mientras que Sasha
se limitaba a soltar un gritito sorprendido. Ellie y Ethan estaban pasándoselo
en grande. Sin embargo, ante la mención de la relación entre él y su antigua
pareja, Adam notó que la media sonrisa de suficiencia de la joven se tensaba
aún más.
—¡No, John! Esto no tiene nada que ver con el ámbito personal, el señor
Henderson lleva dos años presentándose a trabajar cuando a él le viene en
gana.
—No exagere —arguyó Simon—. Eso solo sucedió durante el primer año.
—¡No estoy exagerando! No es la primera vez que ha dejado tirada a
Sasha cuando estaban a punto de cerrar un contrato. Por no mencionar la
ocasión en la que se presentó borracho en la oficina, ¿o es que nadie pensaba
hacer alusión a ese bochornoso espectáculo? Porque creía que estábamos
tratando con profesionales, no con personas que aún no han madurado lo
suficiente para tomarse su trabajo con la seriedad que se estima oportuna.
Aquello suponía un ataque directo contra Adam y lo cierto era que
tampoco podía culparle de achacarle dichas palabras. Nada de lo que estaba
diciendo era mentira. ¿Había llegado tarde a trabajar? Incontables veces.
Desde que estallase la verdad, se había estado escaqueando de sus
responsabilidades para con la empresa, y, respecto a la borrachera que se
cogió a fin de año, bueno, habría preferido que no se lo hubiera señalado
delante de todos, y mucho menos, frente a ella.
Durante todo el discurso del señor Sullivan, Adam apenas había logrado
sostenerle la mirada a Ellie, quien parecía haber pasado de la diversión a la
sorpresa, y de ahí a una seriedad abrumadora. En cuanto le había dirigido su
atención, Adam se había concentrado en contemplarse las uñas, fascinado.
No obstante, con esa última frase demoledora, y pese a que su puesto
pendiese de un hilo o más en concreto de aquella reunión, hasta la fecha
seguía siendo el CEO de Henderson, y aquel tipo, quien no le cabía ninguna
duda, estaba montando aquella escena por el rencor absurdo que sentía hacía
su relación fallida con su hija, seguía sacando sus trapos sucios delante de
todos.
Su padre tenía razón, tenía que enfrentarse a la realidad. Ya se había
dejado distraer suficiente con la entrada de Ellie en la ecuación, era hora de
meterse en su rol y asumir sus responsabilidades.
—Creo…
—Basta de discusiones.
Ni si quiera fue necesario alzar la voz, incluso Simon, que estaba tratando
de rebatirle, se calló y todas las cabezas se giraron hacia él como un resorte,
mostrando distintos tipos de expresiones. En otro momento en el que su vida
privada no hubiera sido expuesta con esa acritud, le hubiera parecido
divertido, pero debía conferirle la seriedad que aquella reunión ameritaba. El
silencio volvió a instaurarse en la sala y Adam se mentalizó para lo que
vendría a continuación.
—Creo que, en las circunstancias en las que me encuentro, es imposible
negar que mi gestión se pueda caracterizar de cierta precariedad. Sin
embargo, aparte del CEO de esta empresa, considero que soy humano
también y puedo errar en algunos aspectos de mi vida privada —al
pronunciar aquellas palabras miró a Ellie, quien alzó una ceja—. Y es cierto
que eso ha terminado afectando de alguna manera a nuestro negocio, hecho
del cual me avergüenzo profusamente. Solo por eso, accedo a la puesta en
práctica de la votación sobre mi papel para con la empresa.
Ante aquellas palabras, los murmullos no tardaron en incrementarse por
toda la sala. Ahí estaba, acababa de encomendarse a la escasa probabilidad
que suponía su futuro al mandato de la empresa familiar.
—Bueno, entonces ¿podemos ir ya de una vez con la votación?
—Vaya, señor Sullivan, me conmueve lo evidente que resulta.
—¿Quién trata de ser evidente, niño?
—La verdad es que pareciera que está deseando quitarse de en medio al
señor Henderson.
Adam no podía creer que Ethan Weiss acabase de pronunciar esas
palabras, ¿desde cuándo ese tipo estaba dispuesto a defenderle? Bueno, o lo
que fuera que tratase de ser ese precario intento.
—¡Ethan!
—¿Qué?
—Ah, pero estoy de acuerdo con Ethan, Simon. Hasta la reina de
Inglaterra fue más discreta a la hora de cargarse a Lady Di.
—¡Ellie! Esos hechos no se probaron.
—Bueno, es de conocimiento común.
—¿Acaba de dar a entender que quiero matar al señor Henderson?
Adam tuvo que esforzarse por no soltar una carcajada ante la expresión de
incredulidad del padre de Sasha o del horror del resto de los accionistas. De
todas formas, no podía juzgarles por ello, aquella mujer tenía un don para
realizar comparaciones extravagantes en momentos críticos.
—Nada más lejos de la realidad —repuso con una sonrisa—. Solo fue un
comentario al uso.
—¡No lo parecía!
—Volvamos al tema que nos compete.
El resto de los integrantes de la sala, se giraron a mirar con atención a
Noah Henderson, a excepción de la señorita Hawk, que se concentró en
Adam.
—Iniciemos con la votación.
Lucy Martin, la última secretaria del señor Henderson, tecleó con rapidez
en su portátil, registrando las nuevas noticias. Pese a su expresión
impenetrable, sabía que aquello era muy malo, su jefe estaba en graves
problemas. Apenas llevaba trabajando para él cuatro escasos meses, pero
estaba segura de que sus antecesoras no tenían en alta estima a aquel hombre,
como bien le había comunicado la señorita Preston, anterior secretaria, quien
había terminado renunciando. Lucy encontraba satisfactorio trabajar para
aquel hombre excéntrico, pese a su peculiar carácter cerrado.
No era una persona que fuera proclive a creer en los rumores acerca de sus
superiores, a pesar incluso de que el señor Sullivan los acabase de exponer
delante de todos los accionistas.
Sin embargo, el hecho de que el señor Henderson lo reconociera en
persona, sí le había sorprendido, porque, aunque hubieran sido ciertos, Lucy
consideraba que había sido un error reconocerlos delante del resto de
accionistas. El solo hecho de hacerlo, les daba una baza más que suficiente
para hundirle sin consideración. De hecho, estaba bastante segura de que más
de uno de aquellos hombres y mujeres deseaban hacerlo sin piedad. Debido a
esto, no lograba comprender que les diera los motivos para poner en práctica
su destitución.
Desde que entrase a trabajar para Adam Henderson, siempre le había
parecido un hombre que dejaba todo para el último momento, lo cual
implicaba que ella cargase con la mayor parte del trabajo. No es como si eso
le hubiera importado, pues estaba acostumbrada a tratar con jefes mucho
peores, pero descubrir que no siempre había sido así, le hacía preguntarse el
motivo por el que habría cambiado tanto.
Cuestiones aparte, su jefe estaba jodido, necesitaba sumar más del
cincuenta por ciento para poder permanecer en su puesto. Según había
estudiado la repartición de acciones, el señor Henderson y su padre contaban
con el cuarenta por ciento de las acciones, mientras que el señor Sullivan y
Brown poseían cada uno el quince por ciento, la señorita Hawk un once por
ciento, la señora O’Kelly, un diez por ciento y el señor Weiss un nueve por
ciento.
—Se votará en orden de antigüedad —explicó su padre—. Empezaré yo,
votaré en representación a mi hijo.
—¿Puedo hacer yo la pregunta?
—Ethan, compórtate.
—¿Qué? Padre, este siempre ha sido mi sueño.
—No digas idioteces, esto es algo serio.
—Está bien, Simon. Deja al muchacho que me haga la pregunta, si así lo
desea.
Adam puso los ojos en blanco al ver la sonrisa que Ellie le dirigía a Ethan.
Ese idiota siempre tenía que llamar la atención allá donde fuera.
—¿A favor o en contra de la destitución del señor Henderson como CEO?
—En contra. Sigue el señor Brown —retomó el rol de mediador—. ¿A
favor o en contra?
Adam observó al padre de Luke y tragó saliva. Estaba seguro de que
votaría en contra, y con aquello ya tendría la mayoría. No obstante, no podía
confiarse, las palabras de Ellie aún resonaban en su mente. El hombre le miró
con compasión.
—Adam, lo siento mucho, nada de esto es personal, pero es cierto que las
estadísticas están ahí —murmuró arrepentido—. A favor.
La expresión de incredulidad de Adam hizo que el padre de Sasha sonriese
con satisfacción. Aunque entendiera los motivos para votar a favor de su
destitución, no podía evitar sentirse traicionado. Buscó la mirada de la
señorita Hawk a través de la mesa y entrecerró los ojos al constatar que en las
facciones de esta última se podía leer con total claridad un «te lo dije».
«Bueno, diablos, hay una gran diferencia entre votar a favor y estar detrás
del sabotaje a los hoteles. Eso también le hubiera perjudicado a él, e incluso
su propio hijo había estado envuelto en la maldita investigación. Debe de
haberse equivocado».
—Buena decisión, John.
—Nadie puede hablar en el proceso de votación a menos que no se le haya
cedido el turno de palabra, señor Sullivan. Se lo recuerdo para posibles
intervenciones fuera de su turno —reprendió Noah—. Continuemos con
ustedes. ¿Señores Sullivan?
—A favor.
Bueno, aquello no sorprendía a Adam. La familia Sullivan había dejado
claro con su actitud que le querían fuera. Sin embargo, entre ambos ya
sumaban un treinta por ciento frente a su cuarenta por ciento.
—¿Señora O’Kelly? ¿A favor o en contra?
Trixi pareció pensárselo un poco y estudió a Adam con recelo contenido.
Parecía que la más indecisa de la reunión había tomado una decisión en base
a los detalles aportados por el señor Sullivan.
—A favor.
Estupendo, ahora sí o sí, estaban empate. Adam contempló a Simon, sabía
que sería el siguiente en votar. Este había sido el único que se había
posicionado a su favor durante toda la reunión, así que su voto estaría
asegurado, ¿no?
—Señor Weiss, ¿a favor o en contra?
—En contra.
Cuarenta y nueve contra cuarenta por ciento. Tenía que sumar más del
cincuenta, así que aquella encrucijada quedaba a cargo del once por ciento de
la señorita Hawk, pero ¿qué sería lo que votaría esa mujer? Adam contuvo el
aliento. Si lo analizaba con detenimiento, la joven sentía el suficiente rencor
hacia él como para hundirle, aunque quizás con un poco de suerte quedase
algo de ese cariño compartido en el fondo de su corazón.
La cuestión sería ¿qué pesaría más? No estaba seguro, porque en la
actualidad, Ellie Hawk resultaba un auténtico misterio para él. Solo de
pensarlo su pulso se desbocaba.
—Para finalizar, nuestra última incorporación, señorita Hawk. ¿A favor o
en contra de la destitución del señor Henderson?
El resto de los accionistas se giraron hacia ella expectantes. Una sonrisa
satisfactoria se extendió por las facciones de Ellie, y esta cruzó ambas manos,
recostándose contra la silla. Adam notó que le daba un vuelco al corazón ante
las posibles siguientes palabras que pudieran salir de su boca.
—Vaya, vaya, así que ahora le tengo entre mis manos, señor Henderson.
Muy interesante. Veamos… ¿qué es lo que debería votar?
Adam empalideció. Ella tenía razón, todo su futuro se encontraba bajo el
poder de la decisión de aquella desfachatada.
CAPÍTULO 5
«En ocasiones me descubro dibujando un corazón con nuestras iniciales en su
interior, como si hubiera regresado de nuevo a mi adolescencia. ¿El
problema? En ese periodo hormonal, yo no cometía este tipo de estupideces
bobaliconas»
A.H
Diversas investigaciones aseveran que la ejecución de una venganza
retribuye en el individuo que la practica una satisfacción plena, activando
regiones cerebrales relacionadas con los procesos de recompensas. Los
individuos sienten placer ante la posibilidad de contradecir las reglas sociales
o, en el caso de Ellie Hawk, ante la oportunidad de poder aplicarla.
Henderson estaba tragando saliva, visiblemente turbado. Creía que le
dejaría caer, ya la había vuelto a juzgar de nuevo. Sin duda, era lo que se
esperaba, el tipejo no había cambiado nada. Eso la enfureció, y tensó aún más
la sonrisa. Hubo una época en la que Ellie creyó haber llegado a
comprenderle, un tiempo en el que pensó que aquel hombre era mucho más
de lo que aparentaba a primera vista. Aunque también había creído que la
situación sería bidireccional y él podría llegar a entenderla. Nada de eso había
sucedido y el uno al otro habían terminado haciéndose más daño del que ella
hubiera esperado al embarcarse con él en aquel viaje.
No obstante, Ellie podía guardarle rencor —y de verdad lo hacía— pero a
pesar de que se sentía tentada a darle un escarmiento, recordó que estaba allí
con un objetivo claro en mente. Tenía que enfocarse.
—¿Señorita Hawk? ¿A favor o en contra?
Ellie dirigió una mirada hacia Ethan, que la contemplaba expectante,
esperando escuchar su valoración. Cruzó las manos y se apoyó
despreocupada contra su asiento. Sabía que todos la estaban juzgando, podía
notarlo en sus diferentes expresiones. La gran mayor parte de los presentes
creían que no era suficiente para ocupar aquel cargo.
«Pues que os den, vais a tener que soportarme. Esto no acaba más que
empezar».
Con una sonrisa lobuna, se enfocó en cada uno de los presentes, evitando a
Adam. No deseaba tratar con él, no le apetecía tener que rememorar un
pasado en el que había puesto tanto empeño por olvidar.
—Quiero proponer algo a la junta.
Los murmullos se incrementaron y varias voces se alzaron en un grito de
indignación.
—Pero ¿qué dice esta?
—Esto es el colmo, por eso no dejamos entrar a la gente de la calle a una
reunión de esta envergadura, ¿acaso cree que esto es un juego?
Ellie se aguantó las ganas de mandarle a la mierda, con mucha clase eso sí.
No le hacía falta ningún estudio de campo que atestiguarse que todos eran
unos pomposos clasistas.
—Yo no creo ni dejo de creer nada, señor Sullivan.
—Estamos en un momento de votación, señorita Hawk. Las cosas no se
hacen así.
En esta ocasión se dirigió al padre de Adam, quien la contemplaba con el
ceño fruncido. En un pasado aquello le habría hecho gracia, el idiota había
heredado el ceño de pez amargado de su padre. Noah Henderson debía creer
que estaba tratando de arruinar a su hijo, y aunque le importaba más bien
poco lo que pensara aquel hombre, no podían interrumpirla, por lo que tenía
que seguir adelante.
—Sé que no están conformes con mi presencia en la empresa, ya me ha
quedado claro.
—Entonces, ¿por qué no se va?
—Pues por una razón muy sencilla, señor Sullivan.
—Ilumínenos.
—Porque no me da la real gana, ¿le satisface mi respuesta?
Ellie pudo observar las facciones del señor Sullivan alterarse y a Sasha
fulminarla con la mirada.
—¿Cómo se atreve? ¡Es usted una irrespetuosa!
—Ya está bien, Patrick —moderó Noah—. Señorita Hawk.
—¿Sí, señor Henderson?
—¿Por qué cree que deberíamos escuchar su propuesta?
—Porque en el pasado trabajé en esta empresa.
—Sí, y no terminó bien.
—No está dándose cuenta por dónde quiero ir.
—Entonces sea más explícita.
—Está bien. Veamos, esto es un negocio familiar, ha pasado por tres
generaciones.
—¿A dónde quiere ir a parar?
—Trataré de usar una de las expresiones que acaba de lanzarme el señor
Sullivan con tanta amabilidad. ¿Cuántos de ustedes provienen de la “calle”?
Todos los asistentes se miraron unos a otros dudosos con la cuestión
planteada.
—A eso me refiero.
—¿Podría ser más exacta?
Ellie se dirigió hacia Trixie, la representante de los accionistas
minoritarios e hija de un exsenador, quien también se encontraba perdida. La
había estudiado, ni si quiera ella, que se suponía representaba a una porción
de los empleados que habían podido adquirir unas acciones más bien escasas,
había doblado el lomo en su vida. Al enterarse, había sentido verdadera
indignación de que alguien así ostentara tal cargo. ¿Estarían al tanto si quiera
sus representados?
—Claro que sí, ¿cuántos de ustedes no han nacido ricos? ¿cuántos han
heredado una empresa o acciones por parte de algún familiar?
Sabía la respuesta de antemano, y su sonrisa se acentuó en cuanto solo dos
personas alzaron la mano. Simon y ella.
—El problema de esto, es que cuando empiezas desde abajo, tratas de
actualizarte constantemente, porque sabes lo que cuesta llegar hasta dónde
estás.
—¿Está insultándonos?
—No, mucho peor, está queriendo decir que no hemos hecho nada para
ganarnos esta silla.
—No me refiero a eso.
—¿Entonces?
—Lo que quiero decir es que cuando el negocio ya está creado y, más aún,
si proviene de una herencia familiar, se tiende a seguir un modelo más
tradicionalista. Muchas veces, prefieres no tomar grandes riesgos para no
perder capital. De hecho, la propuesta de destitución del señor Henderson,
podría resultar un claro ejemplo de ello.
—Sí tomamos riesgos, señorita Hawk, estamos en continua formación.
—No podemos lanzarnos tampoco a la aventura, las decisiones deben ser
tomadas con cabeza.
—Si eso es cierto, señor Brown, entonces, ¿por qué están planteándose
echar al CEO de la empresa con tanta rapidez?
—¿Cómo se atreve a hablarle así?
—Patrick, cálmate, no pasa nada.
—Solo les pido que me vean como su viento fresco, ese que viene de “la
calle” a mostrarles las cosas desde otra perspectiva. De todas formas, a menos
que tengan alguna rencilla personal contra el señor Henderson, no perderán
nada con ello, ¿cierto?
Ellie sintió la mirada penetrante de Adam posada en ella. Lo último que
deseaba era que aquel idiota se equivocase con aquello. No deseaba verle ni
en pintura. Por lo tanto, prefirió centrarse en su padre, que parecía haber
cambiado su actitud hacia ella y ahora la contemplaba con curiosidad.
—¿Qué es lo que propone, señorita Hawk?
—¡Noah! ¿No pensarás realmente en escucharla?
—¿Y por qué no lo haría? Es la primera que ha propuesto una situación
alternativa. Lo mínimo que podríamos hacer sería oírla.
—Gracias, Simon.
—Tú la has metido en esto, ¿cierto? ¿Qué es lo que estás planeando,
Weiss?
—No sé de qué me hablas, Sullivan. La señorita Hawk ha comprado las
acciones de forma lícita.
—¿Con qué dinero?
—¿Podríamos dejar a un lado las teorías conspirativas y escuchar la
propuesta de la señorita Hawk?
—Estoy de acuerdo con Noah, adelante Ellie.
—Gracias. Veamos, creo que sacar al señor Henderson sería demasiado
precipitado. Supondría riesgos de cara a un futuro. Si tomamos la decisión de
cambiar al CEO ahora, es probable que genere inseguridad en la bolsa.
—Entonces, ¿qué sugiere que hagamos?
—Entiendo que la mayoría ya ha votado, así que podríamos mantener sus
votos tal y como están. Sin embargo, como es el mío el que cambiará la
decisión, propongo que se le proporcione al señor Henderson una última
oportunidad para redimirse.
Al escuchar aquello, Adam sintió que su corazón se aceleraba. Al
principio había dudado de ella, ¿y cómo no hacerlo? Le había engañado en el
pasado, en realidad no tenía ninguna obligación de votar en contra. No
obstante, y a pesar de que había mencionado la posible situación financiera
que entrañaría su destitución, él prefería quedarse con la idea de base.
Ellie le estaba defendiendo, incluso sintiendo animadversión hacia su
persona. Adam notó renacer sus esperanzas de que aquello tuviera alguna
solución.
—La bolsa no caería tanto si decide votar a favor, ¿cuál es su verdadera
intención detrás de todo esto? Sé por mi hija que mantuvo una relación
personal con el señor Henderson.
Los murmullos sorprendidos se esparcieron por toda la sala ante la
revelación ácida del señor Sullivan. Ellie no pareció inmutarse.
—Lo cierto es que, cuando me desperté esta mañana, creía que vendría a
una reunión de accionistas seria, no a un patio de vecinas en el que poder
debatir sobre las cuitas amorosas del resto del vecindario. ¿Pretende
sonsacarme si me acosté con el señor Henderson, señor Sullivan?
Adam casi se sintió atragantar con agua que estaba bebiendo, al escuchar
aquella pregunta tan directa, y lo mismo parecía ocurrir con Patrick Sullivan,
que parecía no saber dónde meterse.
De repente, las imágenes de su pasado en común en París le volvieron a
asaltar como venían haciendo en sus noches solitarias desde hacía dos años y
Adam sintió un escalofrío, recordando el olor característico de la muchacha.
Tendría que acercarse en cuanto aquella pantomima de reunión terminase,
para constatar que este no había cambiado. Esperaba que siguiera oliendo, y
Dios lo quisiera, sabiendo a un algodón de azúcar.
«Ah, por supuesto que nos hemos acostado con ella, y volveremos a
hacerlo, si este idiota no vuelve a cagarla por segunda vez. Por su culpa,
estuve durmiendo dos años, ¿sabéis lo que es eso? ¿eh? ¡Mi existencia casi
desaparece!» Se quejó Deseo.
«¿Crees que a alguien le hubiera molestado? Solo eres un incordio»
«Me importa un comino, Razón, brillo por mí mismo. Tú estás amargado
y no eres capaz de ver la situación»
«Oh, nos engañó, mejor dormidle de nuevo»
—Solo es una broma, señor Sullivan —sonrió Ellie—. De todos modos,
no tenía la menor intención de revelarle tal información. Solo aporto la
opción que de verdad pienso que retribuirá mayores beneficios a la empresa.
Y si se lo está preguntando, no tengo trato de favor, de hecho, el señor
Henderson me resulta indiferente.
Adam estudió cada una de sus facciones, valorando la sinceridad que
escondían aquellas palabras. No podía ir en serio. No, después de haberla
visto rehuir su mirada de forma consciente, incluso ahora parecía tratar de
evitarle. Sabía cuándo alguien le daba igual a la señorita Hawk y, a menos
que hubiera cambiado tanto durante aquellos dos años, como parecía querer
aparentar, él no lo hacía. Todo lo contrario, seguía afectándola del mismo
modo en que su presencia había alterado su mundo interior.
Solo debía encontrar el momento perfecto para pillarla por sorpresa y
demostrarse a ambos que toda aquella frase eran meras patrañas.
—¿En qué consistiría esa oportunidad?
Su repentina intervención produjo que todas las miradas se centrasen en él.
Sabía que la gran mayoría no le deseaba en el puesto, pero si lo que sea que
propusiera Ellie, le servía para hacerles cambiar de parecer, bien valdría la
pena intentarlo.
—Veamos, ¿recuerda el hotel de las Vegas?
—Por supuesto.
—Bueno, el último año nos ha salido un competidor nuevo, los de la
cadena Star, por lo que los registros se han mantenido. La primera parte de
mi propuesta es que usted se haga responsable de duplicar los ingresos de ese
hotel.
—¿La primera parte?
—Correcto. No tengo la intención de ponérselo tan sencillo, señor
Henderson. Mi voto cuesta mucho, y confianza es algo que en la actualidad
no tengo hacia usted.
La respuesta tajante de Ellie, le molestó. ¿Cómo se atrevía a hablar de
confianza habiendo sido ella la que le había engañado? Aquello sí que le
enfurecía. No obstante, su futuro dependía de la decisión de aquella mujer, y
no le quedaba más remedio que tragarse el comentario mordaz que pugnaba
por escapar de su garganta. Estudiándola con intensidad, planteó la pregunta
que se esperaba de él.
—¿En qué consiste la segunda parte?
—Deberá conseguir cerrar el acuerdo tras el que llevamos tres años.
—¿El del magnate de la petrolífera en los emiratos?
—Ese mismo, señor Brown.
Noah asintió satisfecho y puso de manifiesto lo que cada uno de ellos
pensaban.
—Sí, eso sin duda nos reportaría millones de dólares.
—Exacto. Si el señor Henderson consigue ambos objetivos, compensará
los errores, e incluso, hablando desde un plano estadístico, podrá retribuir
grandes ganancias, previniendo las posibles pérdidas que antes mencionaba el
señor Sullivan.
—¿Y qué ocurrirá si no lo consigo?
—En caso contrario, no me quedará más remedio que votar a favor de su
destitución inmediata.
—Pero entonces, la decisión estará en sus propias manos y no habrá
servido de nada esta votación.
—La última palabra la tendré yo, Trixi, aunque si lo quiere ver así, estaría
en lo correcto. Por supuesto, todo esto estará respaldado por un seguimiento
personalizado.
—¿A qué se refiere?
—Yo valoraré de forma personal que el señor Henderson cumpla con
todos los estándares que se esperan de él. Solo entonces me decantaré por una
de las dos opciones.
No le molestaba que ella fuera a hacerle una evaluación personalizada.
Quizás si la situación se terciaba pudieran personalizar aún más sus
intercambios.
—¿Tiene la intención de examinarme, señorita Hawk?
—Al igual que se haría con un infante, señor Henderson. Espero que sepa
estar a la altura.
«No me trate como a un infante» «No soy ningún niño»
Aquellas habían sido las palabras que Adam le hubiera reprochado en el
pasado, cada vez que le daba por actuar de forma excéntrica y, en cada una,
ella siempre había negado que ese fuera su objetivo. Ahora la señorita Hawk
se las devolvía y Adam entendió la referencia. Tras dos años sin saber nada
de ella, quería transmitirle que le veía como a un crío. Percatarse del
significado que subyacía en esas palabras, le crispó los nervios.
—Siempre lo estoy.
—Permítame dudarlo.
—¿Qué insinúa exactamente?
—Nada.
En el pasado habría puesto una sonrisa falsa para hacerse la inocente, una
sonrisa que le habría enfadado innumerables veces al creer que se estaba
riendo de él. Sin embargo, en la actualidad solo le devolvía una expresión
indescifrable. Esa mínima diferencia bastó para ablandarle.
Extrañaba esa maldita sonrisa. Echaba de menos que tuviera la confianza
necesaria para provocarle incluso estando rodeados de gente. Ahora todo
parecía haber cambiado, y Adam se resistía a aceptar dicha metamorfosis. Era
cuanto menos absurdo.
—¿De verdad estáis de acuerdo con esta situación? —graznó el señor
Sullivan—. El tiempo de votar es ahora. ¿Qué es eso de congelar nuestros
votos?
—No es mala idea, la verdad.
—¿Cómo puedes decir eso, Trixi?
—Se trata de una cuestión económica, Patrick. La señorita Hawk tiene
parte de razón, pese a que todavía mantengo mi postura a favor de su
destitución, es muy posible que termine afectando a la bolsa. Mi propio voto
está realizado en base a la inseguridad, ¿cree que mis representados no se
sentirán igual de indecisos se cambie o no? Sus puestos de trabajo dependen
de esta decisión. Quiero ver si el señor Henderson es capaz de remontar la
situación.
—Sí, estoy de acuerdo con Trixi, creo que es una buena oportunidad para
que Adam demuestre su capacidad de liderazgo.
—¿Tú también, Phill?
Adam sonrió, al menos el padre de Luke parecía haber reconsiderado las
circunstancias. En ese instante y, bajo la sorpresa de Adam, Sasha llamó la
atención de Patrick.
—Padre.
—¿Sí?
—Creo que lo más prudente en esta situación sería que veamos qué es lo
que puede hacer el señor Henderson.
—Sasha, ¿estás segura?
—Sí. De cualquier forma, es cierto que esa mujer tiene la última palabra.
Ya hemos hecho lo que pudimos. Vamos a esperar.
El señor Sullivan pareció dudar durante unos instantes, hasta que vio algo
reflejado en la mirada de su hija, que le hizo tomar asiento y quedarse callado
durante el resto de la reunión.
Adam sabía que no estaba conforme y que aprovecharía cualquier
oportunidad para echarle, pero de momento había logrado hacerle recular.
Bueno, en realidad él no había conseguido eso. Todo se debía a la señorita
Hawk, quien parecía haber conseguido convencer de momento a una junta
algo escéptica.
—Creo que iremos con su plan, señorita Hawk.
—Perfecto. Entonces, solo me quedaría añadir que su periodo de prueba,
señor Henderson, tendrá un carácter inmediato.
Periodo de prueba. Acababa de pronunciar las palabras mágicas. Era un
jodido periodo de prueba, justo lo mismo que él le había dicho cuando
empezó a trabajar como su secretaria, así que al final sí que iba a ser una
venganza.
—Está bien, ¿cuándo nos vamos?
—¿No es obvio señor Henderson? Mañana.
***
El ambiente que reinaba en la sala cuando terminó la reunión, no resultaba
demasiado alentador para Adam. Personas como, Trixi, que acababa de votar
a favor de su destitución, se le acercó para entablar una conversación.
—Señor Henderson.
Poco le importaba lo que le tuviera que decir aquella mujer, y más cuando
Ellie estaba levantándose para reunirse con Ethan, quien no tardó en darle la
mano. Adam no podía permitirlo, tenía que librarse de Trixi cuanto antes.
—¿Sí?
—Sé lo que le ha supuesto mi voto, pero lo que dije antes es real, de
verdad espero que usted pueda conseguirlo y solucionemos todos estos
problemas innecesarios.
Solo una palabra se le vino a la cabeza ante aquella escena: hipocresía. Se
había pasado la vida lidiando con elementos que acabarían mostrándole una
doble cara. En realidad, existía muy poca lealtad en su mundo. En ese
momento, se percató de que la señorita Hawk le estaba mirando desde el otro
lado de la sala.
Ella no le había traicionado. Le había mentido, sí, y tenía la intención de
descubrir el motivo tras el cual había tomado aquella decisión, pero ahí se
encontraba de nuevo, tratando de salvarle el culo. No la comprendía del todo,
más se aseguraría de hacerlo.
Ya estaba de pie, dispuesta a largarse. Si perdía más tiempo con
conversaciones absurdas, perdería la oportunidad de hablar con ella en
privado.
—Bueno, gracias por sus palabras de aliento, Trixi.
En otro momento, le hubiera contestado mucho más seco, pero ahora se
encontraba desesperado por librarse de ella.
—Lo cierto es que, salvo estos dos últimos años, el resto ha sido un
presidente excepcional. Solo por eso creo que lo hará bien.
—Sí.
En ese instante, Ellie se marchó de la sala siendo flanqueada por Ethan.
Ninguno se esforzó en hablar con nadie, mientras los demás mantenían
conversaciones entre ellos. Aquello supuso suficiente ánimo para Adam.
Tendría que encontrar una manera para quitarse de encima al idiota de Weiss.
Aunque primero, empezaría con la persona que se interponía entre él y su
camino hacia la salida.
—Disculpa Trixi, pero tengo una reunión urgente.
—Oh, claro, adelante.
Adam trató de aparentar normalidad mientras atravesaba la sala de la junta
hacia la puerta. Aliviado por no haber sido asediado por nadie, salió y
continuó andando por el pasillo. Tenía que encontrarla, había desaparecido
por arte de magia de su vida hacía dos años, y a pesar de que la vería al día
siguiente, debía hablar con ella cuanto antes.
¿Qué tenía aquella mujer con las desapariciones? Se estaba volviendo una
experta en eludirle. No había pasado demasiado tiempo desde que se
marchase, así que resultaba imposible que se hubiera ido muy lejos. Tendría
que estar por allí.
Giró en una esquina y se la encontró, acompañada de Ethan, al lado de los
ascensores. El corazón le dio un vuelco al constatar que ese había sido el
mismo lugar en el que hubieran tenido su última conversación.
La joven estaba de espaldas a él, demasiado ocupada riéndose con Ethan
de algo que este le estuviera diciendo. Aquello le molestó, y no por poder
tener la oportunidad de verla riendo de nuevo, Dios, de verdad había
extrañado escuchar esa risa, no, lo que le alteraba era que lo hiciera con ese
idiota de Weiss.
Sin embargo, aprovechó el momento en el que todavía no habían reparado
en su presencia para contemplarla con detenimiento.
«Dios santo, sigue teniendo un culo estupendo. Con ese vestido negro no
puedo verlo bien, pero hay una alta posibilidad de que incluso le haya
mejorado»
Adam se percató de que, a pesar de haber perdido un poco de peso, Ellie
seguía siendo de constitución grande. La única diferencia residía en que sus
curvas se habían acentuado, y las piernas se habían torneado un poco más.
Allí, de espaldas, se la podía imaginar a la perfección, girándose hacia él y
destinándole una de sus sonrisas plenas.
Ethan, quien fue el primero en percatarse de su proximidad, le hizo una
señal silenciosa a Ellie, alertándole de que no estaban solos. Adam observó
que ella se daba la vuelta y, para su horror, la muchacha no tenía ninguna
sonrisa. Todo lo contrario, un ceño fruncido y una mueca hastiada fueron
todo el saludo que recibió por su parte. Esos labios que ahora arrugaba,
disgustada, le habían dado los besos más dulces de toda su maldita vida.
No podía precipitarse con ella, pero ¿qué diablos se decían en esos casos?
«Hola» sonaba demasiado extraño.
Estaba preciosa, como siempre. Parecía haber aprendido a maquillarse y
ya no llevaba ese moño horroroso. Su cabello, que se había dejado crecer, y
que ahora le llegaba hasta la mitad de la espalda, caía en ondas relajadas por
esta. Algo se había tenido que hacer en él, porque poseía un color chocolate
más intenso que cuando la conociera y que acentuaba la tonalidad de sus
ojos, que parecían más claros, como si fueran auténtica miel.
¿Había dicho preciosa? No, era un idiota, estaba radiante, despampanante
y… distante. Con los brazos entrecruzados, parecía muy alejada de la actitud
cálida que siempre le había demostrado.
—¿Desea algo, señor Henderson?
—Sí.
—Si tiene algún problema con mi representada, podemos hablarlo en otro
momento, Henderson. Ahora tenemos un poco de prisa.
¿Aquel idiota de Weiss se atrevía a pasarle el brazo por la cintura delante
de sus malditas narices?
—¿Podría pedirle al insignificante de su abogado que nos deje a solas?
—¡¿Qué has dicho, Henderson?!
Ellie apoyó su mano contra el pecho de su amigo, impidiéndole
abalanzarse sobre Adam.
—Ethan, tranquilo, no te precipites.
—Pero Ellie…
—No debes preocuparte, solo voy a hablar con él. De todos modos, ambos
sabemos que debía hacerlo tarde o temprano. Ya sabes que mañana
tendremos que irnos con él.
«¿Cómo que tendremos?»
Adam estaba deseando irse donde hiciera falta con la señorita Hawk, pero
ser consciente de que llevarían de remolque a Ethan Weiss, cambiaba toda la
perspectiva que hasta ahora se le había antojado ilusionante.
¿Tan estrecha era su relación que debía venir con ellos? De eso nada,
Adam se negaba a viajar con aquel imbécil a ningún lado y así se lo pensaba
hacer saber a Ellie, en cuanto esta se deshiciera del tipejo en cuestión.
—Está bien, te espero abajo. Si necesitas cualquier cosa me llamas y
vendré en seguida.
—Claro, como siempre.
«¿Cómo siempre? ¿cuántas veces se llamaban?»
Ethan esperó hasta constatar la decisión reflejada en el semblante de Ellie
y, todavía intranquilo, le dirigió una última advertencia.
—Como te pases, aunque sea un pelo con ella, te juro que te las verás
conmigo Henderson.
—Ni te imaginas el miedo que me das, Weiss.
—Lo digo en serio. No pienso permitirte que la insultes de nuevo, ¿me has
oído?
Adam se tensó al escuchar aquella referencia. Hubo una época en la que la
había insultado. De hecho, esa había sido una de las recriminaciones que la
señorita Hawk le hiciera antes de abandonar la empresa, y había tenido razón.
Se había pasado con ella, faltándole al respeto, pero que eso era un asunto
privado que solo les concernía a ellos dos. Ethan Weiss no pintaba nada ahí,
advirtiendo como si fuera alguna clase de familiar cercano a ella.
—¿Por qué no te largas ya?
—Quedas avisado —amenazó internándose en el ascensor, pero antes de
que se cerrase la puerta, declaró—. ¿Sabes? Desde pequeño has sido un
verdadero cretino, Henderson.
—¿Cómo te atreves a insultarme? ¡Tú, vividor despreciable!
Ante la indignación creciente de Adam, Ethan le ignoró y se limitó a
presionar el botón del ascensor.
—Nos vemos abajo, Ellie.
—Hasta ahora.
Una vez se quedaron a solas, Adam se centró en la joven, quien parecía
más disgustada que antes.
—¿Por qué ha tenido que que hablarle así?
—¡Me ha insultado él!
—¿Y qué? ¿No está siempre usted insultando a todo el que no se adecúa a
sus necesidades?
—No he venido a discutir.
—Entonces, ¿a qué ha venido, señor Henderson? Lo que tenía que decirle,
ya lo hice en la reunión de accionistas.
—El problema es que yo no le he comunicado lo que deseaba.
—No me diga…
Estaba adoptando una actitud demasiado a la defensiva, Adam no quería
volver a discutir con ella, pero se lo estaba poniendo muy complicado.
—¿Podríamos ir a hablar a la privacidad de mi despacho?
—Preferiría que me lo dijese aquí. De cualquier forma, Ethan llevaba
razón, tengo mucha prisa.
—Yo no, este sitio no me trae buenos recuerdos.
Ellie se tensó ante aquella frase. La última vez que habían estado allí había
sido cuando todo se había destruido entre ellos. Estudió con detenimiento a
Adam, sin lograr vislumbrar qué intenciones ocultaba. Sin duda, estaba
actuando raro, pero de alguna forma, él estaba en lo correcto. A ella también
le recordaba un pasado con el que había decidido terminar.
—Está bien, señor Henderson. Le concedo solo cinco minutos. Ni uno
más.
—Que sean diez.
—¡Ni se le ocurra aprovecharse de mi buena fe!
El camino se realizó en un silencio incómodo. Ellie no tuvo necesidad de
que Adam le indicase el camino, lo recordaba con precisión. En cuanto entró,
esperó encontrarse una copia exacta a la imagen que reflejase en el pasado,
asociada a la pulcritud y perfección que habían caracterizado a ese hombre.
Por supuesto, ella sabría muy bien que casi todo el trabajo correspondería a
las habilidades organizativas de la pobre alma que se hubiera convertido en
su secretaria.
Sin embargo, el panorama se mostró muy diferente a lo que ella hubiera
creído, cuando al internarse por la puerta en la que habría entrado docenas de
veces, se encontró un sitio demasiado caótico para alguien como Adam
Henderson. Cientos de documentos, que debían estar guardados en los
incontables archivadores que tenía su secretaria, se encontraban
desperdigados por casi todas las mesas, y había un traje colgando de una
percha en el lugar en el que Adam solía poner su abrigo. Eso a ella jamás se
lo hubiera consentido, se suponía que, como secretaria y asistente personal, el
tema del vestuario dependía de quien ostentase ese cargo, por lo que la
señorita Martin —como le había pedido llamar al encontrarse por primera vez
— debería estar custodiando el traje, no siendo exhibido ahí donde cualquiera
pudiera verlo.
Ellie sabía que Adam tenía unas reglas estrictas en cuanto a su imagen y
gestión de la empresa se refería, así que cuando había escuchado del resto de
accionistas que el señor Henderson se había convertido en un desastre, no se
lo había querido creer del todo, más nada de aquello tenía sentido.
Las secretarias de Adam Henderson eran consideradas casi esclavas, de tal
forma, que, si seguían en virgo los mismos requisitos que cuando trabajaba
para él, la actual debería estar despedida solo a causa de ese mantenimiento
en el despacho de su jefe. Sin embargo, la había visto tecleando con
tranquilidad en el ordenador durante la reunión.
Sí, algo grave debía estar pasando en la vida de aquel hombre, aunque ese
ya no era su problema.
Ellie le estudió con atención, le había sorprendido que presentase una
imagen mucho más relajada que en antaño. Ni si quiera llevaba corbata y se
había dejado abierto el cuello de la camisa. Por no mencionar que había
sustituido sus pantalones de traje por unos vaqueros.
Parecía otro, pero una no debía dejarse engañar por aquellos ojos azulados
de mirada penetrante. Conocía a la perfección la clase de tipo que era Adam
Henderson. Se había permitido confiar en su corazón una vez, creyendo ilusa
que él podría ver más allá, pero había terminado siendo ridiculizada delante
de todos.
—¿De qué quería hablar?
Su atención la estaba empezando a incomodar. No había dejado de
observarla desde que entrase a su despacho y todavía no había dicho nada. Si
le apeteciera hacerlo, podría recordar un momento en el que se había sentido
así de observada por él, pero en ese entonces ambos estaban muy lejos de
Nueva York.
—Sea rápido, por favor. Si es por los detalles de nuestro viaje, pensaba
hacérselos llegar a través de su secretaria.
—Eso no me interesa.
—¿Ah no?
—No.
—Entonces, dígame, ¿qué le interesa saber?
—Sobre usted.
Ellie se tensó, aquello no entraba dentro de sus planes. No deseaba tratar
con él nada de su vida personal. Se había prometido que se limitaría a hablar
sobre cuestiones del trabajo.
—He accedido hablar con usted porque pensé que abordaríamos temas
profesionales, así que eso está fuera de lugar.
—¿De verdad creía que podría regresar, así como así y que no le
preguntaría nada al respecto?
—Creí que con la explicación que les proporcioné en la junta sería más
que suficiente.
—No para mí.
Adam la contemplaba con intensidad, deseoso de obtener cualquier
información que pudiera proporcionarle. No le permitiría que le tratase como
a uno más de los accionistas.
—¿Va a decirme dónde estuvo?
—¿Cómo?
—¿Dónde diablos se metió todo este tiempo?
—Y eso a usted ¿qué le importa?
—¿De verdad estuvo en Londres? ¿Los documentos que ha presentado
esta vez son reales?
—Creo que hay una confusión. Parece haberlo olvidado, pero me echó, ya
no le debo ninguna explicación.
—No lo he olvidado.
—Entonces, ¿quién se cree que es? No tengo por qué justificarme ante
usted ni ante nadie, en su día tuvo la oportunidad de escucharme y la rechazó,
así que ahora no venga reclamando una información que no le corresponde.
Adam sintió esa respuesta como una bofetada. Al principio se había
negado a ello, porque no había podido escucharla con el dolor de su mentira
tan reciente, pero le conocía y debía de haber sabido que con el tiempo
querría las pertinentes explicaciones.
—Sabe bien que le di la opción de negarlo todo.
Eso le había hecho mostrarse débil ante ella, Adam se acordaba muy bien,
pero no iba a permitir que quedara ella como la única injuriada.
—¿Cómo iba a negar algo que era real? Traté de explicárselo, pero usted
me insultó de nuevo.
—Bien, entonces dígamelo ahora.
—¿Es que no lo comprende? No le debo ninguna explicación, señor
Henderson. Ya no. En la actualidad, la única relación que nos une solo es
profesional.
Aquella afirmación le enfureció, sobre todo cuando había estado
manteniendo un trato demasiado cercano con una de sus enemistades de la
infancia.
—Ah, ¿no? Entonces ¿a quién se la debe? ¿a Ethan Weiss?
—¿Disculpe?
Estaba tan furioso, imaginando posibles escenarios lujuriosos, que dejó a
un lado los formalismos.
—¿Qué diablos te traes con él, Ellie? ¿A qué mierdas estás jugando?
CAPÍTULO 6
«Luke ha decidido que es buena hora para joderme. ¿Desde cuándo le gusta a
él el algodón de azúcar? ¿Cree que va a conseguir torturarme más de lo que
ya lo hago?»
A.H.
Resulta de conocimiento popular que lo celos son una emoción que parte
de un sentimiento de inseguridad en el que se teme perder a la persona con la
que se quiere estar. Si un individuo se siente inseguro es porque en el fondo
existe una preocupación a no ser suficiente para la otra persona. En las
actuales concepciones del amor se ha asentado un amplio debate sobre si
sentir celos es un indicativo significativo de amar a la otra persona. ¿Cuánto
más celos se sientan más se ama? O, por el contrario, ¿cuántos más celos
menos se ama a uno mismo? ¿Podría ser una combinación de ambas
propuestas?
Estas cuestiones asaltaron a Ellie, quien todavía trataba de reponerse de la
sorpresa. Ese idiota sentía celos de Ethan. ¿Por qué? Apenas y podía creer
que aquella situación se hubiera invertido tanto. No, el Adam que ella había
conocido en el pasado no era una persona que se sintiera inseguro con
facilidad. Aquella situación albergaba un componente más visceral.
Si reflexionaba sobre todo el asunto, y Ellie lo había hecho en incontables
ocasiones durante aquellos años, por mucho que Henderson hubiera
asegurado que quería formalizar con ella el delicado vínculo que una vez les
uniera, la simple realidad era que todo aquello no solo no se había
materializado nunca, sino que, en el pasado, Adam jamás había podido
reconocer en voz alta ante nadie que se acostaba con su secretaria. No, Ellie
había tenido que soporta ver a Sasha colgada de su brazo en base a una
absurda creencia sobre la imagen y los accionistas.
Hubo un tiempo en que aquello le había dolido, pero esa época ya había
pasado. Ahora se encontraba en otra etapa de su vida. Una en la que no
pensaba dejarse arrastrar por Adam Henderson y sus ojos celestes, que lejos
de parecer enfadados, tal y como mostraba toda su expresión facial, estos
últimos parecían rogarle algo que no lograba adivinar. En realidad, poco
importaba la imagen que presentase. Nada de eso debía afectarla.
El señor Henderson estaba furioso, pero no por un sentimiento como
podría haber pensado la Ellie del pasado. No, la nueva Ellie le indicaba que
Adam era un hombre. Un sujeto con el que había compartido sus primeras
experiencias sexuales. Increíbles, por otro lado, pese a que eso no debería ser
relevante en la actualidad. No obstante, los hombres tendían a volverse
irracionales cuando creían que les habían tocado su juguete.
Eso era lo que había sido para él, un juguete con el que pasarlo bien
mientras viajaban. El mero hecho de que su acuerdo se hubiera extendido un
tiempo después de que volvieran de Francia no significaba nada.
Ella había hecho mal no diciéndole la verdad cuando había podido
hacerlo, antes de que todo se fuera al garete en aquella maldita junta de
accionistas, pero todo eso empalidecía ante la única y cruda realidad: ella,
Ellie Hawk, había sido su sucio secreto.
De hecho, ahora se encontraba ante ella reclamándole ¿qué? ¿Cómo si
quiera se atrevía a ello? Ser consciente de aquella situación la enfureció, más
decidió concederle una última oportunidad para redimirse de sus actitudes.
—¿Cómo ha dicho?
Adam ni se inmutó lo más mínimo. No obstante, fue consciente de la
ligera variación en el tono de la señorita Hawk. No sabría bien cómo
definirlo, pero existía cierta amenaza velada en aquella pregunta. La estudió
con detenimiento, parecía alguien diferente.
—Quiero saber qué narices te traes con Ethan Weiss. ¿Te estás acostando
con él? ¿Es eso?
El pelirrojo reparó en que la joven inhalaba aire y casi escuchó el «crac»
en la paciencia de la señorita Hawk. Ellie se cruzó de brazos y ladeó la
cabeza, tratando de fingir una relajación que distaba mucho de sentir. No
obstante, Adam sabía que la había cabreado. ¿Le importaba? No demasiado.
Quería explicaciones cuanto antes. No podía concebir que la mujer inocente y
soñadora que conociera estuviera tirándose a aquel mentecato por excelencia.
—Por supuesto, señor Henderson. En todas las posiciones inimaginables.
¿Sabe qué? Le estamos dando buen uso al Kamasutra que me compré en
Roma.
—¿El qué pagaste con mi tarjeta?
—Ese mismo. Me pregunto si quizás no deberíamos abrirnos un canal de
esos… ¿cómo se llamaba? Ah sí, ¿Onlyfans?
Adam no podía creer lo que estaba escuchando. Sin embargo, ella no
cambió su expresión ni un ápice al decir eso, lo cual le preocupaba aún más.
¿Tendría en realidad un canal de esos? Se moriría si descubriera que mientras
él se había vuelto loco tratando de encontrarla, había estado todo ese tiempo
exponiéndose ante pervertidos en ese tipo web. Ni hablar, no se la imaginaba
poniéndose un pseudónimo raro.
—¿Estás loca?
—Supongo, pero eso me hace plantearme la siguiente pregunta…
—¿Cuál?
—Y esa información a usted ¿qué narices le importa? ¡Es mi vida! ¡MI
VIDA! Si quiero acostarme con Ethan las veces que hagan falta, no dude en
que lo haré, y no tengo que darle ninguna explicación al respecto.
—¿Cómo qué no? ¿Recuerdas quién te inició en esto?
—Oh, sí, muchas gracias por la iniciación y todo eso. Lo hace ver como si
fuera usted los siete días de prueba gratis del Photohop, ahí deseando que se
extiendan para no soltar un dólar. Pero, vale, tomémoslo como referencia,
bien, usted fue mi modo de prueba, ese por el que pasan la mayoría de las
mujeres. Es ley de vida, en la actualidad, yo vuelo sola, tal y como me
enseñó, solo que ahora gracias a la patada que me dio, puedo elegir mi
compañero con libertad. ¿Satisfecho?
—¿Modo de prueba me llamas?
—Yo también fui su juguete, ¿no? Estamos a mano.
—¿De qué mano estás hablando? —ladró Adam anonadado dando un paso
hacia ella—. ¡Tú nunca fuiste mi juguete!
¿De verdad creía que había jugado con ella? ¿En qué se basaba para
pensar eso? Había estado dispuesto a dejarlo todo por ella. Por otro lado,
también estaba el hecho de que el único que había sido engañado era él, y
sobre ese aspecto todavía ni si quiera la había escuchado pronunciar una
mísera disculpa al respecto.
—Lo que usted diga. ¿Por qué si quiera estamos discutiendo sobre esto?
—Ellie.
Adam reparó en que ella abría los ojos sorprendida y, tras una breve
pausa, su mirada se endureció. Apretó un poco los labios, formando una fina
línea inaccesible y él trato de alcanzarla. No obstante, no llegó muy lejos,
Ellie levantó una mano y negó apenas imperceptible.
—No.
—¿Qué…?
—No, señor Henderson. Nos encontramos en esta situación por razones
ajenas a ambos, así que le pediría que no se dirigiese a mí por mi nombre de
pila. Para usted siempre voy a ser la señorita Hawk.
¿Razón ajena? ¿A qué se refería? Ella había aparecido en aquella reunión
por sorpresa. Adam la había buscado durante dos años sin parar y cuando
justo se presentaba ante él, se mostraba así de hermética. Ni si quiera cedía a
pesar de que estuviera intentando hablar con ella.
—Sabes muy bien que eso nunca podría ser verdad. Tú no eres solamente
la señorita Hawk, Ellie. Esa forma implica distancia o repudio, y lo cierto es
que, por mucho que te empeñes, nunca podrás reducirte a ser una mera
desconocida para mí.
—¿Cómo…?
—No cuando conozco cada maldito recoveco de tu cuerpo.
Ellie tragó saliva con fuerza y contuvo la respiración. Debía tener cuidado
con lo que dijera a continuación. De repente, Adam parecía estar demasiado
cerca para su sistema nervioso; lo peor de toda la situación era que ni si
quiera estaba a una distancia tan escasa como le sentía. ¿Por qué se extrañaba
si quiera? siempre era así con él. Sabía a lo que se exponía regresando a la
empresa. Sin embargo, no le había quedado más remedio que hacerlo, pues
todavía le debía una al señor Weiss.
«Tenemos que enfocarnos, no hemos vuelto para perder el tiempo»
—Eso quizás fuera en el pasado, señor Henderson. Usted cree conocerme
por el breve interludio que mantuvimos, pero ya no soy la misma. Aquella
mujer que le dejaba pasar todas sus faltas de respeto murió. Usted la mató
con sus actitudes.
—Yo…
—Si de verdad quiere a su empresa, como estoy segura de que lo hace, se
limitará a enfocarse en el trabajo que nos queda por delante, que, por cierto,
es bastante arduo.
—Todavía tenemos que hablar de nosotros.
—No hay un nosotros. Nunca lo hubo.
—¿Ah no? ¿Y Roma? ¿Y París?
—Usted mismo lo dijo, una iniciación de la que le estaré agradecida, pero
ya está. Le pediría que a partir de ahora no se despistara y me viera como la
persona que va a decidir su futuro en la empresa.
—¿De verdad estás con Ethan? No puedo aceptarlo, sabes muy bien que
ese idiota no es tu tipo. No puede serlo.
La mirada de Ellie brilló con reconocimiento ante sus palabras y Adam
sintió como si algo dentro de su cuerpo comenzara a fundirse.
—Si no recuerda mal, en el pasado le dije que mi prototipo eran los
idiotas.
Adam se quedó sin aliento durante unos segundos. El recuerdo del rostro
sonriente de la Ellie de hacía dos años impactó contra su mente.
«Supongo que me gustan los idiotas, ¿no cree, señor Henderson?»
Él había sido aquel idiota al que se había referido en ese momento. Incluso
le había gruñido por atreverse a llamarle imbécil. La vida podía dar muchas
vueltas, en la actualidad extrañaba que volviera a dirigirse a él con aquella
confianza y humor.
—¿Tan enfadada estás conmigo?
—No. Ya no.
—Entonces ¿por qué actúas así?
—Porque es lo mejor para ambos.
Aquella frase enfureció a Adam. ¿Lo mejor para ambos? Eso ¿quién
narices lo determinaba? Él era el mismísimo Adam Henderson. No
consentiría que nadie decidiera sobre su vida personal, y mucho menos
alguien que todavía le debía muchas explicaciones, por mucho que se negase
a colaborar.
Adam se metió las manos en los bolsillos delanteros de los vaqueros y se
apoyó desenfadado contra la pared más cercana.
—De modo que has decidido adoptar una actitud cuanto menos infantil.
—¿Cómo dice?
—¿Desde cuándo la descarada Ellie Hawk es una cobarde?
—¿Cómo se atreve? ¿Quién es usted para insultarme?
Reconoció el asombro en las facciones de la joven y se echó a reír.
Aquello era demasiado gracioso, tanto que le dolían las costillas.
Ellie arrugó el entrecejo y le observó, llegando a cuestionarse si no estaría
ante un chalado de esos que había visto en la tele como en la película del
Joker.
—¿De qué diablos se ríe ahora?
—Lo siento.
Adam trató de contenerse, sabía que la estaba enfadando, pero la situación
parecía tan surrealista y su humor se había oscurecido tanto con el paso del
tiempo, que por unos instantes se había descontrolado.
—¿Qué es tan gracioso?
—Tú.
—¿Yo?
—Sí.
—¿Puede explicarme qué es lo que le hace tanta gracia?
—Perdona, pero hablas de insulto con demasiada facilidad y hasta donde
recuerdo tú me llamabas pez, y un sinfín de motes más.
Ellie se puso colorada y retrocedió. La joven enmudeció y estudió con
nerviosismo su reloj. Bueno, parecía que con los años había encontrado algo
de la vergüenza perdida. Sin embargo, aquella reacción no le gustó en
demasía. No le estaba siguiendo el hilo de la conversación como había
esperado. ¿De verdad iba a empeñarse en continuar con aquellas formas?
—Creo que ya hemos excedido de los cinco minutos que le prometí.
—Dime, Ellie.
—¿Qué?
—¿Todavía sigues considerándome un pez apestoso?
Adam fue acercándose con lentitud hacia ella, quien no parecía saber
dónde meterse. Aquello le complació, estaba seguro de que jamás hubiera
previsto esa charla y mucho menos sus reacciones. Eso le animó, ya que
suponía que estaba saliendo de los patrones mentales que se había formado
sobre él. Sin duda, podía considerarse un avance.
—Por favor, mantenga la distancia que requiere esta conversación.
—¿Aún sigues pensando que soy un desgraciado?
Tenía que alcanzarla, llegar a esa parte que una vez le hubiera continuado
las discusiones. Sabía que seguía estando en su interior, quizás si se esforzaba
lo suficiente, la tocaría.
—Creo que esta conversación debería finalizar ahora, señor Henderson.
—Contéstame, Ellie. ¿De verdad piensas que soy mala persona?
—No tengo una opinión formada sobre usted. Me resulta indiferente.
—Oh, sigue intentándolo, porque no te creo ni un ápice.
—No estoy aquí para convencerle sobre nada, señor Henderson.
—Entonces, ¿a qué has venido? Podrías haberme mandado a la mierda.
Ambos sabemos que eso se te da muy bien.
Solo le quedaban dos pasos más y la podría tocar. Sin embargo, ella le
había pedido que mantuviera cierta distancia, por lo que respetaría aquella
petición. El único problema era que se moría de ganas por comprobar si
seguía conservando el mismo olor dulzón. Si continuaba siendo su algodón
de azúcar.
—Usted quería hablar, pero, como le digo, ya he excedido de mis cinco
minutos y tengo mucha prisa.
—¿Tienes prisa por correr a los brazos de Ethan Weiss?
—Claro, ahora mismo está esperándome abajo para recogerme en su
corcel blanco.
—No te confundas, Ellie, no es el príncipe que te habrá tratado de vender.
—No busco ningún príncipe, señor Henderson.
—¿Y qué es lo que buscas?
—¿Por qué debería contestarle a eso?
—Esa respuesta es fácil, porque te lo acabo de preguntar.
—Las cuestiones personales que deseaba tratar ya las hemos resuelto, no
creo que haya nada más que se deba añadir. Además, ya se me ha hecho
demasiado tarde, así que me voy a marchar.
Ellie encuadró los hombros y se dispuso a abandonar la estancia con la
dignidad indemne. Jamás lo reconocería en voz alta, pero la presencia que
Adam había ejercido a escasos centímetros de ella todavía le afectaba. No
obstante, en cuanto estaba a punto de subir el primer escalón hacia la salida,
la voz grave de aquel hombre la detuvo.
—Ellie.
Al escuchar su nombre, se giró hacia él molesta. Le había pedido que no la
tutease y el tipo seguía haciéndolo lo que le daba la gana.
—Señorita Hawk, por favor.
—Ellie me gusta mucho más.
La sonrisa satisfecha le erizó la piel y deseó borrársela con un puntapié en
aquel culo pretencioso.
—Me importa un carajo lo que a usted le guste o no.
Aquella expresión complacida se pronunció más, y Ellie maldijo a todos
sus antepasados. ¡No había regresado para divertirle! Ella tendría ser la que
se estuviera divirtiendo, no él.
—Hubo una época en la que no pensabas así.
«Oh, arrogante desgraciado, ojalá y te parta un rayo»
—El pasado, señor Henderson, es algo a lo que no debería volverse con
tanta frecuencia. No por nada recibe ese nombre.
—Y ¿qué es lo que dirías que sucede cuando el pasado vuelve a tu vida?
—Diría que es usted un crédulo, mucho más soñador de lo que hubiera
sido yo hace dos años.
—Si eso me hace ser un soñador, entonces estoy dispuesto a soñar.
¿Quieres saber con qué?
—No.
—Voy a soñar contigo, Ellie.
El señor Henderson sonrió desde el centro de la sala, sabedor de cada una
de las palabras que pronunciaba.
—¿De qué habla? Creo que está usted muy confundido, ¿sabe? Yo no he
regresado para esto. Por favor, espero que en el futuro no vuelva a salir esta
conversación, porque le aseguro, señor Henderson, que no seré tan
magnánima como hasta ahora. Buenas tardes.
Dicho esto, no le dio tiempo a añadir nada más, Ellie Hawk salió de la
estancia con paso acelerado.
***
No mucho tiempo después de que la señorita Hawk se marchase del
despacho de Adam, este último bajó a la cafetería para sorpresa de su
secretaria, quien se lo encontró contemplando pensativo a través de la amplia
cristalera que daba hacia el exterior.
—Señor Henderson, ¿qué hace aquí? Si necesitaba algo siempre puede
pedírmelo.
—No se preocupe.
Curiosa por la escueta respuesta de su jefe, quien de manera general solía
mostrarse parco y distante con ella, siguió la dirección de la atención del
señor Henderson. La imagen que se encontró ante ella la sorprendió.
Ellie Hawk, así se había presentado ante ella antes de irrumpir en la sala
principal, se encontraba caminando con el hijo de Simon Weiss, quien
también había asistido a la junta de accionistas.
No le resultaba raro que caminaran juntos, al fin y al cabo, tenían una
relación comercial, tal y como mencionaran en la reunión, lo que le extrañaba
era que su jefe estuviera observándoles con una expresión demasiado
penetrante.
—¿Señor Henderson? ¿Está bien?
—Perfectamente, ¿podría mandar que me trajesen la moto?
—¿Ahora? Pero tiene usted una reunión dentro de una hora.
—Cancélela.
Lucy asintió asombrada, aunque no se negó ni cuestión dicha petición. No
le importaban las decisiones que tomase su jefe, ella se limitaba a realizar el
trabajo que le encomendaban como si fuera un reloj. De cualquier modo, no
la pagaban para preguntarse por los asuntos personales privados de su jefe.
En la retina de Adam se había quedado grabada la escena que había
acontecido en la calle. Había reparado en que ni Ellie ni ese idiota de Weiss
habían tomado el coche, por lo tanto, estaba claro que había ciertas cosas que
no habían cambiado.
Eso le hizo sonreír. No todo estaba perdido.
La señorita Hawk era una ilusa si de verdad pensaba que todo había
quedado atrás. Estaba muy equivocada, aquello solo acababa de comenzar.
Él iba a ser quien se cantase jaque mate, y si no tiempo al tiempo.
***
El nuevo hogar de la familia Hawk se encontraba a las afueras de la
ciudad, y más en concreto en un descomunal barrio residencial de ricachones.
Al menos así lo había definido Ada Hawk delante de la familia Weiss y ante
la mirada horrorizada de su hermana mayor, el día que se mudaran a ella.
La bonita propiedad pintada de blanco se situaba en el interior de los
inmensos terrenos de los Weiss, quienes vivían en la mansión principal y le
habían prestado de forma temporal —al menos así deseaba verlo Ellie— la
casa que solían destinar a los invitados.
Sus hermanos se habían acostumbrado con demasiada rapidez a vivir en
ella. Esta situación no le gustaba en demasía a Ellie, quien preveía que algún
día tendrían que marcharse de allí y le preocupaba que, sobre todo Chris, se
terminase encariñando demasiado de la señora Weiss. Su hermano no había
estado pasando por la mejor racha desde que descubriera, para su asombro y
horror, que había estado fumando a escondidas de ellas.
Sabía que parte de la culpa de que su hermano frecuentara ese tipo de
sustancias era de los amigos con los que se había juntado durante su ausencia.
Ada ya le había avisado de eso, pero a pesar de que sus amigos fueran en
palabras de su hermana «malas compañías», Ellie jamás le habría creído
capaz de imitarles, pues pensaba que la charla que le diera en su día le había
concienciado de las consecuencias que podían tener sobre su salud.
Sin embargo, poco había importado todo lo que ella se hubiera esforzado
en mantenerle lejos de ese ambiente, Chris había probado el tabaco y a saber
qué más. Lo peor de todo esto era que se sentía culpable de ello. Si no
hubiera estado trabajando con Henderson y se hubiera quedado con sus
hermanos, el pequeño no habría tenido que involucrarse en esas
circunstancias.
Ellie tampoco era una necia, sabía a la perfección que muchos
adolescentes fumaban o bebían, su parte racional le indicaba que pasaban por
la etapa hormonal de la adolescencia de la mejor forma que podían con un
objetivo en mente: encajar. La cuestión principal era que, pese a que conocía
todos aquellos datos, su parte emocional —esa que había visto a su propia
madre destruir su vida y la de ellos— destacaba por encima de la otra,
produciéndole inmensos dolores de cabeza.
No obstante, después del intercambio con Henderson, se sentía tan
removida en el plano emocional, que era incapaz de plantearse las clásicas
preocupaciones que le asaltaban cada dos por tres.
Durante todo el camino a casa, Ethan le había estado preguntando sobre lo
que había sucedido con Adam, pero se sentía tan exhausta que se limitó a
eludir sus cuestiones. No le apetecía hablar de Henderson, ni ahora ni nunca.
Tampoco se sentía mal por evitar el tema, al fin y al cabo, no era como si su
pasado con él debiera de afectarle. Aquella parte era lo único que no le había
desvelado a nadie. Desde que se marchase de la empresa había permanecido
tan callada de lo que sucediera entre ellos, que a veces creía que se lo había
imaginado todo.
Pese a todo, estaba claro que ninguno de sus recuerdos podía ser meras
imaginaciones, al menos así se lo había hecho recordar él aquella tarde. Con
cada frase pronunciada le había resquebrajado un poco más, provocando que
actuase de la única manera que se había prohibido a sí misma: vulnerable.
En cuanto abrió la puerta principal de la casa, lo primero que vio fue a
Chris deslizándose por la barandilla como si fuera alguna clase de macarra.
—¡Chris!
—Ah, hola Ellie.
—¿Hola, Ellie?
—Si que vuelves pronto.
—Te he dicho miles de veces que no puedes deslizarte por la barandilla,
imagínate qué es lo que pasaría si te llegaras a caer. ¡Te podrías matar!
—Tranquila, que yo controlo.
La risa de Ada resonó desde lo alto de la escalera y ambos le dirigieron
una mirada. La mediana de los Hawk acababa de aparecer para apoyarse
sobre la barandilla por la que se acababa de deslizar el pequeño. Ada Hawk
había crecido durante aquellos años, convirtiéndose en una mujercita con
curvas más pronunciadas, que dejaba a los tipos de su edad boquiabiertos. Sin
embargo, en algunos aspectos, Ada le recordaba a Maddie, ya que parecía
esforzarse por evitar llamar la atención.
—Menudo control, si los porros no te dejan tonto, lo hará alguna de las
hostias que te pegues.
—¡Ada!
En ese instante Chris le sacó el dedo corazón y le hizo una mueca
desagradable con la boca, ante la mirada indignada de Ellie. Por su parte, Ada
le correspondió de la misma forma.
—¡Chris!
—¿Qué?
—Déjale, Ellie. Si es que es un idiota.
—¡Tú no tienes menos culpa! ¿Podríais dejar de faltaros al respeto alguna
vez?
—Yo me piro.
—Chris Hawk me importa bien poco que tengas dieciséis años y creas
saberlo todo sobre el mundo. Todavía tienes que darme explicaciones de con
quién vas y a la hora que piensas volver.
—Te lo envío en un WhatsApp.
—Dímelo ahora mismo.
—Hasta luego, hermanita.
—¡Christopher!
No sirvió de nada, su hermano se marchó, ignorando los llamados de Ellie,
quien lo primero que hizo fue coger su móvil para contactarle. Si no había
salido corriendo detrás de él era porque no quería montar un espectáculo en la
propiedad de los Weiss.
—Este se va a enterar.
—Dudo que te lo coja.
—Cállate, esto en parte es por tu culpa.
—No formaba parte de mi responsabilidad impedir que se convirtiera en
ese despojo rebelde.
—Mira quién habla.
—¡Oye! No me ofendas, yo no era así.
—Tienes razón, eras peor.
—¡Ellie!
Al segundo timbrazo, escuchó que le saltaba el contestador de voz.
—¿Me ha colgado? ¡Oh! ¡Me ha colgado! ¿Cómo se atreve?
—Te lo dije.
De repente, Ellie comenzó a agobiarse. Nada estaba saliendo como ella
quería, todo se estaba desmoronando delante de sus narices y se sentía
incapaz de poder hacer nada para remediarlo. Ellie apretó los labios, tratando
de contenerse, más una lágrima se le escapó rodando a lo largo de la mejilla.
Aquel puchero alertó a Ada, quien se puso recta y con cuidado bajó varios
escalones. Había visto esa misma reacción dos años atrás. Ellie no lo sabía
debido a que siempre se había tratado de ocultar de ellos, pero Ada le había
pillado y escuchado derrumbarse noche tras noche.
—¿Ellie…?
—Mi-mira —tartamudeó a duras penas intentando contener las lágrimas
—. Suficientes problemas tengo ya, Ada. No hace falta que le añadáis
ninguno más.
—Ellie, ¿qué ha pasado?
—No quiero hablar de ello. Solo te pediría que, por favor, tuvieras
paciencia con Chris y dejaras de provocarle. Va en serio, quiero que me des
tu palabra.
Estaba tan preocupada por su hermana, planteándose posibles escenarios
que le hubieran podido suceder, que accedió sin pensárselo demasiado.
—Vale.
—Muy bien. Voy a cambiarme, ¿has terminado tus deberes?
Ada la observó ascender hacia los dormitorios de forma mecánica. Ellie
pasó por su lado con los ojos rojos. ¿Si quiera se daría cuenta de que estaba
llorando? ¿Qué narices le había ocurrido? Si se negaba a decírselo, pensaba
sacárselo a golpes a Ethan, que era con quien le había visto llegar.
—¿Ada?
Al ver en aquel extraño estado a su hermana, poco le interesaban en ese
momento a Ada sus deberes, aun así, debía de contestarle.
—Eh… sí.
—Estupendo. Si necesitas ayuda, dímelo.
Ellie siguió andando hacia su dormitorio y Ada le siguió preocupada.
—Oye ¿es que ha pasado algo?
—Nada.
—Mientes.
—Claro que no.
—Sí, lo haces. ¿Crees que soy idiota? Conozco a mi hermana, y sé que
estás mal.
—No sabes nada, Ada.
Ellie comenzó a desvestirse para ponerse más cómoda. Por poco y se
arranca las medias. Odiaba todas aquellas prendas, le apretaban demasiado y
sentía que en el fondo le conferían una imagen que no iba acorde con su
verdadera esencia, aunque esa era la idea que buscaban ¿no?
—Entonces, ¿por qué estás llorando?
—¿Cómo? No estoy llorando.
Extrañada, se tocó la cara y se la notó empapada. Ellie empalideció, se
encontraba tan abstraída recordando la conversación con Henderson, que ni si
quiera se había dado cuenta de que se había echado a llorar.
—Estoy preocupada por ti. ¿Qué ha pasado?
—Yo…
De repente, Ada recordó una de las conversaciones que había escuchado
entre Ethan y su hermana la semana anterior.
—Un momento, ¿no serán esas tonterías de que tenías que volver?
¿Volver a dónde? ¡Siempre tengo que enterarme a escondidas!
—¿Por qué si quiera escuchas a hurtadillas? Encima lo confiesas con esa
tranquilidad. Se trata de mi intimidad.
—No me salgas con esas, Ellie. Si me contaras algo, no tendría que
recurrir a ese tipo de artimañas. Sabes bien lo que me importas.
Ada no tenía en gran consideración a Henderson, por eso no le había dicho
nada, pero ¿de qué le serviría seguir mintiendo? Tarde o temprano se acabaría
enterando. Su hermana pequeña era demasiado sobreprotectora con su
familia, de forma que, si intuía que alguien podía haberles hecho daño de la
manera que fuera, saldría a vengarse por todos los medios.
—Está bien.
—¿Entonces?
—He vuelto a la empresa.
—¿A cuál?
—Henderson.
Ada no podía creer lo que le estaba contando su hermana ¿Acaso era
masoquista? ¿Había olvidado lo ocurrido hacía dos años? No estaba muy al
tanto de la situación, pero sabía que había tenido que ser grave si su hermana
había terminado llorando a escondidas todas las noches.
No le perdonaba la manera en la que le había dejado y no pensaba
consentir que volviera a dañarle de ninguna forma. Así tuviera que cortarle
los huevos, Adam Henderson no heriría una segunda vez a su hermana. No la
dejaría tan rota de nuevo.
—¡¿Cómo?! ¿Estás loca?
—Ojalá.
—¿Qué es eso de que has tenido que volver? Todavía no entiendo qué
diablos estáis haciendo Ethan y tú. Nunca quieres contarme nada al respecto.
—Es complicado, Ada.
—Ellie no ayudas, de verdad que no comprendo nada, ¿podrías ser más
clara, por favor? ¿por qué has regresado?
—Se lo debo a Simon.
—¿Es por esta casa? Porque no hace falta que estemos aquí, y menos si
eso significa que tienes que venderte a esa jodida empresa.
—¡Ada! Cuida ese vocabulario.
—Al cuerno con eso. Espera, eso significa que estás llorando por… ¿Ha
sido ese idiota? ¿Qué te ha dicho? ¡Juro que lo mataré!
—No ha hecho nada.
—Entonces ¿Por qué estás llorando?
Todavía sentada sobre la cama, Ellie se abrazó las piernas desnudas y se
retrajo en su sitio, apoyando la cabeza sobre sus rodillas. Era un buen
momento para sincerarse con ella.
—Supongo que se me ha removido todo.
Ada se acercó para sentarse a su lado y le pasó un brazo alrededor de los
hombros. Ellie depositó la cabeza sobre su pecho y se sintió más ligera.
—¿Te ha dicho algo?
—No, no como tal.
—¿Entonces?
—Es que me he derrumbado.
—¿En qué sentido?
—Sabía que me encontraría con él. No soy tonta, intuía que me alteraría
de algún modo en el momento en el que le viera, es solo que esperaba que no
lo hiciera de la misma forma que antes, o por lo menos que conseguiría
mantener mi dignidad intacta.
—¿Tu dignidad? No te entiendo, ¿crees que has hecho el ridículo?
—Me siento un poco estúpida, he estado esforzándome tanto por no sentir,
y creía que lo había conseguido, pero en cuanto me he quedado a solas con él
ha sido como una erupción volcánica.
—¿Una erupción?
—Bueno, sí, suena absurdo.
—No creo que lo sea, yo pensaba que terminarías superándolo. De hecho,
estos dos últimos años te vi tan bien, aunque supongo que es cierto eso de
que no se puede luchar contra los sentimientos, ¿no?
—No quiero tener estos sentimientos, Ada, los odio, no soporto sentir
esto.
—¿Y qué piensas hacer?
—No lo sé, ahora tengo que trabajar con él.
—Si sigues intentando reprimir tus emociones, te harás más daño, Ellie.
—¿Y qué puedo hacer? ¿eh? Bien sabes que no puedo estar con él.
—Ni pienses que mi deseo es que te inicies en alguna clase de relación
con ese tipo.
—¡No voy a tener ninguna relación con él!
—Por si acaso, te lo recuerdo.
—Bueno, y ¿qué propones?
—Solo digo que, ya que no puedes evitar sentir, aceptes el sentimiento que
tengas hacia él, por lo menos para evitar más dolor.
—Eso no puedo hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque voy a trabajar a su lado, si acepto que le quiero y dejo de
oponerme a él, me comerá viva. No podré mantenerme lejos.
—No tiene por qué ocurrir eso.
—Sí, lo notó dentro de mi corazón, pugna por salir, está esperando
cualquier mísera esperanza para lanzarme sobre él. No puedo permitirme
sentir nada, no ahora.
—Mira que eres cabezona. ¿No podías enamorarte de alguien más
normal? No sé, el butanero ¿quizás?
Ellie se echó a reír, sorbiendo parte de las lágrimas y eso animó un poco a
Ada.
—¡Ada!
—¿Qué? En el porno funciona.
—¿Ahora ves porno?
—No, solo no te comprendo, ¿por qué siempre debes complicarte tanto la
vida?
Ellie suspiró y su hermana la estrechó aún más entre sus brazos, odiaba
verse así de vulnerable ante ella. La mayor siempre se había mostrado muy
potente para sus hermanos, pero había ocasiones como aquella en la que se
encontraba tan desbordada, que no podía evitar abrirse en canal.
—Eso mismo es lo que llevo preguntándome desde hace dos años.
Tenía que retomar las riendas de su vida, no podía seguir consintiendo que
cierto pelirrojo continuase viendo su faceta más débil. Mucho menos cuando
se le había encomendado aquella tarea tan complicada. No destruiría su
futuro por un pasado que ya había demostrado que solo le traería dolor.
Ellie se juró que esta vez sacaría a Adam Henderson de su sistema
nervioso. Si no funcionaba, al menos lo intentaría.
En eso consistía la vida adulta, ¿no? En escalar y salir lo más indemne
posible de las montañas de dificultades que se presentasen.
Exacto, superaría ese escollo de ojos cristalinos y mirada penetrante que
ponía su corazón patas arriba.
«Que te den, Adam Henderson».
CAPÍTULO 7
«Al final he tirado todas las faldas negras y he dicho adiós a mi pasado. Estoy
en proceso de cambio y de reconstrucción interior. Ethan siempre me advierte
de las miradas de deseo que despierto a mi paso, y de las que creo que se
inventa la mitad, pero sea cierto o no, mirándome al espejo sonrío satisfecha,
hasta que recuerdo una vez más las siguientes palabras: “no vista como una
vagabunda, señorita Hawk” o “qué poca clase tiene, rollitos”. De repente,
me encuentro sintiendo auténticas ganas por clavarle este taconazo contra su
cuello. ¿Por qué diablos sigo pensando en ese pez odioso? Así ardas en el
infierno, Henderson».
E.H
Confucio aseveraba que, si se estudia el pasado, se podrá definir mejor el
futuro. Diversos historiadores apoyan esta teoría, afirmando que, si se
conocen los hechos del pasado, se podrá evitar tropezar de nuevo con la
misma piedra. El pasado puede resultar doloroso, confuso e incluso en
ocasiones algo borroso. Quizás sea debido a que muchas veces el ser humano
se niega a recordar, sobre todo si ese recuerdo implica la constatación de una
mala racha. En algunas circunstancias no es raro encontrarse con que cuanto
más se esfuerza en olvidar un individuo determinado, con más frecuencia lo
recuerda.
Desde luego, Ellie Hawk no iba a ser la excepción a esta regla. Por mucho
que el contrato con la compañía Henderson hubiera estipulado muchos ceros
el día que lo firmase, lo cierto era que a raíz de que Adam la hubiera
despedido, aquella cifra inicial descendió de forma drástica. Tampoco había
podido reclamarle nada, no estaba segura de hasta qué punto podían
denunciarla por haber falsificado su currículum, por lo que tomó el exiguo
dinero que le habían tirado a la cara y se marchó.
Una de las decisiones que más le dolió tomar había sido tener que
abandonar la casita en la que había estado viviendo con sus hermanos. No
obstante, no le había quedado más remedio si quería que subsistiesen lo más
holgados posible. De esta manera, los tres se metieron en un apartamento
pequeño, mientras Ellie trataba a duras penas de ahorrar lo que había
conseguido de la empresa.
A pesar de que Ada hubiera insistido en que, ya que había adquirido
experiencia en el sector administrativo, bien podría probar la misma
estrategia en otra empresa, con la excepción de que en esta ocasión no sería
mentira. La gente tendría que valorar su trabajo en la compañía de alguna
manera. Por supuesto, Ellie había descartado esa opción de inmediato, pues si
bien no le había hecho gracia en un principio conseguir el puesto de
secretaria bajo burdos pretextos, después de la experiencia con Adam, no se
veía capaz de incursionar en otra red de mentiras. No, eso se había terminado
para ella.
En su búsqueda de trabajo por la ciudad apenas tenía tiempo para pensar
en nada más que no fuera comer, limpiar el apartamento, cocinar, ducharse y
salir corriendo a patearse las distintas calles. Todo esto lo compaginaba con
su papel a jornada completa de cuidadora principal de sus hermanos, quienes
había días en los que no se lo ponían del todo fácil.
Sin embargo, cuando la noche llegaba y no estaba agotada hasta la
extenuación, su subconsciente hacía acto de presencia y la subyugaba a una
imagen que deseaba olvidar con todas sus fuerzas. Aún podía recordar la cara
de decepción de Adam grabada en su mente, lo único que había deseado era
confesarle la verdad por sí misma. Pese al rencor que pudiera sentir hacia él
por el pasado común que les unía, en el fondo también se odiaba por haber
sido la causante principal de su reacción.
La intervención repentina de la señorita Sullivan había destruido todos sus
planes de revelarle la verdad. Ellie podía comprender en cierto sentido los
motivos por los que esa mujer había actuado de aquella manera. Esto no
significaba que la ex de Henderson le cayese en gracia, no, todo lo contrario,
Sasha le parecía alguien banal y con un ego desproporcionado. Pese a esto,
Ellie sospechaba que la mujer había querido a Adam, de lo contrario, ¿por
qué se habrían visto envueltos en una relación tan duradera? Por lo poco que
sabía, se conocían desde adolescentes, así que habían tenido una larga
relación.
En realidad, no sabía cómo, pero parecía ser que de la noche a la mañana
se había derrumbado su unión, y resultaba evidente que aquel había sido su
burdo intento por recuperarle. Desconocía si le había salido bien o no, y
aunque tampoco quisiera saberlo, le resultaba significativo que, siendo la
clase de mujer que podría tener a cualquier hombre a sus pies o que podría
estar viajando con la inmensa fortuna de su padre, había decidido permanecer
al lado de Adam, trabajando codo con codo.
Eso no era algo que caracterizase a las ricas herederas, al menos no a las
de las películas que había visto. Por todos estos motivos, se negaba a creer
que hubiera estado con él solo a causa de una obligación familiar.
Eso es algo podría suceder en los libros, pero en la vida real, ¿cómo ibas a
soportar a alguien como Henderson si no le querías? Ella misma había estado
en su diana verbal durante una temporada y no había sido demasiado
agradable. No, se había enamorado de él a raíz de que comenzaran a tener un
acercamiento físico y Adam le mostrase otra faceta. Una que escondía con
cautela de los demás. Solo por este motivo podía comprender que Sasha le
hubiera expuesto de aquella forma, lo que no compartía era la manera tan
cruel en la que lo había hecho, invadiendo la privacidad de Jeray para obtener
su objetivo: desprestigiarla.
Si debía ser sincera, Ellie no era ningún alma repleta de pureza, aquel día
en el que la había humillado con su exposición, le odió. Sin embargo, todas
estas reflexiones llegaron después de mucho tiempo sintiendo rencor hacia
ambos. Hasta que un buen día, se dio cuenta de que la verdad se iba a
destapar en cualquier momento, ya lo hubiera hecho ella u otra persona. En el
momento en el que Ellie había decidido incurrir en una mentira de ese
tamaño, tendría que haber sabido que acabaría destapándose. El único
problema era que cuando lo planeó con sus hermanos había esperado trabajar
durante un año para él, coger el dinero y dimitir. La cifra que aparecía en el
contrato era suficiente para pagar todas las deudas que debían y alcanzar una
vida mejor.
Entonces ¿qué había pasado? Todo se había torcido en el momento en el
que aceptara aquel acuerdo. No había querido enamorarse de él, se había
dado de forma tan natural que Ellie no lo había visto venir, hasta que no se
encontró sintiendo cariño por aquel hombre tan gruñón. Había creído
conocerle, así que no era de extrañar que, con su carácter desconfiado,
hubiera actuado así. A sus ojos, Ellie le había traicionado y se había reído de
su persona.
Poco podría comprender que ella lo hubiera hecho por su familia. Adam
Henderson no había tenido problemas financieros nunca, de modo que ¿cómo
iba a poder entenderla? Jamás lo haría. Incluso si la situación se hubiera dado
de otra manera y ella hubiera podido confesarle la verdad, Adam habría
reaccionado de la misma forma.
Cuando llegó a esa conclusión, Ellie sintió que se rompía en dos, pues eso
significaba que habían estado condenados desde el comienzo.
No obstante, a pesar de todo el dolor, le sirvió para reconciliarse un poco
con su pasado. Las lágrimas que había derramado cada noche se redujeron y
desde entonces lo hacían cada dos. A pesar de que se recordaba que así era la
vida, injusta y volátil por naturaleza, algunas mañanas una lágrima solitaria
sorprendía a Ellie, quien se preparaba para salir a trabajar, avisándole de que
no importaba cuál fueran los pasos que diera ese día, Adam Henderson
seguiría clavado en su corazón y, mucho se temía, en el centro de su
mismísima alma.
Bueno, estar enamorada en sus circunstancias era un asco, eso era
innegable, porque lo que le interesaba a Ellie era comer, no suspirar por un
tipo que jamás hubiera podido comprender su situación personal.
La vida en Nueva York era cara, así que no pasó mucho tiempo desde que
la despidieran hasta que se buscase un trabajo en el que no se requiriese una
cualificación. En efecto, Ellie terminó trabajando en un food truck de
hamburguesas. No es que aquel trabajo fuera la profesión de sus sueños, pero
al menos no tenía la presión de estar fingiendo ser alguien que no era.
Allí, entre carne quemada y patatas grasientas, Ellie se había sentido ella
misma. Pese a lo agotador del trabajo, no pretendía tener un currículum con
varios cursos y una carrera impostados. Solo era Ellie Hawk, una mujer
sencilla que había tenido que abandonar los estudios demasiado pronto para
ocuparse de sus hermanos.
De alguna manera, resultaba irónico que fuera en aquella calle en la que la
gente transitaba con demasiada rapidez, donde fuera captada por Ethan y
Simon. Ambos le habían sacado de aquella sensación de seguridad y le
habían expuesto a una vida diferente a la que estuviera acostumbrada a llevar.
Ni si quiera cuando todavía trabajara para Henderson había podido acceder a
los lugares que visitara a raíz de su acuerdo con los Weiss.
No había sido obligada ni nada por el estilo, pero a Ellie le costó tomar la
decisión de aceptar la propuesta de la familia Weiss. No deseaba regresar al
mundo de Adam, pero la realidad era que pagar las facturas en Nueva York y
ahorrar para la universidad de Ada y Chris no resultaban ser opciones
compatibles.
Si le ayudaba, Simon Weiss le había prometido encargarse de los estudios
de sus hermanos. Uno de los miedos de Ellie había sido no poder cubrir los
gastos que requiriesen Ada y Chris, porque ella había estado en esa misma
posición cuando Rachel había comenzado a tontear con la bebida y el dinero
menguó de forma proporcional al contenido de las botellas de alcohol que se
escondían por la casa. Por supuesto, no es que ella fuera a echarse a la
bebida, pero le aterraba no poder sufragar las matrículas escolares o los
gastos médicos. Solo por eso había aceptado la propuesta del señor Weiss.
Todavía resonaba en su cabeza la frase de Simon una vez habían firmado el
contrato.
«Aquí es donde empieza a cambiar tu vida»
Y no se equivocaba, lo primero que hizo la familia Weiss por ellos había
sido acondicionarles una casa dentro de su inmensa propiedad, para que los
tres hermanos pudieran vivir de forma independiente. Ellie había tratado de
rehusarse, pues aquello suponía demasiado dinero —ni si quiera querían que
pagara un alquiler— pero Simon se había mostrado taxativo al respecto,
alegando que era parte del pago por el trabajo que tendría que desempeñar en
un futuro.
Ellie se preguntaba qué trabajo podía ser aquel, que implicase tanto dinero
y por el que todos actuaban tan misteriosos. Al principio había creído que la
contratarían de chica de los recados para el bufete, ya que en el contrato
estipulaba que sería una asistente especial. Debido a eso y a su desesperación
por la carga familiar, terminó aceptando de buen agrado. Los cambios no
terminaron ahí, un buen día, Simon le propuso una oferta que no esperaba ver
venir.
Aquella mañana le había pedido que se reuniera con él en el despacho de
la mansión principal. Se sentía demasiado nerviosa en esa dependencia tan
elegante a la par que ostentosa, aunque no era de extrañar, la familia Weiss
era rica.
Solo habían pasado unos minutos desde que la señora Weiss, tan amable
como siempre, le ofreciera un sustancioso desayuno, que Ellie había
terminado rechazando porque no quería deberles más de lo que ya lo hacía.
Poco importaba que sus tripas rugieran de hambre, contrajo el estómago, y
tuvo ganas de reír al imaginar la reacción de Adam, si se enterase de que
acababa de rechazar una comida.
Por su parte, el señor Weiss se sentó en uno de los grandes sillones que
rodeaban una mesita de salón. Ella se había situado en el extremo opuesto y
se sentía fuera de lugar.
—Ellie.
—¿Sí?
—¿Te sientes incómoda?
—Eh, no. Estoy agradecida por todo lo que me habéis ayudado.
Simon se echó a reír y Ellie le miró sorprendida. Los Weiss eran tan
diferentes a lo que se hubiera acostumbrado con Henderson, que todavía le
chocaba que algunas personas tan ricas pudieran actuar como alguien
«normal».
—Eso lo sé. Te pregunto si te sientes incómoda aquí, en este despacho.
—Ah, entonces sí, solo esta estancia es más grande que mi anterior piso.
El señor Weiss volvió a reír ante la sinceridad de la muchacha y ella se
puso colorada, pensando que quizás había metido la pata.
—Bueno, creo que por eso te elegimos.
—¿Disculpe?
—Para lo que te voy a proponer ahora, es necesario que entiendas ciertos
aspectos del trabajo que vas a desempeñar.
—Se lo agradecería, porque no tengo ni la más remota idea de qué va ese
trabajo.
—Supongo que te ha sorprendido todo el misticismo detrás de nuestra
oferta, ¿no?
—¡Por supuesto! El pedazo de casa que nos habéis proporcionado tiene
más ceros que todas las loterías juntas y no quiero parecer desagradecida,
pero empiezo a pensar que esto tiene algo que ver con el negocio de la droga.
De lo contrario, ¿por qué alguien va a contratar a una persona de mi
posición? Bien sabe que no tengo estudios y que la lie un poco en el negocio
del señor Henderson, así que, por favor, acláreme la situación. Esto no está
relacionado con la droga, ¿cierto?
La carcajada que emitió el señor Weiss resonó por toda la sala y Ellie le
estudió confundida.
—Perdone, pero ¿de qué se ríe?
—Es que me hace gracia que tu conclusión sea que queremos meterte en
el mundo de la droga. Somos abogados, mujer, ¿por qué querría verme
envuelto en esos asuntos tan turbios?
—¿No ha visto el lobo de Walt Street?
—¡Pero esos eran corredores de bolsa!
—Ahí se metía todo el mundo, me extrañaría que no se chutase droga
hasta la pobre limpiadora.
—Puedes estar tranquila, que mi hijo ni yo nos dedicamos a eso.
—Bueno, eso es lo que diría un narco.
Simon soltó otra carcajada y confesó complacido:
—Me agrada tu sinceridad, en mi mundo eso no es muy habitual que
digamos.
—Gracias. Entonces ¿en qué consiste el trabajo?
—Como bien sabes nuestro bufete se encarga de dar cobertura legal al
señor Henderson.
Ellie se puso en tensión. No deseaba hablar de él, era un tema que le
removía demasiado. De hecho, desde que se mudaran a su propiedad, nadie
se lo había vuelto a mencionar, lo cual agradecía en el alma.
—Sí.
—También somos conscientes de que sabes lo que ocurre en la empresa.
—¿Perdone?
—No hace falta que finjas desconocimiento, muchacha. Ethan no fue a esa
fiesta por casualidad.
Ellie recordó la fiesta en la que se había encontrado al hijo del señor
Weiss. Lo había conocido saliendo de la habitación contigua a la terraza, en
la que descubriese la verdad del señor Brown. Asombrada, la joven se llevó
una mano a los labios, sospechaba de algo, pero necesitaba constatarlo.
—¿A qué se refiere?
—Los escuchaste, ¿cierto?
—Usted…
—Mi hijo también lo hizo. Ninguno esperábamos que estuvieras allí.
Quizás no lo sabes, pero lo que oíste te ha puesto en peligro.
Aquello puso en guardia a Ellie, sabía que lo que había escuchado era
demasiado fuerte, incluso había intentado avisar a Adam de que el padre de
Luke estaba detrás del asunto de los hoteles, pero jamás hubiera esperado que
corriera peligro. La angustia le invadió.
—¿Mis hermanos también?
Simon negó repetidas veces, por lo que Ellie se tranquilizó un poco. El
solo hecho de pensar que hubiera puesto en peligro a sus hermanos le
carcomía por dentro.
—Uno de los motivos por los que te hemos traído aquí es por tu seguridad.
—Yo…
—Necesito que me confirmes algo, Ellie.
—¿El qué?
—¿Le dijiste algo a Adam?
—Sí.
—Y ¿qué te respondió?
Ellie cerró los ojos, recordando la mirada de decepción que le había
traspasado y negó con la cabeza.
—No me creyó.
—¿Cuándo fue esto?
—Después de la junta.
—Bueno, no es de extrañar. John es como un padre para él y a ti te
acababan de exponer.
La cabeza de Ellie iba a demasiada velocidad, estableciendo relaciones
temporales. No obstante, un pensamiento primó por encima de los demás y,
preocupada, estudió a Simon.
—¿Por qué estoy aquí en realidad, señor Weiss?
—Porque necesitamos tu ayuda.
—No sé en qué podría serviros de ayuda. Soy persona non grata en esa
empresa.
—No lo entiendes, muy pocas personas han visto la verdadera faceta de
John Brown. La mayoría piensa que es un hombre sencillo y humilde, que ha
apoyado en todo a Noah.
—¿A quién?
—El padre de Adam, Noah Henderson.
—No tuve el placer de conocerle y el señor Henderson habla poco de su
familia. ¿Sabe ese hombre algo de esto?
—No.
—¿Por qué? ¿No le han dicho nada? Estoy segura de que él también
confía en el señor Brown, ¿cierto?
—Justo por eso no le hemos dicho todavía nada.
—No lo entiendo.
—Ahí entra otra de tus tareas.
—¿Cuál?
—Debes recabar pruebas para exponer a John Brown.
—¿Cómo dice?
—Sin ellas, no podemos contarle nada a Noah. Como bien acabas de
señalar, confía demasiado en él. Si no tenemos pruebas sólidas, de nada
servirá lo que podamos revelarle. No nos creerá, al igual que hizo su hijo
contigo.
—Y ¿por qué tengo que ser yo? Sabe muy bien que no quiero ningún tipo
de relación con la familia Henderson.
—Tienes que ser tú porque eres una de las pocas personas que ha podido
escuchar a John confabulando con su mano derecha en la sombra.
—¿Y Ethan?
—Ethan es mi hijo, Ellie, y por si no lo has notado Adam no le tiene en
gran estima.
—No parece muy sorprendido.
—No, no juzgo a Adam por ello. No ha sido fácil para él crecer en un
entorno como el de su familia mientras veía el estilo de vida de mi hijo.
Encima, sé que le hacía de rabiar cuando podía, así es Ethan. Soy su padre,
pero a veces le daba por molestar a otros niños, y no tenía la concepción de
Adam que puedo tener yo como adulto.
—Comprendo.
—Volviendo al tema que nos atañe, si estás aquí es porque has sido en una
de las pocas personas en las que ha confiado Adam.
—Eso sería en el pasado, después de la reunión de accionistas no le caigo
en gracia.
—Eso da igual, eres la única persona que puede llegar hasta él, incluso
aunque sea por medio de la ira. Con los demás solo se cierra, y la realidad es
que en un futuro va a necesitar ayuda.
Ellie comenzó a inquietarse ante esa palabra. ¿Adam estaba en peligro?
No habían terminado en buenos términos, pero el solo hecho de pensar que
pudieran atentar contra su seguridad le aterraba.
—¿Ayuda?
—John Brown no puede conseguir su objetivo.
—¿Y cuál es ese?
Simon carraspeó incómodo y pareció reflexionar durante unos segundos,
antes de confesar en voz alta:
—Quiere arrebatarle la empresa a la familia Henderson.
—¿Cómo dice? Eso no es posible, si son los dueños.
—Ahora eso es improbable, sí, pero no por ello lleva tiempo pergeñando
el complot de los hoteles, que son solo la punta del iceberg. No, si no
actuamos con rapidez, Adam podría perder su puesto y eso sería la antesala a
la caída de la familia Henderson.
—Un momento, y ¿usted qué gana con todo esto?
—Digamos que tengo unos asuntos pendientes con el señor Brown.
Aquello sonaba muy mafioso para la actitud abierta que solía demostrar
Simon, aunque no debía dejarse engañar, el señor Weiss era abogado y uno
de los mejores, por lo que no debía de ser el alma pura que mostraba en
apariencia.
—¿Cuál va a ser mi papel en todo esto?
—Todavía no hemos definido bien el plan, pero en principio tendrías que
volver a la empresa.
—¿Qué ha dicho? ¡Si acaban de echarme como quien dice! El señor
Henderson no querrá verme ni en pintura, y para serle honesta, yo tampoco a
él.
Bueno, eso era una mentira como la copa de un pino. Ellie todavía soñaba
con Adam. En el fondo deseaba verle y poder sentirse tan viva como una vez
lo hiciera entre sus brazos.
—No debes preocuparte, no vas a regresar todavía.
Aquello alivió un poco a Ellie. No se sentía preparada para encararle sin
terminar derrumbándose a sus pies.
—¿Qué es lo que esperan conseguir con esto?
—Exponer a John Brown, para evitar que siga haciendo y deshaciendo lo
que le venga en gana.
—¿Y qué es lo que gano yo?
—Como ya le dije, me encargaré de la educación de tus hermanos, pero,
además, también te aseguro proporcionarles una calidad de vida que no
podrías conseguir con los trabajos de medio tiempo.
—En lo que sea que pretenda que haga… ¿estaré en peligro?
El silencio se instauró entre ellos y Ellie comenzó a preocuparse. Simon
captó esta emoción y quiso tranquilizarla, pero tampoco podía venderle una
mentira. Tenía que saber en lo que se estaba metiendo.
—Desconocemos cómo puede reaccionar el señor Brown si descubre lo
que estamos tramando.
—¿Es violento? ¿Contrataría al tipo ese que estaba con él el día de la
fiesta? ¡Dios mío! ¿Me asesinará y me tirará a un vertedero?
—No creo que llegue a tanto, mujer, pero tenemos que ser precavidos.
John lleva mucho tiempo planeando esto.
—¿Luke lo sabe?
Aquella era una cuestión que se había estado planteando mucho, pues se
negaba a creer que alguien tan dulce como él pudiera estar envuelto en eso.
Sin embargo, necesitaba saberlo, porque no deseaba verse envuelta con
alguien malicioso, y Luke le había estado enviando mensajes con frecuencia
desde que se marchase.
—Hasta ahora no tenemos constancia de que su hijo pueda estar
implicado. Como le dije, pocas personas conocen la verdadera personalidad
de John, y creemos que su familia no es una excepción. No obstante, no
podemos bajar la guardia con esto.
Ellie suspiró aliviada. En realidad, era un peso que se quitaba de encima,
ya que le apreciaba. Había sido uno de sus principales apoyos mientras
trabajase para Adam, y en raras ocasiones Ellie había podido conocer alguien
así.
—¿Qué es lo que quiere que haga?
—Para empezar, tienes que retomar tus estudios.
—¿Estudiar?
La palabra había sonado tan rara en sus labios, que apenas podía
comprender el significado que aquello entrañaba. Hacía años que había
desechado esa idea. Hasta ahora su destino no había sido planteado para que
ella estudiase, y con el tiempo había terminado aceptándolo.
—Sí, ¿hay algo que hayas deseado estudiar alguna vez?
Nadie le había preguntado eso desde que su padre falleciera. Se sentía tan
bloqueada que ni si quiera notó la lágrima que comenzó a rodar por su
mejilla, y que provocó que la mirada de Simon se ablandase.
—Yo…
—No tienes que decidirlo ahora mismo. Solo piénsalo, para este trabajo
vas a necesitar hacerlo.
Ese día no le había dado una respuesta. Hacía años que había olvidado
cómo plantearse aquellas cuestiones menores. No podía reflexionar sobre
ello, porque ¿de qué servía soñar con algo que no podría permitirse? ¿Solo
para revivir un dolor que había aprendido a gestionar? Nada que no tuviera
que ver con sus hermanos captaba su atención, al menos hasta que apareció
Henderson.
Con él, Ellie se había planteado otro tipo de vida, una en la que poder
abrirse de verdad, confiando en él lo suficiente para que la conociera,
revelándole no solo el secreto que le había estado ocultando, sino también
otro que todavía escondía de todo el mundo.
No obstante, nada de eso había podido darse y allí se encontraba, ante el
señor Weiss, quien le planteaba la posibilidad de volver a estudiar, y no como
una muestra banal de caridad. No, necesitaba que ella lo hiciese para poder
abordar el puesto de trabajo. Eso era algo que encantó a Ellie, pues una de las
cosas que más odiaba en el mundo era darle lástima a nadie.
Si de verdad podía ser útil para alguien y para obtener eso se le abrían las
puertas hacia los brazos de la formación, entonces no podía negarse, era una
oportunidad única.
Los días siguientes a aquella conversación los pasó experimentando
mariposas en el estómago. No podía creerse que volvería a estudiar, y,
además, lo que ella quisiera. Bueno, de la charla con el señor Weiss, Ellie
había podido deducir que tendría que elegir una carrera que le resultara
beneficiosa para regresar a la empresa. Nadie de recursos humanos de
Henderson Enterprise aceptaría a alguien que hubiera estudiado Filosofía o
Medicina, y mucho menos, si era ella, Ellie Hawk o también conocida como
la persona más repudiada que hubiera pasado por aquella empresa.
Al final, se decantó por el Marketing Digital y la elección de los cursos
que derivaron de la carrera se basó en la incertidumbre. Como no sabía en
qué condiciones tendría que regresar, prefería hacerlo en un puesto en el que
tuviera el menor contacto con Henderson.
Su formación no se redujo a la universidad. Ethan y Simon invirtieron
serios esfuerzos en enseñarle protocolo, idiomas e incluso un asesoramiento
personalizado sobre su imagen. Entre todas aquellas horas que pasaba con
Ethan fue donde se forjó su verdadera amistad. Él la trataba con cariño, como
si se hubieran conocido durante toda la vida.
En ciertas ocasiones, cuando terminaba agotada hasta la extenuación en
alguna clase de baile que le hubiera dado, Ellie había creído que Ethan era su
alma gemela, ya que la comprendía tan bien, que a veces se adelantaba a sus
propios pensamientos. No le había contado lo sucedido con Henderson, pero
estaba segura de que de alguna forma Ethan lo sabía.
Sin embargo, por extraño que pareciese, cada vez que tenía un
pensamiento sobre su alma gemela, no era el rostro de Ethan el que aparecía
en su mente, y todos los momentos en los que sucedía esto, Ellie lo apartaba,
disgustada consigo misma.
No tenía tiempo que perder, ya que todavía compaginaba la crianza de sus
hermanos con sus estudios. No tardó en demostrarle a la familia Weiss que el
dinero que destinaban a estos últimos estaba siendo bien invertido. Eso no
sorprendió a Ada, quien sabía que su hermana había sido de las mejores de su
clase, cuando todavía podía estudiar, pero entendía que nadie pudiera verla
como ella la conocía. Las circunstancias familiares habían provocado que la
gente tendiera a juzgar a la mayor con demasiada facilidad, sin saber lo
luchadora y valiente que era en realidad.
Ellie podía haberse acostumbrado a las críticas, pero Ada todavía
rechinaba los dientes cada vez que intuía que alguien pudiera estar
metiéndose con su hermana.
Pronto, la mayor de los Hawk destacó tanto, que Simon se vio obligado a
tener que enviarla a Londres con sus hermanos, ya que sabía que no se iría
sin ellos. No deseaba que los círculos de Henderson se enterasen de dónde se
encontraba la señorita Hawk, y estaba al tanto de que Adam había mandado a
sus subalternos más cercanos a buscarla.
El heredero de los Henderson estaba poniéndole en bandeja de plata a
Brown su despido, ante el escrutinio angustiado de Simon, quien sabía que, si
Adam encontraba a Ellie antes de tiempo, la situación se tornaría
desfavorable para el muchacho. De esta forma, envió a Ellie y a sus hermanos
con Ethan.
Adam jamás se imaginaría que su exsecretaria se hallaría en Londres con
su enemigo de la infancia, y mucho menos que terminaría codeándose con
una ingente cantidad de famosos, la mayoría clientes de Ethan, a quienes
comenzó a llevarles las redes sociales.
Durante aquellos años en los que estuvo trabajando, estudiando y criando
a sus hermanos, Ellie no tuvo noticias de Adam. La verdad era que lo
agradecía, estaba segura de que Ethan lo hacía por su bien, ya que estaba
tratando de sanarse a sí misma, recomponiendo las piezas que su contacto con
Henderson había destruido y, aprovechando dicha oportunidad para
conocerse a sí misma.
No fue hasta pocos meses antes de tener que regresar a Nueva York, que
Ellie no empezó a escuchar noticias sobre él. Había acordado con Ethan que
la información que le aportase sobre Henderson se ciñese a lo que se esperaba
de ella a nivel laboral. No deseaba escuchar nada de sus nuevas relaciones o
posibles pérdidas. Tenía que acostumbrarse a verle como un futuro
compañero de trabajo, porque si todo iba bien, esa sería la única manera en la
que lo vería.
De esta forma era como habían comenzado a trazar un plan, que resultaba
incierto para todos y que pondría el mundo de Ellie patas arriba nada más se
comenzase a ejecutar.
***
El mismo día en el que había podido volver a hablar con Ellie después de
dos años, Adam se había sentido feliz, incluso radiante. No importaba si ella
se había limitado a despacharlo, de alguna forma sabía que la había
alcanzado. La muchacha se esforzaba por aparentar una indiferencia que
estaba lejos de sentir, lo sabía bien porque Adam conocía su cuerpo y sus
reacciones. Todavía seguía afectándola y eso le ponía de muy buen humor.
Estaba decidido a hacer de aquel viaje su oportunidad de reconquistarla y
aclarar ciertas cuestiones que habían quedado inconclusas.
Sin embargo, estaba demostrado que su felicidad no estaba destinada a
durar demasiado tiempo, pues aquella misma tarde, a tan solo una hora
después de finalizar la reunión, su madre le contactó, coaccionándole para
que fuera a cenar aquella noche. A pesar de que le había dicho que tenía que
hacer la maleta, ya que emprendería un viaje al día siguiente, Olivia había
desdeñado todo intento de escaquearse.
Adam conocía el motivo por el que le convocaba con tan poca antelación.
Se habría enterado del viaje por su padre, y estaba seguro de que pretendía
darle algunos consejos maternales, por explicarlo de una forma sutil.
Lo mismo daba, Adam odiaba encontrarse sentado en aquella mesa,
pudiendo estar planificando todas las estrategias que desplegaría para
incordiar a la señorita Hawk.
Disgustado, contempló su plato con escepticismo. Otra vez vegetales. No
tenía hambre, pues se estaba preparando para la confrontación que le
depararía.
—Y bien, madre vas a comentarme ¿por qué me has hecho venir con tan
poco tiempo de antelación?
—¿Debe haber algún motivo oculto para que una madre invite a su hijo a
cenar?
—No sé cómo será con otras madres, pero contigo desde luego que sí.
—¡Adam!
—Bueno, no estoy diciendo ninguna mentira, por favor, saltémonos
cualquier introducción intrascendente y, vayamos al grano, tengo un viaje
que preparar. De cualquier manera, estoy seguro de que padre ya te ha puesto
al día sobre la junta.
—Pues sí, lo hizo.
—¿Entonces?
—Solo quiero prevenirte, Adam, lo último que deseo es que salgas herido
de nuevo.
—¿Herido?
La palabra sonaba extraña, su madre ni si quiera reparó en ello. Adam se
había sentido mucho más que herido, le habían destrozado, pero su familia
minimizaba sus sentimientos empleando una palabra tan trivial.
—Sí, no terminaste bien después de que esa chica pasase por tu vida ¿y
ahora vas a verte envuelto en ese viaje con ella? ¿A solas?
—Si padre te ha informado correctamente, sabrás que no me queda más
remedio, es la nueva accionista.
—Y eso es otra cosa que no entiendo ¿cómo ha podido dejarle George sus
acciones a esa mujer? ¿En qué diablos estaba pensando? ¡Es una mentirosa!
Adam compuso una mueca y contempló la salida más cercana, deseoso de
dejarles allí tirados.
—Sé a la perfección lo que hizo, madre. ¿Me has traído aquí para hablar
de una situación que ya conozco?
—Solo quería que cenáramos juntos porque me preocupas, Adam. ¿Por
qué no le das otra oportunidad a Sasha, hijo? Estoy segura de que…
Adam ya había tenido suficiente, le había soltado aquella misma cantinela
en el último desayuno que tuvieran juntos, y solo por eso la cortó a mitad de
la perorata. Ya había vuelto a las andadas.
—Agradezco tu preocupación, de verdad, pero es mi vida. Yo sé muy bien
lo que hacer con ella.
—Pues hasta ahora no lo has demostrado demasiado ¿cómo esperas que
confiemos en ti?
—Ya no espero que lo hagáis. Además, se supone que es algo que
deberíais de hacer por el simple hecho de ser mis padres.
Aquella respuesta dejó asombrada a su madre, quien no se esperaba que
Adam le rebatiera de aquella forma. Noah le puso una mano encima a su
mujer para tranquilizarla, y le dirigió una mirada de advertencia a su hijo.
—¿Estás insinuando que soy mala madre?
—Nunca he dicho eso.
—Yo no te he criado así, Adam. ¿Desde cuándo te has vuelto tan
insolente?
—Supongo que fue a raíz de que un rayo de luz se colase por aquel
resquicio de oscuridad.
Sus padres no escucharon aquel murmullo y aunque lo hubieran hecho, no
habrían comprendido esa referencia. Ellie había sido su rayo de luz, pero no
se sentía capacitado para confesárselo a sus padres. No, al menos hasta que
no la recuperase.
—¿Cómo dices?
—Nada. ¿Tienes que contarme algo más? Tengo algo de prisa.
—Ni si quiera has probado bocado. ¿Qué es lo que te ocurre?
—No tengo hambre.
—Pero…
—Bueno, si no tenéis que añadir nada más. Me marcho.
Dicho esto, se levantó de la mesa, sintiéndose agobiado por toda la presión
que volvían a depositar sobre él.
—Espera, Adam. Antes de que te vayas, necesito pedirte un último favor.
Hazlo por tu madre al menos.
—¿Cuál?
—Por favor, trata de que no vuelva embarazada.
«Pero señora, usted es una desgraciada. Ojalá y atine a conseguirlo, la
última vez le hice unos patucos preciosos» Señaló Deseo, asombrado de
asistir a esa frase.
Ajeno a ese componente emocional, la ira invadió a Adam, quien tuvo que
apretar los dientes para no faltarle el respeto a su propia madre.
—Me largo.
Sin dejarles tiempo para que pudieran añadir algo más, salió de forma
precipitada del comedor. Sabía que si se quedaba un solo minuto más
terminaría desquiciado. Su familia no podía comprenderle, y no era de
extrañar, últimamente ni él mismo lo hacía.
CAPÍTULO 8
Mensaje enviado:
Claro.
***
Los rayos de sol despuntaron a primera hora de la mañana y, a pesar de
que estaba agotado por los acontecimientos de la noche anterior, ya ni si
quiera le resultaba posible dormir en su propia cama. Después del momento
que había compartido con Ellie, le había sido imposible conciliar el sueño.
Desde que había vuelto a probarla, se sentía como un maldito drogadicto,
deseoso de tomarla por completo.
Ellie no podía saberlo, pero abandonar su habitación había sido un
esfuerzo hercúleo para él. Tuvo que tomarse una ducha bien fría de tres
cuartos de hora en la que había intentado masturbarse para relajar su nervio,
pero con todo y con eso todavía se notaba nervioso e incómodo. Necesitaba
desfogar y no con cualquier persona, la ansiaba a ella. Maldita sea, el
recuerdo que había tenido de sus encuentros empalidecía con la realidad.
Quizás no tendría que haber sucumbido a sus encantados, porque ahora se
sentía perdido y frustrado.
Su reloj biológico le tenía acostumbrado a madrugar para ir a entrenar, así
que antes de visitar el restaurante para desayunar, decidió pasarse por el
gimnasio. El ejercicio le serviría para despejarle la mente y enfocarse en el
día que le esperaba por delante.
Con la rapidez que podría tener un perezoso, se desprendió de las ropas de
la noche anterior y las sustituyó por unos pantalones cortos de boxeo y una
sudadera negra de Nike. En el espejo, se peinó el pelo, intentando conferir un
aspecto menos desastroso. Había dejado la gomina a un lado, por lo que su
cabello estaba tan revuelto como su vida.
Una vez llegó al gimnasio, su ánimo decayó a la misma velocidad a la que
corría una gacela. Ese gilipollas de Weiss estaba dándole al saco. Adam
recordó el beso que había presenciado. Ellie podría tratar de convencerle de
lo que fuera, sobre el poliamor y esas chorradas, pero su intuición le indicaba
que en eso no podía creerla. Debía haber algo más, Adam no se la imaginaba
accediendo a entrar en ese tipo de relación. Entonces ¿qué podía ser? Esa
mañana no se sentía lo suficiente capacitado para resolver ese misterio, pero
algo que tenía muy claro era que le tenía muchas ganas a Ethan Weiss, de
modo que le venía perfecto que estuviera allí justo cuando él necesitaba
descargar su frustración.
El tipejo ni se imaginaba las ganas que tenía de partirle la cara. Adam se
acercó con decisión hasta donde se hallaba.
—Weiss.
No necesitó añadir nada más, Ethan le reconoció por el espejo y le saludó
con alegría fingida.
—Buenos días, Henderson, pero qué cara traes —señaló sin parar de
golpear el saco—. Estás hecho mierda.
—¿Y de quién es la culpa? —murmuró molesto en apenas un gruñido.
—¿Cómo dices?
—Nada. Oye, ¿quieres practicar un poco?
—¿No me ves? Ya lo estoy haciendo.
—Me refiero conmigo, estúpido.
Ethan miró al ring y ladeó la cabeza. Le resultaba muy tentador poder
descargar el resentimiento que sentía hacia él y, además, en el pasado, Adam
jamás se hubiera rebajado a tener un combate con él, mucho menos
proponérselo tal y como estaba haciéndolo ahora.
Sin duda, Ellie le había cambiado y eso le divertía sobremanera. Mientras
que en el pasado Henderson pasaba de él no importaba lo mucho que le
intentase molestar, desde que había regresado con Ellie de Londres,
Henderson parecía tener un petardo metido en el trasero por el simple hecho
de verlos juntos.
—Claro.
—Espérame ahí un momento, caliento y en seguida estoy contigo.
Ethan se encaminó hacia el ring y al mismo tiempo aprovechó para
soltarle con jocosidad:
—Así que me tienes tantas ganas que has decidido dejar a un lado tu
orgullo para ofrecerme subir aquí, ¿eh?
—Cállate, Weiss.
—No puedes juzgarme, Henderson. Siento mucha curiosidad por lo que ha
podido suceder para que este hecho casi histórico se haya producido.
—Solo era cuestión de tiempo.
Weiss comenzó a saltar en el ring para evitar enfriarse, mientras Adam
terminaba de calentar con el saco. Una vez finalizó, se subió al ring y le
encaró.
— Vamos a resolver aquí nuestros problemas.
Ambos se pusieron en guardia y tras la señal que indicó Adam,
comenzaron a golpearse. El pelirrojo le metió un derechazo con saña, que
Ethan paró con el brazo. Al principio, Weiss se limitó a defenderse, lo cual
no hizo más que incrementar la rabiar de Adam. ¿Por qué diablos no se la
devolvía?
De repente, Ethan soltó una carcajada y la sangre le hirvió.
—No te tengo en tan alta estima para contar con un asunto pendiente
contigo, lo cual me hace plantearme qué diablos te ha molestado tanto.
—Tú mera existencia lo hace.
—Pues en eso no voy a poder ayudarte, amigo, vas a tener que seguir
aguantando, porque no pienso morirme para darte a ti el gusto.
—No soy tu amigo, idiota. Háblame con más respeto, estoy en una
posición superior a la tuya.
Esas palabras tuvieron más efecto, ya que consiguió encajarle un golpe
recto después de hacerle un amago. Humillado, Ethan se enfadó.
—No soy tu maldito empleado, Henderson. Mi representada es Ellie, no
tú.
—Tú padre trabaja para mi familia.
En esta ocasión Ethan se puso más serio, apretó los dientes y la ira le
invadió. Adam sonrió satisfecho, así que solo le había hecho falta decir la
frase mágica para hacerle reaccionar y sacar la verdadera personalidad de
Weiss. Ethan atacó por primera vez con un crochet del que se zafó por los
pelos. Desde hacía tiempo Adam tenía la sospecha de que de ahí provenía su
animadversión. Ethan Weiss odiaba que Simon trabajase para él.
—¿Te crees que esto es el apartheid, gilipollas? —demandó saber furioso
—. Que mi padre trabaje para ti, ¡no significa que yo lo haga!
—Ah, entonces me lo pones mejor, no eres mi empleado directo, no, solo
eres el subalterno de tu padre.
Adam sabía que le estaba pinchando y que su actitud era cruel, pero estaba
harto de ostentar siempre en el rol de víctima de sus mofas. Esquivó otro
golpe y no supo bien en qué momento algo cambió la actitud de Ethan,
porque recibió un swing de pleno en la mandíbula.
—Mira, Henderson, te voy a dejar una cosa bien clara —comentó con
esfuerzo, tratando de recuperar el aire—. Nunca trabajaría para alguien como
tú. Antes me mato.
—Bueno, está bien saberlo, teniendo en cuenta que jamás contrataría a un
tipo tan desentendido de sus funciones.
—Tú ¿quién coño eres para juzgar mi forma de trabajar?
—Me importaría una mierda, si no fueras el abogado de Ellie.
—Ellie es mi pareja, ¿por qué te metes en los asuntos de otros?
El pelirrojo consiguió encajarle un cross y Ethan tuvo que recuperar el
aliento. Estaba demasiado enfadado por las licencias que estaba tomándose
con él.
—Esa es otra, ¿no crees que es inmoral ejercer para tu novia?
—No lo es, si no tienes ni idea de derecho, mejor no opines.
—Aunque no me extraña y más si entramos a valorar el tipo de relación
impúdica que se supone mantenéis.
Ethan frunció el ceño, sin comprender a qué se refería.
—¿Qué narices estás diciendo?
—¿Vas a negarlo? Porque eso te dejaría en peor lugar del que estás ahora.
—No sé a qué te refieres.
—Estás usando a Ellie y déjame decirte que no te lo voy a consentir.
Ethan no estaba comprendiendo nada, ¿él? ¿usando a Ellie? Aun así, la
tonalidad altiva con la que se lo dijo, le sacó de quicio.
—¿Ah no? ¿Y qué es lo que piensas hacer?
—Ya no me voy a contener más, Ethan.
De la impresión porque le hubiera llamado por primera vez en la vida por
su nombre. Ethan dio un paso hacia atrás.
—Que tú… ¿qué bicho te ha picado, Henderson?
—Ellie se vendrá conmigo a Dubái.
—Pues bien, me alegro por eso, así podremos terminar con esto de una
santísima vez. Demonios, si estoy deseando regresar a Londres.
—Pues tendrás que hacerlo solo.
—¿Qué?
En la fría mirada de Adam, brillaba la más absoluta determinación. Si iba
a abordar esa situación, lo haría desde el lado correcto, no se limitaría a fingir
a causa de Awad. Adam le había prometido limitarse a ser amigos, pero le
carcomía la culpa de haber favorecido con su actitud de mierda que hubiera
acabado metida en esa relación de mierda, le demostraría a Elllie que merecía
que la quisieran mucho mejor.
—A partir de hoy, tengo la intención de mostrarle cómo se siente que la
amen de verdad.
—¿Qué diablos quieres decir con eso?
—Voy a ir a por Ellie, quiero recuperarla.
Ethan torció el gesto, disgustado con esa nueva información. ¿De qué
narices iba ahora aquel tipo?
—Eso me gustaría verlo, aunque dudo mucho que lo consigas, ya la
perdiste una vez por imbécil.
—Me importa una mierda el concepto que alguien como tú pueda tener de
mi persona, voy a recuperarla por el simple hecho de que tú no te la mereces
y ella lo vale todo. Si Ellie decide aceptarme de vuelta, nada más va a
detenerme, porque la necesito en mi vida.
En esta ocasión, Ethan aprovechó que se había parado, para soltarle un
derechazo con tanta fuerza que lo tiró al suelo, dejándole inconsciente. Para
cuando quiso darse cuenta, la oscuridad arrastró a Adam a su interior.
CAPÍTULO 22
«La gran mayoría de las veces, resistirse a tu mirada anhelante no es una
opción»
A.H
[1]AGREGAR NOMBRE