Arte Del Renacimiento en España

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RENACIMIENTO EN ESPAÑA

1. INTRODUCCIÓN
En España no podemos hablar de Renacimiento hasta el siglo XVI. Hay que subrayar la pervivencia de la tradición
medieval, debido al arraigo de las formas góticas y mudéjares y a la situación social y religiosa, poco propicia a la
apertura hacia las ideas renacentistas. La unificación religiosa, tras la conquista de Granada y la expulsión de los
judíos, reforzó la influencia de la Iglesia española que se convirtió en el mayor comitente de obras artísticas. Los
monarcas fomentaban la creación como instrumento de propaganda al servicio de la monarquía. La mayoría de la
nobleza era cortesana y terrateniente y estaba influida por los gustos de los monarcas. Solo algunas familias
nobiliarias como los Mendoza actuaron de mecenas, importando obras de Italia o patrocinando a artistas que
incorporaban la nueva estética.

La introducción del Renacimiento se produce a través de varias vías:


 Contacto con otros países: el intercambio comercial con los Países Bajos propicia la importación de obras
extranjeras, favoreciendo un estilo ecléctico, aunque como contrapartida reduce la producción propia. Por otra
parte, las relaciones que los monarcas españoles mantuvieron con Italia, impulsaron el flujo de esta corriente
artística
 Artistas que vienen a trabajar en la Península
 Grabados y estampas

2. ARQUITECTURA
Los primeros brotes de arquitectura renacentista surgieron en España en los últimos años del reinado de los Reyes
Católicos, bajo el patronazgo de los Mendoza. El arquitecto de esta familia e introductor del Renacimiento en
España fue Lorenzo Vázquez, formado en Italia. Es autor de la Portada del Colegio de Santa
Cruz, en Valladolid, en que emplea balaustres y paramentos almohadillados.
A lo largo del siglo XVI se suele aludir a tres modalidades o etapas arquitectónicas. Es una división de carácter
didáctico, ya que la caracterización no es tan clara y, en ocasiones, las etapas se solapan.

2.1. Plateresco (1500-1530)


El término proviene del escritor Ortiz de Zúñiga (s. XVII) que comparaba la menuda decoración arquitectónica
con la labor de los plateros. No representó un corte radical con el arte de los Reyes Católicos sino que por el
contrario las estructuras arquitectónicas siguieron siendo góticas. Lo más característico del Plateresco es el
predominio de la decoración para la que empleaban elementos renacentistas como pilastras, grutescos,
acantos, amorcillos, medallones, veneras, columnas abalaustradas, etc. Seguían usando, también, algunos motivos
de la tradición gótica hispano flamenco, como los temas heráldicos o las estatuas en hornacinas. En los primeros
tiempos la talla era fina, plana y detallista; con el paso de los años se hizo más abultada y plástica.

En la etapa plateresca fue muy importante la arquitectura religiosa, pero tuvo también un auge notable la
arquitectura civil, como consecuencia de la integración de la nobleza en el mundo urbano. Sus palacios tienen
patio porticado, torres angulares, galerías en el piso alto y, a veces balcón de esquina.

El principal foco del plateresco fue Salamanca. La obra más conocida es la fachada de la
Universidad, de autor desconocido, que está concebida a modo de retablo, delimitado por dos grandes
pilastras y dividido en calles y cuerpos. La decoración es muy variada, más detallista en la zona inferior y más
ruda en la parte alta. Otras obras interesantes son la fachada de San Esteban, obre de Juan de Álava,
y el palacio de Monterrey. En Burgos trabajó Diego de Siloé (Escalera dorada de la
Catedral) y en Toledo Covarrubias (Escalera del hospital de Santa Cruz).

2.2. Purismo (1530-1560)


En esta etapa se impone la austeridad y la claridad de las formas arquitectónicas. La arquitectura se liberó de los
elementos góticos sustituidos por la bóveda de cañón, la cúpula, el arco de medio punto y los órdenes clásicos. La
decoración se limita a algunas partes del edificio en torno a los vanos y la portada. En los ejemplos más antiguos
aún encontramos elementos decorativos platerescos como ocurre en la fachada de la universidad
de Alcalá de Henares, obra de Gil de Hontañón.
El primer arquitecto propiamente purista fue Alonso de Covarrubias, quien trabajó para el emperador Carlos
V, en Toledo, en la puerta de Bisagra y en El Alcázar un edificio que influyó notablemente en la
posterior arquitectura palaciega y en El Escorial. Tiene planta cuadrada, con un patio monumental y cuatro torres
angulares, señaladas en planta y culminadas con chapiteles.

En Granada destacaron Machuca y Siloé. Pedro Machuca , influido por Bramante, fue autor del palacio
de Carlos V en la Alhambra, la obra más italiana del Renacimiento español y, por ello, la más estrictamente
purista. Llama la atención, en un edificio que tiene planta cuadrangular y masa prismática, el patio circular, que
servía para espectáculos; podemos considerar que es una contradicción propia del Manierismo. El patio, con doble
altura de columnas toscanas y jónicas superpuestas, destaca por la sobriedad arquitectónica. En la fachada, más
decorada, emplea el almohadillado.

Diego de Siloé se encargó de las obras de la catedral de Granada. Las había comenzado Enrique
Egas en el solar de la antigua mezquita mayor, con una planta gótica de cinco naves y doble girola, que Siloé
adaptó al estilo renacentista. Para ello modificó la cabecera disponiendo en la capilla mayor una cúpula sobre
tambor, a modo de rotonda, a la que se accede mediante arco de triunfo. Mantuvo las naves previstas pero
transformó los pilares adosándoles columnas clásicas, con su correspondiente entablamento, y aumentando la
altura con otro tramo de pilar superpuesto en que se apoyan los arcos de medio punto.

2.3. Herreriano (1560-1600)


La arquitectura herreriana está ligada cronológicamente al reinado de Felipe II, y estilísticamente a la personalidad
de Juan de Herrera. Se caracteriza por:
 La simplicidad geométrica, que se manifiesta en los volúmenes cúbicos, en la regularidad y
monumentalidad de las formas, en la sencillez arquitectónica, en las ventanas adinteladas seriadas, las
cubiertas de pizarra con buhardillas, los chapiteles en las torres...

 La sobriedad decorativa es absoluta con los paramentos lisos y los vanos enmarcados por molduras
planas. Únicamente hay columnas de orden gigante y frontones en las fachadas, bolas y pirámides sobre
las cornisas y algunas estatuas.

El edificio arquetípico es el monasterio de SAN LORENZO DE EL ESCORIAL, mandado construir


por Felipe II para que sirviera de panteón y residencia reales, además de templo, monasterio y centro de estudios
(biblioteca).

Para el diseño del edificio, Felipe II, buen conocedor de la arquitectura, buscó un arquitecto prestigioso. Juan
Bautista de Toledo había trabajado junto a Miguel Ángel en San Pedro.

Cuatro años después murió Juan Bautista de Toledo y se hizo cargo de la dirección de las obras JUAN DE

HERRERA hasta la finalización del edificio.


Otra obra herreriana es la inacabada catedral de Valladolid.

3. ESCULTURA RENACENTISTA ESPAÑOLA


3.1. Características generales
Las intensas relaciones políticas con Italia y la existencia de dominios españoles en tierras italianas, favorecieron
la llegada de la influencia renacentista a la escultura española.

En lo que se refiere a los materiales, apenas hay escultura en bronce. Los sepulcros se hacen de mármol. El
material más utilizado y característico es, con diferencia, la madera tallada y policromada. Para policromarla
empleaban el estofado, consistente en pintar (encarnar) al óleo las partes desnudas y dorar las vestiduras con
pan de oro. Posteriormente, sobre la superficie dorada se aplica color al óleo y, por último, con un punzón, se
levanta parte de la pintura formando labores decorativas que imitan brocados. A veces estas labores se pintaban
directamente a punta de pincel sobre las superficies doradas.

La temática es casi exclusivamente religiosa, para retablos, sillerías de coro y sepulcros. También adquiere
importancia la escultura procesional.
Predomina el realismo expresivo y por lo común se trata de un arte apasionado y dinámico. Por ello, se escogen
momentos temáticos tensos y llenos de dramatismo. Sólo en segundo término buscan la belleza formal, tan
importante para los italianos.

3.2. Evolución y ejemplos


 En el primer tercio del siglo XVI pervivió la tradición gótica, pero también llegaron artistas (y obras)
italianos, como Fancelli (sepulcro de los Reyes Católicos) o Torrigiano (San
Jerónimo penitente). Pronto se adhirieron a la tendencia renacentista autores españoles, entre
ellos Bartolomé Ordóñez (sepulcro de Felipe el Hermoso y Juana la Loca)
y Felipe Bigarny (sillería de la catedral de Toledo).

 En el tercio central del siglo se consolidó la primacía de la Escuela de Valladolid a la que pertenecen
Berruguete y Juni, ambos con claros rasgos manieristas.

ALONSO BERRUGUETE estuvo en Italia donde conoció a Miguel Ángel, de cuya obra adoptó la
tensión y apasionamiento. También recibió la influencia de Donatello y del Laocoonte. Dio a sus
personajes un sentido angustioso y dramático, de modo que son figuras nerviosas, de proporciones
alargadas, de musculatura tensa, que parecen retorcerse en posturas inestables. Hizo el retablo
mayor de San Benito de Valladolid (hoy en el Museo Nacional de Escultura) al que
pertenecían las pequeñas figuras de San Sebastián y de El Sacrificio de Isaac, tal vez
sus obras más populares. Posteriormente recibió el encargo, junto a Bigarny, de tallar la sillería
del coro de la catedral de Toledo, de madera sin policromar, donde su puede apreciar
su genialidad en los desnudos.

El borgoñón Juán de Juni muestra la influencia de Claus Sluter y, como consecuencia de su estancia
en Italia, también de Miguel Ángel,. En su obra, tallada en madera y pintada con excelente policromía,
representa figuras musculosas y monumentales, en posturas manieristas, con gestos forzados, y expresión
apasionada y angustiosa, incluso exagerada. En los grupos cuida con mimo el equilibrio de la composición.
Su obra más importante es El entierro de Cristo, grupo escultórico de rigurosa simetría y
tenso patetismo.

 En el último tercio, coincidiendo con el reinado de Felipe II, trabajaron en España los Leoni, broncistas
de procedencia italiana. Leone Leoni es el autor de Carlos V venciendo al Furor, tan
manierista que la estatua puede aparecer desnuda o vestida con su armadura).

4. PINTURA ESPAÑOLA DEL RENACIMIENTO


4.1. Introducción
4.2. Evolución de la pintura renacentista española
El primer maestro con rasgos renacentistas fue el castellano Pedro Berruguete. En el taller de Piero della
Francesca aprendió el uso de la perspectiva y el valor plástico de la luz. Mantiene aún muchos rasgos góticos como
el tratamiento detallista de los objetos y el empleo de los dorados. Destacan, entre sus obras, el Auto de Fe,
del Museo del Prado. A principios del siglo XVI pintó también el valenciano Yáñez de la Almedina (Santa
Catalina) seguidor de Leonardo.
Durante el reinado de Carlos V se difundieron en España el estilo de Rafael y el manierismo, que encontramos
en la obra del valenciano Juan de Juanes y del extremeño Morales, respectivamente. Juan de Juanes pintó la
Santa Cena, en un estilo rafaelesco de formas blandas y dulces. Luis de Morales fue la figura más
interesante de manierismo español, un pintor de gran éxito popular, tanto que le apodaban el Divino. Sus lánguidas
figuras de rostros delicados, sus esfumados contrastes de luz y sombra, la plasmación de un sentimiento místico y
efectista, su capacidad técnica para pintar calidades táctiles… están patentes en la Virgen con el Niño,
del Museo del Prado.

En época de Felipe II la pintura española vivió un momento interesante.


 Pintores de Corte, como Sánchez Coello. Sus retratos, como el del príncipe Don Carlos y el de
la princesa Isabel Clara Eugenia, hijos de Felipe II, son de notable penetración psicológica.

 Pintores que decoran El Escorial. El único pintor español destacable que colaboró en la decoración
del monasterio fue Navarrete el Mudo. Felipe II no consideró adecuados ni a Morales ni a El Greco,
y contrató pintores italianos, muchos de ellos mediocres.

 EL GRECO (1541-1614) representa la genialidad entre pintores de calidad media. Considerado como
un personaje extravagante por sus mismos contemporáneos, y sólo comprendido por una minoría
intelectual, su figura fue muy pronto olvidada, hasta ser revalorizado desde el siglo XIX.

Es un pintor muy personal con unos rasgos estilísticos que, aunque claramente manieristas, son
personales e inconfundibles. Espiritualiza la realidad desde una óptica próxima a los místicos. Sus
figuras son alargadas, de canon desproporcionado, anatómicamente huesudas y hasta descarnadas.
Parecen ingrávidas, sensación acentuada por los ropajes, que aparecen despegados de los cuerpos. Las
posturas inestables, a veces serpentinatas, dan sensación de extraño movimiento.

Emplea una técnica de pincelada suelta, con un claro predominio de lo pictórico. El colorido es
independiente de las formas y de la realidad: colores fríos e intensos, de tradición veneciana, que aplica a
manchas, sin demasiados matices; el verde jade, el rojo carmín, un amarillo estridente, malvas,
azules…son algunos de los tonos característicos de su paleta. La luz es irreal, un tanto onírica y en sus
últimos cuadros fantasmagórica.

No le interesó la representación del espacio, del que llega a prescindir, sustituyendo el paisaje por un
celaje tormentoso. En ocasiones usa la perspectiva inversa o introduce en la composición un doble punto
de vista (diopsia), lo que provoca el vaivén del ojo del espectador.

Su vida y su obra pasan por tres etapas: Creta, Italia y España.


 En Creta, donde nació se mantenía vigente la tradición estilística bizantina. La influencia de los
iconos pervive como una constante en su obra; lo vemos en la construcción del espacio y en algunos
tipos iconográficos.

 En Italia, estuvo en Venecia donde aprendió el colorido, la luz y la pincelada suelta de Tiziano y
Tinttoreto. Más tarde, en Roma, recibió la influencia de Miguel Ángel y de los manieristas, que se
manifiesta en algunas composiciones y en las posturas zigzagueantes. La obra más conocida de su
estancia en Italia es El Soplón.

 Alcanzó la madurez artística en España, a donde llegó en 1576. Con seguridad tenía la esperanza
de integrarse en el equipo de artistas que decoraban El Escorial. Pasó los primeros años entre Madrid
y Toledo y realizó sus primeras grandes obras españolas. Para la catedral de Toledo pinta El
Expolio, en el que resulta difícil elegir entre el asombroso color de la túnica escarlata o la intensa
expresividad del rostro de Cristo. También realizó en Toledo La Trinidad, que hoy está en el
Museo del Prado. Por encargo de Felipe II pintó San Mauricio y la Legión Tebana,
destinada al Escorial, obra que no gustó al rey, quien no le encargó más trabajo. A partir de esta
contrariedad, en 1583 El Greco se estableció definitivamente en Toledo.

Sin Toledo es imposible entender su obra pictórica. Se daba allí la atmósfera adecuada para un
temperamento místico. La antigua capital, conservaba su ambiente cultural y una intensa vida
espiritual, fruto de la multitud de clérigos que vivían en torno a la Sede primada. En su etapa toledana
El Greco pintó retratos, algún paisaje y muchos cuadros religiosos.

Sus retratos carecen de elementos anecdóticos, en aras de la espiritualidad. La fuerza expresiva de


las manos y la intensidad de las miradas son el centro de atracción que nos transmite la vida interior
del personaje. El Caballero de la mano al pecho.

Entre los paisajes es muy original la Vista de Toledo, una visión subjetiva, onírica, casi
mística, de la realidad física toledana.

Su producción más importante es la religiosa, con El Bautismo de Cristo, La


Coronación de la Virgen, varios Apostolados, etc. Su gran obra religiosa es El
Entierro del Señor de Orgaz, cuyo tema, una tradición toledana, le sirvió para hacer
una excelente galería de retratos. En sus últimas obras, El Greco acentúa lo espiritual y deshumaniza
aún más las formas. La Adoración de los Pastores estaba destinada a ser colocarla
en su capilla funeraria sobre su tumba.

Al final de su vida se acercó también a la temática mitológica, interesante por lo novedoso del
tema en la pintura española, en El Laocoonte.

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