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Universidad Mariano Gálvez de Guatemala.

Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

FILOSOFIA DEL DERECHO.

Licenciada ROSA JEANETTE SALGUERO RIOS

DERECHO NATURAL, DIVINO, RACIONAL Y MORAL.

Dafne Patricia Vasquez Martinez

5150 20 11 32
Evolución del Derecho Natural, Divino, Racional y Moral a través de la
Filosofía y la Ciencia Jurídica

Introducción
A lo largo de la historia, las distintas concepciones del derecho han moldeado las estructuras
políticas y sociales, así como las formas en que las sociedades entienden la justicia, el poder y la
moral. El derecho, como conjunto de normas que rigen la vida social, ha estado influenciado por
varias corrientes de pensamiento que lo han fundamentado en distintos principios filosóficos. Este
ensayo explora cuatro de las principales corrientes que han configurado la historia del derecho: el
derecho natural, el derecho divino, el derecho racional y el derecho moral.

Cada una de estas corrientes tiene su propia visión sobre la naturaleza y legitimidad de las leyes.
Mientras que el derecho natural afirma la existencia de principios de justicia inmutables basados en
la naturaleza humana, el derecho divino sostiene que las leyes provienen directamente de la
voluntad de Dios. Por su parte, el derecho racional busca fundamentar las normas legales en
principios lógicos y universales, desvinculándolos de cualquier autoridad trascendental o religiosa.
Finalmente, el derecho moral aborda la relación entre la ley y la moralidad, defendiendo que las
leyes deben estar alineadas con principios éticos.

Este recorrido nos permitirá observar cómo estas corrientes han interactuado, a menudo en
conflicto, pero también en colaboración, para dar forma a la ciencia jurídica moderna.

El Derecho Natural: De la Filosofía Griega a la Ilustración


Los Orígenes del Derecho Natural en la Antigüedad Clásica
El concepto de derecho natural tiene sus raíces en la filosofía griega, donde filósofos
como Sócrates, Platón y Aristóteles desarrollaron ideas fundamentales sobre la
existencia de un orden natural y universal que regula la vida humana y política. En
este contexto, el derecho natural no es simplemente una serie de reglas impuestas
por la autoridad política, sino que se entiende como una expresión de la naturaleza
misma de los seres humanos.
Para Aristóteles, el derecho natural está vinculado a la noción de justicia, una virtud
que se refiere a la correcta distribución de bienes y derechos en una comunidad
política. Aristóteles distingue entre el derecho natural y el derecho positivo: mientras
que el primero es inmutable y universal, el segundo está sujeto a variaciones según
las costumbres y leyes de cada sociedad.
Otro desarrollo importante del derecho natural en la antigüedad clásica proviene del
estoicismo, una escuela filosófica que influyó profundamente en el derecho romano.
Los estoicos, particularmente Cicerón, defendían que todos los seres humanos,
independientemente de su origen o posición social, están sujetos a una misma ley
natural, ya que comparten una razón común.

La Edad Media: Derecho Natural y la Teología Cristiana


En la Edad Media, el derecho natural fue reinterpretado a la luz de la doctrina
cristiana. Santo Tomás de Aquino es uno de los filósofos y teólogos que más influyó
en esta integración del derecho natural y la teología. Aquino, siguiendo a Aristóteles,
argumentaba que el derecho natural es una parte de la ley eterna de Dios. A través
de la razón, los seres humanos pueden conocer ciertos principios universales de
justicia, que deben guiar tanto la conducta individual como la elaboración de las
leyes humanas.
Aquino distingue entre tres tipos de ley:
1. Ley eterna, que es la voluntad de Dios y gobierna todo el universo.
2. Ley natural, que es la participación de los seres racionales en la ley eterna.
3. Ley humana, que deriva de la ley natural y es formulada para regular las
relaciones sociales.

El pensamiento tomista fue fundamental en la formación del derecho canónico y


tuvo una influencia duradera en la filosofía política y jurídica de la cristiandad
occidental.

La Ilustración: Un Derecho Natural Independiente de Dios


El concepto de derecho natural cambió radicalmente durante la Ilustración, un
período en el que los filósofos comenzaron a desvincular la ley natural de cualquier
referencia teológica. Hugo Grocio, considerado uno de los padres del derecho
internacional moderno, afirmaba que el derecho natural seguiría siendo válido
incluso si Dios no existiera. Esta afirmación refleja un cambio hacia una visión más
secular del derecho, en la que los principios de justicia son deducidos de la razón
humana en lugar de ser revelados por la autoridad divina.
Posteriormente, filósofos como John Locke elaboraron una teoría del derecho
natural que influyó profundamente en la teoría del contrato social y en el
pensamiento político moderno. Para Locke, los individuos poseen derechos
naturales inalienables, como el derecho a la vida, la libertad y la propiedad, que
deben ser protegidos por el gobierno. Este enfoque del derecho natural fue una
base importante para las revoluciones políticas de los siglos XVII y XVIII, incluyendo
la Revolución Americana y la Revolución Francesa.
El Derecho Divino: El Apogeo del Poder Monárquico y su Declive
Las Teocracias Antiguas y el Fundamento Divino del Derecho
El derecho divino se basa en la idea de que la autoridad legal y política emana
directamente de Dios o de los dioses, y, por lo tanto, las leyes humanas deben estar
en concordancia con las leyes divinas. Esta concepción ha existido en muchas
civilizaciones antiguas, como en el Antiguo Egipto, donde los faraones eran
considerados dioses en la tierra, y sus decisiones y decretos tenían un carácter
sagrado.
Asimismo, en las primeras sociedades hebreas, el derecho mosaico, tal como está
recogido en el Antiguo Testamento, se consideraba una revelación directa de la
voluntad de Dios. Las leyes, por tanto, no eran simples convenciones humanas, sino
mandatos divinos que debían ser obedecidos.

La Teoría del Derecho Divino de los Reyes en la Edad Media


La teoría del derecho divino alcanzó su auge en la Edad Media y el Renacimiento,
especialmente en Europa, donde los monarcas utilizaban esta doctrina para
justificar su autoridad absoluta. Según esta teoría, el rey era el representante de
Dios en la tierra, y su autoridad no podía ser cuestionada ni por sus súbditos ni por
otras autoridades terrenales.
Uno de los principales defensores de esta idea fue el rey Jacobo I de Inglaterra,
quien argumentaba que los reyes eran "dioses en la tierra" y que su poder era una
manifestación directa de la voluntad divina. Esta concepción fue utilizada para
justificar el absolutismo monárquico en Europa, especialmente en países como
Francia, con el reinado de Luis XIV.

La Deslegitimación del Derecho Divino durante las Revoluciones


del Siglo XVIII
A medida que la Ilustración avanzaba, las ideas sobre el derecho divino comenzaron
a ser criticadas. Los pensadores ilustrados, como Voltaire y Rousseau,
argumentaron que la autoridad política no debía basarse en la voluntad divina, sino
en la voluntad del pueblo y en principios racionales de justicia. La Revolución
Gloriosa en Inglaterra, así como las revoluciones en América y Francia, fueron
eventos clave que marcaron el declive del derecho divino.
El Derecho Racional: La Transformación de la Ciencia Jurídica
El Racionalismo Filosófico de Descartes y el Pensamiento Jurídico
La Ilustración no solo fue una época de cambios políticos, sino también de
transformaciones filosóficas profundas. René Descartes, con su célebre frase
"Cogito, ergo sum" ("Pienso, luego existo"), promovió un enfoque filosófico basado
en la duda metódica y el uso de la razón como fuente primaria de conocimiento.
Esta influencia se extendió al ámbito del derecho, donde los juristas comenzaron a
buscar principios racionales y universales para la creación de leyes.

Hobbes y Locke: El Contrato Social como Fundamento Racional


del Derecho
El racionalismo también influyó en la teoría política, particularmente en el desarrollo
de la teoría del contrato social, una idea clave en el pensamiento moderno sobre la
legitimidad del poder político y el fundamento del derecho. Thomas Hobbes fue uno
de los primeros en formular una versión moderna del contrato social en su obra
Leviatán (1651). Según Hobbes, los seres humanos, en su estado natural, viven en
una situación de caos y conflicto constante, y para escapar de este estado de
guerra, acuerdan someterse a una autoridad soberana que les garantiza seguridad
y paz. Aunque Hobbes defendía la necesidad de un poder absoluto, su teoría se
basaba en principios racionales que partían de una concepción materialista de la
naturaleza humana.
Por su parte, John Locke, en su obra Dos tratados sobre el gobierno civil (1690),
desarrolló una versión más liberal del contrato social, en la que los individuos
conservan sus derechos naturales inalienables, como la vida, la libertad y la
propiedad. Para Locke, el gobierno debía ser limitado y su autoridad dependía del
consentimiento de los gobernados. Si el gobierno violaba los derechos naturales,
los ciudadanos tenían el derecho de rebelarse y cambiar de gobierno. Locke
también influyó en la creación de la doctrina del constitucionalismo, que sostiene
que el poder del gobierno debe estar restringido por leyes racionales.

Kant y la Autonomía de la Razón: Una Base Universal para el


Derecho
En el siglo XVIII, Immanuel Kant llevó la filosofía racionalista a un nuevo nivel al
desarrollar una teoría ética basada en la autonomía de la razón. Según Kant, los
seres humanos, como agentes racionales, tienen la capacidad de formular leyes
morales universales mediante el uso de la razón. En su obra Fundamentación de la
metafísica de las costumbres (1785), Kant argumenta que el principio fundamental
de la moralidad es el imperativo categórico, que establece que debemos actuar solo
de acuerdo con aquellas máximas que podamos querer que se conviertan en una
ley universal.
Para Kant, la autonomía de la razón implica que los seres humanos no deben ser
simplemente objetos de la ley, sino que deben ser vistos como legisladores morales.
Esta concepción tiene importantes implicaciones para la teoría del derecho, ya que
sugiere que las leyes deben basarse en principios universales de justicia que todos
los seres racionales puedan aceptar. Además, Kant considera que la ley debe
respetar la dignidad de cada individuo, lo que implica que no se debe tratar a los
seres humanos como medios para un fin, sino siempre como fines en sí mismos.

Positivismo Jurídico: Kelsen y la Teoría Pura del Derecho


El positivismo jurídico, una corriente que alcanzó su máxima expresión en el siglo
XX con el filósofo del derecho Hans Kelsen, se aleja de la idea de que el derecho
debe estar basado en principios morales o racionales universales. En su obra Teoría
pura del derecho (1934), Kelsen propone una concepción formalista del derecho en
la que lo único que importa es la validez de las normas jurídicas dentro de un
sistema legal. Para Kelsen, el derecho es un conjunto de normas jerárquicamente
estructuradas, y la validez de una norma depende de su conformidad con normas
superiores, hasta llegar a una norma fundamental que es la base de todo el sistema
jurídico.
El positivismo jurídico rechaza cualquier conexión necesaria entre el derecho y la
moral. Según Kelsen, la ciencia jurídica debe ser pura, es decir, debe estar libre de
valoraciones morales o políticas. Esto no significa que el derecho no deba ser justo,
sino que la justicia es un criterio externo al derecho. Esta teoría ha sido muy
influyente en el desarrollo del derecho moderno, especialmente en el campo del
derecho constitucional y el derecho internacional.

El Derecho Moral: De la Filosofía Clásica a las Teorías


Contemporáneas de la Justicia
El Derecho Moral en la Filosofía Antigua y Medieval
La relación entre derecho y moral ha sido un tema recurrente en la filosofía
occidental desde sus orígenes. Para Platón, las leyes deben estar en consonancia
con el bien y la justicia, conceptos que se entienden en términos filosóficos y
metafísicos. En su diálogo La República, Platón describe una sociedad ideal en la
que las leyes reflejan la justicia, entendida como el orden correcto de las partes del
alma y de la sociedad. Para Platón, las leyes injustas no deben ser obedecidas, ya
que carecen de legitimidad moral.
Aristóteles, por su parte, adoptó un enfoque más pragmático y menos idealista. Para
él, el derecho debe estar orientado a promover la virtud en los ciudadanos, pero
también debe ser adecuado a las circunstancias de la comunidad. A diferencia de
Platón, Aristóteles no rechaza la posibilidad de que las leyes imperfectas puedan
ser útiles en contextos específicos, aunque no alcancen el ideal de justicia.
En la Edad Media, la moralidad y el derecho estaban profundamente conectados a
través de la teología cristiana. Como se mencionó anteriormente, para Santo Tomás
de Aquino, la ley natural es una manifestación de la ley eterna de Dios, y el derecho
humano debe estar en consonancia con la moral cristiana. La ley divina revelada en
las Escrituras también jugaba un papel fundamental en la elaboración de las normas
jurídicas, especialmente en el derecho canónico.

Rousseau y la Voluntad General como Expresión de la Moralidad


Colectiva
El filósofo del siglo XVIII Jean-Jacques Rousseau introdujo una nueva visión de la
relación entre la moral y el derecho en su obra El contrato social (1762). Para
Rousseau, la legitimidad del derecho se basa en la voluntad general, que representa
los intereses colectivos de la comunidad. Según Rousseau, las leyes son justas
cuando reflejan la voluntad general, ya que esta voluntad no es simplemente la
suma de las voluntades individuales, sino una expresión de los intereses morales
compartidos por la sociedad.
Rousseau consideraba que las leyes que promueven el bien común tienen una
legitimidad moral, y que los ciudadanos deben obedecerlas no por miedo al castigo,
sino por un sentido de deber moral. Esta idea influyó profundamente en las teorías
democráticas posteriores, que ven en el estado de derecho una expresión de la
voluntad colectiva y moral de la sociedad.

John Rawls y la Teoría de la Justicia: La Moralidad en la Ley


En el siglo XX, el filósofo estadounidense John Rawls desarrolló una de las teorías
contemporáneas más influyentes sobre la relación entre derecho y moralidad en su
obra Teoría de la justicia (1971). Rawls propone un enfoque contractualista similar
al de Locke y Rousseau, pero introduce el concepto de justicia como equidad.
Según Rawls, las leyes y las instituciones deben ser diseñadas de tal manera que
promuevan una distribución justa de los bienes y las oportunidades en la sociedad.
Rawls sostiene que, para determinar cuáles son los principios de justicia, debemos
imaginar una situación original en la que las personas están detrás de un "velo de
ignorancia", es decir, sin saber cuál será su posición social, sus talentos o sus
preferencias en la sociedad. Desde esta posición de imparcialidad, los individuos
elegirían principios de justicia que garantizaran una distribución equitativa de
recursos, especialmente para los más desfavorecidos.
La teoría de Rawls ha tenido un profundo impacto en el derecho constitucional y en
las discusiones sobre la justicia social, ya que ofrece una justificación moral para la
igualdad y la protección de los derechos en el marco legal.
Conclusión
La evolución del derecho natural, divino, racional y moral es un recorrido que abarca
más de dos milenios de historia, durante los cuales las nociones de justicia,
autoridad y moralidad han ido transformándose al compás de los cambios sociales,
políticos y filosóficos. A lo largo de este tiempo, el derecho no ha sido un concepto
estático, sino un campo en constante debate, influenciado por distintos enfoques
filosóficos y contextos históricos.
El derecho natural, basado en la idea de que existen principios de justicia inherentes
a la naturaleza humana y al orden del universo, ha sido una constante desde la
Antigüedad clásica hasta la Ilustración. Pensadores como Aristóteles, los estoicos y
más tarde, Tomás de Aquino, defendieron que la razón humana podía acceder a
estos principios y que las leyes humanas debían conformarse a ellos. El derecho
natural sentó las bases para una concepción universal de la justicia, que trasciende
las particularidades de las sociedades y culturas. Durante la Ilustración, filósofos
como John Locke secularizaron este concepto, transformándolo en la base de los
derechos inalienables que influyeron en las revoluciones políticas modernas y en la
creación de los Estados democráticos.
El derecho divino, por su parte, fue el principio dominante durante la Edad Media y
el período del absolutismo monárquico. Este enfoque justificaba la autoridad de los
gobernantes en virtud de una conexión directa con la voluntad de Dios. Sin
embargo, esta noción fue puesta en entredicho por los avances del pensamiento
racional y los movimientos revolucionarios del siglo XVIII, que abogaron por la
soberanía popular y por la idea de que el poder legítimo emana del pueblo y no de
una entidad trascendental. La decadencia del derecho divino marca uno de los
momentos clave en la historia del pensamiento político, simbolizando el paso de
una concepción teocrática del poder a una secular y más democrática.
El derecho racional, impulsado por la Revolución Científica y el Racionalismo de
pensadores como Descartes, llevó a una transformación radical de la ciencia
jurídica. La idea de que las leyes deben basarse en principios racionales y lógicos,
accesibles a través de la razón humana, fue un motor clave en la creación de los
primeros códigos civiles en Europa, como el Código Napoleónico. Filósofos como
Hobbes, Locke y Kant contribuyeron a construir un marco teórico en el que el
derecho se fundamentaba en el contrato social, los derechos individuales y la
autonomía de la razón. Esta corriente racionalista del derecho es uno de los pilares
del constitucionalismo moderno, donde la ley es vista no como un mandato divino o
tradicional, sino como un instrumento racional para la organización social.
El derecho moral, que mantiene una estrecha relación con el derecho natural y
racional, ha sido igualmente una preocupación constante en la historia del
pensamiento jurídico. Desde Platón y Aristóteles, que buscaban alinear las leyes
con principios de virtud y justicia, hasta Immanuel Kant, cuya ética del imperativo
categórico propuso una base universal y racional para la moralidad, la idea de que
las leyes deben ser justas y moralmente correctas ha sido un tema central. En el
siglo XX, pensadores como John Rawls llevaron esta reflexión más allá, al proponer
una teoría de la justicia que vincula de manera estrecha la ley con principios de
equidad, garantizando que las normas jurídicas promuevan la igualdad y el respeto
a la dignidad humana.
A lo largo de la historia, cada una de estas corrientes ha contribuido al desarrollo de
una visión más compleja y matizada del derecho. El derecho natural y el derecho
moral han insistido en la importancia de la justicia como un principio inmutable, al
que las leyes deben ajustarse para ser legítimas. El derecho divino reflejó una época
en la que las leyes eran vistas como una manifestación de la voluntad divina,
mientras que el derecho racional marcó el surgimiento de una concepción secular y
lógica del derecho, con la razón como el único árbitro de la legitimidad.
En la actualidad, la ciencia jurídica moderna se encuentra en un punto de
confluencia entre todas estas corrientes. El positivismo jurídico, el
constitucionalismo, los derechos humanos y las teorías contemporáneas de la
justicia han recogido elementos de cada una de estas tradiciones para formular
sistemas legales que buscan no solo ser eficaces, sino también justos y morales.
La noción de que el derecho debe basarse en principios racionales y al mismo
tiempo respetar la moralidad, continúa siendo un eje central en los debates sobre la
legitimidad de las leyes y la justicia social.
En resumen, la evolución del derecho natural, divino, racional y moral no solo nos
muestra el desarrollo histórico del pensamiento jurídico, sino que también refleja la
lucha constante de la humanidad por encontrar un equilibrio entre la autoridad
política y la justicia moral. El derecho sigue siendo una herramienta vital para la
construcción de sociedades justas, y las diversas corrientes filosóficas que lo han
influido ofrecen valiosas lecciones sobre cómo las leyes deben adaptarse a los
desafíos contemporáneos sin perder de vista los principios fundamentales de
dignidad, igualdad y justicia.

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