Adiós Tierra
Adiós Tierra
Adiós Tierra
Primera Parte
Sinopsis
La teoría sobre el fin del mundo había embelesado a James Gordon, desde que
se graduó como físico en una universidad de Colorado, California, hacía ya diez
años. Se la pasaba concentrado en descubrir ese gran misterio, anunciado de
forma bíblica por Nostradamus y revivido en el cine con diferentes versiones,
durante los albores y finales del segundo milenio, respectivamente.
Más tarde, verificó en un mapa astral que, en efecto, el planeta había sido
Venus, el cual durante miles de millones de años había permanecido con su
movimiento de traslación alrededor del Sol, como todavía lo venía haciendo la
Tierra, Martes, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Venus, el segundo de
los planetas desde el Sol, acababa de ser destruido por su acercamiento al
gigantesco astro amarillo. Sin embargo, ese no fue el único descubrimiento que
haría ese día, por cuanto una pregunta empezó a rondar dentro de su cabeza y
la cual fue: ¿Si aquel planeta destruido por su aproximación al Sol había sido
Venus, entonces qué había sucedido con Mercurio, el primero del sistema
planetario si se observase desde el Sol? Comenzó a buscarlo con su catalejo
electrónico por la elíptica que siempre había estado recorriendo alrededor del
astro gigante, pero no lo encontró por ninguna parte. Durante dos días
consecutivos indagó, inclusive, llamó por un teléfono satelital a un amigo, a
Hollman Kartl, quien laboraba en la NASA, para que con el telescopio Hoobe
que la agencia mantenía perenne en el espacio, también lo buscara, pero él
tampoco lo halló después de examinar durante un par de horas el intersticio
entre la gran esfera incandescente y la Tierra.
Lo que había visto ese día James Gordon era la prueba fehaciente de que la
teoría del fin del mundo era cierta, por cuanto lo mismo sucedería con la Tierra.
El fenómeno sideral no sólo llamó su atención por lo que había acontecido con
Venus, sino por lo que habría pasado con Mercurio, el primer planeta y el cual
estaba delante de Venus. No sólo había sido testigo único de la destrucción de
un planeta, sino que había sido el primer humano que se enteraba de la
desaparición de Mercurio.
No había llovido los últimos dos años en el estado ni en el resto de las otras
regiones del territorio nacional. Y es que la naturaleza para el entonces seguía
cada vez más loca en todo el mundo: llovía a cántaro en el desierto del Sahara y
durante casi todos los días e incluso, había caído hasta hielo y nieve a la vez. En
Alaska, desde hacía un lustro, no se sabía lo que era sentir frío desde que
amanecía hasta que oscurecía. El Sol calentaba aquel territorio con
temperaturas elevadísimas. De la misma forma sucedía en los otros países de
las tradicionales zonas tórridas y nórdicas. Para los científicos, el disparate
atmosférico se debía al acortamiento de la distancia entre la Tierra y el Sol,
teoría que había prosperado en los últimos cincuenta años y la cual pronosticaba
el fin del mundo, como también iba a ocurrir con los otros planetas del sistema
solar, pero después de millones y millones de años. Por lo pronto, la Tierra era el
planeta que más preocupaba, porque se consideraba que sería el tercero de la
cadena de planetas, después de Venus, el cual giraba y giraba también
alrededor de la inmensa bola de fuego y con dirección hacia a ella y, además,
porque era en donde siempre había vivido el ser humano. Esa hipótesis jamás
se había comprobado, por cuanto nadie había encontrado la prueba que lo
confirmara, como lo hizo James Gordón esa vez, al inicio de un día caluroso de
aquel año del futuro.
La teoría del final del mundo de James Gordon se promulgaría un mes después,
luego de que él, el último día de su encerramiento en el observatorio planetario,
durante otra noche más, calurosa y repleta de estrellas, concluyera que a la
Tierra sólo le restaban a partir de esa fecha, la cantidad de 1.500
años de existencia. Pero esa conclusión no fue la más grave, por cuanto
después analizó que la vida conocida en la Tierra, desde ese día, sólo poseería
más de la mitad del crucial tiempo, para seguir existiendo. Es decir, a partir de
ese año, los seres en la Tierra tendrían entre 500 o 700 años de vida, por cuanto
después sería un imposible vivir en ella, debido a la temperatura y a los cambios
bruscos de la atmósfera en el planeta, por su acercamiento cada vez mayor
hacia el Sol. Incluso, en su computador personal y con un programa de
simulación digital, había recreado cómo sería el planeta durante esos últimos
años, junto con sus habitantes y demás seres vivientes y edificaciones e
inventos que la humanidad había creado a lo largo de los cuatro milenios
recorridos hasta por esos momentos. Todo se consumiría o extinguiría como si
jamás hubiera existido.
Por eso, y con mucha razón, tuvo que ponerse a meditar después sobre la
posibilidad que tendría la humanidad de sobrevivir durante esa fulminante
hecatombe del mundo. Tras otras dos noches más, luego de pensarlo varias
veces, se dio cuenta de que no había otra alternativa, salvo la de abandonar el
planeta, para lo cual debían de empezar a preparar-se desde ya, con el fin de
que cuando llegara el día, no hubiera en la Tierra un solo habitante. En su mente
no sólo divagó esa preocupación, sino también el modo como el mundo tomaría
su teoría comprobada y posibles soluciones, si es que la asimilaba como una
verdad absoluta y no como una versión más de las tantas surgidas a lo largo de
la historia de la humanidad, desde los sectores religiosos hasta los científicos y
cinematográficos, sobre el fin del mundo.
Vestía un traje de color púrpura, el cual le llegaba hasta los tobillos. El atuendo
lo combinaba con un fajón del mismo color, pero llamativo y fosforescente. Sus
pies calzaban unas sandalias doradas y se veían limpios y cuidados. Los
habitantes en la Tierra, por ese entonces, vestían como lo hicieron durante el
primer milenio e inicio del segundo. Los pantalones, camisas y zapatos, no eran
de ningún uso ya, porque se había regresado a la forma de vestir antigua, pero
con prendas más finas y fuertes y con mejores coloridos y diseños. El pelo de su
cabeza relucía brillante, debido al uso de un champú en boga por esa nueva era
que se iniciaba. Su cara siempre permanecía pálida, pero ello obedecía por un
problema de epidermis que tenía que tratarse con una crema polarizante, para
tolerar los rayos solares y lo cuales eran cada vez más fuertes e insoportables.
En los últimos dos siglos, la incidencia del astro había causado daños en las
pieles de los seres humanos, inclusive, hasta muertes de miles de personas,
constituyéndose en un problema de salud peor que el cáncer y el Sida, las
plagas más dañinas durante finales del segundo milenio.
Por último, dejó entrever que lo mismo que a Venus, le había tenido que suceder
a Mercurio, aunque sobre este último hecho no había sido testigo como en el de
Venus. Ya al final de su intervención, el periodista Hulk Barrington ni siquiera
esperó a que él empezara a beberse un trago de agua de una botella de
plástico, para preguntarle:
--- ¿En resumen, lo que usted acaba de decirnos, es que Dios creó la Tierra,
para que al final termináramos calcinados por el Sol?
--- No --- objetó Gordon --- a Dios no lo debemos meter en este asunto --- dijo.
--- Doctor Gordon --- dijo la hermosa pelirrubia, con un acento neoyorquino ---
usted ha manifestado que sólo tendríamos entre 500 a 700 años, para alistarnos
a abandonar el planeta. ¿Acaso en su mente ya ha discurrido hacia dónde
iríamos si en verdad ocurre el fin del mundo como usted lo ha tratado de
demostrar hoy aquí?
--- Hacia el planeta vecino o Martes, pero debemos primero adecuarlo para la
vida de la Tierra.
--- ¡Eso es una locura! --- explotó Barrington desde donde se hallaba, al final del
salón de la conferencia --- ¡Usted no sólo está alucinando, sino que está
incitando a un pánico mundial de 500 o 700 años! --- volvió a gritar con cierto
resentimiento y cólera por dentro.
Gordon no respondió esa vez, sólo sonrió un poco y miró después hacia otro
grupo de comunicadores que pedían intervenir. Con el mismo dedo, señaló a un
veterano periodista que había permanecido sentado con una pierna cruzada
como se seguían sentando las mujeres y sin voluntad de ponerse de pie.
--- Doctor --- dijo, mientras terminaba de levantar-se --- tengo entendido que
usted es amante de las distracciones, a quien le gusta inventar juguetes para la
humanidad como la famosa gafa que tengo ahora puesta y la otra que inventó
para visualizar las ondas hertzianas de la Tierra...
En efecto, James Gordon saltó a la fama por esas dos invenciones que no sólo
le dieron millonadas de dinero, sino prestigio y un reconocimiento en el mundo
científico, por cuanto ambos objetos trajeron entretenimiento y comodidad a la
humanidad, ya que la gente no tenía por qué quitarse y ponerse a cada rato las
gafas cuando las necesitaba, debido a que un chic incorporado en las mismas,
recogía y des-plegaba el aparato de las cabezas de sus usuarios.
En cuanto a los anteojos para ver a las ondas hertzianas, había sido un invento
maravilloso, ya que a través de ellos se podía contemplar la atmósfera terrestre
en pleno movimiento y en un extraordinario colorido, como si fuera un arco iris
del tamaño del cielo.
--- ¿Por qué no deberíamos pensar ahora nosotros --- continuó el periodista
veterano --- que se podría tratar de otra invención más de su parte?
--- La comunidad científica del mundo puede bien confirmar todo lo que he dicho.
Cuando por fin James Gordon advirtió la causa del silencio en el selecto
auditorio, porque notó la mirada de todos los comunicadores hacia la entrada del
salón, volteó su cabeza cuadrada y pudo entonces ver a los nuevos
concurrentes. Tampoco supo de quiénes se trataban, pero como él era el que
presidía la reunión, no le tocó más remedio que averiguar si también eran
periodistas, a lo que el hombre de blanco y anciano le contestó que no, porque
pertenecían a la AFP, una Agencia Federal de Policías, dedicada a investigar a
los científicos y la cual lo requería por esos momentos, para intercambiar
algunas comunicaciones en privado. Hasta ese día, Gordon ni los
comunicadores sociales en el auditorio, sabían que existía una agencia de
investigación de científicos.
Sin embargo, el señor níveo les aclaró las dudas, cuando les dijo que lamentaba
mucho la tomada de pelo, porque el paciente James Gordon sufría de una
severa esquizofrenia y estaba siendo tratado en el hospital psiquiátrico del
estado, a pocas cuadras de allí, por lo que reiteró en ofrecer sus disculpas a los
comunicadores sociales por el tiempo perdido.
--- Siempre ha sido un fiasco para la humanidad --- decía, refiriéndose a Gordon.
--- Nadie debe ser juzgado hasta que se compruebe la verdad --- expresó y
enseguida sus colegas voltearon a ver quién había hablado. No obstante,
Barrington le contestó:
--- Es evidente que el hombre está loco: cómo se le ocurre decir que la Tierra va
a ser devorada por el Sol y que todos debemos abandonarla para siempre e
irnos a vivir a Martes; así cualquiera otro puede también convocar a una rueda
de prensa y anunciar que el Universo va a explotar, porque observó por su
telescopio que otro Universo paralelo estalló en mil pedazos. Si vamos a hacer
eco a todo lo que diga cualquier ‘mente brillante’ desquiciada, ya desde hace
rato no hubiéramos existido.
Sin dudas pensó en serio que detrás del evento había gato encerrado, por lo que
se olvidó por el momento de escribir la nota acerca del incidente durante la
rueda de prensa, ya que la percibió obsoleta ante lo que empezó a ver podía
estar sucediendo.