El Despáchese
El Despáchese
El Despáchese
Una vieja discusión, más o menos informal, entre los profesores de procesal de la
Universidad Católica de Valparaíso y de la Universidad de Chile de Valparaíso, de la
primera mitad del siglo XX, y que se expresó en publicaciones de la década del ‘50 1—al
cual se han sumado y descolgados varios de uno y otro lado, y otros a nivel nacional 2—,
se ha proyectado de manera insospechada en una tensión entre juzgados civiles de
Santiago y la Corte de Apelaciones de la capital, con respecto a la extensión de las
potestades procesales de los jueces que deben resolver sobre la demanda y el título
ejecutivos, que de trasfondo carga sobre sí la calificación de la actividad que realizan
los jueces al realizar dicho enjuiciamiento —trámite de admisibilidad a tramitación o
requisitos de procedencia de la ejecución—, y la naturaleza jurídica del despáchese.
1. Los civilistas señalan que el Derecho Civil dispone que si alguien se obliga,
entonces debe pagar o cumplir con su obligación para con el acreedor. Las disposiciones
normativas de tal talante, en algún sentido, constituyen unas promesas del ordenamiento
jurídico en favor del acreedor,
1
Vid. E. WIEGAND FRÖDDEN, “El Concepto de Procedimiento Ejecutivo en Nuestra Legislación”, en
Anales de la Universidad Católica de Valparaíso, 1955, n° 2, pp. 15 a 81, y M. CASARINO VITERBO,
Manual de Derecho Procesal, t. V, Edit. Jurídica de Chile, Santiago, n° 732, 733.
2
Vid. H. Pereira Anabalón
ejecución misma3. Por otra, es que la ejecución misma, por lo que ella implica, cómo se
le posiciona a la persona ejecutado y cómo terceros intervienen sobre su intimidad y sus
bienes, en suma en la posición de debilidad en que se encuentra, se requiere la
intervención del funcionario estatal, que cuenta con las mejores garantías para
protegerlo de sus derechos y que la ejecución recaiga en lo que jurídicamente
corresponda y no más allá, es que constituye una garantía para el propio ciudadano
ejecutado.
3
Vid. M. VARGAS PAVEZ, El Derecho a la Ejecución Forzada: Noción e Implicancias a Partir de la
Jurisprudencia de la Corte Europea de Derechos Humanos, Ediciones Universitarias de Valparaíso,
Chile, 2019.
4
Como señala J. GUASP: «El Derecho dedica, en efecto, una de sus instituciones a la atención específica
de las quejas sociales, convertidas en pretensiones, tratando de dar satisfacción a la reclamante mediante
la institución que se conoce con el nombre de proceso.
El proceso no es, pues, en definitiva más que un instrumento de satisfacción de pretensiones. (…). los
tres postulados fundamentales de toda la ordenación del proceso: todo proceso exige una pretensión, toda
pretensión lleva consigo un proceso, ningún proceso puede ser mayor o menor o distinto que la
correspondiente pretensión». GUASP, Derecho Procesal Civil. p16.
al cobro judicial —sin perjuicio de lo anterior, si él considera que el pago no ha sido
íntegro en tiempo, siempre puede accionar pidiendo la tutela de su derecho.
Pero el diseño del sistema jurídico está pensado para la potencialidad de otra
circunstancia, la de la inobservancia del programa prestacional, esto es, cuando pudiese
no haber cumplimiento íntegro en tiempo y forma. Se trata de la normativa secundaria,
para efectos de la eventualidad de que una normativa primaria se estimase como
desobedecida.
Aquí surge algo de relevancia. Se ha sostenido la tesis de que el proceso parte de
la duda cognoscitiva, y que para ello existe el proceso, para despejar la duda. Pero esto
es una verdad a medias, porque está pensado desde el punto de vista del proceso de
cognición no desde el de ejecución, porque parte de la base técnica del título ejecutivo y
su carácter de verdad indubitada. Si esto es correcto, al tener una parte que es falsa, si se
le aplica la regla lógica del modus tollens, entonces la tesis es falsa y refutada como un
todo. Reformulando el asunto la teoría debe ser elaborada de manera más compleja,
desde el punto de vista sistémico, y ello explicará las diferencias de diseño.
Desde el punto de vista epistémico, efectivamente lo que ocurra en la realidad para
un tercero imparcial, que no es testigo de los hechos, es una incógnita, y no tiene en
principio mejores razones para creerle a una parte u otra. De esta guisa, cuando alguien
pretende de manera extraprocesal, que hay una deuda de otra persona para sí, por un
cierto monto, en principio no hay buenas razones para creerle a uno u otro, para el
pretendiente o pretendido. Para generar las razones públicas invocables por parte del
juez, para estimar a uno u otro en lo que dicen, se tienen los medios de prueba, bajo
ciertos requisitos. Sobre dicha base es que el magistrado puede elegir con una
racionalidad pública, y dictar su sentencia de cognición, estimatoria —de condena— o
desestimatoria.
Desde el punto de vista del diseño sistémico, al tener una sentencia de cognición
de condena, implica que se han cumplido los trámites de discusión. En el mejor de los
casos, se ha discutido por completo lo pretendido en el caso, en el peor, se ha tenido la
oportunidad de discutirlo, pero el demandado no lo hizo, sea ello en un proceso de
cognición común o en un proceso monitorio.
Recordemos que existe el principio de juzgamiento dentro de un plazo razonable
que hace que la discusión se comprima lo más posible, resguardando la complejidad del
asunto discutido, para efectos de arribar lo más pronto posible a la sentencia de término.
Esta comprensión implica que los actos y las oportunidades se restrinjan, usualmente a
una oportunidad para ventilar sus derechos; por ejemplo, una vez para contestar la
demanda, la actividad probatoria se restringe a una única instancia, salvo los
instrumentos y la confesional (aunque en laboral, por la concentración del proceso,
queda completamente restringida). Entonces, carece sentido sistémico el considerar que
si ya se tuvo la oportunidad de discutir, se vuelva pueda volver a reabrir la discusión. En
cierto sentido, aparecería como un fraude para el vencedor, que si ganó la discusión,
bajo la promesa de que sólo procede una discusión de los derechos y obligaciones,
como señala la autoridad de la cosa juzgada, tuviera volver a discutir la existencia de los
derechos y obligaciones nuevamente. Esto rige para otros procesos de cognición, que es
lo que usualmente se piensa, pero el más paradigmático de los casos es que rige
también, y, especialmente, para el proceso de ejecución. Ello es lo que tiene considera la
ley, en el artículo 237 inciso tercero del CPC cuando señala que en el juicio ejecutivo no
pueden entablarse las excepciones que pudieron entablarse en el juicio de cognición.
Un lector atento ha lo expuesto debe preguntarse porqué se han omitido los demás
títulos ejecutivos en favor de la sentencia de condena firme, porque la explicación es
reductivista, y qué sucede con la presencia de los demás títulos ejecutivos, si alteran la
explicación. En parte sí alteran la explicación teórica por razones obvias, pero no lo
suficiente, para alterar la conclusión en lo que interesa a la teoría procesal.
La corrección fundamental de la explicación expuesta está relacionada con un
concepto designado como “caso paradigmático”. En la epistemología del siglo XX,
Wittgenstein y Kuhn han introducido este concepto para explicar como los seres
humanos comprenden los términos, en donde un caso paradigmático pasa a ocupar el
núcleo de comprensión del término, y por medio de dicha referencia se van entendiendo
otros casos que se van agregando al término y construyendo la referencia conceptual.
Así, por ejemplo, para un niño ‘N1’ el término “mamá”, ‘M’, tiene como caso
paradigmático a su propia madre ‘m’, pero claro después el niño va descubriendo que
hay otros niños que le llaman otras mujeres “mamá” y que no son la del niño, por
referencia a su propia madre entiende las otras mujeres tienen una relación o calidad
similar a la suya, de manera que aprende que su mamá es una más de muchas, aunque es
la principal o su caso paradigmático, de manera que su madre es sólo ‘m1’, y que dentro
del término caben muchas similares que son ‘m2, m3, m4, m5, … mx’. Es así que desde el
punto de vista epistemológico, también podemos construir teorías con una referencia
paradigmática que nos haga fácil la comprensión de una idea teórica más compleja, de
manera que el caso paradigmático actúa como un faro en la oscuridad de la noche para
ir descubriendo y seleccionando el sentido y extensión de la teoría que queremos
plasmar.
Teniendo en mente lo anterior, podemos apreciar que la figura de la sentencia de
condena firme, constituye el caso paradigmático de la noción de título ejecutivo. Es tal
su importancia que el legislador la pone como número 1° en el artículo 434 del CPC,
comunicando así no sólo la importancia de la figura, sino que el lector puede
comprender el resto de las figuras teniendo ya incorporado en su acervo el cómo es una
sentencia firme. Así la ley realiza una función pedagógica con la comunicación
expresiva de su normativa, y lo podemos corroborar así: «El juicio ejecutivo tiene lugar
en las obligaciones de dar cuanto para reclamar su cumplimiento se hace valer alguno
de los siguientes títulos: 1°. Sentencia firme, bien sea definitiva o interlocutoria; (…)».
Así, el legislador y los teóricos del Derecho Procesal van construyendo y
comprendiendo la construcción de la noción de título ejecutivo por referencia a éste
caso paradigmático. Y luego van comprendiendo que hay otras situaciones análogas a la
sentencia definitiva, que entregan cierto grado de certidumbre relevante mediante
ciertas garantías que requiere el legislador, para efectos de dar lugar a la procedencia a
este proceso, cuya estructura presenta situaciones tan desiguales, precisamente basadas
en la denominada “presunción de verdad” o derecho indubitable. Ésta última no es más
que una imputación de veracidad institucional de la ley, por la cual normativamente
dispone que frente a los títulos que el legislador mencione expresamente en el artículo
434 del CPC y otras leyes, los agentes del sistema jurídico, en particular los jueces,
deberán estimarlos como instaurando o dando cuenta de un derecho y obligación
firmemente establecidos, y luego se aplicará, al igual que con la sentencia firme, toda la
consecuencia de tener un derecho y obligación análogamente fijado. Por supuesto que
ello se basa en las garantías que el legislador considera suficiente para darle el carácter
análogo a la sentencia firme, como la escritura pública que requiere de todas las
solemnidades propias de dichos documentos, el acta de avenimiento cuya garantía es
estar pasada ante el tribunal competente y autorizada por un ministro de fe, los
instrumentos privados que han sido reconocidos por la parte o han sido reconocidos
judicialmente, la confesión del propio deudor ante el juez especialmente citado para
ello.
En tal sentido, es que se comprende la estimación legal de la verdad del título
ejecutivo, en términos generales. Si el título que reúne las calidades de ejecutivo da
cuenta de una obligación y derecho de manera verdadera, al modo como lo hace una
sentencia firme, entonces comprendemos que tenemos los títulos ejecutivos t1, t2, t3, t4,
t5, t6….tx. De esta manera, el proceso ejecutivo en algún sentido no necesita presuponer
que existió el proceso de declaración previo, porque hay diversos títulos ejecutivos que
no lo suponen, pero esta analogización, a la vez, sí supone que al construirse con base
en la sentencia definitiva, lo que el juicio ejecutivo viene a presuponer es que no se
necesita un proceso de cognición ni replicarlo, porque ello eventualmente podría haber
ocurrido, al estar dentro de sus supuestos la sentencia firme, que implicó que ya se dio
la oportunidad, y dado que la regulación es general, tanto para t1 como para t6, todos los
títulos se ven beneficios por integrar la misma clase conceptual de la sentencia firme.
Por lo tanto, por teoría de clase o conjuntista todos se ven beneficiados al estar
sometidos al mismo régimen jurídico. Entonces, el juicio ejecutivo, además, va a
presentar las mismas características para todos.
Apreciemos un modelo estándar chileno, que son de corta y pega de lo que pide
una pretensión típica en la demanda: «Ruego: Tener por presentada demanda ejecutiva
de obligación de dar en contra de la demandada ya individualizada, ordenar se
despache mandamiento de ejecución y embargo, para que un ministro de fe requiera de
pago al deudor y para que si no cumpliera en la oportunidad, se proceda a la traba del
embargo sobre bienes suficientes para asegurar el entero pago de la obligación que
asciende de dos millones de pesos y, en definitiva, que se acoja esta demanda ejecutiva
y se siga adelante con la ejecución hasta el entero cumplimiento de la obligación
debida, con expresa condenación en costas.».
7
M. Casarino, Manual, n° 731.
Sus peticiones son la ejecución y que le paguen el dinero. Ambas peticiones
reflejan la radical diferencia entre el proceso y la pretensión ejecutivas y las de
declaración. Como dice Montero Aroca el objeto proceso del viene conformado
técnicamente por la pretensión: «Con la expresión objeto de la ejecución se está
haciendo referencia a la pretensión, esto es, a la petición fundada que se hace a un
órgano jurisdiccional, frente a otra persona, sobre un bien de la vida»8. Entonces,
acoger la pretensión implica fallar el objeto del proceso. El artículo 158 del CPC
dispone a su vez: «Es sentencia definitiva la que pone fin a la instancia, resolviendo la
cuestión o asunto que ha sido objeto del juicio». De esta manera, sólo falla el objeto del
proceso la sentencia definitiva.
Volviendo a la teoría del proceso, si generalizamos el proceso de cognición, y
estimamos que la sentencia definitiva sólo puede fallarse al final, entonces estaremos en
un error técnico y legal. De hecho, ya hemos visto que en Chile la sentencia definitiva
puede dictarse de manera inmediata en un juicio de cognición, como en el monitorio
laboral, regulado por el artículo 500 del Código del Trabajo, y sin perjuicio de ello la
ley entrega un medio de impugnación especial, como se dijo. De similar manera, el
juicio ejecutivo produce algo parecido, como si fuera impropiamente un juicio
monitorio de ejecución, sólo que la reflexión requiere de otras condiciones.
El juicio ejecutivo no tiene por objeto arribar a la sentencia definitiva, por el
contrario, dado que es de materialidad, requiere partir con la decisión misma. El objeto
del proceso que se pide al Estado es que se proceda a la ejecución derechamente, para el
efecto final de su pago. La decisión final del juez es si procede la ejecución, dando lugar
así al petitorio con respecto a la tutela judicial efectiva. Si procede la ejecución, se ha
concedido lo pedido mediante una resolución judicial.
Pensemos en el juicio ejecutivo en la obligación de no hacer, como destruir un
muro, la orden de proceder a la ejecución de la destrucción está concedida directamente
al principio. No se va a discutir si se debe o no destruir, la aceptación del despacho de la
ejecución implicará directamente la aceptación de la petición misma de destruir. En
igual sentido, la de entregar una especie o cuerpo cierto debido, también va a estar
implícita en el despáchese, porque luego no se va a discutir si se debe entregar o no en
el cuaderno de apremio, aquello ya está resuelto. Los ejemplos anteriores, tienen el
mismo sentido que el del dinero, al darle lugar a la ejecución, está ordenando que se
entregue el dinero que resulte de la realización de los bienes; lo que queda es el cómo se
va a lograr aquello. Todo ello se verá luego reflejado en la orden complementaria que
significa el mandamiento de ejecución. De esta manera, conceder el despáchese es dar
lugar al mérito de la demanda o pretensión, con respecto a las diversas peticiones que
pudiese contener en lo relativo a la ejecución. Al resolver aquello, está resolviendo el
objeto del proceso.
En tal sentido, es menester recordar que tanto en el monitorio como en el juicio
ejecutivo nada le quita de sentencia definitiva a que la sentencia se dicta al principio,
porque lo sustantivo de la definición del artículo 158 del CPC, es que se resuelva el
objeto del proceso, lo que ninguna otra resolución puede hacer.
Tómese en consideración que el juicio ejecutivo es una ejecución singular, pero
también hay ejecuciones universales o colectivas, como en la Ley de Reorganización y
Liquidación de Empresas y Personas, N° 20.720, en que con un procedimiento de
ejecución califica la ley a la resolución que provee la demanda de liquidación como de
sentencia definitiva, y continúa el proceso de ejecución, según artículo 292: «La
sentencia definitiva que acoja la demanda declarará la revocación solicitada, ordenará
la restitución y la práctica de las inscripciones y cancelaciones que fueren pertinentes».
8
J. Montero Aroca.