Palacio de Liria

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Madrid Urbs Regia: Palacio de Liria

Pablo Leiva Soletto


Grado en Historia / B3
Universidad Complutense de Madrid
Índice:

Introducción y objetivos 2

Familia y colecciones 3

Arquitectura e influencia en Madrid 5

Quema del palacio y reconstrucción 8

Conclusiones 10

Anexos 11

Bibliografía 19

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1. Introducción y objetivos.

El Palacio de Liria es una construcción que aparece en el siglo XVIII, considerada, después
del Palacio Real, una de las más importantes del siglo en Madrid. Destaca por situarse en el
centro de Madrid y ser la residencia de la Casa de Alba (img. 1), además de la gran extensión
y calidad de su colección artística, donde encontramos cuadros de las escuelas italiana,
flamenca y española; los conocidos retratos familiares; y un amplio archivo de libros y
documentos de gran relevancia. El nombre del palacio se debe al lugar de nacimiento de
Carlos Bernando FItz-James Stuart y Silva, el municipio valenciano de Llíria. Su construcción
comienza en 1772, a la orden del III duque de Berwick, Jacobo Fitz-James Stuart
(1718-1785), que desde París, introduce el neoclasicismo en la ciudad de Madrid; es
encargada al arquitecto francés Louis Guilbert, pero debido a varias incidencias el trabajo se
releva a Ventura Rodriguez, que, a causa de su fallecimiento, no fue capaz de verlo concluido.
A pesar del renombre que adquiere Ventura Rodriguez en la construcción de este complejo, su
participación fue meramente de carácter técnico, la forma y definición que protagonizan al
palacio fueron proporcionadas por el arquitecto francés.

No hay que olvidar que la existencia de esta obra se da gracias al linaje de una familia
aristócrata, la aparición del palacio es una especie de muestra de poder y riqueza, además de
servir como vivienda. Al ser el espacio donde habitan personajes destacados de esta rama
aristócrata, con el contenido de sus obras y exposiciones artísticas, podemos conocer los
gustos de cada uno y analizarlos históricamente, por lo que el Palacio de Liria puede
considerarse un museo que expone el ámbito privado de esta rama familiar. La Casa de Alba
destaca por ser de las primeras familias nobles incipientes en España, toman poder en el siglo
XV gracias a su colaboración con la corona, el título correspondió en sus inicios a la familia
Álvarez de Toledo, pero con el tiempo se incorporaron más familias. Actualmente, la
fundación de la Casa de Alba se encuentra en el Palacio de Liria.

Esta construcción es ideal para la realización del trabajo propuesto, tanto su calidad
arquitectónica como en el contexto en el que se desarrolla resultan perfectas para entender el
desarrollo de la arquitectura y la entrada de nuevas técnicas de finales del siglo XVIII en
Madrid. El trabajo consta de diferentes partes donde se explican las distintas partes que
organizan el complejo, además de su relación con la ciudad y el contexto que le rodea.

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2. Familia y colecciones.

La casa nobiliaria, comienza debido a la colaboración de la familia, frente a los conflictos con
la nobleza castellana del siglo XV. Adquieren poder gracias al ducado de Alba de Tormes en
1429, otorgado a la familia Álvarez de Toledo, que a su vez pertenece al linaje de la Casa de
Toledo. La Casa de Alba estuvo representada por la familia Álvarez de Toledo alrededor de
trescientos años. Maria del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo (img. 2), con
el título de Duquesa de Alba, muere en 1802 sin descendencia, por ello, su título se une al de
Liria gracias a su sobrino tercero, Carlos Miguel, del linaje de Berwick. El patrimonio y gusto
artístico de ambas familias se unificaron, Carlos Miguel recibió 32 cuadros de la herencia.
Residió en Francia durante la Guerra de Independencia, cuando finalizó, viajó por toda
Europa. En Italia adquirió cultura y conocimientos sobre el arte, además, compró obras de
artistas con gran renombre como Fra Angélico y demás piezas para la colección familiar.
Adquirió cerámicas romanas y griegas para abrir un museo en los jardines de Liria, pero el
proyecto no se llevó a cabo. Continuando su viaje por Europa, adquirió más obras, de las que
actualmente se conservan algunas en el palacio.

El sucesor de Carlos Miguel fue Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia (img. 3), el que
decide construir el Palacio de Liria, el destino de las obras adquiridas por la familia. Durante
la posesión del título por parte de Jacobo, la familia sufrió dos grandes crisis, por lo que se
tuvieron que vender numerosas obras de la colección en París, posteriormente, cuando la
economía se estabilizó, se volvieron a comprar las mismas obras vendidas. El resultado de
una familia adquiriendo obras de arte de la mejor calidad durante cinco siglos es una cadena
que muestra los gustos e inquietudes artísticas de cada uno de los herederos. Cada obra tiene
presente la historia de cada integrante respectivamente, ya que tiene una pequeña parte de su
comprador. También, las obras pueden reflejar un periodo de tiempo concreto, pudiendo
analizar la relación de la familia con su respectivo contexto histórico. Cinco siglos en los que
se adquieren obras constantemente dan para una gran colección, en la que hay que destacar:
una biblioteca con más de treinta mil ejemplares, entre los que encontramos documentos
manuscritos de Cristóbal Colón, Hernán Cortes y Legazpi, la conocida Biblia de Alba (img. 4)
junto a más ediciones de la biblia, distintas cartas portulanas y demás documentos
bibliográficos de todo tipo; se adquirieron distintas obras escultóricas; la pinacoteca cuenta
con obras de artistas de gran renombre como Rubens, Goya Tiziano y El Greco. Actualmente,
la exposición en palacio está dividida en salas de la planta principal que van variando según el
estilo de la pintura.

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Nada más entrar al palacio, tras el zaguán, encontramos la escalera principal (img. 5), en
forma de caracol. En los descansillos de la escalera encontramos distintas esculturas de
Venus. Una vez arriba, observamos retratos de Fernando de Austria y Ana de Dinamarca. En
el espacio dedicado a esta escalera, concretamente en el interior de un nicho, encontramos,
posiblemente la obra con mayor valor histórico del palacio, una escultura griega de época
tardo-helenística conocida como «Venus Genetrix» (img. 6). El espacio de la escalera hace de
introducción para las distintas estancias de la planta principal.

El Salón Estuardo está dedicado a los primeros linajes de la Casa de Alba, encontramos
numerosos retratos y tapices en las paredes. Destaca un gran tapiz flamenco dedicado a la
Guerra de Troya (img. 7), es la obra más antigua documentada de la colección. En la sala
también apreciamos un busto de Mariano Benlliure. La sala contigua es la dedicada al arte
flamenco. Nada más entrar al Salón Flamenco, contiguo al Estuardo, nos invade el amor por
el arte de esta familia, encontrando obras de la máxima calidad de artistas con mucho
renombre. Destaca un lienzo magistral de Rubens que presenta a Carlos V y la Emperatriz
Isabel de Portugal, aparte de este, también podemos ver otros retratos de la familia y cuadros
mitológicos. No solo el hecho de tener retratos de los mejores artistas del momento hacían a
esta familia poderosa, sino que también, la posesión de pinturas de emperadores y personajes
destacados de la historia intensificó este hecho.

Como ya se ha comentado, cada sala tiene una temática específica, como el Salón del Gran
Duque, dedicado al Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo (1550-1633). Los retratos
que encontramos de Fernando reflejan distintas etapas de su vida y muestran sus aspectos más
humanos, ensalzando su excepcional figura. El protagonismo se lo lleva sobre todo el retrato
de Tiziano, en el que el Duque aparece representado con su armadura y mostrando una gran
superioridad y poder.

El Salón Español, representa el siglo de oro de la pintura española; el Salón de Zuloaga


recoge retratos modernos de la familia realizados por el artista Ignacio Zuloaga; el Salón de la
Pintura Italiana, donde se exponen obras del quattrocento, cinquecento y del barroco italiano;
y por último, el Salón de Goya muestra diferentes retratos de la familia realizados por
Francisco de Goya, que era amigo de la Casa de Alba. En este salón también podemos
encontrarnos una mesa escritorio de Napoleón Bonaparte (img. 8).

Además de la rica colección artística que posee la familia, también destaca por tener la
propiedad de numerosos edificios de carácter palacial o eclesiástico repartidos por el territorio

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nacional, como por ejemplo: el Palacio de las Dueñas en Sevilla, el Castillo de Coca en
Segovia, y, el Monasterio de la Inmaculada de la Concepción en Loeches, entre muchos más.

3. Arquitectura e impacto en Madrid.

La llegada de Carlos III desde Nápoles generó un cambio tanto en la arquitectura como el arte
en Madrid. Cuando llegó, no existía un plan arquitectónico sólido, habitaban la ciudad cuatro
estilos distintos: los ayudantes de la construcción del Alcázar, que tenían tanto influencias
barrocas como clasicistas; los arquitectos italianos sucesores de Juvarra, con los que
Francesco Sabatini, que acompañaba a Carlos III (ocupando el cargo de arquitecto de obras
reales) tuvo confrontaciones en defensa del arte barroco romano frente al piamontés; y, los
jóvenes arquitectos sucesores de Diego de Villanueva, que desempeñaron un gran papel a la
hora de introducir la arquitectura de la Ilustración en el país. En España, existían varios
grupos de cultos aristócratas interesados en seguir las pautas marcadas por la Corte de
Francia, hecho determinante que posteriormente desenlaza en el proyecto de Liria.

El palacio, como ya sabemos, se construyó por parte del III duque de Berwick y Liria, don
Jacobo Fitz-James. La tarea corresponderá al arquitecto parisino Louis Guilbert. La
localización elegida rompe con la dinámica palaciega seguida durante el siglo XVIII, la zona
cortesana de prestigio se localizaba a lo largo del Paseo del Prado, pero este palacio se
construirá próximo al Palacio Real y al Cuartel del Conde-Duque. La apuesta de Berwick
consistía en realizar un palacio aislado (a las afueras de la ciudad), situado en el medio de un
espacio delimitado y con un gran jardín que introduzca a su fachada principal, rompió con la
dinámica que se seguía en el Paseo del Prado, donde, los palacios estaban anexos a otras
construcciones y mostrando su fachada directamente a la calle. En el caso de Liria, se apostó
por una síntesis urbanística con los espacios que rodeaban al proyecto del palacio,
adquiriendo los edificios que le rodeaban, y creando una gran plaza (que se convertirá en el
jardín principal) frente al palacio con la tarea de lucirlo. La planta es rectangular y de gran
longitud, al igual que los edificios neoclásicos franceses, emanan cuatro pabellones de cada
esquina. En el centro del plano encontramos una escalera principal que nos conduce a las
distintas estancias del palacio, que actualmente tienen una distribución distinta debido a la
reconstrucción tras el incendio que sufrió durante la Guerra Civil.

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Se despedirá a Gilbert en 1771, tanto por errores arquitectónicos como por irregularidades en
el presupuesto. La obra pasó a Ventura Rodriguez, pero debido a que el palacio se encontraba
en altas fases de desarrollo, simplemente se dedicará a concluir el trabajo y a solucionar los
problemas de Gilbert. Ventura propuso darle importancia a ambas fachadas (doble fachada) y
a sus respectivos jardines; definir un cuerpo bajo almohadillado desde donde surgen las
pilastras y medias columnas; un cuerpo central de dos pisos y disponer con una cornisa un
ático rectangular sin frontón que emana del respectivo cuerpo central (la cornisa es totalmente
de Ventura Rodriguez); y, la disposición de las medias columnas y pilastras, que enfatizan el
sentido barroco-clasicista (img. 9), que se colocaron así por ejemplos célebres como la
fachada del Palacio del Escorial. Todos estos cambios dentro de una volumetría establecida,
ya que el cuerpo y dimensiones del palacio estaban ya implantados. Debido a que la
construcción se basó en los hôtels parisinos, la familia de Berwick, decidió amueblar todo el
edificio según las tendencias establecidas en estos lugares. La idea de Berwick, era construir
un conjunto palacial en el que se dieran importancia a todas sus partes, incluso valorando el
palacio como un elemento exento. Comentando la distribución de las plantas, podemos
encontrar tres, sin contar con el ático, que contarían un total de cuatro. En la planta baja, a
altura de calle, se distribuyen distintas estancias relacionadas con el servicio y la
administración (oficinas, mayordomía), contiene también la popular biblioteca del palacio,
conocida por su riqueza en primeras ediciones y manuscritos; subiendo las escaleras, damos
con la planta principal (img. 10), donde se distribuyen distintos salones con funciones
específicas (museo, baile, comedor de gala), además de los aposentos del Duque (actualmente
toda la planta principal es visitable y funciona como museo); la siguiente planta contiene
todas las estancias y dormitorios de la familia (en la actualidad el Duque de Alba reside en
esta planta), con salas relacionadas con las tareas del hogar (plancha, lencería costura); el
ático del palacio contiene desvanes y una terraza en el centro.

Se hizo verdadero hincapié en la espectacularidad de los jardines, a pesar de esto, actualmente


encontramos muy poca información sobre su construcción y evolución. A pesar de ser uno de
los jardines privados más importantes de España, ni siquiera en el archivo familiar
encontramos demasiada información. El terreno en el que actualmente residen estos jardines,
contenía desde 1623, una huerta (img. 11), hasta 1761, que se construyeron unos jardines
particulares en el recinto. En el primer plano, podemos observar distintos jardines dispuestos
en parcelas o cuarteles (img. 12), cada uno obtiene un estilo individual. Sobre 1769, con la
construcción del palacio y la influencia de los hôtels parisinos, se sigue esta tipología para los

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jardínes. Aparece un jardín posterior que tiende al gusto por la geometría y las figuras
simétricas, además de una fuente en el centro, reafirmando la importancia del agua en estos
modelos. Aparecen los jardines laterales, para rodear al palacio en estos motivos y delanteros,
que hacen la función de entrada. Todo esto cambiará en el siglo XIX, debido a la llegada del
estilo romántico, y con ello, los paisajistas ingleses. Encontraremos una vegetación más libre
y unas figuras más redondeadas. La forma de los jardines ha ido cambiando con el paso del
tiempo según las tendencias que llegaban a Madrid. El resultado de los jardines ha sido un
conjunto entre la jardinería parisina de los hôtels y las tendencias ya establecidas en España
aportadas por Ventura Rodríguez. Actualmente se ha replicado su trazado original del siglo
XVIII (img. 13). Cabe recalcar que además de construir estos maravillosos jardines para
armonizar al conjunto palacial, también tenían una idea de desarrollo vital, es decir, no eran
únicamente un adorno. Los jardines eran de carácter vital para la estancia de los residentes de
Liria, en ellos, podían pasear por sus caminos, realizar actividades sociales, meditar… Todo
ello desde la privacidad.

El Palacio de Liria es el primer palacio de su especie construido en Madrid, el impacto que


causó en la ciudad fue enorme. Ya antes apareció el Palacio Real, que arquitectónicamente, es
muy similar al posterior Palacio de Liria, pero en su composición, el nuevo palacio, se salió
de la tipología palaciega hasta la fecha. Como ya hemos comentado, rompió tanto con la
arquitectura, como con la localización del emplazamiento. Además, provocó el asentamiento
de una familia de gran poder en la ciudad, que no pertenecía a la familia real. La riquísima
colección (conseguidas por diversas campañas) y encargos a los mejores artistas del
momento, posicionaban a la familia en la élite de Madrid, capaz de disputar su poder con la
Casa Real. La construcción de este palacio, provocó una auténtica revolución en la
arquitectura y arte de las familias aristócratas en España. Hasta entonces, las residencias de
estas familias han sido en grandes caserones sin apenas trazas de valor artístico. El Palacio de
Liria proyectó una nueva forma de mostrar el poder y la riqueza de estas familias, la cultura y
la expresión artística fueron la nueva tendencia que demostraba la capacidad y
posicionamiento de estas élites.

Para entender la magnitud de la aparición de este palacio, lo compararé con el Palacio del
Marqués de Perales (1732), que siguió la tendencia palacial madrileña. En este caso, el
palacio muestra la fachada a la calle directamente y está acomodado de manera compacta en
el interior de la ciudad, al contrario de Liria, que está envuelto en su propio ecosistema
privado alejado de los ciudadanos. El Palacio de Liria tiene una gran parcela que le abre

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infinidad de posibilidades para mostrar su espectacularidad, en cambio, con el del Marqués de
Perales, al tener un espacio nulo para lucirse, Pedro de Ribera, arquitecto del palacio, decide
resaltar la portada barroca del edificio (img. 14). También hay que mencionar que no todos los
palacios del siglo XVIII en Madrid tenían esta distribución en la que todas las fachadas daban
a la calle, por ejemplo, encontramos el Palacio de Buenavista (1777), adquirido por Fernando
de Silva y Álvarez de Toledo, XIII a la familia real, se derribó completamente y se volvió a
construir acorde a la altura de las demás propiedades de la Casa de Alba. Además, se propuso
la construcción de un jardín privado al estilo francés, al igual que con el Palacio de Liria. En
este caso, posee un solo jardín delantero, la fachada trasera se muestra a la calle con un muro
de por medio. El Palacio Real es un caso inverso pero parecido, contiene la idea de espacio
privado y vallado, pero en este caso, la fachada delantera da a la calle y los Jardines de
Sabatini en la fachada trasera. A pesar de no tener unos jardines que rodean el complejo en su
totalidad como el Palacio de Liria, el Palacio Real tiene frente a su fachada principal la Plaza
de Oriente, que cumple la función de jardín ya que es un espacio plano que muestra la
inmensidad del conjunto, pero en este caso, abierto al público. Por esto, la aparición del
Palacio de Liria no provocó un antes y después en el sentido arquitectónico, pero su
construcción desentonó con lo establecido hasta entonces y abrió nuevas posibilidades
constructivas en la ciudad de Madrid.

4. Quema del palacio y reconstrucción.

Durante la Segunda República (1931-1939), sucedieron ataques a edificios religiosos y de


carácter aristócrata desde la idea revolucionaria, por lo que se decidió trasladar las obras de
Liria a otros edificios con el fin de protegerlas, llegaron al Banco de España, la embajada
británica o al Instituto de Valencia de Don Juan. Con la llegada de la Guerra Civil Española
(1936-1939), se comenzaron a tomar palacios y residencias nobiliarias desde la misma idea
revolucionaria antes mencionada, el Palacio de Liria fue tomado por el Partido Comunista
Español. A pesar de esto, las obras que quedaron en el interior del palacio fueron
completamente respetadas y cuidadas, ya que durante la Segunda República había una gran
consciencia de la importancia del patrimonio y la cultura.

La Guerra Civil causó graves daños a numeros monumentos y construcciones de carácter


histórico en Madrid, se calcula que más de dos mil edificios madrileños quedaron destruidos a
causa de los bombardeos ocasionados por este conflicto. Con la toma del Cerro Garabitas a

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las órdenes del General Varela, los nacionales obtuvieron una buena visual desde la que
pudieron bombardear toda la zona noroeste de la ciudad, zona que comprendía el Palacio de
Liria, entre numerosos monumentos de gran valor patrimonial. Ante esta situación, sería una
gran amenaza para el patrimonio mantener las obras en el interior del palacio, pese a esto, no
se trasladaron las obras ya que se temía a una pérdida de la colección debido a su dispersión.
Con la caída de las bombas incendiarias, el interior del edificio quedó prácticamente reducido
a cenizas, en cambio, las cuatro fachadas quedaron intactas, por lo que actualmente,
conservamos las originales. A los dos días del incidente y una vez extinguidas las llamas, se
reavivaron provocando un fatal incendio que terminó agravando los desperfectos ya
ocasionados anteriormente. Ante esta ofensiva, se pusieron a refugio algunas de las obras en
el sótano del palacio, otras no tuvieron la misma suerte. Las más perjudicadas fueron las
formadas en papel (grabados, manuscritos, dibujos), pero las más importantes las protegía un
recubrimiento metálico para garantizar su conservación, por lo que no sufrieron daños.
Además, se pudieron salvar más elementos de la colección gracias a la participación de
voluntarios republicanos y empleados del palacio que se dedicaron a sacarlos del incendio al
jardín, aún así, con las lluvias de los siguientes días, sufrieron daños, pero nada comparables
con los que hubieran sufrido en el interior del palacio. Tras acabar el incendio, las obras se
tuvieron que trasladar a un nuevo lugar donde pudieran estar a salvo. Las de mayor valor
fueron gestionadas y puestas a buen recaudo por la Junta de Defensa del Tesoro Artístico,
otras fueron trasladadas a Valencia junto a distintas obras de otras colecciones, como las del
Museo del Prado. Toda la gestión que se realizó para poner a salvo las obras del palacio fue en
gran medida a la legislación de patrimonio y bienes culturales presente durante la Segunda
República, si no se hubieran incautado las obras, se podrían haber perdido.

Al acabarse la guerra, el entonces duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, encargó
al prestigioso arquitecto británico Edwin L. Lutyens (1869-1944), la reconstrucción del
Palacio de Liria, que comenzó en 1940. Durante la restauración del complejo, las obras de la
colección se trasladaron tanto al Museo del Prado y al denominado “Museíllo”, exposición
temporal gestionada por el duque donde las obras se mostraron de manera cronológica y
contextualizada, sirvió como guía para la posterior apertura del museo en el interior del
palacio. La reconstrucción pretendió ser lo más fiel posible al estilo original, pero se añadió
un carácter historicista en cada sala para que existiera una especie de simbiosis con cada
espacio del museo y las diferentes obras que acogía. En la actualidad, la distribución de las
salas del palacio responde a un orden cronológico y cada una de ellas representa a un

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miembro destacado de la familia, conteniendo objetos propios del personaje u obras de su
propiedad (img. 15).

5. Conclusiones.

El legado y la historia de la Casa de Alba es indiscutible, pero, a día de hoy realmente me


planteo si los méritos obtenidos por una casa nobiliar hace cinco siglos, deben seguir siendo
relevantes. Es cierto, que las familias aristócratas siempre han tenido conocimientos sobre la
historia del arte y se han desarrollado culturalmente en este ámbito, pero el caso de los duques
de Alba ha sido algo excepcional. La colección de la Casa de Alba es una de las más
importantes de nuestro país, formada por un gran legado de duques interesados por el arte que
adquirieron obras a lo largo de todas sus vidas, destaca además por encontrarse en un único
emplazamiento, el Palacio de Liria. La Casa de Alba ha hecho una gran labor histórica
manteniendo esta colección, pero, ¿es moralmente correcto que se siga gestionando en un
entorno privado? La compra y recaudación de cada una de las obras por parte de los duques
que han pasado por esta casa nobiliar ha tenido una finalidad de disfrute propio, pero llegados
al punto histórico-social en el que nos encontramos actualmente, en el que existen leyes sobre
patrimonio y museos delegados por el Estado, puede que las obras del Liria debieran ser
gestionadas desde el mismo Estado y ser accesibles para todos. ¿Debería también ser
aplicable al resto de propiedades que siguen en manos de la familia de Alba?

A lo largo de la historia, la superioridad “estamental” de unos grupos sociales frente a otros,


ha condicionado a la creación de elementos que reafirman esa distinción. La construcción del
Palacio de Liria es un caso como este, su construcción y las obras que alberga fueron
ocasionados por ese motivo, pero su mera existencia nos aporta un gran conocimiento
histórico y cultural.

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Anexos:

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Bibliografía:

Jacobo Siruela, Carlos Sambricio, Monica Luengo, Fernando Checa, Jóse Manuel Calderón,
Jóse Francisco Yvars (2012). El Palacio de Liria. Atalanta

José Manuel Pita Andrade (1959). El Palacio de Liria. Instituto de Estudios Madrileños.

Carlos Sambricio (1986). La arquitectura española de la ilustración. Coedición del Consejo


Superior de los Colegios de Arquitectos de España y del Instituto de Estudios de
Administración Local.

Manuel de Cabanyes (1948). La reconstrucción del Palacio de Liria. Revista nacional de


arquitectura. (págs. 365-372).

Pedro Navascués Palacio (1978). Palacios madrileños del siglo XVIII. Instituto de Estudios
Madrileños del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Jorge Romero Fernández (2020). El Palacio de Liria durante la Guerra Civil y la Posguerra:
incautación, destrucción y reconstrucción. Universidad de Valladolid.

Miguel Moza Campuzano (1960). Planos de Madrid en los siglos XVII y XVIII.

Vicente Carredano (1959). Los Jardines del Palacio de Liria. Revista Villa de Madrid nº5.

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