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CÓMO CITAR:
León Cabrera, Gina Catherine. 2023. “Colombia en la guerra de Correa (1951-1954): en el entramado de
tres guerras.” Colombia Internacional 113: 145-167. https://doi.org/10.7440/colombiaint113.2023.06
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in the Korean conflict. Conclusion: The text describes how political and military
elites in the middle of the twenty century in Colombia understood the context of
global polarization in the postwar and how in the middle of an economic, military
and diplomatic dependency, justified the presence of more than 5 thousand people
in the field of combat in Korea. Originality: The approach from this perspective
let us understand some global and local interdependencies in the country in
the fifty´ decades.
KEYWORDS: Colombia; global history; Korean war; international conflict; Cold War.
Introducción
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3 Dicha política había buscado el fortalecimiento de las relaciones entre EE. UU. y los países
latinoamericanos ante el ascenso de proyectos totalitarios en Europa.
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4 Medida establecida el 12 de marzo de 1947 por EE. UU. para apoyar a naciones que, según
su visión, estaban en peligro de perder sus libertades. Estaba orientada a evitar la entrada del
comunismo a países influenciados por la URSS, principalmente en Europa.
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5 En la construcción del tratado, Colombia impulsó el establecimiento de una relación entre los
ejércitos de la región con los EE. UU. (Atehortúa 2011, 3).
6 Aunque no enunciaba directamente la palabra comunismo, “era claro que el TIAR se firmaba
como herramienta para enfrentar la amenaza comunista soviética” (Prieto 2013, 7).
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7 Por problemas de salud, Gómez debió abandonar la Presidencia un año después de su posesión.
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para tener control sobre el Canal de Panamá (Prieto 2013), y para el país latinoa-
mericano era una oportunidad de formar militarmente al ejército con personal
estadounidense.8 Este momento dio paso a la adopción de la ya enunciada polí-
tica del buen vecino que perfiló al país como un aliado de EE. UU. en América
Latina, en una postura de subordinación y alineamiento incondicional con el país
norteamericano (Tickner 2000, 41).
El enfrentamiento de la Guerra Fría se fue insertando y adaptando en
cada contexto nacional (Pettiná 2018). En Colombia, en materia militar, misiones,
acuerdos, préstamos y entrenamientos fortalecieron la relación. Los acercamientos
eran tan evidentes como la tarea que promovió el presidente Ospina Pérez para
que las misiones formaran un batallón de infantería que fuera el iniciador del
proceder militar estadounidense en el ejército colombiano (Atehortúa 2011, 4).9
Los enfrentamientos entre los partidos Liberal y Conservador, y sus res-
pectivas visiones —el primero defendió un modelo de Estado interventor durante
la República Liberal, más progresista y cercano a las izquierdas; y el segundo, con
una visión tradicional de propiedad sobre la tierra, cercano al sector militar y la
Iglesia católica, abogaba por un modelo de libre mercado—, tenían elementos
que hacían que estos se acercaran discursivamente a uno de los polos ideológicos
enfrentados en ese momento. Sin embargo, los partidos no eran “programática-
mente muy ortodoxos” (Gutiérrez 2017, 633), lo que hacía que en la práctica se
siguieran comportando como élites frente a las desigualdades sociales que eran
fuente de violencia.
En el marco de la Cortina de Hierro, el Partido Conservador con su repre-
sentante acérrimo, Laureano Gómez, utilizó discursivamente el acercamiento
ideológico del Partido Liberal a las visiones progresistas para atacar a su opositor
político, sustentando que este atentaba contra el orden nacional, la religión católica
y la moral. Gómez, quien había apoyado a Alemania durante la Primera Guerra
Mundial cuando era ministro de Obras Públicas, era un admirador del país ger-
mano, de Francisco Franco en España y un profundo católico (Henderson 2006).
Utilizando un lenguaje fundamentalista, soportado por su dogma cristiano, cali-
ficaba a los Gobiernos liberales como proyectos demoniacos que iban en contra
de la moral nacional.
La Revolución en Marcha, proyecto del liberalismo entre 1934 y 1938,
fue tachada por ideólogos del Partido Conservador como un “ataque al propio
8 De hecho, oficiales colombianos visitaban recurrentemente los EE. UU. para ser parte de demos-
traciones por parte de las Fuerzas Militares estadounidenses en Panamá (Atehortúa 2011, 7).
9 Uno de los comandantes del Batallón Colombia en Corea tuvo su entrenamiento en EE. UU.
antes de unirse al frente de batalla (“El nuevo jefe” 1952).
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los constantes ataques entre las élites políticas, así como por la creación de grupos
armados privados de orientación conservadora, como la policía chulativa en
Boyacá (Sánchez y Meertens 1983, 27).
El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, generó una ola de
violencia en distintos sectores del país, quienes asumieron la muerte del caudillo
como estrategia del Partido Conservador. Por su parte, el estallido de violencia
fue interpretado por Gómez y líderes estadounidenses como obra directa de
agentes comunistas, lo que politizó aún más el clima nacional. El acostumbrado
discurso del líder conservador buscaba crear la necesidad de una unidad nacional
que, desde su punto de vista, debía venir por parte del poder militar el cual debía
ser asumido por el Poder Ejecutivo (Henderson 2006).
El Bogotazo también condujo a una transformación de las Fuerzas
Armadas, especialmente en su relación con el orden político. Durante el gobierno
conservador, militares empezaron a ocupar cargos que eran usualmente ejercidos
por civiles, como el Consejo de Ministros, además del ya mencionado caso de
los alcaldes y otras instancias del Gobierno. Durante el siguiente año, los enfren-
tamientos se recrudecieron debido a la exclusión política, las fallidas reformas
sociales y la simpatía con ideologías socialistas; facciones del Partido Liberal
decidieron formar guerrillas en Antioquia, Caldas, Huila, Llanos Orientales,
Tolima, Boyacá y Santander que se enfrentaron a la policía chulavita en todo el
país (Guzmán Campos, Fals Borda y Umaña Luna 1962; Henderson 2006).
Inicialmente, el Ejército contaba con un buen reconocimiento social por ser
mediador en algunos conflictos entre guerrillas y policía. Sin embargo, aún per-
sisten debates sobre la relación entre las Fuerzas Militares y la tensión bipartidista
del momento. Ciertos autores sostienen que el Ejército se fue orientando como
un dispositivo partidista para contrarrestar a las guerrillas liberales (Pizarro 2018)
o que su visión ideológica anticomunista era evidente en el rechazo de jóvenes
liberales en las instituciones de enseñanza militar (Atehortúa 2008). Otros afirman
que sus acciones tenían el partidismo solo como telón de fondo (Leal 2002).
Además de la situación militar, varios de los proyectos del presidente
Ospina Pérez no habían prosperado debido a la mayoría liberal en el Congreso,
y las más punzantes discusiones sobre proyectos políticos, como la elección
popular de alcaldes, iniciaban en el parlamento y finalizaban con la muerte del
adversario político. El estado de sitio declarado por el presidente se prolongó
hasta el final de su periodo y las decisiones en materia de gobierno se realizaron
a través de decretos presidenciales.
Con el Congreso cerrado y un único candidato por parte del Partido
Conservador, se celebraron elecciones el 27 de noviembre de 1949 y fue elegido
Laureano Gómez como presidente de la República. A partir de ese momento
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10 La gran mayoría de exportaciones eran hacia este país: café (90 %), petróleo (50 %), banano
(81 %), oro y platino (100 %), entre otros (Palacios 2009; Prieto 2013, 2).
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soldados en Panamá y EE. UU., promovidos décadas atrás, fueron acercando al país
con la política de seguridad estadounidense, la cual coincidiría con el llamado de
la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a unirse al primer conflicto bélico
luego de la Segunda Guerra Mundial.
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luego del enfrentamiento mundial bajo una tensión insólita debido al potencial
nuclear de las nuevas potencias (López-Aymes et al. 2016).
El 11 de febrero de 1945, durante la Conferencia de Yalta, Stalin se com-
prometió a entrar en guerra con el Japón una vez conseguida la rendición de
los alemanes y el cese al fuego en Europa, a pesar de que la victoria sobre Japón
estaba casi asegurada por los EE. UU. Durante el fin de la Guerra Mundial,
Corea estaba en una situación particular ante “el vacío de poder en una zona
geopolítica crítica luego de la ocupación japonesa” (López-Aymes et al. 2016, 120).
En la Conferencia de Potsdam, celebrada entre el 17 de julio y el 2 de agosto
de 1945, “altos mandos militares (y no jefes de Estado) determinaron un régimen de
administración conjunta para la península coreana” (López-Aymes et al. 2016, 123),
la cual estaba ocupada al norte por el ejército de la URSS. Ante la presencia del
país soviético, fuerzas militares de EE. UU. se instalaron en Incheon, al sur de la
península, el 8 de septiembre.
Al norte de Corea, se encontraba un buen número de guerrillas comunistas
y al sur había conflictos entre grupos separatistas, guerrilleros y nacionalistas.13
La confluencia de divisiones internas y la tensión entre las potencias después
de la Segunda Guerra Mundial convirtieron a la península en un tablero de aje-
drez: “antes de que Corea pudiera recuperar la categoría de Estado independiente,
los intereses de las grandes potencias y la división entre grupos políticos coreanos
obturaron esta posibilidad” (López-Aymes et al. 2016, 123).
Ante la presencia de la URSS al norte y la movilización del Ejército Rojo de
China hacia Manchuria,14 EE. UU. le propuso a Stalin establecer un límite territorial
para que las fuerzas japonesas se retiraran de la península, desobedeciendo los acuer-
dos previos de gobierno conjunto de Potsdam. La escogencia del paralelo 38° como
el límite fue hecha “a dedo” por un militar (López-Aymes et al. 2016, 124), criterio
aparentemente estratégico que convertiría a la península en dos naciones antagónicas.
Incapaces de coordinar un gobierno provisional,15 las dos potencias se
alinearon con los dos bandos políticos del país. Syngman Rhee fue elegido como
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presiente en Corea del Sur16 y al norte el líder Kim Il-Sung proclamó la indepen-
dencia y el fortalecimiento del Ejército Popular Coreano, con el apoyo de la URSS.
El 25 de junio de 1950 inició una de las guerras más sangrientas en la
historia del siglo XX.17 Con los ataques, fueron invadidas las principales ciudades
surcoreanas. De inmediato, EE. UU. apoyó al Gobierno del sur. A pesar de que el
ataque tomó un poco por sorpresa a Truman (Halberstam 2009), este consideró
el acto como una afrenta de Stalin y un golpe simbólico a la contención mundial
del comunismo (López-Aymes et al. 2016). Para evitar la imagen de intervención
unilateral, EE. UU. convocó al Consejo de Seguridad de la ONU y a los países
aliados para crear una unión de Fuerzas Armadas. Los primeros países en aceptar
la propuesta fueron Gran Bretaña, Canadá, Turquía y Filipinas.
a. La decisión colombiana
En Colombia, el presidente Mariano Ospina Pérez (1946-1950) envió un mensaje
al presidente Truman con el que buscaba:
La participación militar tuvo lugar cuando era presidente Laureano Gómez. Una
vez la Cancillería colombiana recibió la comunicación presidencial, el ministro de
Guerra, Evaristo Sourdís, argumentó que el país solo contaba a duras penas con la
fuerza necesaria para controlar los problemas internos (Atehortúa 2008, 65). Sin
embargo, el Gobierno hizo el ofrecimiento de participar en la guerra con una fra-
gata durante la Quinta Asamblea General de la ONU, el 14 de septiembre de 1950.
Con excepción de Colombia, en Latinoamérica la participación en la guerra
fue casi nula y solo se comentó su impacto en la región en el marco de la OEA
por parte de Lleras Camargo, quien insistió en la importancia de comprometerse
con la ONU y “estudiar algunas posibilidades de apoyo” (Skladowska 2007, 26).
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Para autores como Sáenz (2001, 53), la decisión de Gómez de dar paso al ofreci-
miento del presidente Ospina no fue exclusivamente por razones ideológicas, sino
como resultado de un pragmatismo o sobrevivencia política que era típico del
político conservador.
Para EE. UU., la participación militar era una posibilidad de incrementar el
sentido patriótico en los países latinoamericanos y acentuar su postura anticomu-
nista. Se pensó en crear un cuerpo armado denominado Fuerza Interamericana,
pero nunca se llevó a cabo; se esperaba también que países como Argentina,
México y Brasil apoyaran con un regimiento y cada país latinoamericano con
una compañía (Skladowska 2007). No obstante, la actitud de Washington con el
Plan Marshall en Europa, la nueva política económica del “Trade not aid”, y la
creciente filiación de ideologías de izquierda en la región fueron elementos que
impactaron en la decisión de otros países latinoamericanos de no responder al
llamado de la OEA.18
Si bien no existía una directriz explícita de los EE. UU. para unirse a la
guerra ya que era un llamado voluntario, sí se evidenciaron algunas presiones
diplomáticas, como la expresada por el secretario de Defensa Luis Jonson: “no
se darán armas a los países que permanezcan neutrales frente al comunismo”
(Skladowska 2007, 26). Sin embargo, no es posible establecer que EE. UU. condi-
cionara la ayuda militar a la participación en la guerra (Rodríguez 2004, 98). La
decisión colombiana estaría entonces enmarcada en el pragmatismo de Gómez,
quien se alinearía política e ideológicamente con el país norteamericano dado el
contexto económico y la situación de las Fuerzas Armadas frente a la violencia.
La participación de Colombia generó incomodidades en el país. Debido
al cierre del Congreso, el ofrecimiento no fue consultado y tuvo lugar en medio
de la censura oficial de la prensa y una grave situación de violencia. El ingreso a
la guerra implicaba adquirir una nueva deuda con EE. UU.,19 ya que se tendría
que enviar al personal primero a ese país y adquirir armamento y maquinaria.
Aunque la propuesta desagradaba a ciertos sectores del Partido Liberal, este no se
opuso radicalmente, pues se presentaba a sí mismo como un aliado de la demo-
cracia (“Solidario con las democracias” 1950).
18 Del total de sesenta Estados miembros de la ONU, participaron militarmente Gran Bretaña,
Canadá, Australia, Italia, Bélgica, Nueva Zelanda, Francia y Holanda, así como Etiopía, Unión
Sudafricana, Luxemburgo, Grecia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Turquía, Tailandia, Filipinas,
India y Pakistán. Es interesante anotar cómo este conjunto de naciones representa la estructura
geopolítica de la posguerra, ya que India, Grecia y Turquía eran beneficiarios del Plan Marshall,
y Filipinas del Point IV Program, lo que permite cuestionar las razones de la participación de
cada país.
19 Ya se debía $ 1.092.406 USD por el Convenio de Préstamo y Arriendo referido en la sección
anterior (Prieto 2013).
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El Batallón Colombia ingresó como parte del VIII ejército de los EE. UU.,
siguiendo todas las instrucciones militares por parte de este país. De esta manera,
los militares colombianos “implícitamente se involucraron en el desarrollo de la
guerra limitada, en su plena disposición a los requerimientos de la ONU, es decir
a los intereses políticos de los Estados Unidos” (Rodríguez 2004, 106).
El 22 de mayo de 1951 el grupo se embarcó en el buque Aiken desde la
ciudad de Buenaventura hacia la lejana Corea. El 1.º de noviembre del mismo año
partió la fragata Almirante Padilla hacia California desde la ciudad de Cartagena.
Luego de dos largos meses de un intenso viaje por el Pacífico, la primera rotación
del Batallón Colombia arribó al puerto de Busan el 16 de julio. El contingente
estaría aproximadamente un mes hasta su “bautismo de fuego”, como fue deno-
minada la primera acción en el campo de batalla. Cuando Colombia ingresó a
la guerra de Corea había comenzado un proceso de negociación entre las partes
motivada por la salida de la Presidencia de Truman y la muerte de Stalin.
Mientras el Batallón Colombia enfrentaba al ejército chino en Corea, en
diciembre de 1951 se firmaba un acuerdo secreto entre Colombia y EE. UU. que
colocaba a este último al mando de las operaciones marítimas y aéreas en las
zonas del Canal de Panamá y el Caribe en caso de agresión soviética. Este acuerdo
se consolidó en 1952 con la firma de otro convenio que otorgó el suministro de
equipo, ayuda militar y la permanencia de las misiones (Atehortúa 2011, 4).
Durante su estadía en la península, el batallón participó en importantes
batallas militares que se convertirían en hitos y que estaban sustentadas por los
comandantes como parte del legado de las gestas independentistas (“Por las ideas
que combatió Bolívar” 1952): Kumsong en octubre de 1951, Cerro 400 en junio
de 1952, Cerro 180 u Operación Bárbula el 10 de marzo de 1953 y Old Baldy el 23
marzo de 1953; estas se volvieron con el tiempo acciones conmemoradas por los
actores militares y excombatientes (“La más alta condecoración” 1952). A pesar de
no ser una guerra eminentemente naval, la Armada colombiana participó en cinco
misiones y culminó sus operaciones en 1954, realizando actividades de patrullaje
una vez firmado el armisticio hasta el retiro de las tropas estadounidenses.
La firma del armisticio permitió que la guerra se pausara sin ganadores
ni vencedores y que iniciara la salida paulatina de tropas. Con el cese al fuego,
se creó una Comisión Militar del Armisticio; al Batallón Colombia le fueron
asignadas actividades de limpieza y vigilancia y a la Armada, de patrullaje. La
participación colombiana tuvo un valor más político y diplomático que estricta-
mente militar ya que, a pesar del desempeño —que fue loable—, legitimó sobre
todo la intervención americana en territorio coreano (Rodríguez 2004, 106).
Cuando desembarcó el primer relevo del Batallón Colombia, la situación
de orden público en el país era compleja; había un descontento social por el
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Este impacto se evidenció en el manejo del orden público. El propio Ruiz Novoa
argumentaba a su regreso a Colombia que el país continuaría cooperando en la
lucha del mundo libre contra el comunismo: “conocemos el mismo mal que esta
doctrina contiene en sí misma para la libertad, la religión y la paz” (“Colombia
seguirá ayudando” 1953).
Otro hecho significativo en la continuidad de la relación entre la partici-
pación en Corea y el manejo de la violencia en el país fue el nombramiento de
21 El autoritarismo de Gómez creó una imagen de Rojas como el salvador de la patria, aun-
que con su llegada no finalizarían la crisis social ni la violencia en el país. Su gobierno fue
controversial ya que, a pesar de implementar políticas sociales de impacto educativo y de
ampliación de derechos políticos, las libertades fueron altamente reprimidas; además, se creó
un mandato de corte populista, rechazado al final por las élites políticas que crearían luego
el Frente Nacional.
22 A diferencia de los soldados, quienes en su gran mayoría dejaron de ser parte de la institución
militar y no recibieron una compensación por parte del Estado.
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Álvaro Valencia Tovar, primer comandante del Batallón Colombia, como capitán
de la quinta brigada, a cargo de las operaciones antiguerrilla. El envío de varios de
quienes fueran altos mandos en Corea a las zonas de los Llanos y Vichada durante
esa misma década evidenció la que para el momento era la estrategia del Gobierno
hacia los grupos armados en el país, y que estaba legitimada por el aprendizaje
técnico y el valor simbólico de estos comandantes como líderes de las acciones
desempeñadas en una guerra internacional contra el comunismo (Schroeder 2009).
Después de la participación en Corea, Colombia continuó recibiendo
ayuda financiera y militar estadounidense, con la excepción de una disminución
en el periodo de Rojas Pinilla. Entre 1953 y 1966 el país recibió 102 millones de
dólares por parte de los EE. UU. (Atehortúa 2011, 12), además de un fortaleci-
miento de la doctrina militar de seguridad nacional adaptada a los escenarios
de violencia en el país. De hecho, “en buena medida el ejército colombiano que
se conoció en la segunda mitad del siglo XX, fue el resultado de la experiencia de
Corea junto al ejército de los Estados Unidos” (Rodríguez 2004, 109).
Conclusión
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sus últimas publicaciones se encuentra “Between North and South: Colombia in Korean
War Exhibitions”, en East Asia, Latin America, and the Decolonization of Transpacific
Studies. Historical and Cultural Interconnections between Latin America and Asia, editado
por Chiara Olivieri y Jordi Serrano-Muñoz, 203-225 (Londres: Palgrave Macmillan, 2022),
https://doi.org/10.1007/978-3-030-74528-8_10 * gina.leon@politicas.unam.mx
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