Curso Semiología Médica
Curso Semiología Médica
Curso Semiología Médica
“logos” que significan síntomas y tratado respectivamente, por lo tanto, corresponde a la parte
de la medicina que estudia síntomas y signos de las enfermedades desde el punto de vista
del diagnóstico y pronóstico.
El hábito de tomar buenas historias clínicas y hacer exámenes físicos completos y exactas,
asegura en gran medida la corrección del diagnóstico y, por tanto, la posibilidad de curación del
enfermo. Al respecto, es convencido de que todo buen clínico es fundamentalmente un buen
semiólogo, y que, en la práctica médica, más errores se cometen por mal examen que por falta
de conocimientos.
La historia del diagnóstico físico data de la antigüedad más remota (inspección, palpación,
percusión y auscultación). Algunos médicos de la antigüedad han dejado registros de los
exámenes que efectúan, pero la mayor parte no lo hicieron. Dado que las enfermedades
acompañan al hombre desde su aparición en la tierra, mucho antes de la historia escrita, sólo
podemos hacer especulaciones acerca de los métodos de diagnóstico y tratamiento empleados
por los pueblos prehistóricos.
Los antiguos médicos chinos se dedicaron a la ciencia del pulso e idearon un sistema muy
complicado de palpación en diversos sitios para diagnosticar enfermedades de varios órganos.
Pero también empleaban la inspección, palpación aparte del pulso y la auscultación, al
escuchar los diversos sonidos hechos por el paciente, sobre todo la voz.
Los griegos, ese pueblo notable, con el genio para encontrar el orden en el caos, se presentan
en este momento en la historia de la medicina. Reunieron los hilos esparcidos del conocimiento
médico. Se acepta en general, que el más importante de los médicos griegos fue Hipócrates a
quién llamamos padre de la medicina. Hipócrates separó la medicina de la superstición al decir
que los dioses no envían las enfermedades a los hombres, sino los hombres, la traen sobre sí
mismo.
Hipócrates el grande que muchos historiadores atribuyen el inicio verdadero del diagnóstico
médico. El cual se apoyaba en 3 principios básicos: la observación, la descripción y la
interpretación de los síntomas y signos junto al lecho del paciente. Sus conocimientos, junto
con el desarrollo filosófico de la época, brotaban de la aplicación de estos tres principios básicos,
donde el enfermo, objeto de atención y fuente esencial del problema, se convierte también en
el manantial de conocimientos y de valiosas enseñanzas, aportando un peldaño más en la
búsqueda de un alto profesionalismo. Estos conceptos fueron asumidos por Galeno desde el
siglo II y se mantuvieron hasta casi 1400 años más tarde. La influencia filosófica aristotélica de
su época y su dedicación a la incursión en la anatomía marcaron un hito en los avances del
conocimiento médico en su época, aunque su práctica no pudo nunca llegar a las cumbres que
Hipócrates había realizado casi siete siglos antes.
Después de la muerte de Hipócrates no hubo médico de su talla, que ocupará el lugar que dejó.
Sin embargo, hubo muchos magníficos médicos que siguieron sus métodos y llevaron en alto la
antorcha del progreso.
Ya en el siglo XIX se le atribuye a Claude Bernard la paternidad del método experimental por
sus trabajos destacables en la necesidad de diseñar experimentos para verificar o descartar
hipótesis, que forma parte integral del moderno método científico. En este sentido –escribió
Claude Bernard- hay tres fases en todo conocimiento experimental: observación hecha,
comparación establecida y juicio motivado. Es aquí cuando el diagnóstico médico adquiere
un procedimiento adecuado para poder ejecutar con veracidad el pensamiento científico dentro
de la medicina como ciencia.
El siglo XX, sobre todo, en su segunda mitad y hasta nuestros días imprime en la medicina un
gran desarrollo de los medios complementarios para el diagnóstico. Los avances tecnológicos
en la imagenología, en la microbiología, en la biología molecular, en la genética, en la
inmunología, entre otros, abren un campo de profundidad, de microcosmos en la precisión y el
diagnóstico de las enfermedades.
También se denomina anamnesis y su objetivo es realizar diversas preguntas que sirven para
integrar el diagnóstico.
Los tipos de interrogatorio, tomando en cuenta a la persona a la que se dirige el médico son
directo, indirecto y mixto.
Los tipos de interrogatorios tomando en cuenta como lo realiza el médico son tribuna libre e
interrogatorio dirigido:
• Tribuna libre: en esta etapa del interrogatorio el paciente expresa con completa libertad
su problema de salud y expone los datos que él considere pertinente comentar.
• Interrogatorio dirigido: el médico decide en qué forma realizará las preguntas de
manera dirigida, al paciente y/o al familiar o persona que acompañe al enfermo. En la
práctica clínica ambos tipos de interrogatorios se combinan y siempre están presentes.
Al preguntar el nombre del paciente, podemos iniciar desde ese momento una adecuada
relación médico-paciente, al mostrarle y demostrarle que es importante para nosotros tratarlo
como persona única, no solo como alguien más que acude a consulta. Este capítulo del
interrogatorio nos permite establecer una buena relación médico-paciente, así como conocer
algunos datos importantes que nos brindan información sobre el paciente. Por ejemplo, la edad
nos puede indicar cuales son las enfermedades más comunes que existen en los diversos grupos
etarios, así como las patologías que predominan según el género o bien las ocupaciones que
predisponen a padecer ciertas enfermedades.
1. Fecha.
2. Datos de afiliación: deben mencionarse sexo, raza, estado civil, dirección y lugar de
nacimiento.
3. Motivo de consulta: descripción breve de los síntomas y signos de la enfermedad de
preferencia en las propias palabras del paciente.
4. Enfermedad actual: en orden cronológico, hágase la descripción de cada síntoma
relacionado con la enfermedad actual; cada síntoma debe describirse en cuánto tiempo
y modo de comienzo, duración e intensidad. Se interrogará cuidadosamente, la relación
que guardan los síntomas con los alimentos, trabajos, esfuerzo muscular, excitación,
ingestión de medicamentos u otros factores. Deberán investigarse tratamientos seguidos
por el enfermo en los que incluirán medicamentos, médico y hospital, y el curso de la
enfermedad.
5. Antecedentes personales patológicos: se investigan las enfermedades que ha tenido el
paciente a lo largo de su vida y los tratamientos que ha recibido. También si existen
adicciones, entre las que se incluyen tabaquismo, alcoholismo y drogadicción. El uso
crónico de fármacos. Se pregunta el combe. Se interrogan los antecedentes quirúrgicos,
alérgicos, traumáticos y transfusionales.
- Enfermedades de la infancia en orden cronológico.
- Escarlatina, corea, reumatismo, neumonía, etc.
- Lesiones.
- Operaciones y hospitalizaciones.
- En mujeres, interrogar número de gestaciones y abortos.
- Alergias e hipersensibilidad a medicamentos.
6. Antecedentes personales no patológicos: de manera general, a través de estos
antecedentes, se conoce cuál es el estilo de vida del paciente, características de su
vivienda, sus condiciones de higiene y de alimentación. En los hábitos de vida, se interroga
si realiza ejercicio o es sedentario, relaciones interpersonales adecuadas o conflictivas y
esquema de inmunizaciones.
- Estado matrimonial: duración, salud del cónyuge, compatibilidad, número de hijos,
edad de estos, adaptación al matrimonio y a los hijos.
- Hábitos: alcohol (uso y cantidad), tabaco, sedantes y otros medicamentos.
- Antecedentes sociales: describir las condiciones de vida, que incluyan habitación,
educación, puesto que ocupa en la sociedad, ingresos y problemas económicos
especiales.
- Ocupación y medio: trabajo actual y pasado, exposición a peligros de trabajo,
satisfacción emocional y económica, lugares en que ha vivido y que ha visitado.
7. Antecedentes familiares: se interrogan las enfermedades, que han tenido o tienen los
familiares del paciente, para identificar los riesgos que este tiene de padecerlas.
- Padre, madre, hermanos, hermanas, edad y sexo, estado de salud o edad al morir y
causa de muerte.
- Diabetes, hipertensión, tuberculosis, enfermedades nerviosas, enfermedades
mentales, cáncer, cardiopatías, asma, alergias, fiebre del heno, etc.
Se toma en cuenta el parentesco, definido este cómo “el vínculo de familia que existe entre dos
personas, considerando el vínculo de sangre, consanguinidad, como el que existe entre los
padres y sus hijos o afinidad que existe entre una persona que está o ha estado casada o es
conviviente civil y los consanguíneos de su pareja”.
Los cuatro procedimientos básicos usados para practicar un examen físico son:
A todo paciente debe hacérsele un examen físico completo, y por cierto que aquellos segmentos
del organismo hacia los cuales la anamnesis ha dirigido las sospechas, merecen más detallada
investigación, pero sin exclusión de los otros, porque pueden existir importantes disturbios sin
producir manifestaciones subjetivas y que a menudo se encuentran en el examen.
El examen físico se efectuará en un ambiente tibio, bien iluminado, tranquilo y ojalá silencioso.
El paciente debe estar desnudo, pero sólo debe estar expuesta la zona que se examina, y el resto
del cuerpo, cubierto con una sabanilla.
La forma que se presentará más adelante para registrar el examen físico no es una regla rígida,
pero se recomienda como una guía, con la cual entrenarse para seguir una rutina idéntica en
cada caso.
La importancia de una rutina más o menos rígida en el examen de los pacientes nunca será
recalcada suficientemente, tanto más cuanto que la mayoría de los errores diagnósticos no son
resultado de la ignorancia, sino del apresuramiento y la falta de cuidado en el examen físico.
• Lengua saburral: capa sobre la lengua de una materia mucosa espesa, indicio de una mala
digestión.
• Lordosis: curvatura normal de la columna vertebral de convexidad anterior.
• Leucemia: enfermedad caracterizada por el aumento del número de leucocitos en la
sangre y la proliferación de los órganos linfoides.
La médula ósea tiene una capacidad de producción asombrosa. Cada día, la médula sustituye
3.000 millones de eritrocitos por cada kilogramo de peso corporal. Los neutrófilos tienen una
vida media en la circulación de sólo 6 horas, y cada día deben producirse 1.600 millones de
neutrófilos por kg de peso corporal. La población plaquetaria debe renovarse completamente
cada 9,9 días. Debido a esta necesidad de producir grandes cantidades de células funcionales, la
médula ósea es muy sensible a cualquier agresión infecciosa, química, metabólica o
ambiental que altere la síntesis del ADN o interrumpa la formación de la maquinaria
subcelular vital de los eritrocitos, los leucocitos o las plaquetas. Además, como las células
hemáticas derivan de la médula ósea, la sangre periférica constituye un indicador sensible y
muy exacto de la actividad medular. Es muy fácil obtener sangre para su análisis mediante
venopunción, y el estudio de la sangre puede proporcionar indicios precoces de la existencia de
enfermedades de etiología ambiental.
Puede considerarse al sistema hematológico como un conducto para las sustancias que penetran
en el organismo y como un sistema en el que puede influir negativamente la exposición laboral
a agentes potencialmente nocivos. Las muestras de sangre pueden servir como control biológico
de la exposición y ofrecer un medio de valorar los efectos de la exposición laboral sobre el
sistema linfohematopoyético y otros órganos del cuerpo.
Los agentes ambientales pueden interferir en el sistema hematopoyético de varias formas:
inhibición de la síntesis de la hemoglobina, inhibición de la producción o la función celulares,
leucemogénesis y aumento de la destrucción de los eritrocitos.
Las anemias se caracterizan por la disminución del número de hematíes en la circulación por
descenso de la concentración de hemoglobina en la sangre periférica.
La OMS define la anemia como el descenso del nivel de hemoglobina dos desviaciones
estándar por debajo de los normal para la edad y el sexo. En términos prácticos se puede
adoptar las cifras de 13 gr/dl en el hombre, 12 gr/dl en la mujer y 11 gr/dl en la embarazada.
En los niños de 6 meses a 6 años se considera un valor de 11 gr/dl y de los 6 a 14 años un
valor de 12 gr/dl. Estos criterios están basados en estudios de población que no incluyen a
personas mayores de 65 años, por lo que, tal vez no se pueda aplicar a los ancianos. La anemia
presenta una elevada prevalencia en las consultas de atención primaria, pediatría y en el control
de la gestación. No es lo mismo la deficiencia de hierro (DH) que la anemia por deficiencia de
hierro (ADH). La ADH es la causa más frecuente de anemia en todo el mundo y representa
un importante problema de salud principalmente en los países subdesar
rollados. La ADH es muy prevalente de forma que hasta un 5% de niños y adolescentes, un 10%
de premenopáusicas y un 1% de los hombres tienen anemia por deficiencia de hierro; y puede
llegar hasta un 40% en los ancianos que se cuidan en sus domicilios. La mayoría de los servicios
de salud cuentan con guías clínicas del control de la anemia en general y/o la anemia de la
gestación. La anemia gestacional se considera un factor de riesgo para el embarazo y puede
causar anemia en el período del recién nacido debido al escaso de hierro. La anemia en la infancia
afecta al crecimiento y al desarrollo de los niños, disminuye la resistencia a las infecciones y altera
el desarrollo cognitivo y psicomotor.
Dentro de las etiologías de las anemias microcíticas, están la anemia ferropénica, la anemia
sideroblástica, los síndromes talasémicos, entre otros. Como ejemplo de anemias macrocíticas
se encuentran las anemias megaloblásticas, principalmente por déficit de vitamina B12 y las no
megaloblásticas, las cuales incluyen anemias aplásicas, enfermedades hepáticas,
postesplenectomías. Por último, como ejemplos de anemia normocíticas se encuentra la anemia
de la enfermedad crónica, síndromes mielodisplásicos, entre otras.
Existe cierto número de trastornos que acompañan a todas las anemias de cualquier etiología y
que se deben a la disminución de la masa sanguínea.
La anemia se manifiesta con una serie de signos inespecíficos y síntomas generales, dentro de
los cuales podemos mencionar palidez de piel y mucosas, decaimiento, anorexia. A nivel
circulatorio puede presentarse taquicardia, hipotensión arterial; a nivel neuromuscular puede
manifestarse cefalea, sensación de mareo y vértigo, visión borrosa, disminución de la capacidad
de concentración, cansancio precoz, dolor muscular; a nivel respiratorio puede haber disnea y
otras manifestaciones inespecíficas como náuseas o intolerancia al frío.
• Recuento de hematíes.
• Fórmula sanguínea.
• Valoración de la hemoglobina.
• Valor globular.
• Hematocrito.
• Volumen globular medio.
• Mielograma.
1. Pérdida de sangre:
- Anemia aguda post hemorrágica: trastornos debidos en particular a la disminución de
la masa sanguínea.
- Anemia crónica post hemorrágica: hay hemorragias crónicas y repetidas, empobrecen
al organismo en sustancias necesarias para la formación de hematíes y hemoglobina.
2. Destrucción excesiva de sangre: las anemias hemolíticas se producen por aumento de
la destrucción de los hematíes.
3. Anemias de carencia: carencia de vitaminas del grupo B y carencias del principio anti
anémico.
4. Trastornos en la formación de hematíes:
- Anemia por enfermedades infecciosas.
- Anemias en algunas afecciones crónicas.
- Anemias en las afecciones endocrinas.
- Anemias en las afecciones esplénicas.
- Anemia por probable compromiso de médula ósea.
Existen diversos tratamientos de acuerdo con la etiología de la anemia. Así, por ejemplo: en
anemia por carencia de hierro y vitamina B12, administrar estos elementos.
• Leucemia linfocítica aguda (LLA): tiene un desarrollo rápido, es la forma más frecuente
de leucemia infantil y se origina en los corpúsculos leucocitarios de los ganglios linfáticos.
• Leucemia linfocítica crónica (LLC): deriva de los linfocitos medulares, se desarrolla muy
lentamente y es más frecuente en personas mayores.
• Leucemia mielocítica aguda (LMA): es la forma más común de leucemia aguda en
adultos. Existen tipos poco frecuentes de leucemia aguda: monocítica, basófila, eosinófilo,
de plasmocitos, de eritrocitos y de células pilosas. Estas formas menos frecuentes de
leucemia aguda se agrupan a veces bajo la denominación de leucemia no linfocítica
aguda (LNLA), debido en parte a la creencia de que derivan de una célula progenitora
común.
• Leucemia mielocítica crónica (LMC): la mayoría de los casos se caracterizan por una
anomalía cromosómica específica, el cromosoma Filadelfia. La LMC suele evolucionar con
el tiempo a LMA tras una transformación leucémica. También puede producir una
transformación a LMA en la policitemia vera y la trombocitopenia esencial, trastornos
neoplásicos con niveles elevados de eritrocitos o plaquetas, así como mielofibrosis y
displasia mieloide. Por tal motivo, estos trastornos se han clasificado como enfermedades
mieloproliferativas relacionadas.
Varía dependiendo del tipo de leucemia. La mayoría de los pacientes experimentan fatiga y
malestar general. Las anomalías del recuento hematológico y las células atípicas indican la
presencia de una leucemia y obligan a efectuar un estudio de médula ósea. Los signos típicos
de la leucemia aguda son la anemia, la trombocitopenia, la neutropenia, el recuento
leucocitario elevado y el número elevado de blastocitos.
Toda leucemia se diagnostica con base en su aparición clínica y el resultado del aspirado de
médula ósea, que se clasifica de acuerdo con los criterios establecidos.
La aparición de leucemia varía según sus manifestaciones clínicas, que reflejan el grado de
insuficiencia de la medula ósea, de infiltración extramedular y de agudeza. Casi la mitad de los
pacientes cursa con fiebre y la tercera parte tiene como origen de la fiebre un foco infeccioso.
Otras manifestaciones clínicas frecuentes son astenia y adinamia debidas a anemia. Del 33 al
43% tiene sangrado por trombocitopenia y 25% refiere dolor articular u óseo debido a la
infiltración leucémica del periostio, hueso o articulación. Los síntomas menos comunes son
cefalea, vómito, alteraciones de las funciones mentales, oliguria y anuria.
Los signos que se observan en la piel y las mucosas son petequias y equimosis. El hígado, bazo
y los ganglios linfáticos son los sitios extramedulares más afectados, y el grado de
organomegalia es más importante en niños que en adultos: en 17% se encuentra hepatomegalia;
en 44%, esplenomegalia, y en 15%, linfadenopatía.
En los pacientes con anemia hay relación inversa entre la concentración de la hemoglobina y la
edad de manifestación: la anemia grave es dato de buen pronóstico para la leucemia linfoblástica
infantil. Dicha anemia se debe a invasión tumoral de la médula ósea y casi siempre la más grave
es la de leucemia linfoblástica aguda (LLA), en niños se informa hasta un gramo de hemoglobina,
el grado más bajo de anemia.
La aparición de la cuenta leucocitaria con leucocitosis ocurre en 10 a 16% de los casos, mientras
que la neutropenia o leucopenia se encuentran en 20 a 40% con alto riesgo de infección. El 92%
de las células circulantes son células blásticas leucémicas. En algunos casos hay eosinofilia
reactiva que precede por meses al diagnóstico de leucemia linfoblástica aguda. En esta
enfermedad hay infiltración pulmonar, cardiomegalia e insuficiencia cardiaca congestiva.
A menudo la trombocitopenia desencadena sangrados graves con cuentas plaquetarias por
debajo de 20.000/L. La hemorragia es secundaria a la trombocitopenia por invasión de la médula
ósea o coagulopatía por consumo, sobre todo en la leucemia promielocítica. Rara vez hay
trombocitosis por arriba de 400.000 plaq/L y es más frecuente en hombres. En 3 a 5% se
encuentran coagulopatías, sobre todo en quienes manifiestan leucemia linfoblástica aguda de
células T, que se relacionan con sangrados.
Se informan otras complicaciones clínicas entre las que se encuentra insuficiencia renal aguda
secundaria a infiltración leucémica, sobre todo en leucemia linfoblástica aguda de células T. Esta
alteración eleva las concentraciones séricas de creatinina, ácido úrico, urea y fosfatos. La
insuficiencia hepática por infiltración leucémica ocurre en 10 a 20% de los casos, pero es leve y
tiene manifestación clínica, lo que modifica el pronóstico.
La incidencia global anual ajustada según la edad oscila entre 2- 12 por 100.000 en los varones
y entre 1-11 por 100.000 en las mujeres en diferentes poblaciones. Las cifras son elevadas en las
poblaciones de Norteamérica, Europa occidental e Israel, y bajas en las poblaciones de Asia y
África. La incidencia varía en función de la edad y el tipo de leucemia. Aumenta notablemente
con la edad, y también se observa un pico en los niños de dos a cuatro años. Los diferentes
subgrupos de leucemia presentan diferentes patrones de edades. La LLC es unas dos veces más
frecuente en hombres que en mujeres. La incidencia y la mortalidad de las leucemias adultas se
han mantenido relativamente estables durante los últimos decenios.
Se ha sugerido que existen factores familiares en el desarrollo de la leucemia, pero las pruebas
no son concluyentes. Parece que determinadas condiciones inmunológicas, algunas de ellas
hereditarias, predisponen a la leucemia. El síndrome de Down es un factor predictivo de la
leucemia aguda. Se han identificado dos retrovirus oncogénicos (virus I de la leucemia de células
T humana, virus II T-linfotropo humano) relacionados con el desarrollo de leucemias. Se cree que
estos virus son cancerígenos de etapas tempranas y, como tales, causas insuficientes de
leucemia.
• El tipo de leucemia.
• La alteración molecular inicial y su persistencia a pesar del tratamiento o su erradicación.
• La edad, los pacientes mayores de 60 años tienen un pronóstico malo en comparación
con los pacientes de menor edad.
• La quimioterapia, se deberán utilizar los medicamentos indicados, y sobre todo, las dosis
recomendadas. Por ejemplo, en la LLA del adulto, el utilizar el esquema HyperCyVAD
(dosis escaladas de ciclofosfamida, vincristina, adriamicina, dexametasona en
combinación con arabinosido de citosina y metotrexato) logra un 90% de RC y cura en el
50% de los casos, datos no antes vistos con otros esquemas. Este tratamiento es tóxico y
requiere que su uso sea sólo en instituciones que tengan los recursos de apoyo
suficientes.
• Terapia de apoyo, los logros de la quimioterapia y los nuevos medicamentos con nuevas
combinaciones y con más especificidad obligan la implementación de los grupos
multidisciplinarios con la dirección del hematólogo; instalación y uso de catéteres
centrales; apoyo de banco de sangre para el soporte de transfusiones de plaquetas y
eritrocitos (incluso productos radiados); la intervención del infectólogo para la detección
de infecciones, y el uso adecuado de antibióticos o antimicóticos, ya sea profilácticos o
terapéuticos, en caso necesario; la habilitación de cuartos de aislamiento con servicios de
mantenimiento e intendencia que permitan lograr un ambiente libre de bacterias, incluso
la alimentación estéril; un laboratorio con protocolo de manejo de muestras de pacientes
en protocolos de tratamiento específico y el manejo de muestras especiales (preparación
de concentrados de leucocitos en la citometría hemática buffy coat y lograr una lectura
óptima); área de preparación de medicamentos de alta especialización, y por otro lado,
lo más importante es el personal de enfermería, auxiliar y administrativo, que con todo el
grupo se esperan los resultados que tienen en otros países.
• Trasplante de médula ósea (MO), es un tipo de tratamiento complejo y de alto costo, que
requiere de un donador de MO compatible y de un padecimiento inactivo con alta
probabilidad de recaída temprana o tardía o, con factores de mal pronóstico. Es un
procedimiento con tendencias más curativas ya que utiliza megadosis de quimioterapia
para erradicar a las células leucémicas, pero en el intento, también erradica a las
precursoras normales y se hace necesaria la reposición de una nueva médula normal
compatible. El tipo alogénico (hermano compatible idéntico) es la mejor selección ya que
el receptor lo acepta tan solo por identidad parcial (los únicos de aceptación total son los
gemelos idénticos) y por tanto produce un rechazo del injerto contra el huésped, el que
a su vez produce injerto contra leucemia y se incrementa la erradicación de la clona
leucémica, no obstante, en casos graves del síndrome (grados 3-4) la morbimortalidad se
incrementa a pesar del manejo específico.
Las alteraciones de la hemostasia primaria se dividen en dos grandes grupos: las de la pared
vascular o púrpuras vasculares y las púrpuras plaquetarias.
La sangre circula libremente por los vasos sanguíneos, que están tapizados por células
endoteliales de los sistemas macrovascular, microvascular y sinusoidal. La pérdida de
continuidad en este sistema cerrado conduce a la hemorragia. La naturaleza, las causas, las
consecuencias y las aproximaciones terapéuticas de cada proceso son distintos. En este apartado
se profundiza únicamente en aquellos procesos hemorrágicos causados por debilitamientos no
traumáticos de la pared vascular.
Las púrpuras vasculares inmunopáticas, que aparecen sobre todo en niños y cuyo
representante más genuino es la púrpura anafilactoide de Schönlein-Henoch, son secundarias
a una reacción inmunoalérgica caracterizada por una inflamación aguda de pequeños vasos, que
da lugar a episodios fulminantes de exantema purpúrico asociado a dolor cólico abdominal,
artritis y nefritis.
Los factores desencadenantes más frecuentes con los que se ha relacionado esta reacción
inflamatoria son las infecciones (por estreptococos del grupo A y micobacterias), los alimentos
y los fármacos (antibióticos, antihistamínicos, barbitúricos, etc).
La enfermedad suele tener un comienzo brusco, caracterizado por fiebre y malestar general, a
los que siguen la clínica cutánea, artralgias, dolor de tipo cólico con diarrea mucosanguinolenta
o melenas, y hematuria, que puede evolucionar a síndrome nefrótico o nefrítico. La púrpura
consiste en lesiones lenticulares con relieve papuliforme sobre una base inflamatoria, que les da
una singularidad con respecto a otras púrpuras. Las lesiones purpúricas tienen una distribución
peculiar, casi simétrica, en la cara de extensión de las extremidades y en las nalgas; también
puede afectar al abdomen, pero son poco frecuentes en la cara y el tórax. Las manifestaciones
digestivas son usuales en los niños, y las renales pueden aparecer tardíamente y ocasionar
proteinuria e insuficiencia renal. La enfermedad cursa en brotes que pueden ser únicos o
múltiples.
El diagnóstico diferencial debe hacerse con la trombocitopenia inmune primaria (PTI), pero
la ausencia de trombocitopenia y el carácter inflamatorio de las lesiones purpúricas permiten
diferenciarlas fácilmente.
El pronóstico es benigno, con resolución del cuadro antes de 6 meses, salvo los raros casos que
evolucionan hacia la nefritis crónica o periarteritis nudosa. El tratamiento consiste en reposo, y
no es necesaria la administración de ningún fármaco, si bien en cuadros graves están indicados
los corticoesteroides (0,25 mg/kg/día durante 1-2 semanas) y, si no hubiese respuesta, agentes
inmunosupresores.
Otros trastornos adquiridos que pueden cursar con alteraciones vasculares que favorecen la
aparición de hemorragias cutáneas son:
El corazón se compone de dos aurículas y dos ventrículos. La sangre llega al corazón por las
aurículas y sale impulsada por los ventrículos. El corazón y los vasos sanguíneos (venas y
arterias) tienen la misión común de llevar la sangre a todas las células del organismo para que
obtengan el oxígeno, los nutrientes y otras sustancias necesarias. Constituyen un sistema
perfecto de riego con sangre rica en oxígeno y recolección de la que es pobre en oxígeno y está
cargada de detritus. Mientras que los vasos sanguíneos actúan como las tuberías conductoras
de la sangre, el corazón es la bomba que da el impulso para que esa sangre recorra su
camino. Con cada latido el corazón impulsa una cantidad (habitualmente, 60-90 ml) de esa
sangre hacia los vasos sanguíneos.
Son fundamentalmente los ventrículos los que se encargan del trabajo de impulsar la sangre. Las
aurículas, en cambio, contribuyen al relleno óptimo de los ventrículos en cada latido. El
movimiento de aurículas y ventrículos se hace de forma ordenada y coordinada, en un ciclo que
se repite (ciclo cardíaco) con cada latido, en el cual lo más importante, en primer lugar, es el
llenado de los ventrículos; posteriormente, tiene lugar su vaciamiento mediante la eyección de
esa sangre al torrente circulatorio.
El ciclo cardíaco presenta dos fases: diástole y sístole. La diástole es el período del ciclo en
el cual los ventrículos están relajados y se están llenando de la sangre que luego tendrán
que impulsar. Para que puedan llenarse, las válvulas de entrada a los ventrículos (mitral y
tricúspide) tienen que estar abiertas. Y para que la sangre no se escape aún, las válvulas de
salida de los ventrículos (aórtica y pulmonar) deben estar cerradas. Así, se puede definir la
diástole como el período que va desde el cierre de las válvulas aórtica y pulmonar, hasta
el cierre de las válvulas mitral y tricúspide. Un 70% del volumen que llega a los ventrículos
presenta forma pasiva, es decir, los ventrículos se llenan simplemente porque las válvulas de
entrada están abiertas. El 30% restante llega activamente mediante la contracción de las
aurículas, que impulsan la sangre que les queda hacia los ventrículos.
La sístole es el período del ciclo en el cual los ventrículos se contraen y provocan la eyección
de la sangre que contienen. Para ello, las válvulas aórtica y pulmonar han de estar abiertas
y, para que la sangre no vuelva hacia las aurículas, las válvulas mitral y tricúspide deben estar
cerradas. Así, se puede definir la sístole como el período que va desde el cierre de las válvulas
mitral y tricúspide hasta el de las válvulas aórtica y pulmonar. Cuando las válvulas cardíacas
se cierran, producen unas vibraciones que se oyen con el fonendoscopio; se conocen con el
nombre de ruidos cardíacos. Son dos diferentes en cada ciclo. El primer ruido lo produce el
cierre de las válvulas mitral y tricúspide, que inicia la sístole ventricular. El segundo ruido lo
produce el cierre de las válvulas aórtica y pulmonar, que da comienzo a la diástole
ventricular. Existen otros muchos ruidos que se pueden auscultar, unos fisiológicos (o normales)
y otros patológicos (o anormales). Son normales, por ejemplo, un tercer ruido después del
segundo en personas jóvenes, o un segundo ruido que se aprecie doble mientras la persona está
inspirando.
Según la Asociación Americana del Corazón (AHA por sus siglas en inglés, American Heart
Association), la población mayor de 40 años de edad tiene una probabilidad de 1 en 5 de padecer
insuficiencia cardiaca congestiva (ICC) en algún momento de su vida. Más de 5 millones de
personas en EUA, principalmente aquellas que son mayores, sufren de IC, y el número sigue
aumentando, registrándose alrededor de 400 000 casos nuevos cada año. Esto se debe al hecho
de que, en la actualidad, la gente vive más y sobrevive a otros problemas médicos, tales como
los ataques cardiacos, que aumentan el riesgo de padecerla. Los individuos que sufren de otros
tipos de enfermedades cardiovasculares también tienen un mayor riesgo de falla cardiaca.
En México, las principales patologías que están asociadas a este diagnóstico son la cardiopatía
isquémica y la hipertensión arterial sistémica, las cuales como enfermedades crónico-
degenerativas están dentro de las 10 primeras causas de muerte en varones y mujeres mayores
de 60 años.
• Causas cardíacas: lesiones degenerativas del miocardio, HTA, miocarditis reumática, sífilis
cardiovascular, cardiopatías congénitas, trastornos del ritmo.
• Causas extra cardíacas: hipertiroidismo, comunicaciones AV y anemias graves.
• Factores coadyuvantes: esfuerzo físico, taquicardia, infecciones, embarazo, ciclo menstrual,
alimentación, calor, humedad, perfusiones intravenosas.
Los síntomas que caracterizan al paciente con insuficiencia del ventrículo izquierdo son fatiga
(bajo gasto sistémico) y disnea de esfuerzos y progresiva, condicionada por el aumento de
volumen y presión diastólica del ventrículo izquierdo, que se opone al vaciamiento de la aurícula
izquierda, lo cual a su vez incrementa la presión venosa pulmonar y la de los capilares
pulmonares (hipertensión venocapilar), con un trastorno consecutivo de la hematosis. El grado
de disnea está en relación con el nivel de falla contráctil, ya que el corazón con insuficiencia leve
puede condicionar disnea de grandes o medianos esfuerzos, mientras que la insuficiencia grave
puede ser causa de disnea de pequeños esfuerzos, de reposo, ortopnea, disnea paroxística
nocturna y por último de edema agudo del pulmón; a estos síntomas se suman los
condicionados por la reacción adrenérgica (palidez, oliguria, diaforesis, y piloerección, entre
otros).
La insuficiencia del ventrículo derecho se manifiesta por disminución del gasto de esta
cámara cardiaca, lo cual se traduce desde el punto de vista clínico en fatiga, hipotensión
arterial sistémica, ingurgitación yugular, hepatomegalia congestiva, derrame pleural,
ascitis y edema de miembros inferiores. La hepatomegalia puede causar un dolor sordo en el
cuadrante superior derecho por distensión de la cápsula de Glisson.
Cuando ambos ventrículos son insuficientes se suman las manifestaciones clínicas que
producen la falla de ambos, disnea de diversos grados, fatiga, congestión pulmonar y edema de
varios grados hasta llegar a la anasarca en los casos más graves.
Las valvulopatías representan la patología adquirida más habitual. La afectación valvular más
frecuente se debe a la fiebre reumática, que no tiene nada que ver con lo que habitualmente
se llama reuma. Esta enfermedad se da en la infancia en países menos desarrollados que el
nuestro; en España tuvo lugar en épocas en las que la población era más pobre.
1. Escarlatina.
2. Endocarditis lenta.
3. Sífilis para los defectos aórticos.
4. Arterioesclerosis más raramente.
5. Malformaciones congénitas: CIA, CIV, PCA, etc.
6. Traumatismos.
Depende del grado de afectación de una o varias válvulas y de su localización. Generalmente
quirúrgico.
La expresión angina de pecho deriva etimológicamente del latín angor pectoris, que significa
“opresión o constricción pectoral”. Desde el punto de vista médico, es el conjunto de
síntomas que aparecen en un paciente que está padeciendo una isquemia o falta de aporte
sanguíneo correcto al músculo cardíaco a través de las arterias coronarias que lo nutren.
Es importante definir correctamente el angor pectoris y, sobre todo, diferenciarlo del infarto
agudo de miocardio, ya que son situaciones clínicas muy distintas, aunque ambas forman parte
del síndrome coronario agudo.
Como ya se ha referido, la angina de pecho es un dolor torácico asociado a otros síntomas que
se producen en presencia de isquemia miocárdica. Sin embargo, si el paciente, espontáneamente
o con intervención médica, revierte las causas que estaban originando la angina, el miocardio
vuelve a ser viable, cesan los síntomas y se aprecia de nuevo un funcionamiento normal de éste.
Si, por el contrario, las causas y los mecanismos de la angina persisten y se mantiene la
isquemia, llega un momento en que el miocardio afectado se hace inviable, se produce la
muerte celular o necrosis y se origina un infarto agudo de miocardio. Esta situación avanzada
es más grave, no es reversible en cuanto a la viabilidad del miocardio, al menos parcialmente, y
puede producir complicaciones de mayor relevancia, entre las que se pueden citar arritmias y
falta de función de bombeo sanguíneo o insuficiencia cardíaca. La angina de pecho dejada a su
libre evolución, sin tratamiento, puede dar lugar a un fracaso global cardíaco que origine la
muerte.
El miocardio guarda un equilibrio estable y a la vez sensible a los cambios de las necesidades de
aporte sanguíneo. Este aporte le proporciona oxígeno, glucosa y otros elementos necesarios
para realizar su función y la demanda funcional que se le exige en determinados momentos.
Así, después de una comida copiosa, el miocardio debe aumentar su función, pues tiene que
asegurar el flujo sanguíneo a todo el territorio digestivo. Mientras dure este incremento, se debe
asegurar el aporte de los nutrientes necesarios para satisfacerlo.
Aunque no es objeto de este capítulo, conviene recordar que las causas más importantes que
favorecen la arteriosclerosis son el tabaquismo, la hipertensión arterial, las cifras de
colesterol elevadas, la obesidad, la diabetes y el sedentarismo. Todos estos factores
incrementan el riesgo de padecer arteriosclerosis y, por tanto, placas en las arterias coronarias,
que pueden desencadenar una angina de pecho.
El síntoma principal, y que define la angina de pecho, es un dolor torácico específico que se
suele localizar en el centro del tórax y tiene un marcado carácter opresivo; muchos pacientes
lo definen como un peso o que los oprime. Se suele irradiar a ambos miembros superiores,
sobre todo al izquierdo, y también puede extenderse al cuello, la mandíbula y el hombro. En
ocasiones, se acompaña de cortejo vegetativo (sudoración, vómitos, náuseas o mareo).
Por angina inestable entendemos aquella que se va incrementando ante las mismas
circunstancias. Se califica como angina inestable la que el paciente presenta en reposo, así
como la angina de pecho de reciente aparición y la angina que sigue a un infarto.
Existe una variante de angina de pecho, que también se incluye en la angina inestable: es la
vasoespástica o angina de Prinzmetal, originada por vasoespasmo o estrechamiento funcional
de la arteria coronaria que impide el aporte del flujo cardíaco necesario.
De acuerdo con la causa que lo provoca. En general: Nitroglicerina, nitrato de amilo en tabletas
sublinguales o en aerosoles, reposo, sedantes durante la crisis.
La enfermedad que subyace tras el infarto agudo de miocardio es, de forma casi invariable, la
arteriosclerosis avanzada de las arterias coronarias. El músculo cardíaco necesita
constantemente de un abundante suministro de sangre rica en oxígeno para llevar a cabo la
tarea del bombeo de sangre, suministro que le llega a través de la red de arterias coronarias.
Cuando se erosiona o se rompe una placa de ateroma en la pared de una arteria coronaria,
rápidamente se forma sobre ella un trombo o coágulo que puede llegar a obstruir de forma
completa y brusca la luz de la arteria, interrumpiendo el flujo sanguíneo y dejando una
parte del músculo cardíaco sin irrigación. Cuando esto sucede, esa parte del corazón deja de
contraerse. Si el músculo cardíaco carece de oxígeno y nutrientes durante demasiado tiempo,
normalmente más de 20 minutos, el tejido de esa zona muere y no se regenera, desarrollándose
así un infarto agudo de miocardio.
La formación del trombo que ocluye la luz de las arterias coronarias suele ser independiente del
grado de obstrucción que la placa de ateroma haya provocado previamente en dicha luz. Esto
explica por qué muchos pacientes no presentan ningún síntoma antes de sufrir de forma aguda
e inesperada un ataque al corazón. Las placas de ateroma que no obstruyen de manera
significativa la luz coronaria pueden pasar durante años inadvertidas, y la enfermedad
arteriosclerótica puede no ser reconocida hasta el momento brusco de la rotura de la placa y la
oclusión completa del vaso, con la subsiguiente aparición del infarto agudo de miocardio.
El dolor torácico en los síndromes coronarios agudos se describe como de carácter opresivo,
por lo general de localización retroesternal y que a veces se irradia a base del cuello, ambos
brazos, epigastrio y en ocasiones a maxilar inferior, lo que puede confundirse con dolor de
origen odontológico. Se puede acompañar de síntomas como diaforesis, piloerección,
taquicardia, ansiedad y angustia, que denotan descarga adrenérgica.
Es bueno brindar comodidad y tranquilizarlo, pero es más importante tomar medidas que
puedan salvarle la vida. El estudio inicial del paciente debe incluir un electrocardiograma en los
primeros minutos de asistencia por el servicio de urgencias médicas o en el hospital.
La aterosclerosis coronaria suele mantenerse durante muchos años como una enfermedad
silente que no provoca ninguna limitación ni sintomatología en la persona que la padece.
Cuando las lesiones ateroscleróticas avanzan, pueden crecer en volumen y llegar a estrechar de
forma significativa la luz vascular, impidiendo el normal flujo de sangre en la arteria coronaria
afectada, o bien pueden erosionarse o romperse de forma brusca, provocando la formación de
un trombo o coágulo que obstruye la luz de la arteria, interrumpiendo el flujo sanguíneo y
dejando una parte del músculo cardíaco sin irrigación. De esta manera, la aterosclerosis
coronaria se puede manifestar como cuadros de angina de pecho estable, o como cuadros
inestables de angina, infarto agudo de miocardio o muerte súbita. Por este modo frecuente
de presentación en forma de infarto agudo de miocardio o incluso muerte repentina en una
persona hasta entonces aparentemente sana, la aterosclerosis coronaria es conocida como el
asesino silencioso.
Puede surgir un embolismo paradójico, el cual se da por la persistencia de un foramen oval que
ocasiona una embolia arterial a punto de partida del sistema venoso; además, puede provocarla
el líquido amniótico, aire, grasa y proyectiles. En 15% de los casos el origen del émbolo es oscuro.
Otra de las causas de la insuficiencia arterial aguda es la trombosis arterial, la cual puede llevar
a una extremidad a un cuadro agudo. A Virchow se le debe la determinación de los factores que
contribuyen a su producción: la lesión endotelial, estasis sanguínea y coagulopatía.
El trauma vascular origina cuadros de insuficiencia arterial aguda de las extremidades que se
pueden observar en las distintas acciones bélicas, en las propias actividades de la vida cotidiana,
en accidentes de tránsito y por diferentes causas iatrogénicas, fundamentalmente durante
estudios vasculares radiológicos intervencionistas como angiografías, cateterismos y
angioplastias. Las lesiones vasculares complejas a menudo se combinan con fracturas y daños
severos de la piel, lo cual requiere una estrecha relación entre el cirujano vascular y el médico
ortopédico. Los traumas mecánicos excepcionalmente pueden originar desgarros parciales o
totales de la aorta.
Finalmente, son las disecciones arteriales las responsables de este cuadro clínico debido a la
enfermedad primaria de la túnica media de las arterias, la cual obedece a un proceso
degenerativo que se manifiesta de diferentes formas: necrosis quística idiopática de la media, en
la enfermedad de Marfán y en combinación con el síndrome de Turner, y se puede asociar con
anomalías cardiovasculares como la coartación de la aorta. Son raras las disecciones vasculares
originadas por infecciones bacterianas; se ha demostrado su asociación significativa con la
hipertensión arterial.
El pulso en las extremidades puede estar disminuido o ausente como consecuencia de
diferentes situaciones que afectan el diámetro de la luz vascular. Esto puede observarse en
procesos inflamatorios de las diversas capas arteriales, en alteraciones degenerativas y
traumáticas de la íntima, degeneración quística de la adventicia y, además, en diferentes
situaciones propias de los tejidos que la rodean, como son las tumoraciones extrínsecas y las
fibrosis, lo que da como resultado el cuadro clínico de insuficiencia arterial, que se presentará
de distintas formas dependiendo de la instalación del cuadro clínico.
Si la oclusión arterial se produce de forma brusca, estaremos frente a una insuficiencia arterial
aguda, pero si esta disminución es lenta y progresiva, el resultado es la insuficiencia arterial
crónica. En el cuadro clínico de la insuficiencia arterial aguda de una extremidad es de suma
importancia el antecedente, el cual se obtiene mediante el interrogatorio, que orientará hacia
una de las cuatro grandes causas descritas de insuficiencia arterial aguda.
El hábito de fumar, las dietas ricas en grasas y la hipertensión arterial son factores
importantes y peligrosos para la aparición de enfermedades arteriales periféricas. La diabetes
mellitus afecta a un número considerable de pacientes en nuestra población y es vital conocer
este antecedente debido a que por su causa se ven dañadas con mayor frecuencia las arterias
por debajo de la rodilla; la ateroesclerosis es más precoz, más intensa y difusa, aparece en edades
tempranas de la vida, afecta tanto a hombres como a mujeres y constituye un gran riesgo para
el desarrollo de cuadros de insuficiencia arterial aguda de las extremidades.
• Embolectomía.
• Posición del miembro: descender al miembro, ya que al sobre elevar al mismo aumenta
la isquemia.
• Calor: aplicado no sobre el sitio de la substitución, sino a nivel distal produce
vasodilatación.
• Anticoagulante.
• Vasodilatadores.
• Antibióticos a título profiláctico.
• En caso de gangrena realizar amputación.
Dentro de las enfermedades que pueden afectar al sistema venoso, existen dos que destacan
por su frecuencia e importancia: la insuficiencia venosa crónica, con su principal manifestación:
las varices, y la trombosis venosa profunda.
No existe un factor único que sea el causante de las varices. Más exactamente, existe una serie
de factores que pueden conducir a la aparición de esta enfermedad, y la mayoría de las veces
actúan conjuntamente varios de ellos. Algunos de estos factores cobran una importancia
especial.
Los factores genéticos o hereditarios son de gran interés en esta patología. Esto queda de
relieve cuando observamos que los pacientes con varices tienen antecedentes familiares con el
mismo problema mucho más frecuentemente que aquellas personas que no las presentan.
Los factores hormonales asociados, sobre todo, a los cambios en los niveles de estrógenos
pueden colaborar también en la aparición de esta enfermedad. Estas alteraciones en los niveles
hormonales explican por qué los primeros síntomas de insuficiencia venosa crónica aparecen en
las mujeres con las primeras menstruaciones, y se agravan durante la menopausia. Como los
anticonceptivos orales suponen la ingesta de preparados hormonales, pueden tener influencia
sobre la circulación venosa. Sin embargo, es necesaria una predisposición genética para que se
desarrolle una insuficiencia venosa crónica por tal motivo.
Permanecer durante prolongados períodos de tiempo de pie puede colaborar también a la
aparición de esta enfermedad. Así, aquellas profesiones en las que se pasa largo tiempo de pie,
como camareros, profesores, delineantes, peluqueros o vendedores, presentan un mayor riesgo
de sufrir varices.
Otros factores, como el calor que no incluye sólo la exposición directa al sol, sino todo tipo de
fuente de calor como saunas, baños calientes o depilaciones con cera, y el uso de prendas
excesivamente ajustadas pueden influir negativamente en la aparición y agravamiento de las
varices.
Los síntomas clínicos que aparecen con la insuficiencia venosa crónica se caracterizan, en primer
lugar, porque ni su presencia ni su gravedad están en relación directa con el tamaño o la
gravedad de las varices. Es decir, una persona puede tener unas varices de gran tamaño y
apenas presentar síntomas, y otra puede tener síntomas muy importantes sufriendo únicamente
pequeñas varículas.
El síntoma que acompaña de forma más frecuente a las varices es una sensación de pesadez
en las piernas, que se va acrecentando a lo largo del día. Otros síntomas son los calambres
y la sensación de quemazón. Todos estos síntomas se acrecientan si se permanece durante
prolongados períodos de tiempo de pie o sentado, y en ambientes calurosos. Por ello, las
personas con insuficiencia venosa crónica se encuentran peor de sus piernas durante el verano.
Cuando la insuficiencia venosa es muy avanzada, aparecen otros síntomas más graves.
Comienzan a surgir cambios visibles en la piel en forma de manchas de color marrón oscuro
(este estado de la piel se denomina dermatitis ocre). Poco a poco, la piel se inflama y se vuelve
dura y poco elástica (dermatosclerosis). Finalmente, pueden aparecer úlceras en la piel, que
serán de muy difícil curación.
Efectivamente, existen varios tipos de varices si atendemos a su tamaño. Así, de mayor a menor,
tendremos en primer lugar las varices tronculares, varices de gran tamaño que habitualmente
están producidas por la insuficiencia en alguna de las venas safenas. Las varices reticulares y
varículas son de menor tamaño y se localizan debajo de la piel. Por último, están las
telangiectasias, que habitualmente presentan un diámetro inferior al milímetro y se localizan en
el interior mismo de la piel.
Algunas otras funciones del sistema respiratorio, es que interviene en la regulación del pH
corporal, en la protección contra los agentes patógenos y las sustancias irritantes que son
inhalados. También en la vocalización, ya que, al moverse el aire a través de las cuerdas vocales,
produce vibraciones que son utilizadas para hablar, cantar, gritar, etc.
Para un mejor entendimiento sobre la anatomía del sistema respiratorio, éste se puede dividir
en dos partes: el tracto respiratorio superior, el tracto respiratorio inferior y estructuras
accesorias.
• Los senos paranasales son cavidades llenas de aire, de diferente tamaño y forma según
las personas, que se originan al introducirse la mucosa de la cavidad nasal en los huesos
del cráneo contiguos y, por tanto, están tapizadas por mucosa nasal, aunque más delgada
y con menos vasos sanguíneos que la que recubre las fosas nasales. Los huesos que
poseen cavidades aéreas son el frontal, el etmoides, el esfenoides y el maxilar superior.
En el recién nacido, la mayoría de los senos son rudimentarios o están ausentes y durante
la infancia y la adolescencia crecen e invaden los huesos adyacentes. El crecimiento de los
senos es importante porque altera el tamaño y la forma de la cara y da resonancia a la
voz. El moco secretado por las glándulas de la mucosa que los tapiza pasa a las fosas
nasales a través de los meatos.
• La boca es la primera parte del tubo digestivo, aunque también se emplea para respirar.
Está tapizada por una membrana mucosa, la mucosa oral, con epitelio estratificado
escamoso no queratinizado y limitada por las mejillas y los labios. El espacio en forma de
herradura situado entre los dientes y los labios, se llama vestíbulo y el espacio situado
por detrás de los dientes es la cavidad oral propiamente dicha. El techo de la cavidad oral
está formado por el paladar que consiste en dos partes: una ósea llamada paladar duro,
formada por parte de los huesos maxilar superior y palatinos y otra, formada por
músculos pares recubiertos de mucosa, llamada el paladar blando.
• Tráquea es un ancho tubo que continúa a la laringe y está tapizado por una mucosa con
epitelio seudoestratificado columnar ciliado. La luz o cavidad del tubo se mantiene abierta
por medio de una serie de cartílagos hialinos en forma de C con la parte abierta hacia
atrás. Los extremos abiertos de los anillos cartilaginosos quedan estabilizados por fibras
musculares lisas y tejido conjuntivo elástico formando una superficie posterior plana en
contacto directo con el esófago, por delante del cual desciende, lo que permite acomodar
dentro de la tráquea las expansiones del esófago producidas al tragar.
2. Tracto respiratorio inferior:
• Los bronquios principales son dos tubos formados por anillos completos de cartílago
hialino, uno para cada pulmón, y se dirigen hacia abajo y afuera desde el final de la
tráquea hasta los hilios pulmonares por donde penetran en los pulmones. El bronquio
principal derecho es más vertical, corto y ancho que el izquierdo lo que explica que sea
más probable que un objeto aspirado entre en el bronquio principal derecho. Una vez
dentro de los pulmones, los bronquios se dividen continuamente, de modo que cada
rama corresponde a un sector definido del pulmón.
• Los pulmones son los órganos esenciales de la respiración. Son ligeros, blandos,
esponjosos y muy elásticos y pueden reducirse a la 1/3 parte de su tamaño cuando se
abre la cavidad torácica. Durante la primera etapa de la vida son de color rosado, pero al
final son oscuros y moteados debido al acúmulo de partículas de polvo inhalado que
queda atrapado en los fagocitos (macrófagos) de los pulmones a lo largo de los años.
Cada pulmón tiene la forma de un semi cono, está contenido dentro de su propio saco
pleural en la cavidad torácica, y está separado uno del otro por el corazón y otras
estructuras del mediastino. El pulmón derecho es mayor y más pesado que el izquierdo y
su diámetro vertical es menor porque la cúpula derecha del diafragma es más alta, en
cambio es más ancho que el izquierdo porque el corazón se abomba más hacia el lado
izquierdo. El pulmón izquierdo está dividido en un lóbulo superior, que presenta la
escotadura cardíaca en donde se sitúa el corazón, y un lóbulo inferior. El pulmón derecho
está dividido en tres lóbulos: superior, medio e inferior.
• Los bronquios se dividen una y otra vez hasta que su diámetro es inferior a 1 mm,
después de lo cual se conocen como bronquiolos y ya no tienen en sus paredes ni
glándulas mucosas ni cartílagos. Los bronquiolos se subdividen a su vez en bronquiolos
terminales. Estos se subdividen hasta formar los bronquiolos respiratorios que se
caracterizan porque en parte tienen estructura de bronquiolos, pero en parte ya tienen
alvéolos en su pared que se abren directamente en su cavidad.
3. Estructuras accesorias:
• Las pleuras son membranas serosas, es decir que tapizan una cavidad corporal que no
está abierta al exterior y recubren los órganos que se encuentran en su interior que, en
este caso, son los pulmones. Una serosa consiste en una fina capa de tejido conjuntivo
laxo cubierta por una capa de epitelio escamoso simple y como el tipo de epitelio es
siempre el mismo en todas las serosas, se le da el nombre genérico de mesotelio al
epitelio de una serosa.
• La pared torácica está formada por todas las estructuras anatómicas que rodean los
pulmones y pleura, incluyendo los músculos intercostales, costillas y diafragma.
La disnea, corresponde al síntoma principal que se observa en los pacientes con IRA.
Generalmente se describe como “dificultad para respirar”, “acortamiento de la respiración”, “falta
de aire” o “falla de la respiración”. La disnea debe diferenciarse como término de la taquipnea
(aumento de la frecuencia respiratoria) y ortopnea (intolerancia respiratoria al decúbito dorsal).
Las sibilancias, son producidas por obstrucción de la vía aérea asociada a broncoespasmo,
hipertrofia o espasmo de la musculatura lisa respiratoria, hipersecreción de moco e inflamación
peribronquial.
Cianosis en la IRA. La cianosis se define como el tinte o color azulado de la piel y mucosas, que
resulta del incremento de hemoglobina reducida o desoxihemoglobina, y su presencia se
traduce como hipoxia de los tejidos. Existen factores de tipo anatómico, fisiológico y físico que
generan el aumento de la hemoglobina reducida y desencadenan la cianosis; de acuerdo a estos
factores, podemos clasificar la cianosis como central y periférica.
Tos, que corresponde a un reflejo del sistema respiratorio por irritación de la mucosa o por la
presencia de elementos extraños dentro del mismo.
En niños, la bronquitis aguda es producida habitualmente por causa infecciosa. Los síntomas
son tos productiva y en ocasiones dolor retroesternal con respiraciones profundas o tos. El
curso clínico es generalmente autolimitado, con recuperación completa a los 10-14 días del inicio
de los síntomas. Los agentes infecciosos causantes de bronquitis aguda son en un 90% virus
(adenovirus, virus de la gripe, parainfluenza, VRS, rinovirus, bocavirus, coxackie, herpes simple).
En un 10% se trata de infecciones bacterianas (Streptococcus pneumoniae, Haemophilus
influenzae, Moraxella catarrhalis, Mycoplasma pneumoniae, Chlamydia pneumoniae). Es
importante subrayar que las bronquitis agudas bacterianas son excepcionales fuera de los
pacientes fumadores, pacientes con fibrosis quística o inmunodeprimidos. Rara vez puede
producirse por otros agentes infecciosos (hongos) o por agentes no infecciosos (alergias,
aspiraciones o reflujo gastroesofágico).
La bronquitis crónica es una inflamación recurrente con deterioro secundario de la vía aérea.
Los pacientes con bronquitis crónica tienen más secreciones de lo normal por aumento de
producción y/o déficit de aclaramiento. Se asocia con frecuencia a asma, fibrosis quística,
discinesia ciliar primaria, aspiración de cuerpo extraño y exposición a agentes irritantes de la vía
aérea. Existen bronquitis recurrentes también en portadores de traqueostomía e
inmunodeprimidos.
Se trata de una entidad reconocida desde hace relativamente poco tiempo. Es causa de tos
prolongada. La clínica comienza habitualmente con un cuadro catarral y de infección
respiratoria baja que puede asociar fiebre, cuyos síntomas se resuelven a excepción de la
tos. La tos que persiste es una tos húmeda, sin predominio diurno ni nocturno, y sin asociar
otros síntomas. Habitualmente acuden remitidos a consultas de Neumología tras meses de tos.
Con frecuencia en la anamnesis los padres cuentan que ha recibido ciclos antibióticos con
betalactámicos 7 días y/o azitromicina 3 días y que durante el tratamiento la tos mejora, pero a
los pocos días de finalizarlo la tos reaparece. El diagnóstico es clínico, basado en la anamnesis
y la exploración física (que suele ser normal salvo tos húmeda). Se debe plantear diagnóstico
diferencial con otras causas de tos prolongada.
La causa más frecuente de la NAC son las infecciones víricas, seguidas de las bacterianas y,
en casi un tercio de los casos, son causadas por infecciones mixtas virus-bacterias.
La taquipnea parece ser el signo clínico más significativo. En los niños febriles, la ausencia de
taquipnea tiene un alto valor predictivo negativo (97,4%) para neumonía. Al contrario, la
presencia de taquipnea en niños febriles tiene un bajo valor predictivo positivo (20,1%). El grado
de taquipnea guarda relación con el grado de hipoxemia. La OMS utiliza la taquipnea, en
presencia de tos, como el criterio de diagnóstico de neumonía en los países en desarrollo,
donde la radiografía de tórax no es fácilmente accesible.
La fiebre es un signo importante de NAC en lactantes. La fiebre elevada (>38,5ºC) en las primeras
72 h, se asocia con más frecuencia a una etiología bacteriana o mixta y a un mayor nivel de
gravedad. A la ausencia de fiebre, se le ha atribuido un valor predictivo negativo del 97%. Cuando
en niños pequeños predomina la clínica de infección del tracto respiratorio superior asociada a
sibilancias generalizadas y fiebre de poca entidad, se considera que probablemente no se trata
de una neumonía.
La tos no es una característica inicial en la neumonía bacteriana, comienza más tarde, cuando,
tras el inicio de la lisis, los detritos irritan los receptores de las vías aéreas.
El espectro de gravedad de la NAC puede ser de leve a grave. Los niños con NAC leve a
moderado pueden ser manejados con seguridad en la comunidad. Puntos clave:
El término asma se deriva de la palabra griega ásthma que significa jadeo, ahogo, dificultad
respiratoria. El asma es un trastorno inflamatorio repetitivo de las vías aéreas, que limita el
flujo de aire dentro del árbol respiratorio, con sintomatología y signología de dificultad para
respirar. La evidencia de reversibilidad es dada por la mejoría del volumen espirado durante
el primer segundo (FEV1) al menos en 15% después de terapia broncodilatadora.
La prevalencia mundial del asma fluctúa entre 3% y 5%. Se supone que las más bajas frecuencias
de esta enfermedad en los indios americanos o entre los habitantes de Nueva Zelanda y en los
esquimales obedece a una menor exposición a agentes alergénicos. La edad de presentación de
la enfermedad es variable. El asma en las primeras dos décadas de la vida es más frecuente en
hombres (2:1) para luego igualarse en ambos sexos. Se la asocia con alergias del tipo rinitis
(83%), conjuntivitis (9%), dermatitis (7%) y pólipos (1%).
La mortalidad es de 0.4 por 100.000 entre 5 y 34 años en los Estados Unidos, país donde es dos
veces más frecuente en la población negra. En casos severos que requieren de ventilación
mecánica en las unidades de cuidado intensivo la mortalidad puede alcanzar hasta 15%.
Se consideran siete factores para abarcar las causas premonitorias del episodio agudo:
1. Las infecciones virales en todas las edades son el estímulo más frecuente.
2. El ejercicio es uno de los desencadenantes de las crisis agudas. En estos casos se
comprometen la hiperventilación, la temperatura, el contenido de agua del aire inspirado
y la severidad de la obstrucción bronquial.
3. Los alérgenos en el aire inspirado como plumas, caspa de animales, ácaros, mohos y
otros.
4. Dentro de los fármacos implicados como desencadenantes de episodios agudos están la
aspirina y otros AINES y BB. Los colorantes y las conservas alimenticias producen
reacciones cruzadas con otras sustancias como ensaladas, frutas frescas, papas, mariscos
y vino.
5. Los factores ambientales que la provocan son el ozono, dióxido de nitrógeno y el azufre.
6. Los factores laborales incluyen las sales metálicas, polvos de madera y vegetales,
productos industriales y plásticos, detergentes, productos de origen animal o de insectos.
7. Tensión emocional.
La disnea tiene que ver con el nivel de esfuerzo necesario para mantener una adecuada
ventilación y se relaciona con la obstrucción de la vía aérea. Predomina el patrón espiratorio que
al ser mayor de 7 segundos indica obstrucción severa.
Las sibilancias producidas por la velocidad de flujo a través de las vías aéreas estrechas no
siempre están presentes y su ausencia no excluye el diagnóstico. El mismo paciente las identifica
en 95% de los casos; son dos veces más frecuentes en espiración, son polifónicas y el tono
cambia de acuerdo con el sitio donde se ausculte. En casos severos la obstrucción es tal que no
se perciben con el estetoscopio. El esputo puede ser amarillo-verdoso por la eosinofilia,
minimizando la purulencia neutrofílica de la infección del tracto respiratorio.
En el hemotórax espontáneo, la historia clínica y examen físico pueden orientar hacia la etiología.
Por ejemplo, antecedente de hemoptisis (tiene relación con malformaciones arteriovenosas), uso
previo de medicamentos (antiagregantes plaquetarios, anticoagulantes), tendencia al sangrado
por coagulopatía (asociación con epistaxis, hematuria, derrames articulares), periodicidad de los
derrames (asociación con los ciclos menstruales en endometriosis pleural) entre otros.
La cavidad pleural está llena de un trasudado es indoloro, no produce fiebre o si esto existe,
debe ser una enfermedad asociada. Hoy el hidrotórax es siempre consecuencia de una
enfermedad generalizada: insuficiencia cardiaca grave, uremia, cirrosis hepática, necrosis,
obstrucción venosa o linfática, etc.
La boca es la primera parte del tubo digestivo, aunque también se emplea para respirar. Está
tapizada por una membrana mucosa, la mucosa oral, con epitelio plano estratificado no
queratinizado y limitada por las mejillas y los labios. El espacio en forma de herradura situado
entre los dientes y los labios, se llama vestíbulo y el espacio situado por detrás de los dientes
es la cavidad oral propiamente dicha. El techo de la cavidad oral está formado por el paladar
que consiste en dos partes: una ósea llamada paladar duro, formada por parte de los huesos
maxilar superior y palatinos y otra, formada por músculos pares recubiertos de mucosa, llamada
el paladar blando o velo del paladar, que se inserta por delante en el paladar duro y, por detrás
es libre y presenta una proyección cónica en la línea media, la úvula.
A cada lado del paladar blando hay dos músculos recubiertos de repliegues verticales de mucosa
que constituyen los dos pilares anteriores y los dos pilares posteriores del paladar y forman el
istmo de las fauces o puerta de comunicación de la cavidad oral con la parte oral de la faringe
u orofaringe. Entre los pilares, en cada lado, se encuentra una colección de tejido linfoide que
constituye las amígdalas palatinas (que cuando se infectan son llamadas popularmente
anginas) cuya parte visible no es una guía exacta de su tamaño real porque una gran porción de
ellas puede estar oculta por detrás de la lengua. Por su parte anterior la cavidad oral se comunica
con el exterior por la abertura de la boca.
La faringe es un tubo que continúa a la boca y constituye el extremo superior común de los
tubos respiratorio y digestivo. En su parte superior desembocan los orificios posteriores de
las fosas nasales o coanas, en su parte media desemboca el istmo de las fauces o puerta de
comunicación con la cavidad oral y por su parte inferior se continúa con el esófago, de modo
que conduce alimentos hacia el esófago y aire hacia la laringe y los pulmones. Para una
mejor descripción se divide en 3 partes: nasofaringe, situada por detrás de la nariz y por
encima del paladar blando, orofaringe, situada por detrás de la boca, y laringofaringe, situada
por detrás de la laringe. Debido a que la vía para los alimentos y el aire es común en la faringe,
algunas veces la comida pasa a la laringe produciendo tos y sensación de ahogo y otras veces
el aire entra en el tubo digestivo acumulándose gas en el estómago y provocando eructos.
La orofaringe es la parte oral de la faringe y tiene una función digestiva ya que es continuación
de la boca a través del istmo de las fauces y está tapizada por una mucosa similar a la mucosa
oral. La orofaringe está limitada por arriba por el paladar blando, por abajo por la base de la
lengua, en donde se encuentra una colección de tejido linfoide llamada amígdala lingual, y por
los lados por los pilares del paladar anteriores y posteriores.
El esófago es el tubo que conduce el alimento desde la faringe al estómago. Se origina como
una continuación de la faringe (a nivel de la VI vértebra cervical) y desciende a través del cuello
y el tórax para atravesar después el diafragma (por el hiato esofágico) y alcanzar el
estómago. Hasta llegar a la bifurcación de la tráquea, está situado entre la tráquea por delante
y la columna vertebral, por detrás. Después, el pericardio separa el esófago de la aurícula
izquierda. Penetra en el estómago formando un ángulo agudo (a nivel de la X vértebra dorsal) y
su longitud total es de unos 25 cm. El epitelio de su mucosa es plano estratificado no
queratinizado y en las capas musculares de su pared, se encuentra músculo estriado esquelético
en su 1/3 superior que gradualmente es sustituido por músculo liso en su 1/3 medio, en donde
se encuentran juntas fibras musculares estriadas y lisas, y en su 1/3 inferior ya es músculo liso
que se continúa con las capas de músculo liso del estómago.
Si consideramos que el estómago tiene forma de J, se puede distinguir una porción vertical y
otra horizontal. El pliegue que está entre las dos porciones se llama incisura angular. Un plano
que pase por la incisura angular y otro que pase por la unión esofagogástrica delimitan varias
partes:
• El fundus o fórnix, es la parte más alta del estómago. Está situado en la parte superior y
a la izquierda del orificio de comunicación con el esófago o cardias. El ángulo que se
forma entre el fundus y los cardias ayuda a evitar el reflujo gastroesofágico y las hernias
de hiato (deslizamiento de parte del estómago al interior de la cavidad torácica).
• El cuerpo, es la zona comprendida entre el fórnix y la incisura angular. Está limitado a
ambos lados por las curvaturas mayor y menor.
• La porción pilórica o píloro, tiene forma de embudo y es la zona comprendida entre la
incisura angular y el esfínter pilórico, que separa al estómago del duodeno. El píloro se
divide en una porción proximal o antro pilórico, que es la parte más ancha, y una
porción distal o canal pilórico, que es más estrecha.
El intestino delgado es un tubo estrecho que se extiende desde el estómago hasta el colon.
Consta de 3 partes: duodeno, yeyuno e íleon.
El yeyuno y el íleon tienen en conjunto más de 4.5 m de longitud y debido a que sus
características morfológicas y funcionales son parecidas se les puede considerar una unidad: el
yeyuno-íleon, que forma las llamadas asas del intestino delgado, situadas por debajo del colon
transverso y recubiertas por el mesenterio, constituido por pliegues de peritoneo, que las sujeta
a la pared abdominal posterior. La desembocadura del íleon en el colon se produce en el ciego,
en el orificio íleocecal a través del cual pasa el contenido del intestino delgado al intestino
grueso, y que está rodeado por la válvula ileocecal cuya función principal es evitar el reflujo
de materias fecales desde el colon al intestino delgado. En los últimos centímetros de íleon,
que preceden a la válvula, la pared intestinal posee una pared muscular engrosada, el esfínter
íleocecal que, en condiciones normales, se encuentra medianamente contraído y no permite que
el contenido del íleon se vacíe en el ciego de un modo brusco y continuado.
El intestino grueso se extiende desde la válvula ileocecal hasta el ano y tiene unos 1.5 m de
longitud.
Consta de:
Su incidencia a lo largo de toda la vida de un ser humano ha sido estimada en 8,7% en los
hombres y 6,7% en las mujeres. En EE. UU., 4 de cada 1000 niños ≤14 años son operados cada
año de apendicitis.
La mayoría de los estudios concuerdan en que el grupo de edad más afectado oscila entre los
10 y 19 años. Dentro de éste, los hombres resultan ser el género más afectado, con una
frecuencia de 8,6 %, en comparación con un 6,7% en mujeres.
Por otro lado, se han pesquisado diferencias raciales y estacionales. Las tasas de apendicitis son
1,5 veces más altas en población blanca en comparación al resto. Se ha reportado que la
apendicitis aguda suele presentarse un 11,3% más frecuentemente en verano.
La gastritis es una entidad de elevada morbilidad a nivel mundial, su incidencia varia en las
diferentes regiones y países.
Las gastritis pueden ser totalmente asintomáticas y en caso de existir síntomas estos no son
propios, sino atribuibles a ella, como es la presencia de ardor, dolorabilidad o molestias
postprandiales en epigastrio, llenura precoz, vinagreras, nausea, distensión abdominal,
síntomas que también pueden estar presentes en dispepsia no ulcerosa, úlceras o neoplasias
gástricas o duodenales y aún en el colon irritable. Además, pueden manifestarse con
hemorragias crónicas o agudas que podrían llegar a ser masivas con hematemesis y melena.
El tradicional concepto de que las hemorroides eran dilataciones venosas que se ubicaban en
el canal anal, ha sido difícil de cambiar a pesar de un sinnúmero de trabajos que así lo
demuestran. Al respecto, Bannura en una carta dirigida al editor en la Revista Médica de Chile,
hace un resumen de los trabajos que demuestra que las hemorroides son estructuras anatómicas
normales del canal anal. Su presencia está comprobada desde la infancia formando una
estructura vascular que tendría tres zonas solevantadas como cojinetes vasculares que se ubican
en los cuadrantes anterior derecho, posterior derecho y lateral izquierdo. Estas estructuras
vasculares son plexos con comunicaciones arteriovenosas que explican el sangrado rojo rutilante
de tipo arteriolar, que se produce al estar las hemorroides sintomáticas.
En los antiguos tratados de proctología, incluyendo los de Bacon o Goligher, se describe una
extensa lista de causas de hemorroides, tales como la hipertensión portal, embarazo y otras.
Los nuevos conceptos desarrollados por Thomson señalan que los cojinetes vasculares están
fijos a la pared muscular. Por otra parte, Haas demuestra que la pérdida del tejido conectivo que
fija los plexos a la pared muscular es la principal causa del prolapso de ellos y es este prolapso
el que conduce a la aparición del aumento de volumen anal, prurito, sensación de quemadura,
incontinencia, suciedad y del sangrado rojo rutilante.
Por lo tanto, todo elemento que provoque alteración del tejido conectivo y pérdida de
fijación de los cojinetes, es agente causante de enfermedad hemorroidal. Actualmente se
reconoce como factores que deterioran el tejido conectivo: la edad, un factor hereditario, la
estitiquez pertinaz que provoca traumatismo y arrastre de los plexos.
La hipertensión portal no sería una causa importante de crecimiento de los plexos hemorroidales.
Así lo demuestran algunos autores, apoyando su afirmación en la observación de enfermos con
cirrosis hepática avanzada con hipertensión portal y ascitis, los cuales sólo presentan
hemorroides en un 28% de los casos.
Podrá ser asintomático o manifestarse solo por una sensación de pesadez ano- rectal, los
externos son visibles y los internos solo el examen rectal interno.
Otras causas menos frecuentes son K.pneumoniae, S.pneumoniae y los enterococos. Menos del
5% se deben a anaerobios. En el estudio de Boixeda se aisló E.coli en el 40% de los pacientes y
en la revisión de Wilcox el patógeno más frecuente fue E.coli (47%) seguido de K. pneumoniae
(11%), otros bacilos gram negativos (11%) y estreptococos (26%). La peritonitis primaria de la
infancia ha disminuido en los últimos años, probablemente en relación con el uso generalizado
de antibióticos y suele estar causada por S.pneumoniae, estreptococos del grupo A y más
raramente por enterobacterias y estafilococos. Algunas infecciones gonocócicas o por
Chlamydias de forma excepcional cursan con peritonitis localizadas (pelviperitonitis o
perihepatitis) y la tuberculosis puede presentarse con un cuadro peritoneal. Las peritonitis de los
pacientes con diálisis peritoneal ambulatoria están causadas por los microorganismos de la piel,
S.epidermidis, corinebacterias, S.aureus y más raramente enterobacterias, P. aeruginosa u
hongos.
Al inicio los síntomas clínicos se confunden con el proceso responsable de la peritonitis y pueden
variar dependiendo de la edad del paciente, la afectación de su estado general y el grado de
extensión de la infección.
El síntoma principal es el dolor abdominal intenso que inicialmente puede estar localizado
pero que posteriormente se generaliza. La localización del dolor depende de la patología
de base y de si la inflamación está localizada o generalizada. En las perforaciones gástricas el
dolor suele ser epigástrico y en la apendicitis el dolor suele iniciarse en la región periumbilical y
a las pocas horas se localiza en la fosa ilíaca derecha. Cuando la infección progresa el dolor se
generaliza, se agrava con los movimientos, con la tos y se acompaña de distensión
abdominal con defensa muscular.
En general los pacientes presentan signos de gravedad con mal estado general, fiebre,
taquicardia, taquipnea y ocasionalmente hipotensión, fallo multiorgánico y shock. La fiebre
es un síntoma frecuente pero que puede faltar en los ancianos o inmunodeprimidos lo cual es
un signo de gravedad y mal pronóstico.
La colecistitis aguda corresponde a una inflamación de la vesícula biliar. En 90- 95% de los
casos, corresponde a una complicación de la colelitiasis (colecistitis litiásica), generalmente,
por obstrucción del conducto cístico, con distensión e inflamación, además de infección
bacteriana secundaria. El 5-10% restante presenta una colecistitis sin litiasis demostrada
(colecistitis alitiásica), cuya etiología suele ser multifactorial, pero que se caracteriza por una
susceptibilidad aumentada a la colonización bacteriana en una bilis estática, muchas veces
dentro del contexto de pacientes con afecciones sistémicas agudas. Un porcentaje mínimo (<1%)
de las colecistitis resultan de tumores oclusivos del conducto cístico.
En Chile hay variadas cifras dependiendo de la población estudiada. Se estima que en general la
prevalencia de colelitiasis es del 10 a 14%, no obstante, en poblaciones como la de Isla de Pascua
es del 6% aproximadamente.
Se estima que la colecistitis litiásica aguda es 3 veces más frecuente en mujeres que en hombres
antes de los 50 años; después de los 50 años, es solamente 1,5 veces más frecuente. El riesgo
también aumenta 2 veces en pacientes con antecedentes de litiasis biliares en familiares de
primer grado. Otros determinantes de riesgo incluyen obesidad, dietas hiperlipídicas,
resección ileal terminal, ciertos fármacos (fibratos, anticonceptivos, ceftriaxona), y el
embarazo (por disminución de la contracción vesicular secundaria a la acción de la
progesterona, generando estasis biliar). Un estudio reciente acerca de colecistitis en EEUU estimó
un aumento del 44,3% de altas hospitalarias por colecistitis aguda desde 1997. Este aumento
podría explicarse por la incidencia creciente de obesidad en ese país.
La presentación clínica de los pacientes con colecistitis aguda dependerá del estado
inmunológico del paciente, fármacos asociados y gravedad del proceso inflamatorio.
En el examen físico general se observa un paciente que puede estar taquicárdico con alza
térmica. En el examen abdominal se hallará una hipersensibilidad y resistencia focales en el
cuadrante superior derecho. En la colecistitis aguda es característico el signo de Murphy, es
decir, detención de la inspiración con la palpación profunda de la zona subcostal derecha.
En algunos casos, se puede palpar una masa, que corresponde a la vesícula biliar inflamada,
aunque a veces la resistencia abdominal puede impedir su palpación.
En pacientes obesos, el examen físico abdominal puede ser dificultoso y no tener los hallazgos
clásicos.
• Antibióticos.
• Reposo y sedantes.
• Analgésicos y antiespasmódicos.
• Hidratación.
• Quirúrgico en caso de peritonitis.
La pancreatitis aguda (PA) es una de las enfermedades digestivas más frecuentes a la que nos
debemos enfrentar en los hospitales, con un elevado costo económico para nuestros sistemas
de salud y a la vez elevada morbimortalidad. En los últimos años se ha observado un aumento
en los casos hospitalizados en Estados Unidos, de 40 por 100.000 en 1998 a 70 por 100.000 en
2002, cifra que aumentó a más del doble en 2009. Recientemente se ha realizado una revisión y
actualización sobre la definición y clasificación de la enfermedad, mejorando lo que antes se
conocía como la clasificación de Atlanta de 1992. Además de una actualización en la
terminología, en esta revisión se obtiene una clasificación morfológica de las colecciones, se
define mejor la gravedad en pancreatitis leve, moderadamente grave y grave.
En Latinoamérica hay datos poco confiables sobre la incidencia o prevalencia. Sin embargo, se
estima que la incidencia de la enfermedad ha aumentado en la región, pero se han mantenido
las tasas de letalidad.
Según datos estadísticos del Ministerio de Salud de Chile, se ha observado un incremento en los
egresos hospitalarios por PA, pero manteniendo la proporción del número de muertos por la
enfermedad. La mortalidad en Chile fue de 7-10% entre los años 1992 y 2002 y de 6,3% durante
el período 2002 a 2007.
En México tampoco hay datos estadísticos confiables, sin embargo, en 2001 fue la
decimoséptima causa de mortalidad hospitalaria, con una prevalencia de 3%, lo que se considera
es una subestimación de la realidad.
En Estados Unidos la incidencia anual varía de 13 a 45 casos por 100.000 personas, y entre 1996
y 2005 hubo un incremento de más de 60% en el número de estudios de amilasa sérica
solicitados en los servicios de emergencia, reflejando probablemente un aumento de los casos.
Como puede deducirse por lo descrito anteriormente, la causa más frecuente de PA en los países
de América es la obstrucción biliar y en los de Europa la ingesta de alcohol.
• Fase temprana: en esta fase las manifestaciones son debidas a la respuesta que genera
el huésped ante el daño pancreático. Generalmente dura una semana, pero se puede
extender hasta 2 semanas. Se caracteriza por activación de la cascada inflamatoria
mediada por citocinas, que clínicamente se presenta como el SIRS. El determinante de
gravedad y mortalidad en esta fase es la presencia de falla orgánica y su duración
(transitoria o persistente).
• Fase tardía: se caracteriza por la persistencia de signos de inflamación o la presencia
de complicaciones locales, generalmente luego de la primera semana de evolución de
la PA. En esta fase es necesario la definición morfológica de las complicaciones locales, ya
que su presencia puede modificar el tratamiento del enfermo. Sin embargo, la falla
orgánica persistente es el mayor determinante de gravedad es esta fase. El SIRS de la fase
temprana puede acompañarse, en algunos casos, del síndrome de respuesta
compensatoria antiinflamatoria, un fenómeno poco comprendido que genera una suerte
de depresión del sistema inmunológico y que aumenta el riesgo del desarrollo de
infecciones, típico de esta fase de la PA.
Los riñones filtran la sangre y producen la orina, que varía en cantidad y composición, para
mantener el medio interno constante en composición y volumen, es decir para mantener la
homeostasis sanguínea.
El riñón derecho se relaciona con la vena cava inferior, la segunda porción del duodeno, el
hígado y el ángulo hepático del colon, con los dos últimos a través del peritoneo.
Los riñones son alargados en sentido vertical, tiene la forma de frijol, tiene una longitud de 12
cm, una anchura de 7 a 8 cm y un espesor de 4 cm; su peso es de 140 gr en los hombres y de
120 gr en la mujer.
Los uréteres son dos conductos de unos 25 a 30 cm. de largo, que salen de cada riñón y sirven
para transportar la orina desde los riñones hasta la vejiga. En el hombre son un poco más
largos que en las mujeres. Comienza en la pelvis renal y sigue una trayectoria descendente,
portan la orina desde la pelvis renal, hasta la vejiga urinaria. Tiene una longitud aproximada de
30cm. Están situados en la cara posterior del abdomen, apoyados en el músculo psoas.
La vejiga urinaria tiene una capacidad aproximada de 400 cc. Se localiza por detrás de la
sínfisis púbica y por delante del recto en el hombre, en la mujer el útero está por delante y por
detrás de la vejiga el recto.
Conducto excretor de la orina que se extiende desde el cuello de la vejiga hasta el meato
urinario externo. En ambos sexos realiza la misma función, sin embargo, presenta algunas
diferencias de las que es interesante destacar. En las mujeres, la uretra mide cerca de 3.5 cm de
longitud y se abre al exterior del cuerpo justo encima de la vagina. En los hombres, la uretra
mide cerca de 12 cm de largo, pasa por la glándula prostática y luego a través del pene al exterior
del cuerpo.
Está adherida firmemente a la pared de la vagina, no pasa por la próstata -las mujeres carecen
de este órgano- y no tiene, como en el hombre, una función reproductora. No hay que confundir
el uréter con la uretra. No son lo mismo.
La vejiga urinaria es un órgano hueco músculo-membranoso que forma parte del tracto
urinario y que recibe la orina de los uréteres y la expulsa a través de la uretra al exterior del
cuerpo durante la micción La vejiga urinaria está presente en todos los mamíferos. Procede de
la parte inferior del pedículo del alantoides, obliterando progresivamente la parte superior de
este pedículo para formar el uraco.
La capacidad fisiológica de la vejiga urinaria o hasta que aparece el deseo de orinar oscila entre
los 300 y 350 centímetros cúbicos. Y puede aumentar de 2 a 3 litros en caso de retención aguda
de orina. Esta capacidad se reduce en casos de cistitis hasta los 50 centímetros cúbicos.
El interior de la vejiga se visualiza realizando una cistoscopia, que observa la mucosa vesical, los
meatos ureterales y el cuello vesical la unión con la uretra. Estos tres puntos delimitan el
trígono vesical, que es una porción fija y no distensible del órgano.
Factores de riesgo descritos incluyen diabetes mellitus, obstrucción ureteral, reflujo vesico-
ureteral, uso de drogas endovenosas e inmunosupresión. Los abscesos renales son poco
frecuentes en niños, pero sus consecuencias pueden ser graves, incluyendo sepsis, daños renales
graves o la pérdida del riñón.
El absceso renal es una complicación infrecuente pero grave dentro de las infecciones del tracto
urinario (ITU), que presentaba una mortalidad de 39-50% en la década de los años sesenta y
setenta del siglo XX. Actualmente, gracias a la disponibilidad del diagnóstico por imágenes,
además de un manejo agresivo, la letalidad se ha reducido al 6%. Sin embargo, el diagnóstico
sigue siendo difícil, ya que los pacientes presentan una sintomatología difusa y poco específica,
siendo el 10% de ellos oligosintomáticos.
El absceso renal en niños es una patología poco frecuente, pero de gran importancia, ya que el
tratamiento inadecuado puede llevar a cuadros sépticos graves y a la pérdida de la unidad renal,
pudiendo generar secuelas e incluso mortalidad. Es una colección de material purulento
confinado al parénquima renal y que se localiza en la corteza, éste puede ser secundario a
una pielonefritis xantogranulomatosa. La obstrucción parcial del riñón hace que refluya orina
infectada al riñón, 2/3 de los abscesos se asocia a litiasis y daño renales.
El desarrollo del absceso renal durante el embarazo es excepcional, pese a que la prevalencia de
la ITU aumenta con la gestación (10- 15% de las gestantes) y que el 75% de los abscesos renales
son secundarios a la infección. Durante el embarazo las infecciones urinarias aumentan su
frecuencia, debido a cambios anatómicos y funcionales que se producen en el sistema urinario,
siendo la mayoría de ellas asintomáticas. Entre el 2 y 10% de las embarazadas cursarán con
bacteriuria asintomática, y el 40% de ellas progresarán a pielonefritis aguda si no son tratadas
en forma adecuada. La vía principal de infección es la ascendente (75%), siendo los
microorganismos aislados más frecuentes la E. Coli (26%), Klebsiella pneumoniae (22%),
Staphylococcus aureus (18%), a pesar de que sólo el 50% de los urocultivos resulta positivo.
Entre los factores de riesgo están: la presencia de litiasis renal que bloquea el flujo urinario y
sirve de reservorio para la infección, anormalidades del tracto urinario, estasis urinaria, cirugía
urológica, biopsia renal, embarazo, drogadictos por la vía endovenosa, vejiga neurógena, trauma
renal, hemodiálisis, y diabetes mellitus.
No existe una presentación clínica característica del absceso renal y se debe sospechar
frente a la presencia de síntomas de infección urinaria que no responden a un tratamiento
antimicrobiano adecuado. En pacientes diabéticos y ancianos, esta presentación puede ser aún
más vaga y el examen físico muchas veces no refleja la gravedad de la infección, por lo que el
diagnóstico se retrasa aumentando el riesgo de mala evolución y su letalidad.
La cirugía y el uso de antimicrobianos son los pilares fundamentales del tratamiento.
Conceptualmente expresa la ausencia de orina. Sin embargo, la definición clínica más aceptada
es la de un flujo urinario inferior a los 50 a 100 ml por día. Para expresarla suele utilizarse el
término oligoanuria.
Anuria total expresa la ausencia total de diuresis. Esta suele estar limitada a estados como la
oclusión total de las arterias o venas renales, la necrosis cortical bilateral y la uropatía
obstructiva total. Con menor frecuencia puede manifestarse en algunos tipos de
glomerulonefritis y vasculitis agudas. Utilizaremos el término oliguria durante el desarrollo del
tema.
En ocasiones el motivo puede ser único, pero otras veces -la mayoría- se asocian varias causas,
tanto desde el principio como a lo largo de la evolución, interviniendo así procesos pre, sub y
propiamente renales, con lo que la orientación etiopatogénica de la anuria se hará sumamente
compleja, siendo indispensable buscar y valorar los hallazgos con la máxima ponderación, para
llegar en cada etapa evolutiva a un diagnóstico lo más preciso y objetivo posible, lo que permitirá
en cada momento el tratamiento más eficaz.
Eliminar la causa o solucionar el fenómeno obstructivo, actuar sobre las infecciones bacterianas,
como puede suceder en una pielonefritis ascendente, administrar esteroides corticales en caso
de un proceso de angitis visceral.
La litiasis renal es una enfermedad frecuente, que afecta al 12% de la población, con
predominio en el sexo masculino y alta tasa de recidivas (50%). Suele afectar a pacientes en edad
laboral, por lo que además de su coste directo, implica un coste indirecto muy elevado en bajas
laborales y horas de trabajo perdido.
La orina es una solución acuosa inestable que contiene multitud de componentes inorgánicos,
orgánicos o celulares. Los mecanismos fisicoquímicos que permiten mantener dichos solutos en
solución se conocen de modo incompleto.
Los cálculos renales son de origen multifactorial y se asocian con anomalías genéticas e
infecciones que favorecen las etapas litogénicas: nucleación, agregación, crecimiento y
fijación del cálculo. Conviene recordar que los cálculos urinarios son concreciones sólidas
compuestas por cristales inorgánicos y por matriz orgánica en proporción variable.
El espectro clínico es muy variable. Oscila desde cuadros asintomáticos hasta otros que
pueden suponer un serio peligro para la vida del paciente. Así pues, las manifestaciones
clínicas de la urolitiasis incluyen: hallazgos analíticos (microhematuria, leucocituria), dolor
lumbar, cólico nefrítico, síndrome miccional irritativo, infección urinaria, pionefrosis,
sepsis de origen urinario e insuficiencia renal crónica.
El cólico nefrítico constituye el motivo más frecuente de asistencia urgente dentro del
ámbito urológico y representa un 2-5% de las urgencias hospitalarias. Aproximadamente el 50%
de estos enfermos tiene episodios recurrentes, que suelen ser más frecuentes en el
hiperparatiroidismo primario, cistinuria, la acidosis tubular renal y la combinación de diferentes
trastornos metabólicos.
El origen del cólico nefrítico estaría en la obstrucción del tracto urinario superior provocada
por un cálculo en su camino desde el riñón a la vejiga para ser eliminado al exterior. La
hiperpresión a este nivel es la causante última de la sintomatología dolorosa del paciente. Según
la localización del cálculo que provoca el cólico, el dolor se localiza de modo diverso: si el cálculo
es renal, el dolor predomina en la fosa lumbar y el ángulo costovertebral del lado afecto; si
la litiasis se encuentra en el uréter proximal, el dolor suele ser lumbar bajo y se irradia en
banda ancha hacia la fosa ilíaca, mientras que, si el cálculo está en el uréter pélvico, el dolor
se centra más en áreas inguinales o genitales y se suele asociar a irritación miccional.
Las enfermedades glomerulares son la causa más común de insuficiencia renal crónica (IRC)
terminal en todo el mundo, representa 51% de los casos en los Estados Unidos, e incluye 37.9%
de los casos de glomeruloesclerosis diabética. La hematuria en la GMN es tipificada por la
presencia de hematíes dismórficos en más de 20%, acantocitos mayores de 5% (hematíes
redondeados con protrusiones citoplasmáticas) y células G1 y/o cilindros eritrocitarios en la
orina.
Todos se absorben por vía oral. Como la semivida de la espironolactona es sólo de 10 minutos,
cuando se requiere un efecto más prolongado se emplea en su lugar canreonato potásico por
vía parenteral.
De entre los síndromes glomerulares, sin duda el nefrótico es el de mayor frecuencia, no sólo
en el grupo de glomerulopatías primarias, sino también en las patologías sistémicas; esto último
debido a la pandemia de diabetes mellitus y la nefropatía diabética en etapa avanzada.
El síndrome nefrótico primario incluye una amplia lista de etiologías con un rango de edad de
presentación que va desde la niñez hasta la edad adulta. Si bien ocasionalmente éste se
autolimita, la gran mayoría sigue un curso crónico con afección variable de la función renal.
Igualmente presenta diferentes grados de respuesta al tratamiento: desde una sensibilidad
“exquisita” (vg. enfermedad de cambios mínimos) hasta la refractariedad que culmina en
insuficiencia renal crónica terminal (algunos casos de nefropatía membranosa y/o
glomerulosclerosis focal y segmentaria, así como glomerulonefritis membranoproliferativa).
Los síntomas obstructivos son más frecuentes, pero los irritativos interfieren más en las
actividades de la vida diaria y en la calidad de vida. Se acompañan de otras manifestaciones
como: hematuria, infección urinaria, insuficiencia renal, incontinencia urinaria, litiasis
vesical. La hematuria es consecuencia de la rotura de los capilares sanguíneos en relación con
los cambios morfológicos de la vejiga; con la hematuria y la consiguiente formación de coágulos
hay riesgo de RAO. La litiasis vesical produce dolor con los movimientos y, por tanto, la aparición
de polaquiuria, micción imperiosa y hematuria que se alivian con el reposo. La polaquiuria,
inicialmente nocturna, es el síntoma de presentación más frecuente, seguido por la disuria. Estos
síntomas son muy variables, tanto en el tiempo de presentación como en su intensidad, por lo
que a la hora del tratamiento hay que individualizar cada caso. El 50-80% de los pacientes con
HBP tienen síntomas e influyen considerablemente en su calidad de vida.
El objetivo consiste en mejorar los STUI y la calidad de vida e intentar prevenir las complicaciones.
Debe ser individualizado para cada paciente y siempre teniendo en cuenta la historia natural de
la enfermedad, de la que sabemos que en cinco años de seguimiento el 40% de los pacientes
con prostatismo moderado mejoran sin ningún tipo de tratamiento, mientras que sólo empeoran
el 15%. Los pilares del tratamiento de la HBP son los siguientes: medidas higiénico-dietéticas,
seguimiento periódico de los síntomas y complicaciones; tratamiento médico, y
tratamiento quirúrgico.
La tuberculosis representa una infección por bacterias del género Mycobacterium sp. De
evolución crónica e insidiosa, que ataca principalmente al sistema respiratorio y en algunos casos
al sistema urinario, con infección directa al riñón y vías urinarias o produciendo secundariamente
una amiloidosis renal. Y que puede desencadenar en una insuficiencia renal o muerte del
paciente.
Las micobacterias son bacilos inmóviles y aerobios, que entran al cuerpo mediante la
inhalación de gotitas infecciosas, eliminadas al aire por la tos o el estornudo de una
persona con TB. Una vez en el cuerpo se induce una respuesta inmunitaria que controla el 95%
de las infecciones, sin embargo, un pequeño número de pacientes debido a características
propias del microorganismo o a un estado inmune deficiente no controlan la infección y
desarrollan la enfermedad activa y son más propensos a sufrir reinfección o reactivación. La TB
genitourinaria se produce por diseminación metastásica de los microorganismos por vía
hematógena en el contexto de una primoinfección. El riñón es el órgano primario infectado
en la forma genitourinaria y la infección inicial se da en la corteza renal, donde en una forma
latente puede permanecer la micobacteria por décadas en forma de granuloma, hasta que
suceda una reactivación. Es decir, la infección es causada por la activación de un foco primario
renal metastásico.
Se pueden describir dos líneas de tratamiento, la médica que representa la primera línea y
la quirúrgica que se ha convertido en un procedimiento adyuvante del tratamiento médico. La
piedra angular de la terapéutica farmacológica es el enfoque multi farmacológico. Las
recomendaciones actuales de los CDC para TB genitourinaria aconsejan tratamiento de 6 a 9
meses. Los medicamentos más utilizados corresponden a los antifímicos bajo un esquema de
dos meses a base de: rifampicina, isoniazida, pirazinamida, con o sin etambutol, seguido de
cuatro meses de tratamiento con rifampicina e isoniazida.
La palabra endocrinología proviene del griego y significa ciencia de las secreciones internas,
en donde las hormonas cumplirían el rol de mensajeros químicos. Esta es una disciplina de las
ciencias biomédicas, biológicas y médicas que estudia las hormonas en sus diferentes aspectos
tanto fisiológicos como patológicos.
El Sistema Endocrino (SE), comprende el conjunto de órganos y tejidos que forman las
hormonas. Las glándulas endocrinas son todos los órganos o tejidos, con cierta individualidad
anatómica, que secretan una o varias hormonas. El término hormona proviene del griego que
significa excitar o estimular.
No hay relación anatómica entre las diversas glándulas endocrinas, pero existen ciertas
relaciones hormonales de interdependencia, control o servomecanismos, por lo que se habla de
ejes endocrinos, (por ejemplo, sistema nervioso central [SNC]-hipotálamo hipófisis-gónadas).
También su histología es muy diversa, pero, por lo general, poseen características secretoras, de
microanatomía y micro fisiología parecidas, así como una rica vascularización, que asegura el
aporte de nutrientes para su función, a veces vital a corto plazo y siempre fundamental para el
buen funcionamiento de todo el organismo.
Más del 90% de las personas con acromegalia presentan un adenoma hipofisario de las células
somatotropas, las cuales son las encargadas de secretar GH. El 25% de los adenomas
hipofisarios hipersecretantes de GH cosecretan prolactina, pudiendo haber también
manifestaciones clínicas secundarias a la hiperprolactinemia. Más del 70% de los tumores
somatotropos son macroadenomas, sin embargo, la malignidad de los mismos es
extremadamente rara y debe sospecharse solamente si se demuestran metástasis sistémicas.
Además de las manifestaciones clínicas condicionadas por compresión del tumor como cefalea
y defectos del campo visual, el paciente con acromegalia pudiera tener las siguientes
complicaciones clínicas:
Los pacientes con acromegalia debido a la acción sinérgica de la GH y del IGF-1 presentan
ensanchamiento y engrosamiento de la nariz, prognatismo, abultamiento frontal, pómulos
prominentes y diátesis dental. De igual forma, se observa aumento de tamaño de manos y
pies, evidenciándose en estudios radiológicos ensanchamiento de la base de las falanges con
formación de osteofitos, entesopatía (mineralización de los ligamentos de inserción),
ensanchamiento de diáfisis en el hueso cortical y ensanchamiento de los espacios articulares
debido a hipertrofia del cartílago.
• Piel:
Los cambios óseos también afectan a la columna, evidenciándose cifosis dorsal superior con
hiperlordosis lumbar compensatoria. A menudo pueden encontrarse radiculopatías como
consecuencia de la formación de osteofitos en los espacios intervertebrales. El tórax sufre
cambios como la prominencia de la porción inferior del esternón y la elongación y
divergencia de las costillas debido al sobrecrecimiento de las articulaciones condrocostales.
Estos cambios de la pared torácica, sumados a la debilidad de los músculos intercostales
favorecen la afectación de la función respiratoria.
• Artropatía periférica:
La artropatía acromegálica puede afectar todas las articulaciones, pero principalmente las
rodillas, hombros, manos, muñecas y caderas. La artralgia es principalmente mecánica,
degenerativa y no inflamatoria, y en etapas avanzadas de la enfermedad pudiera llegar a limitar
la movilidad de la articulación.
• Neuropatía periférica:
El síndrome del túnel carpiano es frecuente en este grupo de pacientes, y parece ser debido
más a edema del nervio mediano que a la compresión extrínseca del mismo causada por un
exceso de tejido conectivo o hipertrofia ósea. El edema del nervio mediano mejora cuando los
niveles de GH y de IGF-1 descienden, lo cual sugiere que el control hormonal es clave en esta
complicación.
• Complicaciones metabólicas:
Los objetivos del tratamiento son lograr una GH suprimida, poscarga de glucosa y niveles basales
de IGF-I normales, extirpar el tumor, evitar su recidiva, y eliminar la morbimortalidad asociada a
la acromegalia.
El tratamiento de elección es la resección tumoral por vía transesfenoidal la que resulta exitosa
en centros internacionales, en un 90% de los microadenomas y en alrededor de un 50 % de los
macroadenomas. Esta cirugía, en manos de un neurocirujano experimentado tiene bajo riesgo y
sus complicaciones son:
En aquellos pacientes que no pueden ser sometidos a cirugía o en los cuales esta no ha logrado
el control de la enfermedad, existen otras alternativas terapéuticas:
Estudio en poblaciones demuestran que el SC tiene una incidencia de 2,3 millones de casos al
año; sin embargo, estudios realizados en grupos poblacionales de alto riesgo han demostrado
hipercortisolismo endógeno en el 0,5 - 1% de pacientes con hipertensión arterial 6 - 9% de
pacientes con incidentalomas adrenales 2 - 3% de diabéticos mal controlados y en 11% de
sujetos con osteoporosis y fracturas vertebrales.
Las manifestaciones clínicas del SC son variables y difieren en severidad dependiendo del grado
y la duración del hipercortisolismo. La obesidad central constituye la manifestación más común
y a menudo es el signo inicial en los pacientes. Además, es frecuente encontrar facies de “luna
llena”, acúmulo de grasa en la región cérvico dorsal y supraclavicular, estrías purpúreas,
adelgazamiento de la piel, debilidad en la musculatura proximal, fatiga, hipertensión
arterial, acné, hirsutismo, intolerancia a la glucosa, disminución del deseo sexual e
irregularidades menstruales.
Otros hallazgos relativamente frecuentes incluyen: atrofia
muscular, equimosis, osteoporosis e inclusive trastornos
neuropsicológicos como depresión, irritabilidad y
disfunción cognitiva.
Los tumores suprarrenales son mayoritariamente benignos y en estos casos está indicada una
suprarrenalectomía unilateral, a diferencia de la hiperplasia en que se debe realizar una
suprarrenalectomía bilateral.
En los tumores ectópicos que pueden ser identificados, que son resecables y que no tienen
metástasis, su extirpación suele ser curativa pero, en los casos en que no es posible localizarlos
está indicada la suprarrenalectomía bilateral para evitar la progresión de las complicaciones
derivadas del exceso de cortisol mientras se hace evidente el tumor primario.
El Mifepristone (RU-486) es una droga anti-progestacional que, a altas dosis, compite con los
glucocorticoides por la unión a su receptor, bloqueando su acción. De estas, sólo el ketoconazol
se encuentra disponible en nuestro medio.
El término bocio se refiere a un crecimiento anormal de la glándula tiroides que ocurre en 2
diferentes variantes: hipertrofia difusa y lesiones nodulares (multinodulares o nódulo
solitario), siendo esta última, más frecuente en pacientes de mayor edad. El bocio multinodular
(BMN) es el resultado de la interacción entre factores genéticos y ambientales, donde el déficit
de yodo es la condición más importante. Baltisberger y col observaron que la corrección de la
deficiencia de yodo puede disminuir la prevalencia de bocio multinodular no tóxico (BMNNT)
hasta en un 73%. Otros factores involucrados en el desarrollo de esta patología incluyen el sexo
femenino, la exposición a radiaciones y el hábito tabáquico, el cual debido al aumento de
los niveles de tiocianato compite con la captación y organificación del yoduro a nivel de la
tiroides.
En áreas con suficiencia de yodo, se estima que 4 a 8% de la población general presenta nódulos
palpables al examen físico, esta prevalencia aumenta cuando se emplea la ecografía del cuello
como método diagnóstico (10 - 31%) y aún más elevada cuando se evalúan series de autopsias
(50%).
A diferencia de los nódulos solitarios, el BMN representa un grupo mixto de entidades nodulares,
coexistiendo nódulos con diferentes grados de funcionalidad. El balance de esto, determina el
estatus clínico de un paciente en particular.
• Terapia supresiva con levotiroxina: Esta terapia es ampliamente usada a nivel mundial. Su
efecto beneficioso ha sido demostrado en bocio difuso en muchos estudios controlados,
con una reducción de 20 - 40% en 3 - 6 meses de terapia, aunque después del retiro del
tratamiento se ha observado que la glándula retorna al tamaño inicial. En bocio
multinodular, el tratamiento es controvertido y si bien se ha visto una reducción de hasta
un 50% a los 12 meses de tratamiento, solo se ha observado en una minoría de pacientes
(10 - 20%). Igualmente se ha demostrado un nuevo crecimiento después de 1 año de
finalizado el tratamiento, por lo que algunos autores apoyan la idea de dar tratamiento
continuo por muchos años para beneficio del paciente. Papini y Col llevaron a cabo un
estudio a largo plazo donde evaluaron 83 pacientes con bocio nodular por un lapso de 5
años, los cuales fueron divididos en 2 grupos donde uno de ellos recibió terapia supresiva
con Levotiroxina; los resultados mostraron que el tratamiento indujo reducción en solo
un subgrupo de nódulos tiroideos, pero fue efectivo en prevenir la aparición de nuevas
lesiones y en el incremento del volumen tanto de los nódulos como de la glándula.
Adicionalmente, la terapia con levotiroxina produce efectos colaterales en el sistema
cardiovascular y óseo, por lo que la ATA, la ETA y la LATS no recomiendan esta terapia de
rutina y debería estar reservada a pacientes jóvenes (menores de 60 años) con nódulos
pequeños y a mujeres premenopáusicas. En nuestra Unidad se limita la terapia supresiva
a pacientes con bocio difuso o bocio nodular con anticuerpos positivos, grado I - II, a una
dosis de 2 µg/kg/día por 6 meses, con evaluación posterior (clínica y ecográficamente); si
la respuesta es positiva se mantiene la terapia por un lapso promedio de 1 año,
alcanzando como meta terapéutica un valor de TSH < 0,4 mUI/L con T4L normal.
• Terapia metabólica con radioyodo convencional: la terapia con radioyodo para BMNNT
representa un tratamiento efectivo en la mayoría de los pacientes afectados siendo esta
terapia ampliamente aceptada por la ATA, la LATS y la ETA. Durante las últimas 2 décadas
ha sido aceptado como un tratamiento seguro y efectivo. Esta terapia es de utilidad en
casos de bocio recidivante observándose una reducción considerable de volumen.
Distintos estudios han demostrado, que en casos de bocio de moderado y gran tamaño
(alrededor de 100 ml), la reducción del volumen es de aproximadamente 35 - 40% en el
primer año y de hasta 50 - 60% después de los 3 - 5 años en bocios pequeños
Teóricamente, la eficacia de la terapia con radioyodo depende principalmente de la dosis
de radiactividad absorbida por la tiroides. Un requisito previo para llevarse a cabo este
tratamiento es la presencia de tejido tiroideo ávido de yodo documentado en un
gammagrama tiroideo. Los medicamentos que contienen yodo o la ingesta de yodo en
la dieta deben ser suspendidos al menos 2 semanas previas. La respuesta individual, en la
reducción del bocio y el desarrollo de hipotiroidismo es muy difícil de predecir. La dosis
de I131 utilizada en muchos centros es de 3,7 MBq/g de tejido tiroideo.
Los efectos adversos convencionales de la terapia con I131 están bien documentados. A
corto plazo la mayoría de estos son leves y transitorios e incluyen: tiroiditis actínica (3%),
tirotoxicosis transitoria (5%) y en un 15 - 25% incremento del tamaño de la glándula. Los
efectos adversos tardíos incluyen el desarrollo de hipotiroidismo, alcanzando un 22 a 58%
a los 5 - 8 años de postratamiento. El riesgo de malignidad extratiroidea a largo plazo es
desconocido, reportándose casos aislados de cáncer de tiroides, colon, estómago, riñón
y mama.
• Tratamiento quirúrgico: la cirugía se reserva para pacientes con bocio de gran tamaño (>
80 g o grado III), con síntomas compresivos así como con citología sospechosa de
malignidad. Según la ATA y LATS, la recomendación en cuanto a la técnica quirúrgica es
la tiroidectomía casi total o total sobre todo para aquellos pacientes con sospecha de
malignidad, sin embargo, la extensión de la resección quirúrgica en bocios benignos aún
sigue siendo controvertido. En un estudio de seguimiento a 5 años con 600 pacientes
portadores de BMNNT y quienes fueron sometidos a tiroidectomía total, a tiroidectomía
tipo Dunhill (tejido tiroideo residual < a 10 g) y a tiroidectomía parcial, demostró una tasa
de recurrencia del bocio de 0,52%, 4,71% y 11,58% respectivamente, por lo que esto sigue
apoyando la tiroidectomía total como procedimiento quirúrgico de elección.
Entre los factores que favorecen el uso de yodo radioactivo se encuentra: edad avanzada,
enfermedad cardiovascular limitante, bocio pequeño, cirugía previa de cuello y radio
captación mayor del 20%. Para la tiroidectomía: presencia de cáncer de tiroides, bocio
mayor de 80 g, síntomas compresivos, hiperparatiroidismo asociado, pobre captación de
yodo y deseo de resolución rápida de los síntomas.
El tratamiento médico con antitiroideos de síntesis a bajas dosis como el metimazol (10
mg/día) o propiltiuracilo (100 mg/día) queda limitado a pacientes ancianos con elevado riesgo
quirúrgico o que residan en hogares de cuidado donde no se puedan seguir las normativas de
seguridad para administrar yodo radioactivo.
A inicios del siglo pasado, las principales causas de insuficiencia adrenocortical eran las causas
infecciosas, principalmente la tuberculosis. Actualmente, la disminución en la incidencia de
tuberculosis ha llevado a que el origen más importante de enfermedad de Addison sea la
destrucción autoinmune con atrofia de las glándulas adrenales. Cabe destacar que una de las
causas más frecuentes de insuficiencia suprarrenal es la supresión exógena por
glucocorticoides, pero al no ser ésta una patología de origen autoinmune, no se clasifica como
enfermedad de Addison. Entre otras causas de insuficiencia glandular primaria se citan la
hemorragia adrenal, infecciones (citomegalovirus, histoplasmosis, coccidioidomicosis y virus
de inmunodeficiencia humana [VIH]), adrenoleucodistrofia, y enfermedad adrenal
metastásica. Causas poco comunes son la deficiencia familiar de glucocorticoides y la
resistencia al cortisol. La gran variedad de causas ha llevado a que el espectro clínico de la
enfermedad de Addison varíe ante la descripción de nuevos cuadros sindrómicos y de
enfermedades infecciosas en la población mundial. Las patologías que producen mayor variación
con respecto a la presentación del cuadro clínico son el VIH, las hemorragias o infartos adrenales,
la adrenoleucodistrofia, y los síndromes autoinmunes poliendocrinos tipo I y tipo II (síndrome
de Schmidt). Alrededor del 50% de los pacientes portadores de enfermedad de Addison
autoinmune, tienen síndromes poliendocrinos. Las causas ya mencionadas de insuficiencia
adrenal primaria involucran toda la corteza adrenal, resultando en una deficiencia de cortisol,
aldosterona, y andrógenos adrenales, pero hay que tener en cuenta que la severidad de la
deficiencia varía de un caso a otro.
Al realizar el reemplazo con glucocorticoides, se debe ser cuidadoso, pues el ajustar la dosis de
glucocorticoide para suprimir el ACTH, puede producir signos del síndrome de Cushing en
pacientes con enfermedad de Addison. Se deben realizar mediciones frecuentes de niveles de
cortisol sérico en 24 horas y/o medición de cortisoluria de 24 horas. Cabe recalcar que el
ajuste de dosis debe realizarse basado en criterios clínicos más que en pruebas de laboratorio.
Hay que tener en cuenta que el tratamiento con dosis suprafisiológicas de glucocorticoides
(no así las dosis adecuadas de reemplazo), producen una rápida disminución de la masa ósea,
por medio de la inhibición de la absorción del calcio, supresión de hormonas gonadales,
supresión de la secreción de andrógenos, y por efecto directo sobre el hueso. Posterior a la
exposición a glucocorticoides, se acelera la resorción ósea, llevando a la inducción de la
osteoclastogénesis. Finalmente, se llega a una inhibición de la formación ósea, secundaria a la
disminución en número y actividad de las células osteoblásticas. Estos efectos del exceso de
glucocorticoides llevan a fracturas vertebrales en 30-50% de los pacientes. Es por ello que el
tratamiento de reemplazo debe ser cuidadosamente controlado y debe monitorizarse la
densidad mineral ósea cada 1-2 años para identificar adecuadamente la pérdida ósea y el
requerimiento de terapia antirresortiva de ser necesaria.
La prevalencia actual es de 10% aproximado a nivel global, siendo 463 millones de personas los
afectados. Se estima que para el año 2045 esta cifra aumente a 700 millones. Además, dos
tercios de los afectados viven en zonas urbanas, 3 de cada 4 están en edad activa, 1 de 2 no es
aún diagnosticado. En Chile la prevalencia constatada por la Encuesta Nacional de Salud 2016-
2017 es de 12.3%.
Debido a los avances en tecnología actual, se han ampliado los estudios asociados a causas
genéticas en diabetes, por lo que esta área es el fuerte investigativo en estos momentos.
Se destaca dentro del primer subgrupo, Diabetes tipo 1, se subdivide en dos. Este tipo de
diabetes se produce por una reacción autoinmune contra células beta pancreáticas, siendo
su prevalencia entre 5-10% en diabéticos en etapas tempranas de la vida. Tipo 1A considera la
presencia de anticuerpos pancreáticos positivos incluso en estadios asintomáticos, pero se
recomienda realizar screening con panel de Ac sólo en marco investigativo debido a la falta
de intervenciones terapéuticas aprobadas en dichos pacientes. Con respecto al 1B, ADA la
reconoce como aquellos que no cumplen con criterios completos de 1A, ni tampoco de tipo 2.
La diabetes tipo 1 idiopática se ha considerado como Latent Autoinmune Diabetes of the
Adults (LADA) por otras organizaciones. Se caracteriza por presentar un déficit lentamente
progresivo de la función de células beta por lo que generalmente no se presentan
requerimientos de insulina en un inicio y puede responder al uso de sulfonilureas, además la
serología se encuentra negativa. Se describe población asiática con prevalencias de hasta 10 %
con estas características.
Actualmente aquellos diagnosticados como DM, 42% lo será posterior a sus 30 años y entre
7090% tendrá positividad de Ac en sangre. El resto de los subgrupos se mantiene en constante
revisión, como, por ejemplo, dentro del grupo de monogénicos, específicamente Maturity
Onset Diabetes of the Young (MODY) ya hay 13 reconocidos.
Durante la etapa previa al inicio de la diabetes tipo 1, en el 80% de los individuos se detectan
anticuerpos contra antígenos citoplasmáticos o membranales de las células β pancreáticas
como la descarboxilasa del ácido glutámico 65 y 67 (GAD65 y 67), la proteína de choque
térmico 65 (Hsp-65), y contra insulina. Sin embargo, la mayor susceptibilidad para desarrollar
diabetes tipo 1 se encuentra en los genes del antígeno leucocitario humano (HLA clase II)
del cromosoma 6, que contribuyen con el 50% del riesgo, y son asociados algunos polimorfismos
genéticos en los sitios de unión del péptido. Mediante la identificación de estos anticuerpos en
personas sanas, se establece el riesgo de desarrollar la enfermedad; por ejemplo, la presencia de
anticuerpos contra insulina confiere un riesgo pequeño, mientras que la combinación de
anticuerpos contra células de los islotes y contra GAD o contra insulina representa un riesgo alto
para desarrollar diabetes tipo 1.
La obesidad mórbida se asocia con el desarrollo de diferentes enfermedades, entre las que
destacan la diabetes y la hipertensión. La obesidad es una consecuencia de la ingesta continua
y desregulada de alimento rico en contenido energético que no es aprovechado como
consecuencia de una baja actividad metabólica y/o sedentarismo, por lo tanto, se almacena y
acumula en tejido graso. Durante esta situación, el páncreas tiene una hiperactividad por la
concentración alta y constante de glucosa en sangre, con una secreción de insulina elevada
para conservar la glucemia en niveles normales.
Las causas que desencadenan la diabetes tipo 2 se desconocen en el 70-85% de los pacientes;
al parecer, influyen diversos factores como la herencia poligénica (en la que participa un
número indeterminado de genes), junto con factores de riesgo que incluyen la obesidad,
dislipidemia, hipertensión arterial, historia familiar de diabetes, dieta rica en
carbohidratos, factores hormonales y una vida sedentaria. Los pacientes presentan niveles
elevados de glucosa y resistencia a la acción de la insulina en los tejidos periféricos. Del 80 al
90% de las personas tienen células β sanas con capacidad de adaptarse a altas demandas de
insulina (obesidad, embarazo y cortisol) mediante el incremento en su función secretora y en la
masa celular. Sin embargo, en el 10 al 20% de las personas se presenta una deficiencia de las
células β en adaptarse, lo cual produce un agotamiento celular, con reducción en la
liberación y almacenamiento de insulina.
Se plantea a partir del año 1965 donde se sugería no seguir considerando la glucosuria como
método diagnóstico para la “Diabetes Sacarina” si no que evaluar la glucemia plasmática en
ayunas (GPA). En 1971, se decide realizar la Prueba de Tolerancia a la Glucosa Oral (PTGO) con
75 grs de glucosa a Indios Pima en EE. UU, población con alta prevalencia de síntomas de
hiperglucemia, donde se obtiene una curva bimodal que confirma que aquellos afectados lo
hacían sobre los 200 mg/dL luego de dos horas de administrada la carga. Por lo anterior, en 1979
se considera glucemia en ayunas y PTGO como pruebas diagnósticas. Casi 20 años más tarde,
1997, bajo el Comité Internacional de Expertos, se reduce el umbral diagnóstico de GPA de 140
a 126 mg/dL y se define Glucosa Alterada en Ayunas (GAA) entre 110 mg/dL y 125 mg/dL;
por otro lado, comienza a tomar fuerza un nuevo examen que tiene buena relación con la
presencia de retinopatía diabética, la Hemoglobina glicosilada (A1C). Más tarde, en el año 2003
la Asociación Americana de Diabetes (ADA) reduce el punto de corte para GAA a 100mg/dL, con
el fin de igualar la sensibilidad entre PTGO y GPA. En 2006, la OMS decide no realizar
modificaciones en sus recomendaciones ya que no se ha evidenciado mayor beneficio si se inicia
tratamiento precoz a aquellos diagnosticados bajo un menor umbral de criterio.
ADA 2010 plantea los parámetros expuestos en la figura 1.1. los cuales se mantienen hasta el día
de hoy, donde se destaca la incorporación de la Hemoglobina Glicosilada (A1C) como método
diagnóstico, sólo en laboratorios certificados por National Glycohemoglobin Standardization
Program (NGPS) y estandarizado por Diabetes Control And Complications Trial (DCCT).
A1C tiene ventajas por sobre los otros métodos: mayor estabilidad preanalítica, no requiere
ayuno, menor tiempo de estadía en laboratorios, no se requiere de carga de glucosa, pero sí
tiene un mayor costo asociado.
El tratamiento para la diabetes mellitus se basa en:
• Régimen diabético.
• Insulino terapia.
• Tratar complicaciones eventuales (cataratas, daños cardiacos y renales, infecciones).
El ciclo menstrual normal en la adolescencia tiene algunas diferencias al de la mujer adulta que
son importantes de conocer. Las alteraciones pueden observarse en la ciclicidad, duración y
características del flujo menstrual.
Se debe tener en consideración que las alteraciones menstruales pueden ser la manifestación de
una enfermedad crónica o aguda importante. Incluso la ciclicidad menstrual se ha considerado
como un signo vital más durante la adolescencia.
La edad de la menarquia se ha ido adelantando progresivamente desde mediados del siglo XIX,
fenómeno conocido como tendencia secular de la menarquia. Numerosos estudios
internacionales han descrito un adelanto de la menarquia en 0,3 años por cada década. Este
adelanto fue constante hasta la década del 70, momento en que aparentemente se detuvo o
disminuyó su progresión, no encontrándose diferencias significativas en los últimos 30 años en
países como Estados Unidos y Europa; el estudio de NHANES así lo informa, sin embargo,
describe un adelantamiento de la edad de menarquia en población negra, ésta se presenta 5,5
meses antes que hace 30 años.
Los ciclos menstruales durante la adolescencia suelen ser irregulares; de acuerdo al estudio
de 3073 niñas realizado por la OMS, la media de duración del ciclo es de 34 días, con un 38% de
ciclos mayores a 40 días, presentando una amplia variabilidad: 10% tenía ciclos de 60 días entre
su 1er y 2do ciclo, 7% tenía un ciclo de 20 días.
Los ciclos más largos se presentan en mayor porcentaje durante los primeros 3 años
después de la menarquia, en el 3er año post menarquia 60 -80% de los ciclos menstruales
tienen una duración que varía entre 21 y 34 días. La duración de los ciclos tiende a establecerse
al sexto año. Es importante destacar que mientras más tarde llega la menarquia más tiempo
demora en lograr ciclos ovulatorios.
Las etiologías de estas tres identidades se sobreponen por lo cual nos referiremos a ellas en
conjunto. Las causas más frecuentes se resumen en Tabla 2.
Siempre es importante descartar embarazo en las adolescentes que consultan por amenorrea u
oligomenorrea.
Dentro de las causas de amenorrea tenemos los hipogonadismos hipergonadotrópico e
hipogonadotrópico según los niveles elevados o disminuidos de gonadotropinas (FSH y LH),
respectivamente.
El enfrentamiento de una paciente que consulta por amenorrea u oligomenorrea debe basarse
en una buena historia clínica que incluya historia familiar y médica detallada con énfasis en la
evolución y secuencia de los eventos puberales (telarquia, pubarquia, estirón puberal), edad de
la menarquia de la madre, antecedentes prenatales y del nacimiento.
Un examen genital detallado evaluando el tamaño del clítoris, presencia del himen y vagina nos
orientará si estamos ante la presencia de anomalías congénitas del tracto reproductivo.
Es frecuente que las adolescentes consulten por metrorragia disfuncional, la que se define
como un sangrado excesivo, prolongado e irregular sin un problema anatómico o
enfermedad sistémica. Se produce por una inmadurez en el eje HHO que conduce a la
anovulación. Pacientes con alteraciones que provoquen anovulación (previamente descritas en
oligomenorrea) también pueden presentar metrorragia disfuncional.
En las pacientes que requieren hospitalización por sangrado excesivo, anemia o episodios
de metrorragia desde la menarquia se debe sospechar una alteración en la coagulación.
Classen estudió 59 pacientes hospitalizadas por metrorragia detectando un defecto en la
coagulación en un 20% de ellas, cuando se seleccionó al grupo que presentaba la metrorragia
en la menarquia aumentaba la prevalencia de coagulopatía a un 50% de los casos.
Se deben considerar patologías crónicas como: problemas hepáticos que pueden producir
deficiencias en factores de coagulación, alteración en el metabolismo de los estrógenos y
anovulación. Los problemas renales pueden tener alteraciones en la función plaquetaria.
Al disminuir la filtración glomerular se puede producir hiperprolactinemia que lleva a
anovulación, también algunas enfermedades reumatológicas como Lupus y artritis
reumatoidea juvenil se han asociado a mayor frecuencia de metrorragias disfuncionales.
Otras causas de metrorragia como infecciones pelvianas por Chlamydia y Gonorrea deben
sospecharse en pacientes sexualmente activas. Causas anatómicas como pólipos
endometriales son poco frecuentes, pero deben sospecharse en pacientes que no responden
al tratamiento hormonal.
Cuando evaluamos a una adolescente con metrorragia debemos realizar una historia detallada
al igual que para la evaluación de amenorrea incorporando preguntas sobre epistaxis, equimosis
fácil o sangrados en cirugías e historia familiar de trastornos de coagulación.
En el manejo inicial se debe descartar embarazo, ya sea con test en orina o medición de
βHCG y hemograma con recuento de plaquetas. Si tenemos anemia importante, la
metrorragia se inició en la menarquia o si hay historia personal o familiar sugerente de trastorno
en la coagulación debemos completar el estudio de coagulación con tiempo de protrombina,
tiempo de tromboplastina activada, estudio de Von Willebrand (recordar tomar estudio previo a
uso de estrógenos o una vez suspendidos) y estudio de disfunción plaquetaria.
Si la irregularidad menstrual es persistente en el tiempo o hay historia o signos clínicos que nos
hagan sospechar endocrinopatía debemos solicitar TSH, T4 libre, prolactina, testosterona,
SHBG, 17 Hidroxiprogesterona, cortisol.
Para el tratamiento de la metrorragia debemos plantearnos los siguientes objetivos: restablecer
hemodinamia, corregir la anemia, recuperar un sangrado cíclico, prevenir recurrencia,
prevenir las complicaciones a largo plazo de la anovulación como son la hiperplasia y
cáncer de endometrio.
El tratamiento frente al cuadro agudo consiste en aportar estrógenos que van a tener un efecto
de proliferación endometrial, y mejorarán el sistema hemostático aumentando la agregación
plaquetaria y producción de fibrinógeno, factor Von Willebrand, factor V y IX.
Si tenemos una paciente con antecedente de metrorragia leve y con valores de hemoglobina
mayor a 12 g/dl, podemos realizar seguimiento con calendario menstrual o dar
progesterona cíclica entre 10 y 14 días al mes, que puede darse desde el día 12 a 14 del ciclo.
En pacientes con metrorragia severa con hemoglobinas menor a 10 mg/dl que pueden o no
tener inestabilidad hemodinámica, sugerimos hospitalizar, estabilizar la hemodinamia y
aportar estrógenos por vía oral, comenzar con 1 comprimido cada 4 horas hasta que baje
considerablemente la cuantía del sangrado, después cada 6 horas por 24 horas, después cada 8
horas por dos días, seguir cada 12 horas hasta completar 21 días. Otra alternativa es utilizar
estrógenos conjugados endovenosos 25 mg cada 4 o 6 horas hasta 6 dosis y después continuar
con esquema oral.
En estos casos encontramos patología orgánica que explica el dolor. Se presenta con una
frecuencia de un 10% en el grupo de adolescentes, dentro de las patologías encontramos
pólipos, miomas, malformaciones uterinas, siendo la patología más frecuente en éste
grupo etario la endometriosis.
La evaluación de pacientes que consulten por dismenorrea debe iniciarse con una historia
detallada la que debe realizarse en forma privada y confidencial. Se deben preguntar
antecedentes de edad de menarquia, patrón menstrual, antecedentes de alteraciones
menstruales familiares, dirigidamente debe consultarse por antecedente de endometriosis en la
familia, ya que en pacientes con antecedentes familiares positivos, el riesgo de padecerla
aumenta; característica de la aparición del dolor, presencia de otros síntomas asociados, uso de
antiinflamatorios y respuesta a ellos, actividad sexual, antecedentes uso anticonceptivos, uso
preservativos, antecedentes de infecciones de trasmisión sexual.
Debe realizarse un examen ginecológico para descartar alteraciones de la morfología himeneal,
existencia de tabiques vaginales y otras malformaciones obstructivas.
Como segunda línea de tratamiento, cuando no hay buena respuesta al tratamiento con AINES
se recomienda el uso de anticonceptivos hormonales (ACO). Los anticonceptivos deben ser
nuestra primera opción en los casos de pacientes con dismenorrea y sexualmente activas. Su
mecanismo de acción es mediante la inhibición de la ovulación y disminución del flujo
menstrual, además reduce el nivel de prostaglandinas por dos mecanismos; acción a nivel de
endometrio e inhibición de ovulación. Su eficacia es alta, siendo de un 90 a 95%.
Los trastornos del ciclo menstrual y la dismenorrea son una de las principales causas de consulta
en Ginecología Infantojuvenil. La evaluación siempre incluirá una detallada anamnesis, y examen
físico que orientará la toma de decisiones tanto para el estudio y tratamiento.