Ficha Inf-Virtudes Teologales y Cardinales

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FICHA INFORMATIVA: VIRTUDES TEOLOGALES Y CARDINALES

ÁREA: EDUCACIÓN RELIGIOSA – 3RO DE SECUNDARIA

I. ¿Qué es una virtud? Virtud es una disposición habitual de la persona, adquirida por el ejercicio
repetido del actuar consciente y libremente, con la ayuda de Dios, en orden a la perfección o al
bien. La virtud para que sea virtud tiene que ser habitual, y no un acto esporádico, aislado. Debe
ser como una segunda naturaleza a la hora de actuar, pensar, reaccionar, sentir.

II. Las virtudes teologales: Son tres: fe, esperanza y caridad. Fueron infundidas por Dios en
nuestra alma el día de nuestro bautismo, pero como semilla, que había que hacer crecer con
nuestro esfuerzo, oración, sacrificio.

Fin de las virtudes teologales: Dios nos dio estas virtudes para que seamos capaces de entrar
en diálogo con Él y actuar a lo divino, es decir, como hijos de Dios, y así contrarrestar los impulsos
naturales inclinados al egoísmo, comodidad, placer. Con estas virtudes podemos ser santos. Es
más, gracias a ellas podemos entrar en comunión con Dios que es la Santidad misma.

Características de las virtudes teologales:


a. Son dones de Dios, no conquista ni fruto del hombre.
b. No obstante, requieren nuestra colaboración libre y consciente para que se
perfeccionen y crezcan.
c. No son virtudes teóricas, sino un modo de ser y de vivir.
d. Van siempre juntas las tres virtudes.

1. Virtud teologal de la FE: La fe es una virtud, infundida por Dios en el bautismo; es un don,
una luz divina por la cual somos capaces de reconocer a Dios, ver su mano en cuanto nos
sucede y ver las cosas como Él las ve. Por tanto, la fe no es un conocimiento teórico,
abstracto, de doctrinas que debemos aprender. La fe es la luz para poder entender las cosas
de Dios y entrar en diálogo con Él.

2. Virtud teologal de la ESPERANZA: Es la virtud teologal, infundida por Dios en el bautismo,


por la cual deseamos a Dios como Bien Supremo y confiamos firmemente alcanzar la
felicidad eterna y los medios para ello. Gracias a esta virtud de la esperanza confiamos en
Dios, a pesar de todas las dificultades.

3. Virtud teologal de la CARIDAD: Es la virtud infundida por Dios en el bautismo por la que
podemos amar a Dios y a nuestros hermanos por Dios. Por la caridad y en la caridad, Dios
nos hace partícipes de su propio ser que es Amor.

III. Virtudes Cardinales: Se llaman cardinales porque son el gozne o quicio (cardo, en latín,
significa gozne) sobre el cual gira toda la vida moral del hombre; es decir, sostienen la vida moral
del hombre. No se trata de habilidades o buenas costumbres en un determinado aspecto, sino
que requieren de muchas otras virtudes humanas. Estas virtudes hacen al hombre cabal. Y sobre
estas virtudes Dios hará el santo, es decir, infundirá sus virtudes teologales y los dones del
Espíritu Santo. Al igual que en las virtudes teologales, también Dios puso como semilla en
nuestra alma estas virtudes cardinales y dejó al hombre el trabajo de desarrollarlas a base de
hábitos y voluntad, siempre, lógicamente, movido por la gracia de Dios.
Estas cuatro virtudes son como remedio a las cuatro heridas producidas en la naturaleza humana
por el pecado original: contra la ignorancia del entendimiento sale al paso la prudencia; contra
la malicia de la voluntad, la justicia; contra la debilidad del apetito irascible, la fortaleza; contra
el desorden de la concupiscencia, la templanza.

1. Virtud cardinal de la PRUDENCIA: Virtud infundida por Dios en el entendimiento para que
sepamos escoger los medios más pertinentes y necesarios, aquí y ahora, en orden al fin
último de nuestra vida, que es Dios. Virtud que juzga lo que en cada caso particular conviene
hacer de cara a nuestro último fin. La prudencia se guía por la razón iluminada por la fe. La
prudencia es necesaria para nuestro obrar personal de santificación y para nuestro obrar
social y apostólico. Esta virtud la necesitan sobre todo los que tienen cargos de dirección de
almas: sacerdotes, maestros, papás, catequistas, etc.
Abarca tres elementos: pensar con madurez, decidir con sabiduría y ejecutar bien.
Medios: Los medios que tenemos para perfeccionar esta virtud son: preguntarnos siempre si
lo que vamos a hacer y escoger nos lleva al fin último; purificar nuestras intenciones más
íntimas para no confundir prudencia con dolo, fraude, engaño; hábito de reflexión continua;
docilidad al Espíritu Santo; consultar a un buen director espiritual o confesor. El don de consejo
perfecciona la virtud de la prudencia.

2. Virtud cardinal de la JUSTICIA: Virtud infundida por Dios en la voluntad para que demos a
los demás lo que les pertenece y les es debido. La justicia es necesaria para poner orden,
paz, bienestar, veracidad en todo.
¿Qué abarca? Abarca nuestras relaciones con Dios, con el prójimo y con la sociedad.
Medios: Los medios para perfeccionar la justicia son: respetar el derecho de propiedad en lo
que concierne a los bienes temporales y respetar la fama y la honra del prójimo.

3. Virtud cardinal de la FORTALEZA: Es la virtud, infundida por Dios, que da fuerza al alma
para correr tras el bien difícil, sin detenerse por miedo, ni siquiera por el temor de la muerte.
También modera la audacia para que no desemboque en temeridad.
Tiene dos elementos: atacar y resistir. Atacar para conquistar metas altas en la vida,
venciendo los obstáculos. Resistir el desaliento, la desesperanza y los halagos del enemigo,
soportando la muerte y el martirio, si fuera necesario, antes que abandonar el bien.
Virtudes compañeras de la fortaleza: magnanimidad (emprender cosas grandes en la
virtud), magnificencia (emprender cosas grandes en obras materiales), paciencia (soportar
dificultades y enfermedades), longanimidad (ánimo para tender al bien
distante), perseverancia (persistir en el ejercicio del bien) y constancia (igual que la
perseverancia, de la que se distingue por el grado de dificultad).

4. Virtud cardinal de la TEMPLANZA: Virtud que modera la inclinación a los placeres sensibles
de la comida, bebida, tacto, conteniéndola dentro de los límites de la razón iluminada por la
fe.
Medios: para lo referente al placer desordenado del gusto, la templanza me dicta la
abstinencia y la sobriedad; y para lo referente al placer desordenado del tacto: la castidad y
la continencia.
Virtudes compañeras de la templanza: humildad, que modera mi apetito de excelencia y
me pone en mi lugar justo; mansedumbre, que modera mi apetito de ira, y la castidad, que
modera rectamente el uso de la sexualidad.

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