1.1. Módulo I, 1 Parte

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ULPGC – FFP

Grado en Ed. Primaria


Educación Literaria y estética en la Enseñanza Primaria. Síntesis de los Módulos
Módulo I. Rasgos característicos de la comunicación literaria. La literatura y su relación con las otras artes

Breve presentación
La literatura es un arte. Y como todo arte, se dota de las herramientas necesarias para lograr su fin. La materia prima fundamental, en
este caso, es la palabra, sea oral o escrita, pues no debemos vincularla solo al momento en que se inventó la imprenta. Ya antes se
copiaban los manuscritos letra a letra en los monasterios, y el juglar cantaba por los pueblos los poemas épicos, los romances; y los
cuentos fascinaban a pequeños y mayores… Y cuando la ciencia no encontraba respuestas, el hombre expresó en bellas obras literarias
su inquietud por la trascendencia: libros sagrados de las diferentes religiones, las mitologías, cosmogonías, etc.

¿Cuál es, pues, la finalidad de este arte? Porque es muy probable que este condicione el uso que se da a la palabra. La Real
Academia Española define arte como “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo
imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. ¿Interpretar la realidad o plasmar lo imaginado requiere un uso especial de la
lengua?, ¿requiere, para lograr su objetivo, de una especial conexión entre emisor y receptor?, ¿por qué tenemos la necesidad de crear,
de contar, de escribir? No es fácil responder a estas preguntas. Mucho se ha escrito sobre literatura y su definición algunos la señalan
como “difícil —si no imposible—“ …

La literatura, que responde a la inquietud eterna del ser humano de contar, se materializa gracias al lenguaje, instrumento
cotidiano de comunicación, que adquiere valores nuevos en el texto literario: crear belleza, emocionarnos, inquietarnos... Los
mismos vocablos que utilizamos para pedir un taxi, o cumplimentar un formulario, sirven para interpelarnos, para relatar lo que sentimos,
las vivencias más íntimas o la visión del mundo que defendemos. La palabra literaria adquiere un valor especial, que va más allá de la
mera información.

Como arte, la literatura está directamente relacionada con la creación y su secreto radica fundamentalmente en conseguir mediante
la palabra sensaciones, emociones, vivencias que hacemos nuestras, que nos hacen reflexionar sobre la vida o lo que nos rodea.
La huella que el texto deja en quien lo lee depende de las condiciones de la lectura, de la edad del lector, del momento en que se
acerque a este, de su madurez y gustos.

…Transmitir el gusto por la literatura a nuestro alumnado no es tarea fácil porque hay en ella un factor individual: hay niños a
los que les encanta leer y, en cambio, otros a los que no, independientemente de sus condiciones sociales o culturales. En
cualquier caso, una motivación adecuada en casa y en la escuela facilita el acceso a la literatura. Además, hay que tener en cuenta
que, en muchas ocasiones, es la escuela la única que proporciona a los niños contacto con la experiencia literaria.

Literatura y géneros literarios

La evolución del ser humano está ligada a su capacidad de comunicación, al lenguaje. Nuestras palabras, gestos, posturas
transmiten información incluso de manera involuntaria. Somos seres sociables y el lenguaje es la base de nuestra relación como
individuos.
Esta destreza, que permite la abstracción, la reflexión, la proyección sobre el futuro, nos ha permitido avanzar como especie.
Posee, en este sentido, capacidad heurística, en tanto herramienta que nos permite inventar, indagar sobre nuestro entorno. Esta
relación, entre pensamiento y lenguaje, ha sido motivo de numerosos estudios...Pero no es solo el saber lo que aporta valor al
ser humano… también su capacidad para expresar emociones, sentimientos, trascendencia. La literatura estuvo ligada
desde un principio a esta necesidad. Así, en Aristóteles, en las tragedias griegas, podemos ver la literatura como catarsis, donde los personajes asumen el
dolor y la fatalidad, sufren situaciones límites como parte de su condición humana. Hasta mediados del siglo XVIII, apreciamos un marcado carácter social en las
obras literarias, con una finalidad pedagógico-moral, en muchos de sus textos. No será, hasta principios del XIX, con el Romanticismo, cuando se la empiece a
considerar también una fuente de placer y disfrute personal, que va más allá de lo meramente pragmático. Aparecerá incluso un nuevo concepto: la literatura de
evasión, donde el escritor y el lector se adentran en mundos imaginarios. Y frente o junto a ésta, surge también la literatura de compromiso, que busca implicarnos,
tomar conciencia sobre determinados problemas éticos o sociales.
La evolución de la literatura ha dado lugar también al desarrollo de los llamados géneros literarios, que agrupan a las obras que
comparten características formales o temáticas, independientemente de que estén escritas en verso o prosa.
Los cuatro grandes géneros: la narrativa (se nos cuenta un relato), la lírica (expresa sentimientos sin recurrir a una historia), el teatro (el
lector se convierte en espectador de unos personajes que con sus acciones muestran el desarrollo de una historia) y la didáctica (donde
predomina la enseñanza) se han ido desarrollando y conformando subgéneros que se caracterizan por reunir una serie de rasgos
específicos.

NARRATIVA LÍRICA DRAMÁTICA DIDÁCTICA

En prosa: En prosa: En prosa:


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• Novela: • Prosa poética. • Ensayo
o Caballería • Novela lírica • Epístola
o Policiaca • … • Fábula
o Negra • Apólogo
o Terror
o Realista En prosa o en verso
o Histórica
o … (el teatro en prosa toma fuerza a partir del S. XIX):
• Cuento.
• Mito.
• Leyenda
• Tragedia
• Microrrelato
• Comedia
• …
• Drama
• Tragicomedia
• Sainete
En verso: En verso: En verso:
• Farsa
• …

• Epopeya • Himno • Fábula


• Cantar de gesta • Oda • Sátira
• Romance narrativo • Canción • Apólogo
• Elegía • …
• Sátira
• Égloga
• …
Fuente: Elaboración propia (Miguel Sánchez)

Funciones del lenguaje: el lenguaje literario


Todo acto comunicativo pone en marcha un proceso de interacción social en el que intervienen diferentes factores (contexto,
emisor, receptor, referente…). A su vez, la relación que se crea entre emisor y receptor puede dar lugar a dos tipos de actos
comunicativos diferentes: unilaterales -el receptor no puede interaccionar con el emisor en el mismo acto comunicativo y por el
mismo canal: un libro, una conferencia…- o bien bilaterales: el receptor puede convertirse en emisor y viceversa en el mismo acto
comunicativo y por el mismo canal: conversación, tertulia…
Asociadas al lenguaje encontramos una serie de funciones que clarifican el acto comunicativo, pues destacan qué elementos
intervienen y predominan en el mismo. Estas suelen aparecer combinadas en un mismo mensaje, si bien las características
semánticas y lingüísticas del mismo nos mostrará qué función es la principal, la que destaca, y cuáles las secundarias.
a) Función representativa o referencial. Inherente a todo acto de comunicación, pues no existe un mensaje que carezca de información, y por ello,
que aluda a un referente. Su fin es comunicar de forma objetiva. No obstante, esta función queda en un segundo plano cuando en el mensaje
predomina la subjetividad del emisor o se intenta influir o promover una reacción en el receptor. Destacaría esta función en textos expositivos
(manuales académicos, técnicos, etc.)
b) Función fática o de contacto. Fundamental en aquellos mensajes que buscan iniciar, mantener o finalizar una comunicación. Se centran en el
canal comunicativo y tratan de comprobar que la conexión, el mensaje, se produce. Se caracteriza por el empleo de frases hechas o fórmulas
como ¿qué tal?, ¿entiendes?, ¿verdad?, ¿sabes?... que el emisor utiliza para mantener la atención del receptor.
c) Función metalingüística. Se centra en el código que hace posible la comunicación. Las características de la lengua, su estudio, son referente
fundamental en esta función. Predomina, en este sentido, en toda información, comunicado que se centre en sus peculiaridades: El modo
indicativo expresa la realidad tal y como es; el adverbio es una categoría gramatical invariable, no tiene género ni número.
d) Función expresiva o emotiva. Manifiesta el estado de ánimo del emisor, sus emociones: ¡Dios santo, qué triste!, ¡Oh, qué bonito!... Los recursos
lingüísticos característicos son las interjecciones, el uso del modo subjuntivo (recordemos que es fundamental para expresar deseo o duda), la
expresiones exclamativas, los sufijos apreciativos, los adjetivos y adverbios valorativos, el léxico con valor connotativo. Es natural, por ello, que
esta función sea muy habitual en los textos argumentativos y literarios, sobre todo en los líricos, en la medida en que dejan traslucir el “yo” del
autor.
e) Función apelativa o conativa. Relevante en aquellos discursos que buscan provocar en el receptor algún tipo de respuesta, sea verbal o no
verbal. Los recursos lingüísticos más utilizados son el vocativo, la pregunta, el modo verbal imperativo… Andrés, cierra la puerta; ¿Cómo te
llamas? También los procedimientos de la función expresiva pueden ser utilizados con fines apelativos. Es el caso de los mensajes
propagandísticos, sean del tipo que sean: políticos, publicitarios, doctrinales… El refresco X es fuente de vida, ¿te lo vas a perder? Podemos
encontrar incluso recursos literarios como la dilogía: Métetelo en la cabeza: usa el casco.
f) Función poética o estética. Destaca en aquellos mensajes que presentan unas características formales especiales, pues no solo es importante
la información que se transmite sino también la estética del mensaje. Las figuras estilísticas o retóricas son los recursos lingüísticos utilizados
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por el emisor con la finalidad de favorecer la originalidad, la belleza, la creatividad, la capacidad de sugerir… Apreciamos adjetivaciones, cambios
de orden sintáctico, léxico connotativo, aliteraciones, paralelismos… Prevalece en los textos literarios:

Es hielo abrasador, es fuego helado,


es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente, También es importante su uso en los textos publicitarios:
es un breve descanso muy cansado. A veces necesitamos un poco de sur para poder ver el norte.
(Cerveza Cruz Campo)
Es un descuido que nos da cuidado, Movistar: compartida la vida es más.
un cobarde con nombre de valiente, (Operador telefónico)
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada


que dura hasta el postrero parasismo, Muchas veces utilizamos expresiones coloquiales cuyo significado va más allá del
enfermedad que crece si es curada. valor denotativo de las palabras que integran el mensaje. Un ejemplo son las
locuciones verbales: tirar la toalla, hacer la pelota. PERO OJO, para que la función
Éste es el niño amor, éste es su abismo: poética esté presente debemos utilizar el mensaje con intención estética. Un
¡mirad cuál amistad tendrá con nada indicativo lo tendríamos en el refranero: A quien madruga, Dios le ayuda; En abril,
el que en todo es contrario de sí mismo! aguas mil; Ande yo caliente, ríase la gente…

Francisco de Quevedo. Definiendo el amor.

Las tres últimas funciones muestran algunas características importantes que podemos encontrar en el lenguaje literario: la voz del
autor (f. expresiva), la interpelación al receptor (f. apelativa) y el marcado carácter estético del mensaje (f. poética).

El Diccionario de la Real Academia Española define literatura como “arte de la expresión verbal”. Debemos entender esta acepción no solo en su concepción gráfica
(literatura viene del latín litteratura —Institutiones oratoriae de Quintiliano— y tiene su origen en littera: “letra”, “carácter de la escritura”) pues la palabra es también
voz. Las grandes manifestaciones medievales (cantar de gesta, romance, lírica tradicional…) tuvieron una transmisión principalmente oral y si bien la invención de la
imprenta facilitó el desarrollo de la obra literaria, debemos recordar que hasta bien entrado el siglo XIX los índices de analfabetismo eran muy grandes. Ello no
supuso impedimento para su difusión, sobre todo si hablamos de géneros como el teatro. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina… llenaban los
corrales con un público ávido de aventuras y lances de todo tipo. Cuentos infantiles como Caperucita roja o El gato con botas formaban parte de la tradición oral
antes de que el escritor francés Perrault los recogiera en su libro Historias o cuentos del pasado,

Características del lenguaje literario


La materia prima de la literatura es la misma que la del lenguaje coloquial: la palabra. Sin embargo, como hemos adelantado, en el
lenguaje funcional es un medio al servicio de la comunicación y en la obra literaria, si no es un fin en sí mismo, es al menos, uno de
sus fines principales… No obstante, a pesar de esta premisa inicial, no es fácil definir lo literario en lo que se refiere al uso del
lenguaje. Veamos algunos rasgos:
a) Originalidad. El lenguaje literario es un acto de creación consciente de un emisor con voluntad de originalidad. El lenguaje literario busca lo
inédito, lo nuevo, lo llamativo, lo extraño. No obstante, es muy posible que el autor se inspire en obras anteriores para componer la suya. A este
fenómeno se le denomina intertextualidad, que no debemos confundir con copia o plagio. Incluso hay una disciplina, la literatura comparada, que
estudia esta interrelación entre los hipotextos, que son la fuente, y los hipertextos, donde apreciamos la huella de los anteriores.
b) Voluntad artística. Apreciamos en la obra literaria una decidida voluntad artística. El creador busca fundamentalmente una finalidad estética, y en
menor medida un objetivo práctico, funcional. Estaría, por ello, directamente vinculada a la característica anterior.
c) Ficción. Los acontecimientos, lugares y personajes que aparecen en la obra artística se presentan como reales, verdaderos, aunque sean ficción.
Es esta apariencia de realidad (o verosimilitud) lo que facilita la implicación del receptor, su necesaria complicidad.
d) Lenguaje connotativo. El escritor amplia el significado objetivo que las palabras tienen en las comunicaciones funcionales con otros significados
subjetivos, connotativos. Estos pueden proceder de la tradición literaria o del mundo interior del autor. En la obra literaria no existen solo
significados unívocos y apreciamos con frecuencia un lenguaje abierto a la evocación y a la sugerencia a través de los significados secundarios de
los vocablos o de los enunciados. No obstante, su nivel de utilización puede variar de un género a otro. Así, en la narración, más que un
vocabulario con doble significado, más propio de la poesía, hallamos un lenguaje, que dentro de un nivel denotativo, y con la complicidad del
acervo cultural del lector, sus expectativas, sus valores, es capaz de construir una interpretación singular, subjetiva. Las categorías gramaticales
utilizadas (adjetivos, sustantivos, verbos…) tendrán un papel importante en la consecución de este fin.
e) Plurisignificación. Directamente relacionada con la anterior. El mensaje literario puede sugerir, evocar nuevos significados, más allá incluso de
los valores connotativos aportados por el escritor. Ello no sería posible en un acto de comunicación funcional, que por su propia condición, ha de
ser unívoco, sin posibilidad de interpretaciones.
f) Extrañamiento. El lenguaje literario se desvía en mayor o menor grado del uso común de la lengua para conseguir un efecto sorpresa, la atención
del receptor por lo original e inesperado de la expresión. Esta desviación expresiva puede ser semántica, sintáctica, fonológica. Esta característica
no quiere decir que estemos hablando de otra lengua, ni puede llegar a ser tan marcada que impida la compresión del mensaje. A ella contribuyen
las figuras literarias: metáforas, metonimias… de las que ofrecemos una selección.que comentamos a continuación. No están todas, se trata solo
de recordar las más significativas.

Figuras literarias -se cita siguiendo a Marchese y Forradellas (1986) y Sánchez García (2010)-
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Figuras de carácter semántico o de pensamiento. Contribuyen a presentar de un modo sugerente, llamativo, un hecho, una idea, un pensamiento.

Apóstrofe: Interpelación exclamativa dirigida a un destinatario mencionado en el Interrogación retórica: Pregunta de la que no se espera respuesta, pues ésta
texto: queda recogida implícitamente en la propia interrogación. Muchas veces sirve
para expresar los sentimientos, el estado de ánimo del poeta:
¡Oh, poetas, resuenen vuestros cantos!
La lira es talismán del timonel… ¿Por qué no te he de amar, cuerpo en que vivo?;
¡Nunca se apague nuestra voz sagrada! ¿por qué con humildad no he de quererte,
¿Dónde iremos cantando?... ¡No lo sé! si en ti fui niño, y joven, y en ti arribo,
Manuel Verdugo viejo, a las tristes playas de la muerte?
Domingo Rivero

Antítesis: Contraposición de palabras, grupos sintácticos, ideas Oxímoron: Oposición entre dos palabras juntas que parecen excluirse
semánticamente contrarios. mutuamente.

Desmayarse, atreverse, estar furioso,


áspero, tierno, liberal, esquivo, La luz escucha el eco
alentado, mortal, difunto, vivo, de la voz en lo oscuro.
leal, traidor, cobarde y animoso; La luz negra, en el núcleo
de la palabra en celo.
Lope de Vega Antonio García Ysábal

Paradoja: Unión de dos ideas aparentemente contrarias: Ironía: Presentación de un mensaje mediante una expresión que significa
precisamente lo contrario. El contexto permite al receptor interpretar
Nada me acerca a ti adecuadamente las palabras.
como tu ausencia. Sufrid, llorad, amad privadamente,
Me dejas en los sueños bajo la axila de las escaleras,
lo que nunca poseo en las lejanas tapias,
cuando tú desde siempre en las cunetas.
me lo ofreces. Besad, gemid sin ruido,
Pino Ojeda que nadie se dé cuenta.
Pedro Lezcano
Comparación o símil: Se relaciona un elemento con otro con el que presenta Hipérbole: Es una exageración. Tomando como punto de partida un elemento
alguna semejanza: real, se magnifica o minimiza mediante su equiparación con otro que no es
equivalente en términos cuantitativos.
El mar es como un viejo camarada de infancia
a quien estoy unido con un salvaje amor; Érase un hombre a una nariz pegado;
yo respiré, de niño, su salobre fragancia érase una nariz superlativa;
y aún llevo en mis oídos su bárbaro fragor. érase una nariz sayón y escriba;
Tomás Morales érase un pez espada mal barbado.
Francisco de Quevedo

Personificación: Atribución de cualidades humanas a seres inanimados o abstractos.

La amistad tiene cara de muy pocos amigos…


os lo juro; la he visto… y también vi al Amor.
Éste es bello, gracioso, rubio como los trigos,
fresco como las rosas, dulce como los higos;
pero… tuerto y un tanto vanidoso y traidor.
Manuel Verdugo

Figuras de carácter fonológico y morfológico: Juegan con el lenguaje, con sus formas y los sonidos que llevan aparejados. Contribuyen así a mostrar de
un modo llamativo, evocador, el mensaje al receptor.

Aliteración: Repetición de sonidos semejantes: Paranomasia: Se colocan próximas en el texto dos palabras parónimas. Esto
es, fónicamente parecidas pero de significado diferente.

En el silencio solo se escuchaba Piadoso hoy celo, culto


sincel hecho de artífice elegante,
un susurro de abejas que sonaba. de mármol espirante
un generoso anima y otro bulto,
Garcilaso de la Vega aquí donde entre jaspes y entre oro
tálamo es mudo, túmulo canoro.
Luis de Góngora

Antanaclasis: Se colocan próximas palabras de significante idéntico pero Calambur: Las sílabas de una o más palabras se agrupan de modo diferente
distintas por su significado. para obtener un sentido distinto. Ejemplo:

Sal salada de sal, claro


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agua morena; que después
vete por esos mares pues fueron cien raros pabellones
para que traigas la policromía pues de todas las banderas
la medida exacta la encrucificada internacional
de las profundidades. la tricontrinentralidad tricontrinentral
Sal. la permanente fe ría en el atlántico
Domingo López Torres oro parece plata no es
la españa tropical o dorada
la macaronesia
la máscara necia
la más cara necia
el caam caam
Federico J. Silva

Figuras de carácter sintáctico: Inciden en el ordenamiento de la secuencia sintáctica


Elipsis: Omisión de una o varias palabras que se sobreentienden: Asíndeton: Supresión de conjunciones entre dos o más palabras.

Con mi dinero he comprado Llamas, dolores, guerras,


unas botas y un sombrero; muertes, asolamientos, fieros males
no son de charol las unas, entre tus brazos cierras,
ni lo otro de paño bueno. trabajos inmortales
a ti y a tus vasallos naturales.
Saulo Torón
Fray Luis de León

Polisíndeton: Uso marcado de las conjunciones entre dos o más palabras, Anáfora: Repetición de una o más palabras al principio de varios versos,
frases, con valor expresivo. enunciados o grupos sintácticos.

Ha debido pasar mucho tiempo.


No es presencia ni vaivén Ha debido pasar el tiempo lento, lento,
minutos, siglos, eras.
ni caminito seguro Ha debido pasar toda la pena del mundo,
como un tiempo lentísimo.
ni ruedecitas del aire
Dámaso Alonso
ni luz, ni sol, ni mañana.

Josefina de la Torre

Polípote (políptoton): Repetición del mismo lexema con diversos morfemas Derivación: Repetición del mismo lexema con diversos morfemas derivativos.
flexivos.
Del ansia de volar ya despojadas
Yo no te conocía. Hoy te conozco plieguen mis alas ambiciosas plumas;
como conoce la mujer al hijo que un solo albor, si es tuyo, es la
sin haberlo aún parido, alborada.
como el volcán se sabe los contornos
del planeta y la lluvia los caminos Pedro Perdomo Acedo
del corazón para acabar en grito.

Agustín Millares Sall

Enumeración: Es una forma de organización del discurso que presenta una Gradación: Enumeración en que se sigue un determinado orden. Puede
sucesión de elementos que guardan relación entre sí: ser positiva (de menos a más) o negativa (de más a menos). Un ejemplo
de positiva:
. El cuarto era angosto, bajo de techo y triste de luz;
negreaban a partes las paredes, que habían sido blancas,
y un espeso tapiz de roña, empedernida casi, cubría las Profético, inspirado, tu cantora lira,
carcomidas tablas del suelo. Contenía una mesa de pino,
un derrengado sillón de vaqueta y tres sillas ─con que las letras enalteces─
desvencijadas; un crucifijo con un ramo de laurel seco,
dos estampas de la Pasión y un rosario de Jerusalén, en suspira, gime, se lamenta y llora.
las paredes; un tintero de cuerno con pluma de ave, un
viejo breviario muy recosido, una carpetilla de badana
negra, un calendario y una palmatoria de hoja de lata, Antonio Zerolo Herrera
encima de la mesa; y, por último, un paraguas de mahón
azul con corva empuñadura de asta, en uno de los
rincones más oscuros.

José María de Pereda

Paralelismo: Quiasmo: Consiste en la disposición en cruz de los elementos que constituyen


Repetición de construcciones similares que conservan la misma longitud o dos sintagmas o proposiciones unidas entre sí.
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estructura en uno o más versos o grupos sintácticos:
Y los ojos de Teresa,
dorados como los trigos. Da bienes Fortuna
Y las flores de todos los jardines.
Y las sonrisas de todos los niños. que no están escritos:
Y tantas cosas más, que a enumerar no
sigo:
cuando pitos, flautas,
pues el papel a los poetas nos cuesta caro
─como bien dices tú, Francis Jammes
amigo… cuando flautas, pitos.

Emeterio Gutiérrez Albelo


Luis de Góngora

Hipérbaton: Se caracteriza por una distribución irregular de los elementos de una frase. Presenta, por ello, una desestructuración sintáctica con respecto a un orden
que consideramos normal.

Del salón en el ángulo oscuro,


de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!»
Gustavo Adolfo Bécquer

Tropos
Este término, que procede del latín tropus (y este del griego τρóπος) define, como establece el Diccionario de la Real Academia Española, la utilización de palabras
“en sentido distinto del que realmente les corresponde, pero que tiene con este alguna conexión, correspondencia o semejanza”.

Metáfora: Sustitución de un elemento por otro con el que se mantiene una Metonimia: Consiste en designar un concepto con el nombre de otro con el que
relación de semejanza que permite identificar ambos términos, uno real y el otro guarda una relación de contigüidad lógica o material: el continente por el
figurado. El esquema más habitual es A es B: contenido, la causa por el efecto, etc. Su uso en la vida cotidiana es también
muy extendido: “Quiero una copa de vino”. En el fragmento que exponemos —
Nacer es un tomatero Marchese y Forradellas (1986)— apreciamos la causa por el efecto, “se clava el
que cae marchito en la cara. rayo de luz que procede de cada estrella”.

Juan Jiménez
Cuando las estrellas clavan

rejones del agua gris,

cuando los erales sueñan

verónicas del alhelí

voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.

Federico García Lorca

Sinécdoque: En esta figura, muy parecida a la metonimia, la relación de contigüidad no es espacial, temporal o causal, sino de inclusión: uno de los elementos es
mayor o menor que el otro, o forma parte del conjunto. Así podemos encontrar que un elemento sustituye a otro con el que mantiene una relación del todo por la
parte o de la parte por el todo (veinte abriles ─abriles = años─), del género por la especie o la especie por el género (debe ganarse el pan ─pan = comida─), el
singular por el plural (el canario es hospitalario ─canario = todos los canarios ─), la materia por el objeto (ejemplo que mostramos a continuación), etc.
(Ojo, para otros estudiosos, este último tipo es metonimia)

Yo he forjado mi acero sobre el yunque sonoro,


al musical redoble del martillo potente;
y he adornado, en mis noches de trabajo paciente,
con líricos emblemas su cazoleta de oro.

Tomás Morales (acero = espada)


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Aproximación al texto literario
El texto literario es la puerta de entrada a un mundo rico y sugerente, de fronteras difusas y en continuo cambio, que abarca la
oralidad, la escritura o lo visual (si atendemos al teatro, a la literatura infantil, al cómic, etc.) y que reúne unas características
determinadas. El autor, a partir de dos estructuras básicas, el verso y la prosa, puede elegir para encauzar su mensaje, diferentes
modelos expresivos que, por sus configuración temática y formal, podríamos clasificar dentro de uno de los géneros y subgéneros
literarios que ya hemos señalado. El verso estaría sujeto a unas pautas condicionadas por los elementos lingüísticos que
constituyen los factores rítmicos que lo caracterizan. José Domínguez Caparrós (1999) señala que son cuatro: el tono, el número de
sílabas, el timbre y el acento. La prosa, en cambio, gozaría de una mayor libertad para estructurar el mensaje, pues carece de
esquemas rítmicos que la delimiten. No obstante, esta situación de partida puede cambiar: el verso puede desnudarse de alguno de
los rasgos que lo marcan y la prosa buscar una determinada armonía. Es lo que se conoce con el nombre de prosa poética. Este
recorrido acercaría los dos formatos, el primero buscaría más libertad, y el segundo, más cadencia rítmica. Tanto uno como otro se
apoyarían para lograrlo en los acentos internos, en la prosodia de las palabras. Figuras como la anáfora, el paralelismo, las
repeticiones de palabras (y por ello de acentos dispuestos en el mismo lugar) jugarían un papel importante. Apreciamos en el
siguiente ejemplo como las fronteras se diluyen dando paso a una estructura sugerente, peculiar:

CUASQUÍAS

PEQUEÑAS CUEVAS, unas sobre otras, con enormes portones de


madera que sellan un íntimo mundo. ¿Qué guardan dentro,
qué de aquellos muertos habrá en estos vivos?

Por la montaña hacia arriba otean toda la vida desde un


ínfimo centro de la Tierra.

¿Quién dijo que no miran altas al cielo?


¿Quién dijo que no son suyas las mismas estrellas de la noche?

Oswaldo Guerra Sánchez

El texto literario es también voz de un autor que interacciona con el momento que le ha tocado vivir y por ello, bien por oposición,
compromiso, afirmación, nos dejará entrever su interpretación del mundo. Por ello ha suscitado multitud de estudios y enfoques
diferentes que se acercan a la obra literaria desde un punto de vista sociológico, estético, histórico, filosófico… Vamos a realizar un
breve recorrido por aquellas teorías más relevantes.
a) Teorías miméticas. Entendería la obra literaria como reflejo del mundo real. Es la primera corriente estética y su influencia fue notable en la crítica
literaria hasta el siglo XVIII. Filósofos y escritores, entre ellos Aristóteles, Platón, Shakespeare, Diderot, Rousseau… la desarrollaron en sus obras.
Toda creación literaria supondría la plasmación de la realidad que la rodea. Incluso las propuestas más creativas o inverosímiles necesitarían un
nexo de unión con el mundo que conocemos, pues de otro modo, difícilmente nos identificaríamos con ella. La obra artística sería una mímesis,
una imitación. Por ello Platón exponía que “los poetas son mentirosos” (libro 10 de La República) en la mediada en que toda réplica es en sí una
falsificación de la realidad, que es única. Esta corriente es interesante pues incide en el valor moral del arte, en las implicaciones entre literatura y
sociedad. Ello ha motivado enfoques posteriores como la teoría literaria marxista, la sociología de la literatura, el realismo social, que promueven,
como establece García Barrientos (1996: 30) “la acomodación de la ficción a la realidad , pero como consecuencia ahora de un imperativo ético o
público”. La obra literaria solo tendría valor porque cumple una función social.
b) Teorías expresivas. Se centran en el autor como elemento principal para explicar la obra pues consideran ésta como resultado de su
personalidad creadora, de su realidad subjetiva que complementaría a la objetiva, propia de la realidad exterior. Tomó fuerza en el Romanticismo,
pues la obra poética es vista como proyección del talento de su autor.
c) Teorías pragmáticas. Centran su atención en la figura del receptor, y por extensión, en todo aquello que le rodea: contexto social, situación…
Estudia los factores implicados en la recepción adecuada de la obra, en las características que ha de poseer para lograr el efecto deseado en el
receptor: persuadir, convencer, goce estético…
La figura del lector tiene gran importancia a la hora de planificar adecuadamente el estudio literario de la obra. Admite, al igual que la figura del
autor, diversas clasificaciones: lector real, ideal, destinatario, implícito, literario…
d) Teorías inmanentes. También llamadas objetivas. Centran su enfoque en el texto literario, en aquellos recursos y características estilísticas que lo
caracterizan como una obra artística. No les interesa el contexto en el que fue creada, tampoco el autor ni el receptor. La obra, en este sentido,
debe explicarse por ella misma. Toma fuerza en la primera mitad del siglo XX, principalmente con tres corrientes de estudio: la Estilística, el
Formalismo Ruso (que centra su campo de estudio en los características rítmicas, narrativas, retóricas… que constituyen su «forma») y el
Estructuralismo, que cierra esta etapa a finales de los años 70 para dejar paso una concepción más pragmática.

La competencia literaria
Cerramos este módulo con un aspecto muy relevante que ya adelantábamos en el esquema expuesto sobre la comunicación literaria.
Toda obra, como ya hemos comentado, tiene asociada la finalidad primigenia de comunicar. Y para ello es necesario que su destinatario
final sea capaz de descifrar el mensaje que contiene. Cuando hablamos de un texto artístico este objetivo supone no solo un ejercicio de
descodificación funcional, sino también la capacidad de inferir, de descubrir y enriquecer el significado connotativo que la obra atesora.
Expone Ricardou (Apud Del Prado, 1984: 5):

… leer la literatura será, pues, intentar en cada instante el desciframiento de la superposición, del innumerable entretejerse de unos signos de los
cuales el texto nos ofrece el más complejo de los repertorios. La literatura exige, en definitiva, que después de haber aprendido a descifrar mecánicamente los
caracteres tipográficos, se aprenda a descifrar la intrincada relación de los signos con los cuales está hecha. Para ella ( y para nosotros, pues), existe un
segundo analfabetismo que es preciso destruir.

La lectura de un texto literario lleva aparejadas una serie de destrezas, de capacidades para poder disfrutar del texto propuesto. Señala
Mendoza Fillola (2000: 120):
ULPGC – FFP
Grado en Ed. Primaria
Educación Literaria y estética en la Enseñanza Primaria. Síntesis de los Módulos
Módulo I. Rasgos característicos de la comunicación literaria. La literatura y su relación con las otras artes

Las diferencias entre un lector experimentado, competente, y un lector inexperto o ingenuo se deben esencialmente al desarrollo de las
habilidades receptoras que un tipo u otro de lector sean capaces de aplicar. El lector es el responsable de la atribución de significados y de la
formulación de interpretaciones. De modo que las habilidades y estrategias que intervienen en la construcción de saberes a través de la cooperación
texto-lector son decisivas para que el receptor se manifieste como un lector ingenuo (si se queda en un nivel superficial de lectura) o como un lector
competente (que profundiza en el texto hasta llegar a la interpretación coherente y adecuada del mismo).

Obviamente no podemos hablar en términos absolutos. Es decir, cada texto en particular exigirá un nivel de competencia
determinada, que estará ligada a los saberes asociados al propio código, al nivel evolutivo del lector (si hablamos de literatura
infantil) y al referente, cuestión importante porque puede impedir que lleguemos a profundizar en el mensaje. Ejemplos de esto
último serían la literatura mitológica, la novela histórica, el realismo mágico hispanoamericano… que llevan asociados elementos
extra textuales importantes.
La competencia literaria, al igual que la competencia lectora, se va cimentando día a día, lectura a lectura, desde los primeros años.
Hablaríamos, por ello, de un proceso asociado a la intertextualidad: toda lectura se cimenta en otra u otras anteriores, con las que
de alguna manera se relaciona. El lector iría así creando su propio camino, su huella lectora. Señala Oswaldo Guerra (2002: 14):

La lectura es, así, una actividad que se desarrolla en el tiempo, un quehacer que acarrea su particular experiencia y que es diferente en
cada persona. Esta novela o aquel poema tienen «algo» de otras novelas y poemas leídos con anterioridad, sin que tenga esto que ver con la
originalidad o la genialidad del escritor.

Mendoza Fillola (2000: 123-126) partiendo de la necesaria interacción entre texto y lector establece una serie de indicadores o
características asociadas a cada tipo de lector.
El lector ingenuo sería aquel que:

1. Carece de experiencia receptora y de vivencias lectoras.


2. No aplica (o no dispone de) los saberes que la experiencia lectora aporta e integra en la competencia lectora.
3. Resulta especialmente vulnerable ante los requerimientos de un texto precisamente por las carencias que le ha creado su poca
dedicación a la lectura.
4. Posee una limitada disponibilidad (según W. Iser, esta disponibilidad sería el conocimiento de convencionalismos compartidos por el lector
respecto al texto, al autor, al grupo cultural, autor-grupo cultural) y un limitado repertorio (referencias intertextuales, normas socio-históricas,
contenido, etc.) ante los requisitos que muestra el texto.

El lector competente:

1. Entiende que la lectura no es un simple acto de reconocimiento de unidades menores (fonemas/grafías) o de descodificación de las
combinaciones de letras, palabras, oraciones, enunciados que organizan el texto.
2 Sobrepasa el límite de la comprensión como resultado cognitivo del proceso de lectura, porque hace de la lectura personal, sobre todo, un
acto de interpretación coherente.
3 Se centra en la aplicación de las actividades y estrategias de comprensión e interpretación y en las pautas de la metacognición de la
actividad lectora, que tiene presente durante todo el proceso; mediante ella, el lector organiza e identifica las distintas fases de su lectura
para aplicar aquellas estrategias que el texto le sugiera.
4 Está dotado de específicos conocimientos previos y experiencias lectoras que le permiten identificar e interpretar legítimamente las
referencias textuales, a través de una activa cooperación de su intertexto, en la que intervienen las ineludibles aportaciones de las variables
personales.

La lectura, pues, es un proceso que requiere una continua puesta al día y que se nutre de todas las lecturas y experiencias vitales
del lector. Supone, por ello, no solo una adecuada interacción con el código, recursos estilísticos, etc., sino también con todos los
referentes extralingüísticos asociados a la lectura. El acto de leer conlleva comprender, reconocer, relacionar, interpretar, inferir
para integrar la información facilitada en nuestro propio acervo personal. El premio merece la pena, pues la lectura se convierte así
en una acción enriquecedora, que a su vez facilitará las experiencias futuras.

BIBLIOGRAFÍA

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la lectura, 9/10, pp. 120-127.
García Barrientos, J.L. (1996). El lenguaje literario. 1. La comunicación literaria. Col. Cuadernos de lengua española. Madrid: Arco
Libros
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ULPGC – FFP
Grado en Ed. Primaria
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Guerra, O. (2002). Senderos de Lectura. Memoria y hermenéutica literaria. Colección Ensayo y error, nº3. Madrid: Ediciones de la
Discreta.
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Lledó, E. (1970). Filosofía y lenguaje. Barcelona: Ariel.
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Pozuelo Yvancos, J.M. (1988). Teoría del lenguaje literario. Madrid: Cátedra
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